1. Observaciones liminares
Este breve texto propone una exploración de las expresiones relativas al creer en lengua árabe. Partiremos de un contenido definido en francés para buscar sus expresiones en árabe, que es nuestra lengua materna. La lengua francesa nos servirá como metalenguaje descriptivo para identificar una red semántica y estructuras sintácticas en un sector limitado de una lengua que no pertenece al grupo indoeuropeo, lo cual podrá conducirnos en direcciones inhabituales para el lector occidental. Con el fin de circunscribir el tema, nos limitaremos al uso religioso del término, excluyendo los usos jurídico y científico. La forma verbal ʾĀmana (= creer) es utilizada más de ochocientas cincuenta veces en el Corán, en diferentes declinaciones. No pretendemos abarcar todos los matices de estos usos. El análisis retendrá lo que representa el núcleo semántico del lexema considerado, dentro de usos aclarados por su contexto, por las definiciones del diccionario Lisān al ʿArab (terminado por Ibn Manḏūr en 1290 d. C.) y por un comentario del filósofo teólogo Al-Ġazāli (1058-1111 d. C.). Un análisis más amplio o más fino podría modificar nuestros resultados, que no poseen sino un valor exploratorio.
En francés, creer posee dos usos, uno verbal común que designa una acción, y uno metalingüístico semiótico que designa una modalidad cognitiva. Este doble uso no está indicado en árabe: la forma verbal que designa el acto de creer no puede ser utilizada como modalidad que sobredetermina un hecho cognitivo. Otras formas léxicas están disponibles para ello. Limitaremos así nuestro análisis a la forma verbal, puesta en relación con otras formas afines en el interior de un paradigma complejo. La descripción recurrirá a la descomposición sémica, a las relaciones lógicas y a las estructuras sintácticas identificables en el uso de cada forma considerada.
2. La forma verbal ʾĀmana1
2.1. Las formas emparentadas ʾĀmana / ʾÎmān /͗Āmīn
Dentro de la isotopía religiosa, la forma verbal ʾĀmana designa el acto de creer y va unida con la forma sustantiva ʾĪmān, que designa la fe (credo latino). Leemos en el Corán (sura Āl ʿUmrān, versículo 193): “¡Señor nuestro! Hemos oído a quien convocaba a la fe (ʾĪmān), diciendo: Creed (ʾĀminū) en Vuestro Señor, y creímos (ʾĀmannā).”2 Al- Ġazāli (1994: 140) escribe: “¿Qué es el ʾĪmān? Algunos dicen que es sólo el contrato (ʿuqd), otros dicen que es un contrato del corazón y un testimonio de la lengua, y algunos más que es la acción según los dogmas (ʾarkān = bases fundadoras).” Este corto extracto proporciona, de manera condensada, algunos de los resultados del análisis semiótico que desarrollaremos en torno a la forma verbal. La observación citada permite poner en evidencia el estrecho vínculo entre la forma verbal y la forma sustantiva.͗
Antes de continuar, consideremos la forma árabe performativa ͗Āmīn, fonéticamente cercana al francés amen (amén, en español)3 (el Diccionario histórico de la lengua francesa hace remontar amen al hebreo a través del latín y el griego). Todo musulmán que escucha un fragmento del Corán dice ʾĀmīn cuando se da cuenta de que la lectura del fragmento ha terminado. El mismo ͗Āmīn cierra la primera sura o azura (sūrat) del Corán (= Fātihat). Al decir ʾĀmīn, el sujeto enuncia que cree, junto con sus co-auditores presentes, en el texto que acaba de escuchar. La expresión tiene entonces un valor performativo. Ello significa que el sujeto adhiere al texto, y hace saber que adhiere. Lo asume, lo hace suyo. La expresión vale como declaración personal de todo lo que ha sido dicho anteriormente, del mismo modo que la expresión “lo juro” pronunciada en voz alta en el tribunal después de la lectura del juramento por un tercero. Este uso performativo tiene antiguas raíces: en la Edad del Bronce Medio y en la Edad del Hierro, las ceremonias asirias de Āde (= ʿAhd árabe) hacían prestar juramento de fidelidad y obediencia a todos los oficiales del Estado en el momento de su toma de función. Ello debía hacerse oralmente: el carácter público del acto, ante testigos, es necesario.
Durante este procedimiento, los testigos están situados en posición de Destinador Judicador. El sujeto que dice ͗Āmīn enuncia, de forma condensada, un testimonio (mártir en el sentido etimológico griego, Šahādat en árabe) del hecho de que cree. Da testimonio, actúa. ʾĀmīn posee el valor de un verbo performativo para afirmar el creer: se trata de decir el creer, de engarzar el acto de creer en un enunciado verbal. Yo digo creo para hacer saber a los otros que creo.
En este sentido, creer no es un asunto personal sino interpersonal.
2.2. Creer, decir y actuar
Los usos performativos que hemos citado muestran que es necesario decir que se cree: el acto de lenguaje es una acción que vale de modo veridictorio en un nivel metalingüístico. La enunciación confirma el enunciado por la conformidad del Contenido de los dos niveles lingüísticos. Esta condición necesaria no es suficiente: encontramos en el Corán (sura 49, versículo 14) “Qālat al ͗aʿrābu ͗āmannā, qul lam tuʾminū wa lākin qūl ū ͗aslamnā” = “Los beduinos dicen: creemos. Diles [¡Oh, Muhammad!]: Todavía no sois verdaderos creyentes. Mejor decid que habéis aceptado el Islam”. El decir de los beduinos es puesto en cuestión, o más bien negado: su enunciación no está conforme con lo que se encuentra “en sus corazones”. Volveremos (§3.1) sobre la diferencia entre ʾĀmana et Sallama. Lo que nos interesa señalar aquí es la existencia de una condición veridictoria suficiente: la de actos que confirman, de manera no verbal, la veracidad de la aserción relativa al creer. Tal será el tema de la parte §3.3.
2.3. Sintaxis actancial del verbo ʾĀmana
Para todo lingüista familiarizado con el idioma árabe, la forma ʾĀmana no es una forma simple: ésta deriva de una forma más elemental, ʾAmana. La tilde situada sobre la A indica que esta vocal es larga, mientras que la longitud de la vocal es distintiva y significante en árabe. El alargamiento del primer fonema marca, de modo sistémico en una raíz triconsonante, la forma dual de un verbo cuya acción es realizada por dos sujetos, es decir por dos actores que forman un actante único. La forma simple ʾAmana significa sentirse en seguridad, en paz, en confianza. El efecto de sentido es reflexivo: el sujeto se siente en un cierto estado. La forma dual ʾĀmana, que ha sido especificada en creer por el uso, significa etimológicamente: un sujeto dual tiene confianza. Otra forma derivada, ʾAmmana, obtenida por redoblamiento de la segunda consonante, significa tener confianza en alguien (acción transitiva).
En el Corán, el uso numéricamente dominante del verbo ʾĀmana corresponde al plural. Dios dice Tú a sus profetas (Mahoma, María, Zacarías, Moisés...). Pero en el Corán él no se dirige a un individuo creyente ordinario. Dios no se dirige a los creyentes sino en plural. El efecto de sentido que de ello resulta no supone que el creyente individual no existe, sino más bien que lo que no existe es la creencia individual: los creyentes son siempre múltiples, son actores que forman un actante colectivo. La colectividad es una necesidad del creer.
Pero eso no es todo. Cuando se dirige a los creyentes, Dios no dice “oh, creyentes” (yā muʾminūn, ayyuha l muʾminūn), como diría el orador del viernes en la mezquita, sino que dice: “yā ayyuhā la-ḏīna ͗Āmanū”, lo cual traducido literalmente equivale a: “oh, vosotros que habéis creído”. Desde el punto de vista discursivo, podemos reconocer un desembrague actancial: el enunciador empieza diciendo vosotros, y pasa luego a aquellos que han creído. El Corán no se dirige pues a los creyentes en tanto sujetos de estado, sino que los inscribe como sujetos del hacer: ellos han creído. En situación de blanco de la dirección enunciativa, los coloca en la dimensión de la acción: el creer remite a este acto y no al estado estático. Sin embargo, cuando el Corán no se dirige a los creyentes sino que habla de ellos en tercera persona, los trata como sujetos de estado (muʾminūn, muʾmināt).
2.4. Aspectos del verbo ʾĀmana
Cuando el Corán dice yā ʾayyuhā la-ḏīna ͗Āmanū, utiliza la forma de lo realizado (se trata de un aspecto, no del tiempo del pasado en las lenguas latinas). Se dirige a personas cuyo creer ha sido realizado, valorizando el carácter anterior de la acción y presuponiendo su continuidad durativa hasta el momento de la enunciación. El acto de creer es durativo mientras no haya sido negado. No tiene el carácter puntual de ciertos actos como el decir.
El Corán presenta, por otro lado, una ocurrencia de uso incoativo del acto de creer realizado (sura ʾĀl ʿUmrān, versículo 193): “¡Señor nuestro! Hemos oído a quien convocaba a la fe, diciendo: creed (ʾĀminū) en vuestro Señor, y creímos (ʾĀmannā)”. El acto es extemporáneo: para creer, no es necesaria preparación alguna, basta con responder al llamado. Sus condiciones de realización son: un llamante, un llamado, un acto de llamada. El acto cognitivo es inmediato, sin transición ni preámbulos. Este incoativo realizado está dado como durativo: sin un acto negador que lo detenga (kufr ver §3.2), no hay término final.
2.5. Síntesis actancial y aspectual en torno a ʾĀmana
El llamado a creer es formulado por un actante. En la lógica profética, el que llama es delegado por Dios y no hace sino transmitir el mensaje. Por la forma lingüística dual, es con el que llama que el auditor-locutor cree: el enunciador dice “ambos creemos”, es decir, con su interlocutor. Comparte su creencia, y se transforma en actante único con él, en el acto de creer. Lo cual lo conduce a transformarse a su vez en actor invitante, predicante, portador de un mensaje dirigido a terceros, los llamados a creer, esto es, a compartir el mismo creer. El acto establece un contrato fiduciario que presupone otra parte con la cual el acto de creer es pactado: se trata de la instancia trascendente. Volveremos sobre ello.
3. ʾĀmana en relación con su paradigma
3.1. En relación de contrariedad
3.1.1. ʾĀmana vs. Ṣaddaqa
La lengua árabe dispone de dos verbos para decir creer: uno, marcado por el sema religioso, es ʾĀmana; el otro, no marcado, es Ṣaddaqa. Este desdoblamiento del vocabulario árabe no es excepcional, e incluso es sistémico: alrededor de cuatrocientos pares de lexemas se oponen por la presencia/ausencia del sema religioso (o divino), y un subconjunto de la lengua está reservado al uso sagrado. Hemos dedicado a ello un breve estudio (Hammad 1999) que es oportuno prolongar.
ʾĀmana y Ṣaddaqa tienen un núcleo sémico común: el del contrato fiduciario relativo a la verdad. Pero su diferencia no se limita a la presencia del sema religioso: ambos presuponen dos organizaciones sintácticas distintas.
ʾĀmana presupone un sujeto dual (dos actores), mientras que Ṣaddaqa presupone un sujeto sin cuantificación numérica.
Dos usos concurren en el caso de Ṣaddaqa (encontramos más de cien ocurrencias de los derivados de esta raíz en el Corán): un uso absoluto, según el cual el sujeto de Ṣaddaqa cree en alguien, lo que presupone una configuración sintáctica binaria (dos actantes, S1, S2); y un uso transitivo, según el cual el sujeto de Ṣaddaqa le cree a alguien que dice algo, lo que hace surgir una configuración ternaria (tres actantes S1, S2, O).
ʾĀmana presupone una configuración actancial ternaria: el sujeto dual le cree a alguien a propósito de una entidad o una cosa divina (S1a y S1b, S2, S3 religioso). El sema religioso está investido por el tercer actante, que ocupa el lugar del objeto del creer neutro de Ṣaddaqa. Conviene observar que el tercer actante no circula entre los dos primeros, como ocurre en el esquema comunicacional banal. Cuando la tercera posición es ocupada por la divinidad, ésta posee la cualidad de un sujeto trascendente al cual se unen los otros sujetos a través de una relación fiduciaria, llamada ʿUqd (= Contrato) por Al- Ġazāli. Pero esta posición puede ser ocupada por otras entidades religiosas trascendentes: la vida eterna, el Paraíso, el Infierno..., lo cual implica otro tipo de contrato.
Existe un uso no sagrado de ʾĀmana que sitúa en S3 a los médicos, curanderos o hueseros: el término designa entonces un grado de confianza cercano a lo sagrado. En épocas anteriores, estos personajes gozaban de un estatus religioso.
Los dos verbos admiten un mismo término contradictorio: kaḏḏaba, que significa desmentir, no creer, poner en cuestión el contrato fiduciario o la palabra del otro. Encontramos en el Corán (91:14) “fakaḏḏabuhu faʿaqaruha fadamdama ʿalyhim rabbuhum biḏanbihim fasawwāhā wa la yaḫāf ʿuqbāhā”. En este pasaje, un profeta es desmentido por los hombres a los cuales dirige su mensaje, y Dios los castiga. El desmentido se dirige al sujeto que enuncia el mensaje. Otro lexema de negación se dirige al contenido mismo: se trata del verbo nakara (§3.2).
3.1.2. ʾĀmana vs. Sallama
En el pasaje del Corán (49:14), “Qālat al ʾaʿrābu ʾāmannā, qul lam tuʾminū wa lākin qūlū ʾaslamnā” = “Los beduinos dicen: Creemos. Diles [¡Oh, Muhammad!]: Todavía no sois verdaderos creyentes. Mejor decid que habéis aceptado el Islam”, el verbo sallama significa aceptar que algo es posible sin creer totalmente en ello. De modo aproximado, corresponde al uso francés “je vous l'accorde” (en español: os lo concedo).4 No equivale a “os creo”, sino a reconocer que es posible. Al- Ġazāli analiza este hecho (p. 138): “Todo acto de creer concede, pero todo acto de conceder no es creer”. Si asociamos este fenómeno a un esquema actancial ternario (S1, S2, O), el objeto del creer está modalizado por un poder ser. Por oposición, el objeto del creer del verbo ʾĀmana aparece como sobredeterminado por la certeza veridictoria respecto al ser.
3.1.3. ʾĀmana vs. Iʿtaqada
La lengua árabe dispone de un tercer verbo que ha sido traducido como croire en francés (creer, en español):5 se trata de Iʿtaqada. La forma del verbo deriva de la raíz ʿAqada, de la cual procede también el término ʿUqd = Contrato. Remitida a la forma simple faʿala, que designa el acto de referencia, la forma iftaʿala derivada designa un acto artificial. ʿAqada significa amarrar, en la dimensión pragmática, y establecer un contrato, en la dimensión cognitiva. Este término designa un acto reflexivo a través del cual el sujeto establece un contrato consigo mismo en torno a un objeto cognitivo (S1, S1, O). En otros términos, es un creer que no requiere más que de un solo actor sujeto, y necesita al mismo tiempo un actante objeto.
El verbo Iʿtaqada tiene dos usos transitivos: directo e indirecto. En el uso directo (Iʿtaqada ʾanna), el verbo especifica un objeto del creer. En el uso indirecto, construido con el prefijo bi (Iʿtaqada bi-), el verbo está reservado a la designación de objetos trascendentes del creer (Dios, la vida eterna...). La forma sustantiva ʿAqīdat (plur. ʿAqāʾid) designa las convicciones personales. Esta forma conviene tanto a la isotopía política como a la religiosa. La convicción es una forma asertiva e intensiva de la creencia.
3.1.4. ʾĀmana vs. Waṯiqa
A través del verbo Waṯiqa, un sujeto cree en otro sujeto, sin especificar el objeto del creer. La relación es binaria, S1 y S2 están vinculados por un contrato de confianza definido sin referencia a la isotopía religiosa. Este contrato fiduciario se distingue del contrato ordinario ʿUqd por el hecho de que Waṯiqa es durativo y no limitado en el tiempo. Cuando Waṯiqa es utilizado siguiendo una isotopía religiosa, revela una disimetría clara entre los dos actantes: el sema trascendente es investido por el actante S2, mientras que el sujeto del verbo Waṯiqa opera el investimiento del sema humano. S1 es inferior a S2 y el contrato es disimétrico, lo cual lo distingue radicalmente del contrato ordinario ʿUqd (el cual no presupone una desigualdad entre los sujetos pactantes).
3.1.5. ʾĀmana vs. ʿAhada
El verbo ʿAhada no puede ser traducido por el verbo creer como ocurre con Waṯiqa; sin embargo, tiene un lugar dentro de este paradigma de los contrarios de ʾĀmana por el hecho de ser estructuralmente simétrico de Waṯiqa. Su desarrollo sintáctico dispone dos sujetos vinculados por un contrato fiduciario, sobredeterminado por las características siguientes: el contrato es disimétrico, pactado entre sujetos desiguales, y el sujeto del verbo, que establece el contrato, es el sujeto superior (Waṯiqa es establecido en sentido inverso, de inferior a superior). El sema religioso no es necesario sino posible. Señalamos antes la antigüedad de esta raíz y su origen asirio.
ʿAhada se manifiesta en dos usos, transitivo e intransitivo. En el uso transitivo, S1 le confía a S2 una acción por realizar. Es en este sentido que un director de obras le confía a un empresario (mutaʿahhid) la misión de construir un edificio. En el Corán (2:125), Dios le confía a ʾIbrāhīm y a su hijo ʾIsmāʿīl la misión de purificar su casa (wa ʿahidnā ʾilā ʾIbrāhīma wa ʾIsmāʿīla ʾan tahhirā baytī). En el uso intransitivo, S1 establece con S2 un contrato de confianza. Es a través del término ʿAhd que los cristianos árabes designan el Antiguo y el Nuevo Testamento: al ʿAhd al qadīm, al ʿAhd al ğadīd. Según este uso, ʿAhd es el equivalente del término alianza (Berit hebreo).
Si el verbo ʿAhada instaura un contrato desigual ʿAhd, el uso de esta raíz siguiendo la isotopía política da lugar a una acción típica de las prácticas sociales árabes: a través de la acción llamada Bīʿat (verbo Bāyaʿa, nótese la forma dual), el sujeto inferior le confirma al sujeto superior que acepta el contrato desigual instaurado. Las más antiguas ocurrencias identificadas son relativas al profeta Mahoma cuando consolida el Estado musulmán en Yatrib: recibe entonces a delegaciones que vienen a reconocer públicamente su estatus de profeta y su autoridad política. En el contexto europeo medieval, el acto de lealtad es en ciertos aspectos comparable. El estatus político-religioso del profeta establece el vínculo entre el ʿAhd y la Bīʿat. Más tarde, los califas omeyas retomaron el rito de la Bīʿat, y el sedicioso ʿAbdallah bin az-Zubayr se rehusó a concederle la Bīʿat al califa de Damasco para proclamarse él mismo como califa en Medina.
El mantenimiento del contrato desigual ʿAhd es llamado Wafāʾ. El verbo utilizado es el que designa el pago de una deuda, lo cual manifiesta que el ʿAhd crea una deuda en el sujeto pactante. Los dos sujetos S1 y S2, superior e inferior, son requeridos para mantener el contrato y saldar su deuda. No han contraído la misma deuda, pero cada uno tiene la suya respecto al otro. El uso de Wafāʾ manifiesta el aspecto durativo del ʿAhd. La negación del ʿAhd designada por el verbo Nakaṯa es siempre debida a un sujeto inferior e implica el sema religioso. Una connotación negativa la acompaña. La negación por parte del sujeto es llamada Naqaḍa.
3.2. En relación de contradicción: ʾĀmana vs. Kafara
Al explorar el paradigma de los contrarios del verbo ʾĀmana, abordamos varias formas de negación del contrato fiduciario tales como kaḏḏaba, nakara, nakaṯa, naqaḍa. Pero hay una forma de negación mayor, que se inscribe en la isotopía religiosa y se dirige a un objeto del creer divino o a la entidad trascendente asociada al contrato fiduciario. Se la designa con el vocablo Kufr, verbo Kafara. Es una forma mayor de incredulidad. En el derecho islámico, ella expulsa de facto a su autor de la comunidad de los creyentes y lo vuelve susceptible de recibir la pena capital. Es por ello que ha sido objeto de largos análisis que equivalen al establecimiento de una escala de negaciones y a la graduación de su gravedad, puesto que se puede continuar creyendo en Dios y en ciertos dogmas sin aplicar las reglas de conducta que de ahí se desprenden. Ello transforma al autor en un culpable de faltas (Muḏnib, Fāsiq), pero no en un impío (Kāfir). El análisis de Kafara y de sus derivados excedería este estudio exploratorio del creer. Nos limitamos a indicar este término contradictorio antes de pasar al siguiente punto, concerniente al rol de la acción en el análisis del creer, en el marco de la isotopía religiosa.
3.3. La confirmación del creer por la acción
Para Al- Ġazāli, la acción sucede al creer, pero no es constitutiva de él (p. 140: al ʿamal warāʾ al-ʾīmān, lā min nafs al-ʾīmān). Hemos visto en §2.2 que la declaración verbal del creer es sólo una condición necesaria pero no suficiente para su validez, y que la validación adviene gracias a la acción no verbal. El hacer valida al creer. Lo cual presupone un actante observador judicador, para quien ver es una necesidad cognitiva, mientras que Dios omnisciente conoce lo que está oculto y no necesita de manifestaciones declarativas o de acciones públicas. En otros términos, al observador judicador se lo presupone humano y colectivo.
Dos clases de acciones son consideradas para la validación del creer: los ritos y los actos.
3.3.1. Ritos y actos
En el Islam, los ritos son actos orientados hacia la divinidad y ponen en relación directa al sujeto humano con el sujeto divino (sin intermediario: nunca hay un sacerdote oficiante). Existen ritos prescritos, tales como la Ṣalāt (cinco veces al día) y el Ḥaǧǧ (peregrinación a La Meca). Se trata del ámbito de los actos regulados por el deber hacer (Farḍ). Otros actos orientados hacia la divinidad, tales como cantos colectivos o procesiones, han sido practicados en diversos lugares y épocas. Para la tradición estricta, estas innovaciones (Bidʿat) no son sino invenciones inspiradas por prácticas religiosas extranjeras al Islam. Ellas deben ser proscritas.
A los ritos se oponen todas las acciones no orientadas hacia la divinidad. Numerosas por definición, ellas pueden ser utilitarias o no utilitarias. No deben, sin embargo, contravenir a las prohibiciones divinas (Ḥarām, Muḥarramāt). Así, se definen a partir de dos negaciones consecutivas: no están orientadas hacia la divinidad, y no están prohibidas. Se trata del ámbito de los actos no constreñidos, designado con el término Ḥalāl, que deriva de la raíz Ḥalla = deshacer un nudo. El nudo ʿUqd, siendo sinónimo de contrato fiduciario, se trata de actos situados fuera de los contratos de prescripción y de prohibición.
La clase de los ritos prescritos es llamada ʿIbādāt, forma derivada del verbo ʿAbada, que podríamos traducir aproximadamente como adorer en francés (adorar, en español)6 y sobre el cual volveremos más adelante (§3.3.3). La clase de las ʿIbādāt forma parte de las obligaciones de todo creyente: ellas están asociadas a un deber hacer proveniente del ʾĪmān. La no ejecución de este deber no es una falta, pero sí un incumplimiento.
La clase de los actos Ḥalāl o autorizados puede ser opuesta a la de los actos Ḥarām o prohibidos, marcados por un deber no hacer. La transgresión de una prohibición constituye una falta que será castigada en el momento del juicio divino.
En este discurso religioso, el querer hacer no es destacado ni valorizado. Sin embargo, es considerado con atención cuando se trata de la realización de un acto prohibido. El discurso religioso insiste en la forma deóntica, con sus variedades positivas (ritos) y negativas (prohibiciones). El sujeto religioso es considerado en primer lugar como un sujeto del deber, no siendo sujeto del querer sino en segundo lugar. Si las dos modalidades virtualizantes del sujeto son admitidas, el deber aparece como la modalidad dominante. De ahí se desprende una gran insistencia en la obediencia (Ṭāʿat).
3.3.2. ʿIbādāt, Šaʿāʾir, Manāsik
ʿIbādāt es un término general que designa la clase de los ritos ofrecidos a la divinidad. Identificamos en ella dos subclases, que se distinguen por su carácter público o privado. La subclase de los Šaʿāʾir abarca los actos de culto que el sujeto realiza en presencia de alguien más, prácticamente en un procedimiento de hacer saber. En el diccionario Lisān al ʿArab (pp. 2273-2277), la raíz Šaʿr designa el saber, la forma verbal ʾAšʿara significa hacer saber. El sustantivo Šiʿār designa el estandarte erguido frente a la armada que parte al combate. El término ʾIšʿār = ʾIʿlām significa la acción de difundir una opinión, o la opinión pública materializada en una expresión escrita. Los ritos de peregrinación a La Meca son llamados Mašāʿir al Ḥaǧǧ, y Lisān al ʿArab precisa respecto a ellos: “lā adrī mašā'ir al Ḥaǧǧ illā min hāḏā” = “no conozco los ritos de peregrinación sino a partir de esta raíz (hacer saber)”. Agrega luego para definir Šaʿāʾir: “kullu mā ǧuʿila ʿalaman li-ṭāʿati llah” = “todo lo que se ha hecho público para la obediencia a Dios”.
La subclase de los Manāsik comprende todos los ritos realizados de manera aislada por un sujeto. El término Nāsik designa al eremita. El sujeto actúa, cumple con sus obligaciones hacia Dios, pero es el único que lo sabe. Su soledad puede ser material (nadie más hay) o cognitiva (no se preocupa por hacer saber que realiza los ritos). El discurso religioso aprecia los Manāsik en su justo valor, pero no cabe duda de que prefiere los Šaʿāʾir. Ya que los actos públicos poseen una doble función, pueden ser validados por observadores judicadores, y constituyen una incitación (hacer querer) no verbal dirigida hacia terceros.
La tradición islámica no interroga las formas de sus ritos: son transmitidos tal cual. Los ritos del Islam derivan con frecuencia de ritos pre-islámicos: se trata de una selección realizada por el profeta Mahoma, que resemantizó los actos implicados, orientándolos hacia la divinidad única. El procedimiento es patente en los ritos del Ḥaǧǧ: en su peregrinación a La Meca, seis meses antes de su muerte (razón por la cual se la llama Peregrinación de los adioses), Mahoma habría dicho a sus compañeros “copiad vuestros ritos de lo que yo hago”.
Dos observaciones para cerrar este punto: los ritos del Islam no derivan de los ritos cristianos o hebreos; el término Ṭuqūs es utilizado para designar los ritos que provienen de una religión distinta del Islam.
3.3.3. ʿAbada
En el Corán, sura aḏ-Ḏāriyāt (51:56), Dios dice en primera persona: “wa mā ḫalaqtu l- ǧinna wa l-ʾinsa ʾillā li-yaʿbudūni” = “Por cierto que he creado a los genios y a los hombres para que me adoren.” El verbo árabe que traducimos como adorar es ʿAbada, declinado en función de la construcción de la frase. El enunciado afirma con fuerza que los hombres tienen una sola finalidad: la de adorar. La adoración es pues del orden del deber. Notemos que el término utilizado para designar a los hombres (ʾins) los define como seres que viven en amistad mutua. Lo cual los constituye en un actante colectivo virtualizado por el mismo deber hacer.
El verbo ʿAbada y el sustantivo ʿAbd derivan de la misma raíz. ʿAbd designa el sirviente del esclavo. Lo cual manifiesta el sentido etimológico del verbo ʿAbada: servir. El desfase es evidente respecto a la etimología del verbo adorer francés (adorar, en español),7 que deriva del latín ad=orare, donde la elocución oral es destacada. En suma, en las lenguas latinas la adoración está asociada con el acto verbal, mientras que en árabe la adoración se vincula con la acción no verbal. Se trata de servir.
Este hecho no es exclusivo de la lengua árabe. Encontramos ya en la mitología mesopotámica un relato en el que los dioses reunidos deciden crear a los hombres con la finalidad de que trabajen para ellos y los alimenten (Bottéro y Kramer, 1989). Este relato pertenece al tercer milenio antes de Cristo. Por consiguiente, la idea de que el culto rendido a los dioses es un servicio no es propia del Islam sino que está presente en la lengua acadiana, que es la lengua semítica más antigua que se conoce. Esta concepción es común a una familia lingüística, en la que el hombre se dirige a Dios diciendo Señor (término que fue retomado en las prácticas cristianas).
Hay varios elementos que confirman esta concepción en la lengua árabe. El más elocuente está inscrito en un enunciado ritual del Ḥaǧǧ. Los peregrinos repiten hasta el cansancio el clamor siguiente: “Labbayka allāhumma labbayk, inna l-ḥamda wa-n-niʿmata laka wa-l-mulk...” = “Heme aquí, Dios mío, heme aquí, para ti el agradecimiento, los bienes y la soberanía...”.
El verbo Labbā significa satisfacer una demanda, y la forma Labbayka declina “me presento ante tu demanda”. Viene luego una frase nominal (sin verbo) que afirma que los agradecimientos son dirigidos al Señor, quien es el soberano de los favores y goza de la soberanía. En simetría respecto a esta soberanía, el servicio es adoración. El hombre es sirviente, Dios es servido. Encontramos los rastros de esta concepción en la expresión de Juana de Arco “Dios es el primer servido”.
Para los ritos ʿIbādāt, los hombres sirven (yaʿbudūn) a Dios, su Señor Soberano. ʿAbada al-llāh (= él sirve a Dios) equivale a ʾĀmana billāh (= él cree en Dios). En el Corán, Dios se dirige a sus creyentes diciendo Yā ʿIbādī (= vosotros que me adoráis, que me servís) o bien habla de ellos en tercera persona (alrededor de cien ocurrencias). Podríamos conmutar los términos muʾminum e ʿibād sin alterar el sentido de una gran cantidad de enunciados coránicos (aunque el ritmo sería modificado). Resulta de ello que las raíces ʿAbada y ʾĀmana provienen del mismo paradigma semántico. El uso de la forma verbal ʿAbada expresa una forma activa del creer, destacando la acción no verbal, la sumisión al Señor, el Servicio y la renuncia al querer propio. El querer del Señor se impone como deber del sujeto.
3.3.4. Invitar, orar
En el marco de los ʿIbādāt, el servicio no es la única forma de adoración. La forma de dirigirse directamente a Dios, llamada Duʿāʾ, es muy cercana a la de la Prière (oración, en español)8 en el sentido etimológico francés: el sujeto formula una petición, relativa a un objeto. Duʿāʾ deriva del verbo Daʿā, que significa invitar. La forma Duʿāʾ designa una invitación que un inferior dirige a su señor. La forma Daʿwat se refiere a la invitación entre iguales. Es decir que designa también la predicación, que no es sino una invitación a creer.
Si el Duʿāʾ es la forma común de la oración, las formas intensivas de la solicitud que un inferior dirige a su señor son designadas por lexemas específicos como Rajāʾ, Tawassul, Taḍarruʿ, dispuestos en orden de intensidad creciente de la solicitud y del rebajamiento del sujeto. Ningún lexema árabe equivale exactamente al lexema francés culte (culto, en español),9 que deriva de cultus latino, el cual designaba la acción de cultivar, cuidar (Dictionnaire historique de la langue française: 542). La noción de homenaje rendido a Dios, presente en el sentido moderno de culto, es más próxima a la noción de Ṣalāt que hemos tratado antes.
3.3.5. Ṣalāt
Ṣalāt se traduce en francés como prière (oración).10 Pero Ṣalāt vehicula efectos de sentido que prière no contiene. Inversamente, prière posee el efecto de sentido de demanda o petición, que está ausente en Ṣalāt. La Ṣalāt nada pide a Dios. La petición está reservada al Duʿāʾ. Queda por aclarar el uso de Ṣalāt, que deriva del verbo Ṣallā. El verbo Ṣallā se construye de tres maneras (absoluta, seguido de ʾilā y seguido de ʿalā), que producen tres efectos de sentido distintos. En su uso absoluto, Ṣallā significa la realización del rito por parte del sujeto. Utilizado con ʾilā, el acto de culto está orientado hacia la divinidad. Utilizado con ʿalā, el rito es celebrado orientando su beneficio hacia una persona en particular. Es el caso de la oración por los muertos: se ruega a Dios por el reposo del alma del difunto.
Todavía hay más. En el Corán (33:56) encontramos “Inna l-lāha wa malāʾikatahu yuṣallūn ʿala n-nabi” = “Ciertamente Alá y sus Ángeles bendicen al Profeta.” En las fórmulas finales de la Ṣalāt, encontramos un Duʿāʾ: “ʾAllāhumma ṣalli ʿalā Muḥammad et ʿalā ʾāli Muḥammad kamā ṣallayta ʿala ʾIbrāhīma et ʿalā ʾāli ʾIbrāhīma” (= “Dios mío, realiza la Ṣalāt en beneficio de Mahoma y de su familia, como ya lo has hecho en beneficio de Abraham y de su familia)”.11 En estos dos ejemplos, Dios es el sujeto que realiza el rito de la Ṣalāt. De ahí se desprende que Ṣalāt no es un rito limitado a los hombres sino que se extiende a Dios, del mismo modo que la adoración se extiende de los hombres a los jinns (genios).12
El verbo Ṣallā no es utilizado por los hombres sino en un sentido ritual, designando un conjunto de actos físicos (mantenerse de pie, inclinarse, arrodillarse), fórmulas rituales fijas y extractos coránicos libres, el conjunto está sobredeterminado como rito orientado hacia Dios. Obviamente, la Ṣalāt de Dios no se conforma a estas reglas de realización concebidas para los hombres. Queda pues un núcleo semántico común de orden cognitivo, por el cual el sujeto del acto Ṣallā rinde homenaje a un sujeto dado. Un análisis más detallado excedería el marco de este ensayo.
3.3.6. Taqwā o piedad
Terminemos esta rápida exploración con la noción de Taqwā o piedad, que cumple una función importante en el discurso religioso, donde la Taqwā equivale a una regulación de la acción con miras a evitar actos prohibidos y a realizar actos prescritos. Etimológicamente, Taqwā significa prevención y protección, del mismo modo que se evita un precipicio o un derrumbe. Siguiendo la isotopía religiosa, este término implica un sujeto en acción S1 que se protege de las sanciones posibles de un sujeto judicador S2. Se trata de una manifestación externa y dinámica del creer, que rige la acción del sujeto creyente en el vasto dominio de los actos Ḥalāl.
4. Creer, performar y actuar
Esta exploración del creer en lengua árabe en el marco de la isotopía religiosa no es más que una primera aproximación al tema. Construida a partir de una secuencia de conceptos asociados, no se basa en un discurso-objeto continuo. Ello exige precauciones metodológicas y epistemológicas. La restricción del espacio del que disponemos nos impide todo desarrollo analítico. Sin embargo, este rápido recorrido arroja resultados notables.
El primero es la importancia mayor de la acción en todas las etapas: creer es un acto, decir el creer es un acto, probar el creer es un acto. Aun cuando el testimonio Šahādat juega un rol irremplazable en el Islam (hay que decir que se cree), la acción sigue siendo la clave de todo el sistema de valores movilizado por la lengua árabe en torno a la isotopía religiosa. Es incluso necesario reiterar los actos de declaración y los actos de confirmación, para probar que no ha habido recaída. La sucesión de profetas, puesta en escena en la Biblia y en el Corán, equivale a una reiteración de las llamadas de Dios y prueba que los actos de creencia son seguidos de actos de incredulidad: los hombres se olvidan frecuentemente de Dios. La reiteración forma parte del creer, lucha contra un anti-sujeto presupuesto, el olvido de Dios, o las tentaciones que llevan a ello.
El recorrido de nuestro análisis articula el paradigma semántico del creer a partir de relaciones familiares para todo semiotista, utilizando el cuadrado semiótico, explorando las posiciones de los términos contrarios, contradictorios y consecutivos al acto de base ʾĀmana. Hemos sido muy breves respecto a Kufr y Ṣalāt, pero el espacio es limitado. Si fuera necesario desarrollar y argumentar el conjunto a partir de contextos discursivos, estaríamos escribiendo una tesis sobre el Islam. Nos basta con haber despejado el terreno.