INTRODUCCIÓN
Braulia Da Silva cuenta lo siguiente, mientras su hija Sara escucha nuestra conversación: “Cuando llegamos a Chile todo fue difícil porque no sabíamos el idioma. Para mi hija dentro de la escuela fue complejo porque sólo hablaba portugués. No conocíamos las costumbres. Tuvimos que aprender” (B. Da Silva, comunicación personal, 10 de abril de 2018). La vida de esta familia brasileña se desarrolla en un espacio reducido, que cuenta con poca decoración; sin libros ni revistas; tampoco obras de arte. Sólo una televisión colocada en una mesa negra.
“Con el tiempo pudimos aprender y conocer personas. Fue necesario buscar la manera de que con lo que sabíamos poder salir adelante” (B. Da Silva, comunicación personal, 10 de abril de 2018), agrega la madre de familia. Después de varios años, Braulia encontró un mejor empleo y Sara se convirtió en una de las estudiantes más sobresalientes de su clase. El caso de esta familia brasileña ilustra cómo migrantes recién llegados a Chile se ven obligados a adaptar sus conocimientos de acuerdo con las características del lugar de acogida, en virtud de alinear su “historia incorporada” con las “reglas del juego” del campo en el que ahora se encuentran.
Lo anterior se presenta en un contexto latinoamericano donde el desplazamiento de personas es poco probable que disminuya a consecuencia de las brechas económicas entre países (Bauman, 2016), aunado a los problemas sociales y políticos de los países expulsores que desde hace varios años desencadenaron un aumento de violencia e inseguridad en el continente. En ese sentido, distintos autores atribuyen este flujo continuo de personas a la relación directa entre la globalización y la integración de contextos regionales (Begala, 2011; Castles, Miller y de Hass, 2014), lo cual indica que la migración seguirá siendo una de las respuestas personales y colectivas mayoritarias, generando movimientos migratorios de personas en la búsqueda de mejores oportunidades de vida (Navarrete, 2018; Nieto, 2014).
En particular, con el retorno de la democracia en la década de 1990 la solidez económica y financiera frente a otros países de la región, además de la flexibilidad de las políticas migratorias (Stefoni, 2003, 2011; Thayer, 2013; Torres Matus, 2019), Chile se convirtió en uno de los destinos predilectos de la inmigración latinoamericana, lo que de forma paulatina provocó cambios económicos, sociales y políticos que obligaron el inicio de una reconfiguración a nivel individual y contextual dentro de la sociedad e instituciones chilenas (Doña Reveco, 2016; Doña-Reveco y Levinson, 2013).
A partir del inicio de estos flujos migratorios, los estudios realizados principalmente desde la academia se han enfocado en analizar diversos aspectos de la migración, por ejemplo, la inclusión sociocultural de las comunidades migrantes a partir de lo que sucede en distintos entornos sociales como oficinas, supermercados, plazas públicas e instituciones educativas (Baeza Virgilio, 2019; Imilan, Márquez y Stefoni, 2016; Stefoni y Bonhomme, 2014). Otros análisis se han centrado en las prácticas de discriminación y racismo en entornos sociales (CNN Chile, 2019; Tijoux-Merino, 2013), mismas que han propiciado que los estudiantes afectados implementen distintas estrategias con el propósito de contrarrestar actitudes discriminatorias en el interior de las instituciones educativas chilenas (Webb y Alvarez, 2018).
Otras líneas de investigación se enfocan en entender los factores explicativos del rechazo por parte de la sociedad chilena hacia comunidades migrantes en el contexto laboral y social, cuyos resultados ilustran cómo el impacto negativo se presenta en distintos niveles, dependiendo de categorías de análisis como nivel educativo, ingreso y clase social (Doña Reveco, 2016; González et al., 2017; Navarrete Yañez, 2017; Thayer, Córdova y Ávalos, 2013). Adicionalmente, se han explorado las políticas migratorias luego de la llegada masiva de personas originarias de Haití, Venezuela y República Dominicana (Calderón y Saffirio, 2017; Rojas Pedemonte, Amode y Vásquez, 2017; Thayer, 2015; Torres Matus, 2019), lo que incluye también el análisis sobre las instituciones religiosas y su capacidad para fungir como una red de apoyo migrante (Aguirre, 2017; Orellana, 2016; Saldívar Arellano, 2019), en un contexto donde la mayoría de los migrantes que ingresan a territorio chileno carecen de empleo (Thayer, 2015), vivienda y acceso a servicios públicos como educación y salud (Grande y García González, 2019; Ramírez, Rivera, Bernales y Cabieses, 2019).
De esta forma, resulta congruente considerar que dentro de los procesos migratorios que en la actualidad presenta Chile, convergen factores asociados a la economía local y global, a la flexibilidad de las políticas migratorias, además de a problemáticas sociales, políticas y culturales principalmente de los países de origen (Novick, Stefoni Espinoza y Hinojosa Gordonava, 2008; Rojas Pedemonte y Koechlin, 2017; Stefoni, 2003), lo que obliga a diversificar los análisis vinculados al aparato conceptual que guían las investigaciones, también las estrategias metodológicas para la obtención de datos e información (Portes, 2000).
En este contexto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) posicionaron a Chile “entre los países de la región con mayor aumento en el número de inmigrantes en el periodo de 2010 a 2015: Chile (4,9 por ciento anual), México (4,2), el Brasil (3,8), el Ecuador (3,6), Surinam (3,4) y Panamá (3,3) (Velasco, Gontero y Weller, 2017, p. 15). Hasta 2014 se estimaba que en Chile radicaban 465 000 personas migrantes (González et al., 2017).
Finalmente, a partir del Censo de Población 2017 y los registros administrativos del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), se estima que hasta 2018 en Chile habitaban poco más de 1.25 millones de personas extranjeras (Instituto Nacional de Estadística y Departamento de Extranjería y Migración, 2019) cuya concentración principal se encontraba en Santiago, mientras que una minoría migrante decidía instalarse en ciudades localizadas en las diferentes regiones del país (Álvarez y Acosta, 2019).
Es así como la pregunta que orienta este artículo versa sobre qué tipo de estrategias orientadas a la transmisión de capital cultural desarrollan e implementan padres y madres dentro del seno familiar, en virtud de proporcionar a hijos e hijas las herramientas necesarias para resolver problemas vinculados a la desigualdad social, discriminación; y negociación en un contexto migratorio.
Se trata de un artículo basado en un análisis cualitativo, cuya principal técnica de obtención de datos es la entrevista etnográfica, lo cual se complementa con las notas registradas durante las sesiones de observación con el propósito de lograr mayor profundidad descriptiva y analítica entre el decir y lo que realmente las personas hacen en su vida (Guerra Arias, 2006; Reyes, 2018). Esto representa también un esfuerzo que conjuga la descripción etnográfica, análisis sociológico y, en cierta medida, evocación literaria para ahondar en la vida migrante latinoamericana, en sus experiencias e interpretaciones.
En la siguiente sección se plantean los aspectos teóricos que orientaron la etnografía (Hammersley, 1990), ayudando al autor a organizar, resumir y entender las desigualdades (Wacquant, 2001) producto del proceso migratorio. Después se presenta la estrategia metodológica que permitió la obtención de datos e información durante el trabajo de campo, se describe cómo se logró el acceso a la escuela y familias migrantes, poniendo especial énfasis en el papel que desempeñan padres y madres en el proyecto migratorio. Por último, se presenta la discusión de los resultados a partir de los relatos de las familias y notas de campo, también las principales conclusiones que derivan de ello.
CAPITAL CULTURAL Y MIGRACIÓN
La literatura internacional indica que las familias migrantes presentan diferencias en aspectos vinculados con el nivel educativo, el ingreso y las creencias religiosas, lo que provoca que las estrategias que planean e implementan para transmitir herramientas –capital cultural en tanto conocimiento (Archer, 2009)– a hijos e hijas a fin de enfrentar problemas asociados al proceso migratorio sean heterogéneas. Es así como diversos estudios enfatizan en la importancia de la familia y su propio capital cultural para la ejecución de proyectos migratorios (Coe y Shani, 2015; Goldberg, 2010; Jamal Al-deen y Windle, 2016; McKay, 2005; Melgar Tísoc, 2014; Nakamura, 2010).
Aunque el concepto de capital cultural es definido y utilizado de forma empírica de distintas maneras por parte de diferentes autores (Chiang, 2018; Coleman, 1988; Davies y Rizk, 2017; DiMaggio, 1982; DiMaggio y Mohr, 1985), este artículo adopta la noción de Pierre Bourdieu (1987), cuya potencialidad radica principalmente en las relaciones posibles de este tipo de capital con los recursos económicos, sociales y simbólicos de los individuos, lo que en su conjunto resulta fundamental para el estudio de la migración a partir de la estructura familiar.
Para Bourdieu (1986, 2001) el capital cultural es el conjunto de competencias y/o habilidades que poseen los individuos, mismas que al ser reconocidas dentro de un determinado campo representan una ganancia en términos de capital simbólico, lo que a su vez es posible capitalizar de forma económica y/o social. El capital cultural inicialmente apareció en el trabajo de Bourdieu (1986) como una hipótesis para analizar el logro educativo de estudiantes tomando en cuenta los contrastes culturales de sus respectivas familias, a partir de esto, el autor describe este tipo de capital como una herramienta analítica que hace posible el entendimiento de las diferencias en el acceso de oportunidades a partir de habilidades heredadas y/o adquiridas (Bourdieu y Passeron, 1996; Bourdieu y Wacquant, 2005).
Lo anterior permite adentrarse en el análisis de la diferenciación de oportunidades y toma de posiciones privilegiadas en un contexto o campo determinado a partir del capital acumulado de los individuos. Desde esta perspectiva hay tres formas de capital que constituyen los privilegios y oportunidades en un campo en particular: el capital económico, social y cultural, los cuales se convierten y se reinventan de acuerdo a las reglas formales e informales, también a los intereses y necesidades individuales según demande el contexto (Bourdieu, 1986, 2001).
La pertinencia de utilizar el concepto de capital cultural en el estudio de la migración y familia se fundamenta en su diálogo constante con los demás tipos de capital que señala Bourdieu (1987), en el entendido que dentro del análisis de los procesos migratorios resulta indispensable profundizar en las características económicas, sociales, culturales e incluso simbólicas de quienes migran, tomando en cuenta las posibles conversiones que pudieran presentarse entre estos tipos de capital, con la finalidad de cumplir objetivos específicos. Aunque el énfasis de este artículo se presenta en la transmisión de capital cultural dentro del seno familiar, las conversiones entre los distintos tipos de capitales son también parte fundamental de este análisis.
Del mismo modo, es sustancial puntualizar que el análisis de la “transmisión de capital cultural desde el seno familiar” (Bourdieu, 2001, p. 138), a partir de las ideas de Bourdieu, permite también comprender y medir los recursos (culturales) de padres y madres de familia, lo que resulta crucial para entender las diferencias en las estrategias implementadas a partir de las variaciones en el capital poseído. Sobre esto, estudios realizados con familias de clase media y trabajadora han dado cuenta de las diferencias presentadas en el logro educativo e involucramiento parental a partir del concepto de capital cultural, además, han subrayado las distintas formas de activar este tipo de capital por parte de niños y niñas en entornos educativos y sociales (Lareau, 2000, 2002, 2011).
Para entender de forma integral estas diferencias, Lareau y McNamara Horvat (1999) proponen medir el capital cultural a partir del vocabulario de los padres de familia, las interacciones en la escuela con profesores, la asistencia a eventos escolares y extraescolares, además de su vínculo con las redes sociales que favorecen el flujo de información (Lareau y McNamara Horvat, 1999). Este enfoque analítico muestra especial relevancia en la distinción entre posesión y activación de capital cultural (Lareau, 2002, 2011).
Hay una importante diferencia entre posesión y activación de recursos de capital. Es decir, quienes tienen capital social y cultural puede elegir activar dicho capital o no, lo cual variará dependiendo de las habilidades para activar el capital (social o cultural) (Lareau y McNamara Horvat, 1999,).
La decisión de activar/utilizar los distintos tipos de capital se vincula a la validez en relación con el campo en el que se encuentre posicionado, es decir, para que el capital cobre fuerza debe ser activado: “Todas las personas tienen capital social para activar de acuerdo con las normas del campo. Sin embargo, tanto capital social como cultural no tienen el mismo valor siempre. Para ser tener validez deben ser activados” (Lareau y McNamara Horvat, 1999, p. 39).
Es preciso recalar que fue Bourdieu quien se encargó de sentar las bases para los estudios sobre acumulación de capital cultural y sus conversiones entre los demás tipos de capital (Bourdieu, 1986, 1987, 2001), ilustrando la posibilidad de que, por ejemplo, el capital económico pudiera convertirse en determinado momento en capital cultural o social. Por otra parte, con el trabajo de Lareau (2011) se amplían las posibilidades de análisis con la inclusión de las distinciones entre la posesión y la activación, no solamente de capital cultural, sino también de capital social, económico y simbólico.
En suma, este marco conceptual permite no sólo analizar las diferencias entre las estrategias de transmisión de capital cultural que se implementan dentro del seno familiar, sino también entender los procesos de conversión entre los distintos tipos de capital que se presentan dentro de todo el proceso. Esto último ilustra cómo es que los distintos capitales registran modificaciones en virtud de lograr su propio funcionamiento en el lugar de acogida, en un contexto donde las interacciones sociales en el lugar de acogida obligan a las familias migrantes a reinventarse, inicialmente activando sus recursos con el propósito de adecuar su capital (cultural, principalmente) al entorno en el que ahora se encuentran.
ESTRATEGIA METODOLÓGICA
El diseño metodológico profundiza y satura —no generaliza— en lo que se considera una etnografía urbana. Un tipo de investigación basada principalmente en la observación cercana en el terreno, de gente e instituciones en tiempo y espacios reales en los que el investigador o investigadora se inserta cerca —o dentro— del fenómeno social a estudiar, con la finalidad de detectar cómo y por qué los actores en la escena actúan, piensan y sienten como lo hacen (Auyero y Berti, 2013; Wacquant, 2003). El trabajo etnográfico se presenta aquí como el principal instrumento metodológico.
En esta investigación participan diez familias migrantes originarias de Brasil, Venezuela,2 Perú y Ecuador que llegaron a Chile dejando atrás los problemas políticos, sociales, y/o económicos de su país de origen. Estas familias reportaron ciertas diferencias en el nivel educativo, el ingreso mensual, el número de hijos/hijas, el estatus migratorio, así como las motivaciones para migrar y años de residencia en tierras chilenas. Asimismo, de variaciones en las condiciones de sus vivienda y perspectivas a mediano plazo como migrantes.3
Por otro lado, presentaron también importantes similitudes que permitieron analizar y entender cómo operan las conversiones de capitales como antesala de la transmisión de capital cultural en contextos migratorios. Por ejemplo, en su mayoría provienen de la clase media con estudios técnicos y/o universitarios, incluso hay quienes cuentan con estudios de posgrado, sin embargo, dichos títulos carecen de validez ante las instituciones chilenas, por lo que resulta imposible ejercer su profesión como lo hacían en el lugar de origen. Del mismo modo, para estas familias el proceso migratorio implicó la pérdida del capital social acumulado en su país, lo que representa una complicación al carecer de redes que sirvan como apoyo en su proyecto migratorio.
El encuentro con estas familias se dio a partir del trabajo etnográfico realizado en escuelas de educación básica y por la asistencia a grupos de apoyo a migrantes, donde padres y madres migrantes de estudiantes matriculados accedieron a participar en el estudio permitiendo el acceso a su hogar con el propósito de registrar actividades cotidianas y realizar contactos para aplicar entrevistas semiestructuradas. Cabe destacar que las visitas a sus casas/departamentos/habitaciones se realizaron en horarios propuestos por las mismas familias entrevistadas en un entorno de confianza y amabilidad, en ocasiones acompañando la conversación con una taza de café, alguna bebida, jugo o postre.
Los tópicos que se abordaron en las conversaciones –algunas con mayor grado de formalidad– fueron en relación con proceso migratorio –motivaciones y complicaciones–, familia –estructura e involucramiento parental–, capital –cultural, económico y social–, cultura de origen –transmisión y en ocasiones activación–, y estrategias de supervivencia – economía/finanzas, educación y salud–. Los relatos registrados en grabación de audio se complementaron con notas de campo tomadas durante las visitas. Los encuentros con las familias se realizaron entre marzo y diciembre de 2018, entablando conversaciones fluidas a partir de los temas de interés.
Sobre la duración de las visitas, inicialmente se tenía contemplado un espacio de una hora, no obstante, siempre se sobrepasó el tiempo previamente establecido. En este espacio se aseguró el bienestar de las personas, de tal manera que al mencionar algún aspecto sensible se les dio la oportunidad de profundizar en tanto ellos y ellas lo consideraran oportuno, a fin de mantener los aspectos éticos por encima de cualquier interés relacionado a la obtención de datos.
POBREZA INVISIBLE
“Estimado, lleva un pan a tu familia. Tengo dos. Te lo regalo, no acepto me digas que no” (J. Madero, comunicación personal, 20 de abril de 2018), exclama Juan al finalizar las actividades del grupo “Migrantes Somos Todos” (MST), que funciona como red de apoyo para los migrantes recién llegados a Santiago de Chile. Quienes conforman este grupo carecen de redes o vínculos fuertes (Granovetter, 1983) que funcionen como un apoyo en el proceso de adaptación. Caminando por las calles concurridas de la capital del país, el originario de Venezuela dirige la mirada de un lado a otro con rapidez, en ocasiones con pausas cortas para pensar un poco: “No conozco a nadie que me ayude. Hay empleos, pero siempre piden permiso de trabajo” (J. Madero, comunicación personal, 20 de abril de 2018), relata luego de solicitar información sobre vacantes en un almacén. Ante la negativa de los empleadores de brindarle empleo, Juan mantiene su buen humor y bromea sobre lo complicado que es vivir en Santiago.
Sin embargo, la sonrisa de Juan se desdibuja ante la preocupación por los problemas económicos, la falta de vivienda y empleo. “Sé que las cosas no son fáciles, pero no me voy a rendir hasta obtener empleo. Así que si sabes de uno me dices” (J. Madero, comunicación personal, 20 de abril de 2018). Desde hace un par de años, el acceso a empleos dignos se volvió complejo en Santiago, al igual que la vivienda, primero por la falta de éstos; segundo, “por lo caro que están. No alcanza el dinero y los ahorros traídos de Venezuela se acaban” (J. Madero, comunicación personal, 20 de abril de 2018).
La situación de Mercedes, otra entrevistada, es similar a la de Juan, al carecer de redes de apoyo que brinden asesoría para lograr acceso a empleo y por el escaso capital económico que trajo consigo de Venezuela. Aun así, sonríe y bromea. Aunque la situación en su hogar es aparentemente estable, la realidad es otra. Ella renta un departamento de dos habitaciones, cocina, sala de estar y un espacio para comedor; sin decoración, nada que adorne sus paredes. Tampoco cuenta con fotografías familiares, libros ni revistas. Sólo muestra sus ganas de “salir adelante a pesar de los problemas psicológicos e incluso creo que hasta psiquiátricos que sufro” (M. Gutiérrez, comunicación personal, 15 de mayo 2018), describe la madre de familia.
Un aspecto resalta en este hogar venezolano; todo gira alrededor de Sebastián, el único hijo de Mercedes. Si bien es evidente la ausencia de libros y revistas, lo que tradicionalmente se utiliza para medir el capital cultural en el seno familiar (Fismen, Samdal y Torsheim, 2012), esto contrasta con la gran cantidad de materiales didácticos con los que Mercedes, abogada de profesión, trabaja con su hijo, mismo que obtuvo notas de excelencia en clase además de mostrar facilidad en el aprendizaje de idiomas. “A mí me puede suceder cualquier cosa. Puedo estar triste, deprimida, ansiosa. Pero mi hijo debe seguir su vida normal. Siempre las prácticas que se realizarán en clase las practicamos un día antes para que tenga un buen rendimiento” (M. Gutiérrez, comunicación personal, 15 de mayo 2018), comparte Mercedes mientras muestra a su hijo mapas de los distintos países latinoamericanos, al mismo tiempo que revisan herramientas y materiales para diseñar y construir el prototipo de una carreta, como parte de una tarea escolar.
Para las familias migrantes mencionadas la vida en Venezuela era tranquila hasta que sufrieron atentados en los que estuvo su vida en peligro. Salir de casa en la mañana, hacer una primera parada para comprar un café o para desayunar en algún restaurante, planear las vacaciones para viajar a alguna playa de México; o para pasear por Panamá, Brasil, República Dominicana o Estados Unidos. “Por no conocer a nadie, ni nada del país, en el mapa nunca estuvo Chile para vivir ni para venir de vacaciones” (M. Gutiérrez, comunicación personal, 15 de mayo 2018), pues Mercedes sabía que las cosas eran complejas, al haber también dificultades y situaciones de pobreza como en la que se encuentra con su familia actualmente. Sin embargo, la de ella es una pobreza distinta a la tradicionalmente conocida. “Hay dinero, pero es de ahorros. Aquí no generamos. La plata se está acabando, además, no tenemos conocidos que nos ayuden. Es difícil” (M. Gutiérrez, comunicación personal, 15 de mayo 2018), advierte. Esta familia se encuentra a la espera de conseguir asilo político en Chile, por lo que no puede regresar a Venezuela hasta que las autoridades migratorias resuelvan su caso.
El caso de Juan y Mercedes registran similitudes en relación con lo que en este artículo se denomina “pobreza invisible”, aquella que, sin tener acceso a los hogares, dinámicas familiares, conversaciones entre sus miembros e información que contraste, por ejemplo, con su nivel educativo reportado e ingreso del mismo hogar es prácticamente imposible entender. De esta forma, la “pobreza invisible” en la que viven estas familias migrantes latinoamericanas es un reflejo de carencias asociadas al capital social. Es decir, esta noción de “pobreza invisible” permite asociar la pobreza no solamente a las dificultades económicas derivadas del proceso migratorio, sino también a la ausencia de redes de apoyo de tipo familiar y social en el lugar de acogida. En ese sentido, algunas de las familias que participan en este artículo llegaron a Chile sin contar con ningún tipo de apoyo.
Decidimos migrar a Chile sin conocer. Sin tener familia ni nada. Trabajaba medio tiempo. Mi esposo tiempo completo cuando recién llegamos. Mi empleo era en telemarketing donde no pagan bien. Al inicio fue duro. No había ingresos (I. Durán, comunicación personal, 01 de junio de 2018).
La ausencia de familiares y amigos que puedan ser un soporte al proyecto migratorio de las familias migrantes que participan en este artículo hace más compleja la situación. “Hay personas, pero no cercanas. No tenemos apoyo” (M. Gutiérrez, comunicación personal, 15 de mayo 2018), lamenta Mercedes. “Al llegar todo fue difícil. La plata se acabó. Mi pareja me dejó y no tenía a nadie. Además, yo no hablaba español sólo portugués” (B. Da Silva, comunicación personal, 10 de abril de 2018), relata la madre brasileña en su departamento donde habita con sus dos hijas y un gato.
La aparente estabilidad en la que algunas familias entrevistadas viven la facilita el capital económico/ahorro traído del país de origen. En términos económicos, de existir la ausencia de este recurso no habría diferencia respecto la pobreza que sufre una familia nativa, por lo que adentrarse al análisis de las experiencias migrantes tomando en cuenta esta idea de “pobreza invisible” ilustra la complejidad que produce no solamente la falta de capital económico y social, sino también la necesidad de iniciar un proceso de conversión de capitales, principalmente de tipo cultural, ante su invalidez en Chile.
En ese sentido, las familias migrantes se han visto en la urgencia de realizar actividades económicas, en ocasiones informales, para generar capital económico: “En Venezuela soy abogada. Aquí hago tortas y postres” (M. Gutiérrez, comunicación personal, 15 de mayo 2018). “En Brasil soy Licenciada en Comercio Exterior, pero en Chile sólo trabajo como técnico en turismo” (B. Da Silva, comunicación personal, 10 de abril de 2018). “Tengo una Ingeniería, soy titulada. Aquí trabajo medio tiempo en una tienda departamental” (G. Ochoa, comunicación personal, 05 de abril de 2018); “Mi grado es en Ingeniería Química. Aquí [en Chile] sólo hago labor social en una Iglesia” (A. Pérez, comunicación personal, 28 mayo de 2018). “Mi esposo tiene una carrera técnica en mecánica. Aquí trabaja en la cafetería y maneja un Uber” (I. Durán, comunicación personal, 01 de junio de 2018). “En Perú mi esposo era policía. Aquí se debió adaptar y trabajar como guardia de seguridad” (K. Chong, comunicación personal, 18 de mayo de 2018).
Los casos mencionados subrayan lo crucial que es la adaptación o la conversión de capital cultural al lugar de acogida, es decir, lograr ejercerlo ahora que se encuentran en un contexto distinto al país donde fue acumulado. Si bien la mayoría de las familias entrevistadas cuentan con estudios universitarios o están altamente calificados, sus conocimientos y habilidades no pueden ser puestos en práctica en el país de destino sin antes haber realizado un proceso de validación legal lo que, según los testimonios, implica inversión económica y tiempo.
Para el caso de la familia Da Silva, la conversión de capital incluyó aprender español y ciertos modismos asociados a este idioma, lo que al principio generó dificultades para la obtención de un primer empleo, además para la matrícula escolar de Sara. “Me tocó hacer aseo. Puertas afuera. Entonces yo trabajé en puras casas de brasileños. Ahora tengo una posición mucho mejor” (B. Da Silva, comunicación personal, 10 de abril de 2018).
Salir de la “pobreza invisible” no sólo incluye reinventarse en términos profesionales para lograr ocupar un espacio, por ejemplo, dentro del mercado laboral chileno, sino que implica también otros aspectos como el lenguaje, códigos sociales y reglas formales e informales que hacen que la adaptación e inclusión sociocultural sea más fluida y menos complicada para las familias migrantes latinoamericanas asentadas en Chile.
Tomando en cuenta también que la política migratoria chilena influye en todo lo anterior, para que estas familias pudieran iniciar su proyecto migratorio tal como lo habían planeado pasaron en promedio no menos de tres años luego de haber llegado a Chile, lo que indica que el factor tiempo es determinante. En ese sentido, el “tiempo de espera” (Auyero, 2011, 2012) que surge en relación con los permisos de residencia, obtención de empleo y los beneficios asociados a ello, surge desde el trabajo empírico como una “variable” (Lareau, 2012) contextual que también propicia que familias migrantes busquen alternativas a fin de lograr adaptar su capital para enfrentar las dificultades.
EL TIEMPO DE ESPERA
Según el Departamento de Extranjería y Migración (DEM) chileno, deben pasar casi seis meses para obtener una Visa Temporaria. Lo que aumenta si se trata de Permanencia Definitiva, lo cual puede tardar hasta casi un año (Bellolio, 2018), esto incluye la aprobación de un permiso que permite desarrollar cualquier tipo de actividad laboral en el país. Es precisamente problemas con el acceso a empleo formal lo que reportó otra familia entrevistada. Como consecuencia de estos reglamentos Paola no ha podido regularizar la situación migratoria de sus hijos, por ello el Ministerio de Educación facilitó el ingreso a una escuela municipal de niños y niñas a pesar de la falta de documentos. “Hemos esperado bastante tiempo. A veces ya ni sabemos qué hacer con tantos cambios. Pero mientras tanto a trabajar. Mucho trabajo. Me duelen mis manos” (P. Rubio, comunicación personal, 08 de abril de 2018), relata a la par que muestra el daño en sus manos ocasionado por los productos de limpieza que utiliza en su trabajo.
Mientras se sirve un poco de café, “con bastante azúcar, porque sin dulce no le cae bien” (P. Rubio, comunicación personal, 08 de abril de 2018), lamenta que su hijo menor, quien asiste a la sala de clases donde se realizó la etnografía, tenga cambios de comportamiento y alteraciones psicológicas luego de haber dejado Venezuela. Continúa: “Desde que llegamos se comporta de manera distinta. No tengo sus documentos por eso no puedo llevarlo a un especialista. Tenemos que esperar más” (P. Rubio, comunicación personal, 08 de abril de 2018), agrega en compañía de su hija mayor.
La situación coincide con la de otras familias entrevistadas. “Mi esposo no ha conseguido trabajo. Estamos a la espera de eso. Quedan ahorro pero debemos tratar de estirarlos y sobrellevar la situación para lograr los objetivos. Buscamos las cosas más económicas en supermercados y utilizamos poco el transporte público” (J. Pereira, comunicación personal, 11 de mayo de 2018).
También existen casos de familias que mientras vivieron en su país de origen tenían resueltos muchos de estos problemas; sin embargo, la nostalgia de estar lejos las orilló a tomar la decisión de regresar a su país de origen donde reafirmaron la decisión de emprender un proyecto migratorio para salir de nueva cuenta de su tierra. Este es el caso de Karla y Daniel, quienes migraron desde Perú debido a problemas económicos:
El hecho de habernos ido por tres años perdimos la Residencia Definitiva. Nuevamente nos van a dar la Temporaria (Visa). Igual yo sin documentos no puedo conseguir trabajo. Hace poco mi hijo… enfermó y lo llevé al hospital pero no quisieron atenderlo por no tener seguro (K. Chong, comunicación personal, 18 de mayo de 2018).
A partir de estos testimonios se identifica el momento en el que se unen el factor tiempo con la falta de capital económico, de tal suerte que va a depender de la resolución de trámites migratorios por ende del acceso a actividades remuneradas para dar inicio a la parte sustancial del proyecto migratorio. Es preciso mencionar que, al margen de la política migratoria chilena, hay quienes comienzan a laborar sin tener los permisos correspondientes como el caso de Daniel, esposo de Karla, quien trabajaba en la construcción, hasta hace poco sin los documentos requeridos.
El proceso de conversión o adaptación de las distintas formas de capital que precede a la transmisión, particularmente de tipo cultural, se encuentra anidada entre una pobreza invisibilizada por el capital económico con el que familias migrantes llegan a su destino, y el tiempo de espera producto de la resolución tardía del estatus migratorio. En otras palabras, la “pobreza invisible”, entendida en este artículo principalmente como la falta de capital económico y social, aunada al tiempo de espera para la resolución de los permisos migratorios se presentan en un contexto en el que las familias migrantes deben convertir/adaptar su capital cultural para lograr su funcionamiento en el lugar de destino.
A partir de este análisis es posible afirmar que dentro del fenómeno migratorio existe la posibilidad que cuando el capital cultural del individuo sale del entorno en el que fue producido y/o acumulado se generen discrepancias que provoquen un funcionamiento distinto o nulo respecto a como era en el espacio del que es producto, como hace alusión Bourdieu en varios de sus trabajos (Bourdieu, 1997, 2002; Bourdieu y Passeron, 1996; Bourdieu y Wacquant, 2005). En esta parte es donde la conversión de capitales obtiene un lugar protagónico para las familias migrantes radicadas en Chile.
CONVERSIÓN DE CAPITALES
En el trabajo empírico presentado en este artículo se observa que el capital del migrante es de poca utilidad en relación con el antiguo funcionamiento en el país de origen, es importante resaltar que las familias migrantes deben realizar una conversión de capital a fin de adaptarlo a las nuevas condiciones sociales, económicas y culturales. En esto destaca el caso de Martín y Anahís, con su pequeña empresa de capacitación en atención al cliente: “Lo que sucede es que, en este país, a diferencia de dónde venimos (Ecuador), la atención personal es una de sus principales debilidades. Yo me dedicaba a otras cosas. Sólo que esto es lo que nos funcionó en Santiago” (M. Romo, comunicación personal, 28 de abril de 2018), explica Martín mientras comparte una bebida y comida con su familia en el espacio común de su departamento ubicado en pleno centro de Santiago.
El caso de Martín plantea interrogantes adicionales sobre cómo se hacen esas conversiones de capital en el lugar de destino donde en apariencia todo juega en contra dadas las características de la estructura social y del mismo campo en el que ahora se encuentran.
No te puedo firmar contrato. Es lo que hay, lo tomas o lo dejas, te dicen. Estás en la disyuntiva si coger el trabajo que no te da estabilidad ni garantías, seguridad social. En otra ocasión fui con un empleador que ya me había aceptado, era un buen empleo, sólo que al final pensé en voz alta y dije: ¡Gracias a Dios! La persona me escuchó y me echó de su oficina, y le dijo a su secretaria que no me dejara entrar más. Soy creyente de la Iglesia Católica (M. Romo, comunicación personal, 28 de abril de 2018).
Yo soy Licenciada en Administración de Empresas. Mi esposo es Técnico en Mecánica. Aquí la vida es cara, eso trae dificultades. Al no poder realizar otra actividad estudiamos la posibilidad de comprar esta cafetería y lo logramos después de un largo proceso (I. Durán, comunicación personal, 01 de junio de 2018).
En estos casos la conversión de capital cultural duró varios años, efectuándose desde la esfera privada, en el interior del hogar, como parte de un proyecto que incluye a toda la familia. En este proceso el tiempo de espera para la resolución de sus trámites migratorios por parte del gobierno chileno fue crucial, pues en su momento decidieron no emprender ninguna actividad antes de tener los permisos laborales correspondientes.
Estuve meses sin trabajo. Tiempo después yo comencé a trabajar haciendo piñatas. No ganaba bien por lo que conseguí otro trabajo de mesera pero no me daban contrato. Mi esposo me consiguió trabajo de aseo en un edificio. De verdad esto no era lo que hacía en Venezuela allá yo era educadora. Soy universitaria. Tengo una Licenciatura en Educación Integral. Poco antes de venir a Chile estaba por culminar un Posgrado en Gerencia Educativa. Teníamos un negocio de compra y venta de oro, una joyería. Mi esposo es Licenciado en Administración de Empresas, pero no ejerce. (P. Rubio, comunicación personal, 08 de abril de 2018).
Una iniciativa por parte del grupo MST le abrió las puertas a Paola para adaptar su capital cultural relacionado a su formación universitaria como educadora al contexto chileno. A partir de iniciativas de organizaciones no-gubernamentales y debido a la presión social ejercida dentro de grupos similares a MST, la escuela municipal donde estudia su hijo organizó capacitaciones dirigidas a profesionales migrantes con problemas de inserción laboral. Es así como esta migrante venezolana inició con un proceso que hasta la finalización de este texto no culminaba dado que “lleva tiempo hacer todo esto, lo que ha costado muchísimo esfuerzo” (P. Rubio, comunicación personal, 08 de abril de 2018).
Si bien esa adaptación de capital aún no se ha consumado en su totalidad, lo que se reflejaría en la inserción laboral, el propósito de Paola es que ese capital cultural que le ha servido para evaluar a su propio hijo en cuanto a los cambios de comportamiento asociados al proceso migrante, le permita lograr mejores ingresos, además para normalizar su estatus migratorio ante las autoridades.
Dicho de otra manera, las redes migrantes que comienzan a formarse en particular en Santiago con los padres y madres de familia cuyos hijos e hijas comparten el entorno social como lo es la escuela, sirve como punto de partida para iniciar el proceso de conversión de capitales que por lo general inicia con la adaptación del capital cultural al lugar de destino. Al igual que el caso de Paola, otros migrantes que forman parte de MST describieron haber llegado a Chile con la visión de poner en práctica sus conocimientos a fin de solventar y recuperar un poco del capital económico utilizado durante el traslado desde su país de origen.
Por otra parte, la conversión de capital se presenta también en forma de oportunidades desde la esfera privada, como sucedió con Martín Romo y su esposa Anaís López, cuyo proceso de conversión de capital cultural inició de una forma más intuitiva y desde la intimidad de su hogar. Esta pareja originaria de Ecuador, luego de trabajar en varias empresas donde fueron víctimas de abusos, decidió emprender con una idea que surgió desde lo que consideran una “debilidad en la mayoría de las empresas chilenas” (A. López, comunicación personal, 28 de abril de 2018): la atención al cliente. Así lo señalan de manera exhaustiva esta familia ecuatoriana:
Me tuve que reinventar, desde ahí tratar de hacer una empresa. Ahora ya lo pudimos lograr. Estamos poco más estable. Hemos descubierto ese Chile donde hay consumo, venta; posibilidad de crecimiento y accesos a créditos. Tu vida cambia totalmente. Nuestro negocio es una agencia que está enfocada a eventos. Todo lo que tiene que ver con logística y atención al cliente (M. Romo, comunicación personal, 28 de abril de 2018).
Capitalizar la idea nos tomó tres años. Encontramos un nicho en el que el chileno no da un buen servicio. Cosas pequeñas que nos dimos cuenta son necesarias en las que las personas se demoran. Entonces fuimos capitalizando esos aspectos. Me tocó vivir cosas muy fuertes como trabajadora. Me trataron mal (A. López, comunicación personal, 28 de abril de 2018).
A partir de las experiencias de las familias analizadas se identifican al menos dos maneras en las que se efectúa la conversión de capital cultural. Por un lado, se encuentran los esfuerzos desde la esfera privada (hogar), como sucedió con Martín y Anahís al iniciar con su empresa de atención a clientes; también con Sergio e Isabel, con la cafetería que adquirieron gracias a sus ahorros traídos de Venezuela. Para estas dos familias estas iniciativas fueron el inicio de la reestructuración del proyecto migrante planeado durante años en el país de origen.
Por otro lado, la conversión de capital también se puede iniciar en espacios considerados públicos, como las sesiones del grupo de apoyo MST, en las que cualquier migrante o voluntario se puede involucrar. Esta funciona a manera de red en la que el capital social (Bourdieu, 1987) juega un papel importante al ser el soporte principal de su funcionamiento. De igual manera, para quienes llegan a Chile sin tener vínculos, como la mayoría de las familias participantes en este estudio, el grupo aminora los problemas vinculados a la “pobreza invisible” al permitir al menos el acumulamiento de capital social migrante.
Si bien los problemas económicos son contrarrestados momentáneamente con ahorros traídos del país de origen, el tiempo de espera y la conversión de capitales son características de la migración internacional que pudieran ser entendidas de forma individual; es importante mencionar que para lograr un entendimiento íntegro es preferible analizarlo en su conjunto pues son aspectos en ocasiones fusionados que se presentan en un mismo tiempo y espacio donde el mapa teórico (Desmond, 2014) es lo que ayudará a iluminar las líneas que las separan.
LA TRANSMISIÓN DE CAPITAL CULTURAL
Las conversiones de capital, principalmente cultural, producidas desde la esfera pública y privada por parte de los migrantes son la antesala de la transmisión de capital cultural desde el seno familiar, considerada por Bourdieu (2001) como la mejor inversión educativa y la socialmente más eficaz. Desde la estructura familiar existen distintas estrategias para transmitir/formar el capital cultural de hijos e hijas (Lareau, 2002, 2011), en las que se incluyen las dinámicas realizadas en el interior escuela, las actividades extracurriculares, tareas dentro del mismo hogar; además otras asociadas al nivel de involucramiento parental (Lareau, 2000).
En ese sentido, la principal preocupación de las familias migrantes consultadas es lo relacionado a la transmisión de la cultura del lugar origen, ahora en un contexto chileno, al que consideran poco favorable por los contrastes producidos particularmente por las diferencias culturales. “Ahora de pequeños es cuando uno debe poner 'mano dura' a eso” (J. Madero, comunicación personal, 20 de abril de 2018), bromeaba Juan durante una jornada en MST. Para estas familias, los valores y el uso del lenguaje constituyen aspectos de suma relevancia en la formación de sus hijos e hijas, como explícitamente lo señalan en los testimonios:
Aquí son mucho más abiertos y debemos adaptarnos. Trato de que cuando mis hijos vean cosas distintas reflexionen sobre ello. Siempre son más importantes nuestros valores venezolanos que soy muy diferentes a los de aquí. No me gusta la juventud de Chile. No proyecto que sean mis hijos adolescentes aquí (Y. Blanco, comunicación personal, 17 de junio de 2018)
No quiero que pierda sus orígenes. En la casa hablamos puro portugués. Quiero que tenga ese espíritu y alegría del brasileño, la simpatía. Ella vive mucho Brasil, nos rodeamos mucho de familias también brasileñas. Chile es un país muy machista y yo vengo de un país muy liberal. Eso quiero para mis hijas (B. Da Silva, comunicación personal, 10 de abril de 2018).
En el tema de valores yo encuentro que acá en Chile son muy faltos de respeto los niños. Allá en Perú no escuchas que un niño les grite a sus padres o que levante la voz a la autoridad, como un director y/o profesores (K. Chong, comunicación personal, 18 de mayo de 2018)
Para Yesenia, Braulia y Karla los valores del país de origen constituyen la base de la educación de sus hijos e hijas, frente a las complejidades de ser migrante en Chile. Conscientes de que la familia constituye una parte esencial en la formación de capital cultural, estas familias, ante la imposibilidad de viajar a su país de origen, mantienen constante comunicación con personas de su misma nacionalidad, sin el propósito de aislarse de la sociedad chilena, pero sí de convivir el mayor tiempo posible con quienes comparten su cultura y tradiciones.
El análisis que se desprende de ello sugiere que si bien las redes migrantes se activan para planear y efectuar los proyectos migratorios, una vez instalados en el país de destino se activan de nuevo para que a través del contacto con otras familias migrantes sea más factible que los valores, costumbres y tradiciones se interioricen en niños y niñas de una forma más efectiva, como mencionó una madre de familia de origen venezolano:
Para el festejo de Año Nuevo mi hijo y yo nos fuimos con la mamá de Julio, el de la sala de clase. Nos hicimos amigas y hemos hecho buena relación. Me apoyo mucho en ella (P. Rubio, comunicación personal, 08 de abril de 2018).
Estas estrategias se presentan más en familias de menor ingreso cuya situación económica no les permite viajar al país de origen, tampoco enviar durante una temporada a sus hijos e hijas. No obstante, la activación del capital social sirve aquí para remediar esas dificultades que pudieran intervenir de forma negativa en la transmisión de capital cultural.
Por ejemplo, similar a la estrategia de Braulia y Yesenia se encuentra el caso de Karla y Daniel, quienes asisten a un grupo de danza peruana de forma periódica, además se involucran en actividades deportivas. La decisión de incorporarse a este tipo de actividades se tomó luego de sufrir actos de discriminación por parte de personas chilenas:
Fueron (mis hijos) víctimas de discriminación por parte de una señora chilena nada más por ser peruanos. A mis hijos se les nota y no me gustó como les habló. Por eso mejor hacemos otras cosas como asistir los sábados a partidos de fútbol (K. Chong, comunicación personal, 18 de mayo de 2018).
La actividad deportiva a la que se refiere Karla se realiza los sábados en una cancha de fútbol del centro de Santiago donde la convivencia es exclusivamente entre personas migrantes; los jugadores, entre ellos su esposo, son trabajadores de la construcción originarios de Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador. “Es un espacio donde todos van con sus familias para convivir. Nos reímos y la pasamos bien. Si no son los partidos de fútbol no hacemos nada en la semana” (K. Chong, comunicación personal, 18 de mayo de 2018).
En suma, las carencias económicas son un factor que influye en la manera en la que padres y madres de familia transmiten su cultura a sus hijos. Es decir, ante la falta de capital económico que les permita que su hijo tenga acceso a actividades extracurriculares como lo hacen otros niños y niñas inmigrantes en Chile, esta familia peruana opta por emplear las posibilidades a su alcance.
Por ejemplo, a pesar del poco capital económico en el hogar, Mario es el primer lugar en calificaciones de su clase, mostrando un interés particular por la literatura y escritura de ficción. La estrategia que Karla y Daniel utilizan para apoyar a su hijo es imprimir historias de ficción cada semana y ver documentales, lo que ha favorecido al estudiante pues lo aprendido en casa lo utiliza en las actividades escolares, siendo este tipo de prácticas las que Lareau denomina como activación de capital cultural (Lareau, 2002). Es decir, lo que niños y niñas aprenden dentro del seno familiar lo ponen en práctica en los espacios públicos.
Por su parte, las familias que perciben mejores sueldos implementan otro tipo de estrategias para transmitir el capital cultural, las cuales se caracterizan por ser menos aprensivas en contraste con las que ponen en marcha quienes se encuentran en situación vulnerable. Es decir, actividades en grupos de Boy Scouts, artes marciales e idiomas son realizadas por niños y niñas de forma individual, sin la participación de algún adulto (papá/mamá). En cambio, prácticas con los grupos de danza peruana, reuniones con connacionales brasileños y los partidos de fútbol son actividades que las familias realizan en conjunto sin espacios donde los menores interactúen, es decir, siempre con la participación de los adultos lo que se traduce a mayor aprensión en las estrategias de transmisión de capital cultural.
Otra diferencia importante es que en los proyectos migratorios que desarrollan las familias latinoamericanas que cuentan con mayor acumulación de capital, tanto cultural como económico, se refleja en la participación de hijos e hijos dentro de la toma de decisiones. Esto quiere decir que en la medida que los proyectos avanzan, los aportes de los menores comienzan a tomar mayor significancia y se disminuyen los filtros en el flujo de información entre los miembros de las familias. Por ejemplo, Isabel y Sergio informan a su hija e hijo de los problemas sociales, económicos y políticos que atraviesa Venezuela, y las ventajas de vivir en un país como Chile, lo que se refleja en el discurso político de los menores utilizado tanto en la escuela como en la cafetería donde se desarrolla gran parte de su vida familiar:
Siempre tratando de cultivar eso de la familia, de que es de todos. Que estamos todos involucrados. Si migramos, migramos juntos. Somos de los cuatro. Entonces esos son básicamente los valores que queremos inculcar a los niños. No somos una isla, somos un grupo. Nuestra familia (S. Alonso, comunicación personal, 17 de mayo de 2018).
Por otra parte, la utilización del lenguaje representa una categoría de análisis que también presenta variaciones dependiendo del capital acumulado. A diferencia de la familia venezolana, que utiliza un lenguaje formal que permite la participación más activa de todos sus miembros en las conversaciones, familias como la de Karla y Daniel limitan la presencia de menores en las conversaciones de adultos en las que se abordan tópicos vinculados a las dificultades sociales y económicas por las que atraviesan en el hogar con el propósito de “proteger a los niños de todas las cosas que le hacen mal. Ellos no tienen porque saber lo malo que sucede” (K. Chong, comunicación personal, 08 de agosto de 2018).
En suma, a partir de las experiencias e interpretaciones de las familias migrantes que participan en este estudio es posible afirmar que las estrategias de transmisión de capital cultural que emplean las familias en busca de lograr una vida plena en el lugar de acogida, son diversas, y además dependen de la acumulación de capital económico y social. Asimismo, según los testimonios, estas estrategias de transmisión difieren en su estructura y funcionamiento a las que utilizaban en el lugar de origen, sin embargo, persiguen el mismo propósito planteado al inicio, mismo que está vinculado principalmente a inculcar y reproducir los valores familiares.
CONCLUSIONES
A partir del análisis presentado en este artículo se afirma que la transmisión de capital cultural se modifica a partir del inicio de los proyectos migratorios familiares, lo que implica abandonar la idea de formar este tipo de capital en niños y niñas siguiendo las mismas prácticas y dinámicas que se utilizaban en el país de origen. Además, es crucial considerar que la ausencia de capital social y los problemas generados a partir del limitado capital económico constituyen aspectos relevantes del contexto en el que se desenvuelve la vida diaria de las familias.
Es así como las estrategias de transmisión de capital cultural que implementan las familias migrantes entrevistadas que radican en Chile se relacionan también con la activación de su capital social, por ejemplo, utilizando las redes constituidas en su mayoría por personas que comparten nacionalidad, cultura y costumbres, como los casos de la convivencia de Braulia con amistades originarias de Brasil, y los grupos de danza peruana a los que asiste el hijo de Karla y Daniel.
Otra de las diferencias tiene que ver con el nivel de aprensión con el que padres y madres implementan sus estrategias. Por un lado, actividades como aprendizaje de idiomas, práctica de artes marciales o grupos de Boy Scouts, constituyen esfuerzos donde niños y niñas desarrollan y socializan de forma más individual sin la presencia adulta. Por el otro, acudir a eventos deportivos, leer y ver documentales periódicamente son actividades que se realizan en familia con la supervisión de padres y madres, lo que significa menor libertad para los menores migrantes.
En suma, la inmigración en Chile permite adentrarse en un análisis no solamente orientado en entender el fenómeno de la migración internacional en América Latina de una manera empírica y descriptiva, sino que también ilustra análisis más profundos sobre cómo las personas migrantes se ven obligadas a convertir sus capitales, en ocasiones desde la esfera pública en otras desde la privada, a fin de lograr su propio funcionamiento, donde dichas conversiones se ven mediadas por diversas situaciones en distintos niveles. En definitiva, adentrarse en el fenómeno de la migración desde la noción de capital permite conocer cómo el migrante acumula, convierte, transmite, y aún más importante, saber cómo activan sus recursos, en tanto conocimiento, en el lugar de acogida lo que marca la pauta para futuras investigaciones.