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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.8 no.33 Toluca jul./sep. 2002
Efectos de la globalización en las migraciones internacionales
Alma Rosa Muñoz Jumilla
Universidad Autónoma del Estado de México
Resumen
Este artículo tiene como objetivo central mostrar la forma en que la globalización económica ha sido un factor que ha impulsado y acelerado los movimientos migratorios internacionales en las últimas décadas. La abundante información que existe sobre estos temas tan de actualidad, nos ha permitido realizar un extenso análisis sobre la manera en que ambos procesos se han interrelacionado. Se parte de una definición de la globalización económica, lo cual es difícil de lograr debido a su carácter multidimensional, a la vez que se realiza un recorrido histórico con la finalidad de demostrar que la experiencia globalizadora que se vive actualmente, se experimentó también en otros momentos y tuvo amplias repercusiones en los movimientos internacionales de personas, esto nos dio la pauta para tratar de establecer las diferencias y similitudes que presentan estos procesos que se vivieron en otro periodo con los actuales. A su vez la extensión de este trabajo permitió hacer un recorrido, por lo que hemos denominado la nueva geografía de las migraciones, a través de las cuales se realiza un análisis de flujos tanto en sus orígenes como destino.
Abstract
The purpose of this article is to demonstrate how economic globalization is a factor that has encouraged and has accelerated international migratory movements in the last decades. The extensive bibliography related to both current themes, has made it possible to analyze how these processes (economic globalization and international migration) are related. We begin this article by defining economic globalization and by acknowledging the difficulty of defining such a multidimensional term. Moreover, a historic analysis will show that "globalization" experiences in the past had also affected the international migratory patterns. It is our objective to compare and contrast the past experiences with this current wave of economic globalization. The extent of this work has also made it possible to analyze the migration flow from its origin to its destiny. We will define it as "the new geography of migrations".
Introducción
El trabajo que aquí se presenta constituye un esfuerzo por mostrar los importantes cambios que se han gestado en los procesos migratorios a raíz de la globalización. Quizá el contenido del trabajo pretende abarcar demasiados aspectos y es un tanto general, pero el afán por demostrar la forma en que ambos procesos se interrelacionan nos ha conducido a buscar, en primer lugar, una definición a través de la cual se pueda interpretar de manera más acertada el funcionamiento de las migraciones bajo el actual contexto de globalización, así como la manera en que este proceso rige las actuales relaciones económicas internacionales, además de conocer, desde una perspectiva histórica, la manera en que la globalización y la migración internacional han estado articuladas a lo largo del tiempo, obviamente, con sus características propias, de acuerdo con los contextos histórico, económico, social, cultural y espacial, en los cuales se han desarrollado. Este interés ha conducido, por lo tanto, al estudio de los cambios profundos que han sufrido las relaciones económicas internacionales y la manera en que estos cambios las han afectado, al acelerar y añadir nuevas características a los movimientos migratorios internacionales.
En primera instancia, el análisis se centra en la definición y significado de la globalización, tarea difícil, puesto que la globalización es un concepto que tiene aplicación multidisciplinaria y que, por lo tanto, la forma de concebirla está en función de la perspectiva con que se enfoque su análisis. Para los fines de este trabajo nos hemos restringido principalmente en su interpretación económica, sin dejar de lado la importancia y validez que tiene en otras disciplinas.
Cierto es que las migraciones contemporáneas tienen un papel de primer orden en la economía, la política y en la estructura social de casi todos los países del orbe, pues el tema está presente en las negociaciones políticas, financiero y comerciales entre países. Hoy en día, el gran temor de los países desarrollados quienes en otro tiempo incentivaron la migración y se nutrieron de ella para cubrir sus déficit de mano de obra es que las migraciones hacia sus territorios se intensifiquen; sin embargo, parece que se ha entrado en una dinámica que no es posible parar, a pesar de las restricciones impuestas. Los procesos migratorios están íntimamente vinculados a las condiciones internas que privan en la gran mayoría de los países emisores de migrantes. Tal parece que son producto, por un lado, de políticas de corte neoliberal mal aplicadas, cuyos resultados han remarcado las carencias y pobreza de vastos sectores de la sociedad de esos países, y por otro, del desarrollo de las comunicaciones y el abaratamiento del transporte. Asimismo, es una respuesta a la demanda de mano de obra, que le representa muchas ventajas en términos laborales a los países desarrollados, quienes actualmente ven con bastante recelo y actúan en forma por demás cautelosa ante el creciente proceso migratorio.
Si bien la amplitud y complejidad inherentes al tema que se está abordando nos lleva a ciertas imprecisiones, cabe señalar que este análisis es por demás exhaustivo y nos ha conducido a conocer más de cerca la forma en que los cambios económicos, sobre todo aquellos que se han originado a raíz de las fuertes crisis en las economías en desarrollo, han culminado en fuertes procesos migratorios.
Consideraciones en torno a la globalización
Una definición no unívoca
Como la mayor parte de los temas de moda, la globalización es un término que casi todo profesional de cualquier disciplina utiliza, y para el que no existe una conceptualización claramente definida. En gran medida, se debe a que no hay una definición de globalización que comprenda todas sus perspectivas. Un acercamiento inicial al concepto es, precisamente, su multidimensionalidad. De esta manera, se pueden establecer, entre otras, las siguientes ópticas:
1. La sociocultural. Está vinculada a la generalización internacional de ciertos valores y pautas culturales, cuyo origen se puede encontrar en el mundo occidental a partir de las reformas sociales e innovaciones productivas de la revolución industrial: las concepciones de democracia e igualdad de género, y un consumo abundante.
2. La política. Relacionada con la extensión, bajo la influencia de Estados Unidos, que recomienda la aplicación de políticas nacionales de corte liberalizador, bajo los principios del denominado Consenso de Washington, lo que abre las puertas a una mayor vinculación e interdependencia de las diferentes economías.
3. La económica. Se define a través de la supresión de trabas a la circulación internacional de mercancías y de los factores productivos (capital y personas), con el consiguiente aumento de dichos flujos. Es precisamente en esta última percepción en que se centra la atención de este artículo, cuyo objetivo consiste en establecer la forma en que la globalización ha afectado y acelerado los movimientos migratorios.
La conceptuación económica
El concepto de globalización ha generado muchas polémicas; sin embargo, la mayoría de las opiniones convergen en el hecho de que los acontecimientos históricos acaecidos en las dos últimas décadas la caída del socialismo, la incorporación de los países de la ex URSS y de la Europa del Este al circuito capitalista, así como de China y de la casi totalidad de los países del Tercer Mundo han tenido como resultado la articulación de prácticamente todos los países del mundo al mercado capitalista. Sin embargo, la falta de una definición clara ha conducido a varias interpretaciones, una de ellas surge en el seno de la Comisión Europea, que en su definición clásica la concibe como:
El proceso mediante el cual los mercados y la producción de diferentes países están volviéndose cada vez más interdependientes debido a la dinámica del intercambio de bienes y servicios y a los flujos de capital y tecnología. No se trata de un fenómeno nuevo, sino de la continuación de desarrollos que habían estado funcionando durante un tiempo considerable (Comisión Europea, en Girón, 1999).
La globalización económica se produjo en el marco de la nueva reestructuración capitalista derivada de sus crisis, sobre todo a partir de 1973, cuyos cambios tienen como ejes principales un proceso creciente de internacionalización del trabajo, a la vez que se apoyan en profundas transformaciones en los procesos productivos, que tienen como sustento las revoluciones en la informática y en las comunicaciones, las cuales han repercutido en forma directa en los procesos de trabajo, pues han producido nuevas formas de organización que se basan en una automatización flexible, mediante la gestión computarizada, en la organización del trabajo a partir de círculos de autocontrol de calidad y en la conjunción entre la descentralización de los procesos productivos y el flujo continuo de información, así como en la circulación física entre las diversas esferas que configuran el ciclo productivo (Aragonés, 2000: 119-120).
La expresión globalización es relativamente reciente, se originó a mediados de la década de 1980, y ha sido asumida en virtud de que los profundos cambios que venían ocurriendo en la economía internacional no quedaban lo suficientemente explicados con términos como internacionalización y trasnacionalización. Con dicho concepto se quiere representar la rápida difusión internacional de la producción, el consumo y la inversión. Se le concibe, por lo tanto, como la creciente interacción entre los países, producida por la expansión de los mercados de capital, el comercio y la inversión extranjera directa (Dubois, 1999: 70). También se considera a la globalización como un proceso que está produciendo un cambio en el sistema de las relaciones económicas hacia modelos transnacionales donde se desconoce cuál es su punto final, y cuya evolución tampoco puede definirse como marcada por la homogeneización y la pérdida de las identidades y soberanías nacionales.
La vertiente de la economía internacional
Especialistas en economía internacional, como Tugores, consideran que el análisis de la economía internacional debe realizarse a través de cuatro fases que distinguen su desarrollo. La primera se encontraba integrada sin ninguna traba ni de la movilidad de los factores ni a los productos (y sin ninguna pluralidad de monedas que distorsionara el funcionamiento de la economía integrada).
En una segunda fase, con la aparición de las "fronteras" (con todo lo arbitrariamente que se quiera), se configuraron los países o economías nacionales; estas fronteras solían ser muy restrictivas, ya que impedían la movilidad de los factores de producción entre países, lo que restringía las posibles combinaciones de estos factores para producir aquellos bienes situados en el interior del país, sin que éstos pudieran ir más allá de las fronteras, es decir, no había comercio internacional. En este caso, la economía internacional no era más que la mera yuxtaposición de diversas economías nacionales "autárquicas" (Tugores,1999: 9).
En la tercera fase apareció el comercio internacional, sin embargo, se mantenía la inmovilidad de los recursos productivos entre países (por tanto, las combinaciones productivas se restringían a los factores dentro de cada frontera), con la modalidad de que una vez producidos los bienes, sí podían intercambiarse, dando lugar al comercio internacional. Su interés la condujo a un acercamiento a la asignación eficiente de recursos propuesta en la primera fase, la cual se mantuvo en la medida en que el comercio internacional permitía reproducir "la economía integrada". Hasta aquí,
el mensaje de la teoría clásica del comercio, sostenía que si las fronteras no habían generado unas desigualdades o asimetrías excesivas en la distribución de los recursos entre países, entonces, era factible eliminar las distorsiones generadas por la artificialidad de estas fronteras. Por lo que, eventualmente, la movilidad de los productos a través del comercio internacional podía suplir la falta de movilidad de los factores de producción. Incluso, en ese proceso, la lógica del comercio tendería a igualar los precios de estos factores entre países (Tugores, 1999: 10).
Es precisamente en este marco en el que se han desarrollado las teorías de las migraciones, donde se considera que el precio de la mano de obra (salarios) tiende a igualarse a través de este mecanismo regulador, como es el libre tráfico de mercancías entre países y, por lo tanto, las migraciones tenderían a disminuir, hasta desaparecer totalmente, una vez que los precios se homogenizaran.
La cuarta fase se refiere a la situación actual o mundialización (término que considera más aplicable a las condiciones que actualmente rigen a las relaciones económicas internacionales), en la que, además de mantenerse abierto el comercio internacional,
aparecen otras dos nuevas posibilidades: a) por un lado, se introduce una movilidad de factores, pero bastante asimétrica: muy alta para el capital financiero, alta para el capital físico (a través de la posibilidad de inversiones extranjeras directas) y mucho más reducida y regulada para el factor trabajo; b) localizando cada fase del mismo, según sus específicos requerimientos, en un país distinto: es la partición de la cadena de valor propiciada por la tecnología y el nuevo marco, que complica notablemente la distribución territorial de la actividad económica (Tugores, 1999: 10).
En la actualidad, uno de los principales objetivos de análisis de la economía internacional consiste en el estudio de estas tendencias contrapuestas que acabamos de mencionar. Sobre todo, si se trata de comparar la actual etapa de globalización con una situación histórica con bastantes puntos en común que se produjo a finales del siglo XIX y en el siguiente hasta la Primera Guerra Mundial, a la que también se le concibe como de globalización y de convergencia de la economía mundial. Los niveles de apertura comercial y financiera de esta época fueron muy notables, obviamente que con marcadas diferencias en los medios de transporte y comunicaciones, aunque homologables desde bastantes puntos de vista a las actuales. En función de estas similitudes, Obstfeld (en Tugores, 1999: 12), se ha empeñado en demostrar la notable integración que existía en los flujos netos de capital.1 No obstante estas similitudes, se hacen manifiestas tres diferencias significativas en relación con lo que ocurre actualmente:
1. Pese a que existe un mayor grado de movilidad de personas, es decir del factor trabajo, en relación con el de hace un siglo, tanto en términos relativos como absolutos, las migraciones de entonces desempeñaron un papel mucho más relevante que las actuales. Según Williamson (2000), entre 1870 y 1910 las migraciones supusieron un incremento de la población activa del entonces Nuevo Mundo (principalmente de Estados Unidos, Canadá, Argentina y Australia) de 49 por ciento, mientras que reducían la población activa en la vieja Europa fue de 13 por ciento (especialmente en Italia, Irlanda y Escandinavia). Esta situación afectó en forma significativa los salarios; se plantea que el proceso migratorio ocurrido entre Gran Bretaña y Estados Unidos en ese periodo generó que los salarios en ambos países se vieran profundamente afectados.2
2. El papel de la potencia hegemónica en el mecanismo de captación de ahorro y canalización a la inversión era diferente. Hace un siglo Gran Bretaña era un prestamista neto de fondos muy importantes; en cambio, en la actualidad Estados Unidos absorbe un volumen importante de recursos financieros del sistema internacional para cubrir sus déficit comerciales.
3. Hace un siglo no existía el «pacto social» que se tradujo en el Estado de bienestar y en políticas de estabilización macroeconómicas. Por eso las consecuencias políticas y sociales de la globalización de entonces eran más fácilmente asumibles (junto a la válvula de escape de la movilidad de las personas). Obviamente que esto es aplicable a las sociedades más desarrolladas, como las europeas por ejemplo, quienes manifiestan la presencia de intensos flujos migratorios que llegan día a día atraídas por lo que representa para ellos empleo, ingreso y seguridad social que no tienen en sus países de origen.
Por otra parte, el colapso de la mundialización (globalización) de aquella época se asoció a un periodo que incluyó dos guerras mundiales, la inestabilidad financiera de la década de 1920 y la gran depresión de la década de 1930 con el colapso asociado en el comercio y las finanzas internacionales. En cambio, desde la Segunda Guerra Mundial, sobre todo durante la posguerra, el crecimiento de las relaciones comerciales internacionales ha sido constante, de tal manera que ha superado al del producto interno bruto (PIB),
desde mediados de los cuarenta hasta principios de los noventa, el comercio exterior aumentó 1.5 y 2 veces la tasa anual de crecimiento del PIB, en promedio, el mundo exporta 20 por ciento de lo que producen, aunque algunos rebajan ese porcentaje a 15 por ciento (Dubois, 1999: 72).
Ahora bien, desde otra perspectiva, se podría argumentar que los nuevos procesos muestran marcadas diferencias con los anteriores. La primera de ellas se manifiesta a través de la concentración del comercio entre los países desarrollados y los países en vías en desarrollo, que supone la mitad del comercio total. La segunda se manifiesta mediante el crecimiento del llamado comercio intrafirma, es decir, que tiene lugar entre dos ramas o dos secciones de la misma empresa que están ubicadas en países distintos, que ha transformado los mercados nacionales de manufacturas en mercados globales y ha contribuido a aumentar la interdependencia de los procesos de producción entre los países. La tercera se manifiesta mediante la aparición de nuevos países industrializados que han provocado una especialización de la producción. (Dubois, 1999: 75).
En cuanto al efecto de la globalización en las migraciones, ha sido de tal magnitud que, contrariamente al planteamiento anterior, se cree que no ha habido una época histórica, a pesar de las migraciones masivas que la antecedieron, donde los fenómenos migratorios hayan adquirido tanta importancia como en la actualidad, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. Actualmente las relaciones no se basan en el principio del intercambio, ni en el racionalismo, ni en el individualismo, tal como eran interpretadas por el pensamiento liberal de mediados del siglo XIX y principios del XX. En nuestros días las migraciones se consideran auténticos fenómenos sociales que ocurren conjuntamente con la internacionalización del capital.
La movilidad de factores
Una forma de integración económica es el movimiento internacional de factores de producción que ya hemos mencionado. Dicho movimiento incluye la migración del trabajo, la transferencia de capital mediante préstamos internacionales y las sutiles vinculaciones internacionales ligadas a la formación de las empresas multinacionales. Sin embargo, en el mundo moderno, las restricciones a la movilidad del trabajo son muchas casi todos los países imponen restricciones a la inmigración; la movilidad del trabajo permanece menos en la práctica que la movilidad del capital (Krugman y Obstfeld, 1998: 188). Como lo menciona Tugores, la relación es bastante asimétrica comparada con el capital. Por ejemplo, las discusiones sobre la migración extracomunitaria (para países no pertenecientes a la Unión Europea) comenzaron a profundizarse cuando España se convirtió en miembro de la Unión Europea (1986), cuando se le atribuyó a la península el papel de frontera sur de la pretendida "Europa fortaleza" (Pedone, 2001) cuyo fin es evitar que los flujos migratorios procedentes de África, Asia y Latinoamérica se desplacen hacia los demás países integrantes de la Unión Europea. Lo que constata, a su vez, el acentuamiento de la xenofobia, que acompaña al racismo que manifiestan en forma cada vez más acentuada los habitantes de estos países hacia los recién llegados, principalmente los procedentes del llamado Tercer Mundo.
La existencia de un mercado mundial de mano de obra es facilitada por el desarrollo de las comunicaciones y el bajo costo de los transportes; las migraciones fluyen hacia los centros económicos más dinámicos de Europa, Estados Unidos-Canadá y el Sudeste de Asia. En Holanda y Alemania se ha dado desde hace varias décadas la inmigración de personas provenientes de Turquía, Yugoslavia, Grecia, Europa central, Surinam, Indonesia, Vietnam y China, así como de otros países alejados (Capel, 2002: 317).
Movilidad de capital: globalización financiera
Estados Unidos empezó como el principal exportador de inversión extranjera directa con una cifra que en 1960 alcanzó 32 800 millones de dólares, los cuales se orientaron principalmente hacia los países industrializados, en especial los del mercado común e Inglaterra; cerca de una sexta parte se dirigió a países en desarrollo y el resto fue invertido en empresas marítimas internacionales en Europa. Las trasnacionales europeas y japonesas empezaron a expandirse también a finales de esa década, aunque el conjunto de la inversión de esos países era inferior a la de Estados Unidos, para 1971 ya comprendían 51 por ciento del total (Aragonés, 2000).
Los principales cambios en el movimiento internacional de capitales ocurrieron durante la década de 1980, motivo por el lo cual se considera a esos años como la máxima manifestación de la globalización. Dichos cambios se reflejaron en una mayor restricción de los préstamos hacia los países en vías de desarrollo; mientras que Estados Unidos, tradicionalmente exportador de capital, emergía como el mayor importador de este factor en el mundo; sin embargo, a principios de la década de 1990 hubo una sorprendente revitalización de la disposición de los inversionistas a colocar dinero en algunos países en desarrollo. Pocos países, entre los que destaca México, empezaron a recibir altas cantidades de capital. Los inversionistas de los países avanzados miraron con buenos ojos los mercados bursátiles de varios países en desarrollo, lo que hizo subir rápidamente las cotizaciones. Una parte importante del movimiento internacional de capital adoptó la forma de inversión extranjera directa, aunque fue predominante inversión de cartera3 (Krugman y Obstfeld, 1998: 193). Al respecto se tiene que:
La movilidad del capital ha creado unas nuevas condiciones para la movilidad del trabajo. La práctica económica y la tecnología han contribuido al nacimiento de un espacio trasnacional destinado a la circulación del capital. Las diferentes políticas, muchas de ellas procedentes de los Estados Unidos, delimitan, regulan y hacen viable ese espacio. Lo que la teoría económica y los gobiernos definen como movimiento entre los diversos países, es también movimiento dentro de una sola entidad que abarca a esos países (Sassen, 1997).
La existencia de las empresas trasnacionales ha sido la referencia más común para explicar el origen de la globalización (aunque aquéllas vienen operando desde hace mucho tiempo); sin embargo, el sistema económico internacional se caracteriza por un complejo y creciente modelo de actividades transfronterizas que es diferente del modelo de trasnacionalización anterior. Las economías nacionales se encuentran cada vez más estrechamente integradas por la expansión de las empresas, que establecen sus procesos de producción en diferentes países. Los países quedan conectados como fases o partes de un mismo proceso de producción, pero sobre todo, por una misma estrategia empresarial, cuyas decisiones se encuentran en manos de un órgano que escapa a los controles de los gobiernos de cada uno de los países y se convierten en mecanismos de control y presión de las autonomías nacionales.
Por las características que presenta el mercado de capitales se le considera globalizado; ello se debe al aceleramiento en los flujos de capital, cuyo origen se encuentra en su liberalización y por las innovaciones de los productos financieros, de los intermediarios, de los canales de origen y destino, etc. Dentro de su carácter globalizado, se han establecido nuevas relaciones que generan distintos tipos de impacto, por ejemplo, el mercado global valoriza continuamente el desempeño de las economías nacionales o de las medidas adoptadas por los gobiernos, en la cotización de la moneda, en las medidas de riesgo que impone sobre las tasas de interés nacionales, así como una mayor restricción a los márgenes de autonomía de los gobiernos nacionales, que se derivan de las condicionalidades implícitas o explícitas que les imponen los mercados de capital, si esos países quieren seguir siendo sujetos de crédito.
La movilidad del trabajo y de personas: migraciones internacionales
Con la crisis del modelo asumido por la mayoría de los países del mundo capitalista, desde mediados de la década de 1970, se establecieron respuestas que desembocaron en un conjunto de transformaciones sociales a nivel mundial, entre las que se encuentran aquellas que tuvieron un profundo impacto en los procesos migratorios, en este caso, bajo el nuevo orden internacional, se constituyeron, a la vez, nuevas dinámicas migratorias, bajo el concepto clave denominado globalización, del cual hemos hecho bastante referencia. Por lo tanto, la globalización económica implica la movilidad y flexibilidad de todos los factores productivos, incluida la mano de obra, lo que ha dado origen a una generalización de las migraciones internacionales: el trabajo también se mundializa (Aja y Carbonell, 1999: 16)
La globalización ha incentivado la información constante por parte de los medios de comunicación, el abaratamiento de los medios de transporte y el funcionamiento cada vez más dinámico de las mafias de traficantes de inmigrantes ilegales, que es un fenómeno que crece cada día más, conforme las necesidades de las personas a emigrar aumentan; sin embargo, no hay que olvidar que el movimiento transfronterizo de la mano de obra es un fenómeno que siempre se ha dado, independientemente de que existieran los mercados globalizados.
La nueva era de la migración se origina por la combinación de tres procesos, uno de los cuales es la expansión geográfica de las migraciones, que incluye nuevos flujos del norte y oeste de África, así como de Europa del este y de la antigua Unión Soviética. Esta nueva geografía de las migraciones comprende nuevos destinos: países como Italia, España y Grecia, largo tiempo exportadores de mano de obra, se han convertido en áreas receptoras, y algunos de los más prósperos países de Europa central, donde se han originado significativas migraciones, se han convertido ahora en nuevas áreas receptoras: Polonia, República Checa y Hungría.
Los factores que favorecen algunos movimientos en particular, como el de los norteafricanos y subsaharianos, y el de latinoamericanos a Europa, especialmente a España, son la proximidad y las relaciones coloniales o lazos históricos previos, los contactos frecuentes, el conocimiento del idioma y las redes sociales que funcionan desde hace mucho tiempo en varios países de Europa occidental. Una situación similar ocurre con los mexicanos que emigran hacia Estados Unidos.
La suma total de migrantes internacionales no se conoce exactamente debido a la carencia de datos de algunas zonas y a la falta de congruencia de las fuentes disponibles. No obstante, existen algunas estimaciones que permiten acercarnos a la magnitud del fenómeno. En la década de 1990, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimaba que existían entre 70 y 85 millones de migrantes (de los cuales 30 o 35 millones eran trabajadores, que equivalían a 1.2-1.4 por ciento de la fuerza laboral mundial), y más de 20 millones de refugiados. El conjunto oscilaba entre 90 y 105 millones de personas residiendo fuera del país de nacimiento, lo que representaba alrededor de 1.7 por ciento de la población mundial, es decir, aproximadamente el volumen de crecimiento anual de ésta (Aja y Carbonel, 1999: 18).
Mientras que Tapinos (2000) plantea que esta cifra es mayor, pues para 1990 las cifras arrojaban que 110 millones de personas vivían fuera de su lugar de nacimiento, cifra que correspondía a 2.8 por ciento de la población mundial. Estas cifras se están obviamente bastante subestimadas, pues no se contemplan las migraciones temporales ni las clandestinas. Además de que en la década de los 1990 se intensificaron los flujos migratorios, por lo que las cifras pueden ser superiores. Con todo, Tapinos opina que no se trata de un fenómeno de migración masiva, punto de vista con el que coinciden otros autores, pues la mayor parte de la población de los países emisores de migrantes permanece en sus lugares de origen.
Por su parte Castles (2000) maneja que el número de personas que residía fuera de su país de nacimiento en todo el mundo aumentó de 75 millones, en 1965, a 120 millones, en 1990, cifra superior a la de Tapinos. Este número de migrantes en 1990 equivalía, aproximadamente, a dos por ciento de la población mundial. Por lo tanto, estos migrantes aumentaron ligeramente con más rapidez que la población mundial en su conjunto, pero la tasa de crecimiento anual (1.9 por ciento para el periodo completo, de 2.6 por ciento entre 1985 y 1990) no fue espectacular; sin embargo, la migración internacional parece haber aumentado más rápidamente en el decenio de 1990, puesto que, según se estima, alcanzó aproximadamente entre 135 y 140 millones de personas, y hay quienes la estiman en 150 millones. En 1997 incluía a unos 13 millones de personas reconocidas como refugiados por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). No obstante, los migrantes internacionales seguían siendo una pequeña minoría, ya que la mayoría de la población mundial permanecía en sus países de origen; esta apreciación coincide con la de otros autores. Si estas cifras se comparan con la migración interna, ésta es mucho mayor. Por ejemplo, en 1981 el número de migrantes dentro de la India ascendía a unos 200 millones, esto es más de doble del número de migrantes internacionales que había en ese momento en todo el mundo. En conjunto, en la segunda mitad del decenio de 1980 migraron, sobre todo internamente, entre 750 millones y 1 000 millones de personas. Obviamente que esta aseveración no disminuye la importancia que tiene la migración internacional en la India; basta saber que es el principal país captador de remesas internacionales.
Las nuevas formas de migración están relacionadas con transformaciones fundamentales de las estructuras económicas, sociales y políticas que tuvieron lugar en la época posterior a la Guerra Fría. Una de estas transformaciones es el proceso de mundialización, que supone una convergencia creciente de economías mercados y culturas, que fomenta la migración internacional. Además de la mundialización de los movimientos de capital y del comercio, es probable que el surgimiento de mecanismos de cooperación económica regionales tenga repercusiones en la migración internacional en todo el mundo; aunque todavía no está claro cuáles serán precisamente esas repercusiones (Timur, 2000: 7). Incluso esto se manifiesta ya en la Unión Europea en los fuertes movimientos de población que hay entre los países comunitarios. Pese a que las características migratorias de España han cambiado, este país continúa siendo un importante receptor de remesas que envían los emigrantes.
Movimientos migratorios internacionales
Consideraciones en torno a las migraciones internacionales
De acuerdo con Revestein (Elizaga y Macisco, 1972), la migración surgida a mediados del siglo XIX se desarrollo en un periodo caracterizado por el crecimiento y consolidación de la sociedad industrial en las actuales naciones poderosas, sobre las que se enfocaron los estudios de la migración; en aquel entonces predominaba la concepción de que la migración contribuía esencialmente a la "modernización", a la "movilidad de la fuerza de trabajo" y al "crecimiento económico".
En la actualidad, la migración se percibe como un proceso evolutivo en donde los circuitos de comunicación se encuentran establecidos sobre las bases de "redes interpersonales"; esto ocurre en retroalimentación e interdependencia con la economía mundial. De cualquier manera, se define a la migración como el cambio de lugar de residencia de las personas o familias.
Estos movimientos se encuentran relacionados con el espacio y el tiempo, en donde se considera la distancia y la duración del proceso, lo que permite distinguir diferentes tipos de migración: las temporales aquellas que se dan por periodos cortos, las estacionales relacionadas con las temporadas de cosecha y las definitivas ocurren cuando se abandona el lugar de origen para siempre. También se caracterizan, según el destino, como migración interna e internacional: las primeras se refieren a movimientos que tienen lugar al interior de un país o nación y las segundas, al traspaso de las fronteras entre países; es precisamente este último tipo de migración la que se analiza en este trabajo.
De acuerdo con esta definición, se considera que
la migración internacional es un fenómeno primordialmente social y las cadenas y redes migratorias constituyen microestructuras que sostienen los movimientos de población en el tiempo y el espacio. Las formas, la articulación y el funcionamiento que adquieren estas redes con el tiempo, influyen en las trayectorias espaciales y en las estrategias migratorias de los trabajadores (Pedone, 2001).
La migración desde una perspectiva histórica
Las migraciones han ocurrido desde siempre y sus características han ido cambiando de acuerdo con los diferentes periodos históricos. Se cree que en los últimos siglos han salido de Europa más de 80 millones de personas; en cambio, han llegado al continente americano un número no superior a 20 millones de extranjeros. El primero de estos flujos tuvo su origen en la época colonial, donde se impusieron las condiciones adecuadas para un asentamiento ventajoso de los colonos europeos. España tomó parte muy activa en este flujo migratorio, sobre todo hacia América Latina (donde se instalaron entre 8 y 10 millones de españoles).
La historia moderna de la migración internacional se inició con las grandes migraciones de 1850-1973. En este periodo se identifican dos subprocesos migratorios:4 el que comprende desde los inicios de la industrialización (1850-1920) y otro que se origina con la consolidación económica y política del mundo occidental tras la Segunda Guerra Mundial: Europa occidental, Norteamérica y Australia (1945-1973) se convirtieron en los principales centros receptores. No obstante que en el primer periodo la migración tuvo un especial énfasis entre 1880 y 1913, decenas de millones de pobres, perseguidos y desempleados del sur y el este de Europa se desplazaron hacia las tierras abiertas y ciudades en crecimiento de América Latina, el Pacífico Sur y norte de África, y hacia las ciudades industriales de Europa occidental. Los mayores contribuyentes a las grandes migraciones fueron los estados europeos del litoral mediterráneo, además de Alemania, el Imperio Austriaco y el Imperio Ruso, mientras que los principales receptores se localizaban en Sudamérica. El crecimiento de la población de Argentina se debió principalmente a las altas tasas de inmigración: una tercera parte de la emigración alemana, la mitad de la española, una tercera parte italiana y la mitad de las emigraciones rusa y austriaca se asentaron definitivamente en ese país. En Uruguay, Chile y Venezuela se experimentaban pautas similares. También Brasil empezó a absorber un gran número de inmigrantes europeos, lo que lo convirtió, en 1914, en la nación con mayor inmigración del mundo.
Los flujos migratorios de mediados del siglo XIX fueron de tal magnitud que alcanzaron todos los espacios geográficos. El mayor de ellos fue el desplazamiento de hindúes, cuyo destino fueron las colonias tropicales dominadas por el Imperio Británico, que logró transmigrar hacia sus colonias americanas, africanas y oceánicas a 30 millones de hindúes, en forma prácticamente forzada. Hacia finales del siglo emergieron nuevas sociedades hindúes en la Guyana Británica, Fidji, las islas del Océano Índico, Malasia, Trinidad y África meridional y oriental. Por otra parte, el arribo de los inmigrantes chinos al sudeste de Asia fue de tal magnitud que desplazó a los malayos de Malasia como población mayoritaria, generó el surgimiento de una nueva clase media chino-tailandesa, en las ciudades del Reino de Tailandia, y minorías en la Indochina francesa, las Filipinas españolas y las Indias Orientales holandesas. Asimismo, el asentamiento en la Guyana Francesa, en el periodo de 1850 a 1910, de casi un millón y medio de afrobrasileños, antillanos franceses y africanos de las colonias francesas del oeste fue también históricamente significativo. Estos movimientos han tenido importantes repercusiones no nada más en la configuración socioeconómica de los países receptores, sino que generaron una especie de plataforma para migraciones posteriores, a partir de las redes y enlaces que empezaron a crearse y que explican en cierta parte los procesos migratorios actuales.
Con las restricciones migratorias, a partir de 1920 hubo un giro en los movimientos de población, pues fueron ocasionadas, por las consecuencias políticas de guerras y luchas civiles (refugiados, exiliados y desplazados). Hacia mediados de la década de 1920, también se unieron a estas corrientes restrictivas las autoridades migratorias de Sudamérica y Australia para cerrar sus puertas a los inmigrantes, mientras que Estados Unidos y Canadá reescribieron sus leyes migratorias para excluir a la mayoría de los pocos inmigrantes que pudieron ingresar a sus territorios nacionales. En cambio, Francia y Gran Bretaña mantuvieron su política de puertas abiertas a la inmigración; Francia inició en esa época su tradición de inmigración argelina.
El devastamiento de una amplia parte de Europa a raíz de la Segunda Guerra Mundial trajo como consecuencia dramáticas migraciones a través de Europa y del mundo. Buena parte de lo que quedó de la comunidad judía en Europa central y oriental después de la guerra, emigró en masa hacia el nuevo Estado de Israel, Argentina y Francia. Además de los refugiados, un cuarto de millón de bálticos y polacos que eludieron la imposición del sistema soviético en sus naciones se establecieron principalmente en Escandinava, Sudáfrica y Argentina.
Hubo un segundo flujo migratorio que tuvo que ver con la expansión económica del capitalismo de la posguerra de la década de 1940 y 1950 en la Europa desarrollada, y cuya procedencia fueron los países pobres geográficamente cercanos (norte de África, Turquía, etc.), así como las antiguas colonias (América Latina, África y Asia), pero también del sur de Europa (Portugal, España, Italia, Grecia) (Aja y Carbonell, 1999: 21). Desde 1950 hasta los primeros años de la década de 1970, los países ricos de Europa occidental atrajeron a millones de trabajadores de las áreas menos prósperas del sur y sudeste de Portugal, España, el sur de Italia, Yugoslavia, Grecia, Turquía y el norte de África. Lo común era que estos trabajadores extranjeros permanecían temporalmente en el país de destino, y que dejaron a sus familias en sus países de origen (Krugman y Obstfeld, 1998).
La creación de las Comunidades Europeas en la década de 1950 y el rápido crecimiento económico de la época principalmente en Alemania, Francia e Inglaterra, generó una gran necesidad de mano de obra de otros países ante la escasez que existía en ellos, por lo que se circunscribieron acuerdos con una serie de países para que se les dotara de ella, lo que atrajo a un gran número de trabajadores migrantes, que viajaron desde los relativamente Estados pobres del sur (España, Portugal, el sur de Italia y la región Balcánica) hacia la Europa del norte, más próspera. Para este conjunto de países fueron cruciales las remesas enviadas por los emigrantes; por ejemplo, en España las remesas familiares constituían el segundo rubro de ingresos por divisas de su balanza de pagos, solamente eran superadas por los ingresos obtenidos a través del turismo; una situación similar ocurría en Italia y en otros países exportadores de mano de obra. A principios de la década de 1970, el sur de Europa consiguió cierta paridad económica con el norte y empezó a atraer un creciente número de argelinos, turcos y sirios que emigraron hacia las ciudades industriales de Europa.
Otros grandes receptores de inmigración fueron los países anglófonos, como Canadá, Estados Unidos, Australia, y Sudáfrica. Mientras tanto, debido a políticas migratorias muy restrictivas, la población en Norteamérica creció muy lentamente, pero junto con la escasamente poblada Australia y Sudáfrica, recibieron a la diversidad de toda la emigración británica. Estados Unidos se convirtió en el principal punto de destino para los emigrantes. Aunque el crecimiento de Estados Unidos fue menor al de otros países industrializados, su base tecnológica y su tasa de natalidad por debajo del reemplazo hicieron de la inmigración una necesidad. La radical liberalización de la política migratoria estadunidense en la década de 1950 llevó al asentamiento permanente de 10 millones de inmigrantes mexicanos hacia estados del sudeste y de dos millones de canadienses francófonos hacia Nueva Inglaterra durante dos décadas. La enorme magnitud de esta migración, acompañada por la rápida tasa de crecimiento natural entre estos inmigrantes, así como las diferencia culturales, generó conflictos con las comunidades más consolidadas de Estados Unidos.
Migraciones contemporáneas
La nueva dinámica de los movimientos migratorios internacionales
Los movimientos migratorios han tomado distintas características a partir de la década de 1970, al igual que los orígenes y destinos, y su tendencia ha sido constantemente creciente. En función de ello, Castles y Miller (1993) han establecido una tipología, estos autores consideran que las principales tendencias que caracterizan a las migraciones en este periodo de globalización del sistema mundial son los siguientes:
1. Globalización. De los 209 Estados existentes en el mundo, cerca de la mitad participan en forma notable en este proceso (43 como países de recepción, 32 como países de salida y 23 como países de recepción y salida), por lo que cada vez son menos las zonas del mundo que quedan al margen de las corrientes migratorias trasnacionales. Por otra parte, en una versión más reciente y de acuerdo con datos proporcionados por la Organización Internacional del Trabajo sobre patrones migratorios en 152 países, los resultados arrojaron a pesar de tratarse de un número menor de naciones que el número de grandes receptoras de inmigrantes en busca de trabajo aumentó de 39, en 1970, a 67, en 1990, el de países emisores pasó de 29 a 55 y el de emisores-receptores se elevó de cuatro a 15 en el mismo periodo.5
2. Diversificación. Los flujos actuales se alejan crecientemente de un modelo único; hay refugiados de guerra, refugiados económicos, mano de obra barata, trabajadores altamente cualificados, estudiantes, directivos y empresarios; coexisten flujos de asentamiento con movimientos temporales y migraciones circulares (con idas y vueltas sucesivas); grupos con estabilidad jurídica, con contratos y permisos de corto plazo, e irregulares; colectivos que emigran libremente junto a otros que están sujetos a redes de tráfico de personas, etcétera.
3. Aceleración. El volumen de emigrantes se ha multiplicado durante las últimas décadas y no ha cesado de crecer en casi todas las regiones durante los últimos 20 años, aunque con intensidades diferentes.
4. Feminización. Se trata de un elemento clave de la nueva situación mundial. Aunque a lo largo de la historia las mujeres han estado presentes en los movimientos migratorios, en la actualidad se les encuentra en todas las regiones y en todos los tipos de flujos. Además, junto a las que se desplazan acompañando o para reunirse con su pareja masculina, cada vez son más las que emigran solas, sea de forma independiente o poniendo en marcha la cadena migratoria a la que posteriormente se incorporan los hombres (Aja y Carbonell, 1999: 29). En función de estas amplias características se han detectado las regiones emisoras y receptoras de migrantes en el mundo globalizado.
Es incuestionable el crecimiento de los movimientos migratorios en el decenio de 1990, el cual se caracterizó por una migración mucho más variada, con nuevos tipos de migrantes, que van desde los altamente cualificados a los solicitantes de asilo, pasando por migrantes irregulares, temporales y en tránsito. Se ha argumentado que muchas de estas categorías son difíciles de identificar, tal parece que se confunden entre sí, lo que hace más difícil distinguir los distintos tipos de migrantes. Además del establecimiento permanente de una gran población de inmigrantes y minorías, como son las segundas y terceras generaciones en Europa occidental (provenientes de Asia, África, América Latina y el Caribe, los Estados árabes, Europa meridional y más recientemente de Europa central y oriental, y que aproximadamente la mitad son mujeres), se siguen produciendo nuevas llegadas y flujos en una diversidad de categorías: familias irregulares, trabajadores temporales, solicitantes de asilo y aquellos que fueron admitidos como "nacionales" o "repatriados" (Timur, 2000: 7).
Regiones emisoras: el papel de la emigración
Según Castles (1997), en los países de emigración se están dando fuertes procesos de cambio en el sistema familiar y en las comunidades; la emigración se convierte en un factor que diluye las estructuras socioeconómicas tradicionales. En este sentido hay un conjunto de países que han experimentado este fenómeno, aunque con distintas magnitudes. El autor ejemplifica tal situación con lo que ocurrió en Italia hace medio siglo y con lo que ocurre actualmente en Filipinas, a este proceso lo denomina como culturas de emigración.6 Por otra parte, está el hecho de que muchos países exportadores de mano de obra alientan la emigración con la finalidad de crear trabajo para la mano de obra subempleada o desempleada que sirve de válvula de escape a las presiones internas. Pero lo más importante es atraer remesas; éstas les proporcionan las divisas necesarias para hacer frente a sus pagos con el exterior. Este es el caso de algunos gobiernos asiáticos, basta mencionar al de Filipinas o la India; sin embargo, las restricciones impuestas a los acuerdos entre países en asuntos migratorios son cada vez más fuertes y han dado lugar al incremento de los emigrantes irregulares y a otro tipo de problemas, como la explotación en el empleo y abusos, y el tráfico de mujeres y niños para su prostitución.
En muchos países, las remesas son el objetivo fundamental puesto que contribuyen de manera notable en las cuentas nacionales y pueden ser utilizadas para financiar inversiones para el desarrollo. De esta manera, las remesas de los migrantes pasaron de 2 000 millones de dólares en 1970, a 70 000 millones, en 1995 (Castles, 2000). A pesar de que muchos gobiernos han inducido la migración con este fin, existen graves problemas para la captación de remesas, las cuales suelen ingresar a los países receptores a través de canales informales, por lo que se destinan principalmente a satisfacer necesidades de consumo de las familias favorecidas.
Al enfocar la atención hacia el continente africano, se observa que es el que presenta las más difíciles condiciones socioeconómicas y donde los desplazamientos (generalmente refugiados por causas de la inestabilidad social y económica) son más marcados. Estas condiciones se encuentran, a su vez, relacionadas con la disminución creciente de inversiones extranjeras en esta región del mundo. Pues se calcula que se redujeron de 15.3 billones de dólares, entre 1981-1985, a 3.8 billones de dólares, en 1994, lo que no solamente afectó sus posibilidades de desarrollo económico sostenido, sino que además ha tenido un papel central en los movimientos migratorios, donde los desplazamientos de trabajadores han sido cruciales en plena globalización. En 1965 África mantenía a 79% de su población ocupada en el campo, en el periodo 1989-1991 tal situación presentaba una mínima variación: 67 por ciento de la población venía del campo. La situación de la estructura del empleo en el sector industrial es otro elemento importante que confirma la pobreza de la región, ya que de ocho por ciento, en 1965, sólo tuvo un ligero cambio nueve por ciento entre 1989-1991. El sector servicios tenía un peso ligeramente mayor en relación con el empleo: 13 por ciento, en 1965, a 24 por ciento, en 1989-1991 (Aragonés, 2000). Razón que explica por qué esta región ha sido la más afectada por los desplazamientos de personas que ocurren prácticamente en forma cada vez más numerosa.
El problema de África es por demás complejo. Los movimientos están marcados por el desplazamiento masivo de población, cuyo origen es la pobreza y las guerras. Las regiones consideradas como las más pobres del mundo se localizan en: África subsahariana, África Sudoccidental y África central. "A principios y mediados de los noventa, en África Central había más de 1.4 millones de personas desplazadas por la guerra civil y por rivalidades étnicas". Los emigrantes provienen en buen número de la región del Magreb (principalmente Argelia, Marruecos y Túnez), así como de Egipto, cuyos destinos principales han sido la Unión Europea. Actualmente las restricciones europeas a la migración de trabajadores ha desviado parte del flujo hacia Libia. Se calcula que los inmigrantes provenientes de la región Subsahariana son aproximadamente unos 35 millones de personas, cuyos destinos principales son los países europeos y hacia el interior del continente africano. La migración se desplaza hacia el occidente de África, donde la Côte de Ivoire y Nigeria son los mayores centros de población. La República de Sudáfrica, al igual que Kenya importan trabajo cualificado de Uganda y Zaire, debido a sus importantes depósitos minerales. Otros factores, como las guerras civiles, que afectan a muchos de estos países, han provocado importantes desplazamientos humanos (Aragonés, 2000). En realidad lo que también guía a parte importante de esta población a emigrar es la búsqueda de un sustento que les permita sobrevivir y evitar que miles de familias de esos países fallezcan por inanición.
Otro punto desde donde salen millones de personas se localiza en Asia; para los asiáticos este fenómeno no es del todo nuevo, puesto que tiene raíces ancestrales; sin embargo, las migraciones de origen asiático cobran una mayor presencia en todos los lugares receptores de migrantes, por lo que entrar a un análisis profundo y sistemático de la migración en este continente es sumamente complejo y habría que enfocarlo desde una perspectiva regional. Las características que presentan los procesos migratorios en las diferentes regiones y países varían y han tendido a cambiar con el tiempo. La gráfica 1 nos permite apreciar el comportamiento migratorio a lo largo de varias décadas en los diferentes continentes. Por supuesto que se constata el argumento de que Asia es el continente que produce más migrantes.
En el continente asiático se localizan algunas de las economías más desarrolladas y dinámicas del mundo, destacan entre ellas las de Japón, Taiwán, Singapur y la República de Corea, que se han convertido en importantes polos de atracción de migrantes procedentes de otras partes de Asia. Por otra parte, en este mismo continente se localizan pueblos muy pobres y poco desarrollados, cuya población huye de sus lugares de origen en busca de mejores condiciones de vida. De esta manera, se ha detectado que "a principios de 1997, cerca de 3.2 millones de afganos vivían en la República Islámica de Irán y en la República Islámica de Pakistán" (Skeldon, 2000). Aunque no se cuenta con cifras es fácil suponer que la población migrante procedente de Afganistán se incrementó a raíz de los acontecimientos del 19 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y el posterior ataque de ese país a Afganistán.
El volumen de la emigración desde los países europeos se ha incrementado en las últimas décadas. A principios de la década de 1990 los asiáticos constituían la mitad de los inmigrantes en Canadá, entre un tercio y cuatro quintos en Estados Unidos y entre cuatro quintos y la mitad en Australia. Cada año llegaban a estos países hasta medio millón de asiáticos.
Destacan dos grupos de migrantes: los chinos e indios, de los cuales se calcula que en 1990 cerca de 30 millones de chinos vivían fuera del país. Los cálculos de los indios son más inciertos y varían entre 10 y 20 millones desde finales de la década de 1980 hasta principios de la de 1990. El porcentaje de chinos fuera de su país aumentó en más de 40 por ciento entre 1980 y 1990, pues paso de 22 millones a 30.7 millones, mientras que el número de individuos procedentes de la Asia meridional se duplicó de cinco millones a principios de la década de 1970 a 10 millones, dos decenios después. Sólo en Estados Unidos entre 1980 y 1990 la población de origen asiático pasó de 3.5 millones a 7.3 millones. Estos movimientos siguen sin ser comparables con los que le antecedieron hacia mediados del siglo XIX y principios del XX.
Con todo, la emigración en Asia se encuentra plenamente identificada, se considera que proviene principalmente de determinadas regiones; por ejemplo, en la India se origina en el estado de Kerala. Se estima que un millón de trabajadores abandonaron este estado, que contaba con 25 millones de habitantes en 1981. Por otra parte, hay grandes diferencias con las regiones insulares del Pacífico: los polinesios del sur y oeste del pacífico emigraban a Nueva Zelanda y Australia, y los del norte y este del océano, así como los micronesios, a Estados Unidos.
Skeldon identifica cuatro factores que han influido en la emigración asiática, dos de ellos intervienen desde fuera de la región y los otros dos se manifiestan dentro de ella.
El primero se refiere a las políticas de inmigración de las principales sociedades de destino, el segundo se relaciona con los acontecimientos en los países productores de petróleo de Oriente Medio; el tercero se refiere a la participación política de las potencias extranjeras en los asuntos asiáticos, y el último consiste en el desarrollo económico de la propia Asia.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (cuando enarboló el sentimiento de la democracia universal), empezaron a hacerse un poco de lado los sentimientos racistas y ante la necesidad de mano de obra debido al crecimiento y desarrollo de Europa y las bajas tasas de natalidad, así como las políticas migratorias desde Canadá y Estados Unidos, en la década de 1960 de liberalización a la inmigración, que también fueron aplicadas en el siguiente decenio en Australia y Nueva Zelanda. Todo esto incentivó a los asiáticos a migrar, por un lado suplieron esa carencia de mano de obra y, por el otro, contribuyeron de esta manera a la transformación de las sociedades de destino, pues aportaron capital y espíritu de empresa.
En cuanto a los acontecimientos en Oriente Medio derivados del aumento del precio del petróleo a partir de 1973, que desencadenó la crisis, trajeron consigo la aplicación de restricciones a los desplazamientos de mano de obra hacia Europa; sin embargo, esto favoreció la migración de trabajadores de Asia hacia aquélla región. Los países ricos productores de petróleo en Oriente Medio en un principio contrataron mano de obra proveniente de países vecinos: Egipto, Jordania o Yemen; al aumentar la demanda, contrataron trabajadores de más lejos, como Asia meridional o sudoriental. A principios del decenio de 1970 eran unos cuantos miles solamente, posteriormente el número anual de contratos para migrantes de países asiáticos superó el millón en tan sólo una década. El comportamiento de los flujos migratorios hacia esta región no ha sido constante, pues ha estado determinado por una serie de acontecimientos que se relacionan con los precios internacionales del petróleo, conforme caía el precio real del petróleo durante la década de 1980, así como de ciertos acontecimientos políticos por ejemplo, durante el conflicto del Golfo en 1990-1991. No obstante, los flujos migratorios han mantenido una tendencia creciente con una representación cada vez mayor de asiáticos sudorientales, especialmente filipinos e indonesios. Por otro lado, también se han manifestado importantes cambios en la composición de los migrantes, por sexo y capacitación. Conforme aumentaba la prosperidad de la población autóctona, aumentó la demanda de servicios, que favoreció al flujo continuo de mano de obra no cualificada. Lo que provocó desplazamientos de muchas mujeres de Indonesia, sur de Filipinas y Sri Lanka, principalmente.
El tercer factor se refiere a la participación política de potencias extranjeras, que se relaciona con las repercusiones del colonialismo. Estas relaciones establecieron las bases para que gran parte de la población internacional de la época poscolonial se asentara, sobre todo, en Reino Unido, que acogió a muchas comunidades de Asia meridional (Skeldon, 2000). Mientras que en el resto de Europa los países recurrieron a programas de trabajadores extranjeros con el fin de cubrir la demanda de mano de obra, el Reino Unido utilizaba los diferentes vínculos. Después de 1962 se dio un drástico cambio en el acceso para los ciudadanos del Commonwealth, y las sociedades de destino adoptaban medidas para abrir las puertas a migrantes no europeos, el Reino Unido intentaba cerrarlas a los nuevos inmigrantes, si bien los años de mayor inmigración asiática a este país fueron posteriores a esa fecha.
No obstante, la principal influencia externa en Asia oriental y sudoriental tras la Segunda Guerra Mundial la ejerció Estados Unidos, con sus políticas intervensionistas, primero en la guerra de la península de Corea y después en Vietnam. El posicionamiento de muchas tropas en Japón, la República de Corea, Tailandia, y después en Vietnam del Sur, creó vínculos que más tarde se manifestarían en la migración a Estados Unidos. Otro caso es el de Filipinas, país de vital importancia en la emigración hacia Estados Unidos, pues en un momento fue colonia de ese país (situación muy parecida a la de Puerto Rico, quien funciona como Estado Asociado); los filipinos gozaron de esta situación hasta 1992, a cambio Estados Unidos estableció enormes bases. Filipinas se convirtió en el país asiático de migración por excelencia. Actualmente, más de 60 000 filipinos llegan a Estados Unidos anualmente. A finales de 1996, casi 6.5 millones vivían en el extranjero, 2.7 millones estaban contratados como trabajadores en Oriente Medio y Asia, y 1.9 millones estaban afincados principalmente en Estados Unidos. Se estima que el resto eran clandestinos, sobre todo en otros países asiáticos. (Skeldon, 2000: 122-123).
El cuarto factor mencionado está relacionado con el desarrollo en Asia.
Hasta mediados de 1991 las economías del "milagro asiático" como Hong Kong, la República de Corea, Singapur o Taiwán atravesaron uno de los periodos más largos y continuados de desarrollo económico. En la realización de este milagro económico de Asia Oriental desempeñaron un papel importante las políticas de la guerra fría para mantener economías de mercado dinámico frente al comunismo de China y Asia Sudoriental. El resultado no obstante, fue una transformación total de las economías y sociedades de estos países que les permitió alcanzar niveles de desarrollo comparables a los de los países de occidente. Un elemento esencial de dicha evolución fue una caída en picada de la fertilidad, hasta el punto de que ninguna de las economías del "milagro", ni tampoco el Japón tiene un índice que supere el nivel de reposición de la población. A causa de ello, se ha reducido el crecimiento de la mano de obra (Skeldon, 2000: 124).
Con la transformación demográfica que experimentaron los países de industrialización reciente, con índices de mortalidad y fecundidad en descenso, también fueron objeto de un cambio en la migración relacionado con un giro de las economías, antes excedentaria de mano de obra y ahora deficitaria. Se requirió importar trabajo, sobre todo aquel que no quiere ser realizado por los nativos, y que lo consideran como no grato y que no requiere altos niveles de cualificación en los sectores de la construcción y fabricación, hasta el punto de que algunos países asiáticos sudorientales se han desviado de los Estados del Golfo hacia destinos asiáticos. Por ejemplo, en 1980, 97 por ciento de los trabajadores tailandeses contratados en el extranjero y 84 por ciento de los filipinos fueron a parar a Oriente Medio. Sólo 23 y 11 por ciento, respectivamente, emigraron a otros países asiáticos. En 1994, 89 y 36 por ciento se desplazaban hacia otros destinos en Asia, sobre todo Taiwán, por lo que respecta a los tailandeses. En 1996 la población de trabajadores de Bangladesh a Oriente Medio superaba las 130 000 personas, cifra inferior a las 170 000 o más de 1992 y 1993, pero el número de trasladados a Malasia y Singapur había alcanzado casi 72 000 personas, mientras que en 1991 eran sólo unos pocos miles.7
El desarrollo de los países de Asia oriental fue tan rápido que redundó en una escasez de mano de obra cualificada, sobre todo allí donde todavía existía una población autóctona no cualificada o no era suficiente. Las migraciones para cubrir estos puestos se realizaron sobre todo a través de las redes de empresas trasnacionales. Algunas de Japón, Corea, Hong Kong, Taiwán y Singapur compiten cada vez más con empresas occidentales. Estas últimas confían cada vez más en los directores y ejecutivos asiáticos para introducirse en los mercados de este continente. Estos expatriados altamente cualificados se concentran en los principales centros financieros de Tokyo, Hong Kong, Singapur y Mumbai, las "ciudades mundiales" de Asia. Aquí detectamos un claro ejemplo de los efectos de la globalización.
Por otro lado, tenemos la situación que se vive en América Latina; este subcontinente se encuentra profundamente marcado por la migración internacional. A él han arribado desde su conquista y hasta mediados del siglo XX importantes contingentes migratorios provenientes de Europa y de otros lugares del planeta; sin embargo, desde mediados de la década de 1950, se empezó a dar un cambio importante en la orientación de los flujos migratorios, donde el carácter de los movimientos le imprimió un cambio: de receptora pasó a emisora.
Resulta de gran complejidad, como el caso de Asia, tratar de abordar el asunto migratorio en América Latina desde una perspectiva homogénea para el conjunto de los países que la integran, pues al igual que en Asia, existen marcadas diferencias entre los grados de desarrollo así como en las características migratorias, no obstante se trata de ver las tendencias migratorias en forma muy general, dentro del marco de la globalización.
Se plantea que el agotamiento del modelo basado en la sustitución de importaciones, que fue adoptado por la gran mayoría de los países de la región, empezó a partir de finales de la década de 1960, dicho agotamiento tuvo repercusiones directas en el fenómeno migratorio. En la década de 1970, con la crisis energética, se empezaron a ver más afectadas las economías, aunque los impactos fueron de diferente magnitud en cada uno de los países. Las repercusiones han sido de tal envergadura que influyeron en la agudización de las oleadas migratorias, cuyo principal destino era Estados Unidos. Este es un periodo de fuertes convulsiones políticas y sociales en América Latina con el desencadenamiento de movimientos armados en Centroamérica, las dictaduras militares en el cono sur y las guerrillas en otros lugares de la región. Estos movimientos dieron lugar también a desplazamientos de personas de sus lugares de origen.
Pese a todo lo anterior, los más importantes movimientos de población en Latinoamérica han ocurrido y siguen ocurriendo a raíz de la crisis de la deuda a principios de la década de 1980, que se generalizó hacia el conjunto de los países de la región, afectando las condiciones de vida, lo que dio lugar a la salida de importantes contingentes desde sus lugares de origen (Pellegrino, 2000)
Se estima que Sudamérica acapara la mayor parte de los migrantes en la región. Por otra parte, las migraciones internas entre países de América Latina están marcadas por las condiciones de pobreza, desempleo y, en algunos de estos países, por guerras y conflictos armados. Las naciones con mayor número de inmigrantes son Argentina y Venezuela. En Argentina existen dos millones de inmigrantes de países vecinos frente a 900 000 emigrantes. Hay más de 2 500 000 inmigrantes bolivianos repartidos entre los países de América Latina.
En cuanto a la emigración hacia el norte, en especial hacia Estados Unidos, se cree que más de 25 millones de latinoamericanos, especialmente de Centroamérica, se dirigen hacia este país. De entre los países latinoamericanos, México es el que más emigrantes envía. En 1996 había 6.7 millones de mexicanos residentes en Estados Unidos. En los últimos 10 años, se estimaba que 3.5 millones de personas entraron a ese país de forma irregular y 10.7 millones de forma legal.
Conforme a cálculos realizados, se considera que
de cada 100 emigrantes que hay en el mundo, más de 13 provienen de la región latinoamericana y caribeña, sin contar los indocumentados y los trabajadores temporales que practican tipos de migración circular, con lo cual este porcentaje sufriría un aumento sustancial. Se estimaba que para el año 2000 un stock de 17 millones de latinoamericanos y caribeños, en promedio.
Las migraciones de latinoamericanos se han dirigido en 88.24 por ciento hacia Estados Unidos. De acuerdo con los datos del censo de población del año 2000 en ese país, los hispanos radicados en Estados Unidos ascendían a 35.3 millones, cifra que corresponde a 13 por ciento de la población total y sobrepasan incluso a los "afroamericanos" como minoría étnica. Por otra parte están los indocumentados, a los que a través de mediciones indirectas se les estima en cinco millones. De éstos, más de la mitad son mexicanos.
Con los acuerdos de integración económica a través del Tratado del Libre Comercio (TCL de México, Estados Unidos y Canadá, del Tratado para la constitución de un mercado común entre Argentina, Brasil y Paraguay y Uruguay (Mercosur)), y, en África de agrupaciones económicas subregionales como la Comunidad Económica de los Estados de África Meridional (SADC), se puede ayudar a que los Estados más prósperos se conviertan en polos de atracción para los migrantes: por ejemplo Nigeria, el Gabón y Côte de Ivori en la CEDEAO, y Sudáfrica y Botswana en la SADC (Unesco-Most, 1999), han sido elementos que también han favorecido a las migraciones, aunque obviamente no ocurren bajo ninguna circunstancia, al nivel de la Unión Europea. Se ha argumentado que dentro de la globalización, la tendencia hacia la convergencia mediante los procesos integracionistas hará posible una mayor interacción en los flujos de los factores. No obstante, en el caso mexicano, a pesar del TLC, hasta ahora no se ha logrado llegar a un acuerdo sobre el problema de los inmigrantes en Estados Unidos, pues a pesar de que se han liberado algunas barreras arancelarias en materia comercial, la de la mano de obra dista mucho para lograrse; los diferenciales salariales entre ambos países son un elemento que imposibilita, en gran medida, esa libre movilidad de la que tanto se habla en términos teóricos. Al contrario, los flujos de indocumentados se incrementaron durante la década de 1990, esta situación se refleja en los flujos monetarios que ingresan a México en forma de remesas. Actualmente, este país se ubica en el segundo lugar, después de la India, como receptor de remesas, con la particularidad de que el grueso de éstas proviene de Estados Unidos.
Regiones receptoras: los efectos de la inmigración
Se considera que Estados Unidos y la Europa desarrollada son las regiones que han recibido un mayor número de migrantes. Se calcula que solamente a Estados Unidos llegaron entre 1800 y 1930 más de 40 millones de europeos, mientras que el primer país europeo que conoció la inmigración fue Gran Bretaña.
De 1965 a 1990, se contabilizó un alto porcentaje de migrantes, como parte del total de la población mundial, de 16.9 (1965), 17.8 (1975), 19.5 (1985) y 20 por ciento (1990). En ese mismo periodo norteamérica presentó una tendencia al alza en relación con la incorporación de migrantes. El crecimiento porcentual de la población de esa región debido a la inmigración fue de 33 por ciento entre 1990 y 1995. Estados Unidos se ha mantenido como el más importante receptor de migrantes al pasar de 2 308 900 a 3 849 200 entre 1975 y 1994; las regiones que más aportaron a ese flujo migratorio fueron Asia, Centroamérica y el Caribe.
La migración asiática en Estados Unidos tiene una gran vinculación con la nueva estrategia de relocalización interna de sus empresas textiles, donde se incorporan de manera creciente a refugiados asiáticos, quienes se insertan en la economía invisible y presentan una situación especial, pues logran acceder a los beneficios de la asistencia social, ocultando a las autoridades los ingresos generados por su trabajo a destajo en la economía subterránea, básicamente en las ramas de la industria del vestido, restaurantes y electrónica.
Por otro lado, tradicionalmente la industria del vestido ha recurrido al inmigrante recién llegado por su enorme vulnerabilidad, sosteniéndose que la explotación de los asiáticos sudorientales concuerda con la historia del vestido en los Estados Unidos, así como de otras industrias. Estas empresas también se han dirigido hacia el sur del país, donde aprovechan que una porción importante de la mano de obra no está sindicalizada, la cual es de origen hispano y se encuentra de manera ilegal en el país. La poderosa industria del vestido, que presenta niveles de competencia brutal en su propio mercado interno, es alimentada básicamente con inmigrantes recién llegados.
Si se compara a Estados Unidos con Australia y Canadá, dos países tradicionalmente receptores de migrantes, se encuentra una marcada diferencia, pues mientras que en Estados Unidos entre 1990 y 1994 el número total de migrantes admitidos fue de 3.8 millones, en Canadá fueron admitidos 1.2 millones y 0.5 millones en Australia. Los datos para Estados Unidos excluyen aquellos migrantes que obtuvieron su residencia permanente como resultado de la aplicación de la Inmigration Reform and Control Act of 1986 (IRCA), programa que tuvo como propósito la legalización de migrantes indocumentados, lo cual amplía el universo de trabajadores extranjeros.
Por su parte, en los países de la Unión Europea se localizan cerca de 20 millones de extranjeros, que residen en los 18 países europeos. Los contingentes más numerosos se ubican en Alemania (6.9 millones), Francia (3.6 millones), el Reino Unido (dos millones), Suiza (más de un millón) y Bélgica (0.9); más significativo que su volumen es la importancia relativa de estos contingentes de inmigrantes. Comparándolos con el total de la población de cada país, se observa la enorme incidencia de los extranjeros en Luxemburgo (33 por ciento) y en Suiza (18.5 por ciento). La media de todos los países del llamado Espacio Económico Europeo se sitúa en 4.9 por ciento. Por encima de ese promedio se encuentran: Bélgica, Alemania, Austria, Francia, Suecia y Holanda. En el otro extremo, con menos de dos extranjeros por cada cien habitantes, aparecen los cuatro países del sur de la Unión Europea (Portugal, Grecia, Italia y España) y dos de la periferia norte (Islandia y Finlandia). En definitiva, del conjunto de los migrantes desplazados fuera de sus países de origen en todo el mundo sólo 20 por ciento, aproximadamente, reside en países europeos. Alrededor de 2.5 por ciento de estos migrantes está afincado de forma legal en España (Aja y Carbonell, 1999: 32).
Además de la composición nacional existen otros ejes de diferenciación interna de los flujos humanos trasnacionales. Uno de ellos es el que diferencia a solicitantes de asilo y refugio de los considerados como inmigrantes económicos. En el contexto de la Unión Europea, el país con más solicitantes de asilo es Alemania (casi 1.5 millones entre 1990 y 1995), seguido por Inglaterra, Francia y Suecia (más de 200 mil cada uno); Holanda (180 mil), Bélgica y Austria (entre 80 mil y 100 mil); por su parte, España ha recibido entre 1988 y 1998, 83 840 solicitudes, lo que la sitúa en una posición intermedia entre las naciones centrales de la Unión Europea y los países del sur (Italia, Portugal y Grecia), y otros periféricos (como Irlanda o Finlandia), y en posición similar a Luxemburgo y Dinamarca.
Tenemos, por otra parte, el caso de Japón que merece especial atención, ya que ha realizado importantes inversiones en otros países, fundamentalmente de la región asiática, motivo por el cual ha incorporado muy poca fuerza de trabajo migrante. En cambio, el lento ritmo de crecimiento de la fuerza de trabajo en Japón y la no suficiente incorporación de trabajadores migrantes, ha dado lugar a importantes problemas para cubrir algunos puestos de menor cualificación. La región asiática es una importante receptora de migrantes, no obstante que desde principios de la década de 1990 se ha dado un fuerte incremento en la reorientación de los flujos migratorios con destino hacia Estados Unidos, donde las mejores condiciones económicas les permite realizar viajes más costosos, al insertarse en la economía altamente dinámica de este país.
En cuanto a Japón, si bien no parece incorporarse en la misma magnitud a una clara dinámica migratoria de atracción, el Banco Mundial ha señalado que algunos trabajadores latinoamericanos de ascendencia japonesa, particularmente de Brasil, se han contratado como trabajadores en el Japón. Predominan los migrantes de origen chino y de la República de Corea. De igual manera, el proceso se manifiesta en los países exportadores de petróleo (aun cuando éstos presentan economías más cercanas a los países del Tercer Mundo) y en los nuevos centros de industrialización situados en el sudeste Asiático, los cuales manifiestan un fuerte dinamismo económico, que los ha convertido en los nuevos polos de atracción por excelencia.
Por otra parte, Hong Kong, Singapur, Malasia, Taiwán, Corea del Sur, y Brunei son países altamente receptores de migrantes; la migración se encuentra incentivada por el alto dinamismo económico, y donde la participación de las mujeres en el mercado de trabajo es muy elevada, lo que ha generado una demanda adicional de trabajadoras domésticas que es cubierta por extranjeras, sobre todo por filipinas. La corriente filipina ha sido de las más numerosas, cuyo destino final en la década de 1970 fue la región del Golfo Pérsico y Europa, sin embargo, en la actualidad se dirigen a los países arriba referidos. Las diferencias salariales hacen muy atractivos a estos países y se constata que profesoras graduadas de Filipinas emigran hacia Singapur como domésticas, con una diferencia salarial que va de cinco a 10 veces más a pesar de la nula calificación del tipo de labor a desempeñar.
Mientras que las migraciones que se desplazan hacia Oriente Medio sobre todo a la región del Golfo han presentado tendencias diferenciadas en los últimos decenios. En la década de los setenta los migrantes eran casi en su totalidad árabes, sin embargo, ahora son en su mayoría asiáticos. La composición cambiante de árabes a asiáticos se ha visto acompañada de un crecimiento importante de la migración femenina.
La región del Golfo-Oriente-Medio, compuesta por Saudi Arabia, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omar, Qatar y Bahrain, constituye un importante foco de absorción de trabajo migrante, en función de su destacado papel como productores mundiales de petróleo. En 1970 se contaron 884 mil migrantes; para 1975 eran 1.9 millones y en 1985 alcanzaron la cifra de 7.2 millones de extranjeros, de los cuales 5.1 millones eran trabajadores, que constituían, en promedio, 70 por ciento de la fuerza de trabajo de la región. La mayoría de estos trabajadores eran de origen árabe, aunque las tendencias actuales reflejan que el componente más importante proviene de Asia. Se considera que en la región petrolera del Golfo hay unos siete millones de migrantes, en el norte de África destaca Libia con una fuerza de trabajo extranjera cercana a un millón de personas.
En Latinoamérica, tanto Argentina como Venezuela destacan como polos de atracción del cono sur, los inmigrantes al primer país provenían de Paraguay, Bolivia, Uruguay y Chile. Por su parte, Venezuela fue el destino más importante de la migración colombiana, peruana, ecuatoriana y dominicana. Una tendencia novedosa se observa en ciertos países del Caribe, incluyendo Bahamas, Islas Vírgenes e Islas Caimán, que de ser exportadores netos, ahora son importadores de trabajadores migratorios en virtud de que se han convertido en importantes centros turísticos y de servicios financieros.
En los países desarrollados los migrantes tienden a concentrarse en sectores como la agricultura en Estados Unidos, la minería en Bélgica y los Países Bajos; la manufactura en Dinamarca, Australia, Alemania y Canadá; la construcción y la ingeniería civil en Francia y Luxemburgo, y los servicios en el Reino Unido. Al mismo tiempo, el libre comercio puede costar muchos empleos en naciones en desarrollo, sobre todo donde el desmantelamiento del proteccionismo industrial y el arribo de la competencia foránea arruinaron a una multitud de empresas cuyos trabajadores debieron buscar empleo fuera de las fronteras nacionales.
Otro caso de migración que hemos abordado de forma muy leve son los importantes movimientos que se empezaron a dar a raíz de la desintegración de la ex Unión Soviética. Se calcula que entre 1990 y 1996 nueve millones de personas regresaron a Rusia procedentes de las diferentes repúblicas. Los movimientos hacia Rusia se han intensificado, tanto los legales como los ilegales; para los mismos años se calculaba que existían 350 mil trabajadores extranjeros legales y 400 mil ilegales (Cruz, 2001). Por otra parte, existe un fuerte temor de que la adhesión de los países del este a la Unión Europea genere oleadas migratorias aún mayores; es un hecho que éstas se empiezan a dar, pues ya se encuentra la presencia de ciudadanos polacos y de la República Checa en Alemania.
Por último, también se plantea la gran pérdida que existe por parte de los países emisores de migrantes de personal altamente cualificado, el cual representa una gran ventaja para los países desarrollados que lo captan. Se calcula que en la actualidad más de 1.5 millones de profesionales expatriados de países en desarrollo radican en Europa occidental, Japón y Australia. Por su parte, Canadá tampoco se ha quedado atrás, se plantea que su auge está relacionado con las importantes oleadas migratorias que han arribado desde la Segunda Guerra Mundial. Los grupos más numerosos estuvieron constituidos por británicos, italianos, alemanes, holandeses, polacos y judíos. Los cálculos indican que 50 por ciento de los habitantes de Toronto no nacieron ahí (Cruz, 2001).
Conclusiones
Los países en vías de desarrollo se han visto obligados a asumir un conjunto de medidas económicas que se asemejan a las neoliberales de las economías altamente industrializadas, cuya aplicación se ha dado en forma indiscriminada. Éstas han tenido repercusiones muy fuertes en los movimientos migratorios. Si bien, la evaluación de estas políticas por parte de los organismos internacionales ha sido positiva, en el sentido de que han permitido corregir algunos desequilibrios macroeconómicos, el costo social que ello representa es demasiado elevado, ya que el aumento del desempleo y subempleo, así como el crecimiento de la economía sumergida, han repercutido en forma dramática en un descenso prologado de las condiciones de vida y trabajo, situación que se manifiesta en un aumento de la pobreza y desplazamientos de población desde estos lugares hacia los países del mundo desarrollado.
La aplicación de las políticas de corte neoliberal afectaron y desarticularon en forma negativa la consolidación de una planta industrial que durante casi 50 años había sido el objetivo para lograr el desarrollo de los países en vía de desarrollo (valga la redundancia). Al enfrentarse a una política de puertas abiertas y ante su incapacidad para poder competir, se empezaron a producir una enorme cantidad de quiebras de pequeñas y medianas empresas, agudizándose el ya de por sí grave problema del desempleo, que continúa siendo endémico.
Otro sector que se ha visto también profundamente afectado es el campo pues ha sido abandonado por los gobiernos, lo que ha impedido alcanzar niveles mínimos de productividad, con la consecuente marginalidad que se traduce en migración interna e internacional y con muy pocas posibilidades de incorporación a los procesos productivos en la ciudad. Esta situación priva no nada más en los países de América Latina, sino también en los de África y algunos de Asia. El problema del campo ha generado por décadas la migración interna, que abasteció las necesidades de mano de obra en los inicios de la industrialización. De acuerdo con las investigaciones consultadas, continúa siendo la principal forma de migración; sin embargo, hasta ahora no se ha podido establecer la relación entre los dos tipos de migración (interna e internacional).
Junto a las nuevas dinámicas de los flujos migratorios se desarrollan políticas migratorias restrictivas, que los obligan a adoptar otro tipo de modalidades. El incremento de las oleadas migratorias y la incapacidad de los países de destino (principalmente los de la Unión Europea y Estados Unidos, así como Australia y otros más) de crear la suficiente oferta de empleos han desembocado en la aplicación de una serie de políticas orientadas a restringir la migración. Entre las medidas asumidas destaca la reducción de los gastos sociales por parte del Estado, básicamente en educación y salud. En el caso de los países donde predomina el Estado de bienestar han surgido una serie de políticas orientadas a frenar los procesos y se han impuesto limitantes para que la población migrante (sobre todo ilegales) se vean favorecidos con servicios como educación y salud, entre otros. Además de que los sentimientos xenófobos y racistas se han recrudecido en la última década. Este es el caso de los nuevos países de inmigración (especialmente en Asia) que intentan impedir el asentamiento de minorías étnicas. Tales medidas chocan, por un lado, con los derechos humanos y, por otro, con las necesidades del mercado de trabajo que exige una oferta estable de mano de obra. Su efecto en los países centrales del comercio mundial parece ser el de favorecer la radicación de los inmigrantes y sus familias, modificando la composición étnica de tales sociedades, pero, en general, dichas medidas tienden a mantener la mano de obra inmigrada en situaciones de precariedad laboral y exclusión social, pues la inmigración no documentada, así como aquélla compuesta por desplazados y refugiados, crece a mayor ritmo que la inmigración legal en los distintos países de destino.
Sin embargo, a pesar de la gran importancia que actualmente tienen los movimientos internacionales de población, se registra que en el cómputo de la población mundial, los migrantes en su conjunto componen un fenómeno de alcances bastantes limitados (en torno a 1.7 y 2 por ciento), es decir, que desde el punto de vista cuantitativo, la migración internacional es la excepción no la regla entre los grupos humanos que pueblan el planeta, sin embargo, su significado es mucho mayor que lo que indican las cifras: estamos ante una revolución trasnacional que está reestructurando a la sociedad a escala planetaria, y las migraciones internacionales tienen un papel activo en este proceso, similar al que tuvo el reparto territorial del último tercio del siglo XIX, cuando los imperios coloniales se repartieron los últimos reductos que no se habían colonizado, configurándose con ello una nueva geografía socioeconómica y una nueva distribución de la población, que se vio interrumpida por la primera y segunda guerras mundiales.
Cierto es que los países desarrollados, al darse cuenta de que el fenómeno migratorio toma cada vez mayor fuerza, consideran que es muy difícil controlarlo a través de medidas restrictivas y que la mejor solución es combatir la pobreza y el subdesarrollo en los lugares donde se origina la migración. Sin embargo, hasta ahora resulta muy difícil apreciar las medidas que estos países están aplicando con la finalidad de impulsar el desarrollo en los países menos favorecidos. En realidad, si se hace un análisis de la proporción del producto interno bruto que destinan estos países para ayudar a los países en desarrollo, resulta muy limitada y en algunos casos es nula. Se da prioridad a gastos en armamento, en guerras, en el espacio y se olvidan de los millones de desempleados y desamparados que existen en el mundo.
En cuanto a los costos de la migración, cierto es que la salida de importantes contingentes de población constituye hoy en día un gran alivio en la economía de los países receptores de las divisas que envían los migrantes. Son además los ingresos que permiten la sobrevivencia de numerosas familias; sin embargo, en algunos países, como México, donde se empieza ya a resentir las medidas aplicadas para reducir las tasas de natalidad, se aprecia que la población joven de ciertas regiones ha emigrado en grandes cantidades y que la transición apunta a una etapa acelerada de envejecimiento de su población. Otro efecto negativo es la realidad que se vive en muchas naciones que pierden sus recursos humanos más valiosos, pues dentro de la globalización los países desarrollados atraen ahora a la mano de obra cualificada de los países menos desarrollados, lo que significa una gran pérdida de capital humano para los pobres países. Otro aspecto negativo es la desintegración familiar, miles de mujeres y hombres abandonan sus lugares de origen dejando a sus hijos al cuidado de familiares, lo que con el tiempo ha tenido consecuencias negativas a nivel social.
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1 Por ejemplo, los flujos netos de capitales medidos por los valores (absolutos) del saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente muestran niveles promedio similares (entre dos y tres por ciento del PIB para una muestra de países).
2 Véase Sánchez (2002: 27), quien, basándose en Hatton y Williamson (1998: 212), hace mención sobre el peso de la migración sobre los salarios; al respecto, afirman que éstos hubiesen sido 34 por ciento más elevados en Estados Unidos sin la presión ejercida sobre ellos por parte de la mano de obra inmigrante, mientras que en Gran Bretaña hubiesen sido 12 por ciento más bajos de no haberse producido la emigración.
3 Su característica específica implica no solamente una transferencia de recursos, sino la adquisición del control de las empresas.
4 Blanco (2000) establece una subdivisión del periodo.
5 Al respecto, véase Cruz (2001), quien se basa en la información proporcionada por la OIT.
6 Véase Castles (1997). En este trabajo el autor realiza un interesante planteamiento bajo el cual sostiene que existen nueve contradicciones entre globalización y migración, las cuales son fundamentales para comprender el fenómeno. 1) La primera se refiere a la contradicción entre inclusión y exclusión. Donde de acuerdo con la tendencia de los vínculos globales a abarcar todas las áreas geográficas y todos los grupos humanos y, a la vez, establecer diferencias entre estos grupos humanos: mientras que algunos se convierten en miembros del nuevo orden global, otros quedan marginados. 2) Una segunda contradicción se da entre mercado y Estado, que se refiere al hecho de que bajo el triunfo del mercado, tanto a nivel nacional como internacional, muchos gobernantes ya no ven las grandes desigualdades como un problema, sino como algo esencial para la eficacia del sistema económico. 3) La tercera contradicción se presenta entre riqueza y pobreza crecientes, plantea que la tendencia en casi todos los países apunta a un mayor incremento de las desigualdades en la distribución de la renta, donde los ricos son cada vez más ricos, los pobres aumentan y se deteriora la situación de la clase media. Hay un declive del Estado de bienestar que exacerba la polarización social. 4) La cuarta contradicción la denomina como la Red y el Yo, los cuales los observa en dos niveles separados, uno consiste en el auge contra la inmigración, a menudo de carácter racista. Los inmigrantes se han convertido en blanco porque existe un gran temor a los cambios que ellos representan. El otro nivel es el de las propias minorías étnicas, donde su condición de discriminados fomenta la identidad personal y de grupo, la cual asume dos formas: el separatismo y el integrismo, como respuesta al aislamiento y al racismo. 5) La quinta contradicción surge entre lo global y lo local. El análisis de las migraciones internacionales tiene profundos efectos a nivel local, el éxodo de grandes contingentes de personas en edad de trabajar pueden tener efectos perturbadores en la producción agrícola y en la artesanía. Las relaciones de género y las estructuras familiares cambian drásticamente. Mientras que en los países receptores se suscitan conflictos entre el Estado central, que controla la inmigración, y las autoridades regionales y locales. Por lo que, las dimensiones locales de la migración deben ser tratadas como aspectos centrales. 6) Una sexta contradicción surge entre economía y medio ambiente. En algunas regiones, los flujos de migración son resultado directo del deterioro del medio ambiente. La deforestación, la desertización, la disminución de la fertilidad de los suelos, las sequías y las inundaciones son fenómenos que obligan a las personas a desplazarse. Al refugiado político se suma una nueva modalidad: el refugiado 'medio ambiental'. 7) Otra contradicción es aquella que se da entre modernidad y posmodernidad, el proyecto de modernidad se fundamentaba como una ideología del progreso encaminado a una sociedad mejor. El posmodernismo rechaza las grandes ideologías, no hay una vía común para una vida mejor para la humanidad. Hay una fragmentación donde la globalización implica construir una economía moderna integrada, pero una esfera política posmoderna fragmentada. Aplicándolo a las migraciones se detecta que los migrantes cualificados tienen suficiente poder en el mercado para velar por sus derechos económicos y sociales, pero no sucede lo mismo con los trabajadores migrantes y refugiados no cualificados. Lejos de la homologación de los salarios, las migraciones generan nuevas formas de desigualdad entre países y en el interior de los mismos. 8) Otra contradicción que surge es aquella entre ciudadano nacional y ciudadano global, las fronteras permeables y el aumento de la diversidad etnocultural imposibilitan la homogeneización cultural. Las nuevas organizaciones de la sociedad civil están desarrollando una conciencia global, aunque actúen localmente. Con la utilización de las tecnologías de la información, los cuales son a menudo instrumentos de control y homogeneización, pero su carácter de redes descentralizadas permite utilizarlas para fines muy diferentes. 9) La última contradicción se da entre globalización desde arriba y globalización desde abajo. Donde se plantea la necesidad de desarrollar las fuerzas contrarias de globalización desde abajo con la esperanza de un mundo más equitativo, donde el cambio económico y social no signifique exclusión y pobreza para tantas personas.
7 Tomado por Skeldon de Mamad.