I. Introducción
La sociedad actual está inmersa en una gran cantidad de cambios en los diferentes niveles: se difuminan las tradiciones donde antes se caracterizaba un rol y un género, o donde ciertas instituciones tenían funciones específicas, pero ahora se han adaptado a las demandas sociales que les exigen mayor flexibilidad y dinamismo (Moreno, 2013).
Este cambio se refleja en el reciente término acuñado para la maternidad y paternidad, que en los referentes teóricos se define como parentalidad y hace referencia a lo neutral, es decir, ambos padres se encuentran en un plano más horizontal en el que pueden desempeñar tareas y prácticas familiares indistintas a lo que antes se concebía como propio de uno u otro progenitor (Granada y Domínguez, 2012).
Existen dos tipos de parentalidades: la biológica, que responde a la capacidad innata que posee el ser humano para procrear, y la social que hace referencia las habilidades que padres y madres adquieren a través de su historia de vida y desempeñan mediante conductas que tienen como cualidad brindar protección para favorecer la supervivencia, con la facilitación de herramientas y el acceso a escenarios que lo nutran (Barudy, 2010; Gallego, 2012), para que esto se dé es necesario una característica principal: la flexibilidad de los padres ante el desarrollo evolutivo del hijo, es decir, que los padres se adaptan a las necesidades propias de cada uno de sus hijos respondiendo a su momento evolutivo y sus características particulares para poder brindar respuestas oportunas (Rodrigo, Martín, Cabrera y Maíquez 2009); lo anterior denota la importancia de la identificación de las prácticas parentales actuales para generar líneas de acción preventivas al ser el primer escenario educativo aunado al contexto por el cual el individuo formará su identidad, pues es donde permanece por más tiempo (De Andres y Guinea, 2012).
Ser padre o madre en el momento actual es una tarea complicada en la que no sirve la improvisación y se exigen destrezas específicas ante las necesidades que surgen en la sociedad. Son los estilos educativos lo que representa la forma de actuar de los adultos respecto a los niños ante situaciones cotidianas, la toma de decisiones o la resolución de conflictos, la comunicación y el tiempo de convivencia, así como la promoción del éxito (Martínez, Ramírez e Infante, 2013); lo cual conlleva a las cualidades que el padre o madre ponen en práctica aunado a los recursos económicos y los servicios que tienen a su alcance para la familia (Valdivia, 2008).
Las familias se determinan básicamente por tres formas o mecanismos de convivencia que tienen que ver con normas y límites tanto sociales como familiares; vínculos afectivos y modelos de comunicación y la promoción de patrones que se vinculan con el éxito, el fracaso o la felicidad, entre otros (Martínez, Infante y Diaz, 2013). Estos aspectos son tomados en cuenta en nuestra investigación para explorar los modelos parentales que se presentan en distintos momentos del ciclo vital, así como para relacionarlos con sus características biográficas, económicas y sociales.
II. Antecedentes teóricos
La concepción actual de familia se entiende en términos más globales, ya que existe una variación entre lo que puede considerarse como tal; así, se observa diversidad de modelos de familia que se han modificado respecto a su función y estructura a lo largo de la historia, al responder al entorno en el que están inmersas, por eso en la actualidad existen familias extensas, reconstituidas, nucleares, monoparentales y homoparentales (Arranz y Oliva, 2010), como producto de los fenómenos sociales que dan mayor aceptación y apertura a procesos de divorcio, familias reconstruidas, homosexualidad y cambio de roles, entre otros (Robles y Di leso, 2012).
Sin embargo, la familia sigue siendo el primer escenario educativo y de desarrollo, en un inicio es donde el individuo está desprovisto de herramientas para la supervivencia; como menciona Gallego-Betancur (2012), el infante posee un grado de inmadurez que lo hace depender de manera absoluta de otro, que debe proveerle sustento, apoyo y comunicación, entre otros elementos esenciales para su desarrollo. Por ello las funciones de la familia quedan descritas en ser promotores y proveedores de los recursos y estímulos necesarios para favorecer la supervivencia del infante una de las principales tareas de los padres, ser reguladores de las reacciones emocionales (Stan, 2012). Es necesario un sistema de conocimientos, habilidades, capacidades, hábitos y herramientas que le permiten el completo desarrollo de las responsabilidades parentales y prevenga las situaciones de crisis por las que transita el infante, esa es la definición de parentalidad (Gherghinescu y Glaveanu, 2015, p. 63).
Un elemento clave en este complejo sistema es cómo dan lectura a las conductas de sus hijos, ya que si sienten que el niño está respondiendo de manera positiva a sus cuidados están cumpliendo con la tarea y, por lo tanto, están satisfechos con el rol; por otro lado, si a pesar de los esfuerzos no ven respuestas en el niño, empiezan a sentirse incapaces (Ponomartchouk, y Bouchard, 2015). Estos cambios tienen eco en las relaciones entre padres e hijos que han pasado de tener una estructura jerárquica a plantearse relaciones más horizontales y democráticas (Martín, Máiquez y Rodrigo, 2009), es por ello que se han ido modificando marcos de referencia en relación con la familia y sus elementos.
Cada padre responde a la parentalidad desde su propia historia y no depende de un solo elemento como la estructura o composición familiar, sino que tiene que ver con las actitudes y la forma de interaccionar en las relaciones paterno/materno-filiales (Salles y Ger, 2012). Belsky (2010) menciona que las prácticas parentales que promueven bienestar en los niños son aquellas que adoptan un estilo receptivo-sensible que refuerza la seguridad de apego y las relaciones padres-hijos son recíprocamente positivas; desde los años de preescolar hasta la adolescencia el estilo con autoridad responsable (que combina alto nivel de calidez y aceptación con un control firme, y límites claros y consistentes) promueve una orientación prosocial, esfuerzos por obtener logros, y relaciones positivas con los pares. En consecuencia, los padres que respetan las necesidades de autonomía apropiadas al nivel de desarrollo de sus hijos contribuyen a resultados psicológicos y de comportamiento valorados en el mundo occidental.
En este estudio se consideran los modelos parentales y sus componentes básicos como algo dinámico y flexible que se adapta a situaciones del contexto, madurez de los hijos y competencias parentales específicas de cada uno de los padres; sin embargo, como también estos patrones tienen un rasgo hereditario-cultural existe cierta tendencia debido a las concepciones y creencias de los padres sobre la misma parentalidad.
Krevans y Gibbs (1996), como se cita en Papalia, Wendkos y Duskin (2005), abordan la forma de relación de las variables que dan como resultado las conductas que los padres ponen en práctica para facilitar el desarrollo de un comportamiento pro-social o antisocial al satisfacer o no las necesidades emocionales básicas de los niños; Baumrid (1989, como se cita en Papalia, Wendkos y Duskin, 2005) definió tipologías en tres estilos parentales a los que denominó: autoritario (enfatiza el control y la obediencia), permisivo (enfatiza la auto-expresión y la autorregulación), y con autoridad (mezcla el respeto, la individualidad del hijo y el esfuerzo por inculcarle valores sociales) (Torio, Peña e Inda, 2008). La presencia de cada uno de estos estilos dependerá de los niveles de control y responsabilidad que realizan los padres. Posteriormente, Tenorio (1999) menciona que existen cinco modelos parentales: autoritario, democrático, permisivo o indulgente, negligente y de supervivencia.
Para el presente estudio se definieron tres elementos esenciales en la construcción del modelo parental: 1) pautas de crianza, 2) vínculos de apego, y 3) patrones de éxito (Martínez, Ramírez y Blanco, 2013). La crianza son las conductas que los padres modulan para favorecer la relación entre los miembros, con el objetivo de brindar recursos para la supervivencia, reproducción, cuidados y socialización (Arranz, 2004); es decir, se traduce en lo que está permitido dentro del seno familiar y fuera de él; los vínculos de apego están medidos por la comunicación y el tiempo de convivencia entre los miembros del sistema familiar, y los patrones de éxito por la forma en que potencializan y facilitan la concepción del logro en la vida; la combinación de los elementos da la definición de un modelo parental (Martínez et al., 2013).
Las pautas de crianza se clasifican en a) Rígido: pauta de crianza en donde la cultura de la convivencia se fundamenta en el orden y el respeto, acatamiento de las normas impuestas por los padres, con límites rígidos y poco justificados, la obediencia y el respeto a la autoridad de los padres es fundamental en la dinámica familiar, el cumplimiento de la norma se justifica con el bienestar de los hijos y su incumplimiento genera consecuencias; b) Negociador: pauta de crianza en la cual los principios, las normas y los límites son negociados en razón de las necesidades de los hijos y de las pretensiones de los padres. Se promueve la interdependencia entre padres e hijos a través de intercambios en donde prima y se explicitan tanto la racionalización y el respeto hacia las normas como las consecuencias que pueden tener ciertos comportamientos de los hijos; y c) Indulgente: en esta pauta de crianza los padres confían en las decisiones que toman sus hijos de forma independiente, dejan un margen amplio a lo que pueden hacer los hijos, quienes gozan de generosas libertades de acción y se conducen por sus intereses e impulsos; existen pocas normas y el incumplimiento de ellas no genera restricciones ni castigo alguno (Martínez et al. 2013).
Los vínculos de apego se clasifican en: a) Cálido: las muestras de afecto entre padres e hijos se distinguen por ser parte de la vida cotidiana y caracterizada por ser constantes llenas de calidez y cercanía con disposición de tiempo y comunicación en todo momento; b) Cercano: los padres particularmente comparten muestras de afecto espontáneas y esporádicas con sus hijos, con suficiente tiempo y comunicación entre ellos; y c) Elemental: los padres denotan mínimas muestras de afecto y tiempo compartido con sus hijos, con una casi nula comunicación entre ellos (Martínez et al. 2013).
Los patrones de éxito pueden ser: a) Promotor: acompaña y coadyuva en las decisiones que los hijos toman en relación con sus intereses y los patrones de éxito familiares; b) Orientador: colabora y apoya en la construcción de los patrones de éxito de sus hijos tomando en cuenta sus intereses; y c) Emancipador: acepta las decisiones e iniciativas relacionadas con los patrones de éxito de sus hijos de forma autónoma (Martínez et al. 2013). En los tres elementos existe una cuarta categoría denominada “situacional” (atribución indiferenciada) que se refiere a aquellos padres que puntuaron indiferenciadamente en los distintos estilos, sin mostrar claramente definido un tipo de vínculo, pauta de crianza o patrón de éxito y que dependiendo de la demanda de cada situación, es el tipo de estilo del modelo parental que involucran durante su convivencia familiar.
III. Metodología
El objetivo del estudio fue identificar las características de los modelos parentales que utilizan los padres de familia en el Noreste de México para generar información que permita situar ámbitos de mejora y desarrollo en ese campo. El estudio -de tipo exploratorio y descriptivo- se desarrolló a través de una metodología mixta dada la naturaleza cualitativa del instrumento y el análisis de distribución de frecuencia de cada estilo.
La población estuvo conformada por habitantes de San Luis Potosí en zona urbana ubicada en el Noreste de México, y el muestreo fue aleatorio por conveniencia, con 1008 familias residentes en diversas zonas urbanas y conurbadas de la ciudad, incluyendo una amplia variedad de familias con distintas características biográficas, económicas y sociales.
El estudio utilizó un instrumento de carácter atribucional previamente diseñado y validado en estudios anteriores (Martínez, Salazar e Infante, 2013; Martínez, Infante y Díaz, 2013), cuya estructura se compone de 10 reactivos que exploran los datos biográficos de las familias y 12 reactivos de carácter atribucional que indagan los factores que estructuran los modelos parentales, es decir, pautas de crianza, vínculos de apego y patrones de éxito. El cuestionario se utilizó partiendo de la noción de que el pensamiento posee dos niveles funcionales: el representacional y el atribucional, que son sostenidos por las construcciones mentales como resultado de actividades y prácticas culturales. El nivel representacional se evidencia cuando la persona utiliza el conocimiento para declarar o reconocer algo, mientras que en el nivel atribucional el conocimiento es utilizado de modo práctico, así como para planificar el comportamiento (Rodrigo, 1994).
Los instrumentos fueron aplicados de forma individual por un grupo de estudiantes de Psicología, quienes fueron capacitados para llevar a cabo el procedimiento: consentimiento informado verbal, la recogida de datos biográficos y respuesta a los reactivos que exploran los datos del modelo parental, posteriormente los instrumentos se entregaban y se revisaba que estuvieran correctamente contestados para la asignación de folios y el inicio del vaciado de datos y su procesamiento a través del programa de cálculo Excel. Asimismo, se realizó un análisis estadístico descriptivo empleando una distribución de frecuencias con la finalidad de agrupar los datos en sus respectivas categorías, para lo que se seleccionó aleatoriamente instrumentos y se observaron las respuestas con mayor frecuencia, se elaboraron etiquetas para cada grupo de respuestas, y posteriormente se definieron las categorías.
Este trabajo presenta sólo los resultados del análisis cuantitativo de la exploración realizada sobre los modelos parentales más frecuentes en población urbana del Noreste de México (San Luis Potosí).
IV. Resultados
El 77.8% de las personas que participaron como parte de la muestra fueron madres de familia; en relación a la escolaridad se encontró que el 23.53% de los padres de familia posee una escolaridad básica, el 32.26% tiene escolaridad media superior y, finalmente, el 44.22% cuenta con escolaridad superior. En cuanto a la edad de los hijos, el 50.5% de la muestra reporta tener hijos mayores de 12 años y el 49.5% de tiene hijos menores de 12 años.
De los 5 modelos de familia que se exploran en la muestra, predomina con 69.8% el modelo nuclear, el 17.3% pertenece a un modelo monoparental, el 9.9% de pertenece a un tipo de familia extensa, mientras 2.4 % pertenece a un tipo de familia reconformada.
En relación al nivel socioeconómico de las familias, el 53.28% reporta pertenecer al nivel tipo 2 (Nivel medio alto), el 42.05% al nivel tipo 3 (Nivel medio bajo), el 3.87% al nivel tipo 1 (Nivel alto) y el 0.8% al nivel tipo 4 (Nivel bajo).
4.1 Pautas de crianza
Los resultados del análisis de datos indicaron que un mayor porcentaje de los padres se percibe con una pauta de crianza de tipo negociadora, un 32.17%; el 28.7% de los padres reporta presentar una pauta de crianza rígida; el 21.35% se percibe con pautas de crianza situacionales y, por último, el 17.78% reporta tener una pauta de crianza de tipo indulgente, como lo muestra la figura 1.
Por otro lado, el análisis de los vínculos de apego se caracterizó por presentar de manera predominante un vínculo de apego cálido con un porcentaje de un 33.93%; el 29.76% de los padres reporta tener un vínculo de apego de tipo cercano, el 19.25% de la muestra se perciben con un vínculo de apego de tipo elemental y el 17.06% reporta tener un vínculo de apego situacional (ver figura 2).
Por último, en los patrones de éxito el orientador fue el que obtuvo mayor frecuencia con un 36.64%, el 22.15% reporta tener un patrón de éxito de estilo promotor, el 21% se percibe con un patrón de éxito de tipo emancipador y el 20.16% presenta un patrón de éxito situacional (ver figura 3).
Para complementar, se realizó también un análisis de distribución de frecuencias de cada estilo, tratando de encontrar relaciones que puedan ofertar datos significativos o estables entre los datos biográficos y elementos de cada modelo parental.
Los padres con escolaridad superior tienen tendencia a ser negociadores en sus pautas de crianza y cálidos y situacionales en sus vínculos de apego, en tanto aquellos con escolaridad básica tienden a ser rígidos en sus pautas de crianza y cercanos o elementales en sus vínculos de apego. Lo que implica que, al parecer, a mayor escolaridad el vínculo de apego es más cálido y la pauta de crianza negociadora, y a menor escolaridad el vínculo es más elemental y la pauta más rígida (ver figuras 4 y 5).
Existe una tendencia en las familias nucleares hacia las pautas de crianza negociadoras y situacionales y menor incidencia de pautas de crianza indulgentes; a diferencia de las familias reconformadas que tienden a presentar pautas de crianza indulgente (ver figura 6).
Por otro lado, existe una tendencia de las familias tipo 1 (Nivel alto) y 2 (Nivel medio alto) a pautas de crianza indulgentes y negociadoras, las familias tipo 3 (Nivel medio bajo) tienden a pautas de crianza rígidas y las de tipo 4 (Nivel bajo) tienden a ser más indulgentes. De igual forma, existe una tendencia de las familias tipo 3 a crear vínculos de apego mucho más elementales que el resto (ver figura 7). Aspectos que se obtuvieron mediante procedimientos de las hojas de calculo de Excel con la implementación de filtros para seleccionar criterios y hacer un conteo de frecuencias.
Los padres con hijos menores de 12 años tienden a presentar pautas de crianza negociadoras, vínculos de apego cálidos y patrones de éxito promotores. Mientras que los padres con hijos mayores de 12 años tienden a pautas de crianza indulgentes y a vínculos de apego más elementales (ver figuras 8, 9 y 10).
Un dato relevante lo constituye el hecho de que 40.66% de las familias, independientemente de la pauta de crianza asumida, se declara con una tendencia rígida en el establecimiento y control de normas y límites en el ámbito de lo social (tabla 1).
V. Conclusiones
La sociedad se encuentra inmersa en una corriente que tiende a la especialización de todos los ámbitos, incluso de la familia, por ello las relaciones al interior de la misma se tornan más horizontales (Nardone, Giannotti y Rocchi, 2004) y esto se evidencia en los datos encontrados en las familias del estudio, que tienden a presentar pautas de crianzas negociadoras, vínculos de apego cálidos y cercanos y patrones de éxito orientadores.
Por otro lado, los datos biográficos muestran que la escolaridad es un factor importante para la inclinación hacia un modelo parental u otro, los resultados de esta investigación se ha puesto de manifiesto que a mayor escolaridad el vínculo de apego es más cálido y la pauta de crianza negociadora, y a menor escolaridad el vínculo es más elemental y la pauta más rígida, aspecto que se destaca debido a la importancia de la afectividad como mecanismo de supervivencia y traducción de seguridad para la exploración del entorno y de los distintos contextos (Rodrigo y Palacios, 1998). Lo anterior cobra relevancia al destacar que en la parentalidad es necesaria la presencia de la afectividad como andamiaje para la estructuración de la identidad, y este ejercicio de la parentalidad es producto de varios factores y de la historia personal de los padres (Moreno, 2013).
Asimismo, las características biográficas de los sujetos han puesto de manifiesto cómo el modelo familiar determina una preferencia por determinada pauta de crianza, como es el caso de las familias nucleares y reconformadas que se inclinan por pautas de crianza negociadoras e indulgentes, respectivamente.
Respecto a los tipos de familia, el estudio concreta de igual forma cómo diferentes niveles socioeconómicos y culturales de familia se inclinan por distintas pautas de crianza, tal es el caso de las familias tipo 1 y 2, que se inclinan por pautas de crianza más indulgentes y negociadoras en contraste con las familias tipo 3 -que tienden a ser más rígidas- y las de tipo 4 -que tienden a ser más indulgentes.
Otro factor importante que se ha evidenciado en el estudio tiene que ver con las familias con hijos mayores y menores de 12 años, pues según los resultados obtenidos son más negociadoras, cálidas y promotoras aquellas familias con hijos menores de 12 años que las familias con hijos mayores de 12 años, que tienden a la indulgencia y a vínculos de apego más elementales.
Un dato relevante que describe la situación por la que pasa el contexto actual lo constituye el hecho que la mayoría de las familias, independientemente de la pauta de crianza asumida, se declara con una tendencia rígida en el establecimiento y control de normas y límites en el ámbito de lo social.
Y por último, es importante concluir que los datos biográficos al parecer no son determinantes para situar la forma en que se promocionan los patrones de éxito en cada familia, es decir, en las familias potosinas existen padres con patrones de éxito promotores, orientadores, emancipadores y situacionales, aunque hay una tendencia a ser más promotor con los hijos menores de 12 años.
Estos hallazgos permiten conocer las características de los nuevos modelos parentales y sus vínculos con los datos biográficos de diferentes grupos de familias, lo que permitirá el reconocimiento de aciertos y ámbitos de mejora que repercutan en el desarrollo y el bienestar de los miembros de la familia, particularmente de los hijos, aspectos que facilitarán también la programación de proyectos de intervención socioeducativa que fomenten el desarrollo de competencias parentales y la transición hacia modelos parentales que faciliten, coadyuven y orienten a los padres hacia la conformación de relaciones y funciones familiares más congruentes con la realidad social del país.
No cabe duda que la familia, como estructura social, ha sufrido una serie de transformaciones que dieron lugar a la diversificación entre los componentes del modelo parental; los cambios sociales y los impactos que ha tenido que ha tenido la familia sugiere que las condiciones de cada una -desde el número de miembros, edad de los hijos, nivel académico de los padres, hasta el tipo de familia- dan lugar a la aparición de nuevas y novedosas formas de crianza y de relaciones que se flexibilizan en función de las dimensiones mencionadas.