1. Los libros de Dante
No podemos saber con certeza ni qué leyó Dante Alighieri, uno de los más grandes autores de la lengua italiana, ni gracias a la influencia de qué lecturas compuso sus obras2. En el caso de Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio, por el contrario, la respuesta a estas preguntas se encontró gracias a que muchos de los libros que poseían, leían y que muchas veces incluso anotaban se han conservado a lo largo de los siglos y han llegado a nosotros. Por lo que respecta a Dante, en cambio, no se conservan ni los manuscritos que le pertenecieron ni una sola palabra escrita de su puño y letra. De hecho, toda su producción literaria nos ha sido transmitida únicamente gracias a las copias que han hecho otros.
Intentar reconstruir la biblioteca de Dante, sus lecturas y los textos que tuvo a su disposición mientras escribía sus obras maestras implicaría entender sobre qué pilares de conocimientos previos, reminiscencias y alusiones construyó Alighieri su obra, nos permite hacer una hipótesis de cómo funcionaba su memoria y en qué bagaje cultural pudo inspirarse para dar forma a los personajes y episodios a los que supo dar vida no solo en su poema. Del examen de su producción literaria (en primer lugar, obviamente, de la Divina Comedia) se desprende claramente que Dante debió ser un lector apasionado y voraz, versátil y reflexivo; sin embargo, el no saber con absoluta certeza sobre qué textos se formó compromete la comprensión plena y la interpretación efectiva de lo que escribió.
El intento de rastrear los libros que Dante estudió a partir de las citas contenidas en sus obras, o de establecer qué manuscritos pudo haber encontrado en las bibliotecas de las distintas ciudades donde vivió o se alojó, abre perspectivas fascinantes y a veces persuasivas, pero aún no da certezas. En efecto, el hecho de que Dante mencione a un autor no significa necesariamente que lo haya leído de primera mano, porque en su época los lectores tenían fácil acceso a extractos, antologías y compilaciones enciclopédicas que condensaban el patrimonio cultural clásico y contemporáneo. Además, hay que tener en cuenta aquellos textos -sobre todo pero no únicamente poéticos- que en su momento se transmitían de forma oral y dejaban muchas veces una huella imborrable en la memoria de personas de cultura como Alighieri. En general, tenemos poca información comprobable sobre la biografía de Dante. De hecho, la reconstrucción biográfica más autorizada publicada en los últimos años, la Vida de Dante escrita por Giorgio Inglese, el encargado de curar la edición nacional italiana de la Divina Comedia,3 tiene un subtítulo muy elocuente: Una biografía posible.4 El adjetivo “posible”, como señala el autor, sirve para ofrecer al lector dos advertencias: la primera es que el libro contiene exclusivamente datos que pueden obtenerse de textos literarios y documentos. De hecho, el erudito no pretende romantizar la vida del poeta ni entregarse a conjeturas.5 Esto explica la relativa brevedad del ensayo, que no obstante está lleno de valiosa información sobre la vida del poeta.
Inglese nos recuerda que, casi siempre, las interpretaciones propuestas de los textos literarios y de los documentos sobre la existencia de Alighieri se quedan lamentablemente en el terreno de lo posible o, a lo sumo, de lo probable, muchas veces sin alcanzar el nivel de certeza historiográfica.6 En el caso de otros escritores, no pocas veces las hipótesis formuladas por los estudiosos encuentran un amplio consenso entre la comunidad científica, pero esto no sucede con Dante: sobre la vida del Gran Poeta, de hecho, el “pleno consenso de la comunidad científica” hoy se limita casi únicamente al año de su nacimiento (1265) y de su muerte (1321, del cual se celebró recientemente el centenario).7
Puede parecer sorprendente que se sepa tan poco sobre los acontecimientos existenciales y la formación intelectual del que es considerado el padre de la lengua y de la literatura italianas. Por ejemplo, se puede reconstruir la vida de Petrarca con notable precisión, gracias a su rico epistolario y a la tendencia del poeta a hablar de sí mismo. Esta tendencia es obviamente debida al hecho de que su fama está indisolublemente ligada a la Rerum vulgarium fragmenta, un poemario, y el poema es un género literario en el que, como es bien sabido, encuentran un amplio espacio la expresión de la subjetividad y la narración de los acontecimientos privados. No puede decirse lo mismo de la Divina Comedia, cuyo propósito declarado es hacer volver a la humanidad entera al camino del bien y de la verdad: en consecuencia, se reserva un espacio minoritario en el poema a las peripecias del autor. En general, la Divina Comedia está llena de episodios y personajes de la vida y época de Dante, y las menciones limitadas que Dante hace de sí mismo aquí y en sus otras obras necesariamente deben ser tomadas en cuenta para reconstruir, al menos en parte, la biografía del poeta.8 Desde este punto de vista, cobra especial importancia la Vita nova, que narra la historia del amor de Dante con Beatriz a partir de su primer encuentro, es decir, cuando el autor y protagonista tenía, según nos cuenta él mismo, sólo 9 años.9 Sin embargo, debe recordarse que la información autobiográfica presente en estas obras debe ser examinada con cautela, distinguiendo, en lo posible, el nivel literal del alegórico.10
Tómese, por ejemplo, la experiencia del exilio, que, como es bien sabido, constituyó un parteaguas angustioso en la vida de Dante y, al mismo tiempo, es un topos fundamental de su obra: como escribió en efecto Emilio Pasquini, “si de algo no se puede dudar en el juicio que la posteridad ha construido sobre Dante, es ciertamente de la importancia del exilio en su vida”.11 El anuncio determinó para el poeta un distanciamiento cultural inevitable de Florencia, dio pie a la emergencia complementaria de una perspectiva supramunicipal que conducirá a un proyecto de organización de la cultura y de la lengua (testimoniado tanto por el De vulgari eloquentia como por el Convivio) y suscitó la fundación de una poesía universal que encuentra su máxima realización en la Divina Comedia.12 El filtro literario que Alighieri elige colocar entre su propia y dramática historia humana, de la que el exilio es un episodio emblemático, y su narración hace que su condición de exul inmeritus se convierta, en los cantos XVII y XXV del Paraíso, en «símbolo universal de una humanidad desarraigada de lo divino».13
Conspira para complicar aún más la reconstrucción de la biografía de Dante la proscripción de 1302, a raíz de la cual no sólo fue saqueada su casa, sino que el poeta se vio obligado, como es sabido, a un doloroso e ininterrumpido peregrinaje, del cual no se conocen con certeza todas las etapas y que ciertamente debió contribuir a la pérdida progresiva de sus bienes, incluidos sus libros.
2. La formación
Volviendo al período anterior al exilio y, sobre todo, a los años de formación intelectual y artística del joven Dante, ¿Qué datos tenemos sobre sus maestros y sus estudios juveniles? Sabemos que Alighieri nació y creció en Florencia, y que destacó en otras ciudades italianas por su alto nivel de escolaridad. Los niños de la clase social a la que pertenecía Alighieri iban a la escuela: de la crónica de Giovanni Villani, fechada alrededor de los años veinte del 1300, sabemos que, a pocos años de distancia, entre 8.000 y 10.000 niños de ambos sexos aprendieron a leer y escribir, que más de mil alumnos mayores, varones, estudiaron “el ábaco y el algoritmo”, mientras que unos 600 alumnos pudieron profundizar en el estudio de la lógica y el latín.14 Este último, a diferencia del lenguaje popular, tenía reglas gramaticales escritas, hasta el punto de que, en la lengua de la época, se designaba precisamente con el término “gramática”.15 Además, el latín permitía a sus hablantes comunicarse más allá de las fronteras nacionales, acceder a la lectura de los poetas clásicos (como por ejemplo Virgilio y Horacio) y, lo que es aún más importante para un hombre de la Edad Media, a la Biblia, de la cual las obras de Dante dan testimonio de un conocimiento sistemático y profundo.16 El estudio de la gramática se realizaba generalmente sobre los Salmos y otros textos sagrados muy sencillos, que eran aprendidos a memoria por los alumnos y permanecían grabados en su memoria incluso en la edad madura: de hecho, los Salmos se encuentran entre las fuentes más recurrentes de las obras de Dante, incluida la Divina Comedia.17 Sin embargo, lo que se aprendía en la escuela sobre los textos sagrados era un latín elemental, sobre el cual el propio Dante ironiza en De vulgari eloquentia, donde cita como ejemplo de un período construido según la norma gramatical del ordo naturalis una oración básica como “Petrus amat multum dominam Bertam” (“Pedro quiere mucho a Doña Berta”).18 A este primer nivel de educación se deben probablemente también las citas de Dante a las fábulas de Esopo, mencionadas también en las obras de su madurez y probablemente leídas en la versión dictada por el Liber Esopi o Esopo latino del llamado Gualtiero Anglico,19 o también en el Rómulo en prosa, una colección de fábulas de la edad carolingia.20
También podemos suponer que, junto al Esopo, Dante también leyó otros textos habituales en la enseñanza elemental, como la Disticha Catonis, una colección de sentencias morales en pares de hexámetros latinos, de paternidad y origen inciertos, probablemente del siglo III. a.d., y otras obras similares, de las cuales, sin embargo, se pueden encontrar rastros muy débiles en la obra de Dante.21
Es más que probable que Dante continuara entonces sus estudios para el siguiente nivel, durante el cual habría estudiado las artes liberales, que durante la Edad Media constituían las dos ramas de la enseñanza: la primera incluía las disciplinas literarias y se denominaba el trivium, es decir, una encrucijada entre tres caminos diferentes que conducen al conocimiento. El trivium incluía gramática, retórica y dialéctica y representaba el nivel inferior y preparatorio para la segunda rama, la científica.22 Este último se llamaba quadrivium e incluía aritmética, geometría, música y astronomía.23 Dante elogia las siete artes liberales en el segundo tratado del Convivio, donde las compara con los siete cielos.24 Al abarcar tan amplia gama de disciplinas, la cultura de un hombre medieval de la talla de Dante, dotado además de su genialidad, debió tener un enfoque enciclopédico.25
Junto a los clásicos escolásticos enseñados en el trivium, la Biblia y los textos litúrgicos son las fuentes en las que más se inspira el autor en el apartado en prosa de su primera obra, la Vita nova,26 mientras que en las rimas muestra un amplio conocimiento de la tradición románica.27 En ese primer libro, la reelaboración narrativa queda principalmente encomendada a las citas evangélicas, que cumplen, entre otras funciones, el papel de encubrir la autoridad y proyectar a un nivel superior las situaciones narradas en el prosímetro; en particular, son muy populares los evangelios de Lucas y Mateo,28 aunque es el de Juan el que se cita en un punto clave de la historia, es decir, cuando se declara la superioridad de Beatriz sobre la mujer de Guido Cavalcanti, Giovanna, llamada Primavera, asimilándola a Juan Bautista, heraldo de Cristo.29 Incluso los grandes profetas del Antiguo Testamento, Isaías y Jeremías (tanto por las Profecías como por las Lamentaciones), son presencias destacadas en la Vita nova, hasta el punto de que, justo en el incipit de las Lamentaciones (“Quomodo sedet sola civitas plena populo! facta est quasi vidua domina gentium”), se les encomienda el exergo anunciando la muerte de Beatriz.30
Sin embargo, la vasta cultura de la que Dante hace gala en sus obras no puede remontarse enteramente a los años de su formación escolar, también porque, comparada con otras ciudades de Italia, no parece que la Florencia de su época fuera un centro cultural tan vivo, sobre todo si recordamos que Zygmunt Barański hablaba incluso de un “relativo atraso cultural de la ciudad a finales del siglo XIII”.31 El sistema escolar florentino debe haber sido bastante modesto, incluso en comparación con la cercana Pistoia, que tenía su propia facultad de derecho, y ciertamente en comparación con la no tan lejana Bolonia.32
Junto a la educación formal, también las amistades y los conocidos que hoy definiríamos como “extraescolares” debieron influir profundamente en la educación y la maduración intelectual del joven Dante, que ciertamente frecuentó los círculos cultos y refinados de Florencia, entonces el núcleo político del centro-norte de Italia.33 En estos años Dante conoció a Guido Cavalcanti, con quien entabló una profunda amistad, y que junto con Alighieri es considerado uno de los principales poetas de la escuela de Stilnovo: Guido, unos años mayor que él, debía gozar ya de buena reputación como poeta y como pensador (quizás fue un epicureísta, como su padre Cavalcante, condenado al infierno por herejía en el canto X)34 y ciertamente ejerció una notable influencia poética en el joven Dante, quien al menos inicialmente lo tomó como un modelo. Aunque el Convivio guarde estricto silencio al respecto, el interés de Alighieri por la filosofía no pudo dejar de agudizarse con el contacto y la discusión de Cavalcanti, su “primer amigo”,35 definido como “filósofo” por las crónicas de la época y por los relatos que derivan de ella (como por ejemplo la célebre historia del sexto día del Decamerón)36, y además, sobre todo, como el autor de “Donna me prega”, el canto doctrinal por excelencia.37 Probablemente fue el propio Cavalcanti quien acercó a Alighieri al pensamiento de Averroes, filósofo árabe nacido en España en el siglo XII y autor de importantísimos comentarios a la obra de Aristóteles.38
3. “A la escuela con ser Brunetto”:39 el magisterio del autor del Tresor
Entre los amigos y maestros de Alighieri, el primer nombre que espontáneamente se asocia con la formación intelectual del poeta es sin duda el de Brunetto Latini. En el canto XV del Infierno, en los VV. 84-87, el propio Dante declara haberlo tenido como maestro, al tiempo que especifica que se trata de una enseñanza “ad ora ad ora”, es decir, ocasional, personal y no institucional: Brunetto en realidad no era un maestro de escuela, ni un profesor universitario. Nacido entre 1220 y 1230 y muerto en la última década del siglo. XIII, Latini fue un eminente notario, de la facción güelfa, que vivió exiliado en Francia durante el período de dominación gibelina entre la batalla de Montaperti y la de Benevento (es decir, entre 1260 y 1266).40 De vuelta en Florencia, ocupó puestos clave durante el resto de su vida (incluido el de jefe de la cancillería municipal). Fue sobre todo un referente indiscutible en la vida política y administrativa de la ciudad: además de hombre de letras, fue también un sabio hombre de gobierno. Giovanni Villani, en su Crónica, lo define como “un gran filósofo [...] maestro supremo de la retórica, tanto en saber decir bien como en dictar” y “principiante y maestro en asquear a los florentinos y hacerlos acopio en el hablar bien, y en saber conducir y sostener nuestra república según la Política”.41
Como notario, Brunetto practicó profesionalmente el “ars dictandi”, es decir, la práctica de componer epístolas en latín, y fue el mayor experto en este arte activo en Florencia. Por lo tanto, parece más que probable que también haya transmitido las técnicas del dictamen a su joven alumno. Esta enseñanza resultará provechosa para el poeta una vez que sea adulto: el arte de escribir cartas y de hablar en público que le enseñó Latini permitirá a Dante emprender su carrera política y, tras su exilio, ofrecer sus conocimientos de las reglas de la retórica como un servicio a los señores que la acogerán. Realizar tareas de papelería o de secretaría, redactar cartas y documentos, se convertirá para él en un trabajo, y también en una forma de ganarse la vida en los años posteriores a 1302.42
Volviendo a Latini, sabemos que escribió varias obras, la más importante de las cuales es una gran enciclopedia en francés titulada Tresor.43 Destacan también su versión abreviada del Tresor traducida en versos toscanos, intitulada Il Tesoretto, y un breve poema sobre la amistad, Il Favolello.44 Un lugar destacado lo ocupa también el tratado en lengua vernácula titulado Rettorica,45 traducción y comentario parcial de una obra temprana de Cicerón, De inventione, muy difundido en la Edad Media.46 La retórica, en su doble vertiente de oratoria política y civil (el arte de los rectores de las ciudades) y arte de escribir, fue uno de los pilares de su formación. Desde el punto de vista de Brunetto, esto también era filosofía, un concepto que en el Tresor también abarca la historia universal, el comportamiento virtuoso o vicioso de los hombres, pero sobre todo el arte de gobernar.47 En la Rettorica, Brunetto declara que quiere instruir a sus lectores en “saber decir en embajadas y cabildos”48 y “en saber redactar una carta bien dictada”,49 y afirma que ese saber técnico es inseparable del ético, pues sirve para “dar a la gente enseñanza y manera de hacer el bien”.50
El encuentro de Dante con su maestro, en el canto XV del Infierno, atestigua una familiaridad muy estrecha: el maestro lo llama dos veces “hijo”, y Dante le corresponde evocando su “querida y buena imagen paterna”.51 Dante le da crédito a su maestro por haberle enseñado “come l’uom s’etterna”.52 Según la interpretación que nos ofrece Boccaccio en sus Esposizioni, el verso significa que Latini enseñó filosofía a Dante.53 Es ciertamente posible que Brunetto implantara la filosofía en la enseñanza tradicional de las artes liberales: de hecho, el Tresor fue compuesto durante su estancia en París, sede de un prestigioso studium y centro de cultura y especulación filosófica, y concebido como colección “Des mervilleus dis des autours ki devant nostri tans ont traitié de philosophie”.54
Sin embargo, en el Convivio Dante afirma que comenzó a interesarse por la filosofía, y a leer las obras de Cicerón y Boecio, sólo “alquanto tempo” después de la muerte de Beatriz,55 es decir, en un período posterior a 1291, y por lo tanto probablemente después de la muerte de Brunetto. La enseñanza más preciada que Dante afirma haber recibido de su maestro podría, pues, considerarse otra, a saber, que el hombre puede aspirar a obtener la inmortalidad gracias a sus obras literarias; el llamamiento que Latini dirige a su pupilo en el momento de la despedida, cuando le recomienda que recuerde su Tesoro («[…] eres recomendado mi Tesoro, / en el que aún vivo») parece apoyar esta hipótesis».56
3. La estadía boloñesa
La enseñanza que le impartió Brunetto fue sin duda decisiva para la formación inicial de Dante, pero su horizonte cultural fue sin duda más amplio que el de su maestro. Pero si quería completar una educación de nivel universitario, Alighieri habría tenido que dejar Florencia, que, a diferencia de otras ciudades italianas como Bolonia,57 Nápoles y Padua, no tenía un studium urbis. La Universidad de Bolonia, en particular, ejerció una fuerte atracción sobre muchos genios florentinos.58 Para progresar en sus estudios, aún joven, Dante se trasladó a Bolonia, donde tal vez asistió a algunas lecciones de medicina en el estudio de la ciudad (sobre esto no hay confirmación, salvo la discreta competencia demostrada por el escritor en el campo de la medicina, especialmente en Comedia).59 Queda demostrado inequívocamente que Alighieri se quedó en Bolonia gracias al soneto Non mi poriano già mai fare ammenda, una composición que no es fácil de interpretar en la que el poeta menciona la Torre della Garisenda, una de las dos torres de Bolonia junto con la llamada “degli asinelli”, símbolo de la ciudad, ubicada en piazza di porta Ravegnana.60 Gracias al Memorial compilado a fines de 1287 por el notario Enrichetto delle Querce, quien transcribió el soneto recién mencionado,61 también es posible establecer un término ante quem al período pasado en Bolonia por Alighieri, quien tuvo que ir a la ciudad emiliana antes de ese año, bien por asuntos familiares o para profundizar los estudios ya iniciados.62
Aunque no tenemos constancia de que Dante se matriculara realmente en el studium boloñés, ni de que asistiera a las clases como alumno externo, su estancia en Bolonia debió en todo caso haber sido fructífera, independientemente de que asistiera a cursos universitarios: una rica documentación archivística demuestra la amplia disponibilidad de bibliotecas pertenecientes a entidades religiosas o particulares, así como la abundante actividad de circulación y copia de libros a los que Dante pudo tener acceso en ese período.63 Además, el clima cultural de la ciudad emiliana era sin duda más que favorable a la naciente poesía en lengua vulgar, gracias a la presencia de poetas que crecieron siguiendo las enseñanzas de Guido Guinizzelli, autor que Alighieri reconoció como uno de sus maestros.64 También puede ser que fuera precisamente en Bolonia donde Dante leyó la lengua vernácula de la Ética a Nicómaco de Aristóteles, obra muy citada en el Convivio y fundamento ideológico explícito de la arquitectura de la Comedia, traducido al vulgar por Taddeo Alderotti, médico y filósofo que, de hecho, enseñó en Bolonia precisamente en esos años, entre 1286-1287, y se menciona como “Taddeo hypocratista” en el Convivio (I, X, 10), donde Dante se reserva un juicio muy severo para su traducción.65
Más dudosa es la noticia de un posterior viaje de estudios a París, que parece responder más bien al deseo de trazar el camino intelectual de Dante en un curriculum studiorum ideal, dividido en tres etapas ejemplares, cada una de las cuales está vinculada a una edad específica de la vida y que culmina en el estudio de la teología: el aprendizaje en las artes del trivium y quadrivium y Florencia, el estudio de la filosofía natural y las ciencias jurídicas en Bolonia, el encuentro con la metafísica y la teología en París.66 Contribuiría a confirmar la hipótesis de la estancia parisina la detallada descripción de la ciudad que se puede leer en Pd, x, canto en el que Alighieri menciona, entre otros espíritus sabios, a Sigieri di Brabant, filósofo francés del siglo XIII.67 La escasez de datos de los que disponemos no nos permite definir con certeza todas las fases del camino formativo de Dante. Sin embargo, gracias a los testimonios que él mismo nos ha dejado en sus obras, es posible apreciar la singularidad de su recorrido intelectual y humano desde sus orígenes, bajo el signo del duelo por la muerte de Beatriz y la búsqueda de consuelo en los estudios.
4. El consuelo de la filosofía
Como leemos en el segundo tratado del Convivio, hacia los veintiocho años, postrado de dolor por la pérdida de la mujer que amaba, Dante buscó alivio en la lectura de De Amicitia de Cicerón y en la Consolatio Philosophiae de Boecio.68 Filósofo y erudito romano, descendiente del noble pueblo anicio, Manlio Anicio Severino Boezio vivió entre los siglos V y VI dC, durante la dominación ostrogótica en Italia. Su ilustre condición social y su doctrina le permitieron ascender a los más altos cargos políticos y ganarse el favor de Teodorico, quien aprovechó sus consejos para unir su reino a la tradición romana. Posteriormente, su destino cambió y, acusado de haber participado en un complot contra el rey, fue encarcelado y condenado a muerte.69 Durante los años de su encarcelamiento, entre 523 y 525, Boecio compuso su obra maestra, el Consuelo de la Filosofía, en la que imagina haber sido visitado por una matrona, la Filosofía misma, y haber recibido de ella consuelo a través de la solución de problemas fundamentales de la existencia: en la obra, que consta de cinco libros en los que se alternan la prosa y los versos, la Filosofía recuerda a Boecio el carácter escurridizo y voluble de la fortuna y le explica que es una tontería quejarse de ella, porque los bienes de la fortuna son, por su propia naturaleza, efímeros, mientras que la verdadera felicidad sólo se encuentra en Dios.70
Este libro ejerció una influencia muy profunda en el pensamiento y la obra de Dante, lo que lo sitúa, como se anticipó, en las raíces del estudio doctrinal y filosófico de su poesía. Alighieri encontró consuelo en esta lectura y probablemente se identificó con su autor, injustamente condenado tras una importante carrera política, en plena crisis pero capaz de sacar de esta situación desfavorable la inspiración para componer una obra eterna de mensaje universal, útil al mismo tiempo para aliviar el propio dolor y corregir los errores de los demás. Más allá del consuelo humano e intelectual que pudiera extraer de él, la lectura de la Consolación constituyó para Dante un viático para el estudio de la filosofía: este libro, junto con el De Amicitia, suscitó en él un deseo de profundizar su conocimiento yendo «[… ] allí donde verdaderamente se demostró, es decir, en las escuelas de los religiosos y en las disputas de los filósofos».71 La comunidad científica ha cuestionado durante mucho tiempo qué significan los términos “médicos” y “filósofos” utilizados en el pasaje. La hipótesis más acreditada hasta la fecha es que son los frailes que enseñaban en las escuelas de los conventos florentinos.72 En el municipio de Florencia, en efecto, había al menos tres escuelas religiosas, encabezadas por otras tantas grandes órdenes religiosas: el studium generale franciscano de Santa Croce, la escuela de Santa Maria Novella, dominicana, y la de Santo Spirito, dirigida por los agustinos.73 Cada una de estas instituciones era un lugar de estudio y lectura, y contaba con su propia biblioteca. Sin embargo, no se sabe mucho sobre las condiciones reales de acceso de laicos como Dante a las bibliotecas de los conventos. Además, mientras las lecciones de teología eran públicas, las de filosofía estaban reservadas a los frailes, y los laicos eran admitidos sólo en casos excepcionales, como lo confirman las disposiciones relativas de los capítulos provinciales.74 Sin embargo, se sabe que los laicos eran admitidos a las llamadas disputas “quodlibetales”, pruebas de capacidad lógico-argumentativa proporcionadas por el magister (‘maestro’) sobre cualquier tema (de quolibet) propuesto por cualquier miembro de la audiencia (a quolibet) y que se celebraban con motivo de festividades solemnes, en presencia de un auditorio mixto de laicos y religiosos,75 y quizás sea precisamente a esta práctica a la que se refiere la expresión “disputas de los filósofos” en el pasaje citado.
5. Los studia conventuales: Santa Croce, Santa Maria Novella y Santo Spirito
¿Qué sabemos de estos tres estudios conventuales a los que pudo tener acceso Dante y de los libros que allí se guardaban? Gabriella Pomaro, en 1980, publicó un censo de los códigos pertenecientes a la biblioteca de S. Maria Novella, basado en un catálogo oficial que data de finales del siglo XV, y en dos listas muy antiguas (fechables entre finales del siglo XIII y principios del siglo XIV) que sobrevivieron en forma fragmentaria.76 Desafortunadamente, tenemos poca información sobre el estudio de Santo Spirito. Santa Croce, que ya existía desde mediados del siglo XIII, ya debía ser una realidad consolidada en los años en los que Alighieri pudo frecuentarla.77 Sin embargo, los manuscritos pertenecientes al studium ya no se encuentran en su ubicación original: de hecho, en 1766 fueron trasladados a la Biblioteca Laurenciana, también en Florencia, por orden del Gran Duque Pietro Leopoldo.78 Hay un rastro de esta reorganización de la época leopoldiana en la etiqueta de papel adherida al comienzo de cada manuscrito, que indica el pluteus (es decir, el gabinete) en el que se colocaría el códice.79 En 1772 los franciscanos lograron recuperar 165 manuscritos, pero los conservaron sólo hasta 1866: durante este año, de hecho, las corporaciones religiosas fueron suprimidas y los libros dejados por los franciscanos fueron depositados en la Biblioteca Nacional Central de Florencia.80
A partir de la década de 1960, Charles Davis, experto en sistemas educativos y circulación de libros en la Florencia medieval, subrayó la importancia del fondo de libros de Santa Croce, señalando que Dante podría haber elegido la biblioteca del convento como lugar de aprendizaje, estudio y lectura.81 Esta importante consideración fue aceptada por Giuseppina Brunetti y Sonia Gentili, autoras de un levantamiento de la colección manuscrita y creadoras de un proyecto de censo que constituyó el punto de partida para la posterior redacción de un catálogo de los códices ciertamente presentes en S. Croce hasta el primer cuarto del siglo XIV.82 En 2017, el proyecto así concebido, coordinado por Giorgio Inglese junto con otros eminentes académicos,83 fue financiado y permitió la publicación del catálogo de la colección antigua de la biblioteca.84
6. La biblioteca de Santa Croce
En esta contribución, por falta de espacio, he optado por concentrarme en algunos de los manuscritos más interesantes de los que seguramente pertenecieron a la biblioteca de la Santa Croce en los años en los que Dante pudo haber estudiado allí, y por tanto más útiles para ilustrar, por un lado, las posibles relaciones entre Alighieri y el estudio del convento, y por otro, los caminos de lectura que allí pudo haber realizado. Es útil recordar que Dante estaba vinculado a Santa Croce también por la presencia en el convento de fray Bernardo Riccomanni, su sobrino (es decir, el hijo de su hermana Tana):85 tenemos cierta noticia de ello, entre otras cosas, gracias al manuscrito Conventi Soppressi D.V.220 conservado hoy en la Biblioteca Nacional Central de Florencia:86 en una de las guardas del códice se puede leer, en efecto, una larga nota que tiene en la mano, en la que Bernardo critica la costumbre de los frailes de borrar las notas de propiedad.87 De hecho, cuando un fraile empezaba a leer un libro, solía tachar el nombre de quien lo había leído antes y sustituirlo por el suyo propio, y lo mismo hacía con la fecha de lectura, eliminando así precisamente aquellos datos que nos servirían hoy para reconstruir quién leyó esos libros y cuándo.88 El sobrino de Dante, con una sensibilidad poco común para la época, condenó esta práctica precisamente porque era dañina para la memoria histórica, y su condena debió tener un efecto importante en sus hermanos, porque quienquiera que leyera el libro después de él no se preocupó de superponer su nombre en los de lectores y propietarios anteriores.89 Tales relaciones familiares podrían haber llevado a Dante a frecuentar el convento, pero obviamente había que añadirles el interés por el patrimonio bibliográfico de los frailes. Para comprobar que los manuscritos pertenecieron efectivamente al antiguo fondo conventual, se pueden utilizar prioritariamente tres instrumentos: el primero son las notas de compra o propiedad que los frailes colocaban en los libros que compraban o leían.; el segundo es un inventario del siglo. XV;90 el tercero, en orden cronológico, es el catálogo impreso del siglo XVIII editado por Angelo Maria Bandini.91 Gracias a estas herramientas es posible comprobar que en Santa Croce había una sección dedicada a los libros de lógica y, como es sabido, en la época de Dante la enseñanza de la lógica se realizaba sobre todo a partir del Organon aristotélico.92 Los manuscritos de lógica que pertenecieron al convento presentan densas glosas explicativas acompañadas de materiales con fines didácticos (esquemas, diagramas, subdivisiones, listas) que atestiguan que en esta etapa cronológica los estudios de la disciplina en el convento debían estar muy avanzados. Entre las obras a las que Dante pudo tener acceso, de hecho, estaban las obras de lógica más importantes de Aristóteles (incluida la Analytica priora e posteriora, y Topica, l’Isagoge).93
Junto a la lógica aristotélica, un lugar destacado en la obra de Dante lo ocupa, como ya se ha señalado, la Ética a Nicómaco, que, entre los siglos XIII y ZIV, época en la que el conocimiento del griego en Italia era rarísimo, fue leído principalmente gracias a la ya mencionada traducción a la lengua vernácula hecha por Taddeo Alderotti, quien a su vez había tenido disponible una versión latina de un resumen de la obra de Aristóteles. El ms. Plut. 6 pecado. 10 en realidad transmite una versión de Ética cercana a la de Alderotti. Por lo tanto, Dante pudo haber leído esta obra capital por primera vez dentro de los muros del convento franciscano.
Naturalmente, las obras teológicas también encontraron un amplio espacio en la biblioteca del convento y muchas de ellas influyeron profundamente en el autor de la Comedia. Es el caso, por ejemplo, del De fide orthodoxa de Juan Damasceno (676-749 d.C.), traducido por Burgundione da Pisa (jurista y diplomático que vivió en el siglo XII) y transmitido por Plut. 13 dex. 6, y de la Summa theologiae de Tomás de Aquino contenida en Plut. 29 dex. 3.94 Como es bien sabido, en los cantos X-XIII del Paradiso Dante se encuentra con Tommaso y Bonaventura da Bagnoregio, los dos más grandes teólogos de las Órdenes mendicantes (dominicana y franciscana respectivamente). En el cielo del Sol, Tomás, después de elogiar a San Francisco, presenta a Dante con los sabios espíritus cristianos, comparados con “soles ardientes”. Estas son personalidades del calibre de Orosio, Isidoro, Graziano, Pietro Lombardo, Riccardo di San Vittore, Alberto Magno (maestro de Tommaso), Siger de Brabante, Boecio y Salomón. Del mismo modo, Buenaventura, después de haber elogiado a Santo Domingo, presenta una corona de eruditos cristianos, principalmente místicos: el profeta bíblico Natán, Juan Crisóstomo, Donato (comentarista y biógrafo de Virgilio), los dos benedictinos Anselmo d’Aosta y Rabano Mauro y finalmente Gioacchino da Fiore. Las obras de estos autores conservan todas un espacio en la memoria de Dante, a menudo citadas explícitamente, y en general fácilmente disponibles en todas las bibliotecas mendicantes (como, precisamente, la de Santa Croce) y en todas las facultades teológicas.
En cuanto a los poetas de la época clásica, la biblioteca franciscana ofrece un ejemplo significativo de la atención que los lectores de los siglos XIII y XIV prestaban a los textos clásicos, como el Bellum Civil o Pharsalia de Lucano, el Ars poetica de Horacio, las Vidas de Suetonio, o nuevamente Achilleides de Estacio: en los márgenes de los manuscritos que los transmiten, de hecho, encontramos densas notas de estudio colocadas por visitantes de la biblioteca.95 Es notorio que Estacio fue considerado por Dante como uno de los más grandes poetas latinos, hasta el punto de que, en los últimos cantos del Purgatorio, aparece como un alma que ha cumplido su expiación en el círculo de los avaros y pródigos y termina hasta asumir la función de “transición” de Virgilio a Beatriz.96 Es precisamente Virgilio quien invita a Estacio a reemplazarlo en la guía de Dante, casi subrayando su propia inferioridad. De Estacio, la biblioteca franciscana poseía al menos (pero quizás no sólo) una copia de Achilleide, un poema épico inacabado sobre la vida de Aquiles, traicionado por Plut. 24 sin. 12.97
Después de Virgilio, Lucano es el gran modelo épico de Dante, y en la Divina Comedia aparece entre los “grandes espíritus” colocados en el Limbo, junto a Homero, Horacio, Ovidio y Virgilio.98 Los espíritus del Limbo no están condenados: su único castigo consiste en un deseo eternamente insatisfecho de ver a Dios y en el hecho de que la salvación no es posible para ellos. Virgilio le explica a Dante que aquellos que han dejado buena fama en la tierra por este mérito se encuentran en un lugar separado respecto a las otras almas, un “noble castillo”.99 Entre estos magnánimos se encuentran también los citados poetas. La elección de nombrar a estos autores evidentemente no es casual, sino que implica un juicio de valor: se trata de un canon personal de modelos dantescos. En el fondo antiguo de la biblioteca del convento había al menos un manuscrito que contenía el Bellum civil, el Plut. 24 sin. 3 (transcrito entre finales del siglo X y principios del XI), sin aparato exegético pero anotado al menos a cuatro manos entre finales del siglo XII y pleno siglo XIV.100
Junto a Lucano, Dante nombra a Horacio; la única obra de Horacio de la que quizás Dante tuvo conocimiento directo, y en todo caso la única que menciona explícitamente, es el Ars poetica, pero queda la duda de si acaso Alighieri sólo conoció al autor latino gracias a la mediación de los comentarios y las gramáticas. 101 En el antiguo núcleo de la biblioteca de Santa Croce se encuentra el Plut. 23 dex. 11 transmitido justo por el Ars poetica y las Epístolas de Horacio. Dado que no hay notas de compra y de propiedad, es imposible saber con certeza la fecha en que el códice ingresó a la biblioteca. Sin embargo, los análisis paleográficos han permitido fechar la escritura e identificar con una buena aproximación la época de composición (el códice data del siglo XIII).102 La obra estaba ricamente anotada en los márgenes, y esto es una indicación segura de un intenso estudio por parte de los asistentes al Studium franciscano.
La presencia de Ovidio en el núcleo antiguo de la biblioteca de Santa Croce está documentada, en el estado actual de los conocimientos, únicamente por los mss. Plut. 11 sin. 2 y Plut. 14 sin. 1.103 El primero, que contiene traducciones de obras filosóficas (ars vetus y nova) y de temas médicos (el De usu pulsuum de Galeno traducido al latín por Marco da Toledo), es un compendio formado por dos unidades ensambladas tempranamente, quizás justo en la biblioteca franciscana, y ambas resalen al s. XIII. En la portada del volumen hay un bifolio de pergamino que transmite un fragmento de una anónima versión vernácula en verso de Her. I, la epístola de Penélope dirigida a Ulises.104 En Plut. 12 sin. 1 también encontramos rastros de la obra más exitosa de Ovidio en la Edad Media, las Metamorfosis. También en este caso se trata de un código que contiene obras filosóficas, principalmente aristotélicas y pseudo-aristotélicas, junto a las cuales hay esporádicas marginalia en latín, quizás colocadas por el mismo lector que también anotó en el margen algunos hexámetros virgilianos y sentencias de Séneca. Las citas de las Metamorfosis están vinculadas temáticamente al texto que acompañan; es el caso, por ejemplo, de algunos versos tomados del libro XV, que, junto al I, sitúa el poema de Ovidio en un marco filosófico y constituye su fundamento doctrinal: VV. 160-164, sobre la metempsicosis, se transcriben al margen del pasaje aristotélico de De anima relativo a la concepción pitagórica del alma (c. 76v); del mismo modo, los vv. 245-251, que tratan el tema de la jerarquía de los elementos terrestres y la mutabilidad de la materia, están escritos en el margen inferior de un pasaje del De coelo et mundo relativo a las propiedades de los elementos (c. 176r).
De los clásicos hasta ahora mencionados, no se conservan manuscritos de Suetonio pertenecientes al studium de Santa Croce. Sin embargo, varias pistas prueban que Dante conocía su obra. Tomemos, por ejemplo, la incisiva descripción física de César en el v. 123 del canto IV del Infierno, en el contexto de la reseña de los grandes paganos, los «espíritus magnos»: «César armado de ojos de resentidos» (es decir, «ceñidos, amenazantes, como un ave de rapiña»).105 La única fuente conservada que nos ofrece información sobre el aspecto físico de César y, sobre todo, donde se mencionan sus ojos, es el capítulo XLV del De vita Caesaris de Suetonio, donde los ojos de César se definen como «nigris vegetisque».106 A un nivel más macroscópico, la ambientación historiográfica de Suetonio debió estar presente en la memoria de Dante, porque el autor latino, distinguiéndose de una tradición ya consolidada, cree que la sucesión de los Césares, es decir, de los emperadores, comienza precisamente con César y no con Augusto.107 Si leemos las otras fuentes que ciertamente estuvieron a disposición de Dante, como la Historia adversus paganos de Orosio (siglos IV-V d. C.), vemos que afirman que el imperio comenzó con Augusto, porque César no tuvo tiempo de convertirse en princeps, siendo asesinado poco después de ser nombrado dictador vitalicio.108 Sin embargo, Suetonio elige comenzar su De vita Caesarum con la vida de Julio César, no con la de Augusto, ya que el primero inaugura la tradición de adoptar a su sucesor (el mismo mecanismo por el cual Augusto adoptaría más tarde a Tiberio como su heredero). Es posible argumentar que Dante entendió la concepción de Suetonio del imperio, porque cuando Virgilio aparece por primera vez en el Infierno, al presentarse ante Dante, pronuncia la famosa frase: “Nací sub Iulio, aunque fuera tarde”.109 En el 70 a. C., año del nacimiento de Virgilio, César había obtenido recientemente el cargo de tribunus militum, por lo que aún no existía un “reinado de César” bajo el que Virgilio pudiera afirmar haber nacido. 110 La fórmula “nací sub Iulio” sólo se justifica si se equipara al principado todo el período de la vida pública de César, y no exclusivamente el período posterior a su nombramiento como dictador vitalicio. La expresión “aunque era tarde”, además, hace referencia a la muerte de César del 44 a. C., época en la que Virgilio era todavía poco más que un joven aspirante a quien César no tuvo tiempo de admirar y honrar, como sí lo hará Augusto con su política cultural.111
Sorprenderá descubrir que el gran ausente de la biblioteca de Santa Croce es precisamente Virgilio, quien sin embargo, junto con Cicerón, fue un referente obligado para el aprendizaje escolástico del latín. Rastros esporádicos de Virgilio en la biblioteca del convento se encuentran en el Plut. 22 sin. 1, que transmite los comentarios de Servio a las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida.112 El manuscrito data del siglo IX y probablemente fue producido en Francia. El hecho de que el códice transmita el comentario sin los textos de Virgilio no es inusual, ya que la circulación de manuscritos mixtos está atestiguada recién a partir del siglo X, en el que los versos de Virgilio, dispuestos en una o dos columnas, están enmarcados de diversas formas por la glosa serviana.113 En el Plut. 22 pecado. 1, un intento de integración se produce de forma parcial y en un período tardío; una de las tres manos que lo anotó entre finales del siglo XIII y principios del XIV copia en efecto treinta hexámetros de la Eneida en el margen superior de los folios 40v-55r, eligiendo los versos correspondientes a los escolios contenidos en las líneas abajo. Aunque no fue concebido para ser anotado, como sugieren los minúsculos márgenes dejados por el espejo de escritura, el manuscrito de Servio fue objeto de una actividad de glosario centenaria, articulada en dos fases distintas: una muy antigua, contemporánea o poco después de la elaboración del códice, y una posterior, que se puede situar entre los siglos XIII y XIV, ya que demuestra el gran interés que suscitaron estos comentarios precisamente en la época de Dante.
Junto a los clásicos, las obras sobre derecho también juegan un papel importante, tanto dentro del studium franciscano como para la formación de Dante. Como prueba de ello, no es casualidad que el primer libro adquirido por la biblioteca del convento de Santa Croce en 1246, el Plut. 1 pecado 1, fuera el Decretum de Graciano, acompañado, en el manuscrito que lo transmite, de un comentario del siglo XIII.114 Graciano, monje de la Orden Camaldulense nacido entre Umbría y Toscana a finales del siglo X, es autor de la Concordia discordantium canonum, más tarde llamada Decretum Gratiani, monumental obra de recopilación y ordenación de las principales fuentes del derecho eclesiástico.115 El personaje de Graciano aparece entre los bienaventurados en el tercer canto de la Commedia: en el cielo del Sol, Tomás de Aquino muestra a Dante el alma del monje, cuyo esplendor (“fiammeggiare”) es la manifestación más clara de su bienaventuranza. Tomás añade que Graciano “l’uno e l’altro foro / aiutò sì che piace in paradiso”, o más bien “beneficiaba a los dos tribunales, a saber, el de la conciencia individual, que juzga según la ley de Dios, y el de los hombres, que tiene la capacidad de juzgar y castigar, sobre la base de las leyes humanas, los actos contrarios a la jurisdicción de la Iglesia, y su obra es muy apreciada en el reino de los bienaventurados”.116 Notoriamente, la ley juega un papel fundamental en el sistema de represalias sobre el que se funda el más allá de Dante; por eso mismo no son raros los ecos de la obra de Graciano en la Comedia. Por ejemplo, el pecado de los “cuñados” Paolo y Francesca, a la luz de lo que se lee en la Causa XXXV de la segunda parte del Decretum, es más grave en virtud del vínculo familiar existente entre los dos amantes.117 Después, en los primeros tercetos del canto XI del Inferno, se recuerda al papa hereje Anastasio II, que se dejó engañar por el diácono monofisita Fotino: la historia también se relata en el primer libro del Decretum Gratiani.118
Por supuesto, sólo un número muy reducido de códigos pertenecientes a la biblioteca del convento ha sobrevivido hasta el día de hoy, por lo que debemos suponer que Dante, en los años previos a su exilio, pudo haber tenido acceso a muchos otros libros, y no sólo a los guardados en Santa Croce, obviamente. Además, es muy probable que después de 1302 el poeta tuviera acceso a los libros de las bibliotecas privadas de los señores que lo acogieron. En De vulgari eloquentia, escrito precisamente después de la proscripción de Florencia, Dante ofrece una lista de rimadores condenados como “municipali”: Guittone d’Arezzo, Bonagiunta Orbicciani (a quien encontraremos de nuevo en el canto XXIV del Purgatorio), Galletto Pisano, Mino Mocati de Siena.119 Para poder juzgarlos, es muy probable que Alighieri los haya leído, como debió leer a aquellos autores que, en su opinión, habían llegado a la cima de la poesía en lengua vernácula, desde los poetas de la Escuela Siciliana hasta él mismo y sus amigos (Cavalcanti, Cino da Pistoia, etc.).120 En cuanto a los autores más cercanos cronológicamente y más contemporáneos a él, podemos imaginar que Alighieri los leyó en hojas sueltas que circulaban en la época o en antologías que no nos llegaron, mientras que para los autores de la generación anterior (desde los sicilianos hasta Bonagiunta) es probable que Dante tuviera a su disposición en el Vaticano a un manuscrito similar al 3793, el único que ha llegado hasta nosotros que nos transmitía, entre otras cosas, el Contrasto di Cielo d’Alcamo (Rosa fresca aulentissima) mencionado en De vulgari eloquentia.121
7. Conclusiones
Con este breve recorrido, espero haber podido dar una idea de la cantidad de información que aún hoy puede extraerse de las investigaciones sobre el patrimonio bibliográfico que circula en los años y lugares donde Dante vivió y estudió. Como ya he mencionado en parte, durante 2021, con motivo del séptimo centenario de la muerte del poeta, se dedicaron dos exposiciones a la biblioteca de Dante: la primera, titulada Dante e il suo tempo nelle biblioteche fiorentine, ofreció un original que permite a los visitantes admirar un rarísimo patrimonio bibliográfico de extraordinaria importancia cultural, compuesto por manuscritos y ediciones antiguas de las obras de Dante, que forman parte del preciado patrimonio bibliográfico del convento franciscano florentino de Santa Croce.122 La segunda, titulada “Biblioteca de Dante”, fue organizada por la Accademia dei Lincei en el Palacio Corsini de Roma, donde se exhibieron códices de la época de Dante que contenían todas las obras explícitamente mencionadas y presuntamente leídas por el Gran Poeta.123 Así, a pesar de la avaricia de la época, que dispersó sin piedad todo el acervo bibliográfico de Dante y, causando daños aún más graves, las copias autografiadas de sus obras, los esfuerzos de los estudiosos actuales permiten reconstruir, aunque todavía no en detalle, una imagen vívida de la biblioteca de Dante, al tiempo que nos permiten rastrear las fuentes que inspiraron la composición de sus obras.