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Convergencia
versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435
Convergencia vol.21 no.64 Toluca ene./abr. 2014
Reseñas
La construcción "natural" de la colectividad: similitudes y asimilación
Natural construction of community: resemblance and asimilation
Bruno Lutz-Bachère
Gabriel Tarde (2013), Las leyes sociales, Barcelona: Gedisa (Serie Teoría social), 175 pp. ISBN: 978-84-9784-263-1
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, brunolutz0l@yahoo.com.mx
La construcción "natural" de la colectividad: similitudes y asimilación
A principios del siglo XX, Tarde era uno de los más eminentes sociólogos europeos. Había escrito libros reeditados y traducidos en numerosos idiomas. Su explicación sociopsicológica del actuar individual había seducido a un amplio público por su afinidad con la hipnosis y el espiritismo entonces en boga. Fue condecorado con prestigiosas preseas. Pero su muerte ocurrida en 1904 sepultó también su obra. No hubo perennidad de sus ideas. Las leyes sociales fueron rápidamente relegadas en el museo de las curiosidades sociológicas.
Los posteriores intentos por rescatar algunos aspectos de la teoría tardeana, guiados a menudo por el interés de sus redescubridores por lo atípico y lo controversial, generaron pocos debates. Se tuvo que esperar a la década de 1960 para empezar a leer de nuevo el nombre de Gabriel Tarde. Deleuze, en Différence et répétition (1969), Edgar Morin, el sociólogo brasileño Eduardo Viana Vargas en su libro Antes Tarde do que nunca (2000), Laclau en La razón populista (2005), son algunos intelectuales que volvieron a nombrar al inventor de las famosas Leyes de imitación.
El autor del posfacio del libro aquí reseñado se refiere a este redescubrimiento como la búsqueda dispersa de una contra-sociología capaz de estudiar científicamente la constitución de una unidad, a partir de la coexistencia de microdiferencias entre los individuos. Este nuevo libro de la Serie Teoría social de la editorial española Gedisa permite ampliar el espectro de interpretación del mundo desde el campo de la sociología, poniendo a nuestro alcance una obra olvidada pero rica en ideas sugerentes.
En su prefacio apologético de Las leyes sociales, Bruno Latour se aboca en presentar a Gabriel Tarde como el precursor del Actor Network Theory (ANT). Tanto es el reconocimiento de Latour por Tarde que llega a invocarlo como su antepasado, viendo en las reflexiones dispersas del profesor del Colegio de Francia la definición de sus propios conceptos de "oligóptico", "visión global" y "sociedad plana".
Tal como lo hizo en su libro Changer de société (2006), el estudioso de la producción científica contemporánea reconoce dos aportes sociológicos fundamentales de Tarde: a) la división entre naturaleza y sociedad es irrelevante para comprender el mundo de las interacciones; b) la distinción micro/ macro reprime todo intento por comprender cómo la sociedad está siendo generada.
Pero para muchos, Tarde sigue estando sepultado en la historia de la sociología. Los manuales contemporáneos, en el mejor de los casos, le dedican unos cuantos párrafos. Con más frecuencia ni lo mencionan. Su pensamiento, otrora poderoso e influyente, fue rápidamente marginado en las orillas de una sociología que buscaba decididamente su emancipación de las ciencias de la naturaleza.
La perspectiva metafísica e incluso espiritualista de Tarde sigue siendo rechazada de manera unánime por los hacedores de las ciencias sociales, porque en la época moderna se cree que la inmaterialidad de nuestras sociedades debe tener siempre sus razones. Para muchos, la creencia y el deseo no son las fuerzas que motivan la integración social de los individuos: la unidad de lo colectivo no reside, como lo pretende Tarde, en esta combinatoria delimitación, innovación y adaptación, que hace el individuo social. Asimismo, el monadismo de Tarde no resistió a los embates del psicoanálisis y de la sociología neopositivista. Freud y Durkheim vencieron fácilmente a un Tarde, quien fue una eminencia aislada, un Tarde que desapareció a los 61 años de edad sin dejar escuela ni herederos.
Para el autor de Monadología y sociología, lo pequeño es lo más complejo. La sociedad reside en lo infinitamente pequeño. Tarde rechaza un tipo de subordinación sociedad/individuo o individuo/sociedad, ya que para él esta disputa de escalas es irrelevante: "Toda cosa es una sociedad", escribe el sabio francés y "Todo fenómeno es un hecho social". Al mismo tiempo, Durkheim plasmaba su célebre: "Hay que considerar los fenómenos sociales como hechos". En el primer caso, la afirmación esencialista del criminólogo pretende disolver la oposición de escala entre el conjunto y la unidad, al mismo tiempo que reifica toda interacción social: el cosmos en un átomo es objeto de estudio.
En cambio, para el autor de Las reglas del método, considerar los fenómenos como hechos es una estrategia hermenéutica, un "salto del espíritu" para buscar regularidades que de otra forma no podrían ser detectadas. Si bien ambos autores comparten esta voluntad de emancipar la sociología de las ciencias biológicas, mediante la afirmación de la concreción de un mundo social regido por sus propias leyes, difieren profundamente en cuanto a su interpretación de la relación individuo/sociedad.
Tarde rechaza tajantemente la idea de una dominación absolutista de la sociedad sobre los individuos como lo planteaba Durkheim. Lo singular es más coherente, lógico y complejo. Lo grande, hoy diríamos lo macro, no es más que la simplificación de un elemento de lo pequeño. En otros términos, según Tarde lo social es irreductible a un componente frágil. De allí el ríspido debate entre ambos intelectuales ocurrido en la última década del siglo XIX.
El autor de Las leyes sociales explica las semejanzas de conjunto por la acumulación de pequeñas acciones elementales: "Las semejanzas de masa se resolvieron en semejanzas de detalle" (p. 48). La sumatoria de las acciones infinitesimales de los individuos conforma el espíritu de una sociedad, el cual se viene transformando lentamente en el transcurso del tiempo. Detrás de esta idea, se encuentra la dimensión de la vida cotidiana retomada y desarrollada posteriormente por la etnomodología y la escuela de Chicago. Según Tarde existe una relación isomórfica entre los hábitos de los individuos y las pautas culturales de una nación: "La costumbre no es más que una herencia interior (así como la herencia no es más que una costumbre exteriorizada)" (p. 49). La explicación profunda de las regularidades de lo social reside en este incesante ir y venir entre el individuo y la sociedad.
El sociólogo habla de "linaje imitativo" para referirse a cadenas diferenciadas de asimilación y adaptación que se van propagando en la sociedad con una fuerza y velocidad propias. La coexistencia de estas transmisiones de un corpus de prácticas y discursos normalizados, como rizomas desplegándose por debajo de lo social para retomar una idea de Deleuze, permite múltiples formas de adaptación. Es el efecto integrador de las costumbres que destaca prioritariamente Tarde, para quien el acoplamiento lógico se suma a un proceso universal de adaptación incesante de los individuos y grupos para seguir siendo parte de la sociedad. "Un agregado cualquiera es un compuesto de seres conjuntamente adaptados, ya sea unos a otros o todos juntos a una función común. Agregado significa adaptado" (p. 107). Anticipando el estructural-funcionalismo de Talcott Parsons, esta idea del predominio de una fuerza integradora que promueve la armonía y equilibrio del conjunto, mediante la uniformización de las prácticas y deseos de los individuos, autoriza una visión pragmática de la acción social.
Al respecto, el monismo de Tarde incorpora el cosmos en una acción social elemental; esto se refleja en su rescate del verbo "tener", el "yo tengo" como hecho fundamental. Lo poseído y lo poseedor están dados a la vez como inseparables. Es la aceptación de las diferencias infinitas a partir de la validación de la similitud.
Tarde insiste en la interdependencia de los individuos; las ideas aisladas buscan conquistar el mundo mediante su libre propagación. Los genios introducen variaciones significativas que rápidamente se difunden y son absorbidas por el resto de la sociedad. Aunque Tarde no investiga las condiciones diferenciales del fenómeno de divulgación de las ideas y de las prácticas, su reflexión general sobre la historia de la ciencia fue un preámbulo a los trabajos de Latour, sobre la construcción científica del conocimiento a partir de la condensación de los pequeños aportes ajenos y los intereses personales de los investigadores.
Tarde propone unificar las ciencias sociales mediante la sustitución radical y definitiva de la alegoría como instrumento hermenéutico (característica ontológica de la metafísica), por la búsqueda de semejanzas y repeticiones interiores, es decir "comparaciones de este objeto consigo mismo considerado en sus ejemplares múltiples y bajo otros aspectos" (p. 66). El pensamiento revolucionario de Tarde se manifiesta precisamente cuando plantea la necesidad de adoptar una perspectiva de análisis fractal de lo social para descubrir el algoritmo que produce sus diferentes versiones, tal como Liebniz sentó las bases del cálculo infinitesimal. "Afirmar, como hice, que toda ciencia verdadera alcanza un dominio propio de repeticiones elementales, incontables e infinitesimales, es como afirmar que toda ciencia verdadera descansa sobre cualidades que le son específicas" (p. 55).
El profesor Gabriel Tarde asevera que ningún poeta "escribe un verso que no sea conforme a los hábitos o a la prosodia de su escuela y su misma originalidad está hecha de banalidades acumuladas y aspira a volverse, ella misma, banal" (p. 58). De esa forma, se deben entender a los inventores y artistas geniales a partir de las condiciones sociales de producción del conocimiento, ya que estos personajes se destacan por ser puentes entre un orden social del conocimiento y otro. Aseguran la transición entre una matriz normativa y otra. No son el cambio, sino agentes de cambio. No son novedad, sino introductores de pequeñas innovaciones. No son intelectuales marginados, sino vectores de un cambio uniformizador.
El destino social de un microcambio depende sobre todo de la fuerza opositora de otro microcambio. "La mayor traba a la expansión de una innovación social y su consolidación como costumbre tradicional es alguna otra innovación igualmente expansiva que la encuentre en su camino y que, para emplear una metáfora física, interfiere con ella" (p. 68). Para Gabriel Tarde el proceso histórico de rutinización del conocimiento banaliza las innovaciones en cuanto mejoran el estado productivo y material de la sociedad.
Una característica constante del hecho social es ser imitativo. Precisamente la materialidad repetible de la práctica social y científica permite la constitución de saberes institucionales. Existen invenciones patentadas y reconocidos inventores, pero el algoritmo social de la imitación posibilita siempre la masificación de las producciones materiales e inmateriales. Esta difusión fractal de un estilo de vida normalizado en las diferentes capas de la sociedad se da con pequeños cambios y ajustes, se adapta silenciosamente a las características de cada grupo, de cada persona.
Tarde habla de una "cascada de la imitación" de arriba hacia abajo de la escala social. Niega toda intencionalidad de un grupo superior por mantener su hegemonía cultural sobre los demás grupos: no hay lucha de clases para Tarde, sino luchas infinitesimales de los individuos para adaptarse al alma colectiva.
La relativa homogeneización de la interacción social entre una población heterogénea permite un diálogo unificador que posibilita esta misma imitación. La mayoría imita para vivir, y solamente una minoría vive de sus imitaciones. Según Gabriel Tarde, el diálogo es una comunicación entre imitados e imitadores, ya que existe cierto margen para aceptar total o parcialmente prácticas ajenas. La opinión pública es el espacio incluyente de narrativas cruzadas de ideas que permiten la existencia de un lento proceso de cambio social.
Ahora bien, el juez convertido en sociólogo mostró su temor hacia los movimientos contestatarios de masas de trabajadores que sacudían Francia y los demás países europeos. Huelguistas y manifestantes eran vistos por Tarde como individuos inferiores sometidos al dictado de sus pasiones, quienes encontraban en la impune propagación/ asimilación de conductas arriesgadas la posibilidad de ser parte de un cambio de sociedad.
La ausencia de control de este tipo de acción colectiva que desafiaba el orden establecido daba a lo impredecible un carácter eminentemente subversivo. De hecho, la multitud y la opinión pública han interesado a Tarde por su virtual peligrosidad. Para él, los movimientos de protesta de los trabajadores que pueden degenerar en cualquier momento, representan una amenaza para el orden social y el accionar del orden judicial. Encontrar leyes para explicar estos descontroles es abrir la posibilidad de anticiparlos y, por ende, neutralizarlos antes de ver estas conductas perjudiciales volverse una costumbre. Tarde, no hay que olvidar, fungió como director de la Estadística Judicial en la Tercera República de Francia. Fue ante todo un jurista preocupado por la preponderancia de la imitación en un mundo moderno, frágil e incierto.
Su coterráneo LeBon tuvo un mayor éxito en su explicación de la psicología de la multitud debido a la introducción del factor racial y clasista. En cambio, para el criminólogo decorado con la medalla de la Legión de Honor, las condiciones sociales de producción de las prácticas individuales constituyen un factor explicativo más pertinente que los elementos lingüísticos y raciales. Empero, Tarde asevera que:
Si los salvajes y los bárbaros discuten poco -lo que es una suerte, pues la mayoría de sus discusiones degeneraran en querellas y combates- es porque, por así decir, no hablan ni piensan. Dada la cantidad infinitamente pequeña de sus ideas, sorprende incluso que éstas choquen relativamente con mucha frecuencia, y pasma ver tan enfrentadas a personas que tienen tan pocos intereses diferentes (p. 98).
El autor de Las leyes sociales defiende la superioridad de la civilización occidental destacando el predominio del cambio sobre la competencia, de la conversación sobre la discusión, del internacionalismo sobre el militarismo. A pesar de criticar a Comte y Spencer, Tarde no abandona la idea de una evolución general -aunque multilineal- de las sociedades para conformar una sola humanidad pacífica y armoniosa. Al respecto, cabe señalar que su teoría se sumó a la larga lista de teorías que legitimaron el colonialismo en el sentido de que esta política de expansión territorial de Occidente dio a los pueblos atrasados la posibilidad de imitar a los individuos superiores y, por ende, asimilar los principios elementales de una modernidad virtuosa.
Tarde se inscribe dentro de una larga tradición de juristas que se dedicaron a construir una explicación sociológica del mundo de las acciones e interacciones. Después de Montesquieu y Tocqueville, vio en el orden judicial el espacio normativo de contención de las bajezas humanas. Gabriel Tarde rechazó el determinismo biológico de Lombroso para explicar la causa de la acción criminal.
Según el intelectual francés, antes de buscar el mecanismo que posibilita la ocurrencia y repetición de crímenes, es necesario revisar cómo las instituciones elaboran la noción misma de crimen y su tipificación. La idea de crimen es una construcción sociohistórica que responde a determinadas características culturales y morales. Lo que es condenado en un lugar es aceptado en otro; lo que desencadena en una época la fuerza coercitiva del Estado sobre los infractores, no opera en otra. El marco jurídico es, en suma, una estructura basada en postulados ideológicos, fruto de ese proceso subliminal y acéfalo de normalización del pensamiento.
Tarde no plantea la existencia de un pensamiento único tal como hoy se denota al neoliberalismo, por ejemplo, sino la del alma colectiva, que es un pensamiento compartido, alimentado y retroalimentado por la suma dinámica de lo que podemos denominar "pensamientos espejos". Los espíritus individuales son como espejos de lo colectivo y viceversa. Políticos, legisladores y jueces expresan a través de su quehacer profesional esta cohesión de los espíritus. Proceso invisible e inconsciente, la imitación entre las mónadas individuales y colectivas abarca también los tomadores de decisión.
Para Tarde, la noción de oposición es fundamental para explicar la dinámica perpetua de reproducción del orden social. Discierne lo reversible de lo irreversible, el primero dando un carácter temporal y de poco alcance a los hechos sociales; el segundo ilustra el carácter de perpetua inmutabilidad. La reversibilidad autoriza la destrucción y reconstrucción gracias a la articulación flexible de sus diferentes partes. Lo irreversible posee en sí un destino unívoco sometido al árbitro de la civilización. A esto Gabriel Tarde agrega las oposiciones de serie (evolución y contraevolución), oposiciones de grados (aumento y disminución), y oposiciones de signo (positivo/ negativo). Es un juego de influencias mutuas que va dibujando el orden social y el acomodo de los espíritus de una época. El sociólogo desplaza en el ámbito del deseo lo que aceptó de la ciencia de los astros.
Finalmente, esta nueva traducción al castellano de Las leyes sociales a más de un siglo después de su primera publicación en 1898, tiene la virtud de presentar a los lectores hispanohablantes contemporáneos un sociólogo que vio en la imitación no consciente de las microconductas de la vida cotidiana, el secreto del orden social así como su peligro latente.
Según el pensamiento de Tarde, la propagación de la moda y de los rumores, la difusión de nuevas tecnologías y hechos de lenguaje, la conducta errática de la opinión pública son manifestaciones del efecto uniformizador de las pequeñas diferencias entre los individuos. El criminólogo conservador de Sarlat destaca en su "obra sintética" aquí reseñada, la coevolución entre las prácticas colectivas y los principios normativos, recalcando el hecho de no confundir el uno con el otro. La relación entre prácticas y leyes es una relación imperfecta que busca una correspondencia ideal sin encontrarla jamás. Pensar lo social es, para Tarde, pensar la normalización de las conductas.
Información sobre el autor:
Bruno Lutz Bachére. Doctor en Ciencias Sociales y miembro del SNI nivel 1. Actualmente labora como profesor investigador titular en el Departamento de Relaciones Sociales de la UAM-Xochimilco. Líneas de investigación: el proceso de civilización del campesinado; estrategias de control del cuerpo de la población rural; programas de desarrollo rural y social. Publicaciones recientes: "Ley y orden en el proceso de civilización. Caso de los indígenas rarámuris", en Iberoforum, año VII, núm. 13, México: UIA (2012); y "El rumor del nopal chino en México: construcción institucional y efectos sociales de informaciones falsas", en Comunicación y Sociedad, núm. 17, enero-junio, Guadalajara, México (2012).