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Desacatos
versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X
Desacatos no.48 Ciudad de México may./ago. 2015
Reseñas
Reseña de Antropología de la violencia en la ciudad de México
Review about Antropología de la violencia en la ciudad de México
Elena Azaola
Antropología de la violencia en la ciudad de México: familia, poder, género y emociones. Florence Rosemberg Seifer, 2013. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 447 pp.
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Distrito Federal, México. eazaola@ciesas.edu.mx
En El problema de la guerra y las vías de la paz, Bobbio nos dice:
Toda condena de la violencia es estéril si no va acompañada de la búsqueda de medios alternativos. Para ser realmente una alternativa, la no-violencia debería ser un procedimiento, una teoría y una práctica que cumpla con la misma función que la violencia organizada y que tenga la misma eficacia que los procedimientos que emplea la violencia para alcanzar una meta considerada valiosa: el poder, el bienestar, la paz, la libertad o la justicia (Bobbio, 2000: 197-198).
Me parece que el texto de Florence Rosemberg es una de esas maneras -y no cualquiera, por cierto- en la que se dedica a enfrentar la violencia con el conocimiento, la razón y la evidencia, pero también con el corazón, la pasión y la dedicación que impregnan cada una de sus páginas. Desde el primer capítulo, titulado "La antropología y la violencia", queda claro que se trata de un trabajo fruto de largos años de acumulación de conocimiento y reflexión. Quedan claras también la persistencia, la tenacidad, incluso la necedad de la autora que lleva tantos años acumulando conocimiento y dándole vueltas a un conjunto tan vasto de temas que incluso sería imposible tratar de enumerar. La violencia, sin embargo, se mantiene en el centro de ese conjunto de temas, lo que sin duda es una virtud, a pesar de que por momentos uno no pueda dejar de sentirse abrumado o de preguntarse: "¿por qué habrá incluido tantas cosas en un solo libro? Basta mencionar los títulos de los capítulos restantes: "La violencia estructural: México y el mundo", "Antropología de las edades y la violencia", "Otras violencias: el cuerpo torturado y el cuerpo clitoridectomizado" y "La violencia y el mal", cada uno de los cuales pudo haber sido un libro en sí mismo.
Este trabajo no puede ser sino el fruto de una curiosidad insaciable, de un deseo de saber que no se colma, pero que tampoco se conforma sólo con saber sino que también está animado por el deseo de aminorar el dolor, reducir los conflictos, acompañar la desolación. Florence se preocupa, así, tanto de los niños maltratados como de los ancianos abandonados, pasando por las mujeres golpeadas y los hombres tentados a imponerse de manera violenta.
En su primer capítulo trata la discusión sobre si la violencia es más el resultado de la naturaleza o de la cultura y apunta que, si bien hay una biología de la violencia, los mensajes que liberan, inhiben o dirigen el comportamiento humano no están biológicamente implantados sino que son culturalmente aprendidos en el curso de la interacción y la comunicación humanas. Por lo tanto, nos dice, la violencia es un "bucle espiral eco-bio-psico-antropológico y social", planteamiento que desarrolla a lo largo del trabajo, aunque no es sino hasta las conclusiones donde lo articula de manera más clara con otros elementos de un complicado rompecabezas. La neurociencia, nos dice también en esta primera parte, confirma que el comportamiento violento no es ni un programa ni una reacción, sino un "proceso".
Otro de los muchos temas en los que se detiene con detalle es el que ha sido repetidamente señalado por la literatura que ha intentado explicar los mayores horrores cometidos por la especie humana contra sus congéneres. Me refiero a la literatura que ha dado testimonio del proceso de construcción del enemigo/del otro/del ajeno /del no humano/en fin, del extranjero.
Asimismo, otro de los temas en los que la autora profundiza es el de la distancia emocional que caracteriza casi todo ejercicio de la violencia, pero particularmente el de la violencia extrema. Y hay que decir que esta distancia emocional no sólo se presenta en quienes perpetran la violencia sino también entre quienes, aun de manera involuntaria, se convierten en observadores pasivos: "la gente tiene la enorme capacidad de absorber lo espantoso, terrible e impresionante y, aún así, continuar con su vida", nos dice la autora.
No obstante, Florence también hace referencia a los numerosos estudios que han documentado la otra cara de la moneda. Es decir, los estudios que han mostrado que, aun en las condiciones de violencia más extrema, encontramos comportamientos compasivos, solidarios y éticos, tema que, como sabemos, ha sido documentado por los sobrevivientes del Holocausto. De igual modo, se refiere a los conocimientos aportados sobre la violencia por la compilación de estudios y datos que realizó el Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, en 2002, así como el que se desarrolló sobre este tema en nuestro país, en 2006.
Además de la exhaustiva consulta de fuentes y datos, Florence arriesga una postura propia para proponer lo que para ella constituyen los ejes fundamentales de la violencia. Así, formula que toda violencia está en relación-interacción con varios ejes de su estructura-organización. Estos ejes son: el núcleo emoción-sentimiento, la violencia económica y la del Estado, así como los ejes de edad, espacio, sexo y género.
La segunda parte de su libro constituye, en cierto modo, la puesta en escena de los conocimientos que aporta en la primera. Es decir, lo que hace es utilizar el conocimiento para aproximarse de manera directa a los otros que sufren la violencia, para escucharlos, para entenderlos, para aminorar su dolor y para permitirles llevar una vida más ligera, más amorosa. De este modo, combina en esta parte las herramientas del trabajo de campo antropológico con las de su formación como terapeuta familiar. La descripción de su trabajo en Peralvillo comienza con un interesante recuento de las características de frontera que tienen tanto esta colonia como la Ex Hipódromo de Peralvillo.
Igualmente interesante resulta la exposición que elabora acerca de por qué la edad es una dimensión básica de la persona y la familia y uno de los ejes fundamentales que se debe tener en cuenta en los comportamientos violentos.
Una de las tesis centrales de la autora es que la violencia, en sus múltiples manifestaciones y facetas, es la expresión de la negación del sujeto, lo que la lleva a no resistir la tentación de llevarnos a otro recorrido teórico para reconstruir la historia de la noción de sujeto. Tras esta revisión concluye que el sujeto: "es la constante interrelación entre el yo, el tú, el otro y el nosotros". También nos dice que ésta es la complejidad humana porque nacemos en un mundo habitado por distintos tipos de sujetos que interactúan en su sociedad y cultura y que, a su vez, son parte de la especie homo sapiens. De este modo, señala, "el sujeto nace de alguna forma sujetado a su familia, al Estado, al dios, al patriarcado y al amor" (p. 172).
El libro puede verse, así, como un compendio de la naturaleza y la condición humanas ya que, además de la violencia, traza la historia del sujeto, de la subjetividad, de las emociones y de los sentimientos, así como de la violencia familiar. Y en cuanto a la violencia, nos expone una mirada compleja pues no pierde de vista la manera en que se aproximan a ella la biología, la antropología, la medicina y el hecho de que, al mismo tiempo, es un producto de la cultura.
En esta segunda parte se aproxima también -infancia, adolescencia, adultez y vejez- han sido construidas desde diferentes disciplinas a lo largo de la historia de la humanidad. Paralelamente, nos muestra que las formas de ejercer la violencia también se han ido transformando en el transcurso de la historia. De igual modo, y dado que constituye uno de los ejes que ella considera fundamentales, hace un recorrido por las distintas teorías de género y los aportes que han hecho para entender la violencia.
Otro de los elementos que son una constante en su trabajo es la referencia continua a la paradoja entre la unicidad de la especie humana frente a la diversidad de sus manifestaciones. Para ilustrarlo recurre con frecuencia a los aportes que los antropólogos han hecho acerca de numerosas sociedades tribales. Asimismo, es de destacar que coloca cada tema que expone en su dimensión histórico-cultural, en los ejes espacio-tiempo, lo que los dota de una profundidad y una solidez notables.
Las conclusiones del texto son espléndidas, pues realmente constituyen una manera de cerrar y redondear una gran cantidad de temas que se tratan a lo largo del libro y además permiten dejar en claro las principales ideas y aportaciones de la autora. Por todo lo anterior, no puedo sino recomendar ampliamente la lectura de este valioso trabajo.
Bibliografía
Bobbio, Norberto, 2000, El problema de la guerra y las vías de la paz, Gedisa, Barcelona. [ Links ]
Información sobre la autora
Elena Azaola obtuvo los grados de licenciatura y maestría en antropología social en la Universidad Iberoamericana. Realizó el doctorado en la misma disciplina en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, donde ha colaborado como investigadora desde 1977 hasta la fecha. Durante más de 30 años se ha desempeñado como investigadora y ha desarrollado numerosos estudios sobre la criminalidad y la violencia en el país, y la participación de las mujeres y los jóvenes en las conductas delictivas. Ha realizado estudios sobre el maltrato y la explotación infantil y sobre las instituciones carcelarias y de policía. Es psicoanalista, con formación en el Círculo Psicoanalítico Mexicano. Ha publicado más de 150 trabajos, entre libros y artículos, tanto en México como en otros países. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III, y sus investigaciones han obtenido diversos premios y reconocimientos dentro y fuera de México.