Generalidades de la sustancia y el autor
El primer uso de soluciones cloradas lo dio Guyton de Morveau (figura 1) en 1773, al desinfectar una iglesia de Dijon, cuyas tumbas fueron abiertas, desapareciendo el fétido hedor. Autoridades como Vicq-d’Azyr en 1780 usaban, en lugar de la solución clorada, cloruro de estaño en las exu-maciones. Guyton-Morveau en 1800 usó en forma de gas la solución clorada1 y Pierre-Francois Percy, con una solución hecha a base de cloruro de potasio, disminuyó en un 50% las infecciones de guerra2.
Antonie Germain Labarraque (figura 2) fue un químico francés nacido en Saint-Marie Bloron en 1777 y fallecido en Galluis en Seine et Oise en 1850. Fue enlistado en el ejército francés (1793), como farmacéutico, graduándose de dicha profesión en 1795; para 1820 tuvo la visión de usar solución clorada como desinfectante, al unir cloruro de óxido de cal y sosa3. Prácticamente en todo el mundo se usó dicha solución en la purificación de hospitales, navíos, iglesias, la atmosfera, etc. El autor lo propone como un medio que impide la putrefacción de los cadáveres, cura la sarna, el herpes, las úlceras gangrenosas, etc.4.
Lo mismo se utilizaba para el lavado de heridas como de fijador de membranas en vacas ante hemorragia uterina5. Dicha solución estaba constituida de una mezcla de 10 g de cloruro de cal, cloro activo al 25% y 12.5 g de carbonato sódico, disuelto todo en un cuarto de litro de agua destilada. Labarraqué fue considerado uno de los químicos más competentes de Francia de inicios del siglo XIX. Fue miembro de la Academia de Medicina de Francia en 1824, premiado por la Academia de Ciencias en 1825, en 1836 fue miembro del Consejo de Higiene y Seguridad Pública del Departamento del Sena y Miembro de la Legión de Honor en 18273.
La antisepsia en México antes del listerismo
La experiencia de Ignaz Philipp Samelweiss (figura 3) nos describió cómo la Europa de la primera mitad del siglo XIX no usaba técnicas para evitar infecciones, y estas tardaron en ser incorporadas6,7; al no tener las bases bacteriológicas, la percepción de los malos olores o “podredumbre”, como se decía hace 200 años4, obligaba a mantener limpias las áreas más por una cuestión estética que por impedir infecciones.
Los estudios de Quijano-Pitman y Toledo-Pereyra nos describen que el cirujano mexicano usó diversas técnicas antes de la era antiséptica, desde soluciones alcoholadas, lavado con jabones, etc.8-10. Se discutió incluso en la Academia Nacional de Medicina en la sesión del 20 de abril de 1898; los tres iniciadores del listerismo: el Dr. Ricardo Vértiz en 1880 en el Hospital de San Pablo (Juárez), en las laparotomías, el Dr. Eduardo Liceaga en fecha ulterior (no se refiere en la cita) en la cirugía general y el Dr. Jesús San Martín en una tesis escrita en París en 1877; este comentó que introdujo en México dicho método10,11.
El uso del licor por los cirujanos mexicanos
Hasta donde se han revisado los documentos del Dr. Pedro Vander Linden, no existen elementos para inferir que dicho cirujano militar haya introducido en México el uso del licor de Labarraque, no existe ni en las notas ni en los artículos12 o leyes13,14editadas por este cirujano militar, donde se hable de medios para impedir dicha “podredumbre” o limpieza de heridas15; tampoco tenemos antes de 1860 citas que refieran el uso de dicha sustancia. Hasta la segunda mitad del siglo XIX es frecuente su descripción y uso en heridas16.
Diversos médicos han afirmado que el licor de Labarraque es un medio recomendado por el Dr. Montes de Oca; dicho cirujano militar insistió en forma reiterada a sus alumnos el uso de dicho medio17; el Dr. Regino González elogió a nuestro general, afirmando que antes de cada cirugía se lavaba las manos con jabón y zacate, así como la región que se iba a operar, luego rociaba la solución de Labarraque con “profusión y largueza” (sic), circunscribía la zona a operar con sábanas blancas limpias y, al terminar de suturar los bordes ya intervenidos de la cirugía, volvía a rociar dicha solución en los tejidos18.
El artículo donde se describe mejor el uso de las soluciones cloradas antes del listerismo es el del Dr. Manuel Soriano, del 18 de junio de 1872, durante la batalla de San Luis Potosí. Se describe el proceso que iniciaba con el lavado de las paredes de las habitaciones con agua feneciada, y se lavaba las sábanas con licor de Labarraque diariamente, cambiando dichas ropas antes de la llegada de los heridos, tras los procedimientos quirúrgicos y, realizadas las ocho curaciones diarias, se procedía por el personal de enfermeros militares al cambio de sábanas de camas cada 24 h9.
Fin de una era en México
Las ideas del listerismo fueron inmediatamente aceptadas en nuestro país tanto por la apertura de finales del siglo XIX a leer artículos de autores alemanes, franceses e ingleses por nuestros cirujanos8,10como porque ya existía una disciplina de limpieza en los procedimientos quirúrgicos, así como medidas de aseo de las heridas, su protección y preservación durante el postoperatorio, entre 1880 y 189011,20,21, cuando los europeos aun debatían la eficacia de las teorías de Pasteur y Lister, ya que a inicios de la primera guerra mundial aun eran cuestionadas6. Finalmente fueron aceptadas tras los estudios de Carrel y Drakin22, con la toma de cultivos y su particular diseño de un sistema de irrigación de heridas que, a pesar de ser efectivo como los sistemas de irrigación y curaciones diarias con licor de Labarraque de los mexicanos, fueron obsoletos al iniciarse la era de los antibióticos. Después de 1910, no encontré otra referencia en nuestro país que volviera a comentar el licor de Labarraque; dicho sistema clorado fue en su momento una respuesta para evitar la “podredumbre” y evitar los malos olores de las infecciones, medio indirecto de evitar gérmenes, aun antes de conocerse estos por Pasteur, y nos permitió ingresar a la era de la antisepsia antes que el mundo lo aceptara en general20. La última cita en Latinoamérica la hace en 1895 el Dr. Angel C. Sanhueza, al manejar la difteria con sueroterapia y aseo de las zonas afectadas con el licor comentado23. El licor de Labarraque sería sustituido24 durante la primera guerra mundial por la solución de Drakin, que salvó cientos de vidas con el sistema de irrigación que diseñó Alexis Carrel22 y seguía usándose en nuestro país en 1935, antes de la era de los antibióticos25.
Afortunadamente, se rescató dicho medio clorado por las nuevas sustancias que a inicios del siglo XXI se han ofertado en el mercado de la curación de heridas. Dichas soluciones contienen iones superóxido y radicales ionizados, y se ha demostrado que mejoran y aceleran el proceso de cicatrización y mantenienen limpias las heridas26. Este es un ejemplo de que la historia de la medicina es más que un acervo de datos, nombres y fechas; podemos encontrar opciones terapéuticas que en otro tiempo quizá ya fueron obsoletas pero que, con el paso del tiempo y readecuándolas a los medios disponibles en una nueva era, pueden brindarnos nuevas respuestas a las preguntas que día a día nos implican nuevas y viejas enfermedades.
Queda también nuestra revisión como un homenaje al Dr. Montes de Oca a quien solo le faltó tiempo para editar sus experiencias27; la constancia en las tesis de licenciatura y de algunos autores descritos nos hablan del liderazgo que tenía el general en las generaciones de quirúrgicos, implementando un medio que nos permitió ingresar a la era de la antisepsia aun antes que los europeos, insistiendo en la necesidad de publicar nuestras experiencias exitosas, para que puedan ser empleadas no solo en nuestra generación, sino en las siguientes, como hubiera sido si nuestro cirujano editara su primacía mundial28.