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Innovación educativa (México, DF)
versión impresa ISSN 1665-2673
Innov. educ. (Méx. DF) vol.13 no.61 México ene./abr. 2013
A dos tintas
El ensayo: algunos elementos para la reflexión
The essay: Some elements to consider
Noel Angulo Marcial
Instituto Politécnico Nacional, CIECAS
Recibido: 28/01/13
Aceptado: 21/04/13
Resumen
Escribir un ensayo requiere un conjunto de habilidades complejas para expresar y sustentar sus ideas. No existe una receta sencilla para organizar y presentar los pensamientos: se aprende haciendo, y una buena práctica es revisar lo que se ha escrito sobre el tema para tener un referente. Este artículo recoge y organiza algunos elementos descriptivos del ensayo con el fin de caracterizarlo. Su propósito es motivar el interés y la reflexión de los docentes para que exploren las posibles aplicaciones del ensayo en su práctica docente.
Palabras clave: Ensayo, argumentación, tesis, escritos académicos.
Abstract
Writing an essay requires a set of complex skills to express and support one's ideas. There is no simple recipe for organizing and presenting thoughts: this is learned through practice, and a good habit is to revise what has been written on the topic to have a point of reference. This article compiles and organizes some descriptive elements of the essay in order to characterize it. The purpose is to foster instructors' interest and consideration so that they explore the possible applications of the essay in their teaching practices.
Keywords: Essay, argumentation, thesis, academic writing.
Introducción
La escritura es parte del trabajo intelectual que se desarrolla en las instituciones educativas. Es, también, una herramienta de comunicación y de aprendizaje que nos permite trascender el tiempo y el espacio para dejar constancia de hechos en forma de datos e ideas, y organizados de una manera significativa para brindar información. Esto nos ayuda a transitar del dato a la información, y de la información al conocimiento, de tal manera que pueda convertirse en acciones que incidan en la realidad.
La escritura académica tiene como características distintivas: una perspectiva crítica, la objetividad, la claridad, la precisión, su concisión y fluidez. Se destina a un tipo específico de lectores que comparten intereses y se desenvuelven alrededor de la investigación, las tareas docentes, o bien que confluyen en un campo específico del conocimiento. Existen diferentes propósitos para la escritura académica. Esta diferencia se refleja en formas distintas de documentos, como es el caso de las tesis, los informes de investigación, las reseñas, los ensayos, los artículos científicos y los libros.
En el presente trabajo se aborda el tema del ensayo y se aportan algunos elementos descriptivos para su caracterización, realización y estructura, sin pretender agotar el tema, sino constituirlo en un detonante de la discusión, particularmente entre docentes de nivel medio superior y superior que empiezan a formarse en las tareas de escribir, y que tienen la responsabilidad de orientar y alentar a sus estudiantes en el desarrollo de las habilidades para la escritura académica, destacando las posibilidades del ensayo como estrategia de aprendizaje. Cabe mencionar que el propósito original ha sido apoyar a los docentes que vienen participando en los seminarios "Repensar la comunicación" y "Metodología de la investigación", ambos a cargo de docentes del Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional.
La palabra "ensayo" proviene del latín exagium, es decir, el acto de pesar algo. Ensayar es pesar, probar, reconocer y examinar; es producto de la meditación, donde lo esencial es explorar, su sentido de audacia y su originalidad.
En el aula tradicional y en los ambientes virtuales hoy se pide que los estudiantes realicen un ensayo como una manera de mostrar y evaluar los aprendizajes. No obstante, la mayoría de las veces sólo reciben, como apoyo para prepararlo, una bibliografía básica, unos lineamientos mínimos o un esquema gráfico. No se les indica cómo elaborarlo y suele plantearse como una tarea de escritura y no como un ejercicio de organización de las ideas y el pensamiento. Esto, más que ayudar, provoca un rechazo al quehacer de escribir, pues el estudiante no alcanza a entender qué es el ensayo ni la razón de la tarea, y acaba haciendo de todo menos lo que se le ha pedido.
Como consecuencia de lo anterior, advierte Carlos Sánchez Lozano (2002), los estudiantes creen haber escrito un ensayo cuando sólo han hecho un resumen, una paráfrasis, una ficha de lectura, un artículo y, en el peor de los casos, la copia textual de un escrito recuperado de la Internet al que le modificaron el formato y le pusieron su nombre, incurriendo en el plagio. Los docentes, por su parte, asumen que sus alumnos saben escribir ensayos. Sin embargo, esto no se cumple ni favorece la consolidación del pensamiento argumentativo ni del pensamiento crítico, condiciones necesarias para escribir textos académicos (p. 138).
Alzate Yepes (2009) señala que los docentes piden ensayos de manera recurrente y confunden al estudiante cuando bien se les podría solicitar un informe de lectura, un buen resumen, una reseña o un comentario, mismos que cumplen con el propósito de dar cuenta del tema en cuestión. La misma autora advierte que:
Someter a un estudiante a que escriba un ensayo cuando no tiene propiedad para formular una tesis, cuando no posee habilidad para refutar o para argumentar con propiedad o exhibir de manera clara, coherente y contundente unas ideas a favor de una posición, se convierte en un acto irresponsable. (p. 1)
El ensayo nos obliga a ejercitar la reflexión; en su construcción se valora la actividad de la búsqueda permanente, por ser un proceso continuo de construcción intelectual, en el convencimiento de que siempre se puede lograr más. María Elena Arenas Cruz (1997) advierte que al ensayista no le interesa la totalidad del asunto, sino probar sus pensamientos y dejar constancia de su reflexión, que puede ser profunda o superficial, pero nunca exhaustiva; no intenta agotar las posibilidades de un tema, pero aporta una idea de cómo propone que percibamos su postura (p. 179)
Un ensayo, siguiendo a David Jonassen y Kim Bosung (2010), puede tener como objetivo resolver un problema, proponer alternativas para solucionarlo o contribuir a formular el problema, o bien aportar un espacio para discutir y reflexionar sobre las propuestas de otros autores, relacionadas directamente con el asunto que se aborda. Aunque los problemas difieren en estructura, complejidad y en el contexto, la argumentación es una habilidad esencial para aprender a solucionar la mayoría de los problemas -si no es que todos los tipos-, y un método eficaz para evaluar la capacidad de resolverlos (p. 441).
El ensayo, nos dice Sánchez Lozano (2002), sirve para exponer ideas de manera sistemática, crítica y polémica. Esto exige el desarrollo previo de competencias, como el pensamiento argumentativo, y aprender a pensar de modo problemático. Todo ensayo surge del planteamiento de un problema (p. 139). Es necesario, entonces, que el ensayista aprenda a interrogar, a hacer preguntas problemáticas. "El ensayo no es un género autista, sino dialogal", enfatizan Salud Jaramillo y Víctor Mendoza (2004) al señalar que "es un diálogo imaginario entre mundos en donde se da la comunicación del escritor con el cuerpo de conocimiento que está trabajando, los lectores y consigo mismo" (p. 1).
Eduardo Ochoa Hernández (2007) hace referencia al ensayo de la siguiente manera:
El arte de juzgar en el contexto de verdades provisionales en el tiempo. Es la reflexión individual frente a la argumentación de la otredad. Es el sustento de una tesis personal que analiza textos y documenta evidencias que críticamente sostienen el refutar y presentar los nuevos argumentos. El sustento no es la estructura del ensayo, sino las piezas de la armazón argumentativa que en la reflexión generan las nuevas ideas. La coherencia de esta armazón de argumentos no se da bajo la suma de ideas simplemente, sino bajo la construcción de mayores grados de complejidad en la búsqueda de la verdad y la experiencia estética. (p. 5)
El ensayo, de acuerdo con Javier Ramos Reyes (2000), es un instrumento idóneo en los procesos de aprendizaje, porque exige y contribuye a desarrollar los niveles de competencias cognitivas y comunicativas que difícilmente se obtienen por otros medios. Un ensayo no es un resumen, ni siquiera una reseña comentada; es ante todo un escenario de reflexión donde distintos criterios -como el uso inteligente de la información, la coherencia en las ideas, la comprensión de procesos y situaciones, la relación de conceptos, categorías y la argumentación- contribuyen a la creación del conocimiento, al mismo tiempo que resultan de utilidad en la evaluación de aprendizajes (cap. 5, p. 2).
Atendiendo a lo que plantean los autores con respecto a las bondades del ensayo, en cuanto a un recurso para estimular la capacidad de pensar y un instrumento para contribuir al aprendizaje, no nos debe sorprender que existan propuestas para su incorporación en el currículo escolar, en el ámbito nacional. Al revisar la literatura relacionada con el ensayo se aprecia el interés de algunos países latinoamericanos en abrir un espacio para la enseñanza de la argumentación con el fin de transformar sus sistemas educativos. Tal es el caso de Colombia y Chile que proponen cambios en sus programas para dar cabida a la argumentación, donde el ensayo jugaría un papel protagónico:
► Mariana Suárez Rueda (2008) comenta que Colombia comenzó a prepararse para los cambios más grandes, de los últimos 300 años, en la forma como se enseña a los estudiantes de los colegios y universidades. Llegó el momento de que los educadores se atrevan a hacer innovaciones en sus currículos, clases y maneras de evaluar con miras a formar personas que no memoricen información, sino que la argumenten o la deduzcan (p. 1)
► Por su parte, Yanina Cademartori y Dolores Parra (2004) asientan: "Como docentes, creemos que en el currículum de los alumnos ha de haber lugar para una teoría de la argumentación que fomente de manera consecuente el pensamiento crítico y enseñe a argumentar racionalmente, con el propósito, entre otros, de lograr acuerdos que faciliten la convivencia social" (p. 69)
Definición de ensayo
Ensayar es pesar, probar, reconocer y examinar; es producto de la meditación, donde lo esencial es su sentido de exploración, su audacia y su originalidad. Aunque el término es relativamente nuevo, se sabe que los griegos y los romanos ya utilizaban este estilo de expresión, pero fue en el siglo XVI cuando adquirió las características actuales. Silvia Torres y Adina González Bonorino (2003) señalan que el filósofo francés, Miguel Montaigne (1533-1592), lo utilizó y le dio el nombre con el que ahora lo conocemos (p. 2).
Entre la literatura disponible en la Internet se encuentran diversas definiciones del ensayo. A continuación se anotan algunas en las que se podrá identificar, como un elemento en común, la referencia implícita o explícita a una opinión o postura personal del autor:
Para Claudia Liliana Agudelo Montoya (2001) el ensayo es "un ejercicio de ideas que permite la expresión más convincente de un fenómeno dado ... es un escrito relativamente breve, producto de un ejercicio que implica la recolección de la información, su discernimiento, su profundización, su síntesis y, sobre todo, la apreciación que el autor expresa, de manera particular, frente a ella (p. 1).
Julio César Schara et al. (1994) refieren que el ensayo "es un trabajo académico, en el que se expone un tema y en el cual el autor da su interpretación personal, es decir, es en parte subjetivo. Se caracteriza por presentar juicios personales sobre un tema y la profundidad en la investigación es variable. Trata de un área del conocimiento, pero desde el punto de vista del autor, quien al tener cierto dominio sobre el tema escribe libremente acerca de éste" (pp. 29-49).*
Por su parte, Lorena Amaro et al. (2006) advierten que "el ensayo es un texto esencialmente argumentativo, ya que su propósito es manifestar un punto de vista sobre un tema específico: el autor intenta 'hacer ver' al lector las cosas como él las ve. Sin embargo, se diferencia de otros tipos de textos argumentativos en cuanto su autor no pretende necesariamente 'resolver' una controversia, sino establecer un diálogo con los lectores" (p. 184).
El buen ensayo, nos dice Jaime Alberto Vélez (2000), "posee las virtudes y magias propias del arte de la conversación, expresadas en su intención dialogante y la capacidad de expresar el flujo natural del pensamiento sin pretender establecer un nuevo sistema de conocimiento o asentar verdades definitivas" (p. 8).
En el ensayo, el autor se expresa desde una perspectiva personal, pero no como una simple opinión, sino haciendo uso de su inteligencia para convencer o persuadir a otros; se vale de buenas razones y de ideas bien organizadas. El verdadero ensayo no intenta transmitir lo que ya se sabe, sino mostrar y probar una idea nueva, algo que no sea obvio, una nueva mirada o relación novedosa, por ello incorpora la argumentación y la reflexión (MolinaCantó, 2004, p. 1; Pérez de Melo, 2008, p. 1).
Gonzalo Cataño (1995) advierte que "el término 'ensayo' es una de las voces más ambiguas del idioma, al señalar que para unos es un campo propio de la creación literaria, en tanto que para otros es la expresión más clara del informe científico de las revistas especializadas" (p. 16). Esta falta de acuerdos no invalida la importancia de la argumentación en la escritura. Seguramente habrá maneras distintas de entender el ensayo, pero no podemos negar que la condición de prueba, en su definición etimológica, nos remite a la confrontación de ideas, a la discusión, la reflexión y el ejercicio del pensamiento.
Comentando la falta de consenso respecto de lo que se entiende por "ensayo académico", Goretti Ramírez (2004) advierte que no se trata de una mera paráfrasis de textos, sino que debe mostrar el esfuerzo por llevar las ideas del texto más allá de su interpretación literal. En el ensayo se pide una reflexión crítica, que descubra ideas que no se ven con una lectura superficial; se pide asumir una postura y comprometerse a defenderla utilizando las ideas (p. 1).
La tesis del ensayo
La palabra "tesis" se deriva del griego thesis, que significa posición, poner o afirmar una doctrina. En el medio académico, la tesis se refiere a una opinión o juicio original que un autor adelanta y sustenta con argumentos acerca de un tema o problema a fin de contribuir al conocimiento de un campo especializado en el que existen posiciones distintas. El propósito de probar la validez de una idea o apreciación personal da lugar al planteamiento o tesis. En ésta, el autor hace evidente que algo es cuestionable o polémico y, por tanto, que necesita argumentarse. Para ello se vale de la cita, el ejemplo, la autoridad, etcétera (Mina 2007, p. 50).
La tesis puede estar oculta en el texto, pero, si se espera que el lector pueda darle seguimiento y cumpla su función comunicativa, debe hacerse explicita, ya que con ella el autor prueba la calidad de sus argumentos y expresa su intención de someterla al escrutinio de otros y de establecer un diálogo íntimo con sus lectores. La tesis hace evidente la postura personal del autor. Por lo tanto, debe precisar su orientación y sus alcances para tener plena confianza y seguridad en la idea que se propone defender. La tesis tendrá como una característica distintiva la calidad de ser original. Constituye el recurso para convencer a otros sobre la validez y la pertinencia de lo que propone el autor, sin soslayar que se enfrenta a otras posturas que pueden ser contrarias o diferentes respecto del mismo asunto. Una buena práctica: antes de formular una opinión y presentarla como tesis se debe probar que es defendible y que se tienen los argumentos y las evidencias para sustentarla con éxito.
Aunque opinar es un componente de la tesis, emitir una opinión no equivale a formular una tesis, como lo advierte e ilustra Goretti Ramírez (2004): ante un texto generalmente tenemos reacciones: nos gusta, nos enfada o nos inquieta. Nos identificamos con las ideas o propuestas del autor, o bien entramos en desacuerdo con lo que plantea. Estas intuiciones personales son útiles en la tarea de escribir un ensayo, pero no es suficiente formular frases del tipo "no estoy de acuerdo" si no se apoyan con argumentos lógicos y convincentes. Argumentar se considera un acto comunicativo que supone, necesariamente, una actitud de defensa de una tesis y se destina a convencer, disuadir o refutar a uno o varios interlocutores. De ahí la importancia de que las ideas estén estructuradas; así, el lector puede seguir de manera fluida las reflexiones propuestas por el autor (p. 1).
Cuando queremos convencer a alguien de que nuestra posición o nuestras ideas son las correctas, nos dice Renato Lewin (2001), recurrimos a un razonamiento o presentamos la evidencia. Sólo argumentamos si estamos convencidos de que debemos y podemos apoyar o refutar una idea o propuesta y, por tanto, de que vale la pena persuadir a otros de su validez, que se adhieran a nuestro punto de vista y se conviertan, así, en seguidores de nuestra idea. Si el autor se propone profundizar en un problema o defender un punto de vista o una apreciación personal, éstos se deberán exponer o delimitar de manera precisa, y habrá que indicar si se trata de probar su validez, de refutar la postura de otros, de proponer una nueva conjetura o de examinar algunas observaciones sobre el tema en cuestión (p. 1).
Un ejemplo de tesis y argumentación lo aporta la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin. El científico arriesgó su imagen y hasta su integridad física al exponer sus ideas y plantear una tesis que contradecía la teoría de la creación que dominaba en su época.
► Existe una premisa o punto de partida que es el objeto de la argumentación, aquello ante lo que Darwin toma una postura. En este caso, la aparición de las especies en la tierra.
► Luego se enuncia la tesis, que es la posición de Darwin ante ese objeto que se pretende defender. En este caso: las especies son producto de la evolución.
► Demostración: se presentan evidencias y buenas razones que sustentan la tesis de Darwin. En este caso, la documentación de los fósiles hallados en diferentes puntos de la tierra que prueban que ha existido un cambio evolutivo que ha dado origen a nuevas especies.
► Conclusión: a partir de los razonamientos y evidencias materiales se asume que la hipótesis debe ser aceptada, junto con las consecuencias de su aceptación o rechazo.
Estructura del ensayo
Independientemente del propósito o tipo de ensayo, podemos reconocer una estructura que puede ser explícita o implícita, pero que responde a un mismo esquema:
► Introducción: es la descripción inicial del tema y del objetivo del ensayo; explica su contenido y los subtemas. Su objetivo es atrapar la atención de los posibles lectores. La introducción debe conducirnos hacia la presentación de una aseveración debatible o tesis. Ésta debe incorporarse de manera explícita al final de la introducción, de modo que el lector tenga un referente para darle seguimiento a lo largo del texto.
► Desarrollo del tema: contiene la exposición y el análisis del mismo. En él se plantean las ideas propias y se sustentan con citas de las fuentes consultadas (libros, revistas, páginas de la Internet, entrevistas, etcétera). Citar las fuentes, además de un ejercicio de honestidad, ayuda a desarrollar y asumir una postura acerca de la interpretación de los textos. La inserción de las fuentes debe establecer, necesariamente, su conexión con la tesis del autor y mostrar cómo encajan en lo que se propone demostrar, es decir, cómo apoyan, matizan o refutan su tesis. Se compara la opinión del autor con las opiniones de otros autores y se destacan las coincidencias y diferencias. El contenido y la extensión del desarrollo representan 80% del ensayo. Cada párrafo se conforma de una idea principal y varias secundarias. El desarrollo del tema ocupa, más o menos, 60% de síntesis, 20% de resumen y 20% de comentarios. En este apartado, el autor presenta sus argumentos para convencer al lector de su idea, tesis u opinión (Ramírez 2004, p.1; Zamilpa, 2008, p. 3).
► Conclusiones: es la parte final del trabajo, donde el autor expone las ideas que se desprenden y son consecuencia del ejercicio anterior, puesto que ya está en condiciones de dar algunas sugerencias, cerrar las ideas trabajadas en el desarrollo del tema y proponer líneas de análisis para posteriores escritos. La conclusión ocupa el otro 10% del cuerpo del ensayo.
► Notas y referencias: si hubiera necesidad de comentarios o aclaraciones marginales se podrán incorporar al final del texto en una sección de notas. Bajo el término de "referencias" se enlistan todas las fuentes consultadas (libros, revistas, entrevistas, videos, páginas Web) que sirvieron para sustentar las ideas del autor o para recabar datos e ideas. Se presentan en orden alfabético y cronológico, cuidando de incluir los elementos descriptivos necesarios para que los lectores puedan identificar y acudir a las fuentes.
Ideas y pasos para elaborar un ensayo
El autor se anima a exponer sus ideas sobre el tema y comprobar lo que piensa acerca del tema; esto lo hace a modo de una conversación escrita con los lectores a los que se destina el ensayo. El autor, de acuerdo con Berenice Zamilpa Quiroz (2008), pone a prueba sus ideas y opiniones en una reflexión personal, sustentada en evidencias, sin la pretensión de agotar el tema; escribe de algo que le es familiar y que es parte de su experiencia y de su interés. Aunque no exista un algoritmo o receta para elaborar un ensayo, sí es posible identificar algunos pasos necesarios en su construcción (p. 2):
1. Precisar el tema del ensayo que se desea escribir, condición necesaria para delimitar sus alcances y limitaciones, mostrar su pertinencia, identificar las necesidades de información para abordar su tratamiento y diseñar la estrategia de búsqueda de hechos, datos e información. Aquí es necesario identificar un tema polémico en el que exista un conflicto de opiniones o intereses, en el que el autor se proponga mostrar su propia opinión acerca del tema y aportar evidencias para sustentarla.
2. Realizar la búsqueda de fuentes de información. Esto supone identificar, evaluar y seleccionar textos que aborden el tema en libros, revistas y en sitios de la red, de autoridad reconocida, que permitan identificar otras opiniones e ideas diferentes, independientemente de que coincidan, o no, con la postura que se propone defender.
3. Llevar a cabo la lectura, ocupándose de identificar las ideas principales y secundarias que, por su contenido y orientación, son relevantes y pertinentes para los propósitos del ensayo. Paul, Richard y Linda Elder (2003) recomiendan que en el momento de la lectura nos apropiemos, primero, de las ideas principales, pues son la clave para la comprensión de las ideas secundarias (p. 2).
4. Elaborar un resumen de las ideas que pueden contribuir a fundamentar la propuesta o postura del autor del ensayo con textos literales o parafraseados.
5. Analizar la información obtenida, lo que consiste en separar y clasificar datos e ideas de acuerdo con sus semejanzas y diferencias para comprenderlas, utilizarlas y construir las ideas propias.
6. Elaborar la síntesis de la información: consiste en integrar y expresar las ideas de los distintos autores, pero utilizando el lenguaje y el estilo del autor del ensayo, lo que permite apropiarse de conceptos e ideas, así como aportar un estilo uniforme. Con la síntesis se inicia la redacción de los párrafos que conformarán el ensayo.
7. Formular la conclusión es consignar la aportación personal de quien elabora el ensayo. Consiste en una explicación acompañada de reflexiones, criticas, comentarios, propuestas y, en su caso, recomendaciones.
Los materiales de lectura
El autor de un ensayo debe sustentar sus ideas y llevarlas a una conclusión lógica, aportando buenas razones y evidencias para lograr que los lectores acepten sus puntos de vista. Al escribir sobre un tema, es necesario identificar fuentes de información pertinentes de las que se obtendrán evidencias o elementos de juicio. Richard Paul y Linda Elder (2003) advierten que la lectura nos permite conocer lo que un autor tiene que decir sobre un tema en particular. Al leer, obtenemos y traducimos las palabras en significados; es, precisamente, lo que el autor hizo previamente al traducir las ideas y las experiencias en palabras. Nos toca tomar esas mismas palabras y traducirlas de nuevo al significado original del autor, usando como auxiliares nuestras propias ideas y experiencias, sin traicionar la intención del autor, aunque podemos generar una perspectiva diferente para apoyar nuestra postura (p. 1).
Solo después de haber estudiado los materiales estaremos en posibilidad de identificar las ideas principales, pero desde una posición crítica y en el marco de su propósito y contexto de aplicación. Esto nos ayuda a reconocer un problema o formular una pregunta personal acerca del tema que se expone y a que emerjan nuestras propias ideas, para lograr una interpretación personal y evitar la dependencia total de las ideas de otros.
Las fuentes de donde tomamos datos e ideas son un aspecto esencial de un trabajo académico; son las que nos permiten asumir una posición o derivar opiniones. Por ello, en todos los casos se debe dar evidencia explícita y completa de las fuentes, evitando que el trabajo sea la suma de ideas sin referir o sin ningún ejercicio intelectual de adecuación, confrontación, comparación o construcción personal. Esto quiere decir que el autor plantea sus ideas y se vale de las ideas de otros para validar o sustentar la propia, pero no en una relación de dependencia, sino de acompañamiento en la construcción del saber.
Atendiendo a lo que señala José Luis Gómez Martínez (1992), el ensayista escribe porque siente la necesidad de decir algo, pero es consciente de que lo hace desde su propia perspectiva y, por lo tanto, lo entrega, no como algo absoluto, sino como una posible interpretación que habría que tomar en cuenta. El valor del ensayo, en la opinión de este autor, no depende del número de datos o evidencias que aporte, sino del poder de las intuiciones que se vislumbren y de las sugerencias que pueda despertar en el lector (p. 20).
Todo ensayo supone una posición con respecto a una idea o tema, misma que motiva la reflexión y la emisión de juicios que comprometen a su autor en la búsqueda, desde su experiencia; lo impulsan a formular preguntas que lo llevan a relacionar sus ideas con las que están disponibles en las fuentes, a encontrar vínculos entre lo que ya sabe y lo que necesita saber, a crear nuevas relaciones entre los datos disponibles, su contexto y propósito. Así, a cada paso logra generar información que aplica en la reelaboración del conocimiento. El ensayista, señala Nora Cañón Vega (2002), arriesga su imagen al tratar de romper con esquemas ya establecidos y ofrecer una perspectiva diferente, otro punto de vista que involucra otro sentido y que, generalmente, provoca reacciones. Por ello, debe aportar argumentos de peso, juicios sólidos y consistentes que lo aparten del riesgo de caer en las conjeturas, las especulaciones, las suposiciones o los simples pareceres (p. 4).
La inmersión en las fuentes se va puliendo en el mismo proceso de búsqueda de datos, ideas y experiencias relacionadas con el objeto de estudio, o bien con un problema y sus soluciones. De esta manera, se logran articular y armonizar las aportaciones procedentes de distintas fuentes que se complementan para sustentar la postura del autor. Se rescatan aquellos datos e ideas que resultan pertinentes como soporte en la construcción del conocimiento. La revisión de lo que otros han dicho sobre el tema que se aborda va formando en el autor la capacidad de considerar los puntos de vista de los demás. La interactividad con las fuentes se asemeja a la interacción entre personas, lo que contribuye a la tolerancia y al respeto, aspectos necesarios en el diálogo y la discusión.
En este ejercicio intelectual se aprende a través del análisis de las fundamentaciones propias y ajenas, en tanto que se adquieren diferentes percepciones de la lectura de los argumentos que utilizan los autores y se aclaran las ideas, al mismo tiempo que se ejercitan y desarrollan distintas habilidades, tales como:
► valorar y explorar las fuentes de información;
► identificar las ideas principales y secundarias;
► articular datos e ideas en correspondencia con el propósito de aplicación;
► la documentación del conocimiento mediante el uso de citas y referencias;
► la lectura crítica y la emisión de juicios;
► exponer ideas y expresar opiniones por escrito.
Comentarios finales
El concepto de ensayo está asociado a diferentes interpretaciones y se inserta en la función comunicativa. No obstante, por su origen se relaciona con la acción de probar o sustentar las ideas, condición necesaria en el proceso de aprendizaje. Por ello, resulta de interés practicar y dominar el ensayo argumentativo hasta apropiarse de él como una manera de abordar los trabajos académicos. Realizar un ensayo es una experiencia de aprendizaje que se puede emprender de diferentes maneras, pero los mejores resultados se logran al combinar la exposición, la argumentación y la diferenciación de las ideas propias y de las que se toman como referencia en el desarrollo de aquéllas.
La intención de persuadir a otros de las ideas que el autor propone tiene, primero, un efecto en él mismo: lo lleva a revalorar y a modificar sus propios conceptos y su modelo mental, pues debe justificar y convencerse de que su tesis aporta un avance en la explicación de un asunto o en la solución de un problema y que, por tanto, esa tesis es defendible y puede someterla al escrutinio de otros. Un buen ensayo no convence por la acumulación acrítica de datos, sino por la manera en que su autor los articula para sustentar y expresar sus ideas. No se debe soslayar, sin embargo, que estar convencidos de una idea y creer que se tienen los elementos suficientes para defenderla no justifica la práctica errónea de ignorar, esconder o hacer a un lado posiciones contrarias que también aportan razones para sustentar su validez. En todo caso, se deben consignar estas posturas para que sea el lector quien haga sus propios juicios y deliberaciones.
La transición del modelo informacional, en el que el docente habla y el alumno escucha, hacia uno donde el estudiante asume el control de su proceso de aprendizaje es uno de los propósitos de los modelos hoy en boga. Sin embargo, a veces sólo se pasa de la dependencia del docente como dispensador único de información a la dependencia de la Internet, sin cambiar mucho la relación. Acceso a la información no significa acceso al conocimiento; es necesario que el estudiante tenga las habilidades intelectuales para ser actor y no sólo espectador pasivo. El ensayo es una herramienta para involucrarlo en la construcción del conocimiento.
Álvaro Mina Paz (2007) identifica, como un propósito de la práctica de la argumentación en la escuela, desarrollar la destreza del pensamiento crítico y ayudar a los estudiantes a construir ideas nuevas, o bien a descubrir otras significaciones de las ya existentes (p. 32). El autor propone la introducción de técnicas y estrategias de trabajo argumentativo en las cátedras a fin de potenciar esta competencia, destacando la práctica del seminario, el foro y el debate como medios importantes para el ejercicio de la argumentación (p. 33). Sugiere que no es posible desarrollar la competencia argumentativa de manera aislada, y advierte que es necesario crear comunidades de investigación comprometidas con el debate abierto, dispuestas a admitir la diversidad critica (p. 38). Quizá debemos tomarle la palabra y pasar de la idea a la acción, conformando redes de colaboración que asuman un mayor compromiso en la tarea de promover la argumentación en los espacios educativos.
David Jonassen y Kim Bosung (2010) señalan que el ensayo implica, necesariamente, la argumentación y, por tanto, resulta importante en la promoción del cambio conceptual, mismo que se produce cuando los estudiantes cambian su comprensión de los conceptos que utilizan y los marcos conceptuales que los rodean, reorganizando sus estructuras para adaptarse a nuevas perspectivas. Incorporar la argumentación en los entornos del aprendizaje de la ciencia mejora la comprensión conceptual y epistemológica; contribuye, además, a hacer visible el razonamiento científico. Igual sucede en el campo de las humanidades, donde se hizo evidente que las instrucciones para escribir un texto argumentativo sobre un tema histórico produjo, a su vez, una mejor comprensión conceptual de las instrucciones para escribir una narración, resumen o explicación. De lo anterior se afirma que construir argumentos involucra el cambio conceptual debido a la alta participación conceptual en los alumnos (p. 440).
Lo expuesto en este artículo será de ayuda para quienes no han tenido la experiencia de escribir un ensayo, pero no equivale a una capacitación para elaborar uno. Es, más bien, una invitación al docente para interesarlo en el tema y para que valore su incorporación a algún programa formativo; o bien para que haga una lectura más profunda del tema y pueda desarrollar sus habilidades para comprender y utilizar eficazmente la lógica de la argumentación, la aplicación de estrategias y técnicas para plantear argumentos y contraargumentos, además de diseñar y abordar propuestas de defensa y refutación de ideas y opiniones que luego podrá incorporar, como herramienta, en su práctica docente. Sin olvidar que se aprende haciendo y que, con cada experiencia, se va consolidando un estilo personal y desarrollando el pensamiento crítico. Con cada ejercicio de argumentación se va puliendo la habilidad para exponer y defender las ideas.
Referencias
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* Cursivas mías.
INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR
Noel Angulo Marcial. Licenciado en Bibliotecología por la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro en Metodología de la Ciencia por el Instituto Politécnico Nacional. Ha sido director de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, subdirector de Desarrollo Docente en el Instituto Nacional de Bellas Artes, jefe de Información y Documentación en la Dirección de Bibliotecas del IPN y jefe de redes de colaboración en el mismo instituto. Actualmente es docente en la maestría en Docencia Científica y Tecnológica del CIECAS, IPN. Tuvo a su cargo la coordinación y planeación didáctica del seminario Repensar la comunicación, curso anual de propósitos específicos, vigente desde 2011 hasta la fecha, y cuya cobertura es multinacional. Autor del libro De la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento, IPN; coautor del libro, Delfos Plus: sistema de información documental. México: ENBA, 1991.