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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.19 no.76 Toluca abr./jun. 2013

 

Tendencias recientes de la migración interna en México

 

Recent migratory tendencies in Mexico

 

Enrique Pérez Campuzano* y Clemencia Santos Cerquera**1

 

*Instituto Politécnico Nacional

**Universidad Nacional Autónoma de México

 

Recibido el 14 de enero de 2013
Aprobado el 16 de abril de 2013.

 

Resumen

Hay evidencia de la transición de la migración interna en países en desarrollo. El patrón tradicional rural-urbano ha evolucionado hacia uno de tipo urbano-urbano, mismo que indica la transformación de otros importantes indicadores: desarrollo urbano-regional, el incremento de las deseconomías de aglomeración en las principales ciudades, entre otros. Sin embargo, este mismo fenómeno ha sido poco explorado en países no desarrollados. En este artículo, el caso mexicano es explorado, utilizando datos de dos muestras censales (2000 y 2010), se puntualiza que tanto la dirección como la intensidad de la migración han cambiado en los últimos años. Los resultados indican que los movimientos entre zonas metropolitanas se han convertido en los más importantes, mientras que la migración rural-urbana decrece. Tomando en cuenta la diversidad de movimientos, se propone un primer modelo sobre los desplazamientos.

Palabras clave: Migración interna, México, urbanización, desconcentración de la población.

 

Abstract

There is evidence of the transition of the migration pattern in many developed countries. The main flows, rural to urban, have been evolved to urban to urban, indicating the change in many other important factors: urban/regional economic development, increase of the diseconomies in main cities. In the transition or in developing world the transition hypothesis has been less tested, even though, there are some important facts that support the transition of the migration patterns. In this paper, the Mexican case in analyzed, using data from census' samples (2000 and 2010), the change in direction and intensity of migration is pointed out. The main results indicate the metropolitan to metropolitan movements are the most relevant and the decrease of those rural-urban and rural-metropolitan. Taking into account the diversity of the displacements, a theoretical model of migration is proposed.

Key words: Internal migration, Mexico, urbanization, population deconcentration.

 

Introducción

La migración es uno de los campos de investigación más recurrentes en las ciencias sociales. Tres grandes vertientes de trabajo se pueden encontrar en la literatura: la economía y política internacional, la toma decisiones en la migración y los patrones meso o regionales de la movilidad de la población. En cuanto al primer aspecto, el desplazamiento de población del "sur" hacia el "norte" ha venido de la mano de entender las desigualdades que provocan esa migración así como sus repercusiones en las sociedades anfitrionas. Por otro lado, desde la economía, la sociología, la antropología y una parte de la geografía, se ha puesto atención —aunque con diferentes marcos teóricos— en cómo se da el proceso de decisión de migrar. Ésta, se relaciona con factores push and pull, es decir, expulsores y atractores. Por último, y sobre lo que versa este trabajo, la movilidad entre regiones/ciudades es un elemento central para entender la distribución tanto de la población como de la mano de obra al interior de los países.

Durante gran parte del siglo XX la movilidad al interior de los países estuvo marcada por desplazamientos rural-urbanos. El proceso de urbanización estuvo sustentado sobre la base de un crecimiento continuo de población que llegaba de espacios rurales y la cual formaba parte del incremento de la producción (y productividad) en las ciudades. Ya hacia el último tercio del siglo una serie de movimientos "no tradicionales" se hicieron cada vez más evidentes. La emigración desde las grandes ciudades así como un "resurgimiento" de las áreas rurales son procesos destacados en la literatura. Así, la distribución espacial de la migración muestra que esta última se ha vuelto más compleja.

De igual manera, a los motivos económicos analizados en las teorías tradicionales se le suman, sólo por nombrar algunos, la búsqueda de mejoras en la calidad de vida, en búsqueda de oportunidades educativas o por segunda residencia (Hattion y Williamson, 2005; Boyle y Halfacree, 1998; Champion, 2001; Herrera, 2006; Seto, 2001). Derivado, y también como consecuencia de lo anterior, surgieron nuevos patrones de asentamientos (Champion, 2001). En algunos países, los cambios en la movilidad han llevado a la hipótesis de la desconcentración absoluta de la población (Berry, 1999), en otros a la emergencia de espacios urbano-regionales (Champion, 2001) y algunos otros a la transición entre modelos concentradores y desconcentradores (Geyer y Kontuly, 2003a,b). En todo caso, lo que la evidencia muestra es una complejidad que involucra aspectos a diversas escalas espaciales: individuales, regionales y nacionales.

Gran parte de la literatura sobre la transformación de los patrones migratorios ha sido producida en países desarrollados, particularmente en Estados Unidos de Norteamérica y Reino Unido. A partir de éstos, otros países han recuperado la discusión sobre la pertinencia de hablar de la transformación de los patrones migratorios. Italia, España, Francia, por nombrar solo algunos, han planteado que su mapa de distribución de la población ha cambiado gracias a la reconversión económica y la movilidad de la población. En países en desarrollo, desde hace relativamente poco se habla de este proceso (Rodríguez, 2011; Rodríguez y González, 2006; Pinto, 2006; Pérez y Santos, 2008), aunque las tendencias son todavía más diversas. Por ejemplo, algunos países, principalmente no desarrollados, todavía pasan por el proceso de movilidad rural-urbana (Beauchemin y Schoumaker, 2005), mientras que ya comienzan a experimentar la expulsión de las grandes ciudades y la redistribución de la población en ciudades de menor tamaño (Pinto, 2006; Pérez y Santos, 2008; Leveau, 2009).

En este artículo, tomando como referencia un país en vías de desarrollo, se plantea precisamente esta transición de la movilidad. México pasa desde hace poco más de tres décadas por un proceso de continuo ajuste en términos económico, político y demográfico. En cuanto al primer aspecto, la crisis del modelo de sustitución de importaciones y la consecuente apertura comercial, han venido a modificar todo sistema económico y con ello la localización de las empresas. En segundo lugar, la transición a la democracia llegó de la mano de una incipiente descentralización de la administración y con ello un papel más relevante de lo "local". Por último, y el objeto de este trabajo, la movilidad de la población se ha diversificado. La consolidación de nuevas ciudades y zonas metropolitanas, principalmente aquéllas más dinámicas económicamente, atraen a esa población necesaria para reproducirse. En este sentido, éstas se vuelven cada vez más competitivas en términos de atracción de población, aunque no necesariamente pueden ofrecer todas las facilidades para la población inmigrante, principalmente la de menores ingresos. Tres aspectos son centrales para entender este proceso: a) el incremento de la movilidad interurbana —sean ésta entre zonas metropolitanas o ciudades—, b) la caída de la movilidad rural-urbana y c) el papel que juega la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Sobre estos tres se construye lo que se denomina nuevo mapa migratorio del país.

Las referencias a los trabajos realizados en otros países se hacen necesarias para conocer el estado en el que se encuentra la relación entre migración y distribución espacial de la población. Por ello, en la siguiente parte se hace un recuento de los principales hallazgos tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Dentro de los últimos se pone atención a lo que sucede en América Latina. La tercera parte constituye el cuerpo central del artículo y la cual gira en torno al cambio tanto en la intensidad como en la dirección de los movimientos en México. Ahí se plantea que la migración ha dejado de ser principalmente rural-urbana, para hacerse significativamente urbana, sea entre zonas metropolitanas o ciudades pequeñas y medias. A diferencia de otros trabajos, en este artículo no se generaliza únicamente en localidades rurales y urbanas, sino que abre un abanico de los diferentes tipos de movimientos. En ese mismo apartado se expone el caso de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, el cual constituye el punto más representativo de esta modificación de la movilidad. Al final del apartado se propone un modelo de lo que es la movilidad interna en México. El artículo concluye con algunas consideraciones generales.

 

Migración y restructuración urbano-regional

Se ha repetido en múltiples foros que el siglo XXI es el siglo de las migraciones (internacionales). Sea por las diferencias en términos de calidad de vida entre países, la mejora en los sistemas de transporte, la migración calificada, la necesidad de población joven en los países desarrollados, entre otros aspectos, la movilidad de personas parece ser una tendencia que no será revertida (Hatton y Williamson, 2005, 2007). A pesar de la existencia de una gran tendencia de movilidades entre países, al interior de los mismos se producen cambios igualmente importantes.

Al descender las tasas de fecundidad, la migración se ha convertido en la principal fuerza que moldea la distribución de la población al interior de los países (Bell et al, 2002). Sin embargo, existe un cambio relevante: mientras que la tendencia principal durante el siglo XX fue la de la migración rural-urbana, y con ello la urbanización, desde la década de los setenta, en algunos países desarrollados las movilidades interurbana y urbana-rural han ganado espacio (Jones, 1990). Por ejemplo, en Estados Unidos de Norteamérica e Inglaterra conceptos como contraurbanización o "rompimiento limpio" (clean break, en inglés) se han discutido, precisamente para entender cómo los movimientos que algún momento habían sido concentradores, se volvieron desconcentradores (Champion, 1989, 2001; Long y Nuccy, 1997; Elliot, 1997; Boyle y Halfacree, 1998; Boyle et al., 1998; Johnson et al, 2005). En Inglaterra, el proceso de expansión urbana en algunas regiones se ha agotado para dar paso un incremento de la población residente en áreas rurales, incluso fuera del área de influencia de las ciudades. Procesos similares se han sucedido en Canadá (Dahams y McComb, 1998), Holanda (van Dam et. al, 2002), España (Ferrás, 1998), Irlanda (Ferrás, 1998), Italia (Coombes et al, 1989). En todos esos casos, el común denominador fue el hecho de que las ciudades de mayor tamaño disminuyeron su tasa de crecimiento, mientras que regiones/ciudades no tradicionalmente atractivas iniciaron un periodo de despegue demográfico y económico. Aunque gran parte de los estudios se han focalizado en la parte rural, los casos planteados también han tomado (aunque con menor frecuencia) a las ciudades de menor tamaño.

Las explicaciones de esta transición tienen distintos enfoques. En economía se indica: i) la existencia de umbrales (economías de aglomeración) que al ser rebasados comienza un proceso de ajuste y el cual implica la desconcentración de sectores otrora altamente concentrados (Dehghan y Vargas, 1999); ii) las innovaciones producen el desplazamiento laboral de ciertas capas de población (generalmente las menos calificadas) y las cuales buscan de insertarse sea en otro sector o migrando; iii) en la búsqueda de salarios bajos, las empresas suelen migrar hacia los lugares con esta condición (Seninger, 1985); iv) la movilidad laboral generalmente va ligada a la movilidad social (Savage, 1988); v) el movimiento de industrias y de algunas ramas de los servicios implica también la movilidad de la fuerza de trabajo (Savage, 1988). Aunado a lo anterior, la movilidad de la población puede también ser concebida como la respuesta del mercado por llegar a equilibrios en términos sectoriales y regionales. En este sentido, la fuerza de trabajo excedente en sectores, y que no se puede insertar en el mercado de trabajo, busca ocuparse en otra región donde exista la oferta de empleos (Champion, 2001) o se perciba que existe esa oferta.

A pesar de que los marcos de la movilidad privilegian el análisis de la migración de las regiones/ciudades más atrasadas hacia aquéllas con mayor desarrollo, recientemente se ha encontrado que existe un flujo importante en sentido contrario (Jones, 1990; Champion, 2001; Geyer y Kontuly, 2003 a,b). Algunas de las explicaciones plantean cambios en la estructura del empleo, los altos precios de la vivienda y el suelo en las ciudades de mayor tamaño (y, generalmente, las más dinámicas), las estructuras por edades de la población y demandas específicas en materia de empleo, vivienda y amenidades o el dinamismo del mercado de vivienda y oferta de bienes y servicios públicos fuera de las metrópolis tradicionales son los propiciadores de esta transformación (Jones, 1990; Bover y Arellano, 2002).

Otra de las explicaciones a este proceso es la convergencia regional. El flujo de población, principalmente la más calificada, incide en las productividad de las regiones más atrasadas y con ello a disminuir las disparidades regionales/urbanas (Ceren et al, 2010; Kirdar y Saracoglu, 2008), aunque la convergencia también va a depender del tipo de país del cual se trate y la estructura económica de las regiones receptoras (Kirdar y Saracoglu, 2008; Ostbye y Westerlund, 2007).

Por otro lado, la migración también ha sido explicada por la diferencia de ingresos entre dos regiones/ciudades (Mathur et al, 1988; Aroca, 2004: 106). La movilidad entre ciudades/regiones es el resultado del cálculo de agentes racionales que buscan maximizar su utilidad (sea a través de unidades monetarias o no). Basados en los postulados de Sjaastad (1962), Harris y Todaro (1970, cit. en Ghatak, 2008) y Todaro (1969, cit. en Ghatak et al. 2008), se toman en cuenta los retornos presentes y futuros y se descuentan los costos monetarios y emocionales del proceso (Aroca, 2004: 106-109; Yue, 2008). En este sentido, para una parte de la economía, la migración es una inversión en capital humano. A esta explicación se le puede unir la oferta de ciertas amenidades y el cálculo de maximización de la utilidad más compleja tomando en cuenta grupos etarios, calificación laboral y sexo (Yue, 2008:11; Ghatak et al, 2008).

En la literatura especializada se ha discutido, también, la ampliación de la oferta de vivienda, infraestructura y amenidades a ciudades pequeñas o a espacios claramente rurales como elementos detonantes de la migración interna (Cadieux y Hurley, 2011). A este aspecto se le suma una imagen positiva del campo, el crecimiento del empleo y la búsqueda de mejorar las condiciones de vida, principalmente por la población de edades intermedias y avanzadas (Cadiuex y Harley, 2011; Jones, 1990; Dahams y McComb, 1999; Portnov, 2001; van Dam et al., 2002; Pérez, 2007). El empleo, en localidades de menor tamaño, se concentra en actividades fácilmente asequibles a las comunidades tales como el turismo, servicios, construcción, manufacturas y comercio (Dahams y McComb, 1999). La unión entre cambios en el estilo de vida y las preferencias residenciales se unen a una oferta de empleos en ramas pujantes en localidades pequeñas para producir nuevos tipos de desplazamientos (Jones, 1990). Nelson y Nelson (2011), tomando el caso norteamericano, plantean que la migración hacia el campo y el rural rebound en realidad esconden procesos más complejos y altamente influidos por el desarrollo económico global. Mientras que la primera oleada hacia el campo fue el resultado del encarecimiento del precio del uso del suelo en las ciudades y la búsqueda de "libertad" por parte de una capa social específica, el actual proceso de poblamiento del campo es el resultado de la modificación de la estructura económica. Las tecnologías de la información y su papel en la producción han derivado en que la presencia física sea menos necesaria lo cual, a su vez, propicia que una parte de la población pueda cambiar de residencia hacia lugares con mayores atractivos. Esa movilidad de población altamente calificada y con ingresos por encima del promedio también viene acompañada de una población poco calificada que debe hacerse cargo de los servicios, principalmente de proximidad. Los mismos autores plantean que esta hipótesis fue expuesta para las ciudades, situación más plausible para países no desarrollados.

Geyer y Kontuly (1993) propusieron el modelo de urbanización diferencial. Éste ha seguido un camino accidentando en la búsqueda de consolidación como paradigma explicativo del proceso de transición entre estadios de desarrollo urbano íntimamente ligados a los procesos de migración de la población (Kontuly y Geyer, 2003b). Por ejemplo, Champion (2003), para el caso de la Gran Bretaña y Kontuly y Dearden (2003) plantean que la realidad no se mueve en las etapas sucesivas descritas en el modelo, mientras que Bonifazi y Heins (2003) indican que la realidad italiana pasó por un proceso de concentración seguido por diferentes etapas de reversión de la polaridad. Gran parte de las críticas al modelo se relacionan con la falta de factores explicativos a las diferentes etapas de concentración-desconcentración de la población (Champion, 2003; Pérez, 2006).

Por su parte, en América Latina desde hace algunos años se encuentra en la palestra la discusión sobre la transformación de los sistemas urbanos y sus ciudades (Fernandes y Negreiros, 2001; Lopes, 2001; Ariza y Ramírez, 2004; Bolay y Rabinovich, 2004; cepal, 2005; Leveau, 2009; Rodríguez, 2011). La región cuenta con uno de los mayores crecimientos de población urbana. Mientras que en 1950, 41.4 por ciento del total de la población era considerada como urbana, este porcentaje creció a casi 80 por ciento en 2010 (un, 2011). Sin embargo, a la tendencia de alta concentración en una o dos ciudades, se le suma el crecimiento de una importante cantidad de ciudades de tamaño intermedio o pequeñas (Fernandes y Negreiros, 2001; Lopes, 2001; Bolay y Rabinovich, 2004; cepal, 2005; Busso, 2007; Laveau, 2009; Rodríguez, 2011). Si bien es cierto que las sociedades latinoamericanas se habían consolidado sobre un esquema de alta concentración tanto de población como de poder económico y político (Lates, 1996), en los últimos años se presenta un proceso incipiente de desconcentración debido, entre otros aspectos, al nuevo modelo económico, la descentralización administrativa, las crecientes deseconomías de aglomeración así como un cambio en los patrones migratorios (Fernandes y Negreiros, 2001; Lopes, 2001; Lates, 1996; Rodríguez, 2004; Busso, 2007; Rodríguez, 2008, 2011).

El crecimiento tanto del número como de la población en ciudades de tamaño medio y grande es más evidente en los países que tienen mayor nivel de urbanización (Rodríguez, 2011; Fernades y Negreiros, 2001). A pesar que para algunos países de la región el fenómeno de desconcentración, dependiendo de su nivel de urbanización, no es del todo visible, parece que tendrá en algún momento que llegar ese proceso de transición (Busso, 2007). Países como Brasil (Fernandes y Negreiros, 2001; Pinto y Baenin-ger, 2006; Lopes, 2001; Pinto, 2000, 2006), Chile (Rodríguez y González, 2006), Argentina (Leveau, 2009) o México (Pérez y Santos, 2008; Sobrino, 2010), aún con sus grandes diferencias en términos geográficos, han tendido a una cierta desconcentración de población y la emergencia de nuevos centros urbanos; algunos cercanos otros no tanto a las metrópolis del modelo de sustitución de importaciones (Pinto, 2006; Pérez y Santos, 2008; Pérez, 2006; Sobrino, 2010). Así, a los patrones de crecimiento espacial de las principales ciudades de cada uno de los países se les suma el incremento del número de urbes; así como el cambio en los flujos migratorios. En el caso de Chile, Rodríguez y González (2006) plantea, por un lado, que la emigración urbana es más probable en tanto la población urbana crece y, por otro, que los bienes públicos y los niveles de urbanización son altamente atractores de población. Por su parte, Rodríguez y González (2006) muestran que en Chile existe una incipiente desconcentración de población debido a: i) el paso de Balances Netos Migratorios positivos en la Región Metropolitana de Santiago a negativos; ii) la ganancia neta de población de regiones que anteriormente eran expulsoras.

En Brasil, Pinto (2000, 2006) muestra que el centro industrial del país, Sao Paulo pasó, al igual que Santiago de Chile, por un cambio de signo en su Balance Neto Migratorio. Por otro lado, el mismo Pinto (2006) al hacer un análisis de la movilidad interna en Brasil llega a la conclusión de la preeminencia de ciertas zonas metropolitanas (principalmente en sus periferias lejanas) pero con tendencias emergentes: migración hacia regiones tradicionalmente expulsoras o migración de retorno. Es decir, la combinación de flujos "centrípetos" con "centrífugos". Leveau (2009), utilizando datos de los Censos de Población argentinos, muestra que la desconcentración de población en ese país pasa por un periodo de transición caracterizado por el crecimiento de localidades intermedias claramente localizadas espacialmente hablando. Si bien es cierto que no existe una tendencia general hacia la desconcentración absoluta, ciertas regiones sí lo experimentan. Son precisamente las que se han destacado por su mayor crecimiento económico durante la etapa de sustitución de importaciones (Leveau, 2009).

Por último, Ariza y Ramírez (2004), Pérez y Santos (2008) y Sobrino (2010) muestran que en México la tendencia hacia la desconcentración de población pareció estabilizarse durante la década de los 90 del siglo anterior. Si bien es cierto que como muestra Sobrino (2010), gran parte de los desplazamientos de población desde ciudades fueron de corta distancia, eso no inválida la hipótesis de un sistema urbano más complejo que está marcado por la movilidad de población entre zonas metropolitanas, principalmente (Pérez y Santos, 2008). En el siguiente apartado se hace un recuento de las principales tendencias migratorias en México y se propone un modelo de movilidad interna.

 

Hacia un nuevo patrón espacial de la migración en México

Principales tendencias migratorias

Desde hace algunas décadas el patrón de ocupación del territorio ha cambiado como consecuencia de las transformaciones en materia económica y de movilidad de la población (Chávez, 2004; Garza, 2003; Chávez y Lozano, 2006). Aunque la población urbana ha crecido de manera constante desde mediados del siglo anterior, la concentración que se ha dado en un número pequeño de ciudades parece romperse. En 1950, se contabilizaba solamente una ciudad de más de 1 millón de habitantes; en 1990 ese número se había incrementado a cuatro. Solamente en la última década del siglo se sumaron cinco ciudades más a esta categoría (Garza, 2003), llegando a un total de nueve. En 2010, eran 11 y tres más se encontraban cerca de esa cifra.

Otra forma de ver la presencia de grandes ciudades es analizar el total de zonas metropolitanas. En 1970 Unikel encontró 12 de ellas, en 1980 Negrete y Solís detectaron 26 (Negrete, 2010), mientras que en 2005 SEDESOL, CONAPO e INEGI (2007) contaron un total de 56. Aun con las diferentes metodologías empleadas para la definición y agrupación de municipios metropolitanos, los resultados indican la existencia de una concentración de la población en ciudades metropolitanas de diverso tamaño.

Según las estimaciones de SEDESOL, CONAPO e INEGI (2007), en 2005, 9 zonas metropolitanas tenían una población superior a un millón de habitantes, 18 se encontraban en el rango de 500 000 a un millón y 29 menores a 500 mil habitantes. En otras palabras, dentro del sistema urbano nacional, 51 por ciento de las zonas metropolitanas pueden caracterizarse como ciudades de tamaño intermedio y pequeño, como se muestra en el Mapa 1. En cuanto a la distribución espacial, aunque en el centro del país se concentra una parte importante de las zonas metropolitanas, la frontera norte y el Bajío también han ganado presencia. Por su parte, las regiones más pobres (sur y sureste) son las que cuentan con un menor número de zonas metropolitanas.

Lo importante a destacar en este artículo es el crecimiento en el número de zonas metropolitanas así como de la población residente en ellas que va acompañado de cambios en los patrones migratorios. Las conclusiones, derivadas de otros estudios, dan cuenta de:

1. La transformación tanto del modelo como de la política económica en México ha venido de la mano de la conformación de regiones ganadoras y regiones perdedoras tanto en términos económicos como de población (Ariza y Ramírez, 2004; Pérez, 2006; Sobrino, 2010). La nueva ola industrializadora del norte y bajío del país ha incentivado el crecimiento de ciudades de tamaño intermedio y grande, mientras que otras regiones han pasado por un proceso de "terciarización" de su economía (hacia servicios administrativos, comercio y turismo), principalmente en el sur. En otras palabras, la urbanización del país durante los últimos treinta años es más compleja en cuanto a la estructura económica que la soporta. Con el crecimiento de ciudades "especializadas" en determinadas actividades, la movilidad de la población también se hace más compleja, pues ésta responde a diferentes "estímulos" (Chávez, 1999; Chávez y Galindo, 2006; Pérez, 2007). Mientras que las ciudades del norte son más diversificadas económicamente, las del sur se caracterizan por estar soportadas en los servicios. Lo importante, en todo caso a destacar, es el dinamismo de ciertas ciudades fuera del área de influencia de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

2. La complejidad de los movimientos se expresa tanto en términos espaciales como sociales (Chávez y Lozano, 2006; Pérez y Santos, 2008). Ya no se trata únicamente de los movimientos rural-urbano o rural-metropolitano característicos del periodo de sustitución de importaciones sino también movimientos metropolitanos-metropolitanos e, incluso, metropolitanos-rurales. Las expectativas de mejora en las condiciones de vida de la población que decide salir de grandes metrópolis aunado a una oferta de vivienda y empleos conforman en buena medida ese nuevo mapa migratorio del país (Pérez, 2006). Por último, otros motivos han resultado ser igualmente importantes en la conformación de los flujos, por ejemplo, los escolares. Sin embargo, debido a la falta de información en los instrumentos captadores de la misma, es muy complicado conocer exactamente cuáles han sido las razones de migrar.

3. El papel que ha tomado la movilidad entre zonas urbanas. Conforme la población rural se hace más pequeña tanto en términos absolutos como relativos, el stock de personas que pueden/desean migrar es menor; por otro lado, el mayor número de población urbana, no únicamente en las ciudades "tradicionales", incrementa la probabilidad de movimientos entre esta categoría (Sobrino, 2010).

4. El comportamiento de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México como principal atractora de población, se transforma también en la principal expulsora (Pérez y Santos, 2008; Pérez, 2006). Si bien es cierto que la ZMCM es el principal destino de la migración, principalmente rural, es al mismo tiempo la ciudad con el balance neto migratorio más grande del sistema urbano nacional.

 

Nota metodológica

La migración ha sido generalmente medida como el cruce de fronteras político administrativas. Para el estudio de aquella de carácter interno, solía tomarse a los estados como unidad de referencia. Esta forma de medir el fenómeno había imposibilitado conocer los patrones de desplazamiento con mayor fineza, por ejemplo la migración urbana. Los investigadores ante ello han recurrido a otras fuentes (estadísticas laborales, entre otras) para desagregar el análisis en cuanto a las unidades espaciales.

En México la situación no era diferente. Los datos disponibles de los Censos de Población, en lo referente a la migración, se encontraban a nivel de estados. Sin embargo, desde el XII Censo General de Población y Vivienda, 2000, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (en ese momento Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) recoge datos de una muestra aproximada del 10 por ciento del total de la población incluyendo la pregunta de estado y municipio de residencia cinco años antes del levantamiento censal. Con ello se puede tener información más desagregada de migración por lugar de residencia reciente.

Con la información proporcionada por las muestras de los censos 2000 y 2010 se construyeron cuatro grandes categorías espaciales: zonas metro politanas, municipios urbanos, municipios mixtos y municipios rurales. En la primera se incluyen las 56 zonas metropolitanas de la clasificación elaborada en 2007 por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), el Consejo Nacional de Población (CONAPO) y el INEGI (Mapa 1). Esta clasificación permitió establecer un punto intermedio entre 2005 y 2010 que no sobreestimará los movimientos en 2000 ni los subestimara en 2010. Los municipios urbanos son todos aquéllos, no metropolitanos, y que cuentan con al menos una localidad de más de 15 mil habitantes. Los definidos como mixtos no se incluyen en las clasificaciones anteriores y cuentan con al menos una localidad de entre 2 500 y 14 999 habitantes. Por último, los rurales, son los que no cumplen con las características de las categorías anteriores y, por tanto, todas sus localidades son menores a 2 500 habitantes.

La migración fue, entonces, definida ad hoc. Para las zonas metropolitanas se tomó a la población que no residía en ellas cinco años antes. Por cuestiones de definición del tema de investigación, se dejó fuera a toda aquella población que cambió de residencia al interior de cada una de las 56 zonas metropolitanas. Para las restantes categorías, se tomó el municipio de residencia anterior.

 

La nueva expresión de la migración: la movilidad urbana-urbana en México

Como se ha planteado a lo largo de este trabajo, la migración entre ciudades ha sido poco estudiada en contextos latinoamericanos. El proceso de urbanización acompañado, o causado por, la migración rural-urbana trajo consigo que otras causantes de la migración no fueran tan estudiadas. En años recientes, gracias a experiencias externas y la disponibilidad de datos, la movilidad urbana-urbana comienza a ser analizada así como sus implicaciones (Pérez, 2006; Pérez y Santos, 2008; Sobrino, 2010). Tres fenómenos son importantes de destacar en este sentido: I) el crecimiento de la población urbana, II) el decrecimiento de la población rural, III) la migración internacional. En cuanto a los dos primeros puntos, el cambio en la participación dentro de la población total de cada uno de ellos ha provocado que los desplazamientos ahora se den más en la vertiente urbana-urbana que en la rural-urbana (Pérez y Santos, 2008). Así mismo, el flujo desde localidades rurales ya no únicamente tiene como destino a las zonas metropolitanas sino que gran parte de él busca llegar a Estados Unidos.

En el quinquenio 1995-2000, 65 por ciento de los movimientos migratorios los realizaron entre ciudades y/o zonas metropolitanas. Entre 2005 y 2010 este porcentaje se incrementó a 68 por ciento lo que indica la clara transición hacia movilidades de carácter urbano-urbano (Tabla 1). Por el otro lado, la migración "hacia arriba" representó únicamente 21 por ciento del total de desplazamientos entre 1995 y 2000 y 16 por ciento entre 2005 y 2010 (Tabla 1). Se destaca la tercera posición que ocupa la movilidad entre zonas metropolitanas, pues ésta pasó de 27.9 por ciento en el quinquenio 1995-2000 a 29.1 por ciento entre 2005 y 2010. El primer lugar por incremento porcentual lo tiene la movilidad metropolitana a urbana que asciende tres punto cinco puntos porcentuales (de 11 a 14.5 por ciento) y la metropolitana a rural que es de uno punto cinco puntos porcentuales, en contraparte la migración rural metropolitana es la menos representativa, descendiendo tres puntos porcentuales.

Aunque gran parte de la migración ocurre entre espacios próximos, un análisis más detallado (no mostrado en este artículo) indica la existencia de un patrón de mayor recorrido si la migración se realiza entre zonas metropolitanas. En otras palabras, la fricción de la distancia que sí tiene un peso importante en la movilidad rural-urbana y rural-metropolitana, tiene un papel menos relevante en los movimientos metropolitano-metropolitano, seguramente debido a la influencia de los mercados de trabajo más especializados y la oferta de vivienda en las ciudades de mayor tamaño. En promedio, los desplazamientos entre zonas metropolitanas son poco más de 550 km, mientras que entre los municipios rurales es de 58 km, aproximadamente.

La migración, sin embargo, no presenta un patrón homogéneo. Algunas zonas metropolitanas tienen balances netos migratorios positivos (Tabla 2 y Mapas 2 y 3) mientras que en otras sucede lo contrario. Las zonas perdedoras pueden dividirse en cuatro grandes grupos. El primero lo forma la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Más adelante se presentará este caso. El segundo grupo lo forman las ciudades del estado petrolero Veracruz, que contiene la zona metropolitana del mismo nombre y cuyo puerto es el más importante del país. Esta zona metropolitana pasa por un periodo de transición el cual ha derivado una menor actividad económica, afectando los recursos complementarios que recibe del turismo. El tercer grupo lo forman las ciudades turísticas maduras. Es importante notar que la reestructuración del sector turístico, con la construcción de nuevas ciudades, ha redireccionado gran parte de los flujos. Acapulco, la ciudad más representativa de este grupo, es una ciudad con infraestructura turística y urbana ya poco funcional para las demandas actuales. Finalmente el último grupo es el conformado por las zonas metropolitanas de estados tradicionalmente exportadores de mano de obra: Oaxaca y Michoacán.-urbana.

Dentro del grupo de zonas metropolitanas con ganancias está el de las zonas metropolitanas fronterizas que aún con los problemas de violencia y la desaceleración de la economía norteamericana continúan atrayendo población del interior, sin embargo las zonas metropolitanas en la frontera con Estados Unidos de Norteamérica, presentan una tendencia diferenciada en los últimos diez años. Entre 1995 y 2000, las siete zonas metropolitanas presentaron ganancias netas de población; mientras que entre 2005 y 2010, dos pasaron a ser expulsoras de población, una atractora neta y las restantes presentaron un balance neto cercano a cero.

 

Características de la población migrante

Las condiciones creadas por un lugar para recibir migrantes son, a su vez, reproducidas de manera ampliada por la población que llega. Las características de los migrantes, en este sentido, son esenciales para la economía de las ciudades.

Si bien es cierto que la mayoría de éstas necesitan de una población calificada que incremente la productividad promedio, también se hace necesaria la llegada de aquélla que se haga cargo de las labores con menores retribuciones. Conforme las estructuras económicas de las ciudades se vuelven más complejas y aparecen nuevos sectores, principalmente en servicios y comercio, se hace también necesario que se ocupen o creen esas plazas necesarias para cubrir la demanda de empleos poco calificados (Nelson y Nelson, 2011). En el caso de las características de la población migrante en México, éstas muestran la reproducción de la diferenciación socioespacial prevaleciente en el país. Por un lado, en la migración entre zonas metropolitanas, la población con niveles educativos mayores o iguales a licenciatura se encuentra por encima del promedio de los otros desplazamientos. Por otro lado, los desplazamientos entre municipios rurales y zonas metropolitanas y urbanas están conformados en su inmensa mayoría por población con bajos niveles educativos, sucede lo mismo en el otro sentido de municipios metropolitanos y urbanos hacia municipios rurales (Tabla 3). A este fenómeno, en otro trabajo se le denomina selectividad regional de la migración según tipo de movimiento (Pérez y Santos, 2008), pues la movilidad refuerza la diferencia existente entre localidades rurales, urbanas y metropolitanas. Las zonas metropolitanas de tamaño intermedio se ven más beneficiadas de la migración calificada, mientras que las zonas rurales expulsan población, que comparada con la existente en las ciudades, es de menor calificación. La migración urbana-urbana se ha convertido en una forma en cómo las ciudades suelen tender a la convergencia, mientras que al mismo tiempo incrementan su diferencia sociales y económicas con los espacios rurales.

La migración más calificada suele presentar un patrón de concentración en algunas regiones del país. Las zonas metropolitanas que recibieron mayor porcentaje de población con niveles educativos altos, a excepción de la Zona Metropolitana de Tuxtla Gutiérrez en el sur, son aquéllas que se encuentran en la parte central del país y las cuales tienen alta relación con la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

Las zonas metropolitanas de la frontera norte se caracterizan por recibir principalmente población con bajos niveles educativos debido a un mercado de trabajo pujante en industria manufacturera y de servicios que requieren baja calificación laboral. Por su parte, los municipios urbanos parecen repetir el esquema de las zonas metropolitanas, un crecimiento de la migración calificada hacia aquéllos localizados en el centro del país y con menores niveles educativos hacia los fronterizos.

En cuanto al sector de actividad por tipo de municipio se destaca la poca representatividad que tiene el sector primario. La población que se movió entre ciudades se ocupa principalmente en sectores de comercio, servicios e industria y equivalen a dos terceras partes del total de movimientos, siendo el sector servicios el que acapara entre el 30 y 50 por ciento aproximadamente. La migración entre zonas metropolitanas es la que ocupa los porcentajes más altos en los dos períodos de análisis.

Por otro lado, la población que residía en alguna zona metropolitana o municipio urbano y cambiaron de residencia hacia una localidad rural o mixta, mantienen los porcentajes de población en sector primario entre 25 y 36 por ciento del total para cada tipo de movimiento respectivamente en 2000 y de 22 y 28 por ciento para el 2010. Como es de esperarse, la movilidad entre municipios rurales es la que más contribuye en este sector. Sin embargo tienen un decrecimiento notable va de 41 por ciento a 21 por ciento entre los dos períodos, lo que denota el cambio estructural por el que pasa el campo mexicano.

La movilidad entre ciudades urbanas tenía una estructura más "plana" en el primer período; es decir, los tres sectores presentan porcentajes similares, aunque hay un leve predominio de los servicios para el segundo período la migración que labora en éste se incrementa aún más con siete puntos porcentuales (Tabla 4). Por su parte la migración rural-urbana y ru-ral-metropolitana tiene un fuerte componente de trabajadores en servicios ganando cinco y dos puntos porcentuales respectivamente, lo que podría indicar una población poco calificada que se emplea en sectores de baja productividad.

 

Emigración de la ZMCM en el contexto de la migración interna en México

Como se ha planteado, México pasa por un proceso de reestructuración de sus patrones migratorios. Quizá donde más se puede observar esta transformación es en la emigración de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Durante la segunda mitad del siglo XX se consolidó como la principal ciudad del sistema urbano mexicano; sin embargo, a partir de la crisis de la década de los ochenta la ciudad pasó por un proceso de transformación de su base económica (Brambila, 1992). A esta problemática, otros fenómenos comenzaron a hacerse patentes, los cuales han derivado en una transición de los balances netos migratorios: incremento del tiempo de desplazamiento, una percepción de incremento de la criminalidad, además de problemas ambientales más o menos severos.

Por otro lado se encuentra la reconfiguración urbana en el país. El nacimiento y expansión de zonas metropolitanas en el norte y centro del país ha incidido no únicamente en ser un probable destino de la población rural que ya no se dirige a la ciudad principal, sino también porque éstas se han convertido en un lugar de llegada de población que deja la ZMCM (Pérez, 2007).

Los balances netos migratorios de la ZMCM son negativos para el conjunto de zonas metropolitanas y municipios urbanos, mientras que positivos para municipios rurales y mixtos. La población que emigra de la ZMCM seguramente busca insertarse de manera ventajosa en mercados de trabajo en proceso de consolidación y con una creciente oferta de vivienda (Pérez, 2007; Pérez y Santos, 2008; Sabatés, 2007), mientras que la inmigración a la ciudad más grande del sistema urbano nacional se mueve hacia ella con la finalidad aprovechar no únicamente el mercado de trabajo sino toda la infraestructura y servicios.

Los lugares de llegada de la población de la ZMCM tienen un doble comportamiento en términos socioespaciales. El primero se corresponde a una población calificada y semicalificada que se instala en la región central del país, directamente en el área de influencia de la ZMCM. En este caso, esta población aprovechó el boom inmobiliario así como un crecimiento económico de las zonas metropolitanas cercanas. El segundo es la emigración hacia aquéllas zonas metropolitanas con un dinamismo económico importante. En este caso se encuentra la frontera norte con una importante oferta de empleo en industria y servicios y la costa mexicana, principalmente en centros turísticos (Cancún, Puerto Vallarta, Los Cabos, entre otros) (Mapas 4 y 5).

Por otro lado, la inmigración igualmente es de dos tipos. El primero es una movilidad intermetropolitana compuesto principalmente por población calificada y semicalificada que se inserta en el mercado de trabajo principalmente de servicios. El segundo, es una inmigración de municipios rurales y mixtos poco calificada y que buscan en las economías de aglomeración el insertarse en el mercado de trabajo.

 

Hacia un patrón de la movilidad interna en México

Los resultados anteriores aunados a los planteamientos recabados en otras investigaciones, permiten proponer un primer acercamiento a lo que es el "modelo" migratorio mexicano (Figura 1). Tanto las líneas como las flechas indican la intensidad y dirección de los movimientos migratorios.

Cabe mencionar que es una primera aproximación y que ésta debe ser trabajada para establecer con mayor claridad qué es lo que sucede actualmente en términos de movilidad interna en México.

La ZMCM es la ciudad que articula en gran medida el mapa migratorio mexicano. Como se ha mostrado a lo largo de este artículo, los movimientos entre zonas metropolitanas son los de mayor cuantía. Sin embargo, no es un movimiento generalizado entre ellas, sino que la ZMCM tiene un papel preponderante en el incremento del total de desplazamientos. Esta ciudad es el punto de llegada de una cantidad importante de población rural, principalmente de áreas cercanas. Por otro lado, mantiene una estrecha vinculación con las zonas metropolitanas a las cuales expulsa una importante cantidad de población. La emigración hacia zonas metropolitanas más alejadas es menor.

Por otro lado, las zonas metropolitanas, sin contar a la ZMCM, se han convertido en las ganadoras de población. Éstas son las que presentan la mayor diversidad en términos de desplazamientos como de población que llega a ellas. A éstas no únicamente arriba población de la ciudad de mayor tamaño sino de zonas metropolitanas, de municipios rurales y urbanos.

Un tercer elemento es el papel que juegan las ciudades pequeñas. Si bien es cierto, en general, presentan saldos migratorios negativos, algunas de ellas han logrado consolidarse como alternativa para el desarrollo económico, lo que las vuelve atractivas no solamente para los migrantes sino también para los capitales inmobiliarios. Estas ciudades se distribuyen a lo largo del país y son altamente diversas en términos de base económica. En próximos artículos se deberá poner atención en el desempeño de estas ciudades.

Por último, la migración desde áreas rurales no es nueva. Al contrario se ha estudiado mucho. Sin embargo, en México se conoce poco sobre la migración hacia este tipo de zonas. En el modelo que proponemos la migración hacia áreas rurales se relaciona con movimientos de regreso así como de zonas con un dinamismo económico importante. En el primero de los casos, la migración de retorno se relaciona con los desplazamientos provenientes de las grandes zonas metropolitanas y de población adulta. En el segundo, se trata de una población migrante altamente diversa, que incluye a migración calificada que se acomoda en puestos administrativos y/o altamente especializados y un flujo de poca calificación, generalmente de otras zonas rurales, que son la mano de obra barata.

 

Consideraciones finales

América Latina, desde hace unos treinta años, pasa por un proceso de ajuste urbano-regional. Los diferentes estudios sobre la temática indican la existencia de un patrón de reestructuración marcado por la disminución de los ritmos de crecimiento de las metrópolis del periodo de sustitución de importaciones, al mismo tiempo que otras regiones pasan por el proceso opuesto. Si bien es cierto que la crisis económica y las posteriores políticas de ajuste han incidido en este cambio, también hay que reconocer que la desconcentración de población y la emergencia de nuevas regiones y metrópolis es un proceso ya en marcha desde los años setenta, precisamente por el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones (Pérez y Santos, 2008). La actual crisis económica también traerá consigo una serie de arreglos económicos y espaciales, mismos que recién comienzan a hacerse visibles, principalmente en lo que toca a la oferta y demanda de vivienda, la recomposición de ciertos subsectores del terciario y la profundización de la relocalización industrial hacia los países asiáticos.

En México, la desconcentración espacial de la población ha ido acompañada de una concentración económica poblacional en zonas metropolitanas, donde aproximadamente 56 por ciento de la población del país para 2010 vivía en alguna de las 56 zonas metropolitanas definidas para este trabajo. Lo que hay que destacar en este sentido, es el ritmo de crecimiento de éstas, donde el número de zonas metropolitanas del país pasó de 37 identificadas para 1990 (por Sobrino, 1993) a 56 (definidas por SEDESOL, CONAPO e INEGI, 2007), incrementando en 19 las zonas metropolitanas del país en un periodo de veinte años, mientras que su población creció a un ritmo de 1.41 por ciento, destaca la ZM de Cancún que tiene el mayor ritmo de crecimiento entre ellas con un tres por ciento, mientras la ZMCM crece a 0.98 por ciento en el mismo periodo, pero esto no le impide ser la modeladora de los flujos migratorios todavía a nivel nacional.

La reconfiguración del patrón de asentamientos en el país se encuentra estrechamente vinculada con la migración interna. Los movimientos de población no únicamente han cambiado en términos de intensidad sino, principalmente, de dirección. Aunque los desplazamientos rural-urbanos siguen siendo parte de la vida cotidiana, los movimientos entre ciudades se han convertido en los más importantes en términos cuantitativos. En los años por venir, a la par que se consolida un nuevo patrón urbano-regional, guiado por la transformación de la base económica regional, la movilidad tenderá a la desconcentración. En este sentido, ciudades emergentes consolidarán su papel como principales receptoras de población. Se espera que la zona metropolitana de la Ciudad de México "estabilice" su balance neto migratorio.

Por otro lado, una de las implicaciones de este cambio en los patrones migratorios podría ser el crecimiento de la brecha que separa a las ciudades de los espacios rurales. Como se ha mostrado en este artículo, las zonas metropolitanas se han visto beneficiadas por la llegada de población, en promedio, mejor calificada. Por otro lado, la población que tiene como destino los espacios rurales presenta menores niveles educativos y suele ocuparse en sectores de baja productividad. Esto lleva a la necesidad de que en próximos estudios se analice el papel que tiene la migración en los patrones de convergencia/divergencia regional en México.

 

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Nota

1 Los autores agradecen el apoyo recibido por la Secretaría de Investigación y Posgrado del Instituto Politécnico Nacional, a través del financiamiento al proyecto Tendencias de la movilidad residencial y cotidiana en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (registro 20120159), para la realización de la investigación de la cual se desprende este artículo. Además, el primer autor agradece todas las facilidades que la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, le otorgó en la realización de su estancia posdoctoral y en la cual la versión definitiva de este texto fue elaborada.

 

Información sobre los autores

Enrique Pérez Campuzano Doctor en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones y Estudios sobre Medio Ambiente y Desarrollo del Instituto Politécnico Nacional. Líneas de investigación: reestructuración urbano-regional en México, migración urbana-urbana, expansión urbana e impactos ambientales, transformación regional y sector servicios, segregación socioespacial urbana y evaluación de políticas públicas ambientales. Publicaciones recientes: Pérez, Enrique, M. Perevochtchikova y S. Avila, 2011, ¿Hacia un manejo sustentable del suelo de conservación del Distrito Federal?; Pérez, E. y M. de la L. Valderrábano, 2011, Medio Ambiente, Sociedad y Políticas Ambientales en el México Contemporáneo; Pérez, Enrique, M. Perevochtchikova y S. Avila, 2011, Suelo de Conservación del Distrito Federal: ¿hacia un manejo sustentable? Dirección electrónica: eperezc@ipn.mx

Clemencia Santos Cerquera Doctora en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Se desempeña como Técnica Académica en el Departamento de Geografía Social del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Líneas de investigación: soportes logísticos de plataforma, reestructuración urbano-regional, migración interna, expansión urbana y medio ambiente y análisis de cambios de uso del suelo a través de imágenes de satélite. Publicaciones: Aguilar, Adrián Guillermo y Clemencia Santos Cerquera, 2011, Guillermo A. Aguilar y Clemencia Santos Cerquera, 2011, "Asentamientos informales y preservación del medio ambiente en la Ciudad de México. Un dilema para la política de uso del suelo", en C., E. Pérez, M. Perevochtchikova y V. S. Avila (coords.), Suelo de Conservación del Distrito Federal ¿hacia una gestión y manejo sustentable? México, Clemencia Santos Cerquera, Rodríguez Gerardo, Ortiz Omar y Enríquez Carlos Adrián, 2011, "Vulnerabilidad de los asentamiento humanos en peligro" en Atlas de peligros naturales o riesgos para la delegación Tlalpan, Distrito Federal, 2011. Dirección electrónica: csantos@igeograf.unam.mx

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