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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.51 Ciudad de México may./ago. 2016

 

Reseñas

A propósito de Castoriadis

On Castoriadis

Andrés Fábregas Puig* 

*Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occidente Guadalajara, Jalisco, México afabregas@clesas.edu.mx

Tarántula. Institución y hacer pensante por la autonomía. Castoriadis en la trama latinoamericana entre academia y política. Miranda, Rafael; Camacho, Dolores; Alonso, Jorge. 2014. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Publicaciones de la Casa Chata, México: 316p.


No he sido un lector constante de Cornelius Castoriadis. Hubo un momento en México en el que llamaron la atención los pensadores griegos que escribían desde París, entre ellos, Castoriadis. Algunos, Castoriadis ciertamente, escribían con talante crítico acerca del régimen soviético y las prácticas políticas de los partidos comunistas, incluyendo el mexicano. Bastaría seguir la vida de José Revueltas para cerciorarse de cómo actuaban dichos partidos. Por esos años todo eran acusaciones y descalificaciones. Lo cotidiano, en el interior de esos partidos, érala tensión y el conflicto. En ese contexto, los primeros textos de Castoriadis a los que tuvimos acceso se publicaron en los suplementos culturales, hoy escasos, y en la revista Vuelta, de Octavio Paz, lo que era un signo sospechoso para las expresiones diversas de las izquierdas.

Por Ángel Palerm habíamos accedido a la crítica al régimen soviético y los procedimientos de los partidos comunistas, antes de leer los textos de Castoriadis. Palerm, militante del Partido Comunista Español, sabía bien de lo que hablaba. Fue un personaje alérgico a toda forma de totalitarismo y un crítico sagaz e inteligente de las formas arbitrarias de ejercer el poder. Cuando estaba muy enfermo, la última vez que platiqué con él, hablamos precisamente de Castoriadis, a raíz de uno de sus textos publicado en algún suplemento cultural dominical. Llevaba conmigo la publicación para hacer plática con Ángel, con la esperanza de que la vida le daría más tiempo y que aquella conversación se prolongaría en el transcurso de mejores días. Ese texto nos hizo reflexionar sobre las trayectorias del pensamiento crítico en general, incluyendo a los mencheviques y románticos. En estos días, al leer Tarántula, pensé de nuevo en aquella conversación y en los tantos diálogos con Palerm acerca de lo que Marx escribió sobre la comunidad campesina asiática y su contexto de control total sobre el individuo. Con esto quiero decir que el problema de la libertad nos sigue ocupando y preocupando porque su práctica es precaria.

Tarántula es un libro complicado. Es cierto que la cuestión de la autonomía recorre los 16 textos que lo componen y de una forma u otra está presente en cada uno. El prólogo, escrito por Rafael Miranda, ofrece una perspectiva útil para acercarse al libro. Se da noticia de la obra de Castoriadis y la trayectoria de constitución de la Cátedra Interinstitucional Cornelius Castoriadis en México. Precisos, breves y provechosos son los comentarios de Miranda para introducir al lector a cada capítulo, cada uno presentado en dos partes. La primera se refiere a lo privado/público y el psicoanálisis; la segunda se dedica a los aspectos del poder instituyente y la política. Lo que me parece que el lector debe mantener en mente es la pregunta que Rafael Miranda formula en el prólogo: ¿qué nos aporta la obra de Castoriadis para estudiar los desafíos del mundo contemporáneo? Alrededor de esta pregunta, se sugiere leer el planteamiento de Castoriadis acerca de la construcción de la autonomía, además de este libro.

Me resultó difícil hacer un comentario amplio sobre cada capítulo, entre otros factores, por su variedad de temas. Para esta exposición, escogí tres. De la primera parte, "Redefinir las ciencias sociales con Cornelio Castoriadis", de Christophe Premat; de la segunda, "La construcción del concepto autonomía en el movimiento Zapatista chiapaneco y su relación con la propuesta de Castoriadis", de Dolores Camacho, y "Balance provisonal: ¿qué nos aporta la obra de Castoriadis para abordar los desafíos del mundo contemporáneo?", de Rafael Miranda, Dolores Camacho y Jorge Alonso, coordinadores de la obra.

Es difícil pero necesario discutir el problema que trata Christophe Premat al analizar el papel que juegan las ciencias sociales en la emancipación humana. El asunto es si estamos creando conocimiento implicado con la consecución de la libertad. La respuesta no puede ser generalizada, pero lo que sí es una generalización, incluso es necesario enfatizarla, es que las ciencias sociales no podrán producir conocimiento pertinente con la búsqueda de la libertad si no se desechan las visiones tecnocratizan-tes, tan en boga hoy en día. La ilusión de que la tecnología lo resuelve todo es una de las convicciones más peligrosas. El filósofo Eduardo Subirats (2010) ha publicado en su libro Filosofía y tiempo final su visión de que la nuestra es una época terminal. Lejos de resolver los problemas de la desigualdad social y de la miseria que padecen millones de seres humanos, el uso de la tecnología ha servido para destruir el medio ambiente y depredar la cultura. Subirats concluye que no saldremos de esta encrucijada, que a duras penas estamos a tiempo de intentar remediar el desastre. Es una visión extrema, si se quiere, pero acertada al alertar contra las tendencias tecnocráticas actuales. Por su parte, Premat advierte, siguiendo a Castoriadis, que el potencial de las ciencias sociales para contribuir al bienestar humano implica también una revisión de los ámbitos académicos y su funcionamiento, siempre en términos de la operación del concepto de autonomía. Hemos de señalar que la idea no es nueva, pero ahora se inscribe en un esfuerzo por entender todos los ángulos de la obra de Castoriadis. Creo que en esa revisión de la condición actual de los ámbitos académicos no es posible ignorar el papel del poder en general y del Estado en particular en la regulación de la vida académica, en su conducción hacia propósitos que no se enfocan siempre en producir conocimiento para el bienestar colectivo, sino en resolver les necesidades del propio poder. Concuerdo con la advertencia de Premat de que "el riesgo es que el conocimiento cada vez más técnico" (p. 43) reproduzca las relaciones de poder, las entronice y desplace la discusión colectiva de los asuntos humanos. Me parece que el texto de Christophe Premat revisa ángulos importantes de la situación contemporánea de las ciencias sociales, en un buen intento por abarcar las complejidades del quehacer científico en el contexto del capitalismo contemporáneo. No podríamos estar en desacuerdo con su afirmación de que las ciencias sociales "permiten afinar la investigación histórico-social" (p. 63), una idea que no sólo es de Castoriadis, sino patrimonio del pensamiento crítico en general.

Recordemos que Marx pensó en la unificación de las ciencias una vez lograda la eliminación de la desigualdad social. Conocida ampliamente es aquella opinión de Marx, de que un día habría una sola ciencia porque la forma de la sociedad misma así lo permitiría. Según Premat, Castoriadis no cree en ello, pero no nos dice si ese problema en Castoriadis está asociado al dilema de la desigualdad misma. Su texto termina justo con esta reflexión y constituye un buen acicate para que el lector continúe explorando la elucidación de nuestra propia situación.

En su contribución, Dolores Camacho analiza el movimiento zapatista a 20 años de que surgiera el levantamiento armado. Le preocupa cómo se desarrolla el concepto de autonomía en ese movimiento y lo vincula con la propuesta de Castoriadis. Me interesó el artículo porque mi conocimiento de otros movimientos armados sustenta la preocupación de que son construidos con la convicción de que sólo ellos tienen la verdad. Además, la reflexión sobre los resultados de casi todos los movimientos armados del siglo XX no es precisamente una invitación al optimismo. Ninguno logró ser congruente con los propósitos que manifestó. El tema es incómodo, dadas las esperanzas que cada movimiento armado suscita y los intereses que genera. Me temo que el movimiento zapatista no es la excepción. En términos de estas consideraciones, el lector que examine el texto de Dolores Camacho tendrá la oportunidad de revisar los ángulos más complejos del movimiento zapatista, desde las pláticas de San Andrés hasta la situación actual, incluyendo elementos para entender el desplazamiento del subcomandante Marcos de la dirección del movimiento, asunto que la autora no trata directamente. La otra cuestión es la de los contextos en que los conceptos de autonomía se mueven. Uno es el contexto en el que Castoriadis propone su reflexión sobre la autonomía, y otro, muy distinto, el que atañe a los zapatistas. En este sentido, al leer el texto de Dolores Camacho recordé las añejas discusiones sobre la autonomía que tuvieron lugar en México en los días en que Guillermo Bonfil planteó la cuestión del etnodesarrollo. Recordemos que a Bonfil -a tono con aquellos tiempos- le fue impuesta la etiqueta de "etnicista" por atreverse a decir que las luchas sociales de los pueblos indios tenían características propias, diferentes a las inscritas en las de clases sociales. En el texto de Dolores Camacho nos percatamos de que Bonfil tenía razón. El movimiento zapatista tiene ingredientes que le vienen de sus militantes indígenas y que no comparte con otros movimientos. Incluso el de la autonomía. Este asunto es muy complejo y su discusión requiere no sólo serenidad y sentido común, sino despojarse del sentido de verdad que todos atribuimos a nuestro propio punto de vista y sustituirlo por una actitud abierta a escuchar.

Me temo que la autonomía, como un oasis, no es posible. Lo digo en el sentido de que es imposible en el contexto de las actuales sociedades desiguales y estructuradas bajo los intereses del poder. Me sigue pareciendo que el obstáculo principal para la libertad es la desigualdad con todas sus secuelas en la vida contemporánea. El ejercicio del poder, como lo conocemos, se basa en la desigualdad y en el uso que se hace de la diversidad. Pensar que se pueden crear islotes de autonomía es una bella ilusión, pero no pasa de allí. Además, tengamos en cuenta que hoy existe un tipo de autonomía, que bien podemos llamar negativa, auspiciada por el propio poder. Varias comunidades de los Altos de Chiapas son ejemplos empíricos de ello, pero sobre todo una: San Juan Chamula. Ahí la autonomía es el resultado de un complejo acuerdo con el Estado y se opera desde las esferas del poder local. Los propios conflictos entre los movimientos indígenas, descritos por Dolores Camacho, ilustran otro ángulo de estas dificultades que esperan a los movimientos sociales en la sociedad de la desigualdad. Estoy de acuerdo con lo que afirma, en cuanto a que estos factores fueron dividiendo al movimiento indígena en su totalidad. Es útil para el lector que Dolores Camacho incluya reflexiones acerca de las concepciones de autonomía de los movimientos indígenas, porque es una contribución para observar la diversidad de contextos que tiene el concepto. En esa tesitura, ella explica los ejes en los que el concepto de autonomía está involucrado en el movimiento zapatista, en los que destacan dos factores: la educación y la salud. En ambas dimensiones, los zapatistas han bregado para crear sus propias formas de educar y de sanar. El tiempo nos dirá que saldrá de ello.

El texto de Dolores Camacho termina con una exposición del concepto de autonomía en Castoriadis, en sus dimensiones colectiva e individual. Estas consideraciones le funcionaron para valorar la propuesta zapatista y aquilatar lo que significa la búsqueda de una nueva sociedad. Camacho concluye que la forma de democracia que plantea el zapatismo "parece" coincidir con la propuesta de Castoriadis. También el tiempo nos dirá si ese "parece" desaparece y se descubre que existe coincidencia entre Castoriadis y los zapatistas, o si sucede lo contrario. Es un estímulo para leer el texto y reflexionarlo con amplitud.

En el capítulo que cierra la obra, Rafael Miranda, Dolores Camacho y Jorge Alonso hacen un balance que llaman provisional y tratan de responder a la pregunta de qué nos aporta la obra de Castoriadis para estudiar los problemas contemporáneos. En el camino a la respuesta, relatan los pormenores del esfuerzo de dar a conocer la obra de Castoriadis en México y el papel de la Cátedra Interinstitucional Cornelius Castoriadis. El trabajo ha rendido sus resultados y hoy la obra de Catoriadis es conocida y discutida en ámbitos académicos muy variados, no sólo en México, sino en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Los tres autores reconocen que el suyo no es el primer intento de difundir la obra de Castoriadis. Recuerdan el empeño de hace décadas de la editorial Ruedo Ibérico, que por los años de 1970 tradujo textos de Castoriadis. No se olvidan de los exiliados uruguayos en Suecia, quienes, hacia 1980, difundieron el pensamiento de Castoriadis en la editorial Altamira-Nordan. En México, como lo mencioné al comienzo, varios suplementos culturales y la revista Vuelta, también en la década de 1980, publicaron textos de Castoriadis. Debo confesar que los autores de este capítulo conclusivo nos dejan ayunos de la respuesta a la pregunta que plantearon, aunque el lector que se adentre en Tarántula encontrará en sus páginas una sugerente variedad de respuestas.

Me parece que Tarántula es un libro que contribuye a ampliar nuestros horizontes en el camino de la reflexión sobre las circunstancias que caracterizan nuestra época. La cuestión de la originalidad de los planteamientos de Castoriadis es uno de los ángulos más atractivos no sólo para leer el libro, sino para aproximarse al examen de la obra de dicho pensador. Quizá el pensamiento crítico en general está en una encrucijada ante la totalidad del poder que representa el Estado como tal. El mismo acercamiento de Castoriadis a Televisa -con todo lo breve que haya sido- ilustra la capacidad del poder para mediatizar y obstaculizar la actitud crítica. Este tema involucra al ámbito intelectual como un todo y debería ser parte de la reflexión acerca de la reorganización o redefinición de las ciencias sociales en particular y del ejercicio intelectual en general. No es una casualidad el que los conflictos del Estado en el ámbito de la ciencia, en términos amplios, se planteen en relación con las ciencias sociales o con los problemas del uso en general del conocimiento que las ciencias sociales descubren. Mayúsculo problema es discutir la autonomía de las ciencias sociales respecto al Estado en las circunstancias actuales en que se desenvuelven dichas relaciones. En Tarántula existe un excelente estímulo para orientar las búsquedas hacia una discusión sobre el tema y alentar de nuevo la actitud crítica, tan acorralada en nuestros días entre los vericuetos de la burocratización de la ciencia.

Bibliografía

Subirats, Eduardo, 2010, Filosofía y tiempo final, Fineo, Madrid. [ Links ]

Andrés Fábregas Puig es doctor en antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas). Ha trabajado con enfoques et-nohistóricos y de antropología política en el estudio de regiones mexicanas. Su más reciente publicación es Configuraciones regionales mexicanas. Un enfoque antropológico (Universidad Intercultural de Chiapas/Gobierno del Estado de Tabasco, 20112012). En la actualidad, es director regional de la unidad Occidente del CIESAS.

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