Introducción
El conocimiento local de los campesinos sobre su ambiente ha sido reconocido como un recurso valioso, que puede contribuir a la agricultura moderna en la configuración de sistemas más resilientes y sostenibles (Šūmane et al., 2018). Este sistema, integrado de conocimientos, se basa en la experiencia y las prácticas agrícolas de las comunidades originarias, frente a las incertidumbres climáticas que afectan su sustento y, en algunas ocasiones, hasta su supervivencia. Es un hecho que la comunidad científica global ha reconocido a este otro sistema de conocimiento como fuente valiosa del entendimiento, principalmente en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas sobre seguridad alimentaria, conservación de biodiversidad y adaptación al cambio climático (Roue y Nakashima, 2018). Sin embargo, es importante resaltar que las políticas públicas de seguridad alimentaria sólo pueden ser eficaces si, además de la inversión monetaria, se incluye al capital social y cultural.
La interacción compleja entre las comunidades locales y su ambiente ha dado como resultado un conocimiento etnoecológico local, que ha permitido a los grupos originarios subsistir y adaptarse a una gama de climas. El maíz, en México, más que un cultivo que alimenta al pueblo, es un elemento central, que nutre la cultura de cientos de generaciones; su importancia no sólo radica en que es la base de su dieta, sino manifiesto de sus mitos, leyendas e, incluso, la génesis de la humanidad. México es identificado como centro de origen y domesticación de esta planta (Hellin et al., 2013). Estudios señalan que las culturas nativas de la Cuenca del Río Balsas (González Jácome, 2007) domesticaron al maíz, que tuvo como progenitor al teocintle (Zea mays ssp. parviglumis) y fue transportado al valle de Toluca, extendiendo su proceso de domesticación hasta convertirlo en el maíz moderno (Zea mays ssp. mays) (Matsuoka et al., 2002; Van Heerwaarden et al., 2011). En esta región se asume la ocurrencia de una mutación genética de la semilla a causa de la reacción bioquímica entre ésta y metales pesados (cadmio, plomo y cobre) provenientes de las erupciones del volcán Nevado de Toluca (Vielle-Calzada et al., 2009).
Las prácticas de manejo de los campesinos, además de la polinización cruzada entre parcelas contiguas, han contribuido en la adaptación local del maíz, cuya siembra abarca desde el clima tropical a nivel del mar, las zonas montañosas con altitudes de 3000 m s. n. m. y hasta el semiárido (Perales y Golicher, 2014). En la selección de semillas, los campesinos se basan en factores cuantitativos y cualitativos, como tamaño de mazorca y grano, altura de la planta, rendimiento, resistencia a heladas, al viento, al déficit hídrico (Bennetzen y Hake, 2009), facilidad al desgrane, color, sabor y consistencia. Estas prácticas han permitido que las razas locales evolucionen a lo largo del tiempo, adaptándose a su entorno y manejo local (Mercer y Perales, 2019).
Aunque raza no es categoría taxonómica formal, se considera una unidad útil para analizar la diversidad en el maíz (Matsuoka et al., 2002). Son varios los esfuerzos para identificar las razas de maíz en el país; por ejemplo, el trabajo de Sanchez et al. (2000), quienes identificaron 59 razas. Asimismo, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) identificó 64 razas (Conabio, 2015). En términos regionales, Perales y Golicher (2014) identificaron seis zonas de alta diversidad: 1) Complejo Chiapas, 2) Sierras y Valles de Oaxaca, 3) Cordillera Occidental de la Costa, 4) Altiplano Central, 5) Sierra Noroeste y 6) Cañones de Chihuahua (Figura 1, sección a). Estos resultados corresponden en gran medida a regiones biogeográficas, donde los factores climáticos y fisiográficos son importantes; pero también es coincidente con la distribución de los pueblos originarios de México. Algunos grupos originarios perciben al maíz como inseparable de su cosmovisión, ya que en sus prácticas religiosas buscan mantener un equilibrio que permita, entre otras cosas, hacer crecer las plantas, que la fauna sobreviva o que la prosperidad de la comunidad sea constante; para ello, es menester mantener contentas a sus deidades y alejar las catástrofes ambientales (INPI, 2019).
El conocimiento local de los campesinos en la milpa parece tener por objeto definir un plan con respecto a qué tipo de grano y cuándo, dónde y cuánto sembrar, con el fin de reducir o dispersar los riesgos de una mala cosecha. En este sentido, la milpa es el agrosistema más extendido y arraigado en Mesoamérica, en el que se busca cosechar, a través de la agricultura, tanta agua y energía como sea posible (Murray-Tortarolo et al., 2018). En la milpa, el maíz es el cultivo principal, asociado con frijol, haba, calabaza, chile, amaranto y algunas verduras comestibles (quelites, quintoniles, verdolagas, huauzontles, cenizos y otras más). En este sistema predominan los productores a pequeña escala (superficie menor a 5 ha), donde siembran principalmente razas locales y, aproximadamente, 25% de la producción de maíz es para autoconsumo (SIAP, 2018).
Si bien se ha destacado el conocimiento de los campesinos sobre el cultivo de maíz, se debe resaltar que el clima, al igual que otros factores, se encuentra en un cambio constante, por lo que el conocimiento debe considerar esta dinámica. El clima no es un factor estático; de manera cíclica ocurren anomalías y sus impactos pueden ser imperceptibles, moderados o catastróficos. Las fluctuaciones que generan estas anomalías se denominan variabilidad climática y, aunque es inevitable, es posible mitigar los impactos. Conocer el clima y su variación es el primer mecanismo de adaptación, especialmente en la agricultura de subsistencia.
En tal contexto, para el presente estudio se integró un modelo conceptual del cultivo de maíz de temporal, basado en cuatro dimensiones: maíz (planta), labores agrícolas, clima-ambiente y religión-cosmogonía. Los objetivos fueron: 1) integrar y capitalizar el conocimiento local campesino en la región del valle Toluca-Atlacomulco; y 2) identificar los detonadores de sostenibilidad y resiliencia local que permitan fortalecer la producción del campesino en el contexto actual.
1. Materiales y métodos
1.1 Área de interés
El análisis se centró en la Cuenca Alta del Río Lerma (CARL), perteneciente a la región hidrológica Lerma-Chapala, y que comparte parteaguas con la región del Río Balsas, donde se encuentra el volcán Nevado de Toluca (Figura 1). La CARL se localiza en la región centro-noroeste del Estado de México, en la zona de los valles altos, con altitudes que van desde los 2420 hasta los 4480 m s. n. m. Tiene una precipitación media de 903 mm/año (Mastachi -Loza et al., 2016), evapotranspiración de referencia de 1630 mm/año y con gradiente de precipitación norte-sur, más seco al norte (Orozco-Ramírez et al., 2017).
Fuente: elaboración propia con datos de Inali (2008), Perales y Golicher (2014), Inegi (2010 y 2013). Mapa elaborado en Qgis versión 3.16.3 (OSGeo, 2021).
En general, el clima es templado con lluvias en verano, semifrío-frío, con temperatura media anual de 13°C. La región de interés comprende 43 municipios (Figura 1, sección b) que, en su mayoría, son áreas rurales (84.2%). La población originaria tiene raíces prehispánicas, residen grupos étnicos de la familia Oto-Mange, como otomíes, mazahuas, nahuas y, en menor proporción, matlazincas. Los otomíes son mayoría y comparten territorio con mazahuas y matlazincas, principalmente (INPI, 2019). Aproximadamente, 81% de la superficie sembrada es agricultura de temporal (SIAP, 2018); de ésta, un tercio corresponde a cultivos con razas locales (Miguel et al., 2004). Uno de los grupos de maíz con gran diversidad e interés es el Complejo Piramidal Mexicano, en el que se incluyen razas que se siembran en altitudes mayores a 2000 m s. n. m., tales como palomero toluqueño, cacahuacintle, cónico, chalqueño y arrocillo amarillo (Figura 2). Las tres primeras destacan por su preferencia en el cultivo y gastronomía del campesino.
Fuente: elaboración propia con datos de Conabio (2015). Mapa elaborado en Qgis versión 3.16.3 (OSGeo, 2021).
1.2. Bases de datos y fuentes de información
El conocimiento local campesino sobre el cultivo del maíz se analizó mediante consulta de escritos etnohistóricos y entrevistas etnoecológicas. La caracterización de la climatología y su relación con el cultivo de maíz se basó en datos climatológicos del periodo 1984-2016, a partir de los registros diarios y mensuales de la estación San Francisco Tlalcilalcalpan (19.292° N, -99.768° W) (Conagua, 2020).
1.2.1. Información etnohistórica y etnoecológica
La metodología utilizada tiene como fundamento la teoría del neoevolucionismo (Wolf y Cirlot, 1971) y la clasificación de datos a través de la guía Murdock (Murdock, 1954). La información etnohistórica se basó en la identificación y consulta de los vocabularios y registros etnohistóricos de la región. La información etnoecológica fue recabada y recolectada entre 2004 y 2017, mediante recorridos de campo y entrevistas no estructuradas a campesinos. Se entrevistaron 36 campesinos mayores de 60 años (14 hombres y 22 mujeres). Las entrevistas constaron de preguntas abiertas en torno a la temporalidad del cultivo de maíz, labores de preparación de la tierra, actividades de siembra y cosecha, razas de maíz cultivadas, identificación de un mal tiempo agrícola, actividades para atenuar una mala cosecha o un mal tiempo, gastronomía y saberes agrícolas religiosos.
La información etnoecológica se recabó de localidades de los municipios de Calimaya, San Mateo Atenco, Chapultepec, Capulhuac, San Antonio la Isla, Almoloya del Río, Santa María Rayón, San Felipe del Progreso (El Carmen Ocotepec), Toluca (San Cristóbal Huichochitlán, San Pablo Autopan, San Andrés Cuexcontitlán y San Lorenzo Tepaltitlán), Tenango del Valle (San Pedro Tlanixco), San José del Rincón (Pata de Mula), Almoloya de Juárez (Tlalchichilpan, El Tulillo), Zinacantepec (Santa María del Monte) y Temoaya (San Pedro Arriba y Taborda) (Figura 2).
1.2.2. Análisis y variabilidad climatológica
Una de las amenazas latentes en la continuidad y transmisión del conocimiento etnoecológico local, además de la migración y la pobreza, es la variabilidad del clima asociada con el calentamiento global. Por lo anterior, se analizó la variabilidad de la temperatura máxima, temperatura mínima, precipitación y granizadas de la estación climatológica San Francisco Tlalcilalcalpan (Figura 2), perteneciente al municipio de Almoloya de Juárez. El análisis se realizó bajo el supuesto de que el comportamiento del clima en esta estación se puede considerar representativo de la zona de estudio. Asimismo, a fin de conectar la climatología con el ciclo agrícola del maíz, se identificó un año típico o normal, es decir, un año donde la variabilidad de la precipitación se ubique dentro de la media del periodo ±1 desviación estándar, dentro del periodo donde se realizaron las encuestas y con condiciones neutrales, esto respecto a la presencia del fenómeno de El Niño o La Niña.
1.3. Integración y construcción del modelo dimensional
La construcción del modelo conceptual multidimensional del cultivo del maíz se basó en la integración del conocimiento etnohistórico, etnográfico y climatológico, lo que representó un gran reto. Para abordar el desafío, se recolectó la información a través de entrevistas a los campesinos y se formó un grupo de siete expertos bajo el enfoque Delphi (Chu y Hwang, 2008). Las especialidades de este grupo fueron: hidrología, historia agrícola, biología, climatología, antropología, gestión integrada de recursos hídricos y, por supuesto, campesino.
Teniendo en cuenta la técnica Delphi, y a fin de llegar a un consenso sobre la concomitancia de los aspectos socioecológicos relacionados con el sistema maíz de temporal, se realizaron dos rondas anónimas de forma remota y tres reuniones presenciales del equipo de trabajo de coordinación pertenecientes al Instituto Interamericano de Tecnología y Ciencias del Agua (IITCA). La primera ronda constó de preguntas abiertas y cerradas. Los expertos asignaron un grado de acuerdo en escala Likert de cinco categorías (desacuerdo o acuerdo). El esquema se planteó de forma mensual, donde los expertos propusieran conceptos y dimensiones. Adicionalmente, los expertos participaron en un proceso de lluvia de ideas referente al concepto y alcance de la sostenibilidad. En este tema, la encuesta requirió una ronda adicional, ya que la primera no se consideró en el proceso de calificación. Al final de las primeras rondas se calculó, para cada concepto: puntación media de las calificaciones (Ci), desviación estándar (DE) y rango intercuartil (Q). Para rondas sucesivas se calculó la proporción de expertos que cambian sus calificaciones (PECP) y la proporción de reducción de variabilidad (RV) (Tabla 1). Chu y Hwang (2008) mencionan que el requisito mínimo para llegar a un consenso sobre un aspecto específico durante la segunda ronda, o posterior, se establece en 75 por ciento.
Ronda 1 | Ronda 2 o posterior |
---|---|
Ci ≥3.5 | Si el concepto Ci ≥3.5, Q≤0.5, PECP <15% y RV ≥ 0, entonces concepto Ci se acepta |
Ci <3.5 | Si el concepto Ci <3.5, Q≤0.5 y PECP ≤15%, entonces concepto Ci se rechaza |
Nota: Ci es puntuación media de cada concepto; Q es el rango intercuartil de las puntuaciones de cada concepto; PECP es la proporción de expertos que cambian su puntuación sobre el concepto; RV es la reducción de la variabilidad entre las puntuaciones de dos rondas sucesivas, evaluada en porcentaje.
Fuentes: adaptado de Chu y Hwang (2008).
1.4. Sostenibilidad de la agricultura del maíz de temporal
Sin lugar a dudas, el concepto de agricultura sostenible sigue siendo ambiguo y ambicioso (Roy et al., 2013). Sin embargo, existe un consenso cada vez mayor de que la agricultura sostenible debe ser económicamente viable, socialmente responsable y ambientalmente racional. En este sentido, el método utilizado para llegar a un conjunto de sugerencias sobre detonadores de sostenibilidad se basó en una lluvia de ideas por parte de expertos del grupo Delphi. Este proceso se fundamentó en los resultados obtenidos del modelo multidimensional formulado y, en una primera ronda de consulta, los expertos identificaron ideas para la construcción de conceptos detonadores de sostenibilidad. Mediante el empleo del método Delphi se logró integrar y estructurar los conceptos finales, sin perder de vista que se trata de un tema complejo.
2. Resultados y discusión
2.1. Etnohistoria de razas locales de maíz en la CARL
La región es única por las ciénagas de Lerma (Chignahuapan, Chimaliapan y Chiconahuapan) y el volcán Nevado de Toluca. Los abundantes manantiales y toda su hidrología (Figura 1, sección b) hicieron de esta cuenca un sitio atractivo para asentarse. Los grupos étnicos de la región practicaban el cultivo intensivo en humedales, así como la agricultura de temporal (milpa) en el sistema de bancales y terrazas en las laderas de las montañas (Metcalfe et al., 1989).
El religioso franciscano del siglo del XVI fray Bernardino de Sahagún, tanto en la Historia general de las cosas de la Nueva España (Sahagún, 1981) como en el Códice Florentino, destaca la importancia del maíz y otros cultivos (frijol, ayocote y amaranto) para los habitantes prehispánicos de las tierras de Toluca. En este sentido, sobresalen algunas de las razas de maíz más antiguas: palomero toluqueño, cacahuacintle, cónico y arrocillo amarillo. En su descripción sobre el cultivo de maíz por los otomíes en Toluca, Sahagún refiere: a) apremio por consumir lo antes posible el maíz (probablemente ante la ocurrencia de heladas y por el gusto culinario del maíz tierno), b ) el intercambio de maíz por productos de la zona lacustre (pescado, ranas, ajolotes y acociles), c) consumo de maíz maduro para tortillas y tamales y d) elaboración especial de tamales colorados como parte de las fiestas y rituales. Asimismo, se destaca un maíz que se tuesta y revienta denominado mamochite, más tarde identificado como palomero toluqueño, considerado una raza antigua de altitudes elevadas (2200-2800 m s. n. m.). Los registros arqueológicos confirman su presencia en la época prehispánica en el altiplano central (Wellhausen et al., 1951). Actualmente, en la región, el cultivo del palomero toluqueño está siendo desplazado por el maíz cónico, y son pocos los lugares donde aún se siembra. Esto, quizá, porque a los campesinos no les gusta el consumo de tortillas hechas con maíz palomero, ya que las tortillas se endurecen y quiebran (Romero et al., 2004).
Otras fuentes etnohistóricas que vinculan el cultivo de razas locales en las tierras altas de Toluca son Arte y vocabulario de la lengua matlaltzinga, de fray Diego Basalenque (Basalenque, 1975); Vocabulario mazahua - español, de Muro (1975), donde se identifican características fenotípicas y cualitativas de la agricultura matlatzinca y mazahua; finalmente, los trabajos de De la Vega (2017) referentes al pueblo otomí (Tabla 2).
Castellano | Matlatzinca | Mazahua | Otomí |
---|---|---|---|
Mazorca de maíz cuajada (maíz maduro) | inmuxa | manxa | |
Mazorca de maíz por cuajar (maíz en maduración) | inthexí | ||
Mazorca de maíz seco | inthuhuí | ||
Maíz blanco/blanco ancho | inthoxthuhuí | mbarecjo | that’axi |
Maíz negro | imbothuhuí | botjo | thaboti |
Maíz amarillo | inquehmuthuhuí | thahek’ axti | |
Maíz azul | b’otrjöö | thamok’angi | |
Maíz colorado/rosado | inchiquehthuhuí | Sabinu | thakupoi |
Maíz leonado/pinto | intzenbothuhuí | cundo | thabindo |
Maíz de riego | nixithuhuí |
Fuente: elaboración propia a partir de los autores citados.
2.2. Caracterización climática de la CARL
Se analizaron los registros diarios de más de 30 años (Figura 3) de la estación climatológica San Francisco Tlalcilalcalpan (Almoloya de Juárez). Los registros de precipitación muestran que la región presenta una media de 839 mm/año, desviación estándar de 123 mm/año, máximo y mínimo de 1058 y 543 mm/año, respectivamente. Se identificaron como años húmedos a aquellos que son significativamente superiores a la media +1 desviación estándar, entre estos: 1995, 1997, 2006, 2010 y 2014. Asimismo, la región también ha presentado años secos, con registros que no superan la media -1 desviación estándar, entre estos: 1985, 1987, 1988 y 1993. En términos de sequía meteorológica, se identificaron cinco condiciones excepcionalmente secas en 1993, 2005, 2011, 2014 y 2015. En la variabilidad estacional, la temporada de lluvias comprende los meses de mayo a septiembre, siendo julio el más lluvioso y diciembre el que menos lluvia registra. Se observa una tendencia positiva en la precipitación total anual a partir del 2005 (Figura 3). Los registros de precipitación fueron la base para determinar un año típico o normal y que sirvió de referencia en la esquematización del modelo conceptual para relacionar el clima, las actividades agrícolas y religiosas. Se seleccionó la climatología del 2013 (Figura 3), ya que cumplió con los siguientes criterios:
Precipitación anual dentro de la media del periodo ± 1 desviación estándar (716-962 mm/año).
Dentro del periodo donde se realizaron las encuestas y recorridos de campo (2004-2017).
Año con persistencia de condiciones neutras, es decir, que no corresponde ni a un episodio de El Niño ni de La Niña (NOAA, 2020).
Los registros de temperatura muestran poca variación, sin embargo, se observa que la temperatura mínima presenta incremento, por lo que las noches y madrugadas son un poco más cálidas a partir del 2001. En cuanto a la ocurrencia de granizadas, se observa que en promedio ocurren 11 por año, aunque en 1993 se registraron 46. Las granizadas son más comunes entre mayo y septiembre, siendo junio el más severo. Durante el periodo de análisis se observa que las granizadas se han intensificado en agosto. Cabe destacar que estos resultados son congruentes con los reportados por Mastachi-Loza et al . (2016), quienes identificaron que la precipitación, las granizadas y las temperaturas se han incrementado, pues son más extremas y presentan desfase en su comportamiento histórico normal (1960-2010).
2.3. Integración del conocimiento etnoecológico local del maíz
En múltiples culturas agrícolas, el pronóstico climático se basa en la habilidad de observar el ambiente y en su interpretación para realizar los ajustes necesarios. Este conocimiento se ha transferido de generación en generación, como una herencia valiosa. En este sentido, se logró identificar que el conocimiento etnoecológico del cultivo del maíz se hereda en primera instancia al primogénito, restando interés al tema sucesivamente por parte de los hijos de menor edad, lo que sin duda puede representar un riesgo en la producción de maíz de temporal en la cuenca. Al ser una actividad que no es apoyada por las políticas públicas y con la presión de la urbanización creciente, se ve una clara reducción del tamaño de parcelas o, en su caso, abandono total, por otras actividades con mejor remuneración económica, perdiendo interés por parte de las generaciones jóvenes.
A continuación, se describen las formas actuales del manejo cultural del maíz de temporal y el nexo de las prácticas con la adaptación climática, como una posible vía para intentar explicar por qué los campesinos utilizan y conservan varias razas de maíz y sus respectivas variedades. Para analizar esta relación, se consideraron las etapas del ciclo agrícola anual de temporal, el cual es función de la lluvia y del calendario de fechas y rituales de la región, mismos que constituyen las bases de la organización social para la gestión del sistema milpa. Cabe destacar que, en regiones de gran altitud, sólo es posible una cosecha anual, por lo que los campesinos han tenido que adecuar técnicas para enfrentar limitantes como las heladas, el granizo y el exceso/escasez de lluvia.
El ciclo de la milpa-maíz no tiene un inicio o fin, pero en términos prácticos se considera como inicio el 6 de enero, con la roturación de la tierra, y tiene como finalidad destruir los surcos y emparejar el terreno para la siembra. Al final del mes, se añade estiércol aprovechando la humedad natural y se abren los surcos (Figura 4) para captar la humedad en el suelo, con la práctica del arrope. La aplicación de abono o fertilizante se alterna con las cenizas que recogen del desecho del fogón de la cocina. El 2 de febrero, que es la celebración de La Candelaria, la familia campesina lleva a bendecir las semillas seleccionadas de la cosecha anterior a la iglesia católica de la localidad y, en el atrio de la iglesia, se suele intercambiar el germoplasma. Para ello, lo observan, platican e intercambian información sobre las cualidades y características de las semillas, tales como sabor, resistencia, color, precocidad, tamaño e, inclusive, recetas de cocina. Las tortillas azules son apreciadas con particularidad, ya que su sabor es único y un poco más dulce que el maíz blanco, aunque su elaboración es un poco más difícil.
La población otomí lleva a bendecir otros cultivos de la milpa, como frijol, haba, semilla de chayote, trigo y romero. Se bendicen 12 veladoras, ya que forman parte del ritual productivo comprendido en el ciclo del maíz, donde se enciende una vela el primer día de cada mes como parte del ritual del ciclo anual del maíz. Los campesinos recomiendan iniciar la primera siembra el 2 de febrero con maíz cacahuacintle, pues dicen que “tarda más en darse”. De ser necesaria otra siembra, se recomienda realizarla el 18 de marzo, cuando está a punto de iniciar la primavera y se aproxima el equinoccio. Se sugiere sembrar el maíz azul, rosado y negro. Finalmente, en las primeras semanas de mayo se puede hacer una tercera siembra y se recomienda sembrar maíz amarillo (cónico y palomero toluqueño).
Las tradiciones indígenas están estrechamente ligadas con el conocimiento empírico, altamente funcional, sobre el comportamiento climático. Por ejemplo, el pueblo otomí del valle de Toluca celebra fiestas y rituales de protección a los santos de la milpa, el cual está en función del tiempo que tarda el maíz en su desarrollo (precoz o tardío), y en prevención del comportamiento climático (periodos anómalos, es decir, sin lluvia, heladas, inundaciones). Favorecen también el principio de reciprocidad cultural y natural. Para ello, en las celebraciones y fiestas se realiza un pago con tradiciones culinarias, a cambio de obtener buen temporal para asegurar cosechas abundantes.
Antes de sembrar, se remojan las semillas en agua durante 24 horas; los campesinos toman en cuenta que la luna esté en cuarto creciente o en luna llena. Según su tradición oral, se encuentra así el equilibrio entre agua (germinación de semillas), cielo y tierra (Romero, 2004; De la Vega, 2017). En la siembra, los dueños de la milpa realizan una cruz como señal de petición de permiso y bendición. Generalmente, en el trazado de surcos, calles y besanas (caminos en las cabeceras del cultivo) se toman en cuenta los puntos cardinales, predominancia de la circulación de los vientos y pendiente del terreno, para asegurar el desagüe del exceso de lluvia, distribución del agua, prevención de erosión hídrica del suelo y el acame de las plantas.
En las tierras altas, los campesinos privilegian en cantidad la siembra con maíz cónico amarillo, en primer lugar; en segundo lugar, prefieren el cónico blanco o cacahuacintle para comerlo en pozole y en tamales, también por su ventaja comercial de hojas para envolver el tamal. Posteriormente, prefieren los cónicos de colores (Figura 4) para los rituales y comidas especiales. Finalmente, optan por el palomero toluqueño, pues a pesar de ser el más resistente al déficit hídrico y a las plagas, es considerado el menos sabroso y el menos adecuado para hacer tortillas, porque éstas se quiebran y son duras. Por tradición, se guarda un poco de este último para hacer palomitas y elaborar collares blancos para adornar retablos e imágenes religiosas durante las fiestas religiosas. Los campesinos enfatizan que cuando siembran el palomero toluqueño en la misma parcela con otras razas, principalmente con el cónico, se incrementa la resistencia y vigor del maíz en la siguiente siembra.
En términos de festividad, el 3 de mayo los campesinos de la región se organizan para llevar a cabo una peregrinación al santuario del Señor del Cerrito (Ixtlahuaca), también conocido como “Señor de las Aguas”. En la ceremonia (misa, altares y danza) se hace petición por las lluvias. Las actividades de la siembra culminan antes del 15 de mayo, fecha de la fiesta de San Isidro Labrador, de quien se cree que es el santo protector de los cultivos; quienes siembren después de esta fecha, dicen que se arriesgan a obtener un maíz seco, es decir, el maíz no se “goza” (llenarse completamente de granos y desarrollarse al máximo). Es notoria en la región la creencia de que si el 15 de mayo no llueve, el año agrícola será seco o no se dará una buena cosecha.
Pasada la siembra, comienza la guía, que consiste en aflojar la tierra con el azadón alrededor de cada planta. Antes de que lleguen las lluvias, los campesinos temen las heladas de abril y mayo. Una helada en estas fechas, justo cuando las plantas ya emergieron, acabaría con ellas y representaría la inseguridad de alimentarse con su propio maíz por un ciclo, obligándoles a comprar maíz para su sustento. Aunque existe la posibilidad de resembrar con coa o azadón si los lugares afectados son identificados y se tiene disponibilidad de semillas de cónico y palomero toluqueño, principalmente.
Cuando los campesinos pronostican heladas, lo hacen tomando en cuenta el aire frío procedente del Nevado de Toluca. A este fenómeno climatológico le denominan aire comalero, y sopla en presencia de un cielo sin nubes. En las madrugadas de estos días, cuando la temperatura baja, dicen que “escarcha las parcelas” y daña las plantas pequeñas o las semillas si aún no han brotado. Para proteger a las plantas de estas heladas, deben “calentar el ambiente”. Por lo tanto, hacen fogatas con zacate u olotes (Figura 4) en el terreno para calentar a las plántulas y que el hielo no llegue a dañarlas. Ésta parece ser una práctica muy antigua en el valle de Toluca, ya que está reportada en el siglo XVII (Serna, 1892). También para alejar las heladas, pobladores de toda la CARL encienden cohetes (o fuegos de artificio) y prenden una de las doce veladoras bendecidas el 2 de febrero. Hasta mediados de junio, mujeres y niños realizan el aporque y el deshierbe a mano, ya que muchos campesinos no aplican herbicidas. Para los campesinos existe otra fecha de gran importancia: si llueve el 13 de junio, día en que se venera a san Antonio, es un indicador de buen temporal y buena cosecha de maíz para ese año. En este mes se realiza la corriente y aporque, último trabajo para favorecer el crecimiento del maíz, que consiste en acercar la tierra a la planta, levantando el surco para que el agua escurra y no dañe la planta por su exceso; también sirve para tapar las raíces aéreas que tiene el maíz y protegerlo del acame o derribe. Adicionalmente, cuando la temporada de lluvias presenta un retraso, los campesinos se preparan para una resiembra, teniendo como límite el 15 de junio; esta labor se efectúa con maíces de color azul y rojo (Figura 4).
En julio comienzan las tormentas y se incrementan las granizadas. Para entonces se han terminado las labores de la milpa y sólo se cuida que las plantas sigan creciendo. En julio comienza la canícula y dura hasta agosto; es la temporada más calurosa en la región. Llueve por las tardes (lluvias convectivas típicas de la región) y en ocasiones también por las noches. En julio ya ha brotado la espiga de maíz y el elote se obtiene de principios a mediados de agosto, en las partes bajas de la CARL; mientras que, en las partes altas, existe un retraso de 30-40 días. Es decir, el crecimiento de las plantas se retrasa por efecto de una satisfacción térmica más lenta (grados día crecimiento, DDC). En efecto, los recorridos en la región han permitido identificar que en las cotas mayores de 2750 m s. n. m. se presenta retardo en la etapa de maduración de la planta. Entre el 10 y el 25 de agosto, se cree que anda suelto el diablo (en otomí se le dice jmitzu), quien realiza travesuras en las milpas, mandándole al campesino mucha lluvia, viento y plagas. Por lo anterior, se hacen las llamadas sangraderas en las milpas para que no se saturen de agua, es decir, labores de canalización y drenaje del agua excedente. También se realizan los nantsi o calles en las milpas, con orientación norte-sur, y este-oeste para que la milpa esté “en equilibrio”. Esta es una actividad que debe realizarse cada 12 surcos (simbolizando los meses del año), con esta actividad se abren túneles de circulación del viento. Así, en cada una de las calles (hileras de plantas) se va quitando una mazorca y colocan flores de pericón (Tagetes lucida) amarradas a la planta de maíz a manera de trueque. Se piensa que de esta manera se contrarrestarán los efectos de la canícula y los elotes tendrán buen sabor y no harán daño. Adicionalmente, si un déficit hídrico por canícula se presenta con vientos fuertes que estén derribando las plantas, se realiza una ceremonia con copal y flores, haciendo la señal de la cruz en los cuatro puntos cardinales de la milpa, para evitar que el viento la derribe (De la Vega, 2017).
Los campesinos que sembraron a mediados de marzo y principios de abril ya tienen elotes para el 15 de agosto, día de La Asunción, y se hace la fiesta agrícola de las primicias. Agosto es la temporada de elotes tiernos y también se pueden saborear las cañas dulces con flores de anís. La primera cosecha de maíz cónico amarillo ocurre durante septiembre, porque los campesinos se preparan para recibir a los fieles difuntos, ofreciéndoles los primeros frutos de la milpa el 29 de septiembre, en coincidencia con la fiesta de san Miguel Arcángel, pues, según la cosmogonía local, es quien da permiso a los difuntos para que se reúnan con los vivos en la tierra (Báez, 1979).
Las heladas de las últimas semanas de octubre y primeras de noviembre se consideran benéficas, debido a que hacen madurar el grano de la mazorca. Una vez seca la planta, doblan la base de la mazorca apuntando al suelo con la finalidad de evitar que posibles lluvias generen condiciones propicias para el desarrollo de plagas o descomposición de la materia orgánica. Otra técnica es cortar las plantas y amogotar (arreglo de plantas en forma cónica) (Figura 4); este arreglo favorece la ventilación, evitando la pudrición de la mazorca o el secado del zacate. Además, los campesinos señalan que la cosecha levantada después de las primeras heladas se vuelve más resistente a los gorgojos y otras plagas cuando se almacena. La cosecha se lleva a cabo en noviembre y diciembre; es un trabajo muy pesado, ya que se hace de forma manual, con un pizcador (Figura 4), y se requiere apoyo de familiares y, en algunos casos, se contrata a peones si se cuenta con dinero para su pago.
En el patio de las casas se levantan los sincopotes o sincolotes (Figura 4), que son graneros donde se guarda la cosecha de maíz. Éstos son construidos a base de tiras de madera, formando un cubo alto y hueco, lo que facilita la aireación. En lo alto del sincolote se coloca una cruz de madera o mazorcas, la cual fungirá como guardián de la cosecha para que no se pudra el grano. Las mazorcas ya almacenadas en los sincolotes terminan de secarse por acción del viento que circula entre las ranuras de la madera. Por último, el desgrane de mazorcas se suele realizar de forma manual, mediante piedra (Figura 4) o elotera. Antes del 6 de enero, es seleccionado el germoplasma que habrá de sembrarse para el siguiente ciclo. Como criterios de selección toman en cuenta: 1) que el raquis del olote sea delgado; 2) tamaño de mazorca; 3) tamaño del grano; 4) precocidad; y 5) color. En esta operación no se permite que participen los niños, pues se tiene la creencia que si lo hacen tendrán los dientes chuecos (probablemente esta restricción se deba a la carencia de habilidades de los infantes para realizar la tarea de selección de germoplasma en forma adecuada). Así termina el ciclo agrícola del maíz y su relación con el clima y ambiente. El ritual agrícola permite identificar el nexo entre la cosmovisión y el ciclo del maíz (Figura 5), enfatizando la idea de que el maíz es una planta divina, que los dioses otorgaron para alimentar a los hombres.
2.4. Construcción del modelo conceptual del sistema maíz de temporal
Con base en la metodología planteada y los resultados derivados del consenso entre expertos, se construyó el modelo conceptual del sistema maíz de temporal en la CARL (Figura 5).
La climatología se caracterizó a partir de los registros del periodo 1985-2016, considerando una precipitación media anual de 839 mm (±123), temperatura máxima y mínima anual promedio de 20.6 °C (±0.5) y 6.6 °C (±0.9), respectivamente. Si bien el análisis de variabilidad climática muestra que en la región las precipitaciones se han incrementado y las temperaturas se han vuelto más extremas, surgió la necesidad de esquematizar el comportamiento del clima de forma general. En la Figura 5 se detallan las conexiones que envuelven el binomio campesino-maíz, con base en las variaciones temporales del año 2013. La precipitación anual fue de 873 mm; más de 70% de las lluvias ocurrieron entre junio y septiembre, siendo febrero y marzo los meses más secos. La temperatura mínima promedio fue de 8°C; de noviembre a febrero se presentaron temperaturas próximas a 0°C, y en marzo por debajo de los 0°C; asimismo, la ocurrencia de heladas fue de octubre a febrero. La temperatura máxima promedio fue de 21.4°C, aunque de abril a junio se presentaron temperaturas de 27°. En la Tabla 3 se sintetizan las principales relaciones entre maíz, clima, religión y labores agrícolas de los campesinos de la zona.
Fuente: elaboración propia a partir de registros climatológicos (Conagua, 2022), entrevistas y autores citados.
Fig. 5 | Mes | Razas | Clima-ambiente | Religión-cosmogonía | Labores agrícolas |
---|---|---|---|---|---|
1 | Enero | Selección de semillas | Heladas. Captura de humedad en el suelo con las nuevas labores. Observación de luna creciente para remojo y germinación de semillas | Misa de año nuevo | Roturación de la tierra y nivelación del terreno |
2 | Febrero | Intercambio de germoplasma (2 de febrero) | Heladas | La virgen de La Candelaria. Bendición de las semillas y 12 veladoras | Continúa incorporación de abono |
3 | Febrero | Siembra de cacahuacintle (maíz blanco) | Heladas. Se aprovecha la humedad capturada para el brote de semillas | Observación de la estrella de la mañana (Venus) para prácticas de germinación. Aprovechamiento de los rayos del sol matutinos | 1ª siembra (a partir del 2 de febrero), sobre todo en las partes altas del valle |
4 | Marzo | Siembra de cónicos de color (rosado, azul, negro) | Heladas. Equinoccio, anuncio de primavera | Petición de siembra | 2ª siembra (18 de marzo) |
5 | Abril / Mayo | Heladas tardías, aire comalero | Prenden una de las veladoras bendecidas el 2 de febrero | Queman zacate y hacen fogatas en el terreno de cultivo para calentar a las plántulas y que el hielo no llegue a dañarlas | |
6 | Mayo | Siembra de cónico amarillo y palomero toluqueño | Primeras lluvias | Petición de protección del cultivo. Celebración de la Santa Cruz (3 de mayo) Fiesta de san Isidro Labrador (15 de mayo) | Levantamiento de la cruz en la milpa. 3ª siembra (1 al 15 de mayo) |
7 | Junio | Si hay lluvia (13 de junio), habrá buen temporal | San Antonio (13 de junio) | Realizar la corriente, es decir, aporcar la tierra a la planta | |
Resiembra con maíz de ciclo corto | Si hay retraso del ciclo de temporada de lluvia | Última posibilidad de siembra | |||
8 | Julio | Canícula (inicio) | |||
9 | Agosto | Ciclo normal con lluvias | Fiesta de la Asunción (15 de agosto). Adorno de milpa e iglesia | Primeros elotes de las siembras 1ª y 2ª. Se hacen sangraderas para sacar el exceso de agua. Se arreglan las calles en la milpa para dar dirección al viento. Arreglos de flores de pericón en la milpa | |
10 | Ciclo normal de lluvias, ráfagas de viento, tormentas eléctricas y granizadas. | Del 10-25 de agosto, si hay mal temporal, se dice que el diablo anda suelto | |||
11 | Agosto Canícula (fin) | Canícula (fin) | Se vigila el cultivo | ||
12 | Septiembre | Ciclo normal de lluvias | San Miguel Arcángel da permiso a los difuntos de visitar a sus parientes vivos. Se le agradece con comida ritual y ofrenda de elotes | 1ª cosecha antes del 29 de septiembre | |
13 | Octubre | Primeras heladas | Doblar el tallo de mazorca y amogotar plantas | ||
14 | Noviembre | Cosecha de todas las razas sembradas | Continuación de las heladas | Llegada de los santos difuntos. Agradecimiento por la cosecha | Cosecha final después del 2 de noviembre. Se construyen los sincolotes para almacenar la cosecha |
15 | Diciembre | Continuación de la cosecha y cortar el zacate para alimentar el ganado o como leña para el fogón. |
Fuente: elaboración propia con base en los datos de las entrevistas y los autores citados.
Al analizar los contenidos del modelo conceptual construido, mostrado en la Tabla 3 y la Figura 2, es evidente que los campesinos son proactivos en sus estrategias de manejo y poseen un amplio conocimiento tácito y empírico del clima, alineando su conocimiento etnoecológico local con el ciclo fenológico del maíz y otros rituales y festivales que son inseparables de este proceso, de acuerdo con su cosmovisión de interconexión entre los aspectos naturales y culturales del cultivo del maíz. La etnoecología indígena concierne a la transmisión de saberes, prácticas, rituales y festivales que en su conjunto configuran una serie de estrategias intangibles para la conservación y preservación del maíz nativo y el conocimiento mismo.
Sin embargo, es importante mencionar que las fechas religiosas son sacrosantas y no cambian a pesar de las variaciones climáticas. Incluso con la presencia de déficit hídrico, inundaciones, heladas tempranas, granizadas o vientos fuertes, las ceremonias religiosas asociadas al ciclo de la milpa se llevan a cabo como de costumbre, aunque se pueden pronosticar pérdidas de cosechas. Como medida de adaptación, los periodos máximos y mínimos permitidos para la siembra, replantación y cosecha se modifican en un consenso logrado dinámicamente. Por lo tanto, para contrarrestar un posible desastre, la mayoría de los campesinos almacenan germoplasma adicional de cosechas anteriores para utilizarlo en los ciclos posteriores a posibles pérdidas de cultivos. En el peor de los casos, las semillas nativas se pueden comprar en el mercado local.
En general, los campesinos cultivan de una a tres razas y de tres a cinco variedades de maíz, como parte de su estrategia para garantizar la disponibilidad de granos durante todo el año. Esta estrategia forma parte de su poderoso conocimiento etnoecológico local, ya que entienden qué variedad o raza de maíz es más resistente a diferentes fenómenos climáticos. La siembra con palomero toluqueño en algunas áreas de la milpa es otro ejemplo de sus estrategias para reducir el riesgo y mantener la autosuficiencia, buscando garantizar una cosecha para el autoconsumo, incluso ante potenciales pérdidas de cultivos e incertidumbre climática.
2.5. Sostenibilidad del maíz de temporal en la CARL
El proceso de identificación de detonadores de sostenibilidad se basó en el modelo multidimensional construido (Figura 5 y Tabla 3) y en un proceso de consenso de expertos a partir del método Delphi (Tabla 4).
Concepto | Ronda | Calificación asignada por experto | Ci | Q | DE | PECP (%) | RV % | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | |||||||
Detonadores de sostenibilidad | 1 | 5 | 3 | 5 | 5 | 5 | 5 | 5 | 4.71 | 0.00 | 0.76 | 14.29 | 37.8 |
2 | 5 | 4 | 5 | 5 | 5 | 5 | 5 | 4.86 | 0.25 | 0.38 |
La sostenibilidad es un concepto contextual relacionado con un territorio específico, tiempo, cultura y gobernanza presente, conocimiento y tecnología existente, así como recursos económicos y ambientales disponibles. Por lo tanto, considerar el contexto de la sostenibilidad de la agricultura de temporal en la CARL podría significar: 1) garantizar la continuidad de la familia en términos de sucesión y transmisión del conocimiento etnoecológico local; 2) satisfacer sus compromisos socio-culturales (religiosos, sociales y políticos); 3) decidir libremente ingresar o no a un trato injusto de mercado de maíz; 4) mantener o incrementar los niveles de productividad en un contexto de trato justo; 5) mantener la diversidad de germoplasma (razas locales) permite afrontar la variabilidad climática regional; 6) fortalecer la optimización de agua y energía del sistema, ya que al no requerir riego no se tiene que invertir en infraestructura y mantenimiento.
Conclusiones
En el sistema del maíz de temporal, el conocimiento etnoecológico local es conocimiento tácito y explícito generado y enriquecido entre sociedades a través de miles de años; destaca, además, que la transferencia de dicho conocimiento ha sido por medio de los rasgos culturales que perduran: religión, tradiciones, mitos y leyendas.
En este trabajo se logró construir una propuesta de modelo conceptual del ciclo anual del sistema maíz de temporal de las tierras altas del centro de México. Este sistema ha logrado enfrentar la variabilidad climática de la región y fortalecer su resiliencia. Se analizó el conocimiento etnoecológico a través de cuatro dimensiones: 1) cultivo/razas de maíz; 2) clima/ ambiente; 3) religión/cosmogonía; y 4) labores agrícolas. Este proceso incluyó la participación de múltiples disciplinas y actores interesados, todos ellos expertos en la región y particularmente con relación al cultivo del maíz de temporal.
En este sistema, los campesinos desempeñan un papel vital en la preservación del germoplasma local, a fin de garantizar su sobrevivencia cultural. El análisis de variabilidad climática muestra que se han incrementado los eventos de precipitaciones mayores a 10 mm por día ―la precipitación anual― se han vuelto más extremas las temperaturas y se observa que las granizadas se han enfatizado en agosto. Este análisis aún no es suficiente para cuantificar y concluir su impacto en la producción del cultivo de maíz, sin embargo, de seguir estas tendencias quizá el tiempo y el conocimiento de los campesinos no sea suficiente para lograr la adaptación de sus saberes y semillas, toda vez que la tasa de cambio puede no tener precedentes y los sistemas de conocimiento local podrían no estar cambiando a una tasa lo suficientemente rápido para adaptarse.
Por otro lado, la sostenibilidad es un concepto contextual relacionado con un territorio específico, tiempo, cultura y gobernanza presentes, conocimiento y tecnología existente, así como recursos económicos y ambientales disponibles. Sin embargo, es necesario documentar, estructurar y compartir el conocimiento local relacionado con el maíz de temporal entre los productores, con el propósito de fortalecer la capacitación de los campesinos, la sostenibilidad de la producción y preservación del maíz nativo. Es importante reconocer que la sostenibilidad del sistema de maíz de temporal es un problema poco resuelto que es bastante exigente y desafiante. Sin embargo, una combinación con la ciencia y la tecnología modernas del conocimiento campesino y sus experiencias locales mejorará la aplicabilidad y la viabilidad de un proceso futuro de planificación estratégica orientado a preservar y construir un sistema de maíz de temporal más resistente y sostenible.
Este fortalecimiento destaca la necesidad del diseño e implementación de políticas públicas innovadoras para un trato justo en la producción del maíz de temporal que considere una denominación de origen, respeto a culturas y tradiciones, para pequeños productores (5 ha). Bien puede ser considerado como un producto gourmet con la generación de un mercado élite y con precios de garantía. Este mercado no puede, ni debe competir con precios y productos importados, que son de diferente modo de producción y menor calidad nutritiva. Finalmente, también se destaca que la importancia de este sistema se debe a que simplemente representa la raíz, el sabor y la identidad de una nación.