1. Introducción
La datación arqueomagnética se basa en un hecho, que el campo magnético de la Tierra cambia lentamente en escalas de tiempo que varían de decenas a miles de años (variación paleosecular). Estos cambios son tanto en dirección como en intensidad, no son constantes en el tiempo y varían a escala regional en todo el mundo. Cuando éstos se documentan con precisión, proporcionan tres curvas de variación temporal en declinación, en inclinación y en intensidad. Los materiales de arcilla cocida (principalmente) a menudo contienen pequeñas cantidades de óxidos de hierro y de titanio que tienen el potencial de registrar la dirección e intensidad del campo magnético de la Tierra. La comparación directa, entre el registro magnético recuperado de los artefactos arqueológicos quemados y las curvas de variación secular, constituyen una herramienta para la datación de la última exposición al fuego (en caso de hornos su último uso) del material estudiado.
Un importante avance en los estudios arqueomagnéticos durante la última década, sugiere que, la datación arqueomagnética puede ser una herramienta valiosa para reconstruir cronologías mediante el uso de materiales quemados (Carrancho et al. 2015). La contribución de esta técnica de datación a la investigación arqueológica y a la validación del patrimonio cultural es sin duda invaluable. Hoy en día, la rápida expansión económica con cambios en el uso del suelo implica inevitablemente la destrucción de sitios arqueológicos y la pérdida de registros irremplazables. En el caso de las excavaciones de rescate, el arqueomagnetismo puede ser una pertinente herramienta de datación de materiales expuestos al fuego, particularmente, cuando los hallazgos arqueológicos no incluyen objetos de diagnóstico que por su estilo puedan asociarse a una temporalidad o a la presencia de materiales adecuados para otras técnicas de datación como el radiocarbono o la dendrocronología.
Los estudios arqueomagnéticos en México se concentran principalmente en Teotihuacán y área Maya, en los sitios de Bajío, y en particular para el estado de Guanajuato existen grandes intervalos de tiempo sin datos y por lo tanto sin cronologías detalladas. El salvamento arqueológico realizado en el municipio de Irapuato, Guanajuato (Figura 1), ofreció una singular oportunidad de analizar un fogón y un horno en buen estado de conservación, así como excelentes materiales para el registro del Campo Magnético Terrestre al momento de su último uso.
2. Arqueología del Bajío y la Cuenca del Río Guanajuato
A partir de las investigaciones sistemáticas conducidas desde los años 50, la arqueología de Guanajuato era sinónimo de la cultura Chupícuaro (500 a.C. a 250 d.C.) (García, 2003; Darras y Faugère, 2007). Posteriormente se lograron identificar la denominada fase Morales en la sección sur del río Laja, en el municipio de Comonfort por Brannif (1998) en la década de los setenta y una densa ocupación de todo el Bajío, a la que Cárdenas (1999) definió como Tradición Bajío (400 a 900 d.C.). A éstas siguió la etapa Despoblamiento de la frontera septentrional (900 a 1300 d.C.), durante el Posclásico Temprano. Finalmente se reconoce una última etapa relacionada con la cultura purépecha (Cárdenas, 1999), que está presente hasta el momento de la conquista española.
Las dataciones obtenidas en las últimas tres décadas, en torno al poblamiento prehispánico en el actual estado de Guanajuato, han permitido conocer que éste ocurre a partir del Formativo Superior. Este dato correspondería a la denominada Tradición Chupícuaro asentada en el valle de Acámbaro, al sur de Guanajuato y cuyo margen temporal se ha establecido entre 600/500 y el 100 a.C. (Darras y Faugère, 2007). De acuerdo con las autoras, dicha población prehispánica habría de tener presencia en momentos identificados como fase Chupícuaro Temprano (600/500-400 a. C.), Fase Chupícuaro Reciente (400-100 a. C.), Fase Chupícuaro Reciente 1 (400-200 a. C.), Fase Chupícuaro Reciente 2 (200-100 a. C.), Interfase (100-1 a. C.) y Fase Mixtlán (1-250 d. C.). La tradición Chupícuaro es reconocida por la gran calidad y variedad de sus piezas cerámicas, y por ser uno de los desarrollos más tempranos y significativos del Occidente.
Posterior a la Tradición Chupícuaro (Faugère y Darras, 2018) se han identificado algunas ocupaciones en el propio valle de Acámbaro, como también en una amplia geografía del Bajío. La fase Mixtlán se caracteriza por la reocupación de sitios Chupícuaro por grupos herederos de dicha tradición, que llevan consigo nuevos elementos culturales entre los que sobresalen las navajillas prismáticas de obsidiana verde identificada en el Cerro de las Navajas, cerca de la actual ciudad de Pachuca, Hidalgo, como también por el uso de patios hundidos cuadrangulares en la arquitectura pública. La fase Morales identificada en la cuenca del río Laja por Braniff (1998) representa otra de las ocupaciones posteriores a Chupícuaro ya que, sigue conservando semejanzas con el estilo cerámico del sistema social referido. De acuerdo con la autora, las vasijas de este sitio se pueden correlacionar con la fase Mixtlán, lo que implicaría una cronología similar. Por su parte, Zepeda y Barrales (2008) plantean que estos grupos se extenderían hacia otras regiones siguiendo la trayectoria del río Lerma y sus principales afluentes "sentando las bases ideológicas y materiales para el posterior desarrollo de la tradición cultural del Bajío".
En la década de los años 80, al iniciarse el proyecto del Atlas Arqueológico Nacional, se registran en el estado de Guanajuato más de medio millar de sitios. Este corpus de información sería la base para que Cárdenas (1999, 2011, 2017) propusiera a la región del Bajío como un área cultural particular en donde se desarrolló la Tradición Bajío, etapa de mayor auge poblacional y político, reconocida por el uso de patios hundidos como eje constructivo de los numerosos sitios que componen diversas regiones políticas (Cárdenas, 1999). El inicio de esta ocupación, se ha propuesto hacia 400 d.C., siendo en el sector poniente del Bajío, donde se han identificado las ocupaciones más tempranas como en los sitios de Cerrito de Jerez y Cañada de Alfaro; en este último Cárdenas (2017), reporta dataciones de 100 d.C.
Hacia el 600 d.C., se daría la máxima expansión territorial y la diversificación de edificios con patios hundidos. Desde un análisis geopolítico de la Mesoamérica prehispánica, planteamos que dichas reconfiguraciones sociales guardan relación con el resto de las reconfiguraciones políticas que se presentaron en otros centros políticos mesoamericanos, este período es identificado como Clásico Tardío. Para el 900 d.C. comenzaría un abandono paulatino y masivo de los grupos que conformaban esta tradición, posiblemente por causas ambientales (Cárdenas, 2017). Con lo cual se daría paso al período posclásico con los momentos de Despoblamiento de la frontera septentrional (900 a 1300 d.C.) y la etapa de cultura purépecha.
El área correspondiente a la cuenca del río Guanajuato cuenta con algunas investigaciones, que han permitido elaborar propuestas para explicar la relación entre la antigüedad de sus habitantes y la estructura sociopolítica en la que estaban inmersos. Cabe referir, que una buena parte de dicha información deriva de inspecciones y recorridos de superficie, lo que implica que muchos datos no están situados en excavaciones controladas que permitan obtener dataciones absolutas. Aún con esta limitación, se han realizado propuestas basadas principalmente en el análisis de material cerámico, estilos arquitectónicos y patrón de asentamiento.
Un ejemplo de ello es "Río Guanajuato como Unidad Político-Territorial", donde Flores y Cruces (1999) mediante el recorrido por los sitios registrados del área y la correlación del material de superficie y los diseños arquitectónicos, sugieren que los asentamientos pertenecen al horizonte Clásico. Los autores enfatizan que los sitios menores pertenecían al área de influencia del Sitio Cerro del Sombrero, ubicado al norte de la presa La Purísima, los cuales conformaron una unidad político territorial. El sitio referido se ubica en las faldas y cima del cerro de nombre homónimo, en la confluencia del río Guanajuato y arroyo La Trinidad. Está compuesto por una serie de terrazas que soportan plataformas con basamentos piramidales y patios hundidos. En la cima se han identificado una serie de petrograbados (Uribe, 1978; Rodríguez, 1978). De acuerdo a Castañeda (1993) el sitio estaría ocupado entre 600 y 900 d.C. y conformaría uno de los 4 sitios hegemónicos identificados en el área (Meave, 2010).
Los sitios Hacienda de Guadalupe y San José de Llanos, ubicados en las inmediaciones del río, también son mencionados por Cárdenas (1999) como pertenecientes a la Tradición Bajío, se encuentran dentro de la región política de Loza de los Padres y, por tanto, enmarcados en el horizonte Clásico mesoamericano. Anterior a la ocupación del Clásico en esta región, es muy poco lo que se conoce sobre sus habitantes, algunos reportes indican una presencia de grupos emparentados con Chupícuaro, como el de las cercanías del poblado de Trejo, actual municipio de Silao (Flores y Cruces, 1999) y el de las cercanías de la comunidad El Carmen, hacía el sur de la ciudad de Irapuato, Castañeda (1995) donde se reporta la presencia de materiales cerámicos asociados a Chupícuaro. A pesar de importantes trabajos arqueológicos con innumerables hallazgos de gran impacto regional, la cronología absoluta está soportada por pocos datos. El salvamento arqueológico realizado en el municipio de Irapuato, Guanajuato ofreció una singular oportunidad de analizar un fogón y un horno In Situ, bien conservados y por tanto excelentes medios de registro de Campo Magnético Terrestre al momento de su último uso. La excavación fue realizada por personal del Centro INAH Guanajuato debido a la construcción de un parque industrial.
2.1. EL SITIO ARQUEOLÓGICO LO DE JUÁREZ Y DETALLE DE MUESTREO
El espacio correspondiente al sitio arqueológico Lo de Juárez se localiza a un lado de la comunidad Loma de Juárez, a seis kilómetros al norte de la ciudad de Irapuato (Figura 1) y a un costado de la Carretera Federal 45, dentro del corredor industrial de Guanajuato, que abarca los municipios de León, Silao, Irapuato, Salamanca, Celaya, Apaseo el Alto y Apaseo el Grande.
En el sitio arqueológico se encuentra una unidad habitacional, registrada como Estructura 1 y otro espacio denotado como Estructura 2. Dentro de la Estructura 1 se excavó una estructura circular, identificada como cocina, que tiene un fogón central compuesto por rocas basálticas, (Estructura 1, Figuras 1b y 2) con un diámetro de 50 cm. Algunas de las rocas que componían dicho elemento, tenían un recubrimiento de barro de tonalidad café claro. En la Estructura 1 se registraron elementos arquitectónicos, que la caracterizan como una unidad habitacional. También, se identificaron una decena de entierros humanos y se recuperó una considerable muestra de material arqueológico, principalmente cerámica, que permite ahondar en el estudio del grupo que habitó estos espacios. Durante la excavación de la Estructura 2, se trabajó bajo la hipótesis de que ésta conformaba un mismo conjunto arquitectónico con la Estructura 1, pero se descartó, ya que no se registró material prehispánico en ninguna de sus capas. Para el estudio de la Estructura 2 se realizó una cala de aproximación de 2 por 7 metros en la sección oeste de la elevación. A 1.30 m de profundidad se identificó un alineamiento circular, con rocas basálticas careadas dispuestas sobre un estrato de caliza que había sido modificado culturalmente. La caliza presenta una oquedad conformándose un ángulo cóncavo, en su parte superior y una base plana, donde se acomodaron rocas basálticas careadas unidas por una argamasa de barro cocido de tonalidad naranja (Figura 3). Lo anterior muestra similitudes con hallazgos reportados en el norte de la Península de Yucatán de hornos de producción de cal (Ortiz et al., 2015). Sin embargo, el potencial uso de este elemento de combustión no está del todo claro, ya que no se identificó cerámica prehispánica, ni colonial que permitiera inferir este proceso.
Se colectaron 11 núcleos paleomagnéticos estándar para el fogón y 10 para el horno de la Estructura 2. Las perforaciones someras se realizaron usando el equipo tipo Pomeroy DC026. En ambos casos, las muestras fueron orientadas mediante la brújula magnética y solar.
3. Procedimientos de laboratorio
Con el objetivo de obtener la dirección de las magnetizaciones características, sus minerales portadores y poder seleccionar las muestras con mayor probabilidad para la determinación de la intensidad absoluta se realizaron desmagnetizaciones graduales con el uso de campos alternos crecientes, experimentos de magnetismo de rocas como: el registro de la magnetización inducida de saturación contra la temperatura (curvas termomagnéticas continuas en aire hasta 605°C), ciclos de histéresis y la adquisición de curvas de magnetización remanente isotermal con una Balanza de Curie (Variable Field Traslation Balance). Con lo anterior se determinaron minerales portadores de la magnetización, como también la selección de las muestras con mayor probabilidad para determinar la intensidad absoluta del campo geomagnético. Las temperaturas de Curie en curvas termomagnéticas se determinaron con el método de dos tangentes de Grommé et al., (1969). Las mediciones sistemáticas de la magnetización remanente se realizaron con magnetómetros de giro (spinner) JR6 de AGICO y los tratamientos de campos alternos con un desmagnetizador LDA-3 hasta 90 mT.
Los experimentos de intensidad absoluta (paleointensidad) se llevaron a cabo utilizando el método de doble calentamiento de Thellier (Thellier y Thellier, 1959) modificado por Coe et al. (1978) en un horno con bobinas de marca ASC TD48. Las mediciones se realizaron en 15 pasos, entre la temperatura ambiente y 575 ° C. Se acoplaron calentamientos de control en 5 ocasiones (llamados chequeos pTRM) a lo largo de los experimentos. Las muestras se dejaron enfriar de manera natural. Tratándose de material volcánico proveniente de flujos de lava que conforman los hornos, no se aplicaron las correcciones de la anisotropía magnética.
4. Principales resultados
Las propiedades magnéticas de las muestras seleccionadas del fogón y el horno para los experimentos de arqueointensidad, se muestran en la Figura 4: ciclos de histéresis y las curvas de adquisición de magnetización remanente isotermal (IRM por sus siglas en inglés), con un campo aplicado máximo de aproximadamente 0.75 T. Con campos aplicados de alrededor 250 mT, se alcanzó más del 90% de la magnetización de saturación (SIRM por sus siglas en inglés). La curva, sin embargo, no alcanza la saturación completa a 700 mT. Aunque la mayor parte de la IRM parece corresponder a una fase de baja coercitividad, se distingue claramente una fase de más coercitividad que, aunque contribuya en menor medida a la remanencia magnética, podría corresponder a una concentración no despreciable de un mineral de alta coercitividad y débil magnetización (como la hematita).
Los parámetros derivados de los ciclos de histéresis se relacionan al estado de dominio magnético pseudosencillo. Alternativamente, este mismo comportamiento podría explicarse por una mezcla de partículas de dominio sencillo (SD) y multidominio (MD) (Day et al., 1977; Dunlop, 2002). Las curvas de magnetización de saturación inducida en función de la temperatura, que son razonablemente reversibles, presentan una sola fase ferrimagnética correspondiente a la temperatura de Curie, entre 565 y 575 ° C, lo que indica magnetita pura o a su defecto de la titanomagnetita pobre en titanio.
La mayoría de los especímenes provenientes del horno (Estructura 2) muestran un único componente de magnetización (Figura 5, parte inferior) entre 0 y hasta 90 mT. Se pudo observar una ligera sobreimpresión viscosa de polaridad normal, la cual se borró fácilmente con la aplicación de campos débiles (alrededor de 5 mT).
No así, las muestras pertenecientes al fogón de la (estructura circular 1), donde observamos evidencia de un componente secundario relativamente fuerte (Figura 5 parte superior). La magnetización primaria o característica se aisló aplicando entre 20 y 30 mT. Las arqueodirecciones medias se obtuvieron exitosamente para ambas estructuras, donde se observó una buena agrupación de direcciones individuales (Figura 6).
Se deben cumplir varios requisitos básicos para la confiabilidad en la determinación de arqueointensidad: (a) En el diagrama de Arai-Nagata NRM, el número de puntos alineados debe exceder 5; (b) Un factor de calidad f (Coe et al., 1978) más de una tercera parte de la remanencia inicial; (3) El factor de calidad q > 3; (4) La determinación de arqueointensidad obtenida de los diagramas de Arai-Nagata no debe tener una forma francamente cóncava; (5) No tener evidencia de desviaciones de los puntos resultantes de la magnetización remanente natural (NRM por sus siglas en inglés) hacia la dirección del campo de laboratorio (Figura 7, Tabla 1).
MUESTRA | LAB CODE | N | Tmin-Tmax | Han (μT) |
± μT | f | g | q |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Horno 2 | 16S017a | 14 | 150-575 | 57.1 | 1.4 | 0.96 | 37.8 | 0.88 |
16S022a | 15 | 100-575 | 57.2 | 1.1 | 0.87 | 43.6 | 0.86 | |
16S022b | 12 | 250-575 | 59.2 | 1.8 | 0.86 | 18.8 | 0.85 | |
16S023a | 14 | 150-575 | 60.8 | 1.3 | 0.85 | 33.6 | 0.87 | |
16S023b | 14 | 150-575 | 57.8 | 1.5 | 0.92 | 29.2 | 0.83 | |
16S024a | 14 | 150-575 | 60.3 | 1.5 | 0.93 | 32.3 | 0.86 |
Cabe resaltar que, no se intentó realizar estos experimentos sobre las muestras de fogón, debido a la presencia de magnetizaciones secundarias. Las 6 muestras del horno (Estructura 2) proporcionaron resultados confiables como se muestran en la Tabla 1.
5. Discusión y observaciones finales
Los resultados de la datación arqueomagnética (Figura 8) para el fogón (Estructura 1), usando el último modelo SHADIF14K de Pavón-Carrasco et al. (2011, 2014), donde se considera únicamente declinación e inclinación media, muestran al intervalo entre 973 y 1204 d.C. como la mejor estimación de la temporalidad de su uso. En cambio, para el ejercicio de datación del horno de la Estructura 2 se consideraron los tres elementos (intensidad absoluta geomagnética, inclinación y declinación), lo cual proporcionó un intervalo de edad entre 36 a.C y 40 d.C. (Figura 9). Otro intervalo potencial obtenido fue: entre 351 y 453 d.C., el que no puede descartarse por completo, aunque se le considera como menos probable desde el punto de vista arqueológica.
Los fechamientos obtenidos en el marco de este estudio de las muestras recuperadas del sitio Lo de Juárez, abren un nuevo panorama en el estudio de las ocupaciones más tempranas de este sector del Bajío. A pesar de la existencia de reportes de cerámica de estilo Chupícuaro relativamente cerca del área, se debe referir que hasta ahora no existían dataciones absolutas que corroboraran la ocupación en el Formativo Superior.
Al situar los resultados referidos mediante fechamientos absolutos del horno (Estructura 2), entre 36 a. C. y 40 d.C., se plantea que el sitio Lo de Juárez es contemporáneo a las fases Interfase (100-1 a. C.) y Mixtlán (1-250 d. C.) (Darras y Faugere, 2007), lo que constituye la datación más antigua con que se cuenta en la región de la cuenca del río Guanajuato.
En primera instancia, se plantea que el sitio Lo de Juárez tuvo ocupación a partir del formativo superior. Habría aquí que considerar que, de acuerdo con el análisis de materiales cerámicos de la Estructura 1, se plantea que el sitio estuvo habitado por núcleos familiares posiblemente relacionados con el sitio La Garrida, a partir del Clásico, y con mayor presencia en el período Epiclásico. O bien, de este momento histórico, también se podría plantear que tuvo una reocupación relacionada con las reconfiguraciones políticas que se produjeron durante el Clásico tardío. Sin embargo, la estimación del último momento de uso del fogón de la unidad habitacional, entre 973 y 1204 d.C., indica actividad humana en el período de Despoblamiento de la frontera septentrional (900 a 1300 d.C.), del Posclásico Temprano. En cuestiones generales, se piensa el sitio con ocupación de tipo doméstica, lo cual se sustenta con las evidencias encontradas en la Estructura 1.
En cuestiones regionales, los fechamientos del sitio rompen el hiato de información en torno a la dispersión de la tradición Chupícuaro en el área norte del actual municipio de Irapuato, y se conjuga con datos previos de los municipios al nororiente de éste, en los que se tiene conocimiento de ocupaciones durante el Formativo Tardío. A la vez, cuestiona el fenómeno de despoblamiento del Bajío que se propone para el Posclásico Temprano. Al parecer nos encontramos ante un escenario en donde a partir de las dataciones y el análisis de materiales cerámicos, se puede dar cuenta de presencia de población para fases en las que se suponen abandonos masivos durante el Formativo Superior y Posclásico Temprano.
Es decir, el sitio arqueológico indica que la población prehispánica de Irapuato mantuvo una ocupación constante bajo la modalidad doméstica en momentos en los cuales se plantea el colapso de la tradición Chupícuaro para el Formativo Superior (Interfase) y el colapso de la Tradición Bajío para el Posclásico Temprano (Despoblamiento).
Con lo anterior, se abren otras nuevas líneas de investigación en torno a la organización de formaciones sociales en el área, inclusive se propone retomar la hipótesis de Flores y Cruces (1999), en la que se plantea la existencia de un patrón de asentamiento disperso en la población prehispánica de Irapuato. Misma que podría replantearse como una posibilidad no únicamente del período Clásico, sino que inicia en el Formativo Superior y no es exclusiva de los asentamientos con arquitectura monumental, sino que implica el asentamiento de unidades familiares bajo un esquema que estaría caracterizando las actividades humanas de la región de Irapuato.
Cabe recordar que las áreas habitacionales Chupícuaro, se caracterizan por la alta presencia de figurillas de barro, las cuales "son muy abundantes en todos los asentamientos de la cultura Chupícuaro" (Faugère, 2014), elemento confirmado en las excavaciones reportadas en: "Nota de investigación arqueológica: Visos de historia Chupícuaro en Santiago Maravatío, Gto" (Rodríguez, 2017). Con el sitio Lo de Juárez, surge una nueva problemática, a partir de las dataciones para el Formativo Superior en el área identificada como horno, en donde no se tuvo presencia de materiales cerámicos correspondientes a la tradición Chupícuaro, aunque si, la correspondencia temporal, por lo cual surge la interrogante de quiénes fueron los habitantes de dicho espacio. Por tanto, se abre una línea de investigación en la que pareciera vislumbrarse una etnicidad distinta a la hegemonía Chupícuaro para esta región del Bajío, en donde se podría considerar que durante la etapa de Interfase y Mixtlán, en Lo de Juárez no se buscó mantener la relación con dicha tradición, sino que sus habitantes se desarrollaron con dinámica propia. Lo cual implicaría la existencia de otras formaciones sociales durante el Formativo Superior en el Bajío, las cuales deberán ser analizadas con mayor profundidad. Con lo anterior, cabe el interés de explorar la relación del sitio Lo de Juárez con el emplazamiento del Cerro del Sombrero, al norte de la Cuenca del río Guanajuato, durante la fase Morales, contemporánea a la Mixtlán (1-250 d. C).
Sin duda, las dataciones obtenidas en este trabajo plantean nuevas interrogantes en torno a la población prehispánica de la región, y específicamente, de las formaciones sociales que habitaron el Irapuato prehispánico, su relación con la tradición Chupícuaro, la dinámica de sus asentamientos, etnicidad y relaciones con otros grupos sociales durante el Formativo Superior. A la vez, surge el interés de ampliar el conocimiento de la población que habitó dicho territorio durante el Posclásico Temprano, en donde encontramos que los estudios de un espacio doméstico parecen indicar continuidad ocupacional de larga duración en áreas hasta ahora consideradas de segundo orden político en la geografía prehispánica del Bajío.