Introducción
Con la popularización de Internet se ha incrementado el interés, entre las ciencias sociales, por el estudio de las formas en las que los jóvenes acceden a la información e interaccionan o se ven afectados por los espacios y contenidos que consultan (Sánchez-Navarro y Aranda, 2011) . Estos estudios no sólo destacan el papel que las diferentes fuentes de noticias siguen jugando en la configuración de la opinión pública, sino también sobre la necesidad de profundizar en el conocimiento de los nuevos patrones de consumo y uso de la información por parte de las audiencias, especialmente de los jóvenes (McWhorter, 2019) .
Cabría preguntarse por qué son los jóvenes y no otro grupo de edad los que suscitan un mayor interés a la hora de estudiar los usos de Internet en general y, con fines informativos, en particular. Entre las razones destaca, por un lado, tal y como señalan autores como Livingstone (2002) o Morduchowicz (2018) , el hecho de que los jóvenes se sitúan en un momento vital caracterizado por la construcción y negociación de identidades, relaciones sociales y significados culturales. En consecuencia, existe un especial interés en analizar la influencia de las diferentes formas de comunicación, y en especial de la comunicación digital, en estos procesos.
Por otro lado, es la población joven la que hace un mayor uso de las tecnologías digitales, constituyéndose en los “principales usuarios y prosumidores del universo online” (García Galera et al., 2017: 128). Por ejemplo, en el contexto español, según datos de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC, 2018), son los jóvenes de entre 20 y 34 años los que en mayor medida utilizan Internet, con un porcentaje de penetración de 93%. De hecho, se han popularizado términos como el de “generación digital” (Rubio-Gil, 2010) , “net generation” (Tapscott, 1998) o “generación interactiva” (Bringué y Sádaba, 2008) , para definir al colectivo de jóvenes en función de su relación cotidiana con la tecnología digital (Buckingham, 2013) .
Sin embargo, numerosos autores critican estos conceptos por suponer una excesiva homogeneización de los jóvenes, desatendiendo las diferencias entre los mismos (Buckingham, 2011 y 2013). En sus estudios se destaca la permanencia de desigualdades asociadas al género, nivel educativo, clase social, etcétera, tanto en términos de acceso y uso de tecnologías digitales (Mariën y Prodnik, 2014; Gonzales, 2016) , como, sobre todo, en las diferentes formas de utilizar estas tecnologías (segundo nivel de la brecha digital) (Calderón, 2019; Correa, 2016) . Frente a calificativos como el de “nativos digitales” (Prensky, 2001) , que implica dar por sentada la alfabetización digital de los jóvenes y una especie de “sabiduría natural para el uso de los nuevos medios” (Gordo et al., 2018: 37) , se plantea la necesidad de desarrollar nuevos estudios empíricos que recojan información detallada sobre las formas en que los jóvenes, realmente, usan las tecnologías (Buckingham, 2013).
Al reconocer la diversidad entre los jóvenes, en esta investigación se ha optado por seleccionar, como población objeto de estudio, a un colectivo que, a priori, se ubica en una situación privilegiada en relación con la brecha digital. Así, se ha tomado como universo a los estudiantes matriculados en los grados de Sociología y de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad de Alicante (España), en el curso académico 2017-2018. Por un lado, sus edades los sitúan entre los principales usuarios de Internet. Por otro, se trata de estudiantes matriculados en carreras que, en principio, pueden conllevar un especial interés por los procesos sociales y por los diferentes medios de comunicación. En todo caso, en este artículo se expone un estudio descriptivo, no representativo de la población joven universitaria, pero que nos puede aproximar a un grupo de jóvenes especialmente propenso al uso de Internet y a la búsqueda de información sobre su contexto social o comunicativo.
A partir de las investigaciones previas, el presente artículo tiene por objetivo conocer cómo es el consumo de información de la muestra seleccionada de estudiantes universitarios. En concreto, se atiende a sus preferencias en cuanto a fuentes y contenidos, a sus percepciones sobre las diferentes fuentes de información y a la forma en que interactúan con estos contenidos. Los datos analizados permiten comparar los distintos recursos informativos que ofrece Internet (páginas web, redes sociales, medios digitales), así como atender a su uso y consideración respecto a los medios tradicionales (televisión, radio, prensa en papel).
Como hipótesis de investigación, y tal como han observado otros estudios (Kohut et al., 2012; Newman et al., 2019) , se prevé una preferencia por el uso de medios digitales y, sobre todo, redes sociales, sin que ello suponga la desaparición, en el repertorio mediático de la muestra, de medios tradicionales como la televisión (Lago-Vázquez et al., 2016; Strömbäck et al., 2018). También esperamos encontrar una desconfianza generalizada hacia las diferentes fuentes de información, y una escasa interacción en Internet con los contenidos que pueden relacionarse con temas económicos y políticos, al igual que han mostrado estudios recientes sobre la espiral del silencio aplicada al espacio virtual (Bäck et al., 2019) .
El consumo de información por parte de los jóvenes: su preferencia por el contexto online
Actualmente asistimos a una transformación del ecosistema mediático, marcada por el creciente protagonismo del entorno digital que repercute tanto en la forma de generar noticias como en la forma de consumirlas. Fernández-Planells (2015) destaca cuatro características fundamentales de este nuevo ecosistema: hiperconectividad, información social, deslocalización y multipantalla. Si bien las organizaciones de medios de comunicación producen la mayor parte de las noticias que consumimos (Domingo et al., 2015) , éstas han perdido el monopolio informativo: “[the] society is moving from a traditional news cycle dominated by journalism professionals to a more complex information cycle that incorporates ordinary people within the process” (Bergström y Belfrage, 2018: 583).
En concreto, la comunidad científica se ha interesado, de modo especial, por los cambios en el consumo informativo de los jóvenes a raíz del uso masivo de Internet (Sánchez-Navarro y Aranda, 2011) . Se han observado distintos procesos como la tendencia hacia un modelo móvil y social (Calderón, 2019; Yuste, 2015) . En esta línea, Fernández-Planells (2015: 376-377) , a partir de datos referidos a España y Hong Kong, subraya la consolidación de los dispositivos móviles como pantallas de acceso a la información: “El teléfono móvil pasa de ser el cuarto dispositivo para consultar información en el 2011 a ser el primero en el 2014 [...]. Por el contrario, decrece el uso de la televisión, el ordenador de sobremesa y especialmente el portátil”.
De igual manera, destaca la predilección de los jóvenes por el consumo informativo en el espacio online(Kang, 2009) . La prensa digital, las páginas web y, sobre todo, las redes sociales (Boczkowski et al., 2018; Casero-Ripollés, 2012; Catalina-García et al., 2015; Condeza et al., 2014; Elvestad et al., 2018; García Avilés et al., 2014; García Jiménez et al., 2018; Hermida et al., 2012) se convierten en sus principales fuentes de información (Aramburú y López, 2018; Holt et al., 2013; Newman et al., 2016; Silveira y Amaral, 2018) . Con diferente ordenación según las distintas investigaciones realizadas en diversos contextos, redes sociales como Facebook, Youtube, Instagram, Twitter y Snapchat se constituyen en recursos fundamentales para obtener información (Bergström y Belfrage, 2018; Elvestad et al., 2018; Holt et al., 2013; Newman et al., 2019; Silveira y Amaral, 2018). Ahora bien, a pesar de este protagonismo del espacio online, distintos estudios señalan que un medio tradicional como es la televisión sigue siendo ampliamente consumido con fines informativos por los jóvenes (Catalina-García et al., 2015; Catalina-García et al., 2017; Iglesias-García y González-Díaz, 2012) . Martínez Costa et al. (2019: 26) concluyen que se trata de “una generación que abraza lo digital sin abandonar lo tradicional”.
Un ámbito especialmente investigado, pero objeto de controversia por la disparidad de resultados, es el relativo a la percepción de credibilidad por parte de los jóvenes de los contenidos informativos que consumen a través de Internet (García Jiménez et al., 2018) . Algunas investigaciones destacan el alto grado de credibilidad que los jóvenes dan a las noticias online(Catalina-García et al., 2015) . Incluso las noticias difundidas por la redes sociales alcanzan un nivel aceptable de credibilidad, según la investigación de García Avilés et al. (2014) , sustentada en la posibilidad que ofrecen estas redes para el diálogo.
Sin embargo, otros estudios —como los de Elvestad et al. (2018) — sitúan a las redes sociales como la fuente de menor credibilidad frente a los medios tradicionales en general, o la prensa escrita en particular —como las investigaciones de Aramburú y López (2018) —. Estos autores destacan la paradoja de que la prensa escrita sea percibida como el medio más creíble aun siendo el menos consumido. Otros estudios analizan aquellos aspectos que incrementan la percepción de fiabilidad por parte de los jóvenes, al margen del soporte mediático.
Por ejemplo, García Galera et al. (2017), en una investigación con universitarios en el contexto español, muestran que estos jóvenes consideraban como más fiables las noticias provenientes de medios de comunicación generalistas y de organismos oficiales, como ministerios o universidades. Por su parte, sobre los aspectos que hacen creíble las noticias en el espacio online, Kang (2009) observó la relevancia de características como la percepción de honestidad o veracidad, frente a otras como la objetividad o la imparcialidad.
Al margen de la credibilidad, aspectos como la rapidez e inmediatez hacen especialmente atractiva, para los jóvenes, la consulta de noticias en el espacio online(García Galera et al., 2017). A estas características se suman otras como la disponibilidad, la facilidad para acceder a la información y la actualización constante (García Jiménez et al., 2018; Gangadharbatla et al., 2014; Kang, 2009; Costera, 2007) . Igualmente, aspectos como el bajo coste o, incluso, la gratuidad son tomados en cuenta a la hora de optar por el consumo de noticias en Internet frente a las difundidas en medios tradicionales (Boczkowski et al., 2018; Casero-Ripollés, 2012; Cherian y Jacob, 2012) .
Respecto al interés que tienen los jóvenes por las noticias, aunque algunos estudios muestran que consumen menos contenidos informativos que el resto de segmentos de edad adulta (Pew Research Center, 2012), diversas investigaciones destacan una actitud positiva por parte de esta población y una considerable disposición a estar informados (Casero-Ripolles, 2012; Costera, 2007) . Sin embargo, no todos los temas tienen el mismo grado de interés para la población joven en su consulta de noticias, en especial en el contexto online.
Catalina-García et al. (2017) señalan la preferencia de los jóvenes universitarios españoles por la consulta de información relativa a las temáticas de sociedad y política. Otro tipo de temáticas como economía, deportes, ciencia-tecnología y medio ambiente varían en porcentaje según la ideología de los encuestados. Estos resultados parecen diferir de los obtenidos por Silveira y Amaral (2018) y Aramburú y López (2018) , quienes sitúan el mayor interés en noticias sobre cultura, seguidas por las noticias de sociedad e internacionales. De acuerdo con Silveira y Amaral (2018), las noticias que concentran un menor interés (por orden decreciente) son nacional, deporte y política.
Facilitado por la migración hacia dispositivos móviles, la consulta de espacios online y el protagonismo de las redes sociales, los jóvenes tienden a adoptar un modo de consumo informacional rápido e incidental (García Jiménez et al., 2018). Como observan Martínez Costa et al. (2019: 20), la utilización del teléfono móvil facilita acceder a la información en diferentes momentos del día, “a veces de manera casi inconsciente o sin un propósito definido”, al mismo tiempo que se realizan otras actividades, “en un nicho de tiempo vetado normalmente a los medios tradicionales: los diferentes intersticios que hay entre las rutinas diarias”.
En este marco, algunos autores como García Jiménez et al. (2018) y McWhorter (2019) hablan de un modelo de consumo incidental, para caracterizar el comportamiento predominante de los jóvenes en el espacio online a la hora de adquirir información: reciben una noticia, sobre todo a través de una red social y un dispositivo móvil, pero sin una búsqueda directa y dedicando un tiempo limitado a su lectura o a la interacción con la fuente periodística para profundizar en el contenido. Estos planteamientos ponen de manifiesto que si bien los jóvenes están permanentemente conectados, realizan un limitado ejercicio proactivo de búsqueda de información; de forma que, en gran medida, es el contacto incidental con las noticias el que les proporciona información que de otro modo no habrían obtenido (Boczkowski et al., 2018; Bergström y Belfrage; 2018).
Metodología
Desde una perspectiva cuantitativa, se ha planificado y desarrollado un diseño de investigación descriptivo. Para ello, se ha utilizado, como técnica de producción de datos primarios, la encuesta, siendo el modo de aplicación adoptado el cuestionario autoadministrado. La principal razón para seleccionar esta técnica es que permite producir datos a partir de un elevado número de variables a contrastar entre una elevada muestra de individuos. Además, frente a otros modos de aplicación, la modalidad elegida tiene una serie de ventajas: menor coste, facilidad de acceso a la población de estudio, rapidez en la obtención de datos y mayor disponibilidad de tiempo para reflexionar y responder a las preguntas (Webster, 1997) .
La no intervención directa de los encuestadores también elimina los posibles sesgos por su influencia e implica una mayor garantía de anonimato, que ayuda a los entrevistados a expresar respuestas menos aceptadas socialmente (Díaz de Rada, 2012; Kreuter et al., 2008) . Con el fin de optimizar la tasa de respuesta, es recomendable que el cuestionario autoadministrado tenga una duración breve (Baatard, 2012; Díaz de Rada, 2012), requisito que se cumple en nuestro caso, ya que el cuestionario ha sido diseñado para ser cumplimentado en un intervalo de tiempo inferior a veinte minutos.
Respecto a la población objeto de estudio, se ha tomado como universo a los estudiantes matriculados en los grados de Sociología y de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad de Alicante (España), en el curso académico 2017-2018. La selección de este segmento poblacional está motivada por el hecho de que, por un lado, sus edades los sitúan entre los principales usuarios de Internet (AIMC, 2018); y, por otro, las titulaciones que cursan son las que, en la Universidad de Alicante, tienen más carga curricular en torno al análisis de los medios de comunicación y la sociedad de la información.1 Sin duda, los resultados obtenidos no son extrapolables a la totalidad de los jóvenes universitarios, pero sí nos permiten obtener datos sobre un grupo de población, a priori, privilegiado en la utilización de Internet y en la búsqueda y uso de información sobre su contexto social y comunicativo.
Una vez delimitado el universo poblacional, se han seguido varias fases para seleccionar las unidades muestrales finales. En primer lugar, se ha tomado a los grupos de clase de las titulaciones estudiadas como conglomerados por la heterogeneidad de su composición interna, que se reproduce de manera similar en todos ellos. En seguida se ha diseñado un muestreo aleatorio estratificado de grupos de clase. Este tipo de muestreo permite asegurar la representatividad de determinadas variables (Wimmer y Dominick, 2006) . En nuestro caso se ha procedido a tomar como variables de estratificación la titulación (Grado de Publicidad y RRPP y Grado de Sociología) y la etapa del grado en la que se encuentra el estudiante (etapa 1: primer y segundo curso, etapa 2: tercer y cuarto curso).
Después, debido a que el número de conglomerados (grupos de clase) en ambas titulaciones es desigual, 18 para el grado de Publicidad y Relaciones Públicas y cuatro para el grado de Sociología, se ha aplicado una afijación simple, la cual permite la igual representación de los estratos en la muestra (Cea, 2001) . El resultado es una muestra compuesta por un total de cuatro grupos de clase, uno por titulación y etapa, respectivamente. El último paso del procedimiento muestral ha supuesto acudir a las aulas de los grupos seleccionados de forma aleatoria y entrevistar a la totalidad de sus integrantes. El tamaño de la muestra final es de 168 estudiantes encuestados, y el trabajo de campo fue realizado entre el 15 y el 19 de mayo de 2018.
El cuestionario diseñado incluye un total de 85 variables. Para su confección se han tomado como referencia ítems de cuestionarios cuya fiabilidad está contrastada y que han sido utilizados por entidades de prestigio como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el Instituto Nacional de Estadística (INE) y la Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC). En concreto, las preguntas tomadas como referencia proceden de los estudios 2981 (2013) y 3159 (2016) del CIS, de la Encuesta de Equipamiento de Hogares del INE (2016) y de la Encuesta de Medios de la AIMC (2017).
Los ítems del cuestionario han sido estructurados a partir de dos bloques temáticos principales:
Acceso y uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación: frecuencia de conexión a Internet, dispositivo/s de conexión, utilización de redes sociales, uso de Internet para actividades relacionadas con la comunicación y/o la información.
Uso y preferencias mediáticas en relación con el consumo de noticias: interés por las noticias según temáticas, grado de interactividad con estas noticias, medios preferidos para informarse y grado de confianza en las diferentes fuentes de información.
El cuestionario incluía un tercer bloque relativo a cuestiones de participación social y comportamiento político, que respondía a los objetivos más amplios del proyecto en el que se enmarca el presente artículo. El resto de preguntas hacen referencia a las variables de control analítico e instrumental.
Resultados
La totalidad de los estudiantes encuestados se conecta varias veces al día a Internet y, en lo referido al acceso a dispositivos tecnológicos, se observa que la mayoría dispone tanto de smartphone (98.8%) como de ordenador portátil (97%). Estos datos permiten contextualizar el resto de resultados, a la vez que revelan una clara ausencia de brecha digital infraestructural entre el colectivo objeto de estudio. Por otra parte, respecto a la frecuencia de uso de Internet, se observa que la totalidad de los integrantes de la muestra se conecta varias veces al día, siendo el smartphone y el ordenador portátil los dispositivos más utilizados, tal y como señalan 99.4% y 95.8% de los encuestados, respectivamente. Frente a estos dos dispositivos móviles, el ordenador de sobremesa sólo es utilizado para conectarse a Internet por 39.3% de los estudiantes consultados.
Por otra parte (véase Gráfico 1 2), también cabe destacar el hecho de que la totalidad de los estudiantes ha utilizado Internet para “Recibir o enviar correos electrónicos” (100%) y casi todos ellos para llevar a cabo actividades como: “Escuchar o descargar música” (99.4%), “Participar en redes sociales” (96.4%), “Ver o descargar vídeos” (94%) o “Buscar información sobre bienes o servicios” (92.9%). De especial interés para los objetivos de la presente investigación es el alto porcentaje (94%) de estudiantes que afirman usar Internet para “Leer noticias, periódicos o revistas de actualidad online”.
La práctica totalidad de los estudiantes consultados participa en medios sociales (véase Tabla 1), siendo WhatsApp la aplicación social generalista más utilizada (96.4%). Si se define a WhatsApp como una aplicación de mensajería instantánea, y no tanto como una red social al uso, la red social más utilizada sería Instagram (86.9%), seguida de YouTube (84.5%), Facebook (82.1%) y Twitter (47%). Ahora bien, si atendemos a la variable género, Facebook supera en uso al resto de redes sociales entre las mujeres (90.9% de las mujeres encuestadas afirma utilizar habitualmente Facebook frente a 70.1% de los hombres). Otras aplicaciones sociales como LinkedIn, Telegram, Snapchat o Pinterest son ocupadas por escasos porcentajes de la población estudiada.
El amplio uso de las redes sociales obliga a tener en cuenta su papel como potenciales vehículos de información. En este sentido, son las redes sociales el medio preferido por los estudiantes encuestados a la hora de mantenerse informados (79.8%), seguidas por los periódicos digitales (75.6%) y la televisión (69.6%) (véase Gráfico 2). Destaca el hecho de que medios tradicionales, antaño hegemónicos, como la radio, los periódicos en papel y las revistas son los preferidos sólo para una minoría. Aun así, otro medio tradicional como es la televisión sigue manteniéndose como una de las principales fuentes de información.
Sin embargo, al analizar el grado de confianza que depositan los estudiantes en los diferentes medios de comunicación (véase Gráfico 3), se aprecia que dos de los medios menos preferidos para informarse: la radio y la prensa escrita, se sitúan entre aquellos que consideran de mayor confianza (ambos con una media superior a 5 sobre una puntuación de 0 a 10, donde “0” significa “no confío en absoluto” y “10” que “confío totalmente”). La prensa digital, uno de los medios que prefieren utilizar para informarse, es el que obtiene la mejor puntuación en cuanto a confianza se refiere (puntuación en la media superior a 5). Los otros dos medios preferidos por los estudiantes, redes sociales y televisión, son calificados como de menor confianza, obteniendo una media inferior a 5 sobre 10. En todo caso, se puede hablar de una desconfianza generalizada en los medios de comunicación, ya que en ningún caso la media supera el 6 sobre 10.
Por otra parte, una de las cuestiones más relevantes para nuestro estudio es conocer qué tipo de noticias son las que más interesan a los estudiantes universitarios y en qué medida (véase Gráfico 4). Los datos analizados muestran que las noticias relacionadas con “universidad/estudios” y “cultura” son las consideradas de mayor interés por la mayoría, siendo muy o bastante interesantes para 86.8% y 83.9%, respectivamente. En el sentido contrario, los temas que despiertan un menor interés son “política” (interesante para 52.7%) y “deportes” (33.3%). Atendiendo al interés por las noticias en función del género, únicamente las de deportes muestran diferencias significativas: a casi la mitad de los hombres (49%) le interesa este tipo de noticias, mientras que sólo 22% de las mujeres muestra interés por ellas.
Además de conocer el mayor o menor interés que tienen los estudiantes por las diferentes temáticas de noticias, nuestra encuesta también permite conocer en qué medida los encuestados comentan, comparten y, en definitiva, interactúan con los diferentes tipos de noticias en sus redes sociales (véase Gráfico 5). Se observa que el dato más destacable es que la mayoría de los estudiantes interactúa poco o nada en sus redes sociales con las noticias de actualidad, independientemente del tema que traten, a excepción de las noticias de “cultura” y “universidad/estudios”. Respecto a estos dos casos, en torno a 58% y 52% de los estudiantes, respectivamente, interactúa mucho o bastante en sus redes sociales.
Discusión
Según los resultados obtenidos, la práctica totalidad de los estudiantes encuestados accede varias veces al día a Internet para consultar correos, descargar música y visitar redes sociales. El acceso se produce, fundamentalmente, mediante dispositivos móviles como smartphones y ordenadores portátiles. Este fenómeno también se observa en otras investigaciones (Fernández-Planells, 2015) y se enmarca dentro de lo que Steve Jobs no dudó en denominar “la era post-PC”, que se trata de “un término sonoro para ilustrar la orientación de la informática de consumo hacia dispositivos más pequeños, veloces y polivalentes cuyo uso gira en torno a la disponibilidad ubicua de contenido y comunicaciones” (Aguado y Navarro, 2013: 60-61) .
Nuestro estudio también evidencia que la mayoría (94%) de los encuestados utiliza Internet como fuente de información, es decir, para leer “noticias, revistas o periódicos”, coincidiendo así con los resultados de investigaciones como la de Catalina et al. (2015). Sin embargo, estos datos contrastan con los obtenidos en estudios previos llevados a cabo entre estudiantes de la propia Universidad de Alicante.
Mientras que Martínez-Gras (2005) destacaba que tan sólo 57.4% de los estudiantes consultaban noticias a través de Internet; Iglesias-García y González-Díaz (2012) ponían de manifiesto que los estudiantes hacían un uso de Internet motivado, casi exclusivamente, por razones de ocio y entretenimiento. Siete años separan esta última investigación de la presente y parece que las preferencias en el uso y la gratificación del medio online se han ampliado. Así, se pone de manifiesto la importancia que los jóvenes otorgan a Internet para estar informados, más allá de los aspectos lúdicos que les puedan reportar.
De hecho, respecto al medio más utilizado para informarse, y como también han mostrado otras investigaciones (McWhorter, 2019) , el protagonismo, en el caso de nuestros encuestados, lo tiene Internet y sus diferentes herramientas. En primer lugar, como fuente principal de información, se sitúan las redes sociales, en consonancia con los resultados de numerosos estudios previos (Boczkowski et al., 2018; Casero-Ripollés, 2012; Catalina-García et al., 2015; Condeza et al., 2014; Elvestad et al., 2018; García Avilés et al., 2014; García Jiménez et al., 2018) . En segundo lugar, se ubican los periódicos digitales, como también señalan en su investigación Silveira y Amaral (2018) .
Nuestros datos también destacan la permanencia de un medio tradicional como es la televisión entre las fuentes de información preferidas por los estudiantes entrevistados. De esta forma, en coherencia con los resultados obtenidos en otras investigaciones (Catalina-García et al., 2015, Catalina-García et al., 2017; McWhorter, 2019) , puede hablarse de una convivencia, en el consumo informativo, de medios digitales y tradicionales. Lago-Vázquez et al. (2016) también redundan en esta idea y plantean que los millennials (jóvenes nacidos entre 1985 y 2000) usan la televisión como medio preferido para informarse de cuestiones políticas. Sin embargo, el consumo a través de distintos dispositivos o en diferido va ganando cada vez más peso, sumado al complemento de las redes sociales que aporta valor añadido a través de opiniones y contenidos propios de los usuarios.
Por otra parte, los jóvenes encuestados parecen disociar la preferencia por determinados medios del grado de confianza que les inspiran. Así, nuestro estudio, coincidiendo con los resultados de Elvestad et al. (2018) y Gangadharbatla et al. (2014) , muestra cómo las redes sociales, aun siendo calificadas de poco fiables, son el medio preferido para informarse. Esta baja credibilidad se enlaza con los resultados de otras investigaciones, que sitúan aspectos como la rapidez, la facilidad de acceso, la disponibilidad o la brevedad del contenido informativo, como las principales ventajas de las redes sociales frente a otras fuentes de información (Boczkowski et al., 2018; Casero-Ripollés, 2012; Costera, 2007; Gangadharbatla et al., 2014; García Galera et al., 2017; García Jiménez et al., 2018; Kang, 2009) .
Sin embargo, sí se observa cierta coherencia respecto al segundo medio más utilizado por los jóvenes encuestados para informarse: la prensa digital, que goza de mayor credibilidad, situándose por delante de medios tradicionales como la prensa escrita y la radio. De hecho, Elvestad et al. (2018) plantean que una de las principales motivaciones para buscar información en fuentes alternativas es la falta de confianza en los medios tradicionales, a raíz de aspectos como su marcada línea editorial o la homogeneidad de contenidos.
Ahora bien, los datos recogidos permiten destacar un último rasgo entre la población encuestada, como es la generalizada falta de confianza en las distintas fuentes de información, que, en el mejor de lo casos, alcanza una valoración media de 5.96 sobre 10. En este sentido, algunos investigadores señalan la actitud crítica hacia los medios como un componente crucial de la alfabetización mediática de los públicos (McWhorter, 2019). Prior (2007) refuerza esta idea indicando que, fruto del nuevo entorno mediático, se utilizan fuentes en las que no se confía necesariamente. Tanto es así que muchos jóvenes saben que hay numerosas fuentes disponibles que pueden tratar una noticia de diversas formas, pero asumen como excesivo el coste de contrastar con ellas la información que reciben (Edgerly, 2017) .
Respecto a la interacción con los diferentes contenidos informativos, se evidencia que gran parte de los jóvenes encuestados interacciona (likes, comentar o compartir) poco o nada con las noticias a través de sus redes sociales. Esta interacción es más alta en el caso de temáticas relativas a cultura o universidad /estudios, pero especialmente baja cuando se trata de noticias sobre deportes, política y economía. Estos resultados parecen respaldar las investigaciones que, partiendo de teorías como la espiral del silencio, observan que los usuarios de las redes sociales suelen evitar temas políticos o conflictos en sus publicaciones (Bäck et al., 2019) .
Precisamente, son las noticias relativas a universidad/estudios o cultura las que resultan más interesantes para los miembros de la muestra. En concreto, el interés por la temática cultural coincide con los resultados obtenidos en otras investigaciones, como las elaboradas por Silveira y Amaral (2018) y Aramburú y López (2018) . Sin embargo, el desinterés que muestran nuestros encuestados hacia noticias relacionadas con el ámbito político difiere de otros estudios, como el de Catalina-García et al. (2017) , en el que temas como sociedad y política son los más consultados. Finalmente, nuestros resultados coinciden con los obtenidos por Catalina-García et al. (2015), al observar diferencias de género en la preferencia por noticias sobre deporte, que cuentan con un mayor interés por parte de los hombres.
Conclusiones
La preferencia por el uso de medios digitales y, sobre todo, de redes sociales, sin que desaparezca la utilización de medios tradicionales como la televisión, que muestran los resultados de este trabajo, permiten corroborar una de nuestras hipótesis de partida. De igual manera, se ha podido demostrar la existencia, entre los componentes de la muestra, de una desconfianza generalizada hacia las diferentes fuentes de información. A este resultado hay que sumarle que el medio más utilizado para informarse, las redes sociales, es precisamente al que menos credibilidad otorgan. Por otro lado, en esta investigación también se partía de la hipótesis de que los jóvenes de la muestra interaccionarían escasamente en sus redes sociales con contenidos informativos relativos a economía y política. Los datos obtenidos también permiten corroborar la hipótesis planteada.
Con estos resultados, futuros trabajos deberán ahondar en las causas de la falta de credibilidad y de las razones para acudir a unas u otras fuentes de información, ya que es paradójico que los jóvenes se informen, en especial, a través del recurso de las redes sociales, por las que no sienten confianza. Por otra parte, es necesario también profundizar en el estudio de la posible relación entre la desconfianza en las diferentes fuentes de información y el grado de alfabetización mediática, así como las prácticas que desarrollan los jóvenes para seleccionar, atender y evaluar los contenidos informativos.
En este sentido, aunque los componentes de nuestra muestra se sitúan en una posición privilegiada en cuanto a acceso a las tecnologías y frecuencia de uso, es esencial considerar la inclusión digital como un concepto más complejo y multifacético que implica habilidades añadidas (Correa, 2016) . De esta forma, nos encontramos con unos jóvenes críticos con las fuentes de información y asiduos a la prensa digital (es decir, con un consumo aparentemente activo de noticias), pero cuya alfabetización mediática deberá ser analizada en otras investigaciones.
Así, han de examinarse sus conocimientos en torno a aspectos como las fake news, quién/quiénes son los propietarios de las fuentes de información y sus intereses, el poder de marcar “agenda” que tienen los medios, etcétera. Cabe señalar que diversos estudios destacan la incesante y masiva información que provee Internet, y la dificultad que entraña su selección y evaluación (Schmitt et al., 2017) . Otros autores utilizan el término “infoxicación” (Cornella, 2000) , en referencia a la sobrecarga de información que reciben los usuarios, en especial de Internet en todas sus formas. En este contexto, es necesario incidir en investigaciones que se materialicen en propuestas educativas, que, conscientes de las preferencias y usos de los jóvenes, ofrezcan herramientas para incrementar su alfabetización mediática.
La principal limitación de este estudio es haberse centrado en un colectivo muy concreto de jóvenes, estudiantes universitarios de dos carreras específicas y de una universidad concreta. Sin embargo, con ello, se ha pretendido ofrecer información, al campo de estudio, a partir de una muestra particularmente privilegiada en términos de acceso a la información y de conocimiento sobre los procesos sociales. En este sentido, siguiendo a autores como Buckingham (2011 y 2013) que critican la tendencia a homogeneizar a los jóvenes, se requieren nuevas investigaciones que aporten información empírica sobre las estrategias de gestión de la información que desarrolla la población juvenil, atendiendo a las posibles diferencias al interior de este colectivo.