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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.20 no.81 Toluca jul./sep. 2014
Búsqueda de empleo entre jóvenes de acuerdo con su participación y protección laboral en México
Job search among youth according to their labor participation and protection in Mexico
Eunice Vargas Valle y Rodolfo Cruz Piñeiro
El Colegio de la Frontera Norte, México.
Artículo recibido el 13 de junio de 2014
Aprobado el 25 de junio de 2014.
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar la búsqueda de empleo de los jóvenes que tienen trabajo, así como de aquellos que no lo tienen y los factores asociados a esta búsqueda total de empleo en México, enfatizando en la participación laboral de los jóvenes y la protección social de aquéllos que trabajan. Asimismo, se describe la búsqueda total de empleo por regiones de acuerdo con estas características de los buscadores. La fuente de información que se utiliza es la Encuesta Nacional de la Juventud 2010 y se emplea estadística descriptiva y multivariada. Los resultados muestran, por un lado, que las posibilidades de búsqueda de empleo son considerablemente mayores entre los jóvenes con trabajos no protegidos que entre sus contrapartes con protección social. Por otro lado, los varones sin trabajo registran posibilidades de búsqueda de empleo superiores a las de aquéllos con empleos no protegidos, mientras que las mujeres sin trabajo presentan posibilidades similares de búsqueda de empleo a las trabajadoras sin protección social. Por último, existe una mayor búsqueda laboral de los jóvenes varones en las regiones del sur de México, en las cuales hay una baja oferta de empleos protegidos. Estos resultados apoyan la idea de un alto nivel de búsqueda de otro empleo entre los jóvenes insertos en empleos de baja calidad y contribuyen a una mejor comprensión de las demandas de empleo de los jóvenes mexicanos.
Palabras clave: Búsqueda de empleo; jóvenes; inserción laboral; protección social; regiones.
Abstract
The objective of this study was to analyze the search for employment among the youth population with or without a job and its associated factors in Mexico, mainly focusing on youth labor insertion and the social protection of those who work. Other goal of the study was to describe the total proportion of youths in search of a job within regions by these characteristics. The data came from the National Youth Survey 2010 and descriptive and multivariate statistics were used. On the one hand, the odds of searching for employment were considerably higher among unprotected workers than among those with social protection. On the other hand, non-working males registered higher odds of searching for employment than unprotected workers, while non-working males exhibited similar odds of job search than those female workers without social protection. Finally, compared to the national average, the search for employment of young males was higher in the southern regions, which are characterized by a low supply of jobs with social protection. These results support the idea of a high level of job search among young workers in low-quality jobs and contribute to a better understanding of the labor demands of Mexican youth.
Key words: Search for employment; youth; labor insertion; social protection; regions.
Introducción
En los últimos años México ha experimentado una fuerte contracción económica. La recesión económica de 2008, iniciada por una aguda crisis financiera en los Estados Unidos, produjo la caída de las exportaciones, la inversión extranjera, las remesas internacionales y el turismo internacional, entre otros rubros. Estos efectos han tenido consecuencias negativas tanto en el Producto Interno Bruto (PIB) como en el empleo en México (Samaniego, 2009; García y Sánchez, 2012; Mora y Oliveira, 2011).
Las condiciones de empleo de los jóvenes han empeorado con esta crisis. La formalidad del empleo juvenil, que ya se venía debilitando con los procesos de reestructuración productiva y flexibilización laboral, se deterioró aún más. Miles de jóvenes tuvieron que refugiarse en el empleo informal, realizando trabajos en unidades productivas sin registros y/o trabajos sin contratos y sin prestaciones sociales o inventando su propio empleo en el comercio o los servicios bajo condiciones precarias (Mora y Oliveira, 2011; Ramos, 2012). Además, entre 2008 y 2009, las tasas de desocupación1 se incrementaron más entre los jóvenes que entre cualquier otro grupo etario, alcanzando el nivel de diez por cada 100 jóvenes económicamente activos en el grupo de 14 a 19 años (Mora y Oliveira, 2011). Desde entonces, el desempleo juvenil es alto, particularmente entre los varones que viven en las ciudades. Para el primer trimestre de 2011, siete por ciento del total de los varones urbanos de 15 a 24 años se encontraban buscando trabajo, casi el doble de la cifra de cuatro por ciento, estimada para el primer trimestre de 2008 (Arceo y Campos, 2011).
A pesar de que estas cifras son altas, las tasas de desocupación, también llamadas de desempleo,2 por su mismo diseño, sólo captan una parte de la búsqueda total de empleo juvenil, entendiendo por ésta la acción de buscar un empleo y que puede llevarse a cabo entre trabajadores y no trabajadores. La tasa de desocupación, promovida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para facilitar la comparabilidad internacional (Negrete, 2011) sólo capta la búsqueda de empleo de quienes no trabajaron la semana anterior, considerándose trabajo a las actividades económicas que se realizaron por más de una hora. Por consiguiente, los desocupados son un grupo selecto en términos socioeconómicos; un segmento de la población económicamente activa que mientras está buscando empleo puede subsistir sin tener que trabajar (García y Sánchez, 2012). En este sentido, como argumenta Salas (2003), en un contexto de ausencia de seguro de desempleo y elevados niveles de pobreza, la búsqueda de empleo sin tener que trabajar es un "lujo" que sólo puede darse por periodos cortos y que se alterna con salidas y entradas a empleos precarios. Otra parte de los jóvenes que buscan empleo tiene que mantenerse trabajando para poder subsistir.
En este contexto, en este trabajo se indagó cuál es el nivel de búsqueda total de empleo entre la población joven, incluyendo a todos los jóvenes y no sólo a quienes no tienen trabajo y en qué medida, entre los jóvenes que sí trabajan, no contar con contrato y protección social se asocia con esta búsqueda. Se considera que la búsqueda de empleo de quienes trabajan debe tomarse en cuenta como parte fundamental de la presión que están ejerciendo los jóvenes en los mercados laborales contemporáneos. Asimismo, debe identificarse el nivel de protección social de los trabajadores jóvenes que buscan otro empleo, para lograr una aproximación más realista a las estrategias laborales de los jóvenes.
Así, el objetivo de este trabajo es analizar la búsqueda de empleo y los factores asociados a ésta entre la juventud mexicana, haciendo énfasis en la participación laboral de los jóvenes y la desprotección social de aquéllos que trabajan. Asimismo, el trabajo tiene como meta describir el comportamiento diferencial de la búsqueda de empleo en las regiones de México, con el fin de ilustrar el contexto desigual en el que se genera esta búsqueda al interior del país.
Para cumplir tales objetivos, se utilizó la Encuesta Nacional de la Juventud (ENJ-2010). Esta encuesta, además de contener en el cuestionario del hogar la pregunta de desocupación, interroga a todos los jóvenes de 12 a 29 años de manera directa sobre si en la actualidad están buscando trabajar o poner algún negocio, independientemente de su actividad laboral o del número de horas trabajadas. Por lo tanto, se considera valioso explorar los niveles de búsqueda total que arroja la enj-2010 a partir de esta metodología para captar información.
El trabajo incluye los antecedentes teórico-empíricos del estudio. Además, se exponen los detalles de la fuente de datos, las variables de análisis y los métodos del trabajo. También se dan a conocer los resultados del mismo. Se describen los niveles de búsqueda de empleo entre los jóvenes, así como la intensidad de la misma según la inserción laboral y la protección social en el empleo juvenil. Asimismo, se exponen las diferencias regionales en la búsqueda de empleo, de acuerdo con estas últimas características. Finalmente, se analizan a partir de estadística multivariada las asociaciones entre la búsqueda de empleo juvenil y la actividad y la desprotección social en el empleo y se discuten los hallazgos y las implicaciones del estudio.
Crisis y vulnerabilidad social en el empleo juvenil
En América Latina, la apertura económica hacia los mercados externos y la búsqueda de mayor competitividad han ido acompañadas de la crisis en el empleo formal. Esta crisis se manifiesta en la disminución de oportunidades de ocupación en el Estado y en la precarización de las relaciones salariales, que abarca desde la desregulación laboral, pasando por la reestructuración productiva y la flexibilidad laboral, hasta el debilitamiento de los sindicatos (Pérez y Mora, 2004). Una característica de este fenómeno es que el mismo Estado se ha convertido en promotor de la flexibilización; por ejemplo, aprobando, como en el caso de México, nuevas leyes que avalan modalidades flexibles de contratación y de requisitos de despido. Con ello, los pactos corporativos se están debilitando y se está cediendo poder a la empresa para flexibilizar las relaciones laborales.
Estos procesos estructurales de la globalización económica no han beneficiado la inserción laboral juvenil en América Latina. Los jóvenes enfrentan en la actualidad una mayor dificultad para conseguir un trabajo protegido y mantenerlo, por las escasas opciones de empleos que proporcionen una remuneración digna y protección social. Elevadas tasas de desempleo y alta precariedad en el trabajo caracterizan la inserción laboral de hombres y mujeres jóvenes en esta región (OIT, 2009). El problema no sólo radica en que hay más jóvenes en estas condiciones laborales que adultos, sino en que su efecto es más perverso entre los jóvenes. Que los jóvenes no alcancen a posicionarse en un empleo de calidad tiene un efecto negativo en su trayectoria laboral futura, en la integración y cohesión social y en la reproducción de desigualdades socioeconómicas (O'Higgins, 2010).
Existen algunas hipótesis sobre las razones de las dificultades de los jóvenes para insertarse en el mundo laboral en el contexto económico actual. Por ejemplo, entre las razones vinculadas a la oferta, se menciona la preparación inadecuada de los jóvenes para una demanda laboral que enfrenta acelerados cambios económicos y tecnológicos, es decir, la desconexión existente entre la oferta educativa y las exigencias laborales (CEPAL, 2007). Otro argumento sobre la dificultad para conseguir trabajo es la desadaptación entre la oferta y la demanda laboral, principalmente por la falta de información y experiencia de los jóvenes, quienes prueban trabajos de corta duración antes de establecer relaciones laborales más estables (Weller, 2007).
Sin embargo, no debe perderse de vista que los problemas de inserción laboral juvenil son consecuencia de una dinámica más amplia del mercado de trabajo, que abarca el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo, así como las características de los trabajos disponibles para los jóvenes y las fluctuaciones en la demanda laboral. En primer lugar, un gran segmento de los jóvenes sólo puede acceder a empleos en empresas que se caracterizan por abusar de ciertos mecanismos contractuales que no ofrecen protección social y/o por evadir la legislación laboral. Otros jóvenes se insertan en empleos de menor productividad y bajos niveles tecnológicos, lo cual se refleja en sus pobres salarios (Weller, 2007). En segundo lugar, frente a la poca generación de empleo asalariado, los jóvenes realizan actividades económicas por cuenta propia, que en su mayoría requieren baja calificación y se concentran en medios rurales y de marginación socioeconómica (Oliveira, 2006). Por último, a lo anterior debe añadirse que, ante situaciones de gran volatilidad económica, los trabajadores jóvenes, quienes tienen menor antigüedad, experiencia laboral y poder de negociación, son especialmente afectados por la disminución en las contrataciones y el alza en los despidos (Weller, 2007).
De acuerdo con Castel (1997), la globalización de los procesos productivos ha contribuido al aumento de la vulnerabilidad social, especialmente entre los jóvenes. Según este autor, el trabajo tiene el potencial de ubicar al individuo en una zona de integración social y de generar legitimidad y reconocimiento social. Sin embargo, con la falta creciente de empleo y la desestabilización de las protecciones laborales de los asalariados, se ha generado un proceso de vulnerabilidad social. Se están deteriorando los soportes sociales que dan seguridad al individuo ante las eventualidades de la vida.
Castel (1997: 446-447) explica que en este contexto económico la dicotomía integración/exclusión social no es operativa, pues existe un continuum de posiciones entre la zona de integración y la de desafiliación o exclusión social. Por ejemplo, no existe una línea divisoria clara entre los jóvenes desafiliados y los vulnerables, entre los jóvenes con desempleo prolongado y los jóvenes que aunque están trabajando pueden ser despedidos en poco tiempo. En este sentido, el estudio de la búsqueda de trabajo juvenil por nivel de precariedad laboral es esencial para entender la intensidad con la que individuos en distintas posiciones de vulnerabilidad social buscan oportunidades laborales.
Esta situación contemporánea de vulnerabilidad a la vez que produce nuevas desigualdades, se superpone a la acumulación de desigualdades estructurales. Como argumentan Pérez y Mora (2004), las desigualdades históricas en el mercado laboral, de género, edad, etnia y raza, se empalman a las desigualdades propias de la modernidad, como la escolaridad, el entorno de residencia y el carácter formal/informal del empleo, las cuales a su vez se superponen con las nuevas desigualdades, producto de pérdida de centralidad del empleo formal. Estas últimas desigualdades, de acuerdo con la propuesta de Fitoussi y Ronsavallon (1997, cit. por Pérez y Mora, 2004: 38) pueden denominarse dinámicas o intracategoriales, ya que hacen que "...individuos pertenecientes a una misma categoría [de desigualdad estructural] confronten oportunidades distintas con resultados muy disímiles en términos de la obtención de recursos materiales o simbólicos". Si bien la integración a los mercados laborales se dificulta entre los jóvenes que se ubican en hogares con menor capital humano, social y cultural (Weller, 2007) el trasfondo familiar sólo explica una parte de dicho problema. El carácter integrador o excluyente del tipo de ocupación asalariada representa una nueva categoría de acumulación de desventajas.
Junto a los factores estructurales y dinámicas que afectan la inserción laboral de los jóvenes, la disponibilidad y la calidad de los empleos también son afectados por factores coyunturales. En particular, la actual crisis económica mundial ha afectado de manera negativa el desempleo e intensificado los procesos de informalización y desprotección laboral.
A diferencia de las crisis pasadas de 1995 y de 2001-2003, en esta ocasión tanto la contracción de la demanda interna, como la caída del sector externo exportador han repercutido en que el desempleo sea más alto, más profundo y de mayor alcance. En el último bimestre de 2008 desaparecieron alrededor de 413 mil empleos formales y se afectó a siete de los nueve sectores de la actividad económica (Samaniego, 2010). Las tasas de desocupación pasaron de 3.5 por ciento en 2008 a 5.5 en 2009 y desde entonces se han mantenido aproximadamente en cinco por ciento (García y Sánchez, 2012).
Durante estos años de crisis económica también se observó un ligero crecimiento del sector informal y del empleo informal. La Población Económicamente Activa (PEA) ocupada en el sector informal pasó de 27 a 27.9 por ciento entre el cuarto trimestre de 2008 y el de 2012 (INEGI, 2013). Asimismo, el empleo informal se elevó de 58.2 a 60.2 por ciento de la pea ocupada entre el cuarto trimestre de 2008 y el de 2011 (Ramos, 2012). No obstante, éste tampoco creció lo suficiente como para absorber la demanda de puestos laborales. El empleo informal ha sido el refugio de la gente que no encuentra trabajo y ha permitido la supervivencia de la población económicamente activa más desfavorecida; sin embargo, ha empezado a dar signos de agotamiento o saturación (Samaniego, 2010).
El empleo de la población joven fue fuertemente afectado por la crisis económica de 2008. Los jóvenes fueron el grupo etario con mayor dificultad para colocarse en un trabajo y su inserción en el empleo informal también se incrementó a raíz de la crisis (Samaniego y Murayama, 2012). Las tasas de desocupación juvenil se elevaron (Mora y Oliveira, 2011). Entre el segundo trimestre de 2008 y el de 2009, los hombres desocupados de 14 a 19 años pasaron de 6.3 a 9.7 por ciento y las mujeres desocupadas de 8.2 a 10.4 por ciento.3 Por su parte, en el grupo de edad 20-29 años, el desempleo de los varones pasó de cinco a 7.7 por ciento y el de las mujeres de 6.8 a 8.3 por ciento. Además, Mora y Oliveira (2011) estiman que en este mismo periodo, entre la población mexicana, el mayor incremento en el empleo en el sector informal ocurrió entre las mujeres adolescentes, mientras que el alza de la desprotección laboral se registró principalmente en varones jóvenes.
Algunos autores han observado el impacto diferencial de la crisis en los mercados laborales al interior de México (Samaniego, 2009; García, 2010; García y Sánchez, 2012; Mora y Oliveira, 2011). En contraste con la crisis de 1994, la de 2008, al originarse en los Estados Unidos, se debió a factores supranacionales, por lo tanto, tuvo mayor repercusión en los mercados laborales más dependientes de la demanda externa de exportaciones. Así, los mercados más afectados fueron aquellos donde la ocupación en la manufactura era mayor, así como el empleo formal en grandes y medianas empresas (García y Sánchez, 2012).
Este comportamiento diferencial del impacto de la crisis por contexto laboral también se observó entre los adolescentes. En este segmento de la población, el incremento del desempleo y la desprotección laboral fue mayor en entidades con muy alto grado de asalarización (Mora y Oliveira, 2011), entre las que se ubican la mayoría de los estados del norte del país y Aguascalientes. Coahuila fue la entidad que presentó mayor incremento en desprotección laboral en los varones adolescentes y obtuvo el segundo lugar en el mismo indicador en las mujeres adolescentes. El empleo de los adolescentes en el sector informal se redujo en estas entidades, excepto en Baja California (tanto en hombres como en mujeres adolescentes) lo cual concuerda con el argumento de la saturación del sector informal en algunos contextos laborales.
En contraste, en las entidades con un nivel alto de asalarización, el sector informal se ensanchó a la vez que se acrecentaron el desempleo y la desprotección laboral entre los adolescentes en la mayoría de las entidades (Mora y Oliveira, 2011). El Distrito Federal tuvo el mayor incremento de varones adolescentes laborando en el sector informal y Durango el de mujeres adolescentes en este sector. El caso de Quintana Roo merece atención, pues registró aumentos notables en desempleo, inserción en el sector informal y en desprotección laboral, a consecuencia de la caída del turismo internacional. En el nivel de alta asalarización se clasificaron también dos entidades norteñas: Tamaulipas y Sonora. Tamaulipas obtuvo el primer lugar a nivel nacional en incremento del desempleo entre los varones adolescentes y Sonora obtuvo el segundo lugar entre los adolescentes de ambos sexos.
En el otro extremo, la crisis tuvo un efecto menor en las entidades de muy bajo nivel de asalarización como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, donde hay niveles de desarrollo económico y social muy bajos (Mora y Oliveira, 2011). En este contexto, ante la falta de oferta de empleos formales, las poblaciones jóvenes han recurrido a la emigración interna e internacional, a la inserción laboral en empleos no protegidos y a la creación de autoempleo de subsistencia, el cual se ha ajustado históricamente a las crisis económicas. Por ello, en estas entidades, las tasas de desprotección laboral antes de la crisis eran muy altas y las de desempleo eran muy bajas.
En resumen, las altas tasas de desempleo, la desestabilización de la seguridad laboral y la falta de protección social vinculadas a la globalización económica expusieron a los jóvenes a situaciones de vulnerabilidad social, que se empalmaron a las condiciones históricas y modernas de desigualdad socioeconómica. Con el avance de los procesos globalizantes, el alza del desempleo y la desprotección laboral entre los jóvenes caracterizaron a las zonas de alta asalarización a la vez que perduraron elevadas tasas de trabajadores no protegidos en las zonas de bajo desarrollo socioeconómico. Finalmente, con la crisis económica, el empleo formal se contrajo y se desestabilizó aún más en las zonas de alta asalarización, lo que empeoró la situación del empleo juvenil en México.
En este contexto de globalización y crisis, cabe preguntar ¿cuántos jóvenes están buscando trabajo en total? ¿cuántos de ellos se encuentran trabajando? ¿cuántos de ellos tienen un empleo protegido? ¿existe un diferencial en la intensidad de la búsqueda de estos tipos de trabajadores (más allá de las propias diferencias que originan los hogares de pertenencia y las áreas de residencia)? Se parte de la idea de que los jóvenes no son agentes pasivos ante los procesos estructurales y de coyuntura de los mercados laborales, sino que demandan activamente oportunidades laborales que les permitan satisfacer sus necesidades materiales y simbólicas. Por ello, se plantea que a mayor vulnerabilidad en este sentido (desprotección social y ausencia de integración laboral en el extremo) será mayor la búsqueda de empleo entre los jóvenes.
Metodología
Con el fin de alcanzar los objetivos planteados en este trabajo se utilizó la Encuesta Nacional de la Juventud 2010 (IMJUVE y CRIM-UNAM, 2010). La ENJ-2010 es una encuesta transversal que tiene la ventaja de incluir una serie de preguntas sobre el primer trabajo, el empleo actual y la búsqueda de empleo de los jóvenes, además de contener variables demográficas, socioeconómicas y de salud, de expectativas y participación social de los jóvenes.
La ENJ-2010 comprende 29 787 cuestionarios aplicados a jóvenes de 12 a 29 años de edad. La muestra con la que se trabaja en este documento se compone de 27 920 casos con entrevista completa e información en las variables de interés. La ENJ-2010 cuenta con un diseño muestral probabilístico, polietápico, estratificado y por conglomerados. La muestra incluyó a un joven por hogar. El criterio de selección del hogar del joven se basó en el tamaño del municipio y cuidó la representatividad estadística de la encuesta a nivel nacional, por entidad federativa y para seis zonas metropolitanas de México.
Para la variable dependiente sobre búsqueda de empleo se utilizó la pregunta del cuestionario del joven "¿Actualmente estás buscando trabajo o tratando de poner tu propio negocio?", la cual toma en cuenta la declaración de todos los jóvenes, no sólo de aquéllos que no trabajaron la semana anterior. Esta pregunta se cruzó con la pregunta "Y durante la semana pasada, ¿trabajaste por lo menos una hora?" para distinguir la búsqueda de empleo con trabajo de aquella sin trabajo. Es decir, con esta pregunta se distingue a los jóvenes que teniendo un trabajo están buscando cambiar de empleo o un empleo adicional. Para la estimación de los niveles de búsqueda de empleo se usó como denominador el total de los jóvenes.
Cabe aclarar que las preguntas de búsqueda de empleo en la ENJ-2010 y Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) son diferentes y por esta razón pueden arrojar estadísticas distintas.4 En el cuestionario del hogar de la ENJ-2010 se incluye la pregunta de búsqueda de empleo para quienes no trabajaron ni una hora la semana anterior, pero no se pregunta si además intentaron poner un negocio o si buscaron trabajo en el extranjero, como en la ENOE. En la ENJ-2010 también se incluye en el cuestionario del joven la pregunta sobre búsqueda de empleo o intención de poner un negocio que se describió en el párrafo anterior. Esta es la pregunta que se usa en el presente análisis. La pregunta no se tiene en la ENOE, donde la información de búsqueda de empleo de los trabajadores se capta mediante una pregunta de búsqueda de otro empleo para quienes trabajaron al menos una hora en los tres meses anteriores (INEGI, 2005).
Enseguida se definen las variables independientes utilizadas en el análisis estadístico. La variable explicativa resultó de la combinación de la inserción laboral del joven y el grado de protección social en el empleo. Se crearon tres categorías entre los trabajadores subordinados (trabajador o jornalero): los protegidos fueron aquéllos con contrato laboral escrito, servicio médico y otras prestaciones; los parcialmente o "algo" protegidos fueron quienes contaban con alguno de los anteriores y los no protegidos fueron los que no cumplieron con ninguna de estas tres condiciones. A estos trabajadores no protegidos se añadieron los trabajadores familiares no remunerados, ya que éstos no gozan de seguridad social y forman parte del empleo informal de acuerdo con lo que se conoce como la matriz de Hussmanns (Samaniego y Murayama, 2012).
Además, se crearon otras tres categorías en la variable de actividad laboral, una con los trabajadores por cuenta propia, otra con los patrones y una más con los jóvenes sin trabajo. A partir de la ENJ-2010 no se pudo determinar con precisión si los negocios de los trabajadores por cuenta propia y de los patrones eran informales y se optó por analizarlos por separado.5 Como se conoce que gran parte de los trabajadores por cuenta propia (85 por ciento) y de los empleadores (42 por ciento) trabajan en el sector de la economía informal en México (Samaniego y Murayama, 2012), se intuyó que estos grupos tendrían una búsqueda de empleo más alta que los trabajadores protegidos, pero menor a la de los no protegidos.6 Finalmente, respecto a los jóvenes sin trabajo, se supuso que su búsqueda de empleo sería mayor que la de los jóvenes trabajadores, una vez considerados la actividad educativa y el contexto socioeconómico y geográfico de los jóvenes.
El análisis estadístico incluyó diversas variables demográficas. Se tomó en cuenta el sexo y la edad. Se asumió que se encontrarían patrones de niveles de búsqueda por edad y sexo similares a los del desempleo abierto, es decir, que la búsqueda sería mayor entre hombres de edades intermedias (Arceo y Campos, 2011). Los jóvenes fueron separados en tres grupos etarios: los adolescentes que no han alcanzado la mayoría de edad y tienen una mayor dependencia económica (12-17 años),7 los jóvenes en edad de haber concluido la educación media superior y donde se registra mayor desocupación en los varones (18-23 años) y los jóvenes que han trascendido la edad normativa de formación educativa y presentan mayor participación laboral (24-29 años).
También se incluyeron variables de migración del joven. En primer lugar, se construyó la variable de migración interna reciente (entre 2009 y 2010), suponiendo que como gran parte de la migración se hace con fines laborales, los jóvenes migrantes internos tienen mayor probabilidad de encontrarse en búsqueda de empleo (Rodríguez y Busso, 2009). En segundo lugar, se consideró que la inclusión de la migración internacional entre 2005 y 2010 era importante. Fueron identificados los jóvenes que buscaron trabajo en Estados Unidos en este periodo y regresaron a México. Se consideró que esta era una población con altas probabilidades de demandar un trabajo, al haber interrumpido su trayectoria laboral en México y en Estados Unidos, perdido redes laborales y haber tenido en ambos mercados poco tiempo para acumular capital humano y económico (Gitter et al., 2008).
Las variables socioeconómicas utilizadas en el análisis de la búsqueda de empleo fueron la asistencia escolar, la escolaridad, el tipo de hogar, el número de miembros en el hogar, el tamaño de la localidad y la región de residencia. En cuanto a las variables de educación, la asistencia escolar se construyó de forma dicotómica y se esperó que los jóvenes integrados al sistema escolar tuvieran una más baja búsqueda de empleo que quienes se encontraban fuera de la escuela. La variable de escolaridad se clasificó de forma categórica por niveles: sin secundaria terminada (0-8 años), con secundaria terminada (nueve años), con preparatoria incompleta (10-11 años), con preparatoria completa (12 años) y al menos algún grado universitario (13 años o más). Se sabe que los jóvenes con escolaridad básica que no trabajan tienen menores probabilidades de estar buscando trabajo que aquellos más educados, puesto que podrían haberse "ajustado" mejor a la crisis económica reciente en México (García y Sánchez, 2012). Sin embargo, se desconoce cuál sería la asociación con el nivel de estudios si se contempla también a los buscadores que trabajan.
La corresidencia con los padres y el número de miembros en el hogar se incluyeron como indicadores de las necesidades económicas que pudieran orillar a la búsqueda de empleo. Se supuso que vivir con sólo uno de los padres o sin los padres o con parientes se asociaría a una mayor búsqueda de empleo, en comparación con vivir con ambos padres, porque el joven tendría menos recursos socioeconómicos. En cambio, los que se encontraban viviendo con el cónyuge (sin padres) o vivían solos, tendrían menor probabilidad de estar en esta búsqueda, pues se ha encontrado en estudios de desempleo que ésta disminuye cuando la persona es jefe de hogar (Salas, 2003). En cuanto a los miembros del hogar, se esperó que a mayor número de miembros la necesidad de buscar empleo fuera mayor.
Las variables del contexto de residencia fueron el tamaño de la localidad y la región. Por un lado, se usó una variable dicotómica indicando la residencia urbana, en localidades de más de 15 mil habitantes, versus la residencia rural, en localidades con menor o igual a este número de habitantes. Se supuso que los jóvenes en sectores rurales tendrían menores niveles de búsqueda, ya que ante la falta de empleos las poblaciones rurales recurren a otras estrategias de inserción laboral como la migración o se dedican a la economía de subsistencia (Negrete, 2011). Por otro lado, para definir las regiones de residencia, se usó la clasificación clásica de Unikel et al. (1976).8 Esta regionalización permitió una aproximación a las desigualdades estructurales en los contextos socioeconómicos y laborales de los jóvenes, planteando que la búsqueda de empleo no sólo sería alta en las regiones donde se ha contraído el empleo formal, sino también donde la protección social en el empleo es baja.
El análisis estadístico incluyó análisis descriptivo y multivariado. Como parte del análisis descriptivo se estimaron los niveles de búsqueda de empleo que arroja la ENJ-2010, de acuerdo con distintos conceptos de búsqueda: búsqueda sin trabajo y búsqueda total. En segundo lugar, se estimaron los niveles de búsqueda y las condiciones laborales de los jóvenes ocupados por condición de empleo y protección laboral. En tercer lugar, se ilustraron las diferencias regionales en la búsqueda de empleo según estas últimas características. En cada uno de estos procesamientos se utilizaron los ponderadores de la muestra.
En el análisis multivariado, se analizaron los factores asociados a la búsqueda de empleo mediante el modelo de regresión logística. El logaritmo de las posibilidades (momios) de estar buscando trabajo se modeló en función de las variables independientes antes descritas. El modelo logístico se aplicó a todos los jóvenes de la muestra, separando a hombres y mujeres. Para el procesamiento de la información, se utilizó el paquete estadístico Stata/SE 11.1.
Niveles de búsqueda de empleo juvenil
La medición de la búsqueda de empleo es un problema añejo de la estadística laboral. Como se observa en la Gráfica 1, existen marcadas diferencias en los niveles de búsqueda dependiendo de las aproximaciones conceptuales. ¿Cuántos buscan trabajo? A partir de la 2010, de acuerdo con la pregunta directa de búsqueda de empleo o intento de poner un negocio, el porcentaje de jóvenes que respondieron afirmativamente y a la vez se encontraban sin trabajo fue 8.4 por ciento de los varones y 11 por ciento de las mujeres, lo que corresponde en conjunto a 3 559 443 jóvenes entre los aproximadamente 36 millones de jóvenes mexicanos.
Sin embargo, cuando se parte de un concepto más amplio de búsqueda de empleo los niveles son más altos. Si se añade a estos jóvenes sin trabajo a los que trabajan, el porcentaje de buscadores de empleo varones asciende a 16.7 por ciento y el de buscadoras a 15.6 por ciento. Estos buscadores constituyen 5 820 799 jóvenes; es decir, se duplica el porcentaje de jóvenes varones que buscan trabajo y el de mujeres se incrementa 40 por ciento. Aproximadamente 2 millones 260 mil jóvenes buscan trabajo mientras trabajan. Esto indica que existe un enorme grupo de jóvenes trabajadores en busca de cambiar de empleo o de otro empleo y que las cifras de búsqueda de empleo sin trabajo sólo captan entre 50 y 60 por ciento de la demanda de oportunidades laborales entre los jóvenes.
En cuanto a las diferencias etarias en los niveles de búsqueda total de empleo (jóvenes sin trabajo y con trabajo en conjunto), hasta los 14 años las frecuencias de búsqueda de empleo son muy bajas, pero a los 15 años ya diez por ciento de las mujeres y 13 por ciento de los hombres reportan estar buscando trabajo (Gráfica 1). Las mujeres alcanzan el punto máximo a los 20 años, cuando 25 por ciento busca trabajo, para luego descender entre los 21 y 29 años y registrar un nivel promedio de búsqueda de empleo por debajo del de los hombres. En contraste, los hombres alcanzan el nivel máximo de búsqueda de trabajo a los 21 años, cuando 25 por ciento de los hombres busca trabajo y este nivel desciende hasta mantenerse alrededor de 20 por ciento en la mayoría de las edades subsecuentes. Así, en 2010 los niveles de búsqueda de empleo fueron mayores entre los hombres durante la mayor parte de la juventud que entre las mujeres.
Frente a la gran diferencia en los niveles de búsqueda de empleo sin trabajo y total, surge la pregunta sobre si la tendencia reciente de estos indicadores siguió el patrón a la alza del desempleo abierto documentado en otros estudios (Arceo y Campos, 2011; García y Sánchez, 2012). Desafortunadamente las encuestas nacionales de la juventud 2000 y 2005 no permiten la comparación directa con la ENJ-2010. En 2000 y 2005 no se aplicó la pregunta a toda la población joven y la pregunta varió de encuesta a encuesta. En 2000 y 2005 la pregunta sólo mencionó la búsqueda de trabajo, mientras que en 2010 la pregunta incluyó, además de la búsqueda de trabajo, el intento de poner un negocio.9
Características laborales y búsqueda de empleo de los jóvenes de acuerdo con la desprotección social en el empleo
A partir de la ENJ-2010 se estima que en promedio, 49.6 por ciento de los varones de 12 a 29 años y 71.2 por ciento de las mujeres de este grupo de edad se encuentran sin trabajo. Además, la inserción laboral de los jóvenes se lleva a cabo de forma precaria (Cuadro 1).
Muy pocos jóvenes cuentan con empleos que les ofrecen contratos laborales y protección social (Cuadro 1). Entre los jóvenes que trabajan, 21.2 por ciento de los jóvenes y 18 por ciento de las jóvenes tienen un empleo protegido. En contraste, 39 por ciento de los jóvenes y 36.6 por ciento de las jóvenes que trabajan tienen un empleo no protegido y 25.5 y 30.7 por ciento de manera correspondiente tienen un trabajo parcialmente protegido. Además, 11.3 por ciento de los trabajadores y 12.2 por ciento de las trabajadoras jóvenes tienen empleos por cuenta propia y 2.9 por ciento de los trabajadores y 2.5 por ciento de las trabajadoras jóvenes son patrones. Por tanto, si se une en una categoría a los trabajadores no protegidos, a los parcialmente protegidos y a los trabajadores por cuenta propia (quienes laboran en su mayoría en la informalidad, Samaniego y Murayama, 2012) alrededor de 75.9 de los jóvenes y 79.5 por ciento de las jóvenes tienen empleos sin contratos ni protección social en México.
En el Cuadro 2 se incluyen algunas características de los trabajadores de acuerdo con el nivel de protección laboral. Se observa que este nivel se asocia positivamente a condiciones laborales más favorables: un mayor ingreso, un mayor número de horas trabajadas en la semana anterior y una más elevada satisfacción con el empleo. Por su parte, los trabajadores por cuenta propia se encuentran en una posición intermedia entre los no protegidos y los parcialmente protegidos, en los valores de estas variables.
Por último, el ingreso, el número de horas trabajadas y la satisfacción con el empleo de los patrones fueron ligeramente inferiores a los de los empleados protegidos. Aunque no se conoce el tipo de contrato que tienen los empleados protegidos, tener un contrato y protección social en el empleo se vincula a mejores condiciones laborales.
La distribución de los distintos tipos de trabajadores por rama de actividad, permite apreciar que los empleados protegidos se concentran en la industria y algunos tipos de servicios como los sociales y de gobierno, el comercio, los profesionales y los financieros. Sin embargo, conforme disminuye el grado de protección laboral aumenta la concentración de los trabajadores en el comercio, quienes forman una tercera parte de los trabajadores no protegidos. Otras ramas con una representación alta de trabajadores no protegidos son la agricultura y los servicios personales o del hogar.
En el empleo parcialmente protegido sobresalen, además de los trabajadores en el comercio, los trabajadores en la industria y los servicios profesionales y financieros, lo cual coincide con la tendencia hacia la flexibilización de las relaciones laborales en estas ramas. Por su parte, los trabajadores por cuenta propia presentan una distribución por rama de actividad parecida a la de los empleados no protegidos, sólo que se concentran más en el comercio y los servicios personales o del hogar y menos en la agricultura. Finalmente, los patrones también se aglutinan en el comercio y los servicios personales y en tercer lugar, en la industria.
En la Gráfica 2, finalmente se ilustran los diferenciales de estar buscando empleo o tratando de poner un negocio de acuerdo con la protección social de los trabajadores por sexo. Tal como se esperaba, la búsqueda total de trabajo se asoció negativamente a la protección social en el empleo. Entre los varones, no tener un empleo protegido elevó al doble la búsqueda de empleo. Sólo ocho por ciento de los varones con empleo protegido se encontraban buscando trabajo, en comparación con 17.3 y 18.1 por ciento de los varones con empleo parcialmente protegido y no protegido, respectivamente. En las mujeres, la búsqueda de empleo se incrementó casi linealmente con el nivel de desprotección social: 5.8 por ciento de las mujeres con empleo protegido buscaban trabajo, 14 por ciento de aquellas con empleo parcialmente protegido y 21 por ciento de aquellas con empleo no protegido.
Respecto al nivel de búsqueda de los trabajadores no subordinados (Gráfica 2), el porcentaje de trabajadores por cuenta propia que estaban buscando trabajo o tratando de poner un negocio fue similar al de los trabajadores no protegidos. Esto coincide con la alta concentración de trabajadores por cuenta propia en el sector informal de la economía mexicana.
En cuanto a la búsqueda de empleo de los patrones, un quinto de los jóvenes patrones reportaron estar en esta búsqueda. A pesar de tener una alta satisfacción con el trabajo y un nivel de ingresos superior a los de los trabajadores parcialmente protegidos (Cuadro 2), la búsqueda de empleo de los patrones fue muy alta. En contraste, la búsqueda de empleo de las mujeres empleadoras fue baja, se colocó sólo por encima de aquellas con empleo protegido.
Diferencias regionales en los jóvenes buscadores de acuerdo con la desprotección social en empleo
Existen marcados diferenciales regionales en la distribución de los jóvenes trabajadores de acuerdo con el nivel de protección laboral. Como se observa en la Gráfica 3, sólo alrededor de un quinto de los trabajadores jóvenes tiene un trabajo asalariado protegido a nivel nacional. Esta cifra es aún menor en la región Pacífico Sur y es mayor en las regiones del norte de México: Noroeste, Norte Centro y Noreste. Esta regionalización de la desprotección laboral refleja una marcada diferenciación norte-sur, con niveles muy bajos de oferta de empleo formal en las regiones del sur, las cuales se distinguen por su bajo desarrollo socioeconómico, con algunas excepciones.
Aunque las entidades con mayor empleo formal han sido las más afectadas por el alza del desempleo abierto (García y Sánchez, 2012; Mora y Oliveira 2011), las frecuencias de búsqueda total de empleo (incluyendo desempleados activos y activos laboralmente) por región no siguen este patrón. La búsqueda total de empleo sigue un patrón mixto, en el que puede compensarse una baja búsqueda de empleo sin trabajo con una alta búsqueda mientras se trabaja, especialmente sin protección social.
Entre los jóvenes varones, dos regiones del sur tienen un nivel de búsqueda total de empleo por encima del promedio nacional, el Pacífico Sur y la península de Yucatán (Gráfica 4). Contrariamente a las estadísticas de desocupación laboral juvenil, que sitúan a las entidades del Pacífico Sur entre las más bajas en desocupación (Mora y Oliveira, 2011), los resultados señalan que en total el Pacífico Sur es la región que concentra la mayor proporción de jóvenes varones en busca de un empleo, ya que los trabajadores no protegidos tienen una muy alta representación en esta búsqueda.
Esto indica que cuando en contextos de mayores niveles de pobreza se usa la tasa de desocupación para medir la búsqueda de empleo, se capta una proporción mucho menor de búsqueda global. Por su parte, en la región de Yucatán, una alta búsqueda de los trabajadores protegidos, en comparación con el resto de las regiones, se combina con proporciones moderadas de buscadores sin trabajo y buscadores con trabajos no protegidos.
No obstante, no sólo estas dos regiones del sur registran altos niveles de búsqueda total de empleo entre los jóvenes varones, sino también el Noreste y la Zona Metropolitana (Gráfica 4). Estas regiones tienen los niveles más altos de buscadores de empleo sin trabajo, combinados con porcentajes moderados de buscadores de empleo que trabajan, con y sin protección laboral. Este panorama es particularmente grave, ya que estas son las dos regiones de mayor desarrollo económico y tan sólo la zona central o Metropolitana concentra alrededor de 30 por ciento de los jóvenes mexicanos (ver Cuadro 3). En cuanto a las demás regiones, Centro Norte y Golfo se ubican cerca del promedio nacional. Por último, Occidente, Norte Centro y Noroeste son las regiones que presentan menores niveles de búsqueda total de empleo, las dos últimas con porcentajes bajos de buscadores de empleo que trabajan.
Es importante recordar que de haberse ocultado la información de los jóvenes varones que trabajan, el nivel de búsqueda global de empleo se habría reducido 50 por ciento. Además, las regiones con mayores niveles de búsqueda (en orden de importancia) habrían sido otras: el Noreste, el Norte Centro y el Centro Norte, donde se localizan las entidades con mayor desempleo abierto entre los adolescentes como Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila, Aguascalientes y Querétaro (Mora y Oliveira, 2011).
La Gráfica 5 ilustra los niveles de búsqueda de las mujeres jóvenes por región, actividad laboral y desprotección social en el empleo. En general, entre las mujeres el nivel de búsqueda de empleo sin tener trabajo es mayor que entre los hombres. Las regiones donde las jóvenes presentan mayores niveles de búsqueda son el Noreste, la península de Yucatán y la Zona Metropolitana, donde se ubican Nuevo León, Quintana Roo y el Distrito Federal, respectivamente, entidades de alto o muy alto nivel de asalarización. Mientras las jóvenes del Noreste presentan un nivel de búsqueda de empleo sin trabajo muy alto, en las otras dos regiones una menor búsqueda en este tipo de jóvenes se compensa con una alta búsqueda de las jóvenes que trabajan sin prestaciones sociales. A estas regiones le sigue el Pacífico Sur que presenta, al igual que la Zona Metropolitana, un porcentaje alto de búsqueda de empleo entre mujeres con empleo no protegido. El resto de las regiones se ubica por debajo de la media nacional. La región que presenta la intensidad más baja de búsqueda de empleo entre las mujeres jóvenes es el Noroeste.
Factores asociados a la búsqueda total de empleo
De acuerdo con el análisis estadístico descriptivo, el nivel de búsqueda total de empleo varía según la inserción laboral y la protección social en el empleo tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, la significancia y magnitud de estos diferenciales pueden deberse a las características personales, del hogar o de los contextos de residencia de los jóvenes que trabajan y no necesariamente a la precariedad de sus trabajos. Por ello, es indispensable el análisis estadístico multivariado de la asociación entre la búsqueda de empleo y la variable de inserción laboral y protección en el empleo.
En el Cuadro 3 se presenta la distribución de la muestra de acuerdo con la búsqueda total de empleo según las variables independientes que fueron incluidas en el análisis multivariado. Se observa que en ambos sexos los buscadores de empleo, respecto a los no buscadores, son de mayor edad, tienen una menor inserción escolar, una mayor escolaridad y tienden a vivir más en hogares monoparentales, en áreas urbanas y en el Noreste, zona Metropolitana, península de Yucatán y Pacífico Sur (sólo entre los varones). Además, entre las mujeres jóvenes que buscaron empleo se encontraron más migrantes internas recientes, en comparación con las no buscadoras. En cambio, entre los hombres se hallan más migrantes internacionales recientes entre los buscadores de empleo que entre los no buscadores.
En el análisis multivariado, la búsqueda total de empleo registró una asociación estadísticamente significativa y positiva con el grado de desprotección social (Cuadro 4). Entre los jóvenes varones, los momios de estar buscando trabajo de aquellos con empleos parcialmente protegidos fueron 2.62 veces mayores y entre aquellos con trabajos no protegidos 3.19 veces mayores, respecto a los momios de los trabajadores con protección social. Tal como se observa en el análisis descriptivo, los varones trabajadores por cuenta propia presentaron un nivel de búsqueda de empleo muy parecido al de los trabajadores parcialmente protegidos. En cambio, los patrones registraron momios de búsqueda de empleo sólo 2.15 veces mayores a los de quienes tienen un trabajo protegido. Por último, los jóvenes varones sin trabajo registraron momios 5.57 veces mayores de buscar trabajo que aquéllos con empleo protegido. Esto confirma que los varones que no están integrados al mundo laboral demandan en mayor medida oportunidades laborales.
Entre las mujeres, al igual que entre los varones, el análisis multivariado permite concluir que a mayor desprotección laboral mayor búsqueda de empleo (Cuadro 4). Los momios de buscar empleo de las mujeres con trabajos parcialmente protegidos fueron 2.28 veces mayores y los de las mujeres con trabajos no protegidos 3.85 veces más altos respecto a los momios de las mujeres con trabajos protegidos. En cuanto a las mujeres trabajadoras no subordinadas, las trabajadoras por cuenta propia presentaron una posibilidad 3.5 veces mayor de estar buscando empleo que las que cuentan con empleos protegidos y las patronas no registraron diferencias estadísticamente significativas, respecto a la misma categoría de referencia.
Por último, las mujeres sin trabajo presentaron momios de estar buscando trabajo casi cuatro veces superiores a los de las mujeres con empleos protegidos. Llama la atención que las diferencias entre estos dos grupos fueron considerablemente menores que entre los hombres. Esto podría vincularse al hecho de que un segmento de la población joven femenina que no trabaja tiene proyectos de vida diferentes a la inserción laboral o se resigna a no trabajar en la etapa de formación familiar ante la falta de infraestructura social que facilite el cuidado de los hijos.
Las variables independientes presentaron algunas variaciones a las tendencias observadas en el análisis descriptivo. A pesar de que en la Gráfica 1 se observa una caída en la búsqueda de empleo de los hombres en la juventud tardía, en el análisis multivariado esto no se cumple. A partir del grupo de edad 18-23 años, se elevan 50 por ciento las posibilidades de estar buscando empleo respecto al grupo de 12-17 años y permanecen altas en las edades subsecuentes. En contraste, entre las mujeres, la búsqueda de empleo es 50 por ciento mayor en el grupo de edad 18-23, en comparación con el mismo grupo de edad de referencia, pero el incremento se reduce a 21 por ciento en el siguiente grupo de edad.
Las asociaciones de las variables de migración con la búsqueda de empleo fueron muy interesantes. La migración internacional reciente sólo fue significativa entre los jóvenes varones.10 Como se esperaba, los momios de buscar empleo de los jóvenes varones que buscaron trabajo en Estados Unidos y regresaron a México en el periodo 2005-2010 fueron 82 por ciento mayores a los de quienes no migraron. Estas demandas laborales tienen especial importancia en el contexto migratorio de esta época, en el que la emigración a Estados Unidos, que era una importante válvula de escape de los mercados laborales en México, se ha reducido (Samaniego, 2010) y la migración de retorno de Estados Unidos se ha incrementado (Masferrer y Roberts, 2012).
Entre las mujeres jóvenes, la migración interna tuvo una asociación positiva y significativa con la búsqueda de empleo. Contrario a la migración internacional, la migración interna sólo fue significativa en el modelo de las mujeres. Las mujeres migrantes internas tuvieron momios 34 por ciento mayores de buscar trabajo que sus contrapartes no migrantes. Por un lado, las migrantes internas pueden estar seleccionadas al movilizarse con la intención de buscar un trabajo. Por otro lado, es posible que las mujeres migrantes estén teniendo mayores dificultades para encontrar un empleo que los hombres migrantes, por el contexto de contracción económica vigente.
En cuanto a las variables de educación, la asistencia escolar y la escolaridad alcanzada fueron estadísticamente significativas en el modelo de la búsqueda de empleo. Los jóvenes que estudiaban tuvieron momios menores de estar buscando trabajo respecto a los que no estudiaban. Por su parte, tener una escolaridad mayor a la básica se asoció directamente a la búsqueda de empleo. Los menos educados tuvieron menores momios de estar buscando trabajo. Entre los hombres jóvenes, la búsqueda de empleo fue mayor entre aquellos con 10-11 años de escolaridad, es decir, con preparatoria incompleta. En contraste, entre las mujeres jóvenes, la búsqueda de empleo fue mayor entre aquéllas con estudios profesionales, indicando la dificultad que éstas tienen para insertarse en un empleo acorde con sus perfiles y expectativas.
Las razones de las posibilidades de búsqueda total de empleo juvenil según las variables del hogar reflejan el papel crucial que los jóvenes juegan como apoyo económico de sus hogares, especialmente los varones. Por un lado, entre los jóvenes, a mayor número de miembros en el hogar, la búsqueda total de empleo se incrementó. Por otro lado, entre los varones, los momios de buscar empleo fueron mayores al co-residir con alguno de los padres o con parientes, respecto a vivir con ambos padres. Como se esperaba, tanto en hombres como en mujeres la búsqueda de empleo fue menor cuando el joven era el jefe de hogar o su cónyuge. Esto indica que la búsqueda de trabajo es menos probable que se lleve a cabo entre los jóvenes que tienen independencia residencial, en comparación con quienes tienen el apoyo socioeconómico de ambos padres.
Finalmente, las variables del contexto de residencia también resultaron estadísticamente significativas en el modelo de la búsqueda de trabajo. Por un lado, al igual que la desocupación (Negrete, 2011), la búsqueda total de empleo entre los jóvenes es un fenómeno más urbano que rural. Por otro lado, los diferenciales en la búsqueda de empleo juvenil a nivel regional perduraron sólo entre los varones.11 Los jóvenes varones del Noroeste, Norte Centro y Centro Norte tuvieron momios de búsqueda de empleo menores que los jóvenes de la región Metropolitana. En contraste, los jóvenes del sur (regiones Golfo, Pacífico Sur y Yucatán) presentaron momios más altos de estar buscando empleo que aquellos de la región Metropolitana. Así, la búsqueda total de empleo de los jóvenes varones fue mayor en áreas de menor desarrollo socioeconómico y, por lo tanto, mayor vulnerabilidad social y escasas oportunidades laborales dentro la formalidad, contrario a la concentración del desempleo abierto en áreas de mayor asalarización (Mora y Oliveira, 2011). 12
Conclusiones
El objetivo de este estudio fue analizar la intensidad de la búsqueda total de empleo y los factores asociados a ésta entre la juventud mexicana a partir de la ENJ-2010. Se priorizó el análisis de la asociación de la búsqueda total de empleo con la inserción laboral y la desprotección social de los jóvenes trabajadores. Se partió de la perspectiva sociológica del trabajo como medio fundamental de integración social de los jóvenes. La hipótesis que se intentó probar fue que la búsqueda de empleo juvenil se asocia a las distintas posiciones de vulnerabilidad social que el joven ocupa en el área laboral, siendo mayor la búsqueda a mayor vulnerabilidad social. Así, se esperaba una mayor búsqueda en los jóvenes ante la desprotección social en el empleo y una búsqueda aún mayor entre quienes no están integrados al mundo laboral.
Uno de los principales hallazgos es que efectivamente tanto estar sin trabajo como tener un empleo de baja calidad se asociaron a una mayor búsqueda de empleo entre los jóvenes en 2010. La búsqueda de empleo fue mayor entre los jóvenes con empleos no protegidos, respecto a los que tienen un empleo protegido, aún después de tomar en cuenta las características individuales y el contexto socioeconómico de los jóvenes. En una posición intermedia se ubicaron las personas con trabajos parcialmente protegidos, es decir, con un contrato laboral o alguna prestación social. Asimismo, en concordancia con los altos grados de informalidad de los negocios de los jóvenes, los trabajadores por cuenta propia o los patrones tuvieron una intensidad de búsqueda de empleo superior a la de los jóvenes con empleos protegidos, pero más baja que la de los jóvenes con empleos no protegidos, a excepción de las mujeres patronas. Finalmente, en el modelo multivariado los jóvenes varones sin trabajo presentaron un nivel más alto de búsqueda de empleo respecto a aquellos con empleos protegidos y no protegidos y las mujeres jóvenes sin trabajo reportaron niveles de búsqueda laboral similares a los de las trabajadoras sin protección social.
Estos resultados invitan a repensar la medición de la búsqueda de empleo y a reevaluar la idea de la baja búsqueda de empleo entre los trabajadores. Como se muestra, el peso relativo de los jóvenes trabajadores en la búsqueda de empleo es muy alto, especialmente de los jóvenes que no tienen un trabajo protegido. Entre los jóvenes varones, la búsqueda de empleo se duplicó al considerarse a quienes trabajan, la gran mayoría en empleos no protegidos y entre las mujeres jóvenes se incrementó 40 por ciento.
Otro hallazgo de este estudio es que la regionalización de la búsqueda total de empleo juvenil no es la misma que la encontrada para la desocupación juvenil en México (Mora y Oliveira, 2011). La búsqueda total de empleo juvenil entre los varones es mayor en las regiones del sur (Pacífico Sur, Yucatán y Golfo) que a nivel nacional, aún después de tomar en cuenta los perfiles laborales y socioeconómicos de los jóvenes. En estas regiones la búsqueda de empleo entre los varones con empleo parcialmente o no protegido es alta. Esto concuerda con el argumento de que la desocupación es un "lujo" que muy pocos pueden darse en contextos de bajo nivel socioeconómico, donde los buscadores de empleo tienen que ocuparse temporalmente o auto emplearse para lograr su subsistencia, aunque sea en empleos de baja calidad.
La medición de la búsqueda de empleo juvenil debe ligarse a la realidad del mercado laboral. La participación laboral de los jóvenes se realiza en condiciones muy precarias y, de acuerdo con la ENJ-2010, la desocupación laboral no refleja la demanda de empleos de un gran sector de la población joven. Por ello, a las estadísticas oficiales de búsqueda de empleo que se basan en aquéllos jóvenes que no trabajan, convendría agregar la búsqueda de empleo de todos aquellos que trabajan. Además, deberían evaluarse las demandas de empleo de aquellos con empleo no protegido y no sólo del sector informal (Negrete, 2011).13 El número de los trabajadores en empleos informales que buscan trabajo podría superar considerablemente al de los que están en el sector informal, ya que las tasas de ocupación en la informalidad laboral son aproximadamente el doble de las tasas de ocupación en el sector informal en México (Samaniego y Murayama, 2012).
El problema de la medición de la búsqueda de empleo juvenil no es trivial y amerita un análisis profundo de la metodología con la que se capta la información de búsqueda de empleo juvenil en México. La Encuesta Nacional de la Juventud es una fuente limitada y además presenta inconsistencias entre cada levantamiento, lo cual entorpece la comparabilidad. Es urgente el análisis de algunos aspectos de los diferentes métodos de captación. Deben evaluarse los niveles de búsqueda de trabajo dependiendo del contenido de la pregunta, su aplicación directa o mediante un informante adecuado, así como del periodo de referencia. Un acierto de la encuesta de la juventud es considerar la búsqueda de empleo de toda la población joven, ya que en un contexto de alta informalidad de empleo como lo es el mexicano, es importante conocer el nivel de búsqueda total, aunque a posteriori se desglosen las cifras para focalizar las políticas de empleo a trabajadores y no trabajadores.
Es importante notar que la forma en la que se construyen las estadísticas de empleo tiene implicaciones en la política social y económica del país. En este sentido, los resultados sugieren que la atención a la falta de empleos no debería limitarse a los jóvenes sin trabajo. Según la ENJ-2010, alrededor de cinco millones 800 mil jóvenes buscan empleo o intentan poner un negocio; de estos jóvenes dos millones 260 mil trabajan simultáneamente y sólo un quinto de estos últimos lo hace con protección social. Por lo tanto, como apuntan Samaniego y Murayama (2012): "No sólo se trata de crear fuentes de trabajo para quienes están desocupados, sino de crear empleos de calidad para millones de trabajadores que laboran en condiciones de informalidad".
En los años subsecuentes la búsqueda de empleo entre los jóvenes mexicanos puede incrementarse debido al avance de la globalización, la flexibilización laboral y las secuelas de la crisis económica sobre los empleos formales, así como la entrada al mercado laboral de generaciones muy numerosas. La falta de atención a sus necesidades laborales puede tener graves consecuencias en el crecimiento económico y la equidad social y coadyuvar a la transmisión intergeneracional de la pobreza y la marginación o exclusión social de extensos sectores de la población joven.
Por estas razones, también la vigilancia por parte del Estado de las reglas vigentes de protección y seguridad social de los trabajadores jóvenes es fundamental. Si bien, por ejemplo, las modalidades flexibles de contratación pueden conducir a la creación de más empleos para los jóvenes, esto, combinado con una débil obligatoriedad de las leyes laborales puede contribuir al deterioro de la calidad de sus empleos. La inserción de los jóvenes en empleos que les permitan desarrollar sus habilidades, obtener seguridad social e integrarse a la sociedad debe ser un asunto prioritario en la agenda de la política económica y social actual y de los años venideros.
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1 La tasa de desocupación o de desempleo se refiere a la población que no trabajó la semana anterior ni una hora y se encontraba buscando trabajo, respecto a la población que se encontraba activa (participando o queriendo participar) en los mercados de trabajo (INEGI, 2002). En algunos estudios, como el de Arceo y Campos (2011) se muestran tasas de desocupación respecto a la población total por considerarse más transparentes para fines comparativos.
2 En este artículo de usa desocupación, desempleo o búsqueda de empleo sin trabajo de manera intercambiable.
3 Respecto a la pea correspondiente por sexo y del grupo del grupo de edad en cuestión.
4 La comparación de los niveles de búsqueda de empleo juvenil entre diversas fuentes va más allá de los objetivos de este estudio. Se comentan las diferencias para alertar al lector de las implicaciones que tiene usar la enj-2010 como fuente de información para la búsqueda de empleo juvenil.
5 Por ejemplo, no se tienen algunas variables útiles para determinar la informalidad de la empresa (ILO, 2012). Entre los trabajadores por cuenta propia, no se sabe si el negocio donde laboran tiene registro ante la Secretaría de Hacienda y entre los empleadores, tampoco se conoce el tamaño de la empresa y la inscripción en el régimen de seguridad social de los trabajadores a su cargo.
6 En la definición amplia de empleo informal, acuñada por la Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo de 2003, se clasifican a los trabajadores no protegidos y aquéllos en el sector informal, que incluye a los trabajadores en empresas que se encuentran en el ámbito de los hogares sin una contabilidad registrada (Negrete, 2011).
7 Se incluyeron adolescentes de 12-13 años, los cuales regularmente no se consideran en las estadísticas de empleo, ya que se ubicaron casos de búsqueda de trabajo en estas edades.
8 La regionalización de estos autores incluye nueve regiones: "Noroeste" conformada por Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa; "Norte", por Chihuahua, Coahuila, y Durango; "Noreste", por Nuevo León y Tamaulipas; "Centro Norte", por San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato, y Querétaro; "Occidente", por Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit.; "Metropolitana", por Hidalgo, Tlaxcala, Morelos, Puebla, Estado de México y D.F.; "Golfo", por Tabasco y Veracruz; "Pacífico Sur", por Guerrero, Oaxaca y Chiapas y "Península de Yucatán", por Campeche, Quintana Roo y Yucatán.
9 Por ejemplo, si se intenta comparar la búsqueda de empleo entre los jóvenes sin trabajo en 2005 y 2010, que son poblaciones a las que se preguntó sobre la búsqueda de empleo en ambas encuestas, se constata que efectivamente la búsqueda de empleo entre la población joven sin trabajo aumentó drásticamente, de 5.6 a 17.2 por ciento entre hombres y de 9.2 a 15.7 por ciento entre mujeres en ese periodo. Sin embargo, no se sabe qué tanto de este aumento se debe a la inclusión en 2010 de los jóvenes que estaban tratando de poner su propio negocio y qué tanto se debe a la coyuntura económica y demográfica.
10 La falta de significancia de la migración internacional entre las mujeres pudiera deberse a que ésta es menos frecuente entre ellas. Además, entre las mujeres se diversifican los motivos que orillan a la migración internacional, siendo la reunificación familiar, además del trabajo, un aspecto de creciente importancia (Solís y Alonso, 2009).
11 Entre las mujeres, sólo aquéllas de la región Noroeste registraron momios más bajos de búsqueda de empleo, respecto a las mujeres de la región Metropolitana. Las mujeres del resto de las regiones no mostraron diferencias estadísticamente significativas.
12 Con la excepción del Norte Centro, que presenta una alta proporción de empleados no protegidos (Gráfica 4), pero se coloca por debajo de la región Metropolitana en el análisis multivariado de la búsqueda de empleo de los jóvenes varones (Cuadro 2).
13 Según este autor, el número de trabajadores en el sector informal que buscan empleo representan aproximadamente un cuarto del monto de los desocupados.
Información sobre los autores
Eunice Vargas Valle. Doctora en Sociología por la Universidad de Texas en Austin (2010) y maestra en Demografía por el Colegio de la Frontera Norte, donde se desempeña como investigadora en el Departamento de Estudios de Población. Es miembro Sistema Nacional de Investigadores desde 2011. Sus líneas de investigación son: demografía de la juventud, educación y fenómenos demográficos, y dinámica poblacional en la frontera norte de México. Sus publicaciones más recientes se encuentran en las revistas Estudios Fronterizos (2013), Papeles de Población (2012) y Frontera Norte (2012). Dirección electrónica: eunice@colef.mx
Rodolfo Cruz Piñeiro. Doctor en Sociología con especialidad en población por la Universidad de Texas; maestría en Demografía por el Colegio de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1992. Actualmente es profesor investigador del Departamento de Estudios de Población de El Colegio de la Frontera Norte, donde también se ha desempeñado como Presidente Interino, Secretario General Académico, Director de Posgrado, Director de Vinculación y Director del Departamento de Estudios de Población. Sus principales áreas de estudio son: población y desarrollo en la frontera norte, migración interna e internacional y mercados de trabajo. Cuenta con cuatro libros y más de 50 capítulos y artículos en revistas especializadas. Sus trabajos de investigación se desarrollan desde un enfoque sociológico y demográfico. Dirección electrónica: rcruz@colef.mx