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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.55 Ciudad de México dic. 2012

 

Reseñas

 

Pablo Dávalos, La democracia disciplinaria. El proyecto posneoliberal para América Latina

 

Silvia Soriano Hernández*

 

Quito, Cooperación para el Desarrollo de la Educación Universitaria (CODEU), 2011, 381 pp.

 

*CIALC-UNAM

 

Para disertar sobre este libro se plantea un interrogante: ¿cómo integrar en una reflexión amplia y estructurada un proyecto económico de corte posterior al neoliberalismo con la propuesta política de la democracia? Pregunta difícil de responder pues, particularmente en América Latina, se escuchan, por un lado, voces desde diversos gobiernos que critican la política económica del neoliberalismo y, por el otro, elogios continuos hacia los personajes que llegan al poder mediante la vía electoral, con lenguajes novedosos y en apariencia contestatarios. Entonces, ¿existe alguna relación entre todas esas directrices económicas que, ni duda cabe, son dictadas desde organismos internacionales lejanos y los regímenes políticos que tras recientes procesos electorales han generado enormes expectativas?

Emprender esta arremetida intelectual sólo es posible si se rompe con una perspectiva que implica la unidisciplinariedad. En la medida en que quien se propone este proyecto parte de una formación económica, es posible comprender términos como ajuste estructural, especulación financiera, acumulación de capital, pago de la deuda, ajuste macro fiscal o tasas de interés, pero, en este caso, el horizonte fue mucho más amplio y el economista ecuatoriano Pablo Dávalos incorporó categorías como discurso y subjetividad —entre otras— para dar sustento a sus aseveraciones.

El discurso en el contexto de la batalla de las ideas. Si no comprendemos el discurso desde quién lo elabora, quién lo pronuncia y hacia quiénes se dirige, difícilmente podremos tener una visión integral de los mecanismos que, desde el poder, se establecen para legitimar políticas adversas a los pueblos, pero que aparecen como benévolas. Para Dávalos, los discursos fabricados desde los organismos internacionales no contienen una acción comunicativa puesto que su intención es la de manipular y administrar los consensos y los disensos. Por esto los considera con una cualidad ubicua: "Más allá de la verdad y más acá de la historia, son formas discursivas e ideológicas que se corresponden a una relación entre el orden del saber, de la verdad y del poder." Son convincentes porque nacen con la capacidad del engaño gracias a la cual se han instalado en el repertorio de amplios sectores de la sociedad. Estos discursos desde el poder influyen de forma determinante sobre la subjetividad social para generar comportamientos sociales específicos que se corresponden con lo que las políticas neoliberales requieren.

Muchos son los méritos de esta investigación cuyo resultado es por demás profundo, pero que a su vez nos invita a nuevos caminos en la comprensión de procesos que, tras una lectura simplista, lanzan las campanas al vuelo sin un entendimiento preciso de los entramados de poder que se tejen no sólo desde el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, sino desde el seno mismo de los regímenes políticos latinoamericanos que no escapan a la vorágine de dichas políticas. Y no escapan no sólo porque su arremetida es violenta y bien estructurada, sino porque no pretenden evadir esa creación que emerge desde una razón económica y porque, si bien éste es su origen, se nutre de infinidad de elementos que le confieren un carácter de ineludible, imposible mirar hacia otro lado porque hasta donde alcanza la vista, sólo esto se puede contemplar.

Una advertencia preliminar del autor nos señala sobre lo que podremos esperar de la lectura de La democracia disciplinaria. El proyecto posneoliberal para América Latina, a saber, que es en lo fundamental, un texto militante y por tanto pretende contribuir a las luchas de resistencia y liberación de nuestros pueblos y no desea limitarse a los marcos estrechos de la academia, entendida ésta como un formato institucional que utiliza el conocimiento como un recurso más del poder. Su correlato no es hablar de una academia militante, como podrían afirmar muchos, sino de separar las esferas tajantemente, pues entre la una y la otra puede formarse un abismo que lleva como corolario el objetivo final de quien se beneficia de esa construcción del conocimiento. Por ello, Dávalos indica que en la lectura encontraremos a la episteme dominante puesta bajo sospecha a lo largo de toda su exposición. Y vaya que la encontramos. Veamos entonces, cuáles son algunas de sus contribuciones.

Al desmembrar el título del libro, debemos entender dos conceptos clave: posneoliberalismo y democracia disciplinaria. Adentrémonos al primero. La acumulación de capital en la periferia da muestra de un agotamiento del modelo tradicional, el neoliberal, por lo que éste se encuentra en una fase posterior que implica por un lado la desterritorialización del Estado y, por otro, la privatización de la soberanía, donde la lucha de clases se traduce como criminalización social. De esto no se desprende que el capitalismo como sistema sea un enfermo terminal; no se ha agotado, encuentra nuevas estrategias para refuncionalizarse y el economista ecuatoriano se aboca a comprenderlas.

Para comenzar, el autor tendrá presente a lo largo de su exposición una serie de categorías como soporte teórico metodológico para fundamentar cada una de sus afirmaciones. El libro comienza tejiéndose desde lo más fino para irse complejizando en su estructura. Pero lo complejo no resulta en incomprensión. De la economía política del ajuste macrosocial llega a la democracia disciplinaria transitando por la crisis, los discursos del poder, los organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, entre otros; el Estado y su conversión en un instrumento de flexibilidad para impulsar las reformas, los derechos humanos, el territorio, la violencia, la democracia, los movimientos sociales, etcétera.

Parte de una premisa: para comprender las formas que asume el neoliberalismo en América Latina, debemos entender la acumulación del capital en su fase especulativa-financiera. Y añade una hipótesis: "[...] se asume que la política en el capitalismo implica una racionalización, justificación, legitimación y utilización estratégica de la violencia, y que esa violencia se ejerce tanto sobre los seres humanos, las sociedades y la naturaleza por medio de una serie de instrumentos, dispositivos, instituciones, prácticas, retóricas, símbolos y discursos de poder".

Volvamos entonces a las categorías que trabaja Pablo Dávalos para ilustrar un poco su contenido. El autor innova y se nutre de otros teóricos para enriquecer su exposición, incorporando la categoría 'sistema mundo' tomada de Immanuel Wallerstein para comprender lo que implica el capitalismo como globalidad, a saber: visto como un sistema social que posee límites, estructuras, grupos, reglas de legitimación y coherencia, pues su vida emerge de las fuerzas conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran, ya que cada uno de los grupos desea remodelarlo a su beneficio. Además, su superestructura política se caracteriza por estados supuestamente soberanos, definidos y limitados por su pertenencia a una red interestatal donde el equilibrio de poder garantiza que éstos no pueden transformarlo en un imperio-mundo. De allí avanza a la categoría acumulación de capital, cuyo origen se remonta al siglo XIX, para añadirle la de acumulación por desposesión, que incluye la relación centro-periferia en los procesos históricos de la acumulación a escala mundial. Esta última la retoma de David Harvey, un geógrafo que pone énfasis en la violencia sistémica que persiste en tal proceso, ya que la acumulación por desposesión define una ruta específica para la periferia en la que los mecanismos de colonización, subordinación, colonialidad y la violencia política, jurídica, epistémica son imprescindibles y permanentes. A su vez, genera una confrontación social, una lucha de clases que se traduce en resistencias que atraviesan todo el tejido social.

Esto es, al remitirse a la acumulación originaria de capital como proceso histórico (mirando a Harvey) Dávalos recupera cierta especificidad que es característica de tal momento, pero que, o no se fue del todo o volvió para quedarse: la violencia. Del filósofo italiano Antonio Gramsci retoma la categoría hegemonía vista como la condición de posibilidad de ejercer el poder a través de la violencia de los discursos y de la imposición que permite que la dominación se realice por consenso. La hegemonía que se impone desde los discursos y la creación de nociones que tienen sentido para toda la sociedad, vale decir, discursos como la reducción de la pobreza, la modernización del Estado, el desarrollo sustentable, la protección del ambiente, al poner en primer plano el combate al calentamiento global y se pregunta ¿quién podría estar en contra de tan loables objetivos?

Y a todo esto, ¿dónde está la clase obrera? La reconfiguración del mercado mundial desde el centro del sistema mundo ha conducido a un proceso político de destrucción y desmantelamiento de las capacidades políticas de la clase que alguna vez fue considerada como la llamada a terminar con el sistema de explotación inherente al capital. La reforma estructural implementada en los países latinoamericanos cumplió al eliminar las capacidades de los sindicatos y herir con ello la cualidad política de los obreros. Hemos llegado a una flexibilidad laboral absoluta, sólo basta con mirar las maquilas como espacios libres de toda contractualidad y de soberanía nacional. Y si no hay regulación social, ¿no recordamos entonces los albores del capitalismo en esa fase de la acumulación original de la que ya hablamos?

De la falta de contractualidad transita a señalar que la globalización ha re-diseñado el mapa político del mundo de acuerdo a sus requerimientos, transformando incluso el carácter del Estado nación moderno, vulnerando la soberanía política de éste, por lo que contemplamos un Estado débil, frágil, que ha cedido espacios importantes de soberanía política. Un Estado mínimo. Así llegamos a unir al Estado y al territorio, con lo que Dávalos incorpora una idea digna de destacarse: la "desterritorialización del Estado"; proyectos de inversión territorial (carreteras, puentes, etc.) de los que la globalización, a través de diferentes instituciones financieras, se apropia. Independientemente, cabe destacar, del líder político y del discurso que se enarbole, los procesos son los mismos en los diferentes países de la región. De esta privatización territorial arriba a lo que llama "servicios ambientales", que conduce a considerar a la naturaleza como parte de la acumulación y la especulación. Una mercancía más. Pero hay otra cara de la moneda y ésta es la de la resistencia de los pueblos y naciones indígenas que saben lo que el territorio significa por lo que se presentan como alteridad del capital.

En el último capítulo es donde entrelazará de forma elocuente a la violencia y el poder como dos ejes que atraviesan al posneoliberalismo. Si el autor ya había enfatizado el uso extensivo del discurso de la crisis como un mecanismo legitimador, ahora avanza al sostener que se dio un tránsito de la imposición abrupta a la manipulación estratégica. Por esto se entiende cómo los discursos del poder elaboran un marco teórico con el cual legitiman su control sobre la sociedad e, incluso, sobre aquellos líderes críticos que se dejaron envolver por un discurso atractivo pero aciago. El camino siguiente es la "colonización epistemológica a la dinámica social", en otras palabras, el control y la dominación. Así, otra categoría de la que abrevará la investigación es la de discursos de poder, como instrumentos que tienen una finalidad determinada en un espacio de relaciones de poder y contrapoder. Nacen como hijos legítimos de especialistas y tecno-políticos, como "construcciones teóricas que subordinan el régimen de verdad, a la actuación estratégica en función de la lucha de clases". Su objetivo final es neutralizar las resistencias sociales y políticas, de allí que los movimientos sociales deben dar un paso fundamental, el de deconstruir esos discursos.

Aquí Pablo Dávalos incorpora una categoría que es difícil encontrar en los textos económicos y que, una vez más, nos da cuenta del bagaje intelectual del economista ecuatoriano; habla de la memoria cultural como un ente fundamental de los seres humanos que no se limitan a ser simples consumidores. Volvemos entonces a su noción de territorio, al que la fase actual del capitalismo está tratando de convertir en un espacio vacío de historia y de memoria. El capital arremete contra los territorios porque no son sólo espacios físicos, sino construcciones culturales formadas a través de los siglos.

Asimismo rescata una categoría de su compatriota Agustín Cueva para entender los procesos democráticos de América Latina al considerarlos como "democracias restringidas". En nuestro continente, del miedo social producto de las dictaduras militares se transitó al miedo del terrorismo económico propio del neoliberalismo. Los procesos narrados por el autor no son característica exclusiva de tal o cual nación, son, con matices, parte intrínseca de los países de la región latinoamericana, sin importar si el presidente en turno se autodefine como de izquierda, de derecha o de centro. Las diferencias en este sentido son mínimas y las similitudes nos arrojan un padre común, comparten los genes y su fisonomía no les deja mentir.

Su visión crítica es digna de resaltarse, no solamente en lo que atañe a las consecuencias más incuestionables y las más ocultas de las políticas económicas instrumentadas con la complicidad de los regímenes en turno —pobreza y una exorbitante deuda externa—, sino también frente a lo que puede significar el discurso como una relación saber-poder. Discursos que han logrado disciplinar a través del consenso y que conducen a neutralizar las resistencias sociales y políticas.

Como todo buen comienzo, el cierre es el corolario que se espera de un texto bien estructurado, sólidamente argumentado y con una escritura loable. La democracia disciplinaria es la narración de clausura. Es, nos dice, el final del camino de la democracia, de la gobernabilidad y de la privatización del Estado, porque obstruye los espacios deliberativos y críticos y utiliza los sistemas electorales como dispositivos de poder que se cimentan en una "ciudadanía dócil, sumisa, disciplinada, temerosa y frágil". "La democracia disciplinaria realiza algo que fue una utopía en la década de los noventa y que el Banco Mundial no pudo conseguir: la gobernabilidad absoluta del sistema político. La estrategia es provocar el temor social y utilizar el miedo."

No es, como puede inferirse de lo antes expuesto, un libro sólo para economistas o politólogos, como podría esperarse leyendo sólo el título. Es fundamentalmente un ensayo de interpretación de la sociedad latinoamericana actual que parte de su base económica pero que no se queda allí, que analiza asimismo la superestructura y que ofrece un escenario complejo apostando por su transformación. Sólo de la comprensión se puede transitar a la modificación. El reto es inmenso pero no imposible, el tiempo de las utopías se avizora como actual, sincrónico, no sólo deseable sino realizable.

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