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Revista de El Colegio de San Luis
versión On-line ISSN 2007-8846versión impresa ISSN 1665-899X
Revista Col. San Luis vol.3 no.5 San Luis Potosí ene./jun. 2013
Artículos
Las herederas contemporáneas de la Madre Tierra. Ser mujer indígena teenek, disyuntivas y desafíos de las tradiciones femeninas en la Huasteca potosina
Claudia Rocha Valverde*
* El Colegio de San Luis. Correo electrónico: crocha@colsan.edu.mx
Enviado a dictamen el 21 de agosto del 2012.
Recibido en forma definitiva el 28 de agosto y el 20 de octubre del 2012.
Resumen
En este trabajo se exponen algunos de los cambios significativos en cuanto a dos tradiciones prehispánicas de los indígenas teenek de la Huasteca potosina, al oriente del estado de San Luis Potosí. La primera es la actividad textil, práctica desarrollada mayormente en el ámbito femenino y, por otro lado, comparativamente se expone de manera breve el ritual de los voladores de Tamaletom del municipio de Tancanhuitz, práctica ancestral en la que tradicionalmente han participado solamente los varones y en la que en la actualidad empiezan a involucrarse las mujeres de la comunidad. El objetivo del estudio comparativo entre el ritual mencionado y la tradición textil es detectar algunos rasgos de cambio y procesos de adaptación en las tradiciones, para lo cual desempeñan un papel determinante la movilidad y las migraciones, de las que con cara a la "modernidad" son parte las nuevas generaciones de jóvenes indígenas.
Palabras clave: Huasteca potosina, indígenas teenek, actividad textil, voladores de Tamaletom, proceso de adaptación.
Abstract
In this work we explain some of the important changes regarding two pre-Columbian traditions of the Teenek Indians of the Huasteca Potosina region located in the eastern part of the State of San Luis. The first one is the textile craftsmanship, an activity performed mostly by women. On the other hand, we explain briefly the ritual of the flyers of Tamaletom in the municipality of Tancanhuitz, an ancestral tradition in which traditionally only males have participated but in present days women within the community are becoming involved. The objective of this comparative study between the ritual of the flyers mentioned above and the textile tradition, is to find some features of change and adaptation processes in such traditions, for which the mobility and migrations that involve the new generations of young indigenous people facing "modernity" play a vital role.
Keywords: Huasteca potosina, teenek indians, textile craftsmanship, flyers of tamaletom, adaptation processes.
Introducción
La región Huasteca comprende los estados de Veracruz, Puebla, Hidalgo, Querétaro, Tamaulipas y San Luis Potosí. Está ubicada al oriente del país, entre la costa norte del Golfo de México y la sierra Madre Oriental (véase la figura 1). En esta región han cohabitado históricamente distintos pueblos de diferentes culturas, entre los que cabe mencionar a los teenek (o huastecos de filiación mayense), otomíes, nahuas, totonacos, tepehuas y grupos chichimecas.
La parte de esta vasta región a la que se hace referencia en este texto es la que corresponde a San Luis Potosí (véase la figura 2), estado que tiene en la actualidad un porcentaje importante de población teenek (o huasteca), nahuas y pames, en mayor y menor proporción, respectivamente. Estos pueblos indígenas mantienen a la fecha tradiciones milenarias relacionadas con su cosmovisión. Aquí abordaremos algunos aspectos relativos a prácticas femeninas del pueblo teenek.
En este trabajo se exponen algunos de los cambios significativos en cuanto a la actividad textil desarrollada mayormente en el ámbito femenino. Considero que esta tarea es un tipo de termómetro que permite identificar algunos aspectos de transformación en la vida cotidiana y ritual de las comunidades debido a influencias exógenas a éstas, entre otras cosas.
La confección y el uso de las vestimentas de origen prehispánico y la tradición oral a través de la cual suponemos que se transmite esta memoria estética son estudiadas en un periodo genealógico contemporáneo que comprende tres generaciones de mujeres teenek del siglo XX: la abuela, la hija (generación intermedia) y la nieta.
Por otro lado, comparativamente se expone de manera breve el ritual de los voladores de Tamaletom del municipio de Tancanhuitz, una práctica ancestral de los teenek en la que tradicionalmente han participado solamente los varones y en la que en la actualidad empiezan a involucrarse las mujeres de la comunidad. El objetivo del estudio comparativo entre el ritual mencionado y la tradición textil es detectar algunos rasgos de cambio y procesos de adaptación en las tradiciones para los cuales desempeñan un papel determinante la movilidad y las migraciones, de las que ante la "modernidad" son parte las nuevas generaciones de jóvenes indígenas. Para ello se tomaron en cuenta algunos testimonios de los hombres y mujeres participantes de dichas prácticas, como se plantea a continuación.
Contexto histórico
Las mujeres del pueblo teenek han mantenido durante milenios la confección de la vestimenta tradicional, la cual se remonta a su pasado prehispánico. Esta indumentaria ha tenido un papel preponderante no sólo por el hecho de que sirve para proteger el cuerpo de la intemperie, sino también porque histórica y cosmológicamente se le ha asignado un valor simbólico debido a que la actividad textil ha estado relacionada con deidades importantes.
Un estudio en torno a textiles antiguos de México es el que hizo Aguilera sobre la faja ralámuli, acerca de la cual describe: "Deidades del México prehispánico, como Tlazolteotl-Ixcuina, Mayahuel, Chalchiuhuitlicue y Xoquiquetzal se asociaban con la actividad de tejer y en sus representaciones incluían husos en el cabello o en las manos" (Aguilera:34). Estas diosas que "hilaban la vida" eran generadoras de la misma y tenían una función de parteras, por lo que el acto de tejer puede considerarse una metáfora del origen y del orden del cosmos. Las deidades del tejido eran selénicas; es por ello que los ciclos agrícolas lunares se atribuían a éstas, significando el vínculo cósmico entre la Tierra y la Luna.
El título de este texto hace referencia a las hijas de la Madre Tierra debido a la importancia simbólica que ha tenido esta deidad suprema desde su origen en los antepasados prehispánicos que incluyen al pueblo teenek, entre otros. El concepto de Madre Tierra se encuentra presente en la actualidad en el sistema mitológico y ritual de este pueblo, relacionado con la fertilidad agrícola principalmente y la idea de lo femenino. Un ejemplo se encuentra en la memoria oral de los teenek que refiere que cuando una mujer usa la indumentaria tradicional se convierte en el centro del universo y con ello reafirma sus cualidades de progenitora convirtiéndose en símbolo de la fertilidad que da origen y sustento a la vida, personificando a la Gran-Madre Tierra o Pulik Miim-Tsabaal, como la llaman en lengua teenek.
Otro ejemplo de la importancia cosmológica de La Madre Tierra es que involucra la unión de los contrarios como lo femenino y lo masculino en su cualidad de numen dual. En este sentido, Galinier (1990:543) señala "que las tradiciones locales de la Sierra Madre coinciden en considerar a la Tierra a imagen de una mujer". Por otro lado, Tate (2003:37) apunta que el concepto de lo femenino se ha vinculado a la condición de humedad, frío, bajo, interior, receptividad y generación entre pueblos indígenas que comparten ciertas tradiciones mesoamericanas.
Las representaciones y alusiones a esta deidad en la Huasteca potosina se manifiestan de manera variada. Una es la que refiere Suárez en cuanto a los bordados principales de una de las prendas de la vestimenta femenina, el quechquemitl, denominado dhayemlaab en teenek (véase la figura 3a y la 3b). El autor, en su trabajo de recopilación de mitos de este pueblo, señala que "la prenda tiene tres bordados básicos: el ‘Maamlaab' (símbolo de dios), el ‘Árbol de la vida' y el símbolo de la ‘Madre Tierra'" (Suárez, 2008: 49-50), con los cuales coinciden otros testimonios de miembros de este pueblo.
Consideramos que el contexto cosmológico descrito anteriormente sirve de referente para identificar algunos aspectos relevantes de la visión del mundo teenek. Si bien las mujeres en particular tienen algunas décadas incursionando en el mercado de artesanías con sus bordados, el uso y confección de sus textiles ha estado destinado históricamente a las ceremonias que consideran sagradas, a través de las cuales establecen contacto con los ancestros, y para las cuales la indumentaria tiene especial importancia.
Contexto contemporáneo
Cabe preguntarse, ¿qué sucede en la actualidad con los teenek y su origen ancestral respecto de las transformaciones socioculturales a las que están sujetos en medio de un contexto globalizante?
En el caso de la tradición textil, entre los teenek sigue fuertemente arraigada una memoria estética que transmiten genealógicamente. Esta actividad femenina ha tenido importantes modificaciones a través de la historia; sin embargo, en la actualidad permanece vigente el uso de la vestimenta ritual, contrariamente a lo que sucede con el atuendo de los varones, quienes mestizaron más rápido su indumentaria.
Puede pensarse que las teenek en general tienen menor movilidad respecto de los varones. Si éstos emigran, las mujeres permanecen en las comunidades cuidando de los hijos, al menos en el caso de las mayores de treinta años. Éste puede ser un motivo para que ciertas tradiciones se conserven, como la memoria oral, la lengua, el quehacer textil, la cocina, entre otras. Para que una tradición subsista, debe haber una comunidad a quien hablar en lengua madre, a quien vestir y alimentar de cierta manera; debe haber dioses a quienes rezar y ofrendar. De las tradiciones mencionadas la mayoría recae en el ámbito de lo femenino, en específico, en el concepto de madre, el cual tiene distintas connotaciones, entre las que destaca el vínculo identitario con el territorio que identifica a los teenek como pueblo. La idea del "terruño" en términos físicos es referida por González como algo que "independientemente de su extensión y del tipo de relación que con él se mantiene, es la porción de naturaleza sobre la que vive la colectividad y en relación con la cual se teje su identidad" (2011:88-89). En este sentido, puede considerarse que las teenek están enraizadas simbólicamente al "terruño", y como hijas de la Madre Tierra están encargadas del resguardo del territorio sagrado manifiesto en ciertas cuevas, montes y manantiales, donde habitan los ancestros.
Los roles de género femenino y la tradición en el contexto contemporáneo
En el periodo actual se identifican algunas de las actividades que emprendían hombres y mujeres en el pasado prehispánico, entre las cuales se aprecia una clara diferenciación de lo que correspondía a lo masculino y a lo femenino. En cuanto a los quehaceres de las mujeres, Konieczna (2011:1) refiere, en su texto sobre La niña bien educada (época prehispánica), que "limpiar la casa, preparar los alimentos e iniciarse en las actividades relacionadas con el telar de cintura eran todo un entrenamiento para el matrimonio, lo que solía ocurrir en la adolescencia". La autora retoma a los cronistas Sahagún y Mendieta, quienes enumeraron algunas de las virtudes que debía poseer una joven educada de la época, entre las que cabe destacar:
[...] no debe entrar sin propósito en casa de otro, para que no le levanten algún testimonio; si entra en casa de sus parientes, debe tenerles acatamiento y hacerles reverencia, y luego tomar el huso y la tela, ó lo que allí viera que conviene hacer. [...] Se debe levantar temprano en la madrugada para atender el altar de los dioses. Luego debe ponerse a moler el maíz, tejer, hilar o cualquier cosa de la casa. Debe tener buen cuidado de la hilaza y de la tela y de la labor, sabiendo poner hilos, colores y como unir las piezas (2011:1-2).
Con el testimonio de los cronistas constatamos la permanencia de tradiciones de larga duración que han prevalecido durante siglos. Para heredar las tareas y las ceremonias rituales, uno de los medios más efectivos ha sido la transmisión de la memoria de manera oral. En términos generales, los roles de género no se han modificado sustancialmente desde el tiempo de los antepasados hasta el día de hoy, si tomamos en cuenta que las labores relacionadas con la preparación de los alimentos y la actividad textil están en manos de las mujeres desde que son muy jóvenes. Esta distribución de actividades femeninas y masculinas son prácticas históricamente naturalizadas en las sociedades indígenas aunque no exclusivas de éstas.
Se ha visto ya la importancia de la actividad textil en términos prácticos y como destino cosmológico de lo femenino. Aquí cabe exponer un ejemplo de una creencia chamula: "Cuando empezó el mundo, dicen que la Luna subió a un árbol. / ‘Ustedes deben tejer', les dijo a las primeras madres. / ‘Ustedes deben hilar'. Les enseñó a tejer desde allá arriba. /Así fue que empezó el tejido. / [...] Si no fuera por la Luna no sabríamos tejer. /Es que nos dejó dicho cómo hacerlo [...]" (Jiménez, 1993:40). Según este testimonio, la tarea de hilar y tejer se heredó por designio de las deidades lunares, las cuales constituyen a la fecha parte de la memoria del pensamiento simbólico. Este patrimonio está presente de manera cotidiana sin que se tenga conciencia de ello en cada uno de los actos en los que se manifiesta; es algo que sucede de manera natural y se encuentra en constante transformación como resultado que es de una cultura viva y dinámica que necesariamente cambia sus referentes culturales con el paso del tiempo. La cuestión es cómo se transforman las tradiciones sin dejar de reafirmar la cohesión y la identidad colectiva indígena. En este sentido, como refiere González (2011:87): "Esta dialéctica entre cambio y persistencia, devenir o ser, [...] adquiere una significación peculiar en tiempos recientes por la pretensión de universalidad con que nace la cultura moderna". Un ejemplo de ello puede observarse en la genealogía de tres mujeres del siglo XX de la misma familia (véase la figura 4): la de 70 años (abuela), la de 50 (hija) y la de 17 años (nieta). Tienen en común ser mujeres teenek y vivir en la misma comunidad, entre otros aspectos. De una generación a otra ha habido cambios sustanciales, entre los que puede mencionarse uno primordial que es el acceso a la escolarización de la hija (generación intermedia) y de la nieta.
Estas mujeres comparten además un contexto semiurbanizado que les permite ciertos beneficios, como el servicio eléctrico mediante el cual la abuela ha escuchado "La voz de las Huastecas" de Radio Tancanhuitz; la hija de ésta escuchó el radio y adquirió un televisor, y la nieta accedió a más canales de televisión, a internet y al teléfono celular. Al respecto puede plantearse una pregunta: ¿cómo influyen estos emblemas de la modernidad en las tradiciones ancestrales de las sociedades indígenas urbanizadas "a medias"?
En el ejemplo genealógico mencionado destaca que la abuela y la hija permanecen en el solar (A. García de León, comunicación personal, 2010)1 haciéndose cargo de la familia. Ellas usan aún la vestimenta tradicional cuando participan en alguna danza o para una boda. La más joven no borda ni danza, quizá debido, entre otras cosas, a que debe desplazarse a la cabecera municipal para emplearse en el servicio doméstico o como despachadora de algún negocio, lo cual le implica cubrir una jornada completa o más de trabajo.
Comparativamente a la genealogía femenina de Tancanhuitz, observamos otro grupo de mujeres del municipio de Aquismón (véase la figura 5a y la 5b). En este caso, la abuela no tiene lazo consanguíneo con las otras; sin embargo, se le llama "abuela" o aach (abuela Hilaria, comunicación personal, 2010)2 en tono reverencial como es común designar a los viejos de la comunidad, no sólo por la edad, sino también porque son portadores de importantes conocimientos. En este caso, la abuela Hilaria ha compartido su sabiduría a mujeres de distintas generaciones en torno a saberes antiguos relacionados con la elaboración de los textiles. Ma. Eugenia y Juana son hermanas y fueron sus discípulas (Ma. Eugenia, comunicación personal, 2009).3 Ellas tres usan la vestimenta tradicional cotidianamente, no obstante usen el quechquemitl específicamente para ciertas ceremonias, como la misa del domingo y las bodas teenek.
Ma. Eugenia y Juana bordan principalmente para vender su mercancía en los mercados locales y en las ferias nacionales. Ellas representan un caso interesante de las mujeres que se desplazan lejos de sus comunidades; incluso pasan noches fuera de casa, lo cual no es habitual entre las teenek más conservadoras. Al respecto, Ma. Eugenia refiere: "Desde que mi marido quedó incapacitado después del accidente, yo me hago cargo de mi casa, todo sale de mis bordados, pero no me alcanza, ya no pude pagar los estudios de prepa de mi hijo" (comunicación personal, 2009, jun.). La situación de Juana es diferente, ya que su marido es carpintero y su hija Flor de María trabaja en una oficina del municipio de Aquismón, lo cual hace que la necesidades económicas estén algo más desahogadas. Cabe destacar que Flor de María4 sí heredó la tradición del bordado por medio de su mamá y en ciertas ocasiones usa la vestimenta tradicional.
Los anteriores son dos ejemplos de genealogías a través de las cuales se detectan ciertos cambios que enfrentan las teenek contemporáneas en cuanto a sus tradiciones. Este pueblo encara también casos más radicales de negación de la propia cultura según el testimonio de otro informante que refiere que "las mujeres jóvenes ya no quieren vestir como sus madres, no caminan junto a ellas, van adelante, vestidas con pantalón de mezclilla y se avergüenzan de su lengua" (F. Martínez Terán, comunicación personal, 2007, dic.).5 Este cambio adquiere notoriedad cuando las jóvenes empiezan a trabajar fuera de la comunidad. Al respecto, debe mencionarse que en la región Huasteca de San Luis Potosí también se ha observado movilización y migración de hombres adultos y jóvenes de ambos sexos en edad escolar. Buscan mejorar su condición económica desplazándose con frecuencia a las capitales más cercanas, como Querétaro, San Luis Potosí (capital) y Monterrey, principalmente.
Para reforzar lo anterior, Aquino (2012:47) refiere que "los medios masivos de comunicación en todos los rincones del planeta han difundido los estilos de vida propios de las sociedades del primer mundo urbano, los cuales se caracterizan por un alto nivel de consumo y de movilidad espacial". Así se infiere que los hombres y mujeres jóvenes salen de sus comunidades impulsados no solamente por cuestiones económicas; sus aspiraciones son de índole diversa, ya que buscan cambiar su estilo de vida, lo que se traduce en la adquisición de bienes de consumo electrónicos y digitales, la inversión en artículos suntuarios expresados en la manera de vestir, o el simple deseo de salir de la comunidad, como lo muestran las palabras de una joven zapoteca, citadas por Aquino (2012:48): "yo me fui por la simple necesidad de conocer allá". Este cambio de vida también les significa el reconocimiento de la comunidad.
De voladores y voladoras, un cambio en los rituales de los ancestros
En los ejemplos señalados con anterioridad se ha hecho referencia a la práctica textil inmersa en el ámbito femenino de las teenek y las generaciones que aún la llevan a cabo. Ellas desempeñan otras actividades que igual comparten con los hombres, por ejemplo, la práctica de la medicina tradicional, en la que se observan activamente a curanderos y curanderas, la cual significa un cargo de alto valor simbólico para la comunidad. En los rituales del pueblo teenek se observa regularmente la presencia de hombres y mujeres que participan por igual; sin embargo, las mujeres no desempeñan el papel de capitanas de danza ni de voladoras, roles ocupados históricamente por los hombres.
Un ejemplo de lo anterior se observa en la comunidad de Tamaletom,6 donde se practica el ritual de la danza del volador, una tradición de origen prehispánico en distintos pueblos.7 Este ritual, en la Huasteca potosina, está dedicado a Dhipaak (dios maíz); constituye una ceremonia compleja que dura varios días y que, por lo tanto, se estructura en varias etapas. Una de éstas es la danza del volador, en la que participan cinco varones que trepan al palo volantín;8 uno de ellos es el capitán de la misma danza, quien desempeña el papel central en ésta (véase la figura 6). Según Esteban Enríquez Román9 (comunicación personal, 2012, marzo), cada volador representa uno de los rumbos cósmicos, y en su descenso simulan el vuelo de un gavilán.10
En Tamaletom se dice que tres mujeres jóvenes empiezan a volar. Al respecto, el comisariado de la comunidad comenta: "Sé que están volando, pero yo no las he visto" (B. Robles, comunicación personal, 2012, marzo). Por otro lado, uno de los capitanes más jóvenes de la danza de los voladores menciona lo siguiente:
Don Agustín11 dice que las mujeres van a poder volar pero con otro tipo de ritual. Todo el ritual es propio para nosotros los hombres porque los abuelos dicen que no es la misma fuerza espiritual que tienen los hombres de las mujeres [...] Tu conocimiento se va a poner fuerte si lo alimentas con los conocimientos de los abuelos, si lo alimentas con el ritual [...] porque si tú nomás vuelas y quieres demostrar que eres valiente, o que también te puedes subir, estás pobre en conocimiento, porque realmente no eres capaz para eso [...] Las mujeres forman parte del ritual pero después del vuelo de los hombres, entran las esposas de los voladores que bajaron. Entran con un son especial y bailan alrededor del pie del palo con una cuerda floreada (véase la figura 7).
Esta explicación refleja varios aspectos significativos que deben tomarse en cuenta. El primero es que la danza de los voladores es señalada como una tradición masculina; el segundo implica, al parecer, cierta apertura de la comunidad, pues el informante refiere que las mujeres tendrán la oportunidad de volar si una nueva ritualidad se adapta o se propicia. Este testimonio define con claridad que el acto de volar no sólo requiere valentía, sino también implica un tipo de "iniciación" a la que únicamente accedían los familiares varones de los voladores. En la actualidad, no todos los herederos consanguíneos de esta tradición se encuentran disponibles para ser iniciados; por lo tanto, las autoridades comunitarias permiten que otros jóvenes interesados en el ritual empiecen a capacitarse. Quizá es por ello que se muestran receptivos a la incorporación reciente de las mujeres, pese a que en tiempos de los ancestros no era posible ni fue previsto.
El informante continúa dando su testimonio: "Los abuelos tienen que decir ‘nosotros otorgamos el permiso de nuestras deidades y este equipo de vuelo va a ser para ustedes' [...] Tiene que salir una que va a ser la capitana del grupo; ese interés tiene que nacer de ellas [...] El grupo ya está, pero tiene que salir de ellas hablar con los abuelos" (E. Enríquez Román, comunicación personal, 2010).
Primeras horas de vuelo
Hilaria proviene de una familia de capitanes de danza de voladores; es nieta de don Agustín. Ella es una de las tres mujeres que ha iniciado "el vuelo", sobre lo que refiere:
Sí volé, pero me vine parada [...] Mi papá es capitán de danza; es Rodrigo Martínez Zapata. Me llamó la atención volar porque mi abuelito le decía a mis hermanos que no deben de perder la tradición. Nos empezó a llamar la atención de ver que ellos venían volando y queríamos saber qué es lo que se siente al bajar. Mi hermana Florencia también vuela con mi papá y mis tres hermanos [...] Mi papá nos había platicado que eso viene de generación tras generación, porque mi bisabuelo era capitán de los voladores y ahora mi abuelo también es capitán, pero ya no se sube [...] De hecho también se subió una prima, pero dice que le da vergüenza subir porque hay más hombres. Me gustaría buscar más mujeres que sientan el valor de subirse. Unas dicen que quieren, pero después dicen que les da miedo (H. Martínez Santos, comunicación personal, 2012, jul.).12
El testimonio de Hilaria permite inferir que posee los requisitos y las cualidades para pertenecer a la danza del volador. Desciende de una familia de capitanes y voladores, además de su manifiesto interés por participar del ritual.
Como se mencionó, los referentes culturales cambian y, por lo tanto, se modifican las prácticas y el concepto de "destino", o aquello que se asumía como tarea irrevocable designada desde el tiempo de los dioses. Es interesante el desafío que afrontarán las jóvenes teenek de Tamaletom al formar un grupo de voladoras. Tendrán que hablar con los abuelos y apresurarse a visitar a don Agustín, quien ha formado a las últimas generaciones de voladores. No sólo les ha infundido el valor para hacerlo, sino que también es la autoridad que les hablará a las mujeres sobre los dioses que se encuentran en cada uno de los rumbos cósmicos. Es él, el más viejo de la comunidad, quien resguarda la memoria y puede mantener el hilo delgadísimo entre los ancestros y las nuevas generaciones.
Reflexiones finales
A pesar de la resistencia de la memoria colectiva indígena, debe mencionarse que en la Huasteca potosina se observan en casos muy raros el hilado con algodón y el tejido en telar de cintura, tradiciones femeninas de origen prehispánico. Mediante las entrevistas a las mujeres y el trabajo de campo nos hemos dado cuenta de que son muy pocas las mujeres que han usado estas técnicas, incluidas las de más avanzada edad. Es el bordado la técnica que se preserva de manera generalizada en esta región.
Las costumbres se modifican y en ciertos casos empiezan a debilitarse de manera significativa debido a varios factores, entre los que cabe mencionar, en primer lugar, la modificación paulatina de la tradición oral, en parte por la presencia contundente de los medios de comunicación masiva, en particular de la televisión. No todos los abuelos y abuelas cuentan mitos; en la actualidad los viejos platican menos, quizá porque en muchos casos han dejado de ser autoridad, en este sentido, hay cambios importantes en las relaciones intergeneracionales. Otro factor que influye en las tradiciones es el cambio en la relación con la tierra, el paisaje natural de la Huasteca también ha modificado su fisonomía cediendo su territorio a la ganadería y al crecimiento urbano.
En este periodo contemporáneo corresponde a las nuevas generaciones teenek reconsiderar los conceptos ‘Madre Tierra', ‘destino', ‘tiempo y espacio', ‘individuo y colectividad', ‘modernidad y atraso', así como los que corresponden al terreno de lo ‘masculino y lo femenino'.
Bibliografía
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1 Antonio García de León interpreta la palabra solar como terreno. Viene del latín y del español antiguo; la usaron los españoles en el siglo XVI para designar un terreno urbano en que se construía una casa: en los "solares que se reparten a los vecinos" en las ciudades que se fundaban. En un diccionario del siglo XVII por solar se entendía ‘un terrenito que tienes al fondo de tu casa con verduras o frutas', pero también ‘casa solar o solariega, la más antigua y noble de una familia'; solariego viene siendo "patrimonial".
2 La abuela o aach Hilaria, en el momento de la entrevista, contaba con 97 años. Enseñó sus conocimientos sobre el tejido y el bordado a mujeres de distintas generaciones. Según su testimonio, ella conoció y usó la técnica del telar de cintura y el teñido de hilos de algodón y lana con tintes naturales. En la fotografía en que ella aparece se observa que su tocado (petob) está hecho con hilos de lana, lo cual es difícil encontrar en la Huasteca potosina en el siglo XXI.
3 Ma. Eugenia dijo que no tiene apellido. Es hermana de Juana Chávez. La mujer joven es Flor de María Chávez, hija de Juana; todas son habitantes de Tampate 1a Sección, municipio de Aquismón.
4 Flor de María cumplió 23 años en 2012. En ocasiones ha aportado información valiosa para esta investigación por internet o por su teléfono celular.
5 Flavio Martínez Terán es dirigente indígena del Consejo de Ancianos Indígenas de la Cultura Huasteca (caich) de Huichihuayán, municipio de Huehuetlán.
6 Esta comunidad se divide en tres secciones. Es en la primera sección donde se localiza el centro ceremonial de los voladores (maam ts'itsin inik) al que se hace referencia, en el municipio de Tancanhuitz, Huasteca potosina.
7 Totonacos, nahuas, mayas, huastecos, entre otros.
8 Palo volantín es el nombre que dan al árbol que usan para este ritual, el cual se caracteriza por su resistencia y dureza. Tiene trece metros de alto aproximadamente.
9 En 2012, Esteban Enríquez Román tenía 19 años de edad, empezó a volar a los 14. Es el capitán de danza más joven del ritual del volador, de los tres grupos que existen. Vive en Tamaletom 1a sección, municipio de Tancanhuitz.
10 El gavilán es un ave referida en uno de los mitos de origen del pueblo teenek.
11 En el tiempo en que se hizo el trabajo de campo, Agustín Crisóstomo Zapata tenía 85 años de edad y era una de las autoridades más importantes por tener todo el conocimiento sobre el ritual, tanto técnico como cosmológico. Él pertenece a una familia de capitanes de danza voladores, que era la forma más natural de heredar la tradición.
12 En 2012, Hilaria Martínez Santos tenía 21 años de edad. Ella proviene de una familia de voladores de Tamaletom 1ª Sección, municipio de Tancanhuitz.