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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.5 no.43 Guadalajara ene./jun. 2016

 

La teoría

El obelisco coital: dispositivo sexológico y masculinidad

Daniel Fernández Fernández1 

1Universidad de Costa Rica, Costa Rica. Correo electrónico: danielfernand@gmail.com


Resumen:

En el presente artículo se analiza la construcción de la sexualidad masculina que entraña el dispositivo sexológico, tomando como fuente de análisis el programa televisivo En el punto: de la ciencia al sexo, del Sistema Nacional de Radio y Televisión de Costa Rica (SINART). Una premisa que anima dicho estudio, es la contradicción en el seno del discurso sexológico, según la cual, a pesar de afirmarse que la sexualidad debe entenderse de forma holística, la mayoría de recomendaciones, advertencias y/o exhortaciones de esta disciplina, se centran en el coito. Dicha polarización, reproduce la designación estereotípica de hombre activo y mujer pasiva, incentivando una sexualidad cuyo principal interés está abocado a maximizar el desempeño del aparato bio-genital masculino.

Palabras clave: masculinidad; sexología; biopolítica; coito; disfunción sexual

Abstract:

The present article analyses the construction of masculine sexuality that entails the sexological device, taking as source of analysis the TV program En el punto: de la ciencia al sexo, from the National Radio and Television System of Costa Rica (SINART). An important premise of the study is the contradiction in the heart of sexological discourse, according to which, in spite of the affirmation that sexuality is a holistic field, most of the suggestions, warnings and exhortations of this discipline, are directed to coitus. That polarization, reproduce the stereotypical designation of active men and passive women and strengthen a model of sexuality, in which the main goal is to maximize the performance of the male bio-genital apparatus.

Keywords: masculinity; sexology; biopolitics; coitus; sexual dysfunction

Introducción

Abordar la sexualidad desde una perspectiva crítica, implica discernir qué lugar ocupa ésta dentro de las discursividades contemporáneas. Placer y deseo constituyen centros privilegiados para un control biopolítico de la subjetividad, sobre los cuales se ha venido delineando lo que podríamos llamar sus “contornos”, aquellos que hacen factible fijar sus extensiones y sus límites, en la medida en que continuamente se demarca el espacio consentido para sus oscilaciones, dictando además las vías privilegiadas para signar sus posibilidades de existencia.

En este artículo se busca abordar la forma en que la sexualidad es asida por el discurso médico sexológico, atendiendo para ello la forma en que la sexualidad masculina es concebida en el programa televisivo En el punto: de la ciencia al sexo, del Sistema Nacional de Radio y Televisión de Costa Rica (SINART), dirigido por el sexólogo costarricense Mauro Fernández. Los profesionales del campo de la sexología, se han erigido como importantes gurús encargados de dictar pautas con miras a instruir sobre el carácter del «buen-hacer-sexual»2, que en el caso de aquellos sujetos bio-codificados3 como hombres, implica una centralización en lo que podríamos llamar un gradiente de penetración o ensalzamiento del coito, que implica entre otras cosas una dialéctica del desempeño sexual de la penetración, con el correlato de la disfuncionalidad sexual.

El discurso sexológico ha ido ganado terreno en la arena de las discursividades modernas en torno a la sexualidad, al punto que “se ha ido creando, progresivamente, una corriente de comunicación entre la problemática sexológica y las aspiraciones sexuales de las personas” (Béjin, 1992: 285). Siendo que es un hecho casi incuestionable que en la actualidad los medios de comunicación masiva ejercen una influencia importante en nuestra realidad cotidiana, hemos querido dirigir esta incógnita hacia un programa televisivo cuyo principal móvil son las relaciones sexuales. Interesa advertir en este plano qué tipo de reglas o pautas discursivas están implicadas en dicho discurso, así como los efectos de subjetivación que el mismo induce.

Referentes teóricos

Leer los planos discursivos con los que se escribe el guión de la sexualidad hoy en día, exige emplear instrumentos conceptuales que permitan ir más allá de la lectura en muchos casos simplista e insuficiente que se suele hacer de esta temática. Michel Foucault (2005a) sugería a sus lectores la forma en que querría ser leído por los mismos, señalaba en este sentido que sus textos deberían ser vistos como cajas de herramientas con las cuales armar nuevas lecturas, nuevos análisis y acercamientos a diferentes problemas. Es con este horizonte que proponemos rehabitar las propuestas teóricas de distintos autores, a la luz del juego de discursividades que confluyen en torno a la sexualidad. Dado que esta temática ha sido abordada desde muy distintos ángulos en el ámbito académico, se ha optado por incluir aportes de diversos campos, como lo son determinadas disciplinas de las ciencias sociales, la filosofía y la teoría queer, sin hacer un especial decantamiento por ninguno de ellos, con el objetivo precisamente de obtener una visión lo más amplia posible de tal fenómeno.

Discurso y arqueología

En el presente texto partiremos de la concepción foucaultiana del discurso, que consiste en una realidad supraindividual, en un tipo de práctica que pertenece a colectivos más que a individuos y que está siempre situado en diversas áreas o campos sociales. Los discursos tienen no obstante un fuerte impacto en los individuos, en tanto son quienes los construyen y quienes de forma reflexiva se constituyen a sí mismos discursivamente (Diaz, et. al., 2007).

Este planteamiento no puede ser comprendido sin tomar en consideración el campo de la arqueología, que foucaultianamente hablando constituye su marco referencial. El acercamiento arqueológico supone “un análisis comparado que no está destinado a reducir la diversidad de los discursos, sino que está encaminado a repartir su diversidad en figuras diferentes. La comparación arqueológica no tiene un efecto unificador, sino multiplicador” (Foucault, 2005b: 268). Dicho efecto de diseminación está orientado al examen de las formaciones discursivas, que consisten en un tipo de regularidad entre los objetos, los tipos de enunciación, los conceptos y las elecciones temáticas que son descritas en un sistema de dispersión, constituido por un cierto número de enunciados. Por su parte los enunciados están sujetos a unas reglas de formación que determinan sus “condiciones de existencia (pero también de coexistencia, de conservación, de modificación y de desaparición) en una repartición discursiva determinada” (Foucault, 2005b: 63).

De tal manera se busca visualizar las series de formaciones discursivas del saber sexológico que regularizan conjuntos determinados de objetos y enunciados, en función de un cierto número de reglas que sustentan sus condiciones de posibilidad y conllevan una impronta en los cuerpos y los placeres. Dicha marca es descrita por Judith Butler como un efecto de performatividad que “no es un acto único, sino una repetición y un ritual que logra su efecto mediante su naturalización en el contexto del cuerpo” (Butler, 1990: 15). En este sentido habría que analizar la existencia enunciativa, así como el carácter performativo del objeto “sexualidad” dentro del discurso sexológico, para poder dar cuenta de la conformación de esa realidad a la que denominamos «experiencia sexual».

Saber - (bio) poder - verdad

Cada uno de los factores de este conjunto ternario, constituye un aspecto esencial para identificar y comprender las reglas de formación que siguen los enunciados sexológicos en su puesta discursiva. El posicionamiento de cada uno dentro de la triada no es aleatorio, pues se ha ubicado el poder (en su dimensión bio) entre saber y verdad, con el fin de remarcar el importante rol de articulador que ocupa en dicho arreglo. A continuación veremos algunas de las características principales de cada uno de estos conceptos teóricos.

Como se indicó anteriormente, el elemento esencial para dimensionar el control biopolítico que ejerce la razón sexológica, es sin lugar a dudas el poder. La importancia de la sexualidad consiste en la forma en que ésta respalda el régimen moderno de biopoder, que Foucault define contrastándolo con el antiguo régimen de “poder sobre la vida y la muerte”, como una “completa tecnología política de la vida” (Halperin, 1997). El biopoder se refiere por lo tanto al procedimiento político moderno de regular la vida por medio de técnicas experimentadas que hacen posible una alianza estratégica entre el saber especializado (implantado como verdad) y el poder institucionalizado en el control de la vida en general y de la sexualidad en particular.

De acuerdo con Beatriz Preciado (2008), la aparición de un régimen postindustrial, global y mediático, a través de los desarrollos acontecidos a lo largo de estas décadas, conllevan la constitución de una forma específica de biopoder, en la que confluyen las esferas farmacológica y pornográfica. Los procesos del gobierno de la subjetividad sexual en sus formas moleculares (farmaco) y semiotécnicos (porno), conforman un novedoso concepto que la autora denomina farmacopornopoder y que acogemos en el presente artículo.

El saber por otro lado, juega de acuerdo con Deleuze (2005: 156) un papel de gran importancia por dos razones básicas. La primera consiste en que al problematizar una formación discursiva, siempre existirá una relación específica entre saber y ciencia. La segunda razón es que los enunciados sólo devienen legibles o decibles en relación con las condiciones que los convierten en tales y que constituyen su inscripción sobre el “zócalo enunciativo” que configura los basamentos del saber. La verdad, por su parte, está según Foucault ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la sostienen, y a los efectos de poder que la inducen y la prorrogan. La verdad constituye un “conjunto de procedimientos regulados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en circulación y el funcionamiento de los enunciados” (2005c: 256).

Saber, biopoder y verdad, constituyen los componentes esenciales para asir un tipo de formación heteróclita (propia de la era farmacopornográfica), en la que indubitablemente está implicado el discurso, pero cuya complejidad no se restringe a éste y que en el presente texto hemos denominado: dispositivo sexológico.

Dispositivo sexológico

Si bien es cierto que la sexología constituye hoy en día una profesión, valga el pleonasmo, ejercida por profesionales, en este artículo se pretende abordar no solamente el expertise inherente a su estatus de disciplina profesional, sino que se busca analizar dicho saber y los efectos de verdad que induce, mediante una dimensión mucho más amplia, de la que la sexología es tanto producto como productora, a saber, la noción de dispositivo.

Este constructo supone “un conjunto resueltamente heterogéneo, que conlleva discursos, instituciones, arreglos arquitectónicos, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, en breve, de lo dicho, así como de lo no dicho” (Foucault, 2001c: 299). Argüimos así que el dispositivo sexológico pone en contacto, a través del biopoder, los cuerpos y deseos de un sujeto sexual en modelamiento, con formas específicas de saber tecnificado. El resultado de esta adherencia, constituye por lo tanto el principal valor analítico de este «aparato sexual».

Metodología

El presente artículo se encuadra dentro de lo que se conoce como el género de estudios discursivos, en tanto se retoman elementos del Análisis Crítico del Discurso, así como del Análisis Foucaultiano del Discurso. El material de análisis lo conforman los textos comunicativos de un programa televisivo dedicado a «temáticas sexuales».

Es importante recalcar que el tipo de discurso que se pretende analizar se inscribe dentro de la corriente cultural de los mass media. Norman Fairclough (1995) señala que una propiedad crucial de algunos de los productos acogidos por estos medios, es que los mismos intervienen entre lo que se concibe como esfera pública y privada. Este aspecto es de gran importancia puesto que la sexualidad y las construcciones que se desarrollan en torno a la misma, no escapan a la influencia que ejercen los medios de comunicación. Se opera en este sentido una doble validación, tanto del saber experto en torno a la sexualidad, como de los mismos medios en función de las voces a las cuales da espacio, que tal y como señala Weeks (1998) contribuyen a configurar el discurso moderno de la sexualidad.

El análisis del discurso sexológico debe ser entendido en su contexto. El discurso manifiesta o expresa y al mismo tiempo modela, las múltiples propiedades relevantes de la situación sociocultural que denominamos su contexto (Van Dijk, 1990). El estudio del discurso como acción puede adoptar una perspectiva más amplia y poner en evidencia las funciones sociales, políticas y culturales del discurso dentro de las instituciones, los grupos o la sociedad y la cultura en general. Determinar la forma en la que la sexualidad es dispuesta y aprehendida en el discurso sexológico, supone un análisis de la multiplicidad de interrelaciones que dicho discurso (así como el ámbito en el cual se desarrolla) pone en juego.

Procedimientos analíticos

A nivel de procedimientos de análisis, se toma como referente el Análisis Crítico del Discurso (ACD) y el Análisis Foucaultiano del Discurso (AFD). La propuesta metodológica que se desprende de cada enfoque, aporta distintos insumos que en su conjunto permiten llevar a cabo una comprensión más amplia de la temática en cuestión.

El ACD ha sido ampliamente utilizado en el análisis del abordaje informativo de los medios de comunicación masiva. Existen múltiples versiones del ACD, las cuales varían en función de su objeto de estudio y de los procedimientos que privilegie, pero esencialmente de acuerdo al concepto de discurso que se maneje. En el modelo de ACD desarrollado por Jürgen Link (citado por Jäger, 2007: 34), el discurso es definido como un concepto del habla institucionalmente consolidado, que de esta manera determina y consolida la acción y concomitantemente el ejercicio del poder.

En el caso del AFD, como señalan Arribas y Walkerdine (2008: 99), cuando Foucault habla del discurso, no está haciendo referencia a una instancia particular del uso del lenguaje -un fragmento de texto, una declaración, o rendimiento lingüístico determinado- sino que describe las reglas, divisiones y sistemas de un cuerpo particular de conocimientos. En este sentido, se puede ver como ambas definiciones muestran aristas algo distintas, siendo que en la primera se presenta un notable énfasis en la materialidad del discurso y en la segunda se da un mayor acento en el corpus de procedimientos que lo sustentan, y ambos aspectos resultan relevantes para el presente análisis.

De acuerdo con Foucault (1996), una condición para que los sujetos entren en el orden del discurso, es que los mismos cumplan un conjunto de reglas que hagan el acceso al discurso restrictivo. Esto supone en última instancia un cierto enrarecimiento de los sujetos que hablan. De esta forma, se realiza un análisis de la relación saber (bio)poder verdad, a partir de la posición enunciativa que asume el presentador en cada programa. En este sentido, el principal núcleo del estudio lo constituye el análisis de la función experto (Fairclough, 1995), en tanto elemento diferenciador o “enrarecedor” respecto al resto de sujetos convocados por la escena comunicativa. Se busca especificar qué tipo relación establece el presentador con los telespectadores (alumno-maestro, confidente-confesor, invidente-lazarillo, entre otros).

Foucault señalaba que

si una proposición, una frase, un conjunto de signos pueden ser llamados ‘enunciados’, no es en la medida en que ha habido, un día, alguien que los profiriera, o que dejara en alguna parte su rastro provisorio; es en la medida en que puede ser asignada una posición del sujeto (2000: 159).

En concomitancia con este planteamiento y en función del análisis de la relación experto / público televidente, se busca dilucidar los efectos de subjetivación que conlleva este ordenamiento. Siendo que de acuerdo a los presupuestos del AFD este plegamiento subjetivo supone una determinada “ética” de la formación de sí (Arribas y Walkerdine, 2008), el análisis se enfoca a vislumbrar los efectos de transformación de sí que conlleva la disposición enunciativa configurada por el dispositivo sexológico.

Análisis

La dialéctica de la penetración

Analizando en conjunto los distintos aspectos que dan forma al programa En el punto: de la ciencia al sexo, se vuelve necesario ahondar qué se entiende aquí por sexualidad. El programa maneja dos orientaciones en lo que se refiere a la determinación de esta “temática” que se podría calificar como la materia prima de su quehacer comunicativo. Desde una posición oficial, se declara que la sexualidad debe abordarse de forma global, como un “todo” y en esta medida la labor de la sexología consistirá en abarcar integralmente la sexualidad a través de distintas perspectivas. No obstante, es importante especificar a qué tipo de “totalidad” se está haciendo referencia, pues como se verá a continuación, este “todo” se vuelve parcial:

Sexólogo: (…) la respuesta sexual | nos pone como un todo | cuando tenemos una relación sexual | no es como mover el dedo | no es como parpadear o estornudar | sino que hay una competencia | de un montón de órganos | y entonces por eso | hoy sabemos | hígado | páncreas | tiroides | presión | diabetes | hormonas sexuales | una hormona cerebral | son | y: | algunos medicamentos | son las principales causas | pero entonces esto es muy importante | para que el paciente comprenda | que | hoy por hoy | se hace un abordaje integral | para poder encontrar | qué está provocando | la impotencia |

Nos encontramos frente a un todo anatómico, cuya integralidad se resume en la inclusión de los órganos corporales internos, en lo que el sexólogo denomina “respuesta sexual”, o de manera más específica: los procesos de erección/penetración. Un aspecto que merece ser atendido, es el carácter global que asume el funcionamiento de estos órganos. El presentador del programa señala que la respuesta sexual requiere de: “una competencia de un montón de órganos”. La competencia entendida en estos términos, se asemeja mucho al uso que se hace de dicho concepto en el campo laboral, en el que es descrito como el nivel de capacidad requerido para alcanzar un desempeño eficaz en un trabajo determinado. Bajo esta perspectiva, los órganos internos realizan precisamente un trabajo: laboran para el pene. Las competencias de cada órgano responden en el dispositivo sexológico, a un contrato de servicios sexuales de índole genital. La situación puede entonces ser definida de acuerdo con Beatriz Preciado en estos términos: labor sexus est. El trabajo es sexo, o a la inversa, el sexo es trabajo. No obstante el objeto de este trabajo no es satisfacer, sino excitar, poner en movimiento (mettre en branle: masturbar) el aparato somático que regula el ciclo excitación-frustración-excitación (2008: 221).

Por otra parte, en el nivel discursivo de la extra oficialidad, es decir de lo manifiesto no explícito, si partimos de las temáticas establecidas en la agenda del programa, la sexualidad se concentra directamente en lo que denominaremos la dialéctica de la penetración que consiste en hacer del coito heterosexual el fin primero y último de las relaciones sexuales, emplazándolo cual obelisco simbólico de los intercambios eróticos.

En este sentido, se puede afirmar que el umbral de sexualización de la actividad del biohombre, es decir, el valor mínimo que recibe una práctica realizada por éste, capaz de ser identificada como algo sexual, depende de cuán próxima o lejana esté dicha práctica de la dialéctica de la penetración. La razón que prima en el discurso sexológico del programa, implica en primera instancia dirigir su accionar profesional hacia la búsqueda de soluciones para los «males» que le son intrínsecos y en segunda instancia, confiere un cariz jerárquico a la gama de fenómenos de los que se ocupa. La siguiente intervención trata de los problemas de erección. En la misma se puede observar los principales rasgos de dicha lógica:

Sexólogo: (…) lo que se da es | un fenómeno progresivo | que vamos bajando de cuatro a tres | de tres a dos | de dos a uno | que la erección deja de estar señalando hacia arriba | y va disminuyendo el ángulo de la erección | que la erección ya no es tan firme | que ya no funciono bien todas la veces | comienza todo ese ramillete | que antes yo si veía como el pene | hasta temblaba | hacía como una contracción | ahora más bien tengo que provocar yo esa contracción | que el semen ya no pringa | todos esos síntomas | nos hablan de que ya la erección está fallando | pero la erección no falla de manera uniforme | es decir | aun cuando muchas veces consigo una relación sexual | en otras ya no lo consigo | y eso es otro de los criterios | ir viendo como cada vez | se va presentado más frecuentemente | los problemas | para mantener una relación sexual |

En este caso se insiste en que para que la sexualidad sea consumada, es necesaria la presencia de un pene en erección. Los problemas para conseguir/mantener una relación sexual, se indica, surgen cuando la erección presenta “fallas”. En el discurso del programa se configura una isotopía del fallo, es decir, una reiteración semántica que no se fija en las palabras consideradas de forma aislada, sino que se produce como el resultado de relaciones a lo interno del discurso.

Erección: algo más que Fisiología

Dado que en el programa En el punto: de la ciencia al sexo se reproduce la designación de los roles activo/pasivo para hombre y mujer respectivamente, buena parte de los contenidos del programa buscan atender las «deficiencias» de aquel cuya actividad sexual resulta más relevante en esta dinámica heteronormativa, a saber, el bio-portador de un órgano genital específico. Buena parte de los contenidos del programa se centran en la descripción de disfunciones tipificadas por la sexología, que se corresponden de manera paralela con diversos tratamientos ofertados por dicha disciplina. Para comprender la lógica en que se inscriben tales formulaciones, es necesario desconstruir el ideal de masculinidad del cual parten, puesto que su consistencia y en última instancia su verosimilitud, dependen de cuán apegadas estén a este modelo de virilidad. Si hubiese que dirigir una pregunta al saber sexológico por el Ser del biohombre, en la que una facción de su anatomía tuviese que dar cuenta del mismo, la respuesta sin mayor dilación apuntaría al pene.

Se podría con mucha razón estimar exagerado que una pregunta de este tipo fuese así formulada y aún más que se llegue a una respuesta de forma tan expedita. Michel Foucault apuntaba en este sentido que una de las atribuciones realmente genuinas de la cultura occidental, es la de haber hecho del sexo (le sexe), un elemento central para dilucidar la verdad fundamental del sujeto.

Lo importante es que el sexo no haya sido únicamente una cuestión de sensación y de placer, de ley o de interdicción, sino también de verdad y de falsedad, que la verdad del sexo haya llegado a ser algo esencial, útil o peligroso, precioso o temible; en suma, que el sexo haya sido constituido como una apuesta en el juego de la verdad (2005: 71).

La apuesta del discurso sexológico en este juego de la verdad, es esencialmente una apuesta genital. La fisiología del pene más que un descriptor de funciones orgánicas, constituye un predictor de la capacidad sexual del individuo masculino. Como señala Beatriz Preciado (2002: 27):

Los órganos, que reconocemos como naturalmente sexuales, son ya el producto de una tecnología sofisticada que prescribe el contexto en el que los órganos adquieren su significación (relaciones sexuales) y se utilizan con propiedad, de acuerdo a su “naturaleza” (relaciones heterosexuales).

Antes de analizar las instrucciones (requerimientos, peligros y condiciones de uso) que impone esta genitocracia, es importante situar el valor general que tiene esta organicidad dentro del imaginario sexológico del programa. El director del programa nos indica los requisitos que debe cumplir una erección para ser considerada como apta bajo los parámetros sexológicos:

Sexólogo: (…) cuando empezamos en este programa a hablar de la erección | a la gente le sorprendía | le sorprendía el concepto | que siempre decíamos | que la erección tenía que apuntar hacia arriba | hacia las once (...) | ok | apunta hacia arriba | y con ello vienen varios fenómenos | como es que pringue el semen | que la erección es pétrea | que el pene se siente a reventar | que es como poner un brazo tilinte | que son características fundamentales de la erección

En términos generales, estos enunciados describen de forma sucinta lo que a nivel fisiológico se conoce como una erección, que dicho sea de paso resulta bastante próximo a lo que muchas personas en su ámbito cotidiano entenderían por dicho concepto. Ahora bien, es importante puntuar un elemento que escapa a estas evidencias consensuadas y llamar la atención sobre el hecho de que la erección/penetración constituye el eje narrativo del quehacer sexológico y que dicha articulación tiene un peso importante en lo se refiere a la circunscripción de los cuerpos en el ámbito sexual. Como señala Preciado (2002), “hombre” y “mujer” son construcciones metonímicas del sistema heterosexual de producción y reproducción, que obligan a reducir la superficie erótica a los órganos sexuales reproductivos y a privilegiar al pene como único centro mecánico de producción del impulso sexual, reafirmando los estamentos del pensamiento heteronormativo.

Esta circunscripción del espectro corporal del placer en el pene, muestra un elemento común entre sexología y pornografía. El cine porno “practica una fragmentación (nada inocente) de la realidad. Se pasa y se vuelve a pasar del plano general al close up, el primer plano ‛anatómico’ de la intromisión vaginal o anal” (Lenne, 1987, citado por Retana, 2008: 48). Por su parte la ciencia sexual a pesar de mantener un discurso de la sexualidad como un todo, centra sus intervenciones en la respuesta genital -especialmente la masculina-, y en esta medida encuentra su sustancia o materia prima fundamental en un logos recortado, en una especie de pene logos que opera bajo la siguiente dinámica: instauración de un patrón coital normal, tipificación de las anomalías y prescripción de la cura. En la siguiente intervención podemos captar la presencia de los dos primeros tiempos de esta secuencia:

Sexólogo: (…) ahora la publicidad de viagra | está diciendo | erección grado cuatro | es uno | dos | tres | cuatro | que apunta hacia arriba | como apuntando hacia las once | los ciento treinta y cinco grados | esa es la erección firme | una erección donde el semen pringa | no chorrea | una erección que el varón la siente pétrea | dura | intensa | que no se afloja | ese tipo de erección | tiene que acompañar al varón | usualmente en la inmensa mayoría | cuando el varón comienza a sentirse flojo | que la erección no da | que no tiene con qué | que mentalmente tiene ganas pero que el cuerpo no le responde | ya eso | raramente es psicológico

Un aspecto que amerita ser discutido, es el uso de términos tales como “grados” o la comparación que se establece con las manecillas del reloj para aludir a la erección. El uso de este tipo de recursos conllevan a concebir la erección como un proceso mecanizado y preciso, que dada la centralidad del coito en la agenda del programa, constituyen vías yuxtapuestas para la metaforización de la actividad de sexual en su conjunto.

En el resto de la descripción encontramos algunos adjetivos que denotan cierta voluptuosidad, tanto en lo que respecta a su elección, como por el alargamiento vocálico con el que vienen acompañados. Así “pétrea”, “dura” e “intensa”, más que descriptores fisiológicos, constituyen junto con los anteriores trazos de automatización, códigos sexo-genéricos con los cuales cifrar la hetero-masculinidad. El opuesto a dicha norma se materializa en una «flojera» masculina, en la que su portador quebranta las cláusulas del contrato heterosexual; en el momento en que un biohombre “no tiene con qué”, deviene un infractor del mandato coital.

La alusión a Viagra como una fuente pertinente para determinar el “grado” estándar de erección, muestra la implicación discursiva que tiene el programa con el Capitalismo Farmacopornográfico, en “el que el deseo sexual y la enfermedad son producidos y cultivados bajo una misma plataforma: no existen sin los soportes técnico farmacéuticos y mediáticos capaces de materializarlos” (Preciado, 2008: 49). El marketing de la industria farmacéutica constituye un referente que fundamenta el accionar patologizador del programa y como se muestra a continuación, es revestido de un carácter reformador:

Sexólogo: (…) ahora la publicidad | del sildenafil | de viagra | de la pfizer | el creador de la tercera revolución sexual | nos habla de una erección grado cuatro | van | ustedes van a preguntarse por qué sale un signo de hombre con un cuatro | bueno | precisamente por eso | porque | queremos la erección sana | la erección que perseguimos | es esa erección | que | apunta hacia arriba | vea que desafía la gravedad |

La erección, marca Pfizer, no sólo estandariza y normaliza determinados patrones sexuales, sino que hace coincidir dicho modelo con un patrón de salud, cuya instauración es además descrita como revolucionaria. Ubicar un emporio farmacéutico como el responsable de innovaciones y mejoras en las condiciones sociales para el ejercicio de la sexualidad, hace patente la proximidad entre el dispositivo sexológico y el neocapitalismo farmacopornográfico.

Sexólogo: (…) recordemos que viagra | o todas sus similares | lo que te devuelven es | la sexualidad normal |

El canon farmacológico en tanto estructura regulativa de la sustancia bio (entiéndase por ello el cuerpo y su potencial de excitación/excitabilidad), suplementa la ficción biopolítica del macho alfa, instaurando con ello un patrón de normalidad sexual. En este sentido la apreciación del sexólogo resulta ser bastante certera, puesto que Viagra al reinstalar al sujeto en los confines de la virilidad hegemónica, restituye su lugar en el hábitat heteronormativo y le devuelve por tanto la «normalidad». El funcionamiento fisiológico del pene constituye un proceso que adquiere en el discurso sexológico una serie connotaciones que van más allá de la constatación visual a la que permite acceder la anatomía.

La sexualidad como reservorio de la verdad oculta del sujeto masculino, encuentra su localización en el área genital. Dado que el pene en erección es el fundamento farmacopornográfico de la masculinidad heteronormativa, resulta claro por qué la claudicación y la detumescencia constituyen fenómenos amenazantes que son llevados al estatus de patología por la ciencia sexual.

Características de la función sexual del biohombre

Como se indicó anteriormente, la mirada sexológica del programa pone un gran empeño en informar a los televidentes acerca del funcionar de la sexualidad y cuando decimos “funcionar” nos referimos específicamente a la forma como se concibe que deben ejecutarse las prácticas sexuales. Una vía para identificar este principio, es mediante una serie de usos metafóricos presentes en el discurso del programa. Veamos la siguiente intervención:

Sexólogo: (…) el varón | cuando tiene una erección | y cuando se da la penetración | va a través de los movimientos | pene vagina | los movimientos de embestida pélvica | va a desencadenar la eyaculación | con la salida del semen | se acabó | y eso tenemos que entenderlo | se es- | se salió el semen | y se perdió la erección | y hay que darle al pene | así | el pene requiere | de un tiempo | para cargar baterías | un tiempo para recargarse | pero no se debe | no se puede | que saliendo el semen | uno quiera tener otra relación sexual | por qué | porque el varón va a sentir | que la erección es falseada | eso es lo que se llama una erección forzada | y ese varón | que no lo sabe | entonces dice | bueno | ya termine | esta relación | voy con la segunda

En esta intervención se pueden identificar algunas metáforas de procesos fisiológicos que permiten localizar funciones atribuidas a la sexualidad. De esta forma “movimientos de embestida pélvica”, configura lo que llamaremos una metáfora porno-bovina. Esta construcción nos permite situar la imaginería privilegiada por el discurso sexológico. En el argumento de esta fábula pornográfica aparecen dos personajes (uno principal y otro secundario), en la ejecución de un acto taurino: el bio-macho-penetrador enviste a la bio-hembra-penetrada. Esta escena tiene la particularidad de presentar un movimiento de cámara que se focaliza en dos actores distintos a los iniciales: el pene y la vagina, nuevos intérpretes que se convierten en los inquisidores del espectáculo y producen lo que Bruckner y Finkielkraut (1996: 69) denominan un erotismo disciplinario, que desemboca en una pornografía pangenital en la que el cuerpo orgánico es suplantado por órganos sin cuerpo. Esta disposición conlleva importantes implicaciones en el ámbito relacional, pues “en la medida en que el pene se convierte en falo, la sexualidad masculina es responsable de girar entre el dominio sexual asertivo, incluido el uso de la violencia, por un lado, y las ansiedades constantes sobre la potencia, por otro” (Giddens, 2000: 111).

Otra metáfora significativa que aparece en este pasaje, tiene que ver con una visión energética en la que el pene es representado como un artefacto mecánico que funciona mediante cargas eléctricas. Esta lógica sexual debe entenderse en el marco regulatorio de los procesos de producción orgásmica. El periodo de “recarga de baterías” del pene al que se hace alusión, constituye un medio concreto («consumo del voltaje genital») para la consecución de un fin también delimitado: el proceso de manufacturación del orgasmo. A pesar de la presencia de estas importantes metáforas, la figura retórica por antonomasia en torno a la que gira esta intervención, es la sinécdoque, en tanto el coito (una parte), es utilizado para representar la sexualidad (el todo); esta operación que referimos anteriormente como dialéctica de la penetración, establece de forma taxativa la prolongación y el curso que deben tener los actos sexuales.

Dos frases resultan especialmente relevantes en este sentido: 1) “con la salida del semen se acabó” y 2) “no se debe, no se puede, que saliendo el semen, uno quiera tener otra relación sexual”. La idea es bastante puntual, tener una relación sexual consiste en hacer entrar un pene en una vagina, acto que alcanza su apoteosis con la eyaculación; querer practicar cualquier otra forma de erotismo distinto al coital, queda de inmediato descartado en tanto “relación sexual”, lo que quiere decir que bajo los parámetros sexológicos esgrimidos en el programa, este tipo de prácticas podrían efectivamente tener lugar, pero con un otro estatus, distinto al de una relación sexual. Esta fragmentación conlleva otro tipo de implicaciones que pasaremos a analizar en la siguiente intervención:

Sexólogo: (…) ese segundo | acto sexual | requiere de unos cinco | diez | quince minutos | para que nuevamente el pene tenga la energía | de conseguir una erección | potente | porque si no se dan unas erecciones debiluchas | que a veces | óigase que increíble | ese varón fuerza la penetración | y el no quiere sacar el pene | porque sabe que si lo saca | no lo puede meter | porque el pene está tan débil | que lo tiene que dejar ahí queditito | y hace pequeños movimientos | simulando una buena embestida pélvica | pero en diminuto | porque | el pene no le da la firmeza |

De lo anterior se colige que la sexualidad pasa a formar parte de las ciencias económicas, en la que su objeto bursátil son los ciclos efectivos de penetración pene/vagina y su moneda cambio -símbolo pecuniario para saldar las transacciones coitales-, los mililitros de semen expulsado. En función de este estado de la cuestión, resulta no sólo asequible sino también razonable el que una persona haga una afirmación como la siguiente: “el día de hoy tuve 1, 2, 3 o más relaciones sexuales”, para referir el número de veces que su pene eyaculó dentro de una vagina, o bien la cantidad de veces que su vagina recibió la eyaculación de un pene. De esta forma, el semen se cotiza al alza en el mercado masculino de valores, en donde el saber sexológico se convierte en el fiduciario que administra y maximiza los beneficios de esta simbólica contractual.

De acuerdo con Preciado (2002: 22), “el sistema heterosexual es un aparato social de producción de feminidad y masculinidad que opera por división y fragmentación del cuerpo: recorta órganos y genera zonas de alta intensidad sensitiva y motriz”. En este sentido el discurso del programa contribuye a reforzar la ecuación de naturaleza ergo heterosexualidad, en la medida en que instaura una jerarquía de las partes del cuerpo a las que se asigna roles cual si fuesen rasgos congénitos, que invita a que cada sujeto se convierta en el gestor económico de sus intercambios sexuales.

La descripción de lo que a nivel del discurso sexológico se concibe como el acto sexual, prefigura una determinada performance de la masculinidad que privilegia algunos códigos semióticos y descarta otros. A continuación se presenta una lista de pares opuestos, que muestran el perfil del biohombre que favorece el programa, basados en la anterior intervención:

  • debilucho - potente

  • apaciguado - enérgico

  • embestidor deficiente - buen embestidor

  • flojo - firme

  • simulado - auténtico

  • queditito - dinámico

Los rasgos de la columna derecha representan el ideario sexológico del programa, el punto de referencia del que parten sus prescripciones clínicas y pedagógicas y que indican que el biohombre debe exhibir tales características para tener una sexualidad normal. Por otra parte, la columna izquierda muestra las características contrarias, aquellas identificables con una actividad sexual patológica que debe ser corregida, a riesgo de no permanecer en el terreno de la disfuncionalidad. Cabe remarcar como esta tipología extraída del discurso de una disciplina científica, resulta bastante próxima a los valores de masculinidad que se manejan a nivel popular, por lo que es importante reparar que existe una posible relación de intercambio/reciprocidad entre el discurso experto y las concepciones generalizadas a nivel social, que convendría problematizar en estudios posteriores.

Las disfunciones sexuales

La sexualidad es un objeto sobre el cual recaen innumerables discursos, en particular “en Occidente contamos con una medicalización de la sexualidad en sí misma, como si ella fuera una zona de fragilidad patológica particular en la existencia humana. Toda sexualidad se expone a estar enferma y a inducir enfermedades de forma infinita” (Foucault, 2001b: 235). La patología sexual es un objeto privilegiado por el dispositivo sexológico, pues en ella se centran sus intervenciones “remediales". El sujeto que acude al consultorio sexológico debe someterse a un examen minucioso de su cuerpo y de las trayectorias emprendidas por este:

Copresentadora: mauro | ¿qué es lo que sucede en una consulta | cuando un varón llega por un problema de impotencia? |

Sexólogo: (…) le vamos a preguntar muchos detalles | de su vida sexual | entre ellos | eh: | edad de primeras relaciones sexuales | con cuantas personas ha tenido relaciones sexuales | que son algunos parámetros para enfocar | si ha tenido algún otro contacto sexual además de su pareja habitual | ese tipo de datos | pero fuera de esos | la inmensa mayoría de la información | es estrictamente médico | ardor al orinar | pereza y cansancio | dolor de piernas | dolor al nivel de los testículos | levantarse a orinar en la noche | ardor o dolor cuando sale el semen | disminución del calibre del chorro | palpitaciones | falta de aire | dolor de cabeza | mucha sed | mucha hambre | mucha orinadera | estamos hablando de síntomas | que nos van a orientar | con la posible causa |

Las prácticas sexuales se constituyen en “parámetros para enfocar” el lente médico que visualiza la ausencia de normalidad. El escrutinio anatómico detallado pretende aislar el punto de origen, la causa primigenia de la distorsión del funcionamiento sexual del individuo. En este sentido, Foucault señala que la mirada médica abierta sobre las cualidades del cuerpo, se vuelve atenta por necesidad a todas sus modulaciones y señala a su vez que de una manera paradójica, el desciframiento de la enfermedad en sus caracteres específicos, se apoya en una forma matizada de la percepción, que no se dirige sino a los individuos (2001a: 32).

Las disfunciones constituyen un componente esencial dentro del dispositivo sexológico que suplementa la conformación del carácter bio de las ficciones somato-políticas llamadas hombre y mujer. Todo lo que apele a un carácter biológico está revestido por una naturalidad que permite establecer un marco de entendimiento a partir del cual aprehender la sexualidad del sujeto y es en esta línea que Preciado afirma que esgrimir rasgos anatómicos o bioquímicos para fijar identidades sexuales, constituye un acto eminentemente cultural (Preciado, citada por Amela, 2008). De la misma forma en que los datos caracterológicos hombre/mujer se vuelven realidades tangibles e incuestionadas, las funciones/ disfunciones que son adscritas a sus prácticas eróticas devienen datos objetivos.

La visualización discursiva de la disfunción sexual, constituye la base racional para el reconocimiento estereotípico del individuo insano que, retomando un planteamiento de Sander Gilman (1998: 48), hace que este reconocimiento escópico esté basado más en la construcción de la imagen del enfermo, que en la patología en sí misma. A continuación repasaremos concretamente la manera en que se dirige la mirada sexológica sobre los biocuerpos codificados como masculinos4, partiendo de las disfunciones específicas que son descritas en el programa.

Impotencia

La impotencia sexual constituye un tipo de anomalía ampliamente utilizado por la sexología, cuya modulación discursiva permite vislumbrar el accionar mecanizado de una axiomática del goce en que la genitalidad masculina funge como eje organizador del placer. Para que la invención de patologías sea efectiva, es menester visibilizar su magnitud:

Sexólogo: (…) hay problemas muy frecuentes en materia sexual | en realidad | la frecuencia de la impotencia es muy grande | los problemas de erección | asechan | persiguen al hombre | es parte de un temor | del que ningún varón le gustaría | participar | es decir | saber que puedo fallar | se le l- | el desempeño sexual es muy importante para el hombre | pero además de que es muy frecuente | es que | es traumático

“Persecución” y “asecho” no son rasgos exentos de implicaciones, pues el éxito que pueda tener la popularización de un “trastorno” radica en buena parte en el hecho de que sea percibido como una anomalía objetiva, que transite con facilidad del ámbito de la posibilidad a la realidad y es en este sentido que la elección de tales vocablos constituyen la materialización de lo que podríamos llamar: la peligrosidad sexual latente. Existe una enunciación del temor a la impotencia como un elemento común del bio-sujeto codificado como hombre, que no es meramente descriptiva (ni mucho menos crítica), sino que valida al tiempo que enuncia y refuerza al tiempo que previene. El temor es presentado como una respuesta tautológica frente a la contingencia «natural» pero indeseable que vendría a ser un desempeño sexual «errático».

Sexólogo: (…) para el hombre occidental | la erección | es parte | fundamental de su autoestima | y entonces | si se falla en la erección | se genera una verdadera reacción de temor | ante una falla | si constantemente fallamos | o si ya tenemos el miedo de fallar | el varón puede hasta quedarse ausente de un vínculo | que | o de una relación sexual | que enfrentar este problema | es decir | para el hombre costarricense | el hombre occidental | no sólo es la frecuencia | sino el temor que le produce | el tener una falla sexual | es vergonzoso | es traumático | es frustrante | es eh | te invalida como hombre | óigase bien | para muchos varones ese el concepto | ya dejas de ser hombre | y pierdes parte crucial y fundamental | que define para muchos | su masculinidad |

En este fragmento se discute por un lado cómo la erección tiene un rol fundamental en la autorepresentación que los biohombres tienen de sí mismos, hablando incluso de la influencia que ejerce el machismo, no obstante la solución (enfrentamiento del “problema”), no supone un cuestionamiento de la supravaloración del pene como metaestabilizador de la virilidad, por el contrario, “enfrentar” supone efectuar los cambios que sean necesarios para poder acoplarse a los estándares varoniles hegemónicos. En este sentido, la crónica del dispositivo sexológico podría sintetizarse diciendo que el nivel de erección es un calibrador del ser-masculino, sujeto a cualificaciones de rendimiento.

Sexólogo: (…) hoy en realidad queremos entender la impotencia | como todo lo que dificulte | una muy buena erección | pero no cabe duda que | la | l- | los | problemas de erección ya se engloban dentro de esto de la impotencia | me hablan de un futuro | cercano | o a medio plazo | en el que puedo estar fallando

Desde este enfoque sexológico lo que se entiende por erección problemática se refiere al incumplimiento de una normativa masculina que se convierte en un tipo de falla que no es sólo orgánica, sino también social y en este sentido la impotencia es el signo consumado de la incompletud viril. En el programa se da además una construcción discursiva del biohombre cuyas capacidades eréctiles lo hacen inmune a una serie de contingencias ambientales, que por el contrario afectan a aquellos individuos que se desmarcan del canon coital sexológico.

Sexólogo: (…) una impotencia | rara | pero muy rara vez la produce el estrés | el estrés puede propiciar | una falla en la erección | eventual | es decir | el individuo que | eh | vamos | después de un día realmente | lleno de trabajo | y que además tuvo noticias desagradables | y que además trasnochó | a lo mejor andaba con hambre | y pongámosle más ingredientes | y que tenía migraña | y que además | y además | y además | ok | bajo toda esa perspectiva | puedo tener una leve | falla en la erección | óigase bien | después de un día de esos de locos | eventualmente | y digamos que una vez cada seis meses | o cada año | esto explicaría | una falla || momentánea | transitoria y pasajera de la erección

El presentador recurre a un procedimiento retórico de acumulación, en el que cada una de estas desfavorables circunstancias, conforma un cúmulo negativo, que a pesar de la magnitud hiperbólica con la que es presentado, conlleva un efecto inocuo frente a lo que debería ser el funcionamiento natural del biohombre. La reiteración que introduce la partícula “además” refleja una imagen de entereza de lo masculino, de la que se desprende que cualquier tipo de contrariedad resulta intrascendente cuando se trata del rendimiento sexual que exhibe un “auténtico” biohombre; cualquier “desliz” en tales condiciones, sólo podría ser atenuado de forma momentánea, transitoria y pasajera, en tanto dicha “inadecuación” está en diametral oposición con la naturaleza genital avalada por la doctrina sexológica.

Ahora bien, cuando la focalización del lente recae en individuos que no se acoplan a este ordenamiento, de lo que se trata no es simple y llanamente de los grados de inclinación que alcanza un pene, los efectos de esta medición van más allá de un registro numérico y pasan a ser definitorios de la adscripción a un estatus de virilidad legítima. De acuerdo con Foucault, una vez efectuado el pasaje de los registros falta/pecado y exceso/transgresión, al régimen normal/patológico “por primera vez se define una morbilidad propia de lo sexual; aparece como un campo de alta fragilidad patológica: superficie de repercusión de las otras enfermedades, pero también foco de una nosografía propia, la del instinto, las inclinaciones, las imágenes, el placer, la conducta” (2005: 85). A esta lista habría que agregar el potencial coital, o nivel de verticalidad alcanzado por el pene como una nueva fuente de patología sexual.

Sexólogo: (…) la impotencia va a ser la enfermedad del siglo veintiuno | porque va a dejar de ser una enfermedad que ataca después | de muchos años de descuido corporal | como antes creíamos | y sino | más bien | que va a ser una eta⸝| una enfermedad que ataca muy temprano

La sexología ubica la actividad genital en una relación fundamental entre el sujeto y su sexo, que tal y como se indica en la intervención anterior, debe ser auscultada desde etapas tempranas de la vida. Afirmar que la impotencia va a ser la enfermedad del siglo veintiuno, constituye una aseveración que tiene implicaciones de gran importancia y que sintetizan por demás el discurso del programa en torno a esta entidad nosológica.

Eyaculación precoz

El dispositivo sexológico ejerce un control de la sexualidad masculina centrado en la actividad genital, en donde la potencia exhibida (medida a través de un tamiz del nivel de erección), es un aspecto de gran importancia. No obstante, este sistema de administración de la calidad sexual no es únicamente vigilante del correcto funcionamiento de ese instrumento prefijado de goce que vendrían a ser los genitales masculinos, sino también de la buena gestión de sus recursos. El control del fluido espermático tiene una posición preponderante para el dispositivo sexológico que no es ajena al abordaje del programa:

Sexólogo: (…) hay otro trastorno que no es la impotencia | que es muy común | que es cuando la eyaculación | cuando la salida del semen | ocurre muy rápido | cuando ocurre muy temprano | cuando ocurre tan rápido que no le permite a la mujer disfrutar | que también genera mucho bochorno en el varón | y estamos hablando de una eyaculación precoz |

En esta intervención se parte de varios elementos que apuntan a una concepción determinista de la sexualidad y de los cuerpos que intervienen en ella. La construcción del trastorno médico parte de la idea de que existe una función correcta y normal, fuera de cuyos márgenes se entra en el terreno de la inadecuación, es decir, de la enfermedad. La duración de la salida del semen durante el coito, constituye el elemento sobre el cual dirimir la presencia o ausencia de patología. Sin duda se vuelve pertinente plantear algunas preguntas, tales como: ¿qué define un lapso de tiempo normal de coito previo a la eyaculación?, ¿a partir de que operación silogística se puede determinar la idoneidad de este intervalo?, y ¿en función de qué operación determinados periodos temporales pasan a ser trastornos?

El biohombre se encargará de hacer llegar el placer mediante la actividad coital a la biomujer, que indiscutiblemente se encontrará apresta a recibirlo. La ecuación se fractura cuando el primero no cumpla su deber, asumiendo una doble responsabilidad sexual, a saber, la incapacidad de mostrar su entereza masculina -medida en función del tiempo efectivo de penetración-, y la de no proveer el placer a quien debe recibirlo. La construcción del trastorno está acompañada de una serie de contraindicaciones que es necesario seguir para alcanzar una adecuada «curación». De esta forma el director del programa nos advierte los requerimientos imprescindibles que debe seguir aquel que quiera corregir esta mala disposición de la función viril:

Sexólogo: (…) recordemos los requisitos | cuando una persona tiene una eyaculación precoz | necesitamos tres cosas para poderlo ayudar | uno | que tenga tiempo | dos | que tenga privacidad | y tres que tenga una pareja con buen método anticonceptivo

Los requerimientos señalados anuncian algunas características del orden sexual que subtiende el programa, así como de los intrínsecos procedimientos paliativos para que este orden y valga aquí el pleonasmo: esté realmente «ordenado». La “enfermedad” del biohombre que comprende la expulsión pronta del fluido espermático, requiere para su curación de tiempo y dedicación, así como de una sexualidad en pareja de carácter privado, que se practique con una biomujer suplementada con un buen método para el control natal. En la siguiente intervención se ahonda más en este último punto:

Sexólogo: (…) al final siempre vas a necesitar una pareja | por eso cuando un varón nos dice | bueno yo no tengo con quien tener relaciones | uno lo estudia | le hace una serie de exámenes | y luego lo manda a buscar pareja | y que se haga de una buena mujer para que me lo acompañe | en todo ese proceso |

Nos encontramos así con una macro visión de la sexualidad como una práctica eminentemente privada, monógama, heterosexual y genitalizada. De modo que prácticas sexuales en espacios públicos, entre grupos con más de dos integrantes, entre personas sexualmente diversas o entre quienes practiquen formas de placer en que no prime lo genital, son de plano excluidas de este ordenamiento. En este sentido, la eyaculación precoz como invención biopolítica del dispositivo sexológico, hace coincidir sus prescripciones con un ideario patologizador que va más allá del establecimiento de un timing para la salida del semen, entrelazándose con múltiples focos de normalización de la sexualidad.

El bio-varón que llega a la consulta sexológica por motivo de «deficiencias» en sus periodos eyaculatorios, debe una vez superada la etapa de laboratorio en que se lo estudia y se le practican exámenes, iniciar una fase de exploración de su hábitat natural hasta encontrar una bio-hembra que le permita -cual terreno de experimentación y/o ungüento curativo-, acoplarse a los parámetros necesarios para afrontar las exigencias polutivas de su Reino. La pareja (entiéndase por ello: mujer), es un componente más para la implementación de una ortopedia sexológica, cuyo acometido último es maximizar la potentia gaudendi masculina, es decir la potencia, actual o virtual de excitación total de un cuerpo (Preciado, 2008: 25), entendida como el signo inequívoco de la presencia del macho-alfa, ostentador y dador del goce.

Conclusiones

En este artículo, a partir del análisis de las prescripciones, recomendaciones, advertencias y exhortaciones en torno al «funcionamiento sexual» del biohombre, fue posible determinar qué se entiende objetivamente por sexualidad, en el programa En el punto: de la ciencia al sexo. En dicho programa, a pesar señalarse en reiteradas ocasiones que la sexualidad es una actividad compleja en la que intervienen diversos factores, el grueso de las intervenciones se decanta por la actividad coital, haciendo de la misma una suerte de obelisco o sitial solemne, conformando así lo que hemos denominado la dialéctica de la penetración.

Esta centralidad de la penetración pene → vagina, conlleva un tratamiento minucioso del accionar genital bio-masculino (características de la erección, frecuencias, desempeños, etc.), performando los rasgos del macho alfa tradicional. En términos generales, la sexualidad del biohombre es inscrita en el programa en una axiomática heteronormativa de los rendimientos, que resulta esencial en su apuesta por un plegamiento estrictamente «viril» de la subjetividad.

El discurso sexológico delimita la inaceptabilidad de las diferentes formas de vinculación sexual a las que puede acceder una persona. En muchos casos la forma en que operan este tipo de demarcaciones no parte de una enunciación explícita en la que se afirme por ejemplo que la sexualidad no monogámica sea anormal, no obstante el hecho de que el grueso de las intervenciones, recomendaciones, técnicas y paliativos aludan a la monogamia como lo “normal” o lo “esperable”, implica otorgar a esta cualidad un estatus privilegiado que a su vez desnaturaliza su contrario. El coito por su parte se convierte en un meta-estabilizador de la sexualidad, la introducción del pene en la vagina de acuerdo a unos parámetros rítmicos de intensidad y de frecuencia, supone un requisito esencial para certificar la idoneidad de la función sexual del biohombre, que por un mero efecto colateral alude a la biomujer, convertida por demás en el objeto sexual naturalizado del biohombre.

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2Este otro tipo de entrecomillado « » se utiliza en frases o palabras que el autor busca resaltar con el acometido de poner en cuestión determinados conceptos o nociones que a su criterio se tienden a asumir como verdades esenciales o naturales.

3El uso de la partícula bio que se agrega aquí, trata de evidenciar el carácter performativo tanto del género como del sexo. Se busca además partiendo de la propuesta teórica de Beatriz Preciado, evidenciar la pretendida naturalidad y el carácter supuestamente estable de dato biológico, mostrando la influencia que ejerce la cultura en su determinación última.

4Las disfunciones, entendidas en el programa como fallas en el desempeño sexual, se centran en el biohombre, en gran medida porque éste, dentro de esta lógica heteronormativa, es el encargado de «hacer funcionar bien las cosas».

Recibido: 04 de Marzo de 2013; Aprobado: 29 de Agosto de 2015

☆ Daniel Fernández-Fernández. Estudiante de la Maestría en Lingüística en la Universidad de Costa Rica. Graduado en Psicología por la Universidad de Costa Rica; funge como docente en dicha Universidad para la carrera de Psicología, así como en el Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Nacional, en donde además se ha desempeñado como investigador. Miembro del Comité Editorial del Cuaderno de Psicoanálisis Claroscuro de la École Lacanienne de Psychanalyse en Costa Rica, así como del Colectivo Costarricense de Psicología de la Liberación. Correo electrónico: danielfernand@gmail.com

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