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Política y gobierno
versión impresa ISSN 1665-2037
Polít. gob vol.19 no.2 Ciudad de México dic. 2012
Notas de investigación
Factores contextuales, predisposiciones de largo plazo y accountability electoral en Argentina en tiempos del Kirchnerismo
Contextual Factors, Long Term Predispositions and Electoral Accountability in Argentina in Times of Kirchnerismo
María Laura Tagina*
* Profesora-investigadora de la Universidad Nacional de San Martín y de la Universidad Nacional de La Matanza. Candidata a doctora por la Universidad de Salamanca. Paraná 145, 1er. piso, C. 1007, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Tel: 54 11 4374 7300. Correo electrónico: marialaura.tagina@unsam.edu.ar.
Nota recibida el 14 de marzo de 2011 y
aceptada para su publicación el 7 de septiembre de 2011.
Resumen
La agitada senda de la democracia argentina retomó su curso normal en 2003, luego de las elecciones que llevaron a Néstor Kirchner a la presidencia de la nación. Si bien Kirchner cosechó por entonces menos de 25 por ciento de los votos, cuatro años después su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, ganó las elecciones presidenciales con un contundente apoyo electoral que duplicó el conseguido en 2003. ¿Qué razones llevaron al electorado a respaldar a ambos mandatarios en cada elección? ¿Medió el contexto político y socioeconómico en las razones de voto? ¿Cuál fue el peso del voto retrospectivo en ambos comicios? Por medio de regresiones logísticas y del cálculo de probabilidades predichas se analizan datos de encuestas de opinión. Los resultados señalan que el voto retrospectivo fue más fuerte en 2007, año en el que la oferta electoral fue más estable, las elecciones fueron concurrentes y se planteó un escenario de seudoreelección presidencial. La persistencia del alineamiento clase obrera/baja con los candidatos justicialistas se confirmó una vez más y fue mayor en 2003, cuando el desempleo golpeó más duro a las clases bajas. Al mismo tiempo, la ideología no explica el apoyo a Cristina Fernández de Kirchner, en tanto que el apoyo a Néstor Kirchner aumentó a medida que los electores se desplazaban hacia la derecha de la escala ideológica.
Palabras clave: comportamiento electoral, Argentina, elecciones presidenciales, Kirchnerismo, accountability, contexto político, contexto socioeconómico.
Abstract
The troubled path of Argentine democracy resumed its normal course in 2003 after the elections that brought Néstor Kirchner to the Presidency of the nation. While Kirchner garnered less than twenty-five percent of the vote, four years later, his wife Cristina Kirchner won the presidential election with a strong electoral support, doubling the figures achieved in 2003. What led the electorate to support both presidents in each election? Did the political and socio-economic context influence the reasons for voting? What was the weight of the retrospective voting in both elections? Data from opinion polls that have been analyzed using logistic regression and the calculation of predicted probabilities indicate that the retrospective vote was stronger in 2007, year in which the electoral offer was more stable, elections were concurrent, and was raised as a scenario of presidential pseudo-reelection. The persistent alliance between the low working class with the "justicialistas" candidates was confirmed once again and proved higher in 2003, when unemployment hit the lower classes the hardest. At the same time, ideology does not explain the support for Cristina Kirchner, while support for Néstor Kirchner rose as voters moved rightward in the ideological scale.
Keywords: electoral behavior, Argentina, presidencial elections, Kirchnerism, accountability, political context, socioeconomic context.
Introducción
La llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la nación en 2003 actualizó en el poder una versión del peronismo que sintonizó con la oleada de gobiernos de centro-izquierda que se afianzaba en la región. Si bien Néstor Kirchner era miembro del mismo partido que había gobernado el país entre 1989 y 1999, y que timoneó desde el ejecutivo la transición de 2001 a 2003, buscó diferenciarse de la experiencia menemista de los años noventa, y una vez en el poder rompió con el ex presidente Eduardo Duhalde, intentando construir una base de sustentación político-partidaria propia.
Estas elecciones que lo consagraron presidente, se celebraron en un marco de relativa estabilidad política teniendo en cuenta la profunda crisis que había vivido el país tres semestres antes. En efecto, las instituciones democráticas argentinas habían logrado salvar con éxito el escollo de la sucesión presidencial durante los agitados meses de diciembre y enero de 2002.1
No obstante, en términos socioeconómicos, 2003 fue un año con altas tasas de desempleo, si bien la evolución del producto bruto interno (PBI) mostró una recuperación respecto de 2002.2 Durante los seis meses previos a las elecciones, cinco candidatos se disputaron el primer lugar en las encuestas de opinión y, hasta el último momento, hubo incertidumbre respecto de quién sería el próximo presidente. En este sentido, nunca antes desde la recuperación de la democracia la oferta de candidatos con posibilidades de ganar había sido tan amplia. Néstor Kirchner obtuvo 22.24 por ciento de los votos, después de Carlos Menem, que reunió 24.45 por ciento.3 La segunda vuelta no se celebró dada la renuncia del ex presidente a su candidatura, lo que le quitó a Kirchner la posibilidad de una nueva elección que lo invistiera de una mayor legitimidad electoral.
Cuatro años después, el escenario de 2007 traía como novedad que la candidata con mayor intención de voto fuera la esposa del presidente en ejercicio. También, que el clima político-social y los indicadores socioeconómicos situaban al futuro primer mandatario(a) en un punto de partida muy superior al de 2003. El restablecimiento de la confianza en las instituciones políticas, la evolución favorable de las variables macroeconómicas, el impacto de las políticas sociales implementadas y las políticas de renegociación de la deuda externa permiten explicar por qué Néstor Kirchner fue el presidente saliente con más altos niveles de popularidad desde la recuperación de la democracia (Levitsky y Murillo, 2009).4
Luego de ser nombrada por su marido como única candidata del justicialismo,5 Cristina Fernández de Kirchner ganó las elecciones presidenciales en primera vuelta, con un amplísimo margen de votos respecto de sus competidores.6 Desde entonces, y hasta su fallecimiento, el ex presidente continuó desempeñando un papel protagónico en la toma de decisiones del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, aun sin ocupar formalmente un cargo en el Poder Ejecutivo.7 En ese sentido, Pérez Liñán (2009) interpreta al gobierno electo en 2007 como un segundo mandato del matrimonio Kirchner, antes que como un nuevo gobierno.
Así, las elecciones de 2003 y de 2007 resultan similares en sus aspectos más visibles: presidentes electos del mismo partido político, familiares directos entre sí, con influencia recíproca en la campaña y luego el gobierno uno del otro. Pero fueron diferentes en cuanto al contexto político y económico-social en el que se celebraron.
Durante la última década, las investigaciones sobre el comportamiento electoral han rescatado la importancia de incorporar el impacto del contexto en la decisión de voto (Leithner, 1993; Anderson, 2000; Samuels y Shugart, 2003; Samuels, 2004). Si bien esta decisión se ubica en el plano de la conducta individual, el votante opera condicionado y restringido por diferentes factores contextuales, de naturaleza geográfica, social e institucional (Miller y Niemi, 2002). En particular se ha investigado cómo en ciertos contextos políticos se vuelve más clara la responsabilidad del incumbent respecto de los resultados de su gestión. Y cómo resulta más fácil para el elector asociar al candidato del partido oficialista con el desempeño de su predecesor (Gèlineau, 2007). En este sentido, a mayor claridad de la responsabilidad, mayores oportunidades de que el elector vote teniendo en cuenta el desempeño del partido que está en el poder (Powell y Whitten, 1993). De este modo las elecciones operarían como mecanismo de accountability vertical, volviendo posible la representación política8 (O'Donnell, 2007; Manin et al., 1999). También se ha llamado la atención sobre aquellos rasgos institucionales que comprometen la eficacia de la rendición de cuentas, como la inestabilidad de los sistemas partidarios y la volatilidad de los votantes y los partidos (O'Donnell, 2007). Finalmente, el contexto también operaría acentuando o diluyendo el peso de las predisposiciones más permanentes del elector. Por ejemplo, las situaciones de alto desempleo y alta inflación actuarían reforzando las divisiones de clase (Dalton, 2003).
¿Cuáles son entonces los factores que explican el apoyo electoral conseguido por el matrimonio Kirchner? ¿Pudo la diferencia del contexto impactar en las causas que llevaron al electorado a respaldar a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández de Kirchner en el 2003 y el 2007, respectivamente?
El presente trabajo se cuestiona acerca de las continuidades y las diferencias de los apoyos electorales logrados por los dos presidentes en una y otra elección. Específicamente analiza si los votantes de Cristina Fernández de Kirchner reproducen o no el perfil de aquellos que habían votado por su esposo cuatro años antes. En este sentido, se indaga cuán fuerte resultó el componente ideológico, de clase y de identificación partidaria en el voto que los respaldó en cada elección. Y a la vez, cuál fue el peso del desempeño gubernamental, en general, y económico, en particular; es decir, en qué medida el voto operó como un factor de control retrospectivo del gobierno, y por lo tanto como una herramienta de accountability electoral. Vinculado con estos objetivos, se analiza cómo impactó el contexto político en las oportunidades de emitir un voto retrospectivo, y si el contexto económico-social influyó en el peso que adquirieron las predisposiciones de largo plazo en la decisión de voto.
Marco teórico e hipótesis
La mediación del contexto político y económico-social
Respecto a las instituciones políticas, y teniendo en cuenta la volatilidad de la oferta electoral en Argentina y el diferente número de candidaturas relevantes que compitieron por la presidencia en 2003 y 2007, resulta de interés analizar el impacto del cambio en la oferta electoral en el voto retrospectivo. Siguiendo a Gèlineau (2007) y a Echegaray (2005), la baja institucionalización y el formato del sistema de partidos limita la capacidad de los votantes de responsabilizar por su desempeño al partido que está en el poder. En ese sentido, el surgimiento y la rápida desaparición de terceras fuerzas de la escena partidaria argentina se han intensificado en los últimos tres lustros de democracia, comprometiendo la eficacia de la accountability vertical (O'Donnell, 2007). En otras palabras, si la oferta partidaria cambia drásticamente de elección en elección, las oportunidades de emitir un voto de control retrospectivo disminuye.
Miller y Niemi (2002, pp. 183-184) señalan que la mayoría de las innovaciones en el mercado político consisten en modelos nuevos o revisados de viejos empresarios, es decir, fuerzas políticas noveles que surgen cuando se producen divisiones en la élite política de los viejos partidos, o a partir de revisiones de sus propios programas políticos. También cuando los partidos se mueven bruscamente hacia la derecha o hacia la izquierda, o cuando ingresan o se retiran de las coaliciones formales o informales con otros partidos. Ambas situaciones nuevas fuerzas políticas de la mano de viejos políticos, y corrimientos bruscos de los partidos en la escala izquierda-derecha se presentaron en Argentina en los últimos 15 años y concurren a explicar la profusa oferta de candidatos a presidente que caracterizó sobre todo las elecciones de 2003. Que el sistema de partidos argentinos se estaba transformando no era una novedad por ese entonces. Por un lado, la explosión de la Unión Cívica Radical (UCR) había derivado en la conformación de dos nuevas fuerzas políticas: Afirmación para una República Igualitaria (ARI), orientada por aquel entonces hacia el centro izquierda, y Recrear para el Crecimiento (recrear) de centro-derecha que competían con sus propios candidatos presidenciales superando en 2003 la intención de voto por el propio radicalismo. Por el otro, la implosión del justicialismo que se expresaba por que fueran tres los candidatos de ese partido los que compitieran por la presidencia en las elecciones generales de ese año.9 Dicha fragmentación de la oferta partidaria se reflejó en el incremento en el número efectivo de partidos presidenciales (NEPP), que en 2003 alcanzó los 5.66 partidos versus 3.41 en 2007.10 Es decir, en 2007 el cambio en la oferta partidaria respecto de la elección anterior fue menor que el cambio registrado en 2003 respecto de 1999.11 Ello se explica en parte por el hecho de que las cinco principales fuerzas políticas de alcance nacional que compitieron por la presidencia en 2003 Frente para la Lealtad (FL), Frente para la Victoria (FV), Movimiento Nacional y Popular (MNP), RECREAR y ARI no existían como tales en 1999.
A esta dificultad para atribuir responsabilidad, propia de un contexto inestable, se suma que el presidente saliente en 2003, el justicialista Duhalde, no había sido elegido por el voto popular sino por la Asamblea Legislativa, luego de la debacle de 2001-2002 (véase la nota a pie de página núm. 1); que él mismo había perdido las elecciones en 1999 cuando compitió por la presidencia; y que quien resultó electo, Fernando de la Rúa, había renunciado a su cargo en 2001.
De la discusión hasta aquí planteada puede derivarse la siguiente hipótesis:
H1: el voto retrospectivo tuvo menor impacto en la elección de Néstor Kirchner que en la de Cristina Fernández de Kirchner, dada la inestabilidad de la oferta electoral en 2003 respecto de la elección previa, sumado al hecho que el presidente saliente había sido elegido por la Asamblea Legislativa, producto de la crisis político-institucional y social que afectaba al país.
Centrando ahora la atención en ciertas variables institucionales propias del presidencialismo, investigaciones recientes vinculan el ciclo electoral con las posibilidades de que los electores hagan pesar sus evaluaciones sobre la gestión del gobierno a la hora de votar o, lo que es igual, emitan un voto de control retrospectivo. En esta línea Samuels (2004) y Samuels y Shugart (2003) plantean que el presidencialismo genera formas particulares de accountability o rendición de cuentas de los gobiernos; así en elecciones concurrentes, es decir, cuando se eligen en forma simultánea al Ejecutivo y al Legislativo, la sanción o el apoyo electoral al partido de gobierno es más fuerte que en elecciones sólo presidenciales o sólo legislativas. Cuando el presidente y los legisladores de su partido son elegidos en forma simultánea, la campaña electoral se despliega a la vez en el nivel nacional y provincial y quedan expuestos a través de la publicidad electoral, como miembros de un mismo equipo, por lo que los beneficios y perjuicios de las políticas implementadas se volverían más claros. En cambio, cuando se elige sólo al presidente, las características del candidato primarían (Samuels, 2004, p. 430). En este sentido, en tanto que las elecciones de 2007 fueron concurrentes, en 2003 se eligió sólo al presidente.12
Otra variable que media en este proceso de atribución de responsabilidad a través del voto es la posibilidad de reelección del presidente (Cheibub y Przeworski, 1999). Si la cabeza del gobierno se somete a un nuevo veredicto de las urnas, las probabilidades de sanción o recompensa se incrementan respecto de una elección en la que el oficialismo compite con un candidato distinto del que está en el poder. Al respecto, y para el caso de Argentina, Brasil y Venezuela, Gèlineau (2007, p. 424) señala que cuando los votantes pueden asociar al candidato del partido en el poder con el gobierno saliente, las evaluaciones económicas tienen un impacto fuerte y significativo en su decisión de voto; en cambio, cuando el presidente no se presenta a la reelección, a los votantes les resulta más difícil asociar al candidato oficialista con el gobierno saliente. Respecto de los comicios que aquí se analizan, si en 2003 el oficialismo concurrió con un candidato diferente del que gobernaba, el de 2007 se presenta, en cambio, como un caso de seudoreelección presidencial.
De las discusiones precedentes se puede derivar la siguiente hipótesis:
H2: El voto económico retrospectivo tuvo mayor impacto en la elección de Cristina Fernández de Kirchner que en la elección de Néstor Kirchner, dado el contexto político propio de aquella elección, con eleccio-nesconcurrentes y un escenario de seudoreelección presidencial.
En cuanto a la mediación del contexto económico-social, el tema es tratado por Dalton (2003) en su artículo acerca de la declinación de los clivajes sociales en tanto estructuradores de la conducta electoral. Específicamente al referirse al clivaje de clase, señala que algunos issues, entre ellos el desempleo y la inflación, refuerzan las divisiones de clase. Esto es, en situaciones en las que los resultados de las políticas económicas golpean a los más vulnerables de la escala social, la autopercepción de clase se vuelve más clara. Sin embargo, la relación inflación/desempleo-voto de clase no ha sido demasiado explorada por la literatura, al tiempo que no existen estudios previos que evalúen el caso argentino. Por eso resulta de interés poner a prueba esta relación en las elecciones que aquí se analizan, las cuales, según ya se señaló, difieren en forma importante en cuanto al contexto en que se celebraron. Concretamente respecto del desempleo, los valores de 2003 alcanzaban 19.4 por ciento frente a 8.8 por ciento de 2007.13
De la discusión precedente puede derivarse la siguiente hipótesis:
H3: La clase social del elector tuvo mayor impacto en el voto por Néstor Kirchner que en el voto por Cristina Fernández de Kirchner, dado que el alto nivel de desempleo de 2003 reforzó las divisiones de clase.
Los factores de corto plazo de la mano del voto económico
Pasando ahora al plano individual de la decisión de voto, a partir de los años setenta, la progresiva inestabilidad de los resultados electorales observada en las democracias consolidadas cedió espacio a nuevas explicaciones centradas en el papel que desempeñan los issues de la agenda pública, las características de los candidatos y la cobertura de las campañas electorales por parte de los medios de comunicación. Entre estos factores, el desempeño económico del gobierno aparece como un "súper issue'" de la agenda pública, dando lugar a lo que se conoce como voto económico. La percepción sobre los cambios en el propio bienestar económico y el del país, así como las expectativas futuras sobre su evolución, han permitido explicar tanto la movilidad de los electores en sociedades con fuerte estabilidad electoral y alineamientos partidarios, como los resultados de elecciones en países con sistemas partidarios débiles, y por lo tanto electoralmente inestables. Así, investigaciones realizadas en Europa, América y Oceanía, en sistemas parlamentarios y presidencialistas, para elecciones legislativas y de la primera magistratura, han dado cuenta reiteradamente del impacto de la performance económica del gobierno en la decisión de voto, considerando o bien la evolución objetiva del desempleo, la inflación o el crecimiento del producto interno, o bien las percepciones subjetivas de los electores (Kinder y Roderick, 1979; Fiorina, 1981; Lewis-Beck, 1985; Lewis-Beck y Paldam, 2000; Lewis-Beck y Nadeau, 2000; Fraile, 2005). Este impacto, sin embargo, varía de país en país y de elección en elección. En tal sentido Leithner (1993) atribuye una naturaleza contingente a la influencia de las condiciones económicas y, poniendo énfasis en la mediación que ejercen los contextos políticos, sugiere que estas no necesariamente deciden los resultados electorales. A la vez, un mismo issue puede adquirir una relevancia diferente en la agenda de cada votante. En este sentido, Weatherford (1983) sostiene que el impacto de la economía varía con las características de los individuos.
En cualquier caso, esta vinculación entre economía y voto en los estudios sobre el comportamiento electoral refiere a la dimensión de accountability de la representación política que se mencionaba en el apartado anterior. Si bien las elecciones no agotan en sí mismas las instancias de rendición de cuentas de los gobiernos, el voto es el instrumento de control político más difundido (en tanto que accesible) en el conjunto de la ciudadanía; por ello el análisis de los factores que impactan en la decisión de voto ofrece una pauta importante de cuán bien funcionan las democracias en su faceta representativa. Según se señaló, desde esta perspectiva un sufragio a favor o en contra del oficialismo basado en la evaluación de la economía implica que el ciudadano responsabiliza a quienes gobiernan por los resultados de su gestión.
De la discusión precedente pueden derivarse las siguientes hipótesis:
H4: Una evaluación positiva de la situación económica del país respecto de un año atrás, incrementó las posibilidades de voto por Néstor Kirchner y por Cristina Fernández de Kirchner.
H5: Una evaluación positiva de la forma en la que el presidente manejó su tarea general de gobierno, incrementó las probabilidades de voto por Néstor Kirchner y por Cristina Fernández de Kirchner.
Las predisposiciones de largo plazo: clase social, ideología e identificación partidaria
Sin abandonar el plano de la conducta individual, es posible identificar, además, lo que se conoce como predisposiciones de largo plazo, que explican la estabilidad de las preferencias electorales; la clase social, la ideología y la identificación partidaria, constituyen las principales, las cuales operan a nivel del elector reflejando sus intereses, valores e identificaciones más perdurables (Miller y Niemi, 2002). De este modo, funcionan como lentes que filtran los factores más contingentes y variables vinculados a cada elección: la campaña electoral, la imagen de los candidatos, la relevancia relativa de los nuevos issues de la agenda pública y las evaluaciones sobre el desempeño gubernamental (Maravall, 2003).
Diversas investigaciones dan cuenta del declive de los factores a largo plazo en las democracias industriales avanzadas durante la segunda mitad del siglo XX, entre ellos el clivaje de clase o desalineamiento partido-clase (Clark et al, 1991 y 1993; Nieuwbeerta y De Graaf, 1999). No obstante se apunta que en el caso estadounidense esa declinación ha seguido un patrón irregular, menos pronunciado en las elecciones legislativas que en las presidenciales (Nieuwbeerta y De Graaf, 1999), a la vez que se reconoce que problemas como el desempleo y la inflación actúan reforzando las divisiones de clase (Dalton, 2003). En este sentido, desde el neomarxismo se insiste en que la estratificación basada en el concepto de clase continuaría siendo un factor central de la estratificación social, y que por lo tanto que el efecto de clase persistiría (Hout et al., 1993; Wright, 2002). Referido a los países de América Latina, López (2006) confirma la existencia de un voto de clase en Chile entre 1964 y 1973, pero que reemerge considerablemente debilitado para el periodo democrático de 1990 en adelante, al tiempo que Jorrat y Acosta (2003), por medio de un análisis ecológico, dan cuenta del alineamiento clase obrera-partido justicialista a lo largo del siglo XX, en el Área Metropolitana de Buenos Aires, con cierta erosión a partir de 1995. En el mismo sentido, la persistencia de un voto de clase por el justicialismo en las elecciones nacionales de Argentina de la década de 1990, queda confirmada por investigaciones recientes realizadas a partir de datos individuales (Tagina, 2003 y 2006). Considerando los casos que aquí se analizan, las de 2003 y 2007 son dos elecciones en las que resulta victorioso un candidato del Partido Justicialista, para el cual se reconoce un voto de clase en elecciones precedentes.
De la discusión precedente puede derivarse la siguiente hipótesis:
H6: Pertenecer a la clase obrera/baja aumentó las posibilidades de un voto a favor de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner.
En relación con el clivaje ideológico, la discusión se ha centrado en cuáles de sus dimensiones permiten discriminar mejor entre los votantes. Al tradicional eje izquierda-derecha se ha sumado en la literatura que analiza las democracias postindustriales la dimensión liberal-autoritaria, la dimensión igualitarismo-libertad de mercados, y el nacionalismo vs. los valores cosmopolitas (Miller y Niemi, 2003). En América Latina, un estudio sobre las bases sociales de la competencia partidaria en Chile, sostiene que la dimensión autoritarismo/democracia ha estructurado los apoyos ciudadanos, y por lo tanto el sistema de partidos en la etapa postautoritaria (Mainwaring y Torcal, 2003). Referidos específicamente al posicionamiento ideológico de los ciudadanos, Costa Rica, Guatemala, Colombia, Bolivia y Argentina figuran entre los países donde una menor proporción de ciudadanos se au-toubican en la escala izquierda-derecha, en tanto que los últimos tres presentan los niveles más bajos de consistencia ideológica y preferencia partidaria (Colomer y Escatel 2005). Específicamente, en el caso argentino, se agrega la naturaleza policlasista y movimientista de los dos principales partidos políticos del siglo XX, el Justicialista y la UCR, que a través de sus líneas internas han pretendido abarcar, con un éxito considerable, a todo el espectro ideológico del electorado (Tagina, 2011).
En la última década, las discusiones acerca del giro a la izquierda de varios países de la región han puesto nuevamente sobre la mesa la relevancia de la ideología como factor explicativo del triunfo electoral de los partidos que lo encabezan. No obstante, diversas investigaciones coinciden en señalar que el apoyo a la izquierda refleja el desencanto de los votantes con el bajo rendimiento de los gobiernos de derecha, antes que una "reacción" o "revolución" (Murillo et al, 2010) y que dicho apoyo es mayor cuanto mayor es la insatisfacción bajo un incumbent de signo contrario (Wiesehomeier y Doyle, 2010).
En Argentina la naturaleza catch all del justicialismo y del radicalismo (Alcántara 2004)14 augura un impacto moderado de esta variable. En el 2007, sin embargo, teniendo en cuenta la retórica kirchnerista15 y algunas de sus políticas públicas durante los años previos de gobierno,16 el voto por Cristina Fernández de Kirchner podría estar asociado con una mayor presencia de valores de izquierda en los votantes que la apoyaron. De la discusión precedente se pueden derivar las siguientes hipótesis:
H7: Autoubicarse en la izquierda de la escala ideológica incrementó las oportunidades de voto para Cristina Fernández de Kirchner. H8: Autoubicarse en la izquierda de la escala ideológica no incrementó las oportunidades de voto para Néstor Kirchner.
El tercero de los factores de largo plazo, la identificación partidaria, permite predecir cuáles individuos pueden defeccionar más probablemente que otros, y también si es factible que la defección sea permanente o no. Miller y Niemi (2003, p. 176) dan cuenta de una lenta declinación en los niveles de identificación partidaria en las democracias maduras a razón de 1 y 1.5 por ciento por año, desde 1978 en adelante, partiendo de umbrales de 75 por ciento aproximadamente y un movimiento en sentido contrario en las nuevas democracias de Europa, España, Grecia y Portugal, partiendo de umbrales bajos. En el caso de los países postcomunistas las tendencias dependen del país que se considere, en tanto que existen estudios de caso que señalan también un debilitamiento de las identidades partidarias en América Latina (Moreno y Méndez, 2007; Sánchez, 2007). En Argentina el porcentaje de ciudadanos que se identifica con un partido político ha decrecido sistemáticamente en los últimos lustros,17 no obstante la tradición partidaria continúa siendo un factor de peso en la explicación del voto por el justicialismo (Cantón y Jorrat, 2002; Tagina, 2003). Según se señaló, en 2003 se dio la particularidad de que compitieron en las elecciones presidenciales tres candidatos del justicialismo (si bien ninguno de ellos fue autorizado a inscribir su candidatura bajo el rótulo de ese partido, ni a llevar sus símbolos en la papeleta electoral), lo que implicó que el voto justicialista se dividiera entre esas tres fórmulas.
De la discusión precedente pueden derivarse las siguientes hipótesis:
H9: Identificarse con el Partido Justicialista incrementó las oportunidades de votar por Néstor Kirchner y por Cristina Fernández de Kirchner. H10: Identificarse con el Partido Justicialista tuvo mayor impacto en el voto por Cristina Fernández de Kirchner, que por Néstor Kirchner, dado que en 2003 fueron tres los candidatos justicialistas que compitieron en las elecciones generales por la presidencia.
Datos y metodología
Los datos que se analizan corresponden a dos encuestas de opinión con alcance nacional, realizadas por el Centro de Estudios de Opinión Pública de la Universidad de Buenos Aires (CEDOP-UBA) con motivo de las elecciones presidenciales de 2003 y 2007, de 1 510 y 3 313 casos, respectivamente. Ambas muestras tienen un carácter probabilístico. El primero de los sondeos fue realizado con posterioridad a las elecciones, en tanto que el trabajo de campo del segundo se inició antes de los comicios y culminó después de que estos se celebraran. Por tal motivo, la pregunta referida al voto se modificó, según se detalla en el anexo 1.
La variable dependiente es voto o intención de voto, según sea el caso, categorizada como 1 = voto por el candidato oficialista, y 0 = voto por el resto de los candidatos y voto en blanco.
En cuanto a las variables de contexto, se analiza el impacto del ciclo electoral (elecciones concurrentes vs. elecciones no concurrentes); el cambio en la oferta electoral medida a través de la diferencia en el número efectivo de partidos presidenciales respecto de la elección previa, y la reelección presidencial, en las probabilidades de emitir un voto retrospectivo. Respecto a la oferta electoral, y siguiendo a Ratto (2011, pp. 68-69), la inclusión de la volatilidad electoral como indicador del cambio en la oferta electoral hubiera conllevado un problema de endogeneidad respecto de la variable dependiente, por lo que se escogió la diferencia en el NEPP, que en definitiva da una pauta del grado de estabilidad y, por lo tanto, institucionalización del sistema partidario. También se analiza el impacto de la situación económico-social (SES) en el voto de clase. La ses se mide por medio de la tasa de desempleo para cada año electoral.
Las variables independientes que miden las predisposiciones de largo plazo son: clase social, medida como autoidentificación de clase; ideología, medida como auto ubicación en una escala izquierda-derecha; e identificación partidaria.
En este último caso, se crearon tres variables dummy designadas como identificación partidaria PJ, en la que el valor 1 corresponde a los que se identifican con ese partido y el 0 a los identificados con el resto de los partidos, con ningún partido y los que no responden la pregunta; identificación partidaria otros, en la que el valor 1 corresponde a los que se identifican con todos los partidos exceptuado el PJ, y el valor 0 a los identificados con el PJ, los no identificados y los que no responden la pregunta; y, por último, los no identificados, en el que el valor 1 corresponde a los que recibieron el valor 0 en las otras dos variables, es decir, los no identificados y los que no responden, en tanto que el valor 0 se otorgó a todos aquellos que se identifican con algún partido. Esta última fue escogida como variable de referencia y por lo tanto no se incluyó en las ecuaciones de regresión. Los factores de corto plazo están representados por la economía, medida como evaluación retrospectiva de la economía nacional, y la gestión de gobierno, medida de evaluación de cómo el primer mandatario manejó su tarea como presidente; ambas son también identificadas a lo largo del trabajo como variables retrospectivas. También como factor de corto plazo, la exposición a los medios de comunicación medida como frecuencia de seguimiento de las noticias políticas en los medios. Como variables de control se introducen las clásicas variables sociodemográficas: educación, edad y sexo.
La metodología utilizada es el análisis de regresión logística, dada la naturaleza dicotómica de la variable dependiente. Como complemento, se calculan además las probabilidades predichas del voto para las variables independientes. Asimismo, se presentan los estadísticos descriptivos de esas mismas variables. El impacto del contexto en el voto retrospectivo se analiza a partir del método de división de muestras según las variables contextuales (Jaccard y Turrisi, 1990, p. 21), y la comparación de los correspondientes coeficientes de regresión. En este sentido, la de 2007 constituye la muestra en la que el contexto adopta la forma de elecciones concurrentes, un escenario que emula una reelección presidencial, una oferta electoral más estable, y una situación económico-social más próspera. Por su parte, la de 2003 es una muestra referida a una elección con elecciones sólo presidenciales, sin reelección presidencial ni un escenario de hecho que se le asemeje, una oferta electoral más expandida, y una situación económico-social deprimida.
La ecuación de voto para ambas elecciones quedó definida así:
Y = α + β*clase social + β*ideología + β*identificación partidaria PJ + β*identificación partidaria otros + β*economía + β*gestión del gobierno + β*exposición medios de comunicación + β*educación + β*edad + β*sexo + ε
Donde Y es el voto por el candidato oficialista, α es la constante de la ecuación, β es el coeficiente de regresión multiplicado por el valor que puede tomar cada una de las variables independientes, y ε es el error estimado.
Teniendo en cuenta el escenario descrito para cada elección y los argumentos teóricos planteados en este artículo, se espera que tanto en 2003 como en 2007 la evaluación de la gestión económica del primer mandatario, y de su tarea en general como presidente, tenga un coeficiente positivo y estadísticamente significativo. No obstante, se espera para 2007 un coeficiente más alto para ambas variables, dado el contexto político que favorecería la claridad de la responsabilidad y una mayor posibilidad de vincular al candidato oficialista con el presidente saliente. De este modo, el impacto de las variables contextuales se mide a partir de comparar la significación estadística y el valor del coeficiente económico en ambas elecciones.
En cuanto a las variables de largo plazo se espera un coeficiente positivo y estadísticamente significativo de la variable identificación partidaria en la explicación del apoyo electoral a ambos presidentes, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. En cuanto a la ideología, se espera un comportamiento diferenciado de esta variable en cada elección, con un coeficiente significativo y negativo sólo para 2007. Respecto de la clase social y teniendo en cuenta trabajos previos que muestran la persistencia del alineamiento de la clase obrera con el justicialismo, más allá de los nuevos apoyos logrados por los candidatos de este partido, se espera un coeficiente negativo y significativo para ambas elecciones. A la vez, se espera un coeficiente más alto para 2003, dado el contexto de altas tasas de desempleo que profundiza las divisiones de clase.
Finalmente, respecto de la exposición a los medios de información, no hay evidencia previa del desempeño de esta variable en el comportamiento electoral de los latinoamericanos en general, y de los argentinos, en particular, por lo que se aborda su análisis con carácter exploratorio. En cuanto a las variables sociodemográficas de control, el justicialismo ha mostrado históricamente una fuerte inserción entre los segmentos menos educados de la población (Gervasoni, 1998; Cantón y Jorrat, 2002), por lo que se espera un coeficiente negativo y altamente significativo de la variable educación, al tiempo que no se abrigan expectativas en un sentido particular sobre el desempeño de la edad y el sexo.
Análisis y resultados
Análisis de regresión
En el cuadro 1 se presentan los resultados del análisis de regresión para ambas elecciones.
En general, los votantes de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner muestran un perfil similar, que responde a las expectativas teóricas presentadas al comienzo de esta investigación; en la mayoría de los casos las variables se comportan en el sentido esperado, si bien presentan diferencias en cuanto a su impacto y al nivel de significación estadística alcanzado (véase el cuadro 1).
Entre los factores de largo plazo, el signo negativo del coeficiente de clase social revela la persistencia del alineamiento de la clase obrera/baja con el justicialismo, con impacto mayor en 2003 que en 2007 (-.430 y -.204, respectivamente, testeada estadísticamente la diferencia entre ambos coeficientes). Estos datos permiten confirmar la hipótesis número 6, que sostiene que pertenecer a la clase obrera/baja aumentó las oportunidades de un voto a favor de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, y la hipótesis número 3, según la cual la clase social del elector tuvo mayor impacto en el voto por Néstor Kirchner que en el voto por Cristina Fernández de Kirchner, dado que el alto nivel de desempleo de 2003 reforzó las divisiones de clase.
En cuanto a la identificación partidaria con el PJ, también aparece como un factor que explica el voto oficialista en ambas elecciones, con un coeficiente algo más alto en 2007 (.394 frente a .459, testeada estadísticamente la diferencia entre ambos coeficientes). Esto significa que controlado por el resto de los factores, la presencia en el elector de un sentimiento de identificación con el peronismo incrementaba las oportunidades de votar por Néstor Kirchner y por Cristina Fernández de Kirchner, respecto a aquellos que no se identifican con ningún partido y los que no responden la pregunta (valor = 1 de la variable de referencia). Específicamente en 2003, la presencia de tres candidatos justicialistas compitiendo por la presidencia parece haber dividido los apoyos de ese segmento del electorado18 en contraposición al alineamiento que se habría producido detrás de la única candidata que compitió por el justicialismo en 2007. Estos datos confirman la hipótesis número 9, que sostiene que identificarse con el Partido Justicia-lista incrementó las posibilidades de votar por Néstor Kirchner y por Cristina Fernández de Kirchner, y también la hipótesis número 10, que afirma que identificarse con el Partido Justicialista tuvo mayor impacto en el voto por Cristina Fernández de Kirchner, que por Néstor Kirchner.
Asimismo, identificarse con el resto de los partidos que no son el PJ hizo decaer las oportunidades de voto por Néstor Kirchner respecto de los no identificados y los que no respondieron ( -.941), lo que expresa que el electorado no peronista se alineó detrás de las opciones opositoras, y no apoyó a Néstor Kirchner. Dicha variable, sin embargo, no alcanza significación estadística en 2007; es decir, no es posible afirmar que el apoyo de los simpatizantes de otros partidos se alineó de una manera consistente en contra de la candidata oficialista y a favor de las opciones opositoras. Esto habla de una ampliación de los apoyos electorales conseguidos por el kirchnerismo al cabo de cuatro años de gestión, dando la pauta de que la coalición que llevó a Cristina Fernández de Kirchner al poder fue más amplia y plural que la que apoyó a su marido cuatro años antes.
La ideología, por su parte, no aparece como un factor revelador en el apoyo a Cristina Fernández de Kirchner, dada la falta de significación estadística del coeficiente. Este resultado contradice las expectativas planteadas en el apartado anterior, y ofrece información relevante respecto de la base electoral que habría dado sustento al llamado "giro a la izquierda" de los gobiernos de la región. Por lo tanto, la hipótesis número 7, que señala que autoubicarse en la izquierda de la escala ideológica incrementó las oportunidades de voto por Cristina Fernández de Kirchner, queda rechazada. En cuanto a 2003, los resultados señalan que el apoyo a Néstor Kirchner aumentaba a medida que los electores se desplazaban hacia la derecha de la escala ideológica (.165), confirmándose la hipótesis número 8, que señala que autoubicarse en la izquierda de la escala ideológica no incrementó las oportunidades de voto para Néstor Kirchner.
Como análisis complementario de esta variable, se calculó para ambos relevamientos la media de la autoubicación ideológica de los votantes de Néstor Kirchner que resultó ser de 4.7 en 2003,19 esto es 0.25 más alta (o más a la derecha) que la media del total de los encuestados, que se ubicó en 4.45. En cuanto a 2007, se registró un leve desplazamiento hacia la izquierda del conjunto del electorado, con una media de 3.96, en tanto que los votantes kirchneristas de ese año se autoubican en promedio en 3.98 de la escala, esto es, 0.02 puntos por encima de la media general. Esto significa que comparando a los votantes de Néstor Kirchner respecto del conjunto del electorado de 2003, y a los de Cristina Fernández de Kirchner respecto al electorado de 2007, los votantes de Cristina Fernández de Kirchner se ubicaron algo más a la izquierda que los de Néstor Kirchner; en ambos casos se ubicaron en el centro de la escala ideológica, y más a la derecha que el promedio de los electores de cada elección (véase el cuadro 2).
Respecto de los factores a corto plazo, las variables retrospectivas que evalúan el desempeño del gobierno (economía y gestión del gobierno) tuvieron un impacto mayor en 2007 que en 2003, conforme a las hipótesis sobre el influjo del contexto político en las probabilidades de emitir un voto de castigo-recompensa, que sostienen que las elecciones se tornan un mecanismo más eficaz de accountability cuando la claridad de la responsabilidad es mayor. En el caso de las evaluaciones sobre la economía, el coeficiente no alcanza significación estadística en 2003 (.009) comparado con un valor alto y estadísticamente significativo para el 2007 (.795 p = 0.000). Esto significa que la salida de la convertibilidad, la pesificación de los depósitos en dólares y el manejo en general de la economía, no tuvieron impacto en la decisión del voto por Néstor Kirchner. Esto contradice parcialmente la hipótesis número 4, que auguraba un impacto de la variable económica para ambas elecciones. En cambio, la opinión sobre la gestión general del presidente saliente sí lo tuvo, y en ambas elecciones el coeficiente de 2007 cuadriplica el valor de 2003. Es decir, que una positiva evaluación general de Duhalde como presidente influyó en el apoyo a Néstor Kirchner, si bien su propio desempeño tuvo un impacto mucho mayor en el voto por su esposa (testeada estadísticamente la diferencia entre ambos coeficientes). Estos datos confirman la hipótesis número 5.
En cuanto a la información política, sólo alcanza significación estadística en el modelo de 2007, mostrando una disminución en las oportunidades de apoyo a la candidata oficialista a medida que aumentaba la frecuencia de exposición al mensaje de los medios de comunicación. El impacto de la información política es un campo rico en el análisis de la conducta electoral, aunque poco explorado en América Latina, y se vincula con el papel que desempeñan los medios de comunicación en la construcción de la agenda pública, y en la asignación de prioridad y de sentido al mensaje que transmiten. Estos resultados exigen profundizar el análisis en futuras investigaciones, y con los datos apropiados.
Respecto de las variables de control, el nivel educativo mantiene su histórica asociación con el voto por el justicialismo; es decir, a menor educación más oportunidades de apoyo para los candidatos de ese partido. Finalmente, la edad aparece negativamente asociada al voto por ambos candidatos, marcando la identificación del segmento joven del electorado con ambos gobiernos. Por otra parte, el sexo no media en la distribución de las preferencias electorales en ninguna de las dos elecciones, resultando equivalente el apoyo de hombres y mujeres.
En síntesis, el apoyo a Néstor Kirchner estuvo ligado a las predisposiciones de largo plazo clase social, ideología e identificación partidaria junto a una evaluación positiva acerca del desempeño de Duhalde como presidente, al tiempo que se asoció negativamente con el nivel educativo y con la edad. A la vez, el voto por Cristina Fernández de Kirchner se explica por las evaluaciones retrospectivas positivas de la marcha de la economía y la gestión en general de Néstor Kirchner como presidente, sumado a dos de los tres factores más típicos de largo plazo la clase social y la identificación partidaria, y una escasa exposición al mensaje de los medios de comunicación. Este voto también se asocia negativamente al nivel educativo y a la edad del elector.
Cálculo de probabilidades predichas
Dada la dificultad para ofrecer una interpretación directa de los coeficientes de regresión, por tratarse de expresiones logarítmicas, se procedió al cálculo de probabilidades de voto que expresan dichos coeficientes. Dicha estimación permite analizar la influencia de las variables independientes en la predicción del voto por Néstor Kirchner en 2003 y por Cristina Fernández de Kirchner en 2007, y comparar el impacto relativo de cada variable en competencia con el resto, referidas a la misma elección. Para ello se calculan las variaciones en la variable dependiente para los valores extremos de las variables explicativas, dando al resto de las variables implicadas su correspondiente valor medio20 (véase el cuadro 3).
De acuerdo con los incrementos de probabilidad calculados para 2003 puede afirmarse que la educación y la clase social son los factores más relacionados con la probabilidad de votar por Néstor Kirchner. Cada uno de estos factores incrementa esta probabilidad en torno a 40 por ciento al pasar de la de la categoría "sin estudios" a "educación superior completa" y de la "clase alta" a la "clase baja obrera", respectivamente. Las percepciones sobre la economía y la exposición a los medios de comunicación, en cambio, son las variables que muestran ser menos relevantes; en este caso, el cambio de una opinión que sostiene que "la situación económica está peor que hace un año atrás" a "está mejor", tiene cero impacto en la probabilidad de apoyo a Néstor Kirchner, lo mismo que el cambio de una respuesta que afirma que el elector "casi nunca" se expone a las noticias de los medios, a otra que sostiene que lo hace "siempre" (véase el cuadro 4).
En cuanto a los incrementos de probabilidad calculados para el 2007 puede afirmarse que una opinión positiva respecto de la gestión de Néstor Kirchner como presidente es el factor más relacionado con la probabilidad de votar
María Laura Tagina
por Cristina Fernández de Kirchner, dado que incrementa esta probabilidad en 78 por ciento, al pasar de una opinión de "desaprueba fuertemente", a una de "aprueba fuertemente". Respecto a las percepciones sobre la economía, el paso de una opinión que sostiene que la economía está "peor" a "está mejor" incrementa 26 por ciento la probabilidad de apoyo. Entre las variables de largo plazo, la clase social es la que más aporta, incrementando en 13 por ciento las probabilidades de voto por Cristina Fernández de Kirchner. Finalmente, el paso de la categoría "sin estudios" a "estudios superiores completos" incrementa en 45 por ciento las probabilidades de apoyo, mostrándose al igual que en 2003 como una variable con alto poder explicativo. Por su parte, el sexo del elector, la identificación con otros partidos, y la ideología resultan ser las variables menos relevantes, ya que el cambio de "hombre" a "mujer", de "identificado con el PJ, no identificado o no respondente" a "identificado con el resto de los partidos" y de "izquierda" a "derecha" incrementan entre 1 y 2 por ciento las probabilidades de apoyo a Cristina Fernández de Kirchner.
Conclusiones
La agitada senda de la democracia argentina logró retomar su curso institucional normal en 2003, luego del llamado a elecciones que llevó a Néstor Kirchner al poder, sucedido cuatro años más tarde por su esposa Cristina Fernández de Kirchner. Los Kirchner tomaron distancia del peronismo tanto de su antecesor inmediato Duhalde, como de la experiencia de gobierno de los años noventa también liderada por un justicialista e intentaron construir una base de sustentación político-partidaria y electoral propia.
El presente trabajo comparó el perfil de los votantes de ambos mandatarios, enfocando la conducta electoral desde una perspectiva que integra las explicaciones individuales y contextuales del voto, y tiene en cuenta, por lo tanto, las predisposiciones del elector que explican la estabilidad de las preferencias electorales, los factores coyunturales que explican los cambios en el voto, y las características del contexto político y económico-social que restringen esas opciones.
Los resultados del análisis dieron cuenta de la influencia de este contexto, así como del influjo variable de los factores coyunturales. El impacto de las evaluaciones del desempeño gubernamental, en general, y en materia económica, en particular, variaron de elección a elección, acusando un mayor influjo cuando resultó más claro para el elector adjudicar al presidente saliente la responsabilidad de la situación del país, y vincular al candidato oficialista con su predecesor. Así, el voto retrospectivo fue más fuerte en 2007, año en el que las elecciones fueron concurrentes y en el que se planteó un escenario de seudoreelección presidencial del matrimonio Kirchner. También cuando la oferta electoral fue más estable y el presidente saliente no había surgido de una situación institucional atípica. Esto significa además que en términos comparados el voto por Cristina Fernández de Kirchner estuvo más vinculado al desempeño del gobierno de su esposo de lo que lo estuvo el voto por Néstor Kirchner en relación con el desempeño de Duhalde.
También las predisposiciones a largo plazo tuvieron un influjo dispar. La persistencia del alineamiento clase obrera/baja con el Partido Justicialista se confirmó una vez más, y fue mayor en 2003, año en el que el contexto socioeconómico golpeó más duro a las clases bajas. Al mismo tiempo, la ideología sólo aportó a la explicación del voto por Néstor Kirchner y en un sentido distinto del esperado. Visto desde el punto de vista de la demanda, el voto por los Kirchner no fue un voto de izquierda; antes bien, el apoyo a Néstor Kirchner aumentó con el desplazamiento a la derecha en la escala ideológica. Al mismo tiempo, la identificación partidaria fue ratificada como un factor con impacto a la hora de explicar el voto por los candidatos justicialistas, con más peso en 2007 que en 2003, si bien no fue de los factores que más incrementaron la probabilidad de apoyo a Cristina Fernández de Kirchner.
Sin embargo, y también en sintonía con la literatura, el análisis mostró cómo estas predisposiciones que llevan a la estabilidad de los comportamientos electorales se vio a veces jaqueada por la intervención de factores de coyuntura. Específicamente en 2007, cuando se logra una coalición electoral que resulta ganadora por un amplio margen en la primera vuelta, la economía y el desempeño gubernamental en general pasan a desempeñar un papel preponderante, que compite con el peso de los factores tradicionalmente ligados al apoyo al justicialismo: el nivel educativo, la clase social y la tradición partidaria.
Para concluir, el voto por Néstor Kirchner aparece más fuertemente ligado a las predisposiciones de largo plazo del elector mientras que en 2007 son los factores de corto plazo los que mejor explican el apoyo a Cristina Fernández de Kirchner. Aunque en proporciones distintas, en ambos casos el voto por los Kirchner combinó la lealtad partidaria y la clase social, más el control de desempeño.
Queda pendiente para futuras investigaciones explorar el impacto de las variables contextuales en forma independiente una de otra, para lo cual se requerirán datos individuales correspondientes a un mayor número de elecciones.
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Una versión anterior de este trabajo fue presentado en el V Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (Alacip), en Buenos Aires, del 28 al 30 de julio de 2010. La autora agradece a Raúl Jorrat, director del CEDOP-UBA, los datos de encuesta cedidos para realizar esta investigación. A Carlos Gervasoni, por sus aportes referidos al análisis estadístico de los datos. Al evaluador anónimo de la revista por sus comentarios que contribuyeron a mejorar una versión anterior del presente artículo.
1 Tras la caída del gobierno del aliancista Fernando de la Rúa, el 20 de diciembre de 2001, Ramón Puerta, entonces presidente del Senado y miembro de la bancada justicialista, se hizo cargo del gobierno. A partir de un acuerdo interno del peronismo, el 23 de diciembre la Asamblea Legislativa eligió como presidente interino al gobernador de la provincia de San Luis, el justicialista Adolfo Rodríguez Saá, quien por falta de apoyo renunció y fue sucedido el 30 de diciembre por Eduardo Caamaño, del mismo partido y presidente de la Cámara de Diputados. Por fin el 1 de enero de 2002 la Asamblea Legislativa eligió como nuevo presidente a Eduardo Duhalde, quien fuera en las presidenciales de 1999 candidato por el justicialismo. Duhalde debió completar el mandato de De la Rúa, previsto hasta finales de 2003, pero adelantó algunos meses la convocatoria a elecciones dado el recrudecimiento de la protesta social. Específicamente, el 26 de junio de 2002 dos manifestantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron muertos por las fuerzas de seguridad de la Provincia de Buenos Aires cuando intentaban cortar el puente Pueyrredón, uno de los principales accesos desde el sur del conurbano bonaerense a la Capital Federal. En dicho operativo actuaban también, por orden del gobierno nacional, la policía federal, la gendarmería y la prefectura, en http://edant.clarin.com/diario/2006/01/09/elpais/p-00601.htm.
2 En 2003 la tasa de desocupación promedio anual fue de 16.92 por ciento. Si se consideran en cambio los valores del segundo semestre de 2002 y el primero de 2003, dicha tasa asciende a 19.4 por ciento (INDEC). El PBI per cápita fue de U$11.200, frente a los U$10.200 de 2002, y los U$12.900 de 2000 (Index Mundi).
3 Datos del Atlas Electoral de Andy Tow, en http://towsa.com/andy/totalpais/2003p.html.
4 Levitsky y Murillo señalan textualmente que "Néstor Kirchner dejó su cargo como el más popular presidente saliente de la historia moderna de Argentina" (2009, p. 78). Sin embargo, se prefirió acotar a 1983 la referencia temporal de esta apreciación, compartida, debido que sólo a partir de 1983 se generalizó en Argentina el uso de encuestas de opinión, único instrumento que permite mensurar con certeza los niveles de popularidad de las figuras públicas.
5 Cabe señalar que en 2003 ARI y RECREAR tampoco decidieron sus candidaturas presidenciales por medio de internas partidarias; sólo la UCR designó a su candidato vía la celebración de comicios partidarios internos. En 2007 Elisa Carrió que compitió por la Coalición Cívica y obtuvo el segundo lugar en cantidad de votos, fue designada candidata por los dirigentes de los partidos que conformaron dicha coalición.
6 Cristina Fernández de Kirchner ganó con 45.29 por ciento de los votos, logrando una distancia de 22.25 puntos porcentuales respecto de la segunda competidora, Elisa Carrió de la Coalición Cívica, que obtuvo 23.04 por ciento de los sufragios (datos del Atlas Electoral de Andy Tow, en http://towsa.com/andy/totalpais/index.html [consulta: 1 de agosto de 2009].
7 Hasta junio de 2009 Néstor Kirchner ocupó la presidencia del Partido Justicialista (PJ), cargo al que renunció luego de la derrota que sufriera la lista que él mismo encabezaba en la provincia de Buenos Aires en las elecciones legislativas de medio término, y en las que resultó electo diputado nacional. El Consejo Directivo del justicialismo, sin embargo, rechazó dicha renuncia. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-135067.html. En mayo de 2010 fue nombrado secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), cargo que desempeñó hasta su fallecimiento, en octubre del mismo año.
8 Mainwaring (2003) utiliza el término accountability electoral para referirse a este mismo mecanismo.
9 Además de Menem y Kirchner, que compitieron respectivamente por el Frente por la Lealtad y el Frente para la Victoria, el tercer candidato de origen justicialista era el ex gobernador de la Provincia de San Luis, Adolfo Rodríguez Sáa, que competía por el Frente Movimiento Nacional y Popular.
10 Según la fórmula de Laakso y Taagepera.
11 En 2003 la diferencia en el NEPP respecto a 1999 fue de 5.66 - 2.55 = 3.11. En 2007, en cambio, la diferencia en el NEPP respecto a 2003 fue de (3.41- (-5.66)) = - 2.55. Los datos fueron calculados por la autora con base en los datos del Ministerio del Interior.
12 Las elecciones de diputados y senadores nacionales se distribuyeron en distintas fechas a lo largo de ese año, con la sola excepción de las provincias de La Rioja y Santiago del Estero que se celebraron conjuntamente con la elección presidencial.
13 Considerando que en 2003 las elecciones se celebraron en el mes de abril, se calculó un promedio de los valores registrados en el segundo semestre de 2002 y el primero de 2003. En el caso de 2007, las elecciones se celebraron en octubre, por lo que se tomaron en cuenta los registros del último trimestre de 2006 y los tres primeros de 2007 (datos del INDEC).
14 Aquí se hace referencia particularmente al PJ y a la UCR.
15 En sus discursos públicos ambos presidentes han destacado su desacuerdo con las políticas neoliberales implementadas en los noventa.
16 Se destacan las políticas de reestatización de empresas (Aguas Argentinas S. A.), desarrollo de la industria local, y el incremento de las partidas presupuestarias destinadas a la educación superior.
17 Según datos de Latinobarómetro, el porcentaje de ciudadanos que se declaran "muy próximos", "bastante próximos" y "simpatizantes" de un partido, cayó de 37.6 por ciento en 1995 a 22.7 por ciento en 2003 (Tagina 2010).
18 A modo de control se corrió una regresión tomando como variable dependiente el voto por los tres candidatos justicialistas que compitieron en 2003, considerados en conjunto. Tal como se preveía el coeficiente de identificación partidaria PJ incrementó su valor y significación estadística respecto del modelo con la variable dependiente que mide sólo el voto por Néstor Kirchner.
19 En una escala en la que 1 es la izquierda, 4 es el centro y 7, la derecha.
20 Descripción del elector promedio para el 2003: Mujer (1), entre 35 y 44 años (3.22), con estudios secundarios completos (4.23), de clase media baja (2.44), con una ideología de centro (3.28), que no se identifica con el PJ (0), ni con ningún otro partido (0), que sigue de vez en cuando las noticias políticas en los medios (2.38), que piensa que la economía se mantuvo igual respecto de un año atrás (0.10), y aprueba pero con reservas la gestión de Duhalde como presidente (2.65). Descripción del elector promedio para 2007: Mujer (1), entre 35 y 44 años (3.39), con estudios secundarios incompletos (3.40), de clase media (3.36), con una ideología de centro (2.97), que no se identifica con el PJ (0), ni con ningún otro partido (0), que sigue con bastante frecuencia las noticias políticas en los medios (2.57), que piensa que la economía se mantuvo igual respecto de un año atrás (0.05), y aprueba pero con reservas la gestión de Néstor Kirchner como presidente (2.72).