Discurso pronunciado por el Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg, durante el homenaje que la Academia Mexicana de Escritores Médicos rindió al Dr. Ruy Pérez Tamayo en la Facultad de Medicina de la UNAM el pasado 6 de febrero de 2019
Muchos homenajes se le han hecho a Ruy Pérez Tamayo. El personaje los merece todos. Se le ha reconocido como académico (profesor emérito de esta facultad, honoris causa de muchas universidades), investigador (Premio Nacional de Ciencias), profesor, filósofo, historiador, promotor de la ciencia, divulgador, entre otros, pero en esta ocasión ha aceptado que se le rinda un homenaje como escritor: Ruy Pérez Tamayo, escritor. Y es que su obra escrita es no sólo generosa, abundante, sino trascendente, amena, divertida, académica, fascinante. No voy a enumerar todos sus textos, pero abarcan fundamentalmente ensayos y algunos cuentos. Él mismo reconoce que la novela y la poesía le son difíciles. Uno de sus amigos, Álvaro Gómez Leal, le diagnosticó una enfermedad incurable designada en latín como insanabile scribendis cacoethes (enfermedad incurable de escribir). No creo haber leído toda su obra, pero sí la mayor parte (y desde luego que la poseo toda en mi biblioteca como un tesoro); reconozco su influencia en mi forma de pensar y de escribir. Mucha gente se ha dejado seducir por el Pérez Tamayo conferencista; yo también, pero más por el Pérez Tamayo escritor. Además de sus escritos, las entrevistas que se le han hecho son verdaderamente deliciosas e ilustrativas. Lean si no la que aparece en la Revista de la Facultad de Medicina de hace unos años.
Este homenaje es coorganizado por la Academia Mexicana de Médicos Escritores. Esta Academia fue creada hace cuatro años por Federico Ortiz Quezada y algunos otros escritores. He asumido recientemente la presidencia y el primer acto oficial es el de significar a quien representa mejor la profesión de médico escritor en nuestro país. Ruy Pérez Tamayo dice que no está seguro de querer ser recordado, pero no le va a quedar más remedio, en buena medida por sus textos, además, desde luego, por haber creado una escuela, haber defendido la ciencia, aportado a la bioética y difundido la historia y la filosofía de nuestra profesión.
Medicina y literatura tienen lazos estrechos. Muchos autores famosos han sido médicos y muchos médicos han mostrado capacidad para escribir. “La pluma que escribe y la que prescribe cohabitan armoniosamente en la misma mano” dijo Basilio Sánchez, un médico escritor español. Y es que la medicina ofrece la oportunidad de penetrar profundamente en las almas humanas, de convivir con la ciencia y las humanidades (sus dos pilares), de reflexionar sobre la miseria y la grandeza, de reconocer la importancia histórica de la enfermedad, de dimensionar el sufrimiento, de consolar, de entender el contexto. William Somerset Maugham, otro médico escritor, refería “no conozco mejor entrenamiento para un escritor que dedicarse unos años a la profesión médica”. Antón Chéjov, médico escritor ruso, decía que entre la literatura y la profesión médica, una era su esposa y la otra su amante; cuando se cansaba de una se echaba en los brazos de la otra.
La literatura tiene, sin duda, una función pedagógica en la medicina. Leer es una experiencia invaluable en la formación médica; y no me refiero a la lectura de libros técnicos (que son desde luego indispensables), sino a textos literarios. Se puede visualizar desde un enfoque ético (leyendo, los estudiantes aprenden a comportarse), uno estético (leyendo, los estudiantes aprenden a leer y sobre todo a disfrutar la lectura), uno clínico (leyendo, los estudiantes aprenden cómo se expresan las enfermedades) y uno contextual (leyendo, los estudiantes aprenden en qué marco se da el proceso salud-enfermedad).
Leer a Pérez Tamayo no es sólo una actividad lúdica (aunque en buena parte lo es), sino una oportunidad de conocer el pensamiento de uno de los filósofos contemporáneos de la medicina, uno de los protagonistas de la ciencia del siglo XX, un maestro conductor de generaciones, un explorador de la historia de la medicina, un crítico afectuoso de la medicina actual y un modelo de escritor médico.