Introducción
Por su impacto en el desarrollo, la inversión en educación superior en nuestro país se ha incrementado notablemente en los últimos años. Por lo anterior, la preocupación por el rendimiento académico del estudiante universitario es una constante de las autoridades y los investigadores educativos. Se reconoce que el conocimiento de los factores que pueden incidir en un mejor rendimiento de los alumnos es fundamental al diseñar programas de intervención que intenten prevenir el fracaso escolar. Los resultados provenientes de diversos estudios, han dividido a los factores que determinan el rendimiento escolar en factores no académicos, como el estrato socioeconómico y el estado nutricional, y factores académicos, como la inteligencia, las habilidades metacognitivas, las estrategias de aprendizaje, los hábitos de estudio, la motivación y la actitud hacia el estudio1.
Aunque la mayoría de las investigaciones y de las estrategias de intervención se han dirigido hacia los hábitos de estudio2, hay evidencias de que las actitudes hacia el estudio y hacia el aprendizaje, son un factor de suma importancia en la determinación del rendimiento académico3-5.
Se considera que el hábito de estudio es una acción que se realiza todos los días aproximadamente a la misma hora; la reiteración de esta conducta en el tiempo va generando un mecanismo inconsciente que la hace más fácil y efectiva. El estudiante organiza su tiempo y espacio, aplica técnicas y métodos concretos que utiliza para estudiar; recurre a estos aspectos en pos de lograr hábitos. Por consiguiente, el éxito en el estudio no sólo depende de la inteligencia y del esfuerzo; sino también de la eficiencia de los hábitos de estudio6.
Difícilmente, se podrán generar buenos hábitos de estudio en un estudiante que opine de forma desfavorable sobre la acción y consecuencias de estudiar. Y esta opinión adversa podría tener muchas causas, entre ellas, que el maestro no reconozca sus esfuerzos en el estudio, o porque crea que la finalidad de estudiar es simplemente obtener una buena calificación.
La preocupación por las actitudes de los alumnos hacia el estudio viene de antiguo. No obstante, en nuestro tiempo esta cuestión adquiere un renovado interés, en gran medida por la extensión de la educación, así como por las altas tasas de fracaso escolar. De hecho, diversas investigaciones se orientan a precisar los procesos implicados en el aprendizaje y a valorar en qué grado influyen las actitudes de los estudiantes hacia el aprendizaje y el estudio en el rendimiento académico7.
Una actitud, es una tendencia o predisposición que evalúa de determinada manera a un objeto o situación (a partir de las creencias sobre los mismos), lo que conduce a actuar favorable o desfavorablemente hacia ese objeto o situación (de manera consecuente con dicha evaluación)8-10. Las actitudes son aprendidas y relativamente estables8, por lo que podrían ser más persistentes que los hábitos.
El tema de las actitudes y su influencia en el ámbito educativo han sido analizadas por autores como Fishbein y Ajzen11, quienes plantean la teoría de la acción razonada (TAR), con ella se busca medir factores determinantes de la conducta humana, por ejemplo las actitudes en los contextos donde se desarrollan, en este caso el ambiente educativo; la TAR, puede definirse como un predictor de la conducta del individuo hacia un objeto o situación específica, por lo cual, es útil para investigar el comportamiento humano en contextos institucionales, porque además de predecir y comprenderlo en personas o grupos, facilita la planeación de acciones estructuradas dirigidas al contexto educativo (los estudiantes hacia el estudio)11.
Dichas intenciones conductuales están dadas por dos componentes básicos: en primera instancia el factor personal referido a las actitudes, es decir al juicio positivo o negativo de una persona para realizar una conducta determinada y en segundo término el factor social relacionado a las normas subjetivas, entendidas como el reflejo de la presión social para ejecutar o no una conducta.
Diversas universidades o entidades educativas han investigado alrededor del tema, no sólo han presentado la asociación actitudes y rendimiento académico; si no que han propuesto acciones preventivas, con aspectos tales como: la motivación, estilos de aprendizaje, condiciones de estudio, factores sociales y personales, de esta manera se han aportado nuevas acciones para fortalecer el desempeño de los estudiantes.
Investigaciones sobre actitudes ante el aprendizaje y el rendimiento académico en estudiantes universitarios, han mostrado una relación positiva entre dichas variables7, además se encontraron coincidencias entre el esfuerzo personal y el logro académico.
De la misma manera, hay algunos trabajos que reflejan la relación existente entre actitudes y rendimiento académico, en otros niveles educativos, enfocados a una sola asignatura, como lo demuestran Quiles12 y Ramírez13, que comprueban la incidencia de las actitudes hacia las matemáticas en el rendimiento de los estudiantes de primaria, y el de Akey14, en estudiantes de secundaria; estas al igual que otras investigaciones concluyen que la actitud hacia el aprendizaje, es una variable con influencia importante en el rendimiento académico15, 16.
Esto puede radicar en el hecho de que una buena actitud hacia el aprendizaje podría ser un buen motivador para persistir en el estudio. Una actitud favorable al estudio podría motivar al estudiante a buscar o generar estrategias de aprendizaje y hábitos de estudio, que le sirvan para la consecución de su meta (motivación de logro). De hecho, esta meta podría ser, estudiar por el simple placer de hacerlo (motivación intrínseca), o estudiar porque el sujeto cree que hacerlo, es el medio para conseguir algo que desea (motivación extrínseca). Así una actitud adecuada ante el estudio podría ser el factor que enlaza varios motivadores y que estimula al estudiante a buscar y generar buenas estrategias de aprendizaje y hábitos adecuados de estudio.
Una de las dimensiones más importantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje la constituye el rendimiento académico del alumno. Este es resultante de una multiplicidad de factores, que van desde los personales, los relacionados con el entorno familiar y social en el que se mueve el alumno, los dependientes de la institución y los que dependen de los docentes17.
La presente investigación se centra en los factores personales, tiene como objetivos analizar la correlación entre actitud ante el estudio y hábitos de estudio en estudiantes universitarios en la carrera de licenciatura de enfermería. Asimismo, pretende medir los efectos de una buena actitud hacia el estudio y de buenos hábitos de estudio, sobre su rendimiento académico, y si estos factores interaccionan y se potencian entre sí, bajo la hipótesis: las actitudes hacia el estudio tendrán una correlación positiva con los hábitos adecuados de estudio en alumnos de la carrera de la licenciatura en enfermería. Estos parámetros tendrán una correlación también positiva con el rendimiento académico del estudiante.
Material y métodos
El presente estudio es una investigación de corte cuantitativo. De acuerdo con su tipología, se trata de un estudio observacional, transversal, correlacional y analítico. Se llevó a cabo un muestreo no probabilístico, por conveniencia, se convocó a los 334 alumnos matriculados (100%) en el programa de licenciatura en enfermería, de una universidad privada de la ciudad de Torreón Coahuila, a la cual acudieron 286 (85.6%) alumnos; durante el ciclo escolar 2013-2014, quienes participaron de manera voluntaria, luego de conocer la naturaleza y propósitos del estudio, aceptaron firmar el consentimiento informado.
Se consideraron como variables independientes los hábitos de estudio y la actitud ante el estudio. La variable dependiente fue el rendimiento académico. Las variables independientes se midieron a través de la aplicación de los siguientes instrumentos: Inventario de Hábitos de Estudio (IHE)18 y el Cuestionario de Evaluación de Actitudes ante el Aprendizaje en Estudiantes Universitarios (CEVAPU)7. Ambos instrumentos han sido validados y utilizados en otros estudios similares6, 19.
Para determinar la confiabilidad (Alfa de Cronbach) de cada uno de los instrumentos se realizó un pilotaje a 30 alumnos. En el CEVAPU se obtuvo un Alfa de Cronbach de 0.768, mientras que el IHE un alfa global de 0.698. En este último instrumento hubo necesidad de modificar 2 ítems por expresiones que no eran bien entendidas por los estudiantes. Con estas modificaciones al realizar nuevamente el Alfa de Cronbach en la totalidad de estudiantes, este resultó de 0.743.
El IHE consta de 28 ítems y se califica de acuerdo con un baremo que considera puntuaciones negativas para hábitos inadecuados y positivos para hábitos adecuados. La magnitud de la puntuación positiva o negativa depende del impacto que tenga el hábito en el estudio, esa magnitud es asignada de acuerdo con el baremo propuesto por Wreen. El instrumento considera que si la sumatoria de los 28 ítems es igual o superior a 25, el estudiante tiene hábitos en general adecuados y si es inferior a 25, los hábitos para el estudio serían inadecuados. Sumatorias negativas significarían que el estudiante tiene una gran cantidad de hábitos inadecuados18. De esta manera, los estudiantes de este estudio se agruparon en dos categorías: estudiantes con hábitos adecuados o inadecuados.
El CEVAPU consta de 11 ítems de escala tipo Likert con 5 opciones de respuesta que se califican de 1 a 5, de tal modo que la mínima puntuación es 11 y la máxima 55. Entre más alta la puntuación, existe una mejor actitud para el estudio7. Nuestros estudiantes fueron clasificados de acuerdo con su puntuación en dos grupos: aquellos con una actitud adecuada hacia el estudio (50 puntos o más) y con una actitud inadecuada hacia el estudio (49 puntos o menos).
La variable dependiente se midió a partir del historial académico de cada uno de los estudiantes en el que se obtuvo su rendimiento general mediante el promedio simple de sus calificaciones en todas las asignaturas (hasta el momento del estudio). Se consideraron como estudiantes de bajo rendimiento para este estudio aquellos cuyo promedio general fue menor de 8.9 y como de alto rendimiento a quienes tuvieron un promedio general igual o superior a 9 de un total de 10.
Los resultados se analizaron usando el programa STATA v.11.1; se realizaron pruebas de comparación de frecuencias (chi-cuadrada) y de correlación (r de Pearson). Para determinar la asociación de las variables independientes (hábitos de estudio y actitudes ante el estudio), sobre la variable rendimiento académico, se utilizó un análisis de regresión logística.
Resultados
Descripción de la Población
Del total de alumnos (n=286) incluidos en el estudio el 75.5% (n=216) pertenecían al sexo femenino. El promedio de edad fue de 20.5 ± 2.62 años (media ± DE). La distribución del total de alumnos, en el momento inicial del estudio, fue: segundo semestre 113 (40%), cuarto semestre 60 (21%), sexto semestre 66 (23%) y octavo semestre 47 (16%). Puesto que el ingreso a la licenciatura es anual, en el momento de inicio del estudio (ciclo enero-julio) sólo había semestres pares.
El 43.7% (n=125) de los alumnos presentaron alto rendimiento académico, con promedio general de 9 o más. En cuanto a los hábitos de estudio, el 66.4% (n=190) de los alumnos presentaron hábitos de estudio adecuados. El 25.2% (n=72) presentaron actitudes positivas hacia el estudio. Tabla 1.
Asociación de hábitos de estudio con actitudes hacia el estudio
Se realizó una prueba de chi-cuadrada para evaluar la asociación entre los hábitos y las actitudes hacia el estudio, se observó que del 25.2% (72) de los alumnos con actitudes positivas, el 87.5% (63) tuvieron hábitos adecuados de estudio, mientras que, del 74.8% (214) que presentaron actitudes negativas hacia él estudio, el 40.7% (87) mostraron malos hábitos de estudio. Estas diferencias fueron estadísticamente significativas (p=0.001), Tabla 2.
Adicionalmente, la correlación entre hábitos de estudio y actitudes hacia el estudio fue moderada pero significativa (r=0.361, p<0.05, coeficiente de Pearson); cuando se analiza la correlación con el rendimiento académico, el coeficiente de determinación para los hábitos de estudio y las actitudes hacia el estudio fue de 0.1213 y 0.1224, respectivamente, lo que puede interpretarse como que tanto los hábitos como las actitudes tienen el mismo peso en la determinación del rendimiento académico (Gráficas 1 y 2); expresado en otra forma la varianza de los hábitos explica el 12.1% de la varianza del rendimiento académico y, la varianza de las actitudes explica el 12.2% de la varianza del rendimiento académico.
Un análisis de regresión logística reveló asociaciones positivas similares entre las actitudes hacia el estudio y el rendimiento académico (OR=2.1, IC 95%=1.2-3.5, p<0.01), y entre los hábitos de estudio y el rendimiento (OR=2.5, IC 95%=1.5- 4.3, p<0.001). Cuando se ingresaron ambas variables independientes en el análisis de regresión para explorar la interacción, entre ellas, se observó que la actitud tiene una influencia positiva en los hábitos de estudio, de modo que en la ecuación de regresión la actitud pierde significancia a favor de los hábitos de estudio. El coeficiente de regresión para la actitud resultó de 0.51 pero la asociación perdió significancia (p=0.077), mientras que para los hábitos de estudio el coeficiente beta resultó de 0.81 y significativo (p=0.003) Tabla 3.
Discusión
La TAR8 intenta analizar los procesos que conducen de una actitud a una conducta para poder llegar a tener un hábito adecuado, en este caso estudiar. Esta teoría establece que las creencias son parte importante para la formación de una actitud, a esas creencias se les denomina salientes, cada una de ellas recibe una evaluación por parte del sujeto, lo cual la hace más o menos fuerte para determinar la actitud, sea positiva o negativa.
La conducta es el resultado de la suma de las actitudes y las normas subjetivas que tiene el individuo, la cual puede ser un fuerte motivador intrínseco y extrínseco, las normas subjetivas, que son en función de las creencias (las cuales determinan una conducta), sean normativas (lo que cree el sujeto que opinan otros sobre el hecho de que él estudie o lo que puede lograr con el estudio) o conductuales (lo que cree el sujeto que le traerá como consecuencia el estudiar o no estudiar), pueden ejercer presión para ejecutar o no una conducta, independientemente de la actitud de la persona hacia la conducta.
Una vez que el individuo decide realizar la conducta de estudiar, los hábitos de estudio pueden ayudar y facilitar el proceso para que la conducta tenga éxito, pero el elemento esencial, desde la perspectiva de la TAR, sería la actitud que el individuo tiene hacía el estudio. De esta manera, los buenos hábitos de estudio pueden ser de mucha utilidad al estudiante que tiene una actitud positiva hacia el estudio.
El estudiante que tiene una actitud negativa hacia el estudio no generará hábitos adecuados de estudio, pues no estaría motivado para generarlos. Si de manera externa se le enseñan hábitos adecuados de estudio a un estudiante con una actitud negativa (como sucede actualmente en las Universidades a través de cursos extracurriculares y tutorías), estos podrán tener éxito, pero con una frecuencia menor que en el caso de estudiantes con actitudes positivas al estudio; Gargallo, et al20 muestra que los estudiantes con mayor rendimiento académico tienen una actitud positiva hacia el estudio; confirma la influencia de las actitudes ante el aprendizaje en el rendimiento académico de los estudiantes. Así, en esta investigación, de los estudiantes que mostraron actitudes positivas hacia el estudio, 87.5% tuvieron hábitos adecuados, pero de los que tenían una actitud negativa para el estudio, sólo el 59.3% de ellos tuvieron hábitos adecuados.
La actitud de una persona hacia una conducta (en este caso estudiar), puede ser estimada al multiplicar la evaluación de cada consecuencia de la conducta (creencia conductual), por la probabilidad subjetiva de que la realización de la conducta la llevará a tal consecuencia (por ejemplo, saber más, conseguir empleo, etc.), y en suma los productos para el total de las creencias. Las creencias conductuales que, según la TAR, determinan una actitud, no son las únicas que influyen en la conducta.
Se coincide con Gargallo, et al7, en la consideración de que la actitud es una tendencia o predisposición aprendida y relativamente duradera a evaluar de una determinada forma a un objeto, persona, grupo, suceso o situación, a partir de las creencias disponibles en torno a los mismos, y que conduce a actuar de modo favorable o desfavorable hacia dicho objeto actitudinal, de manera consecuente con dicha evaluación. Por otro lado, existe también un componente afectivo (que algunos teóricos consideran el más esencial de la actitud), que permite con cierta certidumbre anticipar la conducta de alejamiento o acercamiento al objeto actitudinal. Lo anteriormente dicho se respalda con los resultados obtenidos en la presente investigación, ya que al realizar la correlación entre las variables el resultado mostró que las actitudes sólo explican el 12% del rendimiento académico.
Sin lugar a duda, esto pudo haber sido el resultado de insistir y enseñar buenos hábitos y técnicas de estudio, pero el resultado pudiera haber sido significativamente mejor si se hubiera trabajado en cambiar la actitud de los estudiantes. Desgraciadamente, la mayoría de los estudiantes (75%) no tuvieron una actitud positiva ante el estudio, y muchos de ellos porque creen que aprobar las materias no depende de su esfuerzo personal (reactivo 2 del cuestionario de actitudes), sino de factores externos como de favoritismo por parte de los profesores o porque creen que es más importante la calificación, que aprender a profundidad las asignaturas (reactivo 4, datos no mostrados). Los profesores han contribuido mucho a estas creencias y a otras más, si se quieren cambiar las actitudes de los estudiantes se deben cambiar también las conductas que envía el docente a los alumnos y la poca transparencia al evaluarlos.
Según Cruz-Núñez y Quiñones-Urquijo6, un hábito es una repetición del acto de estudiar, realizado bajo condiciones ambientales de espacio, tiempo y características iguales, en su investigación se muestra que el 85% de los estudiantes mostraron hábitos de estudio regulares, porcentaje mayor al obtenido en el presente estudio (63.4%), sin embargo, la clasificación varía entre los estudios que muestran hábitos regulares y deficientes, adecuados e inadecuados, respectivamente.
Una investigación longitudinal realizada por Montes-Hurrizaga21, muestra los resultados entre hábitos de estudio en 162 integrantes de una universidad privada, los resultados mostraron (en la primera medición), que existen diferencias significativas entre hombres y mujeres y, que en dos de las sub-escalas (concentración y lugar de estudio) existe asociación con el rendimiento escolar, el instrumento utilizado fue el Test de Hábitos de Estudio de Gasperin, si bien la presente investigación no muestra resultados significativos entre hombres y mujeres, y el instrumento utilizado es diferente, se muestra un importante aporte entre los hábitos de estudio y el rendimiento escolar.
La presente investigación demuestra que las actitudes tienen un fuerte impacto en el rendimiento académico, ya que las correlaciones permiten identificar una relación positiva entre dichas variables, lo cual tiene correspondencia con las asociaciones encontradas por Boza-Carreño y Toscano Cruz22, quienes identificaron relaciones positivas en cuanto a las actitudes hacia la tarea y la relevancia de éstas en el logro o fracaso académico, atribuyéndolo a causas internas. De igual forma, se complementa con las conclusiones dichas por Díaz-Noguera, et al23, quienes realizaron una investigación correlacional en una universidad colombiana, donde evidenciaron una asociación positiva, en la cual a mayor actitud frente al curso de matemáticas mejor desempeño tenían en la misma.
Hay múltiples trabajos que demuestran que los buenos hábitos de estudio son fundamentales para conseguir un buen rendimiento académico. No obstante, las actitudes hacia el estudio han sido medidas con menos frecuencia y no se conoce bien su impacto en el rendimiento académico, y menos manejado bajo la TAR, por lo que se considera importante seguir documentando el efecto que tienen las actitudes positivas ante el estudio sobre el rendimiento académico de los alumnos.
Conclusiones
Al cierre de la investigación se puede señalar que se ha logrado el propósito de identificar las actitudes tanto positivas como negativas de los estudiantes hacia su actividad principal: el estudio.
Los resultados muestran que los jóvenes que presentan actitudes positivas hacia el estudio tienen un buen rendimiento académico, ya que estas actitudes influyen o conducen a establecer hábitos de estudio adecuados, por lo que se concluye que las actitudes tienen una correlación positiva con los hábitos de estudio y esto los lleva a obtener un buen rendimiento académico, lo que comprueba la hipótesis del presente trabajo.
Un señalamiento muy importante dentro de la teoría de las actitudes es la delimitación entre lo que constituye la actitud y lo que es la realización de una conducta. De tal manera, se sabe que la actitud, si bien es un muy buen predictor de la conducta, no es el único, existen otras variables que la determinan.
Responsabilidades éticas
Protección de personas y animales. Los autores declaran que para esta investigación no se han realizado experimentos en seres humanos y animales.
Confidencialidad de los datos. Los autores declaran que no se brindan datos que permitan identificar a los participantes.
Derecho a la privacidad y consentimiento informado. Los autores han obtenido el consentimiento informado de los participantes.
Financiamiento. Ninguno
Conflicto de intereses. Ninguno