Servicios Personalizados
Revista
Articulo
Indicadores
- Citado por SciELO
- Accesos
Links relacionados
- Similares en SciELO
Compartir
LiminaR
versión On-line ISSN 2007-8900versión impresa ISSN 1665-8027
LiminaR vol.9 no.2 San Cristóbal de las Casas dic. 2011
Documentos
Chiapas en 1877 según el memorial de Teobert Maler
Víctor Manuel Esponda Jimeno
Doctor en Antropología por la UNAM. Cuerpo Académico: Patrimonio Sociocultural del Centro de Estudios Superiores de México y Centro América de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Introducción
LaMemoire sur L'État de Chiapa publicada en la vieja revista de etnografía que dirigía el doctor Ernest Théodore Hamy, curador del Museo de Etnografía del Trocadèro y naturalista auxiliar del mismo, es una curiosa relación sui generis del viaje que Maler emprendió por tierras chiapanecas en 1877. Este memorial lo escribió en Europa seis años después, aderezándolo con datos históricos, algunos de los cuales, dicho sea de paso, imprecisos. Sus observaciones son diversas, varias de ellas puntuales, si bien no libres de prejuicio y desdén: por ejemplo, la manera en que juzgó a los mexicanos y españoles como holgazanes y explotadores de indios. El tono que utiliza en sus impresiones está, como es de suponerse, cargado de etnocentrismo e iniquidad. No obstante, es un documento útil que presenta un panorama parcial de algunos remotos y vetustos lugares de la gran provincia chiapaneca, en particular las ruinas de Palenque. Este documento complementa y amplía la nómina de los relatos de exploradores y viajeros del siglo XIX que le precedieron.
La memoria de Maler fue traducida al castellano y publicada en 2006 por el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM,1 mas su circulación no alcanzó a Chiapas; la traducción estuvo a cargo de Mechtild Rutsch con una introducción ("Teobert Maler, 1842-1917. Su mirada sobre México y sobre el estado de Chiapas") de Claudine Leysinger. La versión que ahora se ofrece la elaboramos la doctora Sophia Pincemin Deliberos y quien suscribe hace casi quince años y, por alguna razón, su publicación no llegó a concretarse. Uno de los motivos fue la mala calidad de la reproducción de las ilustraciones. Opinábamos que en la versión castellana deberían aparecer lo más fidedignas posible, mas la fotocopia de donde fueron extraídas no lo permitía por entonces, así que ahora las reproducimos ligeramente mejoradas.
El texto que se ofrece representa un material de primera mano, en el que su autor se recrea y solaza comentando acerca de la historia antigua y la lingüística mexicanas, enfatizando en los topónimos del náhuatl que por doquier se encuentra, aunque hibridizados en cada región. De hecho, el trabajo de Maler tiene un estructura ecléctica -incluso en ciertas partes su estilo es enredado- y no se apega estrictamente a un relato de viaje; mezcla opiniones personales con datos históricos, formula conjeturas apresuradas, especula respecto a sucesos del pasado y la identidad de antiguos pueblos, así como sobre la localización de algunas viejas ruinas; incluso se aventura a suponer que los aztecas se habían mezclado con los turcos en la remota antigüedad, y no resiste la tentación de dispersarse frecuentemente en el ejercicio de la toponimia. De los lugares de Chiapas que visitó, 2 el que más llamó su atención fue el sitio de Palenque , donde supuso que estuvo Hernán Cortés cuando se dirigía a Las Hibueras; a este lugar dedica mayor espacio; los demás únicamente los menciona someramente3 Su fuente de apoyo se basa en la quinta Carta de Relación de Cortés, de donde deduce que estuvo allí en 1526 y propone que Palenque puede ser una hibridación de la palabra Balankan (probablemente de "balanca", no rebasando esto la especulación fonética), nombrado también Tepetitlán, Tisatepetitlán, Ocelotitlán, Tecuantitlán y Teoticcac. Dijo haber estado en las ruinas veinte días explorando detenidamente los edificios y cercanías. Sin embargo, Israel Santacruz anota que sólo pasó seis en los aposentos del Palacio de Palenque.4
Entre las frecuentes digresiones del autor que, dicho sea de paso, ya el explorador Désiré Charnay había hecho notar en 1904,5 encontramos especialmente las lingüísticas, al tratar de cambiar y modificar los nombres más comunes de la topografía maya . Sus juicios y prejuicios, así como sus opiniones acerca de algunos sucesos trágicos tomados de fuentes de poca credibilidad, le conducen a presentarse como un enemigo de lo hispanizado, al punto de opinar que lo único que valía la pena en México eran sus indios y sus ruinas.6 La aberración que Maler expresa hacia los mexicanos probablemente proviene de los malos recuerdos de su infancia, pues siendo muy niño perdió a su madre y quedó bajo la tutela despótica de su controvertido padre, al cual llegó a juzgar de demente, lo que seguramente afectó su conducta y personalidad; por consiguiente, si es cierto lo que consigna Israel Santacruz, la mala impresión que tuvo de las mujeres, pudo deberse al despecho hacia una joven tabasqueña,7 de la que se enamoró y quien lo dejó plantado fugándose con otro. Esta hipótesis podría ser una de las causas por las que para él todo lo que se refería a los ladinos era irrelevante. Incluso hace notar que habría festejado grandemente que los indios hubieran destruido a los ladinos en sus luchas, particularmente en lo que se refiere a la Guerra de Castas de 1869. Uno de sus apresurados juicios dice textualmente: "Il revient donc à Cuscatl [Pedro Díaz Cuzcate] l'honneur d'avoir inscrit son nom dans l'histoire de son pays avec cette jolie petit victoire sur les fiers ladinos." (p. 310). Como éstas, hay otras muchas ligerezas que demeritan su obra. Maler es ambiguo con su actitud; cuando es colmado de atenciones por los ladinos funcionarios y hacendados, los llama gentiles caballeros, pero no oculta el resentimiento que guarda hacia lo hispanizado, y sin duda, eso le ganó no pocas antipatías. Si bien Carlos Echánove Trujillo, alegóricamente, lo etiquetó de "heroe de la arquelogía maya", le da este calificativo por su tesón y entrega a las exploraciones y descubrimientos; pero al mismo tiempo señala que era un "misántropo" y un "neurótico".8 Graham, por su parte,9 retrata su controvertida personalidad y su bien conocido carácter egoista.10
Pese a ello, habrá que decir con toda justicia que Maler fue un explorador excepcional y un notable arqueólogo de la arquitectura prehispánica; sobre todo un curioso y diligente fotógrafo. Lo que deja que desear en su trabajo son sus disertaciones lingüísticas y sus especulaciones históricas, pues las relaciones que cree hallar que las fuentes tempranas le insinuaban entre algunas lenguas americanas y orientales, así como su teoría sobre el origen de los indios, son a todas luces falaces y quiméricas.
El autor11
Uno de los bosquejos biográficos más a menos y confiables acerca de Maler es producto de la pluma de Echánove.12 Entre otros interesantes datos, anota que nació en el Palazzo Rospiglioli, en Roma, el 12 de enero de 1842, de padres alemanes. Se sabe que a la edad de veinte años, en 1862, con estudios de arquitectura e ingeniería, pasó a Viena, donde obtuvo la nacionalidad austriaca. Allí trabajó como ayudante de arquitecto y a la postre "el joven Teobert se incorpora de pronto como cadete de la Primera Compañía de Pioneros del Cuerpo del Ejército Imperial Mexicano, que estaba formándose en Lubliana bajo las órdenes del general Conde de Thun-Hohemstein".13 En noviembre de 1864 se embarca en Trieste en el buque La Boliviana con destino a México para servir como voluntario al emperador Maximiliano de Habsburgo, quien había aceptado el trono del Imperio Mexicano. Llegó a México, después de cuarenta y dos días de trayectoria, el 30 de diciembre de 1864. Su carrera militar duró sólo dos años y medio, llegando a su fin con el fusilamiento de Maximiliano el 19 de julio del 1867.14
Durante su desempeño como soldado del ejército austriaco, en contacto con el medio indígena, se interesó por las lenguas totonaca y zapoteca. Gerdt Kutscher refiere que los libros de apuntes que se conservan en el Instituto Iberoamericano de Berlin contienen breves glosarios de dichas lenguas.15 Este embeleso por los indios lo condujo a viajar tras abandonar el ejército imperial durante once meses por varias partes México.16 Luego, de 1874 a 1878 viajó por Jalisco, Guerrero, Oaxaca y Chiapas; su simpatía hacia los indígenas hasta cierto punto fue manifiesta, pero su verdadero interés y empeño se centró en las antigüedades prehispánicas, de las que hizo minuciosos registros, en especial fotográficos. Sus bien logradas tomas de varios puntos de su itinerario son valiosos testimonios gráficos de la historia, sobre todo de la zona del Istmo de Tehuantepec y de la costa del Pacífico; en Chiapas hizo un original registro fotográfico que contiene diversas vistas y gentes. En la ciudad de San Cristóbal captó con su lente diversos edificios, calles y panorámicas, así como óleos de la iglesia Catedral y uno más del doctor Agustín Ghiesbrecht.17
Un asunto litigioso le precisó trasladarse a Europa, donde permaneció seis años, luego de los cuales retornó a México con cierto capital en 1884, lo que le permitió financiar sus viajes y explorar otros espacios. Por algún tiempo trabajó para el Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology, realizando notables hallazgos, difundiendo noticias, informes y fotografías de sus exploraciones, pero su temperamento difícil, aunado a su intolerancia y egoísmo, le valió disgustos y distanciamientos con instituciones y colegas, al punto de ser despedido de este centro. A partir de ese momentolas cosas no marcharon bien para él, sobre todo porque su haber patrimonial había decrecido grandemente.
Graham, refiriéndose a este segundo momento de su controvertida vida, anota:
Con el fin de incrementar sus ingresos y su reputación en círculos académicos, Maler comenzó a preparar juegos de impresiones de gran formato, montados de manera uniforme y complementados con mapas e información adicional de los diferentes sitios, con la intención de vender estos juegos a museos y universidades. Al buscar compradores para su material, llamó la atención de los directores del M useo Peabody de la Universidad de Harvard, quienes rápidamente lo contrataron. A principios de 1898, Maler se embarcó en su primera expedición bajo los auspicios del Peabody: el objetivo era efectuar un recorrido exploratorio de la región de Palenque. Fue la primera de tres expediciones importantes que Maler llevó a cabo para el museo entre los años de 1898 y 1905. El temperamento obstinado de Maler, que tan útil le había sido en sus tareas como explorador, tuvo sin embargo efectos negativos en su trato con el Peabody, lo que llevó a su separación de la institución en 1909.
En esta última etapa de su vida viajó intensamente por la zona peninsular, que fue el lugar que eligió para establecerse; se radicó en el pintoresco poblado de Ticul, donde pasó sus últimos días. Enfermo gravemente fue trasladado a Mérida, donde falleció el 22 de noviembre de 1917.
Para los propósitos de la presentación del documento siguiente, no podemos sino suscribir la opinión que sostuvo Graham, al anotar que, pese a todo lo confuso y complejo de la vida de este personaje, sus excentricidades, sin embargo, palidecen ante sus logros.
El documento
MEMORIA ACERCA DEL ESTADO DE CHIAPA (MÉXICO)18
Teobert Maler
El estado de Chiapas es una de las provincias mexicanas menos conocidas y más interesantes. El istmo de Tehuantepec que pertenece al estado de Oaxaca constituye su límite occidental y, el clásico país de Cuauhtemallan [Guatemala],19 su frontera oriental; hacia el norte está limitado por el estado de Teohuaxco [Tabasco] y al sur bañado por las costas del Océano Pacífico.
Desde los tiempos más remotos esta hermosa región estuvo poblada por varias naciones, siendo las más importantes las pertenecientes a la gran raza de los Mayas civilización representada en Chiapa [Chiapas], Cuauhtemallan y Yucatlan [Yucatán]. Hoy día se cuentan once etnias y once lenguas incluyendo a los españoles:
Los verdaderos mayas, que hablan la lengua maya de Yucatlan. La voz "maya" viene de Mayapan, capital de este pueblo, ubicada en Yucatlan; este nombre significa "el lugar de los insectos" (mayatl, nombre de diferentes especies de insectos) probablemente porque la crianza de abejas se practicaba de antaño en gran escala en los alrededores de esta ciudad para la producción de cera y miel. Los intentos para traducir el nombre de Yucaltlan han sido, hasta hoy, tan erróneos y ridículos como las interpretaciones del nombre de Mayapan; este nombre también es mexicano y se debe por lo tanto traducir de la lengua náhuatl y no de las lenguas mayas. Si el nombre de este pueblo tiene una terminación en singular en tecatl, en plural es tecâ, como por ejemplo Tsapotecatl, Xuchitecatl, Comitecatl, Yucatecal... tiene entonces como base un nombre de ciudad o de país en tlan: Tsapotlan, Xichital, Comitlan, Yucatlan... y viceversa. Hay que tomaren consideración, empero, el hecho de que, por la tendencia actual de degeneración de todas las lenguas mexicanas, mucha gente dice: Tsapotan [Zapotán], Xuchitan [Juchitan], Comitlan [Comitán], Yucatlan... pero la terminación en tlan es siempre la más correcta. Los habitantes de esta península eran principalmente comerciantes; Yucatlan significa "país de las mercancías" (yucatl, los bienes, las mercancías).
Los tsotsils [tzotziles] son congéneres de los mayas. Su lengua tiene con el idioma maya más o menos la misma relación que tiene el holandés con el alemán. Su capital se llama Tsinacantlan [Zinacantan], "lugar de los murciélagos" y por ello se les llama en mexicano Tsinacanteca [zinacantecas]. En los antiguos libros españoles se les llama también muchas veces los Quelenes, en la lengua tsotsil la palabra kelen, kelem quiere simplemente decir "hombres".
Los sendales [tzeltales] conforman también una rama de la raza maya. Si la palabra sendal proviene de la lengua mexicana, debe de referirse a sentlal, tsentalal "país en donde hay abundancia de mazorcas de maíz" (sentli, tsentli, mazorca de maíz, tlalli, país). Hoy se oye casi solamente pronunciar sendal y cuando se les pregunta a los lugareños: ¿Qué quiere decir Cendal?20 Responden generalmente Tierra donde hay mucha comida. En los escritos antiguos se encuentran con igual frecuencia los Tsendales y los Tseldales, pero no hay explicación satisfactoria para dichas variantes.
Los Chañabales pueden ser considerados como una rama de los Sendales aunque su lengua sea una mezcla de tsotsil y de trokek21.
No tengo documentos lingüísticos suficientes acerca de los Trokeks, los Chichés [quichés] y los Mamés [mames] para poder formular una opinión respecto de ellos.
El hermoso pueblo de los Sokés [zoques] son parientes cercanos de los Mixés [mixes] del vecino estado de Oaxaca. Cabe hacer notar también que la antigua capital de los Mixés se llamaba Sokitlan. Comandados por su jefe Condoy, trasladaron más tarde su capital de Xaltepec [Jaletpec]. Sokitlan significa "lugar de tierra arcillosa" (con la que se fabrica cerámica) (sokitl, arcilla).
Los Sokés se distinguen por sus afinadas proporciones, por su lengua armoniosa y por la dulzura de su carácter, son de dulcísimo índole. Como prueba de la elegancia del traje de las jóvenes Sokés se incluye para los lectores de la Revue d'Ethnographie, la reproducción exacta de una fotografía que tomé en Tuxtla (figura 1).
Los Chiapanecá [chiapanecas] viven solamente en la ciudad de Chiapa y sus alrededores. Hasta nuestros días, han conservado la tradición de su venida desde Nicaragua; y pretenden que hace más de mil años que tuvo lugar dicha inmigración. La voz Chiapa significa lugar en donde abunda la semilla chiani [chía] con la cual se prepara, en la zona, una bebida refrescante muy agradable. Para dar más importancia a los nombres de sus ciudades, los antiguos habitantes gustaban añadirles la voz Dios teotl, y, por lo tanto se dice también Teochiapa. El nombre de la ciudad se ha vuelto el de toda esta provincia. Es cosa muy curiosa de que los Tsotsiles y los Sendales todavía hoy día echan en cara a los Chiapanecá su origen de Nicoya (Costa Rica); los consideran como extranjeros establecidos ilegalmente en el país de Chiapa. Los Tsotsiles y los Sendales piensan que son los verdaderos aborígenes, y al parecer, estas ramas de la raza maya no tienen ninguna noción de su punto de salida de la época en la cual llegaron en este país!
La lengua mexicana o náhuatl se habla ahora sólo en algunos pueblos aislados y por descendientes de los colonos tolteca-mexicanos. En la misma capital San Cristóbal, en donde los españoles han establecido colonos mexicanos y tlaxcaltecas sólo los nombres de los barrios se han conservado, a saber; el barrio de Mexicanos y el barrio de Tlaxcalla, pero desde hace mucho tiempo nadie habla mexicano allí. En la actualidad toda la ciudad es totalmente hispanizada.
En tiempos muy remotos, un pueblo conquistador los Kinamê jugó, al parecer, un papel mítico en la región. Se puede constatar además porque los Olmecas reinaron igualmente en esta provincia. A mi juicio no se ha demostrado suficiente si hay que contar a los Olmecâ entre los más antiguos Nahuatlacâs llegados a tierras mexicanas o bien si son de una raza completamente diferente a la azteca.
Se afirma con relativa precisión que después del ocaso del gran imperio tolteca hacia mediados del siglos X de nuestra era, Nimakiche, un jefe tolteca, hubiera aparecido en la región de Chiapa con una gran fuerza armada y que hubiera sometido bajo su autoridad a los diferentes cacicazgos. Después de conquistar a Chiapa, los generales toltecas se fueron hacia Cuauhtemallan y fundaron allí también una serie de estados Tolteco-mayas, siendo los más conocidos de estos cacicazgos los Kichés [quichés], Kakchikels [cakchiqueles] y de los Tsutuhils [tzutuhuiles]. A partir de este momento, la lengua tolteca, náhuatl, se volvió la lengua común de las clases superiores tanto en Chiapa como en Cuauhtemallan. Se tradujeron casi todos los nombres de lugares y de personas al tolteca, lo que no impidió a la masa de las poblaciones conquistadas seguir hablando el idioma respectivo de sus razas.
Después de que los Chichimecâ [chichemecas] en compañía de otros pueblos como los Tecpanecâ [tecpanecas], los Otomi [otomíes] y los Mazahua, entraran en las regiones del Anáhuac, desertadas después del aniquilamiento de los Toltecas, se asociaron con los demás Toltecas que se encontraban todavía diseminados en el Anáhuac, e hicieron del idioma tolteca la lengua oficial del estado, dándole la preferencia sobre sus propios idiomas. Hasta los mexicanos, los últimos llegados en el Anáhuac y que se volvieron después tan célebres, abandonaron en su momento su dialecto, relativamente semejante sin ser del todo idéntico al tolteca, para hablar igualmente dicha lengua que había sido todavía perfeccionada en la corte de los reyes chichimecas de Tetscoco [Texcoco] quienes se habían dedicado profundamente a las artes y las ciencias.
De esta manera, a pesar de los cambios de poblaciones y de etnias en el Anáhuac, la antigua lengua tolteca se conservó siempre como el idioma oficial del imperio, y es perfectamente indiferente nombrar a este idioma tolteca, azteca, mexicana o náhuatl. Así, para la gente mexicana no se perdieron por completo los avances realizados por la civilización tolteca, a pesar de que esta raza tan bien dotada había sido arruinada por hambrunas, guerras y epidemias, y, por lo anterior, se puede explicar la maravillosa uniformidad de dicha lengua clásica que aparece sobre todo en los nombres de lugares en regiones tan alejadas. Es, por lo menos, lo que piensa el gran historiador de los Chichimecas, Ixtlilxóchitl.
Cuando los valerosos mexicas, los más enérgicos e inteligentes entre todas estas naciones, acabaron de consolidar su poder político en Anáhuac, gracias a las audaces alianzas con los reyes de Tetscoco [Texcoco] y de Tlacopan, fue muy natural que los países de Chiapa de Cuauhtemallan [Guatemala] fueran atraídos en el circulo de dominación del nuevo imperio azteca. Dicho evento se realizó durante el reinado de Ahuitsol [Ahuitzol], octavo emperador de los aztecas, quien mandó a este país a su general Tlitototl, "Pájaro Negro", con un gran ejército.
Por los demás es un hecho histórico que, en todos los lugares en donde poblaciones pertenecientes a la gran raza azteca, entraron en contacto con otros pueblos, aún de los más civilizados, fueron victoriosos. La razón de su superioridad hay que buscar en su organización política y militar que se basaba en un profundo motivo étnico. No cabe la menor duda de que la raza azteca se haya mezclado, en tiempos remotísimos, con algo de sangre turca. Por mínima que fuera, en su origen, dicha fusión, y cualesquiera que fuesen las transformaciones antropológicas que hayan soportado los pueblos turco-aztecas durante su estancia milenaria entre numerosísimas poblaciones americanas autóctonas, fue, empero suficiente para dar impulso a una grandeza política y militar que ningún otro pueblo había logrado antes de ellos en tierra americana. En el norte del continente americano, acababa de producirse la misma revolución que en Asía. Los turcos resultan vencedores en todos los lugares donde llegaban. Los Turianos siempre superaban a los iranís y a las demás razas gracias a su organización militar.
No es casual que en tierras mexicanas muchas veces los topónimos terminen en co "pueblo, lugar"; tepetl "montaña, cerro"; tepec "pueblo cerca o sobre de una montaña"; chan, can "casa, localidad; tla, la, "abundancia de la cosa expresada en la palabra precedente", se encuentran asimismo en los países turcos desde Asia central hasta el Danubio innumerables denominaciones de localidades terminadas en ko, o según la pronunciación armonizada de Stamboul, kôy, "pueblos"; tepé colina, montaña; tepekôy "pueblo en terreno de montaña"; khan, "casa, hotel", palabra de origen persa según se supone, pero empleada en todos lugares por los turcos; li, lë, lu, lü, la, silaba gramatical variando según las leyes de la armonía vocal, que expresa la existencia o la abundancia de la cosa mencionada en la palabra que precede.
Debo limitarme a dar algunos ejemplos de nombres de localidades turcas que anoté durante mi reciente viaje a través del imperio de los Osmanlis, dado que ejemplos de nombres de localidades mexicanas se encuentran en todos lugares en esta pequeña memoria: kumkôy, Arablarkôy, Kislarkôy, Udchektepé, Sochiktepé, Maltapé, Gôktepé, Tepekôy, Tepedchik, Tepelü, Tchakalekhan, Yenikhan, Kütchükkhan, Gümüchkané, Madunkhané, Denisli, Erikli, sitchanlé, Kaftarlé, Tatarlé, Armudlé, Urumlu, Kunduslu, Tusla, atlan, Tchakallan.
Sin embargo, hace varios miles de años que la separación de los pueblos aztecas del tronco de la raza debió tener lugar. En los estudios comparativos que hice entre la lengua náhuatl y el osmano-turco, encontré, difícilmente, sólo una docena de palabras de las cuales se puede decir con certeza, que tienen un origen común, y, en cuanto a las nombres, ha quedado entre ellos solamente una similitud. Se puede solamente decir que, por lo que toca a su construcción, la lengua náhuatl pertenece, al igual que las lenguas tártaras, a la familia de las lenguas aglutinantes.
Casi nunca, en los escritos sobre México, se ha mencionado la afinidad tan evidente de los topónimos aztecas con los nombres de lugares turcos. Hay que ver la causa de ello en las preocupaciones ridículas de la mayoría de los autores que querían a, toda costa, aplicar los cuentos míticos de la Biblia a los pueblos mexicanos. El mismo Ixtlilxóchitl observa con mucha clarividencia que la tradición de los pueblos toltecas que se decían originarios de un gran país muy alejado y situado hacia el poniente de donde habían venido en naves atravesando el mar, debe de referirse a la Gran Tartaria!
Poco tiempo después de que los españoles tomarán la ilustre Tenochtitlan en 1521, los rapaces Caxtiltecâ (castellanos) dirigieron sus pasos hacía los florecientes países de Chiapa y Cuauhtemallan, hacía finales del año de 1523 Cortés mandó un gran ejército compuesto de mexicanos y españoles, bajo el mando del jefe de mala fama Pedro de Alvarado, para conquistar el reino de kichés, Alvarado, quemando y exterminando todo, avanzó a lo largo de la costa desde Tonalla [Tonalà] hasta Xoconucho [Soconusco].
Casi al mismo tiempo (en 1524) una pequeña columna española, bajo el mando del capitán Luis Marín parece haber emprendido una expedición hacia el interior de Chiapa, partiendo de la ciudad de Cuauhtsacalco [Coatzacoalcos]. Bernal Díaz, el historiador bien conocido, se encontraba en dicha pequeña columna y da una descripción confusa de los hechos y gestas del destacamento. Después de un sangriento combate, los españoles se apoderaron de la ciudad de Chiapa y emprendieron todavía algunas expediciones de bandidaje en Tsinacantlan [Zinacantan], Chamullan [Chamula], Hueihuistlan [hoy Santiago, cercano a Chamula y Mitontic] así como en otras poblaciones, mas entre ellos estallaron graves discordias por el reparto del botín y se regresaron pronto a los provincia de Cuauhtsacualco.
Dado que se encuentra el nombre de Cuauhtsacualco en todos lugares mal escrito y mal traducido, me voy a permitir dar la única traducción exacta, La Sierra madre, tan poderosa en los estados de Oaxaca y Chiapa pierde tanta altura hacia el istmo de Tecuantepec [Tehuantepec] que conforma solamente colinas bajas cubiertas con una vigorosa vegetación. En mexicano se llama a las colinas y campos desmontados en las pendientes de las montañas boscosas tsacualli, y, cuando están cubiertas de bosques o ubicadas en el bosque Cuauhtsacualli. Por tanto, el nombre de esta ciudad significa "lugar de colinas boscosas" o bien "lugar de campos desmontados".
En 1524, Cortés mandó desde México al capitán Don Diego de Mazariegos con una fuerte columna de españoles y mexicanos para la conquista definitiva de Chiapa. Parece que dicha conquista no fue completamente exitosa por lo que el gobernador de la Nueva España, Alonso de Estrada, en 1526 encargó por segunda vez a Mazariegos la toma de esta provincia, y le dio con este fin cinco cañones y un material de guerra considerable. La principal resistencia que encontró Mazariegos fue, como anteriormente, en Teochiapa [Chiapa], ciudad ubicada en la orilla derecha del río del mismo nombre, y más conocido de nuestros lectores con el nombre de Río de Grijalva. Este río corta, a unas tres leguas de distancia, río abajo de Chiapa, la Grande cordillera. El paso del río de Chiapa a través de la Sierra Madre en el punto más grandioso y pintoresco de esta región por otra parte tan rica en bellezas naturales.
El río atraviesa tres filas de montañas que se suceden a poca distancia. Las aguas que se precipitan con un fragor terrible, se estrechan de derecha a izquierda entre paredes verticales de rocas calizas que se elevan hasta una altura de mil metros. A estos tres pasos o estrechamientos de las aguas se les llaman las Encajonadas del Río de Chiapa. El río se vuelve navegable solamente después de haber vencido este gran obstáculo de la naturaleza. Presenta entonces una gran curva, muy cerca de Hueimanco (hoy Huimanguillo) en el estado de Teohuaxco [Tabasco] en donde se divide en varios brazos que desembocan en el Océano Atlántico. El primer brazo, llamado el Río Seco, pasa en las inmediaciones de las célebres ruinas de Comalcalco, mientras que la capital del estado de Teohuaxco, San Juan Bautista del Tabasco moderno, se ubica en la orilla izquierda del brazo principal que recibe constantemente numerosos afluentes que bajan de la Sierra Madre. No lejos de Frontera, Tabasco, se une al gran caudal del Usamatsintla [Usumancinta] y a pesar de sus trayectos tan opuestos ambos ríos desembocan en el mar Atlántico.
Las Encajonadas, adornadas de todas las gracias de la naturaleza tropical son, al mismo tiempo una celebridad histórica en la región: fue allí, que tuvo lugar el combate decisivo. Los valientes Chiapanecâ [chiapanecas], entiendo bien que sus posibilidades militares no les daban, en campo raso, ninguna oportunidad de lucha en contra de la superioridad del armamento español, abandonaron su ciudad para ir a atrincherarse en las rocas casi inaccesibles de las Encajonadas, llevándose consigo sus mujeres sus hijos y sus muebles. Cuando, después de largos combates desesperados, los valientes defensores se encontraron cada vez más apretados, no les quedó más que escoger entre la muerte y la esclavitud; escogieron la primera alternativa y se lanzaron desde lo alto de las rocas con sus mujeres y sus hijos. Solamente unas dos mil personas se entregaron a los españoles. Lo que quedaba de este pueblo fue ubicado sobre el espacio de la ciudad actual de Chiapa y conformaron el núcleo de su población india.
En los inicios, los españoles querían establecer su gobierno provincial en Chiapa pero encontraron el sitio muy caliente y fijaron rápidamente su capital en Hueisacatlan (llamado Ghowel en lengua tzotzil), ciudad ubicada muy alto en las montañas, en tierra fría, y que bautizaron como Ciudad Real, y luego San Cristóbal. Después de que recobrara su independencia México, los habitantes de la región dieron como nombre a la ciudad el de San Cristóbal de Las Casas, en memoria del fraile dominico Bartolomeo de Las Casas, el venerable obispo de Chiapas, que había hecho sentir su influencia benévola principalmente en esta zona. El antiguo nombre mexicano de la ciudad significa "gran ciudad de la hierba" (sacatl, "gramíneas, planta con hojas en general"; huei o guei, "grande"; a veces se antepone dicha silaba huei antepone a los nombres de lugares).
Como escudo de armas el emperador Carlos Quinto dio a la ciudad la imagen de la Encajonada, como recuerdo de la victoria de los españoles sobre los Chiapanecâ.
El dominio español fue muy fuerte en estas regiones tan ricamente dotadas por la naturaleza; varias décadas después de la conquista daban todavía contribuciones enormes al tesoro español pero bajaron rápidamente y se empobrecieron totalmente. En la actualidad se calcula el número de habitantes del estado en 194,000 almas. García Cubas le da una superficie de 43,434 kilómetros cuadrados. Los indios que hablan todavía sus idiomas respectivos conforman las tres quintas partes de la población, y se estima en dos quintas los que hablan español y quienes son españoles, mestizos o indios totalmente hispanizados. La capital, San Cristóbal, cuenta hoy en día con 10,295 habitantes. El estado se divide en diecisiete departamentos; San Cristóbal, Comitlan [Comitán], Chilón, Palenque, Simojovel, Pichucalco, Tuxtla, Chiapa, Tonalla [Tonalá] y Xoconuchco [Soconusco].
Si bien la población española, los ladinos o la gente castellana, constituye la clase dirigente, el resto de las naciones autóctonas, los indígenas son, para nosotros la parte más interesante. Conforman, como en todos lados de México, la parte sólida de la población, la que soporta sobre sus espaldas gran parte del trabajo, pero está criada en la más grande ignorancia, dado que la raza dominante hace pagar las contribuciones a los indios y sólo establece escuelas españolas para la población hispanizada y no permite escuelas en lengua indígena.
El aspecto exterior de los indios no es tan degradado como lo harían suponer descripciones superficiales. En ciertos distritos de la región, su vestimenta, su comida y su limpieza dejan que desear, mientras que otros gozan de un bienestar relativo, se bañan todos los días y se distinguen, sobre todo las jovencitas, por su vestimenta limpia y graciosa. Así, por ejemplo, las jóvenes tzotziles de San Bartolomé, en el departamento de Comitlan [Comitán] son célebres en todo el estado por su vestido muy pintoresco.
Durante el letargo de tres siglos en el cual los indios quedaron sumergidos después de la llegada de los españoles, en la región hubo solamente dos veces un despertar nacional, siendo cada vez de corta duración y con un fin desastroso pero que prueba no obstante que estas poblaciones no han renunciado totalmente a un futuro más próspero.
En 1712 tuvo lugar la gran insurrección de los Sendales (o Tsendales si se prefiere). Treintaidós pueblos, con el de Cancuc a la cabeza, se levantaron en contra de la tiranía española, reunieron un ejército de 15,000 hombres desgraciadamente mal armados y mal entrenados, con los cuales marcharon sobre San Cristóbal. El gobernador de Guatemala, Toribio Cossío, vino a ayudar a los españoles de la región de Chiapa y, con un ejército levantado de prisa, el 21 de noviembre de 1712 libró una batalla decisiva cerca de Hueihuistlan, [Huixtán] en la cual los Sendales perdieron. El pueblo de Cancuc fue quemado y destruido, y sus habitantes llevados en un lugar más elevado en las montañas,22 la ubicación actual de Cancuc, pasé por la nueva Cancuc, en 1877, durante mi viaje desde San Cristóbal hasta Palenque. La nueva Cancuc se ubica en la cima de una montaña elevada, cuyas capas superiores están cubiertas de curiosas petrificaciones. Desde este punto se goza de un espléndido panorama sobre los alrededores. Algunas leguas más adelante, siguiendo el camino hacia Palenque y antes de llegar al pueblo de Cuauhkitepec [Guaquitepec] encontré en un valle hondo, en el lado izquierdo del camino, las ruinas de la antigua Cancuc.23 Ahora, todo está cubierto de una vegetación verde y vistosa y solamente algunos muros de la iglesia del pueblo están todavía de pie, para indicar el lugar en donde la antorcha incendiaria de los españoles ardió antaño.
El segundo despertar del espíritu nacional tuvo lugar solamente en los últimos tiempos. Como es muy raro que noticias exactas de estos países casi olvidados lleguen hasta Europa, creemos de nuestro deber encargarnos de dar a conocer a nuestros lectores este notable suceso. Sea dicho de paso, así como la expedición rápida de Napoleón I en Egipto fue una de las primeras causas de la regeneración del país de los faraones lo mismo que la expedición mexicana, durante el reino de Napoleón III, ha sacudido los pueblos de México, de todas las razas, pero el imperio efímero que Francia creó sembró no obstante en todos lados las semillas fecundas que debería sin falla dar sus frutos!
La caída violenta del imperio de Maximiliano fue seguida de diez triste años de guerras civiles y de miserias de todo tipo que se acabaron sólo con la expulsión del presidente aborrecido, Lerdo de Tejada. Pero cabe distinguir un doble carácter muy distinto en estas guerras intestinas; se debe diferenciar entre aquellas en las cuales los Mexicanos hispanizados, los ladinos se acuchillaban entre sí por las plazas mejor retribuidas del país y aquellas en que la numerosa población indígena quedaba totalmente indiferente, las guerras en las cuales los pueblos autóctonos de México se levantaban en contra del dominio aborrecido de los hispanizados, para conquistar a su libertad y su independencia. Los españoles de México tienen aversión, entre todos los pueblos de la tierra, a los franceses, los austriacos, y sobre todo, a los americanos los gringos pero, en cambio están siendo ellos mismos detestados y considerados como intrusos por los Mayas, los Sendales, los Tsotsiles, los Tsapotecos [Zapotecos], los Tarascs [Tarascos] y los mexicanos legítimos (Asteco-mexicanos). La cuestión indígena es el punto más vulnerable del México moderno. La intervención francesa y el gobierno de Maximiliano no han querido o no han sabido aprovecharse de este odio racial por razones que serian muy largas explicar aquí.
Todo el mundo sabe que los mayas de Yucatlan (o Yucatán si se prefiere) han logrado desde hace mucho tiempo reconquistar su independencia. El ejemplo de estos valientes mayas imitado en varias ocasiones en diferentes partes de este vasto imperio. La insurrección de los indios de la Sierra de Alica en el territorio de Tepic en 1873, bajo el mando del temido jefe Lozada, fue la más importante de todas.
El general Lozada quien poseía desde largos años en el territorio de Tepic un poder absolutamente independiente del gobierno central, se puso de repente a marchar sobre Guadalajara, la segunda capital del país, encabezando un numeroso ejército de indios, ávidos de combates, quienes reemplazaban la falta de disciplina y el mal armamento por un odio implacable hacia la gente castellana. Por entonces, me encontraba de casualidad en el Estado de Xalisco [Jalisco] y por lo tanto fui testigo ocular del pánico de los hispano-mexicanos cuando las bandas de Lozada se aproximaron. Fue un sálvese quien pueda general. Todos los pueblos, todas las haciendas en el camino de Tepic a Guadalajara fueron abandonados. Los caminos estaban tan atestados por gente de todas edades y sexos huyendo que uno pensaba presenciar la salida de todo un pueblo. Llevaban todo consigo, hasta los animales domésticos. El ejército de Lozada llegó hasta las puertas de Guadalajara sin encontrar la menor resistencia. La batalla decisiva contra las tropas lerdistas tuvo lugar frente a la ciudad y terminó por su completa derrota. Guadalajara, la hermosa capital de Xalisco [Jalisco] con sus 70,000 habitantes se encontraba a punto de caer en manos de los indios. Si bien se habían puesto barricadas de prisa en las calles, el descorazonamiento en la ciudad después de dicha derrota era tal que una defensa seria hubiera sido difícil. La llegada, a marcha forzada, de un ejército de ayuda salvó la orgullosa ciudad de caer en el poder de simples niños de las montañas de Alica. Lozada fue obligado a regresar con sus bandas a Tepic.
En 1869, un evento semejante había tenido lugar en nuestro estado de Chiapa: el 12 de junio de 1869, el pueblo tsotsil se levantó en contra de la raza española de Chamulla, hoy en día el pueblo más poblado de los tsotsils, se puso a la cabeza del movimiento insurrecto Ignacio Galindo, hombre instruido, pero quien, por su educación superior adquirida en Europa había sufrido muchas vejaciones y pleitos en San Cristóbal, fue escogido por los Indios como jefe. Previendo una insurrección, las autoridades de San Cristóbal habían arrestado un hombre influyente en Chamulla, Pedro Díaz llamado Cuscatl, "El Collar", título mexicano usado en los antiguos tiempos que es el equivalente de ahau de los pueblos mayas, así como una mujer mística "Santa Rosa", y los habían encerrados en la cárcel de San Cristóbal. Esta torpe medida no solamente no impidió la insurrección sino más bien la aceleró. Por todos lados se hizo una matanza de los ladinos odiados y la población aterrorizada huía desde los pueblos y las fincas hasta San Cristóbal, sucedió que precisamente en estos momentos, el gobernador del estado, Pantaleón Domínguez, se encontraba ausente lo que aumentó todavía más el desasosiego en la ciudad. La gente se resignó a hacer de prisa atrincheramientos y a llamar a la población masculina a las armas porque Galindo avanzaba con el grueso de las fuerzas tsotsiles y ocupó rápidamente con masas compactas las elevaciones alrededor de San Cristóbal.
Del lado indio el entusiasmo era indescriptible: cuando Galindo pasó revista a sus tropas fue saludado con los gritos de Viva Galindo! Viva Chamulla! Que muera San Cristóbal! Que mueran los ladinos!..
En la ciudad, grande era la consternación; los hombres corrieron hacia las barricadas, las mujeres y los niños llorando, es las iglesias para encender cirios e invocar en rezos fervientes la asistencia de los santos. Pendía de un cabello que la ciudad fuera perdida y por injusticias sin nombre cometidas constantemente por la población española en contra de la población indígena, está en la naturaleza de las cosas que una vez entrados en la ciudad, los indios no perdonarían a nadie.
Galindo titubeó precisamente ante tales extremos; se salvó pero fue el fin para él. En algunas ocasiones en el transcurso de los historia, sucede que un hombre lanzándose a ciegas a una empresa, experimente de súbito cierto terror al pensar en las consecuencias de sus propios actos y se echa atrás. Galindo se encontró en este caso. Sabía perfectamente bien que si se tomaba la ciudad le sería imposible mantener en orden estas bandas desenfrenadas por la sed de venganza. Por lo tanto emprendió negociaciones con el comandante de la ciudad, Crescencio Rosas; dichas negociaciones llevaron al convenio del 17 de junio que estipulaba que Pedro Díaz-Cuscatl y los demás prisioneros serían de inmediato puestos en libertad, después de lo cual los Chamultecâ se retirarían hasta Chamulla mientras que Galindo se iría a la ciudad como rehén de paz.
Después de concluir dicho arreglo, equitativo para todas las partes, los prisioneros fueron puestos en libertad y los indios momentáneamente satisfechos de su pequeño éxito moral regresaron a sus respectivos pueblos mientras Galindo, con un séquito poco numeroso, se dirigía en la tarde hacía la ciudad, apenas había pasado la primera barricada se vio rodeado por hombres armados. Cuando reclamó ¿Qué es eso Señores? Yo vengo bajo la fé de los tratados, y hé de estar en libertad!, la multitud rabiosa se puso a gritar: Muera Galindo! Que muera!.. y él y sus compañeros fueron arrastrados hasta la cárcel.
Después de esta infame traición, Cuscatl encabezando a seis mil tsotsils atacó a San Cristóbal el 21 de junio de 1869. La guarnición de la ciudad, confiada en la superioridad de su armamento, salió al encuentro de los indios y se llevó a cabo un sangriento combate. Las tropas del gobierno fueron repelidas retirándose vergonzosamente hacía la ciudad dejando como pérdidas unos cien muertos. Le toca por tanto a Cuscatl el honor de haber inscrito su nombre en la historia de esta región con esta bonita pequeña victoria sobre los orgullosos ladinos.
Mientras tanto el "general" Grajales había reunido tropas en Tuxtla y Chiapa y avanzaba a marcha forzada para socorrer a Hueisacatlan. Los indios fueron vencidos en Chamula el 30 de junio. Más tarde hubo algunas escaramuzas y todo regresó poco a poco al orden.
Ignacio Galindo fue fusilado el 26 de junio con su joven compañero Benigno Trejo en la plaza principal de San Cristóbal en presencia de una inmensa multitud.
Se conserva todavía el recuerdo de Galindo entre los indios de Chiapa y subsiste el descontento. Esta penosa cuestión de razas está suspendida como una amenazante nube de tormenta en el cielo por otra parte tranquilo y puro de Chiapa. Es posible que en un futuro más o menos lejano esta hermosa provincia padezca la suerte de Yucatlan. La parte honorable de la población hispanizada desaprobó la manera indignante de cómo se había arrestado a Galindo así como su suplicio. El gobierno provisional había ordenado con presteza esta triste ejecución. Algunos días después, el gobierno central de México siendo entonces presidente Juárez mandó la ratificación del convenio con los tsotsils acompañada con la gracia que le hacía a Galindo nombrándolo ingeniero en jefe del Estado de Chiapa!
En cuanto a Cuscatl nunca se entregó. Prefirió la libertad en los bosques y sierras a la dominación de la raza ladina, se retiró con algunos de sus fieles compañeros en estas soledades impenetrables, en las cuales ningún ladino nunca se atrevió a seguirle. Pero, según me afirmaron algunos indios amigos, ya no estaría con vida.
Quizás parecerá extraño para algunos de nuestros lectores el hecho de que la paz con los indios insurrectos pueda ser tan fácilmente restablecida sin llegar a su completo exterminio. La razón es muy simple. A los descendientes de españoles no les gusta ocuparse de agricultura; prefieren el comercio o buscan obtener una plaza, lo que causa tanta guerra civil ya que es imposible dar trabajo a todos estos cazadores de empleo... o bien se dedican a una dulce ociosidad.
La raza española ocupa por lo tanto principalmente las ciudades mientras que la comarca se encuentra por lo general en las manos de los indios que son grandes trabajadores y tienen una marcada preferencia por la agricultura. Son entonces los indios que les dan de comer a los españoles y no los españoles quienes alimentan a los indios. Los españoles, por ende, necesitan de la población india, mientras que la población india puede prescindir de ellos. Cuando estallan disturbios por la falta de tacto de parte de algunos ladinos muy arrogantes, los indios suspenden el suministro de víveres a los mercados. Naturalmente todo el mundo lo sufre y empieza a quejarse. Cada mañana se oyen lamentarse los encargados de la cocina: los indios no han entrado!. ¿Qué vamos a comer hoy?.. No hay nada que comprar en la plaza!.. Las cosas más indispensables empiezan a faltar en las familias y un malestar general se manifiesta.
Pese a que los indios han cometido algunos asesinatos y actos violentos, el furor de la población hispanizada se vuelca en gran parte hacia los que provocaron el desorden. El deseo de entenderse se hace cada día más intenso, se conforman de buen agrado con la apariencia de algunas victorias mediocres, y la paz se alcanza prontamente. El día en que los mozos y las criadas llevan a casa la buena noticia de que: Ya están viniendo los Indios!... Muchos Indios han entrado!... todos olvidan de buen agrado el mal sufrido y la gente se siente muy contenta de tener algo que beber y comer!
Esta extraña división del trabajo de las razas es quizás la razón principal que permitió a la población autóctona mantenerse, a pesar de los siglos de injusticia de una administración detestable. No es el clero católico romano, ni mucho menos las Leyes de Indias que siempre se ha quedado como letra muerta, que salvaron parcialmente a los indígenas, es esta organización económica.
Un recuerdo notable de esta rebelión de los tsotsiles, es una cabecita de jadeíta verde aceitunada, que pasó a mi poder gracias a la amabilidad del Sr. Augustin Ghiesbrecht. Durante el combate cerca de Mitontic, "lugar de los gatos silvestres" (mistontli, "gato silvestre") el 24 d junio de 1869, los soldados juaristas encontraron en el pecho de un tsotsil muerto esta cabeza-medallón y la trajeron a San Cristóbal en donde pasó de manos a manos y fue muy admirada por las circunstancias extraordinarias en las cuales había sido encontrada. El señor Ghiesbrecht la compró finalmente y me la regaló durante mi estancia en Hueisacatlan [San Cristóbal] en 1877, lo que me permite dar a los lectores de la Revue d'Ethnographie un dibujo exacto de ella.
Indiscutiblemente esta pieza es antigua. Es uno de estos medallones que se llevaban antaño en el pecho, colgando del collar como se ve en todas la imágenes de los grandes personajes en Palenque y en otros lugares.
La piedra tiene diecisiete centímetros de largo y pesa 1605 gramos. El eminente minerólogo, el señor Damour, para determinar científicamente la piedra, se tomo la molestia de hacer un análisis químico de un pequeño fragmento separado de la parte posterior del objeto. El resultado del análisis fue:
Aprovechamos el haber mencionado al naturalista A. Ghiesbrecht para anunciar a sus viejos amigos que este Néstor de los viajeros mexicanos vive actualmente en San Cristóbal en una edad muy avanzada y que pretende terminar allí sus días. Nacido en Bruselas en 1810, Ghiesbrecht viajó por vez primera a Brazil de 1835 a 1837 encargado de una misión botánica por el gobierno belga, y por deseo especial del rey Leopoldo I se vino a México en 1838 en donde fue agregado al ministro belga residente, el barón Normand. Desde entonces exploró México en todas las direcciones y por las numerosas colecciones de objetos de historia natural que mandó a Europa yuxtapuso su nombre a un buen número de especies de plantas y animales desconocidos hasta entonces. Soportó muchas penas y fatigas durante sus largas peregrinaciones y escapó en dos ocasiones a la muerte en manos de los bandoleros. Fue atacado por primera vez por ladrones cerca de Puebla durante la guerra mexicano-americana y herido en las piernas por una descarga de plomo. Más tarde, no muy lejos de Tehuacán ([sic] en el estado de Oaxaca), mientras estaba ocupado levantando una de esas Bisnagas (Echinocactus) gigantescas que se encuentran en estos terrenos áridos, fue atacado por segunda vez por bandidos y en esta ocasión recibió, en la parte posterior del cráneo, un golpe de garrote tan fuerte que se quedó casi muerto en el lugar, la noticia de este atentado llegó al alcalde de Tehuacán y mandó sin retrasos hombres que se llevaron en camilla a Ghiesbrecht medio muerto a la ciudad en donde se repuso muy lentamente de esta grave herida. La cicatriz que quedó en el occipucio tiene un dedo entero de profundidad y me sorprende que este hombre haya podido conversar con todas sus facultades mentales después de una herida tal. Desde 1853 Ghiesbrecht vive en el Estado de Chiapa y estableció su residencia en San Cristóbal. Soltero y sin familia pero no sin amigos, se encuentra bien, es activo y ágil a pesar de sus setenta y cuatro años, además ejerce, más por el deseo de ayudar a la humanidad sufrida que por necesidad, el oficio de médico. Piensa frecuentemente en regresar a la lejana Europa pero ya no se atreve a exponerse a un cambio de clima; se familiarizó desde tiempo con la idea de terminar sus días en San Cristóbal de Las Casas.
No podemos dejar esta hermosa región sin dar por lo menos un ojo rápido sobre los restos de sus civilizaciones desaparecidas. El viajero encuentra por todos lados en su camino recuerdos de los antiguos tiempos. Las huellas de antiguas aldeas son innumerables; consisten mayoría en muros de cimientos y en masas de tierra o piedras. Se encuentran numerosas pirámides, pequeñas y grandes, aisladas o bien en grupo, construidas conpiedras macizas o con tierra. Hay en algunos lugares grandes monolitos levantados pero generalmente no tienen esculturas. Se les considera como piedras conmemorativas de Been quien tenía la reputación de ser "un gran viajero" y quien es el treceavo de los veinte héroes mitológicos de Chiapa. Aún en nuestros días los indios rodean de flores estas columnas aisladas y las tienen en gran veneración.
En esta parte de México eminentemente desgarrada y compuesta exclusivamente de piedra caliza, la Sierra Madre esconde numerosas cavernas cuyas profundidades esperaban todavía ser investigadas por viajeros competentes. Muchas veces, en la entrada de estas cuevas se nota en las paredes rocosas signos misteriosos y, a veces, se encuentran en el interior curiosas antigüedades que parecen relacionarse con dos épocas: a los verdaderos habitantes de las cavernas (Höhlenbewohner) de los tiempos más remotos de la vida humana en América y a los tiempos de la conquista española cuando los indígenas ya más civilizados se veían obligados a buscar asilo con sus bienes muebles en los parajes retirados de las montañas ante el furor de los invasores extranjeros.
En los alrededores de Tuchtla [Tuxtla] y de Hueisacatlan [San Cristóbal] yo mismo me introduje en varias de estas cavernas en búsqueda de antigüedades o de animales raros. Algunas parecían galerías estrechas y se prolongaban muy lejos en el corazón de la montaña; sus paredes y bóvedas las conformaban bloques irregulares de roca caliza. Otras presentaban aspecto de salas esplendidas con bóvedas de estalactitas de un banco como mármol recordando los especímenes más hermosos de la arquitectura árabe. Como últimos representantes de seres animados siempre encontraba dos pequeños animales: un ciempiés de color amarillento y un grillo, chapulín semejante a excepción de su color, al grillo común de México, pero como el ciempiés de color amarillo y con antenas extremadamente largas que deben probablemente de reemplazar a sus ojos en la obscuridad de las cavernas.
Los indígenas llamas Mictla "lugar de la muerte o de los muertos" (mikitli o mikilistli, "la muerte") las cavernas particularmente notables.
Aquí y allá, en los cerros y las barrancas, sobre las paredes de las rocas, se encuentran figuras singulares, unas pintadas con colores fuertes otras esculpidas en la piedra en bruto. A veces dichas figuras parecen relacionarse con el sol, la luna y las estrellas, otras veces son figuras de hombres o de animales o bien signos difíciles de interpretar.
Las paredes rocosas de las célebres Encojanadas son particularmente ricas en recuerdos de este tipo: en 1877 me fui de excursión saliendo de Tuchtla (o de Tuxtla si prefiere) "lugar de conejos" (tochtli, "conejo"). En el primer desfiladero solamente pude explorar la entrada ya que peligrosas caídas de agua hacen imposible la navegación en canoa. Las paredes verticales de las rocas que, sobre todo en las sinuosidades del río, caen hasta el ras de las aguas hacen igualmente imposible el paso a pie siguiendo la orilla. En el último tramo de tierra de la orilla derecha accesible a pie o en canoa encontré los restos de una antigua aldea muy pequeña, y en medio de cimentaciones de edificios desaparecidos, una construcción masiva de piedra con una altura de apenas unos diez metros. Se trataba probablemente del templo de la pequeña comunidad. En la plataforma de este edificio de forma de zócalo ligeramente torcido se localizaba quizás el altar de sacrificios en donde los fieles depositaban sus modestas ofrendas. Después de explorar suficientemente los pintorescos alrededores en donde el río de Chiapa entra en los desfiladeros escarpados de la sierra y después de admirar la esplendida vegetación tropical que se despliega en toda su variada gradación a lo largo de las murallas rocosas, regresé a Tuchtla para llegar con un gran rodeo al Rancho Muñiz ubicado en medio de las montañas y que es parte de la gran Hacienda de Soteapa en donde me dirigí igualmente para presentarme con el dueño de la hacienda, Don Eugenio Palacios quien me recibió como un verdadero caballero y se puso inmediatamente a mi disposición con algunos indios Sokés [zoques] y una gran provisión de víveres. Bajamos entonces todas las pendientes de la montaña a veces a caballo, a veces a pie según lo permitía el difícil sendero que seguíamos para llegar al lugar en donde el río sale de la primera Encajonada y se mete en la segunda. Cuando llegamos sin incidentes a esta zona intermedia dimos en custodia a nuestros caballos a unos indios y subimos en una canoa grande labrada en un solo tronco de caoba.
Las aguas del río borboteaban todavía muy fuerte en su salida de la primera Encajonada que es la más alta de las tres pero se tranquilizan rápidamente de manera que la navegación en la segunda Encajonada no presenta ya ninguna dificultad. Este segundo desfiladero ofrece un aspecto grandioso y de una belleza indescriptible. Aunque recorrí México de un lado al otro no dudo en considerar esta maravilla de la naturaleza como única en su género. Hasta dudo si se pueda encontrar en toda la tierra un segundo paso del río a través de las montañas que pueda ser comparado con éste. Ante la imposibilidad de presentar a nuestros lectores de la Revue d'Ethnographie toda nuestra serie de fotografías de estos lugares tan pintorescos, nos vemos limitarnos a reproducir nuestra vista de la entrada del río de Chiapa en la segunda Encajonada (figura 2). Se vincula al mismo tiempo interés arqueológico en una de estas colosales paredes por una curiosa inscripción jeroglífica que parece relacionarse con una sepultura. Desgraciadamente este monumento pictográfico perdió mucho de su importancia como consecuencia de un acto de vandalismo incalificable cometido por algunos individuos de Tuxtla. En una de las murallas del lado izquierdo se encuentra, o, más bien, se encontraba, una altura de cuarenta metros encima del nivel de las aguas, un especie notable de inscripción ideográfica compuesta por la figura en color blanco de un esqueleto humano rodeado por diferentes mamíferos, entre otros un mono rojo, una danta blanca, etc., y numerosas signos simbólicos. A mi gran disgusto, algunos años antes de mi llegada un señor Eduardo Leva en compañía de dos otros malos sujetos de Tuxtla habían emprendido una excursión en estos lugares; los tres con malas intenciones, provistos de cuerdas, de un instrumento para raspar y de un bote de pintura negra con una gran brocha, llegaron a este mismo lugar, arriesgando sus vidas, estos arqueólogos mexicanos subieron con la ayuda de las cuerdas en la pequeña prominencia rocosa que se ve debajo de la pared de las pinturas y se pusieron a raspar las imágenes para poner en letras colosales sus nombres de pillos. Dicha acción es todavía más tonta e inútil ya que estos bribones tenían en todos lados a su disposición rocas inmensas para inmortalizar sus nombres sin que fuera necesario destruir precisamente este antiguo monumento para hacerles lugar. Encontré entonces este nombre de EDUARDO LEVA desplegándose en letras de un metro de altura en medio del paño y solamente algunos restos de figuras de animales de los bordes. Esto me indignó tanto que renuncie naturalmente a reproducirlo fotográficamente, limitándome a tomar algunas vistas generales de las barrancas.24
La vista de la salida del río de la segunda Encajonada es espléndida y un poco más adelante del río entra en la tercera, que tiene mucho menos altura pero que es, sin embargo, bastante hermosa.
Tuve conocimiento en dos lugares de sepulturas monumentales, lugar de reposo, según se dice, de nobles de la nación tsendal. Uno de estos edificios funerarios se ubica entre el pueblo de Sitalá y el Rancho Boxtic. Dicen que se trata de un monumento de forma cónica encima de una estructura piramidal. En lengua tsendal se llama a este sepulcro Bololchan, lo que significa culebra enroscada lo que probablemente alude a la forma de cono de la construcción superior. El segundo monumento funerario se encuentra en San Gregorio pero parece que es menos grandioso.
El estado moderno de Chiapa se extiende hasta las orillas del Usumatsintla [Usumancinta] por lo que las ruinas de las florecientes ciudades del antiguo reino de Acallan [Acalán] se encuentran en su territorio. Es cerca de Ocotsinco [Ocosingo] y de Palenque que se ubican las ruinas más grandiosas e interesantes de la región.
Antes de la Conquista española, la república de Acallan famosa por su tráfico, formada por ricos comerciantes, tenía en sus manos todo el comercio que transitaba entre la provincias mexicanas por un lado y Yucatlan, Petén y Honduras por el otro. Estos negociantes tenían por lo tanto relaciones comerciantes en todas estas regiones y fundaron numerosos establecimientos a lo largo de las rutas de comunicación. Aprovechaban tanto como se podía los numerosos ríos de esta zona para transportar sus mercancías por medio de canoas que se llaman en mexicano acalli "casa de agua". De aquí el nombre de Acallan, "país de las canoas". Dicho comercio se interrumpió naturalmente con la llegada de los españoles; las provincias que lo alimentaban acababan de ser conquistadas y arruinadas. Por lo general se puede admitir que, en los países mexicanos, en donde pusieron el pie los cristianos, la población descendió al sexto y hasta el décimo de su número anterior. Algunas regiones fueron incluso totalmente despobladas.
El reino de Acallan tuvo esta última suerte. Era floreciente y poderoso cuando Cortés atravesó estas regiones con ocasión de su aventurera expedición desde México hasta Honduras (1524-1525), pero en poco tiempo cayó en un completo estado de barbarie. Las ciudades tan ricas y pobladas que Cortés encontró entonces en su camino están ahora sepultadas en las profundidades de la selva y, en lugar de los habitantes civilizados del Estado maya, recorren estas vastas soledades algunos raros Lacandones decadentes que se hallan en el último grado de la ignorancia humana.
Tres causas principales contribuyeron a la despoblación de México:
1. La falta de seguridad para la población en general, bajo una organización social hecha exclusivamente a favor de los usurpadores, ávidos del oro del país pero sin amor por el trabajo. Los inmigrados españoles no querían trabajar solamente querían vivir del trabajo forzado de los indígenas. Para proporcionárselos se organizaban grandes cacerías de esclavos que contribuyeron a la despoblación de provincias enteras.
2. Las epidemias introducidas en el país contra las cuales el gobierno colonial no tomaba ninguna medida higiénica y que, en pocos años, se llevaban a millones de almas.
3. La ceguera increíble de los gobernantes quienes despreciaban la riqueza principal de México, la agricultura, así como el comercio y la industria indígenas, les ponía trabas por todos los medios posibles mientras que favorecían muy especialmente la explotación minera, muchas veces tan engañosa. Un desplazamiento total de la población y de la riqueza fue la consecuencia de ello. Las regiones más fértiles, es decir las tierras bajas de las costas, que hubieran podido dar los productos más preciosos de la naturaleza fueron descuidados y se volvieron desérticas mientras que la población, empeñada en explotar las minas, se estableció de preferencia en los altiplanos y las sierras mucho menos fértiles, pero ricas en minas.
Para entender el camino seguido por Cortés a través del cacicazgo de Acallan nos permitimos dar alguna información necesaria puesto que no existe mapas exactos de estas regiones casi olvidadas. Muchos lugares, por otra parte poco reconocibles por causa de una transcripción defectuosa, de los cuales habla Cortés en su informe al emperador Carlos Quinto, han desaparecido completamente de la superficie de la tierra; otros se han conservado hasta hoy con los nombres por lo general mexicanos. Tomando estos últimos como guía no es difícil encontrar la ruta seguida por Cortés, cuando se conoce de vista estas regiones y cuando se tiene suficiente conocimiento de la lengua mexicana para poder reconocer los nombres de lugares tan diversamente ortografiados en los libros. Cortés había salido de la capital Tenochtitlán el 12 de octubre de 1524 con unos dos cientos cincuenta españoles y más de tres mil mexicanos y se había ido a la villa del Espíritu Santo, en la desembocadura de Cuauhtsacualco [Coatzacoalcos]. De este punto se encaminó con dirección al oriente siguiendo las costas del Atlántico por Tonallan [Tonalá] "lugar del sol" (tonalli, "sol") hacia la zona de Cupilco "lugar de los coleópteros brillantes" (kupitl, coleóptero brillante, luciérnaga, cocuyo). Tonalla o Tonallan (en el Atlántico) es hoy en día un pobre caserío con sólo algunas chozas; no hay que confundirlo con Tonalla o algunos poblados Pacífico. El nominativo de Cupilco se ha conservado bajo tres formas, como nombre del pueblo, de la laguna y de la barra; el pueblo de Cupilco, la laguna de Cupilco, la barra de Cupilco.
De Cupilco Cortés se dirigió hacia el sur y llegó a Istapan, "lugar de la sal" (istatl, "sal"). Todavía en nuestros días Istapan es un pueblo relativamente poblado en el estado de Tabasco, ubicado en la orilla derecha del río de Tapijulapa, "lugar (cercano al agua) de sembradores" (tlapixco, "el hombre que siembra"). Es posible que Cortés haya descansado en este lugar pero no perece que haya atravesado aquí el río con toda su columna. Siguió la orilla izquierda río arriba, pasó en Tlacotlapa [Tacotalpa, Tabasco], "lugar de los zarzares" (tlacotl, "zarzal"; tlan "tierra, suelo"; pa "en, cerca, sobre"), un pequeño pueblo que todavía existe y se adentró profundamente en las montañas. Por fin atravesó el río de Tlapixolapa [Tapijulapa] y regresó con dirección noreste para salir otra vez de las montañas.
Después de caminatas agotadoras a través de zonas inhabitadas, el pequeño ejército llegó a un gran río profundo que no puede ser otro que el río Tulijá, que tiene tanta agua, o bien un afluente del dicho Tulijá, el río de Macuspana. El atravesar esta corriente ocasionó grandes dificultades ya que no había en los alrededores ningún pueblo que hubiera podido prestar ayuda. La desesperación y el descontento se apoderaron de la columna. Los españoles sobre todo ya no querían hacer nada, y menos cuando toda esta expedición era inútil y mal planteada. Es aquí que Cuauhtemoctsin construyó con sus mexicanos el ilustre puente de madera que salvó la columna del inminente peligro de morir miserablemente en el desierto y que le permitió seguir adelante.
Por vía de mientras Cortés había mandado a su fiel capitán Bernal Díaz del Castillo hasta los pueblos más cercanos de Acallan para traer víveres a la columna hambrienta, lo que le resultó perfectamente bien. El leal historiador se muestra, con justa razón, muy orgulloso de haber cumplido tan bien esta difícil tarea.
Cortés llama a la primera aldea importante de esta zona que encontró Tisatepetitlan "lugar de la montaña de tiza" (tizatl, "tiza") en donde descansó varios días. Dicha aldea ha subsistido hasta nuestros días bajo el nombre abreviado de Tepetitlan, y este moderno Tepetitlan está ubicado en la orilla izquierda del Tulijá, a unos diez kilómetros río abajo de la desembocadura del Macuspana en el Tulija. Por otra parte, no muy lejos de dicho Tepetitlan existe un arroyo llamado por la gente de la región "Arroyo del Bayo", como recuerdo del hermoso caballo bayo que pertenecía a Cortés y que pareció atravesando dicho arroyo.
Mientras Cortés y su columna descansaban en Tisatepetitlan de las fatigas soportadas, el jefe de esta aldea le informó que una ciudad mucho más grande se encontraba cerca y que podría encontrar mejor alojamiento y más recursos si se quería trasladar allá siguiendo este consejo Cortés salió de Tisatepetitlan y emprendió su camino hacia el sureste para irse a la ciudad más grande que se la habían recomendado y que, como lo vamos a demostrar al instante, no era más que la ilustre Palenque!
Cortés aprovechó esta marcha a través de la soledad de los bosques para asesinar al caballeroso emperador del Anáhuac y los otros príncipes quienes pocos días ante les habían salvado a él y su columna de un desastre inminente pero cuya influencia sobre los mexicanos excitaba sus celos. El recuerdo del lugar en donde este vergonzoso crimen se cometió se ha perpetuado en la población de la región hasta la actualidad; lo designa por el nombre de Paso de la Cruz ya que se erigió una gran cruz de madera en el lugar en donde los príncipes del Anáhuac fueron asesinados. La cruz ha desaparecido desde hace mucho tiempo pero el nombre se le quedó al lugar y este punto se encuentra a unos veinte kilómetros al este de la actual Tepetitlan o si se prefiere, entre el rancho Los Cerrillos y la población de La Playa de Castasajá.
Esta tradición es muy importante ya que en su informe al emperador Carlos Quinto Cortés habla de ello solamente cuando sale de Izancanac [Itzamkanac] y de una manera muy vaga sin precisar el lugar en donde se consumó. Se nota que Cortés entendía perfectamente bien que los crímenes terribles con los cuales había mancillado su conquista no serían aprobados por la Corte de España, pero podía sospecharse por entonces que tres siglos más tarde un descendiente de este mismo Carlos Quinto, joven, valiente, generoso como lo era Cuauhtemoctsin, iba a ser asesinado en tierra mexicana de manera tan cobarde y miserable como lo había sido el emperador de los Aztecas. La historia de la humanidad está llena de ejemplos semejantes. ¡Querétaro es la expiación de Tisatepetitlan!
No se puede en ningún momento poner en duda que la ciudad en donde llegó entonces Cortés haya sido el Palenque de los modernos mapas; no se puede naturalmente esperar que el conquistador haya dado este nombre español a la ciudad. Llama a la ciudad en donde establece sus aposentos Teoticcac (o algo semejante). El nombre de este lugar está tan mal escrito que solamente se puede afirmar que la primer palabra es teotl, "Dios" y que la segunda empieza con te... o ti... De todos modos la circunstancia de que el nombre teotl, "Dios" se encuentra como preposición al nombre de esta ciudad indica de por sí que tenía cierta importancia política o religiosa y recuerda la existencia de numerosos templos y monumentos que han sido descubiertos allí. Me parece que nunca se preponía el nombre de teotl a los nombres de los pequeños pueblos sin relevancia.
El nombre de Palenque designa el pequeño pueblo moderno ubicado a dos leguas al este de las ruinas y cuya población ha decaído hasta trescientas almas (sin contar los habitantes de los ranchos en los alrededores) durante mi visita en 1877. El palenque es una cerca o una empalizada de madera. Por ejemplo se aplica la palabra a las arenas o salas de espectáculos construidas en madera en las cuales se pueden dar combates de toros, representaciones de circo, peleas de gallos, etc. Pero no es imposible que se encuentre en Palenque un término imitativo del nombre de lugar maya Balankan cuyo equivalente en mexicano sería Oselotitlan o Tecuantitlan y que significaría "lugar de los tigres" o bien "ciudad de Balam", ilustre héroe maya (balam=oselotl o tecuani=Feliss onza y no onca que es sólo una confusión torpe de la ç con la c de una s con k onça=onza). Por lo tanto, nada impide que el antiguo nombre mexicano de la ciudad haya sido en realidad Teotecuan con cualquier terminación de lugar. En realidad si extendemos el nombre de Palenque a la ciudad de ruinas es sólo por comodidad.
Más de un lector tendrá razón si se sorprende de que la identidad de este Teoticcac (?) con Palenque haya permanecido tanto tiempo desconocida. Esto proviene del hecho de que la mayor parte de los autores que tratan de México no tenía más que un conocimiento totalmente insuficiente de los documentos originales de la historia del país. De aquí las citas frecuentes a Palenque y de Copán cerca de las cuales hubiera pasado Cortés en su famosa campaña a las Hibueras (Honduras) sin hacerle la menor mención: prueba evidente, se decía que dichas ciudad estaba ya, en el siglo XVI, en ruinas sepultadas debajo de la vegetación de las selvas tropicales, y así sucesivamente.
Por lo que concierne a Copán todos los que se interesan por ella pueden ver claramente en las obras históricas guatemaltecas que refieren a ella, por ejemplo en Juarros (pag. 153), como, en 1530, después de la toma de Esquipulas, el capitán Hernando de Chávez marchó sobre Copán que era, por entonces, una ciudad inmensa y muy bien fortificada con una guarnición de treinta mil hombres bajo las órdenes del rey Copán Calel. Chávez acabó por tomar Copán después de varios asaltos muy sangrientos. El rey se retiró a Sitalá y acabaron por firmar la paz.
En cuanto a Palenque todo el mundo puede ahora estudiar la Quinta Carta de Cortés fechada en México del 3 de septiembre de 1526 gracias a la publicación de todas las cartas de Cortés al emperador Carlos Quinto por Pascual de Gayangos. En este ilustre informe Cortés describe muy claramente su azarosa campaña hacia las Hibueras y habla de manera muy precisa de la ciudad en donde estableció sus aposentos después de haber salido de Tisatepetitlan:
"Este es muy hermoso pueblo; Llamase Teoticcac (?); tiene muy hermosas mezquitas, en especial dos, donde nos aposentamos y echamos fuera los idolos, de que ellos no mostraron mucha pena, porque ya yo les había hablado y dado a entender el yerro en que estaban, y como no había más de un solo Dios criador de todas las cosas, y todo lo demas que cerca desto se les pudo decir, aunque después al señor principal y a todos juntos les hablé más largo. Supe dellos que una destas dos casas o mezquitas, que era la más principal dellas, estaba dedicada a una Diosa en que ellos tenían mucha fé y esperanza y que a esta no le sacrificaban sino doncellas virgenes y muy hermosas, y que si no eran tales, se irritaba mucho con ellos, y que por esto tenían siempre muy especial cuidado de las buscar tales, que ella se satisfaciese, y las criaban desde niñas las que hallaban de buen gesto para este efecto. Cerca de esta crueldad é maldad en que el demonio lo tenía enredados y engañados, les dije también lo que me pareció que convenía, de que pareció que quedaban algo satisfechos..." (Maler, 1526).
Esta descripción de Cortés se aplica perfectamente a Palenque. En efecto, aquí se encuentran además de numerosos templos y casas, dos edificios principales. Uno contiene la gran sala de las inscripciones murales, el otro es el convento de las sacerdotisas que se consideraba, sin razón hasta hoy, como el palacio de los reyes. La mayor parte de las esculturas de este edificio representa a figuras femeninas, y el hermoso cuadro en estuco de la fachada cuyo sorprendente realismo gustaba tanto a Waldeck y que representaba a una joven caída de rodillas que un sacerdote parece querer aporrear con un palo levantado, es sin dudas una alusión a un drama monacal fácil de entender.
Asimismo en su relato algo enredado, Bernal Díaz habla de este lugar cuyo nombre no sabe dar, pero consta que la ciudad en cuestión poseía un gran edificio en el cual se había establecido Cortés y en los alrededores en que se ubicaban varios templos con estatuas de dioses. El honrado historiador cuenta también que Cortés obsesionado por el remordimiento después de la masacre de los príncipes reprobada por todo el mundo, se habría levantado en medio de la noche y andando aquí y allá en estas grandes galerías, preso de una viva agitación, habría dado un paso en falso y se habría caído "dos estados" lo que le ocasionó una herida bastante grave en la cabeza que intentaba esconder a toda su gente.
Por lo tanto no debemos sorprendernos si ambos historiadores no hablan con extraordinario entusiasmo de Teoticcac-Palenque. Por lo general, los conquistadores españoles se preocupaban muy poco de estudiar la arquitectura o la escultura, todos sus pensamientos y sus esfuerzos estaban dirigidos hacia los bienes frívolos de este mundo. No hay que olvidar tampoco, por más excepcional que nos parezca hoy Palenque, que dicha ciudad se encontraba, equiparada con los grandes centros civilizados de Anáhuac, a la par de Cholulla [Cholula], Tetscoco [Texcoco] y Tenochtitlan; exactamente en proporción de Pompeya con Roma. Pompeya y Palenque eran ciudades de relativa poca importancia, como había centenares de otras, pero dado que en estas grandes capitales, después de los golpes repetidos de los conquistadores y de los cambios en las costumbres sobrevenidas en el transcurso de los siglos, casi todo ha desaparecido, la pequeña Pompeya, conservada bajo las cenizas ofrece ahora más para estudiar la antigüedad romana que la inmensa Roma. Asimismo Palenque, escondida bajo un velo siempre verde de vegetación tropical es más importante para conocer a la antigüedad americana que la ilustre Tenochtitlan de la cual, no queda una sola piedra en la superficie de la tierra!
Antes de seguir acompañando a Cortés en su marcha, me voy a permitir algunas observaciones sobre el estado actual de estas ruinas que exploré minuciosamente durante mi estancia en 1877, firmemente apoyado y protegido por el excelente prefecto de Palenque, Don Ramón Aguilar. Con mis indios y mi material fotografiado me establecí en el convento de las monjas. Desde aquí emprendía excursiones en todas las direcciones marcadas por la brújula durante veinte días consecutivos.
La ciudad cubierta por una selva tropical de un vigor incomparable se ubica en las pendientes de una cadena montañosa de poca altura del otro lado de la cual debe de encontrarse el río Chacamas [Chacamax]. La extensión de la ciudad, a lo largo de la cadena montañosa, es decir en la dirección este-oeste, no me parece sobrepasar los cuatro kilómetros. El largo de sur a norte me pareció mucho. Los vestigios de casas, total o parcialmente derrumbados, son innumerables así como los restos de basamentos, callecitas, canales, etc. A parte de esto en realidad se encuentran solamente doce construcciones monumentales, o sea edificios de piedra, que están todavía sólidamente en pie sobre sus estructuras casi siempre de forma piramidal y cuyos cuartos están recubiertos por una techumbre de piedra.
Voy a enumerarlas en seguida porque me parece que ningún viajero moderno las ha visitado todas:
1. El convento de las monjas
2. La gran sala de las inscripciones murales ubicada al sur del convento
3. El templo del "bello bajorrelieve" así llamado por Waldeck, al suroeste del convento. Desgraciadamente esta hermosa obra moldeada en estuco quizás representación de Balam "tigre", personaje ilustre en las tradiciones mayas hoy ha desaparecido con la excepción de la parte inferior del trono del tigre sobre el cual el héroe se encontraba sentado a la manera de un Buda.
4. El templo del dios de la guerra, si se le puede llamar así, por el cuadro esculpido en piedra que está encerrado en su santuario y que representa a un trofeo. Se ubica hacia el sureste.
5. El templo de la cruz n° 1 igualmente al sureste del convento.
6. El templo de la cruz n° 2 que fui el primero en dar a conocer al mundo científico. Se encuentra muy cerca de los templos 4 y 5 pero su estructura muy elevada se apoya sobre los pendientes del Cerro Alto lo que causa que se haya sustraído a las búsquedas de todos los viajeros. Los cuatro pilares frontales que sostenían antaño las bóvedas triangulares del vestíbulo se derrumbaron bajo la presión formidable de la vegetación, en cambio, la parte posterior del edificio con el santuario adornado con una escultura extremadamente notable se conservó bastante bien.
Los templos 7, 8, 9, 10, 11. A cierta distancia hacia el norte del convento, escondidos en la espesa selva, se encuentran cinco templos perfectamente bien conservados uno cerca del otro, pero todos desprovistos de representaciones en piedra o en estuco.
12. Por fin, bastante lejos del convento, casi en el límite oeste de la ciudad encontré todavía un templo que corona una pirámide maciza de pisos. Los pilares de la fachada principal conservaban todavía huellas de figuras colosales en estuco, las más grandes y perfectas de Palenque. Eran trabajadas casi a manera de alto relieve pero para mi pesar derrumbadas a excepción de los pies y de los muslos que se ven todavía delante de los pilares. Una cabeza colosal en estuco de una belleza yacía al pie de uno de estos pilares. Me la hubiera llevada con gusto pero se encontraba en tal estado de fragilidad que tuve que renunciar a ella. En los cuartos interiores de este templo cubiertos por bóvedas ojivales no se encuentra ninguna escultura.
Todas las construcciones de Palenque están hechas con piedras calizas y mortero de cal. En donde se emplearon vigas de madera, éstas han desaparecido desde hace mucho tiempo. Las estructuras son por lo general construidas con piedras cortadas; las construcciones superiores, sin ninguna excepción, en obra de albañilería con bloques revestidos de argamasa.
Lo que queda de las representaciones está cincelado sobre lozas de piedra caliza o bien modelado en estuco. El mortero de cal ha sido desvanecido sin que se le añadiera arena, es el mismo para la albañilería y la estatuaria.
En cuanto al color dado a las construcciones y a la estatuaria parece que se conservaba en gran parte el color natural del revestimiento de cal. No obstante se puede ver hasta aburrirse que la torre del convento de las monjas era encalada, tanto al exterior la torre del convento de las monjas como al interior, con rojo semejante al de Pompeya (figura 3), y que la galería de los medallones tenía una hermosa decoración polícroma ya que todas las estatuas en estuco brillaban con los colores de fuertes. No he podido encontrar huellas de colores fuertes sobre las lozas calizas esculpidas adentro de los santuarios pero he notado en algunos lugares restos de una pintura muy fina con trazos negros que servía, al parecer, para realzar y dar más nitidez a las esculturas con poco relieve. Por ejemplo, los detalles más finos de los vestidos no eran cincelados en la piedra sino dibujados con trazos negros sobre el amarillo claro de la caliza.
Las esculturas de caliza que se encuentran dentro de los edificios se conservan hasta ahora perfectamente bien y lucen como nuevas. Es cierto que se han quitado algunas de éstas pero no están perdidas. Las esculturas en estuco, al contrario, se han fragmentado y pulverizado casi totalmente, o han sido destruidas a tal grado por saqueadores que no vale la pena hacer diseños o fotografiarlas de ellas. Por lo tanto, en lo que toca a las obras de estuco, estamos obligados a remitirnos a los dibujos ejecutados por Waldeck.
No cabe la menor duda de que este viajero, durante su estancia en Palenque durante los años 1834-1835, halló las figuras de estuco en un estado de conservación mucho mejor del que se encuentran actualmente. Naturalmente no podemos esperar una precisión tal en la obra de Waldeck para que sus diseños de las inscripciones puedan servir de material para su desciframiento, empresa que exige copiarlas además de hacer el dibujo general con una exactitud muy especial.
El hecho de que Teoticcac-Palenque haya sido floreciente hasta los inicios del siglo XVI no le quita nada su romántico encanto. El mundo vegetal y animal en estos desiertos lugares es de una riqueza excepcional, de manera que el naturalista le encuentra tantos atractivos como el arqueólogo. La civilización que se manifiesta en estos templos y palacios tiene, por lo menos, un desarrollo retrospectivo más que milenario. La arquitectura de los acaltecas sin haber conocido el verdadero arte de construcción de bóvedas con hiladas dispuestas como rayos, revela sin embargo formas notables. Además de los dinteles horizontales y de las bóvedas triangulares encontramos muchas veces bóvedas ojivales; existen hileras enteras de nichos recubiertos en forma de herradura y en una de las galerías del claustro una puerta está cimbrada por un soberbio arco trilobulado. En todas estas construcciones abovedadas, las hileras de las piedras son siempre horizontales, sistema defectuoso que nunca permite cubrir espacios amplios. En cuanto a las obras de arte plástico de los acaltecas, se pueden colocar audazmente al lado de obras de esculturas asiria y egipcia sin que la diferencia, tanto en la concepción como en la ejecución, se muy notable.
Poco a poco se llega a la convicción de que la nación maya poseía sensibilidad de la belleza y de lo ideal. Es de lamentar que el arte de los mayas haya sido sofocado antes de haber llegado al último grado de su perfección mientras recorría su evolución a través de los siglos en búsqueda de la belleza. Además nada impide que el día en que México restablezca, retomando entre los pueblos de la tierra, el lugar que la gloriosa historia de su pasado le indica, recupere el hilo cortado de su antigua civilización y haga reflorecer su arte!.. Tendremos entonces un renacimiento mexicano. Renacimiento del antiguo arte mexicano.
La arquitectura de los antiguos griegos, como la de los mayas partía de un principio totalmente falso: no hacía más que traducir en piedra la construcción en madera. Los griegos al igual que los mayas, ignoraban la verdadera construcción de arcos o bóvedas en hileras inclinadas. Cuando el arte de construir las bóvedas, conocido según parece desde hacía mucho tiempo por los asirios, se generalizó en el imperio romano, dicha innovación se negó a toda combinación con el antiguo estilo falsamente desarrollado y ello fue, durante mucho tiempo, el escollo en donde encallaron los esfuerzos de los antiguos arquitectos por lo general, por lo que toca a la construcción y el desarrollo de las bóvedas, los monumentos romanos son bastante mal concebidos; por lo menos bajo este rubro, se muestran muy inferiores a las posteriores obras del arte gótico o árabe. Sin embargo después de unos mil años de olvido y abandono, la humanidad hizo renacer el antiguo arte romano-griego a pesar de su imperfección inherente; por tanto, desde hace tres siglos recorre un desarrollo ulterior que produce obras muy superiores a las de la antigua época. Lo que sucedió en Europa puede igualmente suceder algún día en América.
Me permito también la reflexión siguiente: ninguna de las esculturas de Palenque se relaciona con un culto sombrío y sanguinario mientras que en los templos modernos los españoles tan abundantemente han dotado a México, se encuentran sólo personajes horrorosamente desollados que se podrían, con justa razón, para las obras del arte indígena, catalogar con el epíteto de: ídolos horrorosos espantosos!
Regresamos con Cortés y su columna para acompañarles aun hasta Izancanac [Itzamkanac]. Por lo que toca a Izancanac el informe de Cortés dice:
"... hasta que llegamos al pueblo que se llama Izancanac, el cual es muy grande y de muchas mezquitas, y está en la ribera de un gran estero que atraviesa hasta el puerto de Términos de Xicallancoy Tabasco..."
Izancanac era entonces una ciudad grande y poblada con edificios monumentales, ubicada en la orilla izquierda del Usumatsintla [Usumacinta]. Era la capital del estado de Acallan en donde residía el rey-mercader. Bernal Díaz olvidó totalmente a dicha ciudad en su descripción claratemente confusa de la azarosa expedición. Se acuerda solamente que el lugar en donde pernoctó en las orillas del Usumacinta se encontraba al pie de altas montañas. ¿Qué pasó con este Izancanac? Hoy en día debe de estar recubierto por la magestuosa vegetación de las tierras cálidas al igual que Palenque ¿pero cuál es la razón por la cual se ha omitido hasta de las investigaciones de los exploradores?
El viajero que en nuestros días, va desde Palenque hasta el Petén atraviesa el Usumantsintla en Tenosique o río abajo cerca del rancho Monte Cristo. Las riberas bajas de Tenosique son perfectamente conocidas de los lugareños. Arriba de Tenosique el río fluye en medio de estrechos pasos llenos de rocas que hacen imposible para las embarcaciones seguir la corriente río arriba. Dicho obstáculo natural es la causa de que las orillas río arriba de Tenosique no hayan sido exploradas en los tiempos modernos. Desde hace unos diez años, los cortadores de madera, monteros, han establecido aserraderos, monterías, en los lugares desiertos arriba de Tenosique y han efectuado recorridos muy lejanos en busca de cedros, caobas, y ébanos. Fue durante uno de estos recorridos que los monteros encontraron, en la orilla izquierda del Usumancinta, muy cerca del agua, las ruinas gigantescas de una antigua ciudad en donde el Sr. Désiré Charnay emprendió, como es sabido, un viaje de exploración. ¿Esta ciudad recientemente estudiaba podría ser identificada con Izancanan [Yaxchilán], la capital de Acallan? Creo que sí. Por lo menos, en tanto no se haya descubierto otra ciudad en ruinas río abajo, es más que probable que la ciudad visitada por el Sr. Charnay sea Izancanac [Itzamkananc] que durante mucho tiempo se la considerado totalmente perdida.
El rey Apaspolon (?) [Paxbolon] puso a la disposición de Cortés en Izancanac numerosas embarcaciones así como balsas para permitir a la columna atravesar el Usumacintla. En este punto estamos obligados a separarnos de Cortés, cuyo itinerario hasta Petén-Itzá e incluso Nito, que debía de ser ubicada en el golfo de Amatique, hubiera sido muy interesante seguir. Hay en efecto, un interés muy especial con las ciudades notables que descubrió Cortés durante su exploración de la Laguna de Izabal, a través de las montañas y de las soledades de sus riberas. Todas esperan las investigaciones de exploradores del futuro. Tenemos que citar todavía un pasaje más de la narración de Cortés de su llegada a Chacujal, una de las ciudades de la región de la laguna de Izabal:
"... y con mi gente junta salí a una gran plaza donde ellos tenían sus mezquitas y oratorios y como vimos las mezquitas y los aposentos alrededor dellas a la forma y manera de Culhua [es decir del Anáhuac]25 puso nos mas espanto del que traíamos, porque hasta allí después que pasamos de Acallan, nos las habíamos visto de aquella manera..."
Este curioso pasaje demuestra claramente que Cortés consideró a los edificios de Acallan, por lo que toca a su carácter grandioso, su solidez y estilo en general, como semejante a los de las ciudades del Anáhuac y que encontró ciudades monumentales semejantes solamente en las regiones circunvecinas del lago de Izabal!
Todo este tramo del continente en donde las regiones Chiapas, Tabasco y Guatemala se unen, es decir la cuenca superior del Usumatsintla, conforman en la actualidad una terra incognita habitada solamente por algunos pocos Lacandones, representantes autónomos de la población autóctona. ¿Son estos Lacandones los descendientes degenerados de los pueblos mayas civilizados o proceden de poblaciones que nunca alcanzaron un grado superior de civilización?
Aún en la antigüedad existían, al lado de los pueblos mayas que habían alcanzado instituciones sociales avanzadas, tribus supuestamente salvajes, los Indios bárbaros de los escritores españoles, lo que sin embargo no implica en absoluto que hayan estado desprovistos de civilización. Ellos también poseían cierto grado de cultura que, sin embargo, no se elevó a la altura de la de los pueblos circunvecinos más ricos y cultos. Bernal Díaz emplea ya el nombre de Lacandones para designar a los supuestos salvajes que luchaban en contra de los mayas civilizados; lo que no impide que las actuales familias lacandonas puedan provenir de los antiguos alcatecas, de los itzáes o hasta de los kichés [quichés] de Guatemala, que hubieran bajado cada vez más en la escala de la inteligencia por el largo aislamiento en estas soledades selváticas. Dudo que exista todavía ciudades habitadas en la región de los Lacandones con casas y templos construidos en piedra; pero debe haber pueblos con viviendas más o menos numerosas, construidas de madera, sobre todo que esta gente se dedica tanto a la agricultura como a la cacería.
De vez en cuando familias lacandonas aparecen inesperadamente en Ocotsingo [Oconsingo] o en Palenque. Estos indios por lo general traen algunas especies de aves raras, cera de abeja silvestre, arcos, flechas con puntas de piedra y otras productos de las montañas. En cambio reciben de los ladinos un poco de sal, telas de algodón así como un poco de aguardiente; después de esto desaparecen de manera tan súbita como llegaron sin que nunca nadie haya podido seguirles. Esta gente habla una lengua maya muy rudimentaria por lo que parece pertenecer a la gran raza maya.
Durante su dominio de tres centurias, solamente en dos ocasiones los españoles trataron de conquistar la región Lacandona. Siempre fracasaron en sus intentos. Con relación a lo militar, los humildes hijos de los desiertos selváticos no podían, por supuesto, enfrentarse con los españoles provistos de armas de fuego; pero dado que la cifra de población de los países sometidos mermaba constantemente y que no era suficiente para cultivar las tierras ya ganadas, los conquistadores se encontraban aun más limitados para establecer nuevas colonizaciones. Hoy como antaño, las tierras de los Lacandones están abiertas y libres para quien quiere tomarlas y todo el mundo puede establecer allí una hacienda en medio de la más hermosa naturaleza tropical rodeada de valles y montañas, de lagos y ríos, pero nadie las quiere.
Por tanto, no hay que buscar la causa de las dos expediciones en el deseo de adquirir nuevas tierras; más bien fueron motivadas por el celo religioso de algunos sacerdotes fanáticos que querían a toda costa arrancar algunas almas de demonio en el país del Lacandon ya que no había más almas que salvar en México por la simple razón de que la mayor parte de la población indígena había perecido por causa de la manera extraña que usaban los españoles para salvar las almas de los pobre indios.
También la curiosidad tuvo buena parte; el encanto que siempre ejerce este misterioso país sobre la imaginación de los habitantes de las regiones circundantes para emprender exploraciones militares para conocer sus secretos. Dichas expediciones daban, por otra parte, la ocasión de sustraer un poco de dinero al gobierno para cubrir los gastos, lo que permitía a los que las organizaban recuperar su inversión!
En su Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala (Madrid 1619), la obra más considerable y razonada que haya escrito sobre esta región, el monje dominico Antonio de Remesal cuenta la manera cómo se desarrolló esta primera expedición.
Fray Domingo de Vico y Fray Andrés López, saliendo de Cobán, habían penetrado en el país de Lacandón contra los buenos consejos de cacique de Cobán Don Juan. Los Lacandones que veían naturalmente en estos sacerdotes sólo espías y precursores de una conquista española, los asesinaron inmediatamente junto con sus compañeros indios, como unos treinta. Este hecho tuvo lugar el 29 de noviembre de 1555. Es de lamentar que Fray Domingo de Vico haya perecido tan miserablemente porque era un buen hombre pero pasa siempre que la gente honrada paga por los pecados de los otros. Vico era un hombre de gran instrucción quien escribió muchas obras sobre las lenguas, la mitología y la historia india, obras que están casi todas perdidas hoy en día.
Después de este triste hecho y a consecuencia de un informe exagerado sobre las depredaciones que los Lacandones habrían cometido en las ciudades fronterizas de Chiapas, el obispo de Chiapas, Fray Tomás Casillas obtuvo dos cédulas de la corte española de 22 de enero de 1556 y del 16 de marzo de 1558 que le autorizaban emprender una campaña en contra de ellos. Por tanto, se organizó en Guatemala y bajo las órdenes del capitán general Pedro Ramírez de Quiñones, un pequeño ejército que se unió cerca de Comitlan [Comitán] a la columna formada en Chiapa por el capitán Gonzalo Dovalle. En total había más de tres mil hombres armados acompañados por numerosos cargadores. Quiñones llevaba consigo dos bergantines desarmados para poder utilizarlos en la Laguna de Lacandón. En efecto, al este de Comitlan "lugar de la cerámica" (comitl, "olla, vasija de barro") se encuentra esta laguna que es llamada con el nombre mexicano de Laguna de Tepancoapan. Este nombre significa "lugar, cerca del agua, de paredes rocosas (tepantl, "pared rocosa", tepanco, "lugar de paredes de roca", apan, "cerca del agua"). La voz maya Lacandón, Lacantún parece tener el mismo significado. Se ha dado el nombre de esta ciudad construida sobre rocas en medio de la laguna a toda la región y a la tribu independiente.
El pequeño ejército español necesitó quince días para abrirse camino a través de la selva hasta la laguna. Los españoles establecieron su campamento en las orillas del lago en frente al Lacandón asentamiento erigido sobre un peñol, rodeado por agua por todos lados y cuyas casas y templos encalados con blanco resplandecían desde lejos con la luz del sol: "...Tenían los que moraban en el peñol buenas casas, blancas y grandes". Un negrito quien tuvo la imprudencia de alejarse un poco del campamento para cortar elotes en una milpa, fue sorprendido in fraganti por el enemigo vigilante, y fue arrastrado al pueblo, inmediatamente sacrificado a los dioses y su corazón ofrendado al sol, lo que puede ser una exageración monacal. Mientras tanto, los españoles montaron uno de sus bergantines, embarcaron parte de sus fuerzas y atacaron el abrigo rocoso (1559). La ciudad fue tomada por asalto y el príncipe, gran sacerdote y unas ciento cincuenta personas fueron hechas prisioneras; la mayor parte de la gente huyó con dirección al Usumatsintla. Los templos y las casas fueron destruidos. En cambio, cuando perseguían al enemigo, los españoles sufrieron un pequeño revés en una emboscada cerca de Topiltepec. Atacaron en seguida a Pochutla que se encontraba ubicada igualmente en una pequeña isla en medio de la laguna. Este pueblo fue también ocupado luego de un combate de poca importancia. Después de dichas proezas los españoles consideraron que su tarea estaba cumplida y regresaron a Chiapa y Guatemala, en tanto que los Lacandones ocupaban otra vez su abrigo rocoso y construían nuevas casas.
En nuestros días ningún viajero ha penetrado todavía hasta dicha laguna. Se ignora lo que sucedió a Lacandón-Tepancoapan. ¿Todavía habrá hombres morando en estas casas? ¿Aún se ofrecerán sacrificios a los dioses de los Mayas? ¿O bien hace mucho tiempo que esta ciudad fue abandonada quedando desierta como tantas otras?
Numerosos peces de especies desconocidas llenaban las aguas de la laguna y, como lo narra Remesal, eran excepcional mente grandes porque los habitantes de Lacandón, encontrándose en la imposibilidad de enterrar a sus muertos en el suelo rocoso de su ciudad, los tiraban a la laguna en donde servían de comida para los peces.
Villagutierre narra los episodios de la segunda expedición contra los Lacandones en su Historia de la Conquista de la Provincia del Iztá y de la de el Lacandón (Madrid, 1700).
En la época en que Martín de Ursúa preparaba en Yucatán su expedición para conquistar al Petén-Itzá, último refugio de los mayas civilizados (hacía finales del siglo XVII), el capitán general de Guatemala, Don Jacinto Barrios estaba organizando una nueva campaña en contra de los Lacandones. Esta vez tres columnas iban a penetrar simultáneamente al país. El capitán Juan Díaz de Velasco iba a salir con una columna desde Cahabon en la provincia de Vera-Paz, el capitán Melchior Rodríguez Mazariegos con una columna desde Huehuetenanco [Huehuetenango] y Barrios mismo, con una columna desde Ocotsingo [Ocosingo]. Las tres columnas debían de ponerse en marcha simultánea desde los lugares designados el último día de febrero de 1695.
El destacamento de Díaz de Velasco llegó solamente hasta Mopán. Rodríguez Mazariegos con el cual se encontraba el provincial Diego de Ribas, se dirigió hacia las soledades pasando por Istatlan y Nolasco. En su difícil marcha encontró varias ruinas de templos y residencias abandonadas; tuvo que atravesar ríos enormes y cayó, cerca del Rio de Ocotsingo (se supone), el día de viernes santo (1695) sobre un establecimiento de Lacandones que bautizó por ello: Villa de Nuestra Señora de los Dolores!
Este establecimiento se componía de ciento tres casas, muy buenas, de las cuales cien pertenecían a los habitantes, dos, relativamente grandes, a la comunidad y una, todavía más grande, fungía como templo en donde los incorregibles sacerdotes como de costumbre, rompieron todo. Mientras tanto, Barrios avanzando difícilmente con su columna de Ocosingo llegó después de largas jornadas de marcha de cortas etapas en las riberas de un gran lago, a la orilla de una gran laguna. Allí se agarró al primer indio cuya lengua nadie entendía aunque había con Barrios hombres de todas las nacionalidades. Por fin esta columna llegó también a Dolores en donde ya acampaba la que había salido de Huehuetenanco.
Los españoles sufrieron todas las penas del mundo para retener en Dolores los Lacandones quienes, al parecer estaban mediocremente satisfechos de la llegada de los visitantes que no habían invitado en ningún modo. Villagutierre narra que Cabnal, el cacique de Dolores se había quejado amargamente que los españoles eran muy desaseados: que en la mediación de las casas se ponían a sus menesteres (señandolo con agarrarse las narices) como si no hubiera montes, campos y sabanas!
Para interrumpir un poco su aburrida vida en este pueblo, los españoles organizaron entonces una curiosa expedición. Construyeron quince piraguas para bajar el Río Grande de Lacandón y explorar el país siguiendo la corriente. El maestro de campo Alzayaga, acompañado del provincial Ribas se embarcó en estas piraguas con un número pequeño de hombres valientes (1696). Bajaron el curso del Río Grande de Lacandón hasta el potente Usumatsintla adentrándose muy lejos río arriba en el corazón del continente, explorando sus orillas derecha e izquierda. En esta ocasión, los hombres de Alzayaga encontraron una inmensa ciudad en ruinas como lo narra Villagutierre en la página 362:
"En otra salida a tierra, que hicieron algunos soldados, dieron con un sitio, que se conocía haber habido en la población muy antigua, por los muchos cimientos de piedra, y ruinas antiquissimas de edificios, que hallaron: la cual cogería más de una legua de circuito".
¿No sería dicha ciudad en ruinas la de Izancanac [Yaxchilan] caída en el olvido, es decir la misma ciudad que encontró el señor Désiré Charnay? Es muy posible. Es cierto que Villagutierre no dice si esta ciudad en ruinas se ubicaba sobre la orilla derecha o bien sobre la margen izquierda del Usumatsintla, pero de todos modos esta ciudad debería de estar ubicada muy cerca del río porque era imposible que los soldados de Alzayaga hubieran podido alejarse muchos de sus piraguas.
Alzayaga regresó con sus hombres a Dolores el 29 de abril de 1696, después de una ausencia de cincuenta y dos días. Barrios retornó al poco tiempo con el grueso de sus tropas a Guatemala, dejando Dolores bajo la custodia de los frailes dominicos protegidos por una pequeña guarnición.
Todos los esfuerzos de los dominicos para retener a los Lacandones en Dolores fueron vanos. Una familia siguiendo a otra, huían todas, prefiriendo la vida sin molestia en las selvas tropicales a las amabilidades de la dominación española. Al poco tiempo los españoles se quedaron solos en el pueblo desierto y en razón de que en donde no hay indios no hay nada que comer, así como ha sido demostrado anteriormente, si uno no se resuelve a cultivar por sí mismo la tierra lo que los españoles consideraban inferior de su dignidad se fueron para siempre del ingrato pueblo.
¡Hoy día la Villa de Nuestra Señora de los Dolores está desde hace mucho tiempo abandonada y olvidada!
1 Sobre el estado de Chiapas 1885, Con/textos 1. Seminario de Historia de la Ciencia. CONACyT/Instituto de Investigaciones Filosóficas-UNAM. La traducción corrió a cargo de M echthild Rutsch y dice haberla hecho del manuscrito original escrito en alemán depositado en el Instituto Ibero-Americano de Berlín. Su versión difiere en estilo de la que aquí presentamos.
2 Señala Leysinger, op. cit. p. 15, que llegó al estado en febrero de 1877 y que después de visitar Palenque regresó a San Cristóbal donde estuvo unos meses.
3 Sería interesante dar a conocer su Aus dem Staate Chiapa. Manuscrito de 22 fojas que se halla depositado en el Museo Etnográfico de Hamburgo (Cf. Carlos Echánove Trujillo, Dos héroes de la arqueología maya: Frederic de Waldecky Teobert Maler, 1975, Consejo Editorial de Yucatán, p. 123).
4 Echánove, op. cit, p. 71, basado en información confiable registra que estuvo allí en tres ocasiones: la primera fue del 29 de junio al 6 de julio, y luego hasta mediados de agosto.
5 "Les Explorations de Téobert Maler", Journal de la Société des Américanistes, Nouvel séries, Tome 1, No. 3, 1904, p.291. [ Links ]
6 Esto lo señala también Lesinyer, op. cit.
7 Vid "La historia de Teobert Maler", http://israstacruz.blogspot.com/2007/02/la-historia-de-teobert-maler.html [lunes 12 de febrero de 2007] [ Links ]. De acuerdo con Echánove, que es una fuente más confiable, fue una joven de Ticul, de quien dice, Maler se enamoró perdidamente. "Un buen día se enteró de que la muchacha se había casado. Desde entonces comenzó hablar de ella y hasta de Ticul" (op. át, p.117). Maler nunca se casó, mas se sabe que tuvo algunos hijos. Leysinger, op. cit. p. 12 dice que Maler "...desde un principio se desilusionó del pueblo mexicano, sobre todo de las mujeres" (énfasis mío). Refiere esta autora su relato acerca de "una mujer con la que tuvo una cita romántica... llamada María de Jesús, a quien también cortejaba un oficial...", el que luego murió. (Ibíd., p. 13).
8 Op. cit.
9 "Teobert Maler", Archaeology, october, 1991. [ Links ]
10 Los escritos de Maler, al igual que las descripciones que de él hicieron varios de sus contemporáneos, sugieren una personalidad irascible y capaz de sostener pleitos prolongados. También es cierto que sentía grandes celos hacia prácticamente todos los demás arqueólogos.
11 Buena parte de los datos provienen de los textos de Leysinyer, op. cit, Echánove, op. cit. y de la nota que escribió Ian Graham en Archaeology, octubre de 1991.
12 Aparte de la autobiografía temprana del autor, aun inédita, que escribió a la edad de 26 años (Selbstlebensbeschreibung: "Vida de mi juventud"), caben mencionar los estudios de Leysiger, op. cit., p. 8 y Echánove, op. cit, pp. 65 y 123).
13 Leysinger op. cit, abunda en estos detalles con exactitud, Echánove proporciona esta cita, Ibídem, p. 65.
14 Claude Baudez y Sidney Picasso anotan: "Pendant dix-huit mois, jusqu'à l'exécution de l'émpereur en 1867, il participe à tous les combats. Devenu civil, il voyage à travers du pays et prende de photos, sur plaques et sur pellicules, d'abord de villages, puis de ruines." Les cités perdues des Mayas, Gallimard 1987, p. 96.
15 Apud, Echánove, op. cit. p. 66.
16 Leysinder op. cit., anota que luego de haber abandonado el ejército se escondió en Texcoco hasta abril de 1868, y tras una breve estadía en México, se trasladó a Michoacán, donde estuvo tres años.
17 Esta fotografía aparece en la traducción de Rustch y corresponde a la foto número 2003.5.95 del fondo del Peabody Museum of Archaeology and Ethnology.
18 Memoire sur L'État de Chiapa (Mexique)", Revue d Ethnographie, Tome Troisième, No. III, 1884, pp.295-342, París, Ernest Leroux, Editur. Traducción de Sophia Pincemin D. y Víctor Manuel Esponda J. [ Links ]
19 Las palabras entre corchetes son agregado del editor.
20 Los párrafos en negritas aparecen tal cual en el original (nota del editor).
21 Identificado a veces como mame, cackchiquel y chuj; es empero más probable que se trate del cotoque o catuk (nota del editor).
22 En este asunto Maler estuvo mal documentado; el pueblo de Cancuc u Ocotengo fue transferido a las tierras bajas de Chatexquela o Chacté, en 1713 dándole al poblado el nombre alterno de Santo Toribio, por los buenos oficios de Cossío, asignándole en advocación a La Purísima (nota del Editor).
23 Este es Chacté, el segundo asentamiento de Cancuc, el primero estuvo a dos leguas de distancia del actual pueblo y los indios lo llaman Pohconá, donde persisten las paredes arruinadas de la vieja iglesia colonial (nota del editor).
24 Estas pinturas rupestres se encuentran en la Barranca o Cañada de Muñiz en el municipio de Osumacinta a 10 kilómetros de San Fernando y, por fortuna las pintas de Leva y compinches fueron borradas. Para ilustrar este temprano arte se reproduce fotografía moderna de este naturalísimo" mural" (nota de Esponda).
25 Esto se lo agregó Maler en su traducción francesa (nota del Editor).