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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.18 no.73 Toluca jul./sep. 2012
Los jóvenes del norte y sur de México en inactividad laboral y educativa: niveles y factores asociados
Youths from northern and southern Mexico in labor and educational inactivity: levels and associated factors
Eunice D. Vargas-Valle y Rodolfo Cruz-Piñeiro
El Colegio de la Frontera Norte
Este artículo fue
recibido el 26 de abril de 2012
aprobado el 28 de junio de 2012.
Resumen
Los objetivos de este trabajo son comparar el nivel y la composición de la población joven que no estudia ni trabaja en el norte y el pacífico sur de México, así como analizar los principales factores sociodemográficos y contextuales asociados al estado de "completa inactividad" entre los jóvenes o a la opción de dedicarse al hogar entre las adolescentes. Como fuentes se utilizaron los microdatos de los censos de población 2000 y 2010 de México. Entre los hallazgos del análisis descriptivo destacó la disminución relativa de los jóvenes en "completa inactividad", a la par que se registró un drástico aumento del desempleo en los hombres y un incremento del trabajo doméstico en las mujeres, en particular en la frontera norte. El análisis multivariado de la inactividad juvenil y de la actividad doméstica femenina en la adolescencia confirmó la desigualdad de oportunidades que enfrentan los jóvenes del norte y el pacífico sur, no solo en lo referente al capital humano, económico y cultural de sus familias, sino en cuanto a la estructura de oportunidades laborales y educativas de los municipios de origen.
Palabras clave: jóvenes nini, inactividad, tareas domésticas, desempleo.
Abstract
The objectives of this work are to compare the level and composition of young population that neither studies nor works in northern and southern Pacific Mexico, as well as analyze the main socio-demographic and contextual factors associated to the state of "full inactivity" among youths or the option to devote to household among female youths; as sources microdata from 2000 and 2010 population censuses were used. Among the findings of the descriptive analysis distinguished the relative diminution of youths in "full inactivity", at the time that a dramatic decrease in unemployment among men and an increase in domestic work for women were registered, particularly in the northern border. The multivariate analysis of young unemployment and feminine domestic activity in adolescence verified the inequality of opportunities faced by the youths from the north and southern Pacific, not only as for human, economic and cultural capital of their families, but as for the structure of labor and educative opportunities in their own municipalities.
Key words: nini youths, inactivity, domestic work, unemployment.
Introducción
Desde la publicación de la cifra de siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, a los que se les ha atribuido el sobre nombre de nini, se desató un fuerte debate en México en torno a la inactividad juvenil (Arceo y Campos, 2011). La polémica ha girado en torno a cuántos nini hay, así como las causas de este fenómeno y las estrategias para reducirlo (Székely, 2011; Tuirán, 2011). Las discusiones señalan dos aspectos importantes; por un lado se considera que el desinterés de esta población en la escuela o el trabajo atenta contra la cohesión social y el desarrollo económico del país; por otro, se señala la escasez de oportunidades para los jóvenes como origen de este problema. Ambas perspectivas apuntan hacia la necesidad de reducir la población nini con políticas preventivas y acciones que permitan su inserción en la escuela o el trabajo, y frenen las consecuencias negativas de la inactividad juvenil.
La inactividad educativo-laboral de los jóvenes y sus factores asociados han sido evaluados recientemente en México (Arceo y Campos, 2011; Pederzini, 2011; Székely, 2011), se ha visto este fenómeno, aunque con matices conceptuales, de forma homogénea a lo largo de la República Mexicana. Se ha resaltado el volumen que han alcanzado los nini en las zonas urbanas (Arceo y Campos, 2011) y la prominencia relativa en las zonas rurales (Pederzini, 2011), pero el análisis desde los contextos regionales ha sido insuficiente.
En este estudio partimos del supuesto de que la situación de inactividad juvenil se encuentra ligada a las oportunidades laborales y educativas, por lo tanto, a los contextos laborales y de desarrollo social de los lugares de residencia. En este sentido, la aproximación regional al fenómeno nos permite tener una imagen más cercana de las condiciones diferenciales en las que se desarrolla la inactividad juvenil.
El objetivo general de este trabajo es comparar el nivel y la composición de la población joven1 que no estudia ni trabaja en el norte y el pacífico sur de México, así como analizar los principales factores sociodemográficos y contextuales asociados al estado de "completa inactividad" en ambas regiones. Aunque evaluamos la composición general de los nini, jóvenes que no estudian ni trabajan, nos enfocamos en aquellos que se encuentran en "completa inactividad". Es decir, quienes están laboralmente inactivos, no asisten a la escuela, no se dedican a las tareas domésticas y tampoco están discapacitados para trabajar, ya que son ellos quienes podrían estar en mayor riesgo de padecer exclusión social. Para alcanzar el objetivo planteado, el trabajo se basa en la información proveniente de los microdatos de los Censos de Población y Vivienda 2000 y 2010.
El estudio también incluye el análisis de los factores asociados a optar por las tareas domésticas entre las mujeres adolescentes de ambas regiones. Si bien las mujeres dedicadas al hogar están activas y su trabajo es productivo, conjeturamos que una parte de estas podría realizar trabajo doméstico no remunerado como una actividad de "refugio" ante la imposibilidad de insertarse en el nivel superior de educación o en el trabajo debido a la falta de oportunidades. Esto sería más probable entre las adolescentes que entre las jóvenes, pues una mayor proporción de estas últimas ya se encuentra en unión conyugal y pudiera elegir quedarse en casa para criar a los hijos.
Consideramos como región norte a las entidades Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California; y como región pacífico sur a los estados Chiapas, Guerrero y Oaxaca. La idea es tener como referente dos regiones que son distantes no solo en términos geográficos sino de desarrollo socioeconómico. En las décadas recientes el norte fue una de las zonas de mayor pujanza económica en México, especialmente a partir del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, mientras que el pacífico sur se distinguió por altos niveles de marginación e incapacidad para integrarse al modelo económico neoliberal, por lo que ha dependido de montos crecientes de transferencias federales para su sustento. Paradójicamente, los niveles de inactividad juvenil son inferiores a la media nacional en todos los estados del pacífico sur, mientras que en la mayoría de los estados del norte son superiores (IMJUVE, 2011). De manera que utilizar estas dos regiones de referencia nos permite complejizar la situación de la inactividad juvenil y contribuir a un mejor entendimiento de sus distintas manifestaciones.
El trabajo está estructurado en cinco secciones. En la primera se muestran algunos aspectos estructurales y coyunturales de la educación y el empleo en las regiones norte y pacífico sur, y se analizan y comparan algunos de los principales indicadores. En la segunda sección se presentan varias de las perspectivas teóricas desde las que se ha abordado la inactividad juvenil; después se describen los antecedentes empíricos de los factores relacionados con la inactividad laboral-educativa de los jóvenes. En el cuarto apartado se detalla la metodología empleada para el análisis de los factores asociados a la inactividad, luego, se presentan los resultados obtenidos mediante la comparación de los niveles de inactividad y los factores asociados al estado "completa inactividad" o al trabajo doméstico no remunerado entre las adolescentes. Finalmente, en la última sección se presentan las conclusiones generales del trabajo.
La educación y el empleo entre los jóvenes de las regiones norte y pacífico sur
Con el objetivo de ofrecer un contexto regional de las oportunidades educativas y laborales de los jóvenes, en esta sección abordamos algunas de las principales características de la educación y el empleo en las regiones norte y pacífico sur, y sus tendencias en la última década.
Educación
Entre 2000 y 2010 la cobertura de la educación básica y posbásica mejoró notablemente en todas las regiones de México, por primera vez en la historia la cobertura de educación básica fue superior a 90 por ciento en todas las entidades de México (INEGI, 2011) y la cobertura de educación media superior se incrementó de 51.5 por ciento en 2003 a 64.4 por ciento en 2010 (SEP, 2003 y 2011a).
Tanto los estados del norte como los del pacífico sur siguieron esta tendencia a la alza en la cobertura del nivel medio superior, pero conservaron una posición desigual respecto a la media nacional. De acuerdo a las cifras básicas de la Secretaría de Educación Pública (SEP, 2003 y 2011a), la mayoría de los estados del norte se ubicaron muy cerca o por encima del promedio nacional (arriba mencionado), tanto en 2003 como en 2010, a pesar de que tuvieron distintos ritmos de crecimiento.2 Por su parte, los estados de la región pacífico sur registraron niveles de cobertura escolar muy bajos en 2003 y no lograron alcanzar el promedio nacional en la última década.3
Estos diferenciales regionales en los niveles de cobertura escolar tienen que entenderse en el contexto de la desigualdad de oportunidades educativas. A pesar de que esta desigualdad ha disminuido en México en las últimas décadas, en 2000 entre 52 por ciento y 63 por ciento de la desigualdad total en años de escolaridad de los adolescentes se atribuía a la clase social, la residencia rural y el origen étnico de estos (Solís, 2010). Además, la desigualdad educativa era superior en las entidades con mayor rezago socioeconómico y menores niveles de escolaridad.
Junto al capital económico y sociocultural de las familias, que explicaba la mayor parte de la desigualdad educativa,4 la condición de residencia rural también tenía relevancia como factor explicativo en algunos estados como Tamaulipas, en el norte, y Guerrero, en el pacífico sur. Además, otra parte importante de la desigualdad de oportunidades educativas se atribuía al origen indígena de los jóvenes en algunas entidades como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, en el sur, y Chihuahua, en el norte.
La peor situación escolar en el pacífico sur no solo se refleja en las estadísticas de cobertura o de desigualdad, sino también en los indicadores relativos a la oferta escolar, por ejemplo, en términos de infraestructura educativa posbásica, 30 por ciento de los municipios en la región pacífico sur no tienen inmuebles destinados para la enseñanza del nivel medio superior, frente a 14.5 por ciento en la frontera norte, y 89 por ciento no tienen planteles universitarios, contra 65 por ciento en la frontera norte (SEP, 2011b).
No obstante las ventajas educativas de la mayoría de los estados del norte, es importante aclarar que esto no significa que las condiciones para estudiar en esta región sean las óptimas. En las ciudades fronterizas han existido factores estructurales asociados a bajos niveles de escolaridad respecto a otras ciudades mexicanas, como una alta inmigración interna de jóvenes con fines laborales y la existencia de mercados laborales que ofrecen oportunidades de empleo formal para la población de baja calificación, por ejemplo, en la industria maquiladora (Coubès y González, 2011). A nivel estatal, si bien los estados del norte se han distinguido por tener mejor situación en educación básica que a nivel nacional, el incremento de la matrícula ha sido insuficiente (Reyes Santos, 2006).
Empleo
Durante la reciente década, a la par de la notable expansión educativa, la participación económica de la población mexicana sufrió cambios significativos, tanto en su volumen como en su composición. En general, la participación femenina en la actividad económica aumentó, en tanto que la de los hombres disminuyó (García y Pacheco, 2011),5 y el desempleo aumentó drásticamente. En 2000, la población económicamente activa (PEA) desocupada ascendía a 444 mil personas, 1.27 por ciento de la PEA, y creció hasta 2.04 millones de personas en 2010, 4.6 por ciento de la PEA.
Estos comportamientos de la PEA también se observaron a nivel regional, aunque con diversos matices. En la región norte, la participación activa de la población masculina disminuyó de 78.3 por ciento en 2000 a 76.8 por ciento en 2010; mientras que las mujeres incrementaron su tasa de participación activa de 36.4 a 39 por ciento en estos mismos años. Por su parte, la PEA masculina del pacífico sur también mostró una ligera tendencia a la baja, de 77.3 por ciento en 2000 y 76.7 por ciento en 2010; en contraste, la participación económica de las mujeres se mantuvo estable, pasó de 28.8 a 29 por ciento en esta década. Aunque las tasas de participación masculina fueron similares en ambas regiones, las divergencias en la participación económica de las mujeres fueron considerables, lo cual refleja los contrastes regionales de desarrollo y desigualdad en cuanto a las capacidades de los distintos sectores productivos para ofrecer empleos a las mujeres. La región norte tiene una fuerte presencia de la industria manufacturera a través de la industria maquiladora y del sector servicios, en los cuales el trabajo femenino es importante. En cambio, en la región pacífico sur el sector primario de la economía es el preponderante; 53 por ciento de la población económicamente activa se ubica en este sector (cálculos propios a partir del censo 2010).
En cuanto a las tendencias del desempleo a nivel regional, el volumen de la población desocupada se elevó de manera significativa en ambas regiones. En las entidades norteñas la población desocupada se incrementó de 1.15 por ciento en 2000 a 5.28 por ciento en 2010 y en las entidades de la región pacífico sur, de 1.04 a 3.68 por ciento, respectivamente. Esta incapacidad del sector productivo de los estados del norte para mantener la demanda de empleos, incluso mayor que la de los estados del pacífico sur, se debe a una serie de procesos político-económicos que se gestaron durante la reciente década como la crisis de la industria maquiladora, la política de seguridad fronteriza de Estados Unidos y la crisis financiera originada en este país, así como el aumento de la inseguridad pública y los controles fiscales en la frontera. Respecto al pacífico sur, el alza en el precio de los alimentos y la inflación, vinculados a la crisis económica mundial de 2007, también han repercutido negativamente en el sector agrícola y la economía regional en general, como lo sugieren los resultados de la Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Camacho, 2011). Además, la caída de la migración internacional podría ser otro factor importante en el aumento del desempleo, ya que la emigración se había convertido6 en una relevante válvula de escape de los mercados laborales locales de los estados del pacífico sur ante los cambios en la política-económica del país (López et al., 2009; Reyes et al., 2004).
En cuanto al empleo juvenil, las tasas de participación activa de los jóvenes se redujeron a nivel nacional en la reciente década. Los jóvenes vieron caer sus tasas de actividad en gran parte por el aumento de la escolarización, ya que este descenso ocurrió principalmente entre la población menor de 25 años; en el caso de los varones, las tasas de actividad de los jóvenes de 25-29 años casi se mantuvieron estables.7 No obstante, el desempleo juvenil aumentó notablemente, como lo veremos más adelante (sección de resultados).
En suma, estadísticas recientes de la educación y el empleo en las regiones de interés muestran que en la última década la cobertura educativa se incrementó considerablemente y las oportunidades de empleo disminuyeron; el incremento de la población desocupada durante esta década fue enorme. Por lo tanto, es posible que muchos de los jóvenes prefirieran mantenerse en el sistema educativo al observar el comportamiento de los mercados laborales y la complejidad de conseguir un empleo. Sin embargo, también es posible que otro segmento de la población juvenil no encontrase el empleo esperado ni pudiera continuar sus estudios; este es el grupo en el que profundiza el estudio.
Perspectivas teóricas en el discurso sobre la población nini
Existen dos perspectivas dominantes en el discurso sobre la población que no estudia ni trabaja. En primer lugar, aquella en la que se enfatiza la agencia personal del joven en la inactividad y las consecuencias que esta pueda traer; es decir, en la individualización de las trayectorias juveniles, en lugar de la dependencia de estas en la estructura de oportunidades (Roberts et al., 1994). Desde este punto de vista, que es el preponderante en los medios de comunicación, son los jóvenes quienes, al no encontrar utilidad o sentido al estudio o al trabajo, prefieren dedicarse al ocio y organizarse en sociedades alternativas, muchas veces al margen de la legalidad. Como indica Rodríguez (2012), esta perspectiva parte de la estigmatización del nini como una amenaza para la sociedad y evade la responsabilidad que implica reconocer que, aunque el joven tenga agencia personal, gran parte del problema de la inserción juvenil en las instituciones sociales tiene un origen social.
La otra perspectiva del discurso sobre los nini enfatiza la exclusión social que la juventud experimenta. Que una gran parte de los jóvenes abandonen el estudio porque no les gusta la escuela depende del clima educativo del hogar, de la cultura contra-escolar de los padres y de otros adultos en el barrio y de la pérdida de valor de la educación como medio de movilidad social en los sectores populares (Saraví, 2009); es decir, el fastidio de la escuela tiene una raíz profunda en el capital humano, social y cultural de las familias y las comunidades (Coleman, 1988; Bordieu, 1986; Farkas, 1996). Por ejemplo, la utilidad de la educación es difícilmente percibida en comunidades donde la escolaridad promedio no alcanza el nivel básico y donde las redes sociales de inserción laboral son más importantes para alcanzar cierto nivel de consumo que el título universitario.
En cuanto al empleo juvenil, existe una marcada desigualdad de oportunidades entre generaciones para conseguir un empleo de calidad. Los jóvenes tienen mayor escolaridad que las generaciones anteriores, pero mayor dificultad para materializarla, debido a la baja calidad educativa y las escasas opciones de empleo que proporcionen una remuneración digna y protección social (CEPAL, 2007). Además, ante las crisis económicas, los jóvenes, quienes tienen una menor antigüedad en los trabajos, son los primeros en ser despedidos (Weller, 2007). Por otro lado, la desconexión existente entre la oferta educativa y las exigencias laborales pudiera ligarse al intento fallido de insertarse al mundo laboral y a la frustración de las expectativas juveniles (CEPAL, 2007).
Más allá de la desigualdad intergeneracional, la dificultad para conseguir un trabajo y mantenerlo es mayor entre los jóvenes con menor capital humano, social y cultural en sus hogares (Weller, 2007), este grupo de jóvenes es más propenso a experimentar desencanto por el trabajo, pues registra una peor inserción en el primer trabajo y esta, a su vez, se asocia a la prolongación de condiciones de empleo precarias durante la juventud (Saraví, 2009). Dicho de otra manera, la estructura de oportunidades condiciona las diferentes rutas que pueden tomar las trayectorias laborales de los jóvenes (Roberts et al., 1994).
Antecedentes empíricos de los factores asociados a la inactividad
Con el objetivo de tener un panorama general sobre las causas que pueden influir en la inactividad de los jóvenes, en este apartado delineamos algunos factores vinculados a no estudiar ni trabajar a nivel individual, del hogar y de la comunidad.
Los factores individuales asociados a la inactividad educativa y laboral que comúnmente se mencionan en la literatura son la edad, el nivel educativo y el sexo. En cuanto a la edad y el nivel educativo, los jóvenes presentan mayor riesgo de estar en inactividad en los años de transición entre la educación básica y el siguiente nivel, en estos años de tránsito de la escuela al trabajo o de una escuela a otra los jóvenes definen si pueden o quieren seguir estudiando o qué harán para ser independientes, por lo tanto, son más vulnerables a la inactividad. En segundo lugar, el nivel de jóvenes inactivos es mayor a menor escolaridad acumulada (Arceo y Campos, 2011; Pederzini, 2011), lo cual indica que estos jóvenes menos educados presentan mayores desventajas laborales.
En relación a las diferencias de género en la inactividad de los jóvenes, aquellos en completa inactividad son mayoritariamente hombres (Cortés y Rubalcaba, 1993; Pederzini, 2011), si se toma en cuenta el trabajo doméstico, la mayoría son mujeres (Arceo y Campos, 2011; Pederzini, 2011). El patrón temprano de formación familiar y la inequidad de género en las oportunidades laborales de las mujeres son algunas de las razones de la feminización de los jóvenes que no estudian ni trabajan en México. Aunque la fecundidad se ha reducido de manera considerable, la primera unión y el nacimiento del primer hijo se siguen presentando a edades tempranas, especialmente en contextos rurales (CONAPO, 2011). Además, la mayor parte del trabajo doméstico es desarrollado por mujeres, pues en ellas ha recaído culturalmente la responsabilidad del cuidado de los hijos y los miembros del hogar.
Respecto a la masculinización de este fenómeno, podemos considerar algunas hipótesis vinculadas a la ventaja en años de escolaridad de las mujeres y a las dificultades que han tenido los hombres para desempeñar sus roles tradicionales en las sociedades modernas. Buchman y DiPrete (2006) apuntan que los avances en los incentivos a la educación han sido mayores para las mujeres que para los hombres en las últimas décadas.8 Además, la teoría de la socialización de género también enfatiza que la desventaja de los hombres frente a las mujeres en términos educativos y de inserción social podría ligarse a la presión social que reciben los hombres para que demuestren su virilidad al tomar riesgos e infringir reglas (López, 2003 citado por Buchman y DiPrete, 2008).
Buchman y DiPrete (2006) también señalan que, con la creciente desigualdad y el aumento de la disolución conyugal, los recursos económicos, así como el capital social y cultural de los hogares, han disminuido, y los hijos, y no las hijas, han sido los más "afectados", ya que el costo de oportunidad de estudiar aumenta para los hijos varones que ayudan con el gasto familiar. Desde el punto de vista sociológico existen múltiples teorías que enfatizan la importancia de la presencia del padre como modelo del hijo o figura de autoridad.
Un factor demográfico que ha mostrado una asociación importante con la inactividad juvenil, especialmente la masculina, es la migración, la cual puede evaluarse a nivel individual, familiar o local. La migración laboral permite elevar los niveles de consumo y puede asociarse a la falta de interés de los jóvenes por insertarse en el mercado laboral local, y la inactividad, a la espera de una oportunidad para migrar. Múltiples estudios prueban que la migración internacional de algún miembro del hogar y, especialmente, la cultura migratoria de la comunidad,9 se asocian a una menor asistencia escolar (Kandel y Massey, 2002; Giorguli y Serratos, 2009) y a una menor aspiración por cursar estudios universitarios (Kandel y Kao, 2001). En contraste, es menos probable encontrar jóvenes nini en los hogares perceptores de remesas internacionales.
Junto a las características individuales y a la migración, el nivel socioeconómico de las familias sobresale como factor asociado a la inactividad, la mayoría de los varones nini son solteros y viven con sus padres, la dependencia económica es lo que les permite estar inactivos (Arceo y Campos, 2011; Pederzini, 2011). Por ello, las características de los hogares son básicas para explicar la probabilidad de estar inactivo, los jóvenes provenientes de familias pobres o con bajo nivel educativo son más vulnerables (Pederzini, 2011; SEP, 2011).
La escolaridad de los padres condiciona el capital económico, social y cultural disponible en las familias (Bordieu, 1986; Coleman, 1988). Los padres más educados pueden acceder a mejores empleos, insertarse en las clases sociales media y alta y asegurar para sus hijos una mejor posición; el capital social del hogar influye en la permanencia escolar de los hijos y facilita su inserción laboral y el capital cultural de las familias determina los conocimientos, las habilidades y las destrezas que los hijos pueden adquirir en sus hogares (Farkas, 1996), lo cual puede ligarse a un mejor rendimiento académico, al aprendizaje de un oficio o a la iniciativa empresarial. En este sentido, la ausencia del padre se liga a una mayor posibilidad de estar inactivo (Cortés y Ruvalcaba, 1993; Arceo y Campos, 2011), no solo por lo que implica la falta de la figura de autoridad, sino por la merma en el capital social y cultural.
Al analizar qué propicia la inactividad es imposible dejar de lado las características del lugar de residencia. Se observa que los jóvenes que viven en áreas rurales tienen una mayor propensión a ser nini (Pederzini, 2011), pues las oportunidades educativas y laborales que se ofrecen en el lugar de residencia son determinantes y la posibilidad de encontrar un trabajo puede influir las aspiraciones educativas y laborales de los jóvenes. Un estudio previo reveló la importancia que tiene el mercado laboral local y la asistencia educativa en la propensión a ser nini en las áreas urbanas de México (Arceo y Campos, 2011), tanto la tasa de empleo juvenil como la tasa de asistencia municipal fueron significativas en la probabilidad de ser nini, especialmente en las mujeres. Mientras la tasa de asistencia tuvo más peso en la inactividad de los adolescentes, la tasa de empleo fue más importante para los jóvenes de mayor edad. Además de estas variables, el papel de la infraestructura educativa no debe ser descartada, pues se ha probado que la oferta de la comunidad repercute en la asistencia, el logro y el rezago escolar de los adolescentes (Giorguli et al., 2010).
Por último, cabe señalar que no solo la comunidad donde se viva sino la región pudiera estar vinculada a menores o mayores oportunidades educativas y laborales. Las regiones norte o fronteriza y pacífico sur representan dos muy diferentes polos de desarrollo en México, conjeturamos por ello que no solo los niveles de inactividad juvenil sino los factores que repercuten en esta podrían ser disímiles. Los altos niveles de población rural, la baja participación económica femenina y escasa infraestructura educativa en la municipalidades de la región pacífico sur ponen de manifiesto que los jóvenes tienen una estructura de oportunidades muy diferente a la de los jóvenes norteños.
Metodología
La fuente de información básica para este trabajo es el Censo de Población y Vivienda de México, se utilizan las muestras de 10 por ciento de los censos de población de los años 2000 y 2010.10 A partir de frecuencias relativas, se detallan las actividades realizadas por los jóvenes en las entidades de las regiones norte y pacífico sur en 2000 y 2010, y su distribución para el total de cada región por sexo y por edad. Luego, se describen mediante medias las características de las muestras empleadas para el análisis de los factores asociados a la inactividad.11
El análisis multivariado consiste en la estimación de modelos de regresión logística. En primer lugar, se analiza la propensión por sexo, tanto para la población 15-29 como para la población 15-19 con dependencia residencial,12 pues en esta población es donde se intensifica el fenómeno estudiado, en particular en el norte. Se utilizan regresiones logísticas con errores estándar ajustados por clúster (municipio), ya que se utilizan factores agregados a este nivel. Finalmente, se analizan los factores asociados al trabajo doméstico en las mujeres adolescentes,13 porque, como mencionamos anteriormente, estas mujeres también pudieran ser un grupo excluido del acceso al empleo y la educación superior y, por lo tanto, altamente vulnerable a la pobreza y la marginación.
A diferencia de la mayoría de los estudios que engloban en la categoría de nini a un conjunto muy heterogéneo de jóvenes que ni estudian ni trabajan, nosotros tomamos en cuenta una definición más restringida en el análisis multivariado. Se ha demostrado la ineficiencia del concepto general de nini para el diseño de política pública (Yates y Payne, 2006); por lo tanto, incluimos solo a los jóvenes que están en "completa inactividad" y que pudieran estar más cercanos al grupo de jóvenes con mayor riesgo de padecer desafiliación institucional y de buscar otras formas de inserción social.14 Para crear esta variable, además de excluir del grupo nini a quienes buscan trabajo (Saraví, 2009), excluimos también a los discapacitados y a los jóvenes que se dedican a las tareas del hogar (Pederzini, 2011), pues estas categorías indican que los jóvenes están activos o que no pueden estarlo por tener un problema de salud.
En las regresiones logísticas se incluyeron diversas características a nivel individual como variables independientes: la edad, el estar unido, el nivel de estudios, la migración interna reciente, la inmigración de retorno internacional reciente y la lengua indígena. En el apartado anterior resumimos la evidencia sobre el sentido de las asociaciones entre la inactividad y las primeras tres variables, entre las cuales supusimos una relación negativa. En cuanto a los inmigrantes recientes de retorno, esperamos que presentaran una relación positiva con la inactividad, debido a la menor posibilidad de asistencia escolar y la posible dificultad para incorporarse a los mercados laborales (Giorguli y Gutiérrez, 2011). En los jóvenes con experiencia migratoria interna reciente esperamos una relación negativa con la inactividad, ya que los motivos de este tipo de movilidad residencial se asocia a la inserción laboral (Coubès y González, 2011). Por último, exploramos la propiedad de la lengua indígena como variable independiente en los modelos de regresión, por la importancia que tiene en la composición poblacional del sur de México.15
A nivel del hogar, se tomaron en cuenta algunas variables socioeconómicas que pudieran ligarse a la inactividad; estas fueron: la estructura del hogar en relación a la presencia de los padres, el número de trabajadores mayores de 30 años, el tamaño del hogar, el número de menores de cinco años, el número de bienes, la recepción de remesas o de ayuda gubernamental, la condición rural y urbana y, finalmente, en el modelo de los adolescentes, la escolaridad del jefe. Cabe señalar que el número de trabajadores en el hogar, una vez que se mantiene constante el tamaño del hogar y el nivel socioeconómico, puede estar vinculado a las redes de las que dispone el joven en el hogar para conseguir trabajo y a la cultura laboral del hogar (Arceo y Campos, 2011), por lo que se supuso una asociación negativa con la inactividad. Se consideró el número de bienes como indicador del nivel socioeconómico del hogar, por ser un reflejo del nivel de ingresos permanentes de los hogares.16 También es necesario aclarar que se consideró la obtención de ingresos por remesas internacional es como una variable ligada a la mayor propensión del joven a estar inactivo, por la dependencia económica que pudieran producir. En contraste, se incluyó la obtención de transferencias gubernamentales por la importancia que pudiera tener en la permanencia del jóven en la escuela (Shultz, 2000). Por último, se tomó en cuenta el número de niños pequeños en el hogar, por su posible relevancia en el trabajo doméstico.
Finalmente, se incluyeron una serie de variables a nivel municipal como indicadores contextuales de la situación educativa y laboral de la comunidad de origen. Las variables ligadas a la condición educativa del municipio fueron la asistencia escolar de los jóvenes que se encuentran en transición de la educación obligatoria a la posbásica (16-17 años) y el número de inmuebles de educación media superior en el municipio; con estos dos indicadores pretendemos medir tanto la demanda educativa como la oferta escolar en el nivel medio superior, nivel en el que se experimenta el abandono escolar más intenso en México y hacia donde se ha trasladado la desigualdad de oportunidades educativas (Solís, 2010).
Las variables ligadas al mercado laboral local fueron el porcentaje de jóvenes que trabajan, el porcentaje de la población económicamente activa autoempleada y el porcentaje de hogares con migrantes internacionales. La tasa de empleo juvenil podría vincularse positivamente a la influencia de la cultura laboral de los pares y a las oportunidades laborales que se ofrecen en el lugar de residencia. Por su parte, utilizamos la proporción de autoempleo de la PEA por la importancia que ha tenido el trabajo informal en las tasas de actividad17 y, por lo tanto, en la posibilidad de la población para emplearse a pesar de la falta de oferta laboral;18 supusimos que existía una correlación indirecta entre el autoempleo y la inactividad. Por último, por las razones expuestas en el apartado anterior, se esperó una relación directa entre el porcentaje de hogares con migrantes internacionales en el municipio y la inactividad juvenil.
Resultados
Cambio reciente en los niveles y la composición de los jóvenes nini por sexo y por región
Investigaciones recientes han estimado a nivel nacional cuántos jóvenes no estudian ni trabajan y cuál es su tendencia en el tiempo. Se considera que existen alrededor de siete u ocho millones de jóvenes nini en México (Tuirán, 2011; Arceo y Campos, 2011), mientras que solo hay entre 765 500 (CONAPO, 2011) y 1 322 000 jóvenes en completa inactividad (Pederzini, 2011). Contrario a la idea de que la existencia de población nini es un fenómeno emergente (Székely, 2011), se ha encontrado que en términos relativos este segmento de la población se encuentra en descenso (Arceo y Campos, 2011). Sin embargo, cuando se distingue el fenómeno por sexo se observa un ligero incremento en los jóvenes varones nini en la reciente década (de 13.6 a 14.2 por ciento), lo cual se confirma con estimaciones basadas en las encuestas de empleo, que además permiten observar que el engrosamiento de esta población se debió al alza del desempleo a partir de la crisis financiera de 2007 (Arceo y Campos, 2011). En contraste, las mujeres nini presentan una tendencia a mediano y corto plazo a la baja (de 48 a 43 por ciento), por el aumento de la escolarización y la participación económica femenina.
En la reciente década, las proporciones de la población que no estudia ni trabaja por sexo, tanto en el norte como en el pacífico sur, siguieron la tendencia nacional, aumento de los varones nini y decremento de las mujeres en esta condición, aunque con algunas divergencias (Gráficas 1 y 2). En el norte,19 el aumento en los varones fue ligeramente mayor que el observado a nivel nacional (de 10 por ciento en 2000 a 12 por ciento en 2010), por el drástico aumento del desempleo (de 1.3 a 5.9 por ciento en el mismo periodo); por su parte, la población femenina nini del norte se redujo (de 42 por ciento en 2000 a 38 por ciento en 2010), estas tendencias aplicaron a todas las entidades del norte. En contraste, en el pacífico sur (Gráfica 2), la población masculina nini se mantuvo relativamente estable (entre 11.5 por ciento en 2000 y 11.8 por ciento en 2010), a pesar del aumento en el desempleo juvenil (de uno a cuatro por ciento en el mismo periodo); el único estado del pacífico sur donde se redujo la población masculina nini fue Guerrero, y estuvo ligado al aumento en la escolarización. En cuanto a la población femenina nini del pacífico sur, también se registró a la baja (de 56 por ciento en 2000 a 52 por ciento en 2010), aunque con un nivel muy superior al presentado en el norte, especialmente en el estado de Chiapas.
A pesar del ligero aumento de la población masculina nini en el norte, los jóvenes en completa inactividad decrecieron entre 2000 y 2010 en ambas regiones (Gráficas 1 y 2).
En el norte, los jóvenes inactivos disminuyeron de ocho a cinco por ciento entre 2000 y 2010, y las jóvenes, de 12.5 a tres por ciento. Por su parte, en el pacífico sur, los jóvenes inactivos se redujeron durante el mismo periodo de 9.4 a 6.1 por ciento y las jóvenes, de 9 a 2.1 por ciento.20 La disminución de los jóvenes varones inactivos puede explicarse por el aumento del desempleo y la expansión educativa; en cambio, la reducción de las jóvenes inactivas se asocia al aumento de la asistencia escolar, de la participación laboral (en las mujeres del grupo de edad 25-29) y del trabajo doméstico. Al respecto, llama la atención el mayor incremento de las amas de casa en el norte (de 28.5 a 32.7 por ciento), en comparación al pacífico sur (de 46.4 a 48.8 por ciento), a pesar de que en el norte se registra una mayor participación económica femenina.
En suma, los censos de población indican que la población joven de las regiones norte y pacífico sur no se encuentra más en estado de completa inactividad en 2010 que en 2000, pero sí ha tenido mayor dificultad para encontrar un trabajo. A pesar de la notable expansión educativa y la disminución de los jóvenes nini en ambas regiones, los hombres jóvenes tendieron a ubicarse más que en 2010 como buscadores de empleo y las mujeres como amas de casa. Las actividades educativas han absorbido enormes contingentes de jóvenes en edad de trabajar, lo cual ha liberado presión al mercado laboral; aun así los mercados laborales no han podido responder a las demandas de trabajo de los jóvenes, especialmente en el norte de México.
La distribución de las actividades de los jóvenes por sexo y por edad en el norte y el pacífico sur en 2010
El nivel y la composición de la población que no estudia ni trabaja presentó variaciones a lo largo de la juventud, estas fueron muy diferentes por sexo y por región de residencia en el año 2010. En el norte, los jóvenes varones nini se concentraron en las edades de mayor deserción escolar y de inicio de la vida laboral, por el peso de los jóvenes en completa inactividad (Gráfica 3); los varones nini disminuyeron con la edad conforme aumentó su participación laboral. En cambio, en las mujeres norteñas (Gráfica 4), aunque se observa también un ligero abultamiento de la población en completa inactividad durante la adolescencia, la población nini aumentó por el mayor peso de las mujeres dedicadas al hogar.
En el pacífico sur, la probabilidad de los hombres de ser nini o estar en inactividad total fue más homogénea a lo largo de la juventud (Gráfica 5); solo se observa una propensión ligeramente mayor antes de 21 años. Lo que sobresale en los hombres del pacífico sur respecto a los del norte es la menor escolaridad y la mayor inserción laboral desde edades tempranas.
Entre las mujeres sureñas, en contraste con las del norte, es notable la mayor frecuencia de no estudiar ni trabajar a cualquier edad, así como su mayor propensión a dedicarse a las tareas del hogar (Gráfica 6). En las mujeres del sur las tareas domésticas tienen un abrupto incremento durante la adolescencia, lo cual coincide con un contexto de formación familiar muy temprana, así como de escasas oportunidades de desarrollo personal al finalizar la educación básica; en el pacífico sur; la proporción de mujeres adolescentes dedicadas al hogar representó casi el doble que en la frontera norte (34.7 y 20.6 por ciento, respectivamente).
Características socioeconómicas de los jóvenes por sexo y por región de residencia
En este apartado se resumen las características demográficas, socioeconómicas y contextuales que fueron utilizadas en el análisis multivariado de los factores asociados tanto a la inactividad juvenil como al trabajo doméstico de las adolescentes.
En cuanto a la variación de las características de los jóvenes (15-29 años) por sexo (Cuadro 1), los hombres, tanto en la región norte como en la pacífico sur, tienen una menor propensión a estar unidos, cursar la preparatoria o estudios superiores y a ser migrante interno o de retorno internacional que las mujeres. Asimismo, respecto a la estructura de los hogares, es más común que los hombres vivan con sus padres, especialmente en un hogar biparental; en cambio, las mujeres se concentran en hogares independientes (como esposas) o en hogares donde no están sus padres. Las características socioeconómicas de los hogares no muestran diferencias relevantes por sexo.
Las brechas en las características individuales y socioeconómicas por región de residencia son muy importantes. En los jóvenes del pacífico sur, a comparación de los jóvenes del norte, sobresale la mayor probabilidad de hablar una lengua indígena; mientras que en los jóvenes del norte y sobresale el mayor nivel de estudios y la mayor posibilidad de ser un inmigrante interno o de retorno internacional reciente.
En cuanto a las características de la estructura de los hogares, tanto hombres como mujeres en el norte tienen una mayor propensión a vivir en hogares monoparentales, así como en hogares independientes (como jefes o esposos). También es más común en el norte, respecto al pacífico sur, que los hombres vivan en hogares como dependientes pero sin sus padres, fenómeno posiblemente ligado a la migración; en cambio, en el pacífico sur las mujeres se concentran en hogares sin sus padres, lo cual puede estar ligado a los patrones de residencia virilocal de las parejas jóvenes en las áreas rurales (cálculos propios indican una proporción relevante de nueras en este tipo de hogares).
Respecto a las características socioeconómicas de los hogares, aunque en el norte se tiene un promedio similar de trabajadores por hogar, a comparación del pacifico sur, el tamaño medio de los hogares y de los niños de 0 a 4 años es menor; esto se vincula a que la transición demográfica en el norte se encuentra en una etapa más avanzada. Por último, es posible notar la mayor vulnerabilidad socioeconómica de los hogares en el pacífico sur, en esta región tienen un promedio menor de bienes y de jefes con menor educación formal, además dependen con mayor frecuencia de fuentes de apoyo externas como remesas internacionales y, sobre todo, de apoyo gubernamental (56 por ciento en el sur y 19 por ciento en el norte), y tienen en su mayoría una residencia rural, es decir, en localidades de menos de 15 000 habitantes (66 por ciento, frente a 16 por ciento en el norte).
Las principales diferencias entre los jóvenes y los adolescentes se encuentran en sus características individuales y en la estructura de sus hogares. Los adolescentes tienen una menor propensión a estar unidos y, por lo tanto, a vivir de manera independiente como jefes o esposas; también los adolescentes presentan menos años de escolaridad acumulada y una menor probabilidad a haber inmigrado recientemente. Se observa que el tamaño promedio de los hogares de los adolescentes es ligeramente mayor, así como el número medio de trabajadores; pero el número medio de niños pequeños es menor, indicando que se encuentran en una etapa del ciclo familiar más avanzada que los jóvenes en su conjunto. Por último, los adolescentes también tienden a vivir más en áreas rurales y en hogares que reciben apoyo gubernamental.
Finalmente, las diferencias entre las características de los municipios por región donde viven los jóvenes son contrastantes, muestran de manera clara la enorme desigualdad que existe al interior de México (Cuadro 2). En cuanto a las características educativas, la asistencia educativa de la población en edad de cursar la media superior es mayor en el norte que en el pacífico sur (58 y 54 por ciento, respectivamente). No obstante, en el pacífico sur la oferta escolar en el nivel medio superior es bajísima, pues solo existen en promedio 2.7 inmuebles escolares por municipio contra 13.7 inmuebles en el norte. Respecto a las variables relativas a los mercados laborales a nivel local, la tasa de empleo juvenil es ligeramente superior en el norte (43.5 por ciento) que en el pacífico sur (40 por ciento); sin embargo, el porcentaje de población que trabaja por cuenta propia en el sur (45 por ciento) es el doble que en el norte (23 por ciento), lo cual es un reflejo de la falta de oferta laboral formal y la precariedad laboral existente en el sur. Además, el porcentaje promedio de hogares con migrantes en Estados Unidos es mucho mayor en el sur (seis por ciento) respecto al norte (2.4 por ciento), lo que señala la mayor orientación de la población sureña a buscar oportunidades laborales fuera del país.
Factores asociados a la inactividad de los jóvenes varones por región en 2010
El Cuadro 3 contiene las razones de momios (posibilidades) de los jóvenes varones de estar en "completa inactividad" en ambas regiones de interés. En general, se obtuvieron los resultados esperados en la mayoría de las variables independientes a nivel individual y del hogar. Entre los jóvenes de 15 a 29 años, las posibilidades de estar en completa inactividad fueron mayores entre la población no unida y con menor escolaridad; entre los migrantes de retorno, entre los que viven con sus padres, y en hogares donde hay menos trabajadores adultos,21 más miembros, pero menos niños pequeños; y entre los que no cuentan con ayuda gubernamental y residen en localidades rurales.
Sin embargo, sobresalieron algunas discrepancias en la inactividad de los jóvenes varones según la región de residencia. Contrario a los hallazgos del norte, donde la inactividad se concentró en la adolescencia, la inactividad en el pacífico sur fue más común entre los jóvenes de mayor edad. Además, en la frontera norte, los varones indígenas tuvieron una menor posibilidad a estar inactivos; tendencia que puede vincularse a que la mayoría de estos han inmigrado con fines laborales. En contraste, en el pacífico sur, la lengua indígena, que inicialmente se encontró correlacionada positivamente a la inactividad, perdió significancia estadística una vez que se tomaron en cuenta los factores educativos y del mercado laboral municipal (modelos paso a paso no reportados, pero disponibles bajo solicitud). En cuanto a la estructura del hogar, en la frontera sur los jóvenes en hogares monoparentales presentaron una tendencia menor a estar inactivos que los jóvenes que viven con ambos padres, posiblemente por la necesidad de trabajar para ayudar con el gasto familiar. Además, también en el pacífico sur fueron menores las brechas en las posibilidades de estar inactivo por estado civil, nivel de escolaridad y número de bienes en el hogar que en la frontera norte. Sin embargo, las asociaciones del número de trabajadores adultos en el hogar y el apoyo gubernamental con la inactividad fueron de mayor magnitud en el pacífico sur, lo cual muestra la relevancia de las redes laborales y la cultura de trabajo en el hogar, así como de las transferencias públicas en la inserción educativa o laboral de los jóvenes sureños.
Respecto a los factores contextuales del medio educativo y laboral, sobresale en el modelo de los jóvenes del pacífico sur (Cuadro 3) el enorme peso que tienen los factores contextuales en la inactividad; todos los factores que se tomaron en cuenta resultaron estadísticamente significativos. La posibilidad a estar inactivo se incrementó en los municipios con mayor porcentaje de migrantes internacionales, la demanda y oferta educativa en el nivel medio superior redujo la inactividad, y tanto la proporción de autoempleados de la PEA como la tasa de empleo juvenil presentaron una asociación negativa con la inactividad, la fuerza de este último indicador fue mayor que en el norte. Como se observa, la falta de oportunidades laborales y educativas explicaron en gran medida la inactividad de los varones en esta región.
En contraste, en la frontera norte solo dos de estos factores se asociaron a la inactividad juvenil: la asistencia escolar municipal del grupo de jóvenes 16-17 y la tasa municipal de empleo juvenil; ambos factores mostraron una asociación negativa con la inactividad. Cuando se limitó la muestra a los jóvenes adolescentes (15-19 años) con dependencia residencial se registraron en general las tendencias del modelo anterior, con algunas excepciones, los adolescentes de mayor edad tuvieron mayor posibilidad estar inactivos en ambas regiones; también se notó un mayor peso de la escolaridad de los adolescentes sobre la inactividad, confirmándose la vulnerabilidad de los varones adolescentes con menor instrucción formal. Otros factores como la migración de retorno, la condición rural y el mayor número de niños menores de cinco años perdieron fuerza en la explicación de la inactividad en la frontera norte. En la frontera sur solo este último factor perdió fuerza en el modelo y, además, los adolescentes de áreas urbanas tuvieron una mayor posibilidad de estar inactivos (Cuadro 3), una vez que se controló el contexto laboral y educativo municipal (modelos paso a paso no reportados). En cuanto a la escolaridad del jefe, esta mostró la dirección esperada con la inactividad adolescente (a menor educación formal del jefe, mayor posibilidad de estar inactivo), y su peso fue menor en el pacífico sur. Respecto a los factores contextuales, llama la atención que entre los adolescentes fue menor la asociación entre la tasa de empleo juvenil y la inactividad, lo cual coincide con los hallazgos a nivel nacional (Arceo y Campos, 2011). En contraste, el menor porcentaje de la PEA en autoempleo adquirió significancia como factor explicativo de la inactividad en la frontera norte.
Factores asociados a la inactividad de las jóvenes y al trabajo doméstico de las adolescentes por región en 2010
En el Cuadro 4 se incluyen las razones de posibilidades de estar en "completa inactividad" de las mujeres jóvenes de la frontera norte y el pacífico sur. Los factores explicativos de la inactividad de las mujeres tanto jóvenes como adolescentes fueron parecidos a aquellos de los hombres en estas edades (Modelo 1). De nuevo la inactividad se asoció a: la soltería; una menor edad en las jóvenes de la frontera norte y una mayor en el pacífico sur; vivir con al menos uno de sus padres en la frontera norte y con ambos en la frontera sur; ser migrante de retorno; vivir en un hogar con menos trabajadores; vivir con un jefe menos educado, sin ayuda gubernamental, con remesas (esto solo en la frontera norte), pero menos bienes acumulados; y residir en contextos de menores oportunidades laborales.
Cabe señalar algunas divergencias de los factores explicativos en los modelos para las mujeres respecto a aquellos de los hombres (Cuadros 3 y 4). Entre las mujeres, estar unida, residir fuera del hogar de origen y recibir apoyo gubernamental tuvieron mayor fuerza como factores explicativos de estar en actividad (en la escuela, el trabajo o el hogar) que entre los hombres; mientras que en los hombres el número de trabajadores adultos en el hogar fue más importante como factor preventivo de la inactividad que en las mujeres. Por último, dependencia de remesas internacionales y la migración de retorno tuvieron menor peso en la inactividad femenina que en la masculina (excepto en los jóvenes de 15-29 años en el pacífico sur).
En cuanto a las diferencias en la inactividad de las mujeres jóvenes de la frontera norte y del pacífico sur, sobresale de nuevo la estructura de oportunidades laborales y educativas para explicar la inactividad (Cuadro 4). En el pacífico sur la menor oferta educativa fue un factor significativo de la mayor inactividad, así como una mayor prevalencia migratoria de la comunidad, el menor porcentaje de trabajadores que logran autoemplearse y el menor porcentaje de jóvenes ocupados. En contraste, en la frontera norte, para la inactividad de las mujeres solo fueron significativos el porcentaje de autoempleados y la tasa de empleo juvenil, ambos factores vinculados negativamente a la inactividad y la tasa de empleo juvenil con menor fuerza que en los hombres.
Además, en los modelos para la inactividad de las mujeres jóvenes del pacífico sur existen algunas divergencias en las variables individuales, es muy interesante que las mujeres con preparatoria tuvieron posibilidades, mayores (entre las jóvenes) o iguales (entre las adolescentes), de estar inactivas que las mujeres que no terminaron la primaria; aquí la educación adquirida no fue garantía de mejores oportunidades de inserción social para las jóvenes. Otro aspecto interesante fue la asociación positiva de la migración interna reciente con la inactividad; esto pudiera estar capturando la migración de mujeres en transición de un nivel educativo a otro, en busca de oportunidades de inserción educativa, dada la escasa infraestructura existente en la zona.
El Cuadro 5 muestra las razones de posibilidades de las adolescentes de dedicarse al hogar por región en 2010. Dedicarse al hogar estuvo íntimamente ligado a la unión temprana, especialmente en la frontera norte, donde la magnitud de la asociación con la unión y el número de niños pequeños en el hogar fue mayor; en el pacífico sur una mayor proporción de mujeres no unidas sin hijos se dedican a los quehaceres del hogar para ayudar a la madre, ante la falta de oportunidades educativas o laborales.
En la frontera norte 57 por ciento de las mujeres adolescentes que se dedican al hogar están unidas. En cambio, en el pacífico sur, solo 46 por ciento están unidas; la mayoría de las adolescentes que se dedican a las actividades domésticas en esta región realizan esta actividad en sus hogares de origen (cálculos propios basadas en la muestra del Censo de Población 2010).
En ambos contextos, hablar lengua indígena se asoció negativamente a las tareas del hogar en este modelo, una vez que se introdujeron las características socioeconómicas individuales y del hogar (modelo paso a paso no reportado). Por último, la asociación entre la escolaridad y el trabajo doméstico fue ligeramente mayor en el pacífico sur que en el norte; y se reportó una relación nula entre migración reciente y dedicarse a las tareas domésticas.
En cuanto a las características de los hogares, sobresalen los diferenciales regionales en el trabajo doméstico según la estructura de los hogares. En el norte fue mayor la propensión a dedicarse a las tareas del hogar de las mujeres que viven sin sus padres (con parientes sanguíneos o políticos) que las que viven con sus padres. En contraste, en el sur, tanto las mujeres que vivían con ambos padres como con parientes o suegros tuvieron una mayor propensión a dedicarse al hogar; además, en el sur se tuvo una menor posibilidad de dedicarse al hogar cuando se vivía con solo uno de los padres, en comparación a ambos padres, tal vez por la necesidad de salir a trabajar o por la valoración que le dan las madres solas a la educación de las hijas en algunos contextos. Como era de esperarse, a mayor número de miembros en el hogar mayor posibilidad de dedicarse al hogar; sin embargo, a mayor número de trabajadores adultos en el hogar fue menor la posibilidad de dedicarse a las tareas domésticas, asociación más fuerte en el pacífico sur. Aunque parezca ilógica la asociación, pues se pensaría en una mayor carga doméstica con más trabajadores, podría ser que la cultura de trabajo extra doméstico en el hogar beneficie la inserción laboral de las adolescentes o el uso de trabajo doméstico remunerado.
Finalmente, las asociaciones de las características socioeconómicas de los hogares y de los municipios fueron similares a los modelos de la inactividad femenina, con algunas excepciones. Por ejemplo, la recepción de remesas fue condicionante de dedicarse al trabajo doméstico solo en el pacífico sur. En general, las amas de casa adolescentes se concentraron en hogares más pobres y rurales, especialmente en el sur, y en municipios donde la asistencia escolar y el empleo juvenil eran bajos. Además, en el norte ser ama de casa durante la adolescencia fue más común en los municipios de mayor frecuencia migratoria, en el sur sucedió lo contrario; este resultado se debió a la introducción de la asistencia escolar municipal en los modelos y la fuerte correlación negativa de esta última con la posibilidad de dedicarse a las tareas del hogar y con la emigración internacional (modelos paso a paso no reportados, pero disponibles bajo solicitud).
Conclusiones
El objetivo general de este trabajo fue comparar el nivel de la población joven en inactividad laboral-educativa en el norte y el pacífico sur de México, así como analizar los factores sociodemográficos y contextuales asociados a dicha inactividad en ambas regiones. Para lograr este objetivo utilizamos estadística descriptiva y multivariada. Analizamos las actividades de los jóvenes en la última década por sexo y por edad en el 2010. Además, empleamos modelos de regresión logística para comparar los factores asociados a no estar activo en el trabajo, la escuela o el hogar en ambas regiones, y al trabajo doméstico de las adolescentes.
En cuanto a los niveles de población joven que no estudia ni trabaja, sobresalió en los varones el aumento del desempleo y de las mujeres que realizan tareas domésticas en ambas regiones entre 2000 y 2010, a pesar de la notable expansión educativa. El incremento tanto del desempleo como de las amas de casa fue mayor en la frontera norte que en el pacífico sur, este resultado puede deberse al mayor efecto adverso de la crisis económica mundial sobre las bases industriales y el sector terciario del norte que sobre la situación agrícola del pacífico sur. Estas tendencias vistas desde la perspectiva de población y desarrollo son muy lamentables, pues ponen en tela de duda la posibilidad de aprovechar el "bono demográfico" en el norte, donde todavía a mediados de la última década se pensaba que los beneficios económicos de la baja dependencia demográfica podrían materializarse.
Respecto a los jóvenes en completa inactividad, se observó una disminución en la última década y fue mayor entre las mujeres. De hecho, los más bajos niveles de inactividad en el pacífico sur, que en el norte, reportados por Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE 2011), parecían explicarse por la más baja inactividad de las mujeres en aquella región. En realidad, los niveles de inactividad laboral, educativa o doméstica de los varones en el sur (6 por ciento) son muy parecidos a los del norte (cinco por ciento).
Cuando se evaluaron las distintas actividades de los jóvenes por edad para ambas regiones destacó que en el pacífico sur, desde muy temprana edad, los jóvenes dejan la escuela para incorporarse al mercado laboral y las jóvenes para dedicarse a las tareas domésticas; sin embargo, la condición de estar en "completa inactividad" fue muy similar entre los jóvenes de distintas edades. En contraste, en la frontera norte, aunque con niveles de escolarización mayores, los niveles de inactividad se concentraron en la adolescencia tardía. Es decir, estas dos regiones tienen calendarios de inactividad distintos, que requieren una focalización diferenciada, mientras en la frontera norte atender la inactividad de los adolescentes resolvería gran parte del problema, en el sur la inactividad es un problema que, aunque es más bajo durante la adolescencia, se extienda lo largo de la juventud.
En aras de presentar una justificación para este trabajo planteamos inicialmente que la situación de la inactividad juvenil se encontraba ligada a las oportunidades laborales y educativas de los lugares de residencia y que, por lo tanto, era necesario partir de un enfoque regional al estudiar la inactividad; los resultados del análisis multivariado confirmaron esta hipótesis.
En general, los resultados mostraron las desiguales estructuras de oportunidades que presentan los jóvenes del norte y el pacífico sur, no solo en lo referente al capital humano, económico y cultural de sus familias, sino en cuanto a la estructura de oportunidades laborales y educativas de los municipios de origen. En el pacífico sur, las variables ligadas a estas oportunidades a nivel municipal tuvieron mayor significancia en los modelos donde se analizó la inactividad juvenil y, en ocasiones, también fue mayor la magnitud de la asociación, como en el caso de la relación positiva de la cultura de la migración internacional con la inactividad, especialmente entre los hombres. En cambio, las asociaciones entre las variables de capital humano a nivel individual y familiar, y de riqueza de los hogares fueron de mayor magnitud en la frontera norte.
Por lo tanto, los resultados muestran que estamos ante dos casos muy diferentes de inactividad juvenil y que las acciones que se tomen en esta materia deberán considerar las divergencias regionales. En el contexto del pacífico sur, donde los niveles de pobreza, de concentración rural y de falta de infraestructura son tan altos, difícilmente una política que tenga como unidades de intervención a los hogares podrá combatir la inactividad juvenil y mejorar a largo plazo las oportunidades de los jóvenes si no se prioriza la creación de infraestructura educativa y de empleos. En el norte, en cambio, a pesar de que también se debe expandir el sistema educativo y generar empleos para resolver la crisis industrial y disminuir el desempleo, una política pública orientada a sanar la inactividad juvenil focalizada en hogares con bajo capital económico y humano y sin trabajadores adultos o escasas redes laborales tendría una alta posibilidad de ser exitosa.
En cuanto al análisis de la posibilidad de las adolescentes de realizar trabajo doméstico, los niveles de mujeres dedicadas al hogar en la frontera norte y el pacífico sur fueron contrastantes. En el pacífico sur la proporción de mujeres adolescentes dedicadas al hogar representó casi el doble de las mujeres dedicadas al hogar en la frontera norte; sin embargo, en el norte la unión temprana y los niños pequeños en el hogar jugaron un papel más relevante como factores asociados al trabajo doméstico que en el pacífico sur, esto se explica por la mayor posibilidad de las mujeres del sur a dedicarse al hogar aunque no estén unidas o tengan hijos.
En la frontera norte diversas políticas juveniles encaminadas a prevenir tanto el abandono escolar como el embarazo adolescente y a ofrecer acceso a guarderías y becas a las madres adolescentes podrían disminuir el trabajo doméstico y mejorar las oportunidades de aquellas de inserción educativa y laboral. En contraste, en el pacífico sur abatir a estas edades el trabajo doméstico no remunerado como actividad primaria es mucho más complejo. Ser ama de casa forma parte de la expectativa social y cultural para las mujeres que viven en condiciones de marginación, sin acceso a empleos o escuelas, especialmente entre la población indígena rural (Szasz y Lerner, 2010); de nuevo, aquí una política que realmente permita mejorar las oportunidades de las mujeres jóvenes, más allá del término de la educación básica,22 deberá priorizar una transformación profunda de las condiciones estructurales, no solo de acceso a la educación media superior sino de desarrollo económico en áreas rurales.
Estudios futuros deberán analizar los factores explicativos del trabajo doméstico no remunerado entre las mujeres solteras de distintas edades, así como las aspiraciones educativas y laborales de estas mujeres, para comprender mejor las distintas facetas de este fenómeno. Asimismo, especialmente en el caso de los hombres, estudios subsecuentes deberán profundizar en las razones del incremento de los buscadores de empleo, en su composición y en su variación regional; además, para determinar la magnitud del problema del desempleo y de la inactividad sería fundamental analizar el tiempo en que los jóvenes permanecen sin trabajo o en completa inactividad y sus expectativas educativas y laborales.
La comparación de la inactividad y el trabajo doméstico en dos regiones que representan dos polos de desarrollo socioeconómico de México permitió ilustrar que la desigualdad de oportunidades estructurales no puede ser dejada de lado cuando se estudia a los jóvenes. Aunque, como mostramos anteriormente, la proporción de jóvenes en completa inactividad decreció en la reciente década, estos grupos no dejan de ser vulnerables a los contextos de marginación social y de pobreza. Las capacidades y las expectativas juveniles están asociadas a la posición de los jóvenes y sus familias en la estructura social y, además, a las condiciones socioeconómicas del lugar de residencia. Esto es un reflejo de la realidad socioeconómica del contexto latinoamericano, donde la globalización ha traído consigo el aumento de la desigualdad económica y la exclusión social no solo entre países, sino al interior de estos; es decir, donde el desarrollo económico no se ha logrado traducir en equidad (CEPAL, 2007).
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1 En la población joven incluimos aquellos sujetos cuya edad oscila entre 15 y 29 años de edad.
2 Aquellos estados como Baja California y Chihuahua, que tenían niveles de cobertura en educación media superior inferiores al promedio nacional en 2003 (47.5 y 50.4 por ciento, respectivamente), fueron los que registraron mayores incrementos (a 63 y 67 por ciento de manera correspondiente). En cambio, aquellos estados con niveles muy altos de cobertura en 2003, como Sonora (62 por ciento) y Tamaulipas (55 por ciento), presentaron aumentos menores, pero lograron mantener su posición ventajosa respecto a la media nacional (con 68 por ciento y 65 por ciento, respectivamente).
3 En Chiapas y Oaxaca la cobertura en el nivel medio superior se incrementó de 45 a 58 por ciento, y en Guerrero de 44 a 52 por ciento en el mismo periodo de referencia.
4 En conjunto, los factores asociados al capital económico y sociocultural de la familia, como la escolaridad promedio del jefe y su cónyuge y las características de la vivienda, explicaban en buena medida la desigualdad en oportunidades educativas de estos jóvenes en 2000.
5 Según los censos de población del 2000 y 2010, la población económicamente activa mexicana pasó de 35.02 millones de personas a 44.44 millones, respectivamente, considerando solo a la población de 15 años o más. La participación económica de la población masculina disminuyó ligeramente, de 77.8 por ciento en el año 2000 a 77.03 por ciento en 2010. Por su parte, la participación de las mujeres en la actividad económica se incrementó de 33.79 a 36.8 por ciento para esos mismos años (INEGI, 2000 y 2010).
6 En Oaxaca y Guerrero desde el programa Bracero, aunque con mayor fuerza en las décadas recientes, y en Chiapas desde finales de la década de 1980.
7 Los jóvenes varones de 15 a 19 años de edad presentaron una tasa de actividad (PEA) de 48.5 por ciento en 2000 y de 39.7 por ciento en 2010. El grupo de 20 a 24 pasó de 79.1 a 75.6 por ciento respectivamente, mientras que la tasa del grupo de 25-29 se mantuvo estable (pasó de 90.9 a 91.2 por ciento en los mismos años). Por su parte, en la población joven de mujeres, el grupo de edad 25-29 creció de 40.5 por ciento en 2000 a 47 por ciento en 2010; mientras que el grupo de mujeres 15-19 pasó de 25.2 a 16.7 por ciento y el de 20-24, de 38.3 a 38.1 por ciento (cálculos propios con base en los censos de población).
8 El impacto de la educación en el ingreso, el mercado matrimonial y los estándares de vida, así como el valor de esta como "seguro" ante los problemas económicos ha aumentado más en las mujeres que en los hombres. Añadiríamos, para el caso de México, que el impacto de los programas de transferencias públicas como Progresa-Oportunidades ha sido mayor entre las adolescentes (Shultz, 2000).
9 Los jóvenes utilizan la migración como una oportunidad de movilidad socioeconómica. Los migrantes, además de que logran mayores niveles de consumo que quienes no migran, son vistos como un modelo a seguir en la comunidad por sus patrones de consumo y el prestigio asociado a la migración.
10 Los tamaños de muestra se especifican en cada cuadro.
11 En los modelos solo se incluyen los casos con información disponible en todas las variables, 96 por ciento de la muestra inicial de jóvenes en el norte y 98 por ciento en el pacífico sur.
12 Que no es el jefe o la esposa del jefe.
13 En los hombres el trabajo doméstico no remunerado es poco frecuente.
14 Todavía habría que excluir a quienes se encuentran en estados transicionales (de la escuela al trabajo o cambio de escuelas o trabajos); sin embargo, no es posible identificar a estos jóvenes con el censo de población. Tampoco podemos saber cuánto tiempo pasan en este estado de "completa inactividad" o, incluso, si la falta de declaración de actividad es producto de una falta de apreciación de labores realizadas en el hogar o ligadas al trabajo agrícola de temporal.
15 En la región pacífico sur se localizan tres de los cinco estados con mayor proporción de hablantes de lengua indígena (INEGI, 2011).
16 Se incluyeron siete bienes en el índice: refrigerador, lavadora, televisión, teléfono, automóvil propio, computadora e Internet.
17 En el año 2000, 60 por ciento de la población económicamente activa tenía un empleo informal en México (Cervantes et al., 2008).
18 El nivel de autoempleo no es equiparable al nivel de informalidad de la economía, aunque forma parte de la definición de empleo informal (Cervantes et al., 2008). Habría que tomar en cuenta también a los familiares no remunerados, más otros trabajadores que no gozan de prestaciones o que se ubican en condiciones de precariedad; así como aspectos vinculados al establecimiento en el trabajo, además de la posición laboral de la persona.
19 Una reflexión en torno a los niveles y la composición de la población nini en el norte de México puede encontrarse en (Cruz Vargas, 2012).
20 Los hombres del pacífico sur tuvieron en 2010 niveles promedio de inactividad similares a aquellos de sus pares en el norte, y ligeramente superiores en los estados de Guerrero y Oaxaca (siete y ocho por ciento, respectivamente).
21 La introducción del número de trabajadores en el hogar en el modelo eliminó las desventajas de los varones en hogares monoparentales, respecto a aquellos que vivían con ambos padres (modelos paso a paso no reportados, pero disponibles bajo solicitud), lo cual podría indicar la importancia de las redes laborales y el capital cultural de los trabajadores adultos en los hogares, más que la presencia de ambos padres, en la posibilidad de los varones de estar activos.
22 Es claro que, a pesar de la enorme dependencia de los hogares del pacífico sur de los programas de transferencia gubernamental y el avance que ha tenido la educación en la última década, los niveles de asistencia escolar y de ocupación de las mujeres jóvenes son muy bajos. Las oportunidades de las mujeres jóvenes se limitan al acceso a la educación básica, en gran parte gracias a estos programas (Shultz, 2000), pero el hogar sigue siendo la única opción de actividad al graduarse de la secundaria.
Información sobre los autores:
Eunice Danitza Vargas Valle. Doctora en Sociología por la Universidad de Texas. Actualmente se desempeña como investigadora en el Departamento de Estudios de Población del Colegio de la Frontera Norte. Sus líneas de investigación incluyen demografía de la juventud, educación y fenómenos demográficos, y demografía de la frontera norte. Sus publicaciones más recientes se encuentran en las revistas Coyuntura Demográfica (2012) y Frontera Norte (2012). Dirección electrónica: eunice@colef.mx
Rodolfo Cruz Piñeiro. Doctor en Sociología con especialidad en población por la Universidad de Texas; maestría en Demografía por el Colegio de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1992. Actualmente es profesor investigador del Departamento de Estudios de Población de El Colegio de la Frontera Norte, donde también se ha desempeñado como Presidente Interino, Secretario General Académico, Director de Posgrado, Director de Vinculación y Director del Departamento de Estudios de Población. Sus principal áreas de estudio son: población y desarrollo en la frontera norte, migración interna e internacional y mercados de trabajo. Cuenta con cuatro libros y más de 50 capítulos y artículos en revistas especializadas. Sus trabajos de investigación se desarrollan desde un enfoque sociológico y demográfico. Dirección electrónica: rcruz@colef.mx