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Migraciones internacionales
versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906
Migr. Inter vol.5 no.4 Tijuana jul./dic. 2010
Artículos
Migrantes chiapanecos en Estados Unidos: Los nuevos nómadas laborales
Chiapas Migrants in the United States: The New Work Nomads
Alejandra Aquino Moreschi
École des Hautes Études en Sciences Sociales. Dirección electrónica: aa_moreschi@yahoo.com
Fecha de recepción: 3 de julio de 2009.
Fecha de aceptación: 11 de septiembre de 2009.
Resumen
En este artículo se analiza la experiencia migratoria de un grupo de jóvenes chiapanecos de origen tojolabal, del municipio de Las Margaritas, Chiapas, quienes emigraron a Estados Unidos entre 2003 y 2006. Estos jóvenes fueron los primeros de su pueblo en lanzarse a la aventura migratoria, lo que nos da la oportunidad de observar muy de cerca el nacimiento de un proceso migratorio transnacional en una región donde el fenómeno era inexistente. El objetivo central del artículo es mostrar cómo los jóvenes chiapanecos se las han arreglado para construir sus proyectos migratorios en un contexto marcado por condiciones sociales inestables y fragmentarias propias del actual sistema capitalista, o lo que Richard Sennet ha denominado la cultura del nuevo capitalismo, que los han obligado a cambiar de trabajo y residencia de manera permanente y a vivir en medio de la incertidumbre y el riesgo.
Palabras clave: migración internacional, nuevos flujos migratorios, capitalismo, tojolabal, Chiapas.
Abstract
This article analyzes the migratory experience of a group of Chiapanecan youngsters of Tojolabal origin from the municipality of Las Margaritas, Chiapas, who migrated to the United States between 2003 and 2006. These young people were the first people to engage in the a migration adventure, which enables us to what gives us the possibility of closely observe the emergence of a transnational migration process from an area where this kind of phenomenon had not previously existed. The main objective of this paper is to show how Chiapanecan youngsters have managed to build up their migration processes on their own within a context characterized by unstable and fragmented social conditionstypical of the present capitalist systemthat have obliged them to change their living and working places continuously, as well as living with uncertainty and at risk. In other words, the author is interested in showing the personal and collective solutions that these new migrants have found in order to adapt to and work in a context defined by what Richard Sennet has called the culture of new capitalism.
Keywords: international migration, new migration flows, capitalism, Tojolabal, Chiapas.
Introducción
La migración de chiapanecos a Estados Unidos es un fenómeno reciente que ha cobrado gran fuerza y está transformando las dinámicas locales en casi todos los municipios del estado de Chiapas. Aunque algunas fuentes registran la presencia de chiapanecos en Estados Unidos desde 1925 (Departamento de Trabajo de Estados Unidos en Jáuregui y Ávila, 2007:21)1 hasta finales de la década de los ochenta, estos desplazamientos fueron tan reducidos que pasaron prácticamente inadvertidos y no tuvieron consecuencias significativas para el estado. No fue sino hasta los años noventa cuando la migración chiapaneca se volvió visible; sin embargo, sería en la década de 2000 cuando el fenómeno se generalizaría por todo el estado y se volvería masivo (Jáuregui y Ávila, 2007; Villafuerte y García, 2006; Pickard, 2006; Rus y Rus, 2008). En la parte selvática del municipio de Las Margaritas, la migración de jóvenes de origen tojolabal comenzó a partir del año 2002. Esta migración se ha caracterizado por su alto grado de movilidad. En un corto período, ellos han transitado por, al menos, 14 diferentes estados y más de 40 localidades, siempre en busca de mejores trabajos y lugares más favorables para establecerse.
La movilidad de estos jóvenes no sólo es geográfica: ellos se mueven, de forma permanente, de un empleo a otro. A diferencia de otros grupos que han logrado establecerse en un mismo nicho laboral, los jóvenes chiapanecos de Las Margaritas han circulado por todo tipo de empleos. Han trabajado tanto en los campos de cultivo californianos como en los casinos de Biloxi, Mississippi; han pasado de cosechar jitomate en algunos ranchos de Alabama, a trabajar como obreros en fábricas de aluminio o a destazar pollos y marranos en diferentes agroindustrias de ese mismo estado; han laborado en los invernaderos de Florida; han limpiado escombros en Mississippi después del paso del huracán Katrina; han sido albañiles, trabajadores de limpieza, recamareros en hoteles de cinco estrellas, jardineros en campos de golf, etcétera. Se trata casi siempre de trabajos temporales y de tiempo parcial sin contrato ni derechos laborales, que les exigen disponibilidad y flexibilidad totales. Ellos se han convertido en una suerte de "nómadas laborales",2 pues para subsistir tienen que circular por diferentes localidades y campos de lo más variados, aunque siempre en condiciones precarias.
Todos estos jóvenes enfrentan lo que Richard Sennet (2006) denomina "la cultura del nuevo capitalismo", y que otros autores han llamado "la modernidad líquida" (Bauman, 2003) o "la sociedad del riesgo" (Beck, 2000); un sistema capitalista marcado por la irrupción de lo precario, lo impreciso y lo informal, debido a condiciones sociales inestables y fragmentarias, relaciones a corto término, gran movilidad y pérdida de toda seguridad, donde las instituciones estatales ya no le ofrecen a casi nadie un marco a largo plazo y los individuos se ven obligados a improvisar solos su propio relato de vida.
Aunque los migrantes indocumentados primo arrivants son el grupo que padece de forma más brutal las exigencias de flexibilidad y las condiciones precarias del empleo que les impone el mercado, ésta no es una situación exclusiva de ellos. Como muestra Murtz (2000:214216), una de las consecuencias de la liberalización de los mercados laborales en Estados Unidos ha sido la permanente disminución del porcentaje de relaciones de trabajo relativamente aseguradas en el plano social: en los años noventa, dos tercios de las relaciones laborales en ese país podían ser consideradas precarias o inseguras, y cada vez hay más trabajadores que, a pesar de su "flexibilidad" para tomar todo tipo de empleos, viven en los bordes del mínimo vital.
El propósito de este artículo es reconstruir un momento de la experiencia migratoria de un grupo de jóvenes chiapanecos de origen tojolabal, originarios de la parte selvática del municipio de Las Margaritas, Chiapas, que emigraron a Estados Unidos a partir de 2003. Estos jóvenes fueron los primeros de su pueblo en lanzarse a la aventura migratoria, lo que nos da la oportunidad de observar de cerca sus primeros pasos en Estados Unidos. El objetivo central del artículo es mostrar cómo los jóvenes tojolabales se las han arreglado para construir sus proyectos migratorios en el contexto capitalista actual. En otras palabras, el interés de este trabajo es señalar cuáles han sido las soluciones personales y colectivas que estos migrantes han encontrado para adaptarse y funcionar en medio de la incertidumbre y el riesgo.3
Los itinerarios migratorios: Entre la dispersión y la concentración
En la etapa actual de la migración, los jóvenes tojolabales no han podido todavía construir una única ruta migratoria colectiva por la cual transitar juntos. Cada uno ha tenido que improvisar, sobre la marcha, su propio trayecto, lo que ha provocado la dispersión del grupo en diferentes estados, entre ellos: California, Alabama, Mississippi, Louisiana, Florida, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Virginia, Virginia Occidental, Tennessee, Ohio, Pennsylvania y Nueva York (véase el mapa 1).
La ruta migratoria de estos jóvenes no ha dependido de una estrategia planeada desde el principio; más bien ha tenido que ver con las oportunidades laborales que se les presentan en el camino, los encuentros fortuitos, su capacidad para incorporarse a una red migratoria y su buen olfato para moverse en el momento oportuno y en la dirección correcta.
Para ilustrar el tipo de itinerarios migratorios que han seguido los jóvenes chiapanecos, se presenta el caso de Omar, un joven tojolabal quien, en un período de cuatro años, cruzó tres veces la frontera, recorrió nueve estados y 12 diferentes localidades. Omar emigró por primera vez a Estados Unidos en el año 2003; tenía 19 años y cruzó la frontera con más de 40 jóvenes de su región. Su primer destino fue Carolina del Sur. Ahí trabajó 20 días en un rancho, y luego otro contratista se lo llevó junto con otros dos de sus primos a Carolina del Norte, en donde trabajó dos meses en la agricultura. De ahí se fue a Virginia Occidental, después a Tennessee y finalmente hacia Pennsylvania, donde fue detenido por agentes de migración. Luego de permanecer un mes en prisión fue deportado.
Durante casi un año, Omar se quedó en su pueblo; sin embargo, cuando vio la oportunidad, volvió a emigrar porque debía mucho dinero de su primer viaje. Esta vez su destino fue California. Primero llegó a la localidad de Lamont, en el condado de Kern. Luego de un tiempo se desplazó hacia la ciudad de Stockton y trabajó ahí en varios ranchos del condado de San Joaquín. Cuando llegó el invierno y se terminó el trabajo, Omar "se desesperó" y regresó nuevamente a Chiapas. Antes de un año, Omar volvió a emigrar, sólo que en esta ocasión su primer destino fue Florida, luego estuvo en Alabama y finalmente llegó a Mississippi, donde se encuentra hasta ahora (véase el mapa 2).
Pese a su alto grado de movilidad, los migrantes tojolabales no tienen plena libertad para moverse porque son indocumentados; es decir, se pueden desplazar pero lo tienen que hacer discretamente y siempre corren el riesgo de ser expulsados, lo que les da mucha inseguridad a sus viajes.
La migración de los jóvenes tojolabales se ha caracterizado por tener períodos de dispersión provocados por factores externos, que los obligan a moverse de manera permanente en diversas direcciones. Entre esos factores podemos señalar el alza o baja de la oferta laboral y el aumento o relajamiento del control migratorio, así como períodos de concentración, en los que los jóvenes logran establecerse en grupo en un punto fijo. Entonces, aunque cada joven haya seguido su propio itinerario, encontramos dos rutas principales en su migración. La primera tiene como destino inicial a California. En este caso, los migrantes se establecen en diferentes localidades de los condados de Kern, Tulare y San Joaquín. No obstante, el principal punto de reunión ha sido la ciudad de Stockton. Posteriormente, muchos de estos jóvenes se han desplazado hacia la costa este del país, con el objetivo de salir de la agricultura y juntarse con los jóvenes tojolabales que se encontraban de ese lado. La segunda gran ruta migratoria ha sido mucho más fragmentada. En un primer momento, los jóvenes se dispersaron por diferentes estados de la costa este (Florida, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Virginia, Virginia Occidental, Tennessee, Ohio, Pennsylvania, Nueva York, Washington, Alabama, Mississippi y Louisiana). Posteriormente se establecieron en la localidad de Gadsden, Alabama y, luego del paso del huracán Katrina, se movieron masivamente hacia Biloxi, Mississippi (véase el mapa 3).
La formación de una "comunidad" y el paso del huracán Katrina
Como han señalado algunos autores, en el marco del capitalismo global, cuanto más intentan los jóvenes migrantes adaptarse y ser funcionales al nuevo contexto, más débiles se tornan sus vínculos sociales (Murtz, 2000:220). La inestabilidad y la precariedad del empleo dificultan la construcción de relaciones sociales estables y a largo plazo, así como la formación de una comunidad permanente.
Pese a las difíciles condiciones que han tenido que enfrentar, los migrantes tojolabales han hecho grandes esfuerzos por formar "comunidad". Con esto me refiero simplemente a que han tratado de reagruparse y establecerse juntos en la misma localidad para poder llevar una vida común que les ofrezca un poco de seguridad y estabilidad; es decir, por el momento, no se trata de la formación de un espacio social en el que se reproduzcan las prácticas culturales y sociales de sus pueblos, mucho menos, de una comunidad transnacional que haga posible la continuidad de la vida comunitaria del otro lado de la frontera y permita la existencia de la simultaneidad entre los pueblos de origen y destino. Más bien se trata de un esfuerzo colectivo por agruparse para poder actuar diariamente en busca de objetivos comunes, ligados principalmente a la supervivencia en el nuevo contexto. En otras palabras, la búsqueda de la comunidad debe verse como un intento de los jóvenes migrantes por hacerles frente a la incertidumbre, el riesgo y la exclusión, provocados tanto por el sistema capitalista como por las políticas migratorias. Es una forma de resistencia contra la fragmentación y la precarización de sus lazos afectivos o, como lo formula Zigmunt Bauman (2006), es una "búsqueda de seguridad en un mundo hostil".
Ahora bien, después del paso del huracán Katrina, cientos de migrantes mexicanos, entre ellos más de 70 jóvenes tojolabales de la región de la selva, llegaron a Biloxi con la esperanza de conseguir un buen trabajo. Biloxi se ubica al sur de Mississippi; es una ciudad costera con 45 670 habitantes (Advameg, Inc., 2008). Durante la década de los noventa, la economía local creció considerablemente gracias a la industria de la avicultura y la construcción de numerosos casinos y hoteles. Antes de que pasara el huracán, Biloxi no era un destino atractivo para los migrantes; se encontraba en un estado pobre (Mississippi), donde el salario mínimo era uno de los más bajos del país (cinco dólares por hora) y casi no había población latina.4 Sin embargo, ya vivían ahí dos jóvenes tojolabales, que habían llegado por casualidad para trabajar en las agroindustrias de pollo, y que fueron quienes después del paso del Katrina se comunicaron con otros jóvenes de su etnia y les hablaron de la gran oportunidad que se abría en ese momento.
Biloxi fue una de las ciudades más afectadas por el huracán. Las víctimas "invisibles" de Katrina fueron los migrantes indocumentados que se encontraban en la ciudad; para ellos no hubo ayuda humanitaria. En menos de dos semanas, los migrantes pasaron de víctimas "invisibles" y no reconocidas de Katrina, a la mano de obra que limpió y reconstruyó lo que arrasó el huracán. Al mismo tiempo que se contrataba masivamente a los migrantes para la reconstrucción de la ciudad, su llegada fue vista con recelo y hostilidad entre la población local: se les acusaba de apropiarse de los puestos de trabajo de los lugareños y precarizar los empleos. Lo que pasó en Biloxi es representativo de lo que sucede cuando un nuevo grupo se inserta en el mercado de trabajo y en la vida cotidiana de una sociedad ya de por sí polarizada.5
El trabajo en los casinos de Biloxi: Flexibilidad y precariedad
Cuando se acabó el trabajo en la limpieza de escombros, la mayor parte de los migrantes tojolabales fueron contratados por las compañías de limpieza que se encargaban de proveer la mano de obra a los casinos y hoteles. Antes del paso del huracán Katrina, las compañías de limpieza utilizaban, sobre todo, mano de obra afroamericana o blanca de escasos recursos. Después de la catástrofe, empezaron a recurrir a los emigrantes latinoamericanos. Para reclutarlos no se recurrió a formas de contratación subrepticias; más bien se trató de una contratación legal pero con documentos de identidad falsos. En ese momento, las compañías de limpieza fueron muy laxas con el control de documentos, pues la mano de obra emigrante era indispensable para reactivar la economía local.
Las empresas de subcontratación han proliferado por todo Estados Unidos, pues son una pieza clave en el proceso de flexibilización y desregularización contractual en diferentes mercados laborales. Como señala Harvey (1998:175), el cambio más radical bajo un régimen de "acumulación flexible", como el de ahora, es el aumento de la subcontratación y de los contratos de trabajo temporarios. Bajo este modelo, las empresas de subcontratación actúan como un amortiguador para proteger a las grandes corporaciones del costo de las fluctuaciones del mercado: ellas son las encargadas de proporcionar una fuerza de trabajo que pueda reclutarse y despedirse rápidamente sin generar costos.
En el contexto de Biloxi, la subcontratación de mano de obra les permite a los emporios hoteleros reducir sus costos de operación y el número de empleos fijos, así como deshacerse de sus obligaciones legales frente a los trabajadores. Las compañías de limpieza son las gestoras de una fuerza de trabajo barata, flexible y eficiente, a la que mantienen en condiciones laborales precarias, y para la cual es muy atractiva la mano de obra migrante (véase Zlolniski, 2000:67).
En un principio, el trabajo en los casinos también resultó atractivo para los migrantes chiapanecos. El trato original era que trabajarían 40 horas a la semana, cinco días de trabajo por dos de descanso, por un sueldo de 8.50 a 10 dólares por hora. El trabajo parecía estable, mejor pagado y menos pesado que los que habían tenido hasta ese momento. Sin embargo, muy pronto estos jóvenes descubrieron el lado poco glamoroso de las condiciones de trabajo en estos hoteles de lujo: para mantenerse en la compañía de limpieza, los jóvenes tenían que mostrar flexibilidad total con respecto a cualquier cambio que les exigieran.6
"Hoy me tocaba trabajar, pero el manager me dio off, y la otra semana me descansaron cuatro días", dice Oliverio, preocupado porque tiene que mandar dinero a su familia. Cada semana es la misma incertidumbre: si bien se supone que Oliverio es un empleado de tiempo completo, al comenzar la semana nunca sabe con certeza cuántos y qué días va a trabajar. Lo único claro para Oliverio es que tiene que estar disponible para cuando el manager lo llame. Hay temporadas bastante estables en las que la empresa le respeta sus días de trabajo; sin embargo, esto puede cambiar en cualquier momento, y a Oliverio no le queda más que aceptar sus días en off y ver reducidos sus ingresos considerablemente.
"La disponibilidad temporal es uno de los múltiples cambios en las políticas de flexibilidad del tiempo de trabajo" (Lallement, 2007:80). El control y la gestión del tiempo de los trabajadores representan una fuente segura de ganancia para las compañías de limpieza; no sólo se trata de racionalizar los horarios laborales o de buscar mayor productividad: se busca tener control total sobre el tiempo del trabajador, incluido el tiempo libre. Esta situación reduce su autonomía con respecto al uso de su tiempo dentro y fuera del ámbito laboral. Resulta paradójico que aunque los trabajadores se encuentren desempleados varios días a la semana, casi no tengan tiempo libre del que puedan disponer, pues siempre se trata de un tiempo incierto, definido repentinamente con base en las necesidades de las empresas. Así, la vida de los jóvenes transcurre siempre al día, sin ninguna certeza con respecto a su tiempo de trabajo y sin margen para organizar su semana ni sus envíos de dinero.
A los trabajadores también les piden flexibilidad para cambiarse de lugar o de área de trabajo. Como la misma compañía de limpieza maneja varios casinos, mueve a los empleados según sus necesidades. La movilidad permanente de un casino a otro obliga a los migrantes a desarrollar una gran capacidad de adaptación a las rutinas de trabajo, a los managers y a los nuevos compañeros. Este tipo de organización de las actividades no le permite al trabajador construir vínculos laborales duraderos ni lazos de solidaridad con el resto de los empleados; en pocas palabras, no permite que se despliegue la naturaleza social del trabajo.
La organización del trabajo al interior de los casinos
Al interior de los casinos, las relaciones sociales se organizan en función del origen étnico y el estatus migratorio de los trabajadores. Estas dos variables se combinan y dan como resultado una jerarquía laboral en la que los jóvenes chiapanecos y todos los migrantes indocumentados latinoamericanos llegados después del paso de Katrina ocupan el lugar más bajo de la escala social. Hay que señalar que dentro de las categorías clasificatorias raciales que organizan el trabajo en los casinos no se toma en cuenta la variable indígena; es decir, la racialización de los migrantes se hace únicamente en función de su origen nacional como mexicanos y no de su pertenencia a un pueblo indio como tojolabales. Aunque diferentes especialistas han mostrado cómo el factor étnico juega un papel central a lo largo del proceso migratorio (Kearney, 1995; Nagengast y Kearney, 1990; Fox y RiveraSalgado, 2004; Fox, 2006), en el caso de la migración tojolabal, la identidad étnica no ha sido determinante al momento de insertarse en el mercado de trabajo de Biloxi ni en la experiencia cotidiana del racismo.
Tampoco ha sido una identidad central para la organización de su vida diaria o para su organización política.7
Una primera situación en la que se puede ver cómo la organización del trabajo se encuentra en relación estrecha con las variables de origen y el estatus migratorio es la configuración de los turnos de trabajo. El que va de 12:00 de la noche a 8:00 de la mañana es considerado por todos los trabajadores como el más pesado e indeseable. En éste son reclutados exclusivamente migrantes mexicanos o guatemaltecos indocumentados. Por el contrario, el turno de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde está reservado para los estadunidenses del lugar. Los migrantes chiapanecos se dan cuenta de que la organización de los turnos no es fortuita. Como explica Oliverio:
En el poco tiempo que tengo aquí, lo que veo es la discriminación o el racismo. Es que no sé cómo explicarte, mira, total que [de] los que entran en el día a trabajar, la mayoría son gabachos. Y los que trabajamos de noche somos nosotros. ¿Por qué? Porque es lo más duro. Luego, también vienen las quejas sobre el aseo, viene la contradicción entre los turnos y siempre les dan a ellos la razón (Oliverio, entrevista, 2006).
La organización de los turnos de trabajo va acompañada de un trato diferenciado también en función del origen y el estatus legal. A los migrantes indocumentados y a los trabajadores latinos, los supervisores del casino les exigen más trabajo que a los otros grupos, les dejan las peores tareas y los someten a una mayor presión. Estas desigualdades en el trato de los grupos son percibidas como una ofensa directa a su honor y dignidad y como una injusticia en su contra. Para muchos jóvenes, esta situación es insoportable y se convierte en una fuente de sufrimiento y malestar. Como vemos en el siguiente testimonio, lo más duro de soportar no es la presión en sí misma, sino el hecho de saber que esa presión tiene que ver con su pertenencia a un grupo étnico y social que al interior de la sociedad estadunidense carece de derechos y, en consecuencia, de respeto social. Como explica uno de los jóvenes tojolabales:
Nosotros sentimos que nos presionan mucho. En cambio, ¿cuándo a un americano le van a decir todo eso? Y eso es lo que nos encabrona a nosotros; a ellos no les dicen nada, pero [con] nosotros como no podemos decir nada, como aquí no tenemos derechos hacen lo que quieren (Élmer, entrevista, 2006).
Al interior de los casinos, con frecuencia, los jóvenes migrantes son privados del respeto que cualquier ser humano espera de toda interacción social: regaños, insultos, maltratos son la moneda corriente en estos espacios. Como explica otro joven tojolabal:
Supuestamente mi trabajo es tener limpia la máquina donde están jugando los clientes, pero hay veces que cuando pasas limpiando hay gabachos que te dicen "shit", "fuck". Eso es como que te dicen: "Mierda, hijo de tu puta madre, no molestes, quítate", o sólo te hacen nomás una seña, y pues ya les entiendes que les estás molestando. Son formas como ellos te quieren humillar; te agreden de esa forma; esa es una manera de racismo, discriminación, pero te digo que son muy pocos los que insultan así directo; por lo general, nada más te ignoran (Oliverio, entrevista, 2006).
El testimonio de este joven resulta revelador de dos situaciones que se deben subrayar: por un lado, el hecho de que las interacciones negativas no sólo pasan por el lenguaje; basta un gesto o un movimiento corporal para que los clientes logren transmitir su desprecio a los trabajadores; por otra parte, nos habla de una situación común que padecen los migrantes: su invisibilidad; la gente hace como si no estuvieran presentes. Ignorar a alguien es un acto de no reconocimiento y una muestra de desprecio (Honneth, 2000). Todo ser humano tiene la capacidad de mostrar su indiferencia a las personas presentes, comportándose con ellos como si no estuvieran realmente ahí; se ignora al "otro" en forma intencional para mostrarle el poco valor que tiene su persona, su estatus social insignificante (Honneth, 2004:137).
La exclusión del espacio público y el repliegue en el consumo
La vida cotidiana de los migrantes chiapanecos durante su paso por Biloxi estuvo marcada por la exclusión. De hecho, la exclusión, en el sentido más amplio del término, marca la experiencia migratoria de casi todos los migrantes indocumentados. Las leyes migratorias producen su ilegalidad (De Genova, 2004) y los colocan directamente en una situación de vulnerabilidad y riesgo. Esto los condena a vivir en el encierro, el silencio y la "invisibilidad". Todos los migrantes saben que para subsistir en el nuevo contexto tienen que pasar inadvertidos, pues aunque son indispensables para el funcionamiento de la ciudad, su presencia en el espacio público provoca temor o molesta a la sociedad. La exclusión jurídica de los migrantes se materializa físicamente en su no acceso al espacio público de la ciudad. La imposibilidad de circular libremente sin correr peligro provoca que muchos migrantes se aíslen en sus departamentos. De hecho, el encierro es uno de los elementos constitutivos de la condición del indocumentado (Fassin y Morice, 2001:291).
En las ciudades con mucha población hispana, como Los Ángeles, los migrantes indocumentados logran apropiarse de algunos espacios de la ciudad, gracias a que pueden pasar inadvertidos en medio de tanta población latina. Sin embargo, en localidades como Biloxi, esto es imposible porque todavía son minorías que resultan muy "visibles", pues tienen muy poco tiempo de haber llegado. Además Biloxi y muchas otras ciudades estadounidenses son, como dice Sennet (1992), ciudades construidas para la no convivencia: sin plazas públicas, parques, centros sociales ni culturales, etcétera. En este tipo de ciudades, los únicos espacios donde se reúne la gente son aquéllos consagrados al consumo, como los centros comerciales, o bien, aquéllos dedicados a la experiencia del turismo (Sennet, 1992:16).
En Biloxi, cualquier intento por ocupar el espacio público resulta sospechoso, sobre todo cuando quienes intentan hacerlo son extranjeros. Como me cuenta un joven tojolabal: "Aquí, si te ven caminando así por la calle, luego luego sospechan de ti. Un día hasta nos paró la policía para ver qué es lo que estábamos haciendo". Otro joven me comenta: "Antes nos gustaba ir a la playa así nomás, llevar cosas de comer, unas cervezas, pero luego empezó a llegar la policía y ya por eso mejor no vamos".
La ciudad de Biloxi no cuenta con ningún espacio en el que se puedan desarrollar formas de solidaridad y reconocimiento entre las personas. Como ellos dicen: "Aquí no hay a donde ir; sólo a la WalMart, al moll, al restaurante, pero eso mucho aburre". Esta megatienda de autoservicio, supuestamente a bajos precios conocida en el mundo entero por su éxito económico, sus prácticas desleales y los bajos salarios de sus empleados, representa para muchos inmigrantes el espacio privilegiado para realizar sus compras, "salir de paseo" y "entretenerse un poco". A los jóvenes migrantes les gusta pasar horas deambulando por pasillos repletos de artículos de lo más variado y sentirse consumidores.
Como señala Bauman (2000:44), hemos pasado de una sociedad en la que predominaba la "ética del trabajo" a una en la que predomina la "estética del consumo", en la que se le impone a sus miembros la obligación de ser consumidores. En una sociedad en la que los espacios públicos se reducen a los centros comerciales, y la vida colectiva al consumo, para muchas personas, la única vía para no sentirse excluidas aunque sea por unos momentoses transitando y consumiendo en estos grandes centros comerciales junto a otros ciudadanos. El problema es que en estos espacios es imposible "construir comunidad" en el sentido rousseauniano del término, pues no son propicios para intercambiar ideas, debatir normas, confrontar valores, negociar o crear identidad.
Haciendo frente a la incertidumbre y el riesgo
Como he tratado de mostrar hasta ahora, la experiencia migratoria de los jóvenes tojolabales está atravesada por altas dosis de incertidumbre y riesgos. En este contexto, su supervivencia y funcionalidad dependen, en gran medida, de su capacidad de improvisación y de sus habilidades para movilizar los recursos que traen de sus pueblos, así como de la experiencia que van acumulando en el norte. Como sostiene Beck (2005:31), vivimos en un mundo en el que "la gente está obligada a buscar soluciones biográficas a contradicciones sistémicas". En el mismo sentido, Sennet (2006:14) señala que, ante la falta de instituciones, hoy lo que cuenta es la habilidad personal para sobrevivir en medio de estas contradicciones.
¿Cuáles han sido las soluciones personales que los jóvenes chiapanecos han encontrado para adaptarse y funcionar en un contexto inestable, precario y lleno de riesgos que los empuja a la vida nómada? Para responder esta pregunta, a continuación se presentan los "retratos" de dos jóvenes tojolabales, cada uno de los cuales se rige por una lógica diferente para sacar adelante su proyecto migratorio y sobrevivir en el nuevo contexto.
Como veremos, en estos migrantes existen dos lógicas en permanente tensión, que estructuran sus proyectos migratorios. La primera es la lógica de la satisfacción diferida. Desde esta perspectiva, las decisiones y acciones que se lleven a cabo durante su migración estarán orientadas en función de lo que esperan obtener una vez terminada la aventura migratoria; es decir, todo adquiere sentido en función de su regreso. La segunda lógica es la de la satisfacción inmediata. En ella, las acciones y decisiones de los jóvenes migrantes se orientan en función del placer que pueden obtener en el presente.
De cada una de estas lógicas se desprenden diferentes estrategias y acciones de cara a los problemas que se les presentan cotidianamente en la migración. Cabe mencionar que se ha escogido presentar casos extremos, cercanos a tipos ideales; sin embargo, en la mayor parte de las trayectorias migratorias coexisten en tensión ambas opciones.
Fermín y la lógica de la satisfacción inmediata
Fermín cruzó la frontera en febrero de 2004; no tenía un destino fijo. Dice que lo único que quería era llegar a "donde hubiera trabajo". El primer día en Estados Unidos conoció a un contratista que lo llevó a trabajar a Florida. De ahí se trasladó a Carolina del Norte, luego a Carolina del Sur, Tennessee, Georgia, Alabama y Mississippi. Gran parte de su viaje lo hizo con los amigos que fue conociendo en el camino. Se ha movido tanto, que ya no recuerda todos los lugares por los que pasó ni todos los trabajos que ha hecho. Cuando se le pregunta que por qué se movió tanto, él responde:
No sé por qué me moví tanto. Tal vez me gusta andar; creo que me gusta andar, y como siempre conocía a muchachos que ya se iban, pues decía: "Órale, ¡vámonos!". Al principio cambiaba mucho; nomás conocía a alguien y me iba con ellos. Así me la pasaba. Luego compré un carro y había muchachos que andaban conmigo porque también les gustaba viajar (Fermín, entrevista, 2006).
Aunque la propia inestabilidad de los empleos obliga a los trabajadores migrantes a moverse de localidad de forma frecuente, el grado de movilidad también depende de las decisiones personales del migrante. Aunque su margen de decisión casi siempre es estrecho, el migrante puede optar por seguir una estrategia de extrema movilidad o de asentamiento relativo. Muchos jóvenes llegan al norte con ganas de "aventura". Para ellos, el proyecto migratorio no sólo es económico, sino más bien tiene que ver con lo que expresan con la siguiente frase: "La necesidad de querer conocer" nuevos lugares. Para Fermín, el continuo movimiento se ha convertido en un estilo de vida, y lo que le resulta atractivo de Estados Unidos es que le da la posibilidad de moverse apenas se sienta insatisfecho o aburrido en el lugar en donde está. Como cuenta él mismo:
Me fui a vivir en un lugar que se llama Cokeville. Estaba bonito ese lugar, pero de ahí me aburrí y me fui a vivir en Atlanta unos 15 días. Después me aburrí y me fui a vivir en el norte de Alabama, y así me la pasaba; cuando me aburría, ¡vámonos! (Fermín, entrevista, 2006).
La posibilidad de desplazamiento le da a Fermín una sensación de libertad; sin embargo, se trata de una libertad precaria porque como él mismo dice nunca puede elegir su destino y cada desplazamiento encierra un riesgo que podría acabar en su deportación. Los migrantes se encuentran en una situación contradictoria porque para lograr mantenerse en el mercado laboral deben ser flexibles y móviles y estar dispuestos a exponerse a nuevas situaciones vitales; sin embargo, cada movimiento es muy arriesgado.
Pese al permanente cambio de residencia, cada vez que Fermín se instala en una nueva localidad, su vida transcurre más o menos igual: largas jornadas de trabajo, compensadas con noches de "diversión". El norte les ofrece a todos los jóvenes migrantes un espacio para la fiesta y el descontrol que en sus pueblos no existe. Cada semana, Fermín asistía a los bailes o conciertos "latinos" que se realizan en todas las localidades donde hay migración latinoamericana, o simplemente se quedaba tomando con sus amigos en sus departamentos. Estas fiestas constituyen unos de los pocos espacios de entretenimiento y diversión a los que pueden acceder los migrantes.8
Antes salía yo a fiestas, bailes, [con] mujeres; invitábamos a mujeres, amigas, novias; nos las llevábamos adondequiera; puro trabajo y diversión. Así me la pasaba. ¿Quién no se la va a pasar bien con una muchacha al lado? Luego me di cuenta [de] que estoy gastando mucho dinero, y me decía: "Si tan siquiera mandara yo algo" (Fermín, entrevista, 2006).
Las fiestas o los bailes no sólo son espacios centrales para la convivencia: son de los pocos ámbitos en que los jóvenes migrantes experimentan lazos de estima recíprocos, y en los que pueden tener una imagen positiva de sí mismos, alejada de las categorías negativas en las que son clasificados al interior de la sociedad estadounidense (Honneth, 2000:156).
El proyecto migratorio de Fermín se ha estructurado, en gran medida, a partir del principio de la satisfacción inmediata; es decir, de la búsqueda rápida de un bienestar que alegre su rutina, que permita olvidarse de sus problemas cotidianos y que, además, le dé prestigio al interior del grupo de migrantes. Para Fermín no tiene sentido esperar para disfrutar en el futuro. Es como si, ante tanta incertidumbre e inestabilidad, la mejor opción fuera aprovechar el momento presente; todos saben que cualquier imprevisto puede acabar instantáneamente con su "aventura migratoria", y que ni siquiera sus largas jornadas laborales y su gran "flexibilidad" les asegura el éxito de un proyecto migratorio con objetivos a largo plazo.
Desde hace cuatro años, Fermín siempre ha estado trabajando intensamente; sin embargo, no ha logrado ahorrar nada ni ha podido, con frecuencia, enviar dinero a su casa. Aunque éste era su objetivo inicial, una vez en el norte, Fermín empezó a gastar casi todo lo que ganaba. Como él mismo cuenta:
Cuando yo trabajaba en Alabama ganaba en cuatro días 450. Nomás me daban el dinero y a veces el mismo fin de semana nomás se me acaba, sólo tomando cerveza. La cerveza está barata, pero se va el dinero invitando, porque a veces uno se pasa de buena onda; a veces me hago el rico, les digo que yo lo saco y se va todo mi dinero así (Fermín, entrevista, 2006).
A los jóvenes como Fermín también les gusta adquirir diferentes bienes simbólicamente valorados, como un teléfono celular, un mp3, ropa a la moda o de marca, etcétera. El automóvil es tal vez el objeto más deseado y valorado, como afirma otro muchacho: "Yo estimo mucho mi carro; estoy muy hallado con él". El automóvil tiene una función central como medio de transporte y como fuente de prestigio, tanto en el contexto migratorio como en el comunitario. Sin embargo, el precio que hay que pagar para acceder a este objeto es alto: los migrantes gastan gran parte de su salario en los pagos de sus autos y en su mantenimiento:
Cuando llegas aquí, pues lo primero que quiere uno es comprar un carro; está bonito tener carro. Hay unos que lo toman por necesidad y hay otros que por lujo nomás. Yo quería trabajar y compré mi carro para no depender de nadie, de raite, buscar trabajo en dondequiera. Por eso me compré ese carro y me busqué ese carro, pero de ahí salgo perdiendo. Si vas pa' dondequiera, gastas mucho más de lo que vas a ganar y así, dije, mejor vendo el carro (Fermín, entrevista, 2006).
Sin embargo, lo más problemático no es lo monetario sino el riesgo que implica ponerse al volante sin licencia, sin conocimiento de las leyes de tránsito ni experiencia previa como conductores. Casi la totalidad de los incidentes con la policía que han tenido los migrantes tojolabales están relacionados con el uso del automóvil. Hay veces que por cometer pequeñas infracciones tales como no traer puesto el cinturón de seguridad o detenerse sobre los pasos peatonales, la policía los detiene y de ahí se desencadenan una serie de acontecimientos que terminan con la expropiación del automóvil y hasta la deportación del migrante.
Es importante señalar que la lógica de la satisfacción inmediata tiene menos que ver con la personalidad del trabajador que con su difícil situación social y de trabajo. Para Fermín, la movilidad, el despilfarro y la fiesta son la única forma que encuentra para funcionar en el nuevo contexto, para hacerle frente a la soledad y la exclusión a la que los exponen las políticas migratorias y económicas. Es su manera de encontrar el reconocimiento que no halla en otros espacios en esa sociedad.
En la comunidad de origen se piensa que aquel joven que "no triunfa" es porque no tuvo suficiente motivación, porque era "flojo" o "borracho"; es decir, hay una tendencia a responsabilizar totalmente al migrante de su "éxito" o "fracaso" en el norte. Desde las comunidades chiapanecas es muy difícil darse cuenta de las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes, ya que ellos mismos tratan de esconder esta imagen, y pocos hablan de los días de soledad frente al televisor, de las grandes dificultades para mantenerse en un mismo empleo, del racismo, etcétera.
La sanción familiar y comunitaria hacia aquellos que siguen la lógica de la satisfacción inmediata y no envían remesas es muy fuerte. Por eso, hay migrantes que dejan de llamar a su casa durante meses; saben que su familia les va a pedir cuentas de lo que están haciendo, sobre todo cuando el migrante tiene esposa e hijos. La presión familiar puede ser tan alta, que los jóvenes experimentan períodos de culpabilidad y arrepentimiento, en los que intentan guiar su comportamiento en el otro sentido. Como dice Fermín:
Yo ya quiero cambiar. Hoy sí le dije a mi madrecita que ahora sí tengo que ahorrar. Ella me dijo: "¿Qué pasa, hijo? ¿Por qué no haces nada?". No sé, creo no me queda el dinero en las manos, creo no tengo suerte porque veo que se acaba mi dinero y nunca mando [...] Hay algunos que sí están haciendo dinero, mandan bastante y, en cambio, hay otros que no les queda. Creo que los que mandan mucho es porque no mucho salen, no mucho gastan, o sea, tratan de ahorrar, compran sólo lo más necesario y de ahí lo que va sobrando no lo gastan; en cambio nosotros, a veces, cada fin de semana vamos a los bailes (Fermín, entrevista, 2006).
Elmer y la lógica de la satisfacción diferida
A la edad de 24 años, Élmer cruzó la frontera MéxicoEstados Unidos, en febrero de 2004, junto con otros jóvenes de María Trinidad. Desde el principio, su objetivo era llegar a Gadsden, Alabama, pues ahí se encontraba el primo que lo había ayudado a emigrar. Después de estar desempleado durante un mes y medio, Élmer encontró trabajo barriendo calles, luego se pasó a la pisca de tomate y, en cuanto tuvo oportunidad, se colocó en una granja porcina, en la que trabajó destazando puercos durante ocho meses. Diez días después de que pasó el huracán Katrina, Élmer decidió dejar Gadsden y probar suerte en Biloxi; sus primos establecidos en esta ciudad le hablaron de la gran oportunidad que eso representaba. A diferencia de Fermín y otros jóvenes, la estrategia de Élmer fue no moverse de esa ciudad, aun si sus trabajos no eran bien pagados:
Muchos amigos me invitaron a irme a otros estados pero yo no quise; mi pensamiento era aguantar lo más que pudiera en el mismo lugar, ahí con mis primos, porque si uno se anda moviendo, se pierde mucho dinero y ni siquiera sabes si te va a ir bien, si vas a encontrar trabajo, porque mira lo que me pasó cuando llegué: estuve un mes y medio sin trabajo y fue horrible y todo por no conocer, por no saber, por ser nuevo (Élmer, entrevista, 2006).
Élmer veía en cada movimiento un riesgo que prefería evitar: muchos de sus amigos fueron detenidos en medio de las carreteras, justo en el momento en que intentaban alcanzar un nuevo destino. Además, para Élmer, cada cambio de lugar significa tener que "empezar de nuevo": aprender a moverse en la ciudad, insertarse en un nuevo mercado laboral, volver a hacer amigos, conseguir una vivienda; todo eso sin ninguna garantía de que su situación mejorará con respecto al lugar anterior.
Una vez en Biloxi, Élmer empezó a trabajar limpiando escuelas y casas particulares dañadas por el huracán. Cuando el trabajo en la reconstrucción se terminó, empezó a laborar para una compañía de limpieza en un casino en el turno de la noche y, a los pocos meses, también consiguió empleo como jardinero en un campo de golf.
En la época en que se realizaba el trabajo de campo para esta investigación en Biloxi, la vida de Élmer transcurría monótona, corriendo de un empleo a otro. En las mañanas trabajaba como jardinero en un campo de golf, y en las noches se ocupaba en un casino. Sin embargo, no se queja y dice: "Yo vine a trabajar y tengo que aprovechar ahora porque esto se va a acabar, se va a acabar el trabajo o me van a pagar más baratito, así que tengo que aprovechar". Élmer era consciente de que los trabajos a los que tiene acceso siempre son temporales y, en cualquier momento, se pueden terminar.
Cuando domina la lógica de la gratificación diferida, es común que el migrante haga grandes esfuerzos por ahorrar, y la única manera de hacerlo es consiguiendo dos trabajos, llevando una vida modesta y alejándose de la tentación del consumo. Élmer se dio cuenta de esto y por eso no gasta más que el mínimo indispensable, como él mismo explica:
Uno tiene que traer en la mente bien claro lo que está haciendo. ¿Cómo le dijera?, como que a mí no me ilusionan esas cosas. Lo que me ilusiona a mí es que me dejen trabajar tranquilo. Ese es mi pensamiento. Pero a otros [muchachos] sí les ilusiona porque nosotros nunca hemos tenido dinero. Ellos nunca se han podido comprar ropa buena, botas, teléfono, de todo. Por eso llegan aquí y se lo compran, pero a mí eso no me ilusiona (Élmer, entrevista, 2006).
Además de llevar un comportamiento estricto con respecto al ahorro, Élmer no sale a ningún lado a divertirse, no consume alcohol, lleva una vida solitaria y austera que no lo hace feliz: "Yo aquí no me siento bien, no me siento contento; yo mi pensamiento es allá en México con mi familia; aquí no me gusta nada". El hecho de no participar en las "borracheras" ni en las dinámicas festivas del grupo ha tenido consecuencias directas en la vida personal de Élmer:
No sé, parece que siempre les caigo mal porque yo no tomo. Yo por eso mejor me desaparto. Yo por eso ando muy alejado de los demás. Sí les hablo, pero casi no tengo relaciones; no jalo con ellos en cuestiones de tomar, porque yo mi idea es otra; mi pensamiento es otro diferente. Yo más me jalo con el Pedro o con otros más. Con ellos empezamos a platicar de la vida que pasó, de la vida que vamos viendo, de la que va a venir, de la lucha, del futuro y del presente (Élmer, entrevista, 2006).
A los ojos de la comunidad, Élmer representa el "migrante perfecto", uno de los pocos en el pueblo que, como todos dicen: "Sí cumplió con lo que de por sí dijo". En tres años de migración logró hacer una casa grande de cemento para su familia y ahorrar varios miles de dólares. La forma en la que Élmer ha desarrollado su proyecto migratorio tiene que ver también con el papel que ha jugado su familia en el proceso. Se puede decir que ésta ha representado a la institución anclada en el largo término, lo que a Élmer le va a asegurar que, una vez en su pueblo, podrá disfrutar de los frutos de su trabajo. El padre de Élmer se ha encargado de recibir los envíos de dinero y administrarlos eficazmente. Además ha sido un sostén emocional muy importante, que le permite a Élmer seguir vinculado estrechamente con su comunidad. En cambio, cuando la familia del migrante se gasta todo el dinero que le van enviando, difícilmente, aquél podrá cumplir con sus objetivos migratorios.
El desgarramiento de la comunidad en Biloxi
Pese a los grandes esfuerzos de los migrantes tojolabales por establecerse juntos en Biloxi, Mississippi, la naciente "comunidad" fue desgarrada por los avatares del mercado laboral, el endurecimiento de las políticas migratorias locales y la crisis económica. A lo largo de 2007, los jóvenes tojolabales perdieron sus empleos, uno detrás del otro. En ese año, muchas de las familias que en 2006 fueron desplazadas por el huracán regresaron a la ciudad y retomaron sus antiguos puestos de trabajo. Además, la crisis económica generalizada en Estados Unidos comenzaba a dejar sentir sus primeros efectos sobre la industria hotelera. Otros jóvenes tojolabales, al ver sus ingresos gravemente reducidos por tantos días en off y con la disminución del salario mínimo por hora, prefirieron dejar la ciudad y continuar su migración en búsqueda de mejores lugares para establecerse.
Paralelamente a la crisis económica, los controles migratorios se reforzaron: por ejemplo, las empresas contratistas empezaron a exigir a los migrantes tarjeta de residencia y número de seguro social válidos, por lo que muchos tuvieron que dejar su empleo y luego enfrentaron grandes dificultades para conseguir otro. Así mismo, los controles policíacos se hicieron más frecuentes, por lo que muchos jóvenes tojolabales fueron detenidos en lugares como el estacionamiento de WalMart, la salida del banco, las avenidas principales de la ciudad, e incluso en sus propios departamentos. Así, a lo largo de ese año, decenas de migrantes indocumentados establecidos en Biloxi entre ellos, varios tojolabales fueron deportados. En todos los casos, su deportación estuvo precedida por períodos de 15 a dos meses en prisión, purgando "faltas menores" de tránsito o simplemente esperando a que se juntaran más trabajadores indocumentados para poder llenar los aviones para mandarlos de regreso. Actualmente quedan sólo seis jóvenes tojolabales en Biloxi, Mississippi; el resto de ellos fueron deportados o se encuentran otra vez dispersos en diferentes estados, y no han podido volver a formar otra comunidad.
Conclusiones
En este artículo se ha presentado una suerte de etnografía del capitalismo global, visto desde la perspectiva de un grupo de migrantes tojolabales del municipio de Las Margaritas, cuya migración data del año 2003. La experiencia de los migrantes tojolabales nos permitió observar detalladamente cómo se expresan, en la vida cotidiana de la gente, las exigencias de flexibilidad del mercado y las condiciones precarias e inestables del empleo. Aunque el ejemplo de los tojolabales es un caso extremo pues se trata de una migración reciente, sin redes migratorias sólidas ni experiencia colectiva previa como migrantes, nos permite aproximarnos a la experiencia de un número cada vez más elevado de trabajadores que enfrentan cotidianamente las consecuencias de la liberalización de los mercados laborales en Estados Unidos. Además, nos permite comenzar a explorar, desde una perspectiva etnográfica, un nuevo fenómeno migratorio: la migración chiapaneca a Estados Unidos.
En el artículo se trató de mostrar cómo, ante la falta de redes migratorias sólidas y de una experiencia colectiva como migrantes internacionales, la migración de los jóvenes tojolabales se ha caracterizado por un alto grado de dispersión y movilidad geográfica y laboral. Para mantenerse dentro del mercado de trabajo y llevar a cabo su proyecto migratorio, los migrantes tojolabales han tenido que convertirse en una especie de nómadas laborales, es decir, en una fuerza de trabajo flexible y precaria, con disposición para circular por varios estados del país y para cambiar de empleo de manera permanente. Su migración contrasta con la de aquellos migrantes de larga data que pese a que también se enfrentan diariamente a las exigencias de flexibilidad del mercado capitalistapudieron encontrar empleos más estables y, sobre todo, lograron establecerse juntos en la misma localidad, formando, incluso, comunidades "hijas", que les permiten llevar una vida transnacional.
Para realizar su proyecto migratorio en un contexto lleno de riesgo e incertidumbre, los jóvenes tojolabales han seguido dos lógicas en permanente tensión: la lógica de la satisfacción diferida y la de la satisfacción inmediata. En el primer caso, sus acciones y decisiones están orientadas en función de su regreso; en cambio, en el segundo, se orientan en función del provecho que pueden obtener en el presente. También vimos cómo, en esta etapa de la migración, los jóvenes tojolabales han tenido dificultades para construir una comunidad en un punto fijo de Estados Unidos, ya que la falta de redes migratorias maduras y las propias exigencias de flexibilidad del sistema capitalista provocan su dispersión en diferentes estados del país. La imposibilidad de establecerse en un punto fijo ha dificultado la reactivación de las formas propias de organización comunitaria y ha impedido la formación de extensiones de sus comunidades de origen y la creación de organizaciones propias basadas en su herencia cultural o en su experiencia comunitaria.
Todavía es muy pronto para saber si, en algunos años, estos jóvenes lograrán establecerse en el mismo lugar de manera permanente. Tampoco podemos dar respuesta sobre cuál será el impacto a largo plazo de la migración sobre las identidades tojolabales y sobre cómo estas identidades impactarán su migración. Por el momento, lo único que podemos constatar es cómo los nuevos migrantes padecen, de forma brutal, las exigencias de flexibilidad y las condiciones precarias del empleo que les impone el mercado, y cómo, para enfrentar esta situación, los migrantes tienen únicamente su ingenio, inventiva, solidaridad, experiencia comunitaria en el lugar de origen y la certeza de que la migración les abre la posibilidad de un mejor futuro.
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1 Sobre la llegada de los migrantes mexicanos a nuevos destinos, véase HernándezLeón y Zúñiga, 2005.
2 Término acuñado por Urich Beck (2000:9).
3 Lo anterior se debe a que: 1) en el contexto de Biloxi, la identidad indígena tojolabal ha pasado inadvertida, ya que la población local no hace una diferenciación interna entre los mexicanos; 2) la ausencia de una comunidad latina espacio privilegiado para la generación de la discriminación contra los indígenas favoreció que los migrantes tojolabales no fueran racializadosen función de su origen indígena; 3) entre los tojolabales de la región de la selva no se encuentran muchos de los marcadores culturales que dentro de la lógica hegemónica permiten identificar si un grupo es indígena o no lo es. Por ejemplo, ninguno de los jóvenes entrevistados habla tojolabal, y aunque sí se reconocen como tales, la afirmación u ocultamiento de esta identidad se da en función del contexto.
4 Según el censo de 2000, existían en Mississippi 39 569 personas de origen latino; sin embargo, según la organización Mississippi Immigrants Rights Alliance (MIRA), la cifra llegaba a 130 000 (Oxfam, 2005).
5 Sobre la llegada de los migrantes mexicanos a nuevos destinos, véase HernándezLeón y Zúñiga, 2005.
6 Para hablar de la flexibilidad que debe mostrar el trabajador en el contexto del "nuevo capitalismo", Richard Sennet (2000:60) utiliza la metáfora del árbol "capaz de flexionarse y restablecerse sin perder su forma", y dice que idealmente un comportamiento humano flexible deberá tener la misma fuerza elástica para adaptarse al cambio de circunstancias sin dejarse romper por ellas; es decir, tendrá que mostrar suavidad, ligereza, disposición para cambiar sin retardo y tomar continuamente riesgos (Sennet, 2000:9).
7 Lo anterior se debe a que: 1) en el contexto de Biloxi, la identidad indígena tojolabal ha pasado inadvertida, ya que la población local no hace una diferenciación interna entre los mexicanos; 2) la ausencia de una comunidad latina espacio privilegiado para la generación de la discriminación contra los indígenas favoreció que los migrantes tojolabales no fueran racializados en función de su origen indígena; 3) entre los tojolabales de la región de la selva no se encuentran muchos de los marcadores culturales que dentro de la lógica hegemónica permiten identificar si un grupo es indígena o no lo es. Por ejemplo, ninguno de los jóvenes entrevistados habla tojolabal, y aunque sí se reconocen como tales, la afirmación u ocultamiento de esta identidad se da en función del contexto.
8 Según los propios entrevistados, en una noche "tranquila" se gastan entre 50 y 100 dólares. La entrada a estos lugares va de cinco a 20 dólares según el tipo de evento; el precio de la cerveza es de aproximadamente cinco dólares.
Información sobre la autora
ALEJANDRA AQUINO MORESCHI es candidata a doctora en sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (EHESS), adscrita al Centre d'Analisis et Intervention Sociologique (CADIS). Entre sus publicaciones recientes se encuetran "Entre Rêve Zapatiste et Rêve Américain: La Migration des Indiens Chiapanecos aux ÉtatsUnis", Luttes Autochtones, Trajectoire Postcoloniales (París, 2009), e "Indiens Migrants Transnationaux", en coautoría con Y. Le Bot, La Grande Révolte Indienne (2009). Su investigación actual se ubica en la intersección de dos grandes temas: los movimientos indígenas y la migración internacional desde Chiapas y Oaxaca a Estados Unidos. Fue becaria del gobierno francés, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y del CIESAS. Ha hecho trabajo de campo en Chiapas, Oaxaca, California y Mississippi.