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Revista electrónica de investigación educativa

versión On-line ISSN 1607-4041

REDIE vol.12 spe Ensenada ene. 2010

 

Artículos arbitrados

 

La ética profesional como religación social. Hacia una visión compleja para el estudio de la ética en las profesiones

 

Professional Ethics as Social Religation. Towards a Complex Vision for the Research of Ethics in a Professional Level

 

Juan Martín López Calva

 

Doctorado Interinstitucional en Educación, Departamento de Ciencias para el Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana Puebla. Boulevard del Niño Poblano 2901 Unidad territorial Atlixcáyotl, 72430 Puebla, Puebla, México. martin.lopez@iberopuebla.edu.mx.

 

Recibido: 4 de abril de 2008
Aceptado para su publicación: 22 de enero de 2010

 

Resumen

A partir de una descripción sintética del estado del arte de la investigación en el campo de la ética profesional y de los resultados preliminares del "Proyecto interuniversitario sobre ética profesional" en el que participan 15 universidades del país, el artículo plantea el concepto de religación social, desarrollado por Edgar Morin (2005), como un elemento que puede ayudar a comprender la ética profesional desde una perspectiva compleja. Asimismo, puede enriquecer los trabajos de investigación sobre el tema con una perspectiva que contemple el fenómeno ético en las profesiones desde una visión holística, dialógica y recursiva que está indisolublemente ligada a los demás deberes de religación humana. El artículo propone trascender la visión de valores profesionales como enfoque investigativo, y acercarse al fenómeno de la ética profesional desde el entramado complejo que constituye la toma de decisiones profesionales en el mundo de crisis–cambio–globalización de este siglo XXI.

Palabras clave: Ética, ética profesional, valores profesionales, complejidad, Edgar Morin.

 

Abstract

Based on a synthetic description of the "state of the art" in the field of "Professional ethics" research and the preliminary results of the "interinstitutional project on professional ethics" that involves 15 universities around the country, this article explores the notion of "social religation" developed by Edgar Morin (2005) as a key term that can help the understanding of "professional ethics" in a new, complex, holistic, dialogical and recursive perspective linked to the other "human religation duties" and always inserted in tensions and contradictions that all the professionals live in their decision making. From this new complex perspective, the article assumes the necessity to transcend the notion of "professional values" as a guide concept in research about "professional ethics" to make new research based on the moral decision making of professionals in a world characterized by the "curl": crisis–change–globalization.

Key words: Ethics, professional ethics, professional values, complexity, Edgar Morin.

 

I. Ética profesional: problemática y relevancia

El horizonte de crisis–cambio–globalización en que se encuentra el mundo hace que el tema de la educación en valores adquiera cada vez mayor relevancia. En esta primera década del siglo XXI, las investigaciones relacionadas con los valores en la educación y los programas de formación valoral han ido creciendo en número y en importancia dentro del sistema educativo nacional. De esta relevancia creciente dan cuenta las memorias de los últimos congresos nacionales de investigación educativa,1 la creación y constitución formal de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores (Reduval)2 y la publicación de numerosos trabajos en revistas y libros especializados (por ejemplo: Ribeiro, 1999; Yurén, Navia y Saenger, 2005; Gárate, 2008; Alcántara, Barba y Hirsch, 2009).

En el nivel universitario, una de las vertientes relevantes de investigación dentro del campo de la educación en valores es la de la ética profesional, campo en el que se encuentran trabajando un buen número de académicos miembros de la Reduval.

Una revisión general de la investigación realizada en este campo de la "Ética profesional" (Hirsch, 2001, 2003, 2006; Benítez, 2009) revela que la gran mayoría de los proyectos se enfocan en buscar cuáles son los valores que declaran como importantes los estudiantes o profesores universitarios de licenciatura y posgrado, qué valores profesionales consideran los estudiantes o académicos de las distintas disciplinas que se tienen que formar o se están formando en los universitarios, qué valores están fundamentando los currículos de diferentes áreas o qué importancia le conceden a los valores los planes de estudio de las distintas instituciones de educación superior.

Un ejemplo relevante de investigación en este campo es el "Proyecto interuniversitario sobre ética profesional", que se ha venido trabajando por equipos académicos de 15 universidades del país, bajo la coordinación de la Dra. Ana Hirsch Adler del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) (Hirsch y López Zavala, 2008).

Las instituciones que participan desde el año 2006 en esta investigación son: Universidad Autónoma de Baja California, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidad Autónoma de Sinaloa, Universidad de Guanajuato, Universidad de Yucatán, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Universidad de Monterrey, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Universidad Autónoma de Chiapas, CETYS Universidad (de Ensenada, Baja California), Universidad Veracruzana, Universidad Iberoamericana Puebla (UIA Puebla) y Universidad Nacional Autónoma de México.

El Proyecto ha venido explorando, a lo largo de tres años, las competencias y los rasgos de la ética profesional entre los universitarios de mayor nivel académico, que son los docentes y estudiantes de posgrado, a partir de la aplicación de un cuestionario elaborado y validado por la Dra. Hirsch en universidades españolas y en la UNAM.

La perspectiva de la investigación es empírica cuantitativa con algunos elementos de análisis cualitativo. Además, en este estudio se asume que existe una diversificación y desigual jerarquización de los valores ético–profesionales en las diferentes especialidades, maestrías y doctorados, y en las diferentes universidades que participan en la encuesta.

 

II. Profesión y humanización

En este proyecto de investigación se parte de la siguiente definición de profesión:

Una actividad social cooperativa, cuya meta interna consiste en proporcionar a la sociedad un bien específico e indispensable para su supervivencia como sociedad humana, para lo cual se precisa el concurso de la comunidad de profesionales que como tales se identifican ante la sociedad (Cortina, 2000, p. 15).

Esta definición tiene claramente expresada la dimensión ética que está implícita en todo quehacer profesional y el sentido social cooperativo que define a toda actividad profesional. La profesión es, por definición, una actividad ética que busca construir un bien específico en la sociedad, un bien que es indispensable para poder llamar a la sociedad, "sociedad humana". Este ejercicio precisa el concurso de una comunidad de profesionales que se identifiquen y que construyan una identidad social.

Pero la realidad actual de la formación profesional parece ser otra. En efecto, la formación profesional parece más bien ser parte del problema y no parte de la solución al "largo ciclo de decadencia" (Lonergan, 1999; p. 284) de nuestra civilización.

La triste realidad de las universidades es que, como afirmaba Gorostiaga están formando "profesionales exitosos para sociedades fracasadas".3 En este sentido parece ser que no se encuentra operando en la realidad de los profesionistas una visión ética de la profesión, puesto que no se está buscando el ejercicio de una actividad social cooperativa, sino de prácticas altamente competitivas. Tampoco se está orientando hacia la construcción de un bien específico que la sociedad requiere, sino hacia el beneficio económico personal de los grupos que tienen acceso a la formación universitaria.

El proyecto interuniversitario define la ética profesional como:

La indagación sistemática acerca del modo de mejorar cualitativamente y elevar el grado de humanización de la vida social e individual, mediante el ejercicio de la profesión. Entendida como el correcto desempeño de la propia actividad en el contexto social en que se desarrolla, debería ofrecer pautas concretas de actuación y valores que habrían de ser potenciados. En el ejercicio de su profesión, es donde el hombre encuentra los medios con que contribuir a elevar el grado de humanización de la vida personal y social (Fernández y Hortal, 1994, p. 91).

La ética profesional entendida como esta permanente indagación que busca mejorar cualitativamente el grado de humanización de la vida social e individual es una actividad en la que la praxis profesional, el discurso sobre esa praxis y la reflexión filosófica y sociológica sobre ella están inseparablemente unidos (ver Figura 1).

El proyecto de investigación se ubica en el centro de este bucle, al perseguir la indagación acerca del discurso de los estudiantes y profesores de posgrado –todos ellos profesionales en ejercicio– acerca de lo que consideran que debe ser un "buen profesional".

La pregunta abierta ¿Cuáles son, según su opinión, los cinco rasgos principales que definen a un buen profesional?, se responde de distinta manera, desde las perspectivas de los sujetos encuestados en las 15 universidades que participan en el proyecto y las 12 que contribuyeron con un capítulo en el libro coordinado por Hirsch y López Zavala (2008) que presenta los resultados preliminares de la investigación. Las respuestas diversas parecen ser altamente coincidentes con el sustento y el discurso filosófico–pedagógico–ético–social que plantean los idearios de cada una de las universidades y con el contexto en el que se realiza la formación de posgrado en dichas instituciones.

Se puede decir, entonces, que a partir de las definiciones y los modelos de cada institución, se han ido construyendo representaciones sociales (Moscovici, 2001) que identifican las respuestas de los profesores y estudiantes de cada universidad ante esta pregunta abierta. Es así que por ejemplo, en la Universidad Iberoamericana (UIA) Puebla los rasgos de un buen profesional se orientan mayoritariamente hacia lo que en la definición del proyecto se llama: competencias éticas y se ubican en el último lugar las competencias sociales. Esto podría ratificar los resultados de la investigación con egresados de la UIA Ciudad de México, que coordinó Muñoz Izquierdo hace unos años (Muñoz, Rubio, Palomar y Márquez, 2001), en la que se muestra que los estudiantes reciben un fuerte impacto en su formación profesional, respecto a los valores humanos personales, pero no tienen suficiente desarrollo en cuanto a la valoración de aspectos relacionados con el compromiso social y la justicia, que son eje fundamental en el ideario de dicha universidad.

En la Universidad Autónoma de Chiapas, por ejemplo, las competencias con mayor valoración son las cognitivas, seguidas de las afectivo–emocionales. En la Universidad Autónoma de Tamaulipas ocupan el primer lugar las afectivo–emocionales y en la UNAM parece haber un equilibrio axiológico entre los cuatro tipos de competencias aunque también se valora por encima de las demás la competencia cognitiva.

La investigación continuará trabajando en el establecimiento de comparaciones entre el discurso sobre ética profesional obtenido en las distintas universidades, tomando en cuenta no solamente la pregunta abierta sobre los rasgos de un buen profesional, sino también los resultados de la escala de actitudes del cuestionario aplicado, del que se obtendrán datos cuantitativos que complementen lo que se reporta en el libro coordinado por Hirsch y López Zavala (2008).

Es importante explicitar que esta investigación –como la mayoría de las encontradas en las memorias de congresos y libros publicados en este campo– está situada en el análisis de los valores que declaran los estudiantes y profesores de posgrado y no aporta resultados en cuanto a la ética realmente vivida por ellos. El trabajo de investigación basado en este concepto de valores profesionales es, de cualquier modo relevante, porque como se mencionó, existe una relación dialógica indisoluble entre la praxis, el discurso y el análisis reflexivo en el terreno de la ética profesional, que puede ser entendida también como el:

Conjunto de aquellas actitudes, normas éticas específicas y maneras de juzgar las conductas morales, que la caracteriza como grupo sociológico. Fomenta, tanto la adhesión de sus miembros a determinados valores éticos, como la conformación progresiva a una tradición valorativa de las conductas profesionalmente correctas. Es, simultáneamente, el conjunto de las actitudes vividas por los profesionales y la tradición propia de interpretación de cual es la forma correcta de comportarse en la relación profesional con las personas (Franca–Tarragó, como se cita en Pérez, 1999, p. 51).

Desde esta definición de ética profesional se puede ver cómo, la tradición práxica y discursiva de un gremio profesional genera una tradición valorativa, a partir del ejercicio concreto de la profesión y de la manera en que se va construyendo la interpretación aceptada en cada gremio profesional sobre las conductas que son válidas o correctas desde una perspectiva moral.

Sin embargo, resulta muy relevante para los fines de este trabajo, destacar que esta tradición valorativa que sirve de referente discursivo a los distintos gremios profesionales sobre los valores profesionales aceptados o deseables, no es necesariamente la que va a determinar las decisiones concretas de los profesionales en su práctica cotidiana.

¿Cómo encontrar otros referentes que puedan orientar la investigación sobre la ética profesional desde una perspectiva compleja, y que permitan dar cuenta de los dilemas y las contradicciones éticas que enfrenta todo profesional en la toma de decisiones concretas, en casos específicos más allá de los códigos deontológicos o las tradiciones valorativas establecidas en cada campo?

La respuesta de este trabajo se fundamenta en los conceptos de deberes de religación humana y, específicamente, de religación social que desarrolló el francés Edgar Morin en su obra (2005).

 

III. Ética y religación humana: los deberes fundamentales en la vida moral

Edgar Morin (París, 1921) es considerado uno de los teóricos de mayor relevancia en el campo del llamado pensamiento complejo. Este enfoque tiene como punto de partida fundamental la necesidad urgente de un cambio en la racionalidad científica y en la vida cotidiana, para trascender la visión simplificadora que la cultura y que tiende a separar, dispersar y desunir los elementos de las distintas realidades problemáticas, para analizarlos; pero al hacerlo los descontextualiza y los saca de su ámbito de relaciones. Por ello produce comprensiones distorsionadas de los fenómenos. La lógica disyuntiva que tiende a simplificar los fenómenos, a verlos desde una sola perspectiva y disciplina y a excluir el desorden, que es parte fundamental de la propuesta moriniana de complejidad: la realidad natural y humana está siempre regida por la dinámica orden–desorden–interacciones–organización. Para comprenderla es necesaria una visión que articule todos los elementos inseparables de un fenómeno. Como afirmaba Pascal (1976), tener como imposible entender el todo sin comprender las partes y comprender las partes sin entender el todo de los fenómenos de la realidad. Es necesaria pues, una lógica de conjunción y no de disyunción, así como una racionalidad capaz de incluir y lidiar con el desorden y no solamente con el orden en los fenómenos naturales, humanos y sociales, incluyendo por supuesto el campo de la ética: "La ética se manifiesta para nosotros, de manera imperativa, como exigencia moral" (Morin, 2005, p. 19).

Para Morin (2005), el primer fundamento de la ética está sustentado en la experiencia existencial común que es compleja. Existe en todo ser humano una exigencia moral interior sentida, que constituye un imperativo del espíritu del individuo–sujeto, que se mueve internamente como una obligación moral. Esta experiencia es propia del individuo, pero proviene tanto de una fuente interior –el espíritu humano–, como de una fuente exterior –la cultura en la que se nace y se vive–, y de una fuente anterior –la herencia recibida genéticamente–. Como dice Morin (2005), estas tres fuentes están ligadas entre sí y conforman el dinamismo ético humano. Es imposible aislar estas tres fuentes, aunque se pueden y deben distinguir para fines de análisis.

De esta exigencia moral, que nace de las tres fuentes ya descritas, emergen todos los valores y elementos constitutivos más elaborados y complejos que se podrían considerar propiamente humanos, incluyendo por supuesto los valores profesionales. Todos estos elementos constitutivos de la estructura moral humana están arraigados en este imperativo moral fundamental, que es el fruto de la organización biológica básica de los sujetos humanos, es decir, que depende de la estructura físico–química y orgánica que constituye a los seres humanos en tanto organismos vivientes. De esta manera, como dice Morin (1981, p.135): "La conciencia (moral), la libertad, la verdad, el amor, son frutos, flores...los fines sublimes a los cuales nosotros nos abocamos, son las eflorescencias de sistemas de sistemas de sistemas, de emergencias de emergencias de emergencias".

Esta es la paradoja fundamental de la autonomía y de la libertad humana: que al mismo tiempo que depende totalmente de la organización biológica y de sus procesos físico–químicos, los trasciende.

La autonomía humana surge como una emergencia en un mayor nivel de complejidad, de la autonomía fundamental del sujeto viviente a lo que Morin denomina el "autos", y que consiste fundamentalmente en esa capacidad de toda organización viviente para situarse en el centro del mundo y para operar centrado en la búsqueda de su supervivencia. Este "autos" genera el principio de introversión que genera el egocentrismo del sujeto viviente. La autonomía del sujeto viviente se sustenta en este centramiento en sí mismo, en un para–sí que, sin embargo, es capaz de transformarse en un para–todos, de abrirse a los demás seres –sin dejar de ser para sí–, generando el principio de altruismo. En ese sentido, dice Morin (1997, p. 64):

Esto podemos empezar a comprenderlo a partir del momento en que un ser viviente se convierte en una exigencia existencial para otro (...) la exigencia existencial del otro introduce literalmente al ser egocéntrico en las interdependencias y las interretroacciones policéntricas/acéntricas.

Por su carácter computante, toda organización viviente implica una toma de decisiones, aunque sea a nivel elemental y no consciente, ni propiamente libre. Esta decisión se presenta cuando se procesa información para organizar y mantener la vida y su interacción con el ecosistema; existe una alternativa o incertidumbre y, por tanto, existe posibilidad de elección. En esas situaciones la computación del organismo viviente se encuentra sujeta a una necesidad de "toma de partido" por una opción u otra, en la que "juega un papel lo aleatorio pero no solamente es aleatoria, puesto que el mismo proceso computante reconoce la incertidumbre y participa en esta elección" (Morin, 1997, p. 192).

Pero esta actividad computante, en su dimensión de toma de decisiones, implica que el sujeto viviente se constituya a sí mismo como "distribuidor de valores", una característica lógico–ética fundante derivada de su misma estructura simultáneamente ego–auto–céntrica y auto–trascendente, que hace que toda computación del ser sujeto sea "al mismo tiempo que un acto de cálculo y de cognición, un acto de distribución de valores, polarizados entre lo verdadero/falso, lo útil/nefasto, lo bueno/malo" (Morin, 1997, p. 198).

Este carácter de distribuidor de valores, que define a todo sujeto viviente, es el que aporta la base biológica para pensar la ética humana. Si bien es claro que este acto de distribución de valores, en sus etapas más elementales, no es todavía un acto plenamente moral por no ser un acto consciente.

De esta manera, la perspectiva moriniana de la ética arraiga la noción de la ética en la estructura de la vida biológica, sin reducirla a esta dimensión. Este arraigo asume plenamente las contradicciones que surgen de la estructura misma del ser viviente, que se manifiestan también en esta dimensión de la existencia y que nacen del hecho de que "cada ser viviente integrado en un ser de grado superior (la célula en el organismo, la hormiga en el hormiguero), está condenado a la vez al egoísmo y al altruismo" (Morin, 1997, p. 244).

La libertad real, la libertad humana que son limitadas, se ejercen, crece y se desarrolla o decrece y se atrofia en el rejuego dialógico entre egoísmo y altruismo que es propio del sujeto viviente y también, de una manera consciente y más compleja, del sujeto humano.

Para Morin todo acto moral es un acto de religación: con otro al que se reconoce como semejante, con una comunidad cercana, con una sociedad y con la especie humana como tal (Morin, 2005, p. 21). Se podría decir que esta religación con lo exterior nace –por este rejuego entre altruismo y egoísmo– de una religación inicial profunda del sujeto con su propio ser.

La visión del acto moral como acto de religación es un fundamento central en la ética de Morin (2005). Todo lo que contribuye a esta religación es lo que sería éticamente deseable. Lo bueno y todo lo que destruye esta religación, todo lo que separa –"diabolus" dice él, es precisamente el que separa– es lo indeseable, lo malo, lo que desvía el curso de la existencia de lo que sería una buena vida humana.

La religación surge del principio de inclusión que funciona en todo sujeto. Por ella, el individuo es capaz de abrirse al otro, de vivir la amistad y el amor, y de desarrollar el altruismo, de inscribirse en un grupo y de construir comunidad. Para que este proceso pueda desarrollarse es necesario que exista un equilibrio en tensión entre la autonomía individual y la solidaridad, entre el sano funcionamiento del principio de exclusión y el de inclusión.

En el volumen VI del Método, dedicado a la Ética, Morin (2005) analiza el proceso de desenvolvimiento de la autonomía individual en la modernidad de Occidente y cómo este proceso, al descuidar el otro polo de la solidaridad, generó una especie de privatización de la ética, que hizo decrecer la solidaridad y la responsabilidad social de los individuos y creó sociedades individualistas, con una distancia creciente entre la ética individual y la ética de la ciudad, así como el consecuente deterioro de la religación entre los seres humanos. Este deterioro de la capacidad de religación social en las sociedades modernas, aunado al proceso de autonomización de las ciencias que crecieron sustentadas en la separación disyuntiva entre el juicio de hecho (que se considera la base del conocimiento científico) y el juicio de valor (que se considera ajeno al proceso de la ciencia, por la propia separación del sujeto respecto a su conocimiento) y al proceso de desenvolvimiento desarticulado y paralelo entre las dos culturas –la de las ciencias duras y la de las humanidades– generó la crisis de fundamentos en la que se encuentra el mundo actual respecto a ética.

Esta crisis de fundamentos presenta algunas características que se pueden experimentar en el mundo actual:

Aumento del deterioro del tejido social en innumerables campos, debilitamiento del espíritu de cada uno, del imperativo comunitario y de la ley colectiva; fragmentación y algunas veces, disolución de la responsabilidad en la compartimentación y en la burocratización de las organizaciones y empresas; un aspecto cada vez más exterior y anónimo de la realidad social en relación con el individuo; hiperdesenvolvimiento del principio egocéntrico en detrimento del principio altruista; desarticulación del vínculo entre individuo–especie; desmoralización que culmina en el anonimato de la sociedad de masas, en la avalancha mediática y en la supervalorización del dinero (Morin, 2005, pp. 27–28).

Ahora mismo la humanidad se encuentra en medio de una crisis de fundamentos y padeciendo los rasgos causados–causantes que manifiestan estos signos en todos los campos de la vida humana, incluyendo el de la ética profesional.

Este proceso genera y es generado por un hiperdesenvolvimiento del individualismo que "conduce al nihilismo que produce sufrimiento" (Morin, 2005, p. 28). Deja al sujeto humano individual y a la sociedad entera totalmente en el vacío que provoca la falta de sentido y la imposibilidad siquiera de intentar una búsqueda del mismo.

Dado que la ética está basada fundamentalmente en el proceso de religación humana, la crisis actual de fundamentos puede sintetizarse como una crisis de religación. Crisis de religación entre el individuo y otros individuos, entre el individuo y la sociedad, entre el individuo y la especie humana.

 

IV. Ética profesional como religación social: hacia una visión compleja

La ética profesional que se desarrolla y evoluciona o involuciona a partir de las influencias del contexto social amplio, está fundada como toda ética, según Morin (2005), en una exigencia o deber de religación. Esta religación se da con el mismo sujeto, con los demás, con la sociedad y también con la especie humana.

Las definiciones de ética profesional que se encuentran en el sustento de la mayoría de las investigaciones recientes sobre el tema (Hirsch, 2001–2002, 2002a, 2002b; Amaro et. al., 2008; Kepowicz, 2007) y en particular en el proyecto interuniversitario descrito sintéticamente en la segunda sección de este artículo, tienen sobre todo relación con el deber de religación social, es decir, con el ejercicio de una actividad que busque generar un bien social, con el hecho de que el profesionista individual aporte a través de su práctica un beneficio a la sociedad en la que vive.

Sin embargo, los resultados de dichas investigaciones muestran contradicciones evidentes en lo que declaran los profesionistas entrevistados. Dado que en su noción de lo que debe ser un buen profesional se encuentran valores éticos como la honestidad o la responsabilidad pero no se presentan valores ligados al beneficio social, se declaran como importantes valores ligados al conocimiento y la destreza técnica, pero no se valoran tanto los relativos al bienestar colectivo. Se identifican también valores ligados a lo que en el proyecto se denomina "competencia afectivo–emocional" –que tienen que ver con necesidades afectivas individuales–, pero se dejan muy por debajo las relativas al bienestar común.

Estos resultados son plenamente consistentes con la caracterización de la crisis de fundamentos éticos que hace Morin (2005): aumento del deterioro del tejido social, debilitamiento del imperativo comunitario y de la ley colectiva; fragmentación y algunas veces, disolución de la responsabilidad debida a la excesiva compartimentación y burocracia de las organizaciones y a la sobrevaloración del dinero.

La aplicación del concepto de religación social a la definición y caracterización de la ética profesional podría aportar elementos muy relevantes para comprender el fenómeno que viven los profesionales hoy en día dentro de un contexto complejo. Dicho fenómeno se explica por la era de hierro planetaria en que se encuentra la humanidad, más que por una pérdida de valores profesionales o por una necesidad de recuperar valores o de insertar cursos de ética profesional en los planes de estudio –sobre todo si estos cursos se entienden como la enseñanza de valores profesionales derivados de la tradición valorativa de cada gremio–. La realidad de hiperdesenvolvimiento del principio egocéntrico con el consiguiente deterioro del principio altruista es mucho más compleja que el hecho de asumir o no un discurso ético, derivado de los códigos de comportamiento tradicionalmente aceptables en cada profesión.

Entender la ética profesional fundamentalmente como religación social tendría que llevar a los investigadores y a los teóricos del tema a mirar esta dimensión dentro del contexto multidimensional de las exigencias de religación que experimenta todo ser humano y son base de la vida ética. Todo profesional vive también inmerso en una experiencia de religación individual –principio egoísta– que lo hace velar por su propia supervivencia y hacerlo mucho más enfáticamente en una época de "competencia salvaje" derivada del desarrollo de la globalización del mercado sin globalización de lo humano. Todo profesional vive también la experiencia del deber de religación con los suyos, el deber genocéntrico que lo hace actuar a veces hacia el respeto a su propia tradición y a sus antepasados por encima del bienestar social. Todo profesional tiene además un compromiso como miembro de la especie humana, un deber antropocéntrico que debería orientarlo hacia acciones y decisiones que privilegien la necesidad de salvar a la humanidad, realizándola incluso por encima de lo que conviene a la sociedad a la que pertenece o de lo que prescriba la tradición valorativa de su gremio.

Pero además, es necesario considerar que "el problema ético surge cuando dos deberes antagónicos se imponen" (Morin, 2005, p. 47). El profesional en el actual cambio de época está siempre cruzado por contradicciones que se vuelven auténticos dilemas morales, si toma en serio su compromiso social desde la profesión.

Existen deberes antagónicos que coinciden y chocan entre sí cuando un profesional persigue comportarse éticamente hoy. ¿Cuántas veces lo que es mejor para uno producirá un daño a la sociedad? ¿Cuántas veces en la vida humana entran en contradicción lo que es más ético hacer, visto desde la religación social, y la forma más ética de actuar, vista desde la religación con la especie humana? ¿Hasta dónde lo que hace honor a nuestra herencia puede ser inconveniente para el propio bienestar?

Este tipo de contradicciones no están previstas en la mayor parte de la investigación sobre ética profesional, y constituyen un campo fértil de trabajo para futuros proyectos en esta línea. La ética profesional que esté a la altura de nuestros tiempos más que indagar acerca de los valores que se declaran, debe hacerlo sobre las contradicciones y tensiones morales que enfrentan los profesionales en un mundo cada vez más complejo y global: "Así, como el pensamiento complejo, la ética no escapa del problema de la contradicción. No hay imperativo categórico único en todas las circunstancias", plantea Morin (2005, p. 47), y este es un asunto que no está incluido explícitamente en la investigación dentro del tema de la ética profesional. La indagación acerca de los criterios de decisión y los modos de actuar del profesional en distintas circunstancias, puede ser otra perspectiva de análisis mucho más acorde con las éticas de la toma de decisiones, que responden con mayor precisión a la problemática ética a la que se enfrenta un profesional en nuestros días.

¿Cuáles son las contradicciones que enfrentan los profesionales en un sistema que considera la estética, la comodidad, el confort y la ganancia económica por encima de valores fundamentales en el discurso ético de las distintas tradiciones profesionales? Esta pregunta puede ser investigada si se asume la perspectiva ética compleja de Morin más allá de la visión de los "valores profesionales" que es la dominante en el campo de la Ética profesional hoy en día.

 

Referencias

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Yurén, T., Navia, C. y Saenger, C. (Coords.). (2005). Ethos y autoformación del docente. Análisis de los dispositivos de formación de profesores. Barcelona–México: Pomares.         [ Links ]

 

Notas

1 Las memorias de los Congresos Nacionales de Investigación Educativa, del COMIE se encuentran en versiones electrónicas en: http://www.comie.org.mx/v1/sitio/portal.php?sec=SC02&sub=SBS.

2 Para mayor información sobre Reduval, consultar: http://www.reduval.org/.

3 Esta frase no está publicada en ningún artículo del Dr. Gorostiaga, pero fue repetida en diversas ocasiones en cursos y conferencias impartidas por él en la Universidad Iberoamericana de Puebla, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente y otras universidades jesuitas de México en los años 2000 y 2001.

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