Introducción
Nuestro objetivo es describir el contenido de la segunda revista de medicina militar y de aspectos de trauma en México editada en el siglo XIX, los antecedentes y personajes más importantes que permitieron, en una época de revueltas y guerras internas de nuestro país,1 desarrollar uno de los primeros medios de difusión de este tipo en el continente americano. Es relevante también describir el tipo de técnicas usadas en ese momento histórico, lo cual significó un desarrollo paralelo del manejo de trauma, pero con propuestas distintas a las de Europa.2 Ésta es parte de una secuencia de trabajos dentro de la historia de la cirugía en México, que busca recuperar no sólo antecedentes de hechos relevantes, sino que se desea rescatar los medios quirúrgicos y los personajes que dieron prestigio a la cirugía nacional.
Las revistas médicas en el siglo XIX
La primera revista médica en el continente fue El Mercurio Volante,3,4 fundada por el Dr. Ignacio Bartolache el 17 de octubre de 1772, con limitada edición en 16 números, el último publicado el 10 de febrero de 1773.5 A inicios del siglo XIX surgió en Estados Unidos New England Journal of Medicine que apareció en enero de 1812, siendo la revista médica publicada de forma continua por más tiempo en el mundo.6
Acorde a los diversos autores, podemos diferenciar tres épocas en la redacción de revistas médicas: de 1772 a 1864 fue cuando se reunían grupos para redactar, sin un comité editorial formal y sin una continuidad determinada, los manuscritos de descripción de casos. De 1864 a 1923 encontramos revistas con un comité calificado, intercambio con otras revistas de Europa y con una continuidad al interior del país, con formato específico y trabajos con estudios estadísticos de serie de casos, siendo la primera revista de este tipo la Gaceta Médica de México.7,8 Por último, de 1923 a 2000, cuando los médicos se reúnen en sociedades e instituciones médicas, editamos trabajos con un formato específico, con un grupo colegiado multinacional y con tendencia a ser leídos en el extranjero.9 Quizá valdría la pena considerar la era informática a partir del año 2000, cuando México incorporó sus acervos a este nuevo sistema.10,11
De los artículos médicos del siglo XVIII, los primeros artículos de trauma fueron escritos por médicos militares de las unidades conocidas como presidios en la frontera norte del país, y son el resultado de la ilustración criolla del siglo XVIII. Específicamente fue la descripción de un caso de trauma de cráneo operado por trépano por el Dr. Sebastián Barceló en 1793 en la llamada Gazeta de México (sic).12,13 Las demás revistas de las diferentes academias médicas de México reunieron esporádicamente algún trabajo de trauma, pero sin regularidad.
Antecedente desconocido
La magna obra del Dr. Pedro Vander Linden inició no sólo mejoras en el Servicio de Sanidad Militar,14 también la renovación académica al pretender fundar un hospital militar de instrucción;15 en ese momento se suspendió la edición del periódico de la primera Academia de Medicina y no existían medios médicos de difusión. Vander Linden concibió la idea de editar una revista médica denominada El Boletín del Cuerpo Médico Militar de la República Mexicana de 1857 a 1859.16 El primero que documentó la existencia de este medio fue el Dr. Soriano ante la Academia Nacional de Medicina en su memoria,17 pero no he podido localizar este ejemplar. El Dr. Soriano describió que colaboraron en dicha revista los doctores: Alfaro, Armijo, Balderas, Bocanegra y Caro, Borrayo, Burguichani, Carrión, Echeveste, Franco, González Huidobro, Garmendia, Hidalgo, Miranda, Mellet, Morón, Marroquí Joaquín, Marroquí José María, Pacheco, Peña, Portilla, Rivadeneyra, Ruíz, Sarlat, Serrano, Néstor Tellechea, Trejo, Tamés, Urueta y Villalobos Manuel.17 Por lo anterior, este boletín sería la primera revista de medicina militar y trauma en Latinoamérica.
Inicio y fin de un gran proyecto
Según el Dr. Flores y Troncoso, la Asociación Larrey se gestó en agosto de 1873, cuando tres jóvenes médicos militares (Rocha, Figueroa y Labastida, mayores médicos cirujanos de ejército) por iniciativa recaudaron fondos y fundaron una biblioteca en el Hospital Militar de San Lucas (Ciudad de México), luego sugirieron la idea de “sociedad” en agosto de 1874, y el periódico apareció el 1o de enero de 1875 (Figura 1).18 Durante los dos años que se editó, tuvo socios en todo el país, algunos de brillante futuro como el Dr. Eduardo Liceaga y el Dr. Tobías Núñez (Tabla 1).
Socios titulares de la Asociación Médico Quirúrgica Larrey Junta directiva de la sociedad | |
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Presidente: Dr. Francisco Montes de Oca | Procurador: Dr. Manuel S. Soriano (administrador de la revista) |
Vicepresidente: Dr. Francisco de P. Larrea | Secretario General: Dr. Manuel Rocha |
Bibliotecario: Dr. Fernando Malanco | Prosecretario: Dr. Rafael Caraza |
Tesorero: Dr. Manuel Viñas | |
Médicos | |
Dr. Vicente Morales | Dr. José Espinosa y Moreno |
Dr. Agustín Velasco | Dr. Carlos Fenelón |
Dr. Juan N. Govantes | Dr. Tobías Núñez |
Farmacéuticos | |
Farm. Francisco Patiño | Farm. Antonio Santoyo |
Veterinarios | |
Vet. José Gómez | Vet. José de la Cruz Roja |
Aspirantes | |
Dr. José M. Lugo | Dr. Joaquín Morales |
Dr. Prisciliano Figueroa | Dr. David Ríos |
Dr. Manuel Rocha | Dr. José M. Trys |
Dr. Rafael Caraza | Dr. Eleno Cervantes |
Dr. Santiago Robles | Dr. Ponciano Herrera |
Dr. Francisco Blánquez | Dr. José Hermosillo |
Corresponsales | |
Dr. Alejo G. Conde, Guadalajara | Dr. Juan Breña, San Luis Potosí |
Dr. Ignacio Pombo, Veracruz | Dr. Luis Ponce, Tulancingo |
Dr. Manuel Garmendia, Veracruz | Dr. Manuel P. Reyes, Saltillo |
Dr. Ignacio G. Lozano, Coahuila | Dr. Miguel P. Cicero, Matamoros |
Dr. Samuel L. Morales, Puebla | |
Honorarios | |
Barón Dr. Larrey (Nieto), París | Dr. Juan N. Navarro, Nueva York |
Colaboradores | |
Dr. Eduardo Liceaga |
Según la revista, en su último número anuncia que tiene dificultades por falta de fondos,19 pero el Dr. Francisco de Asís Flores y Troncoso afirmó en su libro que fue a consecuencia del triunfo de la Revolución de 1876 y los subsecuentes cambios del personal del Cuerpo Médico Militar.18 Finalmente, por desgracia la revista desapareció.
Contenido de la revista
En los escasos dos años de su edición se imprimió un total de 61 trabajos, 11 (18%) sobre problemas de trauma, aunque se presentaron temas diversos (Figura 2).
El trabajo titulado “Apreciación del procedimiento de Sedillot” describe antecedentes y dos casos operados por el Dr. M.S. Labastida, quien describe a la perfección cómo se busca en el brazo el pulso humeral tercio distal, lugar del cual se diseca la arteria, y se retira el “coágulo”, por lo cual inferimos que era realmente un pseudoaneurisma postraumático, pasando con dos agujas de Deschamps “romas” por debajo de la arteria disecada y aplicando dos ligaduras, una distal y otra proximal a la lesión.20 El Dr. Rafael Caraza ratificó con un herido de arma punzocortante de la arteria axilar, haciendo disección en el hueco axilar, y ligando en una porción distal y otra proximal el vaso, sin complicaciones a los dos meses;21 queda la duda de si realmente sería la arteria axilar, ya que no menciona la porción a la que se ligó. Un tercer caso de pseudoaneurisma por herida de arma cortante lo describió el Dr. Lopez-Arayza sobre una lesión de la arteria radial tercio distal bajo el mismo sistema.22 Llama la atención que los cuatro casos se dieron en medio urbano en situaciones de paz. Para contrastar, se describió en el trabajo de Espinoza el manejo de una fractura del húmero con minuta; es notorio que tras observar que no era lesión vascular y que tuvo pérdida de continuidad ósea, vendó todo el miembro con esponjas y lo llevó a caballo al hospital ya en estado de choque; ferulizó con dos Tablas, lo que ayudó a detener el sangrado; se usó un sistema de irrigación “de agua fría” (puede ser un interesante antecedente del sistema de Carrel de inicios del siglo XX) y se exploró la herida a fin de extraer esquirlas de proyectil. Se le condujo tres días por cuatro camilleros hasta la Ciudad de México; se hacían curaciones dos veces al día con solución de Labarraque y tras un mes dejó de supurar con las curaciones descritas.23
Entre los trabajos quirúrgicos destacan, desde luego, tres trabajos de urología como el de una talla practicada por el Dr. Montes de Oca siguiendo la técnica de Jacques Gilles Maisonneuve (1809-1897).24 Una serie interesante fue la presentada por el Dr. Fenelón de nueve extracciones de quiste de ovario por laparotomía, el mayor de ellos de 56 por 61 cm, con muertes por hemorragia incontrolable, abogando por que se operaran de manera “temprana”.25
Conclusiones
Aunque sólo duró dos años la edición de esta revista, para la cirugía nacional significa el pasaporte a la madurez académica de nuestros profesionistas quirúrgicos; no sólo es un medio de difusión, significa la consolidación del sistema de urgencias en nuestro país y del manejo de trauma.13 La existencia de un medio independiente de la Gaceta Médica de México es el reflejo de la madurez intelectual en la época juarista e inicio de la porfiriana, fruto del contacto cultural de las corrientes alemana, francesa y belga de la época de la Intervención,26 y de las desafortunadas batallas que enriquecieron el arsenal quirúrgico de trauma, que abriría la época del cirujano en las fábricas y las urbes con vehículos del siglo venidero.27
Autor para correspondencia:”,25 quitando la oportunidad de la valía de dichos manuscritos si no se leen detenidamente.
A pesar de la escasa edición de esta revista y de su heroico director, el Dr. Francisco Montes de Oca, este último muerto en campaña por neumonía en 1885,31 ambos fueron el germen de la siguiente generación de cirujanos de trauma y médicos militares quienes generaron ya un grupo de cirujanos maduros capaces de recabar su experiencia y contribuir con propuestas originales.2 No se tienen en esta revista estadísticas de trauma a pesar de que el mismo editor, el Dr. Manuel Saturnino Soriano, será de los primeros en editar trabajos de esta área con estadísticas descriptivas.17
Por desgracia, muchos acervos hemerobibliográficos están perdidos o pertenecen a colecciones privadas no disponibles, con los cuales podría complementarse el estudio de nuestro patrimonio cultural, ya sea por luchas de facciones como lo mencionó el Dr. Francisco de Asís Flores y Troncoso.17 La preservación de estos recursos en sistemas digitales, como la extraordinaria compilación de la Academia Nacional de Medicina en 2009 de la revista Gaceta Médica de México, debería ser una prioridad nacional en todas las ciudades del país respecto de todos nuestros acervos de libros y revistas médicas de México, no sólo por el ánimo de preservar algo histórico, sino porque en muchos de ellos hay primicias como los pseudoaneurismas publicados en la revista Anales de la Asociación Larrey, que nos ayudan a comprender nuestro pasado a fin de que, por medio de la historia, incluso podamos obtener nuevas respuestas a nuestra problemática clínica de los siglos venideros.