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Desacatos
versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X
Desacatos no.39 Ciudad de México may./ago. 2012
Saberes y razones
Conocimiento y uso de las plantas medicinales en la zona metropolitana de Guadalajara*
Knowledge and Use of the Medicinal Plants in the Metropolitan Area of Guadalajara, Mexico
Javier E. García de Alba García1, Blanca C. Ramírez Hernández2, Gilberto Robles Arellano3, Julia Zañudo Hernández4, Ana L. Salcedo Rocha5 y Javier E. García de Alba Verduzco6
1 Unidad de Investigación Social, Epidemiológica y de Servicios de Salud, Instituto Mexicano del Seguro Social, Guadalajara, México javier_91046@yahoo.com
2 Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco, México bramirez@cucba.udg.mx
3 Unidad de Medicina, Bomberos y Protección Civil de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco, México groblesare@hotmail.com
4 Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco, México jzanudomx@yahoo.com.mx
5 Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco, México analeticia_salcedorocha@yahoo.com.mx
6 Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco, México javierdealba@gmail.com
Recepción: 21 de febrero de 2011
Aceptación: 15 de abril de 2011
Resumen
Se destaca el conocimiento popular de "herbolarios, hierberos, yerberos o yerbateros" sobre las plantas medicinales utilizadas en mercados de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), en comparación con estudios fitoquímicos. Se rescatan datos sobre la práctica médica herbolaria con técnicas de antropología cognitiva. Las especies más utilizadas son: árnica, cuachalalate, tila, gordolobo, salvia, cola de caballo y boldo. Los resultados demuestran que existe consenso sobre las plantas medicinales que se usan, su efectividad y la conveniencia económica en contraste con las medicinas de patente. Se enfatiza la importancia de la comprensión del uso y significado de la enfermedad, y de la adquisición del conocimiento a través de generaciones por parte de los hierberos como un patrón de conocimiento cultural.
Palabras clave: plantas medicinales, consenso cultural, hierberos, Zona Metropolitana de Guadalajara, etnobotánica.
Abstract
This research emphasizes the popular use given to medicinal plants utilized by herbolarios, hierberos, yerberos or yerbateros in some markets of the Metropolitan Area of Guadalajara, as compared through phytochemical studies. Cognitive anthropology techniques were applied to compile data about medical herbal practices.The species used more often are: árnica, cuachalalate, tila, gordolobo, salvia, cola de caballo, and boldo. The results revealed the existence of a cultural consensus on the use of medicinal plants, their effectiveness and their economic benefit against the patent medicines. The importance of understanding the use and the meaning of the disease and the acquisition of knowledge among the hierberos generations is emphasized as a pattern of cultural knowledge.
Keywords: medicinal plants, cultural consensus, hierberos, metropolitan area of Guadalajara, Ethnobotany.
INTRODUCCIÓN
El uso de medicinas alternativas como las plantas medicinales y los suplementos dietarios ha sido una práctica tradicional que no ha caído en desuso (Barthelson et al., 2006: 566574). Se estima que 80% de la población mundial depende de remedios herbolarios tradicionales y que al menos 35 000 especies vegetales presentan potencial para uso medicinal (Annan y Houghton, 2007: 141-144). La gran diversidad vegetal y la amplia riqueza cultural de México han favorecido el aprovechamiento de las plantas con fines medicinales desde épocas prehispánicas (Martínez, 1996). Este patrimonio cultural se ha transmitido de generación en generación, de manera que algunas costumbres subsisten y son ejercidas de manera cotidiana, tanto en áreas rurales como urbanas (Bye y Linares, 1987: 200-230; Campos, 1993; Yeh et al., 2003: 1277-1294). Estas prácticas médicas permanecen vigentes debido a que, entre otras cosas, los tratamientos tradicionales están basados en la enfermedad como es concebida dentro de su cultura, por lo que es pertinente percibir el tratamiento tradicional como un aspecto integrado en ella (Ryesky, 1976).
En México existe una extensa variedad de tratamientos fitoterapéuticos que forman parte de la herbolaria tradicional mexicana. Soportada por aproximadamente 4500 especies, ésta ocupa el segundo lugar a nivel mundial en el número de plantas medicinales registradas (Martínez, 1996; Barragán, 2006). Tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo, el uso y la comercialización de fitofármacos y productos naturales con fines medicinales muestran un crecimiento acelerado en los últimos años (Chávez y Roldán, 1994), lo que se evidencia con el aumento significativo en la demanda mundial por estos productos. También se ha comprobado que algunas plantas que se utilizan con fines medicinales tienen principios activos que se emplean para la elaboración de fármacos comerciales (Estrada, 1989: 43-46; Méndez, 2000: 5). El objetivo de este trabajo es hacer una revisión del conocimiento popular y científico del uso de las plantas medicinales consumidas con mayor frecuencia en los principales mercados de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). La importancia de realizar este trabajo radica en el reconocimiento cultural y fitoquímico de la medicina tradicional, que aportará elementos para el aprovechamiento de este recurso. Dadas las condiciones de la cobertura de salud, la medicina tradicional es una alternativa viable que representa al mismo tiempo una herramienta para el equipo de salud y para los usuarios.
METODOLOGÍA
Este trabajo parte de una reflexión teórica-metodológica que pretende comprender procesos, más que explicar asociaciones causales. El objetivo establecido fue la base para entender el uso y el conocimiento popular de las plantas medicinales, que complementa el conocimiento producido por investigaciones fitoquímicas y/o clínicas. Se utilizaron técnicas cualitativas para rescatar los datos opiniones, conceptos, creencias, conocimientos, actitudes obtenidos de los informantes acerca del proceso de la práctica médica herbolaria. Se aplicó un cuestionario semiestructurado y semidirigido (Babbie, 1988) que ofreció la ventaja de que los informantes respondieron con temáticas similares, de manera que el análisis de los datos se manejó bajo una misma pauta. Las preguntas de dicho instrumento no fueron restrictivas, ya que la técnica empleada fue la entrevista semiabierta (véase Anexo 1), misma que sirvió como guía. En las preguntas se incluye una de lista libre, que consiste en solicitar la enumeración de las plantas vendidas con más frecuencia en la ZMG. Este recurso es básico para el enfoque de consenso cultural de la antropología cognitiva y con ayuda del programa Anthropac® (Borgatti, 1992) pudimos conocer la estructura del dominio semántico de ciertos conceptos, el nivel de conocimiento compartido y la singularidad de este conocimiento como modelo cultural al cuantificar su variabilidad y su relevancia. El índice de relevancia de Smith, que se basa en la frecuencia de mención y el orden de aparición de cada concepto, asume que aquellos que son mencionados primero y con mayor frecuencia son los de mayor importancia para el entrevistado (Nchang, 2007: 1353). La fórmula para calcular el índice de relevancia de Smith, adoptada por Stephen P. Borgatti en el Anthropac®, es:
Sj= l ri / nl; S = nrj / nl
Donde rj es la posición de aparición del concepto j dentro de la lista y n es el número de veces que el concepto j se encontró en la lista. Por último, n es el número de conceptos que hay en la lista. El índice de relevancia general es el promedio del índice de relevancia para cada concepto según cada informante. Debido a que nos abocamos a estudiar el proceso de la práctica herbolaria tradicional, decidimos circunscribir este trabajo a los principales mercados de la ZMG registrados como uno de los puntos primordiales de distribución del recurso (Herrera, 1992), además de que representan una fuente de información y un espacio social de conocimientos y saberes tradicionales sobre plantas medicinales (Martínez Moreno et al., 2006: 79-80). Si bien existen otros espacios de distribución y venta de productos herbolarios, se procuró mantener uniformidad en el universo de trabajo, de modo que el estudio se realizó en sitios públicos y representativos de la ZMG, como el Mercado Libertad y el Mercado Corona de la ciudad de Guadalajara, y los mercados municipales de Tonalá, Tlaquepaque y Zapopan. Otras fuentes de obtención de plantas medicinales de uso frecuente son las tiendas de productos naturistas y farmacias de genéricos, el cultivo para uso personal o familiar y la colecta directa. Plantas que tienen uso culinario como el nopal y el joconoxtle pueden obtenerse en otros sitios de abasto.
Hombre con cola de caballo, 2012.
En lo que se refiere a los informantes, nos apoyamos en los yerbateros, yerberos, herbolarios o hierberos, personas que se dedican a la colecta y producción de hierbas y plantas medicinales y que comercian con ellas con un fin fitoterapéutico bajo el supuesto de que tienen una mayor competencia y dominio cultural sobre la utilidad y aplicación de las plantas medicinales (Pérez, 1982; Rodríguez et al., 1989: 59-64), además de considerar que estos acto-res proporcionarían información más puntual en lo que respecta a las plantas más vendidas y por tanto de mayor utilización. Los criterios de inclusión fueron: 1) expendedores mayores de edad de plantas medicinales de los mercados Corona, Libertad San Juan de Dios, Tlaquepaque, Tonalá y Zapopan; 2) tener un establecimiento fijo; 3) experiencia de más de tres años vendiendo plantas medicinales y mínimo seis meses en ese puesto anteriores e inmediatos al estudio, y 4) participar de forma voluntaria.
RESULTADOSY DISCUSIÓN
El estudio de las plantas medicinales no tiene como único cometido el enfoque botánico, sino que debe retomar los aspectos culturales gracias a los cuales se han acumulado estos conocimientos. Un elemento relevante en torno al uso de las plantas medicinales es la conjunción de la experiencia de la tradición y el conocimiento científico. Es importante señalar que el eje de esta investigación es la comprensión cultural de la terapéutica herbolaria, de forma tal que el enfoque fenomenológico respalde teóricamente las interpretaciones subjetivas de los herbolarios, las cuales se emiten bajo un contexto cultural. Para demostrar la efectividad de los medicamentos vegetales recurrimos a explicaciones fitofarmacológicas, así que la relación entre propiedad medicinal y significado cultural queda evidenciada y justificada. Para este fin la metodología cualitativa, llevada a efecto con las técnicas ya descritas, se seleccionó como la más adecuada, puesto que permite indagar el significado, el conocimiento y las actitudes relacionadas con el uso de la terapéutica herbolaria, de modo que la comprensión subjetiva subyacente a esta investigación sea tratada de una forma científica, en particular en el ámbito de la salud pública. En este apartado se reportan los cuestionamientos del Anexo 1, concebidos como pertinentes para contestar las preguntas de investigación.
Se incluyeron las respuestas de ocho informantes considerados clave a partir de los resultados de las encuestas aplicadas y según los criterios de inclusión del estudio, principalmente el tiempo que se han desempeñado como expendedores de plantas medicinales que prescriben a sus clientes y cuyo modus vivendi es la herbolaria. Partimos de la idea de que estos informantes agrupan conocimientos herbolarios de toda una comunidad (Harris, 1974; Martínez et al., 2006: 79-80) y, siguiendo a Weller y Rommey (1988: 69-79), conforman una muestra suficiente para detectar un mínimo de 25% de acuerdo con 85% de validez en términos de consenso cultural.
Una proporción de 62.5% de los entrevistados fueron mujeres y 37.5%, hombres. Sus edades fluctuaron entre los 22 y los 65 años, con promedio de 32 años. La escolaridad de 25% de los entrevistados fue de secundaria, 25% contaba con educación primaria y 50% carecía de estudios. De las personas entrevistadas, 75% nacieron en la ciudad de Guadalajara y 35% en poblaciones del estado de Jalisco. La mayoría de los informantes aprendió el uso de las plantas medicinales porque es un negocio familiar y sus padres o abuelos les transmitieron esos conocimientos. En general se menciona a un solo sujeto como la persona que enseña, que no sólo distribuye las plantas, sino también "cura o receta". Por otro la-do, 62.5% de los entrevistados aseguraron que, además de las enseñanzas familiares, aprendieron de libros. Este esquema concuerda con la teoría de la fenomenología, que postula que el mundo en que nos desenvolvemos fue creado por nuestros predecesores y nos es dado para experimentarlo e interpretarlo, lo que se revela en la sucesión de los antepasados en este tipo de tradición familiar: observan, experimentan, aprenden, finalmente aprueban y continúan con la tradición.
Los entrevistados confirmaron lo reportado sobre la transmisión del conocimiento de la medicina tradicional de generación en generación (Acosta, 1993) y lo propuesto por Schutz, quien plantea que nos encontramos en un mundo previamente estructurado (Ritzer, 1993: 263-297), al exponer entre los motivos para vender plantas medicinales haber "heredado" esta tradición, la cual se practica hasta adquirir la experiencia suficiente para poder ejercerla:
Me dedico a vender plantas medicinales porque mi madre me enseñó desde pequeña y porque es muy satisfactorio poder ayudar a la gente y que las personas me busquen para que las cure de sus males. Me enseñé con mi madre, de estar observando lo que ella realizaba. Le preguntaba sobre la utilidad de cada planta y no estudié en ningún libro. Me enseñó a reconocerlas y conocer todos los nombres de cada una y utilizarlas para curar las enfermedades. Comencé a practicar en San Juan de Dios con mi madre desde los ocho años, le ayudaba a poner los nombres a las plantas y comencé a recetar a los 16 años. Tardé 12 años en aprender bien porque son cientos de plantas y cada una de ellas tiene de cinco a ocho nombres (entrevista).
Ayudar a la gente lleva implícito el beneficio de poder "extraer medios en la vida o de seguir trabajando". De esta manera la herbolaria se presenta como un patrón de conducta cultural. Con base en las respuestas se infiere que la herbolaria representa un tratamiento natural y efectivo, que proporciona una manera de saber qué enfermedades se padecen y cómo curarlas, lo que indica que es una práctica terapéutica aprobada por los usuarios. Al mismo tiempo es un modo de mantener la identidad como pueblo, hace evidente una forma de poder y autoridad que se manifiesta en el dominio de la naturaleza conocimiento de los nombres y propiedades de las plantas para uso medicinal y de la salud-enfermedad del individuo, sobre los demás y sobre sí mismos, como herbolario y como comprador según la percepción de los herbolarios, 75% de los compradores sabe qué va a adquirir, es decir, la gente ejerce el poder del conocimiento al aplicar una terapéutica para sus problemas de salud, como una forma de autonomía sobre su propia idiosincrasia:
La mayoría de las personas llega y pregunta por una planta, y ya uno mismo les dice con qué combinar esa planta para que les sirva mejor. Es poco frecuente que vengan a preguntarme qué tomar para aliviar alguna enfermedad (entrevista).
Puede deducirse a su vez que la mayoría de las personas que acuden a estos expendios "son gente de escasos recursos": "bueno, viene de toda, pero más que nada de escasos recursos, viene como un 80% de escasos recursos y la demás es de más recursos" (entrevista). Entre las explicaciones sobre cómo y por qué curan las plantas, algunos informantes expresaron que tienen "propiedades curativas" y que son un producto natural, aunque la respuesta generalizada fue que curaban por cuestión de fe, es decir, se palpa la propuesta de que el proceso salud-enfermedad es considerado como un acontecimiento cultural, en el que la relación hombre-medicina tradicional es mediada por el conjunto de creencias, valores y signos propios de la cultura de la que forma parte (Rodríguez et al., 1989: 59-64).
De aquí se saca la medicina, tiene sus propiedades curativas cada planta. También influye mucho la fe de la persona, en todo, hasta en el mejor doctor, si tú le pones fe, si no está tu fe de por medio lógicamente te vas con la desconfianza. Se programa, se bloquea, mentalmente se bloquea uno si no le tiene confianza a su médico. La enfermedad es una cosa que viene por la edad de uno, una descompensación del organismo que viene por su edad, la misma palabra lo dice: enferme-edad, enfermedades según la edad de la persona. Es la descompensación que tiene en el organismo, que muchas veces se descuida por el ritmo de vida que lleva uno, por la alimentación que lleva uno también, es psicológica también (entrevista).
Lo anterior nos lleva a reflexionar en torno a cómo es entendida la enfermedad en nuestro sistema hegemónico de "medicina curativa" y, por ende, respecto de la forma de recuperar la salud. El ajuste entre la medicina tradicional y la postura oficial ocurrirá en la medida en que se revalore el legado cultural de la medicina tradicional para incorporar sus saberes en la práctica médica (Bodeker, 1994: 5-16; Viesca, 1992, 1993). En este sentido es de destacar la propuesta de Lozoya (1994) de elaborar un "Cuadro básico de medicamentos" sobre plantas medicinales, el cual satisfaría la necesidad de dar a conocer las propiedades de un grupo de plantas utilizadas comúnmente que pueden catalogarse como medicamentos alternativos. Dado que la etnomedicina es parte importante de la dimensión cultural y, entre otras cosas, se tratan las creencias producto de la interacción del hombre con su ambiente en este caso, con las plantas, es indispensable proveer la evidencia empírica de estas creencias para que el saber popular quede confirmado como conocimiento científico basado en estudios fitoquímicos probados con estudios preclínicos y/o clínicos. En el cuadro 1 se especifica el principio activo de las plantas comercializadas con mayor frecuencia en consenso con los entrevistados (véase cuadro 2) en la ZMG, así como su uso según la tradición mexicana. Esto podría coadyuvar a la solución de un problema de salud pública bien conocido: la cobertura de los servicios de salud y el abasto insuficiente de medicamentos. La propuesta resulta una opción real para un país en vías de desarrollo con una gran tradición herbolaria.
Las plantas medicinales mencionadas con mayor frecuencia (véase cuadro 2), y por tanto las enfermedades que más se tratan, tienen asociación con los principales motivos de atención (véase cuadro 3) reportados para Jalisco en municipios con alta densidad poblacional (SSJ, 2009). Sin embargo, hay que aclarar que existen otras plantas que los usuarios cultivan o que se obtienen en otros expendios, como la zanahoria y la sábila que se emplean para curar la gastritis y no se compran generalmente en una hierbería. También hay otras terapéuticas que pueden aplicarse de manera conjunta.
En ocasiones, cuando se preguntaba a los entrevistados el modo de empleo de las plantas, había reticencia en las respuestas, eran muy generales, sobre todo si se trataba de algún compuesto de varias plantas, puesto que se considera un secreto de trabajo. Asimismo los expendedores de plantas medicinales consideran que la gente acude a este tipo de terapéutica, entre otras razones, porque resulta más barata comparada con la medicina de patente. Al cuestionar a los informantes por qué las plantas medicinales curan, contestaron según la propuesta de Ryesky (1976), que afirma que este tipo de terapia está vigente porque el proceso de enfermedad y curación es congruente con su esquema cultural. Esto apoya a su vez lo expuesto por la fenomenología en cuanto a que las prácticas médicas curativas son válidas porque rinden resultados provechosos, debido en gran parte a que los pacientes se recuperan porque las enfermedades siguen su curso y porque los tratamientos tradicionales están basados en la enfermedad como es concebida en su cultura, por lo que es pertinente percibir el tratamiento tradicional como un aspecto integrado a ella.
Es importante destacar la experiencia de atención primaria en salud en otros países. En China el uso de plantas medicinales tiene una influencia determinante. Su política de industrialización de medicamentos ha permitido atender los requerimientos básicos de una población de casi 1 400 millones de habitantes. El modelo chino combina el uso de la "medicina tradicional" y de la "occidental", y los resultados son altamente eficaces en 1949 la tasa de mortalidad era de 25 por 1000 habitantes, disminuyó a 6.2 por 1 000 habitantes en 1978 y en 2004 era de 7.8 por 1 000 habitantes, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) utilizó ideas de este modelo en su campaña para alcanzar las metas del plan "Salud para Todos en el Año 2000" y dio nacimiento en México al programa "Promoción y Desarrollo de la Medicina Tradicional" (Lozoya, 1994: 365-371). En nuestro país, algunas universidades y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) realizan labores de investigación en el área de las plantas medicinales e incluyen ciertos medicamentos vegetales, aunque se requiere un esfuerzo mayor para complementar con terapéuticas consensadas por la propia población, de manera que el paciente y el médico tengan más de una alternativa para procurar la salud (OMS, 2002).
REFLEXIONES FINALES
La herbolaria es un recurso básico de la medicina popular, pero nuestro conocimiento de ella es escaso e impreciso. Estamos lejos de asegurar un rescate apropiado de este flanco de la cultura. El "retorno" a la naturaleza que anuncia la sociedad de consumo con una gran variedad de productos de origen vegetal puede conducirnos no necesariamente a conservar la tradición o aplicación de tratamientos de manera tradicional, sino a buscar extractos o principios activos para la elaboración de suplementos o de medicinas alopáticas de patente, lo que implica nichos de oportunidad y de peligro para esta práctica medicinal. La nomenclatura de las plantas que se utilizan actualmente en la medicina tradicional mexicana es un sincretismo entre varias culturas, por ejemplo: la cultura médica indígena estafiate, zapote blanco, epazote, zoapatle, toloache, etc., la cultura europea ajenjo, árnica, toronjil, manzanilla, hierbabuena, tomillo, romero, etc., la árabe albahaca, alucena, aloe, etc., la asiática té verde, canela, etc. (Lozoya, 1987: 83-94).
A lo largo de la historia, la población mexicana, sobre todo la indígena, seguida de la mestiza, sobrevivió recurriendo a la medicina herbolaria, cuyos recursos pasaron a formar parte de la medicina popular y doméstica, dado que solucionaban muchos de los problemas de salud de su tiempo y espacio, únicamente condicionado su uso por la cultura y la ecología, por lo que llegó a tener un estatus nacional. Sin embargo, la aplicabilidad a la medicina de los recursos de la herbolaria sigue siendo inagotable. Por ejemplo, se ha impulsado el uso terapéutico de la Opuntia sp. para el tratamiento de la diabetes mellitus (Frati et al., 1987; Andrade-Cetto y Wiedenfeld, 2010: 940-943). En la actualidad la medicina doméstica se ha limitado por el proceso de urbanización e industrialización. El conocimiento terapéutico de las plantas se ha relegado sobre todo de aquellas cuyo manejo requiere experiencia diagnóstica y terapéutica a un estrato de actores especializados, como los hierberos, los curanderos, las parteras, los sobadores, que evidencian un profundo dominio de la medicina tradicional, aún no comprendido cabalmente por la medicina hegemónica (Lozoya, 1987: 83-94).
Otros aspectos que no se contemplan en las estadísticas oficiales son el dolor, el sufrimiento y la desesperación causados por las afecciones agudas y crónicas que no son tratadas o no pueden recibir tratamiento de acuerdo con la cultura y que provocan una disminución de los años de vida y de la calidad de la misma en los grupos sociales que acceden a medicinas marginales (Browner, Ortiz de Monte-llanos y Rubel, 1992: 223-263). Estos problemas han sido señalados y debatidos desde hace tiempo por investigadores como Gamio (1966), Mendizábal (1947), Cravioto (1979: 244-248), López Cámara, (1968: 355-367), Collado (1983: 243-262), Lozoya y Zolla (1983). Dichas soluciones a favor de la medicina llamada tradicional enfrentan a una medicina hegemónica que invade campos y no comparte espacios de atención hay pocos ejemplos que confirman la excepción, y menos el marco conceptual que los soporta. Un ejemplo es el servicio social en ciencias de la salud, proceso durante el cual los pasantes reciben poco entrenamiento en aspectos sociales, económicos y culturales de las prácticas médicas tradicionales de las comunidades a las que son asignados (Aguirre, 1986: 234), además de que la ausencia de un lenguaje común entre los médicos científicos y los tradicionales es un obstáculo formidable.
Al interior del paradigma científico, el conocimiento se acumula a través de métodos y procedimientos estandarizados, precisos y replicables, cuyo resultado es un cuerpo de conocimientos de base empírica sobre la estructura y función del objeto de estudio. Examinar los componentes de los sistemas etnomédicos a la luz de las categorías científicas permite entenderlos de manera parcial y a la inversa. En otras palabras, estamos ante un caso de inconmensurabilidad, como señala Khun (1975). Al respecto Browner, Ortiz de Montellanos y Rubel (1992: 223263) proponen:
1) Detectar los fenómenos registrados con categorías emic. Por ejemplo, "al determinar las características de un síndrome nosológico de tipo tradicional y enlistar las razones por las cuales se usa un tipo de plantas medicinales al surgir síntomas o enfermedades específicas.
2) Determinar hasta qué punto pueden entenderse los fenómenos descritos en términos de concepciones y metodologías científicas. Por ejemplo: con base en la afirmación de los representantes de medicina tradicional, que una planta es efectiva para determinada enfermedad o provoca ciertos efectos específicos. Una evaluación de tipo etic compartiría el análisis farmacológico correspondiente para determinar si sus compuestos se relacionan con los efectos señalados, v. gr.: remedios para que detengan el sangrado postparto contra la atonía uterina.
3) Detectar áreas de convergencia entre los fenómenos estudiados y los esquemas interpretativos biológico-científicos, v. gr.: zapote blanco e hipotensión.
En el caso de las plantas medicinales la mayor parte de la literatura atribuye los efectos curativos a su valor simbólico, al carisma del terapeuta o a un efecto placebo. Incluso pueden detectarse efectos nocivos si se subordina el poder curativo al ámbito biológico, lo que produce un conocimiento rudimentario sobre la verdadera eficacia de las plantas medicinales, puesto que apenas se inician procedimientos sistemáticos integrales para evaluarlas. Ortiz de Montellanos y Browner propusieron (1985: 57-88) un procedimiento básico: 1) identificación botánica precisa y completa; 2) investigación bibliográfica exhaustiva sobre la bioquímica de los principios activos de la planta; 3) documentación farmacológica de los efectos fisiológicos de la planta, y 4) comparación de los efectos terapéuticos conocidos por la ciencia con aquellos que los usuarios de las plantas desean lograr y así evaluar congruencias y o divergencia discrepancias. Obviamente, estos aspectos no agotan las evaluaciones posibles para las plantas medicinales, máxime si se toma en cuenta que los avances tecnológicos son cada vez más rápidos. El esquema anterior tiene la ventaja de que es gradual y acumula conocimiento, y establece a su vez un puente entre la medicina tradicional y la medicina científica, además de que puede aplicarse por regiones fitotípicas, a manera de protocolo-inventario a cargo de las universidades públicas de cada estado a partir de estudios comunitarios del uso de plantas medicinales, colectas dirigidas y estudios laboratoriales. En el cuadro 4 se presenta un ejemplo breve de la aplicación del esquema en plantas utilizadas durante el parto, primer motivo de atención hospitalaria del sector público (Valadez, Alfaro y Pozos, 2003).
Como se observa, esta metodología puede ayudar a realizar investigación sobre problemas prioritarios de salud a partir de una visión emic de problemas, de manera que podamos obtener resultados reproducibles. Se reconoce que la propuesta tiene limitaciones, pero también aciertos: 1) se expone la teoría emic sobre la cual se basan las propiedades de las plantas medicinales; 2) hay posibilidades de comprobar principios y resultados, y 3) manifiesta un nivel de confiabilidad alto al establecer un puente de saberes. El relativismo cultural que priva en la antropología social ha enriquecido la etnología de los materiales etnobotánicos, pero indirectamente ha empobrecido los esfuerzos por definir esquemas comparativos que permitan validar proposiciones prácticas para descubrir relaciones constantes entre variables biológicas, ecológicas, culturales y sociales, ha establecido paradigmas híbridos en los que convergen las disciplinas involucradas y ha eliminado el carácter inmutable de entidades nosológicas y de ciertos procesos. Al mismo tiempo, podríamos aclarar el papel que juega la cultura en el modo y circunstancias en que ocurre el proceso de salud-enfermedad-atención en la medicina tradicional. Además de aportar elementos para la identidad de los grupos sociales usuarios de estas plantas medicinales, podrían integrarse farmacopeas regionales, lo que aumentaría la posibilidad de que no sean desplazadas o injustamente absorbidas por las corporaciones farmacéuticas internacionales que producen fármacos más costosos y menos accesibles para la población usuaria de la medicina tradicional (Browner, Ortiz de Montellanos y Rubel, 1992: 223-263).
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* Los autores agradecen a los revisores anónimos y al editor sus valiosas sugerencias para mejorar el documento, así como a los informantes por su participación.
Información sobre los autores
Javier Eduardo García de Alba García es médico, maestro en salud pública y doctor en antropología. Es investigador de la Unidad de Investigación Social y Epidemiológica del Instituto Mexicano del Seguro Social-Jalisco. Se desempeña como profesor del posgrado en ciencias sociomédicas e investigación clínica de la Universidad de Guadalajara. Su tema de investigación es la epidemiología sociocultural de las enfermedades crónicas y degenerativas. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II.
Blanca Catalina Ramírez Hernández es bióloga, maestra en ciencias de la salud pública y doctora en ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es profesora titular del Departamento de Ecología del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado en revistas especializadas artículos relacionados con la temática de especies vegetales de importancia socioeconómica. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
Gilberto Robles Arellano es médico, egresado de la Universidad de Guadalajara. Se desempeña en la Unidad Médica del H. Ayuntamiento de Guadalajara. Ha participado en la publicación de trabajos relacionados con enfermedades crónico-degenerativas.
Julia Zañudo Hernández tiene estudios de licenciatura en biología por la Universidad de Guadalajara, de maestría y doctorado en ciencias biológicas, en el área de ecología, por la Universidad de Guadalajara. Es profesora-investigadora titular del Departamento de Ecología del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara, ha publicado en revistas especializadas sobre especies vegetales de importancia económica. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
Ana Leticia Salcedo Rocha es médica. Maestra en salud pública y doctora en ciencias sociales. Se desempeña como investigadora en la Unidad de Investigación Social y Epidemiológica del Instituto Mexicano del Seguro Social-Jalisco. Es profesora del posgrado en ciencias sociomédicas e investigación clínica de la Universidad de Guadalajara. Trabaja con los temas relacionados con los cambios en el estilo de vida de enfermos con enfermedades crónicas y degenerativas. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
Javier Eugenio García de Alba Verduzco es biólogo por la Universidad de Guadalajara. Cursó la maestría en ciencias con especialidad en manejo de recursos naturales en el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica. Es profesor titular del Departamento de Ecología del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara. Estudia los recursos naturales desde la perspectiva antropológica.
Información sobre los fotógrafos
Iván Hernández Gutiérrez estudió comunicación gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Ha participado como fotógrafo en diversos festivales culturales y agencias, como Prisma e Imagen Mexiquense. Ha publicado su trabajo en Reventón Grupero y Grupo Editorial Expansión. Actualmente realiza fotografías para Kardia Producciones en la cobertura de conciertos. También colabora en la elaboración de mappings para 2mas2, despacho de arquitectos y en la elaboración del proyecto "Del tingo al tango", fotografías sobre músicos callejeros.
Pavel Lara Lozada es fotoperiodista independiente. Inició sus estudios en la Escuela Activa de Fotografía, se especializó en fotoperiodismo en los talleres de la Escuela Nacho López y en la Fundación Héctor García. Ha colaborado en distintos medios de comunicación como La Voz del Tehutli, Maya comunicación, Agencia Zur, México Desconocido online y actualmente en las agencias Demotix y aip. Fue becado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas para cursar el taller "Video y fotografía documental indígena en el estado de Veracruz", en el que desarrolló el proyecto "Tlacualeras". Realizó el proyecto "Rescate de la Danza de los Santiagos" con el apoyo de la Dirección General de Culturas Populares. Su trabajo más reciente es Octli, un documental sobre la recuperación del pulque para la Casa de Cultura Axayopa de San Pablo Oztotepec en Milpa Alta, ciudad de México.