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Revista de El Colegio de San Luis

versión On-line ISSN 2007-8846versión impresa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.6 no.11 San Luis Potosí ene./jun. 2016

 

Notas

Adultos mayores en San Luis Potosí. Intercambio y trabajo*

Older adults in San Luis Potosí. Exchange and work

Horacia Fajardo Santana** 

**El Colegio de San Luis. Correo electrónico: hfajardo@colsan.edu.mx


Resumen

En diversas partes del mundo se han diseñado estrategias públicas para enfrentar el envejecimiento de las poblaciones, cuyas repercusiones múltiples inciden en varias dimensiones, como la salud individual y la economía de los países. El tipo de estrategia responde al sistema de seguridad social de cada país, a los patrones culturales de las poblaciones y a una determinada definición de la vejez y calidad de vida. En México, la provisión de seguridad social y cuidado en situaciones de vulnerabilidad física o económica ha descansado preponderantemente en las redes sociales y de parentesco, por lo que el diseño de políticas públicas debe considerar estos factores, lo que implica atender el cruce de biografías y eventos entre varias generaciones. Esta investigación se enfocó en las narrativas de personas adultas mayores en contextos de vulnerabilidad social, desde donde se recabaron sus reflexiones sobre sus trayectorias de vida, los mecanismos utilizados para su supervivencia y las sugerencias para la intervención gubernamental en su situación actual. Los resultados enfatizan dos aspectos: la importancia del intercambio a través de las redes de ayuda mutua y el trabajo como el bien más preciado para ubicarse en las redes, así como para mantenerse en control de su vida.

Este documento descifra el vínculo existente entre tales elementos partiendo de dichas narrativas. Los resultados apoyan la importancia del intercambio en situaciones de vulnerabilidad con ausencia de seguridad social y enfatizan el papel que tiene el trabajo para las personas adultas mayores como el bien más preciado que poseen tanto para intercambiar como para mantenerse en control de su vida.

Palabras clave: envejecimiento; ayuda mutua; trabajo

Abstract

Public strategies have been designed in different parts of the world in order to deal with the ageing of the population, which repercussions affect several areas such as individual health and the economies of countries. The type of strategy responds to the social security system of each country, to the cultural patterns of the populations and a determined definition of elderly age and quality of life. In Mexico, the procurement of social security and care in situations of physical or financial vulnerability has primarily been the responsibility of social and familiar networks; the design of public policies should consider these issuess which entails attending to the crossings of biographies and events between several generations. This research focused on the narratives of older people in social vulnerability contexts where their thoughts about their life trajectories, the mechanisms used for their survival and their suggestions for governmental intervention in their current situation were collected. The results emphasize two aspects: the importance of exchange through mutual help networks, and work as the most treasured good in order to find a place in those networks as well as to keep control of their lives.

Keywords: old age; mutual help; work

Atender el envejecimiento

El envejecimiento es un proceso de cambio individual que involucra factores biológicos, de la ubicación de la persona en su trayectoria y experiencia de vida, así como del contexto social; por ello, las exigencias para el actuar institucional son diversas, pues deben responder a esta complejidad, y lo hacen desde determinado momento y espacio. En algunos países en donde la generalidad de las personas adultas mayores tienen pensión por jubilación laboral y gozan de ciertas medidas de bienestar social a cargo del Estado, las preocupaciones institucionales se refieren a cómo auxiliarlas para que mantengan su independencia y vivan en un ambiente agradable y seguro (Pietilä y Tervo, 1998; Henrikseny Rosenqvist, 2003). Una de las cuestiones más frecuentes en estas situaciones es decidir entre el cuidado de las personas adultas mayores en el hogar o en casas especiales de atención y, si este fuera el caso, decidir si conviene o no subrogar el cuidado a compañías particulares o a los municipios. Por ello, en estos países se han hecho investigaciones que enfatizan dos elementos entrelazados, el cálculo del costo-beneficio económico y el aspecto cultural del tipo de cuidado deseado por la persona adulta mayor.

En varios de estos países, la elección parece ser la de mantener en sus hogares a las personas adultas mayores. Pamela Doty (1986) destaca el sentido de independencia e individualidad en los anglosajones de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelandia; de acuerdo con su revisión, los adultos mayores prefieren vivir en sus propios hogares, y los jóvenes (77 por ciento de los entrevistados) afirman que definitivamente no aceptarían un anciano en su hogar. De hecho, cuando hubo arreglos para vivir junto con otros familiares, mayores de edad o jóvenes, se reflejaba más una necesidad económica que una elección. Entonces, las discusiones en estos países destacan por el cálculo de los costos y beneficios sobre la conveniencia de capacitar a brigadas móviles de atención geriátrica que visiten con periodicidad a las personas, o si debe promoverse el uso de artefactos para la vigilancia a distancia, lo que permitiría, al mismo tiempo que el cuidado, el respeto a la independencia y privacidad. Dados los diversos estratos económicos en estos países, también se discute sobre el apoyo económico a algunos de ellos, en cuanto a las ventajas de que éste sea directo o en especie o en efectivo, o si lo mejor es entregarlo a sus cuidadores. Un aspecto adicional es el cálculo y establecimiento de escalas de apoyo requerido de acuerdo con el estrato poblacional.

Una situación diferente se enfrenta en aquellos países donde la generalidad de los adultos mayores no tienen acceso a una pensión por jubilación laboral, no son derechohabientes regulares de un sistema de salud y han tenido carencias de atención institucional desde la infancia. Como se afirma en un documento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), "En general, el sistema de protección social en los países de América Latina, especialmente el ligado a necesidades económicas y de salud, no cubre a toda la población o su aporte es insuficiente para mantener una calidad de vida acorde con las exigencias de las edades avanzadas. Ello hace que una parte significativa de la población mayor deba seguir trabajando u obtener recursos de sus familias o de otras redes sociales" (CELADE, 2003, p. 8). Entonces, a diferencia del grupo de países afluentes y que han establecido como prioridad el bienestar social, las preocupaciones institucionales se orientan a cómo responder a la emergencia de un sector poblacional que llega a engrosar las franjas de vulnerabilidad. La respuesta más socorrida se orienta a tomar medidas que palien algunos aspectos desde un punto de vista de discriminación positiva. Este término se refiere a que una vez que las condiciones de la población en general no son homogéneas y que los recursos públicos destinados al bienestar social son insuficientes para cubrir las necesidades, las políticas públicas deben priorizar y enfocar grupos determinados para optimizar los esfuerzos institucionales. Así, en México la política pública de apoyo a las personas de la tercera edad forma parte de la estrategia general de apoyo a los grupos vulnerables y específicos; de esta forma, existe la posibilidad de recibir apoyo económico directo a los 70 años y más. Las personas adultas mayores tienen abiertas las puertas para su inscripción en los comedores colectivos y en el Seguro Popular.

Por otra parte, como justificante de la parcialidad de este tipo de acciones institucionales se refuerza el argumento del patrón cultural, pues resultados de investigaciones en países como Taiwán, Japón, Samoa, China y México muestran que las personas adultas mayores son protegidas en su hogar y por su red familiar (Wang, 2001; Murashima y Kiyomi, 2003; Mulatilo y cols., 2000; Montes de Oca, 2004; Yuan, 2011). Esto se refleja en México en el número de personas que dedicaron tiempo a cuidar enfermos o discapacitados en el año 2004: casi dos millones de personas (Nigenda y cols., 2007). De acuerdo con Verónica Montes de Oca (2004), la red familiar sigue siendo referente principal de los adultos mayores, pero el tipo de relación, cuidado y reciprocidad dependerán de sus características demográficas y económicas, el estadio del ciclo de la vida en que se encuentran sus miembros, sus respectivas vicisitudes biográficas y el tipo de relaciones intergeneracionales o intrageneracionales. Sin embargo, previene la autora, no se debe inferir que la cohabitación de los miembros consanguíneos implica la corresponsabilidad en los deberes y necesidades de los habitantes de la casa.

Por otra parte, como coinciden diversas investigaciones, el cuidado de las personas de la tercera edad se hace cada vez más difícil por la reorganización de los hogares, ya que las mujeres se han incorporado al trabajo asalariado, las viviendas han reducido sus espacios, la migración laboral es cada vez más necesaria y las familias nucleares aumentan en relación con la familia extensa y disminuyen los contactos entre redes familiares extensas, lo que puede repercutir drásticamente en la calidad de vida de los ancianos. Para el caso de México, Reyes Gómez y Villasaña Benítez introducen el asentamiento geográfico como rasgo que acentúa la heterogeneidad socioeconómica, y aseguran que en las poblaciones rurales e indígenas se "pone al descubierto la cara de la pobreza extrema cuando se alcanzan edades avanzadas sin mayores soportes" (2010, p. 337).1

Las redes sociales no se agotan en los vínculos de consanguinidad. Los grupos sociales crean relaciones y contactos de diverso alcance y densidad, ya sea por el parentesco, el vecindario, las rutas y espacios laborales o la similitud de intereses o creencias, entre otros. En las redes sociales existen formas de apoyo, solidaridad e intercambio, temas antiguos en las ciencias sociales, abordadas por múltiples académicos, que pueden ser rastreadas, de acuerdo con Valencia Murcia y Correa García (2006), desde el siglo XIX. Tales redes son de diferente magnitud, densidad, alcance y rango, y el intercambio incluye diferentes clases de bienes, que en contextos de exclusión económica y de bienestar social llegan a constituir la base de la supervivencia.2

Los estudiosos del intercambio se han enfocado en las expectativas subyacentes ubicando como antagónicos la solidaridad espontánea o el cálculo instrumental. Más allá de esta dicotomía, de los actos ceremoniales que acompañan al dar y recibir, del tiempo que media entre ambas fases, de los equilibrios o desequilibrios de poder entre los participantes, las formas de intercambio producen "la creación de sentido, la construcción de identidades, las alianzas entre los miembros de una comunidad y la conservación del vínculo social" (Valencia Murcia y Correa García, 2006, p. 76). De acuerdo con Robichaux (2002), el tipo de intercambio refleja las pautas de reproducción social en que vive el grupo en cuestión, así como las normativas éticas de lo que se considera contextualmente como el deber y derecho de dar o recibir. Entonces, tales pautas de tipo de redes y formas de intercambio se encontrarán incorporadas en las trayectorias de vida y pueden informar sobre la ética de los contextos culturales específicos.

Por otra parte, como afirman Pietilä y Tervo (1998), basándose en otros autores, las estructuras sociales de apoyo son un prerrequisito para que las personas adultas mayores puedan enfrentar con éxito los retos del decline fisiológico, porque su apoyo intelectual, emocional y de cuidado del cuerpo les otorga un sentido de bienestar, seguridad y balance que los impulsa a la autonomía y a continuar activos, lo que predice una buena calidad de vida. Sabemos que en México un gran porcentaje de la población de adultos mayores es cuidado en el hogar, pero ignoramos las maneras específicas en que la población está enfrentando los retos de su condición de vulnerabilidad y cuáles son sus posturas con respecto de la atención gubernamental de acuerdo con el contexto cultural. Para indagarlo en el estado de San Luis Potosí, se realizó una investigación usando una metodología cualitativa, por medio de entrevistas en grupos focales y entrevistas individuales.

Se seleccionaron cuatro grupos focales en un número similar de localidades pertenecientes a diferentes regiones administrativas y ecológicas del estado de San Luis Potosí3 con altos porcentajes de mayores de sesenta años. El objetivo de esta selección fue incluir entrevistados habitantes de las zonas urbana, rural e indígena, guiándose por el principio de que el diferente acceso a los servicios gubernamentales y a los recursos del medio ambiente impacta la salud y las nociones de bienestar. Los participantes acudieron por voluntad propia ante la convocatoria de las encargadas locales de los clubes del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) con quienes fuimos enviadas por los delegados municipales cuando les presentamos el objeto de nuestra visita. La cantidad de asistentes fue variable; el grupo más pequeño fue de ocho personas, y el mayor, de 25, con un total de 80 participantes en las discusiones. En los grupos focales no se tomaron datos personales ni lista de asistencia. Al final de la discusión grupal se realizaron 31 entrevistas individuales a profundidad a los asistentes al grupo que aceptaron la invitación de participar en ellas. Algunas se realizaron en el mismo lugar de la reunión y otras en las casas particulares; en la mayoría de las ocasiones, las entrevistas ocurrieron con presencia de uno o más familiares, quienes intervinieron corroborando o ampliando la información.4

Tanto las entrevistas grupales como las individuales fueron grabadas en audio o video y luego transcritas en Word.5 Se diseñaron dos tipos de instrumentos: una guía para el grupo focal y otra para las entrevistas. Los aspectos indagados fueron: a) definición de envejecimiento y actividades cotidianas; b) composición familiar en el hogar y ubicación espacial de las redes de parentesco; c) trayectorias de actividad laboral, educativa, e historia familiar y comunal, y d) acceso a los servicios y requerimientos de atención gubernamental para mejorar su calidad de vida.

Las narrativas de las personas adultas mayores nos mostraron la interacción de los acontecimientos que construyeron una situación particular a lo largo de su vida. El análisis de tales narrativas no se puede predeterminar porque la significancia de los recuerdos es variada y no siempre es conocido el porqué algunos recuerdos perduran, otros se pierden, se niegan, o se ocultan. Por otra parte, en el hecho mismo de la entrevista ocurren variaciones o negociaciones sobre los significados (Long, 2007), ya que ante algunas preguntas surge la reflexión justo en el momento en que se dan las respuestas; de tal modo que, como mencionó uno de los entrevistados: "uno no puede dar un testimonio exacto porque falta precaución en la vida, hay gente muy precavida con su vida; muy precavida con lo que está viendo, con lo que le está pasando, pero uno no, uno ahí va, ahí va, así que cuando se trata de un recordatorio anda uno... ¿cómo sería?"

Entonces, la tarea del que interroga e interpreta ocurre en terrenos de cierta penumbra ante la carencia, como ocurrió en este caso, de estudios etnográficos de los procesos que permitirían descifrar la memoria particular vinculándola con los eventos. Marc Augé afirma, con respecto al recuerdo y la vigilancia -los dos aspectos de la memoria que él identifica-: "La vigilancia es la actualización del recuerdo, el esfuerzo por imaginar en el presente lo que podría semejarse al pasado, o mejor (pero sólo los supervivientes podrían hacerlo y son cada vez menos numerosos) por recordar el pasado como un presente" (1998, p. 45). En tal sentido, fue necesario mantener vigilancia en la interpretación y un esquema flexible y sensible que facilitara reconocer las variaciones de sus narrativas (Cucó Giner, 2004), tanto para el momento de recolección de los datos como para su análisis.

Este documento presenta los ejes comunes que dominaron la mayoría de las narrativas, la importancia del trabajo y la sobrevivencia económica, desde los cuales se definió el envejecimiento; se recapituló la historia personal, el papel en las redes de apoyo mutuo como la unidad doméstica y la cooperación intergeneracional, así como su visión del contexto y del trabajo institucional. Es decir, en sus narrativas se encontraron tanto significados atribuidos a situaciones locales como elementos estructurales globales.

¿Qué es ser viejo?

Todos los participantes en los grupos focales tenían más de 60 años de edad; todos llegaron por su propio pie al lugar de la reunión, lo que implicó cruzar calles con bastante tráfico vehicular en el medio urbano o que subieran alguna loma o caminaran en terracerías lodosas y disparejas si el lugar se ubicaba en el medio rural. Es de resaltar la precariedad de las condiciones de urbanización de las zonas rurales. En la zona urbana, las viviendas de los entrevistados tienen accesos a los servicios públicos, los espacios en el hogar son suficientes para el número y necesidades de sus habitantes, aunque no tienen acondicionamiento especial para personas con limitaciones físicas; las que visitamos en la zona rural tienen el techo en malas condiciones, letrinas sin drenaje, no puede tomarse el agua de los pozos porque está salada y las vialidades públicas son rudimentarias y sin ningún cuidado especial.

El rango de edad de los participantes en la entrevista a profundidad fue de los 60 a los 88 años, con promedio de 69 años; de los cuales once fueron hombres y veinte mujeres, con un promedio de edad similar entre ambos grupos.6

Los entrevistados vincularon el envejecimiento (y su decline fisiológico) con algún aspecto de la localidad donde crecieron. Estos aspectos se refieren a paisajes que no fueron sólo territorios continentes, sino también espacios sociales donde aprendieron formas de vida. El paisaje en la ciudad se menciona por los barrios antiguos del centro de San Luis Potosí, donde se ubicaban las casas espaciosas de los abuelos o las huertas en las que se efectuaban las reuniones familiares; se mencionan los colegios del barrio a cargo de maestras particulares a las que asistieron, así como las órdenes religiosas que abundaban para entonces; se extraña el papel de la iglesia en la organización de grupos de teatro y las festividades de los santos, así como la emergencia y desaparición de los campamentos al lado de las vías y las construcciones nuevas de zonas habitacionales que fueron surgiendo. En la zona rural se recuerdan conflictos por la tierra, el calendario de fiestas que llenaba todo el año, el papel central que tenían las parteras, el ciclo de trabajo desde el amanecer al anochecer, el clima de lluvias abundantes que favorecía la siembra de maíz criollo, caña de azúcar y frutales y las ahora casi desaparecidas matas silvestres de chile piquín y la talla de lechuguilla. La apropiación de sus paisajes se hace evidente en las metáforas usadas para definir a la persona adulta mayor en donde relacionan su experiencia corporal con elementos del entorno:

Las máquinas, por muy perfectas que las haya hecho el creador, se desgastan [...] Yo digo una cosa: yo soy modelo 34, soy un coche, ¿usted cree que voy a competir con un 2012? Pues nunca, pero igual así todavía se puede usar; igual somos nosotros (Zona urbana).

Bueno, pues ya estamos batallando, porque uno ya viejo es como el árbol que se va pudriendo, por mucha agua que le eche ya no. Así nosotros [...] todo eso se va terminando y así... que todo eso va acabando aunque a uno no le duela nada (Zona media).

También la hora y el año van subiendo, también ya son viejos. Son abuelitos y ya quieren un cambio de vida (Zona indígena).

Máquinas, árboles y ciclos solares, contexto asimilado y presentado en recuerdos que asumen el cambio como hecho inevitable y que conduce a 'hacerse abuelito', 'acabarse', 'pero todavía en uso', con afectación de las fuerzas para trabajar, la agudeza visual, la locomoción y la memoria.

Lo que hace unos cuatro años lo sembraba en un día ahora lo siembro en dos días, ya me canso; y mis caballos ya saben, se van al pasito, al pasito y ahí voy yo también (Silvestre, 72 años). Pues yo estoy mala de este brazo... como que lo tengo lastimado, pero ya ahorita por los huesos... Yo me levanto temprano; muela o no muela, antes de las seis de la mañana ya ando... poner café, tomar café. Amanece y ya agarro la escoba para ponerme a barrer mi patio... Ando trajinando todo el día. Cuido gallinitas, una, dos o tres, porque me las acaban los animales. Los coyotes me las acaban. Pero nada más tengo el solarcito donde vivimos. Con apachurrones me echo mis tortillas; mi brazo me duele, pero así todavía ando, ¿cómo ve? (Cecilia, 87 años).

Las molestias físicas que vienen con el aumento de la edad se convierten en retos que superar dada la necesidad de seguir trabajando. El reporte de padecimientos fue alto. Veintiséis de los 31 entrevistados dijo tener alguna enfermedad o malestar. La frecuencia más alta estuvo en la hipertensión (13), seguida de la diabetes (7); luego se encuentran los problemas en huesos, articulaciones o músculos (6). Una diferencia encontrada entre los entrevistados es que en la zona urbana se refirieron problemas de irritación gástrica, ansiedades y de la vista, las cuales no se reportaron en la zona rural. Con los datos disponibles no se puede discernir diferencias significativas de género. Se consideran causas de enfermedad la edad y el exceso de trabajo físico que realizaron en su vida; en el medio urbano hubo varias referencia a las "preocupaciones", lo que no se encontró en las localidades rurales. También se mencionaron las enfermedades previas y el clima; la brujería y los malos hábitos fueron mencionados en una sola ocasión. Para la conservación de la salud hubo argumentos de los beneficios de una alimentación natural, suficiente e ingerida en periodos regulares (12 personas), del ejercicio físico (12), de la vigilancia para protegerse de accidentes (3), de los ejercicios de respiración (1) y de tomar sus medicamentos como fueron indicados por el personal de salud (1). Sólo tres entrevistados declararon fumar (dos mujeres y un hombre de la zona urbana), y en cuatro casos se declaró que algún miembro del hogar lo hacía; a excepción de un caso, no se reportó este hábito en las localidades rurales. Cerca de un tercio de los entrevistados mencionó la ingestión ocasional y moderada de bebidas alcohólicas, en el porcentaje mayor entre los hombres y en la zona indígena.7

Sólo una mujer de la zona urbana (entre los 31 entrevistados) afirmó tener seguridad económica; el resto trabaja por su sustento diario en actividades múltiples. En el medio rural, las actividades de los varones son de tipo agropecuario. Cuando no se tiene tierra se recurre al jornal local, donde además de recibir una paga "ahí come uno también", ya que es una costumbre de algunas regiones ofrecer el alimento al jornalero en el día en que se le emplea. Cuando se tiene tierra, se le cultiva de manera directa o por medio de arreglos con los hermanos o familiares cercanos. Así, en Cedral los hombres se refirieron al cuidado de la milpa, cuidar los bordos del agua y tallar lechuguilla; en San Nicolás, al cuidado de la tierra y los animales; en Tancanhuitz, a la milpa, caña y piloncillo y el cuidado de las huertas. En contraste, en la zona urbana los hombres se dedican a oficios como plomero, zapatero, tapicero, maquilador de talleres y empacador de víveres en los centros comerciales.

Las actividades que mencionaron las mujeres en el medio urbano fueron el bordado, tejido, remiendo de ropa y cuidado de plantas, que refirieron como actividades necesarias para la economía familiar, así como útiles para aliviar las tensiones. En el medio rural, las mujeres refirieron tareas domésticas, que incluyen la crianza de animales, la horticultura y el acarreo de leña, acompañado de la venta de productos de la finca o de elaboración casera. Aunado a todo ello, mencionaron las dificultades para conseguir el sustento, por cuestiones climáticas que impactan la producción o por el bajo precio que tienen sus productos o su trabajo:

[...] antes llovía, y ya teníamos maíz, teníamos frijol, calabazas... Le dábamos el casco a los animales y la semilla la íbamos a vender, y ya nos ayudábamos; pero ahorita, con cinco años que no se nos ha dado nada, ¿de dónde vamos a sacar?

Hace año y medio, la última vaquita la di a medias8 porque ya no había pastura. Como se vino la plaga murieron esas gallinas.

No sale; ni modo, hay que hacer la lucha, nomás para sostener la familia. Como unos cincuenta kilos de piloncillo en la cosecha [vendido a 3.20 pesos el kilo]... ya es algo.

En general, la emigración no se considera como una primera opción, pero la falta de tierra propia para cultivo, así como la carencia de trabajo en la localidad, presiona para hacerlo a pesar de la edad avanzada. La emigración laboral fue referida en todas las regiones; la más común es la de tipo regional y agrícola: "a veces cuando no hay trabajo aquí me salgo, me salgo aquí en vecindad, salgo aquí al rancho, he ido a Tamuín al corte de tomate, sí, y una vez yo fui a Monterrey a trabajar en la ciudad de albañil".

Aprendizaje temprano

En primera instancia los intercambios de bienes ocurren en el grupo de personas que vive bajo el mismo techo y organiza sus recursos en colectividad, de un modo definido por González de la Rocha como unidad doméstica, la cual "pone en acción estrategias de generación de ingresos y actividades de consumo. El concepto incluye a los miembros que pueden o no ser parientes. Desde este punto de vista, la unidad doméstica es un grupo social, y no simplemente una 'colección' de individuos" (1986, p. 16).

En la experiencia individual de los entrevistados, con excepción de un caso urbano en que se refiere haber crecido en un medio familiar donde era consentido y bien cuidado por la familia, los relatos que imperan son de una infancia con pobreza, orfandad, familias numerosas, abandono y, sobre todo, la obligatoriedad del trabajo a temprana edad. Las labores de los entrevistados en su niñez fueron de apoyo a la producción y transformación de alimentos, actividades de pequeño comercio, prestación de servicios, así como emigración agrícola. Paulina, de El Cedral, descargó a su familia de su propia manutención por algunos meses al salir acompañando a una familia que recorría la montaña de Xilitla y Aquismón para la cosecha de café; a cambio de su ayuda en el trabajo "me compraron ropa, me compraron zapatos, me daban bien de comer, yo con eso estaba contenta, aunque no me pagaran, fíjese; luego me vine con un costalito de café, venía bien contenta con mi costalito de café, porque no teníamos qué comer en la casa, ¡nomas viera! Yo creo que éramos unos 18 hermanos, éramos muchísimos". O el trabajo de Marcelina que apoyaba la alimentación de la familia, "en el día acarreaba 12 viajes de agua en tinitas, me pagaba $1.50. Pues como estaban baratas las cosas le compraba un litro de leche a mi mamá o unas galletas". Angélica trabajó en un molino-tortillería y aportaba a la pequeña tienda familiar de abarrotes: "yo llegaba muy contenta con mi mamá porque me daban veinte pesos a la semana; llegaba y le decía: Mami tenga para que compre una caja de refresco".

Esta primera enseñanza de aporte a la unidad doméstica deja una impronta emocional evidente en el tono de placer o inconformidad con que se narran los eventos agradables o conflictivos. Se mencionaron conflictos vividos en la infancia, surgidos por la desintegración familiar a causa de la muerte de alguno de los progenitores, por alcoholismo, por infidelidad o abandono del padre, cuyas repercusiones en el desamparo infantil vivido por muchos de los entrevistados no distinguieron entre géneros. Así, María Adriana ingresó al trabajo por medio de un proceso de aprendizaje de elaboración de artesanía y su mercadeo porque su "mamá estaba dejada y se fue a la casa de mi abuela y ahí crecí. No tengo hermanos. Mi mamá sabía hacer pan y todo eso... chiquigüite, eso lo sabía hacer mamá y abuela. Cuando estaba chiquita también yo sabía hacer comal de barro y la olla. Iba a Aquismón a vender semana y semana en el tianguis, caminando hasta allá cargando acá en la espalda". Por su parte, José Macario, de Tancanhuitz, aprendió a trabajar sólo porque "Él se salió [papá], se fue para otro lado, nos abandonó de chiquitos, de siete años y así empecé a trabajar, practicando, practicando". El relato de María Guadalupe, de Soledad de Graciano Sánchez, sobre el abandono del padre y la manera en que la madre trató de reconstituir la unidad doméstica ofrece un ejemplo de la diversidad de estrategias emprendidas en búsqueda de soluciones: "estuvimos bien hasta antes de que mipapá nos dejó; se separó de mimamá y ya de ahí fueron puras carencias, no nos apoyaba en absolutamente nada, dejó los hijos y se olvidó de todo. Por violencia, golpes. Él tenía varias mujeres y un día decidió separarse. Mi mamá tuvo que empezar a trabajar; lavaba y planchaba. Entonces mi mamá se encontró un novio... luego comprendió que ese hombre no era un sostén para nosotros, porque eso era lo que ella buscaba, algo, que tuviéramos un sostén pero desgraciadamente no lo fue".

Bienes en el intercambio y construcción de redes

El afrontamiento de los retos del contexto de pobreza aparece como un proceso en el que había que evaluar sin intermisión la situación y el tipo de oportunidades a la mano. En ocasiones, de los mismos conflictos surgía la oportunidad, como le ocurrió a uno de los entrevistados que narró su expulsión del núcleo familiar y su rescate del desamparo por su inclusión en otra unidad doméstica: "una vez el viejito le pegó a su mamá de él [esposo] y éste se metió a defenderla. El viejito lo echó fuera de la casa, lo corrió. Él anduvo por el monte. Luego un tío, un hermano del papá, le dijo '¿qué andas haciendo en el monte, por ahí quedándote, sin nadie quién te dé de comer, ni nada? Vente, yo aquí te doy'. Él tío tenía muchas vacas, el tío le dijo, 'tú me ayudas' porque no tenía quién le ayudara; eran puras mujeres en la familia del tío. Hacían muchos quesos, así que cuando nos casamos le ayudaba a mi esposo a ordeñar y todo eso con los animales". Muchos de los arreglos fueron temporales y coyunturales; en este caso el intercambio ocurrió entre trabajo, por un lado, e integración, protección y cobijo por el otro.

Pero también se refirieron arreglos de más largo alcance en los cuales los intercambios no tuvieron mediación de parentesco, o precisamente por la falta de éste pudieron comprometerse tales arreglos. Como se evidencia en el relato siguiente, la vulnerabilidad se ubica del lado del que tiene bienes materiales:

Yo oí de un señor que había quedado viudo y no tenía familia y él era ejidatario, era un señor ya grande, mi esposa le lavaba las garras [ropa], se las remendaba y le dábamos su comida. Ahí estuvo... y mi esposa no le cobraba. Después me dijo 'Oye yo quería hablar contigo', 'Sí, Don Pancho, dígame'. 'Mira, yo te quiero poner de sucesor en lo del ejido, porque no tengo hijos, tengo una hermana pero ella es ejidataria y no puede tener dos derechos, entonces yo te quiero poner a ti; pero, mira, si yo me llego morir primero que tú, te quedas con el compromiso de darme sepultura, de comprarme mi cajita y llevarme allá; velarme una noche y llevarme a San Nicolás, así te queda todo el derecho a ti. Pero como la muerte tanto se lleva al nuevo como se lleva al viejo, se lleva al rico y se lleva al pobre, entonces si tú te mueres primero que yo, le dices a tu esposa y a tus hijos qué compromiso tenemos; y vamos hacer un papel porque las palabras se las lleva el viento y lo llevamos con el comisariado'. Fuimos a hacer el papel con el comisariado y llevamos dos testigos, así ya me quedé con el compromiso. Pues sí, él murió primero, cayó en cama, le pegó embolia; yo tenía ya muchos años con él, me dejó el certificado del ejido y me dejó la carta que me hizo el comisariado firmada y sellada, esos papeles yo los tengo [intercambio de cuidado por bienes materiales].

También se narraron situaciones en las que el intercambio era menos notorio porque, como episodios contenidos en un evento mayor, sólo se presenta el momento en que alguien da y otro recibe; episodios inconclusos de alguna manera, pero manifiestos, de la interiorización de reglas grupales que comparten grupos distantes territorialmente y con contactos accidentales e imprevisibles en su devenir. Este es el tipo de solidaridad en algunos casos de emigración, como se lee en el vívido relato de Silvestre, de San Nicolás, quien cuenta sobre este tipo de solidaridad en el contexto de las plantaciones de algodón a donde fue a trabajar con familiares y vecinos:

Una vez me fui, pero ya hace muchos años; me fui para acá, Obregón, Sonora, a piscar algodón. Allá hacía demasiado calor que enloda el pantalón del sudor. Y qué cree. Me asoleé; andaba yo piscando y me sentía mal. Tendría unos veinte años, y nada más de repente vi que daba vueltas el mundo y dije "sabe qué pasará". Por hambre, no creo, porque almorcé muy bien. Había conocidos ahí; andaba un hermano mío y amigos. Lo que hice fue que arrastré la saca de algodón, la tendí y me acosté, y entonces le gritaron al surquero que yo había azotado ahí. Entonces vino el patrón y me llevaron a Obregón, al pueblo. Y me dijo el doctor "mira, tú no puedes trabajar aquí ya, el sol ya te llegó, tú ya no puedes trabajar". Pregunté "allá en mi tierra, ¿puedo trabajar?". "Según el clima que sea, posiblemente sí puedas, pero vas a durar unos días, qué no". Fue un 16 de agosto. Entonces ya me llevaron a casa, y fui el cocinero, les cocía los frijoles a mi hermano y otros compañeros.

Había un señor que tenía una tiendita, y me dijo "oye, tú eres el que te enfermaste". "Sí". "Oye, ¿no podrás irme a limpiar la casita de los cochis?". "Sí. ¿Dónde está?". "Aquí está". Yo no sabía que así le decían a los marranos; yo pensaba "yo no le conozco una camioneta", porque él me dijo "la casita de los cochis". Era un cuadrito lleno de marranos; tenía piso abajo, pero tenían lodito y excremento. Tenía que quitar con pala y la aventaba; pero no crea que recio. Iba poquito más de la mitad cuando me enfermo de nuevo, pues del sol. Entonces ya me retiré de ahí y me acosté en la sombra. Una señora -Dios que se lo pague... Y si ya se murió, que Dios la haya perdonado, y que mis palabras que no la ofendan- me dio un vaso de café sin azúcar, puro café. Me dijo "ten, con este te controlas". Y qué cree. Que sí me controlé. Entonces ya fui y terminé de limpiar. Fui con el señor, "mire, vaya a ver si está bien". Ya me dio veinte pesos; en aquel tiempo era mucho dinero. Me dio veinte, muy buenos.

Cuando llegó mi hermano le platiqué, y dijo "el domingo te vamos ir a dejar a la central, ahí en Obregón ¿Sí te animas a irte para allá?". Estábamos ahí cuando llega un amigo de acá de Cañas que estaba en el otro lado; iba a ver a un amigo ahí. Estuve platicando con él, y me dice "si te vas, vámonos, yo me voy a San Luis mañana".

Llegamos y le platiqué a mi papá. Andaba con un hermano mío; ellos andaban en la milpa arrancando jehuite.9 Le dije "oiga apá, yo voy ir con ustedes a ayudarles". "No, tú no vayas porque andas malo". "No, yo sí voy". Al otro día me fui y anduve arrancando jehuite porque había llovido harto. Entonces que me vuelvo a enfermar, pero nada más poquito. Teníamos allá una casita para protegernos del agua cuando llovía. Entonces le dije "apá me estoy sintiendo mal". "¡Te dije!". Me fui al jacal y me dormí. Ya después me dijo "ya no vas; dirás lo que quieras, pero ya no vas". Y ya no fui... Hasta que me acabé la medicina, y mire, gracias a Dios ya ando bien".

En este caso se observa la sutilidad del intercambio entre diferentes tipos de bienes. A diferencia de los anteriores, en los que hay arreglos explícitos entre trabajo y manutención, o cuidado y derechos a la tierra, aquí el bien de intercambio es la gratitud y las bendiciones, las cuales siguen siendo expresadas medio siglo después del evento, y en tal sentido no se refieren tanto a la connotación de red social, sino que traen a colación un modo de acción que se echa a andar ante la presencia de una persona desvalida.

La evaluación de las situaciones de intercambio se matiza por los resultados y el cumplimiento de las aspiraciones. Una mujer de San Nicolás condensa en su relato la valoración de los intercambios en su emigración y retorno a la localidad:

A los 18 años me dejaron salir a un paseo a San Luis, y ya no me regresé porque quería ir a la escuela.10 Me quedé con un amigo de mi papá y con unas muchachas que necesitaban ayuda; me quedé con ellas y fui a la escuela, pero pronto me echaron para afuera sin saber mucho, pero ya sabía leer y escribir. Hasta que tenía 18 años terminé la primaria y me metí a estudiar un curso de primeros auxilios; eso me ha ayudado bastante aquí. Luego me regresé y me vine con mi mamá. Después me fui a Monterrey; puro trabajo de casa. Ahí pude arreglar una visa y me fui a Estados Unidos como 24, 25 años, en Texas. Allá trabajé primero cuidando niños, después me vine y saqué de nuevo mi permiso, me fui otra vez y trabajé en un restaurante... me costó superarme, pero lo logré (Mujer, 88 años, San Nicolás).

Como ya se mencionó, las redes sociales no se circunscriben a la consanguinidad ni al parentesco social. La unidad doméstica es el lugar privilegiado para los intercambios entre sus miembros. Estos miembros se extienden a las redes vecinales y, como se ha mostrado, a otros actores cuyos contactos pueden ser circunstanciales y de temporalidad diversa. El tipo de bien que se intercambian en situaciones de pobreza son los materiales, en especial el trabajo como productor de éstos; pero también se privilegian otros bienes intangibles como el cuidado y el cariño, valiosos en situación de vulnerabilidad física. En este tipo de intercambios no se descarta la ganancia económica, pero -como se infiere de las narrativas-los intercambios son actos incuestionados y necesarios en la convivencia humana, son la evidencia de una cultura ideológica y moral de apoyo mutuo, y sobre todo al desvalido, que se transmite de una generación a otra.

Relaciones intergeneracionales

Los entrevistados, ahora todos ellos mayores de sesenta años, siguen manteniendo prácticas de colaboración e intercambio con la unidad doméstica y sus propios ancianos, sean sus padres o hermanos. Encontramos que la mayoría de los entrevistados reside en la localidad donde el varón tenía sus familiares, aunque la generalidad de los matrimonios ocurrieron entre vecinos de la localidad o aledañas. Predominan los casados (23 de los 31 entrevistados); cinco reportaron ser viudos (cuatro mujeres y un varón) y tres ser solteros (dos mujeres y un varón). Los casados viven con su cónyuge. Se incluye un hijo o más en once de los veintitrés casos, y en otros cinco también viven con ellos los nietos. Una viuda y un viudo viven en los respectivos hogares de algún hijo casado, y las otras tres, todas del medio rural, viven solas. Uno de los solteros vive solo, otra con un hermano también soltero y la otra con la familia de un sobrino.

Al respecto, Salgado de Snyder y Wong (2007) observaron que los adultos mayores mexicanos no tienden a ahorrar en formas financieras, sino que invierten en sus viviendas, además de que impulsan negocios familiares informales y comparten lugar de residencia. Lo más común en el caso de estudio es que los hijos tengan sus residencias en localidades diferentes a las de los entrevistados. En la zona urbana hay movimiento hacia las colonias de reciente formación con viviendas a crédito, mientras que en las zonas rurales la migración es hacia las grandes ciudades como San Luis Potosí, Monterrey, Guadalajara, la ciudad de México, y en menor escala a Estados Unidos.11

La migración temporal entra en los relatos como fuente de ingresos económicos para la unidad familiar, mientras que la permanente se menciona como uno de los factores que ha debilitado la economía de la unidad doméstica. En el caso de los Estados Unidos, la ilegalidad en que está la mayoría de los jóvenes ocasiona separaciones permanentes, pero también se reducen los contactos con quienes emigran a las ciudades dadas las exigencias del empleo que marca ritmos y calendarios diferentes a los de origen; a lo que se suma las obligaciones adquiridas cuando los jóvenes forman familias.

En tanto que once de los entrevistados refirieron estar a cargo de sus padres y de algunos hijos en situación especial, la contribución económica de parte de los hijos se ha afectado12. No se refirió abandono familiar, y todos aseguraron que cuando piden apoyo para alguna necesidad o urgencia (por lo general, atención médica o medicamentos) siempre hay una respuesta positiva de los hijos, aunque sea escasa. La mayoría de los relatos va en el sentido de "me dicen: 'usted ya no trabaje, usted nos sacó adelante cuando estábamos pequeños, ahora nosotros tenemos la obligación de echarle la mano a usted'". Pero ello no siempre es posible, pues como uno de los entrevistados comentó: "los hijos que están por ahí no lo pueden ayudar a uno por falta de trabajo, si tienen trabajo apenas alcanzan a pagar las rentas y darles a sus familias". Otra mencionó: "sí, sí me dan a veces, pues un kilo de frijol, pero yo también siento feo quitarles a sus hijos un taco para comérmelo yo". Una más: "me dice mi nuera Teresita 'mira suegra, no te damos pero no te quitamos, y usted sabe por qué no le damos'".

Con independencia de los posibles apoyos mutuos entre las familias residentes bajo techos diferentes, en el área urbana se encontraron casos en que las personas adultas mayores seguían apoyando a sus descendientes con provisión económica. El primer caso es el de una mujer anciana, ya mencionada antes, con la concesión para operar un taxi, que estaba haciendo los arreglos para la instalación de un taller de costura para su hija; en el segundo caso, los abuelos hipotecaron su casa para solventar una deuda de su hija, además de que alojan a su nieta y cuidan del bisnieto.

En los relatos de los entrevistados se asoman sentimientos de soledad y nostalgia porque lo que ellos saben ya no sirve a los muchachos y ya no pueden enseñarles cómo trabajar para sobrevivir. En la zona indígena se mencionó el abandono de los rituales agrícolas, y en todas las localidades, la adopción de costumbres liberales en el trato de las mujeres jóvenes con los varones. Por otra parte, prevalece un lenguaje de comprensión por el alejamiento de sus hijos desparramados, ante lo cual ellos mismos se asumen como concurrentes en el distanciamiento, ya que de múltiples modos expresaron su renuencia a visitarlos en las ciudades mexicanas o en Estados Unidos. Entre los argumentos para ello está la contaminación citadina, la comida y la ausencia de ocupación. Consideran que el mejor lugar para vivir es su propia localidad: "Mire, yo le diré la verdad, yo no puedo estar en Monterrey; ellos me han hecho muchas invitaciones que me vaya con ellos; no es que yo los tenga abandonados o que yo los desaire, pero yo no puedo estar con ellos porque me enfermo". Un comentario similar fue el de un varón cuyos hijos están en los Estados Unidos: "Ya me hablan mis hijos y me dicen que me vaya un mes, unas semanas o lo que quiera, pero uno está acostumbrado a estar acá; allá es diferente, les digo que yo puedo ir, pero sólo les aguanto unas semanas si nos vamos a trabajar, porque allá es muy aburrido; aquí no porque se mata el tiempo y allá no sabe cómo".

Ante esta situación, las personas adultas mayores siguen dependiendo de su trabajo y de arreglos cercanos en la unidad doméstica, aportando lo que es posible y afirmando su utilidad por medio del trabajo. Por ello fueron comunes las narraciones en que predomina la urgencia de hacer cosas, como la de Celia: "Yo hago costura. Ahorita, al inicio de año estuve ahí tirada, no pude moverme por [un accidente en] mi pierna, ahorita ya me desesperé y ando en una andadera; les dije 'pónganme la máquina aquí de modo que no batalle para sentarme'. Me siento, pongo el pie arriba de una silla, con el izquierdo le aplano al pedal y ya empiezo a pegar cierres y hacer bastillas, cortar no puedo porque ¿cómo me recargo? Pero todavía siento que soy útil" (69 años).

En la actualidad, la necesidad y complementariedad del trabajo y los ingresos en la unidad doméstica puede ser representado por Guillermina (70 años), quien vive con su esposo, nieta y bisnieta. Ella hace remiendos de ropa ajena y elabora donas que su nieta lleva a vender a las escuelas; su esposo (78 años) recibe una pensión del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), después de trabajar 35 años como chofer de autobús urbano. Al referirse a sus propias actividades, Guillermina menciona: "más que nada es una ayuda porque mi esposo está pensionado ya, entonces [de ahí] no nos sale más que para los puros gastos [electricidad y gas]. Él trabaja como 'cerillito', de diario me trae centavitos y los juntamos [para los gastos de comida diaria]".

La estructura social que primariamente acompaña a las personas adultas mayores es la unidad doméstica; aunque desparramada, sigue siendo su punto de referencia, lo que confirma la aportación de Verónica Montes de Oca (2004). La siguiente estructura son los vecinos, residentes cercanos que comparten hasta cierto punto condiciones similares en los servicios urbanos y medios económicos. Los bienes más preciados que tienen para los intercambios son el trabajo, el cuidado y el cariño; todos estos han derivado de su aprendizaje de que el intercambio es un acto necesario si se quiere sobrevivir. En el vecindario esto se evidencia cuando algún enfermo necesitaba transporte, medicamentos, comida o cuidado; en las emergencias de cualquier tipo y los velorios. Otra medida de solidaridad menos coyuntural se refiere a la costumbre de formar grupos de trabajo para momentos pico (como la siembra y la cosecha) en la zona indígena, y grupos de apoyo mutuo para relajar tensiones por medio de reuniones periódicas entre amigos en la zona urbana.

En este sentido, las reglas de intercambio se mantienen vigentes porque forman parte de la ética colectiva, incorporada en las prácticas de cada uno de los entrevistados, de apoyo a los menos favorecidos, a pesar de ser parte de un contexto de carencias económicas y relativa ausencia institucional. En el medio rural explicaron que tales atenciones deben hacerse porque todos son parientes hasta cierto grado, y en la zona urbana simplemente porque son vecinos obligados unos con otros.

En las localidades conocen programas institucionales que otorgan apoyos a las personas adultas mayores. El más conocido es el programa de apoyo económico directo, en el que están inscritos trece de los 31 entrevistados. También refieren otros como Progresa, despensas, comedores colectivos y el Seguro Popular (mencionados cada uno en una sola ocasión). Al respecto, las peticiones en todas las localidades se refirieron a la continuación de los programas de despensas y apoyo monetario, las cuales, de acuerdo con lo expresado en los grupos focales, son muy valiosas pero deberían ser más eficientes, con padrón depurado, afiliación universal sin distingos partidistas y con información clara de las reglas institucionales.

En segundo lugar, a pesar de que el reporte de enfermedades fue alto, aun cuando la mayoría atiende sus enfermedades en las clínicas de la Secretaría de Salud (16), del IMSS (5), con médicos particulares (4) y con herbolaria y prácticas populares de higiene (2), únicamente en la localidad visitada del municipio de Tancanhuitz se hizo una demanda específica para la mejora del servicio médico: que se adapte la organización, porque ellos deben desplazarse a las clínicas, lo cual implica gastos, además del peligro de accidentes en el transporte (viajan en grupo para compartir los gastos de gasolina y chofer, en camionetas pick up o de redilas). La reorganización solicitada consiste en que sus registros obligatorios de control mensual de enfermedad se realicen en su misma localidad o, en su defecto, que haya vehículos en los que puedan ir sentados y seguros aunque paguen el costo del pasaje. Esto implica la colaboración entre instituciones del sector salud y el Municipio, y al mismo tiempo es una oportunidad para el emprendimiento de servicios particulares.

Un tercer grupo de demandas se refiere a la infraestructura urbana, como arreglar las calles para evitar encharcamientos y la formación de lodo a fin de disminuir el riesgo de caídas. Este es un elemento esencial cuando se trata de un país donde sus localidades son habitadas en gran proporción por personas adultas mayores, las cuales requieren de infraestructura que les permita deambular con seguridad.

Un cuarto grupo de peticiones versa sobre aspectos más estructurales, como empleos adecuados para las mismas personas de la tercera edad, mejorar el precio del trabajo y de los productos del campo, disminuir el costo de la energía eléctrica para abaratar el agua de uso agropecuario, atender la problemática del desempleo de los jóvenes para que no se vean obligados a emigrar, y apoyar a los emigrantes. Aunque se haya enunciado aquí en último lugar el apoyo a los emigrantes fue la demanda más mencionada en los grupos focales y en las entrevistas individuales por la importancia que dan al trabajo y al apoyo intergeneracional: "Lo que el gobierno puede hacer, si en verdad nos quiere ayudar, es darnos trabajos"; "¿Sabe qué? La desgracia no son los adultos mayores, sino los jóvenes que están pensando en irse, es la desgracia más grande y no sólo en este pueblo sino a nivel nacional".

Notas finales

De acuerdo con Orimo y colaboradores (2006), revisar nuestra definición actual de ancianidad es el primer paso crucial para establecer mecanismos que auxilien en la creación de una sociedad exitosa en la atención de las personas adultas mayores. Con base en nuestro estudio, podemos afirmar que ellos no se consideran desvalidos y estiran sus posibilidades para seguir activos y en comando de su propia situación de vida, al tiempo que siguen dando apoyo financiero y emocional a sus descendientes. Las políticas públicas de atención a las personas adultas mayores deberían conferir un papel activo a las estructuras de apoyo. Yao Yuan, en su estudio de la situación de las personas adultas mayores en China, señala que la tarea de las instituciones es "proveer garantías confiables para el cuidado en familia del anciano. Específicamente debemos promover la integración de apoyo material, confort espiritual y cuidado diario para el anciano, la integración de cuidado en familia o social, la integración de educación ideológica, la estandarización del sistema y constrictores legales" (2011, pp. 33-34).

Para ello, se considera necesario combinar esfuerzos entre las diversas instituciones e integrar los esfuerzos individuales y comunitarios. Destaco dos ejemplos de países muy diferentes que han elegido esta estrategia: Dinamarca, en el norte de Europa, con fuertes antecedentes de compromiso con el bienestar social, además de los planes económicos vigentes para el retiro laboral, reestructuró las viviendas de las personas adultas mayores para adecuarlas a sus posibilidades físicas y contrató enfermeras visitadoras para la atención de la salud en el hogar. Esto ocasionó que el departamento de salud redujera los costos de operación por un periodo de diez años (1986-1996) a pesar que se incrementó 30 por ciento la población mayor de75 años (Murashima y Asahara, 2003). El otro ejemplo proviene de Samoa, donde se capacitó y desarrolló una red de cuidadores de las personas adultas mayores. Al evaluar el proceso se encontró una mejora en la calidad del cuidado, el crecimiento de la conciencia comunal acerca de sus necesidades; se formó de manera colateral un grupo interdisciplinario cuya tarea fue formular una política de acción gubernamental que proveyera los servicios para los ancianos (Mulatilo y cols., 2000).

En México, en el contexto de carencias económicas y programas institucionales de atención insuficientes, el trabajo y los intercambios de bienes de diferente tipo fueron narrados como medidas de supervivencia, no sólo individual, sino también de la unidad doméstica. Sobre ello no encontramos relatos que los objeten; más bien, lo que aparece es una fuerte condena hacia aquellos que rompieron con esta regla de supervivencia. Estas narrativas evidencian una manera de categorizar y actuar en el mundo que ha quedado impresa en las prácticas cotidianas como un sustrato cultural cuya continuidad no es muy clara ante la transformación económica y legal del país. Su papel en las políticas públicas puede no estar siendo adecuadamente estimada y su impacto no alcanza a influir en una estrategia de seguridad social universal, de adecuación de la infraestructura urbana, de reorganización de los servicios y de planeación estratégica del desarrollo nacional que atienda las necesidades actuales sin descuidar las generaciones venideras.

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*La investigación de campo se realizó durante el año 2014 con el apoyo del Consejo Estatal de Población (COESPO) de San Luis Potosí. Las antropólogas Laura Leticia Bárcena Reyes y Mayra Elizabeth Guerrero Alfaro colaboraron en la investigación de campo y en la transcripción de las entrevistas.

1Véase también a Wang, 2001; Howard y cols., 2010; Rosemblueth, 1985; Nelson, 1982; Burkhauser y Duncan, 1991, entre otros, quienes argumentan sobre los patrones diferenciales de salud y bienestar de acuerdo con la heterogeneidad socioeconómica, de género y el tipo de asentamiento poblacional.

2Para una revisión sucinta sobre redes sociales e intercambio véase Valencia Murcia y Correa García (2006). Un estudio básico es el Clyde Mitchell (1969); el trabajo de Larissa Lomnitz (1994) merece especial mención. Para redes sociales y migración véase Kreager (2006).

3Las localidades visitadas se encuentran en los municipios de San Nicolás Tolentino, El Cedral, Tancanhuitz y Soledad de Graciano Sánchez.

4La mayor cantidad de entrevistas se realizó en la zona indígena (11), seguida por la urbana (8), Altiplano (7) y zona media (5).

5La transcripción fue literal. Para su presentación en este documento se editaron las expresiones verbales por medio de la eliminación de palabras repetidas, pero respetando el sentido con que fueron vertidas por medio del uso de puntuación.

6Por el tipo de investigación no hubo contacto con personas adultas mayores con algún grado de invalidez, pero tuvimos referencias de la existencia deéstas en las localidades visitadas. González y Ham Chade(2007) consideran que el declive fisiológico inicia desde los 55 años, y Barragán Berlanga AJ, y cols. (2007) aseguran que a medida que aumenta la edad decrece la salud y la funcionalidad aumenta el sufrimiento corporal por episodios de dolor de diverso tipo.

7Entre los factores que se han mencionado como influyentes en la dependencia funcional están la soltería (Barrantes Monge y cols., 2007) y la depresión (Ávila Funes y cols. 2007), el estado nutricional (Shamah Levy y cols., 2008; Ruiz Arregui y cols., 2007). Otro conjunto de factores se refiere a situaciones epidemiológicas adversas de la infancia (Ruiz Pantoja y Ham Chande, 2007), así como con diferencias de género por la predisposición a ciertos hábitos como consumo de alcohol y tabaco (Aguilar Navarro y cols., 2007).

8"Dar a medias" significa la cesión temporal por parte del propietario del derecho a cultivar o usufructuar los productos del cultivo de la tierra o el cuidado de ganado a cambio de la mitad de las ganancias, mientras que el que recibe "a medias" aporta su trabajo.

9Jehuite, palabra de origen nahua que designa la maleza o el zacate, es decir, una diversidad de especies herbáceas que compiten por los nutrientes con los cultivos como el maíz.

10El mayor promedio de años de escolaridad se encuentra en la zona urbana, pero en las localidades rurales el promedio mayor se encuentra en la zona indígena, donde también el sistema de educación para adultos fue más mencionado. El promedio de número de años de escolaridad es 4.17, con una diferencia entre hombres y mujeres de un punto porcentual. El promedio de escolaridad disminuye a medida que avanza la edad.

11En San Nicolás y Cedral se mencionó migración antigua y reciente hacia los Estados Unidos y en la zona indígena la migración por medio de contrato temporal a Canadá.

12El promedio de hijos que reportaron es de seis; sin embargo, el rango va desde dos hasta 15 hijos. En el área rural son mayores los promedios con respecto de la urbana: Cedral, 9.14; San Nicolás Tolentino, 6.2, y Tancanhuitz, 5.9. En Soledad de Graciano Sánchez es de 3.37. Ocho entrevistados, todos en el medio rural, reportaron mortalidad infantil entre sus descendientes.

Recibido: 16 de Abril de 2015; Revisado: 15 de Mayo de 2015; Aprobado: 19 de Mayo de 2015

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