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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.38 no.148 Ciudad de México ene./mar. 2007

 

Testimonio

 

Valor y crisis económica en la obra de Horacio Ciafardini

 

Alejandro Dabat* y Miguel Ángel Rivera Ríos**

 

* Investigador del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, comisionado en el Insituto de Investigaciones Económicas de la propia universidad. Correo electrónico: dabat@servidor.unam.mx

** Profesor-investigador de la Facultad de Economía de la UNAM. Correo electrónico: mriver@servidor.unam.mx

 

Fecha de recepción: 24 de noviembre de 2006.
Fecha de aceptación: 10 de enero de 2007.

 

Ciafardini y su aportación teórica a la economía política

Horacio Ciafardini fue un economista argentino y militante de la izquierda revolucionaria fallecido a la edad de 41 años, en 1984, tras una agitada vida de lucha y reflexión teórica durante las dramáticas condiciones históricas de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, tan cruda y cruentamente expresadas en Argentina por la salvaje dictadura militar de 1976-1982. Ciafardini fue dirigente estudiantil en Rosario. Se doctoró en economía en Francia en vísperas del mayo de 1968, fue militante político y profesor en la Universidad de Buenos Aires a comienzos de los setenta y permaneció encarcelado por seis años hasta muy poco antes de su muerte.

Desde su regreso de Francia y junto con sus actividades políticas, Ciafardini desarrolló un trabajo teórico de alcance muy amplio que trascendió su adscripción partidaria, en una época de fuertes confrontaciones sectarias entre los distintos segmentos de la izquierda argentina (marxistas vs. nacionalistas y dependentistas, socialistas vs. nacional-populares, militaristas vs. obreristas, estalinistas vs. trotskistas) que hacía muy difícil, y de hecho casi imposible, el desarrollo de actividades unitarias. Entre su actividad teórica destacan trabajos de mucha importancia, como sus libros El valor en la concurrencia -su principal trabajo a nuestro entender- o Sobre las teorías de las crisis económicas, así como materiales no tan importantes de crítica a la dependencia y el tercermundismo y diversos trabajos puntuales sobre la realidad argentina de contenidos histórico, económico y político.

Sus trabajos comenzaron a ser publicados en Argentina en los últimos años por sus amigos y compañeros más cercanos con el título de Obras de Horacio Ciafardini. Ello dio lugar a la aparición de tres volúmenes denominados Textos sobre economía, política e historia (selección de trabajos), que es de hecho el volumen 1,1 Sobre las teorías de las crisis económicas (volumen 2, con dos apéndices sobre plusvalía y acumulación en Rosa Luxemburgo y sobre concepciones tercermundistas de las relaciones internacionales) y El valor en la concurrencia (volumen 3). Dada la importancia de esa obra y a petición de la dirección de la revista Problemas del Desarrollo, procederemos a comentar sus dos principales trabajos, dada su amplitud (núcleo del volumen 2 y volumen 3), dejando de lado las demás cuestiones tratadas en sus textos.

 

Las aportaciones a la teoría marxista del valor

El volumen 3 de la obra de Ciafardini constituye un trabajo muy documentado y erudito, que considera la gran mayoría de los trabajos clásicos y recientes sobre el tema, a partir de un conocimiento profundo y reflexivo de la obra de Marx. Consta de diez capítulos, entre los que destacan la Introducción, por el planteamiento del problema; los quinto y noveno, donde se sientan las premisas fundamentales de la parte propositiva del trabajo, y sobre todo el último capítulo (décimo), en el que se hace un intento de sistematización general del conjunto del trabajo.

El análisis de Ciafardini de la teoría del valor parte de dos premisas teóricas y metodológicas muy importantes y, a nuestro entender, esencialmente correctas.

La primera sostiene que la teoría del valor de Marx no puede extraerse solamente del libro I de El Capital, sino de la unidad de este último con el III, donde se estudia la concurrencia (aspecto que se traduce en el nombre mismo del libro). Ciafardini recuerda que el libro I está dedicado al estudio del capital en general y a la producción general de plusvalía, a partir del supuesto de que la producción total capitalista coincide con la demanda social de la misma, resultando irrelevante en ese nivel tanto el estudio de la concurrencia de capitales y la distribución del plusvalor, como los precios de las mercancías individuales. Pero es precisamente a un nuevo tipo de análisis mucho más integral, que incluye la concurrencia de capitales, las relaciones de mercado y el análisis de los valores y precios individuales, lo que conduce directamente a la redefinición de la teoría del valor tal como fuera expuesta en el libro I.

La segunda premisa es la interpretación del autor del papel sobre el valor-trabajo en la economía política de Marx. Aquí el autor es tajante nuevamente al señalar que el objetivo de éste no es el cálculo de las magnitudes necesarias para una posterior conversión a precios de producción, sino la comprensión de los procesos reales que determinan el movimiento del capitalismo. Tal como está formulado el problema, compartimos cabalmente este planteamiento dentro de la lógica expositiva del autor (relación entre sustancia del valor y problemas puntuales de medición directa del tiempo de trabajo). Pero al mismo tiempo consideramos que tal formulación contiene un aspecto débil, por omitir el tratamiento más amplio del papel de la magnitud del valor en la teoría del valor de Marx.2 La magnitud del valor, para este último, es algo muy diferente al falso problema de la medición directa del valor en tiempo de trabajo, en la medida que implica precisamente lo contrario: que el valor de las mercancías sólo puede manifestarse, indirectamente, a través de sus valores de cambio o, lo que es lo mismo, de sus relaciones de cambio con otras mercancías expresadas en la materialidad física de éstas (El capital I, capítulo 1, sección 1). Esto conduce a un tipo de cuantificación indirecta de carácter tendencial, que tiene expresiones fundamentales, por ejemplo, en el papel de la productividad del trabajo en la determinación del valor (movimiento en sentido inverso entre la productividad del trabajo y el valor de las mercancías producidas por dicho trabajo), que es algo, por otra parte, que no se contrapone en absoluto con la segunda premisa de Ciafardini, sino que, a nuestro entender, más bien la fortalece.

A partir de las citadas premisas y un acucioso análisis de los principales estudiosos de la teoría marxista del valor, Ciafardini llega a dos conclusiones centrales.

La primera conclusión central se refiere al alcance del término "trabajo socialmente necesario" en la determinación del valor en la obra de Marx. A partir de una crítica muy amplia y fundamentada de los autores que definen el concepto exclusivamente en el libro I de El Capital y no del conjunto de esa obra, Ciafardini demuestra que el concepto "trabajo socialmente necesario" del trabajo (las itálicas son nuestras), sólo puede definirse integralmente como una perspectiva mucho más amplia que la del libro I, conforme lo plantea el propio Marx en el capítulo 10 del libro III de la misma obra, cuando incluye en la definición del concepto tanto la producción de mercancías como el consumo de las mismas. De ello concluye que el reconocimiento de la necesidad social del trabajo objetivado en las mercancías depende de la productividad del trabajo empleado en la producción y de la demanda social de las mismas a través del mercado.

La segunda y más original conclusión, directamente vinculada a la anterior, consiste en el rechazo de la interpretación tradicional, que podría llamarse dualista, de la teoría del valor popularizada fundamentalmente por Bortkiewics o Sweezy (valores y precios de producción como entidades reales distintas surgidas de la producción, en el primer caso, y de la concurrencia, en el segundo) por otra concepción que podría llamarse monista, de identificación directa entre valores y precios de producción. Ciafardini parte de la idea plausible de que en el capitalismo no puede haber inversión ni producción social sin el consiguiente reconocimiento de la ganancia capitalista y las demás formas concretas de distribución del excedente económico entre otros tipos de propietarios de activos de capital (dinero, tierra, entre otros). Ello convertiría en tiempo "socialmente necesario" (y por lo tanto en valor) al tiempo de trabajo requerido para la producción de mercancías capitalistas para abastecer la demanda social,3 entendido en el sentido de trabajo social medio necesario para producir las distintas mercancías y como eje gravitatorio que regule la oscilación de los precios del mercado a través del juego, en el corto plazo, de la oferta y la demanda. En otras palabras, en su conversión directa en precios de producción.

La concepción de Ciafardini tiene la ventaja de eliminar la enmañaradísima discusión sobre la transformación de los valores en precios de producción, en la medida en que convierte al precio de producción simplemente en valor de equilibrio (valor social medio). Esta concepción, como lo demuestra Ciafardini, difiere, por ejemplo, de la de Joan Robinson (que desecha la noción de valor por considerarla prácticamente inútil, simplemente en beneficio de la de precio), o de los autores que plantean la medición directa del valor en términos de horas de trabajo, como por ejemplo la de Shaick, que es una medición imposible de realizar.4

Adicionalmente, la forma más amplia como Ciafardini define la categoría "trabajo socialmente necesario" (valores necesarios para hacer posible la producción de mercancías necesarias para la reproducción del capital) también permite abordar cuestiones bastante más amplias e históricamente determinadas, como las que surgen, por ejemplo, de las diferentes formas de sobreganancias predominantes en las diferentes etapas del capitalismo. En ese sentido, sería de gran interés considerar distintos tipos de precios de monopolio (y relación con los valores subyacentes) y sus diferencias específicas que los separan, como por ejemplo los monopolios de recursos naturales, los oligopolios conservadores de carácter proteccionista, los monopolios basados en tecnoestructuras avanzadas (que autores como Shumpeter o Galbraith consideraron fundamentales para la inversión innovativa en amplia escala) o las diferentes formas de sobreganancias (plusvalías extraordinarias) basadas en la innovación, propias del capitalismo actual, y la manera que ellas se relacionan con la propiedad intelectual (a diferencia de los monopoliosde recursos naturales) o los de la producción basada en las actuales rentas tecnológicas.

 

La teoría de las crisis y otras cuestiones complementarias

El segundo volumen gira en torno de la teoría de la crisis económica de Marx, y presenta un conjunto de reflexiones que comienzan con una revisión de los planteamientos de los clásicos para culminar, en el capítulo 5, con un propuesta de unificación teórica de algunos aspectos del modelo ofrecido por Marx.

La organización que efectúa Ciafardini sobre los planteamientos de Marx en torno de la teoría de la crisis refrenda su contribución al estudio de la obra citada. Esa contribución consiste en buscar la unidad teórica de las categorías fundamentales en el estudio de la reproducción capitalista, trabajando en su integridad la obra de Marx.5 Esa es una tarea de un grado elevadísimo de dificultad, ya que además de la necesidad de respetar los diferentes niveles de abstracción que formula Marx, se interpone el estado fragmentario e inconcluso de los tomos II y III de El Capital. Pero el amplio conocimiento de la obra del autor, y sobre todo la comprensión de su método de estudio, le permite a Ciafardini abrirse camino y orientarse hacia una explicación unificada de la crisis, que apunta a identificar el núcleo esencial de ese fenómeno, tal como se formula en El Capital.

Reforzando la necesidad de ese enfoque unificador, el autor sostiene correctamente que la tendencia a clasificar las crisis, es decir, encontrar en Marx una diversidad de propuestas explicativas de la crisis económica (subconsumo, desproporcionalidad, de realización de sobreproducción, entre otros), representó un retroceso en la comprensión de ese complejo fenómeno, que tiene la propiedad de representar de manera concentrada las contradicciones y posibilidades de la producción capitalista.

El breve comentario que se efectúa a continuación se concentra en el capítulo 5, que aunque tiene la forma de una discusión aún tentativa, es lo suficientemente fuerte para llevarnos a descartar los enfoques clasificatorios, para centrarnos, siguiendo a Ciafardini, en la búsqueda en la unidad del fenómeno. Después de resumir el argumento central, formularemos algunas observaciones sobre temas que el autor deja abiertos y que tienen innegable relevancia en el estudio y debate actuales sobre la teoría del ciclo y la crisis.

El punto de partida de Ciafardini es el planteamiento central efectuado por Marx en la sección III del tomo III, en torno de la tendencia descendente de la tasa de ganancia y sus fuerzas contrarrestantes, que el autor aborda unificadamente. Con gran lucidez, Ciafardini ubica en ese modelo teórico el núcleo de una explicación unificada de la crisis económica. De allí pasa a los factores que el capital social global requiere para la recuperación cíclica de la tasa de ganancia. Se centra de manera natural en el elevamiento de la composición orgánica del capital, como vehículo para una elevación radical de la productividad del trabajo.

Una primera aportación consiste en adoptar un ángulo de análisis que permite apreciar que la recuperación de la tasa de plusvalía sólo puede concebirse en el marco de la relación entre producción y circulación, que la gran mayoría de autores marxistas desestima. Ciafardini nos hace ver que para elevar la composición orgánica se requiere crear una demanda adicional, primordialmente de medios de producción, pero también de los de consumo. Paradójicamente, entonces, los problemas de realización mediante los cuales se manifiesta la caída de la tasas de plusvalía se con vierten en su contrario, es decir, en la necesaria ampliación del mercado, pero en la dirección de la creación de nuevos bienes.

Una segunda aportación es introducir en la explicación del proceso de recuperación de la tasa de plusvalía los esquemas de reproducción expuestos por Marx en el tomo II, aunque con una intención distinta al tema de las relaciones interdepartamentales de equilibrio. La demanda adicional que debe crearse, añade, se concentra preferentemente en el departamento I de medios de producción, tal como corresponde a los requerimientos de la reproducción ampliada. Sin embargo, su tratamiento de fondo va en una dirección novedosa: la oferta preexistente no se adecúa a la nueva demanda porque en diverso grado se requerirá un cambio tecnológico para elevar la composición orgánica del capital, de modo que se requieren medios de producción de calidad diferente.

Ciafardini plantea, consecuentemente, que este nuevo desequilibrio conduce a una reestructuración en la que interactúan producción y circulación. Esa reestructuración consiste en sobreproducir nuevos y diferentes medios de producción y medios de vida para una clase trabajadora capaz de adecuarse a la nueva tecnología.

Es digno de subrayar que esa preponderancia del departamento I sobre el II, lejos de ser una modalidad específica de crisis, como es común considerar, es un aspecto del proceso de ajuste que efectúa el capital social global para restablecer las tasas de plusvalía. De manera equivalente quedan sin sustento los análisis que ven en esa desproporcionalidad una diferente modalidad de crisis.

Pasemos ahora a las cuestiones que el autor deja abiertas. Al tratarse de un tratamiento aún tentativo, hay varias cuestiones que quedan esbozadas o no se abordan. Sin embargo, existe una línea de implicaciones teóricas de sensible actualidad que se refieren a la transformación que debe operar para que se produzca la recuperación de la tasa de plusvalía en el marco del razonamiento efectuado por Ciafardini.

En tanto el autor hace hincapié en nuevos y diferentes medios de producción, le confiere un papel central al cambio tecnológico, de modo que sin duda se refiere, aunque sea de forma implícita, a un tipo de ciclo de más larga duración, primordialmente los swings de Kuztnets o los ciclos largos de Kondratiev. Pero la conexión entre la teoría del ciclo y la del cambio tecnológico no quedó situada en el centro de las preocupaciones de los marxistas contemporáneos de Ciafardini, sino más bien de los discípulos de Schumpeter.

En el debate marxista se asumió en general un horizonte tecnológico estable, de modo que la recesión creaba en sí misma las condiciones de la subsecuente recuperación (reconformación del ejército industrial de reserva, abatimiento de los salarios, ampliación de los stocks de materias primas, abatimiento de la tasa de interés...). Sin embargo, se requiere otro marco analítico si se asume que la recuperación depende de cambios tecnológicos radicales.

La primera cuestión que habría que explicar es cómo o por qué en medio de la recesión los capitalistas harán las inversiones en esos nuevos y diferentes medios de producción. Mandel, uno de los pocos marxistas que abordó la discusión del ciclo largo, tropezó con esa pregunta. Su respuesta pone en juego factores exógenos y resulta poco convincente.

En cambio, los neoschumpeterianos de la escuela de Sussex formularon la hipótesis de que el ciclo largo descendente del viejo paradigma coincide con el ascenso del ciclo largo expansivo del nuevo paradigma, de tal suerte que la constitución de los nuevos y diferentes medios de producción se verificará en ese contexto contradictorio, favorecido por la plétora de capital, pero constreñida por la inadecuación entre oferta y demanda (como supone Ciafardini) y por la incertidumbre que rodea a las innovaciones de producto.

Si se adoptara esta perspectiva para el estudio del ciclo y la crisis, es decir, si confluyera la visión integral de Marx con aportaciones provenientes de la teoría de los ciclos largos, de las revoluciones tecnológicas y del cambio institucional, el método de estudio seguido por Ciafardini sería de enorme utilidad. De seguir así, se propiciaría una nueva perspectiva en el estudio de El Capital que, aunque latente, nunca despejó.

 

Notas

1 El primer volumen de las Obras de Horacio Ciafardini fue publicado con el nombre mencionado en el texto.

2 No existe en "El valor en la concurrencia" ningún apartado o pasaje extenso dedicado directamente al tema, lo que, aunque pudiera resultar muy secundario para la exposición de Ciafardini, también puede ayudar a acentuar la confusión prevalenciente entre magnitud del valor en Marx y la medición directa del valor en horas de trabajo que postulan algunos marxistas contemporáneos.

3 Aquí nos parece fundamental señalar que debe distinguirse entre trabajo socialmente necesario para producir en condiciones tecnológicas y económicas dadas (sea a partir de ganancias medias o sobreganancias derivadas de la innovación tecnológica) de los sobrebeneficios de monopolio resultantes, monopolios "artificiales", en el sentido de monopolios políticos o derivados de legislaciones proteccionistas contrapuestas al progreso técnico (que establecen precios de monopolio no socialmente necesarios, en términos tecnoeconómicos).

4 La imposibilidad de medir el valor de las mercancías en términos del libro I de El Capital se deriva de los cambios permanentes en la productividad, las distintas complejidades del trabajo (también en permanentes transformaciones) y desde luego los cambios significativos de la demanda social que modifican por sí mismos las condiciones de producción, al modificar, mediante diferentes mecanismos, el peso en el mercado entre los productores que fabrican en diferentes condiciones de producción.

5 Ese método difiere con el de la mayoría de los marxistas que define el estatus de las categorías por el nivel de análisis y abstracciones que establece cada tomo de El Capital, sin considerar la unidad de la obra de Marx.

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