Introducción
La migración es un fenómeno común en un mundo globalizado (Ferrer et al., 2014: 4). En Perú se han desarrollado múltiples procesos migratorios masivos desde la región del ande a la capital, principalmente en la década de 1950, sin embargo, desde 1980 se presenta un ritmo constante hasta la actualidad (Organización Internacional para las Migraciones, 2015: 8), tanto de migración externa como interna; y entre las causas más comunes, figuran las económicas, políticas y sociales (Paerregaard, 2010: 3). A nivel nacional, como en aquel entonces, en la actualidad, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística e Informática (2018) la población inmigrante se registró en mayor cantidad en la capital seguida de ciudades de mayor importancia económica.
Para 2018 este mismo instituto revela que, entre 1990 y 2017, el número de peruanos y peruanas que salieron del país y no retornaron fueron más de tres millones, lo que representa diez por ciento de la población total de acuerdo con las cifras obtenidas en los Censos Nacionales del año 2017. En 2010, cerca de 90 por ciento de los peruanos emigrantes se concentraron en siete países del mundo: 31.5 por ciento en Estados Unidos, 16 por ciento en España, 14.3 por ciento en Argentina, 10.1 por ciento en Italia, 8.8 por ciento en Chile, 4.1 por ciento en Japón y 3.8 por ciento en Venezuela, cifra que representa a 100 mil personas (Instituto Nacional de Estadística e Informática, 2018; Blouin y Freier, 2019:159).
El protagonismo de las mujeres en los procesos migratorios ha sido amplio y las causas en común abordan principalmente aspectos económicos y laborales (Castellanos, 2005: 9-10; Magliano, 2015: 13), seguido de motivaciones profesionales, académicas o por asuntos políticos y culturales (Ferrer et al., 2014: 4). Estos procesos pueden tener una connotación positiva (preferir migrar a padecer en su lugar de origen), pueden incluso significar un “descubrimiento” de la propia identidad; así como, por el contrario, pueden tener una connotación predominantemente negativa (castigo, desarraigo, desintegración) (Godoy, 2007: 9).
Las mujeres también resaltan por su papel en el escenario social y político en América Latina, por ejemplo, en la administración de las organizaciones femeninas populares, en particular, Organizaciones Sociales de Base (OSB) vinculadas a programas nacionales -comedores populares, vaso de leche y los clubes de madres- que surgieron como respuesta a la crisis económica de fines de los años setenta y a la gran cantidad de migraciones a Lima, donde la población tuvo que adaptarse a varios ambientes urbanos (Sierra y Ortiz, 2014: 529). Muchas de estas formas de trabajo de mujeres migrantes (comedores populares o cooperativas solidarias) eran concebidas como trabajo “indigno” para sus padres o cónyuges (Suárez, 2004: 298).
El conocimiento de nuevas formas de trabajo, prácticas que se mantienen o cambian en las mujeres migrantes al insertarse en un nuevo espacio aún es limitado, y más si las mismas integran Organizaciones Sociales de Base, por ello el presente estudio busca analizar cómo se expresa el proceso de aculturación en mujeres migrantes que integran Organizaciones Sociales de Base en un distrito popular de Lima metropolitana; así como identificar las estrategias de aculturación en las mencionadas participantes.
La migración y sus procesos
Migración o movimiento migratorio se puede entender como el tránsito de un espacio social, económico, político y/o cultural a otro, con el fin de desarrollar un determinado proyecto y tratar de responder a determinadas expectativas personales o de grupo (Tamayo, 2011: 188). Este proceso se ha producido a lo largo de la historia de la humanidad, desde los primeros grupos humanos y aún hoy en día (Culqui, 2016: 9). El fenómeno migratorio es dinámico y cambiante. Al respecto Berry (2001: 635-636) indica que hay dos tipos de factores que llevan a las personas a migrar: los que repelen (push) y los que atraen (pull).
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (2016) las personas migrantes pueden clasificarse en migrantes: internacionales, aquellos que salen de su país; nacionales, aquellos que se trasladan, pero dentro de las fronteras de su patria; temporales, cuando migran por un espacio de tiempo determinado; definitivos, cuando migran de manera permanente; voluntarios, los que por voluntad propia deciden migrar, como los estudiantes, profesionales, deportistas, militares, diplomáticos, funcionarios de organismos internacionales y de empresas multinacionales; forzados, los que deben salir de su lugar de residencia, pero no por decisión propia, sino porque su vida se encuentra amenazada, como es el caso de perseguidos por razones políticas, raciales, religiosas, o por guerras civiles o catástrofes naturales.
Etapas de la migración
El proceso migratorio es un fenómeno que varía en sus causas y efectos según el contexto, al respecto se han planteado modelos clásicos como la U-curve planteada por Lysgaard (1955) o el modelo de choque cultural inverso a través de la W-curve de Gullahorn and Gullahorn (1963). Para la presente investigación se considera lo señalado por Tizón et al., (1993) en relación a cuatro etapas migratorias que pueden variar en intensidad según como sean asumidas.
i) La etapa preparatoria, cuando se toma la decisión de migrar y se hacen todos los preparativos para irse. Para algunos será una etapa de inquietud, miedo a dejar lo suyo, y para otros será una etapa de soñar e idealizar un futuro mejor. Algunos llevarán mucho tiempo preparándose para migrar y para otros la oportunidad de hacerlo se da sin que lo haya pensado mucho. ii) La etapa del acto migratorio, es de dolor y de gran angustia por todo lo que implica, porque ya no va a estar en su zona de confort, va a enfrentarse a muchos retos y posiblemente solo: búsqueda de trabajo, de vivienda; aprender un nuevo idioma; acostumbrarse a un clima diferente, a costumbres distintas. En esta etapa, el migrante suele sentir que ha traicionado a su lugar de origen, ya que lo está cambiando por otro; pero también puede sentir que su pueblo le ha traicionado porque lo ha obligado a migrar. Los sentimientos son ambivalentes y varían mucho en su intensidad, duración y evolución, dependiendo de las circunstancias en las que se dé el proceso migratorio. iii) En la tercera etapa, el asentamiento, el migrante reconoce sus sentimientos de dolor por sus múltiples pérdidas y empieza a trabajar en ellos para convertirlos en aprendizaje y salir adelante en su nuevo entorno. iv) En la última etapa, la integración, el migrante ha aceptado su nueva situación, ha reorganizado su vida y es capaz de pensar en su futuro y aspira a alcanzar sus metas dentro de su nuevo entorno.
Estas etapas pueden durar mucho como pueden durar poco. Puede requerir mucho esfuerzo y tiempo, como puede acostumbrarse a este cambio sin problemas y en pocos meses. Lo ideal es que el migrante alcance la última etapa y no se quede estancado en ninguna de las anteriores, para que la migración alcance el objetivo que busca, que es tener una mejor calidad de vida y encontrar el bienestar deseado (Herrera y Sørensen, 2019: 12).
Comprender el fenómeno migratorio implica resaltar la conjunción de condiciones y estímulos necesarios para su ejecución. Entre ellos se pueden encontrar el sentimiento de insatisfacción o precariedad, expectativas de cambio y ascenso social, antecedentes migratorios de agentes cercanos, presión social y posesión de los recursos mínimos necesarios para emigrar (Tamayo, 2011: 191). Asimismo, las explicaciones de las causas de este fenómeno se pueden relacionar también con la falta de trabajo, la persecución político-ideológica, étnico-religiosa, la inseguridad producto de la violencia, las guerras, los problemas socioeconómicos, el mejoramiento de la calidad de vida, la búsqueda de desarrollo individual y acceso a la educación, bienes y servicios, entre otros (Aruj, 2008: 98). No obstante, la realidad es otra al migrar e insertarse en ciudades que se consideran como más desarrolladas, pues se sigue percibiendo discriminación generalizada y una constante negación de derechos en los mismos (Torres y Garcés, 2013: 8-ss).
En tal sentido, la decisión migratoria estaría fundada en una compleja combinación de factores internos y externos, los cuales refieren a la frustración en las expectativas sea de vida o a nivel de realización personal y, a la falta de alternativas de trabajo e incertidumbre social sobre el futuro económico, respectivamente (Aruj, 2008: 98). Achotegui (2009: 164-165) plantea que en la migración existen siete duelos: la familia y los seres queridos, la lengua, la cultura, la tierra, el status social, el contacto con el grupo de pertenencia y los riesgos para la integridad física.
Entre las causas de migración, también se hallan las relacionadas a la familia y el estudio. La familia puede ejercer una gran influencia, sea por el apoyo económico y/o emocional, en tal sentido la decisión de migrar no implica dejar a un lado las relaciones sociales, por el contrario, hay una amplia influencia en el plano macrosocial y, sobre todo, del plano familiar (Lagomarsino, 2005: 338). De otro lado, la migración por causas académicas implica comprender la motivación que tiene el individuo para la elección de carrera, de universidad, de ciudad, así como su autopercepción en el momento y a futuro. Al respecto, los jóvenes al no encontrar en su lugar de origen oportunidades académicas, optan por movilizarse de su lugar de origen y buscar un nuevo sitio donde puedan cumplir con sus expectativas para llevar a cabo su proyecto de vida (Martínez y Nashelly, 2015: 10), donde exista más o mejor justicia, equidad, seguridad social y participación (Ferrer et al., 2014: 571).
La migración trae consigo sentimientos de desgarramiento y nostalgia, dado que el punto de llegada muchas veces se comprende como un espacio hostil, aunque de algún modo fascinante o simplemente necesario (Cornejo-Polar, 1996: 839). Al respecto, todo inmigrante enfrenta tres retos principales cuando llega a una nueva cultura, preservar su herencia cultural; participar en la nueva sociedad; y mantener su estabilidad física y psicológica durante y después del proceso de aculturación (Safdar et al., 2003: 556). En tal sentido, los migrantes traen consigo un proceso que consiste no solo en adaptarse a la nueva cultura, sino hacer frente a las demandas de ésta, sea de forma individual o colectiva.
Existen varios cambios que se producen tras migrar, como la separación de la familia, pérdida de los amigos, del entorno etnocultural, disminución en la calidad de vida, bajo nivel socioeconómico, aprendizaje de una nueva lengua, resistencia al retorno, fracaso del proyecto migratorio, prolongación de incertidumbres, ilegalidad, estatus, nostalgia y desarraigo (Ferrer et al., 2014: 564). En estos cambios, se busca dar continuidad a algunos valores, costumbres y tradiciones de la cultura de su lugar de origen (Álvarez et al., 2016: 104).
Es importante reconocer el entorno al que se enfrentan los migrantes, por ejemplo en el caso de migrantes latinos en Estados Unidos (Orozco, 2013: 29), ello se presenta con gran cantidad de obstáculos y desafíos, con efectos directos en su proceso de aculturación: explotación laboral, largas jornadas de trabajo, bajo nivel educativo, así como estrés acumulativo. Siguiendo con lo anterior, en el caso de las migrantes latinas mujeres, además desempeñan todas las labores domésticas y, en particular, la crianza de sus hijos.
A nivel interpersonal, se perciben diferencias idiomáticas, alimenticias, y del abordaje en las relaciones al instalarse en la cultura dominante. En tal sentido, cuesta adaptarse y acostumbrarse al idioma de la nueva cultura (Patiño, 2005: 175). Según Lacomba (2004: 17) los efectos de la migración pueden ser profundamente contradictorios, por una parte, pueden constituir la formación y la toma de conciencia de quienes migraron, para que retornen y asuman la responsabilidad de trabajar por el desarrollo de sus localidades; mientras que, por otro lado, puede desproveer a dichos lugares de origen de sus habitantes más cualificados. Ambos fenómenos pueden darse, pero hay una tendencia mayor, en países potencias como Estados Unidos, a que las personas una vez instaladas ahí, no retornen a su lugar de origen. Siendo el factor principal la demanda permanente de fuerza de trabajo que existe en ese país, incluso en tiempos de crisis económica (Mungaray et al., 2014:150).
Aculturación
Arenas y Urzúa (2015: 118) hacen la distinción entre aculturación como fenómeno colectivo o a nivel de grupo, y la aculturación psicológica. La primera sería el cambio en la cultura del grupo, hace referencia a los cambios culturales resultantes del encuentro, contacto continuo y directo entre grupos de individuos que tienen culturas diferentes (Ferrer et al., 2014: 570). La segunda comprende el cambio en la psicología del individuo, el cual tiende a ser más en el grupo no dominante (inmigrantes, minorías étnicas, religiosas, etc.) que en el grupo dominante, estos pueden ser reactivos, resistir al cambio en uno o ambos grupos; creativos, estimulan nuevas formas culturales que no se encuentran en ninguna de las culturas en contacto; y retardados, cambios que se visualizan plenamente años más tarde (Arenas y Urzúa, 2015: 119).
Al respecto, Ferrer et al. (2014: 561) explica que la aculturación como un proceso de resocialización comporta características psicológicas, la adquisición de nuevas habilidades sociales y normas, los cambios que se presentan en torno a la afiliación con un grupo y la adaptación a un nuevo ambiente. Este proceso genera cambios posteriores en los patrones psicológicos y culturales originales de los grupos implicados (Berry, 2008). La aculturación vista desde el ángulo de la psicología intercultural permite entenderla desde dos dimensiones: mantención de la identidad étnica y la actitud de integración a un nuevo grupo; las cuales cuando se cruzan, generan cuatro tipos de estrategias de aculturación: integración, asimilación, separación y marginación (Arenas y Urzúa, 2015: 119). Estas estrategias se relacionan de acuerdo con la intensidad en la identificación del inmigrante con la sociedad de acogida, por un lado, y con la sociedad de origen, por el otro (Ferrer et al., 2014: 561).
La dimensión de mantención de la identidad étnica contiene las estrategias de separación y marginalización. La primera implica la permanencia voluntaria de las familias inmigrantes en espacios de convivencia exclusiva de su grupo, se mantiene relativamente intacta la cultura de origen, el grupo inmigrante se aferra a su cultura de origen y al mismo tiempo evita la interacción con los demás (Arenas y Urzúa, 2015: 119). El inmigrante no trata de establecer relaciones con el grupo mayoritario y busca más bien reforzar su identidad étnica autóctona oponiéndose a mezclarse con el grupo dominante o los otros grupos étnicos de la sociedad (Ferrer et al., 2014: 56).
La marginalización alude a la poca existencia de interés o posibilidad de mantener la cultura de origen y de relacionarse con otros (Arenas y Urzúa, 2015: 119). Según Zlobina, Basabe y Páez (2008) se asocia a una baja identificación con ambos grupos, tanto el de origen como el de llegada. Existen dos diferentes tipos de marginalizados descritos por Moghaddam y Perreault (1992): los individuos cosmopolitas, fuertemente autónomos y con recursos; y aquellas personas inmigrantes excluidas socialmente, que viven en un estado de marginalización económica y anomia.
Por otro lado, la dimensión de actitud de pertenencia a un nuevo grupo contiene a las estrategias de integración y asimilación (Berry, 2005). La primera se asocia con una adaptación sociocultural y psicológica, en la cual el migrante se adapta a lo nuevo de la sociedad dominante, sin obviar los aprendizajes propios de sus orígenes (Arenas y Urzúa, 2015: 120). La familia de inmigrantes estimula la participación de sus hijos en instituciones del grupo hegemónico y la adquisición de sus herramientas, al mismo tiempo que se esfuerza en mantener prácticas propias de su cultura (Berry, 1997). Ferrer et al. (2014), explican que si existe una fuerte identificación con ambas sociedades o sus culturas, ocurre integración o biculturalismo, que es cuando el inmigrante conserva las características de su cultura y participa o comparte al mismo tiempo la cultura del grupo mayoritario.
La estrategia de asimilación, en cambio, se presenta cuando el inmigrante abandona su identidad de origen y adquiere o prefiere la del grupo mayoritario (Ferrer et al., 2014: 561). Berry (2005) explica que manifiesta una postura individualista, así el grupo puede adoptar nuevas creencias, costumbres y tradiciones, dejando de lado las que pertenecen a su cultura de origen. Se suele observar en la decisión de los adultos de la familia de inmigrantes en la que descartan transmitir la lengua propia a sus hijos para fomentar que hablen el idioma del país de acogida (Berry, 1997).
De acuerdo a lo señalado, se evidencia cómo los sujetos migrantes enfrentan una serie de adversidades, tales como las representaciones hegemónicas que son responsables de la producción de discriminación hacia ellos (Martínez, 2006: 61-67) o la negación de sus derechos (Torres y Garcés, 2013: 1-23). En medio de buscar mejorar su situación económica y un porvenir para su familia, las migrantes debe enfrentar diversos obstáculos y desafíos, con efectos directos en su proceso de aculturación (Orozco, 2013: 58). En tal sentido, la presente investigación se plantea como objetivo el conocer el proceso de aculturación en mujeres migrantes integrantes de Organizaciones Sociales de Base en un distrito popular de Lima.
Metodología
La presente investigación es de enfoque cualitativo, asimismo, presenta un diseño fenomenológico, el cual permite entender el fenómeno desde el punto de vista de quienes se encuentran implicados en él, profundizando en los significados que tiene el fenomeno para los participantes (Creswell and Poth, 2018: 5).
El muestreo fue intencional, se contó con 11 participantes, mujeres adultas, migrantes y que participan activamente en una organización social de base (comedor popular). Para su selección, se recurrió al muestreo estratificado cualitativo que permite realizar la representación de la diversidad de los distintos matices socio-estructurales del objeto de estudio (Robinson, 2014: 32). El promedio de edad es de 50 años. La mayoría (64 por ciento) presenta como mínimo con estudios secundarios, 36 por ciento solo cuenta con estudios primarios. Más de 50 por ciento lleva 30 años o más en la ciudad de Lima desde que migraron. Todas provinenen de provincias de la zona sierra de Perú (ver Tabla 1).
Nº | Seudónimo | Comedor | Provincia | Edad | Nivel educativo | Año de migración |
---|---|---|---|---|---|---|
1 | Juana | 9 de noviembre | Ayacucho | 60 | 3ro de primaria | 1968 |
2 | Tomasa | 9 de noviembre | Ayacucho | 70 | Primaria completa | 1968 |
3 | Vilma | 9 de noviembre | Ayacucho | 55 | 5to de primera | 1984 |
4 | Carmen | 9 de noviembre | Cajamarca | 43 | Técnico superior | 1990 |
5 | Lisbeth | 9 de noviembre | Huánuco | 51 | Primaria completa | 1973 |
6 | Sofía | Santa Rosa de Lima | Cajatambo | 31 | 3ro de secundaria | 2001 |
7 | Johana | Santa Rosa de Lima | Huacho | 37 | 3ro de secundaria | 1989 |
8 | Estefanía | Santa Rosa de Lima | Cajamarca | 63 | 2do de secundaria | 1968 |
9 | Patricia | Antonia Moreno de Cáceres | Cuzco | 59 | Técnico incompleto | 1977 |
10 | Dalia | Antonia Moreno de Cáceres | Chimbote | 55 | Secundaria completa | 1998 |
11 | Esmeralda | Antonia Moreno de Cáceres | Iquitos | 40 | Técnico incompleto | 1992 |
Fuente:Datos recopilados en las entrevistas realizadas en el año 2019.
En cuanto a la recolección de información, se utilizó la entrevista en profundidad semiestructurada (Brinkmann, 2013). Para construirla se partió de una matriz de categorización con base en los objetivos y su subdivisión en categorías y subcategorías en concordancia con el marco teórico previamente elaborado. La guía de entrevista fue validada mediante una entrevista piloto (Martínez, 2004: 278). Las entrevistas se llevaron a cabo entre enero y julio de 2019. Se consideró aspectos éticos, como la obtención del consentimiento oral de las entrevistadas para poder grabarlas, asimismo, se siguió los lineamientos de la American Educational Research Association (AERA) (2014: 75).
Para analizar la información, se utilizó el análisis de contenido cualitativo temático (Braun and Clarke, 2006), el cual presentó las siguientes etapas: i) la familiarización con la información, la cual incluye el proceso de transcripción y citado preliminar; ii) la generación de los códigos iniciales a través de un primer ciclo de codificación (Saldaña, 2013); iii) seguido de la búsqueda de temas, donde se fueron ordenando las codificaciones en torno a su similitud; iv) de otro lado se llevó a cabo la revisión de temas, donde se afinaron los anteriores, utilizando como herramientas el mapa semántico de códigos y la tabla de códigos y documentos, complementando así el segundo ciclo de codificación; v) más adelante se definieron y nombraron los temas, se utilizó para ello la estrategia del método comparativo constante; y finalmente, vi) se elaboraron los resultados del análisis, donde se describió lo obtenido anteriormente cruzándolo con la revisión bibliográfica realizada previamente. Para lo anterior se utilizó como complemento el software especializado ATLAS.ti 7.5.
Durante el proceso se llevó a cabo un sistema de memos analíticos teóricos y metodológicos (Corbin y Strauss, 2002: 250 y ss. ). Para la construcción de significado, y de acuerdo con Miles et al. (2014: 277 y ss.), las tácticas consideradas fueron la frecuencia de las categorías (número de citas vinculadas con una categoría en particular, ello evidencia el fundamento de la categoría) y la densidad teorética (número de vínculos que tiene una categoría con otras, lo cual evidencia la importancia explicativa de una categoría).
Ambos aspectos representan la extensión (amplitud) y la comprensión (profundidad semántica) de los conceptos (Martínez, 2004: 294). Para el análisis de resultados, se han considerado significativas sólo aquellas categorías con alta frecuencia (≥10) y densidad (≥3) (colocados entre paréntesis tras cada categoría utilizada), descartando las que no cumplen con ambos criterios. En relación al criterio de calidad, se consideró el criterio de confirmabilidad, el cual cual implica que se aminoraron los sesgos y la tendencias del investigador al llevar a cabo la triangulación de datos, grabación de los audios, reflexión sobre los prejuicios y la explicación de la lógica utilizada para interpretarlos (Mertens, 2015: 334).
Resultados
Acorde al análisis se encontró que el proceso de aculturación en mujeres migrantes, presenta tres categorías, organizadas en función del periodo de migración, por un lado, la situación personal antes de migrar: infancia, precariedad y expectativas (20-3), comparación entre la cultura de origen y de destino (39-6), y situación personal después de migrar (18-3).
La primera categoría se encuentra referida a las experiencias previas a enrumbar el proceso migratorio, la cual se encuentra compuesta por la subcategoría motivaciones para migrar (21-5), que integra a las limitaciones económicas (11-1), las cuales se fundamentan en la necesidad de trabajo. “Uno estaba muchacha pues y uno viene a trabajar, pensando en trabajo, sabe que en la provincia somos pobres por allá, a veces queremos algo y no puedes comprarte” (Johana, 37 años, 2:1). Por otro lado, se tiene a la mejora de las condiciones de estudios (11-1), así se observa que la distancia al centro educativo es un elemento fundamental para la toma de decisión.
En primer lugar, por estudios, porque yo quería seguir estudiando. Allá en mi pueblo, en esos tiempos tenías que ir lejos para estudiar pues entonces me vine con una tía y con mi hermanito (Carmen, 43 años, 4:1).
En relación a lo último, las motivaciones familiares (9-1) se encuentran relacionadas a las limitaciones económicas. “A mi mamá más que nada mandar mi platita para que ellos se sienten contenta y asimismo yo trabajar contenta porque estoy haciendo algo por mi familia, eso” (Juana, 60 años, 1:5). Finalmente, otra de las motivaciones para migrar lo constituye la autosuperación (6-1), así se observa al lugar de llegada (la capital) como una oportunidad salir adelante: “El deseo de querer salir adelante, de querer conocer Lima, lo que se decía y se escuchaba” (Johana, 37 años, 7:6)
Respecto a la categoría comparación entre el lugar de origen y de destino, se tiene que esta a modo de transición integra por un lado a la percepción sobre el lugar de origen y sus prácticas después de migrar (15-1), la cual se evidencia en aquella comparación realizada entre el pueblo de origen que con el transcurso del tiempo ha cambiado, hasta parecerse a la ciudad. “Mi pueblo también se ha mejorado bastante, igual que acá ya están, ya comen arroz, fideos, carne. También, ahora hay pista, ya no hay tierra. Las casas ya no son de barro” (Juana, 60 años 1:28). Por otra parte, se tiene a la percepción de la cultura de destino (8-1), la cual es visualizada de modo ambivalente como “cultura ejemplo”, y a la vez como reproductora de prácticas artificiales y discriminación de clase. “Había mucho tráfico, la gente era, era dura, abusiva no, nos trababan así de cholos, serranos ¿no?” (Estefanía, 63 años, 8:14).
Otra de las subcategorías señaladas lo es la reacción al ingresar a la cultura de destino: choque cultural (24-1), al respecto se observa que hay una añoranza hacia el lugar de origen y la familia, lo cual se manifiesta en deseo de retorno hacia la cultura de origen. “Pues me chocó, en ese tiempo yo estaba a punto de regresarme a mi pueblo porque yo lloraba cuando me acordaba de mi casa” (Tomasa, 70 años 2:6). Finalmente, se tiene al sentimiento al ingresar a la cultura de destino (29-4), lo cual es expresado a través de tristeza, alegría y ambas a la vez. “Siempre me acuerdo de que era triste si, triste lloraba por mi papá por mi mamá, luego hasta que ya uno se acostumbra” (Vilma, 55 años, 3:16).
Lo mencionado anteriormente conforma la base sobre la que se adaptaron las mujeres migrantes; así la situación personal posterior a migrar contiene la subcategoría adaptación compleja a la cultura de llegada (28-3) y ésta se encuentra compuesta por la integración (0-5), de las prácticas alimenticias, vestimenta, idioma y costumbres del lugar de origen (32-1), así como la presencia de la cultura de origen en el presente (34-1), la transmisión de las prácticas propias de la cultura a sus hijos (20-1) y el apoyo familiar durante la migración y en la cultura de llegada (9-1). Al respecto se observa que una forma de llevar a cabo estas experiencias es mediante el encuentro con personas allegadas a la cultura de origen: “También cuando voy a una fiesta me gusta bailar mi música ayacuchana y me pongo a conversar con mis paisanas en quechua” (Juana, 60 años, 1:16).
Finalmente, en cuanto a asimilación (0-3), se observa que está compuesta por cambios producto del choque cultural (36-1) y pérdida de las prácticas propias del lugar de origen (7-1). Al respecto, se encontró que se expresa un distanciamiento a la cultura de origen: “El trabajo que era diferente, allá en la chacra, cuando ya vine acá, trabajé en casa, yo he trabajado en todo, en casa, vendiendo comida, mazamorra, de todo, de todo” (Vilma, 55 años, 3:10).
Discusión
La presente investigación busca analizar cómo se expresa el proceso de aculturación de mujeres migrantes integrantes de organizaciones sociales de base de un distrito popular de Lima metropolitana; así como identificar las estrategias de aculturación en las mencionadas participantes. Se examinan once entrevistas semiestructuradas a mujeres migrantes, adultas e integrantes de tres comedores populares.
Los resultados permiten comprender este proceso migratorio, el cual se sintetiza en tres momentos: la situación personal antes de migrar (motivaciones), el proceso de transición (contrastación de escenarios), y los significados personales otorgados posteriormente a la migración, donde se observan las estrategias de aculturación predominantes (Arenas y Urzúa, 2015: 119).
Respecto a la situación personal antes de migrar, representada en la infancia, precariedad y expectativas de las migrantes, se encontró que se vieron motivadas por limitaciones económicas-laborales (Castellanos, 2005: 9-10; Magliano, 2015: 13), la mejora de estudios, motivaciones familiares y/o autosuperación (Ferrer et al., 2014: 570-571), ello se encuentra respaldado por Aruj (2008: 98). Puntualmente, en cuanto a las limitaciones económicas, se encontró que existe una relación entre ellas y los motivos familiares (Lagomarsino, 2005: 338), el acceso a mejores oportunidades de estudios (Martínez y Nashelly, 2015: 10) y la autosuperación.
En cuanto a la transición entre la cultura de origen y de destino, se encontró que el choque cultural y el sentimiento -principalmente tristeza- al ingresar a la ciudad de destino evidencian que acostumbrarse fue difícil para ellas, lo cual se corrobora con lo señalado por Orozco (2013: 7-29). Las migrantes se encuentran en una situación social de desventaja, ello se confirma debido a la situación adversa que vivencian, por el trato, las prácticas ajenas, entre otros, que generan deseo de regresar a su ciudad y cultura de origen (Álvarez et al., 2016: 104).
De acuerdo con las sub categorías de percepción sobre el lugar de origen y sus prácticas después de migrar, y percepción de la cultura de destino, se encontró una posición ambivalente (Cornejo-Polar, 1996: 839; Godoy, 2007: 9; Lacomba, 2004: 17). Por un lado, quienes asocian su cultura de origen con pobreza, hambre y atraso, en tal sentido, existe la adopción de la postura hegemónica de la cultura de destino, la cual enmarca la percepción de la cultura originaria como menos desarrollada (Torres y Garcés, 2013: 8-21). Al mismo tiempo, se concibe a la cultura de destino como políticamente incorrecta, con prácticas alimenticias artificiales, ajena a la revalorización de las lenguas originarias, contrarias a la educación, discriminatoria, así como abusiva en sus relaciones (Patiño, 2005: 175).
En cuanto a la categoría situación personal después de migrar, se evidencia una adaptación compleja a la cultura de destino, al respecto se confirma lo expresado por Ferrer et al. (2014: 561), en cuanto a que ello implica la adaptación de diversas habilidades sociales y normas, la afiliación con un grupo y la adaptación a un nuevo ambiente. Cabe recalcar que dicha adaptación se da en el marco de estructuras hegemónicas productoras de discriminación generalizada hacia el migrante (Martínez, 2006: 61-67; Torres y Garcés, 2013: 1-23).
Esta adaptación implica, por un lado, a la integración, la cual incorpora prácticas alimenticias, de vestimenta, idioma y costumbres del lugar de origen, así como la transmisión de dichas prácticas a sus hijos, la presencia de la cultura de origen en el presente y el apoyo familiar durante la migración y en la cultura de llegada, lo cual se relaciona con una adaptación sociocultural y psicológica, en la cual el migrante se adapta a lo nuevo de la sociedad dominante, sin obviar los aprendizajes propios de sus orígenes (Arenas y Urzúa, 2015: 120).
De otro lado, se encuentra la asimilación, la cual comprende cambios producto del choque cultural y la pérdida de las prácticas propias de la cultura de origen, ello se corrobora con lo señalado por Ferrer et al. (2014: 56), en cuanto a que el inmigrante abandona su identidad de origen y adquiere o prefiere la del grupo mayoritario; se adoptan nuevas creencias, costumbres y tradiciones, dejando de lado las que pertenecen a su cultura de origen.
Finalmente, si bien existe un proceso articulado entre la situación previa, la transición y la situación después de la migración, existe un contraste entre las percepciones iniciales y la realidad concreta, así la percepción de la cultura de destino termina siendo predominantemente negativa, tanto por el sentimiento de tristeza como por el choque cultural. A pesar de ello, son las estrategias de integración las predominantes.
Conclusiones
Las mujeres migrantes integrantes de comedores populares se vieron expuestas a un contexto adverso tanto en su cultura de origen y de destino, sin embargo, la predominancia de las estrategias de integración y asimilación en sus procesos migratorios expresa identificación tanto con la sociedad de acogida, como con la sociedad de origen. No se encontraron indicios de las estrategias de marginalización o separación, lo cual refuerza la idea anterior.
La situación personal antes de migrar, así como la comparación entre el lugar de origen y de destino, constituyen la base de las estrategias de adaptación posterior. Finalmente, la situación personal después de migrar permite identificar que, aun con la adaptación compleja a la cultura de llegada, el choque cultural y producto de éste, la pérdida de algunas prácticas de la cultura de origen, las mujeres han persistido en la mantención de su cultura de origen.