Introducción
La migración interna e internacional es un fenómeno histórico de proporciones crecientes en todo el mundo, obedece a realidades y procesos de intercambio con características individuales, familiares, sociales, culturales y políticas, en espacios y tiempos concretos.1 El artículo señala algunas tendencias analíticas en investigaciones relativas al abordaje conceptual de cuidado y familia en el contexto de la migración internacional de padres y madres que dejaron a sus hijos o hijas dependientes por un periodo mayor a seis meses, en el país de origen. Se trata de una revisión y sistematización de resultados de estudios e investigaciones. Se accedió a un total de 61 investigaciones en un periodo de identificación entre los años 2002 y 2013, mediante la búsqueda en bases de datos, Internet, libros y revistas; allí, los estudios de familia en el contexto de la migración internacional van en crecimiento,2 siendo la migración parental, parte de los focos de discusión en los cuales, maternidad y paternidad se convierten en un par de ejes de análisis, articulados a los debates sobre el cuidado familiar.
Este periodo de análisis se vincula con la crisis del capitalismo debido a que la depresión económica mundial concentra el capital y aumenta el desempleo; la explotación laboral y la exclusión social, junto a la globalización neoliberal originan la economía del trabajo barato y aumenta la demanda de trabajadores baratos; una gran proporción de los trabajos disponibles es ocupada por mujeres inmigrantes; la crisis alimentaria, el deterioro ambiental, la migración forzada y la dependencia de las remesas, constituyen detonantes de los flujos migratorios, siendo la pobreza, la desigualdad, la violencia y la miseria, factores que llevan a muchas personas a salir de sus países de origen buscando nuevas oportunidades laborales y económicas; y la feminización de la migración se convierte en una tendencia sobre todo en desplazamientos desde países "subdesarrollados" "del tercer mundo" o "en vías de desarrollo".
Según Solé y Parella (2005), esta movilidad femenina se vincula a un mecanismo de internacionalización del trabajo reproductivo, donde mujeres latinoamericanas, africanas y asiáticas son las protagonistas en la globalización de los servicios de cuidado, tal como Arriagada y Moreno (2011) lo dicen en La constitución de las cadenas globales de cuidado y las condiciones laborales de las trabajadoras peruanas en Chile. Así mismo, la presencia de mujeres en los flujos migratorios responde a la aplicación de políticas neoliberales, donde las mujeres han sido afectadas por el progresivo empobrecimiento, teniendo que buscar nuevas maneras de sobrevivir y garantizar un mayor bienestar para sus familias. De esta manera, los procesos de emigración corresponden especialmente a la movilidad de personas de escasos recursos (sectores pobres y medios), que salen de sus países por factores económicos, sociales y políticos, y de los cuales, las mujeres (jefas de hogar, madres solteras o proveedoras económicas) conforman un importante grupo.
Si bien durante décadas, los procesos de emigración se dieron principalmente de América Latina hacia el Norte -preferentemente hacia Estados Unidos- y países europeos, con la crisis económica mundial (en especial los años 2008 y 2009), dichos procesos se redireccionaron convirtiendo América Latina en un polo de atracción de inmigrantes de diferentes partes del mundo, mostrando la más fuerte concentración de migración desde los países vecinos de América Latina y el Caribe en el año 2010. Para algunos países de destino, entre 40 y 50 por ciento de la inmigración proviene de un país vecino único. Tal es el caso de Argentina (de Paraguay), Barbados (de Guyana), Bolivia y Chile (de Perú) y Costa Rica (de Nicaragua), según el informe Migración Internacional en las Américas (2012).
Dentro de este contexto, Argentina, Brasil y Chile constituyen los países con mayor recepción de inmigrantes en la región. De los países andinos, Venezuela constituye un tradicional destino migratorio, especialmente de colombianos.3 En la investigación: Migraciones Intrarregionales en Sudamérica, Julieta Nicolao dice que:
según datos aportados por la OIM, Argentina y Venezuela seguían siendo en 2010 los dos principales países de destino no sólo de Suramérica, sino también de toda América Latina y el Caribe, con 1.4 millones y un millón de inmigrantes residiendo en sus territorios, respectivamente. A su vez, constituyen los dos Estados de la región donde el porcentaje de población inmigrante supera el número de emigrantes a diferencia del resto constituyen países de emigración neta (Nicolao, 2011: 2).
Siendo Colombia el país con el mayor número de emigrantes en Suramérica y México el primero con más emigrantes en América Latina.
De acuerdo con el proceso de selección,4 42 investigaciones -de 2002 a 2012- referidas a Colombia, Ecuador, Argentina, Paraguay, Perú, Uruguay, Brasil, Chile, México, Estados Unidos y España,5 cumplen los criterios de presentar resultados centrales en familia con experiencia migratoria internacional, cuidado familiar, y migración internacional. Algunos de estos países se identifican y caracterizan como expulsores o receptores de migrantes. En el curso de esta revisión, se evidencia mayor profundización investigativa acerca de la emigración en Perú, Ecuador, México, Uruguay, Colombia, Bolivia, El Salvador y Nicaragua, coherente con una tendencia de ser países expulsores; mientras se tiende a investigar más sobre la inmigración en España, Estados Unidos, Argentina, Australia, Bélgica, Reino Unido, Chile o Italia. Esto de acuerdo con los resultados que presentan autoras como Parella y Cavalcanti (2007), Lipszyc (2004), y Zapata (2009).
Con la migración parental -principalmente de mujeres y madres-, se comienzan a mercantilizar las labores que pertenecían al espacio privado como lo eran el trabajo doméstico, la crianza y el cuidado, y que ahora circulan no sólo en el contexto nacional sino en el transnacional y global, por lo que las conceptualizaciones de la teoría transnacional han sido de gran relevancia para los investigadores. Se supera así, la circunscripción a la territorialidad del Estado-Nación o lo comúnmente llamado "nacionalismo metodológico", en tanto se trascienden las fronteras nacionales y se abordan nuevos elementos de análisis para comprender cómo se organizan y se transfieren cuidados entre hogares y países de origen y de destino, desde diferentes lugares del mundo.
La división sexual del trabajo se mantiene y sustenta en una asignación cultural tradicional de género que enmarca el trabajo de mujeres y hombres, dando cuenta de la centralidad que ejercen el grupo primario y la red más cercana de parientes, brindando soporte a los hijos e hijas de emigrantes, mientras que el Estado, el mercado o la comunidad se vinculan sólo de manera tangencial o permanecen al margen en los países de origen y destino. Dicha asignación señala tanto a las madres que ahora no cuidan a sus hijos o hijas, como a aquellas mujeres que constituyen parte de las redes de cuidado, y a una minoría de hombres (padres, tíos, hermanos) que participan de dicho cuidado, en su mayoría mediados por el trabajo de las mujeres.
Se plantean entonces nuevas preguntas sobre la familia, sobre la presencia-ausencia paterna-materna, sobre el ejercicio de maternidad-paternidad, y ante los cambios en curso, la necesidad de nuevas políticas de cuidado corresponsable del Estado y la familia. Aunque es importante aclarar que los estudios están estrechamente relacionados con las mujeres y su papel en el cuidado, la familia y lo privado.
Finalmente, y tomando como punto de partida los ejes de análisis de las investigaciones consultadas, este artículo se desarrollará en tres partes: i) descripción de los abordajes conceptuales en las investigaciones, ii) sujetos de investigación: mujeres visibles desde la obligación de cuidar, iii) cuidado transnacional: reto a los procesos investigativos con familia y reflexiones finales.
Descripción de los abordajes conceptuales en las investigaciones
Antes del surgimiento de la teoría transnacional en los estudios de cuidado, los enfoques económicos tuvieron un papel importante; los análisis del trabajo de cuidado referidos fundamentalmente al trabajo doméstico no remunerado se iniciaron con los economistas clásicos, quienes, como lo expone Rodríguez (2007: 11), "identificaron la importancia de la reproducción de la fuerza de trabajo, pero concentraron su atención sólo en la cuestión de los "bienes salarios" consumidos por los hogares, sin explorar el rol del trabajo doméstico en este proceso. En esta discusión, asumieron como natural el modelo jerárquico del matrimonio y la familia con la autoridad investida en la figura del esposo/padre".
Desde los enfoques económicos, autores como Marx y Engels, pusieron en discusión la relación entre el trabajo doméstico y la acumulación capitalista, además del rol de la familia nuclear en el desarrollo de la acumulación. Sin embargo, los análisis se centraron en el trabajo doméstico, el hogar y la productividad de los individuos sobre el mercado, invisibilizando las relaciones de género y el papel de la familia.
Desde los años setenta del siglo pasado, los debates privilegiaron el trabajo doméstico o trabajo reproductivo; en los 80, los primeros estudios sociológicos incorporaron los trabajos de cuidado, y lo que sociólogas italianas como Balbo y Nowotny (1986); Bimbi y Pristinger (1985) y Saraceno (1980) denominaron lavoro di cura, fue confirmado por Ungerson en 2005, al reivindicar como texto fundador, el coordinado por las sociólogas británicas Janet Finch y Dulcie Groves, y publicado en 1983 con el título A labour of love: women, work and caring. Este texto cuenta con aportes de Hilary Graham, reconocida por sus investigaciones sobre desigualdades sociales en salud pública, quien con su experiencia en sociología y política social, presentó importantes aclaraciones conceptuales como la insistencia en que el cuidado no es sólo "un trabajo doméstico que se lleva a cabo sobre las personas" (1983: 27) sino que añade afecto, emoción y actividad, es decir, implica trabajo y una relación afectiva con quien lo recibe. En los años 90 la economía feminista comenzó abordar los cuidados, centrándose especialmente en aspectos conceptuales y teóricos, en los que se destacan autores como Susan Himmelweit, por sus aportes en economía social y de cuidado, y Nancy Folbre, economista feminista que centró sus investigaciones en la economía y la familia. Así pues, la economía feminista realiza contribuciones importantes al estudio del trabajo no remunerado, incorporando el género y su aporte a la reproducción social y al funcionamiento de la economía, desarrolla el concepto de economía del cuidado, el cual incorporó las actividades, relaciones, bienes y servicios necesarios para la existencia y la reproducción de las personas; no obstante la identificación de ambigüedades y aspectos confusos que según Rodríguez (2007), seguía concentrándose en los aspectos económicos y no registraba los elementos inmateriales del cuidado que superan el funcionamiento del sistema social-económico.
En la primera década del siglo XXI, crece el desarrollo de estudios que conceptualizan y explican el cuidado incorporando elementos económicos, sociales, culturales, políticos, emocionales y simbólicos6, y así mismo los estudios que destacan el papel de la familia, el Estado, el mercado y la sociedad civil en los cuidados, como es el caso de Sojo (2005); Aguirre y Batthyany (2005) o Batthyany (2004), quienes establecen una separación con el trabajo doméstico, marcando un punto de partida para avanzar en diferentes campos de la investigación.
Las investigaciones de Razavi en 2007 y de Molano, Robert y García en 2012, coinciden en que el cuidado es un componente central en el avance de las sociedades, en el mantenimiento y desarrollo social; que por ser la base que garantiza la existencia de toda sociedad y por tanto de las familias, resulta imprescindible para la formación de capacidades y para la reproducción social.
Ahora bien, en lo que al trabajo del hogar se refiere, encontramos que las mujeres en varios países extranjeros se insertan mayoritariamente en este sector, como es el caso de las peruanas (69 por ciento) y de las paraguayas (58.1 por ciento) en Argentina; de las peruanas (71.5 por ciento) en Chile; y de las bolivianas (51.8 por ciento) y paraguayas (56.2 por ciento) en España (Molano et al., 2012: 23). Como vemos, aunque el empleo del hogar representa una fuente importante de trabajo, es un sector altamente feminizado.
De otro lado, se posiciona la discusión de familia desde el reconocimiento de la movilidad de sus integrantes y de su ubicación residencial en al menos dos hogares (hogares multisituados), en diversos países y en lugares de origen y destino, al tiempo que mantienen activos sus vínculos. En la realidad familiar actual de padres y madres migrantes, se confirma una nueva forma de asumir la producción (reproducción material y afectiva) y de entender la maternidad y la paternidad (que desde 1997 fue anunciada por Hondagenou-Sotelo), en familias con experiencia migratoria internacional.
A partir del auge migratorio se configuran nuevas formas de organización familiar, en las que sus miembros establecen relaciones y vínculos sin la co-presencia y la co-residencia, y esto obliga el uso de diferentes medios y recursos (tecnológicos, materiales, simbólicos, económicos, de comunicación) que les permite mantener interconectados a pesar de la distancia física, y garantizar de algún modo, el cuidado y el apoyo familiar, especialmente en aquellas familias donde los padres/madres e hijos/hijas se encuentran separados físicamente.
Estas nuevas formas de vivir familiar, -en una clara evolución de las conceptualizaciones-, han sido descritas como familias transnacionales (Ciurlo, 2012; Parella, 2012; Zapata, 2009; López y Loaiza, 2009), familias desde el vivir transnacional (bibliografía en nota al pie), familias migrantes transnacionales (Hinojosa, 2009), familias vinculadas a la migración (Gonzálvez, 2010), familias en situación de transnacionalidad (López et al., 2012), o familias que se configuran en dos polos migratorios (Medina, 2011), sin que la separación física implique necesariamente el distanciamiento emocional o la ruptura de las relaciones familiares.
Sonia Parella y Leonardo Cavalcanti (2007), señalan que se crea un nuevo tipo de vínculo social denominado familia transnacional, y que en éste, la separación física durante la migración no necesariamente lleva a la ruptura afectiva ni de las relaciones, la familia persiste como institución y en su nueva realidad mantiene algunas funciones y se modifican otras. Gonzálvez (2010), agrega que la familia vinculada a la migración refiere aquellas fuertemente ligadas con algunos de sus miembros, que la familia no es en sí misma transnacional sino que le hacen serlo a través de prácticas familiares determinadas, como el cuidado transnacional. Por su parte, Sánchez et al. (2013), plantean la denominación familia en situación de transnacionalidad, como una categoría que permite nombrar y articular los cambios y las nuevas dinámicas que se presentan en la organización familiar, como el traspaso de fronteras nacionales, la consistencia de relaciones y vínculos parentales, la estructuración de un hogar glocal como escenario familiar virtual para el acompañamiento, la conversación y, de cierta manera, la co-participación en el cuidado y la convergencia de los integrantes de la familia en un proyecto común.
El concepto situación, indica que la migración internacional en la familia no es definitiva para sus integrantes, sino un momento particular de tránsito en la trayectoria de vida de estos y una redefinición de las dinámicas familiares derivada de la separación (Sánchez et al., 2013). Una separación temporal, donde uno/s de sus integrantes permanecen fuera del país en condición de migrante y sin embargo, en el ámbito familiar, los integrantes migrantes o no, mantienen vínculos emocionales, un proyecto familiar y expectativas que les unen.
En lo referente al sentido de lo transnacional, tenemos que éste implica el mantenimiento de relaciones y vínculos familiares a pesar de la distancia física, pues padres y madres encuentran los recursos necesarios para compensar su ausencia y garantizar el cuidado (físico, psicológico y emocional) de los hijos e hijas dependientes, que se quedan en el país de origen. Ello implica estudiar las nuevas paternidades y maternidades que surgen en el contexto transnacional, entrecruzando hogares ubicados en espacios y tiempos distintos.
Con respecto a conectar las nociones de familia y hogar en el contexto de la experiencia de migración internacional parental, se producen, paradójicamente, dos derivaciones: una, es la desterritorialización simbólica del hogar local, como referente de un lugar físico que se comparte con los parientes, otra, es la construcción virtual de un hogar glocal, escenario de encuentro familiar que conecta el hogar del país de origen con otro/otros en uno o varios países de destino, y produce una interconexión que posibilita la sostenibilidad o no del sentido relacional y vinculante entre los integrantes de la familia, no obstante estar ubicados en países diferentes y distantes (Sánchez et al., 2013: 142).
El hogar es un punto de referencia para los miembros de la familia, un lugar de intimidad, afecto y protección; su dinámica es marcada por relaciones de género y parentesco, pero las mujeres tienen mayor responsabilidad con respecto a tareas domésticas y labores de cuidado; la proveeduría económica de los hogares en origen depende de las mujeres, quienes asumen la responsabilidad económica de sus familias (hijos, hijas, esposos y otros familiares) a partir del envío de remesas monetarias. De este modo, el trabajo de mantenimiento de los hogares transnacionales en origen recae sobre las madres, abuelas, tías, hermanas e hijas que se quedan, y en los países de destino, recae sobre las mujeres inmigrantes, quienes en su mayoría, se ocupan de tareas domésticas y labores de cuidado.
En los propósitos de las investigaciones se señala desde identificar, hasta interpretar el cuidado en la familia. Trabajos como el de Herrera (2012b) lo confirman.
Las perspectivas conceptuales relativas al cuidado son muy diversas, veamos: Salazar (2004) refiere la crisis del cuidado; Salazar et al. (2010) discuten el cuidado y la sostenibilidad de la vida; Setien y Acosta (2010) la gestión del cuidado; Molano et al. (2012), Pérez y López (2011), Puyana y Rodríguez (2011), y Rodríguez (2007) interpretan el cuidado como una organización; autoras como Gonzálvez (2010), Magliano (2009), Salazar (2004), Sorensen y Guarnizo (2007), amplían dichas perspectivas al entender el cuidado desde una cualidad de organización social, y Asprilla (2012) lo interpreta como una fuente de humanización, según las cualidades de una construcción intersubjetiva de prácticas familiares basadas en el dar y el recibir cuidado.
La misma diversidad se refleja en conceptualizaciones como: "tareas de cuidado" (Parella, 2007), "organización del cuidado" (Rodríguez, 2007), "organización social de los cuidados" (Molano et al., 2012), -haciendo referencia explícita a los cuidados en la familia transnacional;7 al tiempo que se utilizan denominaciones como "arreglos de cuidado" (Kilkey y Merla, 2011), "relación de cuidado" (Medina, 2011), o "provisión de cuidados", mediante las cuales se sustenta su existencia en cuanto acuerdos y pactos para su provisión8 y se incorporan diferentes elementos y dimensiones que indican las maneras o estrategias a través de las que se busca garantizar el bienestar de los integrantes de la familia.
El cuidado de hijos e hijas dependientes en familias con experiencia de migración parental, puede traducirse como una transferencia informal de ayuda, entendida como el apoyo en actividades de la vida cotidiana y algunas formas de auxilio material entre integrantes de una familia (Murad, 2004), dado que esta condición del cuidado, por lo general, se define sin mediar contrato o salario aunque con el deber del trabajo, efectuado por la cuidadora -sólo en ocasiones por el cuidadoró-, naturalizado como un deber para nutrir, persuadir, redireccionar y promover el crecimiento y el desarrollo de quien es cuidado/a. Una cualidad que se expresa en dicho cuidado según López y Orozco (2009), es la cercanía física del cuidador/a, su presencia, conocimiento y atención de las necesidades, sus logros en la producción de cambios personales, en la relación y en los vínculos, puede que haya modificaciones en el estilo de vida, que se sienta la falta o ausencia del padre o madre migrante, y que se asuman responsabilidades económicas, lo cual, según Pérez y López (2011), es un proceso orientado a gestionar y mantener cotidianamente la vida y la salud, el bienestar físico y emocional de los cuerpos.
Para cerrar esta parte, a partir de las concepciones de cuidado se encuentran y enfatizan algunas coincidencias, a saber: menor valoración e invisibilización de las labores de cuidado, su carácter material (trabajo) y no material (intangible, emocional, servicial), la realización dentro y fuera del hogar, la remuneración o la negación del pago, y la tarea del cuidar esencialmente delegada a las mujeres. Así mismo, en el cuidado transnacional como componente principal en la construcción social del género, se evidencian consecuencias importantes en la identidad y las actividades de las mujeres, esencialmente en la articulación cuidado-parentesco, mediante la reactualización de los vínculos familiares, cuando se llega a considerar de la familia a personas por el hecho de ser activas en el cuidado durante la migración, como lo expresa Herminia Gonzálvez (2010).
Sujetos de investigación: mujeres visibles desde la obligación de cuidar
Actualmente las corrientes migratorias están compuestas en gran parte por mujeres, acompañadas o no por sus hijos o hijas, y como en otras épocas, se dirigen principalmente al sector de los servicios, donde se produce la globalización del trabajo de reproducción social y biológica, tradicionalmente adjudicada a las mujeres en la vida privada (Lipszyc, 2004), estableciendo así, una cadena de cuidados donde se transfieren obligaciones y responsabilidades a las mujeres que quedan en los países de origen, y de allí la configuración de redes familiares femeninas por línea materna. En los casos donde inicialmente se establecen redes masculinas (hermanos, tíos, hijos) hay presencia de otras mujeres de la familia (madres, abuelas, hijas, cuñadas) que finalmente se encargan de realizar labores de cuidado y trabajo doméstico (Zapata, 2009); así, en estas familias persiste la idea y la práctica de la proveeduría del cuidado a cargo de una figura femenina. Ello se confirma no sólo en el hecho de que las madres desde la distancia perpetúan su papel como cuidadoras de los hijos o hijas, sino también que en todos los casos una mujer participa de esta tarea. Es decir, no obstante que en algunas familias la migración de la madre implicó para los padres asumir el cuidado de su prole, siempre una mujer colaboró con ellos en el ejercicio de esta tarea (Medina, 2011462):.
De este modo, las dinámicas de cuidado -especialmente femeninas- que surgen en el contexto transnacional siguen reflejando estructuras de desigualdad social y familiar -basadas en el género- dentro de la organización de los cuidados (Herrera, 2012a), tanto en las sociedades de origen como de destino. Dichas desigualdades deben ser entendidas dentro de un contexto socio familiar, cultural y macro social para comprender las conductas o comportamientos de los sujetos, pues siempre hay un grado de incidencia del entorno en la manera como los miembros de la familia construyen su cotidianidad (Micolta y Escobar, 2008). En este sentido, es necesario considerar por ejemplo cómo las niñas tienen una relación especial con el cuidado y su organización desde que inician sus procesos de socialización, al considerarse un rol natural de la mujer (Lipszyc, 2004), siendo influenciadas a su vez por un contexto social y cultural en el que históricamente las mujeres se han encargado de las labores de cuidado y trabajo doméstico, y los hombres han quedado excluidos de dichas tareas no sólo por estar inscritas en el ámbito de lo privado y lo reproductivo, sino por no considerárseles hábiles para realizar prácticas de cuidado. De esta manera, las prácticas de cuidado están arraigadas en ideologías de género y concepciones hegemónicas sobre la familia y el cuidado que circulan a través del discurso público y en espacios de interacción social que otorgan significados a lo que funciona normativa y culturalmente como aceptable y pertinente (Herrera, 2012b: 144).
Es así como la inclusión de la perspectiva de género9 en los estudios migratorios, ha constituido un aporte importante -especialmente en los estudios sobre cuidado familiar- ya que ha permitido ver a las mujeres migrantes, reconocer el proceso migratorio como un fenómeno sociocultural -no sólo político y económico- mediado por estructuras de género y parentesco (Gonzálvez, 2010), y a su vez, visibilizar a la familia como un actor que se articula al contexto transnacional (Zapata, 2009). Desde el concepto de familia transnacional, la perspectiva de género de acuerdo con Herrera (2012a), ha tenido dos bondades: la primera, tiene que ver con reconocer la migración como una práctica social presente en la vida de las personas que están en ese campo, desde sus diferentes posiciones o lugares (migrante, padre, madre, hijo, hija), articulando a los que se van y a los que se quedan, presentando desigualdades y jerarquías de género y generación. La segunda, se relaciona con el hecho de que el género permitió relativizar las visiones armoniosas alrededor de la familia con experiencia de migración internacional, al reconocer las formas de poder intrafamiliar como un medio para estar presente de manera imaginada o simbólica. En este sentido, la familia constituye un soporte emocional y un espacio de tensiones y conflictos donde circulan diferentes formas de poder (de acuerdo al sexo, género, parentesco, edad, aportes económicos) que generan relaciones de desigualdad, que cuestionan la visión convencional de la familia como un espacio de armonía, afecto, bienestar, cuidado, protección y solidaridad.
Si bien el género marca un eje fundamental para comprender las desigualdades en la familia, especialmente frente al cuidado y las labores domésticas, es importante considerar el parentesco como una categoría que se articula al género. Ambas categorías siguen considerándose como "posiciones dadas y casi inalterables y no como construcciones sociales de la diferencia sexual que responden a momentos históricos. La maternidad, el cuidado y la crianza de la prole independientemente de la forma cultural y el contexto en que se lleven a la práctica suelen determinar la posición social de las mujeres migrantes y no migrantes y condicionar sus proyectos personales, familiares y migratorios" (Gonzálvez, 2010: 89), y los cuidados son una necesidad de toda persona a lo largo de la vida, aunque dicha necesidad tenga peculiaridades e intensidades distintas (Pérez y López, 2011).
En la mayoría de investigaciones abordadas, se involucra a las mujeres más como proveedoras que como receptoras de cuidado; se tienden a centrar de manera importante como sujetos de análisis y de nuevas comprensiones, seguidas de los niños, niñas y adolescentes;10 mientras los hombres, -en particular los padres- son investigados sólo en unas cuantas, por ejemplo, en Ospina y Vanderbilt (2009) y en Zapata (2009). De modo que los estudios han estado orientados especialmente hacia: i) la inserción de mujeres migrantes en el mercado laboral, principalmente en servicio doméstico y labores de cuidado;11 ii) la maternidad transnacional,12 donde las mujeres encuentran los recursos y medios necesarios para garantizar el cuidado desde la distancia, valiéndose de una red familiar femenina en la cual cumplen un importante papel, al asegurar el bienestar de hijos e hijas que se quedan en el país de origen;13 iii) la feminización de la migración, como una tendencia de la región14 y iv) la migración parental, dentro de la cual se incorporan las discusiones sobre familias transnacionales y cuidado familiar.15
Las mujeres están presentes de manera permanente en la investigación del cuidado como madres, abuelas, hijas o tías que participan de la estrategia de cuidado en el hogar local o más allá de este, en las cadenas de cuidado en entornos de movilidad internacional, en su papel de madres migrantes (Bertino et al., 2006), en la relación maternofilial (Medina, 2011) o como cuidadoras, más allá de las fronteras nacionales.16 De igual manera, se visibiliza y analiza su participación en las cadenas de cuidado17 así como en el entorno de la movilidad internacional bien sea como mujeres migrantes18 o como mujeres en la feminización de la migración,19 pasando de su rol adscrito de cuidadoras a ser también proveedoras económicas de sus familias -tradicionalmente un lugar reservado al varón- generando tensiones y rupturas en el concepto tradicional de maternidad y paternidad, y cuestionando igualmente la masculinidad (Tapia, 2011).
Algunas investigaciones enfatizan la necesidad de visibilizar cómo en las familias con migración parental se naturalizan la obligación afectiva y el cuidado en y por parte de las mujeres, y las implicaciones del hecho de cuidar a otros/as en su vida cotidiana y en el proyecto de vida personal del/la cuidadora (Barrero y Vargas, 2012), dado que, si la mujer rechaza o no acepta cuidar, pueden derivarse conflictos familiares junto con sentimientos de rechazo que no se expresan de manera abierta por los integrantes de la familia (Tapia, 2010).
En este periodo, las discusiones y conceptualizaciones agregan nuevas categorías al análisis, entre las más recurrentes están: crisis de los cuidados, feminización de la migración (Setien y Acosta, 2010), organización social de los cuidados (Gonzálvez, 2010), organización del cuidado (Puyana y Rodríguez, 2011). Se reconoce que el cuidado ocurre más allá del ámbito local y en interrelación global-local, asunto que se relaciona claramente con la conformación de las denominadas cadenas globales de cuidado/s (Pérez y López, 2011; Molano et al., 2012) y con la llamada "crisis de los cuidados".
En 2004, en el contexto de las investigaciones sobre feminización de la migración, Rachel Salazar, planteó la existencia de una "crisis del cuidado" (Salazar, 2004). En el mismo año Cecilia Lipszyc (2004) propuso que uno de los ejes de análisis de las investigaciones en estudios de migración fuera el análisis sobre las mujeres y los cuidados a terceros.
Esta crisis de los cuidados, manifiesta Pérez (2006, en Carrasco et al., 2011), consiste en la incapacidad de responder a las necesidades de las personas en algunos países, y en la estructuración de nuevas desigualdades y discriminación, en tanto las mujeres de los países en desventaja económica son quienes ofrecen su trabajo como cuidadoras.
A los hijos o hijas se les ubica en el contexto de la familia con migración parental, donde se constatan sus experiencias diferentes a las del padre o madre (Duque, 2011), desde la mirada que logran hacer a la situación que viven y los efectos profundos e inevitables en la forma como se organiza la familia (Bradley, 2006). Aunque, desde 2004 por lo menos una investigación cada año ha indagado por los niños, niñas y adolescentes que quedan en el país de origen tras la migración paterna o materna,20 el reconocimiento de ellos/ellas como actores de la migración en la literatura académica es mínimo, como lo expresa Duque (2011) se asume que no es necesario tenerles en cuenta porque son parte obvia de las mujeres y la familia.
Al buscar respuestas a la situación de los hijos e hijas, niñas, niños y adolescentes, se posicionan temas e indagaciones por la crianza, socialización, autoridad, remesas, comunicación, relaciones familiares, junto con preguntas por las relaciones padres-madres-hijos-hijas, los roles parentales, los vínculos, las emociones, el cumplimiento de acuerdos y compromisos, la situación socioeconómica, la vida cotidiana, la trayectoria familiar, y las políticas que les atienden. Se identifican los efectos o factores psicosociales (Bertino et al., 2006; Giraldo et al., 2011), los vínculos o la situación psicoafectiva (Khoudour y Utgé, 2009; Parella 2007), la necesidad de apoyo emocional, la infancia que llevan, y la crianza durante la migración internacional.21
Entre tanto, a los padres se les analiza desde el cuidado que les dan a sus hijos o hijas durante la migración de la madre, siendo ellos el centro de los análisis en la investigación de Ospina y Vanderbilt (2009) donde se destacan los vínculos parentales y el rol que desempeñan con los hijos/hijas durante la migración materna. En otras investigaciones22 aunque los padres no son el centro de los análisis, se los tiene en cuenta desde los vínculos parentales.
Es importante reconocer que si bien el enfoque de género ha facilitado la investigación sobre la mujer y lo femenino en los procesos migratorios, es necesario que aborde la participación de los hombres (migrantes y no migrantes) y el espacio de lo masculino en las migraciones en general y en la familia migrante en particular. El enfoque de género permite justamente estudiar las relaciones de dominación y comparar la experiencia migratoria tanto de los hombres como de las mujeres. Llama la atención que cuando se comienza a estudiar la presencia de las mujeres en la migración se incorpora el enfoque de género, mientras que cuando se estudia a los hombres migrantes no se considera necesario realizar un análisis de género (Catarino y Morokvasic, 2005).
De igual manera Tapia (2011) señala una de las razones por las cuales los estudios se han centrado en las mujeres, tiene que ver con el afán de darles lugar en los procesos migratorios y en otros casos por el error de equiparar género con mujer, olvidando el carácter relacional de esta categoría y perspectiva analítica, lo cual ha impedido documentar las experiencias de los varones -migrantes y no migrantes- como sujetos generizados.
Es así como las investigaciones han tratado especialmente la maternidad transnacional, mientras que la paternidad transnacional ha sido poco estudiada. Uno de los trabajos pioneros sobre ello ha sido el trabajo de Pribilsky (2004) sobre ecuatorianos en Estados Unidos, el cual representa una aproximación a la vida familiar, el hogar y la vida en pareja tras la migración del esposo/padre. De igual manera, se ha profundizado muy poco en el papel de los hombres que quedan en el país de origen (padres, abuelos, hijos, tíos) quienes participan de manera directa o indirecta de las labores de cuidado (Ospina y Vanderbilt, 2009; Zapata, 2009). Ello obedece en parte a que los estudios de las mujeres siguen siendo un asunto abordado por mujeres, cuando en realidad deberían ocuparse de estudiar tanto a hombres como a mujeres.
Es así como los hombres -quienes tienen un lugar parental en la familia ya sea como padres, hermanos, tíos, abuelos- han quedado invisibilizados en los análisis del cuidado en familias con experiencia migratoria. Los estudios siguen reproduciendo divisiones de género que impiden el reconocimiento de la "multiplicidad de representaciones, prácticas e interpretaciones que los hombres hacen de su masculinidad y su paternidad" (Ortega et al., 2005: 37) a partir del evento migratorio, desde los cambios o continuidades que pueden darse alrededor del cuidado y la manera como se construye y de-construye la paternidad social y biológica y el conjunto de prácticas y significados en relación con los hijos/hijas, multiplicidad que sólo puede ser entendida, como lo plantean Altorre y Luna (2000) desde el posicionamiento de los hombres como de las mujeres, con relación a los hijos/hijas. De este modo, es necesario también incorporar en la investigación las experiencias de los hombres y comprender el tejido relacional y vinculante con los hijos/hijas, desde la presencia o la ausencia, desde lo virtual, lo simbólico o lo imaginado.
Asimismo, es necesario abordar la paternidad y la maternidad más allá del lugar parental -ser padre o madre- y entender las formas de "hacer" respecto a ese lugar -ejercer la paternidad o la maternidad- donde participan tanto hombres como mujeres que hacen parte de la familia y que cumplen con tareas y responsabilidades prescritas social y culturalmente al padre o a la madre. De este modo, encontramos casos donde tíos, abuelos, hermanos, e hijos mayores cumplen con el rol paterno y participan del cuidado de otros ya sea de manera directa o indirecta, como lo señala Zapata (2009) en su estudio; por lo que es necesario analizar de manera crítica los diversos lugares que ocupan los hombres en la familia, y su actuar en las prácticas de cuidado.
Abordar la paternidad en los estudios de familia, en contextos migratorios, permite reconocer las múltiples configuraciones, desde el padre que cohabita y reside con sus hijos/hijas, hasta el padre soltero, divorciado, o migrante, donde la relación parento-filial puede tomar diversas formas que merecen ser comprendidas desde las vivencias y trayectorias de vida individual y familiar de los hombres/padres, alrededor de ello surgen preguntas como ¿Qué significa la paternidad para los hombres? ¿Cómo llegan a ser padres? ¿Qué representan los hijos/hijas para los padres? ¿La paternidad es igual si el padre cohabita con sus hijos/hijas, si es soltero o si es divorciado? ¿Cómo se construye la paternidad desde la distancia física? ¿Es la migración internacional para los padres un detonante para fortalecer el vínculo con los hijos/hijas?
En este sentido, las distintas maneras de ser padre o de ejercer la paternidad (que implica hablar de paternidades en plural, las paternidades tradicionales o las nuevas paternidades) y los diferentes lugares que ocupan los hombres en el cuidado familiar (desde la presencia o la ausencia física y no física) antes y después del evento migratorio, permiten comprender cómo se articulan la paternidad y la construcción de la masculinidad, bien sean, concebidas desde las relaciones de género democráticas y de igualdad o desde las relaciones de desigualdad; por lo que la ausencia del análisis acerca de la masculinidad en los procesos de cuidado constituye un vacío en las tendencias analíticas del cuidado familiar.
De igual manera, los estudios se han centrado en el trabajo que realizan las mujeres desde el servicio doméstico y de cuidado, olvidando a las mujeres-madres que se desempeñan en los servicios sexuales, los cuales se incluyen también dentro de las labores de reproducción social en el marco de los procesos de globalización (Truong Thanh-Dam, 1996). Esta visión continúa reproduciendo el lugar de la mujer dentro de lo familiar y lo doméstico, obviando las dinámicas y arreglos que ocurren en los hogares de mujeres-madres que ejercen la prostitución, quienes deben seguir cumpliendo deberes y responsabilidades en su país de origen.
En este sentido, es necesario comenzar a visibilizar a las mujeres y hombres migrantes y no migrantes desde las diferentes posiciones que ocupan en su familia (madres, padres, hijos, hijas, abuelas, abuelos, tíos, tías), la manera como se insertan en las sociedades de destino (ya sea desde el cuidado, el servicio doméstico, la prostitución u otros sectores laborales) y se incorporan en las tareas domésticas y labores de cuidado (en origen, en destino y en lo transnacional), ya sea de manera directa o indirecta, remunerada y no remunerada; siendo importante incluir discusiones en torno a las nuevas formas de maternidad y paternidad que surgen no sólo en las familias que vivencian la migración del padre o la madre, sino en aquellas familias -ubicadas en los países destino- en las que el cuidado es transferido y pagado a otra mujer que se inserta en la dinámica familiar e influye de manera significativa en la formación y crianza de niños, niñas y adolescentes; cuyos padres o madres no se dedican de manera completa las labores de cuidado.
En este sentido la reflexión sobre el cuidado familiar en el contexto transnacional implicar reconocer dos situaciones de vida familiar: i) familias en las que el padre y/o madre migra y delega en otros miembros de la familia el cuidado de sus hijos/hijas, participando de dicho cuidado desde la distancia a través de diferentes recursos y medios que circulan en el espacio transnacional y ii) familias en las que aun cuando el padre o madre estén presentes físicamente no pueden hacerse cargo de la totalidad del cuidado de sus hijos/hijas, por lo que se contrata y paga a otra mujer u otras mujeres -que generalmente no tienen vínculo parental- para que se hagan cargo de dicha responsabilidad. Estas dos situaciones de vida familiar ponen en evidencia los arreglos, acuerdos y tensiones alrededor del cuidado familiar, donde se proveen, transfieren e intercambian cuidados en un escenario transnacional que incluye lo virtual y lo presencial, lo cercano y lo lejano, lo familiar y lo no familiar, lo remunerado y lo no remunerado; en el que están comprometidos diferentes miembros de la familia que participan de manera directa o indirecta en la forma como se organiza el cuidado.
Cuidado transnacional: reto de los procesos investigativos con familia
El estudio de los cuidados en la familia a partir de los procesos migratorios internacionales de padres y madres es de reciente interés, los trabajos de investigación van en aumento y sus resultados transitan entre las diferencias culturales de hombres y mujeres, que con la migración se han hecho visibles por la imprecisión entre la esfera productiva y reproductiva,23 donde los cuidados se convierten en su eje articulador (Gregorio, 2010), y la demanda de los mismos atrae la migración femenina (Molano et al., 2012), lo que conlleva a la reorganización de los cuidados al interior de las familias tanto en el país de origen como en el país de destino.
Pérez (2009), señala que el cuidado familiar en entornos de migración internacional es parte o contribuye a constituir campos de análisis social transnacional y cómo el cuidado aporta al entramado socioeconómico local que se transforma y también es afectado por la migración. El cuidado familiar dado en el contexto transnacional articula diferentes espacios y tiempos que interconectan hogares, personas, recursos económicos, elementos sociales, culturales y políticos que traspasan las fronteras y generan nuevas formas de paternidad y maternidad (López et al., 2012) en las que el cuidado -en los países de origen- pasa de una modalidad de atención en co-presencia a otra que enfatiza en un cuidado que aun siendo dado desde la distancia, articula estrategias y medios que le permiten al padre o madre migrante aportar para garantizar el cuidado de los hijos e hijas que quedan, siendo las redes familiares un apoyo fundamental para cumplir con dicha tarea. Sin embargo, es la migración de mujeres-madres el factor que desencadena el análisis del cuidado -las cadenas transnacionales de cuidado- como tema de investigación,
pues supuestamente la migración de las mujeres ha alterado las dinámicas cotidianas familiares que "deben" desempeñar en su rol reproductor en el hogar óviviendaó como el lugar por excelencia de expresión de los afectos y la gestión de los cuidados (Gonzálvez, 2010: 109).
En este sentido, la migración internacional de la mujer-madre subvierte el modelo de familia nuclear tradicional, en la que sus miembros deben co-residir y el cuidado debe estar a cargo de la madre quien social, cultural y legalmente debe cumplir con dicha tarea, por lo que su ausencia física demarca tensiones y conflictos en torno al cuidado y al lugar que ostentan en la familia.
La maternidad respondía a una concepción intensiva donde la ocupación por los hijos debía ser absoluta -tanto en cantidad de tiempo como en cuanto a la lealtad simbólica- y el desarrollo de estas ocupaciones se atribuía por completo al correcto comportamiento de la madre, y aunque esto ha variado significativamente, el ideario o concepción tradicional se mantiene.
En el caso de familias en el país de origen, con la transformación de una modalidad de atención en co-presencia, a otra que enfatiza en la provisión de recursos financieros por parte del padre o la madre migrante, y que en el caso de la madre le lleva a cuidar de otros en el país de destino, sucede a cambio del dinero que enviará a otras personas para que cuiden a sus propios hijos e hijas.
El estudio de los cuidados en el contexto transnacional, no sólo permite visibilizar las nuevas dinámicas y tensiones dadas en las familias en los países de origen, donde las mujeres migrantes deben movilizar a otras (madres, abuelas, cuñadas, hijas) para asegurar el cuidado de sus hijos e hijas, sino que también permite reconocer las dinámicas que surgen en los países de destino con la mercantilización del trabajo doméstico y las labores de cuidado, en un contexto global que cruza y conecta a mujeres de diferentes países y continentes encargadas del cuidado de los niños, niñas y adolescentes cuya madre no puede hacerse cargo del cuidado directo. Tal es el caso de las mujeres mexicanas que trabajan en California como niñeras, las mujeres peruanas que trabajan en Chile o las mujeres filipinas que cuidan adultos mayores en Israel. En este sentido, con la internacionalización de los cuidados, se genera una transferencia y cadenas de cuidado feminizadas que entrecruzan hogares ubicados en distintas partes del mundo, denominados por algunos como cadenas globales de cuidado o cadenas mundiales de afecto y asistencia.24 El concepto es utilizado únicamente para el cuidado de niños para identificar el encadenamiento de las acciones de cuidado, al asumirlo en el país de destino con los hijos propios o los de terceros, y delegarlo a terceros (familiares, padre, madre, otros) para sus hijos e hijas dependientes que quedan en el país de origen como se constata en los estudios de Micolta y Escobar (2008: 51) y López y Orozco (2009), sólo por mencionar algunos.
Estas "cadenas de dimensiones transnacionales se conforman con el objetivo de sostener cotidianamente la vida; y en los hogares locales se transfieren trabajos de cuidados entre sí con base en ejes de poder en los que se destacan el género, la etnia, la clase social, y el lugar de procedencia" (Pérez et al., 2008: 90). Las labores de las madres se delegan a otras mujeres que ocupan un lugar inferior en la jerarquía social, ya sea por su nacionalidad, etnia, clase, estrato socioeconómico o por su posición en la familia, generándose de cierto modo una jerarquía global (Beck y Beck, 2012) en las labores de cuidado.
En este punto, el cuidado transnacional constituye un reto para la investigación acerca de familia debido a que su estudio implica profundizar en dimensiones de la vida familiar que tienen que ver con la provisión y demanda del mismo, tanto en los países de origen como de destino, donde el género, el parentesco, la nacionalidad, la etnia, la clase o estrato socioeconómico se articulan y constituyen ejes de desigualdad entre hombres y mujeres, y entre las mismas mujeres. Ahora bien, teniendo en cuenta que el cuidado transnacional no sólo implica la delegación del cuidado de las mujeres-madres a otras mujeres de la familia en el lugar y en el apoyo desde de la distancia (Baldassar y Wilding, 2007), sino que también implica que dicho cuidado sea delegado por mujeres ubicadas en los países de destino y transferido a otras -que pueden ser madres o no-, pertenecientes a nacionalidades distintas y las cuales reciben una remuneración económica por su trabajo, que el pago y no pago por las labores de cuidado marque un eje diferenciador de género para comprender la organización del cuidado en el contexto transnacional y los arreglos que se dan cuando las relaciones están marcadas o no por lazos de parentesco.
De igual manera, es importante reconocer que las nuevas formas de "hacer" el cuidado requieren otros modos de análisis que den cuenta de la manera como se estructura el cuidado en las familias, desde el decir y el hacer, desde la co-presencia y la no co-presencia, incluyendo a las mujeres que delegan y proveen los cuidados en los países de destino y origen, también a los hombres que se quedan, que migran y/o participan de manera directa o indirecta del cuidado, y a los hijos e hijas que reciben estos cuidados. Desde aquí, tanto las voces de los niños, niñas y adolescentes que vivencian la migración paterna o materna, como las de aquellos que son cuidados por otras mujeres inmigrantes, componen un eje fundamental para comprender las nuevas formas de cuidado trasnacional, al involucrar el traspaso de las fronteras físicas, sociales, políticas, culturales y religiosas.
Asimismo, es un reto a los análisis para hablar de desarrollo, tomar en cuenta el derecho al cuidado como un derecho multidimensional, que abarca el derecho a recibir cuidados, el derecho a elegir si se quiere cuidar, y los derechos laborales en el sector de los cuidados; y considerar la situación de los hogares migrantes respecto a los cuidados en el país de destino como un problema de desarrollo estableciendo políticas migratorias (Molano et al., 2012).
Reflexiones finales
En los estudios y debates sobre el trabajo doméstico y el cuidado en los años setenta y ochenta,25 se incluyeron diferentes discusiones teóricas y conceptuales en torno al cuidado como una labor que no sólo incorporaba el trabajo doméstico, sino que hacía necesario incluir la perspectiva de género. Aunque no fue sino hasta la primera década del siglo XXI, cuando se presentó un incremento significativo de estudios sobre el cuidado,26 y en especial, sobre los estudios de familia. Dichos estudios se ubican en el contexto de América Latina y dan cuenta de las nuevas configuraciones familiares evidenciadas a partir de los procesos migratorios, teniendo como foco de estudio la migración parental,27 donde la paternidad y la maternidad se convierten en dos ejes de análisis importantes para comprender las nuevas dinámicas que surgen tanto en origen como en destino, y se acoplan otros miembros de la familia que forman parte de los nuevos arreglos y formas de organización del cuidado.
De este modo, la familia se posiciona, por un lado, como sujeto de análisis de las investigaciones y, por el otro, como un escenario de cuidado que desde lo transnacional interconecta personas, lugares y tiempos que hacen posible la producción y reproducción material y afectiva. Así, se evidencia una clara evolución conceptual en torno a las familias transnacionales,28 pues se reconoce que aún desde el distanciamiento y la separación física, los miembros de la familia -también ubicados en espacios y tiempos distintos- mantienen relaciones y vínculos, estructuran formas de organización, co-participan del cuidado, construyen redes familiares y generan una vida familiar en conjunto; produciéndose una desterritorialización simbólica del hogar local como referente del lugar físico, y generándose la construcción de un hogar glocal como escenario de encuentro familiar, que conecta hogares ubicados en uno o más países, y a los que les es indiferente la ubicación geográfica, gracias al uso de las nuevas tecnologías de la comunicación.
De aquí que los estudios hagan visible que el cuidado en el contexto transnacional requiere analizar tanto las dinámicas en los hogares y familias en origen como en destino, y la forma como éstos se interconectan desde lo virtual, lo no presencial y lo simbólico; entonces, es necesario dar cuenta de la forma como se organiza el cuidado en la familia29 desde la demanda, provisión y transferencia, que involucra especialmente a las mujeres -migrantes y no migrantes- que deben encargarse del bienestar físico, material, emocional y afectivo de quienes son cuidados.30 De este modo, se establecen cadenas de cuidado entre redes de mujeres que se encargan de realizar tareas domésticas y labores de cuidado, tanto en las sociedades de origen como de destino, puesto que las mujeres inmigrantes continúan siendo cuidadoras aún desde la distancia, a través de diferentes medios y recursos que les permiten seguir cumpliendo con sus tareas y responsabilidades.
En este sentido, se siguen manteniendo y reproduciendo estructuras de desigualdad basadas en el género, las cuales se expresan en el ámbito familiar y en el contexto social, cultural y político, que se articula a los flujos migratorios y que pone en el escenario de la producción de conocimiento, las condiciones de la movilidad de mujeres y hombres, aportando de manera diferenciada a los procesos de reproducción y de producción, a través de su inserción y aporte al mercado laboral, el envío, la recepción de remesas y el cuidado de aquellos que requieren un mayor acompañamiento (niños, niñas y adolescentes). Es así como desde los estudios migratorios y específicamente desde los estudios de familia con perspectiva de género comienza a visibilizarse principalmente a las mujeres -migrantes y no migrantes-, indicando desigualdades de género y relaciones de poder intrafamiliar, donde la familia constituye un importante soporte emocional y es a su vez, un ámbito de tensiones y conflictos.
Si bien en los estudios de cuidado ha prevalecido el género como perspectiva y como categoría analítica, existe una tendencia a situar como sujetos de análisis a las mujeres -especialmente madres-, desde su inserción al mercado labora,31 la maternidad transnacional32, la feminización de los flujos migratorios33, las cadenas globales de cuidado y el cuidado familiar desde el análisis de las familias transnacionales, con énfasis en la migración paterna o materna,34 teniendo gran prevalencia la discusión sobre la maternidad; mientras que los estudios que sitúan a los hombres y los padres35 como sujetos de análisis son escasos. Esta situación puede ser explicada en parte, por el interés de darle un lugar a las mujeres en los procesos migratorios y por el error de equiparar género con mujer (Tapia, 2011), lo que ha limitado documentar en mayor medida la situación de los hombres que se quedan o los que se van, y cómo es su participación en las labores de cuidado, ya sea de manera directa o indirecta. De igual forma, la paternidad transnacional (Pribilsky, 2004) ha sido poco abordada, puesto que el papel de los hombres que quedan, como tíos, abuelos, hermanos, hijos, han sido, también en parte, invisibilizados.
Observamos que mientras los estudios de cuidado enfatizan la asignación de las mujeres a lo doméstico y a labores de cuidado, los hombres son desconocidos como actores dentro y fuera del ámbito familiar, bien sea desde la proveeduría económica, el cuidado emocional y afectivo de hijos e hijas, la cercanía, la distancia; o desde su lugar como hijos que son cuidados, abuelos que participan del cuidado o hermanos que cuidan -aun cuando no se hagan cargo de lo doméstico-. Cambiar estas asignaciones implica abordar la vida familiar en cuanto a su dinámica y organización; incorporar nuevas prácticas y discursos al quehacer como individuos; integrar hombres y mujeres al cuidado familiar desde sus propias prácticas y discursos.
El estudio de los cuidados implica, con todo y lo demás, considerar los diferentes lugares, tiempos, espacios y personas que se interconectan a través de las fronteras; teniendo en cuenta los elementos sociales, culturales, políticos y económicos, que se articulan a la forma como se organiza el cuidado en las distintas sociedades producto de los flujos migratorios. Se hace necesario escuchar las voces de padres, madres (migrantes y no migrantes), y cuidadoras, cuidadores en origen y destino, y por supuesto, las voces de niños, niñas y adolescentes que son cuidados y que cuidan a sus hermanos o hermanas menores e incluso adultos mayores como abuelas y abuelos. Es indispensable analizar el cuidado familiar como un proceso bidireccional y simultáneo, donde participan diferentes actores, que ubicados en dos o más países, proveen, demandan y transfieren cuidado en una especie de cadena transnacional que amarra o vincula experiencias de cuidado, donde cada persona tiene un lugar particular y contribuye a que dicha cadena se mantenga, ya sea desde relaciones de desigualdad o jerarquía, o desde relaciones recíprocas y democráticas.