Introducción
El capitalismo migratorio es una de las múltiples facetas2 de la hegemonía del capital, a través de la transición del mundo capitalista al capitalismo-mundo (Moore, 2020). Es una problemática de largo alcance y profundo calado que Schaffhauser (2020, 2022) ha empezado a documentar en artículos y textos pioneros. En este sentido, el Programa Bracero aparece como una diacronía esencial para comprender la constitución temprana del actual capitalismo migratorio. Sin embargo, la narrativa oficial plantea la existencia de dicho programa como una contribución directa de México -es decir, sus autoridades políticas y el campesinado- al esfuerzo de guerra de Estados Unidos contra las fuerzas del Eje Berlín-Roma-Tokio a partir de 1942. Así, los braceros suplieron la participación bélica de los boys,3 tanto en el norte de África y Europa como en el frente del Pacífico sur.4 El relato continúa diciendo que, de cesar el conflicto armado, el programa se prorrogaría mediante las firmas de varios acuerdos5 hasta finalizar oficialmente en 1964 y oficiosamente en 1967.6 A lo largo de ese período se firmaron 4 646 199 contratos laborales equivalentes a emplear a alrededor de 3.2 millones de trabajadores agrícolas procedentes principalmente de los estados de Michoacán, Zacatecas, Guanajuato y Jalisco (Schaffhauser, 2009, 2019).
La mecanización creciente de la producción agrícola, la presión de la central sindical American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFL-CIO) y el trauma provocado en la opinión pública por las tragedias viales7 en las que fallecieron braceros (Galarza, 1977), terminaron por sentenciar la prolongación de esos acuerdos.
En el medio académico (Durand, 2007), a menudo se considera que el Programa Bracero constituyó un hito importante en la historia de las migraciones internacionales, ya que fue un evento laboral masivo organizado de manera bilateral con base en criterios políticos, jurídicos, económicos y sociales. Dicho programa se creó con la finalidad de atender intereses agroindustriales estadounidenses mediante la contratación legal de mano de obra mexicana, así como idear e implementar un esquema institucional de derechos sociales para el amparo del bracero, a través de obligaciones patronales y la constitución de un fondo de ahorro campesino (Astorga Morales, 2015). Sin embargo, la displicente gestión de dicho fondo por parte de las autoridades bancarias y políticas mexicanas correspondientes constituye el motivo que en la actualidad alimenta a un amplio movimiento de protesta de exbraceros que inició en Michoacán en 1998 y se propagó al resto del país y hacia Estados Unidos (Schaffhauser, 2019).
En realidad, el Programa Bracero de 1942 constituye la continuidad de una primera experiencia de acuerdos bilaterales entre México y Estados Unidos para la contratación de mano de obra campesina en el último año de la Primera Guerra Mundial (Alanís Enciso, 1999). Dicha narrativa oficial es compartida, en buena medida, por el medio académico y construye cierta visión para analizar el Programa Bracero. Esa postura considera que, si bien este presentó algunas incongruencias en su aplicación y produjo tanto conflictos laborales como agravios para con los braceros, no deja de ser un ejemplo, aunque ciertamente perfectible (Durand, 2007). Por tanto, no es de sorprenderse que en la actualidad existan intereses políticos y económicos para revivirlo.8 No obstante, se pronuncian al respecto otras posturas y opiniones académicas. Stephen Pitti (2005) considera que el actual conflicto de los exbraceros en México y Estados Unidos deriva de las injusticias y agravios que produjo el programa y que se cristalizaron en lo que el investigador estadounidense llama el movimiento bracero por la justicia (the Bracero Justice Movement).
De lo anterior se desprende un elemento crucial para el presente análisis: el Programa Bracero constituyó una señal determinante para la emergencia del capitalismo migratorio, el cual consiste en una dualidad ambigua entre migración legal e ilegal, es decir, entre migrantes deseables y otros indeseables, a sabiendas de que una es siempre la sombra de la otra. Entre ambas definiciones migratorias se desplaza un cursor (o puntero) que define las necesidades imperantes de empleabilidad de la fuerza de trabajo migratoria necesaria de acuerdo con la coyuntura económica vigente. Las migraciones legales e ilegales son una construcción arbitraria y la expresión de un aparente orden migratorio legítimo.9
Con frecuencia, la memoria oral de numerosos braceros pone de relieve episodios vividos en carne propia sobre vejaciones y ultrajes durante todo el Programa. Este acopio de testimonios se construyó bajo el ejercicio de fuerzas institucionales y económicas a menudo violentas, brutales y abstractas. En este sentido, el sitio de contratación de Empalme, Sonora (1955-1964), es tristemente famoso por sus fosas comunes y actualmente es la única localidad mexicana que cuenta con una estatua dedicada a la memoria y al sufrimiento de los braceros (Schaffhauser, 2019). La “violencia-fuerza legítima” (Weber, 1979, p. 83), de la que en repetidas ocasiones fueron víctimas generaciones de braceros considerados como ganado y cuerpos útiles para el trabajo en el campo, constituye un agente económico objetivo para la producción de valor a través del trabajo humano y su explotación. En este sentido, no es exagerado decir que el capitalismo migratorio, a través del prisma del Programa Bracero, consiste en una coerción social que ejerce la violencia para concretar sus fines, esto es, el abaratamiento del coste de la mano de obra y la docilidad social de esta.
Se trata de un tipo de violencia impersonal, invisible y abstracta que puede analizarse mediante la distinción conceptual establecida por el filósofo esloveno Slavoj Zizek (2009) entre violencia objetiva y subjetiva. La primera puede ser descrita como inmediata, directa, interpersonal, circunstancial y física; la segunda, por lo contrario, es invisible, omnipresente, estructural y, finalmente, abstracta, aunque sus efectos se padecen de manera prolongada tanto física como mentalmente. La problemática de la primera aduce al trabajo del interaccionista Randall Collins (2009), quien documenta y analiza formas de violencia cotidianas y urbanas como una expresión cardinal de las emociones; la segunda remite al trabajo de Marx (1818-1883), y concretamente al modo de producción capitalista, caracterizado, entre otras cosas, por crear inversiones morales entre lo deseable y lo deleznable, así como abstracciones que desencarnan situaciones y realidades vividas (Marx, 1971/2009, 2010). Dicha distinción alude al concepto de abstracción real, acuñado por el sociólogo marxista Alfred Sohn-Rethel (1899-1990), cuya trayectoria intelectual está asociada con la teoría crítica de la escuela de Fráncfort y particularmente con la obra de Theodor Adorno. El propio Zizek (2003), en su libro El sublime objeto de la ideología, se refiere al trabajo pionero de Sohn-Rethel (2001).
En este sentido, los braceros experimentaron dos tipos de violencia: subjetiva y objetiva, circunstancial y estructural. De la primera hay testimonios precisos y relatos sobre el trato infame que recibieron cuando se les aplicaba DDT (pesticida conocido como dicloro difenil tricloroetano) a sus cuerpos desnudos, como si fueran cabezas de ganado. De la segunda hay comentarios imprecisos y aproximaciones dispares, puesto que para entender por qué la explotación capitalista del trabajo de los braceros consistió en el ejercicio de una violencia abstracta se requiere una reflexión apropiada que solo puede conseguirse con una preparación intelectual y/o militante.10Si bien la primera violencia puede empezar a remediarse a través de la humanización de las relaciones laborales, solucionar la segunda resulta mucho más complicado, ya que previamente se necesita identificar de qué tipo de violencia se trata y cuáles han sido sus efectos en la existencia de cohortes y cuadrillas de trabajadores agrícolas, como fue el caso de los braceros.
Este artículo procura problematizar este último punto mediante el concepto de abstracciones reales planteadas por Sohn-Rethel (2001) -y por tanto apostar a su fuerza heurística- al examinar, de nueva cuenta, el Programa Bracero. Su objetivo es desentrañar algunos mecanismos constitutivos del capitalismo migratorio temprano, a través del análisis de dos categorías capitalistas: el trabajo y el dinero. Ambos conceptos ejemplifican por mucho lo que son las abstracciones reales y configuran el proceso en que se convirtió este programa, esto es, la transformación del campesino mexicano en trabajador agrícola y el jornal de este en remesas al servicio del aparato bancario y especulativo. En este sentido, dicho programa fue el primer laboratorio a cielo abierto del capitalismo migratorio.
El artículo contiene tres apartados y las reflexiones finales. En el primer apartado, el análisis se centra brevemente sobre el concepto de capitalismo migratorio (Schaffhauser, 2022) y constituye el marco teórico para entender, de nueva cuenta, el derrotero que fue cobrando el Programa Bracero más allá de las narrativas diplomáticas oficiales y de su eco en el medio académico. En el segundo, se procura definir lo que son las abstracciones reales y, en particular, las dos facetas que construyen el trabajo y el dinero como instituciones del capital. En el último se describen brevemente los principales hitos del Programa Bracero con el fin de detectar, a través de estos, los momentos de inflexión para la emergencia de un capitalismo migratorio en Estados Unidos que ha creado las condiciones propicias para la repetición e implementación posterior de programas de migración laboral, no solo en América del Norte (Estados Unidos11 y Canadá12), sino en el resto del mundo.
Algunas características del capitalismo migratorio
Este apartado inicia con una obviedad para plantear después una contradicción: la circulación humana es tal en tanto que la migración humana es capitalista. Lo anterior constituye una premisa teórica para repensar las migraciones; a grandes rasgos, existen tres modalidades para ello:
1) Naturalizar las migraciones confundiéndolas con otros tipos de desplazamiento. En este sentido, migración, circulación, movilidad y desplazamiento son actividades humanas desde un punto de vista antropológico y universal. Con este enfoque, la humanidad siempre ha migrado, desde sus albores hasta la fecha.
2) Esta modalidad complejiza la concepción anterior al considerar que las migraciones son un tipo de movilidad al igual que el nomadismo, el viaje turístico o la circulación comercial.13 En este sentido, el concepto de movilidad cobra la función de ser el denominador común de una multitud de movilidades, las cuales, incluso, pueden contemplar movilidades sin movimiento, como son las sociales, religiosas, sexuales o identitarias.14 Esta segunda concepción convierte las migraciones en una expresión de esta taxonomía.
3) Esta postura concibe las migraciones como un fenómeno histórico y dialéctico que pone de relieve la agencia del capital. En este sentido, las migraciones son un producto histórico y necesario para la reproducción de este. Las migraciones, por tanto, no pueden confundirse con una taxonomía de la movilidad que desconoce el factor organizador y estructurante de los flujos humanos por el capital. En una conferencia dictada en Francia, el sociólogo Alain Bihr (Les Films de l’An 2, 2010) menciona la importancia de relacionar el capital con las ideas de flujo y movilidad; estas son algunas de sus características. El dinero, el trabajo y la vida tienen que fluir, moverse de un espacio a otro, circular de manera permanente. Bajo este espectro, la circulación humana en el mundo del capital se llama migración.
En otras palabras, el dilema está entre repensar las migraciones con Marx o sin él. De las tres modalidades presentadas arriba, solo la tercera y última convoca explícitamente la obra del autor de El capital. Bajo una concepción historicista y marxista de las migraciones como producto directo del capital, pareciera que el enunciado anterior basta para repensar las migraciones actuales y tener en claro la constitución del Programa Bracero (y sus acuerdos) para el caso aquí abordado. Sin embargo, dicha hipótesis, al igual que cualquier otra conjetura, es tan solo una indicación para iniciar, de nueva cuenta, investigaciones sobre las migraciones contemporáneas.
En este sentido, el afirmar sucesivamente que el capitalismo es un sistema de producción que fomenta y requiere la circulación constante de los bienes y las personas15 es tener presente que el capital es el agente objetivo organizador de la geografía humana. Significa que el mundo capitalista se está convirtiendo cada vez más en un capitalismo-mundo que no deja fuera de su alcance e impronta a la naturaleza ni a las sociedades y culturas. Si bien los recursos naturales y sus ecosistemas limitan la expansión del capitalismo, este, a su vez, cercena las posibilidades de crecimiento de aquellos y termina por disponer la configuración de sus “espacios naturales”. Esta tesis planteada por Jason Moore (2020) constituye una de las premisas del capitalismo migratorio, a través del cual se pretende observar y analizar de nuevo el Programa Bracero. En este sentido, el programa se entiende también como una extensión de la geografía productivista estadounidense a confines mexicanos como las comunidades rurales de Michoacán, Zacatecas, Guanajuato, Jalisco, entre otras.16 El cautivar17 la mano de obra agrícola del campesinado centro-occidental mexicano consistió en una apropiación geográfica del recurso humano que, en ese entonces, constituía el trabajo en el campo. Así, el telón de fondo de la producción agroindustrial estadounidense durante el Programa Bracero fue la geografía de las comunidades campesinas de las cuales provenían los jornaleros agrícolas.
Para ese entonces, dos ejes permitieron el despliegue de la impronta del capital agroindustrial estadounidense sobre el mundo rural mexicano: el trabajo y el dinero; es decir, el asalariado y las contrataciones por un tiempo determinado para las cosechas y las piscas, por un lado, y por otro las primeras remesas, los descuentos salariales y la bancarización de la paga a través de la emisión de cheques. Es preciso detallar en qué medida dichos ejes pueden considerarse como abstracciones reales y permitir, de nueva cuenta, comprender el inicio de la proletarización del campesinado. Para ello resulta indispensable consultar la obra seminal de Sohn-Rethel y recuperar de ella sus reflexiones teóricas más estimulantes al respecto. El siguiente apartado pretende cumplir con este objetivo.
El dinero y el trabajo como abstracciones reales
El concepto de abstracción real articula una contradicción terminológica y conforma aquello que los lingüistas llaman un oxímoron: la combinación de dos términos cuyos respectivos significados son opuestos. La idea de abstracción real aparece sutilmente en la obra de Marx desde los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 (Marx, 2010) y, de acuerdo con Sohn-Rethel (2001), deriva en un problema epistemológico de gran calado, que consiste en determinar los fundamentos del conocimiento -y, por tanto, de la conciencia-. Tradicionalmente y para simplificar la exposición, he ahí la controversia entre dos tesis filosóficas: el empirismo -a través de George Berkeley y David Hume- y el racionalismo -mediante Kant y Hegel-; los primeros derivan el conocimiento de la percepción del mundo sensible por los sentidos, que equipan al ser humano y le permiten interactuar con el mundo y construir experiencias a partir de ello; por su parte, los segundos abogan por propiedades antropológicas -de todo tiempo y en cada espacio- del intelecto humano, dotado de categorías mentales para ordenar la heterogeneidad de la realidad, a través de formas a priori de sensibilidad, como son el espacio, el tiempo o la causalidad. Sohn-Rethel rompe con esta dualidad al plantear que el origen del conocimiento ha de buscarse en la acción, es decir, la acción histórica (y culturalmente situada).
Dicho de otra manera, el origen de la conciencia no sería empírico ni tampoco ontológico, sino de orden histórico. En lo que respecta a esta investigación, el conocimiento no sería la consecuencia de una experiencia ni tampoco la construcción a priori de la realidad, sino es el fruto de una acción histórica (y culturalmente situada) que consistió en el intercambio de dos bienes. Esta operación correspondió a una necesidad de resolver un problema apremiante, esto es, equiparar dos productos disímiles, como una espada por un lado y una olla de barro por otro. Para ello fue indispensable recurrir a un tercer elemento que permitiera la articulación entre el valor de uso y el valor de cambio, y dicho vector fue el dinero, es decir, la representación material de una convención, fruto de la acción de intercambio
Así, Sohn-Rethel (2001) plantea que en la historia18 hubo de suceder una subsunción -o puesta entre paréntesis- del valor de uso bajo el valor de cambio, el cual se mide a través de la circulación del dinero. Como sea, dicha operación suscitó una separación entre uso y cambio, y de ahí habría surgido la abstracción que actualmente define la capacidad y el potencial del intelecto humano. De esta separación originaria habrían surgido también los mercados, que convierten objetos (bienes y servicios) en mercancías, y al dinero, en médium entre estas. En otras palabras, la abstracción es el resultado histórico de estas operaciones comerciales y la necesidad del intercambio, así como la consecuencia de un sistema de acciones históricamente situadas. Este proceso dictó también otra separación de índole epistémica entre actividades manuales e intelectuales, lo cual constituye el problema de estudio de Sohn-Rethel.
En este sentido, las ciencias -como las matemáticas o la física - no nacieron como el resultado de una proyección racional para ordenar el mundo, sus seres y objetos, ni tampoco como el resultado de una suma de experiencias realizadas en la naturaleza, sino como consecuencia directa de una relación entre hombres en torno de la mercancía y el dinero. Este tipo de acción, el intercambio y su facilitación mediante el dinero, constituye una reacción, es decir, la producción culturalmente situada de una innovación, mediante la forma de un sistema de interacciones entre hombres y sus productos (Schaffhauser, 2016). He ahí, tal vez, la dimensión pragmática de la abstracción real: una acción histórica con efectos racionales, universales e irreversibles, pues el dinero o el trabajo parecen haber existido siempre, en todo tiempo y en cada lugar y son, aparentemente, formas sociales insuperables.
Si bien actualmente el dinero parece ser una abstracción situada dentro del espíritu, su origen histórico -en Mesopotomia o en la Grecia antigua en particular- se encuentra, sin embargo, fuera de él. Lo anterior corresponde a lo que plantea Sohn-Rethel siguiendo a Marx: “No son los sujetos quienes producen estas abstracciones sino sus acciones: ‘No lo saben, pero lo hacen’” (Acosta Iglesias, 2021, p. 421). Al igual que cualquier abstracción, el dinero19 sería, por tanto, una producción humana hoy salida del control de los sujetos que lo utilizan y derivada de la necesidad de sus antepasados de actuar para el intercambio de bienes que producían hace siglos.
Plantear hoy que el dinero (las remesas) es el elemento estructurante de las migraciones, determinando así sus configuraciones e impactos, es aludir a la tesis de Sohn-Rethel sobre las abstracciones reales. A simple vista, este planteamiento parece pecar por la obviedad de su argumentación; esto es, los braceros migraron a Estados Unidos obviamente con la finalidad de conseguir un futuro mejor para ellos y sus familias y cuya materialidad se traduce en la obtención de ingresos económicos. En este sentido, no se necesita contar con el presente trabajo ni tampoco con las múltiples investigaciones afines al tema para tener en claro esta idea. El ciudadano lego posee este conocimiento práctico. Sin embargo, lo que no está del todo claro son las consecuencias sociales y prácticas de esta configuración y qué significa en realidad el trabajo migratorio, de acuerdo con la lógica capitalista de producción y consumo. En otras palabras, ¿qué significa ir a ganarse la vida en otra parte para mantener aquí a una familia?
Las abstracciones que produce el modo de producción capitalista son, a menudo, fuente de violencias. Estas corresponden a lo que Pierre Bourdieu llama violencia simbólica y que analiza en los campos de la educación, pedagogía y didáctica (Bourdieu y Passeron, 2003). Las formas de dichas violencias son a la vez impersonales y, por tanto, invisibles como tales, y sin embargo surten efectos tangibles, generalmente a través de mecanismos de selección y eliminación escolares. Si bien son violencias sufridas en carne propia, carecen de firmas y autoría, y a menudo se recurre a sociologismos toscos -tales como el sistema, la sociedad o los otros- para tratar de identificarlas. En tanto que, como abstracciones reales, el dinero y el trabajo son fuentes de violencias subjetivas y estructurales.
Dinero y trabajo en perspectiva del Programa Bracero
Es muy difícil -y por tanto vano- definir qué es el trabajo en general, y a menudo la dificultad consiste en determinar dónde empieza y dónde termina la actividad productiva. Existen muchas acepciones antropológicas y sociológicas al respecto, de acuerdo con las culturas o épocas correspondientes. Para superar esta dificultad es preciso adoptar aquí un punto de vista marxista que plantea el trabajo como una categoría histórica del capital (Jappe, 2005) y consecuentemente como una relación social inicua entre quienes producen el valor mediante su actividad intelectual y física y quienes detentan el capital para iniciar la producción y crear las condiciones materiales para ello. Importa aquí establecer una distinción conceptual rotunda entre trabajo -y empleo- y actividades humanas como las que el campesinado realiza en el campo, tanto las productivas (cosechar o empacar) como las que no tienen valor económico (limpiar las parcelas u observar el crecimiento de los cultivos).
En este sentido, la principal división productora de violencias reales y simbólicas es la del trabajo. Dicha división obra entre hombres y mujeres, intelectuales y artesanos, jóvenes y adultos mayores, y entre trabajadores locales y otros procedentes de la inmigración internacional. Además, produce dos consecuencias magnas: el abaratamiento del coste de la mano de obra y una competencia entre obreros locales y extranjeros, con lo cual reproduce el esquema de la explotación capitalista a través de la pauperización del proletariado. Por tanto, la explotación del trabajo en general implica una valoración y descalificación culturalmente situada del trabajo ejecutado aquí y ahora, como bien lo había notado Sohn-Rethel. Asimismo, la división del trabajo afecta la condición humana de quien lo realiza y su identidad social por la triple separación que experimenta en el proceso productivo con respecto a los medios de producción, al fruto de su labor y su deshumanización como separación consigo mismo. Al trabajar con máquinas, el obrero termina convirtiéndose en una máquina más (Marx, 2010).
De acuerdo con el aparato conceptual marxista, existe otro nivel de separación en el trabajo que dispone el modo de producción capitalista. Equivale a la distinción entre trabajo abstracto (que no intelectual) y concreto (que no manual). El real -es decir, la actividad efectuada aquí y ahora por seres humanos de carne y hueso- se subsume a su construcción como actividad mediana necesaria20 para la creación del valor. A su vez, el realizado bajo su modalidad abstracta, se convierte en una mercancía circulante en un mercado correspondiente (el mercado laboral migratorio) y es justamente lo que caracteriza al trabajo migratorio como abstracción comparada con el trabajo situado.
A través de su participación en el Programa Bracero, la condición social del campesino mexicano sufrió transformaciones irreversibles. Creó primero un excedente temporal de brazos disponibles para las necesidades productivas de la agricultura y la agroindustria estadounidenses y empezó a convertirse, con el paso de los años, en un verdadero ejército de reserva internacional. La implementación de los acuerdos braceros, en vez de limitar la migración indocumentada, la propició e incluso alimentó su dinámica. A la par de la espectacular operación Wetback (Espaldas Mojadas), que culminó en el verano de 1954 con la expulsión de más de un millón de trabajadores mexicanos sin papeles, se pusieron en marcha otras operaciones consistentes en “secar a mojados”, es decir, devolver a indocumentados a México para poder reingresarlos a Estados Unidos con contratos firmados, de acuerdo con las necesidades que dictaban el campo estadounidense y sus cosechas.
Así, la instrucción del Programa Bracero enseña que la frontera jurídica entre migración legal e ilegal correspondió, según fuere el caso, a una porosidad o un hermetismo moral y económico convenenciero. La construcción de una separación entre ambas trabas una analogía con el trabajo como institución social y la producción económica, es decir, entre migración formal e informal, entre trabajadores titulares y otros suplentes. El restringir o el ampliar el mercado laboral inmigratorio corresponde, desde ese entonces, a las estrategias del capital para calcular el valor producido. En el cuadro 1 se muestran las variaciones anuales en las contrataciones, en el marco de los acuerdos braceros entre 1942 y 1964. Significa que, de manera no oficial y en paralelo a dichas contrataciones, cada año fue aumentando también el número de trabajadores indocumentados.
Año | Número de contratos |
---|---|
1942 | 4 203 |
1943 | 52 098 |
1944 | 62 170 |
1945 | 49 454 |
1946 | 32 043 |
1947 | 19 632 |
1948 | 35 345 |
1949 | 107 000 |
1950 | 67 500 |
1951 | 192 000 |
1952 | 197 100 |
1953 | 201 380 |
1954 | 309 033 |
1955 | 398 650 |
1956 | 445 197 |
1957 | 436 049 |
1958 | 432 857 |
1959 | 437 643 |
1960 | 315 846 |
1961 | 291 420 |
1962 | 194 978 |
1963 | 186 865 |
1964 | 177 736 |
Total | 4 646 199 |
Fuente: Elaboración propia con base en cifras del Department of Labor (DOL) de Estados Unidos (citado en Schaffhauser, 2019).
La proletarización del campesinado mexicano inició con el Programa Bracero, aunque haya sido un proceso paulatino, pues la gran mayoría de los ahora exbraceros solo vivieron la experiencia de un contrato, generalmente con una duración de tres meses (Schaffhauser, 2019). He ahí un dato histórico de relevancia, ya que permite identificar una de las múltiples inversiones que provoca el modo de producir -y consumir- capitalista, es decir, cuando el medio se convierte en finalidad, cuando la migración laboral se vuelve un modo de existencia en vez de ser una estrategia para subsanar las condiciones materiales de reproducción de esta. Poco a poco el campesino fue dejando sus tierras, su milpa, su familia, su comunidad, para engrosar las filas del proletariado agrícola y convertirse en un obrero en el campo -y un obrero del campo-. Con ello, el trabajo realizado en las tierras de la comunidad de origen fue participando de un sistema de empleos en espacios de producción agrícola en otro país, es decir, en otro terruño. Con esto se trastocó el metabolismo entre el campesino mexicano y el ecosistema con el cual había aprendido a interactuar primero.
En este sentido, Karl Marx define el metabolismo como la relación equilibrada de intercambios entre el hombre y la naturaleza, donde la extracción humana de recursos de esta corresponde a la capacidad de autorreproducción de los ecosistemas. El concepto de metabolismo fue ideado por el químico alemán Justus von Liebig (1803-1873), cuyo trabajo se centró en la agricultura y sus procesos productivos. La lógica expansionista y acumulativa del capital que se realiza a costa de la naturaleza, sus recursos y su capacidad autorreproductiva suscita ineluctablemente un punto de quiebre en dicha relación que corresponde a lo que John Bellamy Foster (2000) llama ruptura metabólica, y Jason Moore (2020), transformación metabólica. La primera provoca una suerte de alienación del campesino alejado de su entorno y del trabajo que realizaba en él, en tanto que la segunda depara una transformación ontológica de la naturaleza por el capital, lo que la convierte en naturaleza del capital y naturalización de este.
Se rompió la dialéctica entre la actividad de transformación de la naturaleza por el hombre y la transformación de este por aquella. Se creó una distancia geográfica y económica entre la expresión social de necesidades locales y el entorno natural para satisfacerlas. Con ello, el metabolismo de la comunidad fue dependiendo cada vez más en general -y con agudez en algunos casos regionales (como en ciertas comarcas michoacanos o zacatecanas)- de otro metabolismo propio del capitalismo agroindustrial estadounidense. Lo anterior remite explícitamente al concepto de brecha metabólica que acuña Foster (2000) a partir de La ecología de Marx. El capitalismo migratorio provocó el alejamiento de los braceros de la interacción con su terruño, la interrupción de una coconstrucción continua naturaleza-campesinado, de un mundo rural, mestizo e indígena. Esta articulación entre campesinado, migración y capital constituye un eje analítico para reflexionar sobre los problemas ambientales actuales en general y la relación entre migraciones internacionales y ecología.
En este sentido, el caso de Di Giorgio Fruit Company es emblemático de lo anterior. Se trata de una empresa californiana con sede en Arvin, Salinas Valley, fundada en 1920 por Giuseppe Di Giorgio, un inmigrante siciliano (Schaffhauser, 2019). Es el caso de una agroindustria en cuyas actividades se vislumbraba la implementación de nuevos hábitos alimenticios y nuevas relaciones entre el capital y la naturaleza. Contra esta multinacional, trabajadores braceros desataron una ingente huelga entre 1947 y 1950, a raíz de las pésimas condiciones laborales imperantes en los cultivos y el esquirolaje, utilizado ilegalmente por la dirección empresarial para desmantelar el movimiento social y disminuir así el peso del capital variable. De esta manera, los braceros lucharon también, en ese entonces, contra la tendencia económica enajenante que los convertía en una arista más del peonaje internacional. El periodista y activista mexicoamericano Eduardo Galarza relató este conflicto laboral en el que también participó (Galarza, 1972).
Otro episodio del Programa Bracero amerita una atención especial y tiene que ver con el sistema de contratación, que iniciaba primero en centros de reclutamiento mexicanos como el ya mencionado en Empalme, además de otros en Monterrey, Irapuato o La Ciudadela en la Ciudad de México (Córdoba Ramírez, 2017). El proceso de selección de la bracereada, si bien implicó episodios de humillación, correspondió sobre todo a la fabricación del trabajador migratorio moldeado por el sistema capitalista de empleos agrícolas. Docilidad moral, disponibilidad física y entereza social eran las tres características que habrían de moldear la personalidad de dicho trabajador en ese entonces. Al participar de la bracereada, el campesino mexicano se convirtió en un jornalero, un obrero agrícola;21 es decir, su trabajo en el campo -que se conformaba de una multitud de saberes desplegados en una infinidad de actividades centrada en los ciclos de producción- se redujo a un empleo agrícola, con pautas y cadencias, centrado en la pisca del tomate, la lechuga o el pepino. Se cristalizó, a menudo, en una labor a destajo en el campo, y su herramienta principal era el azadón, el cual simbolizó la explotación corporal y el motivo de lucha de miles de braceros para mejorar sus condiciones laborales en los cultivos. De forma póstuma, en 2002 en Stockton,22 California -a donde llegó por tren el primer contingente de braceros en agosto de 1942- se inauguró, en el parque McLeod, una estatua dedicada al bracero, cuyo semblante es un cuerpo agachado ostentando un azadón (Schaffhauser, 2019).
Desde la lógica del capital, la relación entre trabajo y dinero es un asunto de explotación. El cuadro 2 puede interpretarse de dos maneras. Se entiende como una dialéctica interpretativa: lo que se muestra y aquello que está ocultado. En otras palabras, dicho cuadro afirma una vertiente de la realidad económica y política que constituye el Programa Bracero y niega otra relegándola a un estado de no conciencia social. Primero con base en los números y cantidades que aparecen en el cuadro, y segundo al aludir a datos que si bien no están visibles constituyen otra realidad de la relación entre trabajo, dinero y braceros, y tiene que ver con el diferencial entre los salarios que recibieron y las ganancias generadas a partir de su ocupación. He ahí el tema de la plusvalía absoluta (ampliación de las horas trabajadas) o relativa (aumento de la productividad a través del incremento de las cadencias o la mecanización de la producción).
Año | Banco de Ahorro Nacional y Banco de Crédito Agrícola | Número de contratos del Programa Bracero | Promedio de cantidades recibidas y entregadas por cada contrato | Cantidad entregada sobre cantidad recibida (%) | ||
---|---|---|---|---|---|---|
Cantidad recibida | Cantidad entregada | Cantidad recibida | Cantidad entregada | |||
1943 | 15 904 011 | 3 715 581 | 52 098 | 305 | 71 | 23 |
1944 | 56 935 906 | 28 448 365 | 62 170 | 930 | 457 | 49.1 |
1945 | 87 914 669 | 54 857 733 | 49 454 | 1 777 | 1 109 | 62.4 |
Total | 144 850 575 [sic] | 87 021 679 | 163 722 | 3 012 | 1 637 | 60 |
* En dólares.
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (2007), en las estadísticas del Department of Labor (DOL) de Estados Unidos citadas en Bustamante (1976) y Schaffhauser (2019).
En el cuadro 2 se pone de relieve la principal arista del actual conflicto bracero que gira en torno de la restitución de un fondo de ahorro campesino constituido entre 1942 y 1946,23 durante la primera fase del Programa Bracero (Vélez Storey, 2002). Es un tema de litigio que ha desatado pasiones, enconos y movilizaciones múltiples tanto en México como en Estados Unidos (Schaffhauser, 2009, 2018, 2019). El cuadro arroja un diferencial entre las cantidades captadas por los bancos mexicanos y otras que corresponden al pago a los beneficiarios del fondo de ahorro. Un promedio de 60 por ciento del dinero del fondo se regresó a los braceros. Por tanto, cabe preguntarse qué pasó con el restante 40 por ciento, es decir, 57 828 896 dólares captados y no entregados a sus beneficiarios. Con el paso de los años -a la fecha se trata de 58 años transcurridos- esta diferencia monetaria generó ganancias e intereses para las instituciones bancarias que cuentan con este activo financiero. Desde la posición de los braceros, surge un problema de anatocismo, esto es, la capitalización de los intereses acumulados y no devengados por ellos.
Así, los braceros y sus familias son, en teoría, acreedores de una deuda histórica contraída por varias instituciones bancarias mexicanas y garantizada por el Estado y el erario federal. Dicha deuda equivale a pagar 1 095 000 pesos a cada uno de los más de 3 200 000 braceros que participaron en el programa. El tesoro público mexicano no dispone, desde luego, de tal astronómica cantidad (Schaffhauser, 2019). En relación con el punto anterior, existe una controversia que ha venido a socavar el movimiento de protesta de los exbraceros y consiste en decir que el fondo de ahorro campesino operó a lo largo del Programa Bracero, o bien en afirmar que solo existió entre 1943 y 1946, lo cual invalida el argumento central de la movilización social de los exbraceros. La lectura anterior corresponde dialécticamente a lo que afirma el cuadro y las consecuencias sociales que surte la interpretación de sus datos.
Antes bien, existe otra lectura que remite a aquello que niega el cuadro y corresponde al sistema de explotación capitalista de la bracereada y se centra en la extracción de una plusvalía principalmente absoluta. Muchos son los testimonios de braceros que cuentan que, por ejemplo, horas extras los fines de semana incluyendo los domingos sin paga extra para compensar la falta de descanso. Esta ganancia del capital no aparece en el cuadro 2. Cabe preguntarse, por ejemplo, ¿cuántas ganancias acumuló la empresa Di Giorgio a expensas del trabajo de los exbraceros? Asimismo, vale la pena indagar cuánto dinero amasaron los bancos, tanto estadounidenses como mexicanos, que gestionaron los activos del fondo de ahorro campesino. En este sentido, actualmente nadie sabe a qué cantidad equivaldría dicho fondo si se tiene en consideración los intereses generados y acumulados (anatocismo) desde la finalización del programa.
Aquí vale la pena abrir un paréntesis a partir de una comparación entre la cantidad hipotética de ganancias que pudo haber generado el Programa Bracero a lo largo de 22 años de existencia oficial. El monto dictado por la Sentencia de amparo 1558/2015 (Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, 2016), que implica el pago, arriba señalado, de 1 095 000 pesos a cada bracero y finalmente el programa de apoyo social a trabajadores migratorios mexicanos correspondiente al fideicomiso 2106 (posteriormente 10230 y hoy extinto). La primera corresponde a la x de una ecuación con dos incógnitas (el rol de los bancos, por un lado, y de los gobiernos de ambos países, por el otro); la segunda asciende a 3 540 961 725 000 pesos, y la última corresponde a la entrega del apoyo social entre 2005 y 2015, esto es 38 000 pesos otorgados a 245 539 braceros y familiares de estos (viudas o hijos e hijas), que arroja un total de 9 330 482 000 pesos. Lo anterior significa que el monto del apoyo social, que fue entregado a tan solo siete por ciento del universo de los braceros, representa 0.26 por ciento de la cantidad a pagar a cada bracero de acuerdo con la sentencia de amparo. Y ni hablar de lo que sería un comparativo entre el apoyo social y lo dictado por dicha sentencia y las ganancias que generó el Programa Bracero a lo largo de su implementación. He ahí una representación temprana de lo que hoy constituye el conflicto mayor en muchas sociedades del orbe, esto es, la lucha entre el capital y el trabajo a través de los derechos sociales, que a menudo proceden de movimientos sociales y protestas (Schaffhauser, 2019). Una vez más se manifiesta la dialéctica del capital que produce separaciones, como es el caso aquí citado entre el dinero oficialmente reportado y las cantidades ocultas; entre apoyo social, sentencia judicial para resarcir el despojo sufrido por los braceros a través de la gestión dudosa del fondo de ahorro campesino, y ganancias multimillonarias de la agroindustria estadounidense; estas últimas, si bien han sido reales, no se tiene hoy conocimiento alguno sobre su monto.
Al igual que el capital, el dinero no es un simple objeto material representado por billetes o monedas que aseguran la transacción para la compra o venta de un bien o servicio, sino establece, sobre todo, una relación social (y jerárquica) entre hombres socialmente situados, mediante lo que producen, consumen y acumulan. Sus facetas relacionales cambian de acuerdo con la situación de interacción: consumo, donativo, ahorro, inversión e incluso derroche. La separación mayor que caracteriza al dinero es una escisión entre valor de uso y valor de cambio, es decir, entre valor funcional y especulativo. De lo anterior se puede plantear una serie de consecuencias que, si bien han transformado la vida en el campo desde la época del Programa Bracero a la fecha, caracterizan a las migraciones como un producto del modo de producción capitalista. El principal efecto tiene que ver con la circulación del dinero de los braceros, que se convirtió en las primeras remesas de la historia de las migraciones entre México y Estados Unidos. Significa que por su simple circulación entre instituciones bancarias24 -como fue el caso del fondo de ahorro campesino- la forma del dinero de los braceros pasó de valor de uso (para el ingreso familiar, doméstico y comunitario) a ser valor de cambio (financiarización y especulación).
Asimismo, la extinción, en 2021, del fideicomiso 10230 sobre el Apoyo Social para Trabajadores Migratorios Mexicanos dejó al margen de su implementación a más de 41 000 braceros y derechohabientes que en 2012, al término del sexenio del presidente Felipe Calderón Hinojosa, habían calificado para recibir tal subsidio (Schaffhauser, 2019). A este sector conviene sumar a otros braceros que aún viven y derechohabientes que corresponden a los más de 3.2 millones de trabajadores que participaron en el programa. Ahora bien, cabe preguntarse qué pasó con la ley sobre el apoyo social: ¿habrá sido abrogada por la Cámara de Diputados y ratificada esta decisión por el Senado de la República? Y ¿qué fue del recurso económico remanente relativo a la gestión del fideicomiso?
Reflexiones finales
El Programa Bracero como laboratorio y fetichismo del capitalismo migratorio
El dinero y el trabajo son dos abstracciones reales del capitalismo constitutivas de sus instituciones sociales. El Programa Bracero configuró el primer gran laboratorio migratorio del capitalismo, a través de la agroindustria estadounidense. En este sentido, el hablar de dinero y trabajo es tocar el tema de la relación histórica de separaciones entre capital y explotación de la plusvalía. El boom económico de dicha actividad productiva se generó mediante la importación de la mano de obra e implicó la extensión de la geografía de la explotación del capital a México, principalmente hacia la macrorregión centro-occidental. El trabajo vivo -es decir, real- de los braceros a cambio de remuneraciones concretó la inscripción migratoria de México en la economía y la sociedad estadunidenses y el surgimiento de una forma muerta del trabajo como abstracción y acumulación del capital. Este proceso, a su vez, propició otro que consistió en el movimiento hacia la abstractificación de dicha labor y sus remuneraciones, al igual que cualquier otra mercancía. La ocupación de los braceros en los campos de cultivo dejó de ser una actividad situada con coordenadas de tiempo y espacio para convertirse en la medición de trabajo social mediano, al cual se le asigna un valor que posibilita su intercambio con otro trabajo social mediano de índole local. La misma suerte corrió el dinero de los braceros convirtiéndose en otra mercancía intercambiable entre bancos, mediante la supremacía del valor de cambio sobre el valor de uso, es decir, el capital sobre el ingreso familiar, y la especulación sobre la funcionalidad del dinero.
Sin embargo, el laboratorio migratorio que constituyó el Programa Bracero se implementó en paralelo a otro que fue la famosa Revolución Verde, iniciada en México en 1943, a través de la Fundación Rockefeller y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (con el agrónomo Norman Borlaug en el Valle del Yaqui, en Sonora). Después de la Segunda Guerra Mundial, y en el pleno auge del Programa Bracero, el campo mexicano -sin sus minifundistas ocupados en las cosechas en Estados Unidos- empezó a convertirse en un laboratorio a gran escala para experimentos agrícolas, mediante la mecanización de la producción (por medio del reúso de los tanques militares como tractores), el uso de fertilizantes inorgánicos (a través de la reorientación de la producción de armas químicas) y los primeros experimentos de organismos genéticamente modificados (OGM). El alimentar a la humanidad se convirtió, hasta la fecha, en el negocio y el lema de empresas agroalimentarias estadounidenses (Ceccon, 2008), con resultados que en la actualidad provocan una justa preocupación y el despertar de una conciencia ecológica.
Es interesante cuestionar aquí ambas experimentaciones del capitalismo migratorio y agrícola a partir del concepto marxista de metabolismo y brecha metabólica (Foster, 2000). En efecto, al tiempo que los campesinos se encontraban alejados temporalmente de su terruño, inició, en México, un programa de agricultura de alto rendimiento basado en la mecanización e insumos químicos que, con el paso de los años, terminó por desplazar a la mano de obra campesina, no solo en México sino en otros países latinoamericanos y el resto del mundo. He ahí otro doble componente de la enajenación del trabajador, a través del alejamiento de su comunidad de origen para dar lugar a su reemplazo por máquinas y fertilizantes inorgánicos. Esta aproximación entre el Programa Bracero y el inicio de la Revolución Verde ameritaría una investigación de mucho calado para identificar y subrayar las contradicciones entre el capitalismo que invierte la relación entre modo de producción tecnológico y nivel de desarrollo del país en el cual se implementa: de manera esquemática, el Programa Bracero en Estados Unidos correspondió a una forma tradicional de producción agrícola basada en la explotación de una mano de obra barata y dócil, al tiempo que, a partir de la Revolución Verde, se diseñó el futuro de la agroindustria estadounidense a través de la mecanización de su producción y el uso creciente de fertilizantes artificiales. Es interesante notar así la cuasi sincronía entre el ocaso del Programa Bracero por un lado, y el estreno a nivel mundial de la Revolución Verde25 por otro, en la década de 1960.
De lo anterior se desprenden varios temas para el análisis. En efecto, dicha ruptura metabólica no es solo de orden productivo, sino sobre todo de índole alimenticia. Con el auge actual de la agroindustria estadounidense en zonas rurales, muchos de los descendientes de los exbraceros se alimentan de productos enlatados y comida chatarra, cuyos orígenes tienen mucho que ver con las consecuencias industriales del Programa Bracero y la Revolución Verde. Significa que dicho programa, por sus consecuencias sociales y económicas, forma parte del temario y la problemática de la ecología política actual. En otras palabras, existe un puente analítico entre el tema de la naturaleza barata (Moore, 2020) y la mano de obra migratoria barata, pues desde el punto de vista del capital, la fuerza de trabajo campesina constituye un recurso natural más.
La actual protesta social de los braceros por la recuperación del fondo de ahorro social ejemplifica otra arista de la enajenación sufrida por estos veteranos del norte y sus familias. El dinero que reclaman se concibe y visualiza a través de su valor de uso y no de cambio, su valor funcional y no mediante la especulación que provocaron las operaciones financieras que sufrió el fondo de ahorro. En efecto, en Estados Unidos, y hasta el crac financiero de 2008 y la puesta en marcha de nuevas normatividades financieras y bursátiles, no había ninguna reglamentación que obligara a los bancos a separar sus actividades de depósito de otras financieras y especulativas. Se trataba de mantener una sabia confusión entre capital real y capital ficticio, entre activos y apuestas. Así pues, los braceros sufrieron una doble extorsión: 1) en las granjas mediante el diferencial entre la remuneración que recibieron y el trabajo excedentario que se les arrebató, a través de la plusvalía; y 2) en la constitución del fondo de ahorro, que se convirtió en un capital para inversiones y juego bursátil, a cuyas ganancias nunca han tenido acceso.
En la actualidad dicha extorsión constituye, tal vez, la mayor abstracción real que sufren las familias de braceros para obtener justicia, porque detrás de ella no hay a quién reclamar, sino solo la etérea y omnipotente presencia del capital en constante mutación. He ahí el mayor fetiche del programa y el problema bracero: la ingente reducción de una abstracción capitalista a la historiografía del programa y la manifestación pública de un conflicto social entre adultos mayores y el Estado mexicano.