El libro Juventudes fragmentadas es el resultado de una investigación posdoctoral de varios años. En él se estudia la desigualdad desde una perspectiva novedosa, ya que centra su análisis en las experiencias de los jóvenes universitarios de la Ciudad de México. A partir de numerosas entrevistas, Saravi se acerca a las vivencias de los estudiantes respecto a la escuela, la ciudad y el consumo. El trabajo etnográfico que realiza se da en dos instituciones orientadas a las "clases privilegiadas" y dos más que reciben a los jóvenes de "clases populares", que es como el propio autor las designa. A través de la narrativa de los entrevistados Saravi explora cómo se construye la desigualdad entre unos y otros dando paso a la fragmentación social. Dicho concepto es clave ya que atravesará el corpus de su investigación. "La coexistencia de mundos social y culturalmente distantes y aislados unos de otros es lo que en este libro denominaré fragmentación social" (p. 27).
El investigador fundamenta sus argumentos basándose en teóricos tales como: Weber, Townsend, Threadgold (2011), Barry (2002) y Scott (1994). De este último retoma que: "Así como es posible reconocer una línea de pobreza, también deberíamos reconocer una línea de riqueza: la línea de pobreza define el nivel en que comienza la privación, y la línea de riqueza define el nivel en el que comienza el privilegio" (p. 34). En última instancia, ambas condiciones pueden conceptualizarse como formas de exclusión con respecto a una común membresía ciudadana [...] en los dos casos, ambas condiciones significan un debilitamiento de la ciudadanía" (p. 35). La propuesta de determinar una línea de riqueza daría relevancia a sus niveles de concentración, asumiendo que se trata de un problema y no de una situación que responde a circunstancias diversas.
En el primer capítulo "De la desigualdad a la fragmentación" Saravi aporta datos duros acerca de las condiciones actuales en las que los jóvenes están inmersos. Sin embargo, el sociólogo y antropólogo argentino hace hincapié en que los factores económicos no son los únicos que determinan dichas condiciones. Sostiene que: "En sociedades profundamente desiguales como la de México, la desigualdad social trasciende la variable económica o de ingresos, y permea prácticamente todos los rincones de la vida individual y social" (p. 27). A partir de esta hipótesis de trabajo el investigador busca conocer las experiencias de los jóvenes en contextos específicos con el objetivo de dar un panorama más o menos detallado de un aspecto de la desigualdad actual en México. Los jóvenes entrevistados son estudiantes en universidades claramente identificadas de acuerdo al estrato al que van dirigidas, en primera instancia porque unas son privadas y otras públicas, además de la zonas en las que se ubican.
El autor explica que el análisis que realiza es a partir de una dimensión subjetiva, específicamente acerca de las experiencias de los jóvenes. Desde las cuales buscará problematizar la desigualdad, no nada más relativas a la pobreza, sino que dará el peso correspondiente a la riqueza como parte fundamental del mismo fenómeno: "La desigualdad no son sólo los pobres, ni es un problema que sólo los afecte a ellos o pueda equipararse a la pobreza. La otra cara de este fenómeno es la riqueza y el privilegio; la desigualdad incluye también a los ricos y es un problema que atañe y afecta también a las clases altas de la sociedad" (p. 28). En cuanto a la metodología que utilizó, el investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) tuvo acceso a las experiencias de los jóvenes en sus contextos sociales a partir de observación, entrevistas semi estructuradas y grupos focales.
En el capítulo denominado: "La escuela total y la escuela acotada" da cuenta de lo disímbola que es la experiencia de los estudiantes en cada una de sus universidades. Saravi plantea que: "Diferencias y contrastes en las condiciones socioeconómicas de los estudiantes, sus familias y sus comunidades de origen condicionan severamente las oportunidades educativas de acceso, permanencia y aprovechamiento escolar" (p. 58). Fundamentalmente, el autor encuentra que la experiencia de los jóvenes privilegiados en la escuela es una vivencia totalizadora debido a que el mismo funcionamiento de éstas así lo requiere. Las instituciones educativas de gran renombre buscan que sus alumnos desarrollen la mayoría de las actividades en sus instalaciones y que partir de éstas construyan vínculos. De forma tal que al relacionarse entre miembros de la misma comunidad en un espacio determinado y regulado, se asegura en gran medida un alto grado de homogeneidad. Dicho elemento resulta primordial para las clases privilegiadas. Las universidades de alto estatus se encargan de promover y proveer los espacios adecuados para fomentar la experiencia totalizadora, que no se limita exclusivamente al ámbito académico.
En cambio, la experiencia de la escuela acotada -que corresponde a las universidades públicas en zonas marginadas principalmente- se centran en la asistencia a clases en horarios determinados con mínimas oportunidades de trascender a las actividades académicas, ya sea porque la institución difícilmente promueve actividades recreativas o no cuentan con los medios propicios para su organización; ya sea porque es mucho más común que los estudiantes trabajen o realicen alguna actividad extra a las escolares; o porque no tienen los recursos para sobrellevar una vida acádemica activa. Misma que implica: tener tiempo libre, comer fuera de casa, contar con el material de las actividades extracurriculares (como deportivas o culturales). La escuela en este caso, se vive de forma restringida en momentos específicos tanto del día como de la semana. Paradójicamente, Saravi señala que contrario a lo que parecería la escuela total restringe considerablemente la capacidad de relacionarse socialmente de los jóvenes privilegiados, ya que su medio es por demás limitado. Los familiares, amigos y compañeros que conforman el círculo cercano de estos jóvenes se cierran sobre sí mismos provocando que su ámbito social se constriña. Disminuyendo así las posibilidades de interacción con jóvenes de otros estratos. En este sentido, el autor de Juventudes fragmentadas afirma que: "La acumulación de desventajas y ventajas podría conducir a un mismo destino definido por el debilitamiento del lazo social" (p. 33). "El privilegio y la privación pueden concebirse como expresiones similares de un mismo proceso de exclusión o distanciamiento social con respecto a los estándares de participación y bienestar social asumidos como normales en cada sociedad" (p. 34). Por lo que es importante poner la mirada en las problemáticas que subyacen a la desigualdad, ya que no se limitan a las precariedades de unos por las abundancia de otros.
En el tercer capítulo "Las ciudades de los jóvenes: la fragmentación de la sociabilidad y las experiencias urbanas" el investigador problematiza las experiencias de los jóvenes de acuerdo a la ubicación geográfica -dentro del área conurbada- en la que se desenvuelven comúnmente. Al respecto, Saravi retoma a Bourdieu quien sugiere que: "En una sociedad jerárquica, no hay espacio que no esté jerarquizado y no exprese las jerarquías y las distancias sociales". Es precisamente en este sentido en el cual se encaminan las vivencias de los jóvenes respecto de la ciudad. Es fundamental para el investigador del CIESAS tratar la SEGREGACIÓN como la proyección de la estructura social sobre el espacio. Los jóvenes viven la ciudad como espacios restringidos en uno u otro sentido. Por un lado, los privilegiados se mueven en torno a condominios o conjuntos habitacionales exclusivos y de acceso controlado, así como a centros comerciales de gran prestigio que sustituyen al espacio público. En el otro lado de la balanza los jóvenes de clases populares tienen ante sí una ciudad de espacios aparentemente abiertos, que corresponden más a las periferias. El investigador arguye que: "Aunque el carácter totalizador sea más notorio y evidente en la ciudad exclusiva debido a su concentración en un espacio relativamente reducido, no es un rasgo único de este tipo de espacio urbano [...] la ciudad abierta también presenta este carácter totalizador, que permite, contribuye y luego determina que la vida cotidiana de los jóvenes de las clase populares transcurra en el espacio de la periferia, y que para ellos, sea ese espacio la ciudad toda y la sociedad única" (p. 157). Esto trae consigo, según el autor, que fuera de estos espacios determinados el sujeto viva la ciudad como desconocida y ajena a su experiencia vital.
En el capítulo 4, titulado "Cuando la desigualdad deviene una cuestión de estilo: prácticas de consumo y fragmentación social", se abordan las experiencias de los jóvenes en el momento de adquirir mercancías. En este apartado el autor pone énfasis en la importancia que retoma el consumo para los jóvenes como una forma de expresar su pertenencia a una clase determinada. "El consumo es, además de la respuesta a una necesidad, un reflejo o una expresión de la posición en la estructura social" (p. 193). La relevancia que tiene no solo adquirir ciertas mercancías sino el lugar donde se compran, da cuenta del habitus de clase que subyace a las prácticas de consumo de los jóvenes: "Dicho sintéticamente, el consumo depende, refleja y construye las desigualdades de clase" (p. 194). Los jóvenes desarrollan códigos propios de su clase que se expresan a través de lo que adquieren. Por un lado, los de clase privilegiada pueden permitirse renovar artículos al ritmo de las modas más efímeras, mientras que los de las populares podrán adquirir mercancías solo después de ahorrar por algún tiempo o ganar dinero propio. Incluso cuando es común que se ofrezca en el mercado imitaciones de todo tipo -y precios- de las marcas más prestigiadas. "Las posibilidades de unos, son restricciones para otros, y se deja sentir oportunidades y constreñimientos en la construcción del estilo de vida" (p. 196), sostiene el autor de nueve libros y varias decenas de artículos sobre el tema de la desigualdad urbana.
En el capítulo cinco, que lleva por nombre "Experiencias de la sociedad: desigualdad y relaciones de clase", el investigador profundiza su reflexión al afirmar que: "La cultura de la desigualdad pretende hacer referencia a los marcos culturales, los límites simbólicos y los repertorios culturales que constituyen las herramientas semánticas y simbólicas a partir de las cuales los individuos entienden y procesan la desigualdad [...] En este sentido, la fragmentación de las prácticas sociales incide en la construcción de las percepciones sobre la desigualdad" (p. 230). Saravi sostiene que los jóvenes construyen sus percepciones de la desigualdad a partir de experiencias sumamente restringidas lo que conlleva a un desconocimiento de las problemáticas en otros medios, además de retomar ideas originadas de estigmas y prejuicios y que al final solo enfatizan el abismo social que se atraviesa entre unos y otros.
En conclusión, este libro consigue dar un elocuente panorama de las subjetividades de los jóvenes a partir de sus prácticas sociales y sus experiencias como clase, en torno a puntos nodales de su desarrollo como sector en la sociedad actual: la escuela, la ciudad como espacio público y el consumo. Las formas de distinción no solamente oponen sectores de la sociedad según su rango de edad y sus ingresos, sino que alimentan una radicalización de las conductas sociales. "La fragmentación supone un salto cualitativo respecto a la desigualdad, involucrando no solo diferencias económicas, sino ahora también dimensiones sociales, culturales y subjetivas que consolidan espacios de inclusión desigual y exclusión recíproca" (p. 278). Y Savari agrega que: "La idea de la fragmentación social no pretende verificar un hecho fáctico, sino brindar un concepto que permita una interpretación plausible de la realidad social. Lo nuevo es pensar que la desigualdad transmuta en fragmentación" (p. 278). El planteamiento del autor de Juventudes fragmentadas abre nuevas perspectivas de análisis de las diferencias clasistas y etarias. Asimismo, considero que es un libro que aporta al análisis social una herramienta de gran valía, con numerosas referencias teóricas así como datos duros provenientes de fuentes oficiales. Indudablemente, la lectura de esta estimulante obra podrá ser de gran beneficio para los estudiosos de la desigualdad social y la juventud urbana.