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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.48 Ciudad de México ene. 2009

 

Pensamiento latinoamericano

 

Una "visión continentalista" de la filosofía: José Gaos y Francisco Romero

 

Hilda Naessens*

 

* Facultad de Humanidades, UAEM (ilsena58@yahoo.com.mx).

 

Recibido: 22 de febrero, 2008.
Aceptado: 20 de noviembre, 2008.

 

Resumen

José Gaos y Francisco Romero comparten una manera de pensar y hacer las cosas, que se manifiesta en un común interés por promover el conocimiento y recuperación de nuestras raíces y nuestro pasado filosófico a través de una historia de las ideas en América Latina, con el fin de lograr nuestra autoafirmación, autoconciencia y valoración de lo que nos constituye como latinoamericanos. Gaos y Romero sostienen que es un modo de expresar la verdad filosófica de acuerdo a nuestra manera de sentir, ver y entender esta nuestra América.

Palabras clave: Pensamiento filosófico latinoamericano, Historia de las ideas, Autoconciencia, Visión continentalista.

 

Abstract

José Gaos and Francisco Romero share a way of thinking and of doing things, that manifests in a common interest on the promotion of knowledge and the recovery of our roots and our philosophic past, by means of a history of ideas in Latin America, in order to achieve our auto affirmation, auto conscience and to value what constitute us as latinamericans. Gaos and Romero affirm that this is a way to express the philosophical truth, in accordance to our way of feel, see and understand our own America.

Key Words: Latin American philosophical thinking, History of the ideas, Auto conscience, Continental's vision.

 

INTRODUCCIÓN

En este trabajo expongo la particular idea de la filosofía que sostienen José Gaos y Francisco Romero en dos apartados y una conclusión. En el primero, planteo algunas ideas que explican el por qué hablo de una visión continentalista de la filosofía; en el segundo, analizo suscintamente algunos aspectos de la labor filosófica de José Gaos y Francisco Romero a la luz de esta noción, para finalizar, presentando las razones por las cuales sí se puede hablar de una "visión continentalista" de la filosofía en ambos autores.

 

¿QUÉ ENTIENDO POR "VISIÓN CONTINENTALISTA" DE LA FILOSOFÍA?

A lo largo de mi desarrollo profesional en torno a la filosofía, mi interés estuvo encaminado, desde un comienzo, a deslindar el concepto y la función que la filosofía ha tenido —y tiene— para quienes la han practicado y la practican entre nosotros, en América Latina; al tiempo de ir comprendiendo, cada vez con mayor profundidad, nuestra "circunstancia" que es América Latina: sus hombres, sus ideas, su pensamiento filosófico, el problema de su identidad, el problema de su existencia, entre otros. Esto me permitió ir dimensionando, cada vez más, la enorme problemática latinoamericana.

Por ello, continuando con mis investigaciones, decidí concentrarme en dos países: México y Argentina —considerados como centros de referencia fundamentales en América Latina, donde la reflexión filosófica tuvo y tiene una función de importancia—, en dos autores: José Gaos (1900–1969) y Francisco Romero (1891–1962) y en un periodo determinado: a partir de la década de los cuarenta hasta los años sesenta, por encontrarse reunida en ellos su mayor producción filosófica; dentro de la cual me centro en un aspecto: la labor que realizaron en torno a historiar las ideas filosóficas hispanoamericanas.

¿Por qué mi interés por estos autores? En primer lugar, porque ambos, desde perspectivas diferentes, promovieron un pensamiento filosófico en América Latina a través de un proceso de autoconocimiento y autoafirmación de la realidad histórica en la que se encontraban. Comprendieron que era fundamental que cada pueblo tuviera una idea clara de sí mismo, que se conociera a sí mismo para luego poder entender a otros pueblos, para reconocerse semejante a ellos. De esta manera, se enfrentaron a nuestros problemas, los de la circunstancia americana en la que se encontraban inmersos, tratando de buscar una solución a los mismos. Buscaron recuperar la conciencia del pasado para comprender el presente a través de la historia de las ideas filosóficas y así entender, desde dentro, la marcha de dicho pensamiento en Latinoamérica. Se dieron cuenta de la importancia de valorar y revalorar la obra de sus pensadores, artistas, hombres de ciencia, de recuperar el acervo de nuestra cultura, ya que la misma es expresión de nuestra realidad, de lo que nos es más inmediato y propio.

Por otro lado, en los dos países antes mencionados, gracias a la labor incansable de Gaos y Romero, se instauró un clima filosófico que trajo consigo la renovación de la filosofía y, al mismo tiempo, posibilitó un "diálogo filosófico" que trascendió más allá de las fronteras de cada país, promoviendo un importante intercambio de ideas, rompiendo así el aislamiento en que habían vivido, por muchos años, los pensadores latinoamericanos.

¿Por qué hablar de una visión continentalista? Recuerdo que, en diversas ocasiones y en diferentes lecturas sobre temas de pensamiento latinoamericano, cuando el autor se refería a las ideas filosóficas de Gaos o de Romero, utilizaba palabras tales como "continentalidad", "visión continental", "conciencia continental", "nuevas perspectivas continentales", "unión continental", "lo continental". Me llamó mucho la atención que en diferentes autores se reiterara la misma expresión, sin que dieran mayores explicaciones al respecto. Esto me llevó a preguntarme si se estarían refiriendo a un fondo común de ideas, de actitudes o de acciones que hicieran posible hablar de una "visión continentalista de la filosofía" en estos pensadores, o si dicha expresión era utilizada propiamente por Gaos y Romero.

Surgió en mí la inquietud por tratar de esclarecer ¿qué es lo que se podría entender por "visión continental" en Gaos y Romero?, ¿era una actitud?, ¿una manera de ver o hacer las cosas?, ¿un proyecto a realizar?, ¿era querer diferenciar "lo propio" de lo "ajeno"?

A partir de las lecturas que realicé surgieron en mí varias reflexiones que intentaré exponer brevemente. Me pareció observar ciertas coincidencias entre ambos pensadores. Advertí que los dos comparten la idea de que en diferentes países de América Latina, en especial en México y Argentina, se venía desarrollando un proceso de reflexión filosófica. Coinciden en considerar que hay distintas realidades y "circunstancias" que son propias de cada país, pero que pueden ser abordadas desde una misma perspectiva: la racional y, muy especialmente, a través de una Historia de las Ideas,1 pues sostienen que sólo conociendo el pasado se puede comprender y recuperar el presente.

Ambos son conscientes que su punto de partida es la filosofía occidental, en la cual tiene sus raíces la filosofía latinoamericana y que utilizan y adaptan las categorías universales para explicar la realidad americana, que tiene características peculiares que le vienen de sus particulares experiencias.

A su vez, saben que la filosofía es algo universal que no puede ser sometida a determinaciones geográficas y temporales. Su universalidad debe ser una de las aspiraciones de nuestra cultura, pero partiendo siempre de nuestra realidad. Piensan que no podemos renegar de la cultura europea pues somos sus hijos, pero ello no significa que no tengamos una personalidad propia que nos diferencie de ella. No es cuestión de negarse a asimilar las influencias, pero todo lo que hagamos será expresión de lo que nos es más inmediato y propio, o sea, a partir de la "óptica" americana.

Por otro lado, tanto Gaos como Romero quieren analizar, comprender y explicar, desde dentro, la circunstancia que es América Latina sin pretender una visión única para todo el continente americano. Estudian y analizan sus respectivos países, tratando de establecer las características esenciales de cada uno de ellos: geográficas, históricas, culturales, estilos de vida, modos de pensamiento, etc., pues entienden que esta forma de proceder es aplicable a las demás nacionalidades del mundo hispano. Para ambos, este "conocerse", valorarse y re–conocerse en sus posibilidades y limitaciones es posible gracias al ejercicio filosófico. Por ello, es fundamental lograr que la filosofía se instale como labor ordinaria de cultura, como función normal del cuerpo social, pues esto hará posible que el pensamiento filosófico hispanoamericano2 se consolide como tal, y ayudará a un importante intercambio de ideas.

Otra cuestión sobre la que reflexioné, vinculada a la categoría que venimos analizando en el caso de Gaos y Romero, fue la distinción entre "lo propio" y "lo otro", entre lo latinoamericano y lo europeo.

La dialéctica entre identidad y diferencia es un problema filosófico de capital importancia y que ha motivado grandes debates, en especial en los últimos años, en el marco del pensar latinoamericano. En América Latina, la preocupación por establecer la "mismidad americana" y su relación con la filosofía comenzó a plantearse desde los albores de nuestra independencia, lo cual señala una larga búsqueda en torno a configurar una identidad filosófica y cultural propias y una tensión activa, de posesión de un "sí mismo" que se distingue de "lo otro".

Los hombres que constituyen una sociedad tienen determinados rasgos comunes (principios de vida, costumbres, necesidades, etc.) que los diferencian de otros grupos sociales, lo cual encierra una relación permanente entre "lo propio" y "lo extraño". A su vez, también se hace presente la noción del "otro", ya que en ella desempeñan un papel fundamental la comparación con el "otro" y la utilización de mecanismos de oposición al "otro".

Jorge Larraín Ibáñez, en su libro Modernidad, razón e identidad en América Latina, sostiene que para él, en América Latina, existió siempre una "conciencia de identidad latinoamericana", articulada con las identidades nacionales, las que aluden a un núcleo humano que se ve a sí mismo como formando parte de la comunidad mundial y a la vez, como reuniendo caracteres específicos que le son comunes. De ahí que la identidad latinoamericana surge de los elementos que comparten las identidades nacionales latinoamericanas en su relación al "otro" no latinoamericano y también en relación a "otros" latinoamericanos, especialmente referido a los países vecinos, lo cual lleva a afirmar que "cada identidad nacional en América Latina tiene así un componente común latinoamericano y otro propio, específico".3 De este modo, América Latina se me presenta, a la vez, como una, pero también diversa. Esa diversidad no aparece solamente en relación con lo no–latinoamericano, sino también posee una diversidad que le es intrínseca. Cada pueblo o nación está en permanente desarrollo y crecimiento, lo cual incide notablemente en su perfil nacional. Si bien es cierto que existen ciertos rasgos propios que conforman nuestra unidad en medio de la diversidad, también hay un permanente proceso de elaboración y reelaboración de nuestra común experiencia histórica y de las peculiaridades y diferencias con otros pueblos. Es la búsqueda de nuestro modo particular de ser, donde "lo nuestro" no alude a las cosas que nos pertenecen, sino más bien expresa nuestra peculiar relación con las cosas, nuestra manera propia de vincularnos con los objetos y con los "otros".

Arturo A. Roig, en su libro Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, al hablar sobre la significación del "nosotros" dice: "lo fundamental es [...] tener en claro que la diversidad es el lugar inevitable desde el cual preguntamos y respondemos por el nosotros".4

La peculiar naturaleza del "nosotros" me lleva a una identificación con una realidad histórico–cultural que considero que posee una cierta identidad consigo misma, de tal modo que toda autoafirmación no lo es de un "yo" metafísico y absoluto, sino de un "nosotros" relativo. Esto se produce por la inserción de la individualidad en una pluralidad social e histórica. Por ello, puedo hablar de un "yo" y al mismo tiempo de un "nosotros", que devienen en una sociedad, entendida como ente histórico–cultural, la cual es percibida a partir de un determinado horizonte de comprensión desde el cual se aventura toda identificación como también toda autoafirmación del sujeto. Por lo tanto, ya no es un "yo" el que mira, sino un "nosotros" que no incluye a "todos los hombres", sino a "algunos" que miran con nosotros y que son "los de nuestra diversidad y parcialidad", con los que compartimos un sistema de códigos, el saber de una época y de una cultura.

De esta forma, cada uno de nosotros, cuando nos declaramos "latinoamericanos" lo hacemos desde una perspectiva (sea la nacionalidad, el grupo social al que pertenecemos, las tradiciones que compartimos, etc.), ya que nuestro punto de partida no es necesariamente el de todos.

Cabe señalar que ese "nosotros" se refiere a un sujeto, que si bien tiene una continuidad histórica, no siempre se ha identificado de la misma manera, vale decir, que el sujeto americano no siempre ha buscado identificarse por medio de una misma unidad referencial. De ahí que "América Latina" es "un ente histórico–cultural que se encuentra sometido, por eso mismo, a un proceso cambiante de diversificación–unificación en relación con una cierta realidad sustante".5 Ya que no siempre el punto de partida fue la misma diversidad, ni tampoco se asumió esa diversidad desde una misma idea de unidad, por lo que puede hablarse de diferentes horizontes de comprensión o, si se quiere, dirá Roig, de una "historia de los modos de unidad" desde los que se intenta alcanzar la comprensión de la diversidad.

Puedo decir, que a medida que América incorporó el pensamiento civilizador europeo y lo fue asimilando, fue también estableciendo ciertos caracteres intrínsecos, propios. Lo "nuestro" de "nuestra América" se presenta bajo un doble aspecto: por un lado, es un presente, lo dado como diversidad, y por otro lado, es un proyecto y una posibilidad futura.

Esto me lleva a pensar que aquella necesidad de "mismidad", de au–toconocimiento, que se puede percibir en Gaos y Romero tendría por finalidad, no solamente lograr una conciencia más o menos explícita de la alteridad, compartida por los integrantes de una sociedad, en cuanto a poseer rasgos afines —valores, necesidades, modos de vida— que los distinguen de otras sociedades, sino también recuperar el valor y significado del pensamiento filosófico latinoamericano frente al filosofar universal europeo. Esa "mismidad" reflejaría a ese historiador de nuestras ideas que busca comprender y hacer comprender nuestro pasado, hacer patente el espíritu que es común a nuestra América en medio de sus múltiples divergencias y distinciones. Sería también, un tomar conciencia de "nosotros mismos" en nuestra especificidad como mexicanos, argentinos, pero a su vez, formando parte de una totalidad mayor que es América Latina; sería captar lo que nos caracteriza como pueblos determinados, o sea, lo que hace que un mexicano sea mexicano y un argentino, argentino y, a la vez, ambos como hispanoamericanos.

Gaos y Romero tienen, entonces, ante sí una ardua tarea a realizar: por un lado, la necesidad de tomar conciencia de nuestro pasado; por otro, conocer el lugar que ocupamos dentro del conjunto de pueblos al que pertenecemos, que es América Latina y, por último, no perder de vista nuestra situación en relación al mundo.

Este ejercicio profesional de la filosofía sería el punto de partida para lograr una comprensión y visión más amplia y abarcadora del pensamiento filosófico latinoamericano, al conocer las ideas, el pensamiento, la filosofía de cada uno de los pueblos americanos; como también la posibilidad de lograr una unidad cultural continental que ayudaría a un mayor desarrollo intelectual de América Latina.

Por lo expuesto hasta aquí, podría decir que la "visión continentalista" abarca no sólo la toma de conciencia de todo lo que representa nuestra particular circunstancia americana, sino también un modo de expresar la verdad filosófica de acuerdo con nuestra manera de sentir, ver y entender esta nuestra América. Esto estaría señalando que esta categoría no estaría refiriéndose a un lugar geográfico determinado (el continente americano), sino a un modo de abordar las cosas, a una manera, a una perspectiva desde la cual reflexionar filosóficamente sobre nuestra realidad. En ella, el hecho de hablar un mismo idioma, sería un factor central que permitiría, a su vez, compartir algunos aspectos culturales propios de la misma lengua, y que haría posible una visión de conjunto. Parecería ser que casi en todos los que filosofan en América Latina, existirían algunos rasgos semejantes debido a las circunstancias locales e históricas que les tocó vivir, además de tener cierta predilección por determinados problemas y por hacer ver algunos aspectos de la realidad con mayor evidencia que otros, pero, por sobre todo se podría destacar en ellos un afán decisivo de buscar la verdad con sinceridad, esfuerzo y responsabilidad. Esto se vería reflejado en un accionar concreto tendiente a crear un proyecto mayor de integración cultural latinoamericano basado en la libre comunicación, el encuentro, el diálogo y la convivencia de las personas en el reino de las ideas.

En este punto es necesario señalar que José Gaos y Francisco Romero hablan, en general, del "pensamiento filosófico Hispanoamericano o Iberoamericano",6 o sea que incluyen en él al pensamiento que se desarrolla en los países de habla española, sin considerar a Brasil, dentro de la palabra "hispanoamericano" o "iberoamericano".7 Por otro lado, prefieren hablar de "pensamiento filosófico" más que de "filosofía latinoamericana", pues creen que, hasta ese momento, no se ha dado un tratamiento riguroso, metódico y sistemático de los temas filosóficos en América Latina, motivo por el cual, a través de la intensa labor que despliegan, estarían poniendo las bases para que dicha filosofía se pudiera desarrollar plenamente.

Para estos pensadores, la historia de la filosofía no es solamente una sucesión temporal de hechos, sino más bien refleja un "proceso vivo" donde el ser del hombre va desarrollándose inmerso en un tiempo especial, en una circunstancia determinada, en la que sus ideas se entretejen e interactúan con otras ideas (políticas, sociales, económicas, culturales, etc.), conformando el tejido de lo que es la vida histórica humana.

En Gaos y Romero, la búsqueda recuperativa del pasado filosófico a través de una historia de las ideas lleva a conocernos a nosotros mismos en relación con nuestra circunstancia, a comprender los hechos humanos en las modalidades particulares de una realidad que condiciona y determina acciones y pensamiento. Para ambos, la estrecha vinculación existente entre las ideas y los hechos hace imposible que unas y otros vivan aisladamente, ni tampoco que puedan ser estudiados de esa forma; las ideas se encuentran inmersas en una realidad concreta, de la cual surgen y a la cual reflejan. Responden a un contexto social e influyen en él. De ahí, el impacto que causó la actividad desarrollada por Gaos y Romero; la proyección social que tuvo la "normalidad filosófica" propuesta por Romero y "la filosofía de lo mexicano", promovida por Gaos y continuada a través de algunos miembros del grupo Hiperión.

 

ALGUNOS ASPECTOS DE LA LABOR FILOSÓFICA DESARROLLADA POR JOSÉ GAOS Y FRANCISCO ROMERO COMO REFLEJO DE UNA "VISIÓN CONTINENTALISTA" DE LA FILOSOFÍA

Tanto en Gaos como en Romero se da una manera similar de pensar y de llevar a cabo la labor que se habían propuesto, ya que ambos toman conciencia de la urgencia de recuperar nuestro pasado, nuestra tradición, a través de la historia de las ideas filosóficas, no sólo en México y en Argentina, sino también en todo el resto de Hispanoamérica, con el fin de comprender mejor nuestro presente. Advierten el valor y la importancia que tiene este proceso de recuperación para lograr un conocimiento más acabado de nuestra realidad, y su posible proyección filosófica desde la circunstancia toda que es América Latina. Por ello, ahora me toca mostrar cómo se manifiesta esa "visión continentalista" de la filosofía en nuestra América, a través del pensar y del actuar de José Gaos y Francisco Romero.

Si bien es cierto que Gaos no utiliza este término en sus escritos, creo que la idea sí está presente en su mente y en su pensamiento, a diferencia de Romero, quien sí lo emplea en algunas ocasiones, aludiendo no sólo a una actitud personal frente a su visión del pensamiento filosófico latinoamericano, sino también a una manera de ver y hacer las cosas. Creo, que tanto la forma de pensar como de actuar de ambos pone de manifiesto una percepción de la realidad y una perspectiva en sus acciones que resultan ser muy similares. No como un proyecto de unidad cultural continental, sí como un necesario ejercicio de meditación y reflexión sobre la circunstancia toda que es América, con el fin de recuperar y valorar plenamente "lo nuestro" frente a "lo otro", o sea darle el lugar que le corresponde al pensamiento latinoamericano.

Gaos llega a México hacia 1938, siendo Profesor de Filosofía; educado en España, con una formación filosófica muy influenciada por la filosofía alemana de su tiempo y muy imbuido de la filosofía orteguiana. Como bien lo manifiesta en más de una ocasión, se trasplanta a América, se asienta en México de forma "definitiva", sintiéndose un "transterrado", más que un desterrado. Comienza a tener contacto con los medios académicos mexicanos y toma conciencia de su falta de conocimientos sobre la producción filosófica hispanoamericana. En enero de 1940, algo más de un año después de su llegada a México, en carta a Romero, Gaos afirma lo siguiente:

No voy a disimularle, suponiendo que fuese posible, que mi desconocimiento de la producción filosófica hispano–americana es supino. Con tan exclusivista germanismo como el que en España nos impusimos en los últimos decenios[...] es hora de reaccionar más que enérgicamente.8

Unos renglones más abajo, refiriéndose a la filosofía en México, hace mención de Antonio Caso, Samuel Ramos, Francisco Larroyo y Eduardo García Maynez, comentando algunas opiniones personales muy favorables sobre ellos, para terminar diciendo:

Luego, algún profesor no universitario, excelente para su grado de enseñanza, por ejemplo, Romano Muñoz, y algunos estudiantes de primer orden, ciertamente –y más, nada, ni en la Universidad ni fuera de ella, ni en la capital, ni en provincias. [...]. Vasconcelos parece pertenecer ya al pasado, ser ya algo así como un clásico de las letras mexicanas. En general, vida filosófica, en cualquier sentido que fuese, no hay aquí.9

Gaos es consciente del gran vacío filosófico que existe en México y urgido por la "circunstancia" mexicana pone "manos a la obra" y se dedica a trabajar en esta dirección. Si bien es cierto que los primeros escritos que publica al llegar a México hacen referencia a temas filosóficos generales, a partir de 1940 comienzan a proliferar sus ensayos, comentarios y reseñas sobre pensadores hispanoamericanos que luego son publicados conjuntamente.

En 1944, en una ponencia titulada "El pensamiento hispanoamericano", realiza un "primer abordaje historiográfico del pensamiento hispanoamericano"10 y afirma la existencia de un pensamiento de la América española, propiamente hispanoamericano, valioso e importante históricamente.

Es interesante la Nota bibliográfica que acompaña la publicación de dicho texto, pues en ella plantea, por un lado, que la "historiografía del pensamiento hispanoamericano" en su conjunto ha sido objeto de trabajos breves y excelentes, tales como los de A. Sánchez Reulet y R. Frondizi y, por otro, que en materia de "historiografía por países" los más adelantados son Argentina, Cuba y México, mencionando numerosos autores y textos de pensadores latinoamericanos que leyó detenidamente. Para Gaos, "el aislamiento mutuo de los países de lengua española, hecho tan sorprendente como real, hace imposible por ahora toda pretensión de trabajo intelectual exhaustivo."11 De ahí, que su interés se verá reflejado en una larga lista de publicaciones y conferencias en las que abordará diversos aspectos, ideas y autores del pensamiento filosófico hispanoamericano.

¿Por qué Gaos se dedica al pensamiento hispanoamericano? Dirá que América Latina es un objeto histórico y como tal es objeto, a su vez, de historiografía, entendida ésta no sólo como simple reconstrucción del pasado, sino en vistas de construir el presente y el futuro. Tanto el pasado como el futuro sólo pueden reconstruirse por el presente, ya que éste es la única realidad. En él han de hacerse reales tanto el pasado como el futuro. De modo tal que el presente se construye a sí mismo por el pasado y por el futuro hacia el cual se siente encaminado. De esta manera, tanto el presente, como el pasado, como el futuro están relacionados entre sí en una construcción y reconstrucción mutua. De ahí, que la "historiografía es reconstrucción del pasado constructiva del presente y del futuro."12 Según lo afirma Gaos, la historiografía sobre el pensamiento hispanoamericano está por hacerse, siendo su objeto de estudio todo lo que sucedió y sucede en Iberoamérica, con la intención de "contribuir a la renovación intelectual, cultural, nacional, de la patria, a la creación de una filosofía original de la patria o siquiera hispanoamericana."13

A partir de su incorporación al medio académico y cultural en México y sumado a ello, las numerosas lecturas que realiza para ponerse "al tanto" de la producción filosófica hispanoamericana, hacen que Gaos tome conciencia, no sólo del aislamiento en el que se encontraban los pensadores latinoamericanos, sino también de la enorme tarea que se debía realizar: recuperar el pasado en función del presente y del futuro. ¿Por qué? Porque era ésta la única vía posible de conocer, recuperar y revalorar el pensamiento filosófico existente en estas latitudes, en función de crear y consolidar una filosofía propiamente latinoamericana.

Gaos advierte que se debe realizar una profunda labor de autoconocimiento y autoconciencia de nuestra realidad americana, porque a partir de allí sería posible un filosofar latinoamericano. Historiar las ideas filosóficas hispanoamericanas, aplicando al máximo el circunstancialismo orteguiano, era un deber para aquellos interesados en crear un pensamiento original, propiamente latinoamericano. Para Gaos, era necesario recuperar nuestra memoria histórica para poder entender lo que estábamos viviendo y así proyectarnos hacia el futuro. Comprendió que, sin un conocimiento detallado de lo acontecido en nuestro pasado, utilizando como herramienta de trabajo a la historia de las ideas filosóficas, no podíamos pensar en construir un pensamiento filosófico propio, en un filosofar más amplio, continental. En diversas ocasiones, al hablar de lo que había que hacer, señala que esta labor no es exclusiva de los mexicanos, sino también de los demás países de lengua española. Gaos tiene una visión generalizada de lo que ya se ha realizado y de todo lo que falta por hacer en el nivel de las ideas filosóficas en América Latina, y en ello concentra todo su empeño.

En relación a Francisco Romero podemos decir que tuvo una gran inclinación por la filosofía alemana y un gran respeto y admiración por Ortega y Gasset. Durante muchos años, la producción escrita de Romero se limitó a notas, ensayos, estudios sobre temas generales de la filosofía y sobre el pensamiento europeo en particular, pero a su vez, frente a la circunstancia cultural latinoamericana trató de fomentar la conciencia de la "incipiente tradición filosófica", exponiendo y escribiendo sobre figuras argentinas e hispanoamericanas y generando una gran labor de difusión e intercambio cultural.

Hacia 1940, en una carta dirigida a Gaos, Romero le manifiesta que le interesa "ante todo que iniciemos diálogo; un diálogo, sin duda, con los largos intervalos a que nos obliga a los dos el trabajo intenso, pero al fin y al cabo, diálogo. Por aquí, una de nuestras fatalidades es la dificultad para dialogar."14 Romero tiene un interés particular por la comunicación filosófica, por el oyente, por establecer contacto con los otros y "conversar" sobre las ideas que cada uno está desarrollando, sobre los cursos que están impartiendo, los proyectos y publicaciones que han salido a la luz. Es un incesante promotor y creador de vínculos interpersonales e incluso institucionales e interinstitucionales.

En el mismo año, Romero escribe nuevamente a Gaos:

Entre otras cosas, propenderemos a la conexión filosófica para ayudar a la constitución del "clima" adecuado en América. Estoy seguro de que se nos ayudará, y de que hasta aparecerán grupitos con preocupaciones afines en otros países. Por lo tanto, necesitamos ficha de antecedentes docentes y bibliográficos de cuántos en América se ocupan en filosofía, porque nos ponemos a crear un archivo, base de la futura difusión e información. [...] Solicitamos el auxilio de todos. También para una biblioteca de la filos. [sic] en América (todo lo publicado en tierra americana).15

Como podemos apreciar, el proyecto que se propone concretar es muy vasto, pero surge de la toma de conciencia de la necesidad de conocerse y de reunir la producción filosófica existente, ya que el conocimiento y la comunicación entre aquellos que se dedican al pensamiento filosófico en Hispanoamérica son casi nulos, opinión que comparte con Gaos.

Romero mantiene correspondencia con numerosos estudiosos y personalidades del medio cultural no sólo argentino, sino también de varios países de América Latina, de América del Norte y de Europa. Tiene una comunicación fluida en la que manifiesta el interés por lograr un estudio a fondo de las cuestiones americanas, expresando que "la necesidad de relacionar a la gente es para mí evidente", pues

Sigo con mi idea de que lo primero es reunir a la gente, intentar el conocimiento mutuo y tender a que haya una conciencia filosófica en el país. Además de reunir a la gente nuestra, tan dispersa, se puede o se debe iniciar relaciones con las de los afines. Yo ya estoy en relación con gente del Perú (1933).16

Sostiene que cada vez más le llegan otros indicios del interés filosófico, y que cada día cree más en que "tendremos a la vuelta de unos años un movimiento considerable".

Romero toma real conciencia de lo que hay que hacer, de lo que falta hacer, filosóficamente hablando, para llenar el vacío existente (en materia filosófica) en el país y fuera de él. Se da cuenta de la escasa comunicación entre los que cultivan la filosofía, de la ausencia de un ámbito filosófico en la mayoría de las universidades hispanoamericanas, de la carencia de libros de filosofía y de editoriales interesadas en publicarlos, y por ello resuelve trabajar en la superación de estas deficiencias para lograr lo que se dio en llamar la "normalidad filosófica", el cultivo normal de la filosofía por sí misma.

Romero no solamente trabaja a través de la docencia y del estímulo en pro de la difusión y profundización de los estudios filosóficos en su medio, sino también, propicia una importante vinculación filosófica interamericana gracias a varios contactos que va estableciendo con muchos corresponsales. Siente que:

Uno de los síntomas de que nuestra vocación filosófica, alimentada en todos los grandes veneros del pensamiento, ha alcanzado conciencia de sí como energía plural y unánime, es su amorosa vuelta hacia el pasado. Toda auto–conciencia, al averiguar lo que se es, plantea con ello un problema de orígenes, pregunta de dónde se viene.17

Como podemos apreciar, Romero coincide con lo expresado por Gaos: la importancia y necesidad de recuperar el pasado, como parte del proceso de autoconciencia que debe realizar todo pueblo que busca conocerse, que intenta comprender lo que le sucede y que aspira a proyectarse en una unidad más amplia, en un filosofar propiamente latinoamericano. Romero lo interpreta así al decir que "no se afirma, por ligereza o vanidad pueril, la aparición inexplicable y repentina en el área de nuestra cultura de un pensamiento robusto y autónomo", muy por el contrario, "lo existente es mucho más modesto, pero también mucho más sólido y autoriza cualquier esperanza, ya que es el supuesto indispensable para que surja y prospere a su tiempo una filosofía original."18

Por ello, Romero estaba interesado en lograr que el pensamiento de su país pudiera dialogar y ampliar su espacio comunicativo con el pensamiento existente en los otros países iberoamericanos, estimulando así el ambiente filosófico académico y extraacadémico. Vislumbró claramente los lazos culturales que unían a Argentina con los otros países de lengua española así como la urgencia de conocer y recuperar lo realizado en cada uno de ellos, en vistas de ubicarlo en el contexto del filosofar latinoamericano. Insistió reiteradas veces en la necesidad de utilizar las herramientas e instrumentos del saber universal para conocer e interpretar los problemas "más próximos y entrañables", esto es, aquellos "que más de cerca tocan a nuestra vida y a nuestro destino."19

En carta dirigida a Alfonso Reyes, Romero confiesa su convicción de que América Latina, en cuanto realidad histórico–cultural está estructurada sobre el vínculo de "un conjunto de ideas, sentimientos e instituciones comunes" cuyas raíces se encuentran en la "unidad dinámica de los problemas engendrados por la originaria manera de ser."20 De ahí que la tarea de la filosofía, a pesar de su innegable universalidad, tiene que ser encarada desde esta perspectiva propiamente latinoamericana.

A partir de lo expuesto, puedo afirmar que cuando hablo de "visión continentalista" de la filosofía en José Gaos y Francisco Romero, no sólo estoy hablando de la labor llevada a cabo por ellos para crear un ambiente filosófico en México y Argentina, sino más bien, del sentido particular que tuvo su actuar: hacernos tomar conciencia de lo existente en América Latina, de la necesidad de conocernos y reconocernos, como un modo de aceptarnos y valorarnos en lo que somos, creando así las condiciones para que se dé, posteriormente, un filosofar continental, un ejercicio filosófico en el que América Latina sea objeto de estudio, de reflexión, de compromiso intelectual.

Creo también que, a partir de la labor que Gaos y Romero desarrollaron en esta dirección, comenzaron a surgir múltiples estudios muy serios y pormenorizados sobre México y su circunstancia, sobre Argentina y su circunstancia, escritos por sus discípulos y amigos. Recordemos el grupo Hiperión, que nace bajo la tutela de Gaos —aunque luego tomó distancia de ellos— y toda la tarea que llevan a cabo sus miembros, no sólo en torno a la historia de las ideas filosóficas en México y fuera de México, sino también en la línea de un filosofar auténticamente latinoamericano. Muchos discípulos de Gaos continuaron sus estudios e investigaciones en esta dirección, como por ejemplo, lo hizo Leopoldo Zea, y muchos otros, que actualmente continúan en el mismo camino realizando importantes contribuciones al filosofar latinoamericano, en sus diferentes líneas de abordaje. En el caso de Romero, puedo decir lo mismo con respecto a sus discípulos, algunos de los cuales también han encaminado sus investigaciones en esta dirección, como por ejemplo, Juan Carlos Torchia Estrada, Eugenio Pucciarelli, Adolfo Carpio quienes han aportado y aportan aún hoy, trabajos y estudios esclarecedores sobre el tema.

Por ello sostengo que tanto en Gaos como en Romero existe y se puede hablar de "una visión continentalista" de la filosofía, que se refleja en el modo como concibieron y realizaron su labor. Historiaron las ideas filosóficas no sólo en México y Argentina, sino también en toda América Latina, con el propósito de recuperarlas y darlas a conocer, ya que forman parte de nuestro pasado, y a la vez, nos constituyen y hacen ser lo que somos. Todo ello, con el sentido de valorar lo que tenemos y somos como latinoamericanos y establecer y consolidar las bases para el surgimiento de un pensamiento filosófico propio.

 

CONCLUSIONES

Creo poder afirmar, a partir de lo explicitado a lo largo del presente trabajo, que cuando hablo de una "visión continentalista" de la filosofía en Gaos y Romero puedo resumirla en estos aspectos.

Ambos comprenden la importancia de que cada país conozca no sólo su propia producción filosófica, sino también la existente en toda Hispanoamérica, porque ello permitirá un conocimiento profundo de nuestras raíces y una recuperación de nuestra tradición.

Este autoconocimiento y autovaloración de lo que tenemos y somos será la base que hará posible la recuperación de nuestro pasado.

Tomar conciencia de nuestro pasado significa conocer y entender mejor nuestro presente en función del futuro.

Tanto Gaos como Romero promueven este proceso de autoconciencia americana pues comprenden que, a partir de un análisis pormenorizado del presente, podemos proyectarnos hacia el futuro, podemos trazar las líneas o la dirección de nuestro quehacer filosófico latinoamericano, con base en lo que ya somos y lo que queremos ser.

Ven la necesidad de crear la conciencia de lo que nos es particular, de aquellos rasgos comunes que compartimos como habitantes de países latinoamericanos tales como: la lengua, la religión, las etapas por las que atravesó la actividad filosófica en los centros más importantes de Latinoamérica, etc., que nos distinguen de los "otros" no latinoamericanos y que podrían ser las bases de una futura integración cultural.

Ambos pensadores, ante el vacío existente en materia filosófica y el aislamiento en el que vivían los que se dedicaban a la reflexión filosófica en los países de lengua española, plantean la urgencia de historiar las ideas filosóficas, como un primer paso indispensable para conocer nuestro pasado, comprender nuestro presente y así ayudar al surgimiento de un filosofar propiamente latinoamericano, que tenga por objeto de estudio a América Latina, sus problemas y su circunstancia.

Son conscientes que sólo sintiéndose parte de una tradición propia, nuestro pensamiento filosófico podrá asumirse y reconocerse como pensamiento propio y podrá ayudar a esclarecer importantes aspectos del proceso histórico del continente.

Asumen la historia de las ideas filosóficas como historia de lo propio, de nuestra particular manera de dar respuesta a las situaciones y circunstancias vividas por los pueblos latinoamericanos, donde el pensamiento ajeno ha sido adoptado y adaptado a nuestra circunstancia real, a sus problemas y necesidades según nuestro particular modo de ser.

Cuando hablo de una "visión continentalista" de la filosofía en Gaos y Romero no pretendo afirmar que ellos buscaban crear una visión única y válida para todos los países iberoamericanos.21 Tampoco quiero referirme, solamente, a la enorme y a la vez, similar labor desarrollada por ellos, en dos puntos muy distantes y con escasa comunicación entre sí. En cambio, sí quiero poner el acento en el sentido y la perspectiva de la tarea que llevaron a cabo, ya que tuvieron una visión amplia y al mismo tiempo, incluyente, una visión continental, en cuanto al sentido y la dimensión de la actividad filosófica a desarrollar, en función de la conformación de un filosofar que refleje nuestra particular manera de ser, de sentir y entender las cosas, desde nuestra realidad propiamente americana. Coincido con Arturo Ardao cuando dice que ambos "imprimieron desde el primer momento a sus empeños, un común espíritu continentalista",22 que se reflejó en la elaboración de la historia de nuestras ideas filosóficas, como condición previa para la "definición autonómica" de la filosofía latinoamericana.

Gaos y Romero son conscientes de las diferencias que existen entre los distintos países de América Latina y de éstos con los países europeos, por lo que propician que cada uno de ellos se conozca a sí mismo y recupere y valore lo que le es "propio" frente a "lo otro", no latinoamericano. Utilizan con frecuencia la palabra "nosotros", "nuestra" al referirse a lo americano y para distinguirlo fundamentalmente de lo europeo y de lo norteamericano. Saben que el pensamiento filosófico existente en América Latina no es equiparable al europeo, por ejemplo, pero no por ello es menos importante o valioso. Creen que cada país iberoamericano tiene algo que decir, algo que brindar, algo con que enriquecer, desde su perspectiva, al conjunto total del pensamiento, y con ello, realizar un aporte significativo, con sinceridad y autenticidad, desde suelo americano.

Puedo afirmar que buscan crear una conciencia plena de nuestra "mismidad" como latinoamericanos para así poder sentar las bases de una posible "unidad cultural continental" en América Latina, que no significa desconocer las particularidades de cada país, sino, por el contrario, es recuperarlas, resignificarlas y elevarlas en una totalidad mayor.

Creo poder sostener sin temor a equivocarme, que Gaos y Romero avizoraron la posibilidad de que en Latinoamérica la filosofía pudiera alcanzar, con el paso del tiempo,

una plena, madura y reflexiva originalidad, donde sus cultores, en lugar de simples repetidores de saberes ajenos, pudieran ser auténticos pensadores cuyas reflexiones brotasen del enfrentamiento y comprensión de los cruciales problemas histórico–culturales que les plantea su propio, originario e intransferible mundo.23

Tarea que se vio ampliamente reflejada en la obra filosófica de sus discípulos y continuadores.

 

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NOTAS

1 Es interesante señalar que la Historia de las ideas está en estrecha relación con la Historia de la filosofía en ambos pensadores. Romero pone de manifiesto el vínculo entre historia y filosofía en diversos trabajos, entre los que podemos citar La estructura de la historia de la filosofía y otros ensayos (Buenos Aires, Losada, 1967, 370 pp.). También analiza la importancia de la Historia de las ideas en uno de sus artículos sobre el tema, titulado "Sobre la historia de las ideas", incluido en el texto antes mencionado, afirmando que "la llamada historia de las ideas no es historia especial, sino general: de las ideas en general. No es cosa sencilla a primera vista comprender cuál sea su asunto, porque las ideas siempre tienen calificación y entran así en alguna de las historias dichas: son ideas políticas, filosóficas, científicas, religiosas, económicas, estéticas, etc.", pp. 195–196. Por otro lado, Gaos también manifiesta la relación existente entre la filosofía y su historia en varios textos, entre ellos, Confesiones profesionales. Aforística (México, UNAM, 1982, 265 pp.) y hace referencia a la marcada "dependencia en que los hechos están de las ideas", pues las ideas, de las cuales cabe hacer historia, son las ideas de los hombres concretos y de toda la realidad en la cual se hallan inmersos, del mundo en el cual son reales los hombres con sus ideas. De ahí, que la Historia de las ideas las muestra como auténticas, o sea, operando en situación, en su "función social" ". No es posible extenderme más en este tema por cuanto sería motivo de otro artículo, por lo que para ampliar información remito a las obras mencionadas en este apartado.

2 Conviene aclarar que esta expresión es utilizada por Francisco Romero en el título de uno de sus escritos de 1942, Tendencias contemporáneas en el pensamiento hispanomericano y por José Gaos en una ponencia de 1944, titulada "El pensamiento hispanoamericano".

3 Jorge Larraín Ibáñez, Modernidad, razón e identidad en América Latina, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1996, p. 122.

4 Arturo Andrés Roig, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, México, FCE, 1981, pp. 19–20.

5 Ibid., p. 24.

6 Esta expresión fue acuñada por José Gaos.

7 José Gaos en El pensamiento hispanoamericano (México, Colmex, 1943, 50 pp.), aclara que dicho pensamiento abarca el "pensamiento de los países de lengua española" que están integrados por "la América española y España", p. 27. A su vez, Francisco Romero, en su artículo "Tendencias contemporáneas en el pensamiento hispanoamericano", explícitamente señala que "estas referencias se limitan a la América de habla española, y no tienen por lo tanto en cuenta al Brasil, aunque se haga sobre él alguna indicación al paso." p. 12. Ninguno de los dos menciona ni incluye el Caribe en esta delimitación, aunque escriben artículos referidos a pensadores y escritores de esas tierras. Es conveniente mencionar que Romero también emplea la expresión "filosofía americana" al igual que las señaladas en el texto, pero no aclara la "extensión geográfica" de la misma, por lo que podría suponerse que en ella incluye a América del Norte, ya que mantuvo correspondencia con algunos de sus filósofos, pero no hemos encontrado ninguna alusión directa sobre ello.

8 Juan Carlos Torchia Estrada, "Correspondencia entre José Gaos y Francisco Romero", Inter–American Review of Bibliography, vol. 40, núm. 3, Washington, D.C., 1990, pp. 319–350. Deseo agradecer la gentileza del Dr. Torchia Estrada, quien me envío la separata de esta publicación que me fue de suma utilidad.

9 Ibid., p. 337.

10 José Gaos, "El pensamiento hispanoamericano", en Obras completas, México, UNAM, 1993,t.V,p. 26.

11 Ibid., p. 54.

12 Ibid., p. 25.

13 Ibid., p. 34.

14 Torchia, op. cit., p. 341.

15 Ibid.,p. 347.

16 María Eugenia Valentié [comp.], Alberto Rougés, Tucumán, Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán, 2000. Remito al libro antes mencionado que reúne cronológicamente la correspondencia Rougés–Romero intercalando las cartas que se escribieron por espacio de 20 años, aproximadamente.

17 Francisco Romero, "Sobre la filosofía en Iberoamérica", en Filosofía de la persona y otros ensayos de filosofía, Buenos Aires, Losada, 1944, p. 154.

18 Loc. cit.

19  Francisco Romero, "Los problemas de la filosofía de la cultura", en Filosofía contemporánea, Buenos Aires, Losada, 1944, pp. 152–153.

20  Francisco Romero, "Carta a Alfonso Reyes", en Libro Jubilar de Alfonso Reyes, México, Dirección de Difusión Cultural, 1956.

21 Recordemos que antes que Gaos y Romero, Juan Bautista Alberdi planteó el proyecto de lograr una unidad de pensamiento en América del Sur e incluso determinó los grandes rasgos que debían caracterizarla. Véase "Ideas para presidir a la confección del curso de filosofía contemporánea, en el Colegio de Humanidades, Montevideo, 1842", en Escritos póstumos, Buenos Aires, Tribuna Nacional, vol. XV, 1900.

22 Arturo Ardao, "Historia y evolución de las ideas filosóficas en América Latina", en La filosofía en América Latina. Trabajos presentados en el IX Congreso Interamericano de Filosofía, Caracas, Venezuela, Sociedad Venezolana de Filosofía, t. I, 1979.

23 Ibid., p. 64.

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