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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.9 no.38 Toluca oct./dic. 2003

 

Trabajo y familia desde el enfoque del curso de vida: dos subcohortes de mujeres mexicanas

 

Work and family from a life course theoretical perspective: two subcohorts of mexican women

 

Mercedes Blanco y Edith Pacheco

 

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/El Colegio de México.

 

Resumen

El artículo tiene un doble propósito, por un lado, en la vertiente metodológica, el objetivo es poner en práctica la utilización simultánea de fuentes de información cualitativas y cuantitativas y, por otro lado, en la vertiente teórica, el propósito es rescatar algunos de los principios rectores del denominado enfoque del curso de vida que privilegia, entre otros elementos, el entrelazamiento de las trayectorias vitales. Este doble propósito se aplica, más específicamente, al análisis diacrónico de la articulación trabajo-familia para dos subcohortes de mujeres ubicadas en momentos históricos distintos del siglo XX, es decir, se trata de mujeres nacidas en la república mexicana en las décadas de 1930 y 1950 y se les da seguimiento hasta finales del decenio de 1990.

 

Abstract

The article has a double purpose, on the one hand, the methodological objective is to put in practice the simultaneous utilization of qualitative and quantitative databases and, on the other hand, the theoretical aim is to rescue some of the main principles of the life course theory that privileges, among other elements, the interplay of life trajectories. This double purpose is applied, more specifically, to a diachronic analysis of the work-family articulation for two sub-cohorts of women located in different historical moments of the twentieth century, that is, we are talking of women born in the Mexican Republic during the 1930 and 1950 decades and we carry on a follow-up through the end of the nineties.

 

Introducción

El presente artículo tiene dos propósitos: uno metodológico y otro teórico. Aunque muchas veces resulta difícil distinguir claramente entre ambas dimensiones, aquí es necesario diferenciarlas con fines heurísticos y expositivos. Desde la vertiente metodológica, la intención es poner en práctica la utilización simultánea de fuentes de información de índole muy diferente —cualitativa y cuantitativamente valoradas—, en el marco de lo que algunos autores llaman una "metodología mixta", como lo hemos hecho en algunos otros trabajos (Blanco y Pacheco, 2001; Pacheco y Blanco, 2002).

En la vertiente teórica, el propósito es destacar algunos de los principios rectores del denominado enfoque del curso de vida para analizar la articulación trabajo-familia en dos grupos de mujeres mexicanas pertenecientes a dos cohortes diferentes, es decir, ubicadas en momentos históricos distintos del siglo XX. Por ello, en un apartado teórico se exponen los principios rectores del denominado enfoque del curso de vida, perspectiva de la cual hemos tomado algunos elementos clave para nuestros análisis. Este apartado termina con una breve mención al debate "cuali-cuanti" y a lo que se entiende por "metodología mixta". En el siguiente apartado se presenta un resumen breve de dos ejercicios anteriores, y en la tercera parte se explica cómo se llevó a cabo la selección de los universos bajo estudio, al tiempo que se da cuenta de algunas de las principales trayectorias vitales que conforman el curso de vida de las mujeres objeto de nuestro estudio. Finalmente, en el cuarto apartado llegamos al análisis de la articulación trabajo-familia de los dos grupos de mujeres —uno de los conjuntos formado por mujeres mexicanas nacidas en la década de 1930, y el otro, en la de 1950—, basándonos en la idea general del entrelazamiento de las trayectorias vitales.

 

El enfoque teórico-metodológico del curso de vida

Entre la variedad de orientaciones teóricas que desde las ciencias sociales han hecho propuestas y han llevado a cabo investigación empírica, el "enfoque del curso de vida" constituye una plataforma ciertamente útil desde la cual es posible abordar el estudio de la vinculación entre las vidas individuales y el cambio social. El enfoque teórico-metodológico del curso de vida surgió como una propues tanutrida de aportes de diferentes disciplinas, sobre todo, sociología, historia, psicología y demografía (O'Rand, 1998). En la década de 1970 empezó a desarrollarse plenamente esta perspectiva, y desde entonces hasta el momento actual han destacado las contribuciones de uno de sus principales creadores, el sociólogo estadunidense Glen Eider (1974, 1999).

En términos muy generales, el enfoque del curso de vida busca analizar la manera en que las fuerzas sociales más amplias moldean el desarrollo de los cursos de vida individuales y colectivos, para ello se sustenta en cinco principios fundamentales, que son los siguientes:

El principio del desarrollo a lo largo del tiempo

Este primer principio básico se refiere a la necesidad de tener una perspectiva de largo plazo en la investigación y el análisis, ya que el desarrollo humano es un proceso que abarca del nacimiento a la muerte. De esta manera, "estudiando las vidas a lo largo de periodos substanciales de tiempo incrementamos el potencial del interjuego entre cambio social y desarrollo individual" (Eider et al, 2003: 11).

El principio de tiempo y lugar

Este principio apunta directamente a la importancia de tomar en cuenta lo contextual. Así, se considera que el curso de vida de los individuos está "incrustado" (embedded) y es moldeado por los tiempos históricos y los lugares que le toca experimentar a cada persona (Eider et al., 2003: 12).

El principio del timing

Si bien resulta un poco difícil traducir con precisión al español el término timing, es claro que se refiere al momento en la vida de una persona en el cual sucede un evento. Por ejemplo, un suceso como la muerte de los padres repercutirá en la vida de un individuo según la edad y circunstancias en las que le ocurra dicho acontecimiento. Así, este principio postula que el impacto de una transición (o sucesión de transiciones) o de un evento contingente en el desarrollo humano está asociado al momento en que ocurre en la vida de una persona (Eider, 2002).

El principio de vidas interconectadas (linked lives)

Este principio afirma que las vidas humanas siempre se viven en interdependencia, o sea, enredes de relaciones compartidas, y es precisamente en estas redes donde se expresan las influencias histórico-sociales (Eider, 2002); precisamente porque las vidas se viven en interdependencia, las transiciones individuales frecuentemente implican transiciones en las vidas de otras personas.

El principio del libre albedrío (agency)1

Este principio lo que quiere destacar es que los individuos no son entes pasivos a los que solamente se les imponen influencias y constreñimientos estructurales. Los individuos sí hacen elecciones y llevan a cabo acciones, y de esta manera construyen su propio curso de vida; sin embargo, es cierto que ejercen su libre albedrío o libertad de acción dentro de una estructura de oportunidades que también implica, por supuesto, limitaciones, y que proviene de las circunstancias históricas y sociales (Eider, 2001). En pocas palabras, el libre albedrío individual o la libertad de acción está inevitablemente atado a las fuerzas históricas y sociales, de esta manera, "las personas pueden moldear sus vidas, pero lo hacen dentro de límites socialmente estructurados, como se refleja en las oportunidades y las limitaciones que a su vez van cambiando históricamente" (Shanahan y Eider, 2002: 176).

Estos cinco principios generales guían la investigación realizada a la luz del enfoque teórico-metodológico del curso de vida, el cual puede sintetizarse, o puede ofrecerse una definición operativa del mismo, de la siguiente manera: "...el curso de vida se refiere a una secuencia de eventos y roles sociales, graduados por la edad, que están incrustados (embedded) en la estructura social y el cambio histórico" (Eider, 2001: 8817).

Pasando ahora, precisamente, a una faceta de la operacionalización de los postulados generales anteriormente expuestos, es necesario decir que el enfoque del curso de vida trabaja, en principio, con tres conceptos o herramientas fundamentales, éstos son los de trayectoria, transición y, nuevamente, un vocablo en inglés que es difícil traducir de manera sintética, el de turning point. A continuación se hará referencia de manera breve a cada uno.

Trayectoria

"El concepto de trayectoria se refiere a una línea de vida o carrera, a un camino a lo largo de toda la vida, que puede variar y cambiar en dirección, grado y proporción" (Eider, 1991: 63). Para el enfoque del curso de vida, la trayectoria no supone alguna secuencia en particular ni determinada velocidad en el proceso del propio tránsito. Las trayectorias abarcan una variedad de ámbitos o dominios (trabajo, escolaridad, vida reproductiva, migración, etc.) que son interdependientes. Así, esta perspectiva teórica pone especial énfasis en el análisis del entrelazamiento de las trayectorias vitales, tanto en un mismo individuo como en la relación de éste con otros individuos o conglomerados (de manera muy importante con la familia de origen y procreación).

Transición

La transición hace referencia a eventos específicos en ciertos momentos de la vida, no necesariamente predeterminados o absolutamente previsibles (entre otros, entradas y salidas del mercado de trabajo, matrimonio, divorcio, etc.). Las transiciones siempre están contenidas en las trayectorias, que son las que les dan forma y sentido; las transiciones marcan claramente cambios de estado, posición o situación. Lo que el enfoque del curso de vida plantea es que las transiciones pueden presentarse en cualquier momento (depende del dominio de que se trate, esto será más o menos probable) sin tener que estar predeterminadas. Aunque también es cierto que sigue prevaleciendo un sistema de expectativas en torno a la edad, el cual también varía por ámbitos, sociedades y grupos de diversa índole.

Turning point

Con esta expresión se hace referencia a momentos especialmente significativos de cambio; se trata de eventos o transiciones que provocan fuertes modificaciones que, a su vez, se traducen en virajes en la dirección del curso de vida; por ejemplo, la muerte de un familiar muy cercano y significativo, aunque no necesariamente tienen que ser eventos desventajosos, sino puede ser todo lo contrario (Eider et al., 2003).

Estos tres conceptos representan las herramientas analíticas básicas del enfoque del curso de vida y, entre otras cosas, "...reflejan la naturaleza temporal de las vidas y captan la idea del movimiento a lo largo de los tiempos históricos y biográficos" (Eider et al, 2003: 8).

En esta ocasión es necesario hacer referencia a otro concepto fundamental para el enfoque del curso de vida, se trata del de cohorte. En la investigación demográfica, con el término cohorte se hace referencia a un grupo de personas que comparten simultáneamente una experiencia demográfica. La cohorte más clásica toma como elemento definitorio la edad, o sea, se trata de un conjunto de personas que comparten el evento origen de nacer en el mismo año calendario. Uno de los supuestos o implicaciones más importantes del término cohorte, que ha sido rescatado e impulsado por el enfoque del curso de vida, es que ese conjunto de personas es un grupo que se mueve o transita a lo largo de la historia. Es decir, el año o periodo de nacimiento sitúa a las personas en un contexto histórico y, por lo tanto, las relaciona con una diversidad de fuerzas que operan en ese momento y que van cambiando a lo largo del tiempo (Ryder, 1965, 1985; Eider y Pellerin, 1998). Aquí es preciso agregar un matiz: las cohortes no son homogéneas, por lo tanto, los integrantes de una cohorte no están expuestos de manera uniforme a los cambios, por ello es necesario identificar subgrupos dentro de una cohorte, en principio, a través de los cortes ya clásicos de género, clase social, raza y etnia (O'Rand y Henretta, 1999).

Para terminar con esta exposición en torno a los postulados y conceptos básicos que maneja el enfoque teórico-metodológico del curso de vida, se hará referencia a uno de los aspectos cardinales del manejo metodológico. De entrada, de los principios y conceptos fundamentales claramente se desprende la enorme importancia que se le concede a la dimensión temporal, sea ésta a nivel individual (como la edad y el proceso de envejecimiento), colectivo (grupos de personas que se mueven a lo largo del tiempo, o sea, las referidas cohortes) o macroestructural (contextos histórico-sociales cambiantes). De igual manera, la representación más elemental de una trayectoria remite inmediatamente a la dimensión diacrónica, ya que se trata de dar seguimiento a lo largo del tiempo a una variedad de procesos (Blanco, 2002). Por todo lo anterior, resulta prácticamente indispensable contar con información longitudinal para cualquier proyecto o problema de investigación que busque abordarse desde la perspectiva teórica del curso de vida (Scott y Alwin, 1998). Esta información puede provenir de una variedad de fuentes, ya sean éstas de carácter retrospectivo, por ejemplo, historias de vida, o prospectivo, como las encuestas llamadas "panel", que dan seguimiento a los mismos individuos durante décadas (Scott y Alwin, 1998), así como cuantitativas o cualitativas (Giele y Eider, 1998; Laub y Sampson, 1998).

De hecho, el enfoque del curso de vida propone y promueve la utilización combinada y simultánea de esta variedad de fuentes de información (siempre y cuando se conserve como eje el manejo de la dimensión diacrónica), de tal manera que actualmente puede relacionarse con aquella vertiente a la que algunos autores se refieren como "metodología mixta" (Tashakkori y Teddlie, 1998). Así, sobre la investigación propuesta y guiada por el enfoque del curso de vida, el propio Glen Eider afirma que "colectivamente y a través de las disciplinas, este trabajo implica múltiples niveles, de las macroestructuras e instituciones sociales a la microexperiencia de los individuos, y se sustenta en información tanto cuantitativa como cualitativa en un acercamiento de métodos mixtos" (Eider et al, 2003: 7).

A propósito de todo esto, en uno de los textos anteriores (Blanco y Pacheco, 2001) hemos hecho un recorrido del desarrollo que este debate entre los enfoques "cuali" y "cuanti" ha presentado en las ciencias sociales, sobre todo, desde la década de 1980. En este momento baste recordar que en esta "lucha" entre ambos enfoques se pasó, digámoslo así, del reconocimiento del "campo enemigo" a la idea de la complementariedad en los años ochenta. Luego se empezó a buscar la integración hasta llegar a fines de la década de 1990 con la propuesta de la disolución de la famosa dicotomía "cuali-cuanti", e incluso algunos autores llegan a postular que "...entre los paradigmas cualitativos y cuantitativos hay un continuum de métodos" (Newman y Benz, 1998: 11) donde, entre otras cosas, cada enfoque retroalimenta al otro.

En esta ocasión —así como en Blanco y Pacheco (2001) y Pacheco y Blanco (2002)— hemos retomado esta propuesta al buscar establecer un diálogo entre diferentes tipos de fuentes de información, precisamente entre bases de datos estadísticamente representativas y un conjunto de entrevistas a profundidad. Algunos autores (como Tashakkori y Teddlie, 1998, y Creswell, 1995), que también se ubican en esta propuesta del continuum de métodos, hablan a fines de la década de 1990 de una "metodología mixta" como una manera de retomar el esfuerzo que las ciencias sociales han hecho a lo largo de varios lustros para lograr una auténtica integración de enfoques, métodos y niveles de análisis. Este tipo de autores ofrece una clasificación de lo que ellos llaman "métodos mixtos" o "metodología mixta" y que, básicamente, apunta a estilos o formas que se construyen por medio de diferentes combinaciones de elementos. Así, retomando sobre todo a Tashakkori y Teddlie (1998), dentro de esta vertiente se consideran cuatro formas diferentes de combinación de elementos: a) secuencia!: se trata de dos etapas separadas, por ejemplo, primero se realiza un estudio cualitativo y luego uno cuantitativo, o viceversa, y finalmente se lleva a cabo su combinación; b) paralelo o simultáneo: se llevan a cabo al mismo tiempo las investigaciones de corte cualitativo y cuantitativo; c) estatus equivalente: se utilizan ambos enfoques concediendo a cada uno el mismo peso en el entendimiento y explicación del fenómeno bajo estudio, y d) enfoque predominante: aunque se usan ambos enfoques, desde el inicio el investigador elige uno de ellos como predominante y el otro es sólo complementario.

El análisis que planteamos en esta oportunidad puede ubicarse en la clasificación denominada secuencia!, toda vez que inicialmente se generó una investigación de corte totalmente cualitativo sobre un grupo de mujeres de sectores medios y, posteriormente, se acudió a una fuente de datos estadísticamente representativa (la Encuesta Demográfica Retrospectiva), para utilizarlas comparativamente. Finalmente, la manera práctica de hacer la combinación cuali-cuanti fue identificando en cada una de las fuentes de información las características variadas que presenta la articulación trabajo-familia, para el caso de las referidas mujeres de sectores medios, y poder así establecer una tipología que, de inicio, surgió de la información cualitativa y luego se elaboró para la otra base de datos.

 

Antecedentes de investigación

En la sociodemografía se ha aplicado la herramienta metodológica de las trayectorias vitales al ámbito laboral, véase, entre otros: Suárez, 1992; Tuirán, 1996, 1999 y 2001; Coubés, 1997 y 2001; Solís, 1996, y Solís y Billari, 2002. Dichas investigaciones utilizan información de encuestas de cobertura nacional o elaboradas de manera específica para diferentes investigaciones, donde generalmente la información es manejada por medio de herramientas estadísticas y modelos multivariados; en éstas, el estudio de cohorte resulta uno de los principales elementos que hace posible el análisis comparativo, especificando claramente los grupos considerados.

En esta ocasión, atendiendo al doble propósito tanto de combinar fuentes de información cuantitativas y cualitativas como de dar cuenta de las modalidades que puede adquirir la articulación trabajo-familia, empezamos por tomar como punto de partida un estudio de corte cualitativo, llevado a cabo por Blanco (2002). Este estudio comprende 12 historias de vida de mujeres de clase media en la Ciudad de México, nacidas todas ellas en los primeros años de la década de 1950, por lo que pertenecen a una misma cohorte de nacimiento, a la vez que también pertenecen a una misma cohorte escolar, en virtud de que fueron compañeras de secundaria, y algunas también de primaria y preparatoria, en una escuela privada de la Ciudad de México. Con la información cualitativa se indagó, primero, cómo ese conjunto de mujeres de clase media había entrelazado sus diferentes trayectorias vitales (escolar, laboral, conyugal y reproductiva) a lo largo de la mayor parte de su vida. Tomando como eje del análisis la trayectoria laboral, resaltaron, primero, dos polos (los cuales están presentes en cualquier grupo socioeconómico y ocupación específica que desempeñen); en ellos se ubica al conjunto de las mujeres analizadas: el no haber trabajado "nunca", ni antes ni después de casarse, y el haber trabajado "siempre", o sea, antes y después de casarse e incluso sin abandonar el trabajo en los periodos en que han tenido hijos. Luego, como segundo paso, dado que la mayoría de las mujeres entrevistadas había trabajado remuneradamente en algún momento de su vida, tanto estando solteras como casadas, se trató de ver las diferentes modalidades que había adquirido la diada familia-trabajo, es decir, cómo habían ejercitado o desarrollado estas mujeres dicha vinculación.

Así, para dar cuenta de tales modalidades, se construyó una tipología, considerando la historia de vida de estas mujeres y tomando como factor definitorio la importancia o preeminencia que le habían atribuido, ya sea a la esfera laboral o a la familiar-doméstica a lo largo de aproximadamente 20 años.2

A pesar de que en tres de los cuatro subgrupos de la tipología había estado presente a lo largo del tiempo la vinculación trabajo-familia (ubicados en la gráfica 1 en las categorías "siempre trabajaron", "compatibilizaron trabajo y familia" y ''privilegiaron familia"), mientras en un primer subgrupo se consideraba la dedicación a la esfera familiar-doméstica en exclusividad (véase en gráfica 1 el rubro "nunca trabajaron"), se reitera que de lo que se trató precisamente fue de hilar más fino y ver la diversidad y los matices que cada tipo implica, con lo cual se pretendía dar cuenta de la heterogeneidad interna que contienen las trayectorias femeninas incluso en universos que, de entrada, son bastante homogéneos.

El primer ejercicio de combinación de fuentes de información "cuali" y "cuanti" lo elaboramos tomando el referido estudio cualitativo (Blanco y Pacheco, 2001) y una base de datos con representatividad estadística para el país, que es la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU). El camino que encontramos para vincular ambas fuentes fue la construcción de una tipología —con los datos cuantitativos— similar y en paralelo a la elaborada previamente en el estudio cualitativo, con el fin último de dar seguimiento a algunas de las variables que caracterizan la vinculación trabajo-familia de aquellas mujeres de sectores medios.3 Al respecto de este primer trabajo, creemos que haber conjuntado un recorte de tipo cuantitativo con los resultados previos del estudio cualitativo fue precisamente lo que hizo posible enriquecer a la vez que reforzar la propuesta de la existencia de la diversidad dentro de la homogeneidad.

En síntesis, en este primer trabajo llamó especialmente la atención que el conjunto de casos del estudio cualitativo sí reflejaba o contenía las características generales que presentaba un universo similar extraído de una base de datos que en principio fue estadísticamente representativa, aunque cabe aclarar que en el proceso de creación de la submuestra inevitablemente se tuvo que aplicar criterios de selección que, finalmente, no permiten considerar ese subuniverso como estadísticamente representativo. Con todo, se puede decir que algunas variables que conforman el perfil sociodemográfico del conjunto de los casos cualitativos encontraron su correlato en el comportamiento similar de las mismas variables de la submuestra de la ENEU. Además, no sólo las variables aisladas fueron similares sino incluso fue posible construir una tipología parecida con las poblaciones de ambas fuentes, lo cual refuerza el supuesto del "continuum interactivo" entre diferentes estrategias de investigación.

En un segundo trabajo (Pacheco y Blanco, 2002), sosteniendo el ánimo inicial de esta primera aproximación metodológica, o sea, la parte operativa de cómo utilizar secuencialmente y de manera combinada fuentes de datos que casi inevitablemente siguen siendo clasificadas como polos, buscamos rescatar una encuesta biográfica aplicada tiempo después de nuestro primer esfuerzo metodológico. La Encuesta Demográfica Retrospectiva (Eder) es la primera encuesta biográfica mexicana, representativa a nivel nacional para tres cohortes de edad (las personas nacidas entre 1936-1938, 1951-1953 y 1966-1968), que da seguimiento a la historia de vida de hombres y mujeres, rescatando sobre todo tres ámbitos: el familiar, el laboral y el migratorio.4

Con datos seleccionados de la cohorte 1951 -1953 de la Eder (24 mujeres) se construyó la tipología que se había utilizado en el primer trabajo, de tal suerte que se observó que el subgrupo que correspondería a las mujeres que habían privilegiado su vida familiar (cinco mujeres) incluía a las mujeres que tenían un mayor número de hijos y habían suspendido su trayectoria laboral al unirse o tener hijos; un matiz de este subgrupo fue que dos de las mujeres privilegiaron su vida familiar en etapas iniciales o intermedias del ciclo de vida, pero al momento de la entrevista se encontraban separadas y trabajando. Dentro de un universo aparentemente homogéneo, como este primer subgrupo, fue posible reconocer cierta diversidad interna, incluso algunas trayectorias no siguieron el modelo "tradicional" conyugal, sino que presentaban segundas y terceras nupcias, al igual que periodos prolongados de separación. Estas evidencias apuntan ya a una serie de cambios que habría de experimentar en la década de 1970 este modelo tradicional, que concebía a las mujeres dedicadas prioritariamente a la esfera familiar-doméstica, como se verá en los siguientes apartados.

Un segundo subgrupo representaría el opuesto de las mujeres que nunca habían trabajado, o sea, correspondió a aquellas mujeres que presentan trayectorias laborales continuas (13 mujeres). En este subgrupo se encontraron mujeres casadas, separadas o divorciadas y solteras, por ello se podría decir que se apreció cierta heterogeneidad al interior de una característica común (no obstante, la mayor proporción corresponde al grupo de casadas o unidas); también cabe mencionar que en este subgrupo se presentaba el mayor número de mujeres que no tienen hijos, apuntando también al descenso de la fecundidad y a su relación con la creciente participación de las mujeres en los mercados de trabajo.

 

Características de las trayectorias vitales

En esta ocasión nos hemos propuesto comparar subgrupos femeninos pertenecientes a dos cohortes de mujeres, buscando resaltar en el análisis la aplicación de algunos de los principios rectores del enfoque del curso de vida, los cuales apuntan fundamentalmente a la consideración de lo contextual y de la dimensión diacrónica, por lo tanto, a la importancia de tomar en cuenta los procesos a lo largo del tiempo en cualquier fenómeno bajo estudio. De esta manera, el objetivo central de este apartado será contrastar las formas en que se entrelazaron las trayectorias reproductivo-laborales de dos grupos de mujeres nacidas en diferentes momentos históricos, o sea, en las décadas de 1930 y 1950. Para ello, como ya se ha mencionado, rescatamos información de la Eder correspondiente a las mujeres que nacieron entre 1936-1938 y 1951-1953, algunas en contextos rurales, pero la mayoría en contextos urbanos, aunque en 1998 ya vivían todas en contextos urbanos.

Más específicamente, la selección en la Eder se realizó considerando varios criterios. Primero, a diferencia del ejercicio anterior, con esta misma fuente de datos (Pacheco y Blanco, 2002), en esta ocasión se consideró como criterio de selección para aproximarnos a mujeres de clase media el hecho de que los padres de las mujeres hubiesen laborado en actividades no manuales (profesionistas, técnicos, maestros, oficinistas y vendedores dependientes) y las hijas hubiesen alcanzado algún año de secundaria. Esta decisión la tomamos después de constatar que a partir del criterio de que las mujeres nacidas en la cohorte 1936-1938 tuvieran al menos un año de universidad, como se hizo con la cohorte de la década de 1950, la cohorte más antigua presentaba muy pocos casos. Así, ya desde la selección de los universos bajo estudio, resalta claramente la importancia del principio de tiempo y lugar, puesto que para esta cohorte el acceso de las mujeres a los niveles de educación superior, no sólo en México sino prácticamente en todo el mundo, era definitivamente más una excepción que una generalidad. Segundo, de los 2 496 casos de hombres y mujeres encuestados se trabajó con dos subgrupos de aproximadamente 400 mujeres para cada cohorte y de estos subgrupos se seleccionó a las mujeres en localidades urbanas (201 mujeres de la cohorte 1936-1938 y 254 de la cohorte 1951-1953). Por último, de la población de mujeres urbanas sólo 15 mujeres de la cohorte 1936-1938 y 24 mujeres de la cohorte 1951-1953 cumplían con las características de haber alcanzado al menos un nivel de secundaria y que sus padres hubiesen realizado actividades no manuales.

Cabe mencionar que, nuevamente, la propia selección de los casos en la Eder también nos remite al tema de la complementariedad entre los estudios de corte cualitativo y los de aproximación cuantitativa, debido a que en dicha selección encontramos mayor diversidad en la información cuantitativa y, en ese sentido, estamos ante una mayor variedad de mujeres de sectores medios, lo cual podría aportar elementos al tema de la heterogeneidad al interior de grupos aparentemente homogéneos, o puesto de otra manera, es darle visibilidad a lo que en el promedio se vuelve invisible.

Lo que a continuación se presenta es la exposición de algunos de los principales elementos que caracterizan a las trayectorias vitales consideradas: la escolar, la laboral y también las trayectorias conyugal y reproductiva.5

Por lo que respecta a la trayectoria escolar, de las 12 entrevistadas en el estudio de corte cualitativo diez terminaron una licenciatura. Recordemos que estamos haciendo referencia a mujeres nacidas a principios de la década de 1950 y este hecho, junto con la pertenencia de clase, apunta directamente al mayor acceso a la educación, que es una de las características propias de una clase media-media y media-alta, es decir, se trata de mujeres profesionistas que, especialmente en esos años, constituían una clara minoría respecto del contexto nacional (Mier y Terán, 1993). El camino seguido desde la primaria hasta el ingreso a la licenciatura se realizó de manera continua, aunque se aprecia que a pesar de esta homogeneización en la secuencia de esta trayectoria, al iniciar la preparatoria se van desprendiendo casos que representan cursos de vida diferentes, por ejemplo, la necesidad de obtener ingresos implica dar prioridad a una trayectoria laboral "temprana" en un caso, mientras que la elección del matrimonio y la futura maternidad lleva en dos casos a interrumpir los estudios de licenciatura y a concentrarse en el ámbito privado y doméstico.

Por lo que toca a las mujeres de las dos cohortes extraídas de la Eder, para empezar, es claro que la mayoría no alcanza tales niveles educativos. Esta diferencia puede asociarse seguramente a varios factores; en primer lugar, por supuesto, a los criterios de selección de los universos bajo estudio. Para el presente trabajo, la manera de captar mujeres que pudieran considerarse como de sectores medios en la Eder fue más amplio y laxo, toda vez que se tomó como elemento básico el tipo de ocupación del padre y el nivel de escolaridad de las entrevistadas. Ya se explicó por qué no se pudo tomar como criterio de selección para las mujeres de los años treinta de la Eder la característica de haber llegado a la universidad, en pocas palabras, simplemente porque en esos años en México era excepcional que las mujeres llegaran a la universidad (Caballero, 2001). Así, de la cohorte 1936-1938 solamente dos mujeres alcanzaron el nivel universitario (las cuales presentan trayectorias laborales como contadoras), una buena proporción (siete mujeres) alcanzó la secundaria o niveles técnicos de posprimaria (siendo principalmente secretarias o comerciantes) y el resto de las mujeres (seis) estudiaron algún año de preparatoria o carrera técnica subprofesional, o bien, hicieron carrera normalista. En cambio, de las 24 mujeres de la cohorte 1951-1953, nueve alcanzaron estudios universitarios (realizando actividades como biólogas, químicas, arquitectas, profesoras y médicas), diez sólo contaban con estudios de secundaria o técnico posprimaria (fundamentalmente secretarias o comerciantes) y el resto alcanzó algún año de preparatoria o subprofesional, o bien, completó una carrera normalista.

Estos resultados nos remiten, entre otras cosas, no sólo al contexto histórico general, sino también a los condicionamientos socialmente asignados a hombres y mujeres; sin embargo, pareciera posible que dichos condicionamientos se pueden matizar cuando se alcanza un cierto nivel educativo, es decir, en estos casos se aprecia una mayor incidencia de ocupaciones tradicionalmente femeninas para aquellas mujeres que no alcanzaron el nivel universitario, aunque hay que decir que en el ámbito profesional ha sido tradicional la segregación por género.

Por lo que toca a la trayectoria laboral, en este momento sólo describiremos el inicio de ésta; más adelante, en la presentación de la tipología, podrá apreciarse cuál ha sido el desarrollo que han tenido dichas trayectorias a lo largo del tiempo. Diez de las mujeres entrevistadas en el estudio cualitativo tuvieron su primer trabajo "estable", en promedio, a los 25 años de edad (correspondiente a 1978), una vez concluida la licenciatura. Edad próxima a la edad de entrada al mercado laboral de las mujeres de la cohorte 1951-1953 provenientes de la Eder (23.6 años en promedio), pero muy distante de la edad de inicio de la cohorte 1936-1938 (16.8 años en promedio). Así, si comparamos a la cohorte nacida en la década de 1930 con la de 1950, vemos que la edad en la cual se empezó a trabajar ubica a las mujeres de la cohorte más antigua en plena adolescencia, aproximadamente siete años más jóvenes que la cohorte de los años cincuenta. Además, inician su vida laboral en momentos históricos muy diferentes: las mujeres nacidas en los años treinta comienzan a trabajar aproximadamente a mediados de la década de 1950, y las nacidas precisamente en esos años comienzan a trabajar por ahí de mediados de los setenta; se sabe que estos dos momentos históricos fueron radicalmente diferentes en cuanto a la incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo en México, siendo realmente hasta la década de 1970 cuando se presentó con mayor intensidad la participación económica femenina (García, 1994).

En cuanto a las trayectorias conyugal y reproductiva, empezando por la edad al matrimonio, el conjunto de las doce entrevistadas se casó en promedio entre los 24 y los 25 años (1977-1978), a excepción de los dos casos que abandonaron la universidad precisamente para casarse y que, por lo tanto, lo hicieron más jóvenes, aproximadamente a los 20 años, edad más cercana a la que se ha consignado en estudios sobre poblaciones que nacieron en el primer lustro de los cincuenta (Zavala, 1992; Quilodrán, 2001). Ahora bien, a partir de los datos de la Eder se encuentra que, específicamente para la cohorte de mujeres nacidas entre 1951-1953, la edad promedio a la primera unión fue de 23.6 años, mientras las mujeres de la cohorte 1933-1936 se casaron en promedio a los 22.8 años de edad. Atendiendo a estas cifras, se puede decir que la mayoría de las mujeres del estudio cualitativo realizó un matrimonio ligeramente "tardío", tal vez más en consonancia con un estrato de clase media "alta", si se compara con el promedio nacional o los resultados de la Eder.

En cuanto al estado civil, lo que puede apreciarse es la diversificación de situaciones por estado civil que se dio en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX entre las mujeres cuyos padres realizaron actividades no manuales. En la cohorte más antigua casi todas son unidas, solamente una es separada, otra es viuda y una tercera se unió por segunda vez y, finalmente, una de ellas nunca se unió, mientras que entre las mujeres de la cohorte 1951-1953, aunque la mayoría también son unidas y existe un caso de viudez, tres nunca se unieron y, además, se presentan casos de segundas, terceras e incluso cuartas nupcias. Esto apunta, como se mencionó previamente, a ciertos cambios en la concepción tradicional de los roles asignados a las mujeres y al resquebrajamiento del modelo "ideal" de la familia nuclear.

Por lo que toca a la trayectoria reproductiva, el nacimiento del primer hijo para el conjunto del estudio cualitativo ocurrió, en promedio, unos dos años después del matrimonio. Es decir, estas jóvenes mujeres profesionistas de finales de los años setenta contaban con la información necesaria para controlar su fecundidad y eligieron cuándo y cuántos hij os tener, lo cual puede enmarcarse en el principio del libre albedrío. Prueba de ello es que, en promedio, estas mujeres tuvieron dos hijos, cuando la cifra nacional, por ejemplo, para 1980, era de 4.4 hijos por mujer (Zavala, 1992). La fecundidad de dos hijos por mujer también se presenta en la cohorte 1951-1953 de la Eder, en cambio, cuando se ven las cifras correspondientes a las mujeres de la cohorte de los años treinta, es evidente que sus niveles de fecundidad fueron más altos, más en correspondencia con la época en que tuvieron sus hijos, al ubicarse en un promedio de 4.3 hijos por mujer. Tomando en cuenta estos resultados, cabe apuntar una diferencia más que distingue ambas cohortes, la presencia del fenómeno del "hijo único", por llamarlo de alguna manera. En el conjunto de mujeres de la Eder de la cohorte 1951-1953, aproximadamente 25 por ciento tuvo solamente un hijo, aunque la información disponible no da pistas de las razones que pudieron tener las mujeres para no procrear más hijos, es notorio el contraste con la cohorte más vieja donde sólo se presenta un caso con un solo hijo. Lo mismo podría decirse del hecho de no tener hijos; nuevamente, aunque no se saben las causas, esta situación es más frecuente en la cohorte más joven.

 

Entrelazamiento de trayectorias vitales

Pasamos ahora al análisis del entrelazamiento de las trayectorias laboral, conyugal y reproductiva. Entre las entrevistadas del estudio cualitativo, casi al mismo tiempo que la mayoría estaba ingresando al mercado de trabajo de manera "estable" se dio el matrimonio, evento que no significó el abandono de la actividad laboral, como parece ser más frecuente en otros estratos socioeconómicos. No sucedió lo mismo con el ejercicio de la maternidad, toda vez que el hecho de tener hijos sí influyó en la decisión de dejar de trabajar durante algún tiempo. Así, la mayoría de las que trabajaban dejaron de hacerlo durante un tiempo (por ejemplo, un año) para poder dedicarse de manera exclusiva al cuidado del recién nacido; no fue así en todos los casos, pues algunas sólo se tomaron el tiempo estipulado por ley. A diferencia de los resultados obtenidos en el estudio cualitativo, a partir de los datos de la Eder se observa que ninguna mujer de las cohortes analizadas presenta la característica de ingresar al mercado de trabajo casi al mismo tiempo que se une, sino más bien lo que sucede es que empiezan a trabajar siendo solteras y dejan de trabajar al momento de unirse. Esto sucede, sobre todo, en la cohorte nacida en los años treinta, toda vez que en la de los cincuenta se diversifican las opciones, por ejemplo, hay una mayor proporción de mujeres con trayectorias laborales continuas, también hay discontinuidades, e incluso situaciones sui generis, como empezar a trabajar por primera vez en su vida al darse la separación o divorcio, teniendo hijos aún en la escuela primaria. Lo presentado hasta aquí apunta al proceso paulatino que se dio en la segunda mitad del siglo XX en torno a lo cual se entró a aquello que algunos autores llaman la simultaneidad de roles o la interdependencia de las trayectorias vitales fundamentales (O'Rand y Henretta, 1999). Podríamos reiterar que la tipología de la que partimos en este trabajo es precisamente una esquematización de la interrelación de roles y trayectorias vitales tomando en cuenta la dimensión diacrónica.

Ahora bien, por lo que respecta a la construcción de una tipología a partir de la base de datos de la Eder, buscamos, en primer lugar, ubicar a las mujeres que nunca habían trabajado (subgrupo A. 1 de la tipología cualitativa). El resultado, al ubicar a este subgrupo de mujeres, nos remite de manera inmediata a la constante mención del incremento de la inserción de mujeres al mercado de trabajo, ya que de la cohorte de mujeres nacidas entre 1951 y 1953 solamente tres de las 24 mujeres seleccionadas, poco mas de la décima parte, nunca habían trabajado, mientras para la cohorte más antigua (1936-1938) este grupo se conformó de cuatro mujeres de las 15 seleccionadas, es decir, aproximadamente una cuarta parte (gráfica 2). Estas mujeres tuvieron la característica de no haber alcanzado el nivel de preparatoria, aspecto que también nos remite al hecho de que a mayor nivel de escolaridad mayor probabilidad tendrán las mujeres de insertarse en el mercado de trabajo.

Además de estudiar los distintos subgrupos de la tipología, nos preguntamos cómo fue el curso de vida de estas mujeres en términos de sus trayectorias en distintos ámbitos, para ello buscamos confrontar, a manera de ejemplo, un testimonio literal tomado del estudio de corte cualitativo con una descripción sobre las formas de entrelazamientos de las trayectorias vitales de las mujeres de la Eder, la cual denominaremos "relato ficticio".6 De antemano sabemos que las personas no relatarían su vida de manera tan sintética, pero creemos que como todo "dato síntesis" puede aportarnos elementos para la comprensión de las formas de entrelazamiento. Por otra parte, con la presentación de un testimonio extraído del estudio de corte cualitativo buscamos en cierto sentido otro "dato síntesis", dar voz a las mujeres en cuanto a la forma en que ellas estarían expresando su pertenencia al subgrupo de la tipología:

Si fuera por lo que uno quisiera programar, yo hubiera programado terminar mi carrera y trabajar, pero es algo que te toca, ¿no? O sea, cambian las cosas, de repente así salieron y bueno... la casa, todo lo que implica, te esclavizas más con la casa que con los hijos (casada, ama de casa en exclusividad, tres hijos) (Blanco, 2002: 472). Nací en 1953, al año de nacida migramos del campo a esta ciudad, entré a la escuela a los seis años, al terminar la primaria hice un año de secundaria, pero me salí y entré a estudiar una carrera técnica corta. Cuando tenía 15 años mi papá controlaba un almacén, a los 17 años me salí de casa de mi madre y a los 18 años me casé. Un año después tuve a mi primer hijo y enseguida tuve otros tres hijos... Nunca he trabajado fuera de casa, me he dedicado a mi familia... En este momento tengo 46 años y mis hijos siguen viviendo con nosotros ("relato ficticio" de una mujer de la cohorte 1951-1953, véase el segundo caso del diagrama correspondiente a esta cohorte).

Dado que estamos comparando dos subcohortes, podemos rescatar el "principio de tiempo y lugar" del enfoque del curso de vida. En este sentido surge una primera pregunta: ¿los momentos históricos diferentes propiciaron entrelazamientos distintos en este subgrupo de mujeres que nunca trabajaron? Pues bien, a partir de la información con que contamos pareciera que el "nunca haber trabajado" estructura trayectorias de vida muy similares, a pesar de que el curso de vida de este tipo de mujeres se ubicó en momentos históricos diferentes por pertenecer a dos cohortes. Una característica que sí destaca es, por un lado, que la cohorte nacida a inicios de los cincuenta presenta un ligero descenso en su fecundidad frente a la cohorte más antigua pero, por otro lado, los hijos permanecen más tiempo en el hogar de sus padres frente a la cohorte más antigua, lo cual probablemente sugiere que las mujeres estarían dedicando más tiempo al ámbito familiar-doméstico.

Un segundo subgrupo correspondería a las mujeres que han privilegiado su vida familiar: seis de las quince mujeres correspondientes a la cohorte 1936-1938 y cuatro de la cohorte 1951-1953 de la Eder (gráfica 2). Esta agrupación sería una aproximación al subgrupo A.2 de la tipología cualitativa. Este subgrupo incluye a las mujeres que tienen ligeramente menos hijos que el subgrupo anterior, pero se caracteriza porque suspendieron su trayectoria laboral al unirse o tener hijos; en especial, la duración de sus trayectorias laborales es menor a la de los subgrupos que revisaremos posteriormente. Un matiz de este subgrupo es que una de las mujeres de la cohorte más joven (1951-1953) privilegió su vida familiar en etapas iniciales o intermedias del ciclo de vida, pero al momento de la entrevista se encontraba trabajando. Ahora nos preguntamos sobre cómo fueron los cursos de vida de estas mujeres y cómo las mujeres entrevistadas en el estudio de corte cualitativo podrían estar expresando su pertenencia a este segundo subgrupo de la tipología:

Tu prioridad es tu familia, tus hijos, pero sin dejar a un lado el trabajo, entonces yo siempre he tratado de adecuar el trabajo, o sea, las horas que puedo trabajar pero sin que afecte el tiempo dedicado a mis hijos... Sí, primero la familia, pero sin dejar de hacer algo de trabajo" (casada, licenciatura en ciencias sociales, dos hijos) (Blanco, 2002: 472).

Nací en 1938, entré a la escuela a los seis años de edad, a los quince años ya estaba cursando mi primer año de preparatoria; justo en ese momento mi papá era administrativo en transportes y mi mamá se dedicaba al cuidado de enfermos (pero no era enfermera). En el último año de preparatoria comencé a trabajar, al mismo tiempo estudiaba la carrera de contadora. Un año antes de terminar la carrera me casé, y aunque seguí estudiando un año más, deje el trabajo pues también nació mi primera hija, tuve otros cinco hijos varones y a los treinta años me divorcie; un año después inicie otra unión que continúa hasta la fecha y de la cual tuve otros cinco hijos. Desde que me casé por primera vez no trabajo, actualmente tengo 60 años y vivo con mi esposo y tres de mis hijos (relato ficticio de una mujer de la cohorte 1936-1938, véase el noveno caso del diagrama correspondiente a esta cohorte).

En este segundo subgrupo de la tipología se apreciauna mayor heterogeneidad al interior de cada subcohorte y entre subcohortes. Por otro lado, retomando el principio de tiempo y lugar se observa, por ejemplo, el fenómeno de una mayor migración, especialmente en las décadas de 1960 y 1970 (dicho fenómeno se representa con la figura de una gaviota en el diagrama). También podemos ver el recorrimiento de dos años en la entrada al mercado de trabajo entre una cohorte y otra, no obstante, el ingreso se daba todavía a edades bastante jóvenes (en promedio, entre 16 y 18 años de edad para cada cohorte respectivamente). La heterogeneidad también se refleja en el número de años trabajados que van desde uno hasta 17 años. Por último, se observa la fuerte diferencia entre la fecundidad de la cohorte más antigua y la cohorte 1951-1953. Ahora bien, en cuanto a las similitudes, quisiéramos retomar tanto el concepto de "transición" como la idea del timing, puesto que para este subgrupo es claro que la salida del mercado de trabajo se vincula específicamente al evento de haberse iniciado una unión consensual en ambas cohortes.

Un tercer subgrupo lo constituiría la aproximación al subgrupo B.1 de la tipología cualitativa, y representaría el opuesto de las mujeres que nunca trabajaron, o sea, corresponde a aquellas que presentan trayectorias laborales continuas: cinco mujeres de las quince correspondientes a la primera cohorte y once mujeres de las 24 mujeres de la cohorte 1951-1953 (gráfica 2). En este subgrupo se encuentran mujeres casadas, separadas o divorciadas y solteras, por ello se podría decir que se aprecia claramente la heterogeneidad al interior de una característica común, aunque la mayor proporción corresponde al grupo de casadas o unidas; en este subgrupo se presenta las mujeres que no tienen hijos. Destaca el hecho de que el número de años trabajados se ubica entre 24 y 34 años de actividad económica continua (comparando las dos cohortes a los 45 años de edad), siendo éste el periodo más largo del conjunto. Ahora bien, ¿cómo es su curso de vida y qué diferencia una cohorte de otra?:

Para mí se me hacen muy importantes las dos áreas (familia y trabajo), siento que siempre he tratado de combinarlas, haciendo que las dos áreas estén lo más cerca posible. Yo he trabajado toda la vida, nunca he dejado de trabajar, ni cuando nacieron mis hijas. Además, el trabajar siempre ha sido una necesidad por la cuestión económica; por ejemplo, cuando mis hijas nacieron ni siquiera me pude cuestionar dejar de trabajar (divorciada, licenciatura y especialidad en el área de ciencias sociales, dos hijas) (Blanco, 2002: 474).

Nací en 1938, entré a la escuela a los siete años de edad. Mi papá era maestro, así que a los 16 años entré a la normal y a los 19 ya estaba trabajando como maestra de primaria. Fue hasta los 24 años que me casé, y a los 25 años tuve a mi primer hijo, dos años después al segundo, y después de otros dos años tuve una hija; finalmente, cuatro años después tuve ami tercer hijo... Después de 32 años de trabajo me jubilé a los 51 años, recién había salido de la casa mi primer hijo. Actualmente sigo casada, tengo 61 años y todavía vive con nosotros mi segundo hijo, quien ya tiene 35 años de edad (relato ficticio de una mujer de la cohorte 1936-1938, véase el treceavo caso del diagrama correspondiente a esta cohorte).

En especial, en este tercer subgrupo se aprecia una gran heterogeneidad al interior de las cohortes, por ejemplo, trabajan antes de unirse, aunque se unen se insertan posteriormente al trabajo, o bien, nunca se unen y trabajan de manera continua o se unen hasta los 58 años de edad; a la vez están desde las que no tienen hijos hasta las que tienen cuatro hijos. Este aspecto nos hace rescatar la idea de cómo el momento en la vida de una persona en el cual sucede un evento puede repercutir de manera muy diferente en distintas esferas o dominios de la vida de los individuos, a diferencia de lo que acontecía en el subgrupo anterior, en el que al realizar la "transición" a la unión salían del mercado de trabajo. Las similitudes entre las cohortes se presentan en la línea de la educación, son estas mujeres las que en promedio presentan más años de escolaridad y a la vez son las que presentan carreras laborales continuas (característica de este subgrupo en la tipología).

Un cuarto subgrupo corresponde a las mujeres que, aunque han trabajado de manera intermitente, han privilegiado las labores extradomésticas frente a las domésticas: ninguna en la primera cohorte y seis en la cohorte de 1951-1953 (gráfica 2). Esta sería una aproximación del subgrupo B.2 de la tipología cualitativa. Una de las diferencias básicas frente al grupo anterior radica en el número de años trabajados, ya que el rango se encuentra en el intervalo de 14 a 24 años, con discontinuidades laborales de menos de cuatro años y con la característica de que la edad al primer trabajo es mayor que en el caso previo. Ahora nos preguntamos cómo han sido las vidas de estas mujeres:

Yo he seguido un camino muy tortuoso, estaba un poco como indecisa hacia dónde ir, o sea, por un lado estaba la cuestión de si realmente lo académico era lo mío, o si lo que me convenía hacer era tener un trabajo de medio tiempo, casarme y hacer lo que hacen muchas mujeres profesionistas, o sea, que no trabajo no interfiera con sus obligaciones como mujer. Finalmente, y a pesar de algunas crisis, siempre he trabajado en muchas cosas y a veces muy diferentes, desde escribiendo programas para la televisión hasta laboratorios de investigación y otras cosas (casada, licenciatura en el área de físico-matemáticas y maestría en el área de ciencias sociales, dos hijos) (Blanco, 2002: 474).

Nací en 1952, al año ya habíamos migrado con mis padres, estudié toda la primaria, pero en ese momento tuvimos que migrar y dejé de estudiar. Dos años después (tenía 14 años) ya me había unido, pero seguía viviendo con mis padres quienes eran profesionistas (abogado y directora en el sector público). Duré ocho años en la relación y tuve tres hijos, un año después de que había nacido mi último hijo me separé, reinicie mis estudios, primero secundaria y después hice cuatro años de una carrera técnica, al iniciar la carrera técnica empecé a trabajar de enfermera, un año después salí de casa de mis padres (a los 25 años), solo un año después migré, en este proceso seguí trabajando. Actualmente sigo sin casarme, mis tres hijos ya no viven conmigo y tengo 47 años (relato ficticio de una mujer de la cohorte 1951-1953, véase el onceavo caso del diagrama correspondiente a esta cohorte).

Este último subgrupo de la tipología, que sólo corresponde a la cohorte 1951-1953, también muestra diversidad, por ejemplo, una mujer después de cinco años de unida entró a trabajar y a la vez tuvo su primer hijo; en otro caso la mujer se unió un tiempo y después de separarse empezó a trabajar, o bien, uno de los casos nos remite al concepto de turning point. Es decir, para este último subgrupo queremos ilustrar dicho principio del curso de vida con el hecho de que un evento como la muerte del cónyuge cambia el curso de vida de una mujer perteneciente a este subgrupo, puesto que el evento hace que tiempo después la mujer se inserte en el mercado de trabajo.

Por último, a dos de las mujeres de la submuestra de la cohorte 1951-1953 fue imposible ubicarlas dentro de la tipología, dado que son mujeres solteras y sin hijos, en consecuencia, tampoco es posible discutir el entrelazamiento de su diada familia-trabajo. No obstante, todo parece indicar que estas mujeres privilegiaron la familia de origen, pasando gran parte de su vida con sus padres hasta que estos murieron, incluso una de ellas estudió en la universidad, pero su trayectoria laboral sólo tiene una duración de doce años con cierta discontinuidad.

En términos generales, en cuanto a la construcción de la tipología, podemos decir que para la cohorte 1936-1938 (quince mujeres) se presentan dos comportamientos opuestos, predominando el que representa los roles tradicionalmente asignados a las mujeres, es decir, el de nunca haber trabajado o el de haber privilegiado a la familia (cuatro y seis casos, respectivamente) y, con menor presencia, la situación de haber trabajado de manera continua (cinco casos); incluso no encontramos ningún caso en el subgrupo que representa la búsqueda por compatibilizar las esferas doméstica y extradoméstica. Para las mujeres de la cohorte 1951-1953 se muestra claramente cómo el hecho de haber compartido otro momento histórico se expresa en un cambio en los roles socialmente asignados por género; en este caso once de las 24 mujeres, cerca de la mitad, se ubican en el subgrupo correspondiente al trabajo continuo, a la vez que se presenta un patrón más heterogéneo, reduciéndose el número de casos que corresponden al subgrupo de nunca haber trabajado (tres casos), o bien, haber privilegiado a la familia (cuatro casos), y se manifiesta claramente la búsquedapor compatibilizar el trabajo doméstico y extradoméstico (seis casos). Finalmente, cabe mencionar que de manera esquemática este resultado se puede apreciar claramente en la gráfica 2.

 

Consideraciones finales

Al inicio del artículo señalamos un doble propósito que, puede decirse, se centra o proviene de la búsqueda de la combinación de múltiples elementos que en las ciencias sociales muchas veces se han planteado como pares dicotómicos antagónicos, aunque esta posición, afortunadamente, es cada vez menos frecuente. Así, en este texto buscamos abordar no sólo la combinación más obvia y explícita, la de las fuentes de datos, sino también, y tal vez sobre todo, la propuesta al estilo Wright Mills (1959, 1981) de considerar la interrelación biografía/historia/sociedad. El enfoque teórico-metodológico del curso de vida retoma este tipo de propuesta (o de "promesa", como se titula el primer capítulo de la citada obra de Mills) al darle preeminencia al estudio de las trayectorias vitales (individuales y colectivas) a lo largo del tiempo y en contextos sociales e históricos en constante cambio. Por ello, en este artículo hemos tratado de combinar no sólo lo "cuali-cuanti" de las fuentes de información sino lo "micromacro" de lo individual y lo colectivo, tomando en cuenta desde los relatos o narrativas individuales hasta el comportamiento de las subcohortes. Es apenas un primer intento más bien descriptivo pero que, seguramente, dará para mucho más.

En síntesis, entonces, la idea general fue, parafraseando a Glen Eider y coautores, reflejar la naturaleza temporal de las vidas individuales y colectivas y captar la idea de movimiento a lo largo de los tiempos históricos y biográficos. De ahí la comparación entre dos cohortes o generaciones, o más propiamente, entre subcohortes, ya que en realidad se trata de grupos bastante específicos puesto que responden a una serie de criterios de selección como se explicó en el texto. Por lo que toca más específicamente a la comparación entre las subcohortes, podemos decir que en el caso de la generación que nació entre 1936 y 1938 pueden apreciarse dos comportamientos opuestos. Por un lado, predomina el modelo que representa a los roles tradicionalmente asignados a las mujeres, es decir, el de nunca haber trabajado o el de haber privilegiado a la familia frente al trabajo extra-doméstico y, por otro lado, aunque con menor presencia, se presenta la situación de haber trabajado de manera continua. Para las mujeres de la subcohorte 1951-1953, se muestra cómo el haber estado ubicadas en otro momento histórico se expresa en un cambio en los roles socialmente asignados por género; de esta manera, cerca de la mitad se ubica en el subgrupo de la tipología correspondiente a una trayectoria laboral continua. También se presenta un patrón más heterogéneo en la diada familia-trabajo, reduciéndose el número de casos que corresponderían al subgrupo de "nunca haber trabajado", o bien, "haber privilegiado a la familia" y, por último, se manifiesta claramente la búsqueda por compatibilizar el trabajo doméstico y el extradoméstico.

(Cuadro 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7)

 

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Notas

1 Según el Oxford Dictionary la palabra agency quiere decir means of action by which something is done. En español dicha palabra inglesa puede traducirse como "albedrío" que, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española quiere decir "potestad de obrar por reflexión y elección". La palabra albedrío proviene del latín arbitrium, traducida como "arbitrio" que quiere decir "facultad de adoptar una resolución con preferencia de otra". El diccionario señala que la expresión que se usa más ordinariamente es la de "libre albedrío", de ahí que parezca pertinente usar esta expresión como sinónimo o, por lo menos, como equivalente cercano del vocablo inglés agency, sin embargo, también da una idea del mismo concepto hablar de "libertad de acción".

2 En primer lugar, se distinguieron dos grandes vertientes y, en segundo, dos tipos de trayectorias contenidas en los dos grupos principales: 1) Grupo A: aquellas mujeres que han priorizado la vida familiar frente al mundo laboral (A.1: aquel subgrupo en el que nunca se ha trabajado de manera extradoméstica o el periodo dedicado a la esfera laboral ha sido mucho menor en años que el dedicado al ámbito familiar: dos casos; A.2: aquel subgrupo en que es clara la prioridad que se le ha asignado a la vida familiar pero, a pesar de ello, a lo largo de los años se han realizado actividades laborales eventuales, a tiempo parcial, esporádicas e incluso filantrópicas; además, estas actividades siempre se han considerado, en cuanto al ingreso que generan, como totalmente complementarias de la economía familiar, o sea, del sueldo del marido: cuatro casos); 2) Grupo B: aquellas mujeres que han buscado más activamente vincular familia y trabajo (B. 1: S e trata de la trayectoria que presenta la mayor continuidad, o sea, se ha trabajado desde antes de casarse y la maternidad no ha implicado interrupciones prolongadas o renuncia al empleo; además, siempre se ha trabajado en el mismo tipo de ocupación o, incluso, en la misma institución: tres casos; B.2. aquel subgrupo en el que a pesar de que existe la discontinuidad, por haber cambiado repetidas veces de lugar de trabajo o de tipo de ocupación, y por haber permanecido algunos periodos más o menos largos sin trabajar, debido fundamentalmente a la maternidad, se manifiesta el interés, y a veces también la necesidad económica, de tener un empleo, ingresos y, también, un desarrollo profesional: tres casos).

3 Cabe mencionar que debido a que la ENEU no es una encuesta biográfica se consideraron dos momentos en el tiempo con la idea de tomar en cuenta la dimensión diacrónica y, por lo tanto, los procesos a lo largo del tiempo. Lo anterior se sustenta en un concepto demográfico denominado cohorte ficticia, lo cual implica que las mujeres entrevistadas en primer lugar, tiempo después ya no son las mismas; sin embargo, el supuesto central es que el segundo grupo de mujeres se comporta como se comportaría el primer grupo años después. En el caso del primer ejercicio, esto se tradujo en un universo de 28 mujeres para 1987 (cuyas edades fluctuaban entre 33 y 35 años) y 25 mujeres para el año 1997 (cuyas edades fluctuaban entre 43 y 45 años). Por otra parte, tomamos el criterio de educación para ubicar a los sectores medios, de tal suerte que toda aquella mujer que hubiese alcanzado al menos un año de universidad formaba parte de nuestro universo de estudio.

4 La Eder, en principio, buscó conformar un subconjunto de 3 200 casos de la muestra de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (ENADID) aplicada en 1997, con la característica de incluir 100 casos para cada estado de la república mexicana, considerando localidades de menos de 15 000 habitantes y localidades de 15 000 o más habitantes. Cabe aclarar que se tomaron en cuenta tres años calendario para cada cohorte porque se quería que ésta fuera lo más homogénea posible, por otro lado, todos los eventos registrados en la encuesta son aquellos que corresponden a una duración de al menos un año en la vida de los individuos.

5 En los dos trabajos anteriores ya mencionados abordamos con mayor detalle el análisis de las trayectorias y, en especial, la caracterización de las trayectorias de las mujeres entrevistadas en el estudio de corte cualitativo.

6 Inspiradas en la idea de cohorte ficticia de la demografía, denominaremos "relato ficticio" a una breve descripción del curso de vida de las mujeres a partir del esquema del entrelazamiento de las trayectorias vitales; esto es así porque la EDER es una encuesta biográfica que no contiene un relato sobre la historia de vida, pero tomando la información tal como lo reflejan los diagramas se intentó "dar voz" a las personas entrevistadas. Cabe hacer mención que usamos el término "relato ficticio" conscientes de que ninguna persona relata su vida de manera tan esquemática como se podrá ver a continuación.

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