El libro The Uninhabitable Earth. Life After Warming explora lo que significa el calentamiento global por el modo en que los seres humanos habitamos la Tierra, aclara su autor, David Wallace-Wells, periodista estadounidense especializado en cambio climático. Colaborador de The Guardian y editor de New York Magazine, Wallace-Wells publicó, en 2017, un ensayo con el mismo nombre que dio al libro.1 El ensayo entonces, como el libro hasta ahora, han suscitado una interesante polémica pues, si bien entre el público general han tenido amplia aprobación, científicos y especialistas han cuestionado algunos contenidos en particular, y el mensaje de la obra en general, calificándola de alarmista.
La razón de tal calificativo es que el autor considera factibles los escenarios extremos del calentamiento global calculados hasta ahora, contrariamente a la tendencia general, conservadora, que prefiere referir los escenarios convencionales en forma gradual y sin un tono de verdadera alarma. El solo debate provocado ofrece una rica veta para la reflexión sobre los contenidos y las principales líneas argumentales del libro, las cuales, desde una perspectiva educativa, pueden enriquecer los enfoques de la educación y la comunicación para el cambio climático.
El libro se divide en cuatro partes, e incluye al final un extenso apartado de notas en las que el autor refiere las fuentes informativas que dan sustento al conjunto de temas y aspectos abordados. En la primera, titulada “Cascades” (Cascadas), expone el objetivo y los antecedentes de la obra, el contexto en el que se sitúa el problema, así como un honesto locus personal que explica en buena parte el irregular perfil del libro. La segunda parte, “Elements of Chaos” (Elementos del caos), describe en 12 apartados igual número de elementos críticos del cambio climático, ya sean causales o sintomáticos y articula las conexiones entre ellos, haciendo una prospectiva, en ciertos momentos arriesgada, con base en escenarios de calentamiento global que van desde los 2 hasta los 8 grados centígrados.
La tercera parte, “The Climate Kaleidoscope” (El caleidoscopio climático), contiene seis secciones en las que autor hace valiosas discusiones, inferencias y reflexiones sobre el presente y el futuro del mundo en muy probables y cada vez más tangibles condiciones de cambio climático. En estos apartados se analizan la narrativa, la crisis del capitalismo, la religión de la tecnología, las políticas de consumo, la historia después del progreso y la ética en el fin del mundo. Es en esta parte donde la educación y la comunicación social encuentran elementos útiles para propiciar la comprensión sobre este complejo fenómeno planetario y motivar la consecuente acción deseada.
La cuarta y última parte del libro, denominada “The Anthropic Principle” (El principio antrópico), consiste en una breve reflexión final en la que recupera algunas lecciones de carácter existencial dadas por el cambio climático a la civilización contemporánea, cuestionando particularmente el principio antrópico, que toma a la anomalía humana como la pieza central de una perspectiva narcisista acerca del cosmos. El libro cierra con un llamado a la aceptación de la responsabilidad y a la acción social para implementar cambios urgentes que permitan alcanzar un escenario que, si bien difícil e indeseable (un calentamiento de hasta 2°C en la temperatura global), es menos dramático que uno de mayor gradiente.
La hipótesis transversal del libro es que es posible frenar las causas del cambio climático para impedir un mayor calentamiento global, lo cual requiere, por supuesto, medidas drásticas pero factibles desde la acción individual y colectiva. A su vez, las condiciones previas para operar las acciones son conocer las causas y los efectos posibles; reconocer la magnitud del problema, y aceptar la responsabilidad de los seres humanos presentes (alude a “nosotros”, como una constante en la obra), tanto por la participación en el daño hecho, como por la posibilidad de detenerlo.
En “Cascades”, Wallace-Wells justifica el hecho de tomar en cuenta los escenarios extremos de los modelos existentes sobre el calentamiento global, pese a ser este aspecto uno de los más cuestionados por científicos y expertos. En defensa de esta elección, el autor argumenta la rapidez con la que se está produciendo el cambio climático (es mucho más rápido de lo que tenemos capacidad de reconocer y de conocer, y mucho más amplio en el tiempo, asegura), así como la interacción en cascada de los efectos que este fenómeno genera, a escalas cada vez más complejas y crecientes en función de un mayor gradiente de temperatura. A la incertidumbre sobre la respuesta de los fenómenos naturales en tales escenarios se suman las que van a manifestarse entre la población como resultado de las consecuencias del cambio climático en sus formas de vida. De cualquier modo, señala Wallace-Wells, el reto será aprender a vivir afuera de las condiciones ambientales que permitieron al ser humano evolucionar.
El autor considera que los escenarios extremos han sido conscientemente ignorados por razones que van desde el escepticismo hasta el temor de modificar el actual estilo de vida, las cuales consigna en esta primera y en la tercera parte del libro. Un aspecto significativo para Wallace-Wells es el plazo generalmente utilizado por los tomadores de decisiones y los expertos en materia de cambio climático como horizonte en los modelos predictivos: el año 2100. ¿Acaso no es posible imaginar el futuro más allá de ese tiempo?
El libro utiliza una narrativa que fluctúa entre los géneros de la prosa literaria, el periodismo de investigación, el análisis sociológico y algunos rasgos de la escritura académica, necesarios para exponer e hilar numerosos datos de carácter científico con los que se elaboran extensas partes del texto. Este estilo caracteriza la segunda parte, “Elements of Chaos”, donde se describe, breve y densamente, la situación actual y las consecuencias futuras del cambio climático en los seres vivos por el incremento del calor, el hambre, las inundaciones, los incendios forestales, desastres ecológicos, escasez de agua; afectación en los océanos y la atmósfera; la salud humana; el colapso económico, el conflicto social y lo que el autor denomina “sistemas”. La mayoría de la información contenida en estos apartados no es novedosa; se encuentra dispersa en numerosos libros y artículos científicos publicados por investigadores de todo el mundo. Su utilidad aquí es esbozar un marco de referencia para quienes asoman al tema por vez primera.
En los tres últimos segmentos hace prospecciones en torno al devenir social en tres campos: 1) los asuntos de la energía y la productividad del modelo de desarrollo; 2) el incremento de la violencia y el advenimiento de una nueva era de conflicto social regida por el cambio climático, uno de los aspectos aparentemente más sutiles y quizá más difíciles de estudiar en estricta correlación con este fenómeno. Sobre esto, Wallace-Wells advierte que el cambio climático no actúa como causa única de dicho escenario, sino como una chispa que enciende un vasto complejo de inconformidad social; y 3) en “Systems”, alude a las consecuencias en cascada que tendrá el cambio climático, lo cual es denominado por los científicos climáticos como “crisis sistémicas”, y por los militares de Estados Unidos como un “multiplicador de amenazas”. Dichas consecuencias se enfocan en el aumento de migraciones tanto internas como extra-fronteras de personas que, por sus condiciones de vulnerabilidad, no podrán adaptarse a las nuevas condiciones y deberán dejar sus tierras, lo que a su vez generará nuevos problemas de tipo político y social.
En el cierre de esta segunda parte, Wallace-Wells aclara que lo descrito en los 12 elementos del caos son solo bocetos, un retrato del futuro dibujado lo mejor posible en el presente: algunos podrán ser contrarrestados, otros se reforzarán mutuamente y otros serán meramente adyacentes, pero juntos forman un marco de crisis climática bajo el cual vivirán miles de millones de seres humanos.
La tercera parte, como se indicó previamente, contiene elementos útiles para orientar el trabajo de la educación y la comunicación sobre el cambio climático, especialmente en el apartado “Storytelling”, donde Wallace-Wells analiza magistralmente el fenómeno que motivó la elaboración del libro: la actitud humana frente a la amenaza climática y el poder de las narrativas en el condicionamiento social hacia un particular orden de las cosas. Para ello utilizó un principio inteligente de la investigación social: dirigir los cuestionamientos primero hacia uno mismo antes que a otros, estableciendo con esta práctica un punto de situación y de partida. Cabe decir que el autor no se considera un ambientalista; por el contrario, se describe como cualquier otro estadounidense que “ha pasado su vida fatalmente complaciente y deliberadamente engañado sobre el cambio climático”. Entonces, si una persona informada y educada está tan ajena a esta envolvente amenaza planetaria, ¿qué sucede con otros millones de estadounidenses y de personas en todo el mundo?
Las historias tienen un enorme poder para fortalecer la idea de agencia y control humano, como puede verse, por ejemplo, en las películas hollywoodenses que tratan el colapso planetario y donde, por lo general, la humanidad es atacada por una amenaza sin autoría claramente definida. En ellas se desarrolla una épica lucha (con héroes bien identificados), tratando de enfrentar el mal y anular la amenaza, casi siempre con éxito. Detrás de esta simplista narrativa, observa Wallace-Wells, subyace una cierta culpa y ansiedad por el deterioro de la Tierra, las cuales se alivian en una catarsis con la esperanza de que, al final, todo se va a resolver y la especie humana sobrevivirá al colapso.
Hasta ahora ese tipo de historias ha logrado cierta verosimilitud y conforta a los espectadores, pero, por la magnitud y efectos crecientes del cambio climático, este fenómeno dejará de verse como un asunto marginal o ficticio, y se convertirá en una metanarrativa en la literatura de ficción contemporánea. Wallace-Wells cita al escritor indio Amitav Ghosh, quien imagina nuevos géneros que podrían abrazar al cambio climático.2 Por ejemplo, la ciencia ficción (sci-fi, por su nombre en inglés, science fiction) podría convertirse en “cli-fi” (climate fiction), un género de ficción que encienda la alarma ambiental; se elaborarían nuevas historias de aventuras didácticas teniendo como fondo o núcleo de la historia al propio cambio climático, e incluso podría surgir como género la gran novela climática. Pero esto no sucederá, advierte el propio Ghosh, debido a que los dramas y los dilemas del cambio climático son simplemente incompatibles con la clase de historias que nos contamos acerca de nosotros mismos.
En caso de que surgieran nuevos géneros adaptados al cambio climático, ¿quiénes serían los héroes en las historias? En la narrativa estadounidense prevaleciente (que tiene influencia mundial), los héroes son individuos comprometidos cuyas extraordinarias hazañas salvan a otros (Hall, 2003). Sin embargo, mientras en esa tradición cultural unos pocos salvan a todos ‒inermes e impotentes‒, la realidad presente y futura del cambio climático obligará al colectivo a salvarse por sí mismo, lo cual no casa con la narrativa moderna.
Por otro lado, dice Wallace-Wells, está la cuestión del villano, una situación más complicada debido a que la responsabilidad moral del cambio climático es mucho más oscura, pues detrás de él estamos miles de millones de personas, cuya responsabilidad se extiende en el tiempo y en gran parte del planeta. Aunque las responsabilidades son diferenciadas, y puede mencionarse como un gran culpable al capitalismo industrial, lo cierto es que muchas personas hemos disfrutado de sus beneficios… Pero la complicidad generalizada no sirve para elaborar un buen drama, ya que las historias de la moralidad moderna requieren antagonistas definidos y aborrecibles. El asunto de la responsabilidad es quizá el más complicado de las narrativas actuales, que no dan lugar para tomar el cambio climático ni como contexto de la siguiente fase de la historia humana, ni como guion literario.
“Storytelling” contiene otros puntos relevantes sobre las narrativas como estrategias de sensación de control para el ser humano: una es la sublimación a través de la inmersión en ciertos temas específicos como parábolas climáticas que llaman a la simpatía, tales como el sufrimiento animal, el pánico por los contaminantes plásticos y la extinción de las abejas. La segunda estrategia es el uso de alegorías para tratar una crisis, al convertir el problema en una historia sobre la cual se puede incidir o tener injerencia, lo cual resulta confortante. Abro aquí un paréntesis para explicar el último aspecto de este apartado, que constituye un tema de interés para los educadores y comunicadores ambientales.
The Uninhabitable Earth está signado por la relación que su autor establece directa y simbólicamente con científicos climáticos y especialistas de otras disciplinas, con autoridad y mérito indiscutible, que tienen un conocimiento profundo de cada uno de los aspectos que inciden en el cambio climático a partir de investigaciones en distintas materias, escalas y alcances, pero que han quedado a deber a una mejor y más clara comunicación pública del problema, según Wallace-Wells.
La situación referida se presentó poco después de la publicación del ensayo homónimo, en 2017, cuando un grupo de científicos hizo una serie de señalamientos públicos acerca de algunos contenidos y posturas del autor, quien respondió haciendo anotaciones, precisiones y correcciones al texto, y dando una respuesta directa a quienes calificaron de “alarmistas” algunas de sus afirmaciones. Más todavía, el propio autor fue señalado de alarmista por tomar en serio las posibilidades de ocurrencia de los peores escenarios de calentamiento global. Su respuesta, que se sostiene en el libro de manera amplia, fue la reiteración de los supuestos que guiaron la elaboración del ensayo (y más adelante del libro), que son los siguientes:
[…] que la población no aprecia la escala del riesgo climático en parte porque no se ha contemplado la mitad más aterradora de la curva de distribución de posibilidades; que existe un valor periodístico y de interés público en difundir las noticias de la comunidad científica, no importa cuán desconcertante pueda ser; y que, cuando se trata del desafío del cambio climático, la complacencia pública es un problema mucho más grande que el fatalismo generalizado: que muchas más personas no estén lo suficientemente asustadas, que ya están “demasiado asustadas”. De hecho, ni siquiera entiendo lo que significaría “demasiado asustado”. La ciencia dice que el cambio climático amenaza casi todos los aspectos de la vida humana en este planeta, y que la inacción acelerará los problemas. En ese contexto, no creo que sea un insulto llamar a un artículo, o su escritor, alarmista. Aceptaré esa caracterización. Deberíamos estar alarmados.3
En el apartado “Cascades”, Wallace-Wells ahonda en esa respuesta y en “Storytelling” retoma la discusión respecto de la actitud de los científicos climáticos quienes, desde hace tiempo, conocen la magnitud del problema y aun así han decidido no hablarlo con todas sus implicaciones. Esa reticencia, observa el periodista, ha hecho metástasis en la clase científica y es una de las razones por las cuales la población no alcanza a entender el tamaño del problema.
Desde su punto de vista, los expertos consideran que es irresponsable comunicar abiertamente las posibilidades más preocupantes del calentamiento global, pues creen que el público no es capaz de interpretar y responder correctamente a esa información. La excesiva precaución de la clase científica se explica también en el tipo de formación que tienen sus integrantes, en sus propias experiencias y también en una sabiduría personal que les hace evitar la posibilidad de comunicar una narrativa honesta sobre el cambio climático que pudiera generar abatimiento entre la población.4
En el siguiente apartado, relativo a la crisis del capitalismo, Wallace-Wells hace una crítica a este modelo socioeconómico y esboza algunas prospectivas para un nuevo orden social global en el contexto de cambio climático. Este análisis continúa en el apartado “políticas de consumo”, donde repasa la relevancia del neoliberalismo, su ideología y su operación a escala política y social, así como su probable fin. Aquí hace referencia a nuevos, posibles, regímenes políticos que emergerían en un mundo inmerso en los efectos del cambio climático, con base en Mann y Wainwrigth,5 quienes a su vez se inspiran en el Leviathan, de Tomas Hobbes. Con esto se abre la posibilidad de imaginar un nuevo orden global.
En “History after progress” se abre una nueva línea de análisis centrada en la inequidad y la injusticia prevalecientes en las sociedades contemporáneas y en el orden geopolítico mundial, y proyecta el recrudecimiento de tales desigualdades en contextos de cambio climático. Por último, en “Ethics at the End of the World” se revisan los efectos que el rápido deterioro de las condiciones de vida tendrá en la psique, así como algunas respuestas desde la ética, la filosofía y la espiritualidad para construir nuevas plataformas existenciales en medio de las nuevas adversidades socioambientales que permitan superar la desesperación y el nihilismo ecológico, y, más todavía, propicien la aclimatación de los sujetos al mundo por venir. Una forma de lograrlo sin caer en la desesperación colectiva, concluye Wallace-Wells, es normalizar el sufrimiento climático al mismo ritmo en que lo aceleramos, logrando un acuerdo con lo que está frente a nosotros.
En la cuarta y última parte del libro, las reflexiones finales del autor se centran en la respuesta de la población ante el gran problema civilizatorio que implica el cambio climático. Asegura que, aunque vivimos con grandes incertidumbres al respecto, estas no son proyecciones de ignorancia colectiva en torno al mundo natural, sino de ceguera acerca del mundo humano, las cuales pueden dispersarse mediante la acción humana, pues es lo que determinará el clima del futuro, y no los sistemas que están fuera de nuestro control. El autor asegura que la humanidad cuenta con todos los elementos necesarios para enfrentar el problema. Además, no se necesita misticismo para definir el destino del planeta, sino solo la aceptación de la responsabilidad.
The Uninhabitable Earth. Life After Warming ha atraído gran interés en lectores de diversos países. En Estados Unidos llegó a ser el principal best-seller del periódico The New York Times en 2019. En México es un libro poco conocido, aunque ya fue traducido al español en una edición publicada en febrero de 2020, titulada El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento, lo cual facilitará su consulta entre los lectores hispanohablantes.
El mérito de este libro radica en el esfuerzo de conjuntar una amplia diversidad de temas y aspectos que inciden en el cambio climático, lo cual, al mismo tiempo, representa su mayor debilidad, pues al ser un compendio de tantos elementos, algunos tópicos que pudieron ser examinados con mayor detenimiento pasaron a conformar apartados menores, dado el propósito del autor de reunir una desbordada suma de información para dar un contexto fundamentado en datos científicos y para basar en ellos sus principales supuestos.
En particular, me parece que el capítulo dos es prescindible, pues se trata de información conocida que ha sido objeto de serios y fructíferos debates, tales como los efectos del cambio climático en diversos ecosistemas, fenómenos meteorológicos, sistemas sociales, así como de sus orígenes en el modelo de desarrollo industrial-capitalista-neoliberal, por mencionar algunos. Por supuesto, para un lector recién llegado al tema, ese segundo apartado podría significar el atractivo inicial que impulse la lectura de un tema tan complejo, tan vasto, inminente y, al mismo tiempo, tan poco conocido y reconocido a escala social. Por otro lado, la primera y la tercera partes del libro denotan un abordaje maduro, sólido y reflexionado por parte del autor, enriquecido por las voces e ideas de decenas de autores consultados (más de 60 páginas de notas al final del libro dan cuenta de esto), y donde se hacen las principales aportaciones al campo de la investigación social y educativa.
Con todo lo dicho, el libro no presenta una narrativa regular o perfectamente ensamblada; es, sí, una fuente profusa de información, ideas, enfoques y reflexiones que configuran el caleidoscopio al que el autor hace referencia, y que permite a cada lector aprovecharlo de acuerdo con sus propios intereses, perspectivas y bagaje de conocimientos. De ahí que las reiteradas informaciones y afirmaciones que se encuentran a lo largo del libro tengan una utilidad ulterior, bien sea para dar a conocer, para alarmar o para convencer sobre la existencia del problema y la necesaria acción frente a él, que es el principal objetivo del libro. Precisamente, sobre el alarmismo del que se le acusa, Wallace-Wells dice en “Storytelling” que alarma no es lo mismo que fatalismo, que la esperanza no exige silencio sobre los desafíos más aterradores, y que el miedo también puede motivar.
Varias razones hacen recomendable la lectura de este libro. Una de ellas es que ofrece valiosos elementos para empezar a imaginar y situarse en el futuro que desde hace décadas hemos construido y que seguimos construyendo, con la alentadora proposición de que la humanidad ha sabido históricamente negociar con lo que tiene enfrente. Otra es que, aun dejando incompletas algunas reflexiones, su solo abordaje anima a darles continuidad por cuenta propia. Es muy probable que, para ciertos lectores, este texto requiera varios momentos de reflexión antes de continuar la lectura, y que detone nuevas y creativas ideas para construir una más sólida posición personal frente al reto del cambio climático.
Lo anterior aplica también al uso de conceptos y a la flexibilidad del pensamiento teórico requerido para entender el problema. A partir del profuso conjunto de términos utilizados en el texto es posible darse cuenta de que realidades inéditas requieren nuevos nombres, nuevas palabras, nuevas formas de nombrar los sucesos y fenómenos. Precisamente, el término “aclimatar”,6 que de ordinario se aplica a los seres vivos, es utilizado por Wallace-Wells para la especie humana, que también forma parte de los seres vivos, aunque para ella se ha asignado de manera preferencial la palabra “adaptar”.7
En el mismo sentido, me parece, el libro logra abrir la disposición personal para situarse mental, emocional, política y socialmente en los escenarios de cambio climático que ya no son de futuro, sino que empiezan a prodigarse en efectos visibles y vividos. Permite, pues, superar la tendencia a tratar de posponer, ilusamente, el pensamiento y las capacidades requeridos para adaptarse a las nuevas condiciones planetarias. Ayuda a visualizar, a imaginar situaciones que demandarán otras respuestas sociales, distintas a las ya conocidas, pues en la incertidumbre nada puede darse por asentado, como tampoco asumir que las fórmulas hasta ahora probadas funcionarán en otros contextos. Es la oportunidad para desarrollar una educación para el mundo, esto es, aprender a partir de la exposición a la realidad más que de la adquisición de conocimiento que sustituye a la experiencia (Ingold, 2018).
Antes de concluir, ha de resaltarse el papel del periodismo de investigación en los asuntos ambientales como una herramienta de gran potencial para la comunicación y la educación sobre el cambio climático. Más allá de la cuestión de la precisión científica, de las reticencias y los conservadurismos de ciertos sectores que suelen exponer eufemísticamente las incertidumbres para evitar el (despreciado) alarmismo entre la sociedad o el descrédito de la imprecisión académica, este libro es un ejemplo de cómo el periodismo y las disciplinas sociales pueden apropiarse con toda autoridad y mérito del manejo de un tema que no es un campo exclusivo de la ciencia ni de la clase política. El compromiso profesional del periodismo está en informar y ofrecer elementos de opinión y reflexión para la formación del propio juicio y postura personal de los sujetos respecto de un asunto en particular. En este sentido, es inverosímil que se prefiera desgastarse en una discusión sobre el cómo no hacer las cosas que sobre el cómo hacerlas, cuando se requiere, sobre todo, definir y acordar lo que se debe hacer. Más fructífero será aprovechar el mayor herramental educativo y comunicativo posible para informar, concientizar y alentar la acción social, antes que hacer una defensa de límites territoriales entre disciplinas. La interdisciplinariedad también está convocada en este reto.
En resumen, y para cerrar, me parece que la alarma con la que este libro fue iniciado y desarrollado alcanza al final un equilibrio y una madurez como de quien pasa por un arduo proceso emocional. La calma y la aceptación prevalecen en las últimas partes del libro, haciendo de este una obra, más que polémica, valiosa y útil para dialogar con una sociedad global que ha procrastinado el solo hecho de mirar e imaginar un futuro (y presente) que se anuncia con retos desconocidos y que, al mismo tiempo, pueden generar respuestas hasta ahora no convocadas por parte de la humanidad.
Si una lección pudiera darnos hasta ahora el cambio climático, será la necesidad de aprender y educar para la incertidumbre, y prepararse para estar alerta y responder a los mensajes que esta nueva naturaleza nos prodiga. Y también la oportunidad para retornar emocional y simbólicamente al mundo natural del que alguna vez el ser humano se sintió escindido. Ésta es una de las invitaciones que hace esta obra.