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Espiral (Guadalajara)
versión impresa ISSN 1665-0565
Espiral (Guadalaj.) vol.20 no.57 Guadalajara may./ago. 2013
Teoría y debate
La subjetividad como superación del reproductivismo
Subjectivity as a path to overcome reproductivism
Gabriela Yamila Gómez*
* Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. yamilagomez@fibertel.com.arg.
Fecha de recepción: 03 de noviembre de 2011
Fecha de aceptación: 24 de julio de 2013
Resumen
El artículo tiene como objetivo recuperar la esfera de lo subjetivo como eje de la teoría y de la investigación social. Se proponen dos argumentos principales: a) el abordaje de la subjetividad no equivale a subjetivismo; y b) tampoco equivale a una mirada microsociológica que no dé cuenta de los procesos sociales generales. Partiendo de estas dos premisas, el estudio del mundo de la vida experimentado y realizado por los sujetos permitirá superar el reproductivismo, comprendiendo la relación entre las condiciones objetivas y subjetivas, así como la posibilidad y existencia del cambio social.
Palabras clave: teoría social, mundo de la vida, determinismo, cambio social.
Abstract
The article's objective is to recover the sphere of subjectivity as axis of social theory and investigation. Two principal arguments are proposed: a) the approach of subjectivity is not equivalent to subjetivism and b) it is not equivalent to a microsociological approach that does not explain social general processes. Based on these two premises, the study of the life-world experienced and realized by the subjects will allow overcoming the reproductivism by understanding the relation between the objective and subjective conditions as well as the possibility and existence of social change.
Keywords: social theory, life-world, determinism, social change.
Introducción
Mucho se ha escrito ya en sociología sobre las antinomias entre objetivismo y subjetivismo, determinismo e indeterminismo, macro y micro-sociología, etc., por lo que no será objeto de este artículo describirlas. Por el contrario, nuestro objetivo es postular una mirada que permita superar estas dicotomías recuperando un aspecto que, desde la teoría, le ha sido negado a una esfera primordial del mundo social: la subjetividad, entendida como aquello que los sujetos viven, hacen y dicen mediante representaciones y acciones, mediante su práctica. Aquí vale aclarar, como punto inicial, que al referirnos a los aportes sobre la esfera de la subjetividad estamos contemplando los desarrollos de Schutz, así como el interaccionismo simbólico (Escuela de Chicago y fundamentalmente Goffman) y la etnometodología (Garfinkel). A sabiendas de que los aportes teóricos podrían ampliarse a otros autores, hemos seleccionado este recorte por centrarnos en la subjetividad como aquel mundo de la vida experimentado y realizado por los sujetos de forma cotidiana, mediante sus representaciones, interacciones y prácticas sociales.
A manera de introducción, podemos decir que en la sociología esta mirada sobre el mundo de la vida, la consideración de la esfera de lo subjetivo, ha sufrido una doble condena. Por un lado, en un paradójico y contradictorio acto de irreflexión sociológica sobre la comunidad académica de las ciencias sociales, quienes se han dedicado a profundizar sobre la esfera de lo subjetivo (tanto desde el desarrollo teórico como desde el trabajo empírico) han sufrido una relegación académica dentro de la sociología, exceptuando los desarrollos culturalistas. Es decir, que de modo general podemos conceptualizar esta disciplina como impregnada de forma preponderante por el objetivismo y por una errónea visión reduccionista que equipara el abordaje del mundo de la vida y las interacciones con el análisis de lo individual, donde "... todo vestigio de subjetividad es asimilado al solipsismo" (Belvedere, 2006: 54). Tal es el caso del aporte de Schutz, así como los posteriores enfoques de la etnometodología y el interaccionismo simbólico, que suelen ser injustamente (mal) clasificados como subjetivistas. Por otra parte, también se ha calificado a estas teorías y estudios que procuraban dilucidar la esfera subjetiva como "micro-sociología". Esta última clasificación no sería objetable como mera categoría, si la misma no implicara una connotación negativa, puesto que al confundir el método con el objeto, se considera que el abordaje de la subjetividad no constituye una teoría de gran alcance, una teoría social capaz de dar cuenta del mundo social en tanto totalidad. A continuación argumentaremos el porqué del error de ambos puntos y, en consecuencia, cómo la subjetividad constituye el elemento central de la ciencia social puesto que permite la superación del reproductivismo.
En síntesis, serán dos los argumentos centrales: estudiar la subjetividad no implica subjetivismo y tampoco conlleva una mirada micro-sociológica que no pueda dar cuenta de los procesos sociales generales. De aquí se desprenderá la tesis central de este artículo: el enfoque de la subjetividad permite superar el determinismo y comprender cabalmente no sólo la relación entre las condiciones objetivas y las subjetivas, sino también contemplar la posibilidad del cambio social.
Primer argumento: la subjetividad no implica subjetivismo
Decimos, como primer argumento, que enfocar la subjetividad no implica subjetivismo, por diversos motivos; el primero y más simple de ellos se relaciona con la necesaria injusticia de toda clasificación generalizadora. En pos de establecer falsas dicotomías, se ha entendido que el enfoque en la esfera de lo subjetivo implica el reinado de la misma. De cierta forma, se ha tomado lo que puede entenderse como primacía o eje analítico como monismo sociológico y metodológico aun cuando lo mismo no surge, ni explícita ni implícitamente, de los desarrollos realizados por Schutz, el interaccionismo simbólico y la etnometodología. Esta clasificación, generalizadora e injusta, parte de una desviación del objeto de estudio: se considera que al centrarse en la esfera de lo subjetivo, estos aportes descuidan o pasan por alto la esfera de lo objetivo. Como veremos a continuación: nada más lejos de esto.
Primeramente, agrade o no a los más extremos estructuralistas, objetivistas y afines, no puede negarse la existencia de la subjetividad. Entonces, se hace necesario para todas las corrientes de abordaje sociológico aceptar que la subjetividad está presente en todas las prácticas y fenómenos sociales: "Este planteo de que el mundo social es la totalidad de las perspectivas, hoy la aceptan prácticamente todas las corrientes, vengan de donde vengan, sean más objetivistas, más subjetivistas, todos aceptan que tenemos que manejarnos con una realidad interpretada" (Schuster, 1995: 31). Cualquiera que sea la perspectiva sociológica, debe admitirse que es necesaria la subjetividad para que haya acción y práctica social. Afirmar lo contrario sería caer (y en este caso sí con justicia) en un objetivismo absolutamente determinista donde los sujetos no tendrían capacidad operativa para desempeñarse en el mundo más allá de la internalización y despliegue cuasi-robótico de sus condiciones sociales objetivas. La existencia de la esfera de lo subjetivo es, entonces, un hecho que ninguna corriente sociológica puede negar o poner en cuestión. Habida cuenta de esto, tampoco puede negarse su condición de objeto de estudio y la validez e importancia académica de su abordaje en tanto tal. Es sobre este eje, entonces, que versan las polémicas: ¿puede focalizarse la esfera de lo subjetivo como fenómeno posible de análisis? La respuesta siempre será "sí". Manifestar lo contrario indicaría reconocer implícitamente que en sociología, por algún motivo, existen objetos "más o menos sociológicos", objetos de estudio más o menos "meritorios" que otros, bajo un criterio poco claro con aroma a subjetividad académica, sentido común científico incuestionado y poca vigilancia epistemológica sobre la propia práctica y disciplina.
El problema reside no tanto en el reconocimiento de la existencia de la subjetividad, que es innegable, como en su descuido o su parcial destierro como foco de la teoría e investigación social, lo que también conduce a ocultar la cuestión sobre la determinación e indeterminación. En otras palabras, una vez reconocida la existencia de la conciencia subjetiva, quedaría dilucidar en qué medida está determinada por los condicionantes externos o si, por el contrario, cuenta con cierta capacidad de acción que escapa de alguna forma a estos condicionantes. Ante esto, pasar por alto el abordaje y consideración de la esfera de lo subjetivo es darle vía libre al determinismo, y no por probada existencia de este último sino por un mero giro de anulación teórico-metodológica de la subjetividad. Esta operación, de índole teórico-epistemológica pero con consecuencias metodológicas tanto de abordaje como de concepción del objeto de estudio, podría denominarse "eufemismo objetivista": no se desconoce la existencia, e incluso relevancia, de la subjetividad pero tampoco se la prioriza como eje analítico teórico-empírico, afirmando su existencia pero borrándola como opción válida de abordaje de lo social. El eufemismo objetivista es evidente y parece decir: la subjetividad existe, pero no nos interesa. De aquí a recaer nuevamente en un objetivismo recalcitrante hay un solo paso, y muy pequeño.
Podemos arriesgar una hipótesis acerca del motivo del descuido de la esfera de la subjetividad: porque admitirla sería reconocer lisa y llanamente que todo es interpretación, incluso la labor del científico social (aun la de aquel que emplee la mayor dosis de vigilancia epistemológica, descentración y doble objetivación). Es decir que habría que admitir de lleno todos los argumentos hermenéuticos contemplando que la comprensión no es sólo una cuestión de método que afecta a las ciencias sociales sino ante todo una cuestión del ser en el mundo que afecta todo y, por ende, las ciencias en general. En palabras de Gadamer: "La capacidad de comprensión es así facultad fundamental de la persona que caracteriza su convivencia con los demás y actúa especialmente por la vía del lenguaje y del diálogo. En este sentido la pretensión universal de la hermenéutica está fuera de toda duda" (Gadamer, 1998: 319). A partir de esto puede observarse cómo priorizar la esfera de la subjetividad resultaría una admisión muy dura para la veta narcisista neutral de los científicos sociales, aun a pesar de que elevaría el estatus epistemológico de las ciencias sociales abandonando definitivamente cualquier vestigio o soslayamiento de las ciencias naturales como parámetro de cientificidad. Esto puede llevarnos a presuponer que quienes hacen ciencia social desean abordar lo social pero detestan conceptualizarse y por ende cuestionarse como parte de él. Darle a las interpretaciones de los sujetos un lugar central en la teoría y la investigación social sería abrir la puerta a este cuestionamiento para que revolucione toda la metodología y la teoría. Pero si se niega el lugar de lo subjetivo y de la interpretación como objeto primordial o al menos importante de estudio, indirectamente queda eliminada también la reflexión crítica sobre la propia práctica.
Por lo anterior, pareciera que en el mundo académico resulta mejor recurrir al eufemismo de admitir que las interpretaciones existen pero circunscribir su interés a los "subjetivistas" y a metodologías específicas, sin cederles tampoco un lugar primordial de reconocimiento por sus hallazgos. No sería raro que ésta fuera la razón del parcial destierro, o al menos no priorización o reconocimiento debido, de aportes como el de Schutz, quien afirma:
Todo nuestro conocimiento del mundo, tanto en el sentido común como en el pensamiento científico, supone construcciones, es decir, conjuntos de abstracciones, generalizaciones, formalizaciones e idealizaciones propias del nivel respectivo de organización del pensamiento. En términos estrictos, los hechos puros y simples no existen. [....] Esto no significa que en la vida diaria o en la ciencia seamos incapaces de captar la realidad del mundo; sino que captamos solamente ciertos aspectos de ella: los que nos interesan para vivir o desde el punto de vista de un conjunto de reglas de procedimiento aceptadas para el pensar, a las que se denomina método científico (Schutz, 2003: 36).
En este sentido, a Schutz le hubiera venido bien tener a mano una polémica frase de Lakatos acerca de que los científicos tienen la piel dura. Vale extrapolar esta frase y contemplar su aplicabilidad para explicar el porqué del destierro del análisis de lo subjetivo, que incluye aceptar de lleno y poner en juego la interpretación inherente a la misma práctica científica dentro de las ciencias sociales.
Por otra parte, podemos considerar que el temor al abordaje de la esfera de lo subjetivo surge del miedo a caer en el subjetivismo entendiendo a éste como la esfera de lo individual. Aquí vemos nuevamente cómo la fuerza de una clasificación echa por tierra todo aporte o desarrollo: el error clasificatorio consiste en asimilar el estudio de la subjetividad o la recuperación de esta esfera como ámbito de estudio de la ciencia social al solipsismo; reside en asimilar el estudio de la subjetividad al estudio de la individualidad. Lo que descuida esta consideración es que ya desde antes de Schutz el solipsismo fue superado al reconocer la existencia (desde una visión filosófica y sociológica) de la interacción con el otro. De hecho, el enfoque de la esfera de lo subjetivo no contempla lo individual sino la subjetividad en un colectivo: la existencia de otro, de otros, es imprescindible para la misma. Schutz mismo explicita que el mundo cotidiano no es privado sino intersubjetivo, y también la etnometodología y el interaccionismo simbólico distan de ocuparse de la individualidad. El abordaje de la esfera de lo subjetivo es justamente el estudio del mundo de la vida, de las interacciones entre los sujetos, y esto no sólo se encuentra al otro extremo del solipsismo sino que en esa relación entre sujetos está su garantía de objetividad: es la intersubjetividad la que indica la existencia de condiciones sociales exteriores al sujeto.
A partir de esto último podemos afirmar que el estudio de la esfera de lo subjetivo no descuida la contemplación de lo objetivo en la medida en que la intersubjetividad se hace presente dando lugar al mundo social. Schutz hace referencia al hombre ubicado en una situación biográficamente determinada dentro de la cual ocupa una posición, y las tipificaciones que aplicará y modificará en su vida cotidiana surgen de esa interacción con los otros. A esto nos referíamos al afirmar que se confundía la primacía de lo subjetivo con su reinado monista: que sea lo más importante, lo esencial del mundo social, no significa que sea considerado lo único y, menos aún, ajeno a lo objetivo en un descuido de las estructuras supraindividuales. Claramente encontramos en la intersubjetividad la existencia de las condiciones externas de ese mundo de la vida, escapando al solipsismo y al monismo.
Volviendo a los desarrollos de Schutz, por ejemplo, podemos ver de forma explícita la contemplación de las condiciones objetivas en el acervo de conocimiento a mano que poseen los hombres y que por la socialización estructural del conocimiento permite la reciprocidad de perspectivas. Aquí es donde se puede ver la operación de reducción al subjetivismo que ha sufrido su aporte, puesto que claramente explica la interacción entre los hombres contemplando un cúmulo de conocimiento de sentido común compartido que se origina en ellos y a la vez por fuera de ellos en el mundo social. Otro ejemplo: en un concepto tan "micro-sociológico" y etnometodológico como el de estigma (Goffman) encontramos también esta garantía de objetividad, esta presencia del otro demostrando la existencia de relaciones y estructuras externas al sujeto. El concepto de estigma tiene un carácter relacional, el atributo desacreditador lo es en función de un contexto social puntual de interacción. Cuando los cientistas sociales critican o recurren al concepto de estigma omitiendo este carácter relacional, así como omiten ver la referencia explícita a las condiciones objetivas del mundo de la vida, lamentablemente le hacen flaco favor (y justicia) a Goffman, a Schutz y a otros autores (y para ser sinceros, le hacen un gran favor a Bourdieu, sobre lo cual nos explayaremos más adelante).
Segundo argumento: la subjetividad no implica una mirada micro-sociológica
Habiendo ya explicitado por qué estudiar la subjetividad no implica subjetivismo (en un sentido solipsista y monista) pasaremos a nuestro segundo argumento: tampoco implica una mirada micro que no pueda dar cuenta de los procesos sociales generales. Este argumento quizás sea menos sencillo de aceptar, pero vale la pena intentarlo. La base del mismo es que se ha producido un error tomando el objeto por/como el método: como el interaccionismo simbólico y la etnometodología (baluartes del rescate de la esfera de la subjetividad) estudian casos "reducidos", se considera que no constituyen (metodológica y empíricamente en sí, y teóricamente en tanto representantes del abordaje de lo subjetivo) un aporte a la "gran" teoría social.
Volvemos a insistir: el error aquí es confundir el objeto de estudio (y su recorte) con los aportes que este abordaje puede brindar tanto metodológica como teóricamente. Que una investigación sea micro por el alcance empírico de sus hallazgos no implica que la teoría detrás de ella o la metodología empleada por ella sea de "poco" nivel o alcance. Por ejemplo, Lahire critica a los sociólogos que pretenden reducir el programa científico al estudio de la subjetividad, al estudio de las concepciones de los actores. Esta crítica es acertada cuando menciona las posturas que someten el conocimiento científico a la mera reproducción cuasi literal del sentido común, lo que supone la eliminación de la práctica científica y el desconocimiento de la interpretación de segundo grado. La observación de Lahire es aceptable, pero no así el temor a que enfocarse en la mirada de los sujetos sobre el mundo social sea reducir el programa o alcance de la sociología.
Este temor conlleva dos afirmaciones implícitas que resultan caras a la teoría social y la práctica científica. Primero, si el temer que se reduzca el programa sociológico o su alcance hace que se eliminen o descarten como válidos ciertos objetos de estudio (como la subjetividad, las interacciones entre individuos) lo que sucede es que, en palabras cotidianas, se termina colocando el carro delante del caballo. La concepción de cómo debe ser la sociología, el "ideal" que se conforma sobre la misma en el ámbito académico, no puede ir por delante de sus objetos de estudio. Acomodar, modificar, recortar los fenómenos de estudio sólo para que "cuadren" con la concepción que se tiene acerca de la ciencia social es, desde cualquier perspectiva posible, un error. Segundo, este temor a reducir el programa sociológico también puede estar anclado en la no percepción de la importancia de la esfera de lo subjetivo en el mundo social, lo que equivale a erigir a las estructuras como dicho eje central y a la vez único. Este temor sólo puede basarse en la pretensión, sin fundamento, de que es válida sólo una teoría (y consecuente práctica científica) que dé cuenta de la estructura general entendida como las condiciones sociales de existencia, pasando por alto la práctica concreta de los sujetos que implica la reconstrucción de sus experiencias en el mundo de la vida. Siendo innegable la existencia de lo subjetivo, que debe haber subjetividad para que haya práctica social: ¿cómo puede quitarse al abordaje de la esfera de lo subjetivo su centralidad, o al menos su lugar en la teoría social y en el abordaje científico de lo social? Veremos a continuación el porqué de esta centralidad.
Mientras que el análisis de las objetividades puede explicar las características de las estructuras, resulta incapaz de dar cuenta de la existencia de estas estructuras. Nótese la diferencia que empleamos entre características y existencia: no son lo mismo. El estudio de las condiciones objetivas puede decirnos cómo son las estructuras pero no cómo se generan, cómo se originan y se conforman como tales. Esto conlleva un problema que podríamos denominar "realismo mágico sociológico": las estructuras están, se analizan, se estudian, se da cuenta de las características de las mismas, pero no se sabe cómo ni por qué ni cuándo ni dónde surgieron. Se normaliza su existencia aún cuando la misma permanece como un fenómeno inexplicable. Por el contrario, el estudio de la esfera de la subjetividad permite ambas cosas: podemos dar cuenta a través de la intersubjetividad tanto de las condiciones externas al sujeto (aquello que le es dado) como de los mecanismos de cambio de estas estructuras. Más que una crítica, el carácter constructivista y generativo de los abordajes de la subjetividad es su principal potencial. La justificación de esto se halla en el mismo mundo social: no es una estructura o conjunto de estructuras, sino un conjunto de sujetos interactuando por él y en él, sujetos que reproducen estructuras pero que también las modifican, sujetos que las viven y mantienen pero que también las generan y alteran.
La estructura surge de los sujetos, podemos observarla en sus prácticas sociales en sentido amplio (representaciones y acciones) y podemos dilucidar los mecanismos reproductivos y no reproductivos de esta estructura en la interacción del sujeto. Las tipicidades que menciona Schutz son la internalización, y también la exteriorización mediante la acción ajustada a reglas, de esas condiciones externas al sujeto. Aquí puede observarse que no se está recayendo en el idealismo, puesto que no se reduce lo social a las meras representaciones de los sujetos, pero sí cabe destacar que es a través de estas representaciones (y acciones) de los sujetos donde puede observarse lo social sin recaer en un objetivismo que subsume lo subjetivo a la estructura que se preconfigura desde la teoría social. Reforzamos dos comentarios en relación a esto último: primero, nuevamente mencionamos que no puede alterarse el orden de preponderancia entre objeto y teoría, no puede pasarse por alto un fenómeno o un objeto de estudio simplemente porque el mismo no se condiga con la teoría, para salvarla o sostenerla; segundo, las estructuras no nos hablan, las estructuras no pueden dar datos, información, ni decirnos cómo son; las estructuras, de alguna manera, no existen por fuera de su conceptualización teórica, lo que sí existe es su reconstrucción a partir de quienes hacen y viven el mundo social, es decir a partir de los sujetos. No hay otra forma de dar cuenta de las estructuras más que abordando a los sujetos aún cuando no se utilice "micro-sociología", y no queda lugar a las especulaciones sobre un supuesto descuido de las condiciones objetivas por parte del abordaje del mundo de la subjetividad. Como ejemplo de que el análisis de la esfera de lo subjetivo puede dar cuenta de las condiciones objetivas, valen unas pocas palabras de Garfinkel en relación al método documental: "Este ensayo, por lo tanto, se ocupa del conocimiento de sentido común de las estructuras sociales como objeto de interés para la teoría sociológica" (Garfinkel, 2006: 92).
Esto último nos permite echar por tierra cualquier pretendido problema del abordaje empírico de la conciencia. Es cierto, nunca podremos saber en qué consiste la conciencia de sí de los sujetos, sólo podremos acceder a sus interpretaciones sobre el mundo social (y, a su vez, interpretarlas en segundo grado). Pero tan cierto como esto es que nunca podremos ver empíricamente una estructura, porque las estructuras no son reales sino conceptuales, no existen para su observación empírica directa. Son construcciones teórico-científicas que en el mejor de los casos apuntan a reconstrucciones del mundo social. Las estructuras no existen y cambian por sí solas, a las estructuras no se les puede preguntar nada con ninguna herramienta metodológica posible. Lo que sí es abordable empíricamente, lo que sí podemos captar desde una mirada científica, es la subjetividad y dar cuenta de cómo se constituye el mundo social en ella y a partir de ella y cómo esta subjetividad obedece a reglas y normas compartidas por un colectivo (y, recién ahí, podemos hablar de estructuras, pero no antes). Lo real y observable no es la estructura sino la práctica (representaciones y acciones) de los sujetos en sus relaciones intersubjetivas. Éste es un descuido en el que caen las miradas netamente objetivistas, estructuralistas o que desprecian la esfera de lo subjetivo en pos del solo estudio de las condiciones objetivas: omiten el lugar de la práctica y la necesaria acción de los sujetos en el mundo social para que éste sea tal, omiten que no se puede comprender un objeto cultural sin referirse a la actividad humana que le dio origen (Schutz).
Tesis: la subjetividad como superación del reproductivismo
A partir de los argumentos anteriormente mencionados, nos atreveremos a realizar una crítica a Bourdieu. Pero para esto ya saltaremos a nuestra tesis central: el enfoque de la subjetividad permite comprender cabalmente no sólo la relación entre las condiciones objetivas y las subjetivas, sino también la posibilidad del cambio social, superando el determinismo. Este determinismo no es sólo un problema ontológico sino también epistemológico-sociológico porque en la medida en que una teoría social no pueda dar cuenta de cómo se produce el cambio social, adolece de una falencia grave. ¿Cómo explicar las diferencias sincrónicas y diacrónicas en distintas sociedades y en un mismo grupo social sin un abordaje que incluya el análisis de la generación del cambio social? Si no explicamos cómo se generan, reproducen y modifican las estructuras, sí estaríamos reduciendo el programa científico sociológico pero ya no a un supuesto subjetivismo sino a meras fotografías sociológicas de instantes distintos que no permiten reconstruir el paso de un momento a otro. Como ya se indicó anteriormente, el análisis de las condiciones objetivas sólo puede dar cuenta de las características de las estructuras, cómo son y cuáles son las diferencias (nuevamente, sincrónicas y diacrónicas) entre las mismas. Pero la única forma de abordar los mecanismos generativos de estas estructuras es ver cómo las viven, experimentan, recrean y modifican los sujetos que se constituyen en agentes de cambio social. Los sujetos son el primer eslabón, con características reproductivas y productivas, en la cadena de interacciones sociales que dan lugar a las estructuras; no ocupan un último lugar predeterminado y supeditado a una existencia previa de estructuras en las que no tienen otro rol que la mera reproducción. Si así fuera, si todo lo posible es la mera reproducción, nuevamente recaeríamos en el "realismo mágico sociológico": el cambio social se produce, aceptamos su existencia, pero su surgimiento permanece siendo un misterio para aquellos que tienen una mirada reproductivista y determinista del mundo social.
A modo de ejemplo: en Bourdieu se suele focalizar su concepción del campo social y la lucha por el dominio del capital simbólico, cuando lo primordial es la noción de hábitus. Cabe mencionar aquí que esta noción se puede rescatar a su vez en Husserl (1984) y Merleau Ponty (1977), como él mismo lo afirma en Fieldwork in philosophy (es decir que no es un descubrimiento de Bourdieu, mal que les pese a quienes adscriben incondicionalmente a su teoría). Ahora bien, Bourdieu establece que dentro del campo social se da una lucha por el dominio del capital simbólico. En este campo los sujetos despliegan estrategias que se originan en su hábitus. El hábitus es estructurado y estructurante y no es otra cosa que la esfera de la subjetividad. En el carácter estructurado del hábitus pueden verse las condiciones objetivas (nada distinto de lo mencionado anteriormente por Schutz, sólo que en otras palabras) pero también tiene un carácter estructurante, y en este punto es donde se da un cierto atisbo de posibilidad del cambio social y de escape al determinismo. Si el hábitus fuera meramente reproductivista no se entendería el porqué de la lucha dentro del campo ni, mucho menos, el porqué un campo social podría cambiar (como de hecho lo hacen los campos sociales). En este sentido vemos cómo se recupera para los sujetos aquello que les es inherente: su capacidad de práctica social, su acción social, con una dosis de creatividad y productividad (no mera reproducción).
Pero volvemos a un dilema ya mencionado: les reconocemos su subjetividad pero ¿hasta dónde? Este "hasta dónde" nos invita a trazar una línea entre el determinismo y el indeterminismo: es la pregunta que indaga hasta qué punto las condiciones sociales objetivas hacen mella en el sujeto volviendo su práctica social meramente reproductivista. Es aquí donde los análisis centrados en las condiciones objetivas se vuelven incapaces no sólo de analizar o dar cuenta del cambio social sino también se muestran incapaces de concebir la mera posibilidad de dicho cambio: si las prácticas de los sujetos sólo consisten en reproducciones de condiciones objetivas previas a ellos, no hay forma de que ocurra el cambio social y de que pueda estudiárselo. Vemos, entonces, que si nos quedamos con el análisis del campo y del aspecto estructurado del hábitus, sólo podremos explicitar las características de lo que conceptualizamos como estructura social y, en el mejor de los casos, podremos decir que a raíz de la lucha en el campo se produjo un cambio en el mismo, pero sin poder dilucidar los principios generativos de esta modificación ni de esta lucha. Nuevamente, sólo fotografías sociológicas sueltas.
Por el contrario, si nos centramos en el aspecto subjetivo de ese hábitus, en su carácter estructurante, sí podemos observar cómo se produce el cambio social: cómo, en algún momento, se origina una práctica social (representación o acción) novedosa aun bajo las mismas condiciones que hasta ese entonces producían prácticas no nuevas. Es el aspecto creativo y productivo de los sujetos el que permite superar la mera reproducción y explicar el cambio social. Vemos entonces, incluso desde Bourdieu, que se hace necesario enfocar la subjetividad no desde una óptica monista pero sí desde una mirada que le otorgue a la esfera de lo subjetivo el lugar central en el mundo social, en tanto origen, consecuencia y causa, en tanto instancia reproductiva pero también productiva. Lamentablemente, en El sentido práctico el mismo Bourdieu echó esto por tierra al subsumir el hábitus individual (estructurante) al hábitus de clase (estructurado) bajo la forma de variante estructural o de desviación respecto de un estilo determinado por las condiciones objetivas. Quizás esta desviación es lo que permitiría explicar el cambio social, y esta desviación sólo puede comprenderse abordando el hábitus, lo subjetivo, y dando cuenta de su carácter productivo y no sólo reproductivo. A pesar de querer superar lo que él mismo consideraba una falsa dicotomía entre objetividad y subjetividad, Bourdieu termina dándole la mano a la primera aun cuando postuló la necesaria e inevitable existencia de la segunda. Dentro de su mismo entramado conceptual podría haber admitido la primacía de lo subjetivo como forma de observar la objetividad y de dar cuenta del indeterminismo, pero no lo hizo:
En la misma dirección, Bourdieu argumenta que, si bien las representaciones de los actores sociales consisten en esquemas subjetivos de percepción y apreciación, también son resultado de la incorporación de una condición social objetiva, de manera tal que los índices subjetivos propios de todo juicio descansan en indicadores objetivos de posición social (Belvedere, 2006: 39).
Quien sí logró abrir la puerta al estudio de los mecanismos del cambio social (y por ende también a su existencia ontológica) fue Schutz: "Lo presupuesto no constituye un ámbito cerrado, inequívocamente articulado y claramente ordenado; lo presupuesto dentro de la situación prevaleciente del mundo de la vida está rodeado de incertidumbre" (Schutz, 2001: 30). Aquí puede observarse la deuda que la sociología tiene para con la fenomenología (y en especial para con el aporte superador de Schutz y las aplicaciones posteriores del interaccionismo simbólico y la etnometodología). Al explicar la subjetividad en el mundo de la vida, Schutz establece las tipificaciones como forma de desarrollar la práctica en el mundo social. Estas tipificaciones responden a las condiciones objetivas de existencia (como puede verse, nada de extremismo subjetivista) que les permiten a los sujetos realizar acciones ajustadas a reglas socialmente establecidas y, por ende, externas y reproducidas por ellos. Hasta aquí todo parecería coincidir (en diferentes términos pero similar conceptualización) con el hábitus de Bourdieu y las estrategias desplegadas por los agentes sociales; sin embargo, Schultz incorpora tres palabras claves: "hasta nuevo aviso". Esta es la llave para comprender la indeterminación de las prácticas y, por ende, la superación del camino sin salida que es el reproductivismo.
Los sujetos se desenvuelven en el mundo social bajo las tipificaciones de manera no problemática. Hasta aquí sólo hay reproducción pero... las tipificaciones sólo funcionan "hasta nuevo aviso". El acervo de conocimiento que tienen los sujetos puede ingresar en una zona problemática cuando las tipificaciones no se corresponden con su experiencia. Las experiencias problemáticas que menciona Schutz abren la puerta para comprender el cambio social, el carácter no meramente reproductivo de las prácticas sociales y, por ende, la indeterminación. El mismo toma esta palabra: cuando nuestro acervo de conocimiento no puede dar cuenta de algo (situación problemática) el sujeto se cuestiona lo incuestionable: pone en duda ese acervo de conocimiento, lo que había incorporado de sus condiciones objetivas de existencia. La misma práctica social de los sujetos puede modificar al mundo en la medida en que sus propias experiencias provoquen o den lugar a situaciones problemáticas (lo que desde ya no equivale a decir, como critica Lahire, que la realidad social se reconstruya nuevamente a cada instante).
Consideraciones finales
Como conclusión inicial podemos afirmar que el análisis de lo que hemos llamado la esfera de lo subjetivo no puede continuar dejándose de lado. Lo reclama no sólo el necesario reconocimiento de la práctica social, de las experiencias, vivencias y estrategias de los sujetos, como eje de la sociología, sino que también es un reclamo para poder dar cuenta del cambio social. Desde la teoría social, abordar este cambio permite escapar al reproductivismo que constituye una falsedad que únicamente puede ser ocultada por quienes creen que el cambio social es sólo el paso del capitalismo a otra estructura de clases sociales, cambio harto complicado de explicar y fomentar habida cuenta del reproductivismo imperante y la carencia teórica y empírica de análisis sobre la capacidad productiva de los agentes. El cambio social es esto y mucho más. Por ejemplo, es la variación sincrónica de representaciones entre sociedades coexistentes temporalmente, es la variación diacrónica de concepciones acerca del mundo en una misma sociedad, es la modificación en la forma de experimentar a los otros y al mundo que conduce a nuevas estructuras y relaciones entre sujetos y clases sociales, etc. El cambio social es innegable y para observarlo puede tomarse cualquier aspecto del mundo social y ver cómo ha sufrido modificaciones a lo largo del tiempo o la comparación entre sociedades y grupos sociales: una representación, una desviación que ya no es tal o viceversa, una herramienta u objeto cotidiano, un ritual, una institución o una dinámica social.
Es en la esfera subjetiva, la estructura del mundo de la vida, donde pueden observarse cómo operan las condiciones sociales de existencia, cómo se llevan a cabo estrategias concordantes con lo establecido por las condiciones objetivas pero también discordantes con las mismas. Es en esta misma subjetividad donde pueden observarse los mecanismos reproductivos pero también productivos (lo determinado y lo indeterminado, lo dado y lo generado) que dan lugar al cambio social y al funcionamiento de la vida social que es evidentemente más que un continuum de reproducciones. Mientras no se rescate esta esfera de lo subjetivo como eje de la teoría y de la investigación social, el carácter evidentemente no reproductivista de la sociedad seguirá siendo un misterio sin resolver.
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