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Espiral (Guadalajara)
versión impresa ISSN 1665-0565
Espiral (Guadalaj.) vol.13 no.38 Guadalajara ene./abr. 2007
Sociedad
Espacio e identidades locales en Todos Santos, BCS
Rossana Almada Alatorre*
* Profesora-investigadora del Área Interdisciplinaria de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma de Baja California Sur. México. ralmada@uabcs.mx
Fecha de recepción: 24 de mayo de 2006
Fecha de aceptación: 17 de julio de 2006
Resumen
Este trabajo tiene por objetivo presentar un acercamiento a la relación existente entre la construcción de las identidades locales y el uso de los espacios en el pueblo de Todos Santos, Baja California Sur (BCS), formado por inmigrantes extranjeros y nacionales, y por las familias originarias del pueblo. Para entender dicha convivencia se analizan las diferencias en el uso y la distribución de los espacios privados y también de los que comparten con los demás, es decir, la plaza, la calle, las banquetas. En ese sentido, la observación y análisis de las relaciones que establecen durante las fiestas del pueblo ofrece la posibilidad de aprehender las discrepancias culturales manifiestas en las formas de participar y disfrutar del pueblo en diferentes circunstancias.
Palabras clave: espacio, territorio, migrantes, identidad, significados.
Abstract
This work, which is part of a greater research, aims at introducing an approach to the existing relation between local identities development and the use of the spaces in Todos los Santos, Baja California Sur (BCS), a place formed by foreign and national immigrants, and native people. In order to understand such coexistence, differences on the use and distribution of private spaces, as well as social ones, that is, squares, streets, and sidewalks are analyzed. In this sense, observation and analysis about their relations during popular feats allow us to grasp cultural discrepancies expressed in the way of participation and people's enjoyment under different circumstances.
Presentación
El presente trabajo, que forma parte de una investigación mayor, tiene por objetivo presentar un acercamiento a la relación existente entre la construcción de las identidades locales y el uso de los espacios; el estudio de caso se ubica en el pueblo de Todos Santos, Baja California Sur, un pueblo ubicado aproximadamente a 89 kilómetros de la ciudad de La Paz, capital del estado de Baja California Sur (BCS), cuyo espacio físico y prácticas socioculturales están sufriendo una serie de modificaciones dignas de consideración a partir de la llegada de un contingente de inmigrantes intermitentes y/o permanentes llegados de Estados Unidos, Canadá y del interior de la República Mexicana.
Aunque en este trabajo se mencionan tres grandes grupos que habitan Todos Santos: extranjeros, mexicanos no sudbajacalifornianos y todosanteños, cabe mencionar que no se trata de conjuntos homogéneos; al contrario, son contingentes heterogéneos cuyas relaciones internas son sumamente complejas; existen entre ellos diferencias de clase, de género, religiosas e ideológicas. En cada caso, quienes participan verdaderamente en la toma de decisiones en Todos Santos son las élites; sin embargo, suele suceder que cuando los conflictos arrecian, y más cuando lo que está en juego es una cuestión cultural o algo que afecte seriamente sus intereses en tanto extranjeros, como mexicanos o como todosanteños, se olviden de las diferencias internas y actúen en bloque a favor del interés de su grupo de origen. Es por esto y por necesidad metodológica que se habla aquí de tres grupos.
La importancia del tema propuesto reside en la necesidad de explorar las formas en que las distintas identidades van modificándose a partir del intercambio constante de elementos culturales; no es posible considerar cambios importantes en la identidad de los todosanteños, pensando que las identidades alternas permanecen inalteradas; las formas de entenderse a sí mismos y de entender el mundo a partir del contacto multicultural provee los insumos necesarios para la construcción de identidades emergentes. Desde luego, las identidades de cada uno de los grupos contienen elementos no negociables y es justamente a partir de ellos que aparecen los conflictos, pero esto no significa que las identidades sean rígidas; por el contrario, son lo suficientemente flexibles para permitir la convivencia y dar la bienvenida a algunos cambios manifiestos en las distintas aunque en algunos aspectos parecidas formas de utilizar los espacios.
Es decir, se considera que la observación de los cambios espaciales permite comprender las modificaciones culturales de cada uno de los grupos que, al compartir el territorio, inician una forma de préstamos culturales, construyendo así una sociedad multicultural. Esta afirmación se basa en el hecho de que en Todos Santos conviven personas, familias, grupos con diferencias culturales de consideración: lingüísticas, religiosas, políticas, etcétera... en un espacio que les obliga a conocerse, a saber unos de los otros, a verse con frecuencia en las calles, en la iglesia, en las tiendas y, al mismo tiempo, las diferencias mencionadas abren distancias abismales entre ellos, pero son distancias movibles, elásticas, cambiantes, se acercan y se alejan, se pierden y se encuentran, no existe un patrón que seguir en sus encuentros y desencuentros; por tanto, se trata de relaciones sumamente complejas, alejadas de lo que podría ofrecer la condición cara a cara propia del pueblo.
El trabajo está basado en técnicas antropológicas de investigación, entre las que destacan la observación participante y las entrevistas en profundidad. Estas herramientas permitieron separar a los grupos, primero por lugar de origen. Con base en lo anterior fue posible observar la división del trabajo en el pueblo; por ejemplo, la mayoría de los extranjeros tienen negocios de bienes raíces, galerías de arte, hoteles y restaurantes, además muchos de ellos se dedican al arte, principalmente a la pintura; los mexicanos no sudbajacalifornianos, en su mayoría, venden servicios domésticos tales como jardinería, plomería, alba-ñilería, etcétera; claro que entre ellos hay también dueños de restaurantes y galerías de arte, pero son los menos, y los todosanteños son dueños de tiendas de abarrotes y los minisúper, agricultores, ganaderos y pescadores.
Ideológicamente, la mayoría de los estadounidenses asentados en el pueblo simpatizan con el Partido Republicano; los mexicanos no sudbajacalifornianos son mayoritariamen-te simpatizantes del PRD, y los todosanteños están divididos entre priistas y perredistas; de hecho en las recientes elecciones de 2006, en Todos Santos, igual que en todo BCS ganó el PRD tanto la Presidencia de la República como las senadurías y las diputaciones.
En lo que a filiación religiosa se refiere, la mayor parte de los extranjeros son protestantes, mientras que los mexicanos no sudbajacalifornianos y todosanteños son más apegados a la religión católica, aunque cabe señalar que muchos de ellos se han adherido a los Testigos de Jehová.
Con este mosaico traté de poner las voces en diálogo para comprender la forma en que ven, viven y construyen sus propias identidades y, por supuesto, lo que esperan de sí mismos y de los demás, no sólo a través de lo que dicen en las entrevistas, sino también de lo que callan; de lo que hacen y cómo lo hacen al vivir y compartir los espacios físicos y sociales en que habitan.
Espacio e identidad
Sin duda, en la mayoría de los casos la casa y la familia son los primeros espacios con que topamos los seres humanos; en primera instancia somos miembros de un grupo de familia y a partir de ella nos relacionamos con el contexto que nos rodea: con la calle, con la iglesia, con la escuela, con nuestros pares, con todo y con todos aquellos a partir de los cuales tomamos conciencia de nuestro ser en el mundo. Mantenemos una relación dialéctica con los espacios que habitamos. Los seres humanos cargamos de significación el entorno en el que vivimos, trabajamos y nos relacionamos, al tiempo que este entorno influye de manera importante en la construcción de nuestra identidad al darnos un sentido de pertenencia con base no sólo en las transformaciones que le introducimos, sino también en la serie de referentes naturales a partir de los cuales reconocemos "nuestro" lugar: el mar, el desierto, la unión de ambos (Amerilink y Bontempo, 1994: 17-19). Asimismo, el entorno participa de manera central en la construcción de nuestras culturas e identidades: nos da la pauta para decidir los alimentos que consumimos y cómo los cocinamos, el tipo de ejercicios al que nos sometemos, las formas de vestir, las posturas corporales que adoptamos y las maneras de estar en los lugares que habitamos y compartimos. Es en los lugares que habitamos donde somos socializados y condicionados para soportar o no espacios reducidos, para portar la ropa de una forma u otra, dependiendo de la familiaridad que tengamos con la prenda que llevamos; para caminar, bailar, etcétera. Esto se evidencia claramente cuando tomamos como puerta de entrada las representaciones sociales de grupos con diferencias sociales de importancia que coexisten en un espacio territorial.
El territorio tiene un significado con base en el cual nos reconocemos. Dentro de sus límites lo podemos definir como "yo con mi entorno". Así, el territorio vive sus fronteras y las traspone provocando la reacción social que anuncia al extranjero que va llegando, pues el uso social del espacio marca los bordes dentro de los cuales las personas "familiarizadas" se autorreconocen y por fuera de los cuales se ubica al extranjero o, en otras palabras, al que no pertenece al territorio (Silva, 1992: 53).1 En efecto, el turista, el visitante, son reconocidos por su forma de andar por las calles, de vivir los espacios públicos; esto sucede porque desconocen los códigos de autorreconocimiento de los habitantes del territorio en cuestión (Silva, 1992), pero no ocurre lo mismo con el inmigrante, quien no sólo se apropia del espacio, sino que participa en su construcción, lo usa y pelea por tomar parte en su distribución.
En todos los lugares los habitantes tienen maneras de marcar sus territorios y una forma de caminar por las calles; no es posible pensar en un lugar que no anuncie, en alguna forma, que sus espacios son recorridos y nombrados por quienes los viven. De este modo tendríamos, al menos, dos grandes tipos de espacios por reconocer en el ambiente: uno oficial, diseñado por las instituciones y construido sin la anuencia de los habitantes, y otro que Armando Silva sugiere llamar diferencial, consistente en una marca territorial que se usa e inventa en la medida que el ciudadano lo nombra y lo inscribe (Silva, 1992: 55). En Todos Santos hay oficinas, escuelas, hospital, Casa del Estudiante y teatro, entre otros aspectos, que son contribuciones oficiales a la construcción del pueblo, lo mismo que el adocreto de las calles; pero está también la aportación de los diferentes grupos al construir sus casas, al decorar las fachadas y banquetas, al pintarlas con determinados colores, al sembrar o quitar algunos árboles.
Como puede comprenderse, uno bien puede hacerse "la imagen de un lugar" por medio de los distintos cortes que en conjunto sus pobladores establecen para hablar de él. Las prácticas, las nostalgias, las contradicciones, las alusiones de poder, el uso del espacio según sean las clases tradicionales o las nuevas inmigraciones extranjeras o nacionales, la presencia de distintos sectores sociales, la recreación y la mezcla de culturas, quedan al descubierto cuando se estudia la construcción de la identidad mediante el uso que los diferentes grupos hacen del espacio (Silva, 1992: 80). Por esto, para efectos de este trabajo consideraremos el "espacio" como el fragmento territorial que la gente construye, usa, significa y transforma para vivir, estar, desarrollar sus actividades y establecer relaciones sociales.
Los espacios construidos por los grupos humanos que los habitan son formas significativas que ponemos en circulación dentro de una sociedad para distinguirnos de los "otros". El entorno puede descomponerse en formas de organización de espacio, de tiempo, de significado y de comunicación, en atributos que den a los entornos su carácter o ambiente peculiar. Las relaciones entre estos conjuntos de componentes dan como resultado paisajes culturales y cultura material, o sea, el "mobiliario" tanto de los paisajes como de las construcciones y de la distribución al interior de las casas (Rapaport, 1990: 13).
Edward T. Hall (1999), a partir de las bases biológicas de la percepción y de la conciencia, analiza cómo el comportamiento humano se modifica tanto por la cultura como por los mismos espacios concretos en que actúa. Hall comparte la creencia del arquitecto Moholy-Nagy, quien dice que: "La experiencia espacial no es privilegio de arquitectos dotados, sino una función biológica de cada quien" (Hall, 1999: 42).
Hall plantea también que la gente no reacciona pasivamente ante el entorno, sino que lo usa y configura activamente en toda interacción social. Propuso la hipótesis de que es posible determinar qué zonas espaciales se usan en la interacción social y observó el diferente uso que las personas, dependiendo de su cultura, hacen del espacio. Esto último es perfectamente observable en el caso de Todos Santos, debido a la cercana interacción de los tres grupos asentados en el pueblo. El espacio "real" y "verdadero" no existe fuera de ciertos marcos conceptuales y de la perspectiva de quienes lo construyen. Lo que se pone a discusión no es sólo el punto de vista del observador, sino la construcción misma del espacio por los diferentes grupos que lo habitan (Hoffman y Salmerón, 1997: 19); en el caso que aquí nos ocupa, la mirada es la de los inmigrantes extranjeros, la de los mexicanos no sudbajacalifornianos y la de los todosanteños.
Ampliando el concepto de lugar y espacio, Sime (1986) declara que el término lugar, a diferencia de espacio, implica un lazo fuerte emocional, temporal o duradero, entre una persona y una posición física particular. En un sentido similar, Canter (1977) comenta que no hemos identificado aún totalmente el lugar hasta que sepamos: a) cuánto tiene que ver con el comportamiento, o cuál es el comportamiento que se espera de alguien que se aloja en un lugar determinado; b) lo que son los parámetros físicos de la adaptación al lugar, y c) las descripciones o concepciones de la gente que tiene un comportamiento en un entorno físico (Canter, 1977).
Ver, oír, oler, pasear, detenerse, recordar, representar, son atributos corporales que deben ser estudiados en cada lugar, comparando uno con otro o cada uno dentro de sus fragmentaciones territoriales (Silva, 2000: 20); los pueblos sudbajacalifornianos, al menos de la región que abarca de La Paz a Los Cabos, contienen aromas similares y paisajes semejantes, las calles se pueblan de sonidos iguales, pero Todos Santos huele a miel y a limoneros por las tardes; el sonido que produce el viento cuando mueve la caña de azúcar no se presenta en otro lugar y el rugido del océano por las noches produce sentimientos diferentes si se está a la orilla del mar o si se duerme en el centro, muy alejado de la playa.
Las casas
Bajo este subtítulo se intenta describir la forma en que los diferentes grupos que actúan y comparten el espacio territorial de Todos Santos viven en la intimidad de sus casas, cómo deciden el uso que darán a cada una de las partes en que se divide el lugar en que habitan, cómo disponen la distribución de los muebles, la cantidad de espacio que requieren para la realización de tareas dentro de la casa, etcétera. Dicha descripción se dificulta un poco porque el uso del espacio en que habitan no varía sólo de un grupo a otro, sino al interior de los grupos, debido a su heterogeneidad. Pero esta dificultad se presenta al tratar de entender cualquiera de las categorías espaciales propuestas; como dice Rossana Reguillo (2002), no es lo mismo vivir la ciudad o cualquier espacio desde el cuerpo de una mujer, que desde el de un hombre, el de un anciano o el de un niño. Por tanto, para efectos del análisis que se presenta, el uso de los espacios será presentado con base en los rasgos culturales generales de cada uno de los grupos al vivir la cotidianidad en Todos Santos.
Las casas que habitan los todosanteños tienen una serie de elementos en común desd su construcción, pues normalmente van haciendo sus casas por partes; no es nada difícil encontrar una armazón de bloques rodeando una casita de adobe y techo de palma, es decir, la gente vive allí y sigue construyendo y acomodándose en los espacios que va construyendo.
En Todos Santos las bardas y las rejas, cuando las hay, no miden más de dos metros de altura. Las casas se construyen al centro o al fondo de un patio grande, cada familia ocupa un espacio entre los 400 y los 1,200 metros cuadrados; los patios son muy grandes, llenos de plantas como puestas al descuido que ofrecen a la vista una imagen verdaderamente exuberante.
Es bastante común que la construcción de estas casas se efectúe con cuartos dispuestos uno al otro, conectados entre sí sin que haya puertas de por medio; este tipo de construcción se encuentra principalmente en las casas viejas, y da la idea de una vida en comuna; si acaso, la recámara del matrimonio o de los matrimonios, si es que vive más de uno en la misma casa, se aísla con una cortina, pero nada más; sin embargo, este tipo de construcción ha ido cambiando, las casas más modernas ya tienen puertas en cada recámara. El baño suele ocupar un espacio amplio, aproximadamente de unos seis metros cuadrados, esté dentro o fuera de la casa; casi siempre tienen un lavabo, además de la regadera en la que por lo general no acostumbran cortina ni canceles, y desde luego un retrete. Las casas todosanteñas de las familias de recursos medianos tienen un espacio para la sala; esta habitación se utiliza para ver televisión; suelen tener en ella un mueble grande y clásico con vistas de madera que no acostumbran cambiar de manera frecuente; de hecho recurren más al tapizado que a la compra de un mueble nuevo. Gustan mucho del terciopelo para el tapiz de los muebles, ya sea en colores más o menos fuertes, como el rojo o estampado en flores grandes. Lo más común es encontrar en la sala los muebles cubiertos con ropa de cama que ya no se usa; en ese mismo espacio se encuentra normalmente también un juguetero con una televisión y una videocasetera. El mueble de comedor suele ser también bastante grande, cuando menos de ocho sillas, con su trinchador para guardar copas, recuerdos de bodas, de primeras comuniones y de celebraciones de 15 años. En las paredes, fotografías de caritas de niños, de bodas, alguna de estudio de una quinceañera, o de los viejos trabajada en relieve con resina. Los pisos pueden ser de cemento, pero cuando la situación económica es un poco mejor hay vitro-piso. En el porche, donde se reciben las visitas que no son de mucha confianza, nunca faltan las clásicas poltronas sudbajacalifornianas, blancas con rojo, casi siempre hay dos en la banqueta. A la entrada de la casa, entre dos y cuatro laureles de la India, tabachines o almendros y flores de las llamadas maravillas o teresitas. Si el patio es suficientemente grande suele haber algunos árboles de mango, una o dos palmeras de coco y "una ramada", es decir, un techo de palma sostenido por troncos, sin paredes; estos lugares resultan muy cómodos en tiempo de calor para comer e incluso para dormir, porque como casi siempre están en los patios traseros de las casas, sacan las camas, ponen un abanico y duermen frescos durante el verano; también a la hora de la comida la ramada les sirve para comer sin tanto calor, incluso en algunas casas sacan la televisión de la casa y ahí la ven; en la ramada también reciben visitas pero ahí las de más confianza, sirven el café; se trata de espacios muy agradables porque normalmente están rodeados de plantas, palmeras y árboles; todo esto produce una sensación de frescura y de bienestar; las personas pueden pasar muchas horas en un espacio de este tipo, solas o acompañadas, siempre es muy agradable. La mayoría de las casas todosanteñas están siempre bastante limpias, sin que falte una fina capita de polvo debido a que muchas calles del pueblo están sin pavimentar. Pero, sobre todo, los patios están siempre húmedos, perfectamente regados, pues la gente de Todos Santos acostumbra regar hasta dejar empapado el piso, al menos dos veces al día, a las seis de la mañana y a las siete de la tarde.
Las casas de los extranjeros tienen diferencias importantes con las de los todosanteños. Como se trata de casas que han comprado allí, es decir, que fueron construidas por gente del pueblo, la forma de distribución de los espacios internos es similar a la de los todosanteños; sin embargo, logran hacer algunas modificaciones, por ejemplo, ponen puertas para separar los dormitorios, levantan las bardas un poco para aislarse del exterior de manera que las casas no se vean desde la calle, sustituyen las rejas por zaguanes construidos a veces con materiales de la región, como los carrizos. Las casas, lo mismo que en el caso de las de los todosanteños, están al centro o casi al fondo de los patios porque así fueron construidas, pero la exuberancia y mantenimiento de las plantas no existe; en las casas de los extranjeros hay un orden en los jardines; los árboles y las flores tienen destinadas áreas diferentes en el patio y son simétricamente distribuidos para el riego y aprovechamiento del agua.
El televisor está en los cuartos de dormir, que tienen aire acondicionado y abanicos de techo; en las paredes hay óleos y acuarelas; las fotografías aparecen en la mesita del teléfono o de noche, los clóset tienen puertas decoradas como si fueran viejas. En los baños los azulejos son preferentemente de Talavera, lo mismo que los lavamanos, y no es raro encontrar en estas casas tina de baño o jacuzzi. Las cocinas son construidas con cemento, madera y azulejos de Talavera, trasteros y alacenas también de madera; las agarraderas de las puertas en cocinas y baños reproducen las formas de algún animalillo de la región: iguanas, sapos, delfines, ballenas; suelen usar lámparas de caracoles y adornos de concha.
Los mexicanos no sudbajacalifornianos usan mucho las macetas para tener sus plantas, acostumbran colgar en sus paredes cuadros de flores y bodegones que consiguen a precio bajo con aboneros o en alguno de los negocios de artículos de segunda mano que hay por todo el estado, y también suelen tener imágenes de santos o de la virgen de Guadalupe y santos de bulto con veladoras prendidas; tienen mucha facilidad para vivir en espacios reducidos, pues se adaptan fácilmente a ellos; son bastante religiosos y han ido formando cuadros importantes dentro de la Iglesia católica en Todos Santos, pero también entre los Testigos de Jehová y otros grupos religiosos. Normalmente se adaptan al tipo de distribución que tienen las casas que habitan en Todos Santos, y los que han comprado terrenos construyen casas pequeñas comparadas con el tamaño normal de las casas netamente sudbajacalifornianas, que prefieren no mostrar.
Desde luego, como se señaló al principio de este apartado, la descripción que aquí se presenta a propósito de las formas en que viven sus espacios privados los diferentes grupos que habitan Todos Santos, no es más que una generalización que tiene por objetivo entender esa parte de la cultura de cada uno de los grupos; en realidad, cada casa tiene el sello personal de la familia que la habita, pero esto no interfiere con el hecho de que existen algunos elementos que comparten y se encuentran en la mayoría de las casas de un grupo específico y no de otro; es decir, aunque en la casa de los tres grupos hay plantas, éstas son distribuidas y cuidadas de diferente manera; el lugar de la televisión en las casas nos dice algo de la convivencia de la familia; en la mayoría de los hogares todosanteños la televisión está en la sala o en una habitación específica para eso; en casos excepcionales, además de la televisión de la sala hay un aparato en la recámara principal e incluso en el dormitorio de cada uno de los hijos, pero en la mayoría de los casos es un solo televisor compartido por toda la familia; los mexicanos no sudbajacalifornianos tienden más a tener la televisión en las recámaras, lo mismo que los extranjeros.
El espacio que comparten
Hasta 1993 Todos Santos era un pueblo más pequeño que ahora, tenía aproximadamente 3,600 habitantes;2 casi todas las calles estaban sin pavimentar y había pocos negocios. La mayoría de las personas que vivían en el pueblo eran miembros de las viejas familias que se sostenían un poco de la cosecha de mangos y hortalizas y otro poco de los recursos enviados por los parientes que trabajaban en La Paz o en el interior del país. Pero a partir de entonces las transformaciones en el espacio fueron siendo cada vez más ágiles, tanto que si se está en el pueblo durante una semana y se regresa un mes después, ya hay cambios lo suficientemente importantes como para notarlos a simple vista. Cada vez hay más construcciones y remodelaciones; muchas de las viviendas que tenían 30 ó 40 años abandonadas se convirtieron en llamativas casas que reflejan la idea que los extranjeros tienen de lo mexicano; de hecho se sabe que es la misma casa porque el INAH exige respeto para la fachada original de los edificios, pero los colores y los decorados permiten observar con toda claridad los cambios impresos y quiénes los introdujeron; pero vivir en Todos Santos es mucho más que el interior de las casas, fuera de ellas están los espacios que deben compartir; comentar las formas en que cada uno de los grupos se desenvuelve en público es posible debido a que, sin duda, el trabajo de campo permite una observación casi constante de los espacios que comparten los tres asentados en el pueblo.
Quizá sea necesario empezar por ese espacio que es un poco doméstico y un tanto público: la banqueta de las casas. Entre semana, casi al amanecer, las amas de casa todosanteñas salen a barrer las banquetas y regar la calle; ahí se da el primer encuentro del día, es la hora de hablar del clima, de los hombres, de las labores domésticas; por las tardes se reúnen con más calma, ya con la intención manifiesta de juntarse; sacan a la calle las poltronas de las casas, hacen café y se sientan a platicar, quizá un par de horas, de las seis de la tarde, que "ya bajó el sol", a las ocho de la noche, cuando empiezan a pensar en la cena de la familia.
Durante la mayor parte del día las calles del pueblo están prácticamente vacías, las amas de casa están en sus labores y los que trabajan, hombres y mujeres, están cumpliendo con su jornada o atendiendo sus negocios, mientras que jóvenes y niños están en la escuela.
Los hombres se reúnen los fines de semana en los porches de las casas para tomar cerveza y escuchar música; éstas son algunas de las pocas formas de entretenimiento que hay en el pueblo, además de la televisión. Los niños suelen jugar en la calle por las tardes; después de ayudar en las labores domésticas y de hacer la tarea, juegan beisbol y futbol, mientras las niñas juegan al resorte, peregrina o a corretearse.
Pero sin duda, uno de los lugares públicos por excelencia lo constituye la plaza del pueblo y los mejores momentos para observar el uso que de ella hacen los habitantes del pueblo es en ocasión de las festividades, que reúnen a la mayor parte del pueblo. En Todos Santos hay dos fechas clave para esto, las fiestas de octubre en honor de la Virgen del Pilar, patrona del pueblo, y el Festival del Arte, que se festeja en febrero para conmemorar la fundación del teatro Manuel Márquez de León.
Durante las fiestas de octubre en Todos Santos, la gente se reúne alrededor de la plaza, en las calles destinadas al evento; hay hombres tomando, música de banda, mariachis, muchachos con cervezas en la mano, parejas y grupos de muchachas, y por allí algún viejo empinándose una "pachita". La gente festeja a la Virgen con la misma devoción y con el mismo respeto que en todas partes; las muchachas que bailan danzas polinesias para la Virgen mueven la cadera cadenciosamente con la mirada llena de inocencia; la gente bebe, canta y baila en un regalo de alegría para la patrona del pueblo. Van luciendo sus mejores galas, gastando su dinero en sí mismos, dinero que se invierte en saludarse, en brindar con los amigos, es la fiesta a la que todos están invitados; no se externalizan las diferencias sociales, no hay exclusiones, ese día brindan el loco del pueblo y el señor cura; Juanita Guluarte y La Cachaña,3 la madre encargada de la Iglesia y María León.4 Dicho evento les permite reafirmar la importancia de la pareja y de la familia, situación que se refleja objetivamente en las formas de sentarse y de "estar" alrededor de la plaza, en la manera de bailar y en el respeto que se manifiestan entre sí los miembros del pueblo.
Desde luego, se trata de valores imaginados que pueden tener poco o nada que ver con la realidad de la vida cotidiana, pero que les permite mantener la cohesión social5 en una comunidad nativa, con una estructura social jerárquica, pero disimulada en el ritual.
Alrededor de la plaza se coloca una hilera de sillas en las que se sientan las señoras; allí también las diferencias se difuminan; están juntas las "doñitas"6 adineradas del pueblo y las más humildes, las más decentes y las que dan más que hablar, porque la conducta que produce habladurías no las lleva hasta la marginación; los hombres están de pie atrás de sus esposas y, las que no tienen marido, están solas, lo mismo que las que comparten al marido de otra. Igualmente, las mujeres que gozan de los favores de más de un varón están en la fiesta con el marido oficial y nadie arma escaramuzas, ese día todos se saludan y fingen que no ocurre nada, pues la discreción de todos permite la cohesión social.
Los extranjeros que viven en Todos Santos se relacionan de manera cordial, aunque distante, con algunos miembros de la élite todosanteña; en los eventos culturales donde coinciden se saludan al estilo de la clase media de la ciudad de México, es decir, de una manera exageradamente cortés, al menos para los sudbajacalifornianos, aparentando un gran gusto por verse pero manteniéndola distancia, como si siguieran al pie de la letra un ritual de cortesía: el beso que no es beso, sino un roce de mejillas, mientras los labios lanzan un chasquidillo al aire. Se sonríen y platican en actitud alerta, cuidándose la espalda y revisándose unos a otros el arreglo personal.
Es durante la celebración del Festival del Arte cuando se puede observar con más claridad la convivencia entre los tres grupo, pues las fiestas de Nuestra Señora del Pilar tienen un significado importante para los todosanteños nada más. Los paisanos nacionales asisten por mera diversión, pero no tienen la misma consideración por la patrona del pueblo y, en los casos de los extranjeros, menos; de hecho son pocos los que se ven por allí divirtiéndose. Pero durante el Festival de Arte sí están presentes todos.
Este festival, que se celebra en febrero, trae beneficios a todo el pueblo; se trata de un evento que dura una semana y que es publicitado por los extranjeros en periódicos y en internet. Allí se anuncia que venir a Todos Santos durante esos días es ver en pleno la actividad de los artistas que viven en el pueblo culto de BCS.7 En esas fechas es cuando pueden vender con más facilidad sus pinturas, fotografías y esculturas; los artistas mexicanos también "hacen su agosto", las galerías venden mucho al turismo durante esa semana, pero los artesanos tampoco se quedan atrás, y desde luego esto beneficia económicamente a todos los negocios del pueblo: hoteles, restaurantes, talleres mecánicos, supermercados, todos ganan.
De la misma manera que las fiestas de octubre sirven para reafirmar la identidad todosanteña, el Festival del Arte permite simular una forma de solidaridad orgánica, en términos de Durkheim, en la medida en que cada quien realiza la tarea que le corresponde para lograr los resultados económicos que se esperan del evento y también permite observar, cuando se asiste anualmente, cómo se van manifestando los préstamos culturales entre los diferentes grupos, es decir, se pone en escena la representación de las nuevas formas que van adquiriendo las diversas identidades que coexisten en el pueblo.
El espacio imaginado
Cuando de la nación se trata, de acuerdo con Benedict Anderson, hay un sentimiento de identidad con una gran cantidad de personas a las que jamás conoceremos y nos sentimos parte de muchos lugares a los que nunca iremos. Este sentimiento es compartido por los todosanteños, que no dejan de reconocerse como mexicanos y de identificarse con sus paisanos no sudbajacalifornianos que han ido llegando al pueblo. Sin embargo, les cuesta un poco de trabajo aceptar del todo a quienes llegan del interior del país en busca de trabajos eventuales, debido a que no tienen costumbre de convivir con obreros y campesinos y, aunque en el nivel del discurso les conceden más derechos que a los extranjeros por el hecho de ser mexicanos, en la práctica muestran una marcada preferencia por los extranjeros, es decir, no hacen amistad con jornaleros y albañiles, ni con vendedores de artesanía cuyo fenotipo muestre rasgos indígenas.
Los mexicanos no sudbajacalifornianos tienen la nación como escudo, ése es el único elemento con que cuentan para obtener espacios físicos y sociales en el pueblo, de manera que la mexicanidad es el elemento que les permite afirmar que ellos tienen más derechos que los extranjeros, pues mientras estén en México están en su tierra.
De la misma manera en que cada grupo tiene una visión diferente acerca de lo que es su nación, cada uno tiene también una idea de lo que es Todos Santos y de lo que puede llegar a ser. El Todos Santos del futuro que imaginan los todosanteños varía de acuerdo con el género, la edad, el nivel económico, preferencias sexuales, etcétera, pero existen dos posturas extremas: los que sueñan con que el gobierno tome la decisión de correr a los extranjeros para que el pueblo vuelva a ser el de sus ancestros, y los que quieren que se convierta en un polo de desarrollo turístico con grandes cadenas hoteleras e incluso casinos; claro está que entre ambos extremos existe una enorme gama de posturas.
Los extranjeros que han decidido vivir en Todos Santos llegan buscando, entre otras cosas, algunos valores de la cultura mexicana que ellos sienten perdidos en sus países: la unión familiar, la lealtad de los amigos y, también, una vida más holgada a menor costo. Los inmigrantes han tomado la decisión de cambiar de lugar de residencia, igual que la mayoría de la gente que emigra, porque el pueblo les ofrece una mejor calidad de vida que su lugar de origen. Este hecho se comprueba al visitar el pueblo, pues el estilo de vida de los fuereños, aunque bastante superior al de los todosanteños, no muestra el lujo del que hacen gala algunos turistas que visitan Los Cabos, por ejemplo.
Muchos de los extranjeros que han optado por vivir en Todos Santos han tomado la decisión bajo un estado de ánimo específico que los lleva a enamorarse de un lugar que parece alejarlos de lo que son su vida y sus problemas cotidianos en sus lugares de origen. Bajo tal estado emocional, tienden a ver en Todos Santos un paraíso terrenal, exótico y cálido.
Al igual que en el caso de los todosanteños, las posturas relacionadas con el Todos Santos del futuro varían entre dos extremos: los que ya no quieren que lleguen más extranjeros y esperan que el pueblo se quede como está y que sus paisanos lleguen sólo en calidad de turistas para que sus negocios puedan ser fructíferos, y quienes esperan también un desarrollo turístico similar al de Los Cabos. En este caso, también, hay un sinfín de posiciones ubicadas entre las mencionadas, pero lo importante es que los extranjeros también están preocupados por lo que será Todos Santos en el futuro, quizá incluso más que los todosanteños, porque ellos se consideran además los constructores actuales del pueblo en el que han decidido vivir y en el que quizá crezcan sus descendientes.
Los mexicanos llegados a partir de la década de los noventa, en cambio, vinieron en busca de mejores oportunidades de trabajo o a instalar algún negocio destinado a prestar servicios a los extranjeros. Es decir, el Todos Santos que ellos imaginan es un lugar que les permite ganar dólares sin necesidad de arriesgarse a salir del país.
Los paisanos nacionales que ven en Todos Santos el lugar ideal para permanecer el resto de sus vidas, valoran la seguridad del pueblo, pues en él aún se puede vivir con las puertas abiertas, el robo no es algo común; estos vecinos pueden establecer sus negocios prácticamente al aire libre, como en el caso de los puestos de artesanías instalados frente a la Parroquia; por esta razón, para ellos Todos Santos es un paraíso de seguridad para sus pertenencias materiales. Sus expectativas a futuro sí son un poco más homogéneas que en el caso de los otros dos grupos; la mayoría de ellos esperan que crezcan las oportunidades de trabajo y de hacer negocios, pues ellos vinieron a hacer dinero, es decir, no buscan la tranquilidad, ni el sol, ni las playas, aunque igual los disfrutan, pero si la posibilidad de hacerse de un capitalito económico se cancelara, ellos se verían en la necesidad de emigrar hacia otros lugares en busca de pan.
Consideraciones finales
El territorio, entendido como el espacio apropiado y valorizado, ya sea simbólica o instrumentalmente por quienes lo viven, constituye una de las bases fundamentales del proceso de construcción y emergencia de las identidades. En Todos Santos, cada uno de los grupos imagina el pueblo de forma diferente: los todosanteños tienen la capacidad de reconstruir su historia, conocen y cuentan la vida de quienes les antecedieron, hablan de la participación de ellos mismos y/o de sus ancestros en la construcción física del pueblo, en las transformaciones del entorno. Saben de las actividades económicas de sus abuelos, conocen la procedencia de las distintas familias y el lugar exacto en que vivía cada quien. Reproducen la unidad de su pueblo por medio de las Fiestas a la Virgen del Pilar; siguen usando la panocha en la preparación de dulces caseros y en muchas de sus casas aún se hacen tortillas de harina todos los días. Algunos de ellos esperan ver su pueblo lleno de hoteles, casinos y centros nocturnos que les den trabajo y les llenen las bolsas de dólares; otros piden a Dios porque su pueblo no se convierta en otro Cabo San Lucas, pues temen que la familia, la amistad y la lealtad caigan en desuso con las modas y costumbres traídas por los nuevos vecinos y trasmitidas a través de los medios de comunicación.
Para los mexicanos no sudbajacalifornianos el Todos Santos anterior a la década de los noventa del siglo XX no significa más que una idea de cómo era el pueblo que hoy los cobija, pero el del futuro significa la posibilidad de más trabajo, de un mejor plato en la mesa, de mejores escuelas para sus hijos. Ellos sí esperan que la afluencia extranjera crezca, pues de ello dependen sus posibilidades de trabajo.
Para los extranjeros el Todos Santos del pasado es la historia encerrada en las casas que han comprado, un lugar idílico que los habitantes originales no supieron aprovechar bien; el pueblo que habitan hoy es un potencial de oportunidades para la industria turística, para la venta de bienes raíces y para practicar algunos deportes acuáticos. Pero no todos los extranjeros piensan igual, varios de ellos afirman haberse mudado a Todos Santos por la tranquilidad, por el deseo de convivir con los valores de la cultura mexicana, por la belleza que ofrece un oasis situado entre el desierto y el mar; lo consideran el lugar ideal para meditar, para dedicarse al arte; si esto cambia, si Todos Santos se convierte en un lugar turístico del corte de Cabo San Lucas, perderá todo el encanto. Así es en términos generales como cada uno de los grupos imagina y construye su propio Todos Santos.
Vemos entonces que, en efecto, el territorio es resultado de la aprehensión y valorización del espacio mediante la representación y el trabajo, es un espacio cargado de subjetividad humana, de relaciones sociales, de recuerdos, de aspiraciones, de posibilidades. Es por medio de éstas y otras cualidades que el territorio produce un profundo sentimiento de pertenencia. Por esto, es común encontrar a los actores sociales construyendo sus marcos referenciales: sus antepasados, los héroes de la comunidad, los valores propios de las familias y grupos que nacieron y murieron allí; en el caso que me ocupa, los nuevos vecinos también participan en la construcción del espacio físico y social del pueblo, con esa base van intercambiando costumbres, modas, formas de ver el mundo, se van reconociendo unos a otros aunque diferentes, iguales, en la medida en que perciben los mismos colores, los mismos aromas, los mismos sonidos, y aunque dicha percepción pueda variar, nunca es del todo diferente; por tanto cada uno lucha por mantener vigente el proceso de construcción, fractura y reconstrucción de los marcos referenciales cuyas formas simbólicas son representadas por medio de mitos sociales que se dan a conocer tanto en los discursos y enseñanzas a las nuevas generaciones, como en rituales periódicos realizados justamente con el fin de mantener algunos aspectos de la identidad de los grupos y permitir el surgimiento de otros.
En Todos Santos la construcción de los espacios y las diferentes formas en que son usados van de la mano con la construcción y expansión de las identidades; se trata de una relación dialéctica en movimiento constante que complejiza cada día más el tipo de relaciones sociales que se establecen en la nueva realidad todosanteña.
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1. Desde luego, Silva no se refiere a una pertenencia ligada necesariamente al nacimiento; se puede pertenecer a un lugar y al mismo tiempo hacerlo propio por decisión, por tratarse del sitio en el que se ha decidido vivir, trabajar e incluso morir.
2. Tenía 3,384 habitantes en 1990, 3,765 en 1995 y 3,949 en 2000, de acuerdo I con cifras del INEGI.
3. Juanita Guluarte es una de las señoras socialmente más reconocidas en el pueblo, y La Cachaña es una señora muy pobre, capaz de "mentarle la madre" al gobernador y, según dicen, un poco afectada de sus facultades mentales.
4. María León es la curandera del pueblo.
5. En este caso, entiendo por cohesión social la unión de los diferentes estratos I que forman a cada uno de los grupos mencionados. En el caso particular de las fiestas de octubre, queda de manifiesto la necesidad de aparentar, para sí mismos, la inexistencia de diferencias sociales y de conflictos, todos hacen como si las relaciones sociales entre ellos fueran de unión y solidaridad, aunque en la realidad cotidiana dicha cohesión sea cuestionable, pues "no es lo mismo imaginar y poner en escena que somos uno, que serlo [...]" (Safa, comentario).
6. Es un término que, en el caso de Baja California Sur, implica mucho respeto.
7. Es el pueblo culto de BCS en la medida que los sudbajacalifornianos, nativos, adoptivos y migrantes lo consideramos como tal.