Las dotes religiosas han acompañado al islam desde sus primeros días. Desde el siglo VII, estas organizaciones llamadas waqf (awqaf en plural) o habs1 se distinguen por su ideal caritativo y han cumplido con diferentes propósitos a lo largo del tiempo: instrucción educativa, comedores comunitarios, refugios de viajeros, mezquitas, hospitales, entre otros. Debido a su maleabilidad, no obstante, esta institución ha sido instrumentalizada con objetivos políticos y de control social. El Imperio otomano, por su extensión y complejidad, tuvo que adaptar diversas instituciones para ejercer su dominio. De esta manera, los awqaf fueron esenciales para que los otomanos lograran gobernar un vasto territorio caracterizado por su diversidad.
La intención del presente trabajo es exponer las principales formas en las que la administración otomana se valió de la institución del waqf para velar intereses políticos de dominación y control durante los siglos XIV, XV, XVI y XVII, poniendo en entredicho su finalidad caritativa. El objetivo de este trabajo se logrará mediante el tratamiento de diferentes definiciones de waqf, así como del análisis de métodos de conquista del Imperio otomano y de la relación existente entre los awqaf y el diseño y administración de ciudades otomanas.
De acuerdo con Peter Hennigan, un waqf es aquella fundación en que el promotor hace que el capital de una propiedad que genera ingresos sea intransferible a perpetuidad y asigna el rédito a instituciones o personas específicas. Esta propiedad queda en posesión de un fiduciario que administra la fundación para el beneficio de un tercero. “La ley islámica requiere que los excedentes tengan un objetivo caritativo”, para este autor, “los awqaf proveyeron los cimientos de mucho de lo que actualmente se considera ‘civilización islámica’”.2 Por su lado, Abdel Mohsin et al. señalan que los términos waqf y habs son verbos que significan detener y prevenir. De hecho, en el idioma castellano, debido a la herencia cultural del Al-Andalus en la península ibérica, se acuñó el término habiz para hacer referencia a las propiedades en régimen de legado pío inalienable. Estas palabras, no obstante, por lo general se traducen como dotes devocionales, “aunque esta traducción no verbalice el sentido de devoción y gracia con el que el waqf se asocia en el islam”.3 Pese a que de manera normal no se haga hincapié en el significado real de las palabras -detener o prevenir-, estos conceptos sí son esenciales para el objetivo de los awqaf porque la institución legal de este instrumento imposibilita su venta y/o transferencia. Los autores anteriores concuerdan que el waqf involucra la posesión y la preservación de un usufructo caritativo de una forma en la que no pueda ser legada o vendida. Lo anterior con la intención de prohibir cualquier uso o disposición de esta propiedad fuera de propósitos específicos.
Finalmente, para Pascale Ghazaleh un waqf debe poseer dos elementos principales: una fuente de ingresos, ya sea un edificio arrendado para propósitos comerciales o residenciales, una tierra que genere impuestos, un baño público o un almacén; y, segundo, un beneficiario, que puede ser una mezquita, un hospital, los pobres, esclavos liberados, entre otros. Además, para que sea válido, “el waqf debe consistir en un objeto u objetos retenidos en completa propiedad, el fundador debe ser capaz de dedicar la propiedad a nombre de Dios y el waqf tiene que ser permanente, es decir, que los ingresos que genere sean renovables. El fundador tiene que asegurar la perpetuidad del waqf y el estipendio de sus ingresos”.4
De las definiciones anteriores se desprenden tres componentes esenciales de un waqf: ser intransferible y generar ingresos permanentes, tener un propósito y/o beneficiario específico y, por último, poseer un significado caritativo apegado a la ley islámica.
En el mundo medieval islámico, una gran parte de los servicios que en la actualidad proveen los gobiernos modernos eran delegados a agentes civiles como los awqaf y otras instituciones caritativas. Las organizaciones de corte estatal proveían seguridad y distribuían y mantenían la justicia, mientras que los servicios de educación, salud, asistencia a los pobres, construcciones públicas, religiosas y proyectos de infraestructura eran proporcionados por el sistema waqf.5 En este sentido, no se podría considerar exagerada la afirmación de Peter Hennigan sobre la relación de los awqaf y los cimientos de lo que ahora se considera como civilización islámica.
El Imperio otomano heredó esta institución e hizo uso de ella desde sus inicios expansivos; este tipo de organizaciones fueron responsables de la creación del núcleo organizativo y administrativo de muchos pueblos. La ciudad de Bursa, primera capital otomana, fue desarrollada a través de dotes devocionales. Edirne, la segunda capital otomana ubicada en Rumelia,6 fue moldeada como ciudad otomana por medio de este tipo de fundaciones. Constantinopla, en la actualidad Estambul, se erigió como una ciudad otomana-islámica mediante la creación de awqaf.7
Como parte de la administración otomana, el habiz se convirtió en un método sistemático de diseño de ciudades y núcleos urbanos, también llamados külliye o imaret.8 En Constantinopla se reconocen los külliye de Süleymaniye, Fatih, Şehzade, Eyüp Sultan y Lâleli. A lo largo del imperio se fundaron miles de madrasas, bibliotecas, mezquitas, caravanserrallos, centros comerciales o hans, bazares, fuentes, puentes, hospitales, comedores comunitarios, baños y acueductos como parte del sistema waqf. Nazif Öztürk estima que se fundaron más de treinta y cinco mil awqaf durante el Imperio otomano,9 los cuales, al emplear grandes números de personas y proveer ingresos, comprendieron alrededor del 16% de la economía otomana en el siglo XVII.10
El Imperio otomano fue profundamente moldeado por este tipo de fundaciones. La economía y la política del waqf otomano estaba basada en un sistema estable y flexible que produjo una institución capaz de interactuar y responder a necesidades individuales, familiares, comunitarias y de Estado. El waqf era omnipresente en todos los niveles de la sociedad otomana, tanto en el sector urbano como en el rural. Para afianzar el carácter ubicuo de los hábices, la administración otomana explotó con eficacia tres principales aspectos de estas fundaciones; a) su uso extendido, es decir, toda la gente, a lo largo y ancho de los estratos socioeconómicos de la sociedad, estaba cerca de un waqf; b) su capacidad para adaptarse a necesidades individuales, grupales y estatales. Los awqaf podían tener diferentes funciones y era posible que su administración dependiera de una persona, una organización o del Estado como tal, y; c) su longevidad. Por ejemplo, las fundaciones legadas durante el periodo Ayubí o Mameluco que estaban en funcionamiento cuando conquistó el Imperio otomano siguieron operando durante los siglos que éste se mantuvo en pie.11
Los gobernantes otomanos, no obstante, no sólo utilizaron los awqaf como una forma de diseño, organización y administración urbana, sino que mantuvieron viva la tradición de proveer servicios y beneficios sociales mediante ellos. Incluso, a pesar de que existían ciertos obstáculos para que los no musulmanes fundaran awqaf, no había barreras para que las comunidades cristianas y judías se incluyeran entre los beneficiarios. Un viajero judío de 1640 relata cómo, durante un recorrido de Egipto a Constantinopla, él y sus acompañantes pasaron la mayoría de las noches en posadas de awqaf abiertas a viajeros de toda fe. Comedores comunitarios, hospitales, refugios y otro tipo de instituciones sociales servían a la gente de todas las religiones y los no musulmanes comúnmente trabajaban en ellas como parte del personal.12
Bajo el patrocinio otomano, fundar awqaf se convirtió en sinónimo de construcción de ciudades, no nada más capitales imperiales como Bursa, Edirne y Constantinopla, sino también ciudades provinciales como Alepo, Jerusalén, Damasco y Cairo fueron legadas con Külliyes, complejos magníficos. Los awqaf y el aparato gubernamental se complementaban mutuamente. Al fundar awqaf, designar supervisores, agentes y administradores para dirigirlos y mantenerlos a perpetuidad se creó una dirección urbana cívica por las autoridades imperiales.13 El Imperio mismo integraba el espacio cívico y organizaba las ciudades otomanas.14 Los awqaf se convirtieron en una forma muy práctica y eficiente para el control comunitario. La presencia de estas fundaciones en cada uno de los aspectos de la vida otomana permitía a las autoridades y gobernantes estar cerca de su sociedad, tanto en sentido de vigilancia y precaución, como para generar simpatía hacia las elites de gobierno.
Por otro lado, durante el Imperio otomano, el uso de awqaf como organización y administración de ciudades, en realidad, en muchas ocasiones, significaba un segundo momento que sucedía a una fase de expansión y conquista en la que los awqaf tuvieron un papel fundamental como en ninguna otra dinastía islámica. En su periodo formativo -siglos XIV y XV-, los otomanos emplearon el waqf como herramienta de conquista y colonización, de modo especial en los Balcanes y Rumelia. De acuerdo con Riza Yildirim el proceso era muy directo. Como primer paso, una victoria militar precedía a la anexión de un territorio. Entonces el sultán distribuía ciertas fracciones de la tierra conquistada como propiedad privada para líderes sufíes, principalmente dervishes, que habían participado en las incursiones militares. Estas entregas se hacían en reconocimiento de sus servicios al islam y a la dinastía otomana temprana. Sin embargo, tenían también la obligación de generar servicios públicos que funcionaran como herramientas para la colonización. Estas victorias involucraban grandes periodos de migraciones y para los conquistadores era mucho más fácil adaptarse a nuevos terrenos cuando tenían instituciones formales que los apoyaran.15
En 1453, año en que los otomanos conquistaron Constantinopla, se creó un sistema de organización social conocida como Millet. Con la necesidad de hacer alianzas con los líderes religiosos de la región del sureste europeo, en particular de la iglesia ortodoxa, y en reconocimiento de la diversidad social, el Imperio otomano generó una serie de acuerdos en los que se confirmaban la protección de las comunidades y la autonomía organizacional y cultural de cada una de ellas, a cambio de una carga tributaria conocida como cizye. Se crearon tres Millet básicos: el griego, el judío y el armenio. Este sistema permitió a los otomanos congregar a grupos religiosos más pequeños en una comunidad más grande. Por ejemplo, a la iglesia ortodoxa griega se le otorgó jurisdicción sobre griegos, albanos, búlgaros, serbios, moldavos, rutenos, sirios, árabes y melquitas.16
Este sistema de organización social permitió a los otomanos gobernar vastos territorios y fue esencial para prevenir una oposición de gran escala hacia el imperio, especialmente por parte de los cristianos ortodoxos. El sultán otomano, Mehmet II, sabía que el apoyo de la Iglesia ortodoxa era fundamental para sus objetivos expansionistas. Por tal motivo, garantizó libertad religiosa al clérigo de la Iglesia griega y designó a Genadio Scolario como patriarca, quien confirmó su lealtad al Imperio otomano y su rechazo a la unión con Roma. La conquista del sureste de Europa unió a la mayoría de los cristianos en el área, griegos y eslavos, bajo la autoridad del patriarca griego. La Iglesia fue también una gran beneficiaria de la expansión otomana; de esta forma, el patriarca y el sultán compartieron intereses de organización y dominio social.17 Aunado a lo anterior, los otomanos implementaron un proceso conocido como sürgün que involucraba la transferencia de musulmanes suníes a áreas con grandes concentraciones cristianas. Este “procedimiento obligaba a musulmanes y cristianos a vivir lado a lado”.18
En este contexto de intercambios culturales, políticos y sociales entre el imperio otomano y los cristianos ortodoxos, los awqaf se convirtieron en una herramienta más para fortalecer la relación entre instituciones. Los cristianos y judíos súbditos del Imperio otomano también fueron capaces de crear sus awqaf. En diferentes momentos, los griegos ortodoxos y las comunidades maronitas en Siria y Líbano, por ejemplo, se valieron de los awqaf para legalizar propiedades e incrementar su presencia en las ciudades.19
Pese a que los hábices no fueron exclusivos para los musulmanes, durante un gran periodo expansionista, especialmente en los siglos XV y XVI, los awqaf fueron un instrumento político fundamental del Imperio otomano para la islamización de los territorios conquistados y áreas fronterizas. Con este objetivo, la administración otomana encargaba la fundación de estructuras tipo convento llamadas ribāt.,20 sobre todo en las tierras europeas, los cuales se encontraban bajo el sistema waqf. Como parte del programa de islamización, los ingresos de los hábices de los sultanes dentro de las provincias otomanas financiaban la construcción de edificios para la práctica de las tradiciones islámicas y la enseñanza del islam. En múltiples ocasiones, por ejemplo, mezquitas y madrasas tomaron el lugar de iglesias y catedrales transformadas a espacios islámicos.21
Las fundaciones que los dervishes sufíes realizaron en los territorios de Rumelia se convirtieron más tarde en zaviye,22 las cuales fueron financiadas casi en su totalidad por awqaf respaldados por sultanes. Más adelante, estas estructuras se convirtieron en centros económicos, sociales, religiosos y culturales, y dada su centralidad dentro de la sociedad, propiciaron la conversión de muchos cristianos locales. Así, los awqaf y los zaviye se hicieron inseparables. Cada zaviye acompañaba a un waqf, el cual suministraba todos los impulsos económicos y fiscales para que los dervishes pudieran permanecer en estos lugares.23
El papel económico que los awqaf tuvieron en las tierras conquistadas fue inmenso, preponderante no nada más sobre el plan de propiedad financiera en tierras de agricultura o cuestiones rurales, sino también sobre la economía urbana. Vera Moutaftchieva considera que uno de los primeros pasos del capitalismo en los Balcanes se vivió tras la conquista otomana, la cual sobrepasó los medios económicos feudales que se percibían antes de la llegada de las instituciones del Imperio otomano. Esta autora desarrolla un estudio en el que detecta la esencia de la función de los awqaf en la urbanización de los Balcanes y sobre su economía. La conquista otomana colaboró con el desarrollo de la acumulación de capital y la capacidad de comercio que se generó en estas ciudades. Por ejemplo, los productores de mantequilla sobre dominio de los awqaf gozaban de privilegios con el poder central y tuvieron la capacidad de comerciar grandes cantidades de su producto como nunca antes.24
Con relación al aspecto económico de los awqaf en Anatolia, la parte central del Imperio otomano, Inalcik y Quataert destacan que tan sólo en esta provincia el 17% del total de los ingresos de las actividades productivas, entre los siglos XIV y XVI, provenían de las dotes devocionales. Las fundaciones que se administraban como waqf en Anatolia incluyen: 344 grandes mezquitas, 1 055 pequeñas mezquitas, 110 seminarios religiosos, 154 escuelas para niños, 626 sitios de hospedaje grandes y pequeños en manos de dervishes, 45 comedores comunitarios para pobres y viajeros; y, por último, 75 caravanserrallos.25
Si bien es cierto que la constitución de awqaf sucedió a un periodo de conquista otomana,26 es indudable que estas fundaciones contribuyeron al desarrollo de los territorios bajo nuevo dominio otomano; no nada más supusieron métodos de colonización e islamización, sino que representaron nuevas formas de economía que a la autoridad central convenía implementar para el aumento de sus ingresos. Los awqaf en estas tierras conquistadas se utilizaron para promover el desarrollo de instituciones religiosas islámicas y para proveer servicios públicos como mezquitas, madrasas, fuentes, baños, hoteles, comedores. Estos monumentos añadían gloria al nombre del sultán y servían como núcleo para la vida de la ciudad otomana. La colonización se acompañaba de islamización y ésta, a su vez, de legitimidad para el sultán por la creación de instituciones en favor de la sociedad.27
Para las autoridades otomanas, fundar nuevos awqaf se convirtió en una nueva tecnología para la colonización, pero no sólo de nuevos territorios, sino también de antiguas tierras dentro del imperio, es decir, se reconocieron los awqaf individuales heredados por los selyuquíes, pero, bajo patronazgo otomano, se trocaron en partes centrales de otros complejos mucho más grandes que desencadenaron la creación de nuevos pueblos y asentamientos.28
En las primeras décadas del siglo XVI, cuando el Imperio otomano había consolidado su expansión hacia el occidente y gozaba de cierta estabilidad en cuanto a incursiones enemigas, dirigió su atención al sur, hacia el Imperio mameluco. En 1516, el sultán otomano Selim derrotó al sultán mameluco Qansauh al-Ghuri en Marj Dabiq, al norte de Alepo. Esta victoria marcó el inicio de una reorientación política en los antiguos territorios mamelucos. Ese mismo año, Selim estableció un waqf en honor a un jeque sufí. Este hecho fue el inicio de una nueva política de otomanización del territorio que consistió en dar más valor a las tradiciones sufíes y en instaurar sistemas otomanos de control administrativo. Además, en 1524, una iglesia cercana a la “Tumba de David” en Jerusalén fue confiscada y los cristianos expulsados. En 1549, el sultán Suleymán emitió una ley por la que todos los monjes y francos deberían alejarse de los territorios cercanos a la tumba e invitó a sufíes a ocupar su lugar. La propiedad de los cristianos fue confiscada por el sultán y dedicada, como waqf, al sufí Ahmad al-Dajani.29
Egipto vivió la primera ola de otomanización tras la caída de los mamelucos, la cual se presentó a través del establecimiento de awqaf. En primera instancia, un decreto de 1517 afirmaba la intención del sultán Selim por respetar las dotes devocionales establecidas por los mamelucos. Más tarde, en 1522, se designó a un encargado de Constantinopla para controlar los awqaf egipcios y para reformar todas las instituciones religiosas con el objetivo de incluir académicos y sufíes turcos en ellas. Todos los awqaf en Egipto se sometieron a inspección por parte de las autoridades imperiales. Además, se eliminó la exención de impuestos para los awqaf egipcios. Posteriormente, los gobernadores otomanos durante el siglo XVI también crearon instituciones de caridad importantes en Egipto, sus awqaf incluyeron instituciones religiosas, mientras que el prestigio de al-Azhar como institución educativa se incrementó de gran manera.30 Con la conquista de Egipto, los otomanos pusieron todos los awqaf bajo supervisión de jueces leales a ellos y promulgaron una ley con la que se tenía que probar la legitimidad de la propiedad con documentos. Cuando no se podía comprobar la propiedad de las dotes, las autoridades otomanas reclamaban poder sobre ellas. Con el fin de la exención de impuestos y la apropiación de tierras, se incrementaron los recursos en la capital otomana y disminuyeron las fuerzas económicas de sus oponentes en Egipto.31
Pese al cambio de dominio, los awqaf urbanos en Egipto no tuvieron mucha variación en la transición del Imperio mameluco al otomano respecto a sus funciones, entre ellos se incluían edificios habitacionales, edificios comerciales, tiendas, puestos de comida, fábricas (azúcar, jabón, almidón, vidrio, textiles, curtiembres, etc.), molinos, panaderías, prensas de aceite y baños. Durante el Imperio otomano, los cafés se convirtieron en uno de los hábices más lucrativos.32
En los tres primeros siglos del Imperio otomano -XIV, XV y XVI-, los awqaf fueron instrumentalizados para llevar a cabo la política de organización de ciudades, además de la colonización, islamización y otomanización de territorios conquistados. Una de las características que se percibe en estos últimos procesos es la utilización de dervishes, ya que el Imperio alentaba su asentamiento en nuevas tierras.33 Sin embargo, los hábices también permitieron que se establecieran enlaces entre las ciudades recién adquiridas y las ciudades otomanas en Anatolia; se construyeron caminos y puentes, pero también se financió el desarrollo de puertos en Egipto y Siria.34
A diferencia de Constantinopla y las ciudades de Europa del este, donde la otomanización implicó un proceso de islamización en el sentido de introducción de símbolos islámicos en panorámicas predominantemente cristianas, en el antiguo reino mameluco la otomanización conllevó la incorporación de nuevas estructuras dinásticas de administración, control y representación en un orden social islámico preexistente. Con la conquista de los mamelucos, los procesos de integración cultural otomana no fueron tan dramáticos y brutales como con la toma de Constantinopla y la destrucción y adaptación de edificios. Por lo tanto, la práctica otomana en las ciudades como Cairo, Damasco y Alepo fue colocar una estampa reconocible con la vista en el sitio topográfico más destacado o alto de la ciudad conquistada.35 El caso de Alepo es particular porque no tiene una topografía montañosa que permita erigir complejos en sitios altos, por lo que los otomanos decidieron remodelar la ciudad con edificios individuales de arquitectura a todas luces otomana con el financiamiento de los awqaf.36
En el siglo XVII, los otomanos tuvieron la oportunidad de poner a prueba la flexibilidad del sistema waqf. Durante este lapso, los otomanos utilizaron los awqaf para contrarrestar coyunturas negativas, especialmente en temporadas de desastres naturales y/o accidentes de gran magnitud. En 1660, un gran incendio37 azotó a la ciudad de Constantinopla y arrasó con diversas áreas de la urbe, entre ellas Eminönü y Galata.38 En ese periodo, una crisis económica afectaba al Imperio otomano por sus fuertes batallas en el Mediterráneo contra Venecia. Los venecianos derrotaron a los otomanos en doce de trece batallas entre 1646 y 1656, lo cual perjudicó las finanzas del Imperio.39
El incendio sirvió como una oportunidad para que los gobernadores de la ciudad y los líderes religiosos promovieran la islamización interna para satisfacer diferentes intereses políticos y religiosos. La islamización sería una señal visible del éxito del Estado y la religión para reponerse ante las adversidades. De acuerdo con una fatwa emitida por las autoridades otomanas, se estableció que todas las viejas iglesias y sinagogas que habían sido destruidas durante el incendio se convertirían en propiedad del gobierno. Posteriormente, se otorgó asistencia a los dueños musulmanes de awqaf para que, tras el desastre, adquirieran propiedades de iglesias destruidas en Galata y de sinagogas en Eminönü.40
La apropiación de tierras, no obstante, no fue la única política que se instauró para contrarrestar los efectos del incendio. En esa época se creó también una nueva forma de financiamiento de awqaf: al-ijaratain.41 Este tipo de financiamiento es un contrato a largo plazo en el que la renta consiste en dos partes: un gran pago en adelantado y una suma a liquidar periódicamente en pequeñas cantidades. Surgió en Constantinopla ya que muchas de las propiedades hábices fueron destruidas y era necesario repararlas; una buena cantidad de los servicios públicos suministrados en la ciudad dependía de ellas. Así, con este método se buscó financiar la pronta reconstrucción de los hábices. Bajo este acuerdo, un arrendatario potencial pagaba por adelantado una cantidad de dinero suficiente para la reconstrucción de los edificios dañados, con la cual aseguraba el derecho de ocupar la propiedad; no obstante, se comprometía a su vez a pagos periódicos de menor cantidad para el financiamiento continuo del waqf. Los ingresos/excedentes producidos tras la reconstrucción serían del arrendatario.42
A manera de conclusión, es pertinente asegurar, tras el tratamiento dado al tema de estudio en el presente trabajo, que, como se afirmó en el párrafo introductorio, el Imperio otomano sí moldeó y adaptó a su favor el sistema de los awqaf para cumplir objetivos políticos. Las definiciones expuestas en la introducción del trabajo permiten observar las formas en que la institución práctica de los awqaf se aleja un tanto de las definiciones legales o teóricas. En esencia, los awqaf no por fuerza tenían propósitos caritativos, es decir, podrían cumplir con algún servicio a la sociedad; sin embargo, también eran parte de un sistema de control comunitario y social que benefició al Imperio otomano.
La instrumentalización política de esta institución devocional otorgó herramientas al aparato administrativo otomano para diseñar, organizar, administrar, crear y expandir ciudades a través de la creación de awqaf. La organización de la sociedad mediante las dotes derivó en un comportamiento que benefició al imperio económicamente por pagos de impuestos, rentas y comercio, entre otros. De este modo, una fundación que en definición seguía propósitos caritativos -si bien no excluía las metas económicas- se utilizó en su mayoría como un método de adherencia a un sistema delineado por los gobernantes otomanos.
Una de las características principales de los awqaf durante el Imperio otomano fue su instrumentalización como medio de conquista y otomanización. La forma en que los otomanos utilizaron el sistema waqf da cuenta de la innovación en sus métodos de dominación, los cuales no fueron simplemente de expansión territorial y militar, sino que se convirtieron en un proceso social integral que incluía una transformación cultural, reformas de impuestos y posesión de tierras, así como alteraciones profundas a las estructuras políticas existentes. Tanto las conquistas en Rumelia y Europa, como los avances en Egipto y Siria, así como el ejemplo del incendio en Constantinopla, son muestras de la capacidad de adaptación que tuvo el Imperio otomano. Los otomanos no se caracterizaron por un método prestablecido de conquista e inserción social, sino que fueron conscientes en su totalidad de las diferencias entre sus batallas al oeste, sus batallas al sur y sus batallas internas. Los awqaf y su flexibilidad fueron esenciales para lograr estas conquistas.