Introducción
El comercio exterior de América Latina merece la atención de estudios que tratan de dar respuesta a la teoría del desarrollo en el ámbito territorial a través de un análisis cuantitativo a largo plazo (Carreras et al., 2003; Platt, 1971). La inconsistencia de las estimaciones sobre el producto interior bruto en estos países reorientó la investigación hacia la reconstrucción de sus exportaciones (Bértola y Ocampo, 2010). Así, el análisis cuantitativo del comercio mundial de los productos agropecuarios se enmarca en esta tendencia (Pinilla y Aparicio, 2015; Serrano y Pinilla, 2011). Esta línea de investigación sigue vigente en la actualidad, de forma que desde finales del siglo xx se han publicado numerosos trabajos que reconstruyen el comercio de este ámbito geográfico.1
Este trabajo analiza el comercio exterior de Puerto Rico entre 1879 y 1923, periodo durante el cual pasó del control colonial español, con un modelo tradicional con dificultades para adaptarse a las nuevas realidades económicas y políticas, al estadunidense, un colonialismo de nuevo cuño con un poder económico en expansión, el cual se embarcó en ese momento sobre el control del Caribe y del canal de Panamá. El comercio exterior de Puerto Rico ha sido analizado anteriormente por diversos trabajos, entre ellos, los contemporáneos realizados por Jimeno Agius (1885, 1890) y Vijande (1896). El segundo estudia las estadísticas del año 1893 y muestra que las cifras oficiales de las importaciones para 1892 y 1893 estaban sobreestimadas debido a las valoraciones demasiado altas del Arancel de 1892 (Vijande, 1896). Las cifras oficiales de las exportaciones desde 1886 a 1891 mostraban ser menores que las importaciones, lo que generó un déficit continuado de la balanza comercial, pero según Vijande, esto se debía a las valoraciones demasiado bajas de las exportaciones. Vijande también señala que los datos se comenzaron a corregir en 18922 y los registros de 1893 ya reflejaban mejor la situación del comercio exterior. Procedió a convertir las cifras a una moneda común, lo que dio como resultado un superávit de la balanza comercial de ese año, lo que reafirmó su duda sobre todos los déficits estadísticos anteriores (1889-1893), arguyendo que las valoraciones de los productos eran incorrectas. En otro trabajo, Alzola y Minondo (1895) trazan la evolución de las relaciones comerciales de España con sus colonias a finales del siglo xix, analizando los efectos de las políticas arancelarias y comerciales. Dentro de los trabajos clásicos destacaremos el de Hitchcock (1898), un exhaustivo informe del Department of Agriculture de Estados Unidos para el periodo español (1887-1898) que utiliza los datos de la estadística oficial de la isla convertidos a dólares. Este estudio analiza la orientación geográfica de las importaciones-exportaciones y las estructuras de ambas magnitudes. Analiza con detalle los principales productos para, finalmente, presentar un minucioso examen de las relaciones comerciales de la isla con España y Estados Unidos. Austin (1907) publicó un informe del Department of Commerce and Labor de Estados Unidos donde recopiló las series históricas del comercio exterior de la isla convertidas a dólares según los cambios oficiales. Esta obra presenta también un análisis de los recursos de la isla en los inicios del control estadunidense. En otro artículo, Austin (1902) comparó el comercio de Hawái y Puerto Rico entre 1860-1901, es decir, de los denominados no contigous territories por la administración estadunidense. Finalmente, otro trabajo destacado en reconstrucción de series fue elaborado por la Cámara de Comercio de Puerto Rico (1904).
Sonesson (1985) estudió el comercio de Puerto Rico en la etapa anterior a la que analizamos aquí, 1820-1870. En ambos trabajos se depura la fuente estadística oficial, la balanza mercantil de Puerto Rico y se examina la política arancelaria y fiscal, así como los flujos de las importaciones y exportaciones. Finalmente, destacan los trabajos de Rivera (1990). El primero estudia el cambio en la estructura geográfica de las importaciones de mercancías a Puerto Rico entre 1880 y 1887, mientras que el segundo aborda el crecimiento de las importaciones de mercancías a Puerto Rico entre 1875 y 1897 y reconstruye las series de importaciones-exportaciones.
Trabajos recientes que han utilizado estadísticas oficiales sugieren la aceptable confiabilidad de estas. Para explicar las discrepancias en comercio cruzado entre países, Federico y Tena-Junguito (1991) obtuvieron resultados positivos sobre la aproximación agregada, pero son pesimistas en el ámbito desagregado de las estadísticas. Carreras-Marín, Badia-Miró, y Peres Cajías (2013) muestran un tono optimista al trabajar sobre las estadísticas latinoamericanas, pero señalan que el problema principal reside en la distribución geográfica y sugieren la necesidad de comparar entre socios comerciales. Ellos lo hicieron con el carbón, al comparar distintos países latinoamericanos con los principales proveedores internacionales: Gran Bretaña y Estados Unidos. En el trabajo que presentamos realizaremos ejercicios en esta línea.
El objetivo de este artículo es analizar el comercio exterior de una colonia, Puerto Rico, que se desenvuelve entre dos imperios con políticas y maneras de contemplar el hecho colonial muy diferenciadas. Todo ello dentro del espacio económico del Caribe, caracterizado por una agricultura tropical basada en el azúcar, el café y el tabaco como ejes centrales de la producción. El trabajo consta de tres secciones generales. La primera aborda las magnitudes del comercio exterior puertorriqueño para trazar una serie completa para el periodo 1875-1923 y analiza sus peculiaridades a través de las tasas que ayudan a entender los flujos comerciales. En el segundo apartado se analiza la estructura geográfica de ambos flujos con carácter general, para luego entrar en el detalle de los periodos coloniales (1875-1897 y 1898-1923) y presentar los cambios más significativos y los factores que influyen sobre esos comportamientos. En el tercer apartado se analiza la estructura del comercio atendiendo a los flujos de productos, tanto en las exportaciones como las importaciones. Finalmente, se presentan conclusiones que sintetizan los principales elementos de esta investigación.
Las magnitudes del comercio exterior de Puerto Rico
Entre 1879 y 1923 el comercio exterior de Puerto Rico transitó entre el control de dos tipos de metrópolis, España y Estados Unidos, con modelos coloniales muy diferentes, hecho que marcó una evolución particular de los patrones de comportamiento. Para este estudio hemos reconstruido la serie del comercio exterior de la isla en este periodo. Entre 1879-1897 hemos utilizado las cifras contenidas en las Estadísticas del Comercio Exterior de la provincia de Puerto Rico3 que publicó la administración local. Estas cifras fueron revisadas y reformuladas por Rivera (1998) realizando sobre ellas distintos test de fiabilidad y reconstrucción. Para 1898-1923 se utilizaron las series que publicó la Secretaría del Tesorero de Puerto Rico (War Department, Committee on Insular Affairs, 1924) y las estadísticas oficiales de Estados Unidos, cuya comparación ha mostrado la validez de las primeras (véase gráfica 1).4
Fuente: Para 1879-1906, Department of Commerce and Labor (1907, pp. 54-55); para 1901-1923, War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Los datos de la gráfica 1 muestran el contraste entre las dos etapas analizadas en el trabajo. La primera comprende los dos últimos decenios del control colonial español, donde el comercio exterior de la isla muestra un crónico estancamiento. A partir de la anexión de la isla por Estados Unidos, los dos flujos del intercambio experimentan una progresión, salpicada por momentos críticos ligados a la evolución de la producción de azúcar y su valor en Estados Unidos.
Entre 1879 y 1897 el valor medio anual de las importaciones se cifró en 11 800 000 dólares, y el de las exportaciones en 12 400 000 dólares (véanse anexo 1 y gráfica 1). En la etapa final del periodo español, el valor total del comercio exterior de la isla experimentó un crecimiento importante respecto a los años anteriores (1836-1870), aunque en los años 1871-1898, objeto del presente trabajo, sufrió un ligero descenso en el valor absoluto a partir de 1881. Los valores per cápita de este comercio experimentaron una subida importante en la década 1871-1880, para luego descender a niveles anteriores en los años finales del periodo español (1891-1898). La tasa de crecimiento medio anual de los flujos de comercio fue de -1.57% para las importaciones y de -1.26% para exportaciones, lo que muestra una cierta inestabilidad con pérdidas en ambos reglones comerciales. En la mayoría de los años españoles objeto de estudio (1879-1897) la balanza comercial registró superávit, con un saldo comercial relativo medio del 2.48% y de los 18 años comprendidos tan solo cuatro registraron un saldo comercial negativo (véase anexo 1). El andamiaje institucional instaurado por la metrópolis con las leyes de Relaciones del 30 de junio y 20 de julio de 18825 resultó favorable para Puerto Rico, de forma que su Hacienda no soportaba el peso de una deuda agobiante ‒como sucedía en el caso de Cuba‒ y su comercio exterior estaba mejor distribuido geográficamente. Así, en el quinquenio 1887-1891, aunque Estados Unidos era el principal cliente de la isla, las exportaciones a este país solo suponían 28.7% del total y se realizaban en proporciones significativas con otros países, como 21.4% a España, 9.6% a Francia o 19.7% a Cuba (Hitchcock, 1898). Estas leyes implicaban el establecimiento del denominado cabotaje, que implicaba la eliminación progresiva de las trabas aduaneras para los productos coloniales, lo que se consideró como comercio interno español o de cabotaje. La progresiva disminución de las tasas aduaneras de la metrópoli favoreció a los productos puertorriqueños, especialmente a su principal reglón exportador, el café, que llegaría a monopolizar el consumo español de este producto.
El comercio de exportación era la principal fuente de ingresos de la isla, basado en el azúcar, café, tabaco y otros artículos de menor importancia. La crisis económica interna de la isla y el desajuste internacional del final del siglo xix se reflejaron en el movimiento cuantitativo del comercio, en su distribución geográfica y en la legislación que lo regulaba. Esta etapa se caracterizó por elementos críticos, como las oscilaciones debidas a la depresión (1878-1884), la pérdida de mercados europeos para su azúcar y el crecimiento progresivo del peso de Estados Unidos en las exportaciones e importaciones. A esas alturas, las decisiones del gobierno estadunidense producían un impacto económico serio sobre el comercio de las Antillas españolas. El poder colonial trató, en un último esfuerzo, sustraer a ambas islas de esta influencia y, cuando se vio obligado a ceder, actuó de tal manera que se le garantizó el disfrute de la riqueza que pudo deparar el comercio antillano-estadunidense.
Las piezas básicas del control metropolitano eran las tarifas que se aplicaban sobre los dos flujos (véase gráfica 2). Para las importaciones, el arancel se situó en una media de 14.4%, elevándose sensiblemente en los años anteriores a 1898. Las exportaciones estaban sometidas a gravámenes inferiores, siendo el tipo medio del periodo de 2.1%, pero su existencia refleja las necesidades de la Hacienda de Puerto Rico. Para el conjunto de los intercambios, la tarifa anual media fue de 8.7%, lo que generó una recaudación que suponía una aportación decisiva al presupuesto de la isla, dado que cubría las dos terceras partes del total de recursos disponibles en 1880-1881 y 1895-1896, con un máximo de 71.8% en 1884-1885 y un mínimo de 57.4% en 1889-1890 (Roldán, 2008).
Cuando Estados Unidos desplazó a España de Puerto Rico en 1898 lo hizo como un poder imperialista tardío (Cabán, 1988). Aunque carecía de experiencia colonial, su actuación en este caso fue acertada para sus intereses (Roosevelt, 1937). Para las grandes corporaciones estadunidenses, la isla era un lugar de inversión potencial y un buen mercado para sus productos manufacturados. Al tiempo que las inversiones y el comercio de Estados Unidos se incrementaron en las West Indies, Puerto Rico se convirtió en una pieza fundamental para la protección de los intereses económicos de la nueva metrópoli. El control económico del Caribe necesitaba que se estableciesen regímenes políticos que se caracterizaran por el orden y la estabilidad interna. El gobierno militar instalado en 1898 en Puerto Rico duró hasta los primeros meses de 1900, impuso la estabilidad política y facilitó la rápida penetración económica de corporaciones estadunidenses. La economía de Puerto Rico experimentó una transformación rápida y se integró en la de la metrópoli como suministrador de materias primas (fundamentalmente azúcar, tabaco y frutas). Puerto Rico fue definido como un territorio que no era parte de Estados Unidos (non-contiguous territories), aunque regían las leyes federales y se le impuso estructuras que, normalmente, le hubieran llevado a la estadidad.6 El modelo de integración quedó definido en el Acta Foraker de 1900,7 el cual creó una administración civil, pero con una participación local muy reducida. En 1919 se promulgó el Acta Jones que ofreció una participación local en el gobierno un poco más amplia que la anterior.
Con 1 000 000 de habitantes, la isla presentaba dificultades sociales y políticas para Estados Unidos en cuanto a su reorganización y encuadramiento político. Como otras nuevas posesiones (Cuba y Filipinas), ofrecía recursos agrícolas y mano de obra abundante y barata para los intereses de las corporaciones azucareras de la metrópoli. Puerto Rico suponía para Estados Unidos un reto al constituir su primera experiencia de administración colonial directa. Además, para reconvertir a la isla en un productor a gran escala era necesario transformar las relaciones de producción y la estructura de la propiedad preexistentes. Así, el gobierno militar afrontó esta tarea de manera ordenada, rápida y sin oposición política o social local.
La administración colonial promovió políticas económicas que facilitaron la modernización de las fuerzas productivas por el capital estadunidense. Se instauraron medidas monetarias (establecimiento del dólar como moneda), fiscales y judiciales que propiciaron el cambio económico. En agosto de 1898 el presidente William McKinley decidió aplicar tarifas aduaneras al comercio entre Puerto Rico y Estados Unidos, derogando los acuerdos de reciprocidad comercial de 1895 que amparaba este comercio (Berbusse, 1966). Los nuevos derechos de aduanas se establecieron para financiar la administración colonial, pero tuvieron efectos negativos sobre el sector cafetalero (Luque, 1977, pp. 65-69). Los derechos de aduanas, una cuota transitoria sobre las importaciones y los impuestos por fletes se convirtieron en la mayor fuente de ingresos para el Tesoro local. Estas nuevas tarifas limitaron el acceso al mercado estadunidense para los productos locales y provocaron un encarecimiento de los materiales importados, lo que implicó que la industria local incrementase sus costes (Luque, 1977, pp. 68-70). Los precios de los alimentos y productos básicos también experimentaron un alza, penalizando los niveles de vida de las clases populares. A pesar de esta situación, en mayo de 1899 el Congreso de Estados Unidos rechazó la petición de los líderes políticos y empresariales locales para establecer el comercio libre entre la isla y la nueva metrópoli.
Las medidas fiscales, monetarias y comerciales socavaron la posición de los productores locales orientados a la exportación (café, azúcar y tabaco) y su capacidad de adquirir nuevo equipamiento para competir con las corporaciones estadunidenses que se estaban instalando. Estas regulaciones también evitaron encontrar mercados alternativos y aceleraron la conversión de la isla al monocultivo de la caña de azúcar (Diffie y Diffie, 1931, pp. 33-36).
A principios de 1900, el gobierno estadunidense favoreció un replanteamiento de la gobernanza proponiendo un gobierno civil centralizado (Parry, Sherlock, y Maingot, 1987, p. 244). El valor potencial de Puerto Rico como ámbito de inversión tuvo peso en este planteamiento e inició una revisión de la política tarifaria (Estades, 1988). Desde los últimos años de la década de 1890 las grandes corporaciones estadunidenses del azúcar y el tabaco iniciaron su expansión en la isla y contaban con una presencia destacada en la economía local (Rosenn, 1963). La presión de estos grandes trusts tuvo efectos directos sobre el gobierno de la metrópoli, de forma que en agosto de 1899 el secretario del Departamento de Guerra, Elihu Root, pidió a McKinley que eliminara las restricciones al libre comercio para poner a disposición de estas corporaciones y sus inversiones en Puerto Rico el gran mercado estadunidense.
En este contexto se inició el debate en el Congreso sobre la situación de Puerto Rico, que puso de manifiesto los conflictos entre las corporaciones internacionales y el capital regional agrario que buscaba un comercio reservado que los protegiese. En 1900 la Ley Foraker reemplazó el gobierno militar por otro civil y estableció un arancel provisional a los productos que Puerto Rico exportaba a Estados Unidos. La tasa ascendía a 15% de los impuestos aplicables a bienes extranjeros que llegaban a este país y fijaba un periodo de transición para abolir toda barrera aduanera en 1902. En 1901 el gobierno estadunidense adelantó la aplicación del comercio libre de tarifas, hecho que para los productores locales suponía el acceso a un gran mercado, al crédito y la tecnología de la metrópoli. Para ese año las compañías estadunidenses ya habían conseguido una posición central en la economía de la isla y la incorporación a la región aduanera de Estados Unidos potenció sus negocios ya protegidos de la competencia extranjera en la metrópoli (Bergad, 1983).
Esta variación provocó un incremento rápido e intenso de sus intercambios exteriores (véase gráfica 1), de forma que el importe anual conjunto, a precios corrientes, de los flujos del bienio 1920-1921 multiplicaba por 18 a los de 1900-1901, aunque hay que dejar constancia del retroceso experimentado en 1922-1923 tras la crisis de La Danza de los Millones. Este dinamismo contrasta con el estancamiento de los últimos años del control español, puesto que la media anual del valor corriente de las exportaciones entre 1899 y 1923 multiplica por 4.7 al de 1879-1897, mientras que el de las importaciones lo hace por 3.3. Inicialmente se produjo un saldo negativo en la balanza comercial de la isla (1900, 1901, 1902 y 1907), pero pronto se corregiría este resultado. El saldo comercial medio para el periodo comprendido entre 1899 y 1923 se situó en 10.1%, con una marcada tendencia al alza (véase gráfica 3).
Fuentes: Para 1879-1906, Department of Commerce and Labor (1907, pp. 54-55); para 1901-1923, War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
El encuadramiento de Puerto Rico en el espacio comercial estadunidense incrementó el comercio exterior y promovió un creciente superávit comercial, lo que contribuyó a incrementar el producto y la renta internos. El máximo de los dos indicadores se registra en 1916, tanto de la tasa de cobertura (173.1%) como del saldo comercial relativo (26.3%). Las cifras del sexenio 1914-1920 indican que la agricultura se benefició del incremento de las necesidades de abastecimiento de productos alimenticios del mercado estadunidense y de un incremento de los precios de las exportaciones debido a la caída de la oferta de los países involucrados en la Primera Guerra Mundial. La inversión del signo del saldo comercial en los primeros años del control estadunidense no resulta sorprendente, puesto que, entre 1879 y 1897, los intercambios entre Puerto Rico y Estados Unidos registraron un importante superávit a favor de la isla, con una tasa de cobertura que, para el conjunto del periodo, se cifra en 199 por ciento.
La progresión de los intercambios comerciales con el exterior impulsó el aumento gradual del coeficiente de apertura exterior8 (véase gráfica 4). Para valorar los niveles de los datos debe tenerse en cuenta que solo se recogen los intercambios comerciales, dado que no existen informes sobre la balanza de servicios, aunque cabe suponer que las transacciones terciarias con el resto del mundo fuesen muy reducidas. También se considera que el coeficiente de apertura exterior está relacionado inversamente con el tamaño del mercado interior, muy grande en Estados Unidos y pequeño en Puerto Rico. Esto explica los elevados niveles relativos de los años iniciales. A pesar de todo, el indicador registró un significativo aumento que alcanzó niveles superiores a 80% a partir de 1911 y mostró un elevado grado de inserción en el mercado mundial.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
El crecimiento de los intercambios y su saldo excedentario constituyeron un importante elemento tractor del pib de Puerto Rico que, de acuerdo con la estimación realizada por Jesús (1963) –que denomina ingresos geográficos9–, tuvo un crecimiento medio anual acumulado entre los bienios 1901-1902 y 1922-1923 de 2.8% a precios constantes, cayendo a 1.3% si los referimos a la población. El papel de la balanza comercial en el incremento de la producción fue significativo, con un rasgo común a las dos etapas que estamos examinando. En un contexto de aumento de las exportaciones superior al de las importaciones (mayor rango de la escala de abscisas), la correlación lineal entre las variaciones de los dos flujos es fortísima, sugiriendo que los ingresos obtenidos por las ventas a no residentes determinan la cuantía de los pagos por los bienes importados (hipótesis compatible con la generación de un creciente excedente comercial que contribuyó a elevar la renta interior) (véase gráfica 5).
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Las variaciones del pib obedecen a la presión de dos fuerzas: la demanda interna y el saldo exterior. Pese a ser la primera más poderosa que la segunda, el déficit exterior puede convertirse en una restricción al crecimiento. En este caso no está disponible la descomposición del pib por el lado de la demanda, pero los ingresos geográficos pueden asumirse como aproximación al pib por el lado de las rentas, siendo factible calcular la contribución de los intercambios exteriores al crecimiento del pib. Por supuesto, solo de la parte correspondiente a la balanza comercial, aunque el montante de la balanza de servicios debió ser sensiblemente inferior.
Hemos descompuesto el periodo en siete tramos y su contribución es el producto del peso de las importaciones y exportaciones en el bienio inicial de cada fase y la tasa de variación del periodo de cada uno de los flujos a precios corrientes.10 Para el periodo 1901 y 1923 la contribución de la balanza comercial al crecimiento del pib se cifró en 26.1 puntos porcentuales, que es lo que hubiesen crecido los ingresos geográficos si el resto de sus componentes de la demanda permanecieran constantes, lo que constituye un significativo y positivo resultado. Solo en dos de las siete etapas la aportación de la balanza comercial es negativa (véase gráfica 6) y destaca la contribución positiva del cuatrienio 1913-1917, que no está lejos de ser contrarrestada en el tramo final debido al desplome de los dos flujos (aunque más intenso en las ventas al resto del mundo que en las compras) (véase cuadro 1).
Periodos | Valor medio en millones de dólares | Per cápita (en dólares) |
---|---|---|
I. Régimen español | ||
1836-1838 | 9 | 24 |
1841-1850 | 11 | 25 |
1851-1860 | 11.6 | 21 |
1861-1870 | 15.6 | 25 |
Periodo español objeto de estudio | ||
1871-1880 | 22.7 | 31 |
1881-1890 | 21.4 | 28 |
1891-1898 | 22.4 | 25 |
II. Régimen estadunidense | ||
1901-1910 | 42.1 | 40 |
1911-1920 | 118.7 | 98 |
1921-1928 | 183.5 | 133 |
Fuentes: para 1836-1900, Department of Commerce and Labor (1907); para 1901-1928, War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Nota: se proporcionan las contribuciones del saldo comercial al crecimiento del citado proxy del pib.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Los ingresos de las exportaciones fueron, en gran medida, utilizados para adquirir todo tipo de bienes en el exterior, lo que cebó los diferentes componentes de la demanda interna –particularmente el consumo final de los hogares y la formación bruta de capital– e impulsó el crecimiento económico sin que el gasto progresara a un mayor ritmo que la renta. Esto permitió que las cuentas exteriores se cerraran con un superávit comercial que complementó la tracción del resto de los elementos de la demanda nacional.
La geografía del comercio exterior de Puerto Rico en la etapa de transición, 1887-1910
Los destinos del comercio exterior constituyen en la actualidad un importante foco de atención para la historiografía (Carreras-Marín, Badía-Miró y Peres Cajías, 2013; Rayes, 2015). El final del control español supuso un cambio radical en el comercio exterior de Puerto Rico (Rivera, 1990). Antes de 1898, tanto el destino de las exportaciones como el origen de las importaciones estaban relativamente diversificados, pero luego, Estados Unidos monopolizó los dos flujos (véase gráfica 7). En el decenio 1887-1896 España tuvo una cuota de 27% de los intercambios, siendo el primer socio comercial de Puerto Rico. Las compras de productos españoles por parte de Puerto Rico superaban en cinco puntos las ventas que realizaba a la metrópoli, de forma que el saldo comercial tuvo un superávit favorable a la metrópoli, con un saldo relativo de 17.8%. Estados Unidos se situaba en segunda posición, con una participación de 23% y un saldo relativo favorable a 10.7%.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Sin embargo, en los años anteriores al periodo seleccionado, el balance de Estados Unidos era superior, sobre todo en las exportaciones portorriqueñas, donde la cuota estadunidense superó el umbral de 50% en casi todos los ejercicios entre 1879 y 1886 (véase gráfica 7). Reino Unido y Cuba ocupaban una posición similar en el valor de los flujos, pero no en el saldo, positivo y elevado para el primero, y desfavorable para Cuba. Alemania, Francia y las colonias británicas tenían cierta relevancia, desempeñando Italia un papel marginal.
En definitiva, en el periodo anterior a 1898 el comercio exterior estaba relativamente diversificado (véase gráfica 8). En las importaciones, Estados Unidos, España y Reino Unido fueron los principales proveedores seguidos por Alemania. Cuba, Francia y las colonias británicas del Caribe desempeñaron un papel subsidiario. En las exportaciones, Estados Unidos constituía el principal cliente pues absorbía casi la tercera parte de las ventas, seguidos por España y Cuba, quienes absorbían la quinta y la sexta parte de la demanda exterior. Francia, Alemania y las colonias británicas ocuparon posiciones relevantes; Reino Unido e Italia se situaron en puestos más rezagados.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Desde 1898 Estados Unidos prácticamente monopoliza los dos flujos (véase gráfica 8): 88.4% de las importaciones y 85.3% de las exportaciones en la primera década del siglo xx. Por tanto, el crecimiento de los intercambios se debe al reforzamiento de las transacciones con la nueva metrópoli. La cuota de Estados Unidos deja poco espacio para el resto, que ven mermadas las cuotas anteriores a 1898. El balance de España en los dos flujos cae 2.5%, pero aun así ocupa la segunda posición en las importaciones y la tercera en las exportaciones. Excluido Estados Unidos, Cuba se sitúa en una ventajosa posición en las exportaciones, mientras que en las importaciones portorriqueñas tiene una participación residual.
La mejora del saldo comercial de Puerto Rico debe ser matizada. Hasta mediados de la última década del siglo xix, la tasa de cobertura con Estados Unidos era muy elevada (véase gráfica 9), si bien con una tendencia a la baja desde 1885, cuando alcanzó un máximo próximo a 400%. Por el contrario, los intercambios extra-Estados Unidos arrojaban un importante déficit, con una tasa de cobertura que, entre 1879 y 1897, alcanzó una media anual de 62.8%. Desde 1898, la intensificación de los intercambios con la nueva metrópoli conduce a una tasa de cobertura que solía situarse por encima de 100% –aumentando hacia la Primera Guerra Mundial–, pero lejana de los altos niveles del decenio 1879-1888. Lógicamente, desde 1900 los niveles de la tasa de cobertura de Puerto Rico con Estados Unidos son prácticamente iguales que los del total, debido a la concentración de los intercambios entre la isla y la nueva metrópoli. El reducido espacio comercial extra-Estados Unidos presenta un importante cambio en el saldo, puesto que, pese a la caída de 1922, la media anual de la tasa de cobertura extra-Estados Unidos se eleva a 171.5% entre 1900 y 1922. Es decir, hay una importante desviación de comercio que registró un proceso de sustitución de importaciones procedentes de Europa, y en menor medida países caribeños, por compras de origen estadunidense.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
La etapa española 1879-1898
La dirección del comercio exterior de la isla durante las dos etapas varió en función de los condicionantes políticos, institucionales y del modelo colonial que implementó cada metrópoli (véase gráfica 7). Durante el periodo español el control sobre los grupos comerciales12 que operaban en la isla era bastante laxo. La mayoría de las casas comerciales eran españolas y muchos de sus miembros relevantes estuvieron ligados a la política a través del partido incondicionalmente español, Partido Conservador, confiriéndoles un importante poder de cabildeo frente a la administración local y el sistema aduanero. Junto a este grupo también operaban casas internacionales e incluso un pequeño grupo de corporaciones criollas.
Durante estos años la variedad de países y el reparto del comercio fue más equilibrado que durante la etapa estadunidense. Las leyes de Relaciones Comerciales de 1882 tuvieron un impacto positivo para las relaciones comerciales con España, a lo que se unió la caída de los precios de los fletes, el aumento de las rutas comerciales que pasaron por la isla y los términos del crédito comercial. Estados Unidos también aprovechó la situación con acuerdos comerciales que desde 1884 aumentaron considerablemente las ventas de mercancías a Puerto Rico. A partir del Tratado Comercial de 1891 la política comercial de Estados Unidos hacia la colonia española fue intermitente. Así, en 1894 anularon implícitamente el tratado al aprobar la Ley Wilson-Gorman, pero al año siguiente se llegó a un Modus Vivendi con España. No obstante, tanto la política económica de España como la de Estados Unidos generaron un aumento en las exportaciones desde estos países a Puerto Rico durante las últimas décadas del xix. La corriente de productos desde España se aceleró desde finales de la década de 1880 y la de Estados Unidos lo hizo desde la segunda mitad de esa década hasta finales de la siguiente (véase gráfica 10).
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
A lo largo del periodo 1879-1897 el valor medio de las importaciones de Puerto Rico se cifró en 11 790 000 dólares y el de las exportaciones en 12 380 000 dólares. La estabilidad de ambos flujos fue bastante alta y la tasa media anual del conjunto del comercio fue de -1.45%; corresponde a las exportaciones una tasa de -1.26% y a las importaciones -1.57% respectivamente. También se sugiere un atascamiento de los intercambios, a partir de un índice que toma como base 100 la media del trienio 1879-1881 (véase gráfica 1) . En la mayor parte de los años la balanza comercial de la isla registró saldos positivos con un saldo relativo medio de 2.48%, aunque en el primer periodo de la serie (1879-1885) mostró mayor volatilidad.
El destino de las exportaciones de Puerto Rico entre 1870 y 1897 (véase cuadro 2) varió notablemente, de modo que entre 1870-1884 sus principales mercados fueron Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes acapararon 62.2% de media del comercio. Con las Leyes de Relaciones de 1882 el panorama cambió y se distribuyeron equilibradamente. Destaca la reducción de la importancia de Gran Bretaña como mercado para los productos puertorriqueños, quien de absorber 20.1% de media de las exportaciones entre 1870-1884 mermó a solo 3.8% entre 1885 y 1897, para luego desaparecer virtualmente al final del periodo (0.4% en 1897). El balance de Estados Unidos también disminuyó, pues absorbió de media el 40.1% en el primer periodo y 23% en el segundo.
Año/país | España | Cuba | Gran Bretaña | Estados Unidos | Resto países |
---|---|---|---|---|---|
1870 | 5.3 | 4.7 | 23.2 | 56.7 | 10.1 |
1871 | 4.8 | 6.8 | 15.7 | 62.7 | 10 |
1872 | 4.1 | 9.1 | 21.5 | 52.3 | 13 |
1873 | 6.5 | 7.9 | 26.6 | 47.9 | 11.1 |
1874 | 5.1 | 7 | 23.4 | 55.1 | 9.4 |
1875 | 6.5 | 9.6 | 24.5 | 47.1 | 12.3 |
1876 | 5 | 15.2 | 26.5 | 41.4 | 11.9 |
1877 | 8.1 | 20.2 | 18.8 | 35.4 | 17.5 |
1878 | 5.4 | 23 | 25.2 | 35.9 | 10.5 |
1879 | 7.7 | 10.2 | 22 | 27.1 | 33 |
1880 | 7.7 | 25.4 | 13.8 | 27 | 26.1 |
1881 | 11.7 | 21.2 | 17.2 | 24.8 | 25.1 |
1882 | 9.4 | 18.4 | 18.6 | 34.2 | 19.4 |
1883 | 15.2 | 14.4 | 9.9 | 40.6 | 19.9 |
1884 | 12.1 | 9.8 | 15.5 | 43.2 | 19.4 |
1885 | 15.1 | 16.4 | 6.4 | 37.7 | 24.4 |
1886 | 12.2 | 16.4 | 3.1 | 35.2 | 33.1 |
1887 | 16.8 | 16.3 | 4.7 | 41.9 | 20.3 |
1888 | 20 | 27.1 | 2.8 | 35 | 15.1 |
1889 | 22.1 | 17.6 | 1.5 | 27.3 | 31.5 |
1890 | 26.2 | 20.8 | 3.9 | 19.4 | 29.7 |
1891 | 27.5 | 23.8 | 5.8 | 23.8 | 19.1 |
1892 | 21.1 | 24.2 | 6.9 | 22.8 | 25 |
1893 | 24.9 | 23.2 | 3.7 | 16 | 32.2 |
1894 | 25.5 | 25.3 | 6.3 | 14 | 28.9 |
1895 | 19.1 | 24.7 | 7.8 | 19.9 | 28.5 |
1896 | 28.8 | 18.5 | 0.7 | 13.9 | 38.1 |
1897 | 27.3 | 21.6 | 0.4 | 15.1 | 35.6 |
Fuente: Sonesson (1985) y para 1880-1897 Department of Commerce and Labor (1907, pp. 54-55).
España y Cuba, por el contrario, reforzaron su papel como destino de las exportaciones de la isla. La metrópoli pasó de 7.6% de media en el periodo 1870-1884 a 20.5%, mientras que la Antilla mayor lo hizo desde 13.5% a 19.7%. La mayor presencia de España pone en valor los efectos de la estructura legislativa que sistematizó el comercio de la colonia desde 1882. El resto de los países, donde destaca la importancia de los europeos (Alemania, Francia, Austria-Hungría, Italia y Dinamarca) y de las islas de las West Indies, aumentaron su participación como destino de los productos puertorriqueños con un aumento de media de 16.6% en el primer periodo y 25.8% en el segundo.
En los cambios experimentados en la dirección de las exportaciones a partir de 1884 operaron distintos factores: la variación de la estructura legislativa del comercio colonial; de aduanas y fiscalidad; la bajada del coste de los fletes, a la que los vapores contribuyeron significativamente; el incremento de las líneas que conectaban los puertos europeos con el Caribe, en el caso de Puerto Rico través de la formación de compañías de capital mixto británico-españolas (Rivera, 1998); el incremento de las formas y procedimientos de financiación del comercio; y finalmente, la mejora de las comunicaciones (cable submarino desde 1870, telégrafo, barcos-correo, etc.).13 La isla contó también con una pequeña flota de barcos que realizaba el transporte de cabotaje con las islas vecinas.
Al utilizar las estadísticas del comercio exterior de España como contraste (véase gráfica 11) se comprueba que el comercio de Puerto Rico con la metrópoli mostró una tendencia alcista durante el periodo. Las Leyes de Relaciones dieron buenos resultados para las relaciones comerciales de Puerto Rico con España, y el régimen arancelario de la isla en 1892 era más suave que en Cuba. Así, se prohibía la entrada de productos españoles como tabaco, dextrinas, azúcar, féculas, grasas y manteca, entre otros.
También, tenía tarifas casi librecambistas, inferiores a las de Cuba y de la metrópoli, de las cuales 252 partidas llegaron a ser casi anuladas durante el acuerdo con Estados Unidos de 1891. La diferencia de tratamiento respecto a Cuba estriba en los buenos resultados de la administración local, la cual mantuvo un presupuesto modesto que se podía afrontar con los ingresos aduaneros, mientras que Cuba tenía que atender los gastos que ocasionaba conflicto independentista.
En resumen, los factores explicativos de este crecimiento son: los efectos de las leyes de comercio exterior en España y Puerto Rico; el crecimiento de las exportaciones y de la capacidad de pago de la economía isleña; y los fondos de capitales locales reinvertidos, o de los importados, para proyectos de obras públicas y transporte. La reducción de los precios de los productos importados en los mercados de origen, la rebaja en los costes de los fletes y las facilidades de navegación entre Puerto Rico y los mercados exteriores también ayudan a explicar el auge de las importaciones de mercancías desde España durante las últimas décadas del siglo xix.
Durante la etapa 1879-1898 Estados Unidos se convirtió en un proveedor fundamental para la isla, incluso desplazó a Gran Bretaña en muchos casos, incluido el carbón. El crecimiento de las importaciones desde Estados Unidos fue posible por la reducción de los precios en este mercado y de los fletes, la calidad de los servicios crediticios, la abundancia de líneas de transporte marítimo y la afluencia de los capitales destinados a obras públicas. Hay que añadir como otra causa la existencia de acuerdos y tratados comerciales (Laughlin y Willis, 1903). Los principales productos de importación fueron las harinas, la manteca y carne de cerdo, madera y muebles.
La década de 1880 fue de estabilidad en las importaciones procedentes de Estados Unidos. Desde mediado el decenio, los acuerdos comerciales con este país fomentaron un resurgimiento de esta variable. Al principio de la década de 1890 hubo un crecimiento de las importaciones con un máximo en 1892-1893, debido al Tratado de 1891 que generó 24% de incremento de las compras a Estados Unidos en los años de vigencia. Por el contrario, las exportaciones de Puerto Rico a ese país no cesaron de caer entre 1890 y 1897, lo que sugiere que se redujo la capacidad de compra en la economía puertorriqueña (véase gráfica 12).
Fuente: elaboración con base en Treasury Department, The Foreign Commerce and Navigation of the United States, 1871-1897.
Este tratado explica el incremento de las importaciones de Estados Unidos, pues permitió la entrada libre en la isla a 75 artículos a cambio de la misma condición solo a seis productos antillanos. Las concesiones fueron solo para Estados Unidos, pues para España no se aplicó la cláusula de nación más favorecida. El tratado benefició a Estados Unidos, dado que impulsó sus exportaciones a la isla. Este incremento se reflejó en las ventas de harinas de trigo, carbón e incluso en productos que antes eran monopolio canadiense, como el bacalao y los salazones.14 Para 1897, toda la harina de trigo importada a Puerto Rico procedía de Estados Unidos y desplazó a las importaciones que se realizaban desde España.15 La venta a Puerto Rico de harinas estadunidenses supuso una cuota apreciable en el total realizado por ese país, y así, en 1891 representó 5.7% de sus ventas; en 1894, 6.1% y en 1895, 4.3 por ciento.16
Los datos del gobierno de Estados Unidos reflejan que casi todo el azúcar que compró a Puerto Rico entre 1891 y 1894 entró libre de tarifas (véase gráfica 13), lo que pudo constituir un incentivo para aumentar las exportaciones. Sin embargo, el precio del azúcar se reducía continuamente, lo que impidió el aumento en el valor del producto. La derogación del tratado comercial por la ley Wilson-Gorman conllevó una reducción de las exportaciones puertorriqueñas entre 1891 y 1895.
El Tratado de Reciprocidad de 1891 aceleró las importaciones de mercancías desde Estados Unidos y el Modus Vivendi de 1895 colaboró a mantener altos los niveles de las importaciones (aunque decrecientes), siendo los productos agropecuarios los principales. En conjunto, al analizar las tasas de crecimiento de las importaciones durante los periodos que rigieron los tratados comerciales entre España y los Estados Unidos para las Antillas (1886-1887 a 1891; 1891 a 1894 y 1895 a 1897), el crecimiento fue de 3.66% anual en los años 1876-1885; 6.3% entre 1885 y 1894; y -9.9% para 1894 a 1897. Durante la década de 1890 se produjo una reducción de los valores de las importaciones de mercancías desde Estados Unidos hacia Puerto Rico, seguida de un aumento hasta el final del periodo estudiado. La reducción se asocia a la caída de los precios del azúcar exportado, lo que reducía la capacidad de pago de la economía isleña. Además, el aumento de las tasas de cambio encareció las importaciones.
La etapa estadunidense, 1898-1923: rasgos generales.
Desde 1903 las exportaciones excedieron casi continuamente a las importaciones (véase gráfica 14). El control estadunidense coincidió con el huracán de 1898 que devastó la zona cafetalera y, en consecuencia, tuvo graves efectos para la economía de Puerto Rico, ahondando los saldos comerciales negativos de esos años. Destaca el movimiento comercial de la Primera Guerra Mundial y sus secuelas (1915-1923), que mostró un aumento del valor de las exportaciones, dando como resultado una balanza comercial muy sustancial y favorable. Para los años 1921-1923 el exceso de exportaciones promedió aproximadamente 6 200 000 dólares. El azúcar en bruto representó más de la mitad del valor total de las exportaciones, y dado que el precio del azúcar varió muy poco entre 1901-1923, las cifras del comercio revelan el crecimiento real de la exportación del azúcar desde inicios del siglo xx.
La importancia relativa de los intercambios con Estados Unidos aumentó considerablemente desde 1900, tanto en el caso de las importaciones (88% de media del periodo) como de las exportaciones (83.6%). El punto álgido de las importaciones se alcanzó durante la Primera Guerra Mundial dada la paralización de los mercados europeos. Si en el periodo 1893-1896 el comercio entre la isla y Estados Unidos era del 20% del total, entre 1901-1905 promedió 78%, mientras que a partir de 1906 osciló entre 85% y 92%. Sin embargo, como una parte del comercio de otros países con la isla se realizaba a través de la metrópoli, probablemente estos porcentajes en realidad fueron inferiores.
La inclusión de Puerto Rico en el área de aduanas de Estados Unidos desde la proclama presidencial de 25 de julio de 1901 estimuló, como hemos señalado, el comercio entre ambos y la isla se convirtió en parte del sistema comercial estadunidense. La eliminación de los aranceles a las exportaciones puertorriqueñas impulsó el envío de mercancías al continente ya que esto daba a los productores isleños una ventaja frente a otros competidores. El producto que mejor muestra esta situación es el azúcar, cuyo principal competidor para Puerto Rico era Cuba, que a pesar de tener un tratado de reciprocidad, debía pagar tasas aduaneras que lo colocaron en peor posición. Con la integración en el sistema estadunidense se produjo una avalancha de inversión estadunidense destinada al desarrollo de la industria azucarera, lo que también estimuló el desarrollo de otras industrias auxiliares.
La eliminación de aranceles impulsó las importaciones de productos de la metrópoli. En 1901 estas importaciones suponían 52.7% del total de las realizadas por la isla, y en 1923 el porcentaje alcanzaba la cifra de 90%. Esta concentración excesiva suponía una desventaja, pues no recurría a productos más baratos de otros países, lo que incrementaba sus pagos. Esta situación provocó numerosas quejas del pueblo puertorriqueño, pues suponía precios elevados en los productos básicos. Además, la aplicación de la Merchant Marine Act de 1920 (sección 27) a Puerto Rico implicaba que solo se podían utilizar barcos comerciales de la metrópoli para el comercio, lo que significó una penalización por ser las navieras estadunidenses de las más caras en el periodo. Así, la ventaja tarifaria de Puerto Rico en sus relaciones comerciales con Estados Unidos se veía limitada por este coste. Parece evidente que si la isla hubiera podido utilizar barcos de otros países también hubiera logrado tener un comercio mayor con ellos.
En cuanto el reparto geográfico del comercio exterior de la isla, se aprecia el predominio casi total que consiguió la nueva metrópoli en aquellos años (véanse cuadros 3 y 4). En las exportaciones de la isla, Estados Unidos aumentó de 65% del valor total a 93.6% en 1923. En cuanto las importaciones de Puerto Rico, abarcó de 75.9% en 1901 a 89.9% en 1923, dejando poco espacio para el resto de los países que tuvieron una larga una relación comercial con la isla, como lo muestra el índice de Herfindhal-Hirschman (véase gráfica 8).
Año | Estados Unidos | Cuba | República Dominicana | Resto de West Indies | Canadá | España | Países europeos | América del Sur | Resto de países |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1901 | 65 | 12.8 | 0.4 | 1.4 | 3.3 | 6.9 | 9.2 | 0.01 | 1.6 |
1905 | 80.4 | 8.6 | 0.2 | 0.6 | 2.1 | 3.4 | 4.6 | 0.09 | 0.04 |
1910 | 84.6 | 6.5 | 0.2 | 0.1 | 0.01 | 2.8 | 5.8 | - | - |
1915 | 85.7 | 5.6 | 0.4 | 0.1 | - | 3.8 | 3.9 | 0.3 | 0.02 |
1920 | 88.3 | 4.8 | 4.9 | 0.4 | - | 1.1 | 0.4 | 0.1 | - |
1923 | 93.6 | 3 | 1.1 | 1.2 | - | 0.9 | 0.03 | 0.1 | - |
Fuentes: para 1901 y 1905, véase Department of The Secretary of Porto Rico (1906); para 1910-1923, véase War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Año | Estados Unidos | Cuba | República Dominicana | Resto de West Indies | Canadá | España | Países europeos | América del sur | Resto de países |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1901 | 75.9 | 4.3 | 0.1 | 0.12 | 2.2 | 6.1 | 11.4 | 0.06 | 0.07 |
1905 | 84.3 | 0.05 | 0.09 | 0.07 | 3.2 | 3.5 | 5.3 | 2.9 | 0.6 |
1910 | 88.6 | 0.2 | 0.1 | 0.3 | 1.8 | 2.5 | 5.3 | 0.8 | 0.4 |
1915 | 91.3 | 0.2 | 0.7 | 0.04 | 1.5 | 2.1 | 2.9 | 0.3 | 0.9 |
1920 | 94.2 | 0.1 | 0.8 | 0.2 | 1.5 | 1.1 | 0.9 | 0.3 | 0.8 |
1923 | 89.9 | 0.2 | 0.8 | 0.4 | - | 0.9 | 2.4 | 0.7 | 3 |
Fuentes: para 1901 y 1905, véase Department of The Secretary of Porto Rico (1906); para 1910-1923, véase War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
La antigua metrópoli, España, perdió importancia en el comercio exterior de la isla a lo largo de estos años, hasta convertirse en un mercado insignificante tanto en las exportaciones como las importaciones (0.9% en ambos casos en 1923). En este mismo caso están el resto de los países europeos (Francia, Alemania, Austria-Hungría, Italia, etc.) que prácticamente habían desaparecido de las exportaciones de Puerto Rico en 1923 (0.03%). Cuba mantuvo cierta presencia como mercado para los productos puertorriqueños (café y tabaco) pero disminuyó su presencia de 12.8% en 1901 a 3% del total en 1923. El alcance relativo de Canadá en las importaciones de la isla (salazones de pescado y madera, fundamentalmente) es un hecho destacable, pues este país tuvo una presencia importante en el sistema bancario de Puerto Rico, pues financió una parte del comercio que se realizaba con Estados Unidos.
Estructura del comercio de Puerto Rico.
Los alimentos, principalmente cereales (en este paquete de productos destacaban las harinas) y productos cárnicos, fueron la parte más importante de las importaciones (véase cuadro 5) durante el periodo español, situándose siempre por encima del 50% de las compras de la isla. Estos productos fueron objeto de controversias entre España y Estados Unidos y estuvieron muy presentes en los tratados comerciales entre ambos países.17
Importaciones | 1877 | 1882 | 1887 | 1892 | 1897 | 1901 | 1905 | 1910 | 1915 | 1920 | 1923 |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Cereales y harinas | 21.6 | 13.5 | 9.5 | 8.8 | 11.4 | 15.4 | 22.3 | 21.3 | 15.1 | 22.4 | 19.6 |
Cárnicos | 26.2 | 21.6 | 30.2 | 29.8 | 17.7 | 19 | 9.6 | 5.4 | 10.6 | 7.2 | 7.4 |
Leche y derivados lácteos | 1.1 | 2.1 | 4.7 | 4.1 | 2.3 | 3.6 | 2.8 | 2 | 1.8 | 1.3 | 2.1 |
Vegetales | 0.1 | 2.3 | 2.3 | 1.2 | 12.1 | 3.3 | 3.1 | 2.4 | 3.6 | 2.9 | 3.5 |
Pescado y salazones | - | - | 1.5 | 1.7 | 1.9 | 2.7 | 2.9 | 3.4 | 5.4 | 3.7 | 3.3 |
Otros alimentos y bebidas | 17.5 | 27.3 | 10.6 | 11.4 | 9.8 | 7.4 | 10.6 | 9 | 2.7 | 1 | 0.8 |
Total alimentos | 67 | 66.8 | 58.8 | 57 | 55.1 | 51.3 | 51.2 | 43.4 | 39.2 | 38.4 | 36.7 |
Fuentes: elaborado con base en Estadística del Comercio Exterior de Puerto Rico para 1877-1897; para 1901-1923, véase War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Resaltan las compras de derivados lácteos y de pescado, principalmente de bacalao y otras salazones adquiridos en Canadá durante el periodo estudiado. Los productos manufacturados ocuparon la mayor parte del valor de las importaciones a partir de 1903. El acelerado proceso de inversión en la construcción de las nuevas centrales azucareras y las mejoras de las infraestructuras de comunicación e irrigación implicaron que este grupo de productos adquiriera una mayor relevancia dentro de las importaciones de la isla, y en 1910 superaban el 50% del valor de estas. Por otro lado, hierro y acero, máquinas, energía y fertilizantes fueron los productos fundamentales en el periodo 1908-1923.
Las exportaciones de Puerto Rico se basaban en las ventajas comparativas de la isla en un limitado grupo de producciones agroalimentarias tropicales (véase gráfica 15). Entre 1879 y 1898, el azúcar y el café constituyeron el grueso de las ventas en el mercado exterior. Esos dos productos, junto a las melazas del azúcar –más secundarias– representaron 90% de las exportaciones. El protagonismo del café es palpable, no solo por ser el producto con mayor peso, sino también porque su relevancia se incrementó gradualmente. En efecto, su cuota en el total de las ventas exteriores aumentó de 47.5% en el trienio 1879-1881 a 66.3% en el trienio final, 1895-1897. Su aumento en importancia se debió, básicamente, a la caída del azúcar, cuya contribución descendió de 34.7% a 22.3% entre los dos trienios citados. El tabaco en rama es, a gran distancia, el tercer artículo trascendente, con una participación en el periodo de 6.1%, caracterizada por oscilaciones de cierta entidad. El ganado en pie constituyó el grupo mencionable restante, con una cuota que en los primeros años se situó en torno a 5%, pero con una marcada tendencia a la baja, de tal forma que en los años más próximos a 1898 cayó por debajo de uno por ciento.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Como se ha señalado, las exportaciones de Puerto Rico se constriñeron a productos derivados de la agricultura tropical, aunque una parte de ellos estaban procesados fabrilmente (azúcar, café, cigarros, conservas de fruta, etc.) (véase gráfica 9). Los principales productos representaron como media 97.4% del valor total de las exportaciones del periodo 1871-1923.
Destaca la inversión en relevancia de algunos productos, de tal forma que el café constituyó la principal exportación de la isla desde finales de la década de los setenta del siglo xix. La crisis que atravesó el sector azucarero, producto de la competencia del azúcar de remolacha europeo, el atraso tecnológico en el proceso de fabricación, la caída de los precios y la falta de financiación18 produjo un desplome del sector y terminó por ceder ante el empuje del café en las exportaciones (Bergad, 1983; Picó, 2006). En este caso, la calidad del grano puertorriqueño y la venta, principalmente en los países europeos (España, Alemania, Francia, Austria-Hungría e Italia) donde obtenía precios de rango superior a los que se fijaban en el mercado estadunidense, facilitó que se situase como líder de las exportaciones.
En un segundo escalón se situaba el tabaco19 y la melaza (derivado del procesamiento de la caña de azúcar). El tabaco se exportó en rama durante el periodo español y su destino era la metrópoli y Cuba. Cobró mayor relevancia con la incorporación de la isla al control de Estados Unidos, pues conllevó al desembarco de las grandes compañías tabacaleras estadunidenses, con su secuela de ampliación de las superficies cultivadas y el correspondiente proceso de control de la producción de hoja y la elaboración de cigarros. Las estadísticas muestran cómo el tabaco elaborado en su fase industrial (cigarros) ganó posiciones frente a la venta del tabaco en rama. Además, Estados Unidos se convirtió en el principal destino de las ventas de este producto. El otro producto industrial con un relativo peso en las exportaciones, la melaza (residuo de la cristalización del azúcar cuyo destino eran las destilerías para la producción de ron, bebidas espirituosas y alcoholes), tuvo mayor relevancia durante la etapa española, suponiendo entre 1871-1897 el 4.69% de las exportaciones, mientras que en la etapa estadunidense bajó hasta 2.59 por ciento.
El índice de Herfinthal-Hirschman de las exportaciones por grupos de productos es, por tanto, elevado, pues alcanzó un máximo de 5 720 en 1896 (véase gráfica 16). Después, se produjo un pronunciado descenso en el cambio de control de la isla para estabilizarse a partir de 1906 en torno a los 4 000, pero con notables oscilaciones interanuales.
Fuente: Department of Commerce and Labor (1907) y War Department, Committee on Insular Affairs, 1924.
Debido al tamaño de la isla, la contribución de Puerto Rico a la producción mundial de sus tres principales productos exportables fue reducida. En el azúcar, dejando al margen los anómalos niveles de 1879 (9.2%) y 1880 (5.8%), se registró un claro descenso en los últimos años de la dominación española y pasó de una aportación de 2.9% a la producción mundial en el trienio 1881-1882-1883 a 2.1% en 1895-1896-1897 (véase gráfica 17). La presión de la demanda de Estados Unidos provocó un ascenso posterior, de tal forma que en el último decenio del periodo considerado, el rango de la participación de la isla en el output generado a nivel mundial es de 3 a 4 por ciento.
Fuentes: elaborado con base en Winship (1938); Austin (1902, p. 2589); Prinsen-Geerligs (1912) para el azúcar; Ukers (1922, p. 274) y Bird (1943) para el café; Department of Agriculture (1923) y Descartes (1946) para el tabaco.
La evolución del café fue muy dispar. Con las previsibles oscilaciones anuales, antes de 1898 la relevancia de Puerto Rico en la producción mundial se emplaza en el rango de 3 a 4%. La rápida sustitución del café por el azúcar en las ventas a los mercados exteriores provocó una importante disminución de la contribución de Puerto Rico a la producción mundial, de tal forma que, en las dos primeras décadas del siglo xx, solo en dos años se superó la barrera de 2% (véase gráfica 17). En el tabaco, solo disponemos de datos referentes al siglo xx, pero se observa que, si bien la cuota es la más baja de los tres productos, presenta un perfil claramente creciente, pues alcanzó un máximo de 1.1% en 1921 e incluso se igualó con la del café en 1920 (véase gráfica 17).
Conclusiones
Puerto Rico tenía una producción más diversificada que Cuba, aunque entre 1879-1890 su sector líder, el azucarero, experimentó una aguda crisis e inició tímidamente su restructuración ante la falta de capitales para asumir un cambio rápido hacia el sistema de centrales, la separación del cultivo y la fase industrial del azúcar. La alternativa a esta situación fue la extensión del cultivo del café en las montañas del interior-centro de la isla, hasta el punto de convertir a este producto en el principal recurso de sus exportaciones.
El presupuesto de Puerto Rico era más equilibrado y con menos deudas que el de Cuba, pues se mantuvo al margen del conflicto bélico independentista. La única carga extraordinaria fue el pago de la indemnización a los dueños de esclavos por la abolición de la esclavitud. Esta situación le reportó una menor presión arancelaria, a lo que se unió una elevación del margen protector concedido a los géneros coloniales y, en especial, al café (de diez pesetas de derecho diferencial en 1881 a 74.5 en 1893), el cual llegó a monopolizar el consumo de la metrópoli. En esos doce años las importaciones españolas del grano pasaron de un valor de 1 100 000 pesetas a 13 000 000. En definitiva, Puerto Rico disfrutaba de un régimen arancelario original y mucho más benevolente que el de Cuba en sus relaciones comerciales con la metrópoli.
La reordenación del comercio colonial español, a través de las leyes de Relaciones de 1882, produjo una redistribución geográfica de las exportaciones de Puerto Rico, y el destino Gran Bretaña, que había sido muy importante hasta esa fecha, prácticamente desapareció. España y Estados Unidos se convirtieron en los dos destinos principales para los productos puertorriqueños. Solo en el corto periodo comprendido entre 1892-1897 España fue el principal destino para las producciones de la isla.
Puerto Rico, de facto muy influido económicamente por Estados Unidos desde años atrás, vivió un cambio trascendental en 1898 al pasar del control de un imperio tradicional, el español, a otro, el estadunidense, de nuevo cuño. Este proceso supuso para la isla antillana una serie de transformaciones políticas, pero sobre todo, económicas, que cambiaron tanto su estructura productiva como su comercio exterior del que dependía buena parte de su riqueza. Así, la anexión de la isla a Estados Unidos permitió que la producción puertorriqueña, basada principalmente en productos agroalimentarios tropicales, se integrara en uno de los mercados más expansivos y con mayor crecimiento del mundo en ese periodo. En consecuencia, el volumen del comercio exterior de la isla se incrementó considerablemente, asimismo, lo hicieron los flujos de capitales que llegaron para ser invertidos en tecnología e infraestructura. Ambos efectos, aumento del comercio y de la inversión, impulsaron el crecimiento de la renta puertorriqueña. Conviene citar como una consecuencia de este cambio la especialización de monocultivo en el azúcar, el cual se exportó a Estados Unidos en su totalidad. El café inició un declive progresivo, pues hacia 1923 su relevancia en las exportaciones de la isla era muy poca. Por el contrario, el tabaco ganó importancia en las exportaciones debido a la penetración de las empresas estadunidenses en este sector. Como resultado de todos estos cambios, debemos subrayar el importante aumento de la renta per cápita que vivió Puerto Rico desde comienzos del siglo xx y, especialmente, de sus flujos comerciales.