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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.39 no.153 Ciudad de México abr./jun. 2008

 

Reseñas

 

Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI

 

Hugo Rodas Morales*

 

Giovanni Arrighi, Madrid, Akal, 2007, 429 pp.

 

* Colegio de Estudios Latinoamericanos Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

 

 

Este libro completa otro, cuyo título destaca el largo periodo que estudia: The Long Twentieth Century. Money, Power, and the Origins of Our Times (1994), adoptado elogiosamente por la teoría posmoderna -"Cultura y capital financiero" de Fredric Jameson-. El que se reseña fue anticipado parcialmente a los lectores de los números 20 y 32 de la conocida publicación internacional New Left Review, en 2003.

Del declive militarista euroestadounidense y el prometedor ascenso social y capitalista chino deriva esta mirada occidental (auto)crítica que anticipa sus desafortunadas páginas finales: declarar que Smith y Marx no han sido bien comprendidos reduce toda obra interpretativa anterior sobre dos océanos de conocimiento y otros tantos de errores. Ello no disminuye el valor de la obra de Arrighi, la sitúa en su importante desmesura. Aquí cabe la aérea balanza de Heilbroner: no esperar a satisfacer "a los ángeles dialécticos que miran hacia abajo, ni a los gnomos terrestres que miran hacia arriba". La dinámica capitalista, apreciada desde el suelo firme de una interpretación económica e histórica documentada, es una virtud fuera de toda duda en este trabajo.

Un temprano asentimiento que puede provocar esta obra, que polemiza sobre la incierta dirección de temas "globales", es su pronóstico: el resurgimiento económico de la región de Asia Oriental y China ("el país más pobre del mundo" hace unos siglos) volverá nuestra atención a la segunda mitad del pasado siglo XX. Luego advertimos que la exploración de ese periodo se convierte en una interrogación sobre la suerte de más de 2,300 millones de habitantes de dos países (China e India), más la mitad de esa cifra (sumada por África y América Latina) y la esperanza de una "nueva Bandung" o alianza del Tercer Mundo. El loable y algo retórico deseo de trocar el "temor recíproco" entre Occidente y Oriente en un "respeto mutuo" -expresiones de Smith- despliega una narración renovada que puede observarse en apartados como "Marx en Detroit, Smith en Pekín", "El peso del Sur" (del Sur global, Tercer Mundo durante la Guerra Fría), "La extraña muerte del proyecto de globalización", "El Estado mundial que nunca existió" o "La Gran Muralla de incógnitas". Un dialéctico equilibrio matiza algunos híbridos forzados, menciono dos visibles: el "marxismo neosmithiano" y el hiperbólico gong de Ken Pomeranz llamado "la Gran Divergencia".

Ignoro el valor de la narrativa épica en el lenguaje económico, pero ilustra la razón de un desarrollo distinto al que prefiguran las descripciones bélicas de Homero en la Ilíada. En una línea -Emecé, IV, p. 500- Jorge Luis Borges escribió que, a diferencia de otras naciones, en el principio de la poesía japonesa no estuvo la espada. Esta aserción condena la desgraciada importancia militar del capitalismo euroestadounidense, en vez de la industriosa y social según Hayami Akira (kinben kakumei) en el Oriente asiático. Arrighi reformula una tesis de Kaoru Su-gihara (tecnologías intensivas en trabajo, hogares plenamente empleados), varias hipótesis y debates favorables al desarrollo económico-social basado en el mercado, frente al consumo compulsivo de capital y energía. Sólo la mano nada invisible de un gobierno fuerte -según Smith- podría encauzar al capitalismo dominante hacia el crecimiento en función de condiciones locales, ecológicamente sustentables.

No se nos oculta que el "socialismo de mercado" chino -postulado por Deng, en su consigna "es bueno hacerse rico"- se basa en dos ambigüedades: si no ha sido derrotado el socialismo en China, el capitalismo no ha triunfado todavía. En cuanto a dar un paso atrás y otro adelante en el estudio de la historia económica de China, esta aparente simpleza vale en la época posmoderna, que inscribe axiomáticamente el no mirar atrás. La incógnita sigue siendo el matiz de ese rojo. Arrighi cree en un gobierno chino que atienda a su tradición socialista (las tres letras de Mao extendidas como "línea de masas") y no a las "formas de acumulación por desposesión" precozmente experimentadas: Hu Jintao (reelecto el 2008) y no Jiang Zemin (1989-2002).

El acceso igualitario a la tierra dio forma "social" a un desarrollo económico basado en el mercado -explica Arrighi- y no sería propiamente capitalista mientras el Estado se mantenga en una positiva ignorancia del interés de clase que representa. Algo sólo posible si la tradición es socialista y garantiza a los trabajadores los "medios legítimos para poner en cuestión o negociar los procedimientos de mercantilización corruptos o generadores de desigualdad implementados por el Estado". Para llegar a este punto, la línea intelectual de Arrighi ha ilustrado –como Smith: "el gobierno debe acomodarse a los prejuicios [del pueblo]", o Marx y Schumpeter en la misma idea de reformas socialmente aceptadas– la falsedad del mito monetarista (neoliberal) acerca de la existencia de un mercado atractivo sin un Estado fuerte y el carácter impráctico de las neoliberales "terapias de choque", advirtiendo que más allá del evidente "desarrollo desigual" de las naciones, es la combinación entre empresarios y gobierno lo que importa.

Demuestra que en 1979 y 1980 la lucha obrera precedió la intercompetencia capitalista; que el giro de una laxitud extrema de la política monetaria estadounidense hacia una severa rigidez frente al mismo fenómeno de crisis energética de los 15 años previos fue contraria a América Latina y África, y favorable a China e India; la tendencia del sector industrial a favorecer activos financieros ("financiarización"). Documenta el financiamiento de un proceso globalizador "desde arriba" por Estados Unidos, para la "contención" del comunismo (oponiendo a China contra la URSS) y la domesticación del nacionalismo en el Tercer Mundo, cuyo fracaso produjo entre 1979-1982 una crisis de rentabilidad a escala sistémica (y ganancias del monetarismo entre 1985 y 1995). También que la brusca oscilación del proceso globalizador (preeminencia de redes informales de pequeñas empresas desde 1980, no la macroforma corporativa estadounidense) favoreció en su sentido global a Asia oriental. Las razones y los datos sobre la "muerte de la globalización estadounidense" deben leerse in extenso, pues son sobradamente atendibles.

De manera curiosa, los apartados finales sugieren la reducción del marxismo-leninismo a un "componente modernista" del PCCH . Este efecto de absorción, al tratar sobre los orígenes sociales del ascenso económico chino y la "reeducación de los intelectuales en el campo", merece el apoyo de Arrighi a condición de mantenerlo en el pasado. Tal imagen paradójica del socialismo chino puede observarse en una película cuyo título se ha hecho comprensible en unos pocos años: Balzac et la petite tailleuse chinoise (Balzac y la pequeña costurera china, del director de origen chino no casualmente formado en Francia, Da Sijie, 2002).

El realismo que Arrighi esgrime con la pluma de Smith, contra lo que considera el optimismo no realizado de Marx (un capitalismo uniformizador del mundo) no justifica el olvido que distribuye entre intelectuales "de todo el espectro político" ni reemplaza la subversión del sur global por el anodino término de "innovación", predilecto en el lenguaje de las empresas contemporáneas o que la categoría global de "exclusión" no complete a la de "explotación". No menos sensiblemente, el autor se abandona a opiniones periodísticas aparecidas en páginas del International Herald Tribune.

Escribí que este libro era desafortunado en su epílogo; leyendo otras reseñas lo compruebo. También errará el lector que pretenda marchar pragmáticamente sobre la teoría a paso de ganso. Sucede lo contrario, el suelo de la explicación es real, pletórico de irregularidades y asimetrías, podemos creer que el autor duda ya sin razón pero atisba la "pauta de Vietnam y Somalia" en el ensangrentado Irak y su oscuridad es desafiada por esta encomiable narración sobre los giros paradójicos de la economía capitalista contemporánea y el destino incierto de historias oficiales.

Para nosotros, latinoamericanos, asoma allí un perfil grato de Camus, pidiendo con voz clara una nueva distribución de naipes para naciones desigualmente ubicadas en el juego económico; de modo que si el socialismo (como se quejaba Óscar Wilde) exige "demasiadas noches", su consideración rigurosa nos aproxime también a nuevos frutos.

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