Introducción 2
Estados Unidos se ha convertido en uno de los países con mayor recepción de inmigrantes hispanohablantes3 del mundo. En 2020, el censo oficial recogía un total de 62 080 044 latinos/hispanos4 a lo largo de los diferentes estados de dicho país. Según el U. S. Census Bureau (s. f.), en 2020 el estado de Oregón contaba con un total de 588 757 latinos/hispanos en contraposición a 3 169 096 personas blancas, 82 655 de herencia africana, 194 538 asiáticas y 19 204 nativas hawaianas. Tras consultar los datos del Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute, MPI) de la inmigración hispanohablante en Estados Unidos a lo largo de los años, el mayor aumento de población latina ocurrió entre la década de 1990 y la segunda década de 2000, ya que aumentó significativamente al pasar de 22 millones a 35.2 millones (Grieco, 2003).
Oregón es un estado que también cuenta con una historia de racismo hacia los diferentes grupos migratorios (Eisenberg, 2022; García, 2023; Lee, 2023; Nokes, 2024). Se convirtió en el único estado que, tras la Guerra de Secesión, ingresó en la Unión de Estados confederados en 1859 con una ley de exclusión hacia los afroamericanos, además de que también existió una historia segregacionista con respecto a los latinos.
A principios del siglo XX, como bien documentan García y García (2002), el desarrollo del suroeste de Estados Unidos y la participación de este en la Primera Guerra Mundial supusieron puestos de trabajo en los sectores de agricultura, ferrocarriles, minas y fábricas de conservas. En estas décadas en Oregón, la población latina, especialmente la mexicana, creció gradualmente; sin embargo, fueron los primeros en sufrir las consecuencias económicas en las que el país se vio sumergido tras la guerra y fueron deportados de nuevo a Latinoamérica sin tener en cuenta la ayuda prestada.
Posteriormente, con la Segunda Guerra Mundial dio inicio el Programa Bracero (1942-1964), un acuerdo bilateral entre México y Estados Unidos. En este programa se reclutó a mexicanos para trabajar en el sector de la agricultura durante la guerra, dada la escasa mano de obra. No obstante, la consecuencia fue una contratación clandestina en la que muchos hombres mexicanos sin visas de trabajo, soportaron no sólo sueldos ridículamente bajos, sino también condiciones de explotación laboral y violación a sus derechos humanos. Debido a esto, en la década de 1960, los grupos políticos revocaron el programa y, aunque ya no se empleó oficialmente esa mano de obra, se continuó con su trabajo de manera encubierta (Durand, 2017).
Con este programa, el valle de Willamette de Oregón fue un escenario significativo de recepción de migrantes debido a sus grandes campos agrícolas. El pasado histórico, así como esas dinámicas de explotación y abuso por parte de la cultura dominante, todavía permean diariamente en instituciones, comercios o en la calle, ya que muchas personas de la comunidad latina experimentan situaciones de discriminación que les conducen al aislamiento y les generan miedo (García, 2022).
Un ejemplo de esto quedó de manifiesto a partir de la firma de la orden ejecutiva que reforzaba la aplicación de la ley de inmigración del expresidente Donald Trump, propiciando que durante 2017 y 2018, la ciudad de Woodburn, en Oregón, viviera redadas organizadas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), donde el espacio público quedó minado. Es importante mencionar que Woodburn se caracteriza por ser una ciudad donde la comunidad latina es parte fundamental del tejido social, al desempeñar labores de agricultura principalmente. Durante esos operativos, dicha comunidad corría peligro ante las necesidades básicas de salir a comprar o ir al trabajo. De hecho, el ICE detuvo algunos autobuses de trabajadores que iban a la recolecta de la siembra y arrestó a 11 personas sin visa de trabajo, que nunca llegaron a laborar por ser interceptadas. Se habló de Woodburn como un pueblo fantasma durante meses. En una entrevista con César Mora (Parks, 2017), dueño de una tienda en esta localidad, este aseguraba que, debido a esas redadas, las ventas de su negocio habían bajado 80 por ciento, y entre la comunidad se sentía y se hablaba del miedo de ir incluso a comprar al supermercado porque el ICE estaba al acecho.
Ahora bien, la comunidad latina de Oregón ha sido investigada en trabajos que abordan cuestiones de salud, condiciones laborales o experiencias de los migrantes sin visa de trabajo (García et al., 2022; Stephen, 2007; entre otros). Sin embargo, existen escasos estudios centrados en la migración femenina y en la agencia de las mujeres latinas en sus nuevos espacios de recepción en esta costa -uno de los pocos ejemplos es el trabajo doctoral de Torres García (2009), centrado en mujeres chicanas en Washington-. La mayoría de las investigaciones se han centrado en las masculinidades migrantes; así, Gil Tébar (1999) habla de cómo los estudios migratorios, o conectados con estos movimientos, tuvieron un carácter androcéntrico hasta la década de 1990, debido a que a la mujer se le había identificado prácticamente en el espacio doméstico y privado. Sin embargo, con la fuerza de los estudios de género que surgieron alrededor de esa época, se ha ampliado la visión y se ha confirmado que el género también es un elemento integrante para los estudios en torno a la migración, dado que permite examinar cuáles son y cómo actúan las estructuras de opresión sobre las mujeres (Unda y Alvarado, 2012; Morrison et al., 2008; entre otros).
Este trabajo se centra en las narrativas de cinco mujeres latinas en Oregón con determinado nivel de estudios -desde la preparatoria hasta la universidad- y responde a las siguientes preguntas: 1) ¿qué experiencias viven las mujeres latinas en Oregón en el sector servicios y en el espacio público?, 2) ¿poseen una conciencia crítica sociolingüística en, o tras, sus experiencias?, y 3) ¿revelan agencia estas mujeres después de esas vivencias?
A partir de la aplicación del análisis crítico del discurso, se obtuvo una conciencia sociolingüística con base en la lengua y la raza observable en tres temáticas comunes tras las experiencias narradas: 1) la ausencia del español en los lugares públicos, 2) la mirada blanca en los intercambios lingüísticos y 3) el multilingüismo en la vida pública.
Usando la raciolingüística5 (Rosa, 2019; Alim, 2016) como marco teórico, se estudian dichas experiencias bajo la lente del análisis crítico del discurso para conocer las diferentes acciones tomadas por estas mujeres. Estas demuestran una agencia que las empodera y les da voz dentro del país de destino, ofreciendo conocimiento sobre las nuevas identidades surgidas a partir de las experiencias vividas en Estados Unidos.
Mujeres empoderadas: género y agencia
Los estudios de género de la tercera ola interseccionaron con diferentes disciplinas como la sociolingüística, la cual estudió las ideologías lingüísticas y de género de diferentes comunidades (Mendoza-Denton, 2008), mostrando también cómo se ejercía la agencia desde las diferentes identidades de género. Además, tal agencia ha estado ligada con el empoderamiento hasta el punto de que se han fusionado, intercambiado y confundido, aunque ambos términos hayan sido explicados y analizados por diferentes autores (Sen, 1999; Kabeer, 2000; Nussbaum, 2000).
Teniendo en cuenta las subjetividades (raza, etnia, religión, sexualidad, clase social, nivel de estudios, etcétera) de las mujeres latinas entrevistadas en este trabajo, se ha tomado la definición de Kabeer (2000) para entender que el empoderamiento es: “la capacidad de quienes tienen interés en desafiar el estatus quo para hacer frente a una resistencia que no puede darse por sentada” [traducción propia] (p. 32). Así, el empoderamiento será el proceso agente donde se alteran relaciones de poder a manos de personas o comunidades que están siendo afectadas por el grupo dominante.
Por otra parte, Samman y Santos (2009) definen la agencia como: “la capacidad de un actor o grupo para tomar decisiones intencionadas” [traducción propia] (p. 23). Es importante tener en cuenta el matiz que añade Sen (1990), quien, al trabajar con mujeres,6 explica que se deberían tener presentes los moldes, nociones y obligaciones sociales que el sistema patriarcal perpetúa en ellas.
Así, desde un enfoque feminista postmoderno de diferencia entre mujeres (Casado Aparicio, 1999), se argumenta que el contexto donde se desarrollan las acciones será fundamental para analizar esa agencia. Además, va a ser decisivo para comprender cómo las mujeres asumen responsabilidad, intensifican su voz, crean conocimiento en ese nuevo espacio y toman acciones conscientemente, aceptando consecuencias negativas y positivas. Según Ortnet (1996), para hablar de agencia hay que usar una lente que, a su vez, estudie las fuerzas estructurales: cómo esas personas resisten a esas fuerzas y cómo se construyen los actores sociales que cambian, o no, el sistema.
La agencia no es algo que pueda polarizarse en si se tiene o no; ni siquiera es unívoca, ya que existen diferentes maneras de expresarla (Alkire, 2005). Pensar y defender lo contrario significaría usar una única lente sujeta a determinadas características en el análisis de esa agencia. Lo realmente importante es que, en este caso, las mujeres se conviertan en actores que generen un posible cambio, no que solamente sean receptoras de él (Sen, 1999; Mehra, 1997). Sin embargo, debemos de ser conscientes de que el contexto nunca será el mismo entre unas y otras, por lo que no todas van a responder de la misma manera a la acción de esa agencia. Incluso, tal y como explica Casado Aparicio (1999), habría que romper con “la idea de que la conciencia precede a la acción” (p. 84), ya que, en muchos casos, es hasta después de suceder esta última que se genera la conciencia de la situación.
Tomemos como ejemplo el estudio etnográfico de Mahmood (2005) sobre cómo se representa la agencia de las mujeres egipcias a través de los discursos centrados en la devoción religiosa y la subjetividad. La autora demuestra cómo la visión liberal y feminista hegemónica perpetúa la idea de que el hecho de tener agencia tiene que demostrarse con acciones que desafían al poder. Ella explica que no debe vincularse únicamente el poseer agencia con romper con las tradiciones para, finalmente, dejar de ser personas subordinadas. La agencia no consiste en la dicotomía resistencia vs. dominación. De hecho, en el trabajo de Mahmood, este concepto se deconstruye en contra de los ideales feministas blancos, occidentales y liberales, ya que esas mujeres tienen una mayor profundidad debido a sus interseccionalidades (religión, raza, género). Es decir, las feministas liberales han perpetuado un enfoque en el que las mujeres tienen que revelarse ante las estructuras patriarcales, mientras que en el estudio de Mahmood, a partir de un diferente y adecuado enfoque teórico que contempla otras normas sociales, se problematiza la idea de que pareciera que, para mostrar agencia, las mujeres siempre tuvieran que liberarse del poder hegemónico masculino. Ahí se demuestra que el tener agencia puede suceder dentro de las estructuras de poder, porque las acciones morales y éticas de estas mujeres construyen otro tipo de mujer, otros sujetos que difieren de los dominantes.
En este sentido, a veces se ha conectado intrínsecamente la libertad con la agencia, pareciendo que, si las acciones no son verdaderamente liberales, no se tiene esta última. Sin embargo, feministas como Butler (1999) se cuestionan ese liberalismo en torno a la agencia y la acción, recalcando que hay un espectro a la hora de analizar a ambas. El reduccionismo de defender una única agencia, valorar si las acciones son suficientes o no, o de debatir si ha ganado la resistencia o la dominación, sólo perpetúa una visión occidental, muy ligada al feminismo blanco, que no respondería a las subjetividades de mujeres interseccionales y que ignoraría al resto que no encaja en ese modelo occidental.
Por ello, teniendo en cuenta la transnacionalidad que sucede con el acto migratorio, el cual hace que surjan nuevos estilos y prácticas cotidianas híbridas, resultando en reajustes en los significados y valores (Bobes, 2012), la agencia femenina de las mujeres migrantes no puede entenderse sin tener en cuenta todas las subjetividades ligadas al género, la religión, las lenguas que hablan, la clase social y la raza, entre otras, las cuales pueden coincidir o no con el contexto del país receptor al que llegan (Lázaro-Castellanos y Jubany-Baucells, 2012). Las acciones no van a materializarse de la misma manera ni van a conseguir los mismos fines debido a esas subjetividades. Así, en este trabajo, se estudian las narrativas de cinco mujeres inmigrantes latinoamericanas como nuevos discursos que aparecen en un espacio múltiple que ayudarán a entender mejor la posición de estas y su agencia en el contexto de Estados Unidos.
Lengua y raza: raciolingüística
La raciolingüística (Alim, 2016; Rosa, 2019; Rosa y Flores, 2017) es un campo que está ganando terreno en esta tercera década de los años 2000. Aunque la relación entre lengua y raza ha sido ampliamente estudiada con anterioridad, el nuevo planteamiento que estos autores proponen pone en juego otra de las caras del racismo. Flores y Rosa (2015) explican que las ideologías raciolingüísticas “producen sujetos hablantes racializados que se construyen como lingüísticamente desviados incluso cuando se involucran en prácticas lingüísticas posicionadas como normativas o innovadoras cuando son producidas por sujetos blancos privilegiados” [traducción propia] (p. 150). Así, el discurso no sólo reproduce la estandarización y supremacía lingüística, sino que también representa la racialización de las personas debido a las jerarquías dominantes.
Para entender esto, es importante recuperar dos ideas trascendentes. La primera es la ideología del estándar. Las ideas monoglósicas del estándar (Silverstein, 1998) han retratado culturalmente a la sociedad con emblemas como una lengua, una nación desde tiempos coloniales (Silverstein, 1996), por lo que los hablantes bilingües de segundas y terceras generaciones migrantes no encajan en este escenario y son estigmatizados. La segunda es la llamada mirada blanca. Esta perspectiva privilegia las prácticas dominantes blancas en las comunidades y, por tanto, es la responsable de la racialización en las ideologías raciolingüísticas (Flores y Rosa, 2015). Así, se pretende que los hablantes no blancos imiten las prácticas lingüísticas del sujeto dominante (blanco). Sin embargo, nada ocurre aun adquiriendo la variedad estándar, ya que sus cuerpos permanecen racializados y derivados hacia los márgenes.
A lo largo del análisis de las narrativas, en este trabajo se verá cómo la raciolingüística responde a las experiencias de estas mujeres, quienes son racializadas lingüísticamente en sus interacciones diarias.
Ideologías: el análisis crítico del discurso
El discurso no es inocuo, sino que en él permean ideologías y sistemas de poder. Las palabras significan más de lo que dicen y, tal y como explicaban Laclau y Mouffe (2004), lo discursivo está vinculado con la dimensión social. Por ello, el análisis crítico del discurso (ACD) permite realizar una necesaria acción social (Fairclough, 1995). A partir de su aplicación, se pretende revelar qué ideologías, creencias y sistemas de poder se esconden en las narrativas de las personas y, más concretamente, cómo se observan al examinar la elección de comparaciones o metáforas cognitivas, por ejemplo (Eckert y McConnell-Ginet, 2013; Ehrlich et al., 2014).
De cierta manera, el ACD ayuda a revelar lo que se ha normalizado y se ha vuelto no marcado por la cultura dominante y que, muchas veces, arrincona a través del racismo, sexismo o clasismo a una parte de la sociedad. Así, el análisis cualitativo del discurso nos permite observar e interpretar lo que se esconde en las palabras de los hablantes (Canales, 2006). Para el análisis de las narrativas de estas mujeres, he usado el análisis crítico del discurso (Van Dijk, 1993; Fairclough, 1995; Blackledge, 2008; Wodak y Meyer, 2016), el cual ha ayudado a visibilizar las inequidades sociales y de poder entre las mujeres latinas y sus interlocutores estadounidenses a partir de sus interacciones en el sector servicios y los espacios públicos de Oregón.
Metodología del estudio
Posicionalidad
La autora se identifica como mujer, estudiante de primera generación, hispanohablante, de nacionalidad española. Durante 25 años, España formó gran parte de sus ideologías lingüísticas y de género debido a su crecimiento en el país. Sin embargo, al llegar a Estados Unidos para continuar su formación académica, a sus 25 años, empezó un proceso de problematización y deconstrucción de muchas de esas ideologías y conocimientos adquiridos durante su educación.
Como hispanohablante, entiende y ha experimentado las dificultades que surgen en las interacciones en el sector servicios en un país donde su lengua materna es un problema para parte de la población dominante. Sin embargo, es consciente de que no ha vivido la misma discriminación que las mujeres latinas racializadas entrevistadas, las cuales han tenido que soportar y sobreponerse a experiencias aún más negativas.
Así, este trabajo surge con el fin de entender las vivencias lingüísticas y raciales de estas mujeres latinas en una comunidad como la de Oregón. Aunque carece de una amplia formación en estudios migratorios, sus estudios en sociolingüística, experiencias personales y observaciones pretenden mostrar el gran impacto que puede tener este documento, centrado en la lengua y la raza, en sociedades que discriminan a mujeres migrantes.
Recolección de datos
Durante la primavera pandémica de 2021(marzo-mayo), se entrevistó a personas adultas de la comunidad latina en Oregón. Se trabajó con entrevistas semiestructuradas, ya que permitían obtener respuestas a las preguntas previamente planteadas por la autora, así como brindar libertad a las entrevistadas para ofrecer contestaciones más amplias y abiertas que arrojaran más detalles e información de los temas pensados para la lista de cuestiones iniciales (Brinkman y Kvale, 2015).
Así, el instrumento que se diseñó empezaba con una parte sobre la información demográfica de cada participante para conocer su contexto.7 Posteriormente, se realizaron preguntas asociadas a dos grandes bloques: el primero, conectado a sus ideologías lingüísticas con respecto al español, inglés y spanglish8 -la variedad surgida tras el contacto del español y del inglés- y el segundo de ellos, enfocado a las ideologías de género.9 Estas preguntas generaron conversaciones fluidas que permitieron formular nuevas cuestiones en el momento de las entrevistas a partir de sus respuestas.
Las personas participantes fueron reclutadas por medio de contactos que estableció la autora tras enseñar clases de español en la universidad, donde pidió a antiguos estudiantes la posibilidad de pasar información sobre el estudio a familiares. Otros fueron conseguidos gracias al voluntariado que la autora realizó en una organización sin fines de lucro de apoyo a la comunidad latina en Oregón. A partir de estas primeras entrevistas, se obtuvo un mayor número de personas por medio del método de la bola de nieve10 (Noy, 2008), por lo que gran parte de los participantes atrajeron a nuevas personas que quisieron ser entrevistadas.
Pese a la pandemia,11 todas las entrevistas fueron presenciales. Como los temas podían ser íntimos y/o sensibles, se pensó que la confianza sería mayor si la investigadora y los participantes se conocían en persona y no por videollamada. Las entrevistas tuvieron lugar tanto en el hogar de los participantes como en el de la autora,12 evitando así los lugares públicos, los cuales podrían afectar en las respuestas al tocar temas delicados. En este caso, en ningún momento hubo más personas en la estancia, únicamente la persona entrevistada y la autora. Sólo se grabó el audio de las entrevistas para no hacerles sentir incómodos con una cámara de vídeo, por lo que también se tomaron notas etnográficas que complementaron las narrativas de los participantes. Estas decisiones fueron tomadas para evadir, en la medida de lo posible, la paradoja del observador (Labov, 1972); es decir, intentar que las personas entrevistadas no se sintieran doble y visiblemente observadas, y obtener narrativas sin la influencia de dicha observación.
Así, se obtuvieron un total de 3 170 minutos (53 horas y 38 minutos) de grabación, los cuales se codificaron con el software MAXQDA 2022. Después de tres vueltas de análisis, se crearon diferentes etiquetas según se enfocarán en ideologías lingüísticas o de género. Estas grabaciones fueron guardadas en el ordenador de la autora, al cual solo tenía acceso ella bajo contraseña, y se le asignó un pseudónimo a cada participante.
Sobre las mujeres participantes
Este trabajo que aquí se presenta tiene origen en un proyecto más amplio, para el que se entrevistó a un total de 25 participantes: 20 autoidentificadas como mujeres13 latinas y cinco autoidentificados como hombres latinos.14 El único patrón existente entre todos los participantes es su identificación como latino o latina. Por lo demás, tienen diferentes orígenes, edad, nivel de estudios, nivel de inglés y años de residencia en Oregón, con el objetivo de lograr una obtención de resultados no condicionados por ninguna variable.
Los resultados que se presentan en la siguiente sección corresponden al análisis de las narrativas de cinco mujeres con cierto nivel de educación -desde la preparatoria hasta la universidad-, en las que se puede observar cómo la lengua y la raza interseccionan en el sector servicios y en el espacio público de Oregón. Además, ya que no existen muchos estudios que se enfoquen en mujeres migrantes con estudios académicos, es importante mostrar cómo estas confrontaron diferentes situaciones y estereotipos raciolingüísticos. Así, el cuadro 1 recoge la información etnográfica de estas cinco participantes, las cuales mostraron una significativa conciencia sociolingüística crítica:
Pseudónimo | Origen | Edad | Estudios | Madre | Lenguas | Años en OR |
---|---|---|---|---|---|---|
Rocío | Guatemala | 48 | Universidad | Sí (a, o) | Inglés (85 %) Maya Francés | 6 |
Sonia | Nayarit, México | 40 | Preparatoria | Sí (o, a) | Inglés (90 %) Mixteco | 32 |
Luz | Michoacán, México | 35 | Universidad | Sí (a) | Inglés (80 %) | 10 |
Melisa | Michoacán, México | 46 | Universidad (1 año) | Sí (a, a, a) | Inglés (60 %) | 23 |
Lola | Ciudad de México, México | 42 | Universidad (2 años) | Sí (o, o, a) | Inglés (85 %) | 21 |
Nota 1. En la columna Madre, las abreviaturas a y o hacen referencia a la cantidad de hijas e hijos que cada una tiene, respectivamente.
Nota 2. Al formular las preguntas respecto a las lenguas que hablan y su nivel de inglés, todas respondieron dando un porcentaje.
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos socio-demográficos.
Discusión
Tras analizar las narrativas de estas cinco mujeres, se ha decidido centrar este trabajo en la significativa conciencia sociolingüística presentada por estas. A su vez, tres temáticas explican dicha conciencia: 1) la lengua en los lugares públicos, 2) la mirada blanca en los intercambios lingüísticos y 3) el multilingüismo en la vida pública.
¿Qué pasa con nosotros? La ausencia del español en los lugares públicos
La gran mayoría de las preguntas realizadas a estas mujeres surgieron a partir de la observación de la representación del español, o la falta de ella, en el sector servicio y en otros espacios públicos de Oregón. El hecho de enfocarse en este espacio tiene mucho que ver con la afirmación de Rosa y Díaz (2019): “las instituciones se convierten en actores en la reproducción de la supremacía blanca por derecho propio” [traducción propia] (p. 121). A lo largo de todas las entrevistas, esta reproducción se observó en muchas de las experiencias de las mujeres, como el suceso que contó Melisa:
Cuando mi hija entró a la escuela, al kínder, nos llamaron a estas juntas que hacen mensuales los maestros y pues uno viene acostumbrado […] hacíamos juntas allá en nuestro país, se llenaba el salón de papás... O sea que se miraba el interés de los papás por la educación de los niños. Me arreglé y fui a la junta y llegué a la dirección, al cafecito y nadie, nadie, nadie [de padres y madres]. Allí estaban una señora, la directora, los maestros. Yo creo que éramos como cuatro padres de familia. Entonces me senté y dije: ok, bueno, me quedo. Y empezó [a hablar en inglés] la directora [...] Y le digo: ¿no hay nadie que hable español?, y dice: no. Le digo: pero si el salón de mi niña todos los niños hablan español, sus papás hablan español. Entonces, si hubieran venido a la junta ¿cómo lo hubieran hecho?, y dice la directora: ay, no, no, lo siento, es que como nunca vienen, pues... No tenían una persona que hablara español, que tal vez no iban ¡por eso mismo!, porque nadie se quejó y dijo: oye, qué pasa con nosotros. […] Pero a la junta siguiente, sí ya llegó un panfleto que decía: los invitamos a la junta, habrá información en español, inglés. Y yo: ¡oh, qué bonito! ¿Será cosa mía? [risa] (Melisa, comunicación personal, 26 de febrero de 2021).
En este caso, a partir de la vivencia narrada, se observa cómo las escuelas, a pesar de ser instituciones educativas públicas, pueden participan en el mantenimiento de esa hegemonía blanca y naturalizar un trato desigual que lleva a una deshumanización que, en el caso de Melisa, la hace sentirse totalmente la otra. Si como bien explican Bucholtz y Hall (2005), lengua e identidad son dos conceptos que viven simultáneamente, el hecho de no tener servicio en español en una reunión para madres y padres, en un colegio en el que existe un número significativo de familias hispanohablantes, niega su identidad y las relega, tanto a ellas como a otras personas de su comunidad, a los márgenes. Esto explica la apreciación que hace Melisa en su respuesta, cuando conecta la no asistencia de familias hispanohablantes a estas reuniones con la ausencia de la lengua española en una institución donde muchos de sus estudiantes tienen esa vinculación.
Zavala y Back (2017) defienden que “la raza hay que pensarla como una construcción social relacionada con la desigualdad social y el poder que produce unas consecuencias en las prácticas sociales” (p. 15). En el caso de Melisa, así como de la población latina de la zona, la raza queda marcada a partir de la no inclusión de la lengua de la comunidad en el centro. Hesse (2016) puntualiza que la racialización no se limita a lo corporal, sino que es una práctica de violencia, de segregación marcada por los dominantes, como puede observarse en el suceso narrado. Conocer, o no, la lengua dominante y disponer del servicio en otra lengua son elementos que han perpetuado la discriminación y, por tanto, un trato inferior, tal y como se aprecia en las palabras de Melisa al decir: “oye, qué pasa con nosotros” (Melisa, comunicación personal, 26 de febrero de 2021).
Ante esta situación, la conciencia sociolingüística de Melisa se activa y alza la voz para preguntar si “no hay nadie que hable español”, mostrando que es capaz de romper esa otredad marcada por la falta de multilingüismo en el centro, con lo que consigue que en las sucesivas reuniones exista la inclusión del español para las familias hispanohablantes (Melisa, comunicación personal, 26 de febrero de 2021). La conciencia precede a la acción y Melisa muestra su agencia no solo a través del pensamiento sociolingüístico de la situación vivida, sino de la transformación altamente significativa en las juntas posteriores.
“Vaya hipocresía y abuso de poder”: la mirada blanca en el discurso
La mirada blanca invisible ha sido capaz de ver y marcar todo aquello que no esté dentro de ella. Fairclough (1992) advierte cómo la llamada mirada blanca supone prácticas discursivas (como la lengua) o sociales (rutinas de la vida cotidiana) asociadas únicamente a la blancura que perpetúan una supremacía blanca. Saldaña y Omasta (2017) señalan que en este mundo donde impera un estatus quo a manos de un grupo dominante, las rutinas, las reglas, los rituales o las relaciones entre las personas se ven afectadas por el poder de dicha mirada. Así, en el caso de estas mujeres, esas nuevas rutinas o vínculos sociales serán racializados por el sistema de la blancura, es decir, que serán juzgados como inadecuados a través de su lente. La mirada blanca ha sido capaz de crear dicotomías como: lo válido vs. lo ilegítimo, lo aceptable vs. lo desviado, o lo que es valioso vs. lo que es prescindible (Ray, 2019).
De esta manera, la mirada blanca ha operado en el sector servicios y en los espacios públicos de las mujeres latinas entrevistadas. Rocío, por ejemplo, contó un suceso vivido con el sistema de Oregón después de entrar de manera totalmente voluntaria en un programa de estudio de bebés bilingües:
Yo llamé [al programa opcional de seguimiento de bebés bilingües] y me pusieron con una persona que hablaba español muy bien, no latina, blanca. Oh, yo tuve que decir en un primer momento que me identificaba como latina, claro. Pues esta persona cuando empezó a hablar conmigo y preguntarme me dice: Bueno, entonces tú no hablas inglés, ¿verdad? Y yo dije: sí hablo, y muy bien, pero prefiero el español. Bueno, y después otras preguntas: ¿entonces trabaja en su casa, verdad? Y yo: no, tengo mis estudios [especialidad], aunque trabajo de maestra. Y luego: entonces tú eres madre soltera, ¿verdad? Y yo: [tono de enfado] no, no soy madre soltera y ¿sabe qué? No cuenten más conmigo. Tanto: ¿verdad?, ¿verdad? [tono de burla]… Y nunca más (Rocío, comunicación personal, 2 de marzo de 2021).
En el caso de Rocío, esa mirada blanca dominante la racializa y distorsiona su realidad, al mismo tiempo que le impone estereotipos asociados a la latinidad que perpetúan la idea de que las mujeres latinas no hablan inglés, trabajan en su casa y, en muchas ocasiones, no tienen pareja o no está con ellas. McCluney y Rabelo (2019) hablan de invisibilización o hipervisibilización por parte de la mirada blanca. La experiencia de Rocío muestra cómo la trabajadora blanca está hipervisibilizando su identidad fronteriza y la asocia a estereotipos lingüísticos, académicos, laborales y sentimentales. Desde un primer momento, la conciencia crítica de Rocío se activa y desmonta el discurso estereotípico racial y lingüístico. Comienza por el prejuicio lingüístico recibido y continúa contradiciendo uno a uno los estereotipos a los que se ve expuesta, revelando que se casó con un hombre de Oregón y tuvo a sus hijos en Estados Unidos. Las respuestas de Rocío, cortantes al utilizar un “no”, seguido de explicaciones detalladas sobre su identidad, niegan la información presente en la pregunta estereotipada de la trabajadora y la empoderan al reclamar una agencia que responde a su verdadera identidad. Así, desmonta la hipervisibilización de la mirada blanca, revelando una realidad que equidista de los estereotipos asociados a muchas latinas en Estados Unidos.
La misma Rocío hacía referencia a un suceso que vivió al poco de llegar a Oregón al entrar en una tienda de celulares y que sirve de ejemplo para entender la invisibilización propuesta por McCluney y Rabelo (2019):
Un día entré a esa tienda, principalmente porque afuera tenían una publicidad en español. Entonces entro y el hombre que estaba allá no entendía nada de español... Y pregunté por si había alguien más, pero nadie hablaba español en esa tienda […] cuando salí dije con mi inglés: “vaya hipocresía y abuso de poder usando nuestra lengua”, y desde ese día siempre estoy pendiente. Pero ahora pensándolo… pues me hicieron sentir invisible, que mi lengua no existía, que yo no pertenecía a este país… Ahí me di cuenta de que hay lugares en este estado que sí ofrecen el servicio en español, pero no a propósito, o sí porque van a tener más beneficios… Pero de repente, la persona que está encargada en ese momento habla español y te lo puede ofrecer, pero no es una política del establecimiento. De repente, la gente lo ve muy estético y están los anuncios en español e inglés, aunque no haya nadie adentro que te hable español (Rocío, comunicación personal, 2 de marzo de 2021).
En este caso la mirada blanca de clase media se apropia de la lengua de las minorías para, finalmente, borrarla. Irvine y Gal (2000) y Gualtieri (2009) afirman cómo esta mirada dominante beneficia a aquellos que más se aproximen a los límites de la blancura.
Rocío percibió cómo las personas que hablan español son invisibles en este negocio, generando en ella ese sentimiento de no pertenencia, de ser constantemente el extranjero. Pese a esa sensación, que saliera de la tienda mascullando su inconformidad muestra una acción que no solo pretendió desestabilizar la mirada blanca, sino que también creó en ella un efecto continuado que la ha hecho mucho más consciente de cómo se usa el español en el sector servicios. Rocío examina y enjuicia el hecho de que el grupo dominante se apropie y visibilice diferentes elementos de la cultura subordinada, como la lengua en este caso, cuando lo ven útil y beneficioso para sus fines (como atraer más clientes al negocio). Sin embargo, en el caso de Rocío, nadie es capaz de realizar ese servicio en español, por lo que se invisibiliza la lengua, se perpetúa la ideología raciolingüística que contribuye a la estratificación social y, por supuesto, no existe una reflexión de las consecuencias que supone para el grupo minoritario. Así, se persiste en la dicotomía de valioso vs. prescindible, donde las necesidades de las identidades que se encuentran fuera de la blancura resultan totalmente prescindibles.
“Es el idioma y la persona”: multilingüismo en la vida pública
A lo largo de las entrevistas, muchas de las mujeres puntualizaron circunstancias donde raza y lengua interseccionaron en diferentes situaciones vividas en el sector servicios y en espacios públicos, teniendo como resultado la racialización lingüística de las entrevistadas.
Es importante recordar que uno de los principales objetivos del marco de la raciolingüística es hacer visible y desestabilizar la no marcada blancura que afecta en el día a día a todas aquellas personas que no se encuentran en ese mismo grupo dominante, redirigiendo la mirada y el problema en el sujeto que escucha y no en el cuerpo racializado que habla. Según la definición dada por Flores y Rosa (expuesta en el apartado 2.1), narrativas como las de Sonia, al referirse a un incidente en la cola del supermercado al hablar mixteco con su madre, ilustran estas ideologías:
Creo que por la manera de cómo es uno, bajito, morenito […] entonces nos miran y ya nos menosprecian. Estábamos en el supermercado, mi mamá platicando y yo… pues no me avergüenzo de hablar mi idioma, platico con ella en mi idioma y estábamos conversando en la fila para pagar. Un señor […] blanco, americano, alto y cuando llega con la cajera le empieza a decir en inglés: “¿qué idioma estarán hablando? Seguramente son gente de México y no entienden inglés”. O sea, todo lo negativo que uno pueda imaginarse […] y yo oí toda la conversación, sí me molesté, pero les contesté. Les dije en inglés: nuestro idioma se llama mixteco. Es un idioma indígena del estado de Oaxaca. Somos de México y sí hablo inglés, también hablo español. Y ya el señor no sabía qué hacer. Se quedó rojo y ya no dijo nada (Sonia, comunicación personal, 26 de febrero de 2021).
Debido a la racialización, las prácticas multilingües son devaluadas y se vuelven ilegítimas en el espacio estadounidense para el oyente blanco. El problema no es la lengua que se habla dentro de la comunidad no dominante, sino su posición social en el país receptor y en el estatus quo existente.
El caso de Sonia ilustra dichos argumentos. Ella llegó a Estados Unidos con escasos años de vida y ha pasado toda su vida expuesta al inglés, lo que la hace poseer un nivel como el de cualquier persona estadounidense; de hecho, en la entrevista inicial es de las mujeres que con más nivel de inglés se autoevalúa (90 %). Sin embargo, un sujeto blanco la racializa por sus características fenotípicas y por la lengua que habla con su madre en el supermercado. El discurso del hombre responde a lo que Hill (1998) expone sobre los espacios públicos blancos, los cuales reproducen, perpetúan y continúan normalizando, sin marcar, la hegemonía blanca. Se consigue entonces que todo lo que salga de estos límites sea lo marginal, lo que se necesita reparar porque, en este caso, no tiene la lengua del grupo dominante.
Ante esta situación, Sonia no se vuelve insegura (al contrario que otras mujeres, ver Rosa, 2016) y responde, dejando claro que no pertenece a lo periférico que el hablante blanco refiere, pues el multilingüismo que ella posee es una virtud que la beneficia en su día a día. La agencia de Sonia se visibiliza al reafirmar que pertenece a una mezcla de tres culturas de las cuales se siente orgullosa, y lo hace en un espacio público ante una situación discriminatoria raciolingüísticamente.
Otra de las mujeres, Melisa, contaba algo parecido al principio de su entrevista:
No es tanto el idioma, como el idioma y [enfatiza e intensifica la voz] la persona. Claro que a veces te miran feo y te hacen sentir mal porque no estás hablando su [enfatiza e intensifica la voz] inglés perfecto, o incluso se atreven a pedir a alguien, a un traductor, que te atienda en español sin yo abrir mi bocota, me ha pasado, no mucho sí cierto es… pero porque al verme pues más morena, pelo negro, chino… ya dicen como que “ah, no habla inglés que le atienda otra persona” y oye, a lo mejor yo ya lo sé, ¡¿qué tendrá que ver cómo me vea?! (Melisa, comunicación personal, 26 de febrero de 2021).
La primera afirmación responde a la teoría raciolingüística, ya que el no hablar “Su inglés perfecto”, como dice Melisa, la posiciona nuevamente como desviada, algo que se suma al perfilado racial, o racial profiling en inglés, que ella ha vivido en algunas ocasiones. En este caso, al sistema enraizado en la blancura le cuesta valorar el bilingüismo de las personas, especialmente si hablamos del español, debido a los acontecimientos políticos desarrollados en el último siglo. La lente blanca de las personas del grupo dominante analiza minuciosamente los discursos lingüísticos de las personas bilingües para determinar que son hablantes ilegítimos.
El perfilado racial, como explican Weitzer y Tuch (2002), es una práctica discriminatoria que etiqueta como deficientes a las personas que fenotípicamente muestran una supuesta raza. Esta práctica es cada vez más común, ya que ha logrado traspasar a la esfera pública. Como menciona Melisa al final de su intervención, poseer rasgos estereotípicos asociados a la latinidad la hacen no ser interpretada como hablante bilingüe. García (2009) explica cómo entre las prácticas lingüísticamente discriminatorias hacia la comunidad latina en Estados Unidos, está la de interpretar que su inglés no es suficiente. De ahí que las nuevas generaciones, las cuales son perfectamente competentes y altamente bilingües en inglés, sean matriculadas en clases de inglés como segunda lengua, cuando en muchas ocasiones, el inglés es su primer idioma.
Esta experiencia coincide con algo que Luz notaba en su día a día:
Es como que si tú eres un blanco y hablas español: uy qué bien, qué chido, hablas dos idiomas. Pero si eres un hispano, un latino hablando español es como que: ay, un mojadito más. Como que no te ven: ¡ay, eres bilingüe! No. Pero si la persona es de aquí es como que ¡guau! Yo creo que sí hay bastante diferencia. Lo último que van a pensar es que eres una persona inteligente o con estudios, no… yo si me dicen, yo digo, o miro como ellos, a ver si ahora tampoco se puede vivir en paz (Luz, comunicación personal, 16 de marzo de 2021).
Que la sociedad dominante ignore el gradual bilingüe de los hablantes no es el único problema. Luz da voz con su experiencia a lo que Zentella (2005) y Palmer (2017) presentan en sus trabajos. Ambas explican cómo en las clases bilingües hay un desequilibrio en el trato hacia ciertos estudiantes. Los hablantes bilingües blancos anglosajones reciben un favoritismo frente a hablantes cuya lengua materna es el español. Mientras que a los primeros, por mínimo que sea su bilingüismo, se les celebra, a los estudiantes racializados se les castiga y se les asocia con estereotipos -como el hecho de no saber bien ninguna de las dos lenguas- que en la sociedad siguen impactando negativamente y perpetuando esa imagen de deficientes.
Así mismo, la sociedad dominante que sigue estas ideologías raciolingüísticas se ve con el poder de condenar a las personas por, supuestamente, no hablar bien inglés, pues las perciben como rebeldes que no se integran. Huntington (2009) es un ejemplo de ese sentimiento antiespañol, ya que alude al mantenimiento de la lengua del hogar de la comunidad latina como una aparentemente no asimilación a Estados Unidos. El autor argumenta que el mantenimiento del español en la casa o en escuelas de inmersión divide a esta comunidad de la anglosajona y termina atacando la integridad cultural y política del país.
En el ejemplo mencionado, Luz, cansada de vivir con estereotipos que la minimizan, se enorgullece del bilingüismo que la identifica, muestra plena consciencia de la virtud que esto supone y cuestiona la ilegitimidad lingüística dando la vuelta a la otredad vivida hasta el momento, donde los dominantes pasan a ser ellos, mientras ella y su comunidad se vuelven el nosotros.
Ella lidia con tareas donde el espacio público blanco y, por tanto, sus oyentes, la racializan constantemente y donde, antes de que muestre sus habilidades lingüísticas, es marcada como la otra, la deficiente, la no nativa del inglés, la extranjera, independientemente de su origen o su contexto personal. Pese a ello, estas mujeres se empoderan a partir de esta identidad híbrida transnacional y responden ante situaciones de discriminación raciolingüística, como en este caso, ganando agencia en una discriminación interseccional de lengua, género y raza.
Conclusión
La desigualdad que puede llegar a existir en las instituciones por parte de los trabajadores y del resto de la población en el espacio público puede construir prácticas patriarcales y racializadas que lleven a los márgenes, en este caso, a las mujeres latinas de la comunidad de Oregón en sus interacciones. Las estructuras macro ejercen una violencia estructural institucionalizada que se manifiesta en actos de racismo (Jiménez Bautista y Muñoz Muñoz, 2004). Ante estas situaciones, cabe estudiar qué acciones tomaban las mujeres entrevistadas cuando eran excluidas, ya no solo por su raza con sus características fenotípicas y/o por el género, sino también por la lengua o el acento percibido al tratar en el sector servicios. A partir de estas acciones, se podría hablar de cómo se proyecta la agencia en estas mujeres que tras cruzar la frontera comienzan a formar una doble identidad (Anzaldúa, 1987/2016).
Es importante mencionar que la mujer latina ha sido retratada en numerosas ocasiones a través del marianismo (Hondagneu-Sotelo, 1994; Stevens, 1973), esto es, vista como la virgen María: dependiente, subordinada, devota por la familia y responsable del hogar. Sin embargo, las mujeres entrevistadas muestran agencia y rompen con esa visión mariana a partir de las diferentes acciones de resistencia en contra del sistema dominante.
Al examinar parte de las narrativas de las latinas tras sus interacciones y experiencias en el sector servicios de Oregón, se descubre cómo están comprometidas con una lucha dentro del sistema que las oprime según su raza y género. Las narrativas de Rocío, Lola, Sonia, Luz y Melisa han ejemplificado cómo ejercen agencia en su discurso y contribuyen a desestabilizar el estatus quo de sus entornos, al tiempo que lidian con la mirada blanca que las estigmatiza. Sonia argumentaba:
Merecemos un servicio igual de los que hablan inglés. Yo pago en dólares, pago mis tasas. Todos los latinos que van a los centros comerciales pagan en dólares, no pagan en otra moneda y contribuimos a la economía de todos esos centros y el país. Merecemos un servicio de la misma calidad como lo que reciben otros y no un servicio por señas, nosotros no somos limitadas físicas, ni motores, ni mentales, ni nada. Necesitamos un servicio igual que los demás (Sonia, comunicación personal, 26 de febrero de 2021).
Como muestran las narraciones abordadas, la conciencia crítica sociolingüística ante actos raciolingüísticamente discriminatorios ha estado presente en las cinco mujeres de este trabajo. Todas ellas han revelado su incomodidad ante un trato desigual que las ha tachado de ilegítimas y de ser las otras desde las lentes del grupo dominante. Así, las acciones y la agencia mostrada tienen como objetivo un trato igualitario, tal y como se reclama en sus narrativas. Pensar que la mujer no va a resistir y a alzar la voz ante situaciones de racismo o sexismo es anular su capacidad de acción y su poder.
Las subjetividades de estas mujeres han jugado un doble papel a nivel macro y micro donde, primeramente, se las ha agredido y, secundariamente, han sabido resistir y responder a dichos ataques. Spivak (1998), a raíz de la noción de subalternidad, explica cómo la violencia epistémica tras la colonización ha mostrado al otro como un ser anulado y sin voz. Sin embargo, las mujeres latinas de este estudio han demostrado que, aun siendo claramente las otras dentro del sistema, se empoderan para dejar constancia de las distintas realidades que se viven en Estados Unidos. Todas ellas se manifiestan como agentes activos que toman una decisión que genera un cambio y altera el estatus quo (Sen, 1999). Es importante destacar que las acciones que estas toman son diversas y pueden situarse a lo largo de un continuum (Butler, 1999) que se aleja de la polarización resistencia vs. dominación, mencionada por Mahmood (2005) en su estudio.
Por tanto, en los trabajos actuales existe una necesidad imperante de hablar de mujeres (en plural). Solo así se conseguirá romper con el paradigma que borra las singularidades de cada una de ellas y verdaderamente acoger sus subjetividades.