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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ  no.34 México jul./dic. 2010

 

Reseñas

 

María Inés Barbero y Raúl Jacob (eds.), La nueva historia de empresas en América Latina y España

 

Nuria Puig

 

Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2008, 195 pp.

 

Universidad Complutense de Madrid

 

Pocas disciplinas académicas se han visto tan afectadas por la globalización económica como la historia de empresas. No sólo por el importante papel que el mercado y la empresa han adquirido en el análisis económico, sino también por el auge de las instituciones del management y por la rehabilitación social del empresario en todo el mundo. Estos tres hechos han mejorado de forma significativa el entorno material e intelectual en el que los historiadores de empresa desarrollan su trabajo. Pero, además, la revolución de las tecnologías de información y comunicación ha facilitado la integración internacional de los historiadores, ampliando el horizonte de su investigación y rompiendo en muchos casos con una tradición secular de aislamiento. Y estas dos grandes transformaciones han tenido lugar en un periodo apasionante, marcado por la difusión de la obra de Alfred D. Chandler fuera de Estados Unidos, por la puesta a prueba de la universalidad del modelo chandleriano y por la búsqueda de un nuevo paradigma en la historia de empresas.

Es un buen momento, así, para hacer un balance de la nueva historia de empresas en América Latina y España. Una disciplina en expansión que María Inés Barbero y Raúl Jacob presentan acertadamente en el libro que reseñamos como tributaria de la globalización, y que analizan con el concurso de otros cinco reputados especialistas (Javier Vidal, Armando Dalla Costa, Carlos Dávila, Beatriz Rodríguez Satizábal y Carlos Marichal). En el volumen se da cuenta de la evolución de las condiciones institucionales y de la producción historiográfica de este campo del saber en seis países (España, Argentina, Brasil, Colombia, México y Uruguay). Nótese que el libro se sitúa en la tradición inaugurada por Carlos Dávila en 1996, y que su publicación coincide con la de un número especial de Business History Review (vol. 82, núm. 3) editado por Aldo Musacchio y dedicado a América Latina. Adelantemos que el libro que nos ocupa es oportuno, informativo, reflexivo y, como se verá más adelante, constructivo.

El volumen se abre con una excelente introducción, que sirve a los editores para explicar la génesis del proyecto (una mesa redonda en el Primer Congreso Latinoamericano de Historia Económica, celebrado en Montevideo en diciembre de 2007), justificar algunas de sus principales carencias (la ausencia de países tan relevantes como Chile, y yo añadiría Portugal), trazar las grandes líneas de la historia de la disciplina en el continente americano, explicar algunos de los rasgos comunes y de las peculiaridades nacionales más importantes, y proponer futuras líneas de investigación. Vaya por delante que la introducción se refiere fundamentalmente a América Latina, pero que la inclusión de España está plenamente justificada si el objetivo final es construir una comunidad académica iberoamericana con vínculos personales e institucionales efectivos con comunidades académicas más maduras (y hay varias iniciativas que apuntan en esta dirección, como el Grupo Trinacional de Estudios Empresariales e Historia Económica). Vaya por delante también que el capítulo dedicado a Brasil resulta decepcionante.

La primera cuestión que me propongo comentar tiene que ver con el sustrato común con el que, para bien y para mal, cuenta la historia de empresas en América Latina y España. Me refiero a la ideología académica dominante en las facultades de ciencias sociales y humanidades a ambos lados del Atlántico desde finales de los años cincuenta. Una ideología marcada por el materialismo histórico, la conciencia de fracaso colectivo y una visión negativa del papel de las elites locales en el proceso, fallido, de modernización a escala nacional y continental. No hay duda de que tanto el paso del tiempo (que ya está propiciando un relevo generacional en el profesorado universitario) como el dinamismo económico de algunos países y regiones amenazan de muerte a esta ideología, pero los autores latinoamericanos de este volumen colectivo coinciden en señalar que la herencia del estructuralismo marxista es aún muy fuerte, y en identificarlo como un factor adverso para el avance intelectual y para el reconocimiento de la disciplina en el ámbito universitario. Sin embargo, tal como sugiere Barbero al examinar el caso argentino, este factor podría favorecer a los investigadores, siempre que estos sean capaces de combinar ese gusto generalizado por la teoría y ese interés por el contexto social y económico de la actividad empresarial con la investigación empírica rigurosa, e incorporarse a los grandes debates internacionales. No olvidemos, además, que mucha de la literatura estructuralista sobre las elites latinoamericanas constituye hoy en día una valiosa fuente para la investigación.

La mayor o menor persistencia del pensamiento estructuralista en la disciplina está estrechamente relacionada con la estructura organizativa de los estudios de historia de empresas, que es la segunda cuestión sobre la que deseo llamar la atención. En España también se parte de una universidad politizada y de un importante legado marxista en las ciencias sociales y en las humanidades, pero las facultades de economía y empresa, que es donde la casi totalidad de los historiadores de empresas desarrollan su actividad profesional, han experimentado una transformación ideológica que, unida a muchas otras circunstancias, ha facilitado la introducción de las asignaturas de historia empresarial en los planes de estudios. No parece que el crecimiento explosivo de la historia económica y de la empresa española haya tenido paralelo en ningún país latinoamericano. Mientras que en España existe un colectivo nutrido (amparado, insisto, por los planes de estudios y los programas de doctorado de economía y empresa y con una asociación y varias revistas veteranas), en América Latina la historia de empresas está representada por un número reducido de individuos que trabajan por su reconocimiento desde áreas de conocimiento e instituciones muy diversas, y sin esa herramienta fundamental que son los programas de doctorado. El papel de algunos jóvenes investigadores insertados en el sistema universitario estadunidense está siendo muy importante. Es significativo que en Colombia, uno de los países más dinámicos en este terreno, la disciplina se haya construido en el marco de los estudios de la empresa en la Universidad de Los Andes (y gracias al esfuerzo de una persona, Carlos Dávila). O que María Inés Barbero la esté potenciando desde una universidad privada (San Andrés). Apuntemos por último que la nueva historia de empresas estadunidense y europea tiene un importante apoyo en las escuelas de negocios, una institución que los colegas de América Latina y España apenas hemos explorado, pero que es clave para el reconocimiento de la disciplina que reivindica Carlos Marichal.

La tercera y última cuestión se refiere a las futuras líneas de investigación. Porque el libro compilado por Barbero y Jacob no se limita a trazar un estado de la cuestión de los estudios, publicados o en curso, sobre historia de empresas y empresarios en América Latina y España, sino que ofrece una auténtica agenda de investigación. En esta agenda destacan la empresa familiar, los grupos económicos y las asociaciones empresariales. No hay duda de que un análisis riguroso de estos tres actores centrales en el paisaje empresarial iberoamericano permitiría resolver varios problemas al mismo tiempo. El primero tiene su origen en la falta de ambición teórica de los estudios recientes de historia de empresas. El segundo, en la escasez de estudios a largo plazo, que aborden también la etapa posterior a la segunda guerra mundial. El tercero, en el énfasis en el sector manufacturero, en detrimento de sectores tan esenciales como las actividades agropecuarias o los servicios. Y el cuarto, en la concentración excesiva en las empresas y en los empresarios regionales. Comparto con los autores de este libro la idea de que la historia empresarial iberoamericana podría ganar mucho en consistencia, reconocimiento y visibilidad internacional avanzando en el análisis del desarrollo de las dinastías, los grupos y la acción colectiva de los empresarios latinoamericanos y españoles sobre una base empírica sólida y con una visión a largo plazo. Eso permitiría reconstruir creativamente el pasado económico de la región; revisar la tradición estructuralista en temas tan vitales como el papel del capital extranjero o las relaciones entre el empresariado y el poder político; establecer un diálogo fructífero con otras ciencias sociales, y abordar fenómenos nuevos, como la internacionalización de las empresas latinoamericanas y españolas, desde una perspectiva histórica.

Ya hay investigadores trabajando en esta dirección, naturalmente. Confío en que el próximo balance historiográfico, además de incluir un mayor número de países, dé cuenta del esfuerzo de los historiadores más jóvenes por situar a las empresas latinoamericanas en el mapa de la historia de empresas internacional, con ambición teórica y recuperando lo mejor de la tradición historiográfica de la región: el interés por las instituciones y por los empresarios como sujeto colectivo y actor social.

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