Jorge Bustamante fundó el primer Centro de Estudios Fronterizos de América Latina en 1982.2 Su legado es tangible en una consolidada institución de investigación, con sedes en seis ciudades de la frontera mexicana y una amplia presencia en el ámbito académico nacional e internacional. Sin embargo, estas notas están orientadas a destacar su contribución intelectual a los estudios sobre migraciones y fronteras.3
En los años sesenta y setenta del siglo XX, en América Latina la sociología de la migración se debatió entre las perspectivas neoclásica (Todaro, 1969), histórica estructural (Singer, 1972), y de la modernización (Germani, 1969), abocadas principalmente al estudio de las migraciones masivas del campo a la ciudad en el marco de la industrialización y de los cambios sociales y culturales que marcaron la urbanización latinoamericana. La huella de esta producción en el estudio de la migración internacional es visible, entre otros aspectos, en las unidades de análisis privilegiadas.
-tales como la familia y la comunidad local-, así como en los marcos analíticos de orden nacional, otorgando un peso importante a los programas de ajuste económico que afectaron a las sociedades campesinas.
Por su temprano inicio, México es una excepción en la historia de la emigración internacional en los países latinoamericanos. En la primera parte del siglo XX ya existían los estudios pioneros de Manuel Gamio y Paul Taylor. Y para la década de los setenta la migración indocumentada había cobrado la atención en el marco de las relaciones entre México y Estados Unidos, por estudiosos como Alba-Hernández (1976), Cornelius, (1978), Ojeda (1978), y el propio Jorge Bustamante (1975, 1978).4 Con estos antecedentes, el campo de estudio de la migración mexicana a Estados Unidos se desarrolló plenamente en la década de los ochenta alimentado por diversas disciplinas, entre ellas la sociología y la antropología. Un ejemplo clásico de la interdisciplina es el libro de Return to Aztlán: The social process of international migration from Western Mexico, de Massey, Alarcón, Durand y González (1987), que presentó la perspectiva teórica de la acumulación causal y develó el papel de las redes sociales como mecanismo de reproducción de la migración a lo largo del tiempo.
Los estudios realizados por el equipo de Massey et al. (1987) combinan los enfoques antropológico y sociológico para estudiar las comunidades de origen, y observar las consecuencias de los tratados laborales entre países en la creación de redes sociales de acumulación de capitales y el efecto de las políticas migratorias en la ampliación de tales redes por los migrantes sin documentos (Massey et al. 1987). Esta obra tuvo un impacto importante en los estudios migratorios en México durante la década de los noventa, colocando a las redes de migrantes como el mecanismo más importante de la reproducción de la migración, alejándose de los estudios push- pull en la migración internacional.
Sin embargo, como señaló Zolberg (1999), en la década de los noventa la literatura sobre migración era escéptica sobre la efectividad de las políticas migratorias en las formas y dinámicas de los flujos migratorios, en particular para los que provenían de países con fronteras continuas, como el caso de México. En este contexto, el trabajo de Bustamante (2000) retomó diversos elementos de la historia migratoria y fronteriza entre México y Estados Unidos, entre ellos la temprana racialización de los inmigrantes mexicanos (Zolberg, 1999; Andreas, 2003; Alonso, 1994), dada la anexión de territorio mexicano durante el siglo XIX y la temprana ilegalización de la migración mexicana, contradictoriamente surgida del propio programa de braceros, y que dio origen a la expresión “wetbacks” (Ngai, 2005).
Al observar los efectos de las políticas migratorias de Estados Unidos en el orden social migratorio mexicano, la contribución de Bustamante (1989)5 se extiende a la conceptualización de la región fronteriza entre ambos países como espacio adyacente y asimétrico, pero de alta interacción social. Tal conceptualización refleja la influencia intelectual de Mario Ojeda (1978), quien acuñó tal visión de desigualdad vecinal al caracterizar la estructura de las relaciones entre México y Estados Unidos.
El cierre de los programas laborales en la década de los sesenta y las consecuentes expulsiones de trabajadores contratados temporalmente,6 dieron lugar a una oleada de estudios que centraron su interés en las consecuencias sociales del retorno de los migrantes mexicanos, y llamaron la atención sobre la urgencia de inversiones que permitieran mitigar el creciente desempleo en la región fronteriza (Fernández, 1980), y de estudiar la frontera norte de México (Bustamante, 1978).
En la década de los ochenta los estudios fronterizos mexicanos pronto se enfocaron en tres líneas de indagación: a) los impactos de la migración en la tardía urbanización e industrialización de las regiones fronterizas (Fernández-Kelly 1984; Alegría 1989), b) la emergencia de una cultura fronteriza ligada a la interacción transfronteriza y a la inmigración atraída por la pujante industria maquiladora (Iglesias, 1985;Valenzuela, 1988; García, 1990), con gran influencia de la producción académica de los estudiosos chicanos (Vélez- Ibáñez, 1996), y c) el estudio de la frontera como espacio de circulación y cruce sin documentos (Bustamante, 1989, 2000).
Los aportes de Jorge Bustamante se inscriben en esas tres líneas, con derivaciones que atañen tanto a a los estudios fronterizos como a los de las migraciones internacionales. En relación con la conceptualización de la frontera, existía una polémica implícita sobre su definición como una región binacional por su adyacencia, o bien transfronteriza, debido a su interacción. Al respecto, adoptando un enfoque weberiano, Bustamante acuñó el concepto de frontera como espacio relacional con interacciones transfronterizas de distinto orden, marcadas por la asimetría (Bustamante, 1989), dado que respondía a las lógicas nacionales respectivas a la vez que a las relaciones empíricas regionalmente localizadas entre ambos países.7
En relación con la migración, mientras los estudios vigentes en la década de los ochenta y parte de los noventa se enfocaban en las localidades de origen o destino,8 Bustamante se enfocó en el cruce cladestino, la movilidad circular y el control fronterizo por parte de Estados Unidos. Este planteamiento caracterizó la producción intelectual de Bustamante y sentó las bases para la comprensión de la tensión entre la fluidez de las interacciones cotidianas fronterizas, con un fuerte impacto en la cultura, y por otra parte, en el cierre de la frontera para los migrantes pobres sin documentos. En esta segunda línea, el cruce clandestino, la circulación y el control estatal fueron vistos como procesos constitutivos de la frontera misma.
El foco en el fenómeno de los cruces clandestinos y la movilidad circular dio origen a una visión novedosa de las fronteras geopolíticas como espacios de asimetría y desigualdad (Ojeda, 1978; Bustamante, 2000), a consecuencia de niveles de desarrollo económico asimétrico, cuyos principales indicadores fueron el diferencial salarial y el control unilateral de la frontera por parte de Estados Unidos. El estudio de los controles sobre los cruces fronterizos, así como las dinámicas, magnitudes y condiciones de cruce, se convirtieron en un programa de investigación con una metodología novedosa a nivel continental para el estudio de los flujos migratorios, primero con los migrantes indocumentados, y posteriormente, ampliado a potenciales cruzadores y migrantes de retorno.
En 1987 Bustamante creó el Proyecto Cañón Zapata,9 cuyo objetivo fue calcular el número de cruces de migrantes hacia Estados Unidos mediante una técnica bastante original, basada en el registro fotográfico desde una colina de la ciudad de Tijuana (Bustamante, 2000), mientras que de forma paralela se realizaban entrevistas en los sitios de cruce más comunes en varias ciudades fronterizas con Estados Unidos. Por primera vez la relación entre el cruce indocumentado y los controles fronterizos se volvió un tema de investigación sistemática en México, y se inició la distinción de otras movilidades transfronterizas irregulares como los commuters sin visas de trabajo o visa abusers (Bustamante, 2000, p. 18). Este proyecto fue la semilla de la actual Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte (EMIF Norte), que data de 1993. A través de una muestra probabilística representativa en espacio y tiempo, la EMIF constituye, a nivel continental, el proyecto más ambicioso sobre la medición y caracterización de flujos migratorios internacionales.
A la fecha, la EMIF cuenta con una batería de bases de datos de casi tres décadas, incluyendo flujos migratorios de sur norte y norte sur en la frontera México-Estados Unidos. A partir de 2004, se amplió a la frontera México-Guatemala (EMIF Sur). A lo largo del tiempo, el programa de investigación sobre flujos migratorios, dio pie a importantes políticas públicas. El proyecto Cañón Zapata contribuyó a la creación del Programa Paisano y el Grupo Beta10 para la protección de los migrantes en el cruce11. Posteriormente, el papel de Jorge Bustamante como Relator especial sobre los derechos humanos de los migrantes de la ONU (2005-2011), le permitió visibilizar a nivel internacional la vulnerabilidad de los migrantes sin documentos, adultos y menores de edad, con base en evidencia científica y avizorar las crisis humanitarias que hoy atestiguamos en el mundo.
Pero más allá de las diversas consecuencias puntuales de política, la medición y caracterización de los flujos migratorios a partir de la década de los noventa permitió contar con datos confiables, producidos con una metodología científica por un centro de investigación mexicano, y no depender de los datos del entonces Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) para el registro sistemático de procesos que son cruciales para México.
Más de tres décadas después, los aportes de Jorge Bustamante contribuyen a clarificar la relación de los actuales regímenes de control migratorio y fronterizo con las dinámicas y condiciones de las movilidades humanas, cada vez más complejas y diversas frente al incremento de las desigualdades, la violencia y las crisis políticas en el continente. Jorge Bustamante influyó la política migratoria desde la academia, reivindicando constantemente la importancia y el papel de la ciencia para brindar conocimientos específicos y confiables. Además de sus aportes conceptuales, la construcción de las EMIF constituye un legado que va más allá de la propia institución y que pertenece a los logros de la ciencia en México.