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Migraciones internacionales
versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906
Migr. Inter vol.6 no.4 Tijuana jul./dic. 2012
Nota Crítica
Cero migración: Declive de la migración internacional y el reto del empleo nacional
Zero Migration: The Decline of International Migration and the Challenge of National Employment
Rodolfo García Zamora
Universidad Autónoma de Zacatecas. Dirección electrónica: rgarciaz@prodigy.net.mx.
Diversas publicaciones sobre migración internacional de México a Estados unidos y fuentes oficiales sobre estadísticas de población de México muestran un quiebre histórico en las tendencias migratorias entre ambos países, inédito en los últimos 40 años en términos de una reducción sustancial de esa migración. un estudio de la universidad de Princeton (Durand y Massey, 2010) reveló que la migración mexicana a Estados unidos está frenando su ritmo de crecimiento debido a la débil situación económica estadounidense, al control fronterizo y a los cambios demográficos, sociales y económicos por los que está pasando México. Según los resultados obtenidos por Damien Cave (2011) de la página del Proyecto sobre Migración Mexicana -Mexican Migration Project (MMP)-, la migración de connacionales hacia Estados Unidos ha caído hasta sus niveles mínimos desde 1950, ya que muchas familias encuentran más atractivo desenvolverse en México, la situación macroeconómica es fuerte y pueden desarrollarse en el seno de su propia cultura (El Universal/VSG, 2011).
De acuerdo con las cifras del Pew Hispanic Center, menos de 100 000 inmigrantes indocumentados se trasladaron a Estados unidos en 2010, mucho menos de los 525 000 connacionales que anualmente se establecieron en Estados unidos entre 2000 y 2004 (Motel, 2010). Damien Cave (20-11) asegura que las razones para este descenso en la migración irregular se deben a que "ser 'espalda mojada' se ha vuelto mucho más caro y peligroso por la presencia de los cárteles de la droga en los estados fronterizos". Cave también señala el incremento de las oportunidades educativas y laborales en México como una de las causas de esa tendencia.
Los estudios de la universidad de Princeton denotan que en los últimos 15 años México se ha fortalecido en política, la clase media aumenta y los ingresos crecen de manera lenta pero constante. Además, los inmigrantes están cada vez menos dispuestos a soportar las difíciles condiciones de vida que enfrentan en el vecino país del norte, donde en algunos estados se ha criminalizado la migración irregular (Cave, 2011).
Mientras que en el XII Censo general de población y vivienda del año 2000 (INEGI, 2000) se resalta que los mexicanos que migra-ron al extranjero fueron más de 1.5 millones, en 2010 se contabilizaron 1.1 millones de personas que salieron del país en busca de mejores oportunidades. Según el INEGI (2010b), al momento de realizar el censo, 723 310 personas aún permanecían en el exterior y 350 719 habían regresado al país.
El prestigiado centro Pew Hispanic señala que tras una caída continua de los flujos migratorios en los últimos dos años, la población indocumentada en Estados unidos se ha estancado en 11.2 millones (Motel, 2010). Esta cifra supone una caída de casi un millón en relación con 2007, cuando la inmigración indocumentada alcanzó el techo de los 12 millones. El impacto de la crisis económica mundial y un control más estricto de la frontera se perfilan como las principales causas de esta estabilización entre la población indocumentada en 2010. Aun así, esta última representa el triple de la que se calculó en 1990 y, entre ella, la de origen mexicano sigue siendo la más numerosa con poco más de 6.5 millones de inmigrantes. Los mexicanos indocumentados alcanzaron su máximo nivel en 2007, con siete millones, y en 2010 la población bajó a 6.5 millones y constituye 58 por ciento del total de inmigrantes indocumentados.
"Al parecer, aunque la gente en México considera que aún sigue habiendo mejores oportunidades de trabajo en Estados Unidos, el riesgo y el precio de cruzar una frontera cada vez más vigilada y con mayores peligros, parecen haber sido los principales factores de esta disminución", aseguró Jeffrey Passel, uno de los responsables del estudio realizado por el Pew Hispanic Center.
"Esta realidad refleja hoy además menores cifras de captura de la patrulla fronteriza [...]" (El Universal/EGMO, 2011).
El 6 de julio de 2011, Damien Cave argumentó en su artículo que la disminución reciente del flujo migratorio de mexicanos hacia Estados Unidos podría ser el resultado de una serie de cambios en la estructura demográfica junto con mejoras de tipo socioeconómico y político en México, especialmente en los últimos 15 años. Lo anterior podría llevar a imprimir un carácter permanente a tal reducción de este flujo laboral, e incluso podríamos estar presenciando el fin de la emigración mexicana, al menos en las dimensiones y características que presentó desde los años setenta (Cave, 2011).
Según la entrevista a Douglas Massey realizada por Cave (2011) para el artículo, la consolidación democrática en México, con un crecimiento económico modesto pero sostenido en los últimos 15 años, familias de menor tamaño y mayores oportunidades para la educación, así como la violencia desatada en las ciudades fronterizas con Estados Unidos y las políticas antiinmigrantes en dicho país, podrían estar generando una serie de factores que, en conjunto, desincentivan la salida de mexicanos en busca del "sueño americano".
Para apoyar su argumento, en el artículo mencionado del New York Times incluye entrevistas a familias jaliscienses, algunas cuyos integrantes han retornado de Estados Unidos y efectivamente encuentran más conveniente quedarse en México ya sea para estudiar, trabajar o iniciar algún negocio, que padecer la recesión económica y el recrudecimiento de la política antiinmigratoria en el país vecino. Por cierto, el fenómeno de la migración de retorno en México también se ha reflejado en el Censo de población y vivienda 2010 (INEGI, 2010b), el cual registra aproximadamente un millón de mexicanos que hace cinco años vivían en Estados Unidos y ahora se ubican en territorio mexicano.
¿Han hecho menos atractiva la migración hacia Estados Unidos los cambios en México?
Como se muestra en la publicación "Situación migración México" (Fundación BBVA, 2010), aunque la falta de oportunidades en este país es un factor que incentiva la migración, es menos relevante que el ciclo económico en Estados Unidos. La migración mexicana no necesariamente se reduce cuando mejoran las condiciones en México. Así, se puede ver históricamente que los migrantes no se mueven con el ciclo del empleo en este país. Por ejemplo, en la primera mitad de los años noventa, el desempleo en México mostró un comportamiento ascendente, pero en los inicios de ese período la migración se redujo. De 1996 a 2000, el desempleo en México mantuvo una tendencia decreciente. En esos años, la migración no se detuvo y, por el contrario, mostró una tendencia opuesta. Posteriormente, en general, aunque el comportamiento del desempleo en México ha sido creciente, la migración tiende a aumentar hasta 2006 y posteriormente ha presentado una trayectoria decreciente.
Si bien en México ha habido condiciones que han mejorado y permitido a los hogares una mayor posesión de bienes y mejores oportunidades de educación, que se han traducido en un mayor nivel del promedio de escolaridad de la población mexicana -que en 1960 era de 2.6 grados; en 2000, de 7.5, y en 2010 aumentó a 8.6 grados-, lo cierto es que estas mejoras no han sido suficientes como para reducir la brecha salarial respecto de Estados Unidos. Cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2011) muestran que en 1995 la diferencia en la compensación laboral por empleado en el sector industrial entre Estados Unidos y México era cercana a 30 000 dólares al año, en 2002 esta diferencia era de 40 000, y en 2009 se amplió a aproximadamente 50 000 dólares.
Históricamente, los flujos migratorios documentados hacia Estados Unidos han sido fluctuantes; ha habido épocas de gran crecimiento y otras con reducciones. En general, las primeras se han presentado durante las expansiones económicas, mientras que las disminuciones en la migración se han registrado precedidas de recesiones económicas en Estados Unidos, como sucedió tras las crisis de 1873, 1882, 1914, 1923, 1929, 1991, 2001 y, de manera reciente, en 2007. Así, una primera hipótesis es que la recesión económica reciente es la que principalmente ha detenido la migración mexicana hacia Estados Unidos.
Para fortalecer la hipótesis anterior de que es el estado de la economía estadounidense la principal determinante de la inmigración mexicana a aquel país, se menciona cómo en la publicación "Situación migración México" (Fundación BBVA, 2010) la variable con la que mayor relación tiene la migración mexicana hacia Estados Unidos es el empleo en dicho país, por encima de la falta de oportunidades en México y de los diferenciales salariales entre ambas naciones. De esta forma, cuando el empleo en Estados Unidos aumenta, la migración mexicana también lo hace, y lo contrario ocurre cuando el empleo disminuye; es decir, el principal motor de la migración mexicana hacia Estados Unidos es la demanda de empleo de los trabajadores mexicanos. En las crisis económicas, la necesidad de empleados se reduce y, al haber menos puestos de trabajo disponibles, los incentivos para emigrar disminuyen.
Una semana después del 10 de julio cuando aparece el polémico reportaje de Damien Cave (2011) en el New York Times planteando la posibilidad de que la migración de mexicanos a Estados Unidos haya llegado a su fin como fenómeno masivo y creciente, Jorge Durand, colega de Douglas Massey e integrante fundador del Mexican Migration Project, participa en el debate con su artículo "Migración a la baja" (Durand, 2011). Primero destaca cómo la migración indocumentada en Estados Unidos llegó a su punto más alto en 2007, cuando el Pew Hispanic Center estimó el total de mexicanos irregulares en siete millones. Y luego, por tres años seguidos ha ido bajando a 6.8 millones en 2008, 6.7 en 2009 y 6.5 en 2010. Esta tendencia coincidió con la crisis financiera y, en el comienzo, se interpretó como una consecuencia directa. Sin embargo, señala Durand, en migración siempre hay que considerar múltiples factores (Motel, 2010).
Para Durand, el tema ha salido del ámbito académico a partir del artículo publicado en julio en el New York Times (Cave, 2011), en el cual se hace referencia a un conjunto de factores sociales, económicos, políticos y demográficos que explican esta tendencia a la baja. También se hace una referencia directa al trabajo del Mexican Migration Proyect (MMP), que durante 25 años han venido realizando las universidades de Princeton y Guadalajara en más de 200 comunidades rurales de México y otros países de Centroamérica y el Caribe.
En las encuestas del MMP realizadas en 2010 en Guanajuato y San Luis Potosí, dos estados de amplia y añeja tradición migratoria, se constató que en 2009, por primera vez en 25 años, ningún migrante había realizado su primer viaje; es decir, el flujo de salida se había detenido. Por eso se dice que es equivalente a cero en lo que respecta a esas comunidades. Esta tendencia, según Durand (2011), se puede corroborar en muchas comunidades de la región centro-occidente, donde los habitantes reportan que ya nadie ha podido pasar la frontera. Incluso con historial de deportación a México y retorno a Estados Unidos, y conocer los vericuetos y las diferentes modalidades para cruzar, se han tenido que devolver.
No obstante, al mismo tiempo reportan que los que han podido irse a Estados Unidos lo han hecho con visas H2A para el trabajo agrícola, y H2B para los servicios. En otros términos, la migración indocumentada ha bajado, pero ha crecido notablemente la migración legal, lo que pone en evidencia un cambio de actitud y de política migratoria en Estados Unidos. En el año 2004, por ejemplo, se concedieron 109 000 visas H2 para trabajadores temporales, y en 2009, en plena crisis, se otorgaron 206 144. Así de simple, una primera explicación de por qué baja la migración irregular es porque la migración legal se ha incrementado. En 1999 se admitió a 86 000 mexicanos con contrato laboral y varios tipos de visa, y 10 años después se recibió a 301 558 (Durand, 2011).
Otro elemento que se debe tomar en cuenta en el declive formal de la migración mexicana son las deportaciones, que en el año 2009 sumaron 973 000, de las cuales técnicamente fueron deportados 393 000 y retornados 580 000 (Durand, 2011). Lo que se ha incrementado son las deportaciones formales, muchas de migrantes con problemas legales. Pero el cambio fundamental se ha dado entre los migrantes deportados, que por lo general no regresan a Estados Unidos porque se pueden enfrentar a la cárcel y a medidas coercitivas severas. Eso de que "hoy me deportan y mañana me vuelvo a cruzar" es un asunto del pasado.
Las medidas disuasivas emprendidas de manera explícita por Estados Unidos contemplaban incrementar los costos y los riesgos del cruce fronterizo. Y lo lograron. Ahora cuesta 60 000 pesos cruzar la frontera y eso equivale a 1 000 días de salario mínimo, por lo que quedan descartados de la aventura migratoria todos aquellos que ganan el minisalario mexicano de 59 pesos diarios; incluso aquellos que ganan dos, tres o cuatro salarios mínimos. El cálculo costo-beneficio ya no sale a cuenta.
Durand (2011) destaca, por otra parte, que también se ha cerrado la fuente de financiamiento. Anteriormente eran los migrantes los que financiaban el cruce subrepticio, los que pagaban al coyote e incluso el viaje del pariente, pero con la crisis esa remesa -a la que llama sistémica porque mantenía el sistema migratorio en movimiento- se redujo sensiblemente. Ahora el migrante en Estados Unidos tiene que velar por sí mismo, cuenta con menos horas de trabajo y necesita cuidar sus recursos. Ya no se puede financiar la aventura migratoria del hijo, el hermano o el ahijado si el mismo migrante está en situación precaria. El riesgo es mayor porque ya no se trata sólo de cruzar la frontera: ahora hay que llegar sano y salvo a ella. Y el riesgo de que los migrantes puedan ser extorsionados por las mafias, coyotes y delincuentes se ha incrementado exponencialmente. Ahora, llevar un celular o una dirección de un pariente radicado en Estados Unidos pone en peligro al migrante y su familia.
Finalmente, para Durand (2011) hay dos factores estructurales que se deben tomar en cuenta para que baje la migración: un decremento significativo de la tasa de natalidad y un crecimiento económico sostenido. Estos dos factores son clave y afectan de manera directa el flujo migratorio. En términos demográficos, México ya no es el mismo. Se ha pasado de una familia promedio de siete hijos en 1970 a una de dos en 2010. Para las familias numerosas, la salida migratoria era la fórmula perfecta. La presión demográfica, que tenía su válvula de escape en la migración internacional, ha cambiado sustancialmente. Todavía tenemos un remanente de bono demográfico, pero la presión es totalmente distinta.
El siguiente factor estructural es el crecimiento económico, que tiene que operar de manera simultánea con la baja de la natalidad. México ha crecido a un ritmo mínimo, mientras que otros países de América Latina lo han hecho en proporciones dos o tres veces mayores. Han mejorado las condiciones generales de México, pero no al ritmo que se esperaba. No se pude considerar que esta variable haya jugado un papel fundamental en la tendencia general a la baja del fenómeno migratorio indocumentado.
A diferencia del documento de la Fundación BBVA (2010) que plantea categóricamente que son la situación de crisis económica en Estados Unidos, la caída del empleo y la menor demanda de trabajadores migrantes las que provocan la tendencia a una disminución sustancial de la migración mexicana en los últimos cuatro años, Duran introduce el tema de los deportados y retornados, los programas de trabajadores temporales y el cambio demográfico en las familias mexicanas. Indirectamente reconoce los impactos negativos de la crisis económica estadounidense sobre el nivel de desempleo de los migrantes documentados, sus problemas de empleo, ingreso y la supervivencia como prioridad. Así mismo señala que la militarización de la frontera norte y la violencia creciente en el tránsito migrante elevan los riesgos y costos de la migración. La parte ambigua y débil del artículo de Durand (2011) y del propio artículo de Cave (2011) es la del crecimiento económico social del país como elemento que hace menos atractivo emigrar al país vecino. Las propias informaciones oficiales refutan tal argumento.
Así, el INEGI informa que entre 2008 y 2010 no hubo hogar en el país que no padeciera un desplome de sus ingresos, período en el que se presentó la peor crisis económica internacional de los últimos 70 años. El ingreso promedio de los hogares cayó 12.3 por ciento en ese período (Rodríguez, 2011a; INEGI, 2010a).
Por su parte, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2011) informa que de 2008 a 2010 el número de personas en situación de pobreza en México subió de 48.8 a 52 millones, lo que significa que 46.2 por ciento de la población se encuentra en esta situación.
José Luis Calva, integrante del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, en entrevista para La Jornada (Rodríguez, 2011a), consideró que los resultados de la Encuesta nacional de ingresos y gastos de los hogares (INEGI, 2010b), que demuestra que los ingresos de las familias mexicanas disminuyeron en los últimos años, "es un botón de muestra de lo que está ocurriendo en el país, con funcionarios más preocupados por mantener el balance fiscal sacrificando el crecimiento y el empleo". Calva estimó que el deterioro de los ingresos de los hogares mexicanos se acentuaría para 2011, sobre todo para los más pobres, debido al repunte en el precio de los alimentos, materias primas y energéticos, dado que los pobres deberán destinar una mayor proporción de sus bajos salarios para la compra de alimentos. La falta de oportunidades en México -resalta el académico- provocó que 12 millones de personas hayan emigrado y produzcan una riqueza equivalente a 600 000 millones de dólares anuales, lo que significa un desperdicio del bono demográfico. En contraste, ahora el narcotráfico ha creado unos 600 000 empleos, convirtiéndose en el mayor generador de puestos de trabajo.
El año 2010 marca, en efecto, un quiebre histórico en el comportamiento de la migración internacional de México a Estados Unidos, que llega a equilibrar el monto de la migración irregular con la cantidad de deportados y retornados. A diferencia de 2000 a 2005, cuando los flujos migratorios mexicanos fueron cercanos a 500 000 anuales, de 2006 a 2010 se redujeron sensiblemente hasta estimarse, en ese último año, en 100 000. Por los argumentos expuestos, sin despreciar ninguno, queda claro que la principal variable que determinará si la tendencia a la baja se mantiene es la posibilidad de la recuperación de la economía estadounidense, elemento que no se ve claro a corto plazo, ya que su desempleo promedio siguió por encima de nueve por ciento en 2011.
Lo anterior muestra cómo la migración internacional dejó de ser la válvula de escape que durante más de 40 años palió la ausencia de desarrollo económico y social del país y la incapacidad de la clase gobernante para promover políticas sectoriales y regionales que produjeran los empleos e ingresos necesarios para su población. En los últimos cuatro años, en promedio, sólo se han generado 222 000 nuevos empleos anuales, ante la necesidad de 800 000 para los jóvenes que se integran al mercado laboral (Fernández-Vega, 2011). Ante la crisis multidimensional que padece el país y el fracaso del Estado mexicano en términos de crecimiento económico, generación de empleos y bienestar, y ante la guerra contra el narcotráfico y sus asociados, que ha costado más de 55 000 muertos en cinco años del gobierno calderonista, urge un cambio en la conducción del país: más que una política de Estado militarizada se requiere una política de Estado de seguridad humana que ponga en el centro el empleo, el ingreso, el bienestar y la seguridad ciudadana.
Referencias
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Información sobre el autor
Rodolfo García Zamora es doctor en ciencias económicas por la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB). Docente-investigador del doctorado en estudios del desarrollo en la UAB. Sus líneas de investigación son migración internacional, remesas y desarrollo regional, así como migración y desarrollo rural. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la Red Internacional de Migración y Desarrollo, la Red Celso Furtado, el patronato Sin Fronteras IAP, el Consejo Directivo del Instituto de Estudios y Divulgación sobre Migración (Inedim), y el Consejo Consultivo del Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y del Desarrollo (Incedes), Guatemala. Sus publicaciones más recientes son: "Migración internacional y desarrollo en América Latina y el Caribe. Del mito a la realidad", en América Latina: Democracia, economía y desarrollo social (Trama Editorial, 2010); Crisis, migración y desarrollo. Los actores sociales y el desafío de nuevas políticas públicas (Universidad Autónoma de Zacatecas, 2012); (en cocoordinación con Juan Manuel Padilla) Los retos del desarrollo económico y social en Zacatecas en el siglo XXI (Universidad Autónoma de Zacatecas, 2010).