Introducción
Este artículo tiene como propósito compartir los resultados de un relevamiento sobre población infanto-juvenil que trabaja en la calle en el casco urbano de la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires, Argentina). Para ello aquí nos concentramos en el desarrollo de dos aspectos de la investigación: i) la explicitación de las decisiones metodológicas asumidas, considerando que el principal desafío de esta investigación ha sido el armado de un diseño que permitiese captar exhaustivamente a la población que es objeto de este estudio y ii) la descripción de las principales características de las unidades de análisis conforme a los resultados del censo.
Las investigaciones sobre las personas que trabajan y/o viven en la calle han sido habitualmente abordadas por los estudios inscriptos en el campo de la sociología de la pobreza y exclusión social, con los cuales nos alineamos para analizar el tema en cuestión. Tales estudios han enfatizado la importancia de observar y analizar el fenómeno en tanto manifestación de los procesos de exclusión y desafiliación social. Del amplio espectro de sujetos que se encuentran en la calle -sea trabajando o viviendo- nos interesa indagar acerca de un colectivo en especial: el de los niños, adolescentes y jóvenes, particularmente vulnerables en tanto que transitan momentos clave y determinantes en la construcción de su trayectoria biográfica.
Al estudiar diferentes grupos etarios -niños/as, adolescentes y jóvenes- se plantea la necesidad de diferenciar su situación jurídica ya que actualmente en nuestro país el niño se encuentra jurídicamente amparado frente al trabajo, el adolescente protegido y el joven habilitado para insertarse en el mundo laboral. De acuerdo con ello las definiciones sobre trabajo infantil, adolescente y juvenil fueron delimitadas con base en dos criterios: uno referido a la edad cronológica -criterio ajustado a las normativas vigentes,1- el otro referido al tipo de actividades que se contemplan.2 Así, en esta investigación se consideró trabajo infantil a aquel desarrollado por quienes tienen menos de 16 años de edad, trabajo adolescente al que se lleva a cabo por quienes tienen entre 16 y 17 años, y trabajo juvenil a aquel que se realiza por quienes integran la franja que va de los 18 a los 24 años.3 Se asumió que si de lo que se trata es de captar actividades laborales que se desarrollan en la vía pública, en principio se requiere de un encuadre lo suficientemente amplio como para visibilizar la variabilidad de las mismas, por eso se contemplaron todas las actividades generadoras de ingresos (monetarios o no monetarios) ligadas a la producción de bienes, servicios y el limosneo. Fueron excluidas la prostitución y el delito.4
Tal como señala Carli (2010) las décadas del 80 y del 90 del siglo XX en la Argentina fueron décadas de estabilidad democrática y al mismo tiempo de aumento exponencial de la pobreza. Desde una perspectiva de historia de la infancia -y de la juventud- podemos decir que este ciclo histórico, que es posible analizar retrospectivamente luego del impacto de la profunda crisis económica y política ocurrida en el país en el año 2001, muestra a la vez tendencias progresivas y regresivas: si por un lado se produjeron avances en el reconocimiento de los derechos del niño y una ampliación del campo de saberes sobre la infancia y juventud, el conocimiento acumulado no derivó en un mejoramiento de las condiciones de vida de esta población, que fue perdiendo condiciones de igualdad para el ejercicio de sus derechos. Una de las manifestaciones de dicha disimilitud se expresa en la persistencia del trabajo infantil y en la proliferación de inserciones laborales informales para ganarse la vida en la juventud.
En la ciudad de La Plata, al igual que en otras urbes del país, tras la crisis de 2001/2002 se observaba una importante cantidad de personas de diferentes grupos de edad -niños, jóvenes, adultos y adultos mayores- que desplegaban una variada gama de actividades ligadas a la obtención de ingresos en la vía pública. Ahora bien, esta tendencia no se mantuvo estable en el tiempo, ya que la reactivación de la economía, del mercado de consumo interno y la implementación de un conjunto de políticas públicas tendientes a paliar los efectos devastadores de la crisis tuvieron un efecto rápido y concreto sobre las condiciones de vida de la población tras una buena parte de la gestión de gobierno iniciada en 2003. Uno de los principales aspectos a destacar en relación con nuestro problema de investigación se relaciona con el aumento de los niveles generales de empleo, el descenso del trabajo infantil y adolescente y la mejora en los indicadores de inserción económica de los jóvenes.
Estadísticas nacionales publicadas en un informe del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación demuestran un importante descenso de la población infantil trabajadora entre 2004 y 2012.5 Este informe destaca como una de las conclusiones más relevantes, que el trabajo infantil prohibido por la legislación vigente alcanzaba en 2012 a tres por ciento de los niños/as entre 5 y 15 años, visibilizándose un descenso en la incidencia de esta problemática de 56 por ciento entre 2004 y 2012, y haciendo que la tasa de trabajo infantil cayera de 7.8 a 3.4 por ciento. Otro aspecto destacado al comparar el mismo periodo es el cambio en el tipo de actividad laboral en la que se insertan los niños/as: mientras que en 2004 el cartoneo y la venta en la vía pública aparecían muy difundidas entre los más pequeños, en 2012 se destacaban con una fuerte presencia la participación en talleres y comercios (MTEySS, 2014).
En el caso de los adolescentes, 16.8 por ciento de quienes tenían en 2012 entre 16 y 17 años realizaba alguna actividad económica, porcentaje que implica alrededor de 225 mil adolescentes que trabajaban en el total urbano nacional. La comparación con el año 2004 da cuenta de un descenso cercano a 17 por ciento (MTEySS, 2014).
Para el caso de los jóvenes, si se analizan comparativamente los datos correspondientes a la EPH para los años 2004 y 2012,6 se visualiza que la tasa de desocupación de los jóvenes entre 18 y 24 años se redujo de 28.7 a 20.3 por ciento entre 2004 y 2012, y que en el mismo periodo los jóvenes asalariados que contaban con descuento jubilatorio en su empleo ascendieron de 32 a 41.4 por ciento.7
A pesar de haber seguido estas tendencias generales, desde hace un tiempo a esta parte en la ciudad de La Plata volvió a observarse una proliferación de población infantil, adolescente y juvenil que se ubicaba en las calles y desarrollaba estrategias de diversos tipos.8 En este nuevo escenario es que se volvió a instalar la pregunta por estos grupos de chicos: ¿Cuántos son? ¿Qué características tienen? ¿Qué actividades desarrollan? ¿Qué variaciones se observan conforme los diferentes atributos? No era posible sustentar estas observaciones con datos muy precisos, ya que nunca se había hecho en la ciudad un estudio sistemático y riguroso volcado a captar de manera específica el fenómeno del trabajo callejero, pero lo cierto es que volvieron a observarse núcleos de trabajadores dispersos en varios puntos de la ciudad.9
Como es sabido, las diferencias socio-económicas de los hogares generan un acceso diferencial a los derechos más básicos, conformando también -entre otras cuestiones- modos particulares de transitar las etapas del curso de vida. Se asume que el análisis del trabajo callejero que aquí se estudia, prohibido -para los niños/as- y, carente de protección - para los adolescentes y jóvenes -representa una "ventana" desde la cual observar la persistencia de ciertas desigualdades en estos grupos de edad. En esta investigación además de caracterizar globalmente al conjunto de niñas/os, adolescentes y jóvenes que trabajan en las calles de la ciudad, focalizaremos en un análisis pormenorizado de las desigualdades al interior de este colectivo -en apariencia homogéneo- visibilizando rutinas, intensidades y actividades diferenciales.
El diseño de la investigación
Para llevar adelante el estudio, la primera tarea fue la revisión crítica de investigaciones de similares características, analizando, entre otras cosas, los diseños metodológicos utilizados y las definiciones conceptuales y operativas. Las principales fuentes de referencia han sido investigaciones latinoamericanas, particularmente un censo realizado en Ciudad de México (UNICEF, 2000), europeas -en especial las francesas (Firdion et al., 2000; Marpsat y Firdion, 2001; Marpsat, Firdion y Meron, 2000, Marpsat y Firdion 1998, Marpsat, 2008a y Marpsat 2008b)- y norteamericanas (Burt et al., 1999; Pergamit et al., 2013).10
A partir de lo encontrado en la bibliografía y conforme al tipo de interrogantes que desde la investigación se fueron planteando, se vio la necesidad de pensar en la articulación metodológica, optando por un diseño mixto secuencial en dos fases (Teddlie y Tashakori, 2005) para el abordaje in situ del trabajo en el espacio público de los niños/as, adolescentes y jóvenes.
El diseño mixto secuencial está basado en estrategias cuantitativas y cualitativas, remite específicamente a una propuesta de indagación que aborda el objeto de estudio en distintas fases (dos) en donde las estrategias metodológicas se integran. Es importante resaltar que cada fase es entendida como una unidad en donde se articulan instancias de conceptualización (decisiones en torno al qué -objetivos, preguntas de investigación-), metodológicas (decisiones de selección, recolección y análisis) y de inferencia (asociadas con las explicaciones, comprensiones, descripciones que incluye a la teoría emergiendo explicaciones e inferencias). Así, la propuesta de nuestra investigación se reconoce como multifase en tanto aborda más de una fase (en específico se trata de dos fases) e instancias articuladas en donde los procedimientos y técnicas de producción de información de corte cualitativo y cuantitativo se integran. El tipo de implementación de la propuesta es secuencial y esto implica asumir que los procedimientos metodológicos de la investigación no se darán concurrentemente sino de manera sucesiva en cada fase. En este sentido, la fase siguiente emerge de la anterior y es retroalimentada por ésta. De este modo, la investigación en curso se desarrolla en dos fases: la primera, de tipo cuali-cuantitativa con énfasis cuantitativo (CUAL/CUAN+), y la segunda cuanti-cualitativa con énfasis cualitativo (CUAN/CUAL+).
De las dos fases del estudio, la primera, el "mapeo" o relevamiento censal, fue realizada en noviembre de 2014. En ella se buscó hacer un barrido exhaustivo de los espacios públicos donde la práctica laboral se desarrolla (ver Mapa 1 en el Anexo), así como observar, relevar, contabilizar el volumen y las características observables del trabajo infantil/adolescente/ juvenil y de los sujetos que lo realizan, como insumo sustantivo para el cartografiado social del fenómeno, la sensibilización sobre los interrogantes e hipótesis, así como para la generación de un marco muestral de referencia para la fase 2
Con respecto a las definiciones operativas que se utilizaron en la fase 1, se hará mención aquí sólo a las dos principales: trabajo infantil/adolescente/juvenil y espacio público.
Una operacionalización inspirada en el reconocimiento de las características del campo y en los propios intereses de la investigación, llevó entonces a incluir en la variable "trabajo" a todas aquellas actividades informales que se desarrollan en la vía pública.11 Esto comprende vendedores ambulantes (de ropa, flores, productos de limpieza, artículos comestibles, etc.) que circulen por las calles; manteros (quienes fijan un puesto informal y temporario para la venta de distintas clases de productos: alimentos elaborados, frutas y verduras, antigüedades, libros, CD, bijouterie, objetos ligados a coyunturas específicas: banderas, camisetas de fútbol, etc.); ciudacoches/lavacoches; limpiavidrios; lustrabotas; malabaristas y demás artistas callejeros (músicos, estatuas vivientes, etc.), carreros; changarines12 de jardinería; y por último a quienes piden limosnas. Si bien cabe destacar que hay otras tantas actividades que se llevan a cabo en la calle, la labor de los canillitas,13 de los vendedores de comidas elaboradas instalados en puestos habilitados por el municipio o los feriantes, no son incluidos en esta definición por considerar que su trabajo se desarrolla bajo alguna relación de dependencia formalizada o bajo algún tipo de regulación municipal que legaliza su realización, acarreando otro tipo de características.
Por otro lado, la noción de espacio público quedó delimitada como lugares "a cielo abierto" tales como calles, avenidas, diagonales, plazas, parques, plazoletas, rotondas y ramblas, incluyendo el segmento de edificios públicos en el margen que comprende la línea municipal y las paredes que delimitan su construcción, y excluyendo el interior de edificios públicos como ministerios, facultades, estación de trenes, ómnibus, transporte público, etcétera.
En esta primera fase del estudio la herramienta diseñada para la producción de la información estuvo orientada a detectar casos de trabajo callejero (incluyendo las situaciones asociadas con el vivir y/o dormir en la calle).14 Se confeccionó una planilla de registro en la que la mayor parte de los ítems se podían completar a partir de la observación y de contactos casuales con los sujetos que constituyen nuestras unidades de análisis. De esta forma se relevaron sus atributos básicos y las actividades que despliegan en el espacio.
En el marco de esta estrategia de relevamiento, el primer desafío metodológico fue el reconocimiento de los sujetos buscados. Si bien el foco en la actividad laboral hace que esta población resulte visible, delimitar el relevamiento a los niños/as, adolescentes y jóvenes representa una dificultad en tanto los límites de la observación impiden captar con precisión las edades. Si bien esto vale para todas las fronteras etarias, la primera dificultad de la fase 1 fue cómo reconocer a aquellos que forman parte de la población de estudio en términos generales, es decir, quiénes tienen menos de 25 años. Se buscó un acercamiento no invasivo a los sujetos generando conversaciones informales cortas, que en algunos casos se acompañaban con la compra de algo de lo que ofrecían -fuesen productos o servicios-. Este acercamiento, que tenía como finalidad conocer la edad y otros atributos como el lugar de procedencia, el tiempo de permanencia en la actividad no tuvo como resultado únicamente la certeza de incluir o no al sujeto como parte de la población de interés y completar los datos en el formulario de registro, sino que también significó un primer contacto que incidirá positivamente en el abordaje necesario para la segunda fase. En general el acercamiento fue relativamente simple, y los sujetos no mostraron resistencias a la conversación y las preguntas, a excepción de unas pocas situaciones en las que claramente se advirtió cierta reactividad -chicos bajo el efecto de sustancias psicoactivas y algunas mamás con niños pequeños-. En estos casos, se procedía al llenado del instrumento con los datos puramente observables, dejando vacías las celdas relativas a la información proporcionada por el sujeto.
En función de las preguntas generales de la investigación, uno de los aspectos que interesaba detectar era el de las experiencias tempranas de vinculación directa o indirecta con la actividad económica en el ámbito callejero. De allí que una decisión importante fue la de tomar en cuenta no solamente a los sujetos que se encontraban trabajando -conforme nuestra definición- en el momento del relevamiento, sino también a aquellos que se encontraban "acompañando" a los trabajadores. El criterio que se utilizó para establecer esta diferenciación fue el siguiente: si en los ámbitos de observación se detectaban actividades grupales, y en el marco de las mismas algunos de los sujetos no se encontraban estrictamente trabajando, sino más bien en una actitud pasiva -desde un niño en brazos de su madre, hasta un joven presente en las mediaciones de la actividad- se procedía a observar durante un tiempo la dinámica grupal, luego interrogar a los miembros del grupo y así determinar si el sujeto entraba en una u otra categoría.
El reconocimiento y la recolección necesariamente debieron tener en cuenta otra serie de particularidades de esta población. En primer lugar la movilidad, debido a que el desarrollo de los distintos tipos de actividades laborales implica diversos patrones de uso y desplazamiento por el espacio urbano: utilización de puntos fijos que pueden variar luego de un período de tiempo, rotación o itinerancia permanente, circuitos establecidos y circuitos improvisados, etc., lo cual implica un desafío para el establecimiento de los espacios de observación. En segundo lugar, este tipo de actividades se desarrolla en distintos momentos del día y presenta variaciones estacionales, también derivadas de fenómenos climáticos (lluvias, vientos, temperaturas extremas) y del acceso a los productos que se pueden conseguir y vender, etc. Finalmente, la población presenta una alta rotación debido a sus características de actividad informal o no registrada, lo que se refleja en la dificultad metodológica de su captación específica en las encuestas oficiales sobre empleo y tiene como resultado la falta de un marco de muestreo.
En función de estas particularidades, para terminar de ajustar la operatoria del relevamiento censal y el diseño de los instrumentos, se llevó a cabo un pre-relevamiento o "pre-mapeo" en el que durante dos semanas se recorrieron aleatoriamente distintos puntos de la ciudad, céntricos y periféricos, en diferentes horarios del día -mañana, tarde y noche- para observar los tipos de actividades que se desarrollaban y sus dinámicas (Mapa 1). Asimismo la observación fue acompañada de conversaciones informales con los propios trabajadores y empleados de comercios, restaurantes, bares y cuidadores de parques, quienes adelantaron algunas pautas a considerar para el relevamiento tales como los momentos de mayor intensidad del trabajo, modos de organización.
Luego se capacitó a un grupo de observadores/encuestadores, quienes previo a la salida a campo probaron el instrumento; en términos de fiabilidad esta prueba implementó el recurso del test-retest, se segmentó la totalidad del casco urbano en zonas y se procedió a un conteo directo en dos momentos (mañana/tarde y noche, días de semana y fin de semana). En el instrumento se incluyeron indicadores que respondían a las siguientes dimensiones: contexto en el que se emplaza la actividad (zona, calle, turno de trabajo); características socio-demográficas del trabajador (sexo, edad); características del trabajo (grupal o individual, en punto fijo o en movimiento, tipo de trabajo (limosneo, venta de productos, etc.); uso de instrumentos/herramientas, lugar en el que pernocta (vivienda o espacio público); a su vez la planilla destinaba un espacio al registro abierto de observaciones del encuestador sobre el trabajador, sobre las características de la interacción tanto entre trabajadores como con el encuestador.15
La estrategia del recorrido seguido se ajustó conforme se tratase de zonas densamente pobladas de trabajadores (como el centro de la ciudad y alrededores) o escasamente pobladas. En el primer caso el recorrido se hizo a pie; en el segundo caso en automóviles. Además de registrar los puntos de trabajo fijo, se detectaron aquellas situaciones de trabajo móvil llevado a cabo en puntos estratégicos: circuitos de bares, restaurantes, edificios de la administración pública.
El relevamiento se realizó en primavera, en el mes de noviembre, durante dos miércoles y dos sábados consecutivos. En cada uno de estos días se trabajó en dos turnos: mañana/tarde (de 11 a 16 horas), y noche (de 20:30 en adelante). Cada observador repitió el mismo recorrido los días del trabajo de campo. Durante el relevamiento nocturno se organizó el recorrido en grupos de dos observadores, planteando en ciertos segmentos de la ciudad la fijación -por momentos- de los observadores en determinados puntos fijos a fin de captar el trabajo móvil, muy característico en la nocturnidad. Asimismo, a diferencia del turno mañana/tarde en que se recorrió la totalidad del casco urbano, por la noche se transitó un circuito un poco más restringido -conforme lo observado en el premapeo que demostró que los trabajadores se concentran en zonas vinculadas principalmente a la actividad comercial, administrativa público/privada y el esparcimiento.
Dado que el trabajo callejero tiene un carácter marcadamente estacional, se eligió la primavera por ser un momento en el que comienza a activarse de manera considerable este tipo de inserciones laborales. Para que hubiera fidelidad en el registro se excluyeron días festivos (día de la madre, de la primavera, del maestro) por ser justamente los que aumentan el volumen de trabajadores pero de manera circunstancial. La elección de los días de la semana en que se efectuó el relevamiento tampoco fue azarosa. Al llevar a cabo el pre-mapeo se advirtió que el comportamiento del fenómeno variaba según se tratase de días laborables o días no laborables, de allí que se escogió un día típico de la semana, el miércoles, por estar justamente en el medio del transcurso de la misma, y un día típico de fin de semana, el sábado.
Una serie de mecanismos implementados fueron efectivos para evitar las dificultades derivadas de un posible "doble conteo" de la población. Por un lado, la simultaneidad del relevamiento en distintos puntos clave de la ciudad. Por otro lado, la máxima atención por parte de los observadores a fin de registrar las especificidades de cada trabajador -rasgos físicos, vestimenta, etc.- de modo que se evitase incurrir en dicho sesgo. Por último, la puesta en común de lo observado durante las reuniones que el equipo efectuó tras finalizar cada jornada de trabajo de campo. Allí se comentaron todos los casos identificados como "trabajo móvil" y aquellos de tipo "itinerante" -fijos en ciertos lugares determinados días, con traslados hacia otros lugares en otros días-; así también se hizo un cruce de la información entre los encuestadores cuyas zonas eran colindantes. En función de la rigurosidad con la que se aplicaron estos mecanismos, se permitió un efectivo control del proceso.
Una vez finalizado este mecanismo de control, se procedió a la carga y posterior análisis de la información relevada.
Con respecto a la construcción y procesamiento de las bases de datos cabe destacar algunas cuestiones. En una primera instancia del análisis -que se vuelca en el apartado correspondiente de este artículo- se decidió que los resultados se trabajaran por separado, buscando reflejar las variaciones consideradas en la elección de los días; por eso, se segmentó la base por día de la semana: miércoles y sábado. Para este análisis, la base del miércoles contiene la sumatoria de los casos contabilizados ese día de la semana, en ambas semanas, excluyendo los repetidos; lo mismo se hizo con la base del sábado. Este tipo de análisis segmentado de acuerdo con el día del relevamiento permitió observar las particularidades de la dinámica del trabajo callejero, de modo que pudiésemos responder algunas preguntas que el equipo se formulaba: ¿trabaja el mismo volumen de personas los días de semana y los fines de semana?, ¿se manifiestan diferencias en cuanto a la presencia relativa de cada grupo de edad observado en uno u otro día?, ¿se desarrollan los mismos tipos de actividades o mutan? De mutar ¿cuáles tienen preeminencia y por qué?
En el siguiente apartado, se presentan los resultados de un tratamiento diferente de los datos. En la medida en que lo que se busca es lograr una síntesis que permita aproximarnos a delinear y establecer ciertos perfiles generales de trabajadores callejeros, se procesaron y analizaron los datos de la base total, es decir, sin segmentar los resultados por día (descartando las repeticiones de las observaciones realizadas, pero sin perder la información de la cantidad de veces que fue visto cada trabajador).
Los resultados del relevamiento censal
Características de los niños/as, adolescentes y jóvenes trabajadores y de sus actividades
A fin de contar con una idea global de la magnitud que tuvo el relevamiento consignaremos en primera instancia los datos generales, para luego pasar a la descripción y análisis de los resultados conforme a la segmentación por día de la semana mencionada anteriormente.
El primer dato sustantivo radicó en la detección de 685 casos, de los cuales 608 realizaban actividades laborales de manera fija o itinerante o acompañando en la ejecución de las mismas, mientras que 77 lo hacían en un carro -tirado a mano, en bicicleta, moto y/o a caballo-.16 Este resultado nos aproxima a una primera cuestión: una cierta uniformidad del volumen global de trabajadores con presencia en las calles en los distintos días relevados; pero, como veremos, esta indiferenciación global encubre un conjunto de características y especificidades teóricamente sustantivas.
El día miércoles 86.5 por ciento de los niños/as, adolescentes y jóvenes detectados trabajaban (268 casos); 13.5 por ciento restante (42 casos) se hallaba acompañando. Entre quienes trabajaban, 72.4 por ciento (194 casos) eran varones y 27.6 por ciento (74 casos) mujeres. Si se observa la composición del grupo conforme las categorías etarias que guiaron el estudio, 20.9 por ciento (56 casos) eran niños/as, 7.5 por ciento (20 casos) trabajadores adolescentes y 71.6 por ciento (192 casos) jóvenes. Al conjugar esta información con la categoría sexo, se advirtió que para todos los grupos de edad la composición era mayoritariamente masculina, representando los varones 60.7 por ciento en el caso de los niños, 90 por ciento de los adolescentes y 74 por ciento de los jóvenes.
De manera similar para el día sábado se advirtió que 86.6 por ciento (258 casos) de niños/as, adolescentes y jóvenes trabajaban; de ellos 70.9 por ciento (183 casos) eran varones y 29.1 por ciento (75 casos) mujeres, confirmando la tendencia en todos los grupos de edad y en los distintos días del relevamiento. La composición por grupo de edad quedaba conformada del siguiente modo: 30.2 por ciento (78 casos) eran niños/as, de ellos, 65.4 por ciento eran varones; 10.9 por ciento (28 casos) eran trabajadores adolescentes -71.4 por ciento eran varones-, por último, de 58.9 por ciento (152) de jóvenes, 73.7 por ciento eran varones (Cuadro 1).
De estos primeros resultados surge una caracterización interesante, que confirma lo que otros estudios latinoamericanos de similares características han encontrado: la preminencia de jóvenes y de varones (UNICEF, 2000, Peralta et al., 2011). Ahora bien, al detenerse en los resultados particularizados de acuerdo al día del relevamiento se observan algunos datos a considerar, que dan cuenta de diferencias en el comportamiento del fenómeno conforme el día. Si bien en términos globales el volumen de sujetos que trabaja es prácticamente idéntico, la composición según grupos de edad presenta variaciones: el día sábado registra una mayor presencia de niños, diez por ciento más sobre el total y 50 por ciento más dentro de la categoría niño/a, y una menor proporción de jóvenes, con alrededor de diez por ciento menos sobre el total y 26 por ciento menos dentro de su categoría etaria. Para el caso de los niños y niñas se cree que esto puede explicarse -en parte- por la escolaridad, es decir, mientras que algunos combinan trabajo y escuela, otros, pueden no hacerlo, "optando" por asistir al colegio durante la semana y trabajar los fines de semana.
En el caso de los jóvenes esa diferencia puede obedecer a que algunos de ellos circunscriben el trabajo a los días de semana, dejando los días sábados y domingos para el descanso.
Otra de las características generales que nos aproximan a la comprensión de la dinámica del fenómeno refiere a la cantidad de veces que los sujetos han sido observados en el relevamiento. La decisión por efectuar el censo en un período de dos semanas obedeció a la necesidad de captar dos aspectos: la regularidad/intermitencia y la intensidad de la actividad. Esto se detectó a través de una opción en el instrumento en la que se consignaba la cantidad de veces que esa persona había sido observada en el relevamiento, tanto en el mismo día como en los distintos días. Tal como la literatura especializada lo ha destacado (Rausky, 2010), y la experiencia del censo ha confirmado, uno de los rasgos propios del trabajo callejero se relaciona con su inestabilidad, es decir, la calle en tanto espacio para la obtención de ingresos, muchas veces representa una opción que fluctúa conforme la necesidad; en efecto, un poco más de 60 por ciento de los sujetos que han sido relevados han sido vistos un solo día, cerca de 20 por ciento dos días, 11 por ciento, tres días y siete por ciento cuatro días. Este cuadro de situación denota que en una importantísima proporción de sujetos no se advierte una regularidad en la realización de la actividad laboral. Este dato no puede pensarse sin considerar dos cuestiones que ayudan a su interpretación. Por un lado, que el trabajo callejero puede articularse con otras actividades en otros ámbitos. Por otro lado, que el relevamiento se efectuó la primera quincena del mes, momento de mayor circulación de dinero por cobro de salarios, planes sociales, pensiones.
En lo que respecta a la intensidad, un modo de aproximación indirecto fue el detectar si el sujeto fue visto en distintos turnos el mismo día, a fin de visibilizar los casos más críticos, o sea, aquellos que permanecían en la calle todo el día. Los resultados arrojaron que siete por ciento cumplía esta última condición.
Un aspecto importante a considerar se relaciona con el momento del día en que se presenta una mayor concentración de trabajadores (Cuadro 2). Claramente el fenómeno no se comporta de la misma manera según se trata del día (mañana y tarde) o la noche. Durante el miércoles se encontró que del total de niños/as, adolescentes y jóvenes que trabajan, 84.7 por ciento lo hacen durante el día, registrándose 15.3 por ciento en el turno noche. Durante el sábado se halló una proporción similar, es decir, también la mayoría de los chicos realizan su actividad durante el día, aunque la proporción de trabajadores nocturnos es un poco mayor (22.1 por ciento).
Lógicamente este aumento del volumen de trabajadores durante la nocturnidad se explica por la dinámica que tiene la ciudad los fines de semana: recitales, salidas a bares, restaurantes, cines, etc.; actividades que si bien se ofrecen durante la semana, adquieren mucha mayor presencia y usufructo los días sábados. Esto representa para los trabajadores callejeros un nicho de potenciales clientes a quienes ofrecer sus servicios y/o productos.
Al observar la presencia de los distintos grupos de edad según el momento del día, se detectó que de los trabajadores nocturnos, más de la mitad eran niños/as y adolescentes. Este comportamiento se registró en ambos días. A ello cabe agregar que el miércoles se detectó que 30 por ciento de estos niños/as y adolescentes se encontraban solos y casi 40 por ciento con otros niños/as o adolescentes (sin presencia de jóvenes ni adultos). Mientras que el sábado 18.8 por ciento se encontraba solo y casi 69 por ciento se encontraba con otros niños y/o adolescentes. Con respecto a la distribución según sexo, un dato que vale la pena destacar es que entre el total de las mujeres que se encontraban trabajando durante la noche, el miércoles casi dos tercios eran niñas o adolescentes, mientas que el sábado esta proporción ascendía a un poco más de tres cuartos.
Más allá de los casos que se han registrado directamente durmiendo en la calle -que no son objeto de este artículo- se rastrearon algunos casos de trabajadores que manifestaron dormir en el espacio público (en plazas, parques, inmediaciones de oficinas públicas). El día miércoles, cinco personas declararon estar en esta condición, de los cuales dos eran niños; el día sábado, seis. Tal como se suponía en este estudio, y se terminó por confirmar con datos de algunos de los trabajadores y otros informantes consultados, esta práctica de dormir en la calle no siempre responde a la carencia de un lugar en el cual dormir, sino que en algunos casos obedece a situaciones como las de que quienes trabajan de noche, que al no conseguir medios de transporte público para retornar a sus hogares, deciden dormir allí, esperar que se haga de día y se restablezcan normalmente los servicios, para volver a su hogar.
En lo que atañe a las categorías de actividad que los niños/as, adolescentes y jóvenes desarrollan en el espacio público (Cuadro 3), se encontró que en ambos días la mayor concentración de trabajadores se visualiza en la venta de productos (miércoles 48.1 y sábado 46.1 por ciento), le sigue la oferta de servicios (miércoles 41.4 y sábado 37.2 por ciento), mientras que el limosneo de dinero y/o comida se presenta en una proporción bastante menor (miércoles 21.2 y sábado 22.1 por ciento). Cabe destacar que estos porcentajes se traslapan debido a que se registraron algunos casos en los que se combinaban actividades.
Nota: las frecuencias y porcentajes suman más que el N original de cada día de la semana debido a que para esta variable se habilitó la opción de respuesta múltiple.
Fuente: elaboración propia con base en el censo realizado en noviembre de 2014.
En este sentido se encontró que, entre quienes se dedican a la venta de productos, los tipos de actividades con mayor presencia los días miércoles eran: venta de flores y plantas (20.2 por ciento) y de accesorios/bijouterie (19.4 por ciento), siguiéndoles en importancia la venta de productos alimenticios de elaboración casera y de curitas, pañuelos y similares (14.7 por ciento cada uno de ellos) y venta de ropa (13.2 por ciento). En el caso de los que ofrecen algún servicio se observó que los tipos de actividades más frecuentes eran cuidado y/o lavado de coches (35.1 por ciento), limpieza de vidrios (34.2 por ciento) y reparto de volantes/folletos y/o promotor/a (23.4 por ciento).
Otra de las cuestiones que permitió observar el relevamiento haciendo un análisis diferenciado por día es que si bien como se detalló con anterioridad, las categorías de actividad presentan proporciones similares los miércoles y los sábados, la dinámica urbana propia de esta ciudad lleva a que los tipos de servicios y/o productos que se ofrecen en la semana o los fines de semana sean algo diferentes. Por ejemplo para el día sábado se encontró que el tipo con mayor frecuencia de aparición era la venta de productos alimenticios de elaboración casera (22.7 por ciento), desplazando al resto en igual orden de importancia, pero con una menor frecuencia de aparición: la venta de flores y plantas (16 por ciento), la venta de accesorios/bijouterie (15.1 por ciento) y la venta de curitas -tiras adhesivas sanitarias-, pañuelos y similares (10.9 por ciento). Esto puede deberse a que durante los días sábados, la presencia de atractivos ligados al esparcimiento diurno y nocturno son mayores, y eso implica un punto de atracción para esta clase de ofertas: en el bosque y/o las plazas durante el día, a la salida de espectáculos y similares durante la noche. Para el caso de los servicios, los tipos con mayor presencia los días sábados eran: limpieza de vidrios y reparto de volantes/folletos y/o promotor (31.3 por ciento cada una), seguidas por cuidado y/o lavado de coches (24 por ciento). Este descenso en 11 puntos de este último tipo de actividad respecto al día miércoles, claramente obedece a que tales días no funcionan oficinas de la administración pública, bancos, escuelas, universidad, todas actividades que nuclean a muchas personas que se desplazan en automóvil y que ofician como un interesante atractivo para esta clase de trabajos.
Al diseñar el relevamiento se buscó tener en cuenta la heterogeneidad de tipos de actividades que podían llegar a encontrarse en la calle. Habitualmente quienes se abocan al estudio de este fenómeno circunscriben el análisis a aquel núcleo duro de sujetos que se encuentran en situaciones límite, es decir, aquellos niños/as, adolescentes y jóvenes provenientes de sectores sociales postergados que encuentran en la calle su único refugio para la sobrevivencia. Dado el conocimiento previo que se tenía sobre el tema y la instancia del "pre-mapeo", en este estudio se consideró que si bien este grupo es el que más notoriedad y presencia tiene en el espacio público, interesaba captar que allí también se reúnen sujetos que provienen de otros sectores sociales y en los que se condensan otras problemáticas que no son únicamente la exclusión social y la pobreza, como la situación de los migrantes procedentes de Senegal y los jóvenes de sectores medios o medios-bajos que realizan actividades más vinculadas a la expresión artística, a la vida bohemia o al "rebusque" temporario. Como se puede observar en el Cuadro 4, dentro de la amplia gama de posibilidades la frecuencia de aparición de estos casos es variable. Por ejemplo, el tipo de actividad "venta de accesorios y bijouterie" -uno de los que mayor concentración de casos presenta- reúne enteramente a jóvenes varones de origen senegalés, mientras que el tipo de actividad "arte callejero" es de los que menos frecuencia de aparición tiene. Estos datos, si bien acercan a esa heterogeneidad de la cual se estaba haciendo referencia, vuelven necesaria la indagación en profundidad sobre las posibles diferencias entre estos colectivos ¿cómo pensar la cuestión de la inmigración y el trabajo callejero? ¿qué problemáticas sociales conjuga?, ¿qué factores lo diferencian de la realidad del resto de los trabajadores?, ¿qué especificidades tiene el trabajo artístico?, ¿qué impulsa a los sujetos a llevarlo a cabo?
Nota: los totales de las categorías de actividad superan el N original de cada día de la semana debido a que para esta variable se habilitó la opción de respuesta múltiple.
Fuente: elaboración propia con base en el censo realizado en noviembre de 2014.
Se destaca también que en determinados tipos de actividades se dan concentraciones mayores de varones o de mujeres. Por ejemplo, la venta de flores y plantas, la limpieza de vidrios y el cuidado y/o lavado de coches son labores llevadas adelante mayoritariamente por varones, mientras que en el reparto de folletos/volantes y/o promoción y la venta de ropa priman las mujeres. Todas estas actividades son desarrolladas mayoritariamente por jóvenes.
También se advierte que el limosneo y la venta de curitas, pañuelos y similares, actividades que suelen combinarse, son llevadas adelante por niños/as.
En ambos días se registró que el trabajo callejero era llevado a cabo en una importante proporción bajo la categoría "como parte de un grupo" (Cuadro 5), es decir, era más frecuente observar grupos de personas trabajando en la calle -aunque no necesariamente compartiendo la misma actividad- que haciéndolo en soledad. Igualmente es notorio que un poco más de diez por ciento trabaje como parte de un grupo los días sábados (56.3 por ciento el miércoles y 65.1 por ciento el sábado).
Si se atiende a las diferencias conforme el grupo de edad, se encontró una característica destacable: si bien los niños son quienes en una proporción mayor se encuentran en grupo -frente a las restantes categorías etarias-, no es desdeñable que una buena parte de ellos fueron observados desarrollando su actividad solos: 28.6 por ciento el miércoles y 17.9 por ciento el sábado. A esta situación se agrega que una importante proporción de niños (30.4 por ciento el miércoles y 47.4 por ciento el sábado), realizaban la actividad grupalmente con otros niños (sin presencia de adolescentes, jóvenes o adultos que los acompañaran).
Otra caracterización de las actividades laborales que se desarrollan en el espacio público que resulta interesante es aquella que diferencia el trabajo callejero según se desarrolle en un punto fijo -lugares concretos delimitados por espacios amplios- o en movimiento -como parte de trayectorias de desplazamientos por la urbe-. En función de esta distinción, un dato a destacar es que en su mayoría, las actividades laborales que se llevan a cabo en el espacio público se desarrollan en puntos fijos: alrededor de 3/4 de los sujetos relevados en ambos días (Cuadro 6). Cabe aclarar que al 25 por ciento restante de trabajadores que se abocan a las actividades itinerantes, habría que sumar los carros.
Si bien esta dinámica que se ha registrado permite hablar de ciertos patrones de uso del espacio público, es necesario advertir que seguramente hay un proporción un poco mayor de personas que trabajan de manera itinerante y que no han podido ser detectadas por su movilidad, pese a que cada zona fue recorrida por los observadores varias veces a fin de minimizar ese efecto.
Principales perfiles de los niños/as, adolescentes y jóvenes trabajadores
El análisis desarrollado anteriormente permite concluir que la principal diferencia encontrada entre días de la semana gira en torno a los tipos de actividades. Si bien se observó que todas las categorías de actividad registradas tienen regularidad en ambos días (se presenta un volumen similar dentro de "venta", "servicios" y "limosneo"), al desglosar la composición de éstas conforme los tipos de actividades que lo integran, se observa una variación en el peso relativo que algunos de ellos adquieren. Como se planteó, este dato resulta sumamente interesante en la medida que permite inferir que el trabajo callejero se ajusta y ensambla a las dinámicas urbanas, es decir, los trabajadores tienen una mirada astuta y estratégica al respecto de lo que pueden hacer -conforme sus posibilidades objetivas- en la calle y cómo eso resulta más o menos provechoso en determinados días y momentos del día.
Ahora bien, a partir de este primer análisis de los datos se pudo detectar que los tipos de actividades, al tiempo que permiten visualizar esas diferencias entre días, presentan regularidades en torno a quiénes son los trabajadores que los desarrollan: varones o mujeres; niños/as, adolescentes o jóvenes. En función de esta observación saliente es que se procedió a realizar un análisis específico con el fin de construir los principales perfiles de trabajadores.17
Para la elaboración de los perfiles se ejecutó un análisis de clasificación, seleccionando los atributos con mayor capacidad de distinción de acuerdo con datos obtenidos en el análisis descriptivo, que como ya se indicó fueron: tipo de actividad, grupo de edad y sexo. A partir de esta exploración y tomando como referencia el volumen y/o peso relativo de la categoría tipológica se construyeron 14 perfiles de trabajadores que constituyeron el modelo de mejor ajuste -representando 75 por ciento de los casos18-, que se presentan en el Cuadro 7.
Nota: el total es inferior al N mencionado en la nota al pie número 13 debido a que en la tabla se recuperan los casos clasificados en sentido puro (75 por ciento).
Fuente: elaboración propia con base en el censo realizado en noviembre de 2014.
Los perfiles que permiten caracterizar a los niños/as que trabajan en la calle son tres: A, B y C. Dos de ellos se asocian a la venta de productos (A y B), mientras que el tercero (C) se corresponde con el limosneo, siendo el de mayor frecuencia. Los tres perfiles tienen en común que no poseen diferencias sustantivas de sexo en cuanto al volumen de composición del grupo. Al mismo tiempo en la ejecución de su trabajo emplean un patrón de uso del espacio público común, la itinerancia. Además cabe destacar que los tipos de actividades que los niños/as llevan adelante son los de mayor precariedad, y que el limosneo -que es el tipo de trabajo que mayor presencia tiene en este grupo de edad- no es una práctica laboral compartida con los otros grupos etarios.
También son tres los perfiles en los que se concentraron los casos de los adolescentes. Estos corresponden tanto a la venta (D) como al ofrecimiento de servicios (E y F). A diferencia de lo que ocurre con los niños, aquí se agrupan exclusivamente los varones.
Por su parte, los perfiles de los jóvenes resultaron ocho; la mitad de ellos se inscriben en la categoría venta (G, H, I y J) mientras que los restantes pertenecen a la categoría servicios (K, L, M y N). En ellos aparece una clara diferenciación por sexo y tipo específico de actividad, que se corresponde con los patrones hegemónicos de división sexual del trabajo: en el caso de los varones actividades que podrían asociarse con "lo típicamente masculino" (limpieza de vidrios y cuidado y/o lavado de coches: K y L) concentran a una importantísima proporción de los mismos en este grupo de edad, mientras que las mujeres jóvenes se agrupan dentro de actividades que se suelen asociar con "lo femenino": vendedoras de ropa y promotoras (H y M).
De la tipología resultante se desprende una importante diferenciación entre los tipos de actividades que llevan adelante los niños/as, adolescentes y jóvenes. Si bien todas ellas tienen un altísimo nivel de precariedad, podrían ordenarse en función de grados mayores o menores de precariedad: desde aquellas actividades que rozan lo más básico de la subsistencia como el limosneo, desarrollado por los niños y niñas, hasta aquellas que implican cierto nivel de organización y previsibilidad como las que desarrollan los y las jóvenes. Cabe graficar con algunos casos muy ilustrativos: por ejemplo actividades como la limpieza de vidrios, que desarrollan los jóvenes, implica contar con ciertas herramientas de trabajo -baldes, trapos, secadores- y con un lugar de donde poder extraer agua; mientras que en el caso de los niños/as la marcada presencia del limosneo -que no requiere ni instrumentos ni organización previa- arroja una luz de alerta respecto de la situación crítica en la que se encuentran, la cual se intensifica al notar que una importante proporción de ellos se encuentran solos en la calle o acompañados por pares o adolescentes.
Conclusiones
En el escenario de una Argentina que durante algo más de una década logró un sostenido crecimiento económico, acompañado del diseño de un conjunto de políticas tendientes a la inclusión social impulsadas por el Kirchnerismo -2003-2015-, las condiciones de vida de cierta proporción de niños, adolescentes y jóvenes están lejos de alcanzar aún los estándares socialmente consensuados como óptimos. Una muestra de ello lo representan los trabajadores callejeros cuyo estudio permite visibilizar cómo tempranamente se pueden ir depositando y consolidando las desigualdades sociales que pueden tal vez perpetuar a los sujetos en la pobreza, ya que como se desprende de los resultados del relevamiento, la mayor parte de quienes trabajan informalmente en la calle provienen de sectores pobres. Lejos de encontrar una composición más heterogénea de los sectores sociales de procedencia de los trabajadores callejeros -tal como se suponía inicialmente- la calle en tanto espacio de trabajo está mayoritariamente habitada por los más desposeídos.
Obtener una "foto" de lo que sucede en un ámbito urbano específico con el trabajo callejero es lo que en esta comunicación se propuso, asumiendo que dimensionar y estimar el volumen de niños, adolescentes y jóvenes que trabajan en la calle y sus características contribuye a conocer la situación de desventaja en la que una proporción -para nada desdeñable- de la población infanto-juvenil se encuentra y pensar en alternativas de políticas que permitan diseñar acciones orientadas a los núcleos duros de pobreza, ya que uno de los grandes desafíos que se acarrean desde hace varios años en el país es saldar las deudas con quienes integran tales núcleos duros de pobreza.
Si un elemento común que permite caracterizar a estos trabajadores se relaciona con su procedencia -sectores pobres-, y la ejecución de un trabajo informal, de muy rápido y fácil acceso, con requerimientos de capitales escasos para su ejecución: bajo volumen de capital económico, cultural y social -en el sentido Bourdiano-, lejos de ser un colectivo homogéneo, la investigación ayudó a delinear diferentes caras del fenómeno, permitiendo un análisis pormenorizado de las desigualdades en su interior, visibilizando rutinas, intensidades y actividades diferenciales. En definitiva se pudo obtener un mapa del trabajo callejero que llevan adelante estos grupos de edad.
Los resultados del censo permitieron reconocer que en términos del volumen total de trabajadores no se registraron diferencias sustantivas de acuerdo con los días de trabajo: tanto los días de semana como los fines de semana la calle está poblada por estos trabajadores. Sin embargo esto no debe esconder ciertas particularidades.
La preeminencia de los jóvenes por sobre el resto de los grupos de edad es un dato sustantivo. Estos jóvenes trabajan irregularmente, lo hacen durante el día, en puntos fijos de la ciudad y acompañados por otros jóvenes, en actividades mayoritariamente ligadas al rebusque y la subsistencia, pero que suponen cierto grado de previsibilidad: deben proveerse de materiales y/o insumos que les permitan ofertar un producto o servicio, lo cual supone movilizar y anticipar una serie de recursos en pos de ello. Otro rasgo notorio se vincula con la presencia de una división sexual del trabajo que reproduce esquemas tradicionales: hay una proporción muy inferior de mujeres jóvenes que de varones, incluso las mujeres que trabajan lo hacen en actividades más próximas al mundo de lo femenino como la venta de ropa, la venta de alimentos o el reparto de folletos/promoción de productos o servicios.
La situación de los niños y niñas es diferente y los ubica en una condición de mayor vulnerabilidad. A diferencia de los jóvenes, desarrollan en una elevada proporción su trabajo durante la noche, circulando por las calles en soledad o en su defecto con otros niños. Incluso, la significativa presencia del limosneo en este grupo de edad lleva a pensar en la imposibilidad que tienen de ofrecer ningún otro recurso más que el pedir una limosna, el niño parece "salir con lo puesto" en busca de aquello que le permita subsistir -a él y su familia-. A diferencia de los jóvenes, este grupo de edad no presenta distinciones por sexo, tanto mujeres como varones salen a ganarse la vida en la calle.
Esto permite afirmar tres cuestiones:
1. Que mientras los niños y niñas sean pequeños, las distinciones relativas al sexo no estarían operando. Sin embargo, con el correr de los años y a medida que se va produciendo el pasaje hacia otros grupos de edad, la masculinización de los espacios públicos -al menos para estos fines- se presenta con más fuerza: de la indistinción según sexo se pasa a una progresiva distinción.
2. Que a medida que se avanza en edad también crece el peso relativo de los jóvenes por sobre los trabajadores infantiles y adolescentes.
3. Que la mayor fragilidad se la llevan los más pequeños.
Así, la progresiva masculinización y juvenilización del trabajo callejero como la significativa fragilidad en lo que atañe a las condiciones en que los niños llevan adelante su trabajo serían tres de los datos que sobresalen en la caracterización de este colectivo.
La niñez, la adolescencia y la juventud constituyen momentos clave en la biografía de los individuos y en las posibilidades y caminos que van delineando. Ganarse la vida con trabajos inestables y con ingresos que apenas alcanzan para garantizar niveles mínimos de subsistencia coloca a estos sujetos en situaciones sumamente desventajosas, al menos en relación a otros de sus mismos grupos de edad. Evidentemente la amplia batería de políticas de inclusión social destinadas en los últimos años a fortalecer a las familias en general, y a los niños y jóvenes en particular, no han alcanzado, con lo cual queda pendiente pensar en posibles abordajes más completos y complejos que atiendan las necesidades y demandas específicas de estos sectores tan postergados.