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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.25 no.100 Toluca abr./jun. 2019  Epub 19-Jun-2020

https://doi.org/10.22185/24487147.2019.100.13 

Artículos

La inmigración contemporánea en Chile. Entre la diferenciación étnico-nacional y la desigualdad de clases

Contemporary immigration in Chile. From ethnic-national differentiation to class inequality

* Departamento de Estudios Regionales-INESER, en la Universidad de Guadalajara, México


Resumen:

En la última década la migración internacional en Chile ha adquirido un renovado interés. Sin embargo, en muchos casos, la inmigración y los migrantes son analizados como un todo relativamente homogéneo y abstracto, sin considerar las estructuras de diferenciación social que la compone. En este texto, queremos transitar desde los análisis demográficos y formales que ilustran los volúmenes y tendencias de la inmigración como un componente de la población chilena, a un análisis de cómo las estructuras de diferenciación de la inmigración se corresponden con las estructuras de diferenciación social y de clases que prevalece en la sociedad chilena. Como proceso social e histórico, la inmigración está también atravesada por las estructuras sociales de diferenciación y desigualdades que conforman a la sociedad chilena, reproduciendo a su modo esas mismas estructuras de diferenciación social. Nuestro interés en este artículo es documentar con datos estadísticos y demográficos estas estructuras de diferenciación social entre los distintos componentes de la inmigración contemporánea en Chile. Para ello nos basaremos en estadísticas sociales y demográficas que registran los censos de población y las encuestas CASEN, principales fuentes de información a nivel nacional en Chile.

Palabras clave: Migración; Chile; desigualdad social; Discriminación

Abstract:

In the last decade, international migration in Chile has acquired renewed interest. However, in many cases, immigration and migrants are analyzed as a relatively homogenous and abstract whole, without considering the structures of social differentiation that make it up. In this text, we move from the demographic and formal analyzes that illustrate the volumes and trends of immigration as a component of the Chilean population, to an analysis of how the differentiation structures of immigration correspond to the structures of social differentiation and classes that prevails in Chilean society. As a social and historical process, immigration is also traversed by the social structures of differentiation and inequalities that constitute Chilean society, reproducing in their own way those same structures of social differentiation. Our interest in this article is to document with statistical and demographic data these structures of social differentiation between the different components of contemporary immigration in Chile. For this, we rely on the social and demographic statistics recorded by the population censuses and the CASEN surveys, the main sources of sociodemographic information at the national level in Chile.

Keywords: Migration; Chile; social inequality; discrimination

Introducción

En la última década la migración internacional en Chile ha adquirido un renovado interés. Desde esferas académicas, actores políticos y de la sociedad civil surgen diversos discursos y planteamientos en torno a su importancia, impactos, causas y consecuencias. Al respecto, destacamos dos características que están en la base de la creciente preocupación y ocupación por las migraciones internacionales en Chile.

  • Por un lado, desde fines de la dictadura militar el volumen de inmigrantes residentes en Chile se habría cuadruplicado (Rojas y Silva, 2016), lo que hace de Chile uno de los principales destinos de la migración internacional en Sudamérica.

  • Por otro lado, el cambio en la composición de los flujos migratorios en Chile, los cuales pasaron de ser predominantemente provenientes de Europa a tener un origen preferentemente sudamericano, y de países fronterizos en particular (Martínez, 2005). Se trata de una característica común a otros países sudamericanos, pero que en el caso chileno se agrega el hecho de ser crecientemente destino de migrantes de países de la misma región latinoamericana (Canales, 2018).

Aunque estas dos características han pasado a ser ya un lugar común, el análisis de la inmigración no siempre da cuenta de la complejidad que ellas implican. En muchos casos, se refiere a la inmigración y los migrantes como un todo relativamente homogéneo y abstracto, y se refieren a las cifras, tendencias y magnitudes de la inmigración, sin considerar debidamente las estructuras de diferenciación social que la compone. Se trata de estudios que analizan la inmigración como un agregado, un total, compuesto por la agregación de individuos, sin detallar los procesos y relaciones que los diferencian y contraponen (Solimano y Tockman, 2006). No hay duda de que se trata de estudios necesarios y relevantes, más aún, en el caso de Chile donde la carencia de estadísticas demográficas y migratorias confiables dificulta el análisis objetivo y detallado de la inmigración, facilitando con ello, el surgimiento de discursos basados en mitos, prejuicios xenófobos y llenos de lugares comunes que en nada aportan al entendimiento y comprensión de la migración contemporánea.

En otros estudios se hacen análisis muy detallados pero focalizados en algún grupo particular de inmigrantes, usualmente seleccionados por su origen nacional o regional, por su condición de género o pertenencia étnica, o bien por su posición en la estructura ocupacional (Stefoni, 2009; Rojas et al, 2015). Se trata de investigaciones muy relevantes, especialmente para documentar las condiciones de vulnerabilidad, precariedad y exclusión social que sufren muchos inmigrantes en Chile, junto al resurgimiento de prácticas y actitudes racistas y xenófobas entre una parte de la población chilena y algunas de sus autoridades.

Sólo recientemente han surgido propuestas que analizan la inmigración como una totalidad que involucra una estructura de diferenciación social y económica entre los diferentes grupos que componen eso que llamamos inmigrantes e inmigración en Chile. Nuestro interés va en ese mismo sentido. En particular, queremos transitar desde los análisis demográficos y formales que ilustran los volúmenes y tendencias de la inmigración como un componente de la población chilena, a un análisis de cómo las estructuras de diferenciación de la inmigración se corresponden con las estructuras de diferenciación social y de clases que prevalece en la sociedad chilena. Partimos de un supuesto muy simple. La inmigración como todo proceso social, no involucra sólo personas o individuos así en abstracto, sino sujetos y actores sociales que adquieren sentido e identidad a partir de las estructuras de diferenciación de las sociedades donde se asientan y a las cuales se integran. En otras palabras, como proceso social e histórico, la inmigración está también atravesada por las estructuras sociales de diferenciación y desigualdades que conforman a la sociedad chilena, reproduciendo a su modo esas mismas estructuras de diferenciación social.

Otros autores han avanzado en esta línea de reflexión, aportando valiosos análisis sobre la construcción social y simbólica de estos procesos de diferenciación social (Tijoux y Díaz Letelier, 2014). Nuestro interés es algo más modesto. Queremos documentar con datos estadísticos y demográficos estas estructuras de diferenciación social entre los distintos componentes de la inmigración contemporánea en Chile. Para ello nos basaremos en estadísticas sociales y demográficas que registran los censos de población y las encuestas CASEN, principales fuentes de información a nivel nacional en Chile.

Antecedentes de la inmigración contemporánea en Chile

En el caso particular de la migración en Chile, las causas de la migración, no parecen generar mayor debate. Por de pronto, son relativamente pocos los textos y estudios que analizan la vinculación de las condiciones macroeconómicas con la inmigración en Chile. En estos textos que abordan las causas económicas y estructurales, suele señalarse el papel que ha tenido la transformación de la economía chilena y su temprana inserción en la economía global vía exportaciones y apertura comercial indiscriminada (Solimano y Tockman, 2006; Stefoni, 2009).

Al respecto, los datos parecen ser elocuentes. En los últimos 25 años el PIB per cápita en Chile ha crecido sustancialmente, distanciándose cada vez más del promedio latinoamericano.1 Asimismo, el nivel de pobreza se ha reducido a niveles incluso por debajo de los prevalecientes en algunos países desarrollados.2 Ello conforma un contexto de un largo ciclo de crecimiento y desarrollo económico en Chile, que actuaría como un importante factor de atracción migratoria, especialmente frente al estancamiento y crisis que han enfrentado países como Argentina y Venezuela, los cuales fueron históricamente los principales lugares de destino de la migración sudamericana (Rojas y Silva, 2016).3

A estas condiciones favorables de la dinámica económica chilena, cabe agregar las nuevas condiciones de las principales rutas y destinos de la migración latinoamericana. Por un lado, en Estados Unidos la política basada en una lógica de securitization que implicó un programa de deportaciones masivas, y una política de criminalización de la migración irregular e indocumentada (Canales y Rojas, 2018; Alarcón, 2016). Por otro lado, en España los efectos de la crisis económica se han sentido directamente en los flujos migratorios y en eventuales procesos de retorno y re-migración (Domingo y Recaño, 2010).

En cuanto a las características de la inmigración, hasta hace un lustro, el análisis estuvo centrado en el flujo de peruanos a Chile, el cual se inició en la década de 1990 y hoy constituyen el principal país de origen de la inmigración en Chile, superando el papel que históricamente tuvo Argentina, así como el flujo acumulado de inmigrantes de origen europeo (Stefoni, 2011; Navarrete, 2007).

Del análisis de los volúmenes y tendencias, se pasó al análisis de los perfiles y características de la inmigración peruana. Al respecto, desde un comienzo se destacó la alta participación de mujeres en el flujo migratorio, la que supera a la de los hombres. Ello se asocia directamente con las opciones laborales que ofrece la economía y sociedad chilena y santiaguina, en particular, a las inmigrantes peruanas, quienes desde un inicio se han concentrado en el servicio doméstico y la industria del cuidado (Stefoni, 2009; Arriagada y Todaro, 2012).

Aunque se trata de empleos con alta precariedad e inestabilidad, un dato relevante es que las mujeres inmigrantes peruanas empleadas en estos trabajos suelen tener mayor nivel de escolaridad formal que las trabajadoras chilenas. Por de pronto, como señala Martínez (2003), en el caso de las peruanas en el servicio doméstico más de 75 por ciento posee más de 10 años de estudios, cifra que en el caso de las chilenas alcanza a sólo 33 por ciento. Sin embargo, a pesar de este mayor nivel de escolaridad, las peruanas, al igual que las chilenas, deben enfrentar las mismas condiciones de precariedad laboral e inestabilidad contractual propios de este tipo de trabajos.

A partir del año 2000, a la inmigración peruana y boliviana, se agregan nuevos países de origen de la inmigración. Entre ellos, primero destacó el flujo de colombianos que desde comienzos de los años 2000 han comenzado a arribar a Chile (Gissi, 2017). A ello, se les agrega recientemente el flujo de dominicanos y especialmente el flujo de inmigrantes haitianos, quienes se han visto favorecidos por un estatus especial a partir de las catástrofes ambientales y naturales que azotaron al país hace unos años (Valenzuela et al., 2014).

Lo relevante de estos nuevos flujos, es que junto con ampliar y diversificar los orígenes de la inmigración en Chile, pone sobre la mesa de debate la construcción social del racismo y la discriminación étnica a partir de la condición migratoria y origen nacional de los inmigrantes (Tijoux, 2016). En el caso de los haitianos, por ejemplo, Rojas, Amode y Vásquez (2015) utilizan las categorías de neoracismo y racismo sutil, para analizar los discursos de los migrantes haitianos y de sus experiencias frente a diversas prácticas de discriminación racial y étnica que enfrentan cotidianamente en Santiago.

Por su parte, en el caso de la migración colombiana, ésta enfrenta un doble proceso de discriminación, étnica y de género (Pavez, 2016). Nada ejemplifica mejor esta situación que las tensiones y discursos con los que tanto autoridades, como simples ciudadanos y población en general, suelen referirse a mujeres inmigrantes colombianas en el norte de Chile. En la ciudad de Antofagasta, por ejemplo, la misma alcaldesa ha impulsado una práctica y discurso basado en prejuicios raciales y de género, estigmatizando a las inmigrantes colombianas, a las que se les acusa de todos los males y problemas que afectan a las familias chilenas en esa ciudad (EMOL, 2016).

Esta visión racializada de la inmigración, lleva a la formulación de discursos alarmistas y altamente mediáticos, fomentando y consolidando diversos mitos que distorsionan e ideologizan el debate y sustituyen el necesario análisis objetivo de los hechos a partir de datos empíricos y estadísticas que den cuenta de las causas y consecuencias sociales y económicas involucradas en los procesos migratorios (Martínez, 2003). No hay duda de que las migraciones son uno de los fenómenos sociales contemporáneos en torno a los cuales los mitos y prejuicios suelen anteponerse al análisis riguroso de los datos y evidencias empíricas (Navarrete, 2007). En este sentido, nuestro interés es precisamente, documentar con datos estadísticos la situación actual de las migraciones en Chile, ilustrando con ello, los procesos de diferenciación social que las caracterizan. Nuestra tesis es que detrás del discurso de “la inmigración” se esconden e invisibilizan las estructuras de desigualdad social, étnica y económica que permiten diferenciar e identificar las distintas migraciones que componen el fenómeno en el Chile contemporáneo. Estos patrones de diferenciación social son lo queremos documentar con datos estadísticos y demográficos.

Niveles y tendencias de la migración en Chile

La historia de la inmigración en Chile muestra tres grandes ciclos, mismos que son corroborados por los datos del volumen y la tasa de inmigración que reportan los censos de población desde mediados del siglo XIX a la actualidad (Figura 1).

* Los datos reportados por los censos a partir de 1875, incluye como inmigrantes a la población boliviana y peruana de Antofagasta y Tarapacá, territorios que fueron anexados por Chile al finalizar la Guerra del Pacífico. Para evitar el sesgo que ello implica, para el periodo 1875-1920 hemos estimado para cada año, el volumen de la población peruana y boliviana residente en esas dos provincias y que ya residìa alli desde antes de la Guerra del Pacífico, el cual lo hemos restado del volumen total de inmigrantes que reporta cada Censo para esas mismas provincias. A partir de 1930 la eventual sobreestimación que señalamos no tiene mayores efectos en el volumen de la inmigración internacional.

Fuentes: Censos de Población 1865 a 2017

Figura 1: Población inmigrante* y tasa de inmigración (%). Chile, 1865-2017. 

  • Por un lado, una primera oleada migratoria que va de 1875 a 1920, y que corresponde al gran flujo de inmigrantes europeos, provenientes de España, Alemania, Croacia e Italia, principalmente (Gutiérrez, 1989). En este periodo el volumen de inmigrantes más que se cuadruplicó, pasando de 21.9 mil en 1865 a casi 100 mil en 1920. Asimismo, la tasa de inmigración se incrementó de sólo 1.2 por ciento en 1875 a 2.7 por ciento en 1907.

  • Una segunda etapa corresponde al periodo de 1920 a 1982. En este periodo el flujo inmigratorio prácticamente se frena alcanzándose un saldo neto migratorio casi nulo, esto hace que el volumen del total de inmigrantes se estabilice en un monto cercano a 100 mil personas. Considerando el gran crecimiento de la población chilena en ese mismo periodo, este freno del flujo migratorio se traduce en un descenso prolongado y sistemático de la tasa de inmigración, la que alcanza su mínimo histórico en 1982 cuando sólo 0.74 por ciento de los residentes en Chile eran inmigrantes internacionales.

  • Por último, a partir de 1982 toma forma una nueva oleada migratoria en donde crecen tanto los volúmenes de inmigrantes como su proporción respecto a la población chilena. Se estima que en 2017 ya habrían más de 750 mil inmigrantes, los que representan 4.3 por ciento de la población, tasa de inmigración que superaría con mucho al máximo histórico registrado hace algo más de 100 años.

La actual oleada migratoria no sólo implica un repunte del volumen de inmigrantes, sino por sobre todo, un cambio igualmente importante en su composición según países y regiones de origen. Mientras la primera oleada migratoria estuvo compuesta esencialmente por inmigrantes provenientes de Europa, el actual flujo migratorio está compuesto por inmigrantes provenientes de países sudamericanos, siendo los países fronterizos los de mayor importancia relativa.

En efecto, en la primera oleada los europeos alcanzan su punto máximo en 1907 cuando logran representar 83 por ciento del total de inmigrantes en Chile. Por el contrario, en 2012 sólo representan 11 por ciento proporción que se reduce a siete por ciento en 2017 de acuerdo a datos del censo de población de ese año.

Por el contrario, la actual oleada migratoria está compuesta principalmente por inmigrantes sudamericanos, quienes pasaron de representar menos de 20 por ciento de la inmigración en 1952, a 76 por ciento en 2017, según reporta el Censo de Población de ese año. En esta segunda oleada destaca el creciente peso que adquieren los países fronterizos, quienes pasan de aportar sólo 23 por ciento de la inmigración en 1960, a 44 por ciento en 2017 (Figura 2).

Fuentes: Censos de Población 1854 a 2017.

Figura 2: Chile. Composición de la inmigración según región de origen 

El caso de Perú es, sin duda, el más paradigmático y representativo de esta nueva oleada migratoria en Chile. Hasta los años ochenta la migración peruana era prácticamente no significativa, y representaba un volumen inferior a las ocho mil personas; sin embargo a partir de 1992, inicia su crecimiento, pasando a 39 mil en 2002, y continuar creciendo hasta llegar a los 192 mil en 2017.

Esta tendencia hizo que ya en 2012 Perú se convirtiera en el principal origen de la inmigración a Chile, más que duplicando la inmigración argentina y colombiana.

Asimismo, destacan los inmigrantes provenientes de Bolivia y Colombia, quienes inician su crecimiento a partir de la década de 2000. Al igual que Perú, se trata de un flujo reciente propio de esta nueva oleada y que casi no existía hasta hace unas décadas. Particular relevancia adquiere Colombia, país que de acuerdo al Censo de Población de 2017, para este año ya habría desplazado a Argentina del segundo lugar como país de origen de la inmigración en Chile.

Resulta relevante constatar que a pesar de su carácter de países fronterizos, la inmigración desde Bolivia y Perú nunca había adquirido los volúmenes e importancia que ha tomado en las últimas dos décadas, y siempre se mantuvo en un lugar secundario por debajo de los flujos extra-regionales y de los provenientes desde Argentina.

Por su parte, los ecuatorianos es un nuevo componente de la inmigración sudamericana a Chile, y al igual que el caso colombiano, nos indica que la influencia migratoria chilena tiende rápidamente a traspasar el ámbito fronterizo, para convertirse en un destino de importancia a nivel regional y continental. En este caso, el flujo que inicia su crecimiento en los años 2000s, nos indica el papel de Chile como destino alternativo frente al freno de la emigración ecuatoriana a España producto de la crisis económica de ese país a fines de la década pasada.

Por su parte, el caso venezolano es el más reciente, y el que ha crecido en forma casi explosiva en los últimos años. Sin duda ello está muy vinculado a la crisis política y económica que enfrenta ese país en los años recientes, y ello se refleja en que precisamente, es sólo a partir de 2012 que el flujo comienza a adquirir un peso relativamente importante. Hasta ese año, la inmigración venezolana no superaba las 7.5 mil personas, manteniéndose muy por debajo de los anteriores países. Sin embargo, en este último quinquenio, 2012-2017, y más específicamente en los últimos tres años (2015-2017), el flujo de inmigrantes venezolanos se ha incrementado en forma notable, alcanzando un volumen de 85 mil inmigrantes en 2017, cifra que se espera continúe aumentando en años recientes, y que colocan a este país ya en el tercer lugar de origen de la inmigración a Chile.

Finalmente, el flujo proveniente de Brasil, Uruguay y Paraguay es muy bajo, cuyos volúmenes absolutos tienden a diluirse en la tendencia de crecimiento que muestran los demás flujos migratorios sudamericanos a Chile.

A este componente sudamericano, cabe agregar el más reciente flujo de inmigrantes haitianos y dominicanos, que se asientan principalmente en la ciudad de Santiago. Se trata de un flujo que hasta 2012 era prácticamente inexistente. Es sólo a partir de esta década cuando toma impulso este flujo de tal modo que entre 2012 y 2017, el volumen de dominicanos se incrementó de 3.3 mil a más de 12 mil personas, a la vez que los haitianos residentes en Chile pasaron de menos de dos mil a casi 65 mil en el mismo periodo (Tabla 1).

Tabla 1: Inmigrantes latinoamericanos según principal país de origen. Chile, 1960-2017 

País de Origen 1960 1970 1982 1992 2002 2012 2017
Perú 3,583 3,930 4,308 7,649 39,084 103,624 192,082
Colombia 645 825 1,069 1,666 4,312 27,411 108,001
Venezuela 411 405 942 2,397 4,452 7,897 85,461
Bolivia 8,517 7,666 6,298 7,729 11,649 25,151 77,503
Argentina 11,876 13,674 19,733 34,415 50,448 57,019 73,867
Ecuador 946 1,018 1,215 2,267 9,762 16,357 28,612
Brasil 616 955 2,076 4,610 7,589 9,806 16,491
Uruguay 531 805 989 1,599 2,467 4,400 5,625
Paraguay 206 304 284 683 1,321 2,692 4,681
Haití 47 52 nd 37 50 1,675 64,567
Rep. Dominicana 40 81 nd 126 300 3,255 12,073

Fuentes: Censos de Población, 1960 a 2017.

El caso de la inmigración haitiana es particularmente relevante, pues su crecimiento se da en los últimos cuatro años, y coincide con el flujo de venezolanos a Chile. Sin embargo, a diferencia de éstos, hacia los haitianos se ha generado un discurso y una política antimigratoria con claros tintes racistas y xenófobos. Por de pronto, mientras a venezolanos se les abre la opción de una “visa democrática”, en consideración de la situación política y social que se vive en ese país, a los haitianos, aun cuando viven una situación social, económica y política de mayor gravedad en su país de origen, simplemente se les cierran las puertas, se establece la obligación de un visado consular, a la vez que se implementan diversas medidas que implican desde promoción de procesos de retorno voluntario hasta la deportación directa de inmigrantes, proceso que asume un valor mediático no menor para el gobierno, que ha llegado incluso a difundir en medios de radio y televisión en tiempo real, el momento en que inmigrantes haitianos son deportados del país, proceso dirigido in situ por el mismo Ministro del Interior (El Desconcierto, 2018). Es evidente que el proceso de deportación más que una medida administrativa, constituye en este caso un acto político en sí mismo, cuyo valor y significado no es la deportación en sí, sino el fijar el racismo y la xenofobia como principios rectores de la política migratoria del gobierno chileno presidido por Sebastián Piñera.

Perfil sociodemográfico de los inmigrantes

Los datos nos permiten identificar diferentes perfiles migratorios. En cuanto a la composición por género de las migraciones, los datos muestran que los flujos extrarregionales (Europa, Asia, África y Norte y Centroamérica) son esencialmente masculinos, con excepción de los provenientes de Norte y Centro América, en donde se da una proporción más equilibrada entre los volúmenes masculinos y femeninos de la migración. Por el contrario, en los flujos provenientes de Europa, se da una relación de 112 hombres por cada 100 mujeres, proporción que se eleva a 133 hombres por cada 100 mujeres en el caso de los inmigrantes asiáticos.

Por el contrario, en los flujos sudamericanos, la relación se invierte, y podemos afirmar que en general, se trata de flujos feminizados, en donde la participación de las mujeres supera en diversos grados a la de los hombres. Los casos más extremos son los de Perú, Bolivia, Colombia y Brasil, en donde se da una relación que fluctúa entre 77 y 88 hombres por cada 100 mujeres, lo que indica que las mujeres superarían entre 15 y 30 por ciento a los hombres. En el caso de Ecuador la relación es algo menor, pero igualmente favorable a la participación femenina. Sólo en el caso argentino y venezolano se da una participación más equilibrada con una relación de 98 hombres por cada 100 mujeres, y de 106 hombres por cada 100 mujeres, respectivamente.

Por su parte, en el caso de Haití y República Dominicana, la situación es muy diversa. Mientras la migración haitiana es esencialmente masculina, con una proporción de hombres que casi duplica a la de las mujeres, en el caso dominicano la relación se invierte, de tal modo que las mujeres superan en casi 60 por ciento la participación de los hombres.

En cuanto a la edad de los migrantes, se repite el mismo patrón de diferenciación. En los flujos extrarregionales la edad promedio alcanza los 40 años, con excepción de los migrantes de Centro y Norteamérica, en donde la edad es cercana a los 33 años. Por su parte, en los migrantes sudamericanos identificamos dos patrones. Por un lado, los argentinos, brasileños, peruanos y ecuatorianos, en donde la edad es superior a los 33 años, pero en todo caso, muy inferior a la de los extrarregionales. Por otro lado, los inmigrantes bolivianos, colombianos, venezolanos, haitianos y dominicanos en donde la edad promedio bordea los 30 años. Un factor que podría explicar esta diferencia etárea, es el hecho que estos últimos migrantes corresponden en general, a flujos más recientes, mientras los demás sudamericanos, son flujos que comenzaron en los años noventa del siglo pasado, a la vez que los extrarregionales incluyen a inmigrantes de las anteriores oleadas migratorias previas a los años noventa.

Por último, en cuanto al nivel de escolaridad, una vez más se reproduce el patrón de diferenciación ya señalado. Por un lado, destaca el caso de los inmigrantes extrarregionales, quienes poseen muy altos niveles de escolaridad. En todos los casos 60 por ciento o más de los inmigrantes poseen estudios de educación superior. En similar situación se ubican los inmigrantes brasileños y venezolanos, lo que nos indica que en este caso, se trata de un flujo muy particular, de inmigrantes altamente calificados situación que contrasta con la de los demás inmigrantes de la región. Destaca sin duda, el caso de los venezolanos, quienes conforman un flujo con un claro origen social y de clase. Se trata en general de migrantes opositores al gobierno y al modelo de la Revolución Bolivariana, y que por lo mismo, suelen pertenecer a los estratos sociales altos y mejor acomodados de ese país. Es un flujo conformado por profesionales, jóvenes, que escapan de una situación política adversa, y que además no les brinda las oportunidades económicas que ellos esperan. Este hecho ilustra, sin embargo, otro aspecto a tomar en cuenta, que la emigración venezolana no es de sectores populares, como suele ocurrir con los demás países de la región, en donde predomina la emigración con un claro origen en las clases populares. En todo caso, pareciera que para los sectores populares de Venezuela, las oportunidades económicas no son tan desfavorables como suele pensarse, que en todo caso no los impulsa a salir de su país, como sí ocurre en otros contextos nacionales en América Latina.

En efecto, según datos de la Encuesta sobre Condiciones de Vida de Venezuela4 de 2017 (ENCOVI, 2017), 35 por ciento de los emigrantes provienen del quintil de mayores ingresos, mientras que sólo 12 por ciento proviene del quintil de menores ingresos (Tabla 2).

Tabla 2: Perfil sociodemográfico de inmigrantes según país y región de origen. Chile, 2017 

Regiones / Países Volumen de Inmigrantes Índice de Masculinidad Edad Promedio Escolaridad (población de 6 años o más)
Media Incompleta Media Completa Superior Total
Extra-regionales Europa 50,808 1.12 40.2 25.5% 12.8% 61.7% 100%
Asia, África y Oceanía 25,430 1.33 39.0 25.1% 29.6% 45.3% 100%
Norte y Centro América y Caribe no Latinoamericano 35,168 1.01 32.6 26.1% 14.2% 59.7% 100%
Sudamericanos Argentina 73,867 0.98 35.2 30.8% 29.1% 40.1% 100%
Brasil 16,491 0.77 32.6 22.4% 19.0% 58.6% 100%
Venezuela 85,461 1.06 29.0 16.2% 14.8% 69.0% 100%
Perú 192,082 0.88 34.3 33.3% 43.8% 22.9% 100%
Bolivia 77,503 0.77 30.4 49.3% 35.5% 15.2% 100%
Colombia 108,001 0.86 31.7 34.3% 37.2% 28.5% 100%
Ecuador 28,612 0.91 33.0 33.6% 24.9% 41.5% 100%
Otros Sudamericanos 10,549 0.89 35.0 32.4% 27.1% 40.5% 100%
Caribe Latino-americano Haití 64,567 1.92 30.2 57.0% 27.7% 15.3% 100%
Rep. Dominicana 12,073 0.64 30.7 52.3% 29.8% 17.9% 100%
Total migrantes 780,612 0.98 33.0 33.8% 30.9% 35.3% 100%

Fuente: estimaciones propias con base en Censo de Población, 2017.

Esto indica que la propensión a emigrar de 20 por ciento de la población con mayores ingresos es tres veces superior que la propensión a emigrar entre 20 por ciento de la población de menores recursos.

Este dato nos parece muy relevante, pues indica tanto el perfil de este particular flujo migratorio, como las condiciones de emigración a las cuales están expuestos, y que son totalmente diferentes y únicas en el contexto latinoamericano.

Por su parte, bolivianos, haitianos y dominicanos presentan una situación inversa. En todos ellos prácticamente 50 por ciento o más de los inmigrantes poseen muy baja escolaridad, y no han culminado sus estudios de educación media (preparatoria o high school), junto a una baja proporción de inmigrantes con estudios superiores.

Por último, en los demás casos se presenta una distribución más equilibrada entre quienes tienen alta, media y baja escolaridad. Por un lado, argentinos y ecuatorianos muestran una mayor proporción de migrantes con estudios superiores, aunque muy lejos de la situación de los inmigrantes venezolanos y extrarregionales, a la vez que entre peruanos y colombianos predominan ligeramente los migrantes con niveles medios de escolaridad (high school terminada, sin estudios superiores).

Lo relevante de estos diferentes perfiles sociodemográficos, es que ellos pueden asociarse con patrones igualmente diferenciados de inserción laboral y de condiciones de vida de los migrantes en Chile. Por de pronto, los mercados de trabajo suelen operar segmentando y diferenciando la fuerza de trabajo, para lo cual, la diferenciación sociodemográfica (por sexo, edad, escolaridad) ocupa un papel de gran relevancia.

Considerando lo anterior, podemos entonces identificar al menos tres grandes perfiles sociodemográficos de la inmigración en Chile, mismos que como veremos más adelante, se asocian directamente con las formas que asume la diferenciación social y ocupacional de los inmigrantes, y que nos permitirá hablar de la conformación de marcos de vulnerabilidad social claramente diferenciados, así como de formas de desigualdad social y estratificación social que lleva a que las diferencias según el país y región de origen de los inmigrantes, sea también una forma de diferenciación social entre ellos.

  • Por un lado, identificamos a los inmigrantes extrarregionales. Se trata de una inmigración masculina, de mayor edad y de alta escolaridad.

  • Por otro lado, están los inmigrantes de origen peruano, boliviano, colombiano y ecuatoriano, haitianos y dominicanos. Entre ellos se da una mayor presencia de mujeres (con excepción de Haití), jóvenes y de muy baja escolaridad en general.

  • Por último, están los inmigrantes argentinos, brasileños y venezolanos, los que se sitúan en posiciones intermedias. Se da una mayor proporción de mujeres, como en los demás sudamericanos, igualmente jóvenes, pero con altos niveles de escolaridad.

Considerando estos tres perfiles, a continuación presentamos un análisis comparativo de los patrones de inserción laboral así como de condiciones socioeconómicas de cada uno de ellos, lo que nos permitirá apoyar nuestra tesis de que estos perfiles de diferenciación por origen migratorio configuran también un patrón de diferenciación social entre los inmigrantes en Chile.

Inserción laboral y diferenciación ocupacional

Una primera característica a destacar en cuanto a la inserción laboral, es la mayor tasa de participación económica que muestran los inmigrantes, independientemente de su origen nacional o regional, respecto a la población chilena. En todos los casos, tanto en hombres como en mujeres, las tasas de participación económica superan significativamente a la de la población chilena. En el caso de los hombres, mientras la tasa de actividad de los chilenos es de 70.6 por ciento, ésta se eleva a 78.9 por ciento en el caso de los migrantes extrarregionales y a 90.1 por ciento entre los inmigrantes del primer grupo de países sudamericanos (Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay). Destaca por sobre ellos, la muy alta participación económica de los inmigrantes provenientes de Perú, Bolivia, Haití y otros países ya señalados, la que bordea 91.7 por ciento.

Asimismo, en el caso de las mujeres, aunque las tasas son algo menores, son igualmente muy superiores al promedio de las chilenas, la que apenas alcanza a 48 por ciento. Por el contrario, entre las mujeres inmigrantes extrarregionales la participación se eleva a 56.5 y a 79.6 por ciento en el primer grupo de países sudamericanos. Nuevamente las peruanas, bolivianas, colombianas, haitianas y dominicanas registran las mayores tasas de participación, con niveles de 73.2 por ciento (Tabla 3).

Tabla 3: Tasa de actividad según origen migratorio y sexo. Chile, 2017 

  Extra Regionales Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay Perú, Bolivia, Haití, Colombia, Ecuador y R. Dominicana Promedio Nacional
Total Fuerza de Trabajo 44,984 178,564 328,364 7,996,916
Hombres 78.9% 90.1% 91.7% 70.6%
Mujeres 56.5% 79.6% 73.2% 47.7%
Total 68.1% 84.8% 81.7% 58.4%

Fuente: Estimaciones propias con base en Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), 2017

Estos datos indican que efectivamente, en casi todos los casos se trata de una inmigración esencialmente laboral, hecho que contrasta con los discursos xenófobos y racistas que buscan estigmatizar a los inmigrantes etiquetándolos como delincuentes, personas ociosas y de mal vivir (EMOL, 2016).

Aunque muestran similares tasas de actividad, hay importantes diferencias en cuanto a los patrones de inserción laboral de los inmigrantes según su origen nacional y regional. En primer lugar, tanto los inmigrantes extrarregionales como los de Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay, muestran una mayor concentración en actividades de alta productividad,5 tanto respecto al promedio nacional, como a los demás inmigrantes. En el primer caso (extrarregionales), casi 22 por ciento de los inmigrantes se ocupan en actividades mineras, utilities, y servicios profesionales, financieros e inmobiliarios, proporción que se eleva a 18 por ciento en el segundo grupo de inmigrantes (Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela), casi duplicando el promedio nacional (Tabla 4).

Tabla 4: Características de la inserción laboral, según origen migratorio. Chile, 2017 

  Extra Regionales Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay Perú, Bolivia, Haití, Colombia, Ecuador y R. Dominicana Promedio Nacional
Total Ocupados 38,580 160,596 292,604 7,145,714
Ocupados en sectores de alta productividad1 21.6% 18.2% 4.9% 10.5%
Estratos Ocupacionales2 100% 100% 100% 100%
Alto 54.1% 19.9% 4.9% 11.8%
Medio 15.1% 16.2% 6.0% 16.3%
Medio-Bajo 11.3% 20.7% 27.6% 30.6%
Bajo 19.5% 43.3% 61.4% 41.3%
Remuneraciones (dólares al mes) 2,548 930 655 790

1 Sectores de Alta Productividad definidos según CEPAL: Minería, Electricidad, Gas, Agua, Servicios Financieros, Servicios a Empresas y Servicios Inmobiliarios.

2 Estrato Bajo: Servicios personales, jornaleros de la construcción y trabajos no calificados.

Estrato Medio-Bajo: empleados de oficinas, secretarias, y operarios.

Estrato Medio: Profesores de educación Básica y Media, Comerciantes y Técnicos.

Estrato Alto: Gerentes, CEO, Profesionales.

Fuente: estimaciones propias con base en Encuesta CASEN, 2017.

Por el contrario, sólo 4.9 por ciento de los otros inmigrantes sudamericanos (peruanos, bolivianos, y otros) se emplean en este tipo de actividades de alta productividad. Ello se debe entre otras cosas, a que se trata de trabajadores con menores niveles de calificación y escolaridad formal, lo que no les permite acceder a empleos de mayores niveles de productividad que exigen altos niveles en formación de capital humano. Sin embargo, la consecuencia es también evidente. Están expuestos a empleos con mayores niveles de precariedad e inestabilidad laboral, flexibilidad y desregulación contractual, configurando contextos de alta vulnerabilidad social y económica, situación, que por lo mismo, contrastaría con la que prevalece entre los inmigrantes extrarregionales.

Esto se refleja directamente en la inserción de los inmigrantes según estratos socio-ocupacionales. Mientras 54.1 por ciento de los inmigrantes extrarregionales se insertan en puestos de alto nivel, como directivos, CEOs, o profesionales, sólo 4.9 por ciento de los inmigrantes provenientes de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Haití y República Dominicana se emplea en estos puestos de la cúspide de la jerarquía ocupacional.

Por su parte, los otros inmigrantes sudamericanos (argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos), se ubican en una posición intermedia, aunque en todo caso, muy por encima del promedio nacional.

Por el contrario, cuando vemos la base de la pirámide ocupacional, la situación se invierte. Sólo 19.5 por ciento de los inmigrantes extrarregionales se emplea en servicios y trabajos de baja calificación, como servicio doméstico, jornaleros agrícolas, obreros de la construcción, servicios de limpieza y mantenimiento, entre otros. Situación que contrasta con los inmigrantes provenientes de Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Haití y República Dominicana, donde 61.4 por ciento se emplea en estas ocupaciones de muy baja calificación. Nuevamente, los otros inmigrantes sudamericanos, se ubican en una situación intermedia y muy cercana al promedio nacional.

Estos datos nos indican una peculiar diferenciación en cuanto a la inserción laboral de los inmigrantes. Mientras los provenientes de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Haití y República Dominicana, tiende a reproducir el mismo patrón de inserción de la fuerza de trabajo chilena (baja participación en puestos altos de la jerarquía, y alta concentración en los puestos inferiores de la pirámide ocupacional) los inmigrantes extrarregionales tienden a posicionarse en los estratos altos de la jerarquía laboral, al igual que los inmigrantes de Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay, quienes también se alejan significativamente de la estructura ocupacional de los trabajadores chilenos.

Esta diferenciación en la inserción ocupacional se refleja directamente en el volumen de remuneraciones que reciben en promedio cada grupo de trabajadores inmigrantes. En 2017 la remuneración mensual de los inmigrantes extrarregionales fue de 2,548 dólares mensuales, cifra que es más de tres veces superior al promedio nacional, así como del resto de los inmigrantes sudamericanos. Por su parte, la remuneración de los inmigrantes del primer grupo de sudamericanos (Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay) fue de 930 dólares mensuales, que aunque menor que la anterior, es superior al promedio nacional. Por el contrario, las remuneraciones del segundo grupo de inmigrantes latinoamericanos (peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos) es de sólo 655 dólares mensuales, ligeramente inferior al promedio nacional, y muy por debajo de la prevaleciente en los demás grupos de inmigrantes.

La conclusión es clara y precisa. Mientras los inmigrantes extrarregionales y en menor medida los provenientes de Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay, suelen tener perfiles sociodemográficos y socioeconómicos similares a los de la clase alta y media alta de Chile, lo inmigrantes provenientes de Perú, Colombia, Ecuador, Haití y República Dominicana muestran un perfil socioeconómico más próximo al común de los chilenos, que conforman las clases medias y bajas de la sociedad. Esto refleja sin duda, el carácter de clase en la diferenciación social de la inmigración reciente en Chile, en donde podemos identificar estos dos grandes grupos o clases sociales de inmigración.

Condición socioeconómica y desigualdad social. La cara oculta de las migraciones

Esta diferenciación en la inserción laboral de los inmigrantes nos indica que no se trata de una mera diferenciación de flujos y patrones migratorios, sino que detrás de ello existe una diferenciación social y económica. Cada flujo refiere a estratos socioeconómicos diferentes, y por lo mismos, desiguales entre sí. Se trata en el fondo, de diferencias en cuanto a la inserción en la estructura de clases de la sociedad chilena. Mientras los inmigrantes extrarregionales y en menor medida, los argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos se vinculan con las clases medias-altas y altas de la sociedad chilena, los inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos se vinculan con las clases populares y trabajadoras. Mientras unos se insertan desde la cúspide de la pirámide social de la sociedad chilena, los otros lo hacen desde su base inferior. En definitiva, las diferencias entre los flujos migratorios reflejan y reproducen en cierta forma, diferencias de clase y de estratos socioeconómicos. O lo que es lo mismo, la desigualdad social y de clases de la sociedad chilena, se reproduce en la inmigración, configurando patrones de diferenciación social.

Lo relevante en este caso, es que si bien este proceso de desigualdad social es algo común y completamente esperable, lo peculiar del caso chileno es que esta diferenciación adopte muy directamente la forma según los orígenes nacionales y regionales de los inmigrantes. Es evidente y algo que por lo mismo que no debiera extrañar, que siempre y en todo lugar la inmigración esté atravesada por la estructuras de diferenciación social de las sociedades receptoras. Así ocurre en Estados Unidos, Europa, y otras regiones del mundo desarrollado. Lo peculiar del caso chileno, es que esta diferenciación social de la inmigración y los inmigrantes también parece tomar la forma de una distinción con base en el origen nacional y regional de los inmigrantes, fenómeno que deriva en una invisibilización de la posición social y de clase de esos mismos migrantes.

Esta diferenciación social entre los distintos flujos de inmigrantes se manifiesta cuando analizamos las diferencias y desigualdades en cuanto a sus condiciones de vida e ingresos. Como se observa en la Tabla 5, todos los indicadores de condiciones de vida de los inmigrantes señalan la desigualdad social ya señalada. Las condiciones de vida de los inmigrantes extrarregionales son muy superiores no sólo a la de los inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos, sino también al promedio de los chilenos. Asimismo, si bien las condiciones de vida de los inmigrantes argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos se ubican por debajo de los inmigrantes extrarregionales, se mantienen, sin embargo, por encima de los demás inmigrantes sudamericanos, y del promedio nacional.

Tabla 5: Condiciones de vida y distribución por niveles de ingresos de los inmigrantes. Chile, 2017 

  Extra Regionales Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay Perú, Bolivia, Haití, Colombia, Ecuador y R. Dominicana Promedio Nacional
En situación de Pobreza Multidimensional 9.2% 19.1% 28.3% 18.4%
En condición de Hacinamiento 2.6% 25.2% 33.2% 9%
En Hogares carentes de Sistema de Salud 17.9% 27.7% 23.6% 5%
En Hogares carentes de Seguridad Social 28.4% 22.9% 35.3% 35%
Ingreso Per Cápita del Hogar (dólares a mes) 1,729 764 523 562
Distribución por Cuartiles de Ingresos 100% 100% 100% 100%
Cuartil 1 (más bajo) 12.9% 14.6% 30.6% 25.1%
Cuartil 2 6.2% 16.4% 23.0% 25.3%
Cuartil 3 15.0% 35.2% 25.0% 24.9%
Cuartil 4 (más alto) 66.0% 33.8% 21.4% 24.8%

Fuente: Estimaciones propias con base en Encuesta Casen, 2017.

Cabe señalar, además, que las condiciones de vida de los inmigrantes peruanos, y otros, no sólo son inferiores a la de los demás inmigrantes, sino incluso es inferior a las del promedio de los chilenos.

Asimismo, los datos sobre los niveles de ingresos y la distribución de los inmigrantes por cuartiles de ingresos son igualmente elocuentes para ilustrar la tesis sobre las diferencias entre los distintos flujos migratorios en cuanto a su posición de clase en la estructura social y económica de Chile. Como se observa en la Tabla 5, el ingreso per cápita del hogar de los inmigrantes extrarregionales alcanza los 1,729 dólares mensuales, cifra que triplica el ingreso per cápita de los hogares de los inmigrantes peruanos, bolivianos, haitianos y otros, y duplica más que el de los argentinos, brasileños venezolanos y uruguayos. Asimismo, es un nivel que es también tres veces superior al ingreso per cápita de los hogares chilenos (Tabla 5).

Esta diferencia en los niveles de ingreso se manifiesta también en una diferencia en la distribución de los inmigrantes según estratos de ingresos. Mientras dos tercios de los inmigrantes extrarregionales pertenecen al cuartil de ingresos más rico del país, en esa situación sólo se ubica 21.4 por ciento de los inmigrantes, peruanos, bolivianos, proporción incluso por debajo del promedio nacional y de los chilenos. Asimismo, los inmigrantes argentinos, brasileños y otros, muestran también una alta concentración en el cuartil de mayores ingresos.

Más de un tercio de ellos (33.8 por ciento) pertenece a ese cuartil, proporción muy superior al promedio nacional y al de los inmigrantes peruanos y otros.

Por el contrario, en la base de la estructura social, según estratos de ingresos, se da la situación inversa. En el primer cuartil de ingresos se ubica menos de 13 por ciento de los inmigrantes extrarregionales, y sólo 14.6 por ciento de los argentinos, venezolanos y otros, cifra claramente inferior a la de los inmigrantes peruanos y otros, en donde casi 31 por ciento de ellos se ubica en este tramo de menores ingresos.

Esta diferenciación en cuanto a las condiciones de vida y niveles de ingresos se refleja también a nivel territorial. Al analizar los patrones residenciales de los distintos flujos migratorios en la zona metropolitana de Santiago, observamos que ellos no hacen sino reproducir los patrones de segregación residencial y de desigualdad de clases que desde siempre han caracterizado a la ciudad de Santiago (Rodríguez Vignoli, 2007).

Como se observa en la Figura 3, la ciudad de Santiago presenta una segregación residencial muy nítida. Territorialmente podemos identificar claramente, las comunas según sus niveles de ingresos. Por un lado, el barrio alto de Santiago, conformado por sólo seis comunas (Providencia, Ñuñoa, La Reina, Las Condes Vitacura y Lo Barnechea), que en promedio tienen ingreso per cápita de 1.8 mil dólares mensuales, muy superior al de las demás comunas de la metrópolis. En estas comunas de Barrio Alto residen 920 mil personas, que representan menos de 15 por ciento de la población santiaguina.

Fuente: elaboración propia con base en Encuesta CASEN, 2017

Figura 3: Área Metropolitana del Gran Santiago, 2017.Comunas según estratos de ingreso per cápita (dólares mensuales) 

Asimismo, identificamos otras ocho comunas de nivel medio, en donde el ingreso per cápita es de 700 dólares mensuales. Corresponde a comunas de larga tradición de clase media y que conformaron parte del poblamiento histórico de la ciudad de Santiago (Santiago, Recoleta, San Miguel, Maipú y La Cisterna), junto a otras de más reciente expansión de la clase media (La Florida, Peñalolén y Macul). En estas comunas residen 2.1 millones de personas que representan un tercio de la población de Santiago.

Finalmente, identificamos las otras 20 comunas que conforman el Gran Santiago, con un nivel de ingreso per cápita de sólo 450 dólares mensuales. Estas comunas son las más populosas, con 3.3 millones de habitantes, que representan 51 por ciento de la población del Gran Santiago.

Asimismo, dentro de cada estrato, las comunas muestran una alta homogeneidad interna, de tal modo que en las comunas del barrio alto, por ejemplo, menos de cinco por ciento de la población residente corresponde al quintil de ingresos más bajos. Inversamente, en las comunas populares igualmente menos de cinco por ciento de los residentes corresponden al quintil de ingresos más alto.

Al contrastar la distribución de los inmigrantes según país y región de origen con esta forma territorial de la distribución de la población según niveles de ingreso, vemos que efectivamente, hay una alta correlación. En concreto, en el siguiente mapa reflejamos las formas de la desigualdad social a través de la diferenciación en los patrones de residencia de los inmigrantes en Santiago.

Para ello, hemos identificado las zonas censales de cada comuna donde residen los inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, dominicanos y haitianos, así como los inmigrantes extrarregionales junto a los argentino, brasileños, venezolanos y uruguayos (hemos agrupado a estos dos flujos, pues en realidad como hemos visto, forman parte de los mismos estratos de ingresos y ocupacionales).

Como puede observarse en la Figura 4, es evidente la segregación residencial entre los dos grupos de inmigrantes. Mientras los extrarregionales junto a los argentinos y otros, tienden a residir en las comunas del barrio alto de Santiago (Providencia, Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, La Reina y Ñuñoa), los inmigrantes peruanos y otros tienden a residir preferentemente tanto en comunas populares como de estratos socioeconómicos medios.

Fuente: elaboración propia con base en Censo de Población de 2017.

Figura 4: Área Metropolitana del Gran Santiago, 2017.Distribución de inmigrantes por zonas censales según región y países de origen 

Destaca el caso de la comuna de Santiago, en donde se da una situación única confluyendo inmigrantes de prácticamente todos los orígenes. Se trata de una situación particular, pues la comuna de Santiago es el centro comercial, financiero y político no sólo de la ciudad de Santiago, sino de todo el país. Cabe señalar, sin embargo, que al interior de esta comuna, también se presenta una segregación residencial, entre quienes viven en la zona norte, poniente y sur, y quienes residen en la zona oriente de la comuna, próxima y colindante con las comunas de Providencia y Ñuñoa, ambas pertenecientes al barrio alto de la capital. En este sentido, se observa que los migrantes tienden a reproducir este patrón residencial, de tal forma que peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, dominicanos y haitianos se localizan preferentemente en el sector norte, poniente y sur de la comuna de Santiago, el otro grupo de migrantes, con mayores niveles de educación, mejores empleos y condiciones de vida, reside preferentemente en el centro y sector oriente de la misma comuna.

Este análisis de los patrones residenciales, y su asociación con las formas de desigualdad social y de clases que prevalece entre estos dos grandes flujos migratorios da cuenta de un fenómeno peculiar, y que suele pasarse por alto en el debate sobre la inmigración en Chile.

Los inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos muestran una distribución por estratos de ingresos que es prácticamente igual a la de la mayoría de la población chilena. Por el contrario, son los otros inmigrantes (extrarregionales y argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos) los que se distancian de esta distribución. Esto indica dos cosas.

  • Por un lado, que los inmigrantes extrarregionales y los sudamericanos de este primer grupo, son claramente parte de la élite de la sociedad chilena, se insertan en sus mismos estratos de ingresos, comparten similares condiciones de vida y espacios de residencia, a la vez que muestran similares perfiles sociodemográficos y educativos.

  • Por otro lado, los inmigrantes de este otro grupo de países latinoamericanos (Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Haití y Rep. Dominicana), en cambio, son claramente muy similares a la de la mayoría de la población chilena, comparten con ella una misma distribución por estratos de ingresos, un mismo nivel de ingresos, y similares condiciones de vida y perfiles sociodemográficos y educativos.

En otras palabras, los inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos son en su inserción social, nada diferentes de la mayoría de la población chilena. Si bien pertenecen a identidades étnicas y culturales diferentes, lo cierto es que social, demográfica y económicamente no son en nada diferentes al común de los chilenos.

Conclusiones: diferenciación social y de clases en la migración en Chile

Chile atraviesa por una nueva oleada de inmigración, misma que inicia en la década de 1980, y se acentúa en los últimos años. Si la primera oleada, de fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, se inscribió en el gran flujo migratorio transcontinental de europeos a las Américas de esa época, la actual migración se inscribe en cambio en el auge y consolidación de desplazamientos Sur-Sur.

La actual inmigración en Chile está compuesta por flujos provenientes principalmente de los países limítrofes, y en menor medida, de otros países sudamericanos. En concreto, destaca el caso de la inmigración peruana, la que constituye el principal componente de la inmigración contemporánea en Chile, aportando 30 por ciento del total de inmigrantes. A este flujo se le agregan los inmigrantes colombianos, bolivianos y ecuatorianos, los que conforman flujos emergentes que adquieren pesos relevantes en la dinámica de la inmigración en Chile. Junto a ellos, no podemos dejar de mencionar el reciente auge migratorio proveniente de Haití y Venezuela, los que aunque presentan perfiles sociodemográficos y socioeconómicos prácticamente opuestos, presentan similitudes y diferencias que conviene constatar. En ambos casos el flujo se origina por condiciones de crisis social, económica y política en sus países de origen, con la diferencia que mientras en Haití, la crisis como suele ocurrir, afecta preferentemente a los sectores populares, en el caso de Venezuela, en cambio, se trata de la salida de población de estratos medios y altos que han sido afectados por las políticas del gobierno bolivariano que tiende a favorecer a los sectores populares.

Por su parte, Argentina, que desde siempre fue uno de los principales orígenes de la inmigración, aunque mantiene su importancia absoluta, se ha visto desplazada de su anterior preeminencia ante el auge de estos nuevos flujos emergentes. Algo similar ocurre con la inmigración europea y norteamericana, la que pasó de ser el principal componente en la anterior oleada migratoria de hace 100 años, a ocupar un lugar secundario, aunque no por ello menos relevante.

Considerando estos nuevos componentes en la dinámica de la inmigración internacional en Chile, podemos concluir que esta nueva oleada migratoria está compuesta por dos grandes flujos migratorios.

  • Por un lado, el flujo de peruanos, y en menor medida de colombianos, ecuatorianos, y más recientemente haitianos y dominicanos, hacia la Región Metropolitana y la ciudad de Santiago. Es un flujo emergente, y que por sus volúmenes y perfiles, es la base que caracteriza la nueva oleada migratoria en Chile. Se trata de una inmigración que se caracteriza por sus bajos niveles de escolaridad, con una alta participación de mujeres que suele superar a la de hombres, que se insertan en general, en ocupaciones precarias y de bajos salarios, como el servicio doméstico, jornaleros de la construcción, y trabajos no calificados. Asimismo, su patrón de localización residencial en el Gran Santiago refleja un evidente proceso de segregación socioeconómica. En particular, en el caso de estos inmigrantes la segregación residencial adquiere un doble carácter: es de clase y es por condición migratoria.

  • Lo más relevante, en todo caso, es que su perfil sociodemográfico, escolarización, inserción ocupacional, y niveles de ingresos, no es en lo sustantivo muy diferente del promedio de los chilenos. De hecho, este componente del flujo migratorio es el que muestra un perfil demográfico y socioeconómico más parecido al común de los chilenos, a pesar de lo cual, son continuamente estigmatizados y expuestos a diversas actitudes xenófobas y prácticas de segregación social y discriminación étnica.

  • Por otro lado, el flujo de argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos, así como de europeos, norteamericanos y de otras regiones del mundo. Presenta un perfil socioeconómico y demográfico muy diferente al anterior. Se trata en ambos casos preferentemente de una migración masculina (con excepción de los casos de Venezuela y Brasil, los que en todo caso, no implican grandes volúmenes), con altos niveles de estudios (superior y postgrados), y que se insertan laboralmente en los puestos de trabajo más altos de la pirámide ocupacional (CEO, gerentes y profesionales). Por lo mismo, perciben remuneraciones e ingresos que los ubican muy por encima de la media nacional, y muy similar a los de las clases altas de Chile. Esto se corrobora con su patrón residencial. Tanto los migrantes extrarregionales, como los argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos, tienden a residir en las comunas y barrios de más altos ingresos de la ciudad de Santiago, siendo fácilmente asimilados a la clase alta de la sociedad chilena.

El análisis de los datos de la inserción laboral, condiciones socioeconómicas, y patrones residenciales, nos llevan a concluir que detrás de las diferencias en los perfiles y patrones de estos dos grandes flujos (peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos, por un lado, y extrarregionales y argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos, por el otro) lo que existe es una desigualdad de clases. Es decir, mientras unos se asocian y se asemejan a la población chilena de clases medias y bajas, los otros, se asimilan y asemejan a los grupos de altos ingresos que conforman las élites de la sociedad chilena.

Sin embargo, no se trata de una distinción que haya surgido ahora. Por el contrario, desde siempre los inmigrantes europeos se han integrado a las clases altas de la sociedad chilena. En efecto, ya en la primera oleada migratoria de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, gran parte de los inmigrantes europeos terminaron contribuyendo a la conformación de las clases altas de la sociedad chilena. Lo que ha ocurrido con la actual oleada migratoria, es que a ese flujo que podríamos denominar como histórico y tradicional de la migración en Chile, se ha agregado un nuevo componente, de inmigrantes provenientes de países vecinos y de Sudamérica en general, quienes se distancian por completo de ese perfil tradicional de la inmigración internacional a Chile. Se trata en el fondo, de un nuevo componente cuyos perfiles socioeconómicos los asemejan directamente con el grueso de la población chilena, que es de clases medias y populares.

En este contexto, esta distinción entre ambos flujos migratorios no es solo referida a su origen étnico-nacional, sino también a su inserción en la estructura de clases de la sociedad chilena. Esto ha llevado que incluso se les comience a denominar y nombrar de modo diferente a uno y otro tipo de inmigrante, como una forma de establecer esta distinción social, de clases y étnico-nacional. Es común ya en Chile, que al referirse a estos dos grandes componentes de la inmigración, se establezca una distinción socio-cultural, que lleva a categorizar y denominar a unos como inmigrantes, refiriéndose a inmigrantes peruanos, bolivianos, haitianos, colombianos, y personas provenientes de otros países, diferenciándolos de aquellos otros inmigrantes a quienes se les denomina extranjeros y que provienen básicamente de Europa, Estados Unidos y en general de países desarrollados (Tijoux y Díaz Letelier, 2014). No hay duda, la distinción inmigrante/extranjero es una forma de racialización de la desigualdad social y de clases.

Esta distinción inmigrante/extranjero, aunque no tiene ningún asidero legal ni institucional, es una realidad social evidente y está presente no en las leyes, sino en la forma que la sociedad se refiere cotidianamente a unos y otros. Por lo mismo, connota una construcción social y cultural diferenciada del otro, del que nació afuera, según se trate de quienes se posicionan (posicionamos) socialmente dentro de los límites identitarios construidos por las clases y grupos dominantes, o bien se trate de quienes la sociedad ve como posicionados fuera de esas fronteras internas, fuera de las líneas divisorias que separan lo semejante y lo extraño.

Lo curioso sin embargo, es que esta doble categorización como inmigrante v/s extranjero (extraño/cercano), no la hacen ellos mismos, sino nosotros, los de adentro, los que construimos esos límites y fronteras interiores, ya sea porque lo hacemos desde posiciones dominantes, o bien los adoptamos desde posiciones subordinadas. Es evidente así, que la cuestión del migrante en la sociedad chilena contemporánea no refiere a todos los extranjeros, sino sólo a aquellos que identificamos como inmigrantes, y definimos como extraños a nuestra identidad e idiosincrasia. Los otros extranjeros son parte de nuestra identidad, y lo son de hace más de un siglo. Son extranjeros, pero de adentro, así hayan nacido afuera.

Resulta paradójico que aunque los extranjeros sean igualmente extraños, no se les connota ni etiqueta como tales, sino como unos otros deseados, aceptados y promovidos por la misma sociedad y el Estado, por sus clases dominantes (Tijoux y Díaz Letelier, 2014). No deja de ser un proceso cultural que invisibiliza la extrañeidad propia de su condición de extranjero. Sin embargo, es un proceso cultural que contrasta precisamente, con la forma de connotar al otro extranjero, al que denominamos como inmigrante, frente al cual se hacen visibles y se ponen en evidencia todas sus formas de extrañeidad que conlleva su condición de extranjeros e inmigrantes, aun cuando, como hemos visto, se trata de características y situaciones que hacen de estos inmigrantes una población con un perfil social, económico y demográfico muy similar al de la gran mayoría de la población chilena.

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1 De acuerdo con datos de CEPAL, en 1990 el PIB per cápita de Chile era de 6.2 mil dólares (a precios de 2017), prácticamente igual al promedio latinoamericano. Para 2017, el PIB per cápita chileno es de 15.2 mil dólares, mientras el promedio latinoamericano se mantiene por debajo de los nueve mil dólares al año. CEPALSTAT, http://estadisticas.cepal.org/cepalstat/WEB_CEPALSTAT/estadisticasIndicadores.asp?idioma=e

2 Ya en 2017, en Chile menos de nueve por ciento de la población percibe ingresos por debajo de la línea de pobreza, situación que en Estados Unidos afecta a casi 13 por ciento. Estimaciones para Chile, con base en Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, CASEN 2017 y para Estados Unidos, Current Population Survey, Annual Social and Economic Supplement, CPS-ASEC, 2018.

3 Resulta curioso, sin embargo, que en esta visión optimista de la economía chilena suele invisibilizar el alto grado de desigualdad social y económica, la cual ha permanecido constante en las últimas décadas, a pesar del gran auge y crecimiento económico. No deja de ser relevante este fenómeno de la desigualdad social, pues refleja directamente la situación social y económica de la inmigración en Chile.

La ENCOVI es un proyecto que surge conjuntamente de la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar, como un esfuerzo para suplir en la medida de lo posible, “la falta de información pública pertinente y oportuna que permita conocer, con la rigurosidad requerida, cuál es la realidad social del país y orientar las estrategias adecuadas en materia de políticas, programas y proyectos sociales, en el contexto de una situación compleja caracterizada por una prolongada recesión económica y una aguda conflictividad política e institucional” (https://encovi.ucab.edu.ve/que-es-la-encovi/).

5Tomamos la clasificación de CEPAL de sectores económicos según nivel de productividad, la que indica que los sectores de alta productividad corresponderían a Minería, Servicios Financieros y Empresariales, y generación y distribución de Electricidad, Gas y Agua, más conocidos como utilities, por su denominación en lengua inglesa.

Recibido: 11 de Marzo de 2019; Aprobado: 07 de Junio de 2019

Alejandro I. Canales Economista por la Universidad de Chile. Demógrafo y Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Desde 1998 es Profesor-Investigador del Departamento de Estudios Regionales-INESER, en la Universidad de Guadalajara. Sus áreas de especialización son: i) Migración Internacional, ii) Sociología de la Población, y iii) Población y Territorio. Ha sido consultor de organismos internacionales, como CELADE, CEPAL, UNFPA, UNESCO y SEGIB. Sus libros más recientes son: Migration, Reproduction and Society, BRILL, The Netherlands y USA, 2019; Desarrollo y Migración. Desafíos y oportunidades en los países del norte de Centroamérica, México. FAO-CEPAL, 2019; Migraçôes Fronteriças. Migraciones Fronterizas, UNICAMP, Brasil, 2018. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, y del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel III), del CONACYT. Fue fundador y primer presidente de la Asociación Latinoamericana de Población, y también fue fundador y primer Director de la Revista Latinoamericana de Población. Ha desarrollado estancias de investigación en la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de Alicante y la Universidad de Chile. Dirección electrónica: acanales60@gmail.com Registro ORCID: http://orcid.org/0000-0003-3434-068X

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