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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.26 no.103 Toluca ene./mar. 2020  Epub 14-Abr-2021

https://doi.org/10.22185/24487147.2020.103.04 

Artículos

Influencia de las creencias de género en la trayectoria sexual y reproductiva de las mujeres jóvenes mexicanas

Influence of gender believes on the sexual and reproductive health trajectory of young Mexican women

Cecilia Gayet*  
http://orcid.org/0000-0003-3080-8089

Fatima Juárez**  

*Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, México

**El Colegio de México, México


Resumen:

En objetivo del trabajo es reflexionar cómo influyen las creencias de género en distintos eventos de la trayectoria sexual y reproductiva de las mujeres, una vez que se controla por el estrato social de origen de las mujeres, los años de escolaridad alcanzados y otras variables de interés. Con base en la Encuesta Nacional de los Factores Determinantes del Embarazo Adolescente -Enfadea 2017- estimamos un índice de creencias de género y construimos tres grupos de mujeres, unas con creencias de género más tradicionales, otras intermedias y otras con creencias de género menos tradicionales. A través de modelos logísticos, analizamos la influencia de las creencias de género sobre la edad de inicio sexual, el uso de anticoncepción en la primera relación sexual y la edad de la mujer al primer hijo nacido vivo. Tener creencias menos tradicionales influye en que las mujeres tengan un inicio más temprano de la sexualidad y que usen anticonceptivos en ese acto, con independencia del estrato social de origen y los años de escolaridad. Las creencias de género no se asociaron con tener un hijo antes de los 20 años.

Palabras clave: Género; sexualidad; fecundidad; jóvenes; México

Abstract:

The objective of this work is to study how gender believes influence different sexual and reproductive trajectories of women once controlled by social origin stratum, the schooling years reached and other variables of interest. Using the National Survey of Determinant Factors of Adolescent Pregnancy 2017 (Encuesta Nacional de los Factores Determinantes del Embarazo Adolescente -Enfadea 2017), we estimated a gender believes index and constructed three groups of women, one with gender believes that are more traditional, other intermediate and another with gender relieves less traditional. Through logistic regression models, we analyzed the influence of gender believes on age at sexual debut, use of contraception at the first intercourse, and age of women at first birth born alive. To have less traditional believes influence women to initiate sexual debut at an earlier age and use contraception in that act, independently of the social origin stratum and years of schooling. Gender believes were not associated to having a child before age 20.

Keywords: Gender; sexuality; fertility; young people; Mexico

Introducción

En México, se han dado grandes cambios en el comportamiento sexual y reproductivo con el transcurso de las generaciones, especialmente entre las mujeres. Por una parte, ha habido un distanciamiento entre el inicio sexual y el comienzo de la primera unión. Si entre las mujeres nacidas alrededor de la década de 1950, 66 por ciento inició su sexualidad al mismo tiempo que la unión, entre las nacidas alrededor de la década de 1980, esta proporción disminuyó a 41 por ciento (Gayet y Szasz, 2014). Por otra parte, la política de planificación familiar que comenzó a mediados de la década de 1970 ha tenido resultados importantes y las mujeres han disminuido su fecundidad gracias al uso de métodos modernos de anticoncepción. Con información de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018, se reporta que 73.1 por ciento de las mujeres unidas en edad reproductiva usaba algún método anticonceptivo (INEGI, 2018a), y con información de la Encuesta Nacional de los Factores Determinantes del Embarazo Adolescente 2017 (UNAM, 2017), se muestra que en la primera relación sexual antes de los 20 años, 60.5 por ciento de las mujeres de 20 a 24 años había utilizado algún método (Pérez Baleón, Lugo y Manjarres-Posada, 2019). Numerosas investigaciones reportan el descenso de la fecundidad en México, que pasó de tener una de las tasas globales de fecundidad más altas de la región y del mundo un poco después de mediados del siglo XX a cerca de nivel de reemplazo en el siglo XXI, de siete hijos por mujer hacia 1960 (Zavala, 2014) a 2.07 en 2018 (INEGI, 2018a). Así, la sexualidad ha ganado independencia de la unión, sobre todo a edades jóvenes, y de la reproducción, sea dentro o fuera de una unión.

Los cambios en los comportamientos sexuales y reproductivos se han acompañado de grandes modificaciones en el papel de las mujeres en la sociedad. Las mujeres han incrementado su escolaridad y su participación en el mercado laboral. En general, a través de las décadas, ha habido una gran expansión de la escolaridad en México. La proporción de mujeres con nivel secundario concluido aumentó de manera considerable durante el siglo XX (Mier y Terán, 2016), y en el siglo XXI los años de escolaridad promedio de las mujeres subieron de 7.2 en el año 2000 a 9.0 en 2015 (INEGI, 2017). En cuanto a la participación de las mujeres en el mercado laboral, la tasa de participación en la fuerza laboral de la población femenina entre 15 a 64 años muestra un aumento entre la década de 1990 y el presente, pasando de 35.7 por ciento en 1991 (INEGI y Secretaría del Trabajo y Previsión Social, 1993) a 40.6 por ciento en 2005 (INEGI, 2018b) y a 41.7 por ciento en 2016 (OIT, 2017). Desde una perspectiva de género, las mujeres han ido ganando espacios en el marco de una sociedad patriarcal.

Sin embargo, investigaciones previas han mostrado que los cambios en los comportamientos sexuales y reproductivos no han sido homogéneos en el país. Hay sectores de la población que no se han visto beneficiados por igual en cuanto al incremento en la escolaridad o al uso de métodos anticonceptivos, entre otras dimensiones que favorecen la vida de las mujeres. Desde las primeras investigaciones sobre fecundidad en México se ha puesto el énfasis en estas inequidades (Zavala, 1992; Quilodrán y Juárez, 2011).

La teoría sociológica, impulsada por las corrientes feministas en la segunda mitad del siglo XX, se enfocó primero en el estudio de la participación de las mujeres en distintos ámbitos sociales, y más adelante, comenzó a estudiar la conformación de lo femenino y masculino de manera relacional, en tanto que una estructura social, a través de las teorías de género. De acuerdo con Scott (1999: 61), “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos; y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder”. En este sentido, es importante recordar, como afirma Clair (2012), que el género no es una variable dicotómica que separa las categorías de hombres y mujeres, como en algunos trabajos previos se ha presentado. Según Lamas (2000: 3) “género se refiere al conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y mujeres”. Bereni et al. (2014) enfatizan cuatro dimensiones analíticas en la definición de género: i) las diferencias entre hombres y mujeres se deben a una construcción social y no son el producto de un determinismo biológico; ii) se trata de una construcción relacional, ya que las características de cada sexo se construyen en una relación de oposición con el otro; iii) se trata de una relación de poder, tanto en cuanto a la dominación de lo masculino sobre lo femenino como a la dimensión normativa del género, que fija las identidades en dos categorías exclusivas; y iv) se intersecta con otras relaciones de poder existentes en la sociedad, como clases sociales, etnias, etcétera. Una crítica posterior (Riquer, 2012), a partir de los planteamientos de Butler (2007), pone en cuestión el esencialismo binario que supone que sólo existen dos sexos, y resalta un heterosexismo en estas definiciones de género. Esta propuesta, desde la teoría cultural y crítica, entiende al género en su carácter performativo, que necesita repeticiones y rituales con anticipaciones y actuaciones para instaurarse como norma social. No sólo el género es un constructo social, sino que también el sexo lo es. Butler (2007) considera que existen normas sociales que tratan de controlar nuestras creencias sobre el sexo y el género y nuestro comportamiento.

Distintas investigaciones han mostrado que las estructuras de clase producen distintas socializaciones. Por una parte, la sociedad como conjunto produce una socialización respecto a la división en clases sociales, y, por otro lado, cada clase social produce socializaciones diferentes entre sus miembros (Darmon, 2010). En este sentido, el género, en tanto se trata de un sistema de poder que produce desigualdades, se articula con otros sistemas de desigualdades como los de clase, etnia, etcétera, y la socialización de género, por tanto, se da de distinta manera en las distintas clases sociales o etnias. La socialización de género se comprende como un proceso que opera a lo largo de la vida, en una multiplicidad de actividades y de esferas sociales, tales como la política, el trabajo, la escuela, en los medios masivos, en la familia, en la pareja, y comienza antes del nacimiento de la persona (Bereni et al., 2014). Sea con la asignación de un sexo a la imagen del feto en la ecografía, sea en la preparación de la ropa del recién nacido con colores diferenciados, en la elección del nombre, las familias comienzan el proceso de socialización de género aún antes del nacimiento, y lo continúan durante la niñez (Bereni et al., 2014). Junto con eso, se transmiten las ideas de lo femenino y masculino, y se establecen las creencias sobre cómo deben ser las mujeres y los hombres.

Las creencias de género han sido ampliamente estudiadas en la literatura internacional del campo sociológico. Ridgeway y Correll (2004) sostienen que el género es un sistema institucionalizado de prácticas sociales para constituir a la gente en dos categorías significativamente diferentes, hombres y mujeres, y organizar relaciones sociales de desigualdad con base en esa diferencia. Además, involucra creencias culturales y distribución de recursos en el macro-nivel, patrones de comportamiento y prácticas organizacionales en el nivel de la interacción, e identidades en el nivel individual. En tanto que el género es un sistema que constituye diferencias y organiza desigualdades sobre la base de esas diferencias, entonces las creencias ampliamente extendidas que definen las características diferenciales de hombres y mujeres y cómo se espera que se comporten, son un componente central de este sistema. Las autoras sostienen que las creencias de género tienen una significación social más amplia que los estereotipos de género porque funcionan como reglas culturales o instrucciones para recrear esta estructura social de diferencia y desigualdad que se entiende como género. Rueda Toro et al. (2019 157-158:), a partir de la definición de género de la Asociación Americana de Psicología, definen las creencias de género como “productos subjetivos de pensamiento frente a los que se tiene un asentimiento y conformidad en relación con los atributos, las actividades, las conductas y los roles establecidos socialmente que una sociedad en particular considera apropiados para niños y hombres, o niñas y mujeres”.

En México, investigaciones previas muestran que existen diferentes creencias sobre género en distintas generaciones o en distintos contextos geográficos o grupos sociales (Caballero, 2014; Karver et al., 2016; Cubillas Rodríguez et al., 2016). Se ha señalado que existen mujeres con creencias consideradas más tradicionales respecto a los roles de género, que contrastan con mujeres que tienen creencias que las colocan en una posición de mayor autonomía (Rojas, 2016; Díaz-Loving et al., 2015; Frías y Erviti, 2012). La investigación de Díaz-Loving et al. (2015) encuentra que a mayor escolaridad (grupos con educación media o superior comparados con los de educación básica), mayor puntaje obtienen las creencias relacionadas con equidad, menor puntaje las relacionadas con machismo y menor puntaje las creencias respecto a abnegación de la mujer y virginidad.

Se cuenta en México con varias encuestas que han tratado de estimar las creencias de género de la población. Así, la serie de encuestas nacionales sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) ha incluido una sección sobre opiniones acerca de los roles de género con la que se puede explorar lo que Casique y Castro (2014) denominan “ideología de género”.1 Con base en esta encuesta, Ramírez Salgado (2012) encuentra posiciones diversas sobre los estereotipos de género, a las que denomina como sincretismo de género. Si bien no son estrictamente comparables, a partir de las diferencias entre las distintas ediciones de la encuesta se observan cambios respecto a las creencias de género.2 Casi el total de las mujeres (97 por ciento) consideró en 2011 que la mujer tiene derecho a escoger sus amistades, en tanto que en 2003 había estado de acuerdo 60 por ciento (INEGI, 2004 y 2011). Asimismo, disminuyó en gran medida la proporción de mujeres que está de acuerdo con que una esposa debe obedecer a su pareja, pero la proporción en 2011 sigue siendo considerable (una de cada cinco mujeres está de acuerdo). La idea de que el hombre debe responsabilizarse de todos los gastos de la familia tiene una aceptación alta en las dos encuestas, lo que muestra que hay ciertos aspectos de la sociedad tradicional que se resisten a cambiar (67.0 y 62.3 por ciento en 2003 y 2011, respectivamente). La encuesta de 2016 incluyó la pregunta “Las mujeres casadas deben tener relaciones sexuales con su esposo cuando él quiera”, similar a la pregunta 5 de la Tabla 1, y ocho por ciento de las mujeres entrevistadas dijo estar de acuerdo (INEGI, 2016). Así, va ganando la posición de autonomía sexual de las mujeres, contra la idea tradicional de sumisión a los deseos del hombre.

Tabla 1: Variables que conforman el Índice de actitudes de género, mujeres de 20 a 24 años. Enfadea 2017 

Variables Total de
casos
Total de mujeres Más
tradicional
Intermedio Menos
tradicional
De acuerdo N = 1,054 N = 1,168 N = 1,149
n % % de
acuerdo
% de
acuerdo
% de
acuerdo
Creencias de género (% de acuerdo)
Hasta que una mujer tiene hijos es una mujer completa 3,377 661 19.6 62.4 17.7 0.1
El hombre siempre debe tener más libertad sexual que la mujer 3,376 143 4.2 17.0 1.6 0.1
Los hijos son lo más importante en la vida de una mujer 3,376 2,496 73.9 98.2 86.3 52.0
La mujer es la responsable de mantener unida a la familia 3,376 2,730 80.9 61.8 16.9 0.1
La mujer no debe abortar por ningún motivo 3,376 1201 35.6 69.0 43.3 12.9
El matrimonio es para toda la vida 3,375 1,507 44.7 86.7 59.6 11.9
Una mujer debe conservarse virgen antes del matrimonio 3,376 829 24.6 68.9 26.9 0.9
Si una mujer soltera se embaraza. debe casarse con el padre de su hijo 3,376 561 16.6 62.2 9.0 0.2
Los hijos fortalecen el matrimonio 3,377 1,698 50.3 92.8 64.7 17.8
El hombre es quien debe tener la iniciativa para tener relaciones sexuales 3,376 377 11.2 40.9 6.9 0.2
El hombre es quien debe decidir si se usan anticonceptivos 3,371 208 6.2 23.4 2.7 0.5

Nota: el total de casos de la muestra es de 3,380, y en la columna Total de casos puede verse el número de respuestas para cada afirmación. La diferencia corresponde a los casos perdidos. Para la construcción del índice y la división en tres categorías, se consideran 3,371 casos con información completa en todos los ítems.

Fuente: elaboración propia con base en Enfadea 2017 (UNAM, 2017).

Otra encuesta que incluyó preguntas sobre creencias en cuanto a los roles de género con representatividad para todo el país fue la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo, realizada en 2007 por el INEGI en colaboración con el Instituto Nacional de la Juventud, donde se entrevistó a jóvenes de 15 a 24 años (INEGI, 2007). Frías y Erviti (2012) documentan las respuestas a los diferentes ítems, y advierten un extendido acuerdo tanto en hombres como en mujeres en roles de género estereotipados, tales como el rol del hombre como proveedor económico responsable y de la mujer como cuidadora de niños enfermos. Las distintas ediciones de la Encuesta Nacional de Juventud (ENJUVE) incluyeron también un conjunto de preguntas para indagar las creencias de los jóvenes en cuanto a los estereotipos de género. Ramírez Rodríguez y López López (2013), analizan las respuestas dadas en la ENJUVE 2005 y ubican los acuerdos en posturas más flexibles o más tradicionales, y advierten la existencia de una polifonía o diversidad de posiciones, donde las mujeres muestran creencias más flexibles que los hombres. La ENJUVE 2012 (IIJ-UNAM, 2012) muestra que en algunas preguntas las y los jóvenes están mayoritariamente acuerdo con relaciones de género más equitativas, pero en otras, una alta proporción sostiene posiciones más tradicionales. Así, por ejemplo, 62 por ciento está de acuerdo o parcialmente de acuerdo con el reactivo que dice que, aunque la mujer no trabaje, el hombre debería colaborar en las tareas del hogar. Pero, en contraparte, 47 por ciento está de acuerdo o parcialmente de acuerdo con que en las familias donde la mujer trabaja se descuida a los hijos.

Una investigación realizada con estudiantes de 14 a 19 años de escuelas públicas de las 32 entidades federativas de México, utilizando los datos de la Primera Encuesta Nacional “Lucha contra la exclusión, intolerancia y violencia en escuelas de educación media superior” de la Secretaría de Educación Pública, asoció el inicio de relaciones sexuales con las creencias de género, entre otras variables (Rivera-Rivera et al., 2016). Para operacionalizar las creencias de género, se utilizó una escala que describe las relaciones interpersonales entre chicas y chicos, así como la percepción sociocultural sobre roles de género y se construyeron dos categorías, creencias de género igualitarias y creencias de género tradicionales. En el conjunto de estudiantes, 56.7 por ciento tenía creencias igualitarias y 43.3 por ciento tradicionales, donde las chicas tuvieron una proporción significativamente mayor que los chicos de creencias igualitarias (63.6 por ciento versus 48.4 por ciento, p < 0.01).

Existen otras investigaciones de corte cuantitativo en México realizadas en ámbitos subnacionales, que han incluido también preguntas para cuantificar las actitudes o ideas sobre el género (Casique, 2018; Mendoza Rivas, Ribeiro Ferreira y Támez Valdéz, 2017). Estas encuestas nos proporcionan un antecedente para estudiar las creencias sobre el género desde la perspectiva de la sociología cultural.

En este artículo, nuestro objetivo es reflexionar cómo influyen las creencias de género en distintos eventos de la trayectoria sexual y reproductiva de las mujeres.3 Para esta investigación hemos considerado los siguientes eventos sexuales y reproductivos: la edad de inicio sexual, el uso de anticoncepción en la primera relación sexual y la edad de la mujer al primer hijo nacido vivo, que pueden estudiarse utilizando la Encuesta Nacional de los Factores Determinantes del Embarazo Adolescente -ENFaDEA 2017- (UNAM, 2017).

Antecedentes

Edad de inicio sexual, creencias de género y estrato social

Una de las transiciones importantes en el curso de vida de las personas es el inicio sexual. En las sociedades occidentales, la mayoría de las personas inicia su vida sexual durante la adolescencia (Madkour et al., 2010). En México, ocurre antes de los 25 años para la mayoría de las personas, y para la mitad de la población, sucede antes de los 20 años (Juarez y Gayet, 2014; Gayet y Gutiérrez, 2014). Algunos autores sostienen que se trata de un momento clave en la biografía individual y en la construcción de la subjetividad, que significa la entrada simbólica a la juventud, y se recuerda a lo largo de la vida (Bozon y Kontula, 1997; Bozon, 2018; Bozon y Heilborn, 1996). Implica deseos, sentimientos y comportamientos, que pueden variar en función de la cultura en la que está inmerso el individuo (Kontula, 2003). Como afirma Casique (2019), si bien no se limita a la primera experiencia coital, ya que suele haber un proceso gradual de diversas expresiones de interacción sexual como besos, caricias o sexo oral, las investigaciones se han centrado en ese evento por los riesgos de embarazos e infecciones asociados, y por la posibilidad de ser recordado.

Tanto el género como la sexualidad son estructuras sociales, que tienen normas, ritos, significaciones y han sufrido transformaciones (Bozon y Kontula, 1997). Se regula la entrada a la sexualidad de acuerdo al género, y estas normas o regulaciones han ido cambiando a lo largo de la historia con diferencias en distintas sociedades. En épocas recientes se han dado cambios en cuanto al significado del inicio sexual (Kuortti y Lindfors, 2014). Algunas instituciones sociales están más relacionadas que otras en la regulación de la sexualidad. La religión, la organización del matrimonio y la familia, que tenían un gran peso en esta función, han perdido poder de imposición y control (Bozon, 2018). Uno de los cambios más significativos en la cultura sexual heterosexual en los países occidentales ha sido la permisividad de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, y se ha señalado que, a partir de la década de 1960, ésta fue favorecida por la disponibilidad de métodos anticonceptivos eficaces que permiten separar la sexualidad de la reproducción (Bozon, 2018), y por el aumento en la escolaridad de las mujeres y el incremento de ellas en la actividad profesional (Bozon y Kontula, 1997). Uno de los hallazgos en la investigación sobre la edad de inicio sexual es que la separación del inicio sexual del inicio de la unión resultó en un adelanto del calendario de la primera relación sexual (Hawes, Wellings, y Stephenson, 2010). En México, se ha encontrado que en años recientes se rejuveneció la edad a la primera relación sexual de las mujeres (Gayet y Gutiérrez, 2014).

Las investigaciones en México que han explorado la relación entre creencias de género y el inicio sexual son muy recientes. Casique (2019), con información de una encuesta con jóvenes mujeres y varones de Jalisco, Morelos y Puebla, encuentra que, en el caso de las mujeres, las actitudes más igualitarias respecto al género parecen facilitar el abandono de modelos de femineidad que imponen la virginidad, dado que cuanto más igualitarias son sus actitudes, mayor es la probabilidad de haber iniciado sexualmente. En cambio, la relación es inversa en el caso de los varones, cuanto más igualitarias son sus actitudes, menor es la posibilidad de haber tenido relaciones sexuales, lo que sería contrario a los modelos más tradicionales de sexualidad que presionan a los varones a un inicio sexual temprano. De manera similar, Rivera-Rivera et al. (2016), a través de modelos de regresión logística politómica múltiple estimados con la encuesta de estudiantes de nivel medio superior de escuelas públicas, encontraron que las mujeres de 16 a 19 años con creencias de género tradicionales tuvieron menores probabilidades de iniciar las relaciones sexuales que las que tenían creencias de género igualitarias (OR = 0.49). Para los varones y para las mujeres menores de 16 años no se encontró asociación estadísticamente significativa.

En el caso de las mujeres, existen variaciones en la edad de inicio sexual y su separación de la unión de acuerdo con la escolaridad alcanzada por ellas o el estrato social de pertenencia. En México, se ha encontrado una tendencia creciente en la separación entre el inicio sexual y la primera unión conyugal, con fuertes diferencias entre las mujeres con distintos niveles de escolaridad, lugar de residencia y nivel de desarrollo de la región (Gayet y Szasz, 2014; Juárez et al., 2010; Welti Chanes, 2005; Tuñón y Nazar, 2004). Las disparidades en cuanto a la edad de inicio sexual son también marcadas si se considera el estrato socioeconómico de las mujeres, donde inician antes las de estratos muy bajo y bajo comparadas con las de estrato medio y alto (Rojas y Castrejón, 2007). Gayet (2014) con información de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012, muestra que, a nivel nacional, hay grandes diferencias en la edad de inicio sexual de acuerdo al estrato social de pertenencia. Alrededor de 70 por ciento de las mujeres de los estratos sociales muy bajo y bajo iniciaron su vida sexual antes de los 20 años, contra 50 por ciento del estrato social muy alto, y en cuanto al inicio sexual antes de los 16 años, lo tuvieron 22 por ciento de las mujeres de los estratos muy bajo y bajo y cuatro por ciento del estrato alto, respectivamente. Estos resultados contrastan con los que mencionamos respecto a las actitudes de género. El inicio sexual a más temprana edad puede deberse a actitudes de género más igualitarias (Casique, 2019) o a la pertenencia a un estrato social más bajo o contar con menor escolaridad (Rojas y Castrejón, 2007; Gayet, 2014). Por las restricciones de las encuestas utilizadas en las investigaciones mencionadas, no se ha estudiado la relación entre las creencias de género y la edad de inicio sexual, una vez que se controlan el estrato social de pertenencia y el nivel escolar alcanzado.

Uso de anticoncepción en el debut sexual, creencias de género y estrato social

Los métodos modernos de anticoncepción permiten a las personas separar la práctica sexual de la reproducción y evitar los embarazos no deseados. Su disponibilidad se considera un derecho para que las poblaciones regulen su fecundidad. Como señalamos antes, el inicio sexual previo a la relación conyugal fue facilitado por la posibilidad de contar con anticonceptivos efectivos. Si bien en México las primeras políticas de planificación familiar fueron destinadas a mujeres casadas, en la década de 1990 se iniciaron los programas dirigidos a los adolescentes solteros (Juárez y Gayet, 2005). Si, como afirma Bozon (2018), la subjetividad moderna se acompaña de la autonomización de la sexualidad respecto de la reproducción, es de esperar que las personas con creencias menos tradicionales utilicen más métodos anticonceptivos. En contraparte, se esperaría que las mujeres que se ubican en un ámbito de creencias más tradicional en cuanto al género ingresen a su vida sexual con intenciones reproductivas y menor uso de anticoncepción. Con datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011, Brugeilles y Rojas (2016) consideran, a partir de una comparación entre tres cohortes mexicanas, que existe en el México urbano una ruptura con el patrón tradicional que confinaba la sexualidad de las mujeres a la vida en unión, donde se evidencia en la generación más joven el inicio de la práctica anticonceptiva previa a la unión.

Casique (2011), con información de la Encuesta Nacional sobre violencia en el Noviazgo 2007, encuentra para jóvenes varones que a medida que incrementa su actitud igualitaria respecto al género, aumentan las posibilidades de usar siempre condón, pero no encuentra esta relación entre las mujeres ni tampoco examinando el uso alguna vez. Menkes y Suárez-López (2019), estudiando la última relación sexual de jóvenes de tres entidades federativas que tenían pareja al momento de la encuesta, no encuentran diferencias en el uso de condón de acuerdo con sus creencias en cuanto a los roles de género. Así, no hay evidencia concluyente sobre la relación entre creencias de género más igualitarias y mayor uso de anticoncepción.

La relación entre el uso de anticoncepción en el debut sexual y el estrato social ha sido estudiada en México a partir de diferentes fuentes de información. Rojas y Castrejón (2007), con datos de la Encuesta Nacional de Salud Reproductiva de 2003, encuentran que son mayores las proporciones de mujeres de estrato muy bajo o bajo que no utilizaron ningún método anticonceptivo en la primera relación sexual que las mujeres de estrato medio o alto (88 por ciento contra 75 por ciento). Gayet (2014), a partir de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012, estima que las mujeres de los estratos socioeconómicos medio y alto tienen tres veces más posibilidades de usar métodos anticonceptivos en la primera relación sexual que las mujeres de estrato muy bajo. Sin embargo, en un estudio de nivel subnacional realizado en el Sureste de México, no se han encontrado diferencias en la probabilidad de uso de algún método en el inicio sexual según la escolaridad de las mujeres (Tuñón y Nazar, 2004). Si en lugar de analizar el uso en la primera relación sexual se estudia el uso de condón alguna vez, se encuentra que los jóvenes (tanto hombres como mujeres) de estratos medios tienen mayor posibilidad de haber utilizado condón que los de estrato muy bajo (Casique, 2011).

Edad de la mujer al primer hijo, creencias de género y estrato social

Si bien en México ha disminuido la fecundidad de manera notable en cincuenta años, estos cambios no han sido acompañados de transformaciones drásticas en cuanto al inicio del calendario reproductivo de las mujeres. A diferencia de los países europeos, donde hubo un retraso significativo en la edad de la mujer al primer hijo (Sobotka, 2004; Frejka y Sardon, 2006), el descenso de la fecundidad en México no se logró con una modificación importante en el momento de inicio, sino que se cortó la trayectoria reproductiva una vez alcanzado el número deseado de hijos, a edades más o menos jóvenes. Bernhardt y Goldscheider (2006) sostienen que uno de los principales hallazgos en la investigación sobre roles de género y fecundidad en países donde se ha dado la Segunda Transición demográfica, es que cuando las mujeres tienen actitudes que refuerzan roles menos “tradicionales”, es decir, roles que van más allá del hogar y la familia para incluir actividades más públicas, como el empleo remunerado, ellas tienen menos hijos y los tienen más tarde en sus vidas. Páez y Zavala (2016), con información de la Encuesta Demográfica Retrospectiva EDER-2011, muestran que la edad mediana al primer hijo sólo aumentó un año entre las mujeres nacidas en la generación 1951-1953 y las nacidas entre 1978 y 1980. En este aspecto, México parece seguir un camino diferente, ya que se ha llegado a una tasa global de fecundidad inferior al reemplazo sin un retraso significativo en cuanto a la edad al primer hijo.

Con información de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias de 2005, Rabell y Murillo (2009) analizan la relación entre la posición ideológica asociada a los roles de género dentro de la familia y el tamaño de la familia, y encuentran que las familias pequeñas tienen valores de tipo relacional, donde se privilegian relaciones relativamente igualitarias en la pareja, en tanto que las familias numerosas se orientan a un modelo que las autoras denominan jerárquico, donde se valora la familia como espacio de reproducción. Así, podría interpretarse este resultado de forma que las creencias menos tradicionales se asocian a una menor fecundidad al interior de las familias. Por otra parte, el fenómeno de maternidad a edades tempranas se encuentra diferenciado según el estrato socioeconómico de pertenencia. Investigaciones previas han mostrado que las jóvenes de estratos bajos tienen más posibilidades de embarazarse y tener hijos en la adolescencia comparadas con las jóvenes de estratos altos (Medina Gómez y Ortiz González, 2015; Oliveira y Mora Salas, 2008; Echarri y Amador, 2007).

Materiales y métodos

Para esta investigación se utilizó la Encuesta Nacional de los Factores Determinantes del Embarazo Adolescente 2017 (UNAM, 2017), conocida como ENFaDEA-2017, que se aplicó a 3380 mujeres de 20 a 24 años de todo México. La encuesta tiene representatividad nacional. Se presentan estadísticas descriptivas y tres modelos logísticos. El primer modelo tiene por variable dependiente la edad de inicio sexual y se asocia a un índice de creencias de género y otros factores. El segundo modelo analiza la relación entre haber usado anticoncepción en la primera relación sexual y el índice de creencias de género y otras variables independientes. El tercer modelo asocia a la edad de la mujer al primer hijo con el índice de creencias de género y las otras variables independientes. Se utilizó Stata 13.1 para el procesamiento estadístico. Se revisó que no hubiera correlación entre las variables independientes de los modelos por medio de matrices de correlación policórica.

Dado el interés en el estudio sobre las creencias de género y su relación con distintas transiciones sexuales y reproductivas en la vida de las mujeres, se elaboró un índice de creencias de género. Se consideran otros factores que podrían influir en las variables dependientes, además del índice de creencias de género. Dos de ellas se incluyen en todos los modelos: una variable de movilidad social que combina el estrato social de origen de las mujeres con la edad a la que la mujer salió de la escuela; y una variable que da cuenta de la religiosidad de las mujeres. Adicionalmente, el modelo 2 incluye variables sobre el tipo de pareja con quien tuvo la primera relación sexual (tipo de relación y diferencia de edad con la pareja) y la edad a la primera relación sexual, y en el modelo 3 se incluye la edad a la primera relación sexual.

Construcción de las variables

Variables dependientes

Edad a la primera relación sexual

La encuesta pregunta a las mujeres “2.4. ¿Qué edad tenías cuando tuviste tu primera relación sexual?” Con las respuestas se formaron dos grupos: a) quienes iniciaron antes de los 18 años, y b) quienes iniciaron a partir de los 18 años o que no habían tenido relaciones sexuales hasta el momento de la entrevista. Esta variable se utiliza como dependiente en el Modelo 1 y como independiente en los modelos 2 y 3. Pero en los modelos 2 y 3 sólo se considera a las mujeres sexualmente activas y se excluye a quienes no habían iniciado su vida sexual al momento de la entrevista.

Uso de anticoncepción en la primera relación sexual

Se utilizó la pregunta “2.8. “En tu primera relación sexual, ¿qué fue lo que tú o tu pareja hicieron o usaron para evitar un embarazo o una infección de transmisión sexual?”. Una de las respuestas posibles era “No usamos nada”; otras respuestas se relacionaban con el método anticonceptivo usado en una lista de doce ítems y las mujeres podían responder más de un método. Para la variable del modelo, se clasificó como 0 a las mujeres que no usaron nada y 1 a las que usaron algún método anticonceptivo.

Edad de la mujer al primer hijo

Para construir esta variable se utilizó un conjunto de preguntas. En un primer paso, se estimó la edad de los hijos que estaban vivos al momento de la entrevista a partir de la pregunta “3.14 ¿Cuántos años cumplidos tiene (NOMBRE)?”. Se consideró el primer hijo nacido vivo y actualmente vivo que tuvo cada mujer. En un segundo paso, se construyó la edad de los hijos nacidos vivos pero actualmente fallecidos (es decir, la edad que hubieran tenido al momento de la encuesta si no hubieran fallecido). Para eso, se restó la fecha de la entrevista (2017) menos la variable 3.18 que contiene el año de nacimiento del primer hijo, una vez que se identificaron a los hijos fallecidos (para ello, se utilizó una variable disponible en la base de datos, RESEM, que registra el resultado de cada embarazo como nacido vivo actualmente vivo, nacido vivo actualmente fallecido, nacido muerto, aborto y se escogió la información referente al primer embarazo que reportó un hijo nacido vivo actualmente fallecido). En un tercer paso, una vez obtenida la edad del primer hijo (ya sea que se encontrara vivo o fallecido al momento de la encuesta) para obtener la edad de la mujer al primer hijo, a la edad de la madre (“1.2. Entonces, ¿cuántos años cumplidos tienes?”) se le restó la edad del primer hijo nacido vivo. Es decir, se considera la edad de la madre al primer hijo, con la información tanto de los hijos que seguían vivos al momento de la encuesta como de los hijos que ya habían fallecido. Una vez teniendo esta información, se agrupó en dos categorías: a) Tuvo un hijo antes de los 20 años, b) No tuvo un hijo antes de los 20 años. Para efectos del análisis, se renombró la variable como Tuvo el hijo a partir de los 20 años, donde se incluye también a quienes no habían tenido hijos.

Variables independientes

Índice de creencias de género

A partir de un conjunto de afirmaciones sobre creencias de género, cuya distribución puede verse en la Tabla 1, se elaboró un índice. Para ello, se estimó una matriz utilizando la correlación policórica entre las variables para realizar análisis factorial y se tradujo la matriz de covarianza en una matriz de correlación (comando factormat de Stata). Se estimaron los valores en una escala (comando predict de Stata). Una vez contando con el índice continuo, se realizó la prueba Kaiser-Meyer-Olkin (KMO), que mide la adecuación de la muestra. El nivel obtenido de 0.8523 se considera muy bueno. Una vez que se verificó la validez del índice, se construyeron tres grupos de tamaño similar (comando xtile). El resultado del índice agrupado para todas las mujeres puede verse en la Tabla 2.

Tabla 2: Características de las mujeres de 20 a 24 años, total y sexualmente activas. Enfadea 2017 

Variables Total de Mujeres Mujeres que tuvieron relaciones sexuales
n % n %
Índice de creencias de género
Índice de creencias de género
Más tradicional 1,054 31.3 863 30.3
Intermedio 1,168 34.6 963 33.8
Menos tradicional 1,149 34.1 1,023 35.9
Total 3,371 100.0 2,849 100.0
Movilidad social
Estrato bajo y salió antes de los 16 626 18.6 554 19.5
Estrato bajo y salió entre los 16 y 18 517 15.4 466 16.4
Estrato bajo y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 304 9.0 233 8.2
Estrato medio y salió antes de los 16 171 5.1 159 5.6
Estrato medio y salió entre los 16 y 18 430 12.8 402 14.1
Estrato medio y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 598 17.7 482 16.9
Estrato alto y salió antes de los 19 años 156 4.6 137 4.8
Estrato alto y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 567 16.8 415 14.6
Total 3,369 100.0 2,847 100.0
Religiosidad
Muy religiosa o religiosa 1,176 34.8 956 33.4
Poco o nada religiosa 1,946 57.6 1675 58.6
Ninguna religión 258 7.6 228 8.0
Total 3,380 100.0 2,858 100.0
Tuvo la primera relación sexual a partir de los 18 años
No 1,410 41.7 1,410 49.3
* 1,970 58.3 1,448 50.7
Total 3,380 100.0 2,858 100.0
Qué tipo de relación tenía con la persona con quien tuvo la primera relación sexual
Novio 2,290 80.2
Esposo 422 14.8
Amigo 104 3.7
Otro 40 1.4
Total 2,857 100.0
Diferencia de edad con la pareja de la primera relación sexual
Iguales o mujer mayor 1,236 43.3
hombre poco mayor 977 34.2
hombre mucho mayor 644 22.6
Total 2,858 100.0
Usó anticoncepción en la primera relación sexual
No 1,078 37.7
1,780 62.3
Total 2,858 100.0
Tuvo el primer hijo a partir de los 20 años
No 840 29.4
** 2,018 70.6
Total     2,858 100.0

* En la columna del total de mujeres, incluye a las mujeres que no habían tenido relaciones sexuales hasta el momento de la entrevista. En la columna de mujeres sexualmente activas, sólo se incluye a quienes habían tenido relaciones sexuales al momento de la entrevista

**Incluye a las mujeres que no habían tenido hijos hasta el momento de la entrevista.

Fuente: elaboración propia con base en Enfadea 2017 (UNAM, 2017).

Como puede verse en la Tabla 1, las 11 afirmaciones que conforman el índice de creencias de género están diseñadas de manera tal que quien responde “De acuerdo” se ubica en una posición tradicional. La primera columna muestra los acuerdos del conjunto de mujeres entrevistadas, y las tres últimas columnas, los porcentajes de acuerdo de cada uno de los grupos conformados a partir de la división del índice. Los mayores porcentajes de acuerdo se encuentran en la columna de mujeres con creencias más tradicionales, y los menores porcentajes, en la columna de mujeres con creencias menos tradicionales.

Movilidad social

Para dar cuenta de la movilidad social posible de las mujeres, se construyó una variable que relaciona el estrato social de origen de las mujeres y la escolaridad alcanzada por cada una de ellas, operacionalizada a partir de la edad de las mujeres a la salida de la escuela.

Para identificar el estrato social de origen de las mujeres, consideramos una batería de preguntas sobre bienes del hogar cuando la mujer tenía alrededor de 15 años (pregunta 1.15), la escolaridad de la madre (pregunta 1.17) y la edad a la que la madre de la mujer tuvo a su primer hijo (pregunta 1.25). Entre los bienes del hogar, consideramos: refrigerador, lavadora de ropa, horno de microondas, computadora, internet, celular, automóvil o camioneta propios, agua entubada dentro de la vivienda.

Con estas ocho variables, se realizó una escala de bienes del hogar de manera aditiva. El mínimo de bienes reportados fue tres y máximo ocho. Se dividió en tercios para formar tres niveles de bienes del hogar. La escolaridad de la madre (pregunta 1.17) fue considerada 1. Hasta nivel básico (secundaria o menos), 2. Nivel medio-superior (algún grado de preparatoria o equivalente), 3. Nivel superior (algún grado de universidad o más). La edad a la que la madre de la mujer tuvo a su primer hijo se dividió en tercios: a) Antes de los 18 años; b) Entre 18 y 20 años; c) 21 o más años. Con estos tres componentes del origen social de la mujer (bienes del hogar, escolaridad de la madre y edad a la que la madre de la mujer tuvo a su primer hijo) se realizó un índice de forma aditiva. El menor valor alcanzado fue tres y el máximo fue nueve. Se dividió en tres grupos: a) Estrato social de origen bajo (categorías 3, 4 y 5); b) Estrato social de origen medio (categorías 6 y 7); y c) Estrato social de origen alto (categorías 8 y 9).

Para la edad a la salida de la escuela de las mujeres se utilizó la pregunta “1.29 ¿A qué edad dejaste (la última vez) o terminaste tus estudios?” Se consideraron tres grupos para el estrato de origen social bajo y medio, y dos grupos para el estrato social de origen alto. En los dos primeros casos, se consideró la salida de la escuela: a) antes de los 16 años, b) entre los 16 y 18 años, y c) a los 19 años o más o seguía estudiando al momento de la entrevista. En el caso del estrato de origen social alto, dada la baja proporción de mujeres que salió de la escuela antes de los 16 años, se agrupó la edad a la salida de la escuela en dos, a) antes de los 19 años, y b) a los 19 años o más o seguía estudiando.

Finalmente, para la variable de movilidad social, quedaron constituidas las siguientes categorías: a) Estrato bajo y salió de la escuela antes de los 16 años, b) Estrato bajo y salió de la escuela entre los 16 y 18 años, c) Estrato bajo y salió de la escuela a los 19 años o más o seguía estudiando al momento de la entrevista, d) Estrato medio y salió de la escuela entre los 16 y 18 años, e) Estrato medio y salió de la escuela entre los 16 y 18 años, f) Estrato medio y salió de la escuela a los 19 años o más o seguía estudiando al momento de la entrevista, g) Estrato alto y salió de la escuela antes de los 19 años, y h) Estrato alto y salió de la escuela a los 19 años o más o seguía estudiando. La distribución de la población respecto de esta variable puede verse en la Tabla 2, tanto para todas las mujeres como para quienes habían tenido relaciones sexuales.

Religiosidad

Se creó la variable religiosidad a partir de dos preguntas de la encuesta “1.6. Durante tu adolescencia, ¿cuál era tu religión?”, donde las opciones de respuesta eran Católica, Cristiana, Evangélica, Testigo de Jehová, Pentecostal, Otra, Ninguna; y “1.7. Durante tu adolescencia, ¿te considerabas como una persona….”, cuyas respuestas posibles eran muy religiosa?, religiosa?, poco religiosa?, nada religiosa?. Agrupamos las respuestas en tres categorías: a). Muy religiosa o religiosa (agrupando dos opciones de la pregunta 1.7), b). Poco o nada religiosa (agrupando dos opciones de la pregunta 1.7) y c). Ninguna religión (de la pregunta 1.6). La distribución para todas las mujeres y para las sexualmente activas puede verse en la Tabla 2.

Tipo de pareja de la primera relación sexual

En la encuesta se pregunta “2.6. ¿Qué relación tenías en ese momento con quién tuviste tu primera relación sexual?”, donde las opciones de respuesta eran: Novio, Esposo, Pareja corresidente, Amigo, Familiar, Desconocido, Otro. Se agruparon las respuestas en cuatro categorías: a) Novio, b) Esposo o pareja corresidente (incluye dos respuestas), c) Amigo, d) Otro (incluye las tres últimas opciones).

Diferencia de edad con la pareja de la primera relación sexual

A partir de las preguntas “2.4. ¿Qué edad tenías cuando tuviste tu primera relación sexual?” y “2.7. ¿Qué edad tenía la persona con quien tuviste tu primera relación sexual?”, se estimó la diferencia de edad con la pareja. Los valores resultantes se agruparon en tres categorías: a) Iguales o mujer mayor (valores resultantes -1, 0, 1 año de diferencia), b) Hombre un poco mayor (dos a cuatro años de diferencia), y c) Hombre mucho mayor (cinco o más años de diferencia).

Resultados

Del total de 3,380 mujeres entrevistadas, 84.6 por ciento había tenido relaciones sexuales (2,858 mujeres). La Tabla 2 presenta las características generales de la población de mujeres de 20 a 24 años. Esta es la población objetivo analizada en el modelo 1. En cuanto al índice de creencias de género, como se definió en la Sección de metodología, es una variable continua que para el análisis se dividió en tres segmentos con peso similar. Esta es la variable cuya asociación con los distintos eventos sexuales y reproductivos de la vida de las mujeres nos interesa analizar.

Hay otros factores que pueden influir en las prácticas sexuales y reproductivas de las mujeres. Se seleccionaron dos factores que se han relacionado en la literatura con estas prácticas. Como se mencionó antes, tanto el estrato social como la escolaridad alcanzada han sido relacionados con las prácticas sexuales y reproductivas de las mujeres. Incluimos una variable de movilidad social, que da cuenta de ambas circunstancias de las mujeres, es decir, muestra el estrato social de origen y cuántos años de escolaridad alcanzaron las mujeres que pertenecen a cada estrato. Esta variable es una aproximación a la movilidad social, dado que se puede ver quiénes de estratos bajos logran una alta escolaridad, y quiénes no. Las mujeres de estrato bajo tienen su mayor proporción en la salida de la escuela a edad temprana (antes de los 16 años). Son relativamente pocas las mujeres del estrato bajo con alta escolaridad (21 por ciento de las mujeres dentro del estrato bajo contra 43.2 por ciento que tenía baja escolaridad). Casi la mitad de las mujeres del estrato medio salió de la escuela a los 19 años o más o continuaba estudiando al momento de la entrevista. En cambio, un porcentaje menor del estrato medio salió antes de los 16 años de la escuela (14.3 por ciento). En el estrato alto, que fue dividido sólo en dos categorías por la falta de casos en la salida de la escuela temprana, la gran mayoría (cuatro de cada cinco) salió de la escuela a los 19 años o más o continuaba estudiando al momento de la entrevista.

Por otra parte, consideramos la religiosidad de las mujeres como un factor que podría relacionarse tanto con el inicio sexual, el uso de anticoncepción y la maternidad, dado que la mayoría se declaró católica, religión que pone el énfasis en la importancia de la virginidad y la maternidad dentro del matrimonio.4 Más de la mitad de las mujeres se declaró poco o nada religiosa y un porcentaje mínimo dijo no tener ninguna religión (7.6 por ciento). El 35 por ciento se declaró como muy religiosa o religiosa.

En cuanto a los eventos sexuales y reproductivos que son objeto de esta investigación, la Tabla 2 muestra la distribución de las mujeres respecto a la edad de inicio sexual (si fue o no a partir de los 18 años). El 41.7 por ciento de las mujeres tuvo la primera relación sexual antes de los 18 años y su complemento, 58.3 por ciento no tuvo relaciones sexuales antes de los 18 años.

La Tabla 2 también presenta la distribución de las variables mencionadas para las mujeres que han tenido relaciones sexuales. En cuanto al índice de creencias de género, al seleccionar a las mujeres sexualmente activas varía ligeramente la distribución, perdiendo representación las más tradicionales. La variable de movilidad social conserva básicamente la misma distribución que para el conjunto de mujeres, pero para las sexualmente activas con ligero aumento de la escolaridad en todos los estratos sociales de origen (entre dos y tres puntos porcentuales). La distribución de la variable de religiosidad es también similar que, para el conjunto de mujeres, donde reduce la categoría de muy religiosa o religiosa en 1.5 puntos porcentuales a favor de las otras dos categorías. Para las mujeres sexualmente activas, se agregaron tres variables relacionas con la primera relación sexual que podrían influir en el uso de anticoncepción y una variable para la maternidad adolescente. La edad a la primera relación sexual (si fue antes de los 18 años o a partir de esa edad donde sólo se incluye a quienes han tenido relaciones sexuales), se distribuye en partes casi iguales. En el tipo de relación que tenía con la persona con quien tuvo la primera relación sexual, la gran mayoría dijo haber iniciado con el novio (cuatro de cada cinco mujeres). Le sigue la categoría de inicio sexual con el esposo (14.8 por ciento) y con porcentajes menores aquellas que iniciaron con amigo u otro (3.7 y 1.4 por ciento, respectivamente). Respecto a la diferencia de edad con la pareja de la primera relación sexual, cerca de la mitad dijo que eran de edad similar o que la mujer era mayor (hasta un año de diferencia). La proporción menor es para la categoría donde el hombre era mucho mayor que la mujer (22.6 por ciento tenía cinco o más años de edad que la mujer). Las variables de práctica sexual y reproductiva de interés que se incluyen para las sexualmente activas es el uso de anticoncepción en la primera relación sexual y si fueron o no madres en la adolescencia. En la Tabla 2 se puede observar que más de la mitad (62.3 por ciento) dijo haber utilizado algún método anticonceptivo y 29.4 por ciento tuvo un hijo antes de los 20 años.

Dado que el objetivo de la investigación es examinar los factores que influyen en distintos eventos de las trayectorias sexuales y reproductivas de las mujeres, tal como se mencionó en la metodología, se estimaron tres modelos de regresión logística binaria, para cada evento de interés. El primer modelo, sobre la edad de inicio sexual, incluye a todas las mujeres; el segundo y tercer modelo, sobre el uso de anticoncepción en la primera relación sexual y sobre la maternidad antes o después de los 20 años, sólo a las que habían tenido relaciones sexuales.

La Tabla 3 muestra los factores asociados a haber tenido el inicio sexual a partir de los 18 años, donde se incluyen a aquellas mujeres que hasta la fecha de la entrevista no habían tenido relaciones sexuales, que, como se mencionó antes, constituyen 15.4 por ciento de la muestra.

Tabla 3: Factores asociados a no iniciar relaciones sexuales antes de los 18 años de las mujeres mexicanas de 20 a 24 años. Enfadea 2017 

Inicio sexual antes de los 18 años
(0 = SI, 1 = NO)
  Linearized        
Odds Ratio Std. Err. t P>|t| (95% Conf. Interval)
Índice de creencias de género
Más tradicional 1.0
Intermedio 0.8 0.0991 -1.91 0.093 0.5880 1.0514
Menos tradicional 0.5 0.1065 -3.34 0.010 0.2762 0.7902
Movilidad social
Estrato bajo y salió antes de los 16 1.0
Estrato bajo y salió entre los 16 y 18 2.7 0.9167 2.90 0.020 1.2239 5.9016
Estrato bajo y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 8.3 2.1121 8.29 0.000 4.6008 14.9129
Estrato medio y salió antes de los 16 1.8 0.6992 1.57 0.156 0.7529 4.4145
Estrato medio y salió entre los 16 y 18 1.8 0.3670 2.84 0.022 1.1152 2.8716
Estrato medio y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 8.5 2.3409 7.79 0.000 4.5148 16.0493
Estrato alto y salió antes de los 19 años 2.6 1.1358 2.21 0.058 0.9600 7.1196
Estrato alto y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 6.9 2.0941 6.43 0.000 3.4652 13.9203
Religiosidad
Muy religiosa o religiosa 1.0
Poco o nada religiosa 0.7 0.0969 -2.62 0.030 0.5016 0.9564
Ninguna religión 0.5 0.1035 -3.42 0.009 0.2873 0.7850
_cons 0.9 0.1772 -0.64 0.541 0.5525 1.3995

Fuente: elaboración propia con base en Enfadea 2017 (UNAM, 2017).

Las creencias de género están asociadas con el inicio más tardío o más temprano de la vida sexual, una vez que se ha controlado por los otros factores. Así, las mujeres con creencias menos tradicionales tienen la mitad de posibilidades de tener la primera relación sexual más tarde que las mujeres con creencias más tradicionales. Es decir, las mujeres con creencias más tradicionales esperan más para iniciar su vida sexual que las menos tradicionales. En cuanto a la variable de movilidad social, en general, cuantos más años permanecen en la escuela (es decir, cuanto más tardía es la salida de la escuela), mayor es la edad de inicio sexual, ceteris paribus. Las mujeres que salieron de la escuela de manera temprana del estrato medio y alto, no se diferencian de las mujeres del estrato bajo en cuanto a la edad de inicio sexual.

Es decir, tiene mayor influencia la escolaridad que el estrato social de origen. Las mujeres de los estratos bajo y medio que salieron más tarde de la escuela o seguían estudiando al momento de la encuesta tienen ocho veces más posibilidad de iniciar su vida sexual a partir de los 18 años que las mujeres del estrato bajo que salieron temprano de la escuela. Algo similar sucede con las mujeres del estrato alto, con siete veces mayor posibilidad de iniciar más tarde su vida sexual que las del estrato bajo que salieron de la escuela antes de los 16 años. Respecto a la religiosidad, las muy religiosas o religiosas son quienes más tarde inician su vida sexual. Así, quienes declararon no tener ninguna religión tienen 50 por ciento menos posibilidades de iniciar su vida sexual después de los 18 años que las que dijeron ser muy religiosas o religiosas, controlando por los otros factores analizados.

El modelo 2 presentado en la Tabla 4 muestra los factores asociados al uso de anticoncepción en la primera relación sexual. En este caso, como se señaló antes, se incluyó sólo a las mujeres que habían tenido relaciones sexuales, que eran la población expuesta al riesgo de usar anticoncepción. Las creencias de género se asocian al uso de anticoncepción en el debut sexual, una vez que se ha controlado por los otros factores asociados. Aquellas con creencias menos tradicionales tienen el doble de posibilidad de haber usado un método anticonceptivo que quienes tuvieron creencias más tradicionales. Las que se ubicaron con creencias de género intermedias no se diferencian de quienes tuvieron creencias más tradicionales.

Tabla 4: Factores asociados al uso de anticoncepción en la primera relación sexual de las mujeres mexicanas de 20 a 24 años que tuvieron relaciones sexuales. Enfadea 2017 

Uso de anticoncepción en la primera relación sexual (0 = NO, 1 = SI)   Linearized        
Odds Ratio Std. Err. t P>|t| (95% Conf. Interval)
Índice de creencias de género
Más tradicional 1.0
Intermedio 1.6 0.4098 1.98 0.083 0.9214 2.9178
Menos tradicional 2.0 0.5103 2.59 0.032 1.0768 3.5740
Movilidad social
Estrato bajo y salió antes de los 16 1.0
Estrato bajo y salió entre los 16 y 18 2.0 0.4421 2.97 0.018 1.1625 3.2949
Estrato bajo y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 3.1 1.0596 3.38 0.010 1.4375 6.8346
Estrato medio y salió antes de los 16 1.4 0.5048 1.01 0.342 0.6324 3.2267
Estrato medio y salió entre los 16 y 18 2.9 0.8586 3.49 0.008 1.4291 5.7133
Estrato medio y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 7.2 3.2578 4.35 0.002 2.5280 20.4410
Estrato alto y salió antes de los 19 años 2.0 0.5691 2.34 0.047 1.0106 3.8342
Estrato alto y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 11.1 4.3518 6.12 0.000 4.4761 27.4075
Religiosidad
Muy religiosa o religiosa 1.0
Poco o nada religiosa 0.9 0.1658 -0.38 0.711 0.6202 1.4066
Ninguna religión 0.7 0.1279 -1.72 0.124 0.5008 1.1060
Edad a la primera relación sexual
Antes de 18 años 1.0
18 o más años 1.4 0.1553 2.87 0.021 1.0650 1.7894
Qué tipo de relación tenía con la persona con quien tuvo la primera relación sexual
Novio 1.0
Esposo 0.3 0.0675 -5.18 0.001 0.1420 0.4722
Amigo 0.3 0.0889 -4.12 0.003 0.1790 0.6155
Otro 0.4 0.1829 -2.01 0.079 0.1156 1.1589
Diferencia de edad con la pareja de la primera relación sexual
Iguales o mujer mayor 1.0
hombre poco mayor 0.9 0.1256 -0.90 0.395 0.6327 1.2224
hombre mucho mayor 0.5 0.1206 -2.76 0.025 0.3216 0.9027
_cons 0.6 0.1773 -1.83 0.104 0.2690 1.1616

Fuente: elaboración propia con base en Enfadea 2017 (UNAM, 2017).

Para el uso de anticoncepción, la variable de movilidad social muestra que, a mayor escolaridad y mayor estrato social de origen, mayor es la posibilidad de uso de anticoncepción, una vez controlados los otros factores. La excepción son las mujeres de estrato social de origen medio con baja escolaridad, que no se diferencian de las de estrato bajo con los mismos años de escolaridad. Así, las mujeres del estrato bajo con más años en la escuela triplican la posibilidad de haber usado anticoncepción que aquellas de su estrato que salieron de la escuela antes de los 16 años.

Las del estrato medio con alta escolaridad tienen siete veces más posibilidades de haber usado anticoncepción que las del estrato bajo con baja escolaridad, y las del estrato alto con alta escolaridad, 11 veces más. La religiosidad no se asoció al uso de anticoncepción en la primera relación sexual. Las variables referidas a la primera relación sexual, como la edad de inicio sexual, el tipo de pareja y la diferencia de edad con la pareja muestran que quienes iniciaron a edad mayor tienen más posibilidades de haber usado anticoncepción que quienes iniciaron antes de los 18 años. Las que iniciaron con esposo o amigo reducen la posibilidad de uso de anticoncepción comparadas con quienes iniciaron con el novio. Respecto a la diferencia de edad con la pareja, quienes iniciaron con un hombre mucho mayor reducen la posibilidad de uso de anticoncepción a la mitad.

La Tabla 5 presenta la asociación entre las creencias de género y maternidad antes o después de los 20 años para las mujeres que han tenido relaciones sexuales. En este caso, respecto a ser madre antes o a partir de los 20 años, las creencias de género no resultaron asociadas. No se mostraron diferencias en tener creencias más o menos tradicionales respecto de la edad a la maternidad. En cuanto a la variable de movilidad social, la mayor importancia la tiene su componente de escolaridad. Sólo quienes salen más tarde de la escuela (a los 19 años o más o seguían estudiando), tienen mayores posibilidades de no ser madre antes de los 20 años comparadas con quienes están en el estrato social de origen bajo y salieron temprano de la escuela. Las mujeres de estrato social de origen bajo con alta escolaridad tienen tres veces más posibilidades de no ser madres adolescentes que las de estrato social de origen bajo que salieron de la escuela antes de los 16 años; las mujeres de estrato social de origen medio que salieron de la escuela a los 19 años o más o seguían estudiando tienen 12 veces más posibilidades y las de estrato social de origen alto con más años de escolaridad incrementan en 22 veces la posibilidad de no ser madres en la adolescencia.

Tabla 5: Factores asociados a no ser madre antes de los 20 años de las mujeres mexicanas que tuvieron relaciones sexuales de 20 a 24 años. Enfadea 2017 

Tuvo un hijo a partir de los 20 años
(0 = No, 1 = Sí)
  Linearized        
Odds Ratio Std. Err. t P>|t| (95% Conf. Interval)
Índice de creencias de género
Más tradicional 1.0
Intermedio 1.1 0.1379 0.99 0.350 0.8517 1.4961
Menos tradicional 1.6 0.3848 1.97 0.085 0.9215 2.7881
Movilidad social
Estrato bajo y salió antes de los 16 1.0
Estrato bajo y salió entre los 16 y 18 1.4 0.4602 1.01 0.342 0.6521 2.9850
Estrato bajo y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 3.3 1.4192 2.85 0.022 1.2583 8.8979
Estrato medio y salió antes de los 16 0.8 0.2187 -0.67 0.524 0.4615 1.5315
Estrato medio y salió entre los 16 y 18 1.4 0.3357 1.29 0.232 0.7804 2.4121
Estrato medio y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 11.6 2.3257 12.22 0.000 7.3050 18.4176
Estrato alto y salió antes de los 19 años 1.1 0.4308 0.19 0.853 0.4301 2.7097
Estrato alto y salió a los 19 años o más o sigue estudiando 22.0 6.7351 10.09 0.000 10.8465 44.5580
Religiosidad
Muy religiosa o religiosa 1.0
Poco o nada religiosa 1.2 0.1920 1.16 0.281 0.8322 1.7378
Ninguna religión 0.7 0.1833 -1.31 0.228 0.3962 1.2919
Tuvo la primera relación sexual a partir de los 18 años
No 1.0
18.2 4.6979 11.22 0.000 10.0171 32.9891
_cons 0.3 0.0789 -4.61 0.002 0.1772 0.5617

Fuente: elaboración propia con base en Enfadea 2017 (UNAM, 2017).

La religiosidad no resultó asociada con ser o no madre antes o después de los 20 años. Y quienes iniciaron más tarde (a partir de los 18 años) su sexualidad, tienen 18 veces más posibilidades de no ser madres en la adolescencia que quienes iniciaron a edad más baja. Este resultado no es tan obvio porque no se trata exclusivamente de tiempo de exposición al riesgo de embarazo, ya que algunas mujeres embarazadas podrían haber recurrido al aborto. Conviene recordar que estamos considerando únicamente a las mujeres que tuvieron hijos nacidos vivos, no a las que se embarazaron cuyo resultado fue aborto, mortinato o hijo nacido muerto.

Conclusiones

En sociedades patriarcales, las creencias de género se forjan a temprana edad, en el marco de estructuras sociales como la familia, la escuela, la religión, que norman la sexualidad y las formas de lo femenino y masculino. Con la información de la Enfadea confirmamos que las mujeres en México tienen una variedad de creencias de género, y conformamos tres grupos que se distinguen entre sí. Hay un grupo de mujeres, que denominamos de creencias más tradicionales, que mayoritariamente está de acuerdo con que los hijos son lo más importante en la vida de una mujer, los hijos fortalecen el matrimonio y el matrimonio es para toda la vida. En este grupo, más de la mitad de las mujeres considera que hasta que una mujer tiene hijos es una mujer completa, la mujer no debe abortar por ningún motivo, una mujer debe conservarse virgen antes del matrimonio y los hijos fortalecen el matrimonio. Estas creencias son, como afirma Bonino Méndez (1999) expresiones del mandato cultural de una identidad femenina tradicional, construida en el ser para otros y destinada a la subordinación. En el grupo de mujeres con creencias más tradicionales, un segmento, aunque menor, está de acuerdo con que el hombre siempre debe tener más libertad sexual que la mujer o que el hombre es quien debe decidir si se usan anticonceptivos. En contraparte, el grupo con creencias menos tradicionales en su mayoría no está de acuerdo con esas afirmaciones, excepto con que los hijos son lo más importante en la vida de una mujer. En los tres grupos, esta última afirmación tuvo alto acuerdo. La pluralidad de creencias sobre género había sido ya mostrada por las investigaciones previas que reseñamos en la primera parte, y en general se habían encontrado grupos más tradicionales y otros menos tradicionales (Caballero, 2014; Karver et al., 2016; Cubillas Rodríguez et al., 2016; Rojas, 2016; Díaz-Loving et al., 2015; Casique y Castro, 2014; Ramírez Salgado, 2012; Frías y Erviti, 2012; Ramírez Rodríguez y López López, 2013; Rivera-Rivera et al., 2016). Un hallazgo de nuestra investigación es la importancia de la maternidad para las mujeres de todos los grupos de creencias, por una parte, y en contraparte, la negación de una mayor libertad sexual para el hombre o de su poder de decisión sobre los anticonceptivos. En estos aspectos, hay consenso entre las mujeres de todo el abanico de creencias sobre género. No aceptar que el hombre tenga mayor libertad y poder de decisión en el ámbito de la sexualidad representa un avance a fin de desnaturalizar la desigualdad de género y prevenir las agresiones en la esfera sexual.

Tener creencias más o menos tradicionales influye en algunas trayectorias de la vida sexual y reproductiva, una vez que se ha controlado por el estrato social de origen y la escolaridad alcanzada por las mujeres y otras variables de interés. Al igual que las investigaciones previas (Casique, 2019; Rivera-Rivera et al., 2016), encontramos que tener creencias menos tradicionales (o más flexibles, en la expresión de Ramírez Rodríguez y López López, 2013), influye en que las mujeres tengan un inicio más temprano de la sexualidad y que usen más anticoncepción en ese acto, con independencia del estrato social de origen y los años de escolaridad. Debe resaltarse que una vez que se ha controlado por el estrato social de origen y la escolaridad alcanzada, la variable de índice de creencias de género sigue siendo significativa. Es decir, las creencias de género tienen una influencia en la edad de inicio sexual y el uso de anticoncepción en la primera relación sexual que no se relaciona con el estrato social de origen o con los años de escolaridad.

El índice de creencias de género no se asoció con la edad a la maternidad. Ser madre antes de los 20 años no es algo que pueda estar relacionado con tener creencias tradicionales en cuanto al papel de la mujer en la familia y la sociedad. Como se vio, la maternidad es algo valorado por el conjunto de mujeres mexicanas, incluso aquellas en el grupo con creencias menos tradicionales. Los resultados refuerzan los hallazgos previos sobre la estabilidad de la edad de inicio a la maternidad en México. Esto marca una diferencia respecto a los países que han experimentado la Segunda transición demográfica, que encuentran una asociación entre creencias de género más igualitarias y un aumento de la edad a la maternidad (Bernhardt y Goldscheider, 2006).

El estrato social de origen y los años de escolaridad de las mujeres juegan un importante papel en cuanto a las trayectorias sexuales y reproductivas. En los modelos, es la variable con mayores razones de momios, una vez que se ha controlado por las creencias de género y la religiosidad. Rojas y Castrejón (2007) habían dado cuenta de que un estrato social más bajo se asociaba a un inicio sexual más temprano, lo que puede confirmarse con nuestros modelos. Sin embargo, en nuestra investigación, los años de escolaridad pesaron más que el estrato social de origen. Si las del estrato social bajo permanecen más tiempo en la escuela, el inicio sexual es más tardío. Y si las del estrato de origen social medio abandonan la escuela a temprana edad, inician de manera temprana su sexualidad, de forma similar que las del estrato bajo que no siguen estudiando. Los resultados en cuanto al papel del estrato social respecto al uso de anticoncepción en la primera relación sexual son similares a lo encontrado por Rojas y Castrejón (2007) y Gayet (2004). Lo que ahora se advierte es que cursar más años de escolaridad facilita el uso de anticoncepción por parte de las mujeres de un mismo estrato social.

Estas relaciones tienen un comportamiento diferente cuando se trata de la edad al primer hijo. Si en los primeros modelos sobre la edad de inicio sexual y uso de anticoncepción, en general, a mayor escolaridad y estrato social, mayor es la influencia, en el tercer modelo, sólo quienes tienen muy alta escolaridad relativa tienen menores posibilidades de ser madres adolescentes. Sólo si la mujer permanece en la escuela al menos hasta los 19 años se logra evitar significativamente la maternidad antes de los 20 años, cualquiera sea el estrato social de origen. Esto es un reflejo de lo generalizado que es en México el fenómeno de la maternidad en la adolescencia.

Un tema pendiente para la investigación es el vínculo entre estos fenómenos sociales en sentido contrario. En este trabajo hemos supuesto que las creencias de género influyen en los eventos de la trayectoria sexual y reproductiva de las mujeres. Nuevas investigaciones podrían dar luz sobre la forma en que las trayectorias sexuales y reproductivas modifican las creencias de género (Vespa, 2009). Ya que hemos dicho que la socialización de género es un proceso, es posible que la manera en que se vive la sexualidad, donde hay interacción con otros, produzca cambios en la forma de pensar de las mujeres. Queda abierto el camino para nuevas exploraciones en la relación entre género y sexualidad.

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1 Las encuestas de los años 2003, 2006 y 2011 tienen preguntas similares, en tanto que la edición de 2016 cambia completamente. Una comparación entre las preguntas utilizadas en las primeras tres encuestas puede verse en el Anexo 6 del libro Casique y Castro (2014).

2 Por una parte, la formulación de las preguntas es diferente, y, por otra, la columna de la encuesta de 2003 sólo incluye a mujeres unidas en tanto que la de 2011 abarca también a solteras y ex-unidas.

3 Para una discusión sobre la definición de creencia, véase Ramírez Rodríguez (2013) y Ramírez Rodríguez y López López (2013). Al igual que esos autores, preferimos hablar de creencias y no de actitudes, ya que se indaga por ideas, sin vinculación necesaria con una predisposición para la acción.

478.7 por ciento de las mujeres dijo que su religión era católica, 10.1 por ciento dijo ser Cristiana, Presbiteriana, Luz del Mundo; 7.6 por ciento dijo no tener religión, y el resto (3.6 por ciento) se reparte en las categorías Evangélica, Testigos de Jehová, Pentecostal, Creyente de la Santa Muerte, Bíblica diferente de Evangélica, No responde.

Recibido: 19 de Julio de 2019; Aprobado: 07 de Febrero de 2020

Cecilia Gayet Es Profesora-Investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-México). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Es doctora en Estudios de Población y maestra en Demografía por El Colegio de México, y maestra en Ciencias Sociales por FLACSO México. Sus temas de interés son sexualidad, género, salud sexual y reproductiva, estudios LGTB. Dirección electrónica: cgayet@flacso.edu.mx Registro ORCID: http://orcid.org/0000-0003-3080-8089

Fatima Juárez Es profesora-investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, El Colegio de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III. Es doctora y maestra en Demografía por London School of Hygiene and Tropical Medicine, University of London. Sus temas de interés son salud sexual y reproductiva, prevención de riesgos sexuales entre adolescentes y grupos vulnerables. Dirección electrónica: fjuarez@colmex.mx

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