El clientelismo implica un intercambio de bienes materiales o favores por apoyo político de los votantes (Stokes 2007). Estudios recientes han mostrado que partidos y candidatos distribuyen una amplia variedad de obsequios en las campañas políticas, particularmente en América Latina (González Ocantos et al., 2012, Kiewiet de Jonge 2015, Nichter y Palmer-Rubin 2015). En México, encontramos que los partidos han aumentado sus prácticas clientelares. Mientras que, en la elección presidencial de 2012, 27 por ciento de los votantes reportó haber recibido regalos electorales, en la elección intermedia de 2015, el 51 por ciento de los votantes reportó haber recibido un regalo: un aumento de 24 puntos porcentuales1. Nuestro estudio busca entender las prácticas clientelares en el contexto de las campañas modernas en nuevas democracias, como la de México, y avanzar en el conocimiento sobre partidos políticos, clientelismo y campañas.
Argumentamos que dos factores han contribuido al aumento de las prácticas clientelares en México: primero, los cambios institucionales que incrementaron los incentivos para los partidos de invertir en campañas de contacto directo y, segundo, el uso de técnicas modernas de campaña orientadas a crear nuevas redes clientelares. Las reformas electorales de 2008 estipularon que ni los partidos políticos ni grupos independientes podrían comprar tiempos publicitarios en estaciones de radio y televisión. Sin la posibilidad de pagar directamente por tiempo en medios electrónicos, los partidos políticos invirtieron ese dinero público en actividades alternativas, particularmente en estrategias de contacto directo. Sin embargo, los nuevos recursos disponibles para las campañas no son suficiente para entender el crecimiento de la distribución de regalos electorales. Nuestras entrevistas con miembros de organizaciones de partidos-y corroborado por nuestras encuestas-muestran que los partidos en México crearon una nueva red clientelar. Los partidos adoptaron el modelo de campaña get out the vote (GOTV, por sus siglas en inglés), pero en vez de concentrarse únicamente en incrementar el voto (por ejemplo, por medio de cartas, mensajes SMS, etc), estas campañas también entregaron regalos en las viviendas de los votantes.
Los hallazgos de este artículo contribuyen a la literatura de partidos políticos y campañas. A diferencia de lo que usualmente se ha dicho en la literatura, encontramos que el clientelismo forma parte de una estrategia de comunicación política más amplia que usan los partidos y candidatos durante las campañas políticas. Este tipo de clientelismo no es distribuido por los medios tradicionales apoyados en la maquinaria partidista (“machine politics”, Stokes 2007) y no se enfoca preferentemente en los votantes con menor nivel socioeconómico, como la mayoría de las estrategias clientelares (Calvo y Murillo 2004; Weitz-Shapiro 2012). Por el contrario, consistente con la literatura sobre las elecciones en los Estados Unidos, las campañas modernas han "revolucionado" la forma en que partidos y candidatos interactúan con el electorado, enfocándose en campañas personalizadas y orientadas a estratos o grupos específicos (Nickerson y Rogers 2014). En el caso de México, las operaciones de campaña han permitido a los partidos maximizar la eficacia de la distribución de regalos electorales, repartiendo obsequios a los votantes en sus hogares sin tener que recurrir a los intermediarios tradicionales (brokers).
Este artículo también contribuye a la literatura específica de clientelismo. Si bien la mayoría de los estudios ha argumentado que la distribución de regalos y favores busca comprar el voto (Dunning y Stokes 2008), aumentar la participación (Nichter 2008) o la abstención (Gans-Morse, Mazzuca y Nichter 2014), premiar a los electores leales (Stokes et al., 2013) o ayudar a construir organizaciones partidistas (Auyero 2000; Levitsky 2003; Epstein 2009), nuestras entrevistas con funcionarios de partido sugieren que la distribución de regalos no solo busca comprar el voto, sino también activar la identidad partidista y fortalecer la “marca partidista” (party brand) dado, como se discute en este artículo, las etiquetas y los logos partidistas son resaltados en los regalos que son distribuidos durante las campañas.
La fuente principal de información de este ensayo son dos encuestas nacionales: un estudio original postelectoral levantado durante la elección presidencial de 2012 y el Estudio Nacional Electoral CIDE-CSES 20152. En la encuesta de 2012 se levantaron 2,400 entrevistas del 13 al 19 de julio3. En el Estudio Nacional Electoral de 2015 (ENE 2015) se levantaron dos encuestas por separado del 18 al 21 julio de 2015. La primera se enfocó en la elección legislativa y es representativa a nivel nacional (N=2,400). La segunda encuesta fue levantada únicamente en los estados que organizaron elecciones estatales: gobernador (N=1,100) y de presidentes municipales (N=1,100). La batería sobre preguntas de oferta de regalos en la campaña se incluyó en la mitad de la muestra de cada encuesta4.
Este artículo está estructurado de la siguiente manera. En la primera sección describimos la forma como el clientelismo en México ha evolucionado en paralelo a la transición del país a la democracia, así como a la evolución de las campañas políticas. Más adelante describimos los diferentes tipos de obsequios electorales distribuidos por los partidos en las elecciones intermedias de 2015 y, finalmente, ofrecemos evidencia de que las operaciones de la campaña de contacto directo permitieron a los partidos maximizar la distribución de los obsequios entre el electorado.
Argumentos sobre el clientelismo
La relación entre ciudadanos y políticos implica una amplia gama de intercambios de bienes y servicios, que incluyen políticas distributivas programáticas y no programáticas (Stokes 2005). En el caso de las políticas distributivas no programáticas, las reglas no son transparentes y las políticas pueden caer en las manos de los partidos políticos. Ese sesgo partidista puede orientar las políticas a grupos específicos de individuos (trabajadores, ancianos, etc.) o puede suponer el intercambio de bienes colectivos o de servicios para los cuales el distribuidor demanda apoyo político. Este intercambio de beneficios por apoyo político de grupos de individuos es lo que se conoce como clientelismo. Es el sistema en el que los políticos ofrecen bienes, servicios o empleos a los electores, principalmente a través de sus maquinarias políticas, con la expectativa de que devolverán el favor con apoyo político (Schedler 2004; Stokes 2005; Stokes et al., 2013; Gans- Morse et al. 2014).
Dado que la compra de votos se basa en la selección de personas por parte de la maquinaria política de los partidos (intermediarios individuales o brokers a través de redes políticas), la literatura se ha centrado en el estudio del tipo de votantes con mayor probabilidad de vender su voto. La literatura del “clientelismo como compra de votos” señala que las maquinarias de los partidos orientan sus esfuerzos hacia votantes susceptibles de cambiar sus preferencias durante la campaña (“swing voters”, Stokes 2005), que tienen mayor probabilidad de ser persuadidos por los regalos de campaña. Por el contrario, la literatura de “clientelismo como compra de participación” (turnout buying) encuentra que los intermediarios electorales (brokers) orientan sus esfuerzos hacia votantes leales que puedan movilizar a las urnas, más que a votantes cambiantes (swing voters) que son más difíciles -y caros-de influir (Magaloni 2006; Nichter 2008; Stokes et al. 2013). Del mismo modo, la maquinaria política puede orientarse a recompensar votantes leales para tratar de conservarlos (Gans-Morse, Mazzuca, and Nichter 2014).
La literatura reciente ha identificado objetivos adicionales de las estrategias clientelares como la compra de abstención o la doble persuasión; es decir, comprar tanto el voto como la participación (Gans-Morse, Mazzuca y Nichter 2014), así como la focalización de otros grupos con alguna probabilidad de ser persuadidos por medio de esfuerzos clientelares, como los votantes ambivalentes hacia la democracia (Carlin y Mosely 2015), ciudadanos con opiniones fuertes que participan en redes sociales informales (Schaffer y Baker 2015), entre otros. Un elemento común de la mayoría de la literatura sobre clientelismo es el papel de la maquinaria partidista, particularmente, los intermediarios profesionales (brokers) que crean redes políticas de clientes, sobre todo, entre electores de bajos ingresos (Calvo y Murillo 2004; Kitschelt y Wilkinson 2007; Weitz-Shapiro 2012; Szwarcberg 2015). Estos intermediarios identifican grupos definidos por sus características socioeconómicas o electorales específicas y se concentran en ellos para influir su comportamiento electoral (voto, participación o abstención). En este artículo nos apartamos de este enfoque convencional argumentando que, en las campañas modernas, los candidatos y los partidos no solo se apoyan en intermediarios políticos para distribuir obsequios electorales (Nichter y Palmer-Rubin 2015; Serra 2016; Szwarcberg 2015) sino que utilizan medios profesionales de distribución y no orientan su trabajo exclusivamente a sectores de ingresos bajos. En México, dado que se prohibió a los partidos contratar directamente espacios en radio y televisión para la difusión de sus mensajes, se crearon incentivos para que inviertan su financiamiento público en nuevas técnicas de campaña, como operaciones de movilización de votantes por medio del contacto directo tipo las acciones que en los Estados Unidos se conocen como get out the vote o GOTV por sus siglas en inglés (Michelson y Nickerson 2011). Ese tipo de movilización de contacto directo con electores potenciales les permitió a los partidos dirigir sus esfuerzos a sus hogares para entregar obsequios electorales, como se detalla en las siguientes secciones de este artículo.
Reformas electorales y clientelismo en México
En México, la relación clientelar entre partidos y votantes ha evolucionado en paralelo al proceso de democratización y la transformación de la forma de hacer campañas. En este proceso identificamos tres fases principales: (1) los años previos a la derrota del partido hegemónico, el PRI, en la elección presidencial de 2000, (2) el período que va del 2000 a la elección presidencial de 2006 y, (3) el periodo marcado por las reformas electorales de 2007-2008 que cambiaron muchos aspectos de las instituciones electorales y, particularmente relevante para el interés específico de este estudio, generaron consecuencias directas sobre la forma como los partidos y candidatos pueden hacer sus campañas.
Como la mayoría de la literatura ha señalado, el largo período hegemónico del PRI se sustentó en gran parte en el uso continuo y eficiente de políticas distributivas. El declive y posterior caída del dominio del PRI se ha relacionado con la reducción de los recursos disponibles para mantener este tipo de políticas clientelistas (Greene 2007; Magaloni 2006). Con el apoyo de una organización corporativa compleja en la que el PRI era el principal intermediario (Langston 2017) y el presidente el gran benefactor, por años se distribuyeron diversos beneficios como tierras para organizaciones de campesinos, leyes laborales generosas, seguridad social para sectores privilegiados de trabajadores, educación gratuita y bajas tasas impositivas para la creciente clase media urbana. Esta práctica continuó hasta que se agotaron los fondos y una inflación creciente finalmente descarriló la economía por primera vez a fines de los años setenta y, después, de manera más profunda a finales de 1994.
Bajo un sistema electoral ampliamente cuestionado, el gobierno utilizó intensamente las políticas distributivas y los votantes respondieron con apoyo político, participación electoral (asistiendo a mítines y votando por el partido gobernante) y aquiescencia pasiva entre elecciones (Schedler 2004). Una de las políticas distributivas principales de la estrategia electoral del gobierno fue el programa de lucha contra la pobreza "Solidaridad". Durante esos años, el programa estaba dirigido a municipios con niveles medios de desarrollo y alto riesgo de ser ganados por los partidos de oposición, mientras que el gobierno transfirió menos recursos de Solidaridad a los municipios donde la oposición era débil y no representaba ningún riesgo de alternancia electoral (Magaloni, Díaz Cayeros y Estévez 2007).
La transición a la democracia condujo a una profunda transformación del sistema electoral (Magaloni 2006, Langston 2017), pero las prácticas clientelistas no desaparecieron, a pesar de que varias reformas introducidas en el Congreso incluyeron fuertes regulaciones sobre los regalos que los partidos políticos pueden dar durante las campañas5. A pesar de la expectativa de que los vínculos programáticos entre partidos y votantes se incrementarían tras la derrota del PRI en el 2000 (De la O 2013; Langston 2017), el clientelismo ha persistido como estrategia de campaña destinada a influir en el comportamiento electoral de los votantes. De hecho, basados en una encuesta original levantada en la elección presidencial de 2012, 27 por ciento de los votantes reportó haber recibido algún regalo electoral durante la campaña. Este porcentaje es consistente con el Estudio Panel de México de 2012 (Mexico Panel Survey, Lawson et al. 2013) que encontró que 8 y 21 por ciento de los entrevistados en la primera y segunda ola de su estudio, respectivamente, recibieron regalos de parte de algún partido político (De la O 2015). El Estudio Nacional Electoral 2015 (ENE 2015) incluyó una batería de preguntas para estimar la proporción del electorado que recibió regalos durante la campaña. Encontramos que 51 por ciento de los votantes reportó haber recibido algún regalo al menos de un partido político: un incremento de 24 puntos porcentuales comparado con el estudio de 2012. Tanto el estudio de 2012 como el de 2015 se basan en el mismo fraseo de la pregunta sobre recepción de regalos en la campaña, de modo que el cambio en el porcentaje de votantes que recibió regalos no se puede explicar por diferencias en la forma de la medición.
Este aumento significativo en la distribución de regalos electorales podría estar asociado con los cambios institucionales introducidos después de las elecciones presidenciales de 2006. En México, el financiamiento público de los partidos y las campañas prevalece mayoritariamente sobre el privado. Oficialmente, solo una pequeña parte de sus fondos puede obtenerse directamente de donantes privados. A cambio de esta limitación, los partidos y los candidatos reciben una cantidad muy generosa de fondos públicos (ver figura 1)6. Con estos recursos, los partidos políticos financian sus organizaciones nacionales y las campañas electorales. Por ejemplo, en el caso de la elección presidencial de 2006, los partidos invirtieron una cantidad muy significativa-casi 48 por ciento-de su presupuesto para comprar tiempo en radio y televisión7.
Sin embargo, la relación entre los medios de comunicación y los partidos cambió dramáticamente después de la elección presidencial de 2006 cuando el Congreso cambió la legislación sobre acceso de los partidos políticos a medios de comunicación en radio y televisión. Bajo el argumento de que la relación comercial entre los partidos y los medios de comunicación podría dar lugar a una relación impropia de intercambio de compra de medios a cambio de coberturas sesgadas en sus noticieros, el Congreso aprobó una reforma electoral en 2007 que modificó radicalmente las reglas del acceso de los partidos a los medios de comunicación para la difusión de su propaganda electoral. Como resultado, el INE distribuye a los partidos los tiempos de Estado en radio y televisión (30 por ciento equitativamente y 70 por ciento, de acuerdo a la votación previamente obtenida)8 y a los partidos y candidatos les quedó expresamente prohibido de comprar espacio de radio y televisión como parte de su comunicación política9.
Como mencionamos previamente, en 2006 los partidos políticos invirtieron casi el 48 por ciento de su financiamiento público para comprar tiempo en estaciones de radio y televisión. Para la elección de 2009-posterior a la reforma electoral-el financiamiento para partidos fue menor, pero de hecho aumentaron su ingreso disponible dado que ya no necesitaron comprar spots en medios electrónicos. En la Gráfica 1 presentamos el valor de los fondos que el INE asignó a los partidos en los años electorales entre 1997 y 2018 en UDIS (Unidades de Inversión) para poder comparar las cifras a valor constante10. Los partidos han recibido cerca de 1,000 millones de UDIS de financiamiento público desde 1997, con la única excepción de las elecciones legislativas de 2003, cuando el número de partidos en la elección fue muy grande. Esto significa que, de hecho, se dieron un aumento real en su financiamiento disponible de casi el 20% para las elecciones posteriores a la reforma electoral de 2007. Sin la necesidad de invertir en radio y televisión, estos recursos adicionales se utilizaron para otras actividades de campaña. Los datos de Estudio Nacional Electoral de 2015 (ENE 2015) sugieren que los partidos usaron su financiamiento público de manera significativa en la distribución de regalos electorales, como lo explicamos en la siguiente sección de este artículo.
En negro = financiamiento público. En gris = una estimación que incluye el valor del tiempo estimado de los espacios en radio y televisión que el INE les asigna. Este estimado se basa en la proporción del financiamiento usado por cada partido para comprar tiempos en radio y TV antes de la reforma de 2008. Fuente: http://portalanterior.ine.mx/archivos3/portal/historico/contenido/Informes__PP/
Distribución de regalos en las elecciones intermedias de 2015
El Estudio Nacional Electoral 2015 incluyó preguntas específicas sobre el reparto de obsequios por parte de cada uno de los partidos políticos participantes (PAN, PRI, PRD, Partido Verde, Morena, PT y Movimiento Ciudadano)11. Hay varias cosas que destacar del Cuadro 1 que presenta el porcentaje de electores que recibieron algún regalo en la elección de 2012 y de 2015. En primer lugar, en 2015 en promedio la mitad del electorado recibió por lo menos un regalo de al menos un partido político. También destaca que los electores recibieron regalos de todos los partidos, sobre todo del PRI que alcanzó a más electores (34%), por lo que una proporción significativa de electores seguramente recibió regalos de más de un partido.
Año | Elección | Por lo menos un regalo de cualquier partido |
PAN | PRI | PRD | PV | Morena |
---|---|---|---|---|---|---|---|
2012 | Presidencial | 27% | 9% | 20% | 7% | -- | -- |
2015 (CSES) |
Legislativo | 51% | 20% | 34% | 16% | 26% | 6% |
Gobernador | 41% | 17% | 26% | 13% | 13% | 6% | |
Presidente Municipal | 58% | 26% | 42% | 20% | 25% | 8% | |
PROMEDIO | 51% | 22% | 34% | 17% | 24% | 7% |
El reparto de regalos en la elección de 2015 es alto no sólo comparado con la elección presidencial de 2012 sino también en comparación con otras elecciones en América Latina. El Cuadro 2 muestra la proporción de votantes que recibieron un obsequio reportados en estudios recientes de clientelismo. Si bien el fraseo de las preguntas varía entre estos estudios,12 destaca que los obsequios electorales en la elección de 2015 representan más del doble que en cualquier otra elección latinoamericana.
Encuesta | Elección | % Electores |
---|---|---|
México 2015 | Legislativa | 51% |
México 2012 | Presidencial | 27% |
Nicaragua (2008) | Municipal | 24% |
México (2009) | Legislativa | 23% |
Honduras (2009) | General | 22% |
México Panel (2012) | Presidencial | 21% |
Guatemala (2011) | General | 14% |
Bolivia (2010) | General | 8% |
Nicaragua (2011) | General | 8% |
Argentina (2011) | Presidencial | 7% |
Chile (2009) | General | 6% |
Bolivia (2009) | Legislative | 5% |
Uruguay (2009) | Presidencial | 1% |
Fuente: Mexico 2012 (estudio original), México 2015: Estudio Nacional Electoral (CIDE-CSES 2015). De Nicaragua 2008 a Uruguay 2009: González-Ocantos, et al. 2012; Kiewiet de Jonge, 2015
A continuación examinamos algunas hipótesis alternativas sobre las razones que pudieran explicar esta diferencia tan grande en la proporción de personas que recibieron algún regalo en las elecciones del 2015.
a) La diferencia puede deberse a la forma de hacer la pregunta en las encuestas. Aunque el fraseo entre 2012 y 2015 es muy similar, dada la destinta naturaleza de las elecciones presidenciales y legislativas, la pregunta contiene algunas diferencias mínimas. En el estudio de 2012 preguntamos a los electores entrevistados si habían recibido algún regalo o ayuda de parte de los candidatos a la Presidencia, y mencionamos a cada uno por su nombre y los partidos que los postularon13. En la encuesta de 2015 preguntamos si habían recibido algún regalo o ayuda de parte de “alguno de los candidatos a diputado federal” de cada uno de los partidos políticos14. Si bien esta explicación parece plausible, no parece suficiente para explicar una diferencia tan grande. A fin de cuentas, la pregunta es la misma y sólo se ajustaron los sujetos que reparten los obsequios.
b) El reparto de regalos en 2015 más extendido se explica por el regreso del PRI al poder en las elecciones federales en 2012. La evidencia no sustenta esta hipótesis. Estudios previos han resaltado que las prácticas clientelistas en México se explican principalmente porque el PRI contaba con una gran maquinaria de intermediarios construida durante décadas en el poder (Magaloni 2006; Greene 2007), o porque como partido en el gobierno tenía más recursos a su disposición que la oposición (Nichter y Palmer-Rubin 2015). El PRI no fue el único partido que repartió obsequios en la elección de 2015. De hecho, un partido pequeño como el Partido Verde distribuyó regalos a un cuarto del electorado (24 por ciento), seguido por el PAN (22 por ciento) y el PRD (17 por ciento), por medio de intensas campañas de contacto directo, como veremos después en detalle. Es decir, si el regreso del PRI a la Presidencia explicara el aumento del reparto de obsequios en 2015, este aumento se concentraría notablemente en la distribución de regalos por parte del PRI, lo que no ocurre.
c) Dado que, como vimos, todos los partidos reparten obsequios cuando hacen campaña y que ser partido en el gobierno facilita esta práctica en tanto que cuentan con más medios para la distribución de recursos no programáticos, otra explicación alternativa sugiere que el aumento del clientelismo en 2015 tiene que ver con la diversidad de partidos gobernantes a nivel estatal. En efecto, los datos sugieren que tanto el PAN como el PRD distribuyeron regalos con mayor intensidad en aquellos lugares en los que eran el partido en el poder a nivel de gobernador. Sin embargo, antes de 2015, los partidos de oposición a nivel federal también ocupaban varios gobiernos estatales y no se observó una distribución similar de regalos a la de 2015, por lo que es poco probable que el aumento de los obsequios ese año se deba a su condición de partidos en el poder, que fue muy similar entre 2012 y 2015. La composición general de quiénes eran gobierno a nivel de gubernaturas no cambió sustantivamente hasta 2016, cuando el PAN ganó un número importante de elecciones para gobernador. El sistema de partidos no cambió casi nada hasta la aparición de Morena, que participó por primera vez en 2015 en una elección nacional. Es probable que el aumento del clientelismo por parte del PRD haya sido un esfuerzo para tratar de neutralizar a Morena, su principal competidor en la izquierda. Con los datos disponibles, no podemos probar esta explicación alternativa. Sin embargo, incluso si esa explicación fuera cierta, sólo explicaría el aumento de obsequios distribuidos por el PRD, que constituye una proporción mínima de los regalos repartidos en 2015, que se concentró principalmente en el PRI, el Partido Verde y el PAN.
El reparto de regalos en la elección legislativa de 2015 alcanzó a electores de estratos a los que tradicionalmente no llegaban los esfuerzos clientelares de las estructuras partidistas (machine politics). Como explicamos en la siguiente sección, este estudio argumenta que las recientes estrategias de campaña permitieron a los partidos crear una red clientelar que hizo posible alcanzar a votantes de todos los estratos de educación, como se reporta en la Gráfica 2. La probabilidad de recibir un regalo de cualquier partido político es similar en todos los niveles de educación. En otras palabras, no se enfocó exclusivamente a los estratos más pobres, como parece ser el caso de la mayoría de las estrategias clientelistas (Calvo y Murillo 2004; Weitz-Shapiro 2012)15
Niveles de Educación: (1) Educación primaria no terminada, (2) Educación primaria terminada, (3) Educación media no terminada, (4) Educación media terminada, (5) Educación media superior no terminada, (6) Educación media superior terminada, (7) Estudios universitarios.
Nota: En el Cuadro A4 en el Apéndice se pueden ver los resultados de las regresiones logísticas con base en las cuales se estimaron estas probabilidades con todas las variables de control incluidas: identidad partidista (tiene o no tiene), educación, edad, sexo y nivel de elección. Nivel de confianza 90%.
Sin embargo, la disponibilidad de más recursos económicos para las campañas-que discutimos anteriormente-no es suficiente para explicar el incremento en la distribución de regalos electorales en las campañas en México. Después de todo, las reformas electorales ya estaban vigentes en la elección intermedia de 2009 y la elección presidencial de 2012. Pero únicamente en 2015 la proporción de regalos distribuidos se incrementó sustancialmente. En la siguiente sección analizamos la manera como los partidos crearon nuevas redes eficientes de contacto directo que les permitieron distribuir regalos en los hogares de los votantes sin necesidad de intermediarios.
Campañas modernas: Redes de contacto directo para la operación clientelar
La literatura sobre campañas en los Estados Unidos ha destacado el uso intensivo y efectivo de las campañas de identificación y movilización por contacto directo get out the vote (GOTV) para influir el voto de los electores. Desde el estudio original de Gerber y Green (2000), la literatura académica ha corroborado la eficacia de las campañas directas “puerta por puerta” (Green, Gerber y Nickerson 2003, Nickerson 2006), de llamadas telefónicas a los electores (Gerber y Green 2000, Nickerson 2005), por correo postal (Green, Gerber y Larimer 2008) o electrónico (Nickerson 2006, Stollwerk 2006). A la fecha hay más de un centenar de experimentos de campo realizados para evaluar la efectividad de estas tácticas de movilización de votantes (Arceneaux y Nickerson 2009). La lógica es clara: el contacto directo y focalizado de campaña es más efectivo para influir en el comportamiento electoral que una campaña de alcance más amplio. Esta práctica ha revolucionado las campañas políticas modernas. El ejemplo más citado como punto de referencia de las campañas modernas es la del presidente Obama en 2008 (Issenberg 2012a, 2012b). En vez de hacer únicamente campañas genéricas para un público amplio, los partidos combinan bases de datos grandes para analizar los mensajes más efectivos y la mejor forma de transmitirla creando estrategias personalizadas y focalizadas. Basados en historial público sobre votaciones-el cual contiene historial de participación a nivel individual, información demográfica e información de contacto-así como a través de bases de datos de hábitos de consumo, los partidos y organizaciones de contacto directo GOTV en los Estados Unidos han construido grandes bases de datos (McAuliffe con Ketten 2008) que les permiten focalizar sus mensajes de manera más eficiente. Con esa información, analistas de datos crean modelos de predicción sobre los tipos de votantes más o menos favorables a mensajes específicos de campaña (Nickerson y Rogers 2014).
En México, los partidos tienen que construir sus propias bases para realizar sus campañas de contacto directo porque el historial público de participación de los electores no está disponible. Por lo mismo, los equipos de campaña suelen analizar el desempeño de los partidos políticos a nivel agregado de sección electoral y orientan su comunicación directa a la distribución de información de campaña como fliers, panfletos y cartas, en aquellos distritos donde obtuvieron mayor porcentaje de voto. Del mismo modo, en nuestras conversaciones con funcionarios de partidos políticos16, los dirigentes señalaron que los partidos políticos cada vez usan más las llamadas telefónicas o los mensajes SMS a teléfonos móviles para ampliar el alcance de sus estrategias de contacto directo. Por ejemplo, sistemas de teléfono computarizado dejan llamadas pregrabadas (robocalls) y una vez que el mensaje fue escuchado, se le pide a las personas presionar un número. Ese número telefónico es registrado en una base de datos. En otros casos, en lo que es conocido como push polls (encuestas sesgadas levantadas por equipos de campaña17) se les pide a los entrevistados responder a una encuesta y sus respuestas son usadas para identificar preferencias políticas. Estrategias similares también se usan por medio de mensajes SMS para celulares. Con estas bases de datos, los partidos y candidatos mandan mensajes telefónicos y SMS el día de la elección para incrementar la participación entre sus electores que han sido identificados como votantes probables.
Estas estrategias han permitido que las campañas aumenten su alcance directo en México. En el Estudio Nacional Electoral de 2015 se incluyó una batería de preguntas para saber si los encuestados fueron contactados durante las campañas en formas específicas: por correo directo, llamadas telefónicas, mensajes SMS o correo electrónico. El Cuadro 3 muestra que, en promedio, más de la mitad del electorado fue contactado por al menos un partido político18, sobre todo cara a cara (49%) o por correo directo (28%) y llamadas telefónicas (27%).
Por lo menos un contacto |
En persona |
Correo directo |
Por teléfono |
Mensaje SMS |
Correo electrónico |
---|---|---|---|---|---|
63% | 49% | 28% | 27% | 17% | 10% |
Las campañas dirigidas a grupos específicos de electores no solo permiten a los partidos comunicarse directamente con el electorado, sino también acceder a un tipo diferente de votantes de los que tradicionalmente contactan los intermediarios de la maquinaria electoral de los partidos.. En la Gráfica 3a presentamos los resultados de modelos logísticos en los que se estima la probabilidad de que un elector haya sido contactado en persona por algún partido político, la forma más tradicional de contacto19. En la Gráfica 3b presentamos la misma probabilidad, pero referida a haber sido contactado por medio de correo directo, teléfono, mensajes SMS o correo electrónico, medios más modernos de contacto. Incluimos las dos estimaciones por separado para estar seguros que nuestra estrategia de investigación empírica no orienta los resultados20. Los resultados muestran que, sobre todo en el caso de las campañas más modernas, los contactos no se orientaron preferentemente hacia la población de menos recursos, como es el caso de las campañas de contacto tradicionales en que la maquinaria electoral usa intermediarios profesionales. Las campañas modernas de contacto directo que utilizan medios de reparto diversos se orientan a un electorado urbano (p<0.01) y a electores con niveles de educación altos (p<0.01). El contacto personal cara a cara, por el contrario, no muestra ningún sesgo de orientación marcado por niveles de educación de los electores (p>0.10). Los electores de cualquier nivel educativo tienen la misma probabilidad de ser contactados en persona.
Niveles de Educación: (1) Educación primaria no terminada, (2) Educación primaria terminada, (3) Educación media no terminada, (4) Educación media terminada, (5) Educación media superior no terminada, (6) Educación media superior terminada, (7) Estudios universitarios.
Nota: En el Cuadro A6 en el Apéndice se pueden ver los resultados de las regresiones logísticas con base en las cuales se estimaron estas probabilidades con todas las variables de control incluidas: identidad partidista (tiene o no tiene), educación, edad, sexo y nivel de elección. Nivel de confianza 90%.
Sin embargo, a diferencia de la experiencia en los Estados Unidos, en México, las operaciones de contacto directo no sólo buscan incrementar la participación en el día de la elección. Las campañas políticas han adoptado las operaciones de contacto directo (get out the vote) para entregar regalos en las casas de los votantes. Como se observa en nuestras conversaciones con funcionarios de partidos-e igualmente fue reportado en los medios de comunicación-esta estrategia fue usada por primera vez en 2012 pero se generalizó en las elecciones legislativas de 2015, sobre todo por el Partido Verde y el PAN. En otras palabras, si bien las reformas electorales de 2008 que señalamos como condición necesaria ya estaba en operación desde 2009, los partidos políticos fueron capaces de crear la infraestructura y la organización para entregar regalos en las casas de los votantes hasta 2015, cuando registramos un incremento substancial en la proporción de votantes que recibieron obsequios electorales. Esta estrategia electoral que se sustentó en contacto directo fue reportado ampliamente por los medios de comunicación (e.g. “Mochilas y útiles escolares, los nuevos productos que distribuye el Partido Verde”, La Jornada 2015). De hecho, durante la campaña, el Partido Verde fue acusado por el PRD y Morena ante el Instituto Nacional Electoral, y más adelante, ante el Tribunal Electoral, de que la distribución de regalos-incluyendo boletos de cine, gift cards, mochilas con útiles escolares, etc., junto a una carta personalizada invitando a apoyar al candidato y partido-constituía un esfuerzo explícito de compra de voto.
Si bien no sabemos en cuáles electores focalizaron sus esfuerzos las operaciones de contacto directo, sí podemos estimar la probabilidad de que un elector haya recibido un regalo cuando reportó en la encuesta haber sido contactado por cualquier tipo de contacto directo. En la gráfica 4 mostramos estas probabilidades. Independientemente de la operacionalización21, los votantes que fueron contactados por operaciones de contacto directo tuvieron una mayor probabilidad de recibir un regalo que un votante que no fue contactado (p<0.01, gráfica 4). Para contextualizar, mientras que la probabilidad de que un votante promedio recibiera un regalo durante la elección presidencial de 2012 fue de 27 por ciento, en 2015 la misma probabilidad fue de 38 por ciento si no fue contactado por contacto directo, pero más de 60 por ciento si fue contactado por operaciones de contacto directo (Gráfica 4). Esta notable diferencia sugiere que sin campañas de contacto directo como las que ocurrieron en 2015, el clientelismo no habría alcanzado un nivel tan alto como el que registramos. Es importante destacar, como hemos mencionado, que nuestra variable de contacto directo no está correlacionada con los niveles de educación, por lo que estamos convencidos de que no se trata de una variable proxy relacionada cercanamente con nuestra variable dependiente (e.g. recibir regalos electorales).
Nota: En el Cuadro A6 en el Apéndice presentamos los resultados de las regresiones logísticas con todas las variables incluidas (tener identidad con algún partido/no tener, educación, edad, sexo, partido en el gobierno, y tipo de elección). IC = 90%
En la próxima sección describimos los diferentes tipos de obsequios electorales distribuidos por los partidos políticos y proporcionamos evidencia de que las operaciones de contacto directo maximizan la asignación de regalos electorales, particularmente para las campañas del PRI y el Partido Verde.
¿Qué tipo de regalos electorales distribuyen los partidos?
El Estudio Nacional Electoral de 2015 incluyó una pregunta de seguimiento a quienes dijeron haber recibido un regalo en la que se les pidió a los encuestados que especificaran el obsequio que recibieron22. Codificamos los regalos y los agrupamos en dos categorías: mercancía de campaña y regalos con algún valor de mercado. La mercancía de campaña representa un porcentaje sustancial de los obsequios, el 69 por ciento del total de los regalos electorales. Esta estrategia difiere de las campañas políticas en otros sistemas de partidos como el de los Estados Unidos, donde los simpatizantes compran la mercancía para contribuir a los fondos de la campaña.23 En México, los partidos y los candidatos los distribuyen de forma gratuita. De acuerdo a los datos de la encuesta, los dos regalos más comunes que los votantes recibieron fueron gorras y camisetas. Los encuestados también mencionaron bolígrafos, anteojos, tortilleros, bolsas de supermercado y sombrillas (el Cuadro A8 en el Apéndice presenta la lista de los regalos más comunes distribuidos por cada partido).
Como se observa en la Gráfica 5, los logos de los partidos son el componente principal de la mercancía de campaña. A diferencia de los sistemas con partidos poco institucionalizados en los que sus etiquetas partidarias son inestables (Mainwaring 2017), México tiene un sistema de partidos principales relativamente estable24 con niveles de identificación partidista relativamente altos en comparación con el promedio de la región: dos tercios del electorado se identifica con un partido político25 por lo que sus logos son significativos y envían por sí mismos mensajes importantes al electorado. Mientras que la literatura en atajos partidistas (party cues) sugiere que los atajos visuales pueden afectar la intención de voto, (Schaffner, Streb, and Wright 2007) y ayudar a incrementar la participación (Schaffner & Streb 2002), las entrevistas a los funcionarios de partido revelaron una fuerte tensión y discrepancia entre ellos. Mientras que los intermediarios defienden sus prácticas argumentando que, si no los distribuyen, los electores no irían a las urnas, los dirigentes de alto nivel se muestran cada vez más escépticos sobre su eficacia. Si bien “esperan” que los regalos motiven a los electores a favor de sus partidos, insisten que el objetivo de la distribución de regalos era, principalmente, aumentar el interés en la campaña entre sus simpatizantes (activar la identidad partidista) y sostener una presencia en las colonias y barrios aumentando la visibilidad de la imagen de sus partidos.
Además de este material de campaña, los partidos también distribuyen regalos con un valor de mercado más alto que pudiera tener el objetivo de comprar el voto, el cual constituye el 31 por ciento del total de regalos distribuidos durante la campaña. Estos regalos incluyen dinero en efectivo, despensas, gift cards, boletos para entrar al cine, materiales de construcción como cemento, etc. En esta categoría también incluimos mercancía de campaña como las mochilas con útiles escolares y relojes dado que tienen un precio de mercado más alto que la mercancía de campaña que frecuentemente distribuyen los partidos. Si bien los partidos presentan estos obsequios como mercancía regular de campaña, por su mayor valor podrían considerarse como regalos orientados a la compra de votos. Vale la pena señalar que algunos partidos, sobre todo el Partido Verde, distribuyeron estos obsequios por correo o por medio de empresas de reparto en viviendas y, en la mayoría de los casos, incluyeron una carta personalizada invitando a los votantes a apoyar al candidato el día de las elecciones.
El Cuadro 4 muestra la distribución de los tipos de regalos repartidos en la campaña por cada partido político. El Partido Verde junto con el PRI fueron los partidos que repartieron regalos de mayor valor con mayor probabilidad de buscar comprar el voto. En el caso del Partido Verde, las entradas para el cine, los relojes y las mochilas escolares con útiles escolares fueron los obsequios más mencionados. En el caso del PRI, el efectivo y las despensas fueron los regalos más mencionados.
PAN | PRI | PRD | Partido Verde |
Morena | |
---|---|---|---|---|---|
No recibió ningún
regalo |
78% | 65% | 83% | 77% | 93% |
Regalos con
poco valor de mercado: Material de campaña: bolígrafos, camisetas gorras, tazas y vasos. |
18% | 27% | 12% | 10% | 5% |
Regalos con algún valor de
mercado: Dinero en efectivo, materiales de construcción, despensas, tarjetas de regalo, boletos de cine, relojes, mochilas con materiales escolares. |
4% | 8% | 5% | 14% | 2% |
Para evaluar si los votantes que fueron contactados por operaciones de contacto directo, en efecto, recibieron más regalos, estimamos un índice aditivo que estima el número de ocasiones que el votante fue contactado por contacto directo. El índice fue reescalado con rango que va desde 0 (sin contacto) y 1 (contacto máximo). La variable dependiente de los siguientes modelos constituye la probabilidad de recibir (1) mercancía de campaña, (2) regalos con algún valor de mercado y (3) no recibir regalo alguno.26 Las Gráficas 6a y 6b muestran que, en efecto, la probabilidad de recibir un regalo es mayor entre aquellos electores que fueron contactados por operaciones de contacto directo. En casi todos los casos, a medida que el índice de contacto es mayor, la probabilidad de que el votante promedio haya recibido obsequios electorales aumenta, en particular del PAN y el PRI. El caso del Partido Verde es notable. Como vimos en el Cuadro 4, el Partido Verde es el único que distribuyó más obsequios electorales con valor de mercado y es el partido que utilizó más intensamente el contacto directo para distribuir esos regalos.
Nota; El Cuadro A6 en el Apéndice reporta los resultados de los modelos logísticos con todas las variables de control incluidas; identidad partidista, educación, edad, sexo, partidos en el gobierno y tipo de elección. IC = 90%
6. Discusión
A diferencia de lo que sostiene la literatura académica previa, esta investigación encuentra que el clientelismo en México ha evolucionado junto con los cambios observados en el sistema de partidos y en las formas de hacer campañas políticas. El clientelismo se utiliza como parte integral de la estrategia de comunicación política de los partidos y candidatos para invitar a sus votantes a las urnas. Así, las campañas modernas en México han podido atraer a segmentos más amplios del electorado (no únicamente a los segmentos con menor ingreso) mediante campañas de contacto directo diseñadas para distribuir regalos en los hogares, creando así una red más eficiente de distribución clientelista.
Una pregunta relevante de este estudio es el rol del sesgo de deseabilidad social (social desirability bias). Si bien los datos de las encuestas proporcionan información confiable sobre la proporción del electorado que recibe regalos electorales durante las campañas, éstas pueden subestimar la distribución de regalos caros. Dado que es una práctica socialmente poco deseable, algunos votantes pueden preferir no reportar que recibieron regalos que pueden ser juzgado desfavorablemente. Aunque componen un porcentaje bastante menor en nuestro estudio, algunos votantes que reportaron haber recibido regalos prefirieron evitar detallar el regalo que recibieron. Del mismo modo, es posible que los entrevistados pudieran haber evitado reportar los regalos caros que recibieron. Sin embargo, dado que la mitad de la muestra de nuestro estudio reportó haber recibido algún obsequio electoral, pensamos que el sustento empírico de nuestro análisis es lo suficientemente convincente para constituir un avance en la literatura sobre clientelismo en nuevas democracias como México.
Nuestros hallazgos también muestran que el clientelismo fue particularmente intenso en la campaña de 2015 y que todos los partidos lo utilizan en mayor o menor medida. Estos resultados son consistentes con la observación de Greene y Sánchez (2017) de que el sistema de partidos mexicano, aunque estable, está cada menos institucionalizado: los vínculos clientelistas parecen cada vez más fuertes. Asimismo, encontramos que los partidos distribuyen más obsequios electorales cuando son partido gobernante a nivel de gobernador, cuando cuentan con más recursos y estructura para distribuir bienes clientelistas. La investigación del tema podría ampliarse hacia las formas específicas de clientelismo en elecciones de distintos niveles de gobierno y las formas en que cada partido político fortalece sus vínculos clientelares con sus electores.
Estudios futuros deberán también analizar la manera cómo las campañas modernas influyen en las prácticas clientelistas en otros sistemas de partidos. Si este estudio se replicara en otros sistemas de partidos en América Latina, en los que los partidos no han invertido en nuevas campañas políticas modernas, el reparto de obsequios a partir del contacto directo podría ser menos intenso que en México. Por el contrario, en países en los que los partidos han invertido recursos en campañas modernas, el clientelismo a través del contacto directo también puede ser muy extendido.