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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.6 no.4 Tijuana jul./dic. 2012

 

Artículos

 

Migrantes culiacanenses en California: Diversidad en sus redes migratorias

 

Culiacan Immigrants in California: Diversity in their Migratory Networks

 

Ernesto Sánchez Sánchez

 

Universidad Autónoma de Sinaloa. Dirección electrónica: ernesan@yahoo.com.

 

Fecha de recepción: 20 de mayo de 2010.
Fecha de aceptación: 22 de septiembre de 2010.

 

Resumen

Es un hecho la dinámica extraordinaria que tienen los lugares de reciente migración, ya sea como lugares de origen o destino. El estado de Sinaloa se suma a esta dinámica en la cual aparecen ahora sus tres principales zonas urbanas -Culiacán, Mazatlán y Ahome- dentro de su mapa migratorio. Sin embargo la migración, como proceso social, implica una serie de interrelaciones formadas tiempo atrás. Éstas repercuten en la conformación de las nuevas redes migratorias. No obstante, durante décadas, las principales zonas de expulsión en Sinaloa han sido rurales y siguen teniendo un papel esencial en las actuales relaciones sociales de los migrantes provenientes de Culiacán.

Palabras clave: relaciones sociales, redes urbanas, redes rurales, Culiacán, Sinaloa.

 

Abstract

Places with recent migration, either as places of origin and destination, obviously have an extraordinary dynamics. The state of Sinaloa joins this dynamic which now appear in three main urban areas: Culiacán, Mazatlán and Ahome. However, migration as a social process involves a series of interactions created in the past that affect the formation of migrant networks. Thus, for decades the main areas of expulsion in Sinaloa have been rural areas and play a key role in the current social relations of migrants from Culiacan.

Keyword: social relationship, urban networks, rural networks, Culiacán, Sinaloa.

 

Introducción

Ante el surgimiento de un patrón y, por ende, un perfil migratorio diferente del que se había presentando, surgen elementos de análisis que permiten reubicar la dinámica del proceso migratorio mexicano contemporáneo, los roles en la familia, la toma de decisiones, la ubicación laboral, la procedencia del migrante, entre otras. Sin embargo, es menester -al menos para el caso culiacanense- no hacer a un lado los resultados que a lo largo del estudio de la migración mexicana tradicional se han encontrado, específicamente, lo que concierne al carácter rural de la migración.

El objetivo de este artículo es presentar los hallazgos que se obtuvieron en la investigación sobre las redes sociales migratorias establecidas en Paramount City y Huntington Park, California, y su participación en la inserción laboral. Para ello creemos pertinente partir del análisis de la conformación de las redes rurales sinaloenses que sirven para estructurar y dinamizar la migración culiacanense hacia California. De igual manera presentamos la relación intrínseca entre las redes urbanas y rurales para configurar el patrón y perfil que forma parte de la estructura de las redes migratorias y los mercados de trabajo en donde se insertan laboralmente estos migrantes.

La estrategia metodológica utilizada se llevó a cabo mediante el enfoque cualitativo, y en ella se recurrió a entrevistas personales y revisión documental. En el trabajo de campo se aplicaron 22 entrevistas a profundidad durante junio, julio y septiembre de 2007; junio, julio y agosto de 2008 y agosto, noviembre y diciembre de 2009. Estas entrevistas fueron destinadas a migrantes trabajadores culiacanenses, hombres y mujeres; 18 de ellas se realizaron en las ciudades de Paramount City y Huntington Park, ciudades pertenecientes al condado de Los Ángeles, y las cuatro restantes en Bakersfield, ciudad del condado de Kern, California. Estas últimas se realizaron con la intención de ubicar, de manera primaria, la extensión de la red migrante de los oriundos de Culiacán.1 La mayoría de las reuniones se efectuaron en los hogares de los migrantes, y sólo dos de ellas, en un parque público de Bakersfield. Aquí sólo se presenta parte de la información de 14 entrevistas: siete realizadas en Paramount City, cinco en Huntington Park y dos en Bakersfield. De acuerdo con los lineamientos de las entrevistas profundas, todos los nombres y apellidos de las personas fueron modificados. Así, pues, lo que tratamos de documentar son las condiciones de trabajo, los vínculos y redes sociales familiares recreadas en el proceso migratorio en las ciudades arriba mencionadas.

Entre lo más significativo que se obtuvo fue que la mayoría de los migrantes que declararon ser originarios de Culiacán radicaban en las sindicaturas o ejidos de este municipio y, en menor medida, habían vivido en la ciudad capital. Esto llevó, de manera empírica, a no poder establecer a éstos como migrantes plenamente urbanos y retomar las perspectivas rurales de migración, puesto que en sus lugares de origen se desarrollan actividades económicas y laborales propias de una estructura rural o periurbana.2

 

Importancia de las redes migratorias rurales: Antecedentes históricos para entender las redes culiacanenses

Históricamente, a partir de mediados del siglo XX, la migración mexicana empezó a gestarse bajo un predominio rural-campesino. Esto puede justificarse bajo las necesidades de demanda laboral por parte de agricultores estadounidenses que permitieron desarrollar este proceso social a través del Programa Bracero. Sin embargo, gran cantidad de trabajadores campesinos provinieron no sólo de los estados que hoy se consideran tradicionales sino también de Sinaloa, Puebla, Querétaro, Nayarit y Veracruz.

Este antecedente histórico sirve para situar inicialmente el desarrollo de las redes rurales que consolidaron posteriormente los migrantes y que indudablemente siguen teniendo un papel preponderante en el proceso migratorio mexicano. En efecto, esto refleja el éxito de las redes sociales en función de la fortaleza y consolidación de los flujos migratorios con mayor antigüedad que se desempeñan de manera positiva en los lugares de destino y en la que, gracias a su consolidación a través del tiempo, algunos grupos mejoran su estatus migratorio y condición laboral (Massey et al., 2001; Herrera et al., 2007). En este escenario también se inscribe el capital humano de los migrantes para considerar su participación en los distintos mercados laborales. Sin embargo, a partir de los resultados que arrojaron las entrevistas a los migrantes, vemos que este tipo de capital no tiene un papel decisivo o necesario para su inserción laboral. No tratamos de afirmar que esto no importe de manera definitoria como un elemento de mejora en la especialización e inserción laborales, sino que detectamos que las relaciones -familiares o de amistad- son las que determinan y reestructuran la ubicación en los distintos trabajos que los migrantes culiacanenses realizan.

Con base en lo anterior, el proceso migratorio sinaloense, a partir de la inclusión de municipios urbanos, se ha venido conformando como un proceso complejo en donde el perfil y el patrón migratorio muestran características heterogéneas de los principales actores. La migración gestada en este estado, al igual que la de la mayoría de las otras entidades partícipes en el nuevo escenario migratorio, nos llevaron a considerar que las principales relaciones sociales y familiares, ya consolidadas como tales, fueron iniciadas por migrantes rurales y coadyuvaron a la dinámica migratoria de los demás municipios sinaloenses a partir de finales de los setenta, como efectos de la Operación Cóndor, implementada para el combate al tráfico de drogas, prolongándose hasta los inicios de los años ochenta con repercusiones extraordinarias en la inserción laboral y la creación de circuitos migratorios en la frontera norte de México y en California.

Así, pues, la dinámica migratoria de las regiones serranas del estado tuvo repercusiones en algunos otros municipios sinaloenses para la conformación de una red social rural que se prolongó en las décadas siguientes (Lizárraga, 2003, 2004). Con base en esto sostenemos que la migración sinaloense se consolidó como una migración mayoritariamente rural, pero que actualmente coexiste con la participación de migrantes urbanos o periurbanos. Para esta investigación, hasta este momento, el migrante rural sirve como un soporte que incentiva y ayuda a la inserción laboral migratoria de los culiacanenses en el condado de Los Ángeles.

Es importante recurrir, sin el ánimo de profundizar, a la categoría de análisis de identidad,3 ya que ha sido utilizada ampliamente en el estudio de los procesos migratorios de comunidades rurales. Esta categoría está en función de lo que sería la matria, en donde la gente de los municipios rurales está emparentada y se conoce entre sí. Se llaman por su nombre, apellido o apodo, existiendo una relación de parentela en la convivencia (Moctezuma, 1999).

En el caso sinaloense, esto lo confirmamos con las investigaciones de Pintor (2002), Lizárraga (2004) y García (2006, 2007). Sus aportes, a través de metodologías etnográficas y cualitativas, revelan que en las comunidades rurales sinaloenses la relación entre sus miembros es más estrecha y sus lazos de solidaridad están cimentados en relaciones principalmente familiares y de paisanaje. Además se percibe una relación intrínseca entre la matria y las redes sociales rurales, estableciendo, por lo tanto, redes matrias de migración aunadas a las distintas maneras de consolidar y reconstruir de forma continua la identidad del migrante (Moctezuma, 1999:26, 2001).

Principalmente, este tipo de relaciones que establecen los migrantes con dicho perfil funcionan como mecanismo de defensa. Aquí el migrante marginado o excluido, en el sentido de la poca o nula trayectoria migratoria, cuenta con ese recurso social que es la confianza que, como rasgo cultural, le da la capacidad para establecer relaciones de intercambio recíproco aunadas a la familiaridad mutua, que le garantiza no ser rechazado (Adler, 1984:28).

Esto nos da la pauta para considerar que las redes migratorias están formadas por elementos específicos que establecen, indudablemente, diferentes tipos de relación. Estos elementos gozan de atributos que los identifican y diferencian de otras redes o, al menos, de ciertos comportamientos idiosincrásicos; es decir, vemos cómo la identidad, en el sentido de diferenciación y posesión de características propias, está en función de la pertenencia a otros grupos que también son parte de distintas redes migratorias. Por eso, para tener una visión más incluyente de la estructura de la red, en el análisis de las redes culiacanenses se deben contemplar las relaciones que existen entre los miembros de una red y las que intervienen indirectamente (familiares o no).

Lo anterior permite observar cómo estas redes -que en los inicios de la investigación se pensó que eran completamente urbanas- no están estructuradas de manera aislada sino que aparecen estructuras intermedias4 en donde se perciben miembros que están directa e indirectamente conectados entre sí con diferentes vínculos, ya sean débiles o fuertes. En este contexto se sitúa lo que señala Granovetter (1973) sobre la interacción de los lazos interpersonales que, aunque puede ser considerada como débil, conlleva a una fortaleza que podría aprovecharse en diversos momentos y situaciones. Dicha fortaleza está en función del tiempo invertido en relaciones de intensidad, emotividad, intimidad, confianza mutua y reciprocidad. Así, pues, para la obtención de beneficios, como conseguir trabajo, es más importante el lazo débil puesto que al recibir el favor fuera de un círculo de amistades se abren nuevas posibilidades de relación y horizontes de oportunidades. En esta misma línea, Gurak y Caces (1998:96) señalan que el papel de los lazos débiles, a diferencia de estructuras más institucionalizadas como la familia, es reducir el autoencapsulamiento y expandir las oportunidades al ligarse con otras redes.

En esta perspectiva, Herrera (2005:71) señala que las redes funcionan como espacios sociales diferenciados a pesar de que comparten elementos o características en común. Además presentan características particulares que se enmarcan en la clase social, la ubicación geográfica y el contenido nacional o étnico. Así mismo, la extensión nacional y territorial de las redes es determinante en el contexto de ubicación y desarrollo para el desempeño de los integrantes en los mercados de trabajo.

Sin embargo, la similitud que se presenta entre una red rural y una urbana recae en lo mencionado por Barnes (1972), quien señala que las redes de cada persona se relacionan con un determinado número de individuos, algunos están en contacto directo y otros no, pero pueden establecer una red variada, es decir, un campo social en donde se recrean una serie de puntos que representan a las personas o, a veces, a grupos, además, con fuertes variaciones entre la conexión y dispersión de los roles.

Lo anterior puede mostrarnos cómo las redes migratorias culiacanenses se expanden en regiones que empiezan a consolidar su participación en el mapa migratorio. Tal es el caso de ciudades como Bakersfield, California, y Phoenix, Arizona.

A pesar de que estas redes se dinamizan en lugares donde existen lazos establecidos previamente en la sociedad de destino, advertimos que no sólo la procedencia de los migrantes determina el tipo de redes, sino que también la diversidad va reestructurando la composición de éstas. Con base en lo anterior aceptamos la posición de Moctezuma (1999:14), quien señala: "las relaciones serán más intensas y espontáneas si se trata de migrantes de poblaciones de tamaño medio que tiendan a ser rurales a diferencia de las redes de origen citadino. Estos migrantes [citadinos] no llegan a formar un grupo con especificidades e identidad propia, cosas contrarias que se presentan en localidades rurales".

Entonces, la complejidad de estas redes diversas nos lleva a tener que delimitar -para un análisis más completo y más allá del contexto laboral- elementos que intervienen en las relaciones sociales del proceso migratorio. En este caso, el desarrollo de las relaciones sociales también está en función de los diversos lugares de origen de los migrantes, refleja características sui géneris -principalmente por su ubicación de clase y origen rural o urbano- y decididamente determinará su inserción laboral (Durand, 2002; Durand y Malone, 2002; Moctezuma, 1999; Arizpe, 1990, 2004; Adler, 1984, 1994).

Si ubicamos lo anterior en el caso de algunas comunidades periurbanas, como son algunas sindicaturas del municipio culiacanense con marcados rasgos de ruralidad, se presenta de manera más notoria lo que se denomina mano de vuelta. Aquí se establece una diádica de ayuda devolviendo favores en trabajo recíproco que consolida las relaciones (Arizpe, 1990:175). De manera más específica, esto lo señalaron Massey et al. (1991) como una característica de las redes emergidas principalmente de comunidades rurales, que conlleva a una serie de obligaciones de asistencia entre miembros de familia, amigos, paisanos y oriundos de la comunidad de origen. Sin embargo, esto lo podemos aceptar bajo ciertas reservas, ya que los estudios sobre los actuales flujos migratorios urbanos muestran cómo las redes conformadas en barrios, colonias y calles tienen características propias, por ejemplo, una importante incorporación de mujeres en el flujo migratorio y una mayor instrucción escolar de los migrantes urbanos5 (González, 2002; Arias y Woo, 2004).

Como complemento de lo anterior, Lizárraga (2003, 2004) menciona que la conformación de las principales redes sociales migratorias en Sinaloa, emergidas en comunidades rurales, tenían no sólo causas económicas y laborales, como el declive en las actividades mineras, sino también aparecían fenómenos como la violencia surgida por el tráfico de estupefacientes, que generaba que familias enteras emigraran no necesariamente hacia Estados Unidos, sino a los principales destinos urbanos sinaloenses como Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, consolidando, posteriormente, una ruta de apoyo que abarcó en México los estados de Sonora y Baja California, y California en Estados Unidos.

A partir de lo anterior, el fenómeno de la ruralidad recobra una importancia notoria al percibirse como un elemento que sigue perdurando en los flujos migratorios sinaloenses, esto a pesar de la mayor presencia cuantitativa de migrantes provenientes de municipios urbanos. El caso culiacanense corrobora empíricamente esta perspectiva al arrojar la presencia y convivencia de dos tipos de migración: la rural y la urbana. Entonces, la migración culiacanense se presenta como un proceso en donde el elemento rural interviene, hasta este momento, en el dinamismo de la migración urbana, conformando espacios transterritoriales, sin olvidar los elementos materiales de dimensiones macro (regionales, nacionales e internacionales) y micro (zonales y locales).

 

Dinámica de las redes urbanas migratorias en Culiacán

Para algunos investigadores, el auge de las redes urbanas en las localidades de reciente aparición en el mapa migratorio mexicano se conjuga con factores que se pueden atribuir al crecimiento de la migración mexicana en centros urbanos, la aprobación de la Ley Simpson-Rodino y la cambiante demanda de fuerza de trabajo dirigida hacia actividades industriales y de servicios y el reajuste de la economía mexicana con un proceso de relocalización de la industria manufacturera, que llevó a la reorganización de los sistemas de ciudades. Esto se presentó a la par de cambios en los patrones de migración de comunidades rurales a urbanas y, en algunos casos, las comunidades rurales como las sinaloenses sirvieron como tránsito o puentes para dirigirse hacia Estados Unidos (Lozano y Rivera, 2006; Lizárraga, 2004; Canales, 2002).

Otra postura hace ver que existe un despegue compartido, ya que la consolidación de este tipo de relaciones sociales diversas se debe al incremento de la migración indocumentada, que necesitó forzosamente de alguien para su llegada a los lugares de destino. Además, si a esto le sumamos las expresiones antiinmigrantes en la sociedad estadounidense, permitieron, paradójicamente, estimular la organización binacional de migrantes a través de clubes o asociaciones de oriundos. Esto fortaleció, entre otras cosas, las relaciones sociales en las comunidades de origen y destino, tanto urbanas como rurales (Franzoni y Rosas, 2006). Para Menjívar (2000), el desarrollo de las redes migratorias fue estimulado por las dificultades ante leyes restrictivas, junto con otras desventajas como los mercados de trabajo en recesión y saturados, así como la poca o nula organización entre grupos comunitarios, fraternidades o clubes migratorios.

Por otra parte, Hernández-León, Flores y Massey (2004:190) encontraron que la migración proveniente de áreas urbanas o rurales respondía a factores socioeconómicos como el salario o el empleo precario; sin embargo, hay una diferenciación entre las características de estos migrantes: el urbano es más joven, con mayor educación pero con un capital social más débil y una menor posesión de bienes en su lugar de origen.

Esto sirvió, junto con otras investigaciones, para sostener que la migración mexicana dejó de ser predominantemente rural-campesina y originó, dentro del nuevo panorama de la migración, un patrón migratorio urbano con un perfil distinto del que se presentó durante más de 50 años. Ahora son migrantes con mayor escolaridad; sin una experiencia migratoria anterior; baja circularidad; mayor permanencia en los lugares de destino; en una amplia mayoría, poseedores de visas y carentes de una red social consolidada (Lozano y Rivera, 2006).

En esta dirección, Massey et al. (1991), Massey, Durand y Goldring (1994) y Woo (2001) mencionaron que la inserción de esta población migrante urbana reflejaba un desarrollo gradual y dependiente de la experiencia migratoria que se acumulaba y reestructuraba a medida que intervenían el tiempo de permanencia, el estatus migratorio y las redes sociales. A lo anterior tendríamos que sumarle las condiciones coyunturales que se presentan en materia de política migratoria que, en el caso de Estados Unidos, se torna cada vez más restrictiva y reorganiza las estrategias de tránsito, establecimiento e inserción de los migrantes en los lugares de arribo.

El caso culiacanense se puede asemejar con lo que plantean Arias y Woo (2004) al señalar que una de las dificultades que se tienen al considerar la migración urbana son las características propias de las ciudades y zonas metropolitanas como puntos de salida, ya que la dispersión de los migrantes urbanos en la ciudades refleja una multiplicidad de destinos, empleos, estrategias migratorias, así como la conformación de redes sociales (Lozano y Rivera, 2006).

Se podría entender entonces que, al igual que en las redes rurales, en el funcionamiento inicial de las redes urbanas surgen las experiencias previamente adquiridas en los lugares de origen, experiencias que engloban valores, símbolos y elementos personales e ideográficos de afecto, que son reproducidos y actualizados en el otro lado y son más solidarios cuando forman parte de relaciones cotidianas como las que se establecen en el medio campesino (Moctezuma, 1999:31, 2001).

Posiblemente existe la similitud en cuanto a que los migrantes de origen urbano utilizan los mismos mecanismos o estrategias que los rurales; sin embargo, para el presente estudio consideramos las diferencias que plantean Massey et al. (1991):

La ciudad en general no genera sus propias redes de relaciones sociales [...] los citadinos prefieren usar los sistemas de su comunidad de origen [...] aquellos que no son de origen campesino y no tienen acceso a un conjunto de relaciones suficientes que les permitan emigrar, tratan de integrarse a los sistemas existentes, en los cuales es muy probable que uno de sus vecinos participe. Las conexiones más efectivas del sistema de redes combinan los lazos de parentesco y paisanaje, pero los barrios urbanos no poseen un nivel de identificación con la comunidad como el que existe en los pueblos.

Es necesario advertir que los mecanismos de reciprocidad y solidaridad son diferentes entre los migrantes rurales y urbanos. En este sentido, Durand (2002) y Durand y Malone (2002) señalan que la solidaridad se presenta con mayor intensidad en los migrantes provenientes del campo. Para ello, estos autores utilizan a la clase media como ejemplo; ésta suele apartarse de los que provienen del medio popular, lo que limita la solidaridad grupal, restringiéndola a amigos y familiares muy cercanos.6

Los casos de dos migrantes culiacanenses son pertinentes para mostrarnos esta situación:

Adán, originario de la ciudad de Culiacán, llegó a Los Ángeles en 2004. Él es comunicólogo y, al no encontrar en Culiacán un empleo con el ingreso deseado, optó por irse a trabajar en un restaurante de mariscos de su hermano en Paramount. De acuerdo con su estatus, se puede ubicar dentro de esta clase media de la que nos hablan Durand y Malone (2002): proviene de una de las colonias culiacanenses de clase media; sus estudios universitarios los realizó en una universidad privada; uno de sus objetivos primordiales es aprender bien el idioma inglés para poder solicitar una beca de posgrado:

La verdad, necesitado de trabajo no estaba; mi mama tiene una papelería en Culiacán y prácticamente era el dueño y encargado [...] mi hermano llegó hace casi 10 años a Los Ángeles, se asoció con unas personas de Zacatecas y Sinaloa y pusieron este restaurante [ubicado en Buena Park, California]. Me llamó para decirme que mejor me viniera y, aparte de ganar más, me ponía a estudiar el idioma. [Tratando de aclarar, con cierto desdén, menciona que no vino a lavar platos] Imagínese, tanto estudiar para venir así, pues no, trabajo en caja y ayudo en cuestiones de compras del negocio (Adán, Paramount City, 16 de julio de 2007).

Por su parte, Anel llegó a Los Ángeles en 2003. Ella terminó su carrera universitaria. Igual que Adán, vivía en la colonia Las Quintas, considerada de clase media-alta. Por invitación de sus primas y su tía decidió irse a trabajar a Los Ángeles. Gracias a esta familia, que hace más de 10 años llegó a Estados Unidos, consiguió trabajo en una agencia de colocación de empleos; su nivel medio en el manejo del idioma inglés le permite desarrollar esta actividad, en donde convive con desempleados -migrantes y no migrantes- y empleadores, principalmente estadounidenses. A pesar de confesar que en Culiacán no tenía necesidad de trabajo, su decisión estuvo marcada más por cuestiones de aventura y de perfeccionar sus habilidades para hablar inglés.

Apoyándonos en la perspectiva de Imaz (2004:53), en estos escenarios observamos, por ejemplo, cómo la identidad y las relaciones sociales -determinadas bajo el imperativo territorial-, la recreación de la memoria e historias grupales, así como la exaltación de la propia cultura, resultan excluidas en estos migrantes de clase media. Así mismo, al caracterizar este tipo de migración proveniente del medio urbano, esto permite señalar que la identidad, bajo la premisa del nosotros y el yo, tiende a resolverse en favor de lo familiar y lo comunitario; sin embargo, en el contexto urbano esto es más abstracto, imperceptible, general e imaginario (Moctezuma, 2001).

Independientemente de la posición de clase, sigue vigente lo que las investigaciones de Lizárraga (2003, 2004) y García (2007) señalan respecto de que el migrante sinaloense cuenta con apoyo solidario que le permite un cierto éxito, esto a la par de la seguridad de llegar con alguien que a su vez le informará acerca de un trabajo disponible y, principalmente, de la experiencia migratoria de la que nos habla Woo (2001) sobre la asesoría en el cruce y la llegada, así como sobre trabajos disponibles, reforzándose este apoyo cuando el migrante posee un estatus migratorio de indocumentado.

La diversidad de estas relaciones que utilizan los migrantes refleja, además, que en este proceso interviene la participación de sujetos con diferentes grados e intensidades de relación, no sólo consanguínea. En el caso de los migrantes culiacanenses, éstos recurren más allá de su familia directa, pues además aparecen otros actores como el compadre, comadre, padrino o madrina, que algunas veces sustituyen el lazo familiar. Estos conocidos refuerzan su sentido de pertenencia a la comunidad y la familia.

Lo anterior también se relaciona con la posición de Sluzki (1996) cuando menciona la frontera de una red social informal; es decir, los vínculos se expanden e incluyen a miembros de la familia o amistades (prima/o, tía/o, cuñada/o, comadre o compadre), esto aunado a la expansión geográfica en donde intervienen los vínculos que funcionan como estrategia para el migrante.

En los resultados empíricos que se obtuvieron de la investigación observamos un comportamiento en el que existen relaciones y grados variables de solidaridad y apoyo por parte de los miembros de la red: familiares, parientes, paisanos, amigos y vecinos. El desarrollo de estas relaciones, como de las de algunas otras redes migratorias mexicanas, se establece con base en los ambientes social y familiar -o cuasifamiliar- y las estructuras económica y laboral. Así, pues, las redes sociales están social, geográfica e históricamente conformadas (Moctezuma, 1999, 2001).

Esto, además, refuerza el circuito migratorio, en donde se presenta un abanico de alternativas que ofrecen los migrantes para desplazarse e insertarse laboralmente en una determinada actividad. La reproducción de esta solidaridad -o al menos, de algún elemento con relación fraternal- se observará posteriormente en el migrante recién llegado, quien por obligación pagará los favores recibidos, lo que amplía la red y estrecha su tejido social (Massey et al., 1991:171). Así mismo, lo anterior refuerza la posición de Fortuny y Solís (2006) al señalar que la solidaridad se convierte en una cualidad de los miembros pertenecientes a las redes y facilita la coordinación social. Esto refleja, entonces, cierto grado de cohesión que conduce a los miembros a desenvolverse hacia fines colectivos benéficos.

En los siguientes casos observamos esta dinámica:

En 1990, Marcelino emigró con sus hermanos a Indio, California, y después de un año y medio se fue a Paramount en Los Ángeles. Él es originario de la Laguna Colorada, ejido localizado a 20 minutos de la ciudad de Culiacán, rumbo al sur del estado. Trabajaba cuidando y alimentando ganado o limpiando lotes o terrenos para la siembra. Para él, tres son los lugares de destino que predominaron en su familia: Culiacán, Tijuana y Los Ángeles, ciudades en donde tiene parientes con quienes llegar. En Estados Unidos, la familia que inició esta movilidad -su padre, tíos y primos- en los ochenta, trabajaba en el field, principalmente en Indio, Bakersfield y Tulare, California. Él cuenta que pasó del rancho a la ciudad. Durante su trayectoria laboral, su padrino, oriundo de la sierra sinaloense, resultó ser pieza clave para que finalmente consiguiera un trabajo mejor remunerado en la construcción.

En el caso de Carmen se presenta un panorama similar. Originaria de la ciudad de Culiacán, estudió hasta cuarto año de la licenciatura en contaduría. Al llamado de Eduardo, su esposo, en 1999 emigró a Estados Unidos junto con sus hijos. Él y toda su familia son originarios de Emiliano Zapata, sindicatura del municipio de Culiacán. Las actividades laborales en ese lugar son esencialmente agrícolas y ganaderas; sin embargo, ella sostiene que en Estados Unidos la gente de esa sindicatura tiene tres actividades laborales: "La malindranada [narcotráfico], carpintereada y trozas [marcos de madera que funcionan como bases para la construcción de casas], y en talleres mecánicos" (Carmen, Huntington Park, 10 de septiembre de 2007). Además, señala de manera reiterada que la familia del cuñado de Eduardo, oriundo de Zacatecas, le consiguió trabajo a él mientras empezaba a acomodarse en Estados Unidos.

Por otra parte, en la red informal de Arturo, originario de Culiacancito, sindicatura de Culiacán, la solidaridad y el pago de favores son notorios. Al encontrarse desempleado, en 1990 optó por emigrar a Estados Unidos. Su compadre fue quien lo ayudó a cruzar y conseguir su primer trabajo:

Mi compadre me pagó el coyote. Después me acomodó un tiempo con un amigo suyo allá en Bakersfield. Trabajábamos en una marketa [tienda de autoservicio]; después, en un restaurante como mesero. Como a los dos años me vine con unos primos a Paramount. Después ayudé a mi hermano y a otro hermano de mi compadre a que se vinieran. Después mi hermano se trajo a su esposa. Así se formó la cadena (Arturo, Paramount City, 4 de junio de 2008).

Con base en lo anterior podemos considerar que entre lo más significativo de estas redes periurbanas está la consolidación de "las relaciones entre quienes han salido y los que dejan en sus lugares de origen, de igual forma desempeñan la función de mantener informados a los migrantes potenciales de las posibilidades de empleo en otro lugar" (Lizárraga, 2004:238). Esto lo presentó Massey et al. (1991) para el caso de la migración en occidente: "la opción para irse a trabajar al otro lado va a depender de múltiples factores, pero no del desconocimiento de oportunidades de allá o la imposibilidad de cruzar la frontera".

El caso de Miguel, de Pueblos Unidos, Culiacán, se mueve en la misma tesitura: "Allá no hay nada que hacer, no hay trabajo [...] o te vas a Culiacán, Guadalajara, Tijuana o te vienes para acá [Paramount]. Aquí hay mucha raza del rancho que más o menos puede ayudarnos. Allá en el pueblo pues casi todos somos parientes. Primero me fui a Culiacán con mis primos, después a Mexicali con mis tíos, y después aquí con mis hermanos" (Miguel, Paramount City, 4 de julio de 2008).

Para Elvira, migrante de la ciudad de Culiacán, su movilidad estuvo influenciada por su novio, originario de la misma ciudad. Ellos radicaban, desde 1999, en San Bernardino, California; sin embargo, por problemas personales decidió irse a vivir con su media hermana a Los Ángeles:

Cuando me separé de mi novio, me vine con mi media hermana para Paramount. Estuve viviendo un tiempo en su casa. También me consiguió trabajo, primero en una panadería y luego en una tienda de ropa. Después me casé y tuvimos a nuestro hijo. Tuve que buscar otro trabajo; como cinco meses anduve sin trabajo. La familia de mi esposo es de La Barca, Jalisco, y se vinieron a Bakersfield. Como a los pocos meses los alcanzamos. Él trabaja en una fábrica de muebles y mi cuñada me consiguió trabajo en una lavandería industrial (Elvira, Bakersfield, 16 de agosto de 2009).

De manera decisiva, el apoyo familiar y el de las amistades en el binomio red-trabajo juegan un papel central en el panorama de la migración culiacanense; sin embargo, como lo menciona Sluzki (1996), las relaciones familiares no necesariamente cumplen la función de manera inmediata y, en algunos casos, las redes mutan ante la presencia de conflictos entre sus miembros.

En este sentido, también observamos cómo en la inserción laboral, en donde también las redes sociales sobrepasan las relaciones familiares, aparecen nuevos actores que pueden pertenecer a otra red y muestran distintos niveles de intensidad familiar o de solidaridad con los lazos establecidos.

 

Redes migratorias culiacanenses: Entre lo urbano y lo rural

Los elementos contemplados por Herrera et al. (2007) para ubicar la importancia de las redes migratorias sirven también para observar el papel estratégico que tienen para cruzar y llegar al destino deseado. Por ejemplo, una señal del desarrollo de las redes diversas es contar con rutas de cruce preferenciales, lo que revela, para los migrantes temporales, un grado considerable de experiencia migratoria. De igual forma se ubica la compañía en el cruce, en la cual sobresalen la asistencia de familiares y amigos, así como el pago del coyote que realizan los hermanos/as, compadres, comadres y tíos/as, todos provenientes del mismo lugar de origen.

En los elementos que facilitan la ubicación y el análisis de las redes heterogéneas se percibe que, a diferencia de las redes urbanas, en las provenientes de comunidades rurales o periurbanas son más notorias las prácticas de ayuda mutua con una variación en la intensidad y extensión. Parte de esto se entiende ante la carencia de servicios e infraestructura y la consanguinidad, por lo que el apoyo comunitario es primordial. En este sentido están más arraigadas las formas de ayuda mutua propias de la comunidad vecinal (Moctezuma, 1999).

En el caso culiacanense, esto se observa al detectar al migrante urbano que establece, en menor grado, el contacto con sus amigos, vecinos o conocidos, y sólo con la familia cercana sigue teniendo un contacto más fuerte. De manera contraria, algunos migrantes culiacanenses provenientes de sindicaturas o ejidos del mismo municipio de Culiacán muestran una relación más estrecha con miembros coterráneos.

Para Carlos, migrante culiacanense, esta situación se confirma:

De mi colonia, la 10 de Mayo, sé que varios andan por aquí pero ni sé dónde viven o en qué trabajan; con nadie de la clica7 de la colonia tengo contacto aquí [Paramount] [...] los únicos de Culiacán son mi hermana, mi cuñado y dos amigos del trabajo que son de Culiacancito, nada más. En las fiestas siempre hay más gente de Badiraguato o Guamuchil (Carlos, Paramount City, 20 de julio de 2008).

Lydia, originaria de la ciudad de Culiacán, presenta una relación similar:

Pues con la gente de mi colonia donde vivía no tengo contacto o relación; ya ni me acuerdo de mis vecinos. Fíjese, ya pasaron casi 15 años [desde] que me vine. Aquí, de Culiacán, con la únicamente que me llevo es con mi prima, [que también es] mi comadre. En mi trabajo [tienda de ropa] sí hay sinaloenses, de Culiacán, pero de lo que más hay es de Mocorito y Badiraguato, o de otros ranchos; son con los que mejor me llevo; armamos parties [fiestas] o platicamos de nuestras cosas (Lydia, Huntington Park, 27 de julio de 2008).

A lo anterior agregaríamos que el urbano, efectivamente, utiliza esencialmente su red familiar, pero también incrementa sus lazos en los lugares de llegada. Sin embargo, si se rastrean los lazos migratorios, emergen algunos rasgos rurales en las relaciones familiares de estos migrantes.

Adán, migrante culiacanense urbano, narra cómo algunos de sus parientes trabajaron en el campo en la década de los ochenta:

En mi familia hay mucho migrante. Mi abuelo se vino de bracero. Hay mucho por aquí de la familia: tíos, primos. Del rancho de donde son originarios mis abuelos y algunos tíos [El Pinole, perteneciente a la sindicatura de Culiacancito] ya no queda nadie viviendo allá; todos están en Culiacán o aquí [Los Ángeles] [...] allá en México se dedicaban a sembrar hortalizas. Creo que aquí estuvieron en el field en San José y Stockton, California; antes nada más había esas chambas. Dicen que se ganaba mejor [...] pero yo aquí con la gente con la que cuento para un favor son amigos que he hecho más aquí, de Zacatecas, de Nayarit y también de Sinaloa; casi no le pido nada a mi familia (Adán, Paramount City, 16 de julio de 2007).

Estos testimonios pueden tener varias aristas que atender. Indudablemente, muestran cómo en la migración totalmente urbana, debido a la propia dinámica de la ciudad, las relaciones sin un antecedente familiar pueden desaparecer y no trastocar la dinámica migratoria; es decir, el apoyo de gente que no es familiar es más notorio en estos migrantes urbanos, pero no por el desprecio a la familia sino por los antecedentes históricos de convivencia de estos migrantes.

Lo anterior resulta importante a partir de las investigaciones -principalmente de tipo cuantitativo- sobre la actual migración sinaloense, y que retoman parcialmente el caso culiacanense (Ibarra, Valenzuela y García, 2004). Los datos mostrados ubican al municipio de Culiacán con el mayor número de migrantes del estado; sin embargo, esto no implica que estos migrantes posean un perfil totalmente urbano sino que, debido a la extensión del municipio, algunas familias e individuos provienen de sindicaturas que no necesariamente son urbanas, aunado a la interrelación de redes sociales migratorias de gente originaria de municipios rurales.

Esto nos lleva a no rechazar el patrón y el perfil tradicionales que fueron propios de la migración rural, sino que éstos todavía forman parte del escenario migratorio sinaloense y, en algunos casos, permiten sostener este proceso.

Podemos constatar lo anterior con algunos rasgos visibles y comunes de los migrantes originarios de Culiacán. Como expresa Angélica:

En la familia casi todos dejaron el rancho [la Laguna Colorada, sindicatura de Culiacán]: unos se iban para Culiacán, otros para Tijuana, para La Paz y otros se venían para Los Ángeles o San Diego. Mis tíos jalaron a mis primos; después mi papá se fue con ellos, ya después mis hermanos, y pues yo también me vine. Al principio, mi papá me dijo que no podía colocarme [en un trabajo], pero me ayudaron otros tíos que tenía en San Bernardino. Después me vine con mis hermanos y otros tíos para Los Ángeles. Mis hermanos viven aquí cerca [en Paramount], pero la familia anda regada por Pomona, Víctor Valley, San Bernardino y Bakersfield (Angélica, Huntington Park, 24 de agosto de 2008).

Sin embargo, el panorama es distinto para Adán:

Aquí casi uno no tiene tiempo de nada. Tengo primos, tíos, sobrinos que viven en Lynwood, pero casi nunca los veo; muy de vez en cuando. Mejor los veo en Navidad cuando voy a Culiacán o a San Ignacio [municipio de la sierra de Sinaloa], pero con mi mamá y papá sí tengo contacto [...] [a] mis camaradas de Culiacán a veces los saludo por el mail, pero casi no convivo con mi familia por aquí; sólo [con] mi hermano y con mucha gente de Jalisco (Adán, Paramount City, 16 de julio de 2007).

En este entendido, observamos la presencia de un escenario dibujado por la interrelación entre dos patrones y perfiles, en la cual las redes sociales muestran diferentes maneras de relacionarse, así como el contacto, la solidaridad y la concepción de ayuda que tienen diferentes grados de intensidad entre los migrantes. Podríamos establecer, entonces, aquellas particularidades que recaen sobre los migrantes provenientes de áreas urbanas, rurales y periurbanas de Culiacán, en donde en los dos últimos entornos es más notoria la percepción tradicional de la solidaridad y el pago de favores, así como el arraigo a los lugares de origen.

El caso de Ana, de la sindicatura de Emiliano Zapata, Culiacán, muestra la migración de su familia hacia destinos como Los Ángeles y otros lugares de California. Toda su familia, nuclear y extensa, ha tenido experiencia como migrante:

Mi tío y mis primos fueron los que primero decidieron irse a Tulare, California, por 1984. Ellos trabajaban en el field. Mi papá tuvo otra familia, y mis medios hermanos viven en Washington. Hace tres años estuve con ellos visitándolos, pero en sí, la familia con la que tengo el pleno contacto son mis hermanos y otros tíos de La Lapara, Badiraguato, que viven en Los Ángeles y Víctor Valley [San Bernardino] (Ana, Huntington Park, 26 de julio de 2008).

En su caso, la invitación para migrar no fue de su familia nuclear, a pesar de que su hermana residía en California, sino por parte de su tía. Además, como estrategia de cruce recurrió a su comadre, también de Culiacán, para que la ayudara a pasar la frontera:

Mi tía fue la que me dijo que me viniera y con ella viví, pero mi comadre primero me pasó por Juárez [...] según estaba más fácil pasar, y sí estuvo fácil. Ya después me llevaron a San Bernardino y allá llegué con mi tía [...] Llegando, me pusieron a trabajar. Fue en una tienda de discos. Estuve seis años en Víctor Valley; después me fui a Los Ángeles. Allí mi hermana me metió a un restaurante en Huntington Park. Como al año me casé, pero mi esposo [de Cosalá, Sinaloa] se tuvo que ir a Bakersfield (Ana, Huntington Park, 26 de julio de 2008).

Por su parte, Carmen declara que con la gente de Culiacán sigue manteniendo una relación muy estrecha:

Tengo mucho contacto con ellos por teléfono; con mi mamá, con mis hermanas nunca he perdido contacto. Cuando vienen de allá llegan aquí conmigo. La familia de mi esposo [de Pueblos Unidos, Culiacán] siempre me apoya, siempre me ha ayudado [...] a lo mejor no me va tan bien, pero no me quejo, porque también me las vi difícil, pero siempre me han apoyado (Carmen, Huntington Park, 10 de septiembre de 2007).

El esposo de Carmen, originario de Cosalá, Sinaloa, emigró por invitación de su hermano a trabajar por un tiempo en Estados Unidos "en una tienda de aparatos eléctricos" en Compton, California. Sin embargo, después los hermanos de él, que ya tenían cuatro años de haber llegado a California, le consiguieron otro trabajo:

Fue en el 2000, en mantenimiento y colocación de alfombras. Creo que estuvo unos cuantos meses. Después, sus mismos hermanos lo jalaron en donde trabajaban ellos, en un tune up [taller mecánico]. El manager del lugar era compadre de otro cuñado de él y lo ayudó [...] Lo bueno [es] que tiene muchos primos aquí en Los Ángeles, todos ellos de la sindicatura de Emiliano Zapata. Casi todos ellos se dedican a la construcción, reparación de casas, mantenimiento de trailers [casas rodantes] y departamentos (Carmen, Huntington Park, 10 de septiembre de 2007).

De manera similar, estos casos muestran cómo en la utilización de redes se recurre a los lazos familiares extensos -urbanos y rurales-, los cuales permiten no sólo insertarse laboralmente en Estados Unidos, sino influir y servir como estrategia de cruce.

Estos mismos migrantes multiplican sus redes. Lizárraga (2004) y Montoya (2007) señalan que de 1990 a 1999, los migrantes de municipios rurales sinaloenses admitieron contar de manera total con el apoyo de un familiar o paisano para realizar el viaje y establecerse en los lugares de destino.

En el caso culiacanense observamos esta dinámica en los siguientes casos:

Indhira emigró junto con sus hermanos en 2002 hacia California, primero a Riverside, después a Orange County y finalmente a Paramount. Ella también pertenece a la Laguna Colorada. Menciona que sólo tenía dos opciones si quería progresar: Tijuana o California.

En el otro lado muchos se van a Bakersfield, Tulare, Riverside y Paramount, California. En Tijuana hay muchos del rancho en la colonia Francisco Villa y en la colonia México [...] podía llegar con mi hermana o tíos [...] pero me consiguen trabajos igual de mal pagados, en tiendas o de mesera. Mejor mis hermanos me pagaron el coyote y me pasaron por Caléxico; después me llevaron a Riverside, [donde] estuve cuidando a personas mayores. Para ese trabajo me ayudó una prima [de Coyotitán, ranchería perteneciente al municipio serrano de San Ignacio, Sinaloa]. También ella se dedicaba a eso. Después, en Orange, a mi hermano y a mí nos metió un pariente de la Laguna Colorada a un restaurante de mariscos, [donde] duré como medio año limpiando y sirviendo hasta que nos cambiamos a Paramount. Allí mi hermano me ayudó a aplicar para una tienda de ropa; su novia trabajaba allí y pues me echó la mano (Indhira, Paramount City, 20 de diciembre de 2009).

La situación de Bertha, de la ciudad de Culiacán, ilustra también este dinamismo:

Yo llegué primero a Paramount. Trabajé como dos años de babysitter [niñera], después me invitó mi comadre [de Badiraguato] para Bakersfield. Nada más éramos su esposo, ella y yo. Luego su esposo se trajo a su hermano con todo y familia. Ya después empezó a llegar más gente de Los Ángeles. Casi toda la familia del esposo de mi comadre esta aquí [Bakersfield] (Bertha, Bakersfield, 23 de agosto de 2009).

El caso de Roberto, oriundo de Culiacán, se desarrolla de manera similar:

Primero llegué con mi hermano a San Bernardino. Después nos cambiamos a Paramount con unos camaradas de Michoacán. Estuvimos dos años trabajando en una fábrica de utensilios de cocina en Bells Gardens. Después unos primos de Mocorito, Sinaloa, me invitaron para San Bernardino, [donde trabajé] cuidando vacas. Después mi hermano se juntó con una muchacha de Mocorito y se cambió para Huntington Park. Como a los cuatro meses nos cambiamos con él. Aquí rento [casa] con los hermanos de mi cuñada. A todos nos consiguió trabajo reparando casas (Roberto, Huntington Park, 10 de noviembre de 2009).

A partir de estos testimonios se pueden observar una serie de lazos migratorios familiares con perfiles laborales distintos en las comunidades de origen y destino. Así mismo, en esta investigación constatamos la existencia de algunos circuitos migratorios de la que nos habla Lizárraga (2003, 2004): desde una comunidad periurbana a Culiacán, de ahí a la frontera -Tijuana o Mexicali-, y de ésta a Los Ángeles. Como afirma Lizárraga -y totalmente pertinente para el caso culiacanense-, encontramos que en este corredor/circuito migratorio surgen puntos geográficos específicos en donde se conforman puntos intermedios entre los lugares de destino, e integran un corredor migratorio que tiende a ampliarse continuamente8 (Lizárraga, 2004:240; Valenzuela e Ibarra, 2003).

 

Conclusiones

Una perspectiva poco explorada corresponde a la urbanidad de la migración en Sinaloa. Ibarra, Valenzuela y García (2004), Valenzuela (2005) y Montoya (2007), en sus trabajos muestran parte de la urbanidad de esta migración. Así mismo presentan datos estadísticos que ubican a las tres principales zonas urbanas sinaloenses -Culiacán, Mazatlán y Ahome (Los Mochis)- como las áreas con mayor dinamismo migratorio e impacto de las remesas.

Sin embargo, si recurrimos a la ruralización de la migración, ésta nos lleva a retomar antecedentes históricos de los lugares de origen, que permiten, entre otras cosas, ubicar las particularidades de los migrantes urbanos y rurales contemporáneos.

De manera similar a lo que han encontrado las investigaciones sobre la migración sinaloense, en algunos pueblos y ciudades se percibe un comportamiento histórico complejo; es decir, se observa una dinámica en la que intervienen migrantes con perfiles heterogéneos. En el caso culiacanense observamos cómo los lazos de algunas comunidades rurales intervienen en la configuración de sus redes migratorias contemporáneas urbanas o periurbanas.

Así, pues, la dinámica migratoria del municipio de Culiacán no necesariamente recae únicamente en el área urbana, sino que se observa que el matiz de su migración está conformado por redes sociales en las que intervienen el perfil histórico del migrante sinaloense rural y el actual perfil urbano. Esto se puede entender bajo la lógica, por un lado, de que el espacio urbano ha ido abrazando otras áreas del mismo municipio, mostrando también una marginación económica que se refleja en el desorden de los servicios públicos -agua, pavimentación, teléfono y transporte- y el comercio, sin olvidar los problemas sociales de la violencia y el narcotráfico.

Por lo tanto, y con base en los planteamientos de Woo (2001) y Lozano y Rivera (2006), las redes sociales migratorias no se deben entender únicamente desde una posición simplista en donde se ubica un conjunto de información o estrategias que comparten e intercambian los migrantes, sino como un medio a través del cual se distribuye y comparte el capital social; es decir, son redes en donde se intercambian información, valores y responsabilidades, y que reestructuran, de manera latente, una diversidad de espacios comunitarios entre vecinos, familiares o amigos que proporcionan ayuda mutua con una variación en intensidad y extensión.

Así mismo, para esta investigación es pertinente recuperar lo que sostienen Adler (1984, 1994), Moctezuma (1999) y Arizpe (2004) en el sentido de que en las redes con fuertes influencias rurales la extensión de la familia abraza la decisión de emigrar al estar en contacto directo por las características geográficas del ejido. En estos lugares rurales, la solidaridad familiar -nuclear o extensa- se percibe más notoriamente y además aparecen las comadres, compadres, cuñadas/os, que juegan también un rol de familia.

Finalmente, es indudable que en las relaciones sociales de los migrantes culiacanenses existe un trinomio que relaciona las condiciones estructurales, las decisiones individuales y las redes sociales. Estas redes culiacanenses distan de ser homogéneas, ya que los roles de sus miembros, objetivos e intereses suelen desarrollarse a través de vínculos diversos -rurales y urbanos- y están moldeados por su cotidianidad y relaciones que trastocan el origen y destino de los migrantes.

 

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Notas

1 Abordar al trabajador migrante permitió conocer las historias en común y las trayectorias laborales, y mostrar, a través de su análisis, las situaciones que se están presentando en este fenómeno social. Situar las historias comunes explorando voces y perspectivas permite encontrar problemas similares que unen o diferencian a los migrantes, apareciendo lazos familiares, de amistad o laborales. Encontrar un problema común es lo que da sentido a estar juntos (Dabas, 2003).

2 Se establece lo periurbano con base en las características establecidas en los censos generales de población y vivienda del INEGI (1990, 2000), en donde, aunado al número de población de 2 500 a 15 000 habitantes, se conjuga un perfil demográfico y económico que agrupa actividades agrícolas y ganaderas. La categoría de periurbanos está en función de los lugares de origen de estos migrantes, pues sus localidades se ubican dentro del perímetro urbano, pero muestran formas de vida rural en los mercados y ocupaciones laborales, por lo que una proporción de habitantes se clasifican como ejidatarios, campesino y jornaleros.

3 Para Giménez (1997), se entiende la identidad con base en la "pertenencia a una pluralidad de colectivos (categorías, grupos, redes y grandes colectividades); la presencia de un conjunto de atributos idiosincrásicos o relacionales, y una narrativa biográfica que recoge la historia de vida y la trayectoria social de la persona considerada".

4 El término significa que no todos los miembros de la red están relacionados entre sí; es decir, hay miembros -familiares o amigos- que no establecen un vínculo solidario como estrategia.

5 Debido a la propia dinámica de la ciudad, las colonias revelan, de manera compleja, cuestiones de simbolismo e identidad territorial propia, ya que el migrante pertenece a un espacio urbano que se contempla como un todo; es decir, se es de la ciudad, no de la colonia o barrio.

6 Entendemos la clase social con base en agregados básicos de los individuos en una sociedad; éstos se oponen entre sí por el papel que desempeñan en el proceso productivo, es decir, en las relaciones que establecen entre sí en la organización del trabajo y la propiedad (Dos Santos, 1974). Para Pérez (2007:94), en el proceso migratorio "la migración de población calificada se relaciona con la gente de clase media, la cual incentiva su movilidad por la búsqueda de espacios más ligados a un estilo de vida particular".

7 Clica es una expresión callejera que se asocia con grupo de amigos o pandilla.

8 Este corredor migratorio, construido históricamente, parte de comunidades rurales sinaloenses hacia Culiacán, Mazatlán y Los Mochis en Sinaloa y, una vez establecidos, los migrantes pueden abrir una red hacia Sonora —Hermosillo, Ciudad Obregón y Nogales— y Baja California —Mexicali y Tijuana—, lo cual tiende a consolidar un punto de destino: el estado de California, que sirve como puente para diversificar los nuevos lugares de destino.

 

Información sobre el autor

Ernesto Sánchez Sánchez es profesor-investigador en la Facultad de Estudios Internacionales y Políticas Públicas, así como de la maestría en estudios de América del Norte en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). Economista de formación, es doctor en ciencias sociales (con orientación al desarrollo regional) por la Universidad de Guadalajara; realizó sus estudios de maestría en estudios de Estados unidos y Canadá en la UAS. Sus temas de investigación son migración, redes rurales y urbanas, mercados laborales y precariedad laboral de trabajadores migrantes. De 2008 a 2009 fue editor de la Revista Mexicana de Estudios Canadienses.

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